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Uso de Cookies: Utilizamos "cookies" propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad personalizada a través del análisis de su navegación. Si continúa navegando acepta su uso. Más información y cambio de configuración OTROS ARTICULOS EN ESTE NÚMERO Domingo, 2 de diciembre de 2006 De izqda. a dcha. el conde de Caralt; Quico antiguo guarda de la finca; su esposa, Carmen; 'El Candi', hijo de ambos y guarda actual; la mujer de éste, sus hijos y la cierva mascota de la finca. ANIVERSARIO | TRAS 25 AÑOS DE LA NOVELA DE DELIBES Han pasado 25 años desde que Miguel Delibes despellejase en «Los santos inocentes» aquella España rural y macabra de los años 60 que muchos no se creyeron. Alfredo Landa, Paco Rabal y Juan Diego, en la adaptación al cine de Mario Camus, dotaron a la historia country house up to 16 persons for excepitonal holiday in Mallorca ELMUNDO.ES | SUPLEMENTOS | MAGAZINE 375 | Nueva estampa de los santos inocentes http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/375/1164740308.html 1 de 5 01/07/2015 7:49

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OTROS ARTICULOS EN ESTE NÚMERO Domingo, 2 de diciembre de 2006

De izqda. a dcha. el conde de Caralt; Quico antiguo guarda de la finca; suesposa, Carmen; 'El Candi', hijo de ambos y guarda actual; la mujer de éste,sus hijos y la cierva mascota de la finca.

ANIVERSARIO | TRAS 25 AÑOS DE LA NOVELA DE DELIBES

Han pasado 25 años desde que Miguel Delibes despellejase en «Los santos inocentes» aquella España rural y macabra de los años 60que muchos no se creyeron. Alfredo Landa, Paco Rabal y Juan Diego, en la adaptación al cine de Mario Camus, dotaron a la historia

country house up to 16 persons for excepitonal holiday in Mallorca

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El clan de los Molero, delante de la casafamiliar en la localidad cordobesa de LaCardenchosa.

El padre ( con el rifle) y el abuelo deCándido Molero (con bastón) donde sereunían las reses de las abatidas.

de la mejor iconografía. Magazine viaja a la sierra cordobesa más incomunicada, un paraje similar a la Extremadura reflejada en lanovela, para comprobar cómo es la gente del campo hoy. El marco no puede ser más completo: la gran finca de un aristócrata, elconde de Caralt, y el clan familiar que ha trabajado en la propiedad desde hace varias generaciones. ¿Han cambiado los pobladoresdel campo y el trato que reciben?

por Borja Hermoso fotografías de Ricardo Cases

Veinticinco años ya desde que el buen tonto Azarías masticaba la nada con el culo pegado al tajuelo del hogaril, rutando su mundo loco,acunando a la Niña Chica, que, una tarde sí y la otra también, teñía de miedo el aire con alaridos de monstruo sordo. Veinticinco añosya, pero parecieran siglos, de aquel mundo arcaico de Miguel Delibes en forma de libro, cinco lustros de evocación y memoria de Lossantos inocentes, criaturas de papel y tinta que contaron a lo bestia el via crucis de los desharrapados del campo español.

Sólo 25 años de aquel universo arcaico de boinas caladas y boñigas en los zaguanes, de aquella epopeya rural de pantalones a la alturade las corvas en la que Paco El Bajo, el Azarías, la Régula, el señorito Iván y su mundo en sepia de ridiculez aristocrática echaban en loscampos la simiente de otros tiempos, de otras cosas.

Pero el Azarías ya no corre el cárabo en los cerros, ni tontea su idilio ingenuo con la milana –«¡quiá, quiá!, milana bonita, milanabonita»– ni se mea en las manos para que no se le resquebrajen con el frío, ni se va de vientre en la corralada, ni ahorca señoritos desangre azul porque en un siesnoés le han matado el pajarraco. Todas esas vidas y todas esas muertes relató Delibes en el que es ysiempre fue su artefacto literario predilecto, Los santos inocentes, o lo que es lo mismo, «los humillados y ofendidos de la vidacampesina, por el gran escritor de la Castilla actual», tal y como rezaba la portada de la edición original de Planeta en 1981.

Ya no es 1981, y mucho menos 1964, en que diversos estudiosos de la obra sitúan la acción del relato. Decir acción es quizá excesivo.Porque claro que importó a Miguel Delibes hace dos décadas y media el qué: la exposición y consiguiente denuncia de la opresión ruralde los señoritos de las fincas sobre los desheredados del campo. Pero más pareció vivir en sus intenciones el deseo del cómo: laplasmación emotiva y brutal, en apenas 120 páginas, de semejante galería psicológica.

Y por supuesto, no cabe olvidar el deseo del mensaje: «Una clara intención moral que aún existe», según contesta el propio autor por escrito desde su casa de Valladolidcuando se le pregunta si esta novela es sólo literatura o también una alegoría de la pugna entre los de arriba y los de abajo...

Y si se le sigue preguntando a Miguel Delibes y se le consulta si continúan existiendo hoy en las fincas privadas de España los mismos estigmas del vasallaje y el servilismo queretrata su libro, el autor de Las ratas y El camino contesta: «Esto ha evolucionado para bien. La gran diferencia entre pobres y ricos se ha atenuado, aunque sigue siendolamentable. En Castilla, la tierra está más repartida».

El paraíso. Y aquí es donde aparece El Candi, Cándido Molero Fernández, de la familia de los Rufos, pedanía de La Cardenchosa, término municipal de Fuenteobejuna,provincia de Córdoba, según se mira en el mapa, a mano izquierda, en la linde con Badajoz, estribaciones de Sierra Morena. Cándido Molero es el guarda de las tierras verdes einfinitas de la finca La Aguja, un paraíso de 1.300 hectáreas incrustado entre encinas, quejigos, eucaliptos y pinos, en la más absoluta de las quietudes, sólo quebrada por elcorreteo del venado y la aparición fugaz del jabalí.

Un edén insospechado que surge ahí, a 18 kilómetros. Dieciocho kilómetros de tunda, tunda, bache va y bache viene, que separan la finca del núcleo urbano más cercano: LaCardenchosa, tres bares y unos 250 habitantes.

El Candi es el guarda, el asistente, el manitas, el chapuzas, el secretario de caza en domingos de montería y el alma omnipresente de este agreste paraje, propiedad de un tipoverdaderamente inclasificable llamado José Caralt, que además de barcelonés residente en Córdoba desde hace muchos años es un señor con sangre azul corriéndole por lasvenas, siempre que, claro, estemos dispuestos a asimilar eso de la sangre azul y demás quimeras. Dicho de otro modo: José es aristócrata y, más concretamente, conde. El

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conde de Caralt.

Hace ya 25 años de la publicación de la obra y los únicos santos inocentes son los del 28 de diciembre, así que, menos mal para él, El Candi no cobra los cuatro puñeterosreales que la señora de la finca entregaba a La Régula por sus servicios. En concreto, el conde real paga al guarda real «unas 200.000 pesetas al mes» (la terminología enmoneda antigua sale de la propia boca de El Candi) por todos sus quehaceres en la finca... que son infinitos. El Candi vive en la finca, pero tiene casa en La Cardenchosa,donde le esperan su mujer, su hija y sus dos hijos. No tiene mucho tiempo para ellos: la comida de los animales, las reparaciones de los coches y de los cachivachesdomésticos, la organización de los puestos los días de cacería, la invención de cualquier artilugio que sirva para mejorar la vida diaria en La Aguja, la compra, la comida, lacena... así de agotadora puede resultar la vida en el campo.

Los Caralt son dueños de La Aguja desde los años 40, donde se implantaron tras haber vivido en Barcelona (antes, en el 36, con el estallido de la Guerra Civil, habíanabandonado precipitadamente la Ciudad Condal rumbo a Italia, de donde regresaron tras la victoria de Franco).

Pero el Conde Viejo, como en La Cardenchosa se conoce al padre del actual conde, perdió la finca en los años 60 por graves problemas económicos. Un banco embargó susbienes, pero posteriormente su hijo José recompró la finca al banco. «A mí siempre me gustó Córdoba, siempre me gustó cómo se vive, y siempre quise conservar la finca...éste es el lugar que elegí para vivir y aquí me quiero quedar hasta que me muera» comenta José Caralt –un conde divertido, socarrón, cosmopolita y políglota– durante eltrayecto en el jeep.

Metamorfosis. Veinticinco años después del nacimiento de los santos inocentes paridos por Miguel Delibes, La Aguja y las relaciones entre el conde de Caralt y los Moleroconforman un contexto ideal para analizar la profunda metamorfosis experimentada por el oficio de guarda de finca rural. «Del oficio de guardés, como decís los que vivís enlas ciudades», apostilla entre risas José Caralt.

Resulta casi grotesco tener que decir, de entrada, que ni El Candi es El Azarías ni el conde es el señorito Iván. Y las condiciones de vida en La Aguja no tienen estrictamentenada que ver con las impuestas por los señoritos de Delibes a los siervos de Delibes.

En la finca La Aguja no hay, no hubo nunca, siervos. Otra cosa son los ciervos. Hay más de 700. También corretean entre los matorrales unos 150 jabalíes, «los cochinos»,como se les llama aquí. Así que no es ninguna casualidad si la finca se convierte de vez en cuando en el escenario de multitudinarias monterías, que proporcionan al señorconde unos ingresos con los que poder vivir aquí, lejos del mundanal ruido y de ciertas obligaciones burocráticas, y preservar este paraje en el que cualquier visitante efímeroquerría quedarse por mucho más tiempo.

El señor conde no sólo no es el señorito Iván (el odioso señorito Iván encarnado por un gran Juan Diego en la película homónima rodada por Mario Camus en 1984), sino quese crispa de repente y se revuelve en el sofá de su salón decorado con cornamentas de ciervos cuando se le toca el tema Delibes. «Aquello de Delibes fue una exageración; yote puedo decir que, en el campo español, donde sí hubo feudalismo históricamente fue en zonas de Cataluña y de Navarra, pero no de Andalucía ni de Extremadura [la películade Mario Camus fue rodada en la finca El Zajarrón, cerca de Alburquerque, Badajoz]. Bueno, a lo mejor ha habido actitudes despóticas aquí en Andalucía, pero yo no las hevisto».

Está claro como el agua del manantial: el actual conde de Caralt no comulga con la imagen de las gentes del campo que subyace en Los santos inocentes: «Hay una cosa clara:nadie en una finca usó nunca a una persona para que hiciera de perro y rastreara la perdiz», explica en referencia al célebre pasaje en que el personaje de Paco El Bajo(Alfredo Landa en la película de Camus) olisquea el suelo en busca de la perdiz aliquebrada.

Y continúa: «Yo no he visto trato vejatorio en las fincas de caza, más bien al revés. Y yo nunca he echado a nadie, siempre he preferido hablar con la gente, porque me jodemandar a un tío a la puta calle. No pretendo ser el empresario más humano del mundo, pero no me gusta joder a nadie..., lo que me gusta es tratar a mis trabajadores comoellos me tratan a mí».

Servidumbre. El sol empieza a ausentarse entre las lomas, y el color anaranjado va desintegrándose cuando empieza a caer la noche en torno a La Aguja. A bordo del jeep, ElCandi se lleva de excursión al periodista y al fotógrafo, que le van lanzando puyitas e interrogantes para extraerle con sacacorchos su personal e intransferible forma de ver lascosas. «Yo te digo una cosa: yo vi esa película de Los santos inocentes y creo que ese tío lo clavó. Lo único, bueno, lo de que una persona olisquee la perdiz, eso no..., pero elresto, lo clavó. Porque en el campo, las cosas han sido así. Y claro que ha habido señoritos que han tratado muy mal a su gente, y en las cacerías ha habido una servidumbretremenda, y aún la hay».

El Candi sabe bien de lo que habla. Y si sus literarios antecesores en el oficio –los Paco El Bajo y don Pedro El Périto creados por Delibes– participaban a desigual nivel del

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mismo desastre de incultura y subdesarrollo rural auspiciado por el franquismo, él es un tipo no sólo listo, sino inteligente, y no sólo inteligente, sino intuitivo.

A sus 38 años, lo sabe todo del oficio de guarda. Normal. Se crió en La Aguja y aquí ha pasado la mayor parte del tiempo que ha vivido. «Esto es lo que me gusta, aquí esdonde me gusta estar, ¡hombre, normal, dime tú, si de niño ya estaba por aquí con los ciervos!». Normal. Su padre, Francisco Molero, Quico el de los Rufos, también fueguarda en La Aguja con el Conde Viejo. Y su abuelo materno, el inmenso y forzudo abuelo Cándido, el padre de la señora Carmen, un gigante que se echaba a los hombroscomo si nada los ciervos de 100 kilos, también. Ambos conocieron, por ejemplo, al conde de Teba, el mejor tirador español en los 60, que cazó habitualmente en La Aguja, y aquien Miguel Delibes cita en su novela como contraposición a las dotes tiradoras del señorito Iván.

Y uno de los tres hijos de El Candi, que también es Candi («casi todos en esta familia nos llamamos Cándido», cuenta el padre entre risas), asumirá el relevo como cuartageneración de guardas... si el destino lo permite. Pero la cosa habrá cambiado, claro: «Porque yo, lo que quiero ser es veterinario», cuenta el zagal, que reconoce en voz baja ytímida en un rincón del salón familiar de la abuela Carmen: «A mí, lo que más me gusta al salir de clase es irme para La Aguja con mi padre y estar allí».

Así que un guarda-veterinario, un guarda con carrera universitaria: los santos inocentes han dejado paso a los sabios inocentes. Quién se lo hubiera dicho al señorito Iván deDelibes, que chuleaba ante el petimetre del embajador francés de que los pobres diablos de su finca hasta sabían escribir su nombre. «Que sea guarda de la finca si quiere,pero primero que estudie, lo más importante es eso, que se prepare», pide El Candi, cuyo hermano, Juan Luis, también es guarda en una finca vecina. En total: cuatrogeneraciones de guardas en una misma familia.

Los tiempos, en efecto y por fortuna, han cambiado, pero está claro que, como dejan ver las palabras de El Candi, subsisten ciertos vestigios de otras épocas. «Nosotros hemostenido suerte. Si yo viajo con el conde, ceno con él y duermo en el mismo hotel que él; pero eso es un caso raro. Conozco a muchos guardas que se tienen que ir a la pensiónmás barata del pueblo, y que tienen que quitar las botas y las ropas de caza al amo, que se tumba en el sofá y dice ‘¡venga!’; y conozco a dueños de fincas y a cazadores queen las monterías siguen dando trato vejatorio a la gente, porque quieren que las cosas sigan como antes... Aunque felizmente, cada vez son menos».

Unas palabras que coinciden con el juicio del propio Delibes, quien se muestra convencido de que «Los santos inocentes continúa siendo una novela vigente pese a los cambiossociales apuntados».

Cartucho, el teckel con la banderita española al cuello, y la cierva de tres meses criada como uno más de los perrillos de la finca –y también con banderita al cuello– sontestigos mudos de las jornadas de El Candi y su gente. Y de los recuerdos de su padre, Quico, y de su tío Joaquín, quien también fue guarda en la finca; de cuando Quico matóun zorro a palos en la cocina, o de cuando a un pobre diablo casi se lo comen los lobos en plena noche.

Pierden la mirada Quico y Joaquín en el cerro de Los Membrillos y en el de Las Piedras y hablan en su vertiginoso y cerrado cordobés de Hornachuelos, Sierra Morena: «Yo meacuerdo», dice Joaquín, «de cuando los rojos, cuando el maquis, y te venían y te llevaban una cabra para comérsela... y tú no podías hacer ni decir nada, que te decían que temetían dos tiros. Y la Guardia Civil nos decía que si no les avisábamos, también nos mataban». Y si se les pregunta si la vida en el campo ha cambiado de cuando venían acazar marqueses, duques y condes, o Eduardo Aznar, que entonces era el dueño de Cabañeros, saltan y exclaman: «¡Boooh, si ha cambiao, dice!... ¡no tiene nada que ver!».

Veinticinco años ya, pero parecen siglos. No hay milanas en La Aguja, ni zuritas en el cielo. No se sabe nada de El Azarías, tampoco hay noticias de Paco, El Bajo. Pero cadamañana, El Candi sirve el té con tostadas al señor conde, acaricia a los perrillos, monta en el jeep y se va a buscar los ciervos. Y, de vez en vez, acaricia la cabeza del otroCandi, su hijo, aprendiz de guarda, relevo futuro en la sucesión de generaciones de algo que –ni de lejos– tiene ya nada que ver con Los santos inocentes.

Lo que ha cambiado el campo

En los años 60 se produjo una emigración masiva del campo a la ciudad.

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El Plan de Estabilización de 1959 provocó que la mano de obra rural disminuyera. Pueblos enteros quedaron abandonados.

La población española era de 31.071.747 habitantes, de los que 4.635.685 trabajaban en el campo. En 2005, de44.108.530 sólo 1.591.648 realizaron tareas agrícolas.

La cifra total de analfabetos en España era de 7.647.368. Hoy en día (2004) se ha reducido a 1.041.198.

El salario medio de un peón fijo ha pasado de 0,32 a 32,25 euros/día (2006).

Los trabajadores, para conseguir un jornal, acudían a las plazas de los pueblos donde los dueños de las fincas loscontrataban.

La relación del trabajador con el dueño del terreno era “semifeudal”. Ahora es de tipo laboral.

La mayoría de los jornaleros sólo encontraba empleo en las épocas agrícolamente activas: la vendimia, la recogida de laaceituna, el cereal...

Actualmente funciona el Plan de Empleo Agrario, llamado PER, que subvenciona el paro temporero.

Las 3.007.622 explotaciones agrarias de 1960 tenían una superficie media de 14 hectáreas. Hoy están censadas1.140.733 y su superficie media se ha ampliado hasta 29,29.

Los latifundios, antes en manos de grandes terratenientes, hoy están dirigidos por profesionales que buscan una mayorproductividad con actividades de ocio y cultivos especializados.

España es el noveno país del mundo –y ocupa el primer lugar en Europa– en superficie de regadío.

La producción agraria total ha pasado de 1.336 a 43.008 millones de euros (2004).

Nuestro país es el cuarto productor agrario europeo. * El trabajo que realiza un tractor actualmente sustituye al de 40mulas, aproximadamente.

El parque automovilístico de tractores ha aumentado de 56.845 a 889.700 a día de hoy.

Un dato curioso: la normativa vigente de Medio Ambiente hubiera resuelto el litigio por la muerte de la milana a través deuna sanción administrativa.

Es un ave protegida y su caza está castigada con una elevada multa. Por Aurora G. Mateache

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