Emilio Jose Garca Mercades - Los Hijos de La Bestia

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  • Los Hijos de la BestiaLa sombra de ETA

    Emilio Jos Garca Mercader

  • Emilio Jos Garca Mercader

    Maquetacin e impresin: Grupo Tecnigraf. Tel. 925 81 22 50. Talavera de la Reina

    Diseo cubierta: Rafa Garca. Dpto. Diseo Tecnigraf

    ISBN: 978-84-613-2291-6

    Dep. Legal: TO-724-2009

  • A mi esposa Sandra, porque siempre encuentro luz en su mirada; amis hijos Daniel, Guillermo, Lara y Hugo; a mis padres, que ya noestn; y a los siempre queridos padrinos de mis hijos Julian y Ani.

    A D. Antonio Beristain, por el prlogo de esta novela; y a todos misamigos, de quienes me siento deudor y de quienes intento aprenderpara liberarme de toda la ignorancia que me cubre. Gracias de todocorazn.

    A quienes fueron vctimas, a quienes son vctimas y a las que sernvctimas en el futuro.

    A quienes ayudaron, ayudan y ayudarn a cada una de las vctimas.Y tambin, aunque desde siempre me tiene prohibdo dar su nombre,a Stella...

    Dedicatoria

  • Nota del Autor

    Cuando hace seis aos empec a escribir esta novela, me propuse dejarla paramejor ocasin y la guard en el cajn de los proyectos. No se muy bien por qu lo hice. Eltiempo ha pasado - no cabe duda - pero los aspectos y las emociones que me llevaron aempezar a escribirla, lamentablemente siguen siendo los mismos. Todava siento como seme rasga el corazn cada vez escucho en los medios de comunicacin como la barbarieterrorista sigue ejerciendo con su ejercito siniestro dolor profundo en los cuerpos desgarra-dos de sus vctimas, y en sus almas que nunca eligieron ser vctimas, tanto en Espaa comoen tantos otros pases del mundo. No puedo ms que sentirme perplejo por los motivosintrnsecos que hace que una persona, supuestamente normal, sea capaz de cometer veja-ciones de forma tan sdica como las cometidas por grupos terroristas, tan semejantes a losotros individuos con caractersticas psicopticas, y de quienes ya tenemos noticias a travsde los medios de comunicacin, cuando nos transmiten asesinatos mltiples cometidoscontra mujeres maltratadas, ancianos y nios.

    Con esta novela tan solo pretendo ser una voz ms, tan solo una ms, de todosaquellos que me precedieron, para que mi conciencia se encuentre un poco ms tranquila,alejada del silencio cmplice, y denunciar todos aquellos actos aberrantes contra el serhumano, contra los derechos humanos, y que deben ser llevados cuando antes a los tribu-nales penales internacionales, toda vez que se deben revertir en favor de los derechos victi-males y fundamentales de las vctimas del terrorismo o de cualquier otro delito.

    De lo que si que tengo un grato recuerdo, es de que cuando estaba sentado escri-biendo esta novela, se me aparecan de forma espontnea las imgenes claras y difanas dealgunas queridas personas amigas vctimas del terrorismo, que casi me susurraban lo quedeba poner entre lneas y entre frase y frase. Es ms, en puesto de recrearme en los recuer-dos de los atentados de quienes fueron vctimas, en una alteracin de intenciones y emo-ciones, en una interaccin llena de sorpresas, siempre el rostro amable del ser humano meobligaba a seguir escribiendo sobre todos esos otros valores que hacen que cada hombre yque cada mujer sea irrepetible, demostrando que su ser se encuentra inevitablemente unidoa cada uno de nosotros. Incluso al de sus victimarios y asesinos. Por todo ello, escribir estanovela tan solo fue el resultado de lgrimas y alegras; de racionalidad y apasionamiento,de nerviosismos y de tranquilidad, de maldiciones y agradecimientos...En fin, por todoaquello por lo que merece la pena vivir...y tambin morir...como bien nos ensearon esosluceros morales, a los que vulgarmente conocemos como vctimas del terrorismo.

  • 9LAS MACROVCTIMAS, CATALIZADORAS DE LAS NUEVAS CULTURAS Y CIVILIZACIONES.

    Prof. Dr.Dr.h.c. Antonio BERISTAIN,S.J.Fundador y Director H. del Instituto Vasco deCriminologaCatedrtico E. de Derecho penalSAN SEBASTIAN

    El autor de esta novela, Los hijos de la bestia. La sombra de ETA, Emilio JosGARCA MERCADER, persona de amplia formacin acadmica, cultural, espiri-tual1, jurdica y sociolgica, especializado como Criminlogo y Diplomado en Pazy Resolucin de conflictos, por la Universidad de El Salvador, Presidente de la Fundacinde Victimologa2, Fundador de la Ctedra Internacional de Victimologa AntonioBeristain Ipia3 y de la Ctedra de Derechos Humanos y Victimales (Universidad deMurcia), nos ofrece en su libro, de impar fuerza sugerente, con extraordinariosconocimientos la realidad social, cultural y poltico-criminal del Pas Vasco y de sushabitantes. Estos padecen desde los aos 60 del siglo XX la pandemia, la esquizofre-nia/genocidio, de unos terroristas paranoicamente enfrentados contra los ciudadanospacficos.

    GARCA MERCADER describe objetivamente la dinmica compleja entorno al secuestro de un buen hombre, Javier, al que despus de mil sufrimientos y tor-turas acaban asesinando a sangre fra. De todo le ilustra al lector la sombra4 del asesi-no y la sombra de la vctima que, a travs de sus dilogos-monlogos nos recuerdamuchas pginas de Crimen y castigo, de Dostoievski.

    Prlogo

    1 La novela versa sobre la Bestia y el ngel sobre lo nuclear de la Filosofa y la Religin: El Antirreino y el Reino deDios, como indicaremos despus. 2 Alejandra ANDREU FERNNDEZ, Emilio Jos GARCA MERCADER (2008): El polica como vctima, enPedro A. RUBIO LARA (Coord.), La vctima en la funcin policial, Editorial de Estudios Victimales, Talavera de la Reina(Toledo), pp. 333-354, con bibliografa.3 http://www.funvic.org4 Desde el profundo punto de vista onrico, Mariano BALLESTER,S.J. (2006): La ayuda de los sueos en el crecimientoespiritual, San Terrae, Santander, especialmente, pp. 128 ss.; Karl RAHNER Tertulia sobre el sueo, la oracin y otrascosas, en Escritos de Teologa, tomo III, 1961, pp. 251-267 (262 s. con original y fecundo anlisis de la oracin noctur-na y los arquetipos de C.G. JNG).

  • Ambas sombras iluminan el nexo consciente-inconsciente de C. G. JUNG5

    que oculta la persona asesina y tambin le iluminan -por contraste- las inquietudes, lasbuenas intenciones soterradas de los delincuentes y de sus familias, principalmente lamadre de Iaki (asesino, comparable en cierto sentido- con el mal que vive y actaen Stalin y en Hitler6, el tentador Versucher, el seductor Verfhrer) y de sus cola-boradores ms cercanos. Ese mal que aboca al odio y al holocausto, a la cegueramoral y degradacin comunitaria (en la Alemania nazi) como evidencia el film El hun-dimiento, de Olivier Hirschbiegel7, y tambin la pelcula Amn, de Costa-Gavras, ycuyos protagonista el jesuita Ricardo8, muestra el silencio de las autoridades religio-sas alemanas y vaticanas conocedoras del infierno de los campos de concentracinpero decididos a darse por no enterados, y esperar9. Ese mismo mal que en el PasVasco patentizan los films de Iaki Arteta10 y el informe En el nombre del padre,producido por El Mundo TV11.

    La sombra, la mistagoga, ensea a los diversos personajes a discernir su rea-lidad exterior e interior, y superar su frecuente distorsionada imagen; desvela la com-pasin de una pequea parte de los conciudadanos de la vctima que se manifiestantmidamente en la plaza pblica para pedir su liberacin, frente al crimen de odio (hitecrime)12.

    La fuerza del mal que alimenta el interior de los asesinos y sus cmplicesinmediatos, Basilio y Sabino, aparece desde otro ngulo de reflexin, en el captuloVII, dedicado al encuentro concertado, cerca de Hendaya, de los familiares de Javiercon los dirigentes de ETA para discutir la posibilidad de su puesta en libertad.

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    Prlogo

    5 C.G. JUNG (1996): Recuerdos, sueos, pensamientos, Seix Barral, Barcelona, pp. 376 s.6 Jean-Claude FRRE (1972): Les Socits du mal, ou le Diable hier et aujourdhui, Grasset, Paris, pp. 156-172, con biblio-grafa. Vicente GARRIDO GENOVS (2000): El psicpata. Un camalen en la sociedad actual, 4edicin, Algar Editorial,Alzira, pp. 23-55.Desde otro punto de vista, la pelcula Hitler. El reinado del mal, dirigida por Christian Duguay, 2003.7 Ttulo original: Der Untergang), , nacionalidad: Alemania-Italia, ao 2004.8 Ricardo personifica a los jesuitas que se comprometieron y resistieron (hasta la muerte) a la perversin ideolgica delnazismo. En concreto, poda haber sido denominado Alfred DELP, jesuita condenado a muerte, ahorcado, en la prisin dePltzensee, Berln, el 2 de febrero de 1945. Cfr. Alfred DELP (1982): Gesammelte Schriften, op. cit., pp. 48 ss., 93 ss.9 Lleg a tiempo la Encclica de Po XI, Mit brennender Sorge (14 marzo de 1937), que conden el nazismo alemn, cincodas antes de la Encclica Divini redemptoris, que conden el comunismo ateo?. Aqu conviene recordar que las Iglesias cat-lica y protestante, al terminar la segunda Guerra Mundial, pidieron perdn, pblica y formalmente, por su pecado de omi-sin frente al nazismo hitleriano.10 Iaki ARTETA (Director): Voces sin libertad (2004), Trece entre mil (2005), El infierno vasco (2008).11 Informe En el nombre del padre, producido por El Mundo TV, emitido por primera vez, el 16 de noviembre de 2006,en Antena 3 TV. 12 Vicente GARRIDO GENOVS (2002): La causa del odio: El mal de los fanticos, en IDEM: Contra la violencia.Las semillas del bien y del mal, Algar Editorial, Alzira, pp. 48 s., 123 s. , 159 ss.

  • Si leen este libro los 587 presos de ETA, internos actualmente (mayo-junio2009) en las Instituciones penitenciarias espaolas y los 154 en las francesas, vern -como en un espejo- el ambiente insano de su juventud, su deformacin cognitiva, sutransfiguracin maniquea del enemigo, el otro, no persona; vern la moral insanity(J.C. PRINCHARD) que le impide a Iaki escuchar a su madre cuando le empieza adecir que su compaera sentimental va a tener un hijo.

    Si lo leen las macrovctimas de ETA (las grandes olvidadas por tantos ciuda-danos y por tantos polticos e intelectuales), encontrarn en su interior los paradig-mticos valores que les ornan con una preeminente dignidad, protagonismo y autori-dad13, y con un resistir y hacer creativo de mxima eficacia en el campo de la conviven-cia y en el campo de la justicia, como camino para llegar a la paz. Apreciarn la ayudaque les prestan las Fundaciones e Instituciones (y Oficinas de Asistencia a las Vctimas)reguladas en la Legislacin Nacional (Ley 35/1995 de 11 de diciembre, de Ayuda yAsistencia a las Vctimas de Delitos Violentos y contra la Libertad Sexual), y Autonmica(Ley 4/2008, de 19 de junio, de Reconocimiento y Reparacin a las Vctimas delTerrorismo).

    Si lo leen los especialistas de los medios de comunicacin, caern en la cuen-ta del error que cometen con frecuencia, cuando afirman que en el Pas Vasco la delin-cuencia es mucho menor que en el resto de Espaa. Ellos olvidan (consciente o incons-cientemente) que la delincuencia en el Pas Vasco es mucho mayor que en el resto deEspaa, porque miles de mujeres y hombres (aunque no sufran lesiones corporales cau-sadas por los terroristas) sufren continuamente los delitos de amenazas concretas eindividuales, de la amenaza general que mantiene al Pas Vasco carente, ayuno, de lalibertad y la palabra. Y caern en la cuenta del valor de los polticos que, a pesar deltan hostil ambiente, se niegan a aceptar la propuesta de una falsa tregua y de unanegociacin con los terroristas.

    Si lo leen personas vinculadas con el Cristianismo, y/o cualquier otra granreligin, vislumbrarn el milagro de determinadas imgenes onricas, en cuanto reali-dad imaginada de lo espiritual, elevada sobre el tiempo y el espacioes algo ms real

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    Antonio Beristain Ipia

    13 Juan Jos TAMAYO (2005): Teologa poltica, en IDEM (Director): Nuevo Diccionario de Teologa, Trotta, Madrid,pp. 870-879 (878 s.).

  • y duradero, de ms vigencia y transcendencia, que la explosin de una bomba, comoexplicita Kart RAHNER14 ; vislumbrarn el milagro de nuestra condicin humanaque revela lo vulnerables y dbiles que somos, y que al comprometernos como herma-nos compasivos de las macrovctimas del terrorismo, nos convertimos en gigantes cs-micos, redentores como Jesucristo. Comprobarn la (no tan generosa como deseara-mos) atencin eclesistica a favor de las vctimas, segn escribi (ante las declaracionesde la jerarqua catlica vasca) Manuel SEGURA,S.J. en su excelente artculo que publi-c el peridico El Da, de Tenerife, el 8 junio 2002: Posible carta de los obispos vas-cos. Y comprobarn que una parte pequea, pero eficiente, de la Iglesia en el PasVasco (con la casi desaparicin de las vocaciones religiosas y sacerdotales) descuida sucrtica al terrorismo (Cfr.la novela de Csar EGIDO SERRANO(2002): Euskadi, el cri-men y las sombras, Ediciones B, Barcelona, pp. 114 ss., que trascribe el texto de la homi-la, en el funeral (24 de diciembre de 1978) de Argala, miembro de ETA)15.

    Tambin comprendern que GARCA MERCADER, a lo largo de sus diezcaptulos (entre lneas e indirectamente), desvela el papel mayor (mucho mayor) quedebe protagonizar la iglesia a favor de las macrovctimas; sugiere el mensaje central deJess y de su Evangelio: la profunda y continua confrontacin del Reino de Dios ver-sus al Antirreino16. Ambos pueden cohabitar dentro de cada persona; ambos a lo largode la historia de la Iglesia han estado ausentes o tergiversados, como argumenta JonSOBRINO17.

    Por una parte, el Reino de Dios es la buena noticia de Jess -el Evangelio- atodos (pero preferencialmente a los pobres, a las vctimas) y la exigencia de Jess a laconversin, al buen comportamiento de todos (pero preferencialmente de los ricos, lospoderosos)18; el Reino de Dios, las Bienaventuranzas del Sermn de la MontaaBienaventurados los perseguidos por su resistencia a la injusticia (Evangelio SanMateo, V,10); el comportamiento de quienes no viven para ser servidos, sino para servir

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    Prlogo

    14 Karl RAHNER Tertulia sobre el sueo, la oracin y otras cosas, en Escritos de Teologa, op. cit., 1961, pp. 251-267(264 s).15 Cfr. Antonio BERISTAIN (2004): Protagonismo de las vctimas de hoy y maana (Evolucin en el campo jurdico penal, pri-sional y tico), Tirant lo Blanch, Valencia, pp. 26 s.16 Desde otra perspectiva, La bestia y el ngel, como expresa simblicamente Julio CARO BAROJA, en la portada deCriminologa y Derecho penal al servicio de la persona. Libro-homenaje al Prof. Antonio Beristain, Instituto Vasco deCriminologa, San Sebastin, 1989.17 Jon SOBRINO (1999): La fe en Jesucristo. Ensayo desde las vctimas, Trotta, Madrid, pp. 470 ss. 18 Jon SOBRINO (2005): Cristologa, en Juan Jos TAMAYO (Director): Nuevo Diccionario de Teologa, op. cit. pp.221-235; Evangelio de San Lucas VI,20; XVII,21.

  • (Evangelio San Mateo, cap. XX, vers. 28); Me gusta servir (Adolfo NICOLS, S.J.,Superior General de la Compaa de Jess, Revista Jesuitas, n 100, Primavera 2009,p. 28; El poder ejercido con amor hace servicial (Hans KNG, El Cristianismo.Esencia e historia, Trotta, Madrid, 1997, p. 72). El Reino (como la Victimologa) nocastiga, en el sentido del castigo de GROCIO: causar un dao al que delinque. ElDerecho penal tampoco deba castigar, ni deba imponer penas-castigo19. El Reino noadmite el infierno, en el sentido tradicional de sufrimiento eterno20. El Reino reparay dignifica.

    Y, por otra parte, al Antirreino, las imprecaciones (con demasiada frecuenciaolvidadas, por quienes cultivan la religin como opio del pueblo21) del Sermn de laMontaa (Evangelio San Lucas VI, 24-26: Pero ay de vosotros, los ricoslos queahora estis saciadoslos que ahora resAy si todo el mundo habla bien de vosotros,porque as es como los padres de stos trataban a los falsos profetas!). El Antirreino, elcomportamiento de quienes abusan del poder, de los jefes de las naciones que man-dan despticamente, de los grandes que abusan de su autoridad (San Mateo XX, 25).El Antirreino, el poder sin amor que hace violentos...terroristas (Hans KNG, op.cit. p. 72). El Antirreino castiga, hace dao, como la pena de muerte, como la prisinde Guantnamo.

    Si lo leen la Polica, las Fuerzas de Seguridad y los agentes del Poder Judicialcomprendern la dignidad de sus colegas (especialmente de las vctimas directas e indi-rectas); admirarn la eficacia a lo largo de los aos de su trabajo frente a la victimaciny la impunidad, pues prcticamente todos los que han cometido importantes actosterroristas han sido condenados y sancionados.

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    Antonio Beristain Ipia

    19 Antonio BERISTAIN (2009): Gregorio Ordez, mistagogo de dignidad preeminente(reparacin, dignificacin y protagonismo de las macrovctima). En prensa.20 Juan Antonio ESTRADA, S.J. (1997): La imposible teodicea. La crisis de la fe en Dios, Trotta, Madrid, p. 371.21 Merece transcribirse el prrafo de Hans KNG: Si Jess con su comportamiento, sus luchas y sufrimientos no hubieratenido el sino extraordinario de vivir y morir por su Buena Nueva, por su Evangelio-, es probable que no nos hubie-ra transmitido algo as como el Sermn de la Montaa, con sus Bienaventuranza y sus imprecaciones, op. cit., p. 72.

  • Y todo lector constatar el acierto del Catedrtico de Sociologa en laUniversidad de Augsburgo, Peter WALDMANN, cuando afirma que, los terroristas adiferencia de los guerrilleros necesitan contar con fuerte apoyo de la sociedad. Tienenque moverse en su ambiente como pez en el agua. Necesitan de grupos sociales simpa-tizantes que les protejan y colaboren22. La parte sumergida del iceberg (que agrupa atodos los victimarios) evidencia que se debe considerar como autores a muchas ms per-sonas e instituciones que las tipificadas as por la dogmtica y la ley penal. Tambinconstatarn los inteligentes aforismos de la sombra acerca de la influencia del mal,frente a la mayor influencia de la esperanza, de la gratuidad, de la resistencia23, delbien.24

    Antes de poner punto final, deseo felicitar muy cordialmente a Emilio JosGARCA MERCADER por su novela que complementa otras dos recientes: la deCsar EGIDO SERRANO antes citada; y la de Ral GUERRA GARRIDO, La sole-dad del ngel de la guarda, Alianza Editorial, 2007, que describe el erosionante trabajogeneroso y eficiente de los cientos de escoltas que sirven a la Justicia en el Pas Vasco.Ellos evitan que el nmero de vctimaciones violentas y cruentas sea mayor; pero nopueden evitar que las incruentas, las amenazas mortales, da y noche, las pesadillas, lasllamadas por telfono (que no aparecen en estadstica alguna) se mantengan o aumen-ten. Ya lo proclam el aplogo de Edmund BURKE, El nico requisito necesariopara que el mal se propague, es que los hombres buenos no hagan nada.

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    Prlogo

    22 Peter WALDMANN (2005): Islamistischer Terrorismus: Ideologie, Organisation und Untersttzungspotenzial, enBUNDESKRIMINALAMT (Hg.), Netzwerke des Terrors-Netzwerke gegen den Terror, Luchterhand, Mnchen, p. 35.23 Por todos, Dietrich BONHFFER (1969): Resistencia y sumisin, traduccin de Michael Faber-Kaiser, Libros del Nopal,Ariel, Barcelona. (Resistencia a los poderes de este mundo y sumisin a Dios); IDEM (2000): Etica, Trotta, Madrid.24 San Pablo,

  • Captulo I

    Javier saba, o por lo menos intua, que algo terrible iba a suceder esa maana.Ignoraba cuales eran esos mecanismos ocultos que llevaban a algunos hombres a perci-bir sensaciones inexplicables, que les alertaban de acontecimientos pasados o venideros,nefastos o agradables, y que de alguna manera les llevaban a comprender que la reali-dad est tambin en otras realidades incomprensibles para la mayora de las personas. Yeso era, precisamente, lo que le suceda a l en ese momento. Aunque no saba de quse trataba.

    De pronto, el sonido del telfono le sac del estado abstrado en que se hallaba y,dejando a un lado los paseos que daba para un lado y hacia otro lado sobre el enlosadode su despacho, se sent sobre el silln de piel marrn que tena a su espalda, sin atre-verse a descolgar el auricular. Pero el eco del aparato, que retumbaba por toda la estan-cia insistentemente, le oblig a estirar su brazo y ponerse a la escucha.

    - Dgame? - pregunt ponindose a la expectativa. Empez a escuchar las noticias que fluan por el hilo telefnico, sin musitar ni una

    sola palabra, y comenz a sentir con profunda tristeza, con dolor incluso, las informa-ciones que le estaban trasladando desde la Delegacin del Gobierno del Pas Vasco.Inmediatamente se dio cuenta de que, a pesar de que encontraba las palabras adecuadaspara poderse expresar, la voz le negaba el auxilio preciso para que pudiera articular algu-na palabra o palabras ordenadas, y que no fueran las guturales que solo le salan en esosmomentos. Intent recomponerse anmicamente del dolor que atrofiaba sus sentidos, yse dispuso a replicar adecuadamente, no sin antes prepararse intrnsecamente y evitar,hasta donde pudiera, su indisposicin inicial.

    Al final pudo decir: - Si, si tengo miedo - le argument Javier Ugarte a su interlocutor al otro lado de la

    lnea telefnica, apesadumbrado - Pero no voy a huirno puedo huir.Y colg el telfono con la rabia nacida de la impotencia.Adems - pens, con evidentes sntomas de preocupacin, que se reflejaban en su

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  • entrecejo fruncido - No tengo donde huir! - Y colg el telfono con rabia contenida.Dej caer su cabeza suavemente hasta reposarla entre las manos, que se encontraban

    apoyadas sobre la mesa de su despacho, mientras que permaneca desconcertado, dejan-do vagar la imaginacin, y repantingado cmodamente en el silln de piel marrn queaos antes haba pertenecido a su padre, cuando diriga, haca algunos aos ya, lapequea fbrica de lmparas de la que era director.

    La noticia que le haban comunicado momentos antes por telfono lo tena total-mente conmocionado. Conoca perfectamente a la persona que acababan de asesinaren la vecina ciudad de Durango, cuando al poner en marcha el motor de su vehculo, yal realizar las primeras maniobras de salida del aparcamiento, que haba a escasos metrosde su domicilio, explosion arrebatndole la vida.

    Igual que l, la vctima inocente, perteneca como concejal al mismo partido polti-co; y, atnito y con las manos sudando profusamente, a Javier nunca se le lleg a pasarpor la cabeza que la hidra de dos cabezas terrorista pudiera acabar con la vida de unode sus mejores amigos.

    -Malditos asesinos! - grit con la misma rabia contenida como con la que colg eltelfono momentos antes - Qu quieren conseguir con tantas muertes?. La muerte noes la moneda de cambio para darle vida y consistencia a un ideal! El nacimiento de unideal no lleva aparejada la vida de seres humanos, por el simple motivo de que no secoincida con la forma ni el modo como se entiende la organizacin social de una comu-nidad! Estn locos estos asesinos!

    Alz suavemente la cabeza, que todava permaneca ensimismada y reposada entrelas manos, y con una extraa suavidad empez a restregarse con los dedos las lgrimasque haban brotado de sus ojos. Se levant del silln casi de puntillas, como si no qui-siera hacer ningn ruido en su paseo por la oficina, y se acerc hasta la ventana que dabaal exterior de la fbrica. Empez a observar como algunos de sus empleados descarga-ban cajas desde los camiones hacia los almacenes; otros embalaban lmparas de bronceen el interior de embalajes de madera, mientras que unos terceros, con una sonrisa entrelos labios, casi a carcajadas por las bromas que se gastaban los unos a los otros, apura-ban los bocadillos que consuman entre sorbos de vino de la tierra.

    A Javier le dola que all afuera, en el exterior, en la calle, todo continuara de formanormal, como si no hubiera pasado nada, mientras que a l, un comando de asesinos leacababa de quitar la vida al que consideraba uno de sus mejores amigos y compaeros.Comprenda que no tena capacidad para conocer las jugadas maestras que ejerca,como un halo siniestro, eso que algunos llaman el destino; ni tampoco, en la mayorade ocasiones, esa otra palabra llamada justicia, que por momentos se converta - segnl - en la ms infame de las injusticias.

    Se dio media vuelta de la ventana, con su efigie espectral deambulando de un ladopara otro, y prefiri no pensar en nada. No le quedaban fuerzas.

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • A los pocos instantes empez a sentir, sin embargo, como de nuevo otros pensamien-tos queran introducirse en el laberinto de su mente; pero unos pequeos y suaves gol-pes en la puerta de su despacho, le liber inmediatamente del dialogo forzoso al que loquera insertar su cabeza desconcertada.

    - Adelante - dijo Javier con una voz pausada a su hermano, que abra la puerta depar en par.- Sintate a mi lado - le indic con un gesto de la mano hacia el sof que seencontraba a la derecha de la ventana, y que momentos antes le haba servido como des-ahogo a su inquietud interior.

    Jos Miguel Ugarte acept la invitacin, pero un ligero temblor en sus manos y enla barbilla mostraba y delataba el estado nervioso, casi traumtico, en el que se encon-traba. Quera a su hermano Javier con toda su alma, aunque nunca se haba atrevido adecrselo y, evidentemente, tema por si algo malo le suceda a su vida, tantas veces ame-nazada por su ideologa poltica no nacionalista. Adems, era su hermano mayor, sunico hermano; aunque a veces lo senta mas como a un padre, como si fuera ese padreal que no tuvo la oportunidad de conocer, cuando aqul falleci en un trgico acciden-te de trfico.

    - Es mejor que vayas pensando en marcharte del Pas Vasco - dijo Jos Miguel conla misma rapidez que la carga de un rayo caa sobre la copa de un rbol, a la vez quemiraba directamente a su hermano a los ojos - Coge las maletas e inicia una nueva vidalejos de aqu.

    Javier lanz una tmida sonrisa, que ms bien pareca un rictus amargo. - Esta es mi casa y este es mi pueblo - respondi tranquilamente Javier, intentando

    calmar a su hermano con la mesura de sus palabras - He nacido aqu, en Eibar. Y aqume voy a quedar.

    Jos Miguel se enderez sobre su asiento, incomodo ante las palabras que escucha-ba. Y no daba crdito, algo perturbado, a las explicaciones de su hermano mayor.

    - Esta ya no es tu casa, y este pueblo ya no es tu pueblo. Ser mejor que lo compren-das cuanto antes -sentenci Jos Miguel con la mirada clavada en los ojos de su herma-no - Los amigos con los que jugabas de pequeo, ahora se han convertido en tus ene-migos; quienes hasta ayer pensaban como t, ahora no quieren or de tus inquietudes,y muchsimo menos quieren estar a tu lado, por si en algn momento eres el blanco dealgn terrorista. Tu vida no vale nada, como de nada ha valido la muerte de Erostegui,el concejal al que han asesinado esta maana.

    Javier agach la cabeza, compungido al recordar el asesinato de su amigo. - Su muerte siempre servir de algo - dijo -, lo que sucede es que todava no lo sabe-

    mos.- Eso tan solo son bonitas palabras; pero preocpate ms de que la muerte no sea tu

    compaera de viaje en la prxima ocasin - respondi Jos Miguel, tajante en sus pala-bras. Saba que deba de convencer a su hermano de la forma que fuera para que aban-

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • donara el Pas Vasco, al que llevaba sirviendo desde haca muchsimo tiempo, de laforma ms rpida posible.

    - Te vuelvo a repetir lo que antes te he manifestado con sinceridad: no pienso huir- le argument a su hermano, que lo observaba desconcertado, a la vez que lo coga porun brazo para infundirle un nimo que demasiado bien saba que ni l mismo tena. -Reconozco que tengo miedo, pero no voy a huir.

    Javier era de temperamento fuerte y apasionado; pero cuando estaba con su herma-no, especialmente, o con cualquier otra persona de la familia, reconoca que toda aque-lla aparente fuerza que denotaba se dilua como por arte de magia.

    Su rostro era serio y su mirada sincera, limpia, que siempre se diriga a los ojos de lapersona con la que hablaba, pero que le haca parecer un poco mayor de los cuarentaaos que acababa de cumplir, as como por la creciente cantidad de canas blanquecinasque empezaban a poblar su cabello siempre recortado. Como buen vasco era de aspec-to fornido, y meda casi un metro ochenta y cinco de estatura. Sus manos eran largas,cuidadas; y los dedos casi siempre se encontraban en actividad, acompaando cualquierconversacin que mantuviera en ese instante.

    - Pero has pensado en tu familia? Alguna vez has pensado en alguien que no sea enti mismo?.- empez a preguntar Jos Miguel, incansable en sus planteamientos.

    - Es por mi familia por lo que no me voy de aqu. Ni mi esposa ni mis hijos se mere-cen que huyamos de nuestra propia tierra, del pueblo en donde hemos nacido nosotrosy en donde han nacido nuestros pequeos. Nunca me perdonara que alguna vez mereprocharan que, por cobarda, era incapaz de ayudar a los ciudadanos desde el peque-o puesto de concejal que tengo la oportunidad de desempear.

    - Le has dicho a Mayte lo que piensas hacer? Has contado con ella en los planesde salvacin y de mrtir que te has propuesto desempear?.

    - Ella est hasta en el ltimo pensamiento que se esconde dentro de m.- Pero se lo has dicho? Le has dicho que os vais a quedar aqu?.Javier neg con la cabeza.- Aunque no te lo creas - Miguel empez a bajar el tono de su voz en forma condes-

    cendiente - lo nico que me interesa de todo eres tu y tu familia. Y sabes por qu?.Porque a la vez vosotros sois mi familia, la nica familia que me queda adems demam, y por nada del mundo me gustara perderos. Prefiero que os marchis lejos deaqu y que no os vea durante algn tiempo, que tengamos que pasar por otra tragediacomo la que le ha sucedido a Erostegui.

    - A mi no me va a sucederme nada - insista Javier, convencido del argumento desus palabras.

    - Ya lo s; pero t tambin tienes la misma papeleta de lotera, y en cualquiermomento la fortuna podra volverse contra ti, contra todos nosotros, que somos quie-nes ms te queremos y, a la vez, tambin, quienes ms te necesitamos.

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • - No puedo perder lo nico que le queda a este pueblo y tambin a mi mismo. Nopuedo perder

    -Qu no puedes perder? - le interrumpi Jos Miguel.Javier no dud la respuesta: - No puedo perderla esperanza. Durante unos breves segundos los dos hermanos se quedaron callados sobre sus

    asientos. El silencio presida toda la estancia, y ni siquiera eran capaces de reconocer ensi mismos el sonido de su propia respiracin. Jos Miguel hizo ademn de levantarse desu asiento, pero una voz interna, etrea, le sugera que aguantara un poco mas junto asu hermano. Obedeci a su propio instinto, y se dej caer sobre el sof.

    - Y por qu no eres ms realista?.- No te entiendo- Por que t puedes tener mucha esperanza, qu bonito! - ironiz - pero ETA tiene

    las armas, y ETA es quin asesina; y ETA es quin ha creado un clima de terror en estepueblo que mucho quieres, pero que se est volviendo, como antes te he dicho, en tupesadilla. Puedes comprenderlo? Tan difciles son de comprender las palabras que tedigo para una persona como t, a quin se le supone adulto e inteligente?

    - La inteligencia, a veces no tiene nada que ver con la conciencia. Una cosa es lo quenos gustara hacer, y otra bien distinta, radicalmente distinta, es lo que debemos hacer.

    Y por primera vez en toda la conversacin acababa de salir a relucir el nombre deETA, la organizacin asesina y terrorista vasca que desde haca ms de veinticinco aoscontinuaba al margen de la ley y de la democracia, convulsionando de caos y dolor amuchisimas familias vascas y del resto de Espaa. Durante los ltimos aos el reguerosangriento de sus crmenes se haba perpetuado especialmente y de forma siniestra con-tra los miembros de la Polica y de la Guardia Civil destinados en el Pas Vasco. Ellosllevaban en sus filas la mayor y peor parte de los atentados que se haban cometido: ase-sinatos con un tiro en la nuca por la espalda; ametrallamiento de cuarteles e instalacio-nes policiales; adosamiento de artefactos explosivos en los bajos de los vehculos, quehacan explosin al poner el motor en marcha, as como otros de diversos tipos, endonde no solamente eran asesinados ellos, sino tambin sus hijos y esposas, si en elmomento del atentado se encontraban a su lado.

    Sin embargo, durante los dos ltimos aos, la estrategia etarra haba cambiado deforma significativa, y la mayora de atentados que realizaban se dirigan contra conceja-les del partido que estuviera en el poder, como si con ellos quisieran dar a entender queestaban contra todo aquello que representara la voluntad popular, el sufragio universaly la democracia.

    - A veces las cosas no son lo que parecen - dijo Javier, reafirmndose en sus convic-ciones - Y a pesar de todo, aunque ahora seas t quien no pueda comprenderlo, mien-tras que los dems se quedan pensando y pendientes de la hidra de dos cabezas de ETA,

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • yo prefiero quedarme en mi tierra con mi trabajo y con mi esperanza. Los dos hermanos se quedaron mirndose fijamente a los ojos, quizs por primera

    vez en su vida, con una intensidad que los una de tal manera que les haca estremecer-se el corazn.

    - Y si te doy un golpe en la mandbula, te hago perder el conocimiento, y te metocon tu familia en un coche que te lleve lejos de aqu? - pregunt Jos Miguel con untono socarrn y con la misma intensidad en su mirada.

    - No creo que puedas - respondi Javier - Yo soy tu hermano mayor y, adems, soymucho ms fuerte que t.

    Entonces los dos empezaron a rerse a carcajadas mientras que se abrazaban, comosi todo se tratara de un juego ya casi olvidado, como cuando eran nios y se revolcabansobre el csped del jardn de la casa o por la arena de la playa de la Concha, en SanSebastin, bajo la atenta mirada de su madre, que los observaban embobados.

    Javier miraba a su hermano con inmensa alegra, con un cario que se acrecentabacuanto ms lo conoca, y a quin segua tratando como un chiquillo a pesar de que aca-baba de cumplir veintisiete aos de edad. El rostro de su pequeo - como todava gus-taba decirle - era lampio, con unos ojos embaucadores por la perspicacia como obser-vaban, el cabello de color avellana, y un cuerpo delgadsimo, quizs debido al ejerciciofsico al que lo someta en el gimnasio donde acuda casi a diario. Por eso, ahora que lotena frente a su mirada, entre sus brazos, pareca descubrir en los ojos del muchacho lamisma mirada, atenta y algunas veces distante, de su padre; y la sonrisa siempre expre-siva de su madre. Lo abraz con fuerza sobre su pecho, y sinti que no necesitaba decir-le nada ms a su hermano: l ya saba lo que quera manifestarle, y con eso bastaba. Erael momento de que la mejor de las palabras fueran el silencio y la mirada. Y el msintenso de los abrazos.

    Minutos despus, y una vez que Jos Miguel se haba ausentado del despacho paraocuparse de sus asuntos particulares, Javier se dispuso igualmente a marcharse de esascuatro paredes que lo tenan agobiado para llegar cuanto antes a casa. Saba que su fami-lia le estara esperando, especialmente Mayte, quien a pesar de que conoca perfecta-mente el atentado y asesinato del amigo de la familia, no le haba llamado en toda lamaana por telfono a la fbrica. Y eso no le gustaba; era un sntoma de que algo nofuncionaba bien.

    Fue entonces cuando se dio cuenta de como su propia sombra se reflejaba sobre unade las paredes del saln. La mir algo sobrecogido, como si aquella tuviera vida propia,y no pudo evitar sentirse sobrecogido durante unos instantes. Se enfrent hacia ella, laseal con el dedo, y le espet: Ni t tampoco vas a poder conmigo. Y como sali atoda prisa del despacho para dirigirse hacia el aparcamiento, no pudo vislumbrar comola sombra, su propia sombra, entre socarrona y divertida, y tambin amenazante, le res-pondi: En el camino nos veremos

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • Javier gir el volante de su vehculo, un Ford Escorpio de color blanco, y tom ladesviacin que le llevara hasta Eibar desde la fbrica de Angoizar. Y tan metido estabaen los pensamientos que lo atormentaban, que ni siquiera se dio cuenta del vehculonegro que, desde haca unos pocos kilmetros, segua su marcha.

    A mi no me puede suceder nada porque yo soy vasco, yo soy de aqu - segua expre-sando mentalmente, como si necesitara convencerse de su propia realidad - A mi nome va a suceder nada porque yo soy vasco. Yo soy de aqu

    * * *

    Cuando los tres miembros del comando de ETA acabaron de realizar un ltimoseguimiento al vehculo Ford Escorpio blanco, al que haban seguido la pista durantelas dos ltimas semanas, decidieron dirigirse hasta el casero que les servia de cobijo enElgate. Durante el corto trayecto, uno de los etarras, el que pareca llevar el mando delgrupo, y que a la vez representaba mayor edad de la que tena, termin de escribir unosbreves notas en el cuadernillo que sostena entre las manos, a la vez que imaginaba men-talmente el trayecto diario del vehculo al que haban seguido: horarios de entrada a lafabrica y llegada hasta su domicilio, si estaba custodiado por policas de escolta , y otrosdatos relativos a la vida privada y pblica de la persona a quien, antes o despus, cues-tin de un poco de tiempo, saban que deberan de eliminar. Aunque al fin y al cabotodo dependera de las instrucciones que les ordenara la Organizacin.

    Guard la libreta dentro del bolsillo de la cazadora de piel marrn que lo cubra, yempez a tiritar por el fro que haca en el interior del vehculo. Se recost sobre el asien-to, a la derecha del conductor, y con la mano izquierda acarici la pistola de la marcaStar, nueve milmetros Parabellum, que portaba en la sobaquera izquierda, mientras queel fro hierro le devolva la gelidez de su apariencia mortuoria.

    Sabino Aranguren contaba con treinta y cinco aos de edad; su rostro pareca pica-do por una antigua viruela, que procuraba tapar con una larga y recia barba de colornegra. Su altura era escasa, no deba de medir algo ms de un metro sesenta de estatu-ra, y la redondez de su estmago, bastante grasiento, no coincida con la rapidez comose mova en su vida cotidiana. Se consideraba asimismo como una persona astuta, lista,incluso inteligente, a pesar de que tan solo tena unos pocos estudios de graduado esco-lar. En una palabra, se gustaba y se consideraba un lder al que deban de respetar losdems.

    Su etapa en ETA era demasiado larga y estaba repleta de atentados terroristas, a pesarde que nunca haba sido detenido por la Polica, ya que estaba integrado en un coman-do de liberados y, por lo tanto, no exista ficha policial sobre sus actividades criminales.Entre algunas de sus acciones mas espectaculares se encontraban los asesinatos de dospolicas nacionales, y la colocacin de diversos artefactos de goma -dos, que causaron

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • otras dos muertes y heridos de diversa consideracin. Estaba acostumbrado a atravesarconstantemente la muga, la frontera, para reunirse con el responsable de los comandosoperativos, y decidir entre ambos los prximos objetivos que se iban a llevar a cabo, ascomo otros temas relacionados con el traslado de material explosivo o dinero para lamanutencin del comando que diriga, debido a que tanto l como los otros dos com-paeros que se encontraban en el interior del vehculo, estaban a sueldo de la organiza-cin y cobraban una mensualidad para los gastos que tuvieran.

    - Todo est preparado para coger al ratn y meterlo en la jaula - dijo Sabino a suscompaeros mientras se encenda un cigarro y aspiraba con una fuerza contenida - Elhorno est calentito.

    - Le vamos a dar matarile?- le pregunt Basilio con una sonrisa entre la comisurade los labios, a la vez que mostraba unos dientes amarillos de tanto fumar - No se a questamos esperando.

    - Maana lo sabremos; tan solo me falta recibir la confirmacin.- Estoy deseando llevarme a este to por delante. El muy cabrito, adems de ser indus-

    trial y poltico, tambin parece la mar de feliz.- Pues a este le falta poco para seguir disfrutando de la vida su tiempo se le est

    agotando.- Los putos espaoles se van a enterar de la que les espera de ahora en adelante. !Ya

    estamos hasta los cojones de que nos gobiernen desde Madrid! - Y despus de este - terci Sabino, que intua el futuro de la organizacin en la que

    estaba imbuido - todos los que hagan falta ms. El Pas Vasco va a arder. Y despusIparralde.

    Basilio Urandinaga era uno de los ms duros de la organizacin. Tambin estabaintegrado en el mismo comando de liberados que Sabino y, al igual que l, la policadesconoca su existencia como miembro de ETA. Desde joven se haba sentido identi-ficado con la lucha independentista de ETA, ya que su hermano, que tambin pertene-ci a la organizacin casi quince aos antes que l, muri en un enfrentamiento conmiembros de la Guardia Civil, despus de colocar un explosivo al paso de un convoyde la Benemrita. Sus rasgos eran ms duros que los de Sabino: un rostro cuadrado, quele daba una apariencia de crueldad de la que se senta muy dichoso; el cabello, siemprerasurado, que casi rallaba en una incipiente calvicie, y una estatura y complexin atl-tica, que lo mantenan en un estado fsico ms que envidiable.

    A diferencia de sus otros dos compaeros, Basilio estaba casado y era padre de dospequeos nios. Su vida era aparentemente tranquila; y se podra decir que cualquierade sus vecinos lo tenan por un hombre amable y simptico, a pesar de su aparienciafsica, quin nada ms que se preocupaba por sus dos hijos, a quienes llevaba diariamen-te al colegio, y que mantena una relacin mas que envidiable con su esposa, a la quetodos conocan desde que era pequea, ya que se haba criado en el pueblo. Nadie

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • podra decir, bajo ningn concepto, que aquel padre de familia, atento y carioso consus hijos, esconda desde haca aos, a uno de los activistas ms escurridizos y peligro-sos que mantena ETA en la infraestructura de Euskadi.

    El vehculo en el que viajaban los tres individuos lleg en breves instantes al caseroque les serva para vivir en la clandestinidad. Y a pesar de que Basilio iba poco por lavivienda, ya que viva con su mujer y sus dos hijos, aparentando una vida completamen-te normal, y que Sabino tambin estaba acompaado por sus dos ancianos padres enuna casa del pueblo, la misma se encontraba la mayor parte del tiempo abandonada,excepto por el joven Iaki, que dorma al entrar la noche en ella, y a la que abandona-ba en cuanto encontraba la mejor oportunidad para hacerlo, ya que, a diferencia de susdos compaeros, l si se encontraba fichado por los servicios de Informacin de laPolica, y en la actualidad estaba siendo buscado por las Fuerzas de Seguridad para serdetenido.

    El casero estaba dividido en dos plantas, que diferenciaban perfectamente los dor-mitorios, en la parte superior, con el resto ms habitable, por ser donde se haca la pocavida social que llevaban, y la parte inferior, que era en donde estaba la cocina, comedor,baos y el saln. Estaba decorada de forma sencilla y rstica, ya que se encontraba ubi-cada entre un inmenso campo, cercano a un bosque que lindaba con una poblacincercana. En el interior del saln haban unos cuadros improvisados, que representabanescenas de caza y cra de ganado, tal y como eran las costumbres ganaderas de la pobla-cin de la zona; una gran mesa en donde cabran, aproximadamente, una docena depersonas sentadas a su alrededor, as como algunos muebles, que hacan las veces de apa-radores y biblioteca.

    Pero lo ms bello de todo era el inmenso campo que rodeaba el exterior. Pareca uninmenso cuadro de un verdor exquisito, casi pintado por mismsimo Creador. El aromaque exista por la lluvia que acababa de cesar, despertaba los sentidos, embriagaba elespritu y envolva en una sutil fragancia cada uno de los adornos que configurabanaquella entraable naturaleza.

    Sabino y Basilio fueron los primeros que entraron al casero, dejando en su interiorunas bolsas de comida que necesitaban para los prximos das, mientras que Iaki, queera el ms joven de los tres, y que haba sido quin haba conducido el vehculo, se dedi-c a aparcar en el garaje lateral el Renault 21 que haba robado das anteriores, y al quele tuvo que cambiar la placa de la matrcula para pasar desapercibido. Bloque el volan-te con la llave de contacto, y se dispuso a entrar en la vivienda. Sus dos compaeros yale estaban esperando en el interior con unos bocadillos preparados con fiambre y queles serviran, a falta de otra cosa, como cena.

    - Tengo un hambre canina - dijo Iaki nada ms cerrar la puerta a su espalda y verlos bocadillos sobre la mesa que haba en el saln, a la vez que se abrigaba con el ano-rak que llevaba puesto ante el fro intenso que senta.

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • Basilio le sirvi un poco de vino tinto, una vez que bebi a grandes tragos de la botella.- Gracias, lo estaba necesitando.Y entre sorbo y sorbo, bocadillos y alguna lata que abrieron de sardinas y calamares

    en su tinta, iban finalizando una noche que haba sido demasiado agotadora. Era bas-tante tarde, alrededor de las tres de la madrugada, y tanto Basilio como Sabino sabanque tenan que marcharse todava a sus domicilios; pero la conversacin que manten-an y los grados del alcohol, que empezaba a hacer sus efectos, los mantena sumidos enun xtasis de alegra permanente.

    Sabino se dirigi hacia la cocina, abri el frigorfico, y de su interior sac dos bote-llas de champan, que descorch inmediatamente nada ms llegar al saln. Con destre-za inusitada empez a servirle a sus compaeros en unos vasos de plstico el lquido bur-bujeante, y todos ellos, casi al unsono, empezaron a brindar por los xitos consegui-dos en la lucha armada en la que crean.

    - Este primer brindis se lo dedico a Erostegui, que en el da de hoy a reventado comoun meln contra el suelo - dijo en primer lugar Sabino, refirindose al concejal quehaba sido asesinado por una explosin en los bajos de su vehculo.

    Todos alzaron sus copas y brindaron al unsono.- Y que Dios lo tenga en la gloria - intervino Basilio rpidamente, que ya se senta

    un poco mareado por la bebida que haba ingerido - !Si es que Dios existe y si es queexiste la gloria! - balbuce.

    - !Uno menos! - argument Iaki, que estaba un poco ms serio que sus dos com-paeros, alzando el vaso de plstico y dispuesto para lo que se presentara.

    - Lo malo es que a enemigo muerto, enemigo puesto. Para maana estoy seguro queya han elegido a otro concejal. Se reproducen como conejos.

    - Si, pero para eso yo tengo esto - intervino rpidamente Sabino, extrayendo la pis-tola que guardaba en la sobaquera y haciendo ademn de disparar.- Bang! Bang!

    Los brindis se fueron sucediendo a lo largo de la noche, y ninguno pareca dispues-to a abandonar el casero en donde tan bien se lo estaban pasando. Y entre copa y copa,cada uno iba contando algunas de las acciones en las que haba participado a lo largode su activismo en ETA. Incluso ellos mismos iban reconociendo, a medida que habla-ban, que la lucha armada era la nica forma de vida que conocan desde haca ya dema-siados aos, y que a estas alturas no encontraban otro camino que no fuera el activismoarmado en el que crean a pie juntillas. La idea de la independencia les haba dado unajustificacin para defender una violencia en la que estaban involucrados, y de la quedependan para que su vida tuviera sentido.

    Pero la noche se iba acabando. Y el cansancio se fue apoderando de los cinco senti-dos de los tres activistas que, borrachos y enardecidos por el alcohol que haban consu-mido, se esforzaban en mantenerse de pie y continuar con la algaraba que haban for-mado.

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • Al cabo del rato Sabino se levant del sof y se dispuso a marcharse hacia su casa,siendo imitado por Basilio, que haca ademn de acompaarlo, y que tambin, bastan-te cansado, estaba deseando meterse entre las sbanas de su cama. Se introdujeron en elvehculo que haban aparcado junto al casero, escondido de las miradas curiosas de losvecinos del pueblo, y tomaron la carretera que les llevara hasta Eibar.

    Por su parte, Iaki, que se haba quedado solo, como solo se senta a ratos aunqueestuviera acompaado, subi la escalera hacia el dormitorio y se dej caer, como unpesado fardo, sobre la enorme cama de matrimonio que reinaba en toda la estancia.Hizo ademn de levantarse y se convenci de que no poda, de que era incapaz hasta demover ni uno solo de sus musculos. Y fue en ese momento cuando el sueo empez aapoderarse de l, venciendo cualquier resistencia de todo su cuerpo, mientras que todoun mundo onrico empez a tomar forma y a mostrarle su realidad ms cristalina. Y enl poda observarse asimismo en el inicio de su actividad etarra.

    Todo comenz cuando tena apenas diecisiete aos de edad. Al principio y junto aotros jvenes de la localidad, se desplazaban hasta cualquier ciudad del Pas Vasco endonde tenan conocimiento de que iban a sucederse manifestaciones, y en donde, ade-ms de lanzar pedradas y ccteles molotof contra la Polica, quemaban contenedores ycabinas telefnicas, o autobuses, una vez que previamente haban sacado de su interiora los viajeros y al conductor que, aterrados, huan a toda velocidad por las calles adya-centes. Ms tarde fue invitado por un amigo de su hermano para que mantuviera unaentrevista con la organizacin de ETA, sin compromiso alguno, ya que era uno de losjvenes que ms se haba destacado en la lucha callejera y, evidentemente, eso no habapasado desapercibido por los ojeadores etarras. Sus primeras misiones fueron las clsi-cas de localizar vehculos y matriculas, domicilios y lugares de trabajo de policas, pol-ticos o cualquier persona que pudiera ser sensible y rentable como objetivo para aten-tar contra ella. Estuvo en Navarra y en el Pas Vasco trabajando incesantemente, consi-guiendo objetivos ms que destacados, por los que en ms de una ocasin fue felicita-do desde la jefatura en Francia. En aquellas ocasiones se mova como un pez bajo elagua: trabajaba como ayudante en una imprenta de la localidad, su familia no sabanada de su activismo terrorista y se encontraba totalmente ajena a su situacin, y empe-zaba a ganar ms dinero del que era capaz de generar.

    Sin embargo, de prisa y corriendo tuvo que cruzar la frontera para refugiarse enFrancia, ya que la Polica le haba estado siguiendo la pista, llegando incluso a realizar-le un registro domiciliario ante el estupor de su madre, que no comprenda lo que suce-da. Tuvo suerte y no pudo ser detenido, pero su busca y captura segua siendo una delas piezas ms cotizadas de las Fuerzas de Seguridad, que saban que podan sacarle bas-tante informacin sobre posibles atentados que se podran cometer en los meses poste-riores, y que con total seguridad ya se encontraba en manos de los jefes de ETA. Nohaba matado a ninguna persona todava, y lo cierto era que no saba si esa situacin le

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • gustaba o no. Ante los dems quera mantener una actitud de carcter y energa, capazde realizar cualquier acto con tal de ayudar en lo que, pensaba, era su deber como vasco.Por eso haba sido devuelto a Espaa, y ahora estaba a la espera de realizar su primeraaccin de consideracin.

    Iaki continuaba embelesado en el sueo que lo dominaba. Sin embargo, comocualquier proyeccin salida del inconsciente, el sueo dej pas a que se escenificaranotras imgenes que, al parecer, no le gustaban tanto. En ella se vea a Arantxacon todasu belleza inigualable. Y despus una segunda escena.

    Era la de su madre llorando, limpindose las lgrimas con un pauelo.

    * * *

    Javier Ugarte, una vez que pudo cumplir con su jornada laboral habitual, cansadoy algo perturbado por los ltimos acontecimientos que le haba tocado vivir, se dispusoa girar las llaves de la puerta de entrada al portal de su domicilio cuando, de pronto,una sensacin extraa, una intuicin que no llegaba a develar, empez a despertar deforma inusitada todos sus sentidos. El corazn se le par de golpe; la mente no podapensar porque estaba atenta a cualquier movimiento extrao, ajeno al momento, mien-tras que la llave del portal, tantas veces usada de forma mecnica, se negaba a entrar conla rapidez acostumbrada en la cerradura, lo que empez a provocarle unas intensas gotasde sudor, que resbalaban por las ya tupidas y canas sienes.

    De pronto y casi sin darse cuenta sinti a su espalda los movimientos rpidos de dospersonas extraas, que se acercaban hacia donde l se encontraba. Intent girar lo msde prisa que poda el pomo del portal, pero no haba forma de que girase con la rapi-dez que exiga el instante, y por momentos casi se sinti desfallecer. !Ya estn aqu! -pens - !Ya vienen a cazarme ! .

    Los dos individuos, que vestan dos chaquetones, tipo plumferos, de colores oscu-ros, sacaron con la velocidad de un rayo las pistolas que escondan en su interior y,apuntndole de forma instintiva, empezaron a vaciar a tiros las balas que haban en loscargadores. Javier saba que haba llegado el momento de su muerte. Cerr los ojos aldarse cuenta de que la muerte anunciada ya lo cubra con la efigie siniestra de una cala-vera con la guadaa en su mano, y que le serva de estandarte, a la vez que con los bra-zos se tapaba todo el rostro y lo que poda de su cuerpo, como si intentara interceptarlas balas que lo atravesaban de forma certera.

    - !No! !No! !No! - empez a gritar desesperadamente mientras sostena entre lasmanos la cabecera de la cama, que se encontraba totalmente calada y chorreando de unsudor espeso y pegajoso - !No quiero morir! !No!.

    Mayte se despert sobresaltada, una noche ms, ante las pesadillas que en los lti-mos das asaltaban a Javier quien, sonmbulo y petrificado en las escenas que se repet-

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • an continuamente, no consegua descansar con la normalidad a la que estaba acostum-brado.

    - Tranquilo, cario - dijo Mayte intentando sosegar su espritu atormentado - No tepreocupes, que ya ha pasado todo.

    Javier la mir de soslayo e intent tranquilizarla a su vez.- No es nada, no es nada.- Clmate mi amor - Y acurrucaba a Javier entre sus brazos como si se tratara de

    un nio recin nacido, temeroso de que pudiera sucederle algo malo. Por un momentose acord de sus dos hijos, que se encontraban durmiendo en la habitacin contigua; ytodo ese instinto de madre protectora, capaz de cualquier sacrificio por el bien de suspequeos, se acentuaba ahora que saba que su esposo estaba pasando una crisis inter-na muy poderosa.

    - Ya te he dicho que no es nada, ya ha pasado todo.- Es que me encuentro un poco preocupada, cario - insista Mayte, a la vez que

    continuaba acurrucando a Javier - Ya son demasiadas las noches que te levantas sobre-saltado, y no puedo soportar que sigas sufriendo de esa manera tan espantosa.

    - Te prometo que ya ha pasado.Pero Mayte saba de qu se trataba. Su intuicin le daba poderosas explicaciones que

    la razn desconoca. - Ha sido el mismo sueo de todas las noches?- Si - respondi contundentemente, a la vez que cerraba los ojos y se apretaba a

    Mayte - El maldito y dichoso sueo en donde, como un augurio funesto, dos encapu-chados a los que no puedo ver el rostro, me disparan, me disparan y me disparan una yotra vez hasta caer al suelo totalmente ensangrentado - dijo alzando la voz, para acabarcon otro tono mas suave pero mucho ms lacnico.

    Mayte retir hacia atrs el edredn blanco que cubra la cama del dormitorio, y conun cuidado que rayaba en lo exquisito, fue dejando sobre las sbanas el cuerpo de Javier,para levantarse y dirigirse hacia la cocina y traerle un vaso de agua a su esposo.Inmediatamente y como si no hubieran pasado los minutos, ya se encontraba de vuel-ta con un vaso lleno de agua, sobre una bandeja de cristal, que le ofreci mientras sesentaba en la cama y lo miraba con dulzura. Javier apur el agua de un trago. Y con unasonrisa entre cortada, tropez con los ojos vivarachos y color de agua marina de Mayte,que resplandecan en la intensidad de su mirada.

    Por un momento Javier detuvo su mirada para contemplar el rostro de ella, mirn-dola despacio, pausadamente, e ntimamente reconoci que haca ya mucho tiempo,quizs demasiado, que no le dedicaba el tiempo que su esposa necesitaba. Fue entoncescuando agach la cabeza algo avergonzado.

    - Te encuentras mejor? - le pregunt Mayte, recogiendo con cuidado el vaso quehaba entregado momentos antes.

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • Javier alz de nuevo su rostro y respondi con la mirada sin decir ni una sola pala-bra. Y de nuevo volvi a encontrarse con la mirada de ella, que rezumaba dulzura y unaaparente bondad de la que l, estaba seguro, careca.

    Mayte acababa de cumplir treinta y cuatro aos de edad, aunque aparentaba algu-nos menos. Su rostro era delicado y suave, como el de una mueca resplandeciente enel cristal de una juguetera; el cabello era lacio y largo hasta la espalda, de color castao,y siempre recogido en un copete, que le daba un aire elegante y algo sofisticado. Sucuerpo era extremadamente delgado, delicado; y que al moverse cuando andaba deno-taba un aplomo y seguridad que no corresponda en modo alguno con su aspecto fsi-co. Era de hablar pausado y lnguido, que pareca que envolva a medida que su lengua-je se expresaba, creando a su alrededor, en las personas que la escuchaban, una vibra-cin de tranquilidad, que templaba hasta el ambiente ms inhspito o que, por el con-trario, animaba a quin en algn momento se encontraba con el espritu abatido antelos infortunios de la diosa fortuna.

    Mayte era vida. Y tambin era la vida de Javier.Javier se incorpor de la cama, quedndose sentado frente a su esposa. Acerc su

    frente hacia la de ella, y la bes en los labios con una suavidad a la que no estaba acos-tumbrado, a la vez que ambos se cogan de las manos y se las apretaban, como si temie-ran que esa unin pudiera ser destrozada por la ms mezquina de las adversidades.

    - Crea que ibas a estar despierta cuando llegara del trabajo - dijo Javier un pocodesolado al no encontrar a Mayte esperndolo como de costumbre.

    Ella saba que tena que responder.- No me quedaban fuerzas despus de estar durante toda la tarde con la esposa de

    Erostegui - se disculp, abatida.- No te puedes ni imaginar lo mal que todos lo hemospasado despus del asesinato de su marido. Primero intentando calmarla a ella, aunquesabamos que era imposible; y despus a los padres de nuestro amigoy despus, y esoha sido lo peor - su voz pareca estremecerse a pesar de su templanza habitual - tratan-do de cuidar a sus tres hijos que, aunque todava no saban lo del atentado, intuan, conlo pequeos que son, que alguna desgracia que nadie quera contarles iba a determinarde manera angustiosa el resto de sus vidas.

    Javier conoca de sobra la respuesta y no quera mortificarla con reproches. - Me lo imaginaba, y por eso no quise despertarte.- Yo, sin embargo, estaba despierta - dijo - Pero no quera hablarcuando ya est

    todo dicho.- A veces es mejor hablar y desahogarse un pocoElla mir a su esposo y le acarici las sienes. Cogi un trozo de sbana entre las

    manos y se resguard entre ella, aterida desde haca un rato al bajar la temperatura. - Empezar a hablar en cuanto pueda olvidarme de la mirada de esos nios Mayte se acurruc junto a Javier casi al borde de la cama. Pareca que l ya se haba

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • recuperado y estaba mucho ms tranquilo. - Por qu no me dices la verdad y te quitas de encima a los fantasmas que tanto te

    preocupan? Quieres que nos vayamos del Pas Vasco, quieres que nos marchemos todosde aqu?

    - No es eso - respondi vagamente Mayte - No es eso- No has respondido a mi pregunta. - A veces no es tan fcil responder.- Temes por nosotros, por nuestro futuro, por nuestros hijos?- Reconozco que si tengo algo de miedo; me gustara que todo fuera de otro modo,

    pero siento en el pecho y en el corazn una angustia que no me deja vivir con la alegraa la que estaba acostumbrada. A veces creo que podemos perderlo todo en un momen-to.

    - Y por qu sientes eso ahora? - Es que no lo entiendes?

    Javier neg con la cabeza. Y Mayte no poda entender como los hombres eran tanincapaces de vislumbrar esos pequeos momentos, cortos episodios recurrentes a lolargo de la vida, como era la felicidad.

    - Porque por primera vez en nuestra vida lo tenemos todo.Mayte se levant de la cama y se dirigi hacia la ventana que haba en el frontal de la

    habitacin.- A veces yo tambin he tenido esa misma sensacin.- De verdad? - pregunt ingenuamente Mayte. - Claro que si. Y en ms de una ocasin.

    Al escucharlo ella corri inmediatamente a su lado, poniendo atencin a todo lo queJavier quera expresar. Necesitaba escucharlo.

    - Aunque no te lo creas cario, en ms de una ocasin he intentado, casi decidido,tirar la toalla. En la mayora de las ocasiones he terminado cansado, asqueado de todolo que me rodea - argument suspirando y balbuceando en cada palabra que expresaba- Quera acabar con todo, con el trabajo, con la empresa, con la poltica, con la conce-jalacon todo. Por todas partes siempre encontraba gente ponindome zancadillas,luchando contra las envidias y las incomprensiones; todo el mundo conspirando a cadapaso que daba, vigilndome los movimientos para confirmar que era la persona idnea,con la que se puede confiar y a la que, sin embargo, en cualquier momento se poda eli-minar como si fuera un perro.

    - As es el mundo de los humanos. Ya sabas donde te metas cuando optaste pormeterte en el ruedo de la vida.

    - Es cierto - reconoci Javier Pero yo no valgo para el ruedo de la vida ni casipara nada.

    Mayte empez a darse cuenta de que Javier estaba a punto de derrumbarse. Y no

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • estaba dispuesta a que tal cosa sucediera. - Yo, sin embargo, lo que si que he visto, ha sido como detrs de cada zancadilla que teponan y detrs de cada amenaza, resurgas como el Ave Fnix y comenzabas con lo quesabas que era tu deber; pero no como algo impuesto, si no como lo que senta tu cora-zn hacia los dems, hacia los ciudadanos de este pueblo. Para mi y para muchas per-sonas como yo si que vales mucho.

    - No estoy muy seguro de ello - titube mirndola con una sonrisa, al comprenderque trataba de animarlo.

    - Y valas y vales para todo. Yo confo en ti, cario. Javier no quera dejarse llevar por las ilusiones de su esposa, y prefiri continuar

    hablando de sus sentimientos. Y fue en ese momento cuando sinti las caricias de Mayteen sus manos, cuando ella las tom entre las suyas, para darle el calor y la fuerza que lnecesitaba en ese momento.

    - Como sabes, desde pequeo he tenido, como todo el mundo, mil y una ilusiones;quizs ilusiones que nacan de la inmadurez o de la ignorancia, pero que para mi erantoda la vidaporque eran mi vida.

    Mayte le sonri porque conoca de sobra las palabras que venan a continuacin, detantas veces como Javier se las haba contado.

    - Sabes qu quera ser cuando era pequeo?- S - sonri ella.- Yo quera ser un gran pintor. Quera pintar. Quiero pintar.- Pero tu padre pensaba de otra forma, verdad?.Javier asinti con la cabeza.- Al principio tena que obedecer a mi padre, esperando que cuando los aos fueran

    pasando pudiera hacer lo que de verdad senta; sin embargo, cuando ya tena la edadpara hacer cuanto me viniera en gana, no tuve ms remedio que esperar de nuevo, yaque me haba dejado fascinar por el dinero fcil que ganaba en la fbrica, por un cochenuevo que tena que pagar todos los meses, y por llevar en el bolsillo algunos billetes dems que mis amigos para gastar por las noches cuando nos bamos de potes. Ms ade-lante te conoc, y en seguida vinieron nuestros hijos, por lo que tena que continuar conel negocio familiar; y cuando por fin crea que iba a dar el gran salto, con la muerte depap, no me qued ms remedio que seguir al frente del negocio, debido a que era elnico que saba de verdad como funcionaba. Y una vez ms me qued hipotecado enmi ignorancia.

    - Nunca has podido decidir tu destino?- No. Pero sabes una cosa, algo de lo que me he dado cuenta durante todos estos

    aos, y que me ha hecho reflexionar?- Dime - dijo ella con los ojos serenos, que preguntaban ms que sus palabras. - Que mi padre nunca tuvo la culpa de mis circunstancias.

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • - Me alegro que lo reconozcas.- Mi miedo y mi cobarda me hicieron ser un parsito de mi mismo. Y al no reco-

    nocerlo nunca, necesitaba echarle la culpa a alguien para que mi conciencia estuvieratranquila. Siempre he sido un cobarde.

    - No hace falta que te sigas culpabilizando por algo que ya ha pasado.- Es que siento que todava est muy dentro de mi - dijo tocndose con la mano en

    el pecho, que pareca que le dola como si el tiempo no hubiera pasado y se encontraraestancado en ese momento, en esa noche, en esas palabras.

    - Lo importante es lo que quieras hacer de ahora en adelante; lo importante es tufuturo, que tambin es el de tus hijos y el mo.

    Javier no dud la respuesta en ningn momento. Y solt a bocajarro.- Quiero pintar, quiero ser un gran pintor.Mayte se ech en sus brazos y los dos empezaron a rer, a pesar de que las lgrimas

    de Javier se confundan entre una risa y un llanto, apenas perceptible - segn l - por suesposa, que sin embargo se estaba dando cuenta de todo. Y es que las lgrimas de Javierno eran ya de risa, si no que se haban convertido en un lamento que le estremeca elalma.

    Mientras tanto, Mayte lo acurrucaba una vez ms sobre su regazo, sintiendo unapena tremenda al reconocer que su marido estaba sufriendo ms de lo que ella hubieraimaginado al principio. Saba que todas las ganas que tena Javier para hablar y expre-sarse, no eran nada ms que el resultado de la crisis psicolgica que estaba sufriendodesde que se enter de la noticia del asesinato de su amigo a manos de ETA. Mayteapret los puos de sus manos con una rabia contenida, como si no pudiera compren-der la factura que ETA estaba pasando a su vida y a su familia. Se recompuso anmica-mente de su estado turbulento, y acarici el rostro de Javier como si nada hubiera pasan-do.

    - Vas a continuar - pregunt ella a bocajarro, interrumpiendo el momento de aba-timiento que padeca Javier - como concejal en el pueblo?

    Javier no dudo la respuesta. - Ya sabes que s. Mayte asinti tambin con un gesto inexpresivo, como si no supiera de verdad, con

    una realidad meridiana, lo que era mejor para su familia. Sin embargo comprenda quelo mejor era apoyar a su esposo en todo lo que buenamente pudiera.

    - Y tengo que decirte que aparte de pintar - dijo Javier - de expresar con los pince-les las imgenes que vagan por mi mente, tengo que reconocer que me gusta ayudar ala gente de este pueblo en donde he nacido. Sabes quin vino a visitarme hace dos dasal despacho que tengo en el Ayuntamiento?.

    - Creo que no me has contado nada.- Al hijo de uno de los trabajadores de la fbrica - Y empez a explicarle la cuestin:

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • Resulta que entre l y unos chavales del pueblo quieren hacer un equipo de ftbol; ycomo no tienen dinero para sacar adelante sus proyectos, me proponan que elAyuntamiento participara en el mismo y les facilitramos los medios necesarios y dine-ro para camisetas, balones y material deportivo para jugar en el campo de ftbol muni-cipal.

    - Y qu le dijiste?- Pues qu le iba a decir! Que s! Que poda contar conmigo para lo que les hicie-

    ra falta!. Es ms, despus de ver la sonrisa que puso el chaval cuando le dije que podacontar con todo lo que peda, por nada del mundo hubiera sido capaz de desilusionar-le. Estaba tan feliz por que iba a sacar adelante todos sus sueos!.

    - Pero una cosa es ayudar a los chicos a conseguir medios para formar un equipo deftbol, y otra que te pueda costar la vida el ocupar un simple cargo de concejal. A tushijos, a nuestros hijos y a m, tu vida es lo ms importante del mundo. Posiblemente lasociedad te necesite por que eres capaz de conseguir grandes logros entre la ciudadana,pero nosotros te necesitamos, y no por lo que seas capaz de hacer en nuestro beneficio,si no por que t eres nuestro amor, el amor de esta casa. Y nosotros tres te queremosmucho.

    - Eso ya lo se - dijo Javier acariciando el rostro de Mayte, que lo miraba con los ojosllenos de ternura.- Y siempre me vais a tener a vuestro lado; no os vais a librar tan fcil-mente de mi.

    Y durante un rato, los dos quedaron abrazados en la misma posicin que tenandesde que iniciaron la conversacin, sentados sobre la cama, acaricindose, mirndosea los ojos, como si se estuvieran conociendo o reconociendo despus de un tiempo deinexistencia.

    - Sin embargo, quisiera decirte, carioMayte una vez ms se puso alerta ante las palabras de su esposo.

    - Quisiera decirte, que si alguna vez me sucediera algo si tuviera mala suerte yalgn asesino me quita la vida

    - No quiero seguir escuchando - ataj Mayte, interrumpiendo las palabras de Javier,mientras le tapaba la boca con su mano.- No va a suceder nada. Todo va a seguir biencomo hasta ahora.

    Javier le retir con suavidad la mano a su esposa, y la deposit para acariciarla entrelas suyas.

    - Es mejor hablar las cosas antes de que, como un suplicio, se lleve en el interior masrecndito de uno mismo, como si de un fantasma se tratase, y explote en el momentoms desafortunado. No puedo callar por que t eres la nica que puedes entenderme.Por eso escucha - dijo mientras que Mayte haca todo lo posible para sostenerle la mira-da - Pudiera sucederme, como le ha sucedido a nuestro amigo Erostegui, y como a otrosmuchos antes que a l, que algn asesino de ETA me quite la vida. Pudiera ser, tam-

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • bin, que a pesar de lo que nos queremos y al amor que nos tenemos, algn da todopase de rpido como un vendaval, y una bala asesina se cruce en nuestro camino y nosaparte de esa compaa que tanto anhelamos, como es el de estar juntos cada vez queamanece un da, y otro, y pasado otro ms. Pero tienes que entender que, a pesar detodo, este pueblo se merece la pena de que se luche por l en los foros municipales alque tengo la suerte de pertenecer, por que as ha sido elegido mediante votacin pornuestros vecinos. Ellos me han elegido para que los ayude, para que les aconseje, paraque intente con mi trabajo y con mis ideas conseguir la mejor vida posible para estepueblo, para sus habitantes, para sus hijos que son en el colegio los amigos de mis hijos.

    - Te comprendo, pero me gustara que las cosas fueran de otra forma- A mi tambin me gustara que fueran de manera distinta; pero la realidad es que

    son as, y no puedo hacer nada por cambiarla. Me gustara hacer tantas cosas para cam-biar todo aquello que no me gusta, las circunstancias adversas, el terror, la cobarda! Megustara tanto acabar con quienes se permiten la indecencia de quitarle vida a otro serhumano! Me gustaran tantas cosas!

    Mayte se daba cuenta de que por momentos Javier se estaba exaltando, y que a lavez iba perdiendo la tranquilidad de la que haca gala momentos antes.

    - Y sabes que es lo que ms me gustara?- No. - Me gustara comprenderDejaron que el silencio reinara por todo el dormitorio durante unos instantes. Los

    dos se echaron hacia atrs, y en seguida se taparon con el edredn que cubra la cama.Mayte se acerc al lado de Javier y se acurruc a su lado, mientras dejaba reposar sucabeza entre los brazos de l. La oscuridad cubra como un manto silencioso a los dosesposos que, sin la necesidad de decirse: te quiero, sentan hasta en el ltimo poro desu piel, en sus clulas, en su corazn, lo mucho que se amaban desde que aos antes seconocieran.

    Ninguno a lo largo de la noche consigui dormir a pesar de lo cansados que en unprimer momento se encontraban, pero algn mal augurio se debata entre sus mentes,que no les permita el descanso que necesitaban para el da siguiente. Al poco rato lasprimeras luces del alba empezaron a filtrarse por las persianas de la habitacin. Mayte yJavier permanecan despiertos y con los ojos abiertos, como si temieran perderse cual-quier segundo de tiempo que les brindaba o regalaba la vida. El silencio continuabaalbergando toda la estancia, mientras que ellos tan solo escuchaban el sonido en formade latido que sala de sus corazones.

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • Captulo II

    Los alrededores de la Iglesia Nuestra Seora de Aranzazu, en Durango, se encontrabana rebosar. Cientos de personas y vecinos del pueblo no quisieron perderse el ltimo adisal concejal que haban asesinado el da anterior. La mayora de los asistentes lo conocande sobra debido a que era un hombre popular en el pueblo: unas veces apareca en losmedios de comunicacin defendiendo o pidiendo cualquier tema relativo al cargo queocupaba; en otras ocasiones se le vea pasear con su esposa por las calles, siempre cogidosde la mano, y la mayora de veces solos, por que los tres hijos que tenan ya eran mayor-citos y cada cual llevaba su vida, bien fuera en la Universidad, o en su casa con las respec-tivas familias que haban formado.

    Erostegui ya haba pasado de los cincuenta y cinco aos de edad. Era hijo de un viejoGudari que haba sido perseguido una vez finalizada la guerra civil espaola, y que por esadisyuntiva poltica tuvo que exiliarse de Espaa y vivir hasta su muerte en el vecino pasfrancs. Consciente el padre de Erostegui durante toda su vida de que la lucha poltica notena que resolverse nica e incuestionablemente por la lucha armada, en cuando su hijocumpli los cinco aos de edad, lo envi a su Durango natal para que empezara a viviruna vida entre vascos, que a l ya le resultaba imposible.

    Por todo ello, Erostegui creci entre libros y estudios universitarios ilimitados; se dedi-c a enterrarse en vida tras los muros infranqueables de la investigacin, y hasta que noacab sus estudios en la Universidad de Deusto, que fueron pagados por su padre desdeel extranjero, no tuvo una vida, podramos llamarla, social. Pero evidentemente en Deustono lo aprendi todo; su enseanza fue el resultado aritmtico de las llagas que haba aco-gido su corazn al no poder vivir con su padre, y los estudios de abogado que haba reci-bido entre clase y clase.

    Pero lo que sin duda alguna s que haba aprendido Erostegui era a luchar contra laintolerancia y contra el terror, viniera este de donde viviera. Por eso desde un primermomento se desvincul de cualquier ideologa que amparara el crimen y el asesinato y, porel contrario, dedic su vida a combatirlo desde el pequeo puesto que como concejal ocu-

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  • paba en el Ayuntamiento de Durango. Un combate que le haba costado la vida.Javier era uno de aquellos cientos de ciudadanos que se encontraban en los alrede-

    dores de la Iglesia - a donde tena pensado entrar ms adelante - para acompaar a suamigo muerto durante los rituales eclesisticos que iban a empezar en breves instantes.En seguida comprendi que el cortejo fnebre haca su entrada en la Plaza de la Iglesiaya que, de forma espontanea, todos los all congregados empezaron a aplaudir con uncalor que embriagaba el alma.

    En el interior del templo ya se encontraba el Ministro del Interior, la familia delasesinado y el resto de Autoridades que iban a presidir la ceremonia.

    Javier haba asistido a la Plaza completamente solo; saba de sobra que el estado emo-cional de Mayte no se encontraba lo suficientemente fuerte como para resistir el trau-ma emocional del da de hoy, especialmente despus de la mala noche que haban pasa-do. Ella necesitaba descansar a toda costa, pero no su cuerpo fsico, si no la mente; esamente que la llevaba prisionera de instante en instante, de momento en momento, yque no le daba un respiro a la tragedia en la que crea que estaba envuelta.

    Iba a pasar al interior del templo cuando sinti en su espalda como una mano lereclamaba su atencin con insistentes golpes. Gir la cabeza hacia atrs, y reconoci enel acto al secretario general de su partido poltico quien, igual que l, todava tampocohaba pasado al interior.

    - Tienes un momento, Javier? - le pregunt Jos Mari con un evidente gesto de pre-ocupacin - Me gustara hablar contigo.

    - Ahora mismo? - pareci extraarse Javier. - Si no te importa; creo que es importante. Javier accedi de buen grado a la invitacin de su amigo; y, alejndose de la concen-

    tracin de personas, que ya empezaban a entrar a la Iglesia, se reunieron debajo de unode los prticos laterales del templo, quedndose aislados de miradas indiscretas.

    Jos Mari sac un cigarrillo del paquete de tabaco que llevaba entre las manos, y selo acerc hasta los labios. Lo encendi de forma apresurada, como si tuviera prisa, y acontinuacin exhal el humo con un placer que se le dibujaba en el rostro que pona amedida que lo consuma entre inhalacin y expiracin.

    - Qu sucede?- Tengo que darte una mala noticia. Y quiero que ests tranquilo a pesar de todo.Javier lo mir algo desconcertado, pero no preocupado.- No saba si comentrtelo hoy o esperar a esta noche y llamarte luego por telfono;

    pero como estaba a tu lado y te he visto, no quera esperar por ms tiempo, y he prefe-rido que sepas una circunstancia en la que ests involucrado.

    - De qu se trata?- El Delegado del Gobierno me ha llamado hace dos horas - Jos Mari empez a

    garraspear en la garganta, con una tos que casi le impeda articular ni una sola palabra

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • - para comentarme que se haba descubierto en poder de ETA una nueva lista de per-sonas, a quienes se les supone que en los prximos das iban a ser blancos de esos cri-minales. Vamos, que los queran asesinar! Que iban a ser objeto de atentados!.

    - Y qu quieres decirme con eso?Jos Mari lo mir a los ojos, a la vez que volvi a toser ligeramente mientras se tapa-

    ba la boca con un pauelo.- Pues que tu nombre tambin figuraba como objetivo en esa lista. Javier se qued petrificado al escuchar las palabras de su amigo. - Ests seguro?.- Totalmente.- Quin te lo ha dicho?- El servicio de Informacin de la Guardia Civil se lo ha comunicado al Delegado

    del Gobierno, y ste a mi, para que a la vez yo se lo comunicara a los ms de diecisieteafectados en el tema.

    - Y como se ha sabido? - pregunt sorprendido Javier, que no acababa de creerse loque le estaba diciendo su compaero de partido.

    - La Guardia Civil detuvo hace unos das a un talde del comando Vizcaya de ETA;y, entre la documentacin que les pudieron incautar, figuraba esa lista de la que te esta-ba hablando

    - Y todos ramos concejales?- La mayora si; pero tambin haban nombres de policas nacionales y recortes de

    empresarios, que haban conseguido a travs de los peridicos.- Estos cabrones quieren acabar con nosotros.- De momento puedo decirte, tal y como me ha prometido el Delegado, que a par-

    tir de maana por la maana te van a poner a un polica de escolta durante las veinti-cuatro horas del da.

    - Pero si yo tan solo soy un concejal pueblerino; a mi no me va a pasar nada! Yosoy vasco! Yo soy de aqu!

    - No conviene correr riesgos, tal y como estn las cosas. Hoy ha sido Erostegui,maana no se sabecualquiera de nosotros - intervino de mala gana y con peoresmodales - Y si no, que se lo pregunten al concejal asesinado la semana pasada!.

    - No se, no se que pensar - argument Javier, que todava se encontraba desconcer-tado - No creo que la cosa sea para tanto.

    - Por favor, Javier, no me lo pongas ms difcil. En los ltimos meses, como sabesmuy bien, ya han asesinado a cinco de nosotros. No podemos darles ms facilidades aesos cabrones!. Y no me vengas con monsergas, con esa palabrera de que eres vasco yque no van a ir a por ti. Yo tambin soy vasco, y no se lo que me puede pasar maa-na!. No podemos darles facilidades a esos cabrones para que vengan a por nosotros!-insista una y otra vez, queriendo hacer reflexionar a Javier.

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • - Te puedo pedir un favor?- Por supuesto. Estamos en el mismo bando. - No le digas nada de esto a Mayte. - No te preocupes, que por mi parte no sabr nada. - Es que est muy preocupada por el tema. Como ya sabes, es muy amiga de la mujer

    de Erostegui, y este asesinato ha sido para ella como una bomba.- No te preocupes de nada - insisti Jos Mari al observar la preocupacin de Javier

    - Lo nico que si que te pido, es que hasta maana que te pongan a una persona deescolta, te preocupes y te vigiles para que no te suceda nada malo.

    - Ahora soy yo el que dice que no te preocupes por eso.- Ya lo s, pero mi obligacin es advertrtelo. No sabemos por donde puede llegar el

    diablo para hacer una de las suyas.Los dos amigos se dieron un fuerte abrazo y se despidieron en el acto. Jos Mari se

    dirigi hacia el interior del templo mientras que Javier se quedaba inmvil sobre elmismo pavimento en el que haban mantenido la conversacin. Quera andar y nopoda; intent que sus pies echaran a andar, pero una fuerza extraa pareca que lo tenatotalmente inmovilizado.

    Sera cosa del diablo ese del que haba hablado Jos Mari momentos antes, quienlo tena trabado al enlosado? - se pregunt Javier.

    Al fin empez a sentir que algo muy dentro de l se tranquilizaba, y con un lento ypausado andar, empez a echar sus primeros pasos en direccin a la Iglesia. Pero lamente empezaba a preguntarse el por qu de algunas cosasla mente quera compren-der

    Mientras tanto, en la calle, de nuevo empezaban a caer las pesadas gotas de lluviaque, como un man acuoso surgido de las oscuras nubes, casi negras, cubran toda laciudad como un presagio funesto de lo que estaba ocurriendo. Javier se levant las sola-pas de la gabardina de color azul marino que llevaba puesta, y abri el paraguas confuerza para protegerse de la pesada capa de lluvia que segua cayendo. Y a medida quesus pies entraban por la puerta de la Iglesia, gir la cabeza hacia atrs y se detuvo duran-te un instante para ver como las gotas se estrellaban contra el pavimento. Intent escu-char el sonido de esas mismas gotas reventando una y otra vez contra el suelo, pero, sinsaber muy bien el por qu, el silencio mas ensordecedor era lo nico que obtuvo comoprimera respuesta. Mir a las nubes, alzando la vista, y la lobreguez ms absoluta semostraba ante sus ojos. Lanz una maldicin hacia esas mismas nubes tenebrosas, comoun desafo al mismo Zeus, pero un terrible rayo, acompaado de un tronar que sobre-coga, descarg toda la enorme fuerza de los elementos como si se tratara de una segun-da respuesta.

    Por qu me tiene que suceder a mi ahora este problema? - se preguntaba una vezdentro del templo, disgustado consigo mismo.- Es que no hay forma de acabar con esos

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • miserables? Se puede saber que es lo que yo les hecho para que quieran asesinarme?Desde cuanto tiempo me estarn siguiendo a m y a mi familia sin que haya sido capazde darme cuenta? Habrn pasado ya esa informacin a Francia, para que cualquiera desus comandos acabe con mi vida el da menos pensado?.

    La mente quera saberquera comprender Le cuento que estoy amenazado a Mayte o, por el contrario, me abstengo y me

    callo para que no est preocupada?. A fin de cuentas se va a enterar en cuanto vea a unescolta todos los das en la puerta de la casa para acompaarme al trabajo! Qu tengoque hacer? Cual es la mejor solucin?

    Javier decidi ponerle fin a todos esos pensamientos desordenados que acudan a sumente, y prefiri adoptar una actitud de meditacin ante las palabras que el sacerdotedeca en su homila. Pero no poda!. Una y otra vez era hostigado por pensamientosagoreros respecto a la noticia que le haban comunicado. No poda dejar de pensar!.

    Ser cosa del diablo ese del que habl momentos antes Jos Mari - se preguntJavier, no sin cierto asombro por su parte - quin me tiene atrapado con la mente y nome deja vivir en paz?.

    * * *

    Sabino dej la botella de vino sobre el mostrador del bar, una vez que se llen el vasohasta el borde. Bebi de un trago, apurando hasta la ltima gota, y ech una mirada dereojo a la puerta del bar en donde se encontraba. Volvi a llenarse una vez ms el vaso,que lo mantena agarrado por la mano derecha, y tambin de reojo, queriendo ver perosin ser visto, por ensima vez volvi su mirada hacia la puerta, esperando que entrara lapersona con quin haba quedado por telfono la noche anterior.

    Se encontraba tranquilo y seguro. Haba mantenido todas las normas de seguridadpara no ser detectado ni seguido por la Polica, y ahora no dejaba de pensar sobre qunueva accin le iba a ser ordenada por sus superiores del ejecutivo de ETA.

    La verdad era que estaba deseando entrar en accin; no poda acostumbrarse a estaren casa sentado tranquilamente, como si no sucediera nada, tan solo a la espera de quese les ordenara alguna ejecucin, como sola llamarlas. Su adrenalina le estaba jugandouna mala pasada, y casi le estaba invitando, mejor dicho, ordenndole, que se pusieraen accin para darle rienda suelta a los estados emocionales que cargaba dentro de s.Por eso tambin estaba pendiente de la puerta de entrada, ya que saba que dentro depoco iban a dar otro mazazo a sus enemigos centralistas, a los represores de Euzkadi, alos tiranos que les perseguan.

    Pero no tuvo que esperar demasiado tiempo. Sergio Zabaleta traspas en umbral de la puerta del bar de forma lenta pero seguro

    en cada movimiento que haca. En seguida divis al fondo de la barra a Sabino, y direc-

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    Emilio Jos Garca Mercader

  • tamente se dirigi hacia donde aquel se encontraba. En ese momento no tenan necesi-dad de transmitirse ningn santo y sea, ni nada por el estilo que se le pareciese, ya queambos se conocan desde haca ms de cinco aos, y desde entonces mantenan un tra-bajo codo con codo para sacar adelante los proyectos criminales de la direccin etarra.

    - Me alegro de verte - dijo Sabino, rodeando con sus gruesos brazos el cuerpo deSergio - Aunque si quieres que te diga la verdad, me extraa verte por estos lugares y,adems, siendo tan puntual a la cita.

    Sergio mostr una amplia sonrisa y, sin decir ni una sola palabra, tom la botella devino y se sirvi en el vaso que le haba puesto un camarero. Dej sobre un taburete elchubasquero mojado que llevaba puesto, y se gir lentamente hacia la puerta, como siestuviera vigilando hasta el menor movimiento extrao que reclamara su atencin.Durante estos ltimos aos como militante de ETA, haba aprendido a estar siempre enestado de alerta. Para l todas las precauciones eran pocas, ya que su cabeza era una delas presas ms codiciadas de la Polica espaola.

    - Yo tambin me alegro de verte - dijo al fin.- Como es que te has atrevido a pasar la muga? - le pregunt Sabino a su compa-

    ero, conocedor de lo difcil que estaba filtrarse a travs de la frontera durante los lti-mos meses - No ests corriendo un riesgo innecesario?

    - No te preocupes por eso; hoy todo el mundo est ms preocupado en enterrar asus muertos que en perseguir a activistas de ETA - dijo refirindose al atentado y entie-rro de Erostegui.

    A mi no me hubiera importado acercarme a Francia y recoger en persona las rde-nes que fueran precisas.

    - Ya lo se; pero en este momento era ms importante que yo regresara a Espaa -dijo una vez que apur el vaso de vino que mantena entre las manos, sin dejar de mirarde reojo hacia la puerta de entrada - Me han enviado para preparar otros atentados enAndaluca, y para reestructurar al comando Madrid, que desde que fue desmanteladopor los chacurras hace meses, ahora se encontraba inactivo. Tenemos que reventarMadrid!.

    Sergio deba de tener unos cuarenta y cinco aos de edad. Su constitucin y alturaera de una normalidad tan sublime, que pasaba desapercibido completamente en cual-quier lugar que se encontrara. No era alto, pero tampoco era bajo; no era grueso, perouna pequea barriga apareca por encima de sus pantalones. Su rostro redondo siempreestaba cubierto por una espesa barba que ocultaba su rostro, y que le serva para, de vezen cuando, quitrsela y cambiar de fisonoma cuando tena que llevar a cabo algn tra-bajo. Vesta de forma informal unos pantalones de pana marrones, que le quedaban unpoco anchos, y una camisa, tambin de color marrn, a cuadros grandes. Y como casisiempre, un chubasquero de plstico, bastante ancho, que le disimulaba la pistola, siem-pre cargada y con el seguro quitado, que portaba en el cinturn.

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    Los Hijos de la Bestia - La sombra de ETA

  • - A quin tenemos que eliminar en esta ocasin? - pregunt Sabino, que se encon-traba impaciente para conocer cual era su nueva misin.

    Sergio se acerc hasta el odo de su compaero, y despus de echar una ltima mira-da a la puerta de entrada, expres algunas palabras con una voz tan baja, que parecaque ni l mismo