Eloy Benito Ruano- La Leyenda de San Brandán

16
La leyenda de San Brandan por ELOY BENITO RUANO La citación entre las Canarias de una extraiía isla, Aprósitus o inaccesible, por los autores clásicos y las ficciones derivadas de una leyenda martítico-monacal de la Edad Media vinieron a sintetizar- se para el Archipiélago en un islote supernumerario cuya presencia intermitente ha dejado ancha estela en la geografía y en la historia canaria. Para nadie carece de sentido en las Islas hablar de San Boron- dón, la hermana en cuya demanda se armaron expediciones e hi- cieron rogativas y exorcismos de desencantamiento. El estudio de su significado y sus repercusiones locales se hizo ya hace años desde estas mismas páginas*. Aunque muy a posteriori, juzgo que, si no necesaria, tampoco del todo superfina o inconveniente puede ser esta exposición de su fundamento original y literario. I A principios del siglo V San Patricio lleva a Irlanda el Cristia- nismo y la vida cenobítica, tal como la había ejercido en las funda- ciones de Marmontier y Lérins. La institución eremítica de Oriente, socializada y disciplinada con mesura humanística por San Benito, sobre el doble principio de la stabilitas loci y el trabajo, acaba de asegurarse el éxito y la difusión en los espíritus occidentales. Pronto fué, entre los narionalcs, el monacato celta uno de los más frondosos y fervientes. La nueva institución religiosa supo adaptarse a las condiciones autóctonas y alcanzó rápidamente un vigor exaltado y una acusada personalidad. Su casi identificación con la organización político-familiar, la peculiaridad de sus cultos y ritos (sobre todo en lo que hace a la fecha de celebración de la Pascua y a la tonsura) y otras particularidades, acentuadas por cir- * Cf. los diversos trabajos de RUKNAVENTUUA RONNET Y RKVKHÓN en «Revista de Historia», 1927-192S», tomos II y III. Por nuestra parte hemos vuelto recientemente sobre el tema en La octava Isla. 'San Borondón» en Canarias, «Boletín de la Real Sociedad Geográfica», núm. 244, Madrid, 1950.

description

brandan

Transcript of Eloy Benito Ruano- La Leyenda de San Brandán

  • La leyenda de San Brandan

    por ELOY BENITO RUANO

    La citacin entre las Canarias de una extraia isla, Aprsitus o inaccesible, por los autores clsicos y las ficciones derivadas de una leyenda marttico-monacal de la Edad Media vinieron a sintetizar-se para el Archipilago en un islote supernumerario cuya presencia intermitente ha dejado ancha estela en la geografa y en la historia canaria.

    Para nadie carece de sentido en las Islas hablar de San Boron-dn, la hermana en cuya demanda se armaron expediciones e hi-cieron rogativas y exorcismos de desencantamiento. El estudio de su significado y sus repercusiones locales se hizo ya hace aos desde estas mismas pginas*. Aunque muy a posteriori, juzgo que, si no necesaria, tampoco del todo superfina o inconveniente puede ser esta exposicin de su fundamento original y literario.

    I

    A principios del siglo V San Patricio lleva a Irlanda el Cristia-nismo y la vida cenobtica, tal como la haba ejercido en las funda-ciones de Marmontier y Lrins. La institucin eremtica de Oriente, socializada y disciplinada con mesura humanstica por San Benito, sobre el doble principio de la stabilitas loci y el trabajo, acaba de asegurarse el xito y la difusin en los espritus occidentales.

    Pronto fu, entre los narionalcs, el monacato celta uno de los ms frondosos y fervientes. La nueva institucin religiosa supo adaptarse a las condiciones autctonas y alcanz rpidamente un vigor exaltado y una acusada personalidad. Su casi identificacin con la organizacin poltico-familiar, la peculiaridad de sus cultos y ritos (sobre todo en lo que hace a la fecha de celebracin de la Pascua y a la tonsura) y otras particularidades, acentuadas por cir-

    * Cf. los diversos trabajos de RUKNAVENTUUA RONNET Y RKVKHN en Revista de Historia, 1927-192S, tomos II y III. Por nuestra parte hemos vuelto recientemente sobre el tema en La octava Isla. 'San Borondn en Canarias, Boletn de la Real Sociedad Geogrfica, nm. 244, Madrid, 1950.

  • 36 2]

    cunstancias geogrfico-tradicioriales, dieron a la Iglesia irlandesa un contorno tpico que, por su extraeza a las formas de la del Conti-nente, se interpret en ocasiones como indicio de cisma. Sin em-bargo, nunca pasaron estas diferencias de ser otra cosa que un tinte patritico o un sabor local puramente externo. En la carta que diri-gi a Bonifacio IV San Columbano el Joven uno de los ms ra-biosos defensores de las tradiciones de su pas, pudo decir: Es-tamos ligados estrechamente a la silla de San Pedro... Nosotros, ios irlandeses, que vivimos en un extremo del mundo, somos discpulos de San Pedro y San Pablo y de todos aquellos que, asistidos por el Espritu Santo, han escrito el Sagrado Canon. Nada hemos adopta-do al margen de la doctrina evanglica y apostlica. Entre nosotros no ha habido herticos ni cismiticos ni judos, y hemos conservado intacta la fe catlica, tal como desde un principio fu transmitida por los sucesores de los Santos Apstoles^.

    Caracteres distintivos del monacato irlands fueron desde el principio su espritu asctico y su afn proselitista. El primero, ma-nifestado en su celo disciplinante del que son exponente los fre-cuentes manuales de confesin conservados (penitenciales), es consecuencia de la carencia local de martirologio: Incorporada a una Roma papal y no cesrea, la cristiandad irlandesa careca de una pieza de toque y un timbre de prestigio tan caros a los ojos del cristianismo ingenuo como el martirio y la persecucin. La mortifi-cacin voluntaria hubo de suplir en lo posible este defecto.

    En cuanto a la vocacin apostlica de sus monjes, aparece uni-da a un ardor viajero que se complementa estrechamente ---mutuas causas y consecuenciacon ella. Bretaa, (wilia, Germatiia, Italia, se poblaron de fundaciones misionales irlandesas. Irlanda saldaba al Continente la deuda que con l penda. Si haba recibido a Pa-tricio, devolva a San Columbano. Pero, adems, eran evatigeliza-das las islas de su septentrin: A comienzos del siglo VIH, las Feroi'. A fines del mismo, Islandia. Las Shetland, Escandinavia, acaso Am-rica, fueron visitadas en la ms alta Edad Media por estos tnonjes remeros, impulsados por el afn paulino de lanzar su semilla all donde la palabra de Cristo no hubiera sido jams escuchada.

    No fu, pues, el ms dbil rasgo del monacato irlands ess hu-meur voyageuse y aventurero de quien ha nacido de cara al mar. depositario de viejas tradiciones marineras, ya raciales, y contempla desde su pea aislada un confn redondo en todo su contorno. De los monjes de Colund)ano de lona dice un antiguo himnario: Tres veces cincuenta militan bajo las banderas monsticas: setenta para remar v desafiar las olas en sus navios de cuero.

    1 Coluwvhani epp. ed. W. Gundlach: Mnn. Germ. Epp.Wl, \1\. CAt. por Schiiurer en la obra consignada en la nota siguiente (1, 340).

  • 131 37

    Y fu, e fec t ivamente , en frgiles barcas de cuero o de j unco , al-gunos a la deriva sin velas ni r emos , al arbi t r io de Dios, como los monjes i r landeses se lanzaron a la aven tu ra . Hroes de una epopeya naval ms t ico-cabal leresca, gigantes de una odisea cl t ico-cris t iana de la que se halla florecido de nombres el san tora l . De su riesgo y fortuna en estos siglos oscuros de la pr imera Edad Media nos han l legado, en t reveradas de verdad y de fantasa, las ms bellas leyen-das hagiogricas y mar ineras , conse rvando jugoso el vivo color ido de las verdes praderas de Erin y el azul br i l lante del Ocano virgen-.

    Pero n inguna tan famosa como la leyenda de San B ran d an .

    II

    Dos son los santos i r landeses que con este n o m b r e venera la Iglesia Catl ica: Uno , Brandan de Birr, que mur i en 565 y cuyo aniversar io se conmemora el 29 de nov iembre ; el o t ro , el nues t ro . Brandan de Clonfer t , fallecido el 16 de mayo de 576, segn los tes-t imonios ms verosmiles. Todava hay o t ro , a u n q u e d is tan te de los an te r io res en el t i empo y en la geografa, Brandan de Siena, que vivi en el sirlo XV en Italia y cuyas t radic iones se conservan vivas y po |niIares en la Toscana .

    Nuestro San Brandan naci en el ao 480, br.jo el r e inado de Aengus , eti I r l anda . De su existencia se sabe c ie r tamente que vivi en el monas te r io de Clonfert ( luego Cluain-ferla-/irenainii o Snltii.s sepulchri lirandani), del que a lgunos le hacen fundador , as como prior del de I J a n c a r v n . Es positiva tambin la a l i rmacin de que realiz un viaje u l t r amar ino que inmorta l iz su n o m b r e y su figura-''.

    2 Para la liistoria del monasticismo en general y del cristianismo irlands pueden consultarse:

    C'o.MTE i)F, MoNTALKMitKHT: Les moincs d'Ocrident, Pars 1860-77 (7 vol.) L. (lOlKiAllD: Lrs chrticntcs critiques, 2." ed., Paris, 1911. U. HEKLlllE; L'ordre monastiqnc des origins au XI[' sierle, Maredsous,

    1912. I>OM. IJKCLKHQ: VOrdre hndkthe, I'aris, 1930. (T. SdiNlHKii: VEglise el la cirilisalinn au Mnyen Age, trad. frane., Paris,

    Payot, 193;i-:58 (3 vol.) Fu. J. PfillKZ DK linKl,: Historia de la Orden Bcuediriina, Madrid, 1941. 3 La vida do San Brandan se contiene, eon elementos maravillosos o

    sin ellos, en casi todos las AHa Sanrloriim, Vitae, etc. etc. y eompilaeiones liagiofTflefts. Consignemos las [rineipales examinadas:

    li. SuHH's: Vitae Savrtnrum, 5reseia, 1601. .1. UsHKK: De fritaniiicarum eerlessiarum anliquitate, Dublin, 1639. .1. BoLLANDUS: Acta Santorum, Antuerpiae, 1680. .1. 'rillTKMltTS: De riris iliuslrihus Ordinis Sancli Bcnedicti (lib. III, cap. 31). .1. WAKKUS: Hibernia Sacra, Dublin, 1717. DiKiDALUs: MonasUcon Ariglicanum, Londres, 1718-23.

  • 38 [4]

    A la vista de estos solos datos fundamenta le s y de su l eyenda , la mxima hiptesis que h i s t r icamente es lcito cons t ru i r es la de que par t iera de sus costas nata les con n imo de pred icar la fe de Cristo all donde como se dice era cos tumbre en t re sus h e rman o s el azar quis iera l levar su nave ; q u e , en un in de los bened ic t inos que le a c o m p a a r a n , vivi numerosas aven turas der ivadas del riesgo mismo del viaje, desfiguradas luego por el t i empo y la fantasa y, p r o b a b l e m e n t e desde el p r inc ip io , por una falsa in te rpre tac in de a lgunos hechos con templados ; y, por l t imo, todo lo ms , que ar r i -base a ciertas t ierras no evangel izadas , cuyo clima y paisaje con-t ras tar an v ivamente con los de su isla de p rocedenc ia . Se le a t r ibu-yen t ambin - i g n o r o en cada caso con qu fundamento obras concre tas , a lgunos de cuyos t tulos y aun textos se p re t ende cono-cer y conservar*.

    Lo dems es ya todo e laborac in legendar ia . A su recuerdo se mezc la ron , y ya sin p reocupac iones de veros imi l i tud , los mitos cl-sicos, las leyendas cl t icas , las t rad ic iones cr is t ianas , las fbulas or ienta les , las novelescas c reencias geogrficas de la poca y la poe-t izacin personal de los na r radores .

    Su sntesis se acep t con valor his tr ico y siglos despus subsis-ta vlida como hecho cientfico. Toda la geografa medieval con-serva la huella del Santo y hasta t iempos re la t ivamente recientes se ha vetiido d i s c r iminando la posible exact i tud de las conclus iones a que dio vida.

    I>a leyenda plasm l i t e ra r iamente n o antes del siglo XI, se-gn M. J. de Goeje'' en la Navigatio Sancfi lrandani c hizo for tuna

    ,1. MAHII.LON: Atnialcs Orditiis Saridi Bciipclirti, Pars, 1703 (Vid. tambin las Arta Sanrloran de este autor).

    I,. D'ACIIK.IY: AcUi SiuicloriDn Ordinis Sancti floicdidi. Venecia, 1733. HAILLKT: Les Vies des Sahtit, Paris, 1724. A. HuTLKU: Vidas de los I'I\ Mrtires i/ otros principales Sanios. Trad.

    esp. de Joseph Alonso Ortiz, Valladolid, 1789-91. 4 Ar,HILl.K JdiUNAL: /> lgende latine de Saint Urandaine, Pars, 1836,

    adems do consi

  • [51 39

    en las l i te ra turas romnicas . Sus versiones y manuscr i tos se mul t i -pl icaron" y p ron to una Isla de San Brandan figur en todos los mapas , Imagos y descr ipc iones orbis terrarun^

    Sera inti l na r ra r , s in te t izndolos una vez ms , los viajes fabu-losos de San Brandan . Su relacin es mul t i forme en episodios , aun -que fci lmente reduct ib le a un idad temt ica Transc r ib i r emos el relato de Raoul de Glaber (1047), mul t i tud de veces a lud ido en la l i tera tura sobre el t ema , pero poco conoc ido ent re los lectores espaoles :

    Se lee as imismo en la vida del b i e n a v e n t u r a d o confesor Ren-d a n , nac ido ent re los ingleses or ienta les , que este h o m b r e de Dios, despus de haber servido algn t iempo en ermita con otros monjes en las islas de la mar , encon t r un an imal semejante [es decir , una ba l l ena ] . Un da que navegaba a l rededor de a lgunas islas, hab in -dole so rp rend ido el c repsculo en la mar , vio a lo lejos como otra isla, hacia la cual bog con sus compae ros , con in tenc in de pa-sar all la noche. Atracan, saltan de sus barcas y t repan al lomo del mons t ruo que hab an t omado por una isla, con in tenc in de no des-cansar all s ino aquel la noche . Despus de una corta refaccin, los otros he rma nos a b a n d o n a r o n al reposo sus miembros fat igados. S-lo Rendan , ese santo h o m b r e , ese pastor vigi lante del r ebao del Seor , que se encon t raba en t regado a sus orac iones , obserxaba con p rudenc ia la fuerza del viento y el curso de los astros. Mientras que ocupaba as su a t enc in , en medio del si lencio de la noche , s int i

    6 ARTUUO GRAK, Mitli, leggendr e siipcrstizme del Medio Evo, Torino, (hiartore, 1925, presenta un acabado conjunto bibliogrfleo de ediciones modernas de todas las versiones do la Nurgatio (latinas, francesas, alema-nas, inglesas, italianas y holandesas), al (jue remitimos al lector, comple-tando el excelente resutnen que dedica a la leyenda de San Brandan en el primero de los trabajos contenidos en dicho libro sobre -11 mito del para-diso terrestre (cf. pgs. 73-83). Ue la extraordinaria difusin del tema brandaniano en Europa bastar decir que el nmero do manuscritos ha-llados en (ue se contiene su leyenda oscila alrededor de los ochenta.

    A nuestro objeto ha bastado la consulta de las siguientes ediciones, nicas, por los dems, a nuestro alcance:

    A. JUBINAL: La lgende, latine de Saint Brandainc, ya cit. C. WAHLUNU: ie altfrarizsische Prosabcrsctzung non Brendanus Meer-

    fahrl, Upsala, 1900(1901). C. SCIIRDKH: Sanct Brandan, Ein lalcinischer und drei deuischc Texte.

    Erlangen, 1871. E. G. R. WATKRS: The Anglo-Norman Vayage of St. Brendan bp Benedeit.

    Oxford, 1928. 7 La relacin de sus referencias, por desgracia en su mayora inveri-

    flcables entre nosotros, arroja un buen nmero de citas que considero, no obstante, provisional. El ms antiguo dato de esta ndole es, entre los re-cogidos, la Imago Mundi de Honorio de Autun, de 1130, aunque quiz sea anterior el ms. de la Bibl. de Turn citado por Santarem (Essai sur la cos-mographie du Mayen Age), cuyo mapa reproduce Jomard en Momiments de la Oeographie, planchas 58-59-1.

  • 40 [6j de pronto que el lugar donde haban buscado un abrigo les llevaba haca el oriente. Al da siguiente, cuando volvi la luz do la maa-na, el sabio Bendan rene a sus compaeros y los alienta y los con-suela con este discurso; Mis excelentes hermano.-^ les dice, no dejemos jams de dar gracias al Soberano y dueo de todas las cosas, a este Dios cuya Providencia nos ha preparado en medio de los rnares un nuevo bajel que no tiene necesidad ni de nuestras velas ni de nues-tros remos. Estas palabras del hombre de Dios llevan la serenidad al nimo de todos: se confan a la Divina Providencia, se confan a la sabidura de su compaero y esperan con ms tranquilidad cual-quier azar favorable. Fueron as llevados varios das seguidos a lo largo de los mares y pudieron observar que continuaban dirigin-dose durante todo el tiempo hacia el sol levante. Por fin, llegaron a una isla mucho ms bella que todas las otras y que presentaba una mullitud de delicias diversas; los rboles y los pjaros que con-tena les parecieron tambin de una naturaleza nueva y de una nueva forma. El santo hombre desembarc y encontr all gran nmero de monjes, o mejor dicho, de anacoretas, cuya vida v costumbres eran ms santas y ms sublimes que las de todos los otros mortales. Se le hizo, as como a sus com[)at'ros, la acogida ms tierna; se quedaron all varios das para instruirse, por los buenos oficios de sus huspedes, en una multitud de verdades relativas a la salvacin; despus emprendieron la vuelta a su patria y contaron a su retorno este maravilloso descubrimiento**.

    La versin ms amplia y complicada, entremezclada de todos los mitos ocenicos, puede esquematizarse as: San Brandan recibe la visita de un hermano en religin (San Barindo o Barinto), que le habla de la existencia de un paraso terrenal, por l y por otros monjes \ibitado. El abad de Clotifert emprende su bsqueda a tra-vs del Ocano en unin de catorce de los suyos y, a os cuarenta das de navegacin a partir de Irlanda, hacia el trpico, encuentra una escarpada dsla de las Delicias, a la que sigue otra surcada de riachuelos y poblada de carneros. T^ a Pascua de Resurreccin la ce-lebran los peregrinos sacrificando uno de aqullos a lomos de la isla-ballena; la de Pentecosts lo fu en la Isla de los Pjaros*; la Na-vidad, entre los cenobitas de San Patricio y de San Ailbeo, en un nuevo islote. A partir de aqu y durante siete aos, este ciclo se re-pite y las fiestas coinciden'con los lugares del ()rimer periplo, pero adems tiene lugar la arribada a otras islas donde acontecen las ms extraas y variadas aventuras: las [)layas donde los viajeros dieron muerte a un monstruoso cetceo; la isla plana de los hom-bres fuertes; otra, inmensa, poblada de ricos frutos y de gratos aro-

    8 RAOUL DE GLABER: Historia SU i temporis, lib. II, cap. If. Ed. francesa de Guizot en Coll. des Mam. relatifs a l'lustoire de Frunce, VI, (iys. 204 y ss.

  • m 41

    man. Hacia el N., la Isla Rocallosa>, con lavas v ciclopes, y la Is-la del Infierno, llameante como una hoguera; hacia el S., la Isla Redonda, habitada por un nico ermitao, y la Isla de los San-tos, para llegar a la cual es preciso atravesarlas ms negras tinie-blas y donde cuarenta das duran lo que uno solo. Desde all y transcurridos los siete aos, San Brandan volvi por la dsla Deli-ciosa a su monasterio de Cloniert.

    sta es la versin que pudiramos denominar clsica, contenida en la mayora de los textos latinos de la Navigatio. Pero aun pueden distinguirse otros dos patrones: 1 de la relacin galica, que carece de la introduccin a cargo de otros santos visitantes del Paraso Terrenal, y donde la nocin de ste surge en el ensueo de San Brandan, a quien promete un ngel el encuentro de la tierra entre-vista. Y la versin de los textos sajones, ms literariamente com-Euesta y muy caracterstica: segn ella, San Brandan arroja a la

    oguera, estimndolo falsario, un libro en que se contiene la narra-cin de maravillas sin cuento; el Seor, para castigar su incredulidad en el supremo poder del Creador, capaz de hacer reales los ms inimaginables portentos, le impone la penitencia de volver a escri-birlo, despus de un viaje en el que vivir las mismas maravillas, acrecidas con un sinfn de aventuras que superan a la narracin dubitada.

    Este relato, ya segn uno, ya segn otro tipo de versiones, cons-tituye lo que con toda exactitud y fortuna se ha denominado ver-dadera odfisea monstica. Epopeya y hagiografa cobran importan-cia igual a lo largo de la relacin, completamente impregnada de sbritu asctico, pero penetrada tambin de un cierto espritu he-roico... San Brandan llama a sus compaeros commilitones y con-kellatores; los autores de las versiones francesas y alemanas les lla-man baruns y degens*^.

    En cuanto a la prioridad y filiacin de cada una de estas versio-nes, Graf resume su establecimiento del siguiente modo: El relato ms antiguo fu probablemente galico y acaso sea, ms o menos alterado, el que se conserva en el llamaao Libro de Lismore, que, por otra parte, es de poca bien tarda, ya que fu escrito en el si-glo XV. De la relacin galica lo obtendra el autor de la primera versin latina, escrita bajo el nombre de Navigatio Sancti Branda-Hi, conservada en un cdice de la Vaticana que, con razn o sin ella, se estim del siglo IX, y en otros cdices muy numerosos de siglos XI, XII y XIII; y de la Navigatio dependen directa o indirec-

    9 A. ORAF, 06. cit., pg. 76; Los navegantes continuamente se enco-miendan a Dios, orando, ayunando siendo abastecidos milagrosamente, escuchando revelaciones y profecas y mostrndose en todo dignos del nombre de santos; pero soportan, sin embargo, enormes fatigas, afrontan espantosos peligros y acreditan merecer tambin el nombre de hroe8>.

  • 42 [8] tamente, en todo o en parte, los numerosos relatos esoritOB desn pues, latinos y romances, en prosa y en verso!". i > i

    En el intrincado tejido de la leyenda, todas las fbulas antiguas y medievales la Isla de los Bienaventurados; la Isla de los Pjaros, donde el viajero se adormece y escucha cantar las aves durante! aos que parecen instantes; la Isla de los Gigantes, la de los Carnen ros, la de las Siete Ciudades se hacen presentes. Quien hoy busca sus enclaves en el mapa lamenta no poseer aquella frtil imagina-cin medieval para seguir a Brandan por la red de los meridianos y encontrarlo rumbo a los pases soados, contra un horizonte di colores puros. Un plstico csentimiento de naturaleza, paralelo al. simplismo colorista de los primitivos del arte europeo, domina ert la narracin. Una naturaleza fantstica, creada expresamente paral otra humanidad, una topografa extraa, a la vez esplendorosa de ficcin y parlante de realidad... Todo es all bello, puro, ino-cente; jams una mirada ms benvola y dulce se ha arrojado so-bre el mundo; ni una idea cruel, ni una huella de debilidad o de pesar. Es el mundo visto a travs de una conciencia sin tacha: ae dira una naturaleza humana como la quera Pelagio, que no hun biera pecado jams!^ !

    Dejando aparte la discutibilidad de estas frases aplicadas al asr pecto formal de la narracin, el monje aparece, efectivameote,. para quien lo estudia con amor, capitn de su nave ae cuero, aps-tol de los peces del mar, aorando en las rocas perdidas la verdei tierra natal, como San Columbano el Viejo, al mirar desde su exih lio el vuelo de las aves que llegaban de Irlanda. La comprensin de. su figura hay que hacerla candidamente, interpretando el papel del historiador medieval, agudamente definido por Landsberg^', comoi escritor de leyendas que manifiesta en historias, acaso falsas, La esencia de las personas y los acontecimientos. Bien distinta es,e>a cambio, de esta lrica penetracin, la de la ciencia del XIX, cuando, ante la maravilla potica de la misma leyenda, una de las ms sorprendentes creaciones del espritu humano, como la estima Renn" , se pregunta: Qu conocimientos geogrficos nos pueden

    10 06. cit., pgs. 73-74. ' 11 E. RENN: Laposie des races celtiques, apud Essais de morale eta

    critiqie, Paris, 1860, pgs. 446. _ ' ' 12 P. L. LANDSBEBG: La Bdad Aedia /wosoros, Madrid, Rev. de,Qcoii',

    dente, 1925, pgs. 24-25. .; Importa acentuar desde el principio dice el P. H. Delehaye, bol^n-

    dista, en Les Lgendes hagiographiques, Rev. Quest. Hist., 1903, pg. 58'69-^ la distincin entre hagiografa e historia. La obra del hagigrafo puede ser histrica, pero no lo es necesariamente. Los hagigrafos medievalesydice ms adelante (pg. 93),

  • m 48

    suministrar estas fantsticas y fabulosas relaciones? Si hacemos abs-traccin de las ideas de oscurantismo que corran por aquellos tiem-pos, la verdadera monomana que reinaba por desfigurar la reali-dad, as de las cosas como de las personas, a fin de realzar los he-chos y darles una importancia que en verdad no tenan..., etc.^*. Como se ve, es la negacin de toda comprensin dla Edad Media.

    De todas estas fbulas literarias naci un mito geogrfico ms. Un mito que se enlaz con los ya existentes y con los que despus ingresaron en la ciencia geogrfica de la poca y se mantuvieron en ella con tenacidad casi reciente.

    Estudiar la historia legendaria de la Isla de San Borondn (San Brandan multiplic su nombre, como su leyenda, en la inci-piente babel romnica), aislada de toda otra conexin mtico-geo-erfoa es prcticamente imposible^''. La historia de todas las islas tantistTcas, ya enunciadas, se entremezcla ntimamente con la his-toria de la nuestra. Como expresamos, a la leyenda de San Brandan, considerada ya con carcter geogrfico adems de literario, van in-extricablemente unidos otros elementos que podramos enumerar as:

    a) Mitos clsicos: las Islas de las Hesprides, las Fortunatae In-sul(ie e los antiguos, buscadas en el Atlntico por los gaditanos, por l rey Jub.a de Mauritania y quin sabe por cuntos navegantes grecorromanos.

    b) Mitos clticos: el Mag Mell o pas de la eternidad de los cel-tas, viaitudo por Condi, por Maeldum y Brainn, y cuyos imm-rama (^viajes'), segn Arbois de Jubainville, son el equivalente pagano de

    *lo periplos de Brandn^^. c) Tradiciones cristianas: la leyenda del Paraso Terrenal, loca-

    lixiido en un jardn isleo del Ocano, lgicamente meridional para los europeos. Y la de la Isla del Infierno, hirviente y humeante, perdida en lo ms recndito de los mares.

    d) Fbulas orientales: Isla de los Carneros; viajes de las Mil y Una Nuches, etc., etc.

    I i' H G. CHIU Y NARANJO, Estudios histricos, climatolgicos y palol-fficosde la Talas Canarias, 1." parte: Historia, t. L, Las Palmas, 1876, pgina 231. Hemos elegido las frases de este autor, por otra parte tan prestigioso, para mostrar an ms el divorcio entre la mentalidad de un determi-nado rrtomento y el espritu mgico que cultivaba la leyenda, precisa-mehte en una misma latitud donde mayor y ms prolongado arraigo que e/'otra alguna tuvo aqulla.

    15 J. FiLGKmA VALVKRDE, La cantiga CIII, Compostela, 1935, ha or-denado y encadenado las mltiples leyendas literarias, msticas, geogrfi-cas, que poseen anlogos elementos de este tipo, centrando su inters en el itema del monje y el pajarillo, de tan universal difusin en la Edad Me-da. Anloga vinculacin y exhumacin ha realizado, pero en torno al mito del paraso terrestre, Arturo Uraf en la obra ya citada. ' 16 H. ARBOrs DE JBAiNVii.LK, Cours de Littrature celtique, t. V, L'Bpo-

    pee celtique en Mande, Pars, 1892, pgs. 449 y ss.

  • 44 [10] e) Conocimientos y creencias seogrcas del Occidente cristiano^

    tales como la Isla Antilia>, l ade as se haga de un modo expreso. A esto es, sin embargo, a lo que hemot tendido como fin concreto y cercano de nuestro objeto.

    III

    El hecho histrico, geogrfico y literario de San Brandan con-siste, en esquema, en un suceso cierto, cuyos pormenores y despus su esencia han sido abultados y deformados literaria y popular* mente. Tal es el origen de las leyendas propiamente dichas y ato es el mecanismo de toda tradicin que no sea pura creacin nove-lesea caballeresca o lrica de la Edad Media^'.

    La existencia objetiva, que consta, de San Brandan, es el pri-mer apoyo de este pur to de vista. La tradicin que nos cuenta su viaje, apostlico o de retiro, tan comn entre los monjes sus paisa-nos de la poca no es ningn rasgo ilcito ni aventurado.

    De los pormenores, en cambio, del periplo no opinaba ya aa^ en el siglo XIII, Vicente de Beauvais: *Eam peregrinationis kistos riam, propter aprocrypha deliramenta quae in ea videntur contneri,' mendacem existimo^^.

    Las Acta SS. Bol. (Mayo, III, 602 6) califican tambin de deli* ramenta apocrypha los cuentos de la Navigatio, de los que dicent tquae initio forsan per aliquam licentiam poticam fuerunt adaucta^ ac postea historice deduca.

    Los especialistas que han tratado el tema desde distintos puntos de vista han debatido profusamente en torno a los primeros orge-nes de la fbula y a las influencias recibidas y ejercidas por ella. Para nosotros, este punto, estrictamente literario, tiene un intert

    17 Sobre el carcter de la leyenda en oposicin a la naturaleza del mito y el cuento, cf. DELEHAYE, loe. c, pg. 64 y ss. Cf. tambin A. VAM GENNEP, La formacin de las leyendas, Bibl. de Filosofa Cientfloa, t. XXXV, Madrid, 1914.

    18 Speculum Hisioriale, lib. XXI, cap. 81. Este criterio aparece en no po-cas Acta y Vitae Sanctorum colectados con austero sentido crtico. D'Ache, a causa de que San Brandan dice acta habet fa-bulis et portentis plena.

  • de segundo orden. El hecho de una pretendida realidad seogrfica modernamente'emparentada con la leyenda de San Brandan se sus-cita contaminado de otros mltiples elementos de procedencia uni-versal, y es como tal suceso como nos interesa.

    I Por tanto, originaria o no de Irlanda la leyenda de San Bran-dan, como quieren algunos romanistas (Schrder, Graf), es para nosotros evidente que en su elaboracin y en la difusin de su fa-ma tuvieron directo entronque episodios de anteriores relatos clti-cos^^. Adems, ya desde las primeras excursiones de los primeros ascetas irlandeses por las islas de la costa occidental de Escocia e Irlanda, se deca haber visto desde a de Aran una imprecisa Isla Deliciosa que excit el celo viajero de no pocos ermitaos y aps-toles marineros.

    Lo mismo sucede, ya con carcter bsico o como asimilacin y robustecimiento por afmidad, con las reminiscencias de la antige-dad, tanto en lo que hace a elementos capitales (F'ortunatae. Insulae, Atlntida, Isla de las Hesprides), como a los puramente episdi-cos flwo/'e quasi coagulatum per nimia tranquillitate de la Naviga-tio, rttare pigrum, coenosum aut concretum ae Plinio y los viajeros clsicos, por ejemplo). Humboldt expone para explicar la leyenda C

  • 46 [121

    aun no ha podido precisarse si esta historia ha sido transmitida por Oriente a Occidente, o bien si es Oriente quien Ja debe a Ir landa".

    Para Goeje, ia cuestin no es dudosa: Hay una primaca origi-nal del relato oriental sobre la fbula cristiana: En Sindbad todo concuerda admirablemente con el contexto, mientras que en San Brandan las aventuras estn casi siempre sin encadenamiento, mos-trando as BU carcter de materiales de relleno".

    Haba pues seguimos el razonamiento del orientalista una leyenda autctona en Irlanda, hermana de las que se complacan en atribuir a los santos indgenas viajes a islas no muy distantes en busca de lugares de retiro, durante los siglos que siguieron inme-diatamente a la predicacin de San Patricio. Sobre ella se injerta-ran despus los episodios de Sindbad, que se fechan, aunque sin prueba fehaciente, en el siglo X. La avigatio, sigue argumentan-do el mismo autor, con opinin casi unnimemente aceptada, no pudo ser escrita antes del siglo XP*, por lo que la anterioridad cronolgica oriental es para l incuestionable. El procedimiento de inclusin sera uno cualquiera: Puede admitirse sin dificultad que un marinero o un monje irlands viajando por Oriente hubiese odo contar los viajes de Sindbad y, soando en su San Brandan (cu-yo nombre tambin le recordara el sonido de la palabra Sindbad), creyese que ste era el hroe del relato. No dudara de ello, puesto que, como hemos visto, conoca por la vida de San Brandan el va-' je qu ste haba hecho a lomos de la ballena y, por otra parte, el nmero de los siete viajes concordaba con la duracin de las ex-cursiones del Santo (en aos y ciclos). Vuelto a Irlanda, contara lo que retuviese de las aventuras del Santo y as se echara el fun-damento de la gran leyenda martima de San Brandan'*.

    Graf, y en esto hacemos nuestra su estimativa, opina que algu-nos de los argumentos aducidos por Goeje son perfectamente vli-dos, pero otros, dbilsimos'*. Schrder incluso, invirtiendo, aun-que anticipadamente la tesis, se inclina a encontrar una influencia irlandesa sobre el relato oriental'' '. En apoyo de la primaca rabe acude no obstante Asn Palacios, que aporta la mencin de la isla-' pescado en el Libro de los Animales de El Chhid, escritor de prin-cipios de nuestro siglo X, cuya descripcin traduce. Otras muchas concomitancias, que enumera, con anticipacin oriental y los tes-

    22 Loe. cit, pg. 6. 23 Id. id., pgs. 13-14. 24 Esta es la opinin predominante. Sin embargo, hay quien data en

    la segunda mitad del siglo X la antigOedad de alguno de los manuscritos. 25 GoFJK, loe. cit., pg. 14. 26 Ob. eit., Intr., pgs. XI-XIV. 27 F. OzANAM, Des Bource poliques de la Divine Comidie, apud Oeitw

    CoMpleUs, t. V., Pars, 1859, pg. 373. A. D'ANCONA, Iprecurgori di Dante, Pirenze, Sansoni, 1874, pgs. 48'6.

  • timonios que cita'^ autorizandicea concluir que si la Nave-gacin de San Brandan y BUS derivadas fu redactada en Irlanda por un monje de raza celta y sobre un fondo tradicional indgena, i pltora de elementos islmicos injertos en aquel antiguo fondo fu tal, que casi ocult la fsonoma celta del relato bajo su arbigo disfraz**.

    En cuanto a las tradiciones de origen cristiano, por ltimo, coetneas y anteriores a San Brandan, no ser preciso insistir en su decisiva influencia sobre la leyenda de ste: Ellas son su motiva-cin primordial y ella misma es una mb, variante y complejo de todas ellas.

    Tenemos, pues, resumiendo, una inconcreta tradicin irlandesa fijada y extendida por el Continente a partir del siglo XI en la A'e-vigatio, ms tarde modificada en multitud de variantes y versiones.

    A ella y a todas las dems fabulosas creencias antes enumera-das estuvo unida, incluso hasta bien despus del descubrimiento de Amrica, la suposicin de existencia de tierras extremas de Oc-cidente primero, intermedias entre Europa y Asia o entre Europa y Amrica despus. Con uno u otro nombre (Islas Afortunadas, Isla Antilia o de las Siete Ciudades) se asignaba a estos mitos una reali-dad efectiva, aunque desconocida, objeto de no pocas especulacio-nes cientficas e incluso de numerosas expediciones fracasadamente descubridoras.

    Histricamente, la Antilia surgi de la Atlntida, afirma E. de Canda y, segn Cronau, dice, su nombre no es sino corrupcin del vocablo Atlntis. El prefijo anti^ contrario-a, resume clara-mente los conocimientos fsico-geogrficos de los antiguos, que, co-mo lgico contrapeso, suponan hacia las Antipodas una hipottica Antilia*.

    El globo de Nremberg de 1492 identifica la Antilia con la Isla de las Siete Ciudades, diciendo que, cuando Espaa fu invadida

    CH. LABITTE, La Divine Comedie avant Dante apud Oeuvres de Danti lighieri, Pars, Charpentier, 1858, pgs. 119-23. , 28 El texto de El Chhid aludido dice ast: Pretenden algunos mari

    eros, que a veces se han aproximado a ciertas islas martimas y en ellas ha-ba bosques y valles y grietas, y han encendido un gran fuego; y cuando el fuego ha llegado al dorso del zaratn (un gran crustceo marino al que se est reflriendo), ha comenzado a deslizarse sobre las aguas con ellos en-cima y con todas las plantas que sobre l haba, hasta tal punto que slo el que consigui huir pudo salvarse. Y, como muchos bigrafos de San Brandan, aflade: Este cuento colma todos los relatos ms fabulosos y atrevidos*. (M. ASN PALACIOS, La escatologia musulmana en la Divina Go

  • 46 m por loa rabes, algunas familias portuguesas escaparon en susnawise y arribaron a una nu'iva tierra, donde siete Obispos fundaron otras tantas ciudades el ao 734, descubiertas siete siglos de8ipus,
  • .[dlfi] '40 (S)0ii^>reeoge ifiifila ehlos. sigilofliXiIV> y^XV eniaa inmdiacion!Q8 de liMa(lelra)ideBpii^9i'poco a'poo9, 'Se la ha empujado haoiaOoti-(deinte iv .eeroa djBl Ecuaaot; por. tn bisela ha. puesto al
  • 60 [116] oe que au afrmacin sea producto , a duidn cita. Por otra parte, es tambin posible que una rebusca tnls'am'plib e intensa de manuscritos que la qu hemos podido hacera oondKizca a ratificar la que, hoy por hoy, no supongo hio opimit'dt>i6s re-feridos autores, y a contradecir mi juicio, en modo alguno deBnitivtf.

    ' ' " 1

    . ' . . i i r i ' \ I \ \ M :

    , . -: . ' ; MI

    i. ,. ,.l rr.

    ': ' r

    . 1 ' i

    r; 1,1 '

    i M

    i

    1,1

    1 . 1

    /

    1 ,

    \\\\ m i 1 > ' )

    . l(.

    m i

    1,!

    . 1 Jl.l