Elías Trabulse - Los orígenes de la ciencia en México

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BREVIARIOSdel

F o n d o d e C ultura E con om ica

526LOS ORIGENES DE LA CIENCIA MODERNA EN MEXICO

( 1630-1680)

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

MODERNA EN MEXICO(1630-1680)

por ELIAS TRABULSE

60 A N I V E R S A R I O

FONDO DE CULTURA ECONOMICAMEXICO

SIGLAS UTXLIZADAS

AGNM

BINAH

BNM

AGI

Archivo General de la Nacion (Mexico, D.F.)Biblioteca del Instituto Nacional de Antropologia e Historia (Mexico, D.F.)Biblioteca Nacional de Mexico (Mexico, D.F.)Archivo General de Indias (Sevilla, Espana)

PREFACIO

Este libro describe la trayectoria de una disiden- cia. Entre 1630 y 1680 la ciencia moderna, pro­ducto de la Revolution Cientifica, penetro en Mexico con lo que la antigua ciencia medieval y renacentista comenzo a desaparecer de los es- quemas mentales de los cientificos mexicanos. Este proceso, iniciado en esos cinco decenios, prolongo sus efectos hasta principios del siglo xix. Es por ello que la he llamado la trayectoria de una disidencia: la del transito gradual de una conception fisica del mundo a otra.

Sin embargo este no fue un proceso cultural sencillo ya que esa nueva racionalidad cientifica corrio paralela a lo que en Mexico fue el desper- tar de la conciencia criolla con todas sus mani­festationes politicas, sociales, economicas y re­ligiosas. La interrelation entre la ciencia y las nuevas actitudes que tendian a afianzar la iden- tidad del mexicano, como hijo de esta tierra pri- vilegiada y feraz, fue muy fuerte, y ayudo a con- solidar la idea criolla de patria asi como la muy particular conception de la historia de esta enti- dad geografica llamada Mexico.

En ese periodo la ciencia como conocimiento del mundo fisico, pero tambien como forma de exaltation de la naturaleza de la “patria”, fue uno

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10 PREFACIO

de los soportes del naciente e incipiente espiritu nacional, que cristalizaria a finales del siglo x v iii y que llevaria a la emancipation politica. La ciencia moderna, que se difunde en Europa en esas mismas fechas, surge en Mexico en el pe­riodo mas obscuro de la epoca colonial, por lo que resulta hasta cierto punto explicable que ese fenomeno capital haya pasado desapercibi- do de nuestros historiadores. Este hecho no deja de resultar paradojico, ya que fue precisamente en ese lapso perdido para la historia que va de 1630 a 1680 cuando se consolida el ideario crio­llo que ha llegado hasta nosotros, con todos sus mitos patrios, y en los cuales la vision cientifica como confirmation objetiva de la realidad excep­tional de la naturaleza fisica de Mexico, desem- peno un papel relevante.

Es por eso que todo estudio de la ciencia me­xicana, y en particular el de sus origenes, debe intentar comprender los factores extracientificos que convergen con ella en todos los periodos de su historia. La ciencia en Mexico jamas ha es- tado desligada de otras manifestationes de la cultura, que en un juego de ecos y reflejos nos permite comprender su alcance e importantia en el desarrollo historico de nuestro pals.

E lias T rabulse

28 dejulio de 1992

I. LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

E l a m bien te jntelectual necesario para los es­tudios cientificos en la Nueva Espana se formo paulatinamente durante el medio siglo posterior a la caida de Tenochtitlan. El proceso fue lento en un principio, pero con la fundacion de la Real y Pontificia Universidad, del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco y de los colegios agustinos de San Pablo, en la ciudad de Mexico, y de Tiripetio en Michoacan, comenzaron a darse las condicio­nes propicias para los trabajos cientificos. A fin de evaluar este proceso en sus diferentes etapas de gestation, desarrollo y madurez uno de los mejores indices es el analisis de las lecturas que hicieron las diversas comunidades de hombres de ciencia que se suceden a lo largo de los siglos xvi y x v ii.

Durante toda la epoca colonial Mexico fue, hasta cierto punto, un lugar privilegiado en el aspecto bibliografico. Poseyo la primera impren­ta del Nuevo Mundo y comenzo a imprimir li­bros antes que lo hicieran varias importantes ciu- dades europeas. Ademas, desde fecha temprana empezo a recibir remesas de los libros prove­nientes de distintos puntos de Europa, de tal ma­nera que algunos de los mas destacados huma-

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nistas tales como don Vasco de Quiroga o fray Juan de Zumarraga,1 pronto poseyeron bibliote­cas en las que estaba representado lo mas selec­to del pensamiento occidental; y si una biblio­teca es el reflejo del espiritu de su dueno, es evidente que un recorrido por los titulos que la formaban es la mejor manera de conocer sus in- tereses intelectuales entre los que pueden estar los temas cientificos. Los intelectuales y biblio- filos de esa epoca seleccionaban con gran cui­dado sus lecturas pues los libros eran articulos por lo general costosos y no faciles de conseguir, sobre todo si se buscaba un titulo especifico de un autor determinado, y aunque las librerias de la capital novohispana estaban abastecidas y vendian cantidades no desdenables de libros,2 a veces era dificil hacerse de ciertas obras. Por contraparte' muchos de los libros que llegaron a Mexico durante esa epoca habrian de convertir- se a los pocos anos en rarezas bibliograficas, y no solo aqui sino tambien en Europa, de tal forma que a la riqueza cuantitativa algunas bi­bliotecas anadian tambien la cualitativa. Eguiara afirmaba, a mediados del siglo x v ii i , que en las bibliotecas mexicanas existian impresos que era dificil encontrar aun en Europa. Sin embargo, no

1 Ignacio Osorio Romero, Historia de las Bibliotecas Novohis- panas, Mexico, Secretaria de Education Publica, Direction Gene­ral de Bibliotecas, 1986, pp. 14-17, 35-36.

2 Francisco Fernandez del Castillo, Librosy libreros del siglo xvi. Segunda edition, (facsimilar) “Proemio” de Elias Trabulse, Mexi­co, Fondo de Cultura Economica —Archivo General de la Nation, 1982, pp. 554-557.

dejo de lamentar el hecho de que “el amor y aficion de los mexicanos hacia el cultivo de las letras” se viera obstaculizado por los altos pre- cios de los libros europeos que, traidos a Mexi­co, costaban tres o cuatro veces mas. Obstaculo relativo, pues el mismo Eguiara al referirse a la riqueza de las bibliotecas de su pais afirma con orgullo que los novohispanos:

a fuerza de dinero conseguimos, no obstante, cuan- tos libros habemos menester, pues movidos los li- breros y comerciantes europeos dei incentivo dei lucro, traen a estas tierras numerosas cajas de se­lectos volumenes, que nos permiten recibir cada dia los insignes y riquisimos tesoros de la sabi- duria europea y poseer ejemplares muy poco co- rrientes.3

En efecto, es un hecho que los estudiosos novohispanos de toda la epoca colonial siempre fueron proclives a tener buenas bibliotecas sea particulares, si eran laicos, sea comunitarias, si eran miembros de alguna orden religiosa. Por lo general eran avidos lectores y a mas de uno se le llego a imponer el mote de helluo librorum, devorador de libros, que en el siglo xvn alguien le puso al padre Antonio Nunez de Miranda, el confesor de Sor Juana. Este hecho explica las dimensiones que alcanzaron en los siglos xvn y xviii ciertas bibliotecas particulares que com-

3 Juan Jose de Eguiara y Eguren, Prologos a la Biblioteca Mexi­cana, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1944, p. 121.

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petian con algunas de las mejores europeas. Hu- bo bibliofilos notables que reunieron coleccio- nes de gran valor y que ahora nos parecen in­solitas. Muchos de los miembros de la elite culta cientifica fueron coleccionistas incansables de libros y papeles viejos que cuidaban con gran celo.

A lo largo de los anos han salido a la luz diversos registros historicos que catalogan con varios fines el contenido de muchas de esas bi­bliotecas: informes notariales de la epoca, inven- tarios, listas de libros presentadas a la Inqui­sition, testamentos, documentos comerciales.4 Todos ellos reflejan a sus propietarios: teologos, filosofos, cientificos, historiadores, medicos, li­breros, clerigos, o simples bibliofilos; y nos dicen si dichas bibliotecas eran privadas, conventuales o institucionales. A veces nos dan datos sobre su destino ulterior, el cual por desgracia, frecuen- temente era la dispersion y la perdida. No es necesario insistir sobre el interes que esos viejos catalogos tienen para el historiador de la ciencia: son un indice fiel del estado de la cultura cienti­fica en la Nueva Espana.5 Por medio de ellos es posible comprender la complejidad del proceso que permitio la reception y aceptacion de la ciencia moderna en Mexico en el segundo ter- cio del siglo xvii.

4 Irving A. Leonard, Los libros del conquistador; Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1953.

5 Edmundo O’Gorman “Bibliotecas y librerias coloniales” Bo- lettn del Archivo General de la Nation, x, 4, (1939), pp. 664-665.

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Por otra parte esas largas listas de libros abar- can todos los temas imaginables: poesia, teatro, clasicos griegos y latinos, teologia, filosofia, no- velas, ciencia. Autores y titulos aparecen a me- nudo en forma abreviada —pues es bien sabido que en esa epoca los titulos largos y prolijos estaban de moda— , a veces se daba el sitio de impresion y otros datos bibliograficos esclarece- dores que han permitido a los estudiosos recons- truir, tras pacientes compulsas, esas bibliotecas, y en algunos casos han abierto el camino a obras notables de reconstruction historica.6 Ahi aparecen los libros y sus lectores, las peripetias de su largo viaje desde Europa, la censura inqui­sitorial y los riesgos de confiscation, su venta y destino final en los anaqueles de tal o cual estu- dioso, y finalmente su dispersion, desaparicion o destruction. Para la historia de la ciencia no- vohispana es interesante saber que la mayor parte de los libros cientificos que llegaron a Me­xico en los siglos xvi y x v ii provenian de paises como Francia, Belgica, Austria, Portugal, Italia y, por supuesto, en su gran mayoria, de Espana. En menor medida lograban librar la barrera inquisi­torial libros ingleses, holandeses, y de los otros estados protestantes europeos. Este hecho ex­plica en buena parte la naturaleza de la ciencia que se cultivo en Mexico en esas dos centurias.

6 Uno de los mas brillantes ejemplos de la utilization de este tipo de documentos para reconstruir la vida cultural y las lecturas de la sociedad novohispana en el primer siglo de la Colonia es el de Irving A. Leonard.

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Muchos autores de primera fila pudieron ser lei- dos en sus textos originales, tales como Galileo, Descartes o los algebristas italianos del siglo xvi. Otros debieron ser a traves de comentaristas y glosadores, por ejemplo Newton. Sin embargo, un hecho caracteriza la cultura libresca de nues- tros cientificos: nunca carecieron de information acerca de los avances de la ciencia europea.7 A veces incluso se hadan traer del Viejo Mundo por medio de agentes comerciales, los libros que necesitaban y que fueron conocidos en la Colo­nia antes que en la metropoli, por ejemplo, los tratados matematicos de Neper sobre los logarit­mos o los de fisica de Stevin y Guericke, todos ellos publicados en paises sobre los que la cen­sura inquisitorial espanola ejertia la maxima vi­gilantia.

De hecho, no parece que la represion libresca del Santo Oficio haya sido un obstaculo lo sufi- cientemente poderoso como para ahogar el desa­rrollo cientifico de la Nueva Espana. Los censo­res no pocas veces fueron tolerantes al permitir que se introdujesen en la Colonia libros de cien­cia aparentemente inocuos y cuyos temas abtru- sos debieron series casi siempre incomprensibles. Solo cuando la prohibition aparecia registrada en el Indice de libros prohibidos el libro era con-

7 Jose Torre Revello, El libro, la imprenta y el periodismo en America durante la dom ination espanola, Buenos Aires, 1940, pp. 132-133. Dice este autor lo siguiente: “los hombres ilustrados de America no carecieron nunca de los necesarios elementos de cultura, y sus estudios destruyeron sin esfuerzo retorico la tradi- cional leyenda de la persecution al libro durante la era colonial.”

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fiscado y destruido. Pero a menudo ese Indice resultaba obsoleto pues no registraba publi- caciones de diez o veinte anos atras algunas de las cuales, aunque posteriormente fueran decla- radas prohibidas, pudieron circular con cierta facilidad mientras se actualizaba el Indice, por ejemplo algunos textos de Gassendi o de Des­cartes. Otro medio de eludir a la censura fue la de introducir, sin obstaculo alguno, las obras cientificas de autores de ortodoxia indiscutible que contenian amplias exposiciones de tesis de autores modernos. Este fue un fenomeno que vemos repetirse varias veces entre los cientificos del siglo xvii: el estudio y la aceptacion de un autor heterodoxo a traves de los comentarios casi siempre adversos de un escritor ortodoxo. Copernico y Kepler fueron conocidos principal- mente de esa manera.

Por lo demas, son escasas las referencias a li­bros cientificos dentro de las multiples disposi- ciones inquisitoriales y eclesiasticas de los siglos xvi y x v ii contra libros prohibidos. Cosa extrana: pareceria que la ciencia gozo en esa epoca de una especie de inmunidad. Solo cuando las obras rozaban la heterodoxia (pero no por el cambio de la ciencia pura, sino de las ciencias ocultas: astrologia judiciaria, demonologia, geomancia) se daba el caso de que las autoridades inquisito­riales tomaran medidas represivas. De la otra he­terodoxia —la cientifica pura— pocas noticias nos ban llegado, sea porque la Inquisicion no capto nunca lo revolucionario de sus teorias y el

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peligro que entranaba para el dogma, sea que los cientificos se mantuvieran siempre vigilantes para no atraer demasiado la atencion sobre sus estudios. Ciertamente, en 1571, en el celebre edic­to del primer inquisidor general don Pedro Moya de Contreras se exigia que todos los vendedores de libros y propietarios de bibliotecas presen- taran listas detalladas de las obras que poseye- ran, a efecto de que el Santo Oficio pudiese con- trolar su circulation y evitar asi la difusion de libros prohibidos. En la segunda seccion de di- cho edicto se ordenaba pormenorizar en orden alfabetico los titulos y autores, asi como el lugar y fecha de publication de la obra de “logica, fi- losofia, medicina y mathematicas”,8 o sea de to- das las ciencias segun la clasificacion de la epo­ca. Cabe decir que a pesar del rigor con que se procedia en los escrutinios, los libros de ciencia pocas veces fueron decomisados. Existe un evi­dente contraste entre lo que acontecia con los li­bros sospechosos de herejia o de corromper las costumbres, y los libros de ciencia: las confisca­tiones sorpresivas incautaban los primeros y por lo general dejaban sin tocar los segundos. Ello explica que los autores que se han ocupado del pensamiento heterodoxo en Mexico casi nunca se hayan detenido a analizar las obras cientificas que circulaban por el virreinato, obras que a me- nudo representaban un evidente desafio a mas de uno de los dogmas de la ortodoxia religiosa imperante.

8 Fernandez del Castillo, op. cit., pp. 459-463.

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Ademas, los estudiosos contaban con la apa- tia burocratica de los censores que por largos periodos de tiempo los dejaban en paz. Solo la llegada de un nuevo inquisidor, o el descubri- miento casi siempre accidental, de la circulacion de libros heterodoxos, ponia en movimiento al Santo Oficio, el cual expedia edictos, solicitaba listas de libros, practicaba visitas sorpresivas a las casas de los sospechosos y decomisaba los titu­los que consideraba daninos. Despues de unos meses de agitacion y represion, tornaba a sumir- se en la indiferencia. En estos lapsos de relativa calma vemos que las corrientes de la ciencia moderna se difunden con cierta facilidad: los li­bros de ciencia se vendian bien y algunos inclu­sive pasaban por varias manos, las tertulias de cientificos se hacian mas nutridas y sus discu- siones mas interesantes y se publicaban algunos trabajos cientificos de cierto valor. Sin embargo, vemos que en los breves periodos de represion esta actividad intelectual no se manifiesta abier- tamente, lo que no quiere decir que no existie- ra. En 1585, 1602,1607,1612,1613,1618, 1620, y 1621 el Santo Oficio expidio edictos e instruc- tivos y dio a conocer listas de libros prohibidos,9

9 Diversos testimonios sobre libros prohibidos de esos anos son los siguientes: “Fray Bartolome Alonso, franciscano, avisa a los In- quisidores lo que de malo ha encontrado en los libros prohibidos” (1585) en: a g n m , Inquisition, vol. 139. Num. 24; “carta de Pedro de Irala contra Garcia de Cuadros por ciertos libros que vinieron de Espana sin licencia" (Puebla, 1602), en: a g n m , Inquisition, vol. 256, Num. 7-G; “Carta del Comisario de Manila Fray Bernardo de Santa Catalina acerca de libros prohibidos” (Manila, 1602), en: a g n m ,

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en los cuales no existe ninguna obra de ciencia,lo que no deja de resultar extrano ya que desde finales del siglo xvi empezaron a llegar a la Nue­va Espana obras cientificas heterodoxas. Quizas influyo en esto el hecho de que los censores oficiales no siempre se consideraron suficien- temente capaces como para dictaminar sobre te­mas que les eran ajenos, por lo que se vieron pre- cisados a recurrir a algunos sabios novohispanos para que los auxiliaran.10 Estas “personas doc­tas” debieron ser bastante tolerantes con las obras de ciencia pues sus dictamenes no parecen ha­ber sido nunca desfavorables a ese tipo de libros.

En el ano de l6l6 se presento un caso excep- cional de censura que arroja luz sobre el tipo de obras de ciencia que las autoridades no acepta-

Inquisicion, vol. 263, Num. IX; “Lista de libros que se prohiben’ (1607), en: a g n m , Inquisition, vol. 467, pp. 293-294; “Cartas del Comisario de Manila y unos religiosos de la orden de Santo Do­mingo, sobre las instrucciones y modo que se ha de tener para examinar y corregir biblias, libros y toda clase de impresos” (Mani­la, 1612), en: a g n m , Inquisition, vol. 293, pp. 30-52, 105-106; “Cua- demo de la publication del Breve de S.S. y provision del Cardenal Arzobispo de Toledo Inquisidor General Bernardo de Sando­val Rojas, del nuevo indice y catalogo de libros prohibidos y ex- purgados” (1613), en: a g n m , Inquisition, vol. 299, Num. 4; “Autos relativos a la lectura del edicto sobre libros prohibidos y expurga- torio leido en Puebla” (Puebla, 1613), en: a g n m , Inquisition, vol. 299, Num. 5; “Edicto del Santo Oficio contra libros prohibidos” (1618), en: a g n m , Inquisition, vol. 317, Num: 9; “Autos relativos a la revision de libros por el Santo Oficio” (1620), en: a g n m , Inquisi­tion, vol. 289, Num. 9; “Edicto contra los libros prohibidos” (junio 12, 1621), en: a g n m , Inquisition, vol. 289, Num. 13.

10 “Memoria de las personas doctas de esta Nueva Espana a quienes se puede someter la correction de libros” ( 1 6 2 0 ) , en: a g n m ,

Inquisition, vol. 289, (2 ff).

ban. En ese ano el Santo Oficio publico un edic­to contra la practica de la astrologia judiciaria en la Nueva Espana. Por este notable documento sabemos que existia toda una comunidad de as­tronomos adictos a la astrologia. Los inquisido­res denunciaban y condenaban este hecho en los siguientes terminos:

Hacemos saber, que ante nos parecio el Promotor Fiscal de este Santo Oficio, y nos hizo relacion di­dendo, que a su noticia habia venido, que muchas y diversas personas de este nuestro distrito con poco temor de Dios y en grave dano de sus almas y conciendas, y escandalos del pueblo Cristiano; y contraviniendo a los preceptos de la Santa Madre Iglesia, y a lo que por nos, y por los edictos ge­nerales de la Fe, que cada ano mandamos pu- blicar, esta proveydo y mandado, se dan al estudio de la Astrologia judiciaria, y la ejercitan con mez- cla de muchas supersticiones, haciendo juicios por las estrellas y sus aspectos sobre los futuros contingentes, sucesos, y casos fortuitos, o accio- nes dependientes de la voluntad divina, o del libre albedrio de los hombres, adivinando por el dia y hora en que nacieron, y por otros tiempos e interrogaciones, los sucesos y acaecimientos que han tenido por lo pasado, o han de tener para adelante.11

Ahi mismo denunciaban las otras ciencias ocul- tas, que tambien eran practicadas por esos as-

11 Nos los Inquisidores contra la heretica pravedady apostasia en la ciudad de Mexico... [Mexico], 8 de marzo de I6 l6 , f. lr.

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trologos deseosos de “saber y adivinar los futu­ros contingentes y casos ocultos, pasados o por venir”, a saber: nigromancia, geomancia, hidro- mancia, piromancia, onomancia y quiromancia. Con terminos inequivocos condenaban vigorosa- mente todas esas artes “vanas, supersticiones y reprobadas”, para despues senalar a los causan- tes de esas practicas heterodoxas: los libros. Al efecto decian:

Sin embargo de que por los indices y catalogos de libros prohibidos, publicados por la Santa Sede apostolica, y por el Santo Oficio de la Inquisition, estan mandados recoger los libros que tratan de la dicha Astrologia judiciaria, y todos los demas tra­tados, indices, cartapacios, memoriales y papeles impresos o de mano, que tratan de cualquier mane­ra de estas ciencias o artes, con reglas para saber los futuros contingentes, y que nadie los tenga, lea, ensene, ni venda, muchas personas, menospre- ciando las penas y censuras contenidas en los di­chos edictos y catalogos, retienen los dichos libros y papeles y los leen y comunican a otras personas, siendo gravisimo el dano que de la dicha leccion y ensenanza resulta.12

Ordenaban que los que poseyeran “libros, cartapacios o papeles” de esas artes ocultas los declararan dentro de los seis dias siguientes a la fecha dei edicto so pena de excomunion mayor y de ser declarados “rebeldes e inobedientes”, asi como “fautores y encubridores de herejes”, con

12 Ibid., f. 2r.

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los castigos consiguientes.13 En suma, la Inquisi- cion o los censores y correctores de libros du­rante los siglos xvi y xvn siempre identificaron a la ciencia heterodoxa con el ocultismo, la ma­gia, los sortilegios o la astrologia judiciaria. Las ciencias que no cayeran en esta clasificacion eran consideradas inocuas. Ciertamente a veces la linea divisoria entre unas y otras —por ejem­plo entre astrologia y astronomia— era tenue e incluso inexistente pero a pesar de esta circuns- tancia las ciencia puras —sobre todo en su ver­sion moderna— no cayeron bajo la mirada inqui­sitorial casi nunca. Sin embargo, las excepciones existen. Asi por ejemplo en 1626 el Santo Oficio daba a las prensas un edicto en el que con ex­tremo rigor condenaba la obra Philosophi perig- men propositiones notatu dignae de Juan Bautis­ta van Helmont, obra impresa en Colonia apenas dos anos antes, y que desperto las sospechas de los censores ya que su obra previa, impresa en 1621, De magnetica Vulnerum curatione habia sido condenada por sus tesis medicas y quimicas heterodoxas y por sus criticas a Galeno.14 No es facil explicar la existencia en la Nueva Espana de obras como estas si no consideramos seria- mente que muchas de ellas debieron ser intro- ducidas en el virreinato de contrabando. Nunca aparecen en los registros de envios ni en las lis-

13 Ibid., f. 3r.14 Nos los Inquisidores contra la heretica pravedad y apostasia

en la ciudad de Mexico... [Mexico], 20 de octubre de 1626.

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tas que los libreros entregaban periodicamente al Santo Oficio. Mercaderes, particulares y aun religiosos lograban introdudr libros sin que las precauciones de los comisarios y las estrictas re- gulaciones aduanales sirvieran para impedirlo.15 Las obras entraban dentro de las barricas de vi­no o en toneles de fruta seca, o bien se disimu- laban entre el equipaje. Ademas se recurrfa al expediente de encuademar dos y tres obras en un solo “cuerpo de libro”, con lo que se evadia el escrutinio inquisitorial con cierta facilidad. Por otra parte, no debemos descontar el soborno a los oficiales del Santo Oficio y otras variantes de la corrupcion burocratica.16 Inclusive se presen- to un caso en el ano de 1621 en el que el Santo Oficio exento a un personaje llamado Fernando Lopez de declarar lo que contenian los seis ca- jones de libros que habia traido de Espana.17 Los inquisidores habilmente evitaron dar cual­quier explication de su proceder.

El contrabando fue la respuesta de los comer- ciantes y los intelectuales novohispanos a los rigidos controles impuestos por Moya de Con­treras, que el Tribunal debio renovar periodica­mente ante la evidente falta de efectividad de los anteriores. El exito de este trafico ilicito se

15 Jose Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisition en Mexico, Mexico, Ediciones Fuente Cultural, 1952, p. 321.

16 Leonard, Los libros del conquistador, pp. 153-154.17 Information de por que Fernando Lopez no declaro en Vera­

cruz seis cajones de libros” (1621), en: a g n m , Inquisition, vol. 339, Num. 61 (5 fl).

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explica por varias circunstancias: en primer lu- gar por su rentabilidad y en segundo termino por el manifiesto interes que los intelectuales tenian en conseguir las producciones intelectuales euro- peas entre las que las obras cientificas ocupaban un buen lugar. Es claro que esas obras no apa- recieron nunca en las listas de los libreros o en los catalogos de bibliotecas: su simple enumera­tion equivalia a una confesion de culpa pues en ningun sitio existia el registro legal que justifi- cara su presencia en la Nueva Espana. Este he­cho explica por que los cientificos mexicanos de esa epoca pudieran citar obras que no encon- tramos en ninguna lista o catalogo de esos anos y, ademas, permite suponer que los envios de libros debieran ser mas frecuentes de lo que ha- bitualmente se cree. Es probable tambien que muchos de ellos nunca se registraron pese a ser introducidos legalmente. Por otra parte, es evi- dente que los libros cientificos llegaban uno a dos anos despues de haber sido editados en Europa, lo que permitia que los hombres de cien­cia estuvieran al tanto de lo que acontetia en el mundo cientifico de Ultramar. Ya vimos que la obra de Van Helmont circulaba dos anos des­pues de haber sido impresa en una ciudad pro- testante. El sabio Juan de Cardenas, que edito su enjundioso libro Problemas y Secretos Maravi- llosos de las Indias en Mexico en 1591, cito obras del ano de 1587 y si pensamos que desde 1590 lo debio entregar a las prensas es factible suponer que sus fuentes de 1587 debieron estar

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en la Nueva Espana en 1588 o 1589, a tiempo para ser leidas e incorporadas a su trabajo.18

Todos los factores hasta aqui apuntados con- figuraron sin duda la cultura cientifica de una elite reducida, amante de los libros y las nove- dades. La information cientifica les llegaba con bastante prontitud sin importar su lugar de ori- gen. Es obvio que la vieja teoria que supone a nuestros cientificos coloniales en un cronico atraso informativo y en un estado de abandono permanente no se sostiene. Las comunidades cientificas que se escalonan entre 1550 y 1700 dispusieron de elementos renovadores de los que, ciertamente, no siempre hicieron uso. Hu- bo —como en Europa— grupos reaccionarios, refractarios a cualquier novedad. Ni en la Nueva Espana ni en el Viejo Mundo la ciencia moder­na, en cualquiera de sus manifestationes, se abrio camino con facilidad. Aqui y alia siempre fue vista con recelo, y aqui y alia fueron solo unos pocos los que abrieron la brecha por la que to­dos sus sucesores penetrarian.

Las bibliotecas mas ricas de la Nueva Espana fueron sin duda las pertenecientes a las ordenes religiosas. Eguiara afirmaba que algunas-eran

18 German Somolinos D’Ardois, “Medicos y libros en el primer siglo de la Colonia", en: Boletin de la Biblioteca Nacional, Segun­da Epoca, x v i i i , (1968), Nums. 1-4, pp. 114-115.

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muy antiguas lo que habia permitido que reu- nieran “no pocos millares de libros”. Su descrip­tion es una apretada smtesis de la historia de esos desapercibidos testimonios de la cultura de la Nueva Espana:

Desde la fundacion en Mexico de casas de religio­sos, a raiz de su conquista, comenzaron a crearse bibliotecas por los padres franciscanos, a quienes se unieron poco despues los dominicos y no mu- cho mas tarde los agustinos, viiyeron luego los je­suitas, los carmelitas descalzos y los mercedarios, en cuyos conventos y colegios asi de la capital como de Tlaxcala, Puebla de los Angeles Guate­mala, Oaxaca, Durango, Yucatan y La Habana se hallaran bibliotecas mayores o menores, segun la importanda de las provincias, ciudades y aldeas, pudiendo decirse que casi no hay ninguna de es­tas, por separadas que esten de las poblaciones, que carezca de su correspondiente libreria.19

Reconocio que ninguna de ellas competia con la Vaticana o con los Reales de Paris o Madrid, “ni en la antigua y opulenta riqueza que en sus manuscritos se esconde, ni en el numero y abundancia de sus impresos”, pero insistio en que no pocas de las novohispanas eran “nota­bles y en nada inferiores a las que justo titulo se tienen por celebres entre los europeos”.

19 Eguiara y Eguren, op. cit., pp. 116-117; Jose Luis Martinez, El libro en Hispanoamerica. Origen y desarrollo, Segunda Edition, Madrid, Fundacion German Sanchez Ruiperez, Ediciones Pirami- de, S.A., 1986, p. 56.

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La afirmacion de Eguiara dista mucho de ser una exageracion retorica dictada por el amor a su patria. No hay duda de la inmensa riqueza bi- bliografica de muchas de las bibliotecas de las ordenes religiosas de la Nueva Espana, y no solo en disciplinas teologicas y filosoficas sino tam­bien historicas y cientificas. Por otra parte, un gran numero de los cientificos novohispanos de los siglos xvi y x v ii fueron religiosos a los cuales sus superiores autorizaban para que poseyeran en sus celdas bibliotecas personales que solo a su muerte se incorporaban al acervo general del convento. Estas bibliotecas de uso particular con- tenian a menudo obras cientificas de gran valor que habian sido traidas de Europa a un alto cos­to. Algunos de los ejemplares que han sobrevi- vido poseen el ex libris manuscrito de su posee- dor y la marca de fuego de su convento.

En el siglo xvi la biblioteca franciscana de Tla- telolco y la agustiniana de San Pablo poseyeron obras cientificas. Sabemos que la de Tlatelolco tenia en 1572 un ejemplar “encuademado en ta­blas” de la Historia Natural de Plinio, obra que ejercio una gran influenda en los herbarios, bes­tiarios y lapidarios americanos de los siglos xvi y xvii; asi como la Cosmografia de Giovani Cam­pano de Novara, fuente obligada de los autores novohispanos que tocaron temas astronomicos.20

20 Codice Mendieta. Documentos franciscanos siglos xvi y xvii, Mexico, Imprenta de Francisco Diaz de Leon, 1892, II, pp. 255- 256; Jose Maria Kobayashi, La education como conquista, Mexi­co, El Colegio de Mexico, 1974, pp. 390-391.

Poseia ademas las obras medicas de Jeronimo Capivacceus, de Gomez Pereira, de Francisco Va­lles y de Juan Jacobo Wecker,21 textos que vere- mos citados frecuentemente en los registros de libros enviados de Espana en la segunda mitad del siglo. Menos comunes eran la Geografia de Ptolomeo y las Obras de Seneca y aun la edi­tion no expurgada del enjundioso libro de Alejo de Venegas, Diferencia de Libros que hay en el Universo?2 Pero son sin duda las obras colin- dantes con la heterodoxia cientifica, en cualquie- ra de sus vertientes, las que resultan de mayor interes, sobre todo si consideramos que eran tiempos post-tridentinos. Ahi aparece el De Mira­culis occultis naturae de Levinius Lemnius, ver- dadera enciclopedia del hermetismo renacen- tista, la Opera Omnia de Pico della Mirandola, que contenia sus escritos sobre la cabala cristia- na y la Opera de Arnaldo de Villanova, con sus interpretationes alquimistas y astrologicas.23

En cuanto al Colegio agustiniano de San Pa­blo sabemos que en 1575 fray Alonso de la Ve­racruz fundo la biblioteca que llego a poseer no solo numerosos libros cientificos sino tambien una buena coleccion de instrumentos y mapas. El cronista de la orden fray Juan de Grijalva la describe de la siguiente manera:

21 Miguel Mathes, Santa Cruz de Hatelolco: la primera biblioteca academica de las Americas, Mexico, Secretaria de Relaciones Ex­teriores, 1982, pp. 51, 63, 68, 69; Osorio Romero, op. cit., pp. 19-22.

22 Ibid., pp. 51, 65, 68.23 Ibid., pp. 59, 64, 69.

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30 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Puso en el Colegio N.P.M. [fray Alonso de la Vera­cruz] una insigne libreria, que el ano antes habia traido de Espana buscada (como el mismo dice) de diversas partes universidades donde habia libros de todas facultades, de todas las Artes y lenguas de que se tenia noticia. El primer puesto fue de sesenta cajones de libros, a los cuales fue anadiendo este gran varon todos aquellos que venian a su noticia y no estaban en la libreria. Adorno la libreria con Mapas, Globos celestes y terrestres, Astrolabios, Orologios, Ballestillas, Planisferios, y al fin de todos aquellos instrumen­tos que sirven a las Artes liberales. Con que quedo la cosa mas ilustre, y de mayor precio del Reyno.24

El mismo autor consigna que fray Alonso era un avido lector y que tanto en la biblioteca de San Pablo de la ciudad de Mexico como en la que fundo en el convento de Tiripetio en Mi- choacan, no habia libro que no estuviese “raya- do y margenado desde la primera hoja hasta la ultima” con su anotaciones. Y todas estas lec­turas se reflejan en sus obras donde abordo te­mas cientificos, en particular la Resolutio Dia­lectica y la Physica Speculatio. Apoyado en los autores clasicos y medievales tales como Aris­toteles, Galeno, Ptolomeo, Avicena, Campano y otros muchos, expuso su conception enciclo- pedica de las ciencias, su Arbor Universalium dei conocimiento, tomado de Aristoteles y que iba

24 Fray Juan de Grijalva, Cronica de la Orden de N.P.S. Agustin en las provincias de Nueva Espana, Segunda edicion, Mexico, Im­prenta Victoria, 1924, p. 485; Osorio Romero, op. cit., pp. 38-39.

desde los fundamentos del conocimiento cien­tifico y la naturaleza de las matematicas25 hasta la fisica, la astronomia, la botanica, la meteoro- logia, la medicina y la psicologia de su epoca.26 Tambien incluyo ahi sus estudios geograficos, ya que calculo la position de la ciudad de Mexi­co a la cual le asigno 19 grados de latitud boreal y siete horas de longitud occidental desde Tole­do en Espana.27 Asimismo trato largamente de la interrelation entre la aritmetica, la geometria y la musica28 a la cual definio, con un lenguaje mas propio de un pitagorico que de un escolas- tico, como “numerum sonorum, sub Arithmeti­cae”,29 lo que permite suponer que conocia los textos hermeticos y neoplatonicos cuya difusion en la Nueva Espana podemos fijar desde media- dos del siglo xvi.

La biblioteca de San Pablo, de la que desafor- tunadamente no se conserva ningun catalogo todavia poseia, a finales del siglo xvi, los instru­mentos con que la habia dotado fray Alonso de la Veracruz. Ahi en 1598, otro agustino, fray Diego Basalenque siendo todavia novicio pudo recorrer los estanteros y leer los libros donados para su fundador lo que desperto su aficion por

25 Fray Alonso de la Veracruz, Resolutio Dialectica, Salmanti- cae, Apudjoannem Baptistam aTerranova, 1573, p. 32.

26 Amancio Bolano e Isla, Contribution al estudio bibliografico de fra y Alonso de la Veracruz, Mexico, Antigua Libreria Robredo, 1947, pp. 99-106.

27 Fray Alonso de la Veracruz, op. cit., p. 125.28 Ibid., pp. 178-192.29 Ibid., p. 187.

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32 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

las ciencias.30 A partir de sus escritos, y en parti­cular de sus obras tituladas Commentaria in Octo libros Aristotelis de Physica que data de 1603 y Conocimiento de la cuenta que llaman Qua­drante, perteneciente a las Cathedrales que es de 1605 y que se conservan manuscritos,31 pode- mos conjeturar que autores —ademas de los mencionados por fray Alonso— pudo contener esa esplendida biblioteca. En la primera vemos citado in extenso el voluminoso Comentario de santo Tomas de Aquino a los ocho libros De Physico auditu, a los cuatro De Coelo et Mundo y a los De generatione et Corruptione de Aristo­teles en su edicion de Roma del ano 1570. Esta obra fundamental aparece citada en todos los textos cientifico-escolasticos de la epaca colo­nial (el ejemplar que hemos consultado tiene el ex-libris manuscrito del colegio jesuita de San Ildefonso de Mexico). Basalenque menciona ademas a Euclides, Perez de Moya y los Comen- tarios de Cordova y Soto a las obras de Aristote­les. En su segunda obra cita las Tablas de Alfonso el Sabio, los Comentarios de Clavio a la Esfera de Sacrobosco, y los celebres textos del mismo

30 Fray Pedro Salguero, Vida del Venerable Padre, y exemplari­ssimo varon el Maestro Fr. Diego Basalenque, Roma, Imprenta de los herederos de Barbielini, 1761, p. 20.

31 Ambos se conservan actualmente en el Archivo Agustino de la Provincia de San Nicolas Tolentino de Michoacan, en Mexico, D.F., y ocupan dos de los siete tomos de manuscritos de Basalen­que. La primera obra, ocupa un tomo completo; la segunda esta incluida en un tomo miscelaneo.

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Clavio y de Gaurico sobre el Calendario. Un repa- so de estas obras nos permite ver que los textos consultados por Basalenque representan una ciencia que, para su momento, ya resulta en gran parte envejecida. La biblioteca de San Pablo, que apenas treinta anos antes con fray Alonso de la Veracruz era representativa de la ciencia de su epoca, no supo o no pudo mantener esa vigen­tia ante los avances de la ciencia europea que a partir del ultimo cuarto del siglo xvi comienza a revolucionar las concepciones antigua y me­dieval sobre la naturaleza del mundo fisico.

Es interesante comprobar que los registros de otras bibliotecas de ordenes religiosas que han llegado hasta nosotros pocas veces nos dan el espectro de la ciencia novohispana entre 1550 y 1700. En 1618 el convento de Santo Domingo recibio en deposito una serie de libros donde las obras cientificas apenas estan representadas por autores tradicionales.32 Lo mismo sucede con las bibliotecas de los monasterios francis- canos de San Cosme, que llego a poseer 1686 volumenes,33 de Atzompan34 y de Totimehua-

32 “Memoria de los libros que se depositaron en el Convento de Santo Domingo para su examen” (1618), en: a g n m , Inquisition, vol. 317, Num. 59.

33 “Inventario de los libros de este Convento de la Santa Reco- leccion de San Cosme” (56 ff), en: b in a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 43FF (Reserva); “Inventario del Noviciado de San Cos­me”, (ff. 31 a 37), en: b in a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 39FF (473 ant. 489). (Registra 248 obras).

34 “Inventario del Convento de Atzompan” (Convento de Santa Maria) ( f f . 11-12), en: b i n a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 39FF (473 ant. 489). (Vease tambien: 36FF (404 ant. E.C.T. 1. 319).

34 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

can,35 o la que existia en el convento de monjas llamado de la Purisima Concepcion en la ciudad de Mexico36 Ahi encontramos entre algunos libros de medicina practica publicados en la Nue­va Espana los textos propios de la escolastica decadente del siglo xvii: largos y tediosos co- mentarios a Aristoteles o prolijas disertaciones sobre los principales topicos de la metafisica tomista. Todos estos registros revelan que la ciencia moderna debio penetrar en Mexico a traves de otros conductos y que tuvo que vivir durante muchos anos al lado de los numerosos restos de una ciencia ya periclitada. Este fue un fenomeno que se dio tanto en Mexico como en Europa entre los siglos xvi y x v ii i .

Entre las diversas vias por las que esa n’leva ciencia penetro en Mexico podemos mencionar la labor de algunas ordenes religiosas consagra- das a la investigation y a la docencia, tales como los jesuitas y los mercedarios, en cuyas biblio­tecas hallaron cabida un tipo de libros que reve­lan esa inquietud intelectual. En dos de las mas importantes bibliotecas de la Compania de Jesus en la Nueva Espana —la de San Ildefonso y la de Tepotzotlan— existieron desde mediados del siglo x v ii obras de ciencia, algunas de autores

35 “Inventario de la Biblioteca del Convento Franciscano de To- timehuacan” (MS) (42. ff) (Coleccion Particular) (Registra 896 titu­los).

36 “Convento de la Pura y Limpia Concepcion de la Ciudad de Mexico” (1681), en: b in a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 38FF (329 ant. 347).

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 35

avanzados o comentarios y estudios, hechos ca­si siempre por jesuitas, que hacian referencia a los cientificos modernos.37 No de otra manera se explican las citas que de estos ultimos hicie- ron en sus obras algunos sabios novohispanos de esa epoca que pudieron consultar esas ricas bibliotecas, o bien los mismos miembros de la Compania dados a los estudios cientificos —prin- cipalmente matematicos, astronomicos y carto- graficos— , que mencionan en sus escritos a diversos autores europeos que encabezaban la renovation en esos campos del saber. Pero fue probablemente la biblioteca del convento gran­de de la Merced de la ciudad de Mexico la que, en razon de los intereses intelectuales de algu­nos de sus religiosos, llego a poseer la mejor biblioteca cientifica del siglo x v ii , si no en canti-

37 “Sebastian de Estrada envia nota de libros que se encontra- ron en la libreria del Colegio de Tepotzotlan” (1697), en: a g n m , In­quisition, vol. 536, Num. 81. En su valioso estudio sobre las bi­bliotecas novohispanas Ignacio Osorio Romero hace un analisis de los libros existentes en la Biblioteca de San Pedro y San Pablo a partir del “Yndice de todos los libros impresos del Colegio de San Pedro y San Pablo de Mexico. Ano de 1769”, documento que existe en el Ramo Jesuita, vol. Ill, 30 del Archivo General de la Nation. (Osorio Romero, op. cit., pp. 67-74). Sobre este y otros in­dices de la biblioteca de San Pedro y San Pablo puede verse tam­bien: Clementina Diaz y de Ovando, El Colegio Maximo de San Pedro y San Pablo, Segunda edicion, Mexico, Universidad Nacio­nal Autonoma de Mexico, 1985, pp. 29-39; Ernest J. Burrus, “Clavi- jero and the lost Sigiienza y Gongora Manuscritos”, en: Estudios de Cultura Nahuatl, 1, (Mexico), 1959, pp. 68-69. En cuanto a la bi­blioteca del colegio de Tepotzotlan, vease: Rafael Heliodoro Valle, El Convento de Tepotzotlan, Mexico, Talleres Graficos del Museo Nacional de Arqueologia, Historia y Etnografia, 1924, p. 37.

36 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

dad al menos en calidad. Creada desde princi- pios de esta centuria conto entre sus miembros a distinguidos hombres de ciencia y catedraticos universitarios que la enriquecieron con sucesi- vos aportes de libros. Inclusive llego a tener una buena coleccion de aparatos cientificos asi como una galena de los retratos de algunos religiosos notables por su ciencia o santidad pintados por distinguidos maestros tales como Luis Juarez.38 Debio ser una biblioteca no solo rica sino tam­bien atractiva, sobre todo cuando la prosperi- dad economica de la orden le permitio construir el esplendido convento, parte del cual ha llega- do hasta nuestros dias.39 El cronista de los mer­cedarios, fray Francisco de Pareja al referirse a los estudios que hacian, nos da las siguientes noticias sobre la creation y acrecentamiento de dicha biblioteca:

Para el efecto de dichos estudios, luego que se empezaron, se trato de formar libreria comun en este convento, y este mismo ano se compraron mil pesos de libros de todas facultades y se pusieron en forma de libreria en una celda capaz con sus estantes para el socorro de los religiosos que tu- viesen que estudiar, asi para lo que toca a lo esco-

38 Fray Francisco de Pareja, Cronica de la Provincia de la Visi­tation de Ntra. Sra. de la Merced Redencion de Cautivos de la Nueva Espana, Mexico, Imprenta de J. R. Barbedillo y Cia., 1882,1, pp. 513-514; II, p. 220.

39 Adalberto A. Esteva, Mexico Pintoresco. Antologia de articu­los descriptivos del pais, Mexico, Tip. y Lit. “La Europea” de J. Aguilar y Compania, 1905, pp. 43-55.

lar en sus lecturas como para los predicadores y los moralistas en los casos de conciencia que ca­da dia se ofrecen, asi en los confesionarios como en consultas particulares, que para eso tenia la di­cha libreria de todo, aunque en poca cantidad de libros entonces, aunque despues se ha ido aumen- tando con muchos y selectos libros de todas facul- tades, no solo con muchos que se han ido com- prando de los que salen de nuevo sino con los que algunos religiosos curiosos y aplicados han adquirido en particular, para gozarlos, con licen- cia de los Prelados, en vida, y despues de muertos se han aplicado para la libreria comun, segun lo dis- ponen nuestras sagradas constituciones.

A lo la rg o d e l s ig lo x v ii la b ib lio te c a d e lo s m e rc e d a r io s s e e n r iq u e c io ta m b ie n c o n lo s t e x ­to s o r ig in a le s m a n u s c r ito s d e a lg u n o s h o m b r e s d e c ie n c ia d e la o r d e n , a s i c o m o c o n s u s l ib ro s e in s tru m e n to s c ie n t if ic o s .

No fueron pocos los bibliografos que durante el periodo colonial lograron reunir importantes bibliotecas particulares. Eguiara, que era uno de ellos, dice al respecto:

existen muchisimas e importantes [bibliotecas] ya por el numero de sus volumenes ya por el valor de estos, que pertenecen a los oidores reales, cano- nigos, profesores universitarios, doctores, aboga- dos, medicos y otras personas, en particular a los individuos de las Ordenes religiosas.41

40 Pareja, op. cit., I, pp. 246-247.41 Eguiara y Eguren, op. cit., pp. 119-120.

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38 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

De hecho casi no hubo persona de regular cultura que no poseyera su modesta biblioteca. Entre los profesionales de la jurisprudentia o de la medicina siempre existio una cierta inclina- ci6n a tener buenos libros de su especialidad. A principios del siglo x v ii , Bartolome Gonzalez y Francisco Alonso de Sosa poseian sendas bi­bliotecas: el primero de 103 obras y el segundo de 80 que eran basicamente de literatura y juris­prudentia. Y a finales de esa centuria, un abo- gado, don Francisco Flores de Valdes, poseia, en el ano de 1692, “una libreria que se compone de un mil y seiscientos libros de jurisprudentia y otras facultades”.42 Y estos casos distan mucho de ser ejemplos aislados.

En cuanto a las bibliotecas particulares pre- dominaban los temas cientificos, desde el siglo xvi, existieron medicos y astronomos que forma- ron colecciones de importantia. El doctor Juan de la Fuente, una de las figuras mas relevan­tes de la medicina novohispana del siglo xvi, ya que desempeno la unica catedra de medicina de su tiempo, formo una buena biblioteca y era un asiduo lector de obras de ciencia europeas, aun­que lamentablemente no nos ha llegado ningun escrito suyo. En 1573 creyo necesario declarar ante el Santo Oficio que en su haber existian diversas obras prohibidas. En la “Lista” de esos libros que se redacto, al efecto, se dice que po­

42 Osorio Romero, op. cit., 45-48; Salvador Cruz, “Un bibliofilo del siglo xvii: el licenciado Francisco Flores de Valdes”, en: Boletin de la Biblioteca National, Segunda Epoca, T-XVt, Nums. 3-4, (1965).

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 39

se ia las Instituciones Dialecticarum del hetero- doxo frances Petrus Ramus critico de Aristoteles y de la escolastica; el De Miraculis occultis natu­rae de Levinius Lemnius, obra que, como ya vimos, tambien existia en la biblioteca del Cole­gio de Tlatelolco, una Biblia que debia ser co- rregida, los Adagios de Erasmo y los Opusculos de Nicolas Leoni.43 Anos despues su nombre vuelve a aparecer en una relacion de libros trai- dos desde Espana por Juan Perez de Aparicio: una de las 51 cajas de este embarque estaba dirigida al doctor De la Fuente, aunque lamenta- blemente no se detallo el contenido de la mis- ma. Otra biblioteca particular fue la de Juan de Luyando, “vecino de la villa de Guazacualco”, quien el 16 de julio de 1585 firmo una Memoria presentada al Santo Oficio donde declaraba los libros que obraban en su poder. Entre los 17 ti­tulos que componian su biblioteca aparecen la Suma y Recopilacion de Cirugta de Lopez de Hinojosos, un Monardes al cual describe como un “libro de las propiedades de algunas yerbas de esta tierra” y, por ultimo, una Cosmografia de los Tiempos de Jeronimo de Chavez, que proba- blemente era el celebre Reportorio de los Tiem­pos de este autor.

A estas dos bibliotecas cientificas debemos anadir la del medico Alfonso Nunez, quien a prin­cipios del siglo x v ii poseia 72 libros de los cua­les 57 trataba de temas medicos. Entre ellos se

43 Fernandez del Castillo, op. cit., p. 486.

40 LOS ORfGENES DE LA CIENCIA

hallaban obras tan excepcionales como la de Guido de Chauliac, asi como el texto de Andres Laguna sobre la peste y su edition de Diosco- rides. Ademas poseia las obras medicas de Luis Lobera de Avila, Luis Valles y Luis Mercado. En suma era la medicina traditional, tal como se practicaba en Espana en esos anos y se seguiria practicando en Mexico a todo lo largo del siglo xvn.44

A traves de las citas bibliograficas hechas por los cientificos novohispanos que publicaron sus obras entre 1570 y 1620, es posible hacernos una idea de los autores y titulos que contenian sus bibliotecas, ya que los catalogos de las mis- mas, si es que alguna vez existieron, no han lle- gado hasta nosotros. El primer libro de mate­maticas impreso en el Nuevo Mundo, el celebre Sumario Compendioso de las Quentas de Plata y Oro de Juan Diez Freyle, publicado en Mexico por Juan Pablos en 1556, posee una seccion de algebra que los estudiosos de ese autor han se- nalado como novedosa para su momento45 y que aborda los problemas de las ecuaciones cuadraticas y revela que su autor ya conocia el Ars Magna de Cardano publicada en 1545. De hecho, las obras de este matematico fueron co- nocidas y estudiadas en la Nueva Espana desde

44 O’Gorman, op. cit., pp. 667-668; Osorio Romero, op. cit., pp. 50-52.

45 David Eugene Smith, The Sumario Compendioso o f brother Juan Diez. The earliest mathematical work o f the New World. Boston y Londres, 1921, p. 8.

mediados del siglo xvi, asi como las de Tartaglia y los demas algebristas italianos de esa centuria, de tal forma que hay razones suficientes para pensar que las ciencias exactas que se cultiva- ron en la Nueva Espana durante dicho siglo no eran unicamente la de los textos de Perez de Moya y otros vulgarizadores. Los Dialogos Mili­tares (1583) de Diego Garcia de Palacio, reco- nocen su deuda con los estudios de balistica de Tartaglia,46 y su Instruction Nautica se inserta dentro de la larga tradition de estudios del ge­nero que se publicaron en Espana a todo lo lago del siglo xvi y que constituyeron uno de los apor- tes mas notables de ese pais a la cosmografia, la astronomia y la ingenieria naval de la epoca.

No es de extranar entonces que la apertura a la modernidad cientifica en la Nueva Espana se diera primero en el area de las ciencias exactas. A traves de los astronomos, los matematicos y los “ingenieros y maquinistas”, esas nuevas ten- dencias se manifestaron en esta colonia de ultra- mar. Es interesante observar que la apertura no llego a darse en campos tales como la medicina, la cual durante gran parte de los tres siglos colo- niales mostro siempre —salvo en el rico campo de la farmacopea botanica indigena— una fuerte resistencia a las novedades. Este desfasamiento

46 Diego Garcia de Palacio, Dialogos Militares, Madrid, Ediciones Cultura Hispanica, 1944, ff. 122 v-144r. Un interesante y ameno estudio sobre la vida y obra de Garcia de Palacio es el de: Othon Arroniz, El despertar cientifico en America. La vida de Diego Garcia de Palacio, Mexico, Universidad Autonoma Metropolitana, 1980.

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42 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

entre el desarrollo de las ciencias exactas y las biologicas se inicia a principios del siglo x v ii , y debe tenerse muy en consideration a la hora de evaluar el desarrollo cientifico de la Nueva Es­pana ya que, al haber seguido procesos distin­tos, no puede atribuirse a las primeras el retraso de las segundas ni a estas el estado de avance de las primeras. La primatia que han tenido en nues­tro pais los estudios de historia de la medicina han permitido hacer extensivas a las otras areas del saber cientifico las conclusiones obtenidas al estudiar aquella; estas conclusiones no son otras que las de mostrar a las ciencias medicas como absolutamente refractarias a las novedades, an- cladas en un vano verbalismo y en los preceptos de Hipocrates, Galeno y Avicena. La distincion es fundamental y se torna necesaria para entender las caracteristicas de la reception y difusion de la ciencia moderna, la cual se dio en el segundo tercio del siglo xvii en el campo de las matemati­cas y la astronomia pero no en el de las ciencias de la vida.47 Este fenomeno resulta claro cuando trazamos la linea que une a los cientificos del siglo xvi y principios del siglo xvii consagrados a las matematicas y a la astronomia pero que no estaban comprometidos con la dogmatica de la escolastica tardia (como fue el caso de Basalen- que), con los que florecen entre 1630 y 1680. Esta linea revela una continuidad, un avance

47 Elias Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, Conacyt- Fondo de Cultura Economica, Mexico, 1983,1, p. 65.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 43

acumulativo de information y un progreso en el tipo de fuentes que utilizan. En cambio las cien- cias de la vida, aunque muestran tambien conti- nuidad esta no se da en el avance sino en el es- tancamiento: la information utilizada evoluciona muy poco y casi no hay progreso en el tipo de fuentes que utilizan. Un autor como Diego de Osorio y Peralta que publica en 1685 su Princi­pia medicinae, epitome, et totius humani corpo­ris fabrica, utiliza las mismas obras y los mismos conceptos que los medicos de un siglo antes.48 Aun el celebre Cursus Medicus Mexicanus de Marcos Jose Salgado, el primer tratado de fisio- logia impreso en America, publicado en 1727 to- davia esta anclado en la medicina galenica y sus teorias ya resultan completamente arcaicas para su epoca.49 Las fuentes utilizadas por los medi­cos entre 1570 y 1620 ponen de manifiesto este paulatino desfasamiento entre ambos tipos de actividad cientifica, que a medida que corre el si­glo xvii se tornara cada vez mas evidente. El

48 La obra esta basada en trabajos de Hipocrates, Galeno y Avi- cena. Esta dividida en siete partes: 1) Explication de la anatomia para principiantes; 2) Partes del cuerpo humano; 3) Los dias de­cretorios, los sintomas y las crisis; 4) El mal de San Lazaro; 5) Ex­plication de la anatomia en castellano para los cirujanos que no saben latin; 6) Exposition de varios aforismos de Hipocrates; 7) Enfermedades que pueden curarse aplicando esos aforismos. Osorio dejo un MS titulado Comentarios sobre los Aforismos de Hipocrates.

49 Trabulse, op. cit., I, pp. 79-80; Jose Joaquin Izquierdo, “El pri­mer libro de filosofia escrito y publicado en America es mexica- no”, en: Memorias y Revista de la Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate", 54, (Mexico, 1937), Nums. 1,2,3-

44 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

primer autor al que nos referiremos es Francisco Bravo, quien publica en 1570 su Opera Medici­nalia donde trata, entre otros temas, del tabar- dillo, de la vena que debe sangrarse en la pleu- resia, de los dias criticos y de la zarzaparrilla. Sus fuentes son Hipocrates, Galeno, Avicena, Races, Valles, Fracastoro y Monardes. De otro celebre medico, Alonso Lopez de Hinojosos, autor me- nos academico que Bravo, tenemos su Summa y Recopilacion de Cbirugta impresa por primera vez en 1578, la cual posee datos interesantes pa­ra la medicina mexicana, como los referentes a la epidemia de cocolixtle que diezmo al pais en 1576. No obstante, sus fuentes son en su ma- yoria arcaicas: Guido de Chauliac, Juan de Vigo, Luis Lobera de Avila, Nicolas Monardes, Juan Fragoso, asi como Dioscorides, Hipocrates, Ga­leno y Avicena. Estos cuatro ultimos fueron los autores mas citados —casi los unicos— por Agustin Farfan en su obra Tractado breve de me­dicina y de todas las enfermedades, que data de 1592. Otros textos cientificos como los de Juan de Cardenas, Enrico Martinez o Diego de Cisne­ros, tambien son representatives de esta tenden­da arcaizante de la medicina mexicana, ya que sus obras — quitando los mas o menos extensos pasajes donde se ocupan estrictamente de la na­turaleza de Mexico— no son sino glosas de los autores antes mencionados, a los que podemos anadir, en el caso de Cardenas sus referencias a Oliva Sabuco, en el de Martinez a Alfonso el Sa­bio, Ptolomeo, Aristoteles, Alberto Magno, Plinio,

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 45

Alfragano y Columela, y en el caso de Cisneros a Valles y a Cristobal de la Vega. En cuanto a la obra de fray Francisco Ximenez titulada Quatro libros de la Naturaleza, impresa en 1615, dire- mos que por su caracteristica de ser un libro es- pecializado en farmacopea botanica mexicana, sus fuentes basicas son Fernandez de Oviedo, Monardes, Cardenas y principalmente Francisco Hernandez. De hecho, la obra no es sino una traduction al castellano del resumen de los es- critos de este autor hecha por el italiano Nardo Antonio Recco, que Ximenez enriquecio con sus observationes personales. En cuanto al ame- no libro de Juan de Barrios, Verdadera medici­na, cirugta y astrologia, publicado en 1607, por su misma naturaleza de ser un tratado a la vez medico astrologo, sus fuentes muy heterogeneas. Junto a los clasicos antiguos aparecen Gabriel Falopio, Vesalio —citado para ser refutado— , Ambrosio Pare, Jeronimo Mercurialis, Nicolo Mas­sa, Andrea Mathiolo, y Juan Valverde de Hua- musco. Sin embargo, las citas de estos autores son aisladas y breves, no asi las de Galeno, Hi­pocrates, Aristoteles y Avicena —los comunes a todas esas obras— que llenan las paginas del libro.50

50 Somolinos, op. cit., pp. 102-123.

46 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Al estudiar algunas de las bibliotecas coloniales de los siglos xvi y x v ii , sean privadas o comuni- tarias, y al repasar los autores citados en las obras de los cientificos mexicanos que publicaron sus obras entre 1570 y 1620 hemos visto que las obras cientificas que ahi aparecen ocupan una amplia gama que va desde la vieja ciencia antigua y medieval, hasta las obras modernas y avanza- das. Hubo bibliotecas que nunca dieron entrada a las obras de la nueva ciencia en tanto que otras si se abrieron a ella; algunos cientificos se mos- traron siempre refractarios a las novedades en tanto que otros las aceptaron en mayor o menor grado. Asi, lo que caracteriza al ambiente cienti­fico de los siglos xvi y x v ii es la mas amplia di- versidad de tendencias, que se manifiesta en la existencia simultanea de las teorias mas contra- puestas y no pocas veces irreductibles. Este hecho ha obscurecido sin duda el panorama historico de la ciencia colonial, ya que junto a los repre- sentantes de las viejas teorias, existen los prota- gonistas de la renovacion, y al lado de las biblio­tecas envejecidas existen las que conservaban libros revolucionarios y aun heterodoxos. No es de extranar entonces que la tarea de los que han estudiado la ciencia de ese periodo haya sido particularmente dificil a la hora de evaluar las aportaciones mexicanas, las cuales por importan­tes que hayan sido, se vieron siempre rodeadas de trabajos cientificos atrasados y arcaicos.

Esta misma dificultad se presenta al intentar estudiar la naturaleza de los libros cientificos que

entraron legalmente a la Nueva Espana entre 1550 y 1700 y de los cuales existen registros oficiales. Al lado de los libros de ciencia moderna —y aca- so en la misma caja— llegaban los vetustos tex­tos de la antigua y medieval. Un Copemico junto a un Ptolomeo, un Kepler junto a un santo To­mas, un Galileo junto a un Aristoteles, un Des­cartes junto a un Euclides. Ciertamente al realizar- se la renovation cientifica en el segundo tercio del siglo xvii —principalmente como ya dijimos en el campo de las ciencias exactas— esta si­tuation se agudiza aun mas; sin embargo, desde mediados del siglo xvi ya existia esta interesante dualidad libresca que alineaba a los antiguos con los modernos, de ahi que las listas de libros lle- gadas a la Nueva Espana en ese siglo y medio, mas que darnos escuetamente titulos y autores nos revelan un proceso. No son testimonios es- taticos sino dinamicos y por eso deben verse en conjunto y no separadamente. Son los puntos de una unica curva intelectual en la que existen simultaneamente tradition y renovation.

Libros cientificos llegaron a Mexico poco des­pues de la conquista. No existen registros de estos primeros embarques pero sabemos que ya circulaban ejemplares de obras tales como el tratado De Re Aedificatoria de Leon Bautista Al­berti, obra que poseyo y anoto el virrey Antonio de Mendoza y que inspiro sus disposiciones ur- banisticas sobre la ciudad de Mexico.51 Aunque

51 Guillermo Tovar de Teresa, La ciudad de Mexico y la utopia en el siglo xvi, Mexico, Seguros de Mexico, S A., 1987, pp. 72-96.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 47

V 48 LOS ORIGENES DE LA CIENCIAX

los primeros registros de libros que han llegado hasta hoy son posteriores de cuatro decenios a la fecha en que Mendoza leia su ejemplar de Al­berti, es evidente que con la apertura de la Uni­versidad en 1553 y la del Colegio de Tlatelolco en 1536 llegaron libros de ciencia, particularmen- te de medicina botanica, ademas de diversos co- mentarios escolasticos a Aristoteles.

En el ano de 1576 se efectuaron en la ciudad de Mexico dos transacciones comerciales en las cuales se vendieron 341 y 1190 libros respec- tivamente.52 El primero de estos tratos es del 21 de julio y se llevo a cabo entre Alonso Losa, li- brero local, y Pablo Garcia. Consistia no solo de libros sino tambien de mapas, grabados en ma- dera estampas sagradas y profanas. Los 341 vo- lumenes comprendian 121 titulos, en su mayor parte de temas teologicos, piadosos o religiosos. El segundo documento data del 22 de diciem- bre, fecha en que el mismo Alonso Losa forma- lizo un pedido de libros a Diego de Mexia, en Sevilla. Ahi Losa afirmaba que en la Nueva Es­pana existia un “mercado seguro” para esas obras. En ambas listas de libros predominan los de medicina tales como el De Materia Medica de Dioscorides, el Libro de Anathomta del Hom-

52 Leonard, Los libros del conquistador, pp. 171-180 y Apen- dices I y II (pp. 271-289). Vease tambien: Irving A. Leonard, “Una venta de libros en Mexico, 1576”, Nueva Revista de Filologta His­panica, (Mexico), ano II, (1948), Num. 2, pp. 174-185; Irving A. Leonard, “On the Mexican Book Trade, 1576”, Hispanic Review, vol. 17, (1949), pp. 18-34.

bre, de Bernardino Montana, los Problemas de Francisco Lopez de Villalobos, asi como diver­sos tratados de Antonio de Aguilera. Todas estas obras son representativas de la medicina euro- pea traditional. En la lista del 21 de julio apare- cen dos ejemplares de los Secretos de Chirugta (impresa en Valladolid en 1567) de Pedro Arias de Benavides,.obra de interes para conocer as­pectos de la farmacoterapia botanica americana y en particular de la mexicana que conviene que analicemos. En la primera parte de esa obra tra- ta de la zarzaparrilla, el ruibarbo, la “planta de Michoacan”, el guayacan, la “higuera del infier- no” o catapucia, y del maguey, las tunas, los aguacates y las guayabas. Asimismo describe el celebre balsamo de las Indias, el liquidambar y la tecomhaca, entre otras gomas y resinas. En la segunda parte habia del morbo galico, o sea la sifilis y de otras enfermedades. Esta obra, ca- rente de erudition, fue resultado de las perso­nales observationes del autor en Guatemala y Mexico —donde dirigio durante algun tiempo el Hospital del Amor de Dios que estaba dedicado a la curacion de las enfermedades venereas— abunda en interesantes noticias que no hallamos en otros autores; noticias que, como el mismo Arias dice, son “cosas nuevas y secretos nuevos”. Esta obra, junto con la de Monardes, muestra la difusion en Europa de la farmacopea botani­ca indigena, cuyo impacto en la medicina de la epoca no podemos pasar por alto. Sin embargo, cabe decir que tanto en Mexico como en Euro-

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 49

50 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

pa esos conocimientos fueron enmarcados desde fecha temprana, dentro de los esquemas clasi- cos de un Plinio, un Dioscorides o un Teofrasto, y asi pervivieron hasta la epoca de Toumefort y de Linneo. En este sentido, por novedosas que resulten las obras de Oviedo, Monardes o Arias de Benavides, es claro que solamente lo son en cuanto al fondo —la enumeracion de los farma- cos— pero no en cuanto a la forma —la taxono- mia que utilizan— que resulta obsoleta e insufi- ciente ante los numerosos especimenes botanicos nuevos que incorporaron en sus obras. Las sec­ciones que Farfan y Barrios dedican a la tera- peutica botanica indigena, y los tratados de Her­nandez y Ximenez consagrados completamente a ellas, siguen siendo obras arcaicas a pesar de la novedad de su tema. Los nuevos datos de la medicina indigena que recogieron no impulsa- ron el cambio sino que fueron interpretados de acuerdo con las teorias hipocratico-galenicas sobre la naturaleza de las enfermedades y su tratamiento. En este sentido la medicina acade- mica mexicana de los siglos xvi, x v ii y gran parte del xviii se mostro tan reacia a aceptar noveda- des como en los otros aspectos de su disciplina.

Los dos registros del ano 1576 que aqui estu- diamos contienen tambien diversos comentarios a la Fisica de Aristoteles asi como varios Repor- torios o Cronografias muy en boga de la Nueva Espana entre los astronomos, cartografos y na­vegantes.53 Este tipo de obras ayudaron a difun-

53 Los Reportorios mas comunes en Mexico en la segunda mitad

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 51

dir los conocimientos astronomicos entre los es- tudiosos novohispanos y permitieron realizar las primeras estimaciones de la position geografica de algunos puntos del virreinato tales como la ciudad de Mexico o Veracruz.54 Por otra parte, y dentro de las ciencias aplicadas aparecen el ce­lebre Tratado de Agricultura de Alonso de He­rrera obra que gozo tambien de gran difusion en la Colonia’ durante los siglos xvi y xvii.

El tercer registro de libros del ̂ siglo xvi que ha llegado hasta hoy data de 1584.55 El 3 de octu- bre de ese ano fiie redactado como “Memoria” de los libros que, en cuarenta cajas, Benito Boyer, vecino de Medina del Campo, enviaba a Mexico consignados a Diego Navarro Maldona­do. Los temas cientificos variaron poco respecto de las listas de ocho anos antes. Sigue predomi- nando la medicina, la cual se ve representada por los libros de cirugia de Francisco Diaz y de Juan de Vigo. Se enumeraron varios ejemplares de los tratados de Alberti y de Serlio, asi como

del xvi fueron los de Rodrigo Zamorano, Jeronimo Cortes y Jeroni­mo de Chavez. La influenda de este ultimo en el Reportorio de los tiempos e Historia Natural de Nueva Espana de Enrico Martinez ha sido estudiada por Jose Miguel Quintana. Vease de este autor: La Astrologia en la Nueva Espana en el siglo xvu, Mexico, Biblio- filos Mexicanos, 1969, pp. 37-46.

54 Elias Trabulse, “Antonio de Leon y Gama, Astronomo Novo- hispano”, Humanidades. Anuario del Instituto de Investigationes Humamsticas (Universidad Iberoamericana), Num. 3, (1975), pp. 203-204; Manuel Orozco y Berra, Apuntes para la Historia de la Geografia en Mexico, Mexico, Imprenta de Francisco Diaz de Leon, 1881, pp. 150-151.

55 Fernandez del Castillo, op. cit., pp. 263-281.

52 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

un Vitrubio. Las matematicas aparecen con Eucli­des y con Perez de Moya; y la ciencia de la esco- lastica registra dos ejemplares de los comenta- rios a la Fisica de El Estagirita. El erudito tratado de Alejo de Vanegas titulado Diferencias de Li­bros que hay en el Universo, tan citado por nues- tros cronistas, historiadores y cientificos de la segunda mitad del siglo xvi, aparece ahi posi- blemente en su edicion expurgada. Pero la obra que sin duda mas destaca en esa lista es la enci- clopedia medieval del fraile dominico Johannes de Geminiano, Summa de Exemplis ac Similitu­dinibus Rerum, obra que alcanzo gran difusion en los siglos xv y xvi en Espana, y que creemos inspiro varios de los trabajos de historia natural realizados en la Nueva Espana en el siglo pos­terior a la Conquista. Algunos autores que han rastreado los antecedentes cientificos de fray Ber­nardino de Sahagun entre las enciclopedias me- dievales se han inclinado a pensar que la obra de Bartholomaeus Anglicus, De Proprietatibus Rerum,56 que esta dividida en xix libros, bien pudo servir de modelo a la Historia General de

56 Bartholomaei Anglici, De Genuinis Rerum Coelestium, Ter­restrium et Inferarum Proprietatibus, Francofurti, apud Wolfgan- gum Richterum , 1601. Esta gran enciclopedia medieval de historia natural fue compilada hacia 1235 por el franciscano Bartolome de Inglaterra, que enseno teologia en Oxford, Paris y en el colegio de los franciscanos en Magdeburgo. La obra es un sumario de los conocimientos comunes entre los letrados de la Edad Media. Sus temas son: Dios y los angeles, el alma, el cuerpo humano, geogra- fia fisica, fauna y flora, medicina, de los colores y olores, de los pesos y medidas, de los instrumentos musicales.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 53

las Cosas de la Nueva Espana,57 pues su estruc- tura y metodo de exposition son semejantes.58 Se comprende el peso de esta posible influentia al repasar esa enjundiosa enciclopedia del siglo x i i i . Sin embargo, nosotros consideramos mas probable el ascendiente que pudo tener sobre Sahagun la obra de Johannes de Geminiano. Este autor del siglo xrv se apoyo ampliamente en las obras cientificas de Aristoteles, Teofrasto y Pli­nio y dividio su extenso trabajo en diez libros. La tematica es: Del cielo y los elementos, de los metales y piedras, de los vegetales y plantas, de los peces y aves, de los animales terrestres del hombre y las partes de su cuerpo, de las visio­nes y los suenos, de las leyes, de las artes y los oficios y por ultimo, de la vida y costumbres de los hombres.59 Sus temas y estructura, asi como su metodo de exposition nos parecen mas cer- canos a la Historia General que la enciclopedia de Anglicus, y aunque la posible influentia de

57 Donald Robertson, “The Sixteenth Century Mexican Encyclo­pedia of Fray Bernardino de Sahagun”, Cuademos de Historia Mundial, IX, 3, (1966), pp. 617-628.

58 Alfredo Lopez Austin, “The Research Method of fray Bernar­dino de Sahagun: The Questionnaires”, en: Munro S. Edmonson (cotnpilador), Sixteenth Century Mexico. The Work o f Sahagun, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1974, pp. 120 y 141; Miguel Leon-Portilla, “The Problematics of Sahagiin: Certain Topics Needing Investigation”, en: Ibid, pp. 242 y 247.

59 Johannes de Geminiano, Suma de Exemplis ac Similitu­dinibus rerum, Impressum aut Venetiis per Johannes et Grego- rioum de Gregoriis, m c c c c x c ix , die XII Julii. (1499). Esta edicion de Geminiano no contiene los diez tratados, sino solo los siete pri- meros.

54 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

una u otra no deja de ser solamente una hipote­sis plausible cabe decir que la Summa de exem­plis tiene a su favor el hecho de que, como ya vimos, si fue conocida en la Nueva Espana en 1584 y posiblemente antes.60

Nada revela mejor el cambio en el clima inte- lectual de la Nueva Espana que la llegada, a fi­nales del siglo xvi, de libros que ya indicaban que en Europa se habia iniciado una dura bata- 11a contra las tradiciones cientificas que estaban apoyadas en gran medida solamente en el argu­mento de autoridad. La timida apertura iniciada en Mexico unos anos antes en el area de las ciencias exactas recibe un fuerte impulso. Pero no solo se dio un avance cuantitativo sino tam­bien cualitativo pues empezaron a llegar obras que revelaban nuevos panoramas cientificos has­ta entonces desconocidos. El primer tercio del siglo xvii estas novedosas perspectivas se irian difundiendo lentamente, en medio de grandes resistencias, pero a partir de 1630 las veremos im- ponerse y ser aceptadas por la brillante comuni- dad cientifica que llenaria con sus aportaciones el segundo tercio de dicha centuria.

Desde 1590, segun los escasos pero muy re- veladores registros de libros de Espana, vemos

60 El ejemplar que hemos consultado de la obra de Geminiano carece de portada. Se trata de una edicion impresa hacia 1550, probablemente en Lyon de Francia. Pertenecio a los franciscanos de Mexico y posee algunas apostillas manuscritas de letra del siglo xvi. Esta edicion si contiene los diez libros en que esta dividida originalmente esa enciclopedia medieval.

que el numero de obras cientificas espanolas desciende notablemente no solo en la cantidad sino tambien en la calidad. En cambio con los libros de ciencia impresos en otras partes de Eu­ropa sucedio lo contrario: llegaron mas y su con- tenido era no solamente novedoso sino hasta revolucionario. La Nueva Espana se veia alimen- tada en su cultura cientifica con lo mejor que por entonces se publicaba en el Viejo Mundo. No es exagerado afirmar que a esta colonia llegaban libros que en la peninsula estaban proscritos y eran perseguidos, y que los mercaderes penin- sulares, deseosos de mantener sus ganancias en un buen nivel, no tenian escrupulos en enviar a la Nueva Espana conscientes de que aqui eran muchos los medios para introducir esas obras sin caer en manos de la censura inquisitorial. No de otra manera se explica la literatura cientifica avanzada publicada en paises protestantes que circulo en Mexico desde principios del x v ii y a todo lo largo del siglo; libros que no vemos en los catalogos de las bibliotecas cientificas espa­nolas de la epoca.61 Es indudable que su carac- ter de colonia ultramarina le permitio a la Nueva Espana desarrollar una cultura cientifica propia y en muchos aspectos avanzada. No deja de re- sultar paradojico que la lejania de Europa, lejos de ser un obstaculo, permitio un desarrollo auto- nomo ajeno a las censuras dogmaticas y a las

61 Jose Maria Lopez Pinero. La introduction de la ciencia mo­derna en Espana, Barcelona, Ediciones Ariel, pp. 46-54.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 55

56 LOS ORIGEme s d e la c ien c ia

disputas ideologicas. gs evidente que cuando hablamos de la ciencia mexicana del siglo x v ii la palabra lejania no eqUjvaje a aislamiento sino a una mayor libertad.

En el ano de 1600 partio para la Nueva Es­pana una flota al mando del general don Pablo de Colon Melgarejo. Uno de ios navios que laformaban, de nombre La Trinidad, conducia 678 libros debidamente empacados en cajas. El remi- tente era el librero Lujs Padilla quien se los en­viaba a Martin Ibarra, de San Juan de Ulua, para que los vendiese al contado o a credito. El regis- tro que se hizo de dicfoos libros fue mas detalla- do de lo que habitualmente se hacia de tal for­ma que incluye datos bibliograficos tales como el idioma en que esta escrito, si posee figuras, el numero de tomos y a veces ej nombre del edi­tor. 2 La ciencia esta ampliamente representada por un extraordinario conjunto de obras que re- velan, como ningun otro envio de libros a la Nue­va Espana hecho en esos anos, la importancia de las obras cientificas qUe llegaban de Europa, y que representaba^ ej quince por ciento del volumen total. Aqui Se percibe con claridad ese desfasamiento que rnencionamos mas arriba en­tre las obras medicas y las de ciencias exactas, aquellas ancladas fuertemente en la tradicion, es­tas ya abiertas a la modernidad. Asi, la medicina esta representada pQr Gaien0; Avicena, Laguna,

62 Leonard, los libros del conquistador, pp. 206-214, y Apen- diceV, (pp. 303-333).

^ar >̂ ^alles, Gesner, Massa y Fracastoro; la bota- ™ca P or Fuchs y Mattioli. Entre los textos sobre

^fica destaca la Historia natural y moral de n<iias de Jose de Acosta. Pero son sin duda

^^tem aticas y la astronomia las mejor y mas piiarriente representadas, pues ahi aparecen

tanto EUc]icjeS) Arquimedes y Apolonio entre los ^iat^rr>aticos antiguos, como Fineb, Pedro Nunez

y Clavio entre los modernos; mientras pUe k Astronomia tiene como representantes a

^urbach, Regiomontano, Erasmo Reinhold, Co- Pernic0) Stoffler y Pedro Apiano. La ciencia espanQja aparece con jos nombres de Pedro11 Juan Martinez Siliceo, Juan Arfe de Vi-

a afte; Jeronimo de Chavez, Alfonso el Sabio y juan Perez de Moya. La fisica moderna esta re- presentada por Besson Benedetti. Menudean tam-

ien los tratados monograficos acerca de temas como la cuacJratura del circulo, los meteoros los cometas, ej uso dei astrolabio y la construction

re*ojes, asi como diversas tablas astronomi-p n o T ' 7

• j-a ciencia militar aparece con el De Re Mili- an de Valturrius. Existen ademas diversos escri-

s°bre arquitectura, agricultura y ganaderia. Las encicl0pedias medievales estan representadas por ° s n°rnbres antes citados: Bartholomaeus An-

gucus y Johannes de Geminiano. Los textos de metalurgia de Agricola y de Perez de Vargas nos revelan ia necesidad que siempre tuvo la Nueva

spafta de este tipo de obras.a simple enumeration de este elenco de sa-

10s Permite un primer acercamiento a la forma

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 57

58 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

en que la ciencia moderna penetro en Mexico. Los nombres de Reinhold, Copernico, Benedetti, Nunez, Clavio y Apiano nos ponen en contacto con el nuevo mundo de la ciencia del siglo xvi. Sin embargo, la lista de estos autores, por ilustra- tiva que sea, no nos dice todo acerca de lo que debio ser un proceso muy complejo. En efecto, aunque ellos fueron en su momento los innova- dores, su influencia estuvo enmarcada por una conception global mas vasta.

Un analisis mas profundo de las ideas cientifi- cas del xvi y principios del xvn nos pone de ma- nifiesto que las nuevas teorias se difundieron a traves de la imponente estructura conceptual del hermetismo y del neoplatonismo renacentistas. Este fue el conducto por el que la cosmologia, la astronomia, la fisica y las matematicas modernas fueron conocidas en Mexico. Las ideas de los cientificos antes mencionados fueron incorpo- radas a ese vasto edificio, y ahi, en ese marco, es- tudiadas y aceptadas. Resulta entonces eviden- te que el envio del ano 1600 por su riqueza de este tipo de obras tiene un significado particular que ayuda a comprender la reception y acep- tacion en Mexico, de esa tendencia filosofico- cientifica. Esos libros abrieron a los cientificos novohispanos las puertas de un universo des- conocido. La lista comprende las obras origina­les de Lulio, Boecio, Plotino (con el comentario de Marsilio Ficino), Jamblico, Filon Hebreo, Ma­ximo de Tiro, Horapolo, Natal Conti, Ficino, Pico della Mirandola, Leon Hebreo, Porta, Paracelso,

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 59

Fioravanti, Piero Valeriano, Tritemio, Andreas Bacci y Ludovico Dolce. Todos ellos son autores que veremos citados a lo largo del siglo x v ii y no solo en trabajos de ciencia sino tambien en obras filosoficas, religiosas o literarias. Esto se explica por la naturaleza misma del hermetismo, que era tanto una conception filosofica como una vision estetica, religiosa y cientifica del mundo: una forma de conocimiento que abarco y fecundo todas las ramas del saber humano. De las obras de fray Diego Valades, casi a finales del siglo xvi, a las de Sor Juana y Siguenza existe una vi- gorosa corriente cultural fincada sobre esta cos- movision. Desde el punto de vista de la historia de la ciencia, el hermetismo europeo de los si- glos xvi y xvii cubrio con sus producciones el amplio espectro que va de la cosmologia helio- centrista y la astronomia de observation hasta la alquimia y la astronomia; de la ciencia de los numeros y el algebra superior a la criptografia y del arte de la memoria a la emblematica. Se com- prende entonces por que su influentia en la cien­cia novohispana del xvn fue tan grande.63 Era

63 La bibliografia sobre este tema es muy amplia. Los autores que se han ocupado de la influencia del hermetismo en la Revolucion Cientifica del siglo xvn son principalmente: Hugh Kearney, Ori- genes de la Ciencia Modema 1500-1700, Madrid, Ediciones Gua- darrama. S. A., 1970, pp. 37-40, 97-140; John Losee, A Historical Introduction to the Philosophy o f Science, Londres, Oxford Uni­versity Press, 1972, pp. 52-53; Eugenio Garin, La cultura del Rinas- cimento. Profilo Storico, Bari, Laterza, 1967, pp. 142-157; Frances A. Yates, Giordano Bruno and the Hermetic Tradition, Chicago, Roudedge and Kegan Paul, 1977, pp. 151-156. Particularmente

60 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

una respuesta a los excesos de la ciencia deduc­tiva de los escolasticos: la oposicion entre el sa­ber matematico y empirico de la ciencia modema y el conocimiento puramente verbalista y finca- do en el argumento de autoridad de la ciencia aristotelica.

Al recorrer el siglo xvn es facil comprobar que no son pocos los registros oficiales de libros que han llegado hasta nosotros. Algunos de ellos in­cluso de gran riqueza y variedad. Sin embargo, salvo contadas excepciones, las obras modernas de ciencia, y en particular las que difundian las doctrinas hermeticas, disminuyen sensiblemen- te en numero, aunque es bien sabido que esas obras llegaron a Mexico en cantidad no despre- ciable a todo lo largo de la centuria. Las fuentes citadas por nuestros cientificos asi nos lo indican. Ademas, los inventarios hechos sorpresivamen- te en bibliotecas sospechosas de heterodoxia nos permiten ver que existian libros que no en- contramos registrados en ninguna lista oficialimportante es el estudio de Robert S. Westman y J. E. Moguire, Hermeticism and the Scientific Revolution. Los Angeles, Universi­ty of California, 1977. Para el caso especxfico de Mexico puede verse: Ellas Trabulse, El circulo roto, Mexico, Fondo de Cultura Economica-Secretaria de Educacion Publica, 1984, pp. 66-91; Elias Trabulse, La ciencia perdida. Fray Diego Rodriguez, un sabio del siglo xvn, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1985, pp. 11-12; Elias Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, pp. 19-23, 29- 30, ed. cit.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 61

del tipo que fuere. Se dan ausencias evidentes y desconcertantes de autores cientificos europeos, los cuales sabemos que si eran leidos. Parece existir un doble mundo libresco: el abierto y el secreto.64 Esto se explica por el hecho de que las doctrinas hermeticas que eran el vehiculo de las nuevas teorias cientificas, abarcaban tambien a un gran numero de ciencias ocultas que —co­mo ya vimos— resultaban sospechosas a los ojos de la censura eclesiastica, tales como la astrolo­gia judiciana, la cabala y la alquimia, asi como la quiromancia, la geomancia y otras artes adivina- torias. Los libros cientificos de la epoca a menu- do incluyen ambos aspectos de la ciencia del siglo xvii; aspectos que estaban fuertemente in- terrelacionados y cuyo deslinde es en no pocas ocasiones practicamente imposible. Era preferi- ble ocultar la obra completa a exponerse a su censura parcial o total. Las ausencias en los re- gistros no prueban que esas obras no existieran, solo muestran que habia omisiones voluntarias lo que nos indica que nuestros cientificos eran conscientes del valor —y del peligro— de los li­bros que leian. Ocultar fue la solution. Asi, de los 7761 libros registrados en 35 listas oficiales que han llegado hasta nosotros y que abarcan de 1585 a 1694, apenas un dos por ciento lo forman obras cientificas.65 Existen ausencias ob-

64 O’Gorman, op. cit., pp. 664-665.65 Ibid., pp. 661-1066. Estas 35 listas divididas en 24 secciones

comprenden 7761 titulos presentados por propietarios o libreros ante el Santo Oficio para su revision. (Vease: Jose Luis Martinez,

62 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

vias como Copemico, Galileo, Descartes, Kircher, Schott, Guericke, Zaragoza, Neper, Gassendi, Stevin y Tartaglia, que sabemos fueron cono- cidos en la Nueva Espana. Son listas que enu- meran libros envejecidos, tradicionales, que no revelan el verdadero estado de la ciencia novo­hispana en el siglo xvn.66

Hubo mucho de clandestinidad en la difusion de las tendencias modernas de la ciencia en Me­xico. La historiografia traditional de la ciencia siempre ha sostenido que el clima intelectual fue poco propicio para aceptar novedades; de ahi que sea mas facil dudar de la modernidad de los estudios cientificos entre 1630 y 1680, que aceptar el hecho de que esa apertura si se llevo a cabo. Fue indudablemente un camino lleno de dificultades, sembrado de censuras y temores,

op. cit., pp. 72-74). Los autores cientificos que se registran hacen un total de 147 obras, algunas de ellas son obras repetidas de un mismo autor. Las obras cientificas que aparecen son de los si- guientes autores: Apiano, Arenas, Arquimedes, Aristoteles, J. y W. Blaeu, Borelli, Caramuel, Cardano, Carduchio, Clavio, Diosco- rides, Euclides, Galeno, Hipocrates, Lansbergio, Magino, Perez de Moya, Porta, Atanasio Reaton, Sacrobosco, Tacquet, Pedro de Medina Jeronimo de Chavez, Monardes, Antich Rocha. Rodrigo Zamorano, Diego Garcia de Palacio. Pedro Nunez, Bartolome Hidalgo, Claudio Clemente, Dionisio Daza, Diego Perez de Bustos, Juan Correa, Lopez de Hinojosos, Agustin Farfan, Juan de Carde­nas, Enrico Martinez, Francisco Ximenez, Diego de Cisneros, Pedro de Paz, Luis Berrio de Montalvo, Fernando Becerra, Juan Calvo, Juan Fragoso y Georgius Agricola.

66 Otros testimonios sobre la introduccion de libros prohibidos a la Nueva Espana en el siglo xvii tampoco arrojan mucha luz sobre las obras cientificas modemas que se leian. Vease por ejem- plo: “Denuncia contra Juan Alberto, artillero, sobre traer unas obras prohibidas” (c. 1610) en: a g n m , Inquisition, vol. 283, ff. 371-372.

que llevaron ineludiblemente al silencio. Algu­nos lograron imprimir sus trabajos, pero son los menos. Los mas dejaron sus obras en manus­crito, en el mejor de los casos. Por otra parte, unos y otros, aun reunidos, forman solo una pequena comunidad de hombres de ciencia in- teresados en los nuevos descubrimientos,67 de ahi que sea explicable que su presencia histori­ca no haya sido apreciada en todo su valor. Y a este olvido vino a sumarse otro hecho altamente significativo: el desplazamiento del foco de inte­res por parte de los cientificos novohispanos de la ciencia de la vida a las ciencias exactas. Este es un fenomeno medular en la comprension del camino que siguio la modernidad cientifica en la Nueva Espana, pues la historiografia traditio­nal de la ciencia, al olvidar el desarrollo de las ciencias exactas en Mexico entre 1630 y 1680, dejo de lado uno de los periodos decisivos de la ciencia mexicana, precisamente aquel en el que se llevo acabo una transformation intelectual sin precedentes.

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA 63

67 Iris M. Zavala, Clandestinidad y libertinaje erudito en los al­bores del siglo xvni, Barcelona, Editorial Ariel, 1978, p. 84.

II. LA APERTURA CIENTIFICA

La a p e r t u r a de la Nueva Espana a la ciencia mo­derna en el segundo tercio del siglo x v ii fue un fenomeno de gran complejidad historica; un mo­vimiento atravesado por multiples corrientes que no son faciles de delimitar en cuanto a conte- nido y alcances. Sin embargo, a pesar del tiempo que nos separa de ese hecho, es evidente que en aquellos anos aparecio un conjunto de ten­dendas cientificas que no tenian precedente en el ambito cultural novohispano; tendencias que surgen en medio de las antiguas estructuras del conocimiento cientifico apoyado en Aristoteles, Ptolomeo y Galeno. Fue un movimiento renova- dor que se dio al lado de la ciencia verbalista y deductiva de la escolastica tardia, y que pone de manifiesto una voluntad explicita de apertura ante ese tipo de saber envejecido y anquilosado. Ciertamente en esos anos —tanto aqui como en Europa— la ensenanza estaba fuertemente domi- nada por las disciplinas teologicas, de tal forma que diversos autores han puesto en duda la exis- tencia de una corriente cientifica moderna na- cida precisamente en el seno de una comunidad intelectual donde los temas de estudio predomi- nantes eran los relativos a esas disciplinas.68

68 Octavio Paz. Sor Juana Ines de la Cruz o Las trampas de la

64

LA APERTURA CIENTIFICA 65

En esos cinco decenios centrales del siglo x v ii

percibimos un cambio en el tipo de fuentes que nuestros cientificos utilizan y que dan la tonica del proceso que va del arcaismo a la moder- nidad. Asimismo, las obras que se producen pa- san de un difuso enciclopedismo a ser estudios mas especializados y profundos. Ademas se des- plaza el centro de interes de las ciencias biologi- cas a las fisico-matematicas, lo que indica que el viejo paradigma del organicismo aristotelico ha sido sustituido por el del hermetismo rena- centista. Por otra parte, los nuevos estudios cien­tificos buscan una mayor objetividad en sus des­criptiones y tienden a apoyarse en la experientia y en la cuantificacion.69

A todo esto debemos anadir un elemento de la mayor importantia: la aparicion de un com- ponente ideologico que podemos denominar “la conciencia criolla de patria”, es decir, la idea am- pliamente difundida entre los cientificos nacidos en la Nueva Espana de que vivian en un lugar privilegiado por Dios y por la naturaleza, y cu- yos habitantes eran mas capaces intelectualmen- te que los que habian nacido en le Viejo Mundo. Esta idea, que aparece ya en la segunda mitad del siglo xvi, se consolida durante los primeros decenios del siguiente; lo que en el campo de las ciencias condujo a una paulatina desvincu- lacion con la metropoli y la busqueda de una

fe, Segunda edicion, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1983, pp. 344-345.

69 Trabulse, La ciencia perdida, p. 11.

66 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ciencia autonoma, propia, que pusiera de mani- fiesto las aptitudes de los hombres de ciencia novohispanos. En diversos campos del saber cientifico —botanica, zoologia, farmacopea, geo- grafia, matematicas y astronomia— los cientifi­cos mexicanos de los siglos xvii y x v iii hicieron positivas aportaciones y en muchos otros estu- vieron no pocas veces mas adelantados que sus colegas espanoles. El estudio de la ciencia cuali- tativa en Mexico en esas dos centurias requiere por lo tanto de un analisis detenido de sus lo- gros, del cual quede excluido el prejuicio de la dependenda cientifica de la metropoli que ha hecho de la ciencia de la Nueva Espana un sim­ple reflejo, mas atrasado y arcaico todavia, de la que se hacia en la metropoli.

La difusion de la ciencia moderna coincide con uno de los momentos de mayor signification en el desenvolvimiento de la conciencia criolla. Du­rante los tres primeros decenios del siglo xvn se afianza notablemente ese orgullo de ser “hijos de la tierra” y por lo tanto distintos de sus pa­dres peninsulares.70 Tanto los cronistas religio­sos como los poetas exaltaron esa idea de sin- gularidad, de ser diferentes. En los festejos con los que la ciudad de Mexico conmemoro en 1621 el primer centenario de la Conquista hubo un certamen poetico patrocinado por el ayun- tamiento de donde resulto premiado un traba-

70 Fray Diego de Medina Reynoso, Panegtrico del santo y glo­rioso martir San Hipolito, Patron de Mexico, Mexico, Juan de Alc&zar, 1621, f. 6r.

LA APERTURA CIENTIFICA 67

jo71 en que el ideario criollo ya aparece estruc- turado en todos sus puntos: los mexicanos son herederos tanto de los espanoles como de los indios, y son por lo tanto distintos de los penin- sulares; su “patria” es la Nueva Espana que an­tes de la Conquista fue sede del mayor imperio de America. Los criollos son los herederos de am­bas traditiones y su tierra es de promision pues ha sido bendecida por la aparicion de la Madre del Creador. Una tonica semejante encontramos en los cronistas de la epoca.72 Se trata entonces de toda una nueva mentalidad que influyo pode- rosamente en todas las actividades culturales de la Nueva Espana; y la ciencia no fue la excep­tion. Para los miembros de la comunidad novo­hispana que desarrollan sus actividades entre 1630 y 1680, la aceptacion de la ciencia moderna fue la prueba patente de la superioridad intelec­tual de la Nueva sobre la Vieja Espana. La ciencia fue entonces un estimulo de esa mentalidad, aun­que haya sido cultivada por un reducido nume­ro de sabios. Empero cabe aclarar que al hablar de la privilegiada naturaleza de la patria que ha- bitaban siempre buscaron la maxima objetividad y pocas veces se dejaron llevar del entusiasmo. Como buenos cientificos supieron deslindar los campos, lo que da a sus producciones un indis- cutible valor. No mezclaron su trabajo con su

71 Ibid., f. 8r-v.72 Jacques Lafaye, Quetzalcoatl y Guadalupe, Mexico, Fondo

de Cultura Economica, 1977, p. 111.

68 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ideario de “hijos de la tierra”, pues fueron cons­cientes de que ambos operaban a dos niveles in- terrelacionados pero diferentes.

Por otra parte, es evidente que dicha comuni- dad cientifica habia abrazado los postulados del hermetismo renacentista —y mas tarde los del mecanicismo— pues ambos paradigmas, que enmarcaron la Revolution Cientifica del siglo x v i i , no solo eran aceptables como explicatio­nes mas validas de la naturaleza del mundo fisi- co, sino tambien porque entranaban un rechazo al universo jerarquizado y rigido de los aristo- telicos. Vista de esta manera la action cientifica innovadora de los sabios novohispanos, en su mayoria criollos, que laboraron entre 1630 y 1680, debe considerarse como un eslabon mas en la larga pugna entre criollos y peninsulares. En la labor cientifica de esos anos iba implicita una critica del peripatetismo, que era la doctrina profesada por la mayor parte de los intelectua- les y medicos peninsulares. Pero no solo fue eso, ya que dicha critica iba mas alia de las teorias estrictamente cientificas. Los nuevos descubri- mientos no unicamente cuestionaban la estruc- tura jerarquica del universo aristotelico sino tambien la paralela y concomitante estructura jerarquica de la sociedad.73 De esta forma la re­ception y difusion de la ciencia moderna en Mexico fue, como en Europa, un movimiento in­telectual de largo alcance que comenzo impug-

73 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 16 y 29.

LA APERTURA CIENTIFICA 69

nando la vision arcaica de un cosmos jerarqui- zado y termino, siglo y medio mas tarde, cuestio- nando la conception, tambien arcaica, de una sociedad de jerarquias inmutables.74 La conti- nuidad historica de ese movimiento se extiende entonces desde la tercera decada del siglo x v ii

hasta principios del xix: los innovadores que en­tre 1630 y 1680 aceptaron las nuevas teorias fue­ron el origen no solo del movimiento cientifico de finales de este siglo, que giro en tomo a la figura de Sigiienza y Gongora, sino del amplio desarrollo de la primera mitad del siglo xvin y de la Ilustracion que abarca la segunda mitad y los inicios del xix.75

Este largo proceso que corre a lo largo de esos dos siglos se realizo en el marco tanto de las doc­trinas hermeticas como de las mecanicistas 76 El triunfo final de estas ultimas coincide con los pri- meros sacudimientos sociales que condujeron a la Independencia. Es pertinente senalar, sin em­bargo, que dicho triunfo del mecanicismo con- dujo a un progresivo olvido del otro paradigma, el cual tambien habia enfrentado con exito las tesis aristotelicas: el hermetismo. Y este olvido —producto de la historiografia de la ciencia del siglo xrx y buena parte del xx— cayo asimismo sobre algunos de los protagonistas de esa trans­formation ideologica mas o menos adictos a las

74 Morris Berman, The Re-enchantment of the World. Toronto, Bantam Books, 1984, pp. 37-43.

75 Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, pp. 26-27.76 Kearney, op. cit., pp. 24-25.

70 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

tesis hermeticas, los cuales solamente fueron re- conocidos y parcialmente rescatados en la me- dida en que sus teorias y experiendas se acer- caron a las tesis mecanicistas.77 Esta concepcion historica falsifico la vision del pasado cientifico de Mexico y descarto una gran parte de los he- chos que lo comportan, pues al pasar por alto la obra de los promotores de la transformacion eli- minaron uno de los eslabones fundamentales del proceso rompiendo su indiscutible continuidad.

La comunidad cientifica que desarrollo sus la­bores entre 1630 y 1680 conto entre sus miem- bros a destacados astronomos, matematicos e in- genieros. Sin embargo, a acercarnos a ese grupo de sabios nos percatamos de que entre ellos existio una figura central en torno a la cual giro el movimiento de apertura a la modernidad: el fraile mercedario Diego Rodriguez, sin duda una de las personalidades cientificas mas notables de la epoca colonial. Nacio en el pueblo de Atitala- quia, cercano a la capital, en el ano de 1569. Sus padres eran cristianos viejos aunque de escasos recursos, lo que no fue obstaculo para que lo enviaran a la ciudad de Mexico a estudiar gra- matica. Antes de cursar estudios mayores de fi- losofia ingreso en la orden de la Merced en la cual profeso el 8 de abril de I 6 l3 78 Curso estu­dios de artes y teologia en la Universidad79 y hacia

77 Salvio Turro, Descartes. Del hermetismo a la nueva ciencia, Barcelona, Anthropos, 1985, p. 177.

78 Pareja, op. cit., II, p. 243.79 a g n m , Universidad, vol. 89. f. 245. v.

LA APERTURA CIENTIFICA 71

1620 inicio sus estudios de matematicas y astro­nomia para lo cual conto con la ayuda de otro mercedario llamado Juan Gomez tambien adicto a estos estudios.80 Su evidente capacidad para estas disciplinas permitio que el claustro de la Real y Pontificia Universidad lo eligiera para ocu- par la primera catedra de astrologia y matema­ticas que se.impartio en ella.81 Por un manda- miento del 22 de febrero de 1637, confirmado por el virrey marques de Cadereyta el 23 de mar- zo siguiente, fue designado catedratico propie- tario. Tres dias despues tomo posesion de dicho puesto con un sueldo de cien pesos.82 La asig- natura era obligatoria para los estudiantes de la Facultad de Medicina y para los de Artes.83 Anos despues, al ser implantadas en la Universidad las Constitutiones de don Juan de Palafox, la cate­dra fue establecida como “de propiedad”.

En un principio los cursos se dictaron en latin pero poco despues lo fueron en castellano. Eran impartidos en el aula denominada “El Ge­neral”, de diez a once de la manana. Si el estu- diante aprobaba el curso, el catedratico expedia el certificado correspondiente.84 Varias genera­tiones de medicos, astronomos, matematicos, in-

80 Pareja, op, cit., II pp. 244-245.81 Francisco Fernandez del Castillo, La Facultad de Medicina,

Mexico, u n a m , 1953, pp. 39 y 143 s s .

82 Pareja, op. cit., pp. 245-246.83 Jose Luis Becerra Lopez, La organization de los estudios en

la Nueva Espana, Mexico, 1963, p. 10.84 Cristobal de la Plaza y Jaen, Cronica de la Real y Pontificia

Universidad de Mexico, Mexico, 193 1 ,1, pp. 341-342.

genieros y agrimensores fueron beneficiarios de sus ensenanzas y del giro moderno que supo im- primirle a su catedra. Su influentia se dejo sentir a todo lo largo del siglo.

Junto a esta importante actividad que marca un hito en la historia de la ciencia mexicana, el padre Rodriguez desempeno otras labores den- tro del claustro universitario. Por su capacidad como “aritmetico” fue nombrado en 1645 el con- tador de la Real y Pontificia Universidad cargo que ocupo por mas de dos decenios y que le aca- rreo no pocos problemas.85 Es facil imaginar el tiempo que destino a estas actividades que dista- ban mucho de ser sencillas, y que debieron dis- traerlo no poco de sus tareas cientificas.

Sus conocimientos tecnicos fueron amplios. Fue un experto en asuntos de hidraulica, maqui- naria, agrimensura y en la construction de apa­ratos de medicion, lo que sin duda es una prue- ba fehaciente de su conception moderna del caracter experimental y cuantitativo del conoci- miento cientifico. Dichos conocimientos los puso en practica en repetidas ocasiones: en 1654 fue designado para realizar los trabajos de ascenso de las pesadas campanas de la Catedral de la ciudad de Mexico;86 y dos anos despues propu- so a las autoridades diversos metodos de me­dicion de tierras que no eran los tradicionales, sino que se basaban en tecnicas trigonometricas

85 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 31-37.86 Ibid., pp. 47-50.

72 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

LA APERTURA CIENTIFICA 73

modernas.87 Por otra parte, desde fecha tempra- na —hacia 1637— emprendio la construction de diversos instrumentos y aparatos cientificos y de relojes de precision, labor en la que fue un verdadero experto y por la cual gozo de mereci- da fama. En cuanto a sus conocimientos de inge- nieria y de hidraulica, estos se pusieron de mani- fiesto en los cfrctamenes que emitio en el ano de 1637 referentes a las obras del desague de la ca­pital y en las labores que en 1652 realizo en las bovedas de la Catedral de la ciudad de Mexico.88

Todas las actividades cientificas y tecnologi- cas de fray Diego Rodriguez giraron en torno a su catedra universitaria de matematicas. A traves de ella la ciencia novohispana encontro un nue- vo codigo cientifico y un marco teorico apropia- do para sus estudios. Ahi fue donde por primera vez se expusieron en Mexico las teorias astrono­micas de Copernico, Kepler y Ticho Brahe, las fisicas de Gilbert, Stevin y Galileo o las matema­ticas de Cardano, Tartaglia, Bombelli y Neper.89 Fue una catedra de alto nivei y abierta a las no- vedades, es decir, hacia el futuro, lo que provo­co confrontaciones con los partidarios de la tra­dition. Fue en el aula universitaria donde, entre 1637 y 1668 —ano de su muerte— , fray Diego inicio el cambio, la transition del viejo al nuevo

87 Elias Trabulse, Cartografia Mexicana-Tesoros de la Nation, Mexico, Archivo General de la Nacion, 1983.

88 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 69-82; Martha Fernandez, Arquitectura y Gobiemo Virreinal, Mexico, u n a m , 1985, pp. 211-21.

89 Ibid., pp. 26-27.

74 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

paradigma cientifico. En esos treinta y un anos redacto diversos y voluminosos escritos sobre matematicas, astronomia y fisica que constitu- yeron todo un corpus enciclopedico de las cien­cias exactas de la primera mitad dei siglo xvn. La vieja notion de “filosofia natural” que abarcaba a todas esas disciplinas ha desaparecido en sus obras para dar lugar a la division en ciencias di- ferenciadas que ya apuntaban, aunque sea en forma rudimentaria, hacia ese tipo de especiali- zacion peculiar propia de la ciencia dei siglo xvni. Ademas —y esta no fue la menor de sus aportaciones— logro desvincular definitivamen- te a las ciencias exactas de la metafisica y de la teologia, tal como aparecian en el paradigma es- colastico-medieval profesado en la Universidad, y aunque no hay duda de que esta impedimenta teologica perduro todavia muchos decenios en los estudios de filosofia que se realizaron en la Nueva Espana —basta recordar las satiras de Ga- marra, Mozino o Alzate en el ultimo tercio dei siglo x v iii— , es indiscutible que a partir de la apertura de la catedra de matematicas en el ano de 1637 gran parte de la ciencia colonial fue he- cha por individuos alejados de esas viejas preo- cupaciones metafisicas, tales como ingenieros, astronomos o naturalistas que laboraron en sus investigaciones al margen de la Universidad y de los prejuicios escolasticos que la paralizaban. Por otra parte, toda esta actitud revela que la Co­lonia acepto las nuevas tendencias antes que lo hiciera la metropoli. En efecto, es un hecho que

LA APERTURA CIENTIFICA 75

la comunidad cientifica novohispana, encabe- zada por el padre Rodriguez, acepto los postula- dos de la ciencia moderna —primeramente en su version hermetica y despues en la mecanicis- ta— dos o tres decenios antes que los novatores lo hicieran en Espana.90

Donde mas claramente se puso de manifiesto que algunos miembros de la comunidad cienti­fica novohispana del segundo tercio del siglo x v ii trabajaban ya alejados de la vision escolasti- ca de la ciencia fue en el campo de la tecno- logia. Los escritos tecnicos de la epoca revelan la conviction completamente moderna de que el mundo fisico puede ser transformado por me­dio de las ciencias aplicadas. No es casual que uno de los tratados tecnologicos fundamentales de toda la epoca colonial haya sido publicado en el mismo ano en que se inauguro la catedra universitaria de fray Diego. Ambos hechos se complementan y constituyen la manifestation palpable de un cambio en la tonica cientifica de la Nueva Espana. Ambos fueron, cada uno a su manera, una critica del peripatetismo: aquel en el terreno de las ciencias aplicadas y este en el de las ciencias puras. Los principios aristotelicos impugnados teoricamente en la catedra tambien

90 Ibid., pp. 22-24.

76 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

lo fueron en el terreno practico de las obras pu­blicas que requerian de una tecnologia avan­zada para su realization, tales como el desague de la ciudad de Mexico. La catastrofica inunda­tion de la capital virreinal que duro de 1629 a 163591 no solo mostro lo inoperante de las vie- jas concepciones cientificas y tecnicas sino que permitio que la comunidad cientifica novohispa- na colaborara en una empresa comun partiendo de presupuestos tecnologicos distintos, mismos que aparecen en esa obra que mencionabamos y que lleva por titulo Relacion Universal, Legi­tima y Verdadera del sitio que esta fundada la muy noble y leal ciudad de Mexico 92 Este va- lioso texto, junto con los numerosos documen- tos manuscritos que lo complementan,93 pone en evidencia que los tecnicos novohispanos que estudiaron y discutieron el gran problema del desague —la obra de ingenieria de mayor en- vergadura de toda la epoca colonial— lo hicie- ron conscientes de que sus propuestas practicas debian apoyarse en datos cientificos aprobados

91 Richard E. Boyer, La gran inundation, Mexico Secretaria de Educacion Publica, 1975, passim. Vease, infra, cap. IV.

92 De esta obra impresa en Mexico por Francisco Salbago en1637 se imprimieron quinientos ejemplares. Sus autores fueron Fernando de Cepeda y Fernando Alonso Carrillo.

93 “Autos y diligendas tocantes a las obras del Desague de Me­xico, por Huehuetoca, desde 17 de Agosto de 1637 ano en que el Exmo. Sr. Virrey con su resolucion y Real Acuerdo, nombro Super- intendente General al Reverendo Fray Luis Flores, de la Orden de San Francisco, Comisario General, hasta el primero de junio de1638 en que se juntaron para seguir la resolucion general”, a g n m ,

Desagiie, vol. 4, exp. 1, (300 ff).

LA APERTURA CIENTIFICA 77

por la experientia y no en consideraciones aprio- risticas que habian mostrado ser absolutamente inoperantes 94 Desde septiembre de 1635 en que el virrey marques de Cadereyta llevo a cabo las primeras medidas tendientes a salvar a la capital de otra devastadora inundation semejante a la que por esos meses tocaba a su fin, hasta agosto de 1637, en que fue designado el franciscano Luis Flores superintendente de las obras del desa- giie, los ingenieros, alarifes y arquitectos novo­hispanos convocados por el virrey presentaron todo tipo de proyectos 95 Ahi figuraron, como per- sonajes destacados por sus conocimientos de ingenieria y de hidraulica, entre muchos otros el matematico fray Diego Rodriguez, el cartografo Juan Gomez de Trasmonte, el maestro y exce- lente “ingeniero” Juan Serrano, el sabio carme- lita fray Andres de San Miguel, y los expertos Andres Oviedo de Benesa y Francisco del Vive- ro.96 Algunos de ellos, como fray Diego, practi- caron periodicas inspectiones a las obras a efec­to de rendir un informe sobre la marcha de las mismas.97 No fue, ni con mucho, una empresa facil. Despues de que se aprobo que el desagiie

94 Luis Gonzalez Obregon, Memoria historica, tecnica y admi­nistrativa de las obras del desagiie del Valle de Mexico, 1449- 1900, Mexico, 1902 ,1, pp. 142-145; Alejandro de Humboldt, Ensayo Politico sobre el Reino de la Nueva Espana, Estudio preliminar, re­vision del texto cotejos, notas y anexos de Juan A. Ortega y Medi­na, Mexico, Editorial Porrua, S. A., 1966, pp. 140-143.

95 Francisco Gonzalez de Cosio, Historia de las Obras Publicas en Mexico, Mexico, Secretaria de Obras Publicas, 1973, II, 275-277.

96 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 42-43.97 Ibid., p. 45.

78 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

fuera hecho a “tajo abierto” habia que calcular los volumenes de tierra por mover, los diferentes niveles del terreno, el caudal de los rios que con- fluirian hacia el desagiie, la presion ejercida por las aguas vertidas por los lagos que circundaban a la ciudad y la rapidez con la que esos vo­lumenes de agua podian conducirse al desagiie sin que se desviaran derramandose sobre la ca­pital. Todos los recursos de las tecnicas hidrauli- cas modernas fueron puestos al servicio de una obra vital para la sobrevivencia de la capital de la Nueva Espana. Cuando siglo y medio des­pues el baron Alejandro de Humboldt califico las obras del desagiie como “una de las obras hidraulicas mas gigantescas que han ejecutado los hombres”,98 hacia un merecido reconoci- miento de todos los ingenieros maestros y ala- rifes que habian intervenido en su construction, y sobre todo de los millares de indigenas que ahi habian laborado, y de los muchos que pere- cieron en esas agotadoras y peligrosas faenas. Por lo demas, sean cuales fueren los sucesivos avatares por los que atravesaban las obras del desagiie en las decadas posteriores a los traba­jos tecnicos emprendidos en 1637, es evidente que una nueva mentalidad cientifica habia he­cho su aparicion. Ciertamente su influentia no se hizo sentir en su plenitud de inmediato; fue una lenta asimilacion que duro muchos anos y que se fue reflejando paulatinamente en areas

98 Humboldt, op. cit., p. 146.

LA. APERTURA. CIENTIFICA 79

como la ingenieria militar, la planeacion urbana o las labores mineras. Ademas, constituyo un fenomeno que tuvo indudables repercusiones sociales, ya que en esas decadas hizo su apari- cion una clase dedicada especificamente a so- lucionar problemas tecnicos; esa clase era la de los “ingenieros”, denomination que aparece por primera vez en.Mexico en 1598."

Como ya dijimos, fue a traves de este nuevo grupo social —que cobraba por su trabajo y que gozaba de un status reconocido— que empeza- ron a ser desmentidos en la practica muchos de los fundamentos teoricos del paradigma aristo- telico. Su aparicion dentro de la sociedad no­vohispana responde tanto a las necesidades del desarrollo urbano de la Colonia, como a la es- trategia defensiva de su puertos principales. Casi todos ellos posetan buenos conocimientos em­piricos que a menudo combinaban con estudios de fisica y matematicas teoricas: geometria, pers­pectiva, mecanica o hidraulica. Su labor, aunque a menudo menospreciada por los filosofos adic- tos a las doctrinas escolasticas, los situo de facto dentro de los postulados de la ciencia moderna, de tal forma que si a esta actividad practica de los “ingenieros” sumamos la que fray Diego Ro­driguez llevaba a cabo en las aulas universitarias, es posible que podamos captar la profundidad y los alcances de la renovation cientifica que ex­perimento la Nueva Espana en el segundo tercio del siglo x v i i .

99 Trabulse, La cienciaperdida, p. 37, nota 38.

80 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

La creation de la catedra universitaria de ma­tematicas en 1637 propicio que se formara a prin­cipios de la cuarta decada del siglo una acade­mia informal, una tertulia cientifica, una especie de confratemidad formada por aquellos sabios novohispanos, nunca demasiados en numero, interesados en las ciencias, en particular en las matematicas y la astronomia. Esta tertulia tuvo durante mas de un decenio su centro en el Con­vento Grande de la Merced, aunque sus reunio- nes las llevaban a cabo en las casas de algunos de sus miembros propietarios de ricas bibliote­cas, o en librerias o imprentas cuyos duenos eran casi siempre proclives a las labores intelectua- les. Un miembro de la tertulia afirmo que estaba formada por sabios maestros universitarios, me­dicos, bachilleres, latinistas, arquitectos, “chy- micos”, y por todos aquellos “que sin haber cur- sado por destino las facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicacion pueden hacer, no en vano, muy buen juicio de todo”,100 a ellos debe- mos sumar los discipulos del padre Rodriguez, uno de los cuales llamado Francisco Ruiz Lozano, peruano de nacimiento, fue activo corresponsal suyo y llego, anos mas tarde, a ser Cosmografo Mayor de aquellos reinos.101

La tertulia cientifica de fray Diego fue una res- puesta de la comunidad de hombres de ciencia

100 Ibid., pp. 15-16.101 Gerardo Ramos, “El desarrollo de la matematica en el Peru”,

en: Ernesto Yepes (compilador ), Algunos aportes para el estudio de la Historia de la Ciencia en el Peru, Lima, Concytec, s/f, pp. 15-16.

LA APERTURA CIENTIFICA 81

al excesivo caracter teologico de la education universitaria. Casi todos sus miembros fueron criollos, adictos a las doctrinas hermeticas y pro­clives a las matematicas, a la astronomia y a la astrologia tal como la practicaban en Europa muchos de los astronomos mas destacados. El lenguaje que empleaban en sus escritos era a menudo solo para iniciados: el lenguaje semise- creto propio de las doctrinas hermeticas. Sus textos sobre cometas, eclipses y fenomenos me- teorologicos, asi como los numerosos lunarios, almanaques y pronosticos que elaboraron, reve- lan este deseo de ocultar ciertos conocimientos y mantenerlos solo en el circulo de los intimos. Incluso las obras religiosas y hagiograficas que algunos de ellos escribieron poseen esta carac- teristica. En suma, era una academia de lectura, discusion y proselitismo moderado donde se puso de manifiesto que las doctrinas hermeticas que profesaban representaban un cuestiona- miento profundo no solo de la cosmovision jerarquizada de los aristotelicos sino de la para- lela jerarquizacion de una sociedad donde ellos, los criollos, eran desplazados de los principales puestos politicos y eclesiasticos, detentados por peninsulares. Sin embargo, antes de 1646 las autoridades no miraron con suspicacia a esa ino- cua reunion de cientificos. Incluso conto con el apoyo de algunos personajes de la burocracia tanto civil como eclesiastica y aunque la Inqui­sition siempre vio con aprension a algunos de sus miembros, eso no impidio que durante va-

82 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

rios anos publicaran, previa aprobacion de fray Diego Rodriguez, sus lunarios y almanaques que los ayudaban economicamente aunque su pres- tigio sufriera serio deterioro dado que la exacti- tud de dichos pronosticos siempre dejaba mucho que desear.

A partir de 1646 la “academia” entro en un largo periodo de declive que duraria hasta 1655, ano de su extincion. Los problemas politicos que aquejaron a la Nueva Espana en aquel ano fueron la causa principal de la crisis por la que atraveso la “academia”.102 Ademas, un nuevo gru- po de sagaces y fanaticos inquisidores entro en funciones y una de sus primeras disposiciones fue la expedition en el ano de 1647 de un edicto, de inusitado rigor, donde se ordenaba someter a minuciosa censura todos los pronosticos, luna­rios y almanaques para entonces considerados subversivos, asi como todo tipo de publication cientifica sobre fenomenos que rozaran siquiera los dominios de la astrologia judiciaria. Se men- cionaron varios nombres de contertulios de fray Diego entre quienes tenian prohibido publicar, y se le retiraba a este el permiso de autorizar anual- mente la edicion de lunarios y almanaques.103

Aunque los escrutinios bibliotecarios debie- ron ser rigurosos, es indudable que los propieta- rios supieran eludir la censura ocultando las obras

102 Jonathan Israel, Razas, closes sociales y vida politica en el Mexico colonial, 1610-1670, Mexico, Fondo de Cultura Economi­ca, J980, pp. 230-231.

103 Trabulse, La ciencia perdida, p. 17. Vease infra, nota 138.

LA APERTURA CIENTIFICA 83

sospechosas, sobre todo cientificas, a la mirada de los alguaciles inquisitoriales. Posiblemente fue por esos anos que fray Diego opto por ocultar sus manuscritos cientificos que podrian desper- tar dudas sobre su ortodoxia, encuadernandolos con obras que no era susceptibles de censura. Su tratado astronomico mas importante, la Doc­trina general- repartida por capttulos de los eclip­ses de sol y luna, en el cual profesa abiertamente las tesis heliocentristas y se adhiere a la cosmo- logia kepleriana, lo encuaderno en pergamino junto con una obra del astronomo italiano An­tonio Magini que no despertaba ningun tipo de sospechas.104

Como ya dijimos, desde 1646 la represion in­quisitorial se torno mas severa. En es ano se ini- cian los procesos contra algunos miembros de la tertulia academica del padre Rodriguez acusa- dos de heterodoxia cientifica o de ser practican- tes de la astrologia judiciaria. Sus bibliotecas son confiscadas y se les decomisan manuscritos. Una y otra vez son citados sus amigos a declarar, y una y otra vez, con bastante osadia a veces, no solo dan testimonio de la ortodoxia del acusado sino que tambien se atreven a expresar que en materia de ciencias no existe autoridad recono- cida ni debe existir censura eclesiastica. Por ejem- plo, en el sonado y largo proceso contra fray Nicolas de Alarcon, por astrologo, intervinieron como testigos varios miembros de la “academia”

104 Ibid., p. 59, nota 8.

84 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

amigos suyos. Uno de ellos fue fray Diego quien el once de enero de 1646 rindio testimonio en su caracter de catedratico de matematicas. Declaro haber leido los manuscritos cientificos del padre Alarcon que le habian sido confiscados para ser sometidos a revision y censura. Tambien dijo que algunas secciones de dichos manuscritos ha­bian sido escritas por el mismo, quien se las faci- lito al procesado en ocasion de un viaje que este habia hecho a Guatemala, aclarando que dichas secciones s61o contenian “las figuras del ano de mil seiscientos y treinta y nueve para el Repor- torio de el y el Juicio de los temporales de dicho ano; que se lo di —anade fray Diego— para ejemplar de reportorios y modo de fabricarlos”. A continuation emprendio la defensa de Alarcon argumentando que era necesario comprender que una era la astrologia judiciaria —prohibida por los pontifices y los concilios— y otra, muy distinta, la astrologia racional (lo que para noso- tros es la astronomia y la meteorologia), que era licita, “porque si esta materia fuera de todo pun­to prohibida todos los libros de astrologia de cualquier calidad [que] fuesen serian prohibi­dos, y no se consentirian astrologos en la cristian- dad”. Su defensa surti6 efecto pues fray Nicolas fue absuelto, y se le libero devolviendosele to­dos sus papeles.105

En toda esta actitud represiva de los inquisi-

i°5 “pieito y causa criminal contra fray Nicolas de Alarcon de la Orden de N. S. de la Merced, por astrologo judiciario”, (195 ff), a g n m , Inquisition, v. 370, Num. 1.

LA APERTURA CIENTIFICA 85

dores contra los hombres de ciencia sospecho- sos de heterodoxia tuvo mucho que ver el cele­bre proceso contra Guillen de Lampart por sus ideas independentistas y por ser astrologo y he- reje manifiesto. Su causa ante el Santo Oficio, que se reinicio en 1650, creo un clima de in- certidumbre. El Gran Auto de Fe de 1649 es la prueba evidente de dicha hostilidad hacia las actividades sospechosas de heterodoxia. Pero fue sin duda el juicio contra Lampart el que re­velo a las autoridades tanto civiles como ecle- siasticas las potencialidades de subversion po­litica que se ocultaban tras esas aparentemente inocuas tertulias de cientificos criollos.106 Lam­part era astrologo, pero tambien, como todos en su epoca, astronomo, matematico y agrimensor, de tal forma que no fue dificil para los inquisido- res identificar a los astrologos con conspiradores encubiertos y a las tertulias con focos de disi- dencia politica. Las causas inquisitoriales que se suceder entre 1650 y 1655 ya revelan esta nueva preocupacion. Asi, el 3 de noviembre de 1650 el Santo Oficio arresto al astrologo mulato Gaspar Rivero Vasconcelos, acusandolo de prac- ticar la judiciaria, de haber calumniado al Santo Oficio y a sus ministros y de ser sospechoso de herejia. En su proceso fueron mencionados va­rias veces los nombres de fray Diego Rodriguez y del “maestro mayor de obras” de la Catedral, el

106 Luis Gonzalez Obregon, Rebeliones indigenas y precursores de la Independencia mexicana en los siglos xvi, xvn y xvin, Mexi­co, Ediciones Fuente Cultural, 1952, pp. 241-276.

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arquitecto, bibliofilo y astrologo Melchor Perez de Soto; y aunque los cargos eran graves y am­bos paretian suficientemente implicados en prac- ticas astrologicas consideradas ilicitas, solo Pe­rez de Soto fue encarcelado y procesado.107

Los documentos que existieron sobre esta cau­sa inquisitorial, que ha llegado a ser famosa por la extraordinaria biblioteca que le fue confisca- da al reo, arrojan luz sobre las razones que tuvo el Santo Oficio para no procesar tambien al ca­tedratico de matematicas. Los motivos por los que el padre Rodriguez fue eximido de culpas no son otros que los que ocho anos antes per- mitieron que fray Nicolas de Alarcon fuera libe- rado de la acusacion de practicar la astrologia judiciaria, es decir, la distincion que existia entre esta y la astrologia racional que comprendia a la astronomia de observation y el estudio de los fenomenos meteorologicos utiles a la agricultu­ra y a la medicina. Este ultimo tipo de “astrolo­gia” era la que fray Diego practicaba y fue la que, dos decenios despues, practicaria tambien Siguenza y Gongora. Ciertamente, en su proce­so Perez de Soto confeso que sus maestros en el

107 “Causa criminal contra Melchor Perez de Soto, astrologo, so­bre tener libros prohibidos de la astrologia judiciaria y usar de ella”, en: b in a h , Seccion de Manuscritos, Inquisition, vol. 2 (1649- 1654), ff. 224-327. Sobre este celebre proceso pueden verse tam­bien; Marques de San Francisco, Un bibliofilo en el Santo Oficio, Mexico, Libreria de Pedro Robredo, 1920; Donald G. Castanien, A Seventeenth Century Mexican Library and the Inquisition (tesis), University of Michigan, 1951; Julio Jimenez Rueda, Herejias y Su­perstitiones en la Nueva Espana, Mexico, On a m , 1946, pp. 218-219.

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estudio de la astrologia habian sido el agustino Felipe de Castro y nuestro mercedario; sin em­bargo, un testigo del proceso llamado Nicolas de Robles declaro que fray Diego siempre se mostro renuente a aceptar los puntos de vista astrologicos de Perez de Soto al que inclusive en varias ocasiones reconvino indicandole el peligro que Gorria al exagerar en su anhelo de adivinar los “futuros contingentes”.108 Sin em­bargo, el bibliofilo no parece haber hecho caso del consejo y cuando el Santo Oficio reunio un numero suficiente de pruebas en su contra, or­deno su arresto.109

El 12 de diciembre de 1654, Perez de Soto fue acusado formalmente “por sus muchos delitos contra la fe”, por poseer libros prohibidos y por que vivia “usando y practicando la judiciaria”. Un mes mas tarde, expedidos lo tramites propios de la lentisima burocracia inquisitorial, fue arrestado en su domicilio confiscandosele una rica biblio­teca. Era el 13 de enero de 1655; al dia siguiente se inicio su proceso.110 Como era logico, varios miembros de la tertulia de fray Diego, incluido el mismo, fueron llamados a declarar. Ahi com- parecieron entre otros, el medico Gabriel Lopez de Bonilla, quien habia sido testigo en el pro­ceso contra Lampart111 y anos despues llegaria a ser cunado de Sigiienza y Gongora, el almirante

108 Ibid., f. 231.109 Ibid., ff. 226-238.110 Castanien, op. cit., pp. 45. ss.111 Gonzalez Obregon, op. cit., p. 253.

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Pedro Porter y Casanate, con quien Perez de Soto habia realizado un viaje a California en 1643, el librero Antonio Calderon Benavides y el ya men- cionado Nicolas de Robles quien era un buen latinista.112 De las declaraciones de los testigos se desprende que el padre Rodriguez y Gabriel Lopez de Bonilla eran los mas cercanos al acu- sado y que su interes por las ciencias astrono- micas era compartida por igual, pero que el procesado habia traspasado el umbral de lo per- mitido. Mas aun, esa relation intelectual entre los tres explicaba el intercambio de libros que existia entre ellos. Perez de Soto declaro que fray Diego le prestaba libros de astrologia;113 y si pensamos que uno de los motivos para llevarlo ante la Inquisition y decomisarle su biblioteca fue precisamente porque se le acuso de tener libros prohibidos, es facil suponer que algunos de los que fueron secuestrados al momento de su arresto pudieran pertenecer a nuestro merce­dario. No es aventurado pensar que tanto el co­mo Lopez de Bonilla debieron seguir el proceso de su contertulio con cierta preocupacion ya que muchos signos ominosos apuntaban hacia am­bos; y no se debieron de llamar a engano cuan­do el tribunal los citaba a declarar: era una cla­ra manera de reconvenir al grupo de cientificos —heterodoxos o no— que en una discreta ter- tulia se reunian desde hacia mas de tres lustros.

112 “Causa criminal contra Melchor Perez de Soto”, ff. 241, 245 y 255.

113 Ibid., f. 297.

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La tragica muerte de Perez de Soto el 16 de mar- 20 de 1655, asesinado por su companero de cel- da, puso fin al proceso que quedo bien grabado en la memoria de sus amigos. La esplendida biblioteca le fue devuelta casi integra a la viuda del infortunado maestro mayor. Algunos de los libros los pudo vender, acaso otros los devol- veria a fray Diego pues eran suyos, pero al ma­yor parte los vendio por necesidad como “papel viejo” con lo que uno de los mejores conjuntos de obras cientificas de los siglos xvi y xvii se per­dio irremisiblemente. Pero no todo quedo ahi. Por un Auto inquisitorial del 30 de julio de 1655 —reflejo evidente del temor que les causo ver que podrian circular impunemente libros pro­hibidos como los encontrados en la biblioteca de Perez de Soto— se exigio que los seis li- breros de la ciudad de Mexico presentaran in- ventarios detallados de los libros que poseian so pena de multa y excomunion. Este fue otro as­pecto que adopto la represion en esos anos y que culmino en 1655. A partir de entonces la “aca­demia” practicamente desaparece y aunque los almanaques y lunarios se vuelven a editar con regularidad desde 1656, es evidente que la co- munidad cientifica trabajaba en forma distinta.

Fray Diego murio el 9 de marzo de 1668. El virrey marques de Mancera, que era su amigo y gustaba de dialogar con el, le rindio postu­mo homenaje enviando su familia a los solem- nes funerales que se le hicieron. Anos mas tarde. al recordarlo, don Carlos de Sigiienza afirmo

90 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

que en el tuvo la Nueva Espana a un “excelen tisimo matematico y muy igual a cuantos han si do grandes en este siglo”.

III. LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA

Al e s t u d ia r el movimiento cientifico de ese perio­do crucial de lg. ciencia mexicana que va de 1630 a 1680, un fenomeno peculiar capta de inmedia- to nuestra atencion: el cambio que se dio en la cultura libresca de esta epoca respecto de las de los ochenta anos anteriores. Es evidente que la apertura a la modernidad de la comunidad cien­tifica que fray Diego Rodriguez encabezo solo pudo ser posible por el tipo de lecturas que esos sabios hicieron. Algunos de sus libros han llegado hasta nosotros. Todavia poseen las se­nates que les dejaron sus sucesivos propietarios: ex-libris manuscritos, apostillas marginales, mar- cas de fuego, sellos de todo tipo. Todas ellas nos habian de quienes los tuvieron en sus manos y los leyeron penetrando asi en un cosmos desco- nocido. Sus libros fueron sus interlocutores; a veces los unicos que tuvieron. Y a traves de los siglos esos mismos libros vuelven a hablarnos para describirnos un mundo desaparecido. En ellos encontramos todos los temas que durante muchas decadas inquietaron a sus lectores. Po- cos testimonios del pasado dicen tanto como un antiguo libro de ciencia.

Tambien nos sorprende su capacidad de so- brevivencia como simple objeto fisico de gran

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fragilidad que son. Despues de tres siglos o mas de existir, los libros han debido estar sujetos a todo tipo de contingencias que en un tiempo re- lativamente breve pudieron destruirlos. Y el ries- go adquiere proporciones exponenciales cuando se trata no de un libro, del que probablemente haya varias copias, sino de un manuscrito del que solo existe o existio una. La cultura cientifica novohispana de la epoca colonial estuvo en bue- na medida formada de unos y otros. Muchos li­bros se han perdido con los signos de sus lecto­res, pero es mas de lamentar la perdida de sus manuscritos, de los que solo nos ha llegado el ti­tulo o, en el mejor de los casos, algunos fragmen- tos. Y sin embargo, los que quedan ahi estan, para recordarnos a los que hemos perdido. Al verlos, y al recorrer sus amarillentas paginas to- davia escuchamos el eco de una epoca de luces y de sombras.

Y es que a una comunidad cientifica la definen tanto sus producciones como sus lecturas; y los sabios contemporaneos de fray Diego, y el mis­mo, no son la exception. Su cultura cientifica fue amplia porque tambien sus lecturas lo fueron. Y estas lecturas reflejan sus intereses: astronomia, astrologia, matematicas, metalurgia, cosmografia y geografia. Estos cientificos calculaban eclip­ses, observaban las fases lunares, median los paralajes de los cometas, confeccionaban cartas geograficas, estudiaban los procesos metalur- gicos, construian instrumentos de medicion, ha- cian calculos cronometricos y elaboraban arduas

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tablas cronologicas. Es logico entonces suponer que buena parte de sus bibliotecas estuviese for- mada por obras que trataban esta amplia gama de asuntos. Sin embargo, las catalogos de biblio­tecas cientificas que han llegado hasta nosotros son escasos y las listas elaboradas por libreros o comerciantes, aunque mas numerosas, pocas ve- ces registran las obras fundamentales que le dan ese caracter peculiar al movimiento cientifico de esos cinco decenios. Empero no hay duda de que esas obras llegaban a la Nueva Espana y eran leidas y citadas. Y aqui conviene hacer una pun- tualizacion necesaria. Varios autores, al no en- contrar esas obras fundamentales de la Revolu­tion cientifica del x v ii debidamente registradas en las escasas listas de envios de Espana o en las Memorias que los libreros debian rendir ante la Inquisition, han concluido que no se conotian en Mexico y que por lo tanto es incuestionable el atraso que padecio la ciencia novohispana en ese periodo. Pero esto no fue asi. Las listas, cier- tamente, pocas veces enumeran las obras de cien­cia de vanguardia, pero esas relaciones distan mucho de proporcionar un argumento conclu- yente en contra del desarrollo cientifico de Me­xico, pues <jc6mo explicar que los envios de Es­pana y de otros paises europeos no mencionen libros que sabemos que los hombres de ciencia leyeron y estudiaron? Los catalogos dicen la ver- dad pero no toda la verdad; de ahi que consi- derarlos como testimonios definitivos sea hasta cierto punto arriesgado. El tema del comercio,

94 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

intercambio, trafico y circulation de libros en la Nueva Espana es bastante mas complejo de lo que a primera vista pudiera parecer. Y tratando- se de libros cientificos el problema se agudiza todavia mas. Muchos hombres de ciencia hacian traer directamente sus libros del extranjero, de lo cual no queda testimonio sino solo su per­sonal confesion de que ese libro provenia de determinado pais europeo, y lo que pagaron por el. Sigiienza y Gongora siguio invariable- mente esta costumbre: en las portadas de los li­bros que adquiria estampaba su elegante firma amanera de ex-libris, y despues anadia el lugar en que lo habia comprado, o el remoto sitio del que lo habia hecho traer, su precio y la fecha.

Ademas existia el comercio y el contrabando que, como ya vimos, afectaron y condicionaron el comercio de libros desde mediados del sigloxvi. Y estas practicas parecen haber sido bastan­te frecuentes si consideramos las constantes que- jas de los libreros que importaban su mercanda apegados a la ley, frente al comercio desleal de los que traficaban ilegalmente. Por ejemplo, el 24 de enero de 1692 dona Maria de Benavides y don Francisco de Rivera, comerciantes en libros, dirigieron una carta al Santo Oficio donde ha­cian la siguiente denuncia:

de pocos anos a esta parte se han introducido al­gunos regatones de libros sin tener exporgatorio ni noticia de los libros prohibidos, sin saber leer ni escribir, de que resulta vender libros prohibidos, y

hurtar de librerias de conventos y ministros, mu­chos libros, por la facilidad que hay en comprarlos a menos precio.

Sabemos que a mediados del siglo xvn por lo menos cinco impresores de la ciudad de Me­xico, que eran tambien libreros, como era enton­ces la costumbre, vendian regularmente obras cientificas. El primero que mencionaremos fue un singular personaje llamado Bernardo Calde­ron, fundador de una familia de impresores cu- yos trabajos cubren de 1620 a 1703- Desde fecha temprana ya se le calificaba de “mercader de li­bros” y en el ano mismo en que initio sus acti­vidades se le denuncio ante el Santo Oficio por haber traido libros de Espana y haberlos vendi- do sin licencia.114 Su viuda, Paula de Benavides, mujer energica que condujo el negocio de 1640 a 1684, fue particularmente activa en el comer- cio de los libros que importaba de Europa en cantidades regulares.115 Su hijo, Antonio Calde­ron, celebre presbltero, fundador de la Congre­gation del Oratorio, fue testigo en el proceso a

114 “Informacion contra Bernardo Calderon, por haber traido li­bros de Espana y vendidolos sin licencia”, (1630), a g n m , Inquisi­tion, vol. 367, Num. 8, (4 ff).

115 “Memoria de los libros que tiene Paula de Benavides viuda del mercader Bemabe (sic) Calderon”, (1661), a g n m , Inquisition, vol. 581, Num. 3, (91 f f ) ) ; “Autos sobre los libros que trajo a este Reyno Fernando Romero, Jose Jauregui y Olea, Francisco Rodri­guez y Paula Benavides viuda de Bernardo Calderon”, (1681), a g n m , Inquisition, vol. 645, Num. 3, (99 f f ) . Sobre las listas de libros que presento a la Inquisition, vease: O’Gorman, op. cit., pp. 732-751 y 826-865.

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Melchor Perez de Soto, donde declaro que este era cliente asiduo de la libreria de su madre.116 Fue probablemente esta familia de libreros la que abastecio al infortunado arquitecto de buen numero de los ejemplares que contenia esa es- plendida biblioteca que le secuestro la Inquisi­tion en 1655. Ante el severo edicto inquisitorial del 30 de julio de ese ano, del que ya hemos hecho mention, dona Paula de Benavides pre- sento el 16 de septiembre siguiente una lista de 1126 libros que se encontraban a la venta en su libreria. Su hijo afirmo en la declaration que la acompana que esos libros habian sido revisados siguiendo el catalogo expurgatorio de 1640, pa­ra determinar si podian ser leidos sin incurrir en delito. Es obvio que este Indice al que Calde­ron hizo referencia, y que databa de quince anos atras, ya era obsoleto en muchos aspectos. Asi y todo, el 16 de noviembre de 1660, o sea cinco anos despues, cuando volvieron a presentar una lista, ahora con 1239 titulos, tambien hubo de ser compulsada contra el Indice de 1640. Los libros impresos despues de esa fecha quedaban a cri- terio del calificador y si, como casi siempre ocu-

116 Castanien, op. cit., p. 41. Sobre la personalidad de Antonio Calderon Benavides como fundador de la Congregation del Ora­torio de San Felipe Neri en la ciudad de Mexico, vease: Carlos de Sigiienza y Gongora, Piedad Heroyca de Don Fernando Cortes, en: Obras, Mexico, Sociedad de Bibliofilos Mexicanos, 1928, pp. 331- 340. Sobre la imprenta y la libreria de esta acreditada familia de impresores, vease: Francisco Perez Salazar, “Dos familias de im- presores mexicanos del siglo xvii”, en Memorias de la Sociedad Cientifica Antonio Alzate, t-43, (1924) Mexico, 1925, pp. 456-475, 479-481.

rrio, este no era un cientifico —pues por lo ge­neral eran teologos— las obras de ciencia que sostuvieron teorias que en obras editadas antes de 1640 hubieran sido condenadas —como el heliocentrismo o el atomismo— podian pasar im- punemente la barrera inquisitorial solo por ha­ber sido impresas despues de ese ano. Por otra parte, los dictamenes emitidos sobre esas listas entregadas por los libreros permiten deducir que los calificadores no encontraban practicamente nada que censurar, salvo —en el peor de los ca­sos— cuatro o cinco obras que requerian de ex­purgation partial, prueba de que los libreros eran en extremo precavidos al elaborar las listas y se cuidaban bien de incluir alguna obra que pudiera acarrearles problemas mayores. Esos ca­talogos estan hechos en gran medida de omisio- nes y silencios.

Otro famoso librero e impresor fue Juan de Ri­vera, quien trabajo en esos menesteres desde1648 hasta 1684, primero como librero y des­de 1677 como impresor. Caso con Maria Calde­ron Benavides y hija y heredera de dona Paula, de tal forma que con ella entronca esa familia de impresores con la de los Rivera. La celebre im- prenta de Rivera Calderon sobrevivio hasta bien entrado el siglo xvin. En diversas ocasiones Juan de Rivera presento listas de los libros que poseia en su libreria. Una de ellas, del 5 de septiem­bre de 1655, fue respuesta al edicto inquisitorial varias veces mencionado. Ahi reseno 72 titulos. Cuatro anos despues, el 3 de diciembre de 1659

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rindio voluntariamente una Memoria de 920 li­bros que resulta de gran interes, pues incluye los precios a que eran vendidos.117 Al ano siguien­te, en noviembre de l660, declaro poseer 706 libros de los cuales unos pocos le fueron deco- misados por el censor jesuita Juan Ortiz de los Heros. Despues de la muerte de Rivera en 1684 su viuda condujo la imprenta y libreria hasta el ano 1700. A lo largo de esos diez y seis anos en- trego diversas Memorias de libros al Santo Ofi­cio118 en que el numero de volumenes decreda ano con ano, “por no haber flota ni otra com- pra”. En 1697 declaro poseer ya solamente unos cuantos titulos en su libreria.119

El tercer librero fue Hipolito de Rivera, herma­no de Juan quien tambien trabajo como impresor de 1648 a 1655. De el conocemos la Memoria que entrego al Santo Oficio el 6 de octubre de 1655 como respuesta a su edicto. Consta de 720 libros, y el calificador no encontro nada que se saliera de la ortodoxia.120

Tambien Agustin de Santiesteban y Francisco Rodriguez Lupercio fueron duenos de imprenta y eventualmente libreros. Durante varios anos

117 “Memoria de los libros que trajo al secreto de este Santo Ofi­cio Juan de Rivera, librero” (1659), en: a g n m , Inquisition, vol. 458,ff, 1-16.

118 O’Gorman, op. cit., pp. 716-717, 807-825, 896-899, 900-907; Perez Salazar, op. cit., pp. 497-501.

119 “Maria de Benavides hace presentation por medio de una nota alfabetica de los libros que tienen en su poder”, (1697), a g n m ,

Inquisition, vol. 536, Num. 80, (2 ff).120 O’Gorman, op. cit., pp. 752-769; Perez Salazar, op. cit., p. 497.

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fueron socios en ambas actividades pero en l66l, con la muerte del primero, Lupercio —quien llego a ser un prestigiado editor— asumio la di­rection de la imprenta hasta 1683 en que falle- cio. Como parece haber sido lo habitual en este tipo de empresas los sustituyo la viuda dona Je- ronima Delgado Cervantes hasta 1694 y los here­deros de esta-hasta 1736. Las diversas memorias de libros presentadas al Santo Oficio primero por Santiesteban y Lupercio y despues solo por el ultimo abarcan de 1655 —ano de la memoria obligatoria que todos los libreros entregan— has­ta 1685. Aqui tambien el Indice ex.purgatorio uti- lizado por los calificadores fue el de 1640.121

Un caso peculiar fue el del mercader de libros Juan Lorenzo Bezon, quien tenia tienda en el Empedradillo. El 24 de enero de 1635 presento a la Inquisition una Memoria que registraba 203 titulos que fueron revisados de acuerdo con el Indice de 1632. Pues bien, cuando obligado por el edicto de 1655 debio entregar una nueva lista de libros enumero 272, los cuales cotejo con­tra ese mismo viejo catalogo de 1632 y el de 1640.122 Son muchas las probabilidades de que estas listas estuvieran destinadas a llenar un me­ro tramite burocratico. Y los libreros lo sabian bien. Hasta que punto los dictamenes de los cali­ficadores del Santo Oficio debieran tener un peso relativo cuando juzgaban libros de ciencia, nos

121 O’Gorman op. cit., 724-731, 866-884, 892-895; Perez Salazar, op. cit., pp. 489-490 y 508.

122 O ’Gorman, op. cit., pp. 708-712, 718-723.

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lo indica el hecho de que tres obras, entre las pocas de ciencia que contienen esas listas de los libreros antes mencionados, ya estaban en el In- dice cuando fueron presentadas dichas Memo­rias, y sin embargo solo una debio ser “enmen- dada”: los tratados de magia de Juan Bautista Porta;123 los otros dos, que eran los escritos fi- losoficos de Cardano y las obras astronomicas copernicanas de Lansberg, pasaron la censura y ni siquiera fueron mencionadas. Y esto no pa- rece haber sido exception. A finales de 1660 el librero Juan de Rivera sometio ante la Inqui­sition una lista de lo libros que poseia para su venta. Pues bien, anexa a esa relacion incluyo una carta dirigida a los inquisidores en la cual detia que estaba enterado que estos habian “re- mitido un juego de las obras de Cardano al pa­dre Antonio Nunez y [al] padre Urive, calificado­res de este Santo Oficio, para que los registren y viesen si convenia que corriesen”. Como dichos calificadores ya los habian devuelto al Tribunal con su parecer, pedia “que si estan corrientes se me vuelvan, y estando prohibidos se sirva V. Sa. que se me de por testimonio para que se me vuelva su valor la parte que me los vendio”.124 Curiosa e interesante resulta esta petition ya que Rivera debia saber, pues poseia el Indice de 1640, que las obras de Cardano a que hace re­ferencia estaban prohibidas desde hacia varias

123 a g n m , Inquisition, vol. 458, f. 10 r.124 O’Gorman, op. cit., p. 807.

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decadas —de hecho ya aparecen condenadas en el Indice tridentino— y su simple posesion era un delito y un pecado.125 Pero eso no es todo. Rivera reconocia que esas obras las habia com- prado, o sea que estaban disponibles en un mer- cado abierto. Ademas, pidio al tribunal le dijese si fueron aprobadas o corregidas, para “que co- rriesen”, es decir para poderlas vender. Pero lo que mas nos llama la atencion es que Rivera mencione como calificador de Cardano al padre Antonio Nunez de Miranda, el confesor de Sor Juana, celebre por la severidad y rigor de sus jui- cios morales, y aunque desconocemos la natu­raleza del dictamen que emitio es claro que el solo hecho de declarar Rivera que habia com- prado “un juego de las obras de Cardano” era una tacita confesion de culpa. Sin embargo, el asunto no trascendio mas alia, pues Rivera continuo en el comercio libresco, lo que nos hace suponer que la calificacion de los censores no debio ser demasiado severa.

Las listas de libros presentadas por comercian- tes e impresores entre 1630 y 1700, apenas con- tienen un dos por ciento de obras cientificas,126 las cuales, como ya dijimos, no son las mas re- presentativas de la ciencia de su epoca. Entre los autores modernos que se citan aparecen Pedro Apiano, Agricola, Blaeu, Borelli, Caramuel, Pe­dro de Arenas, Cardano, Monardes, Nunez, Pedro

125 Index Librorum Prohibitorum, Mechliniae, P.J. Haniq, 1854, p. 59.

126 Vease supra, nota 65.

102 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de Medina, Jeronimo de Chavez, Rodrigo Zamo- rano, Antich Rocha, Carducho, Clavio, Lansberg, Magini, Perez de Moya, Porta, Tacquet, Frago­so, Claudio Clemente, Juan Calvo, Dionisio Daza Chacon, Bartolome Hidalgo y Diego Perez de Bustos. De los antiguos estan registrados Aristo­teles, con un buen numero de ejemplares, Arqui­medes, Dioscorides, Euclides, Galeno, Hipocrates y Sacrobosco. Entre los cientificos novohispa­nos estan los nombres de Enrico Martinez, Fran­cisco Ximenez, Diego de Cisneros, Pedro de Paz, Luis Berrio de Montalvo, Fernando Becerra, Atanasio Reaton, Juan de Cardenas, Agustin Far- fan, Alonso Lopez de Hinojosos, Juan Correa y Diego Garcia de Palacio. Elenco sin duda im- presionante pero insuficiente para cualquier his- toriador de la ciencia del siglo x v i i . Existe, evi- dentemente, un punto de interes que debemos mencionar: en dichas listas de libros no aparece registrado ningun titulo de obras de cientificos mexicanos que haya sido editado por esos li- breros-impresores despues de 1645, lo que resul­ta poco comprensible sobre todo si pensamos que tambien tenian en su poder obras de sabios novohispanos de varias decadas atras como aca­bamos de ver. Conviene que analicemos este pro­blema que, como veremos, presenta varias fa­cetas interesantes. Los libreros e impresores de quienes hemos hecho referencia se cuentan en­tre los editores de libros cientificos mexicanos mas destacados de la segunda mitad del siglox v i i . A ellos debemos anadir a Juan Ruiz, el hijo

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y heredero de Enrico Martinez, quien condujo la imprenta de su padre hasta 1675, y quien, al pa­recer, no era librero, sino solo impresor y distin- guido y circunspecto hombre de ciencia.

La imprenta de Bernardo Calderon y sus he- rederos ocupa lugar destacado en la literatura cientifica mexicana del siglo x v i i . De sus prensas salieron las obras de los miembros mas notables de las comunidades cientificas que trabajaron entre 1640 y 1700. Ademas fue, en mas de un sen­tido, un apoyo moral y economico a la tertulia academica de fray Diego. El interes del criollo Antonio Calderon Benavides —librero, impre­sor, erudito y teologo— en los trabajos cienti­ficos de sus amigos y contertulios fue decisivo en la publication de obras que sin su patrocinio no hubieran visto la luz publica. Asimismo la venta y circulation de obras de ciencia europeas debe mucho a su labor. No es de extranar enton­ces que Sigiienza y Gongora, siempre tan parco en elogios no obligados, fuese tan prodigo en encomiar su saber, sus obras y su benevolencia. Ciertamente editar un libro de ciencias en el si­glo xvn en Mexico no era una empresa particu- larmente lucrativa ni mucho menos. Libros que ahora consideramos clasicos de la ciencia mexi­cana tardaron a veces anos en agotarse a pesar de que los tirajes eran muy limitados. Incluso obras tan polemicas como la Exposition astro- nomica de Kino o la Libra de Sigiienza que des- pertaron cierto interes se imprimieron en tirajes de solo cien ejemplares. Todavia en 1697 Si-

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giienza pudo obsequiar un ejemplar de ese libro al viajero Gemelli Carreri.127

La imprenta de la familia Calderon dio a la es- tampa en 1652 el Discurso Etheorologico del Nue­vo Cometa de fray Diego Rodriguez, y al ano si- guiente el Discurso y Relacion Cometographica de su colega Gabriel Lopez de Bonilla. En 1675 publico la Breve Aritmetica Militar de Benito Fernandez Belo, en 1681 el Discurso Cometolo- gico y Relacion del Nuevo Cometa del criollo Jose de Escobar Salmeron y Castro, uno de los mas aguerridos rivales de Siguenza en la celebre po- lemica en torno al cometa de 1680. Dos anos mas tarde publico la Especulacion Astrologica y Physica de la Naturaleza de los Cometas curio­so opusculo de Gaspar Juan Evelino. Finalmente, dentro de esta linea de libros, dio a la estampa en 1690 una de las obras capitales de la ciencia mexicana: la Libra Astronomica y Philosophica de Siguenza y Gongora. Por otra parte, en 1685 publico la obra Principia Medicinae de Diego de Osorio y Peralta. A las prensas impresoras de esta familia debemos tambien la mayor parte de los lunarios, pronosticos y almanaques publi- cados entre 1640 y 1700 por personajes como fray Diego Rodriguez, Lopez de Bonilla o Sigiien- za y Gongora. Al parecer siempre existio entre los cientificos criollos y la editorial una afinidad que rindio buenos frutos. Los almanaques eran

127 Juan Francisco Gemelli Carreri, Viaje a la Nueva Espana, Mexico, Libro-Mex Editores, 1955, II, p. 186.

articulos que se vendian bien aunque Sigiienza afirmo en alguna ocasion que era “mas lo que con ellos se pierde de credito, que lo que se avanza de reales”.128 Ademas debian pasar una rigurosa censura inquisitorial antes de publicar- se a efecto de evitar deslices de los astronomos devenidos agoreros hacia los peligrosos terre­nos de la astrologia judiciaria. El cuidado que ponian en esta labor los calificadores de la In­quisition se echa de ver en la voluminosa docu­mentation relacionada con los permisos de im- presion de lunarios y almanaques que existe.129 Una idea de la vigilantia que se ejercia nos la da el hecho de que los 1239 libros que Paula de Benavides sometio a revision ante el Tribunal el 16 de noviembre de 1660, el calificador hizo al- gunas censuras menores en unos cuantos de ellos pero se reservo para si, y no devolvio, “seis o siete cuerpos de lunarios” de los que ella edita- ba, hasta no revisarlos con detenimiento.130 Esta es la unica mention que existe, en la lista de li­bros de un librero-impresor sometida al Santo Oficio entre 1650 y 1700, de una obra editada por el interesado. Y esa obra le fue confiscada.

Los otros comerciantes de libros que a la vez contaban con imprenta tambien hicieron valio- sas aportaciones a la ciencia dei xvn al editar obras de importantia, pero cabe decir que nin-

128 Carlos de Siguenza y Gongora, “Almanaque para el ano de 1692 bisiesto”, en: Quintana, op. cit., p. 197.

129 Ibid., pp. 101-279.130 O’Gorman, op. cit., p. 865.

LA DIFUSION DELA CIENCIA MODERNA 105

106 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

guno alcanzo los niveles de calidad y excelencia de los Calderon Benavides. Su heredero Juan de Rivera imprimio en diversos anos almanaques y lunarios. Su hermano Hipolito dio a las prensas en 1648 el interesante libro de contenido meta- lurgico, medico y alquimista de Juan Correa titu- lado De la cualidad manifiesta del mercurioP1 En cuanto a Francisco Rodriguez Lupercio, sabe- mos que en 1657 edito un curioso opusculo ti- tulado Disertacion fisica y anatomica de los sentidos interiores y exteriores del hombre de Jeronimo Becerra, y en 1682 publico la famosa Exposicion Astronomica de el Cometa del je- suita Eusebio Francisco Kino, obra que desen- cadeno la polemica entre el y don Carlos de Siguenza. Respecto de Juan Ruiz, sabemos que imprirma sus propios pronosticos de tempora­les, que sometia regularmente al Santo Oficio para su autorizacion. Ademas publico dos obras cientificas de importanda. La primera data de1649 y se titula Tratado de la cualidad mani­fiesta, y virtud del Azogue llamado comunmen- te mercurio, de Fernando Becerra, sabio meta- lurgista criollo hermano del tambien hombre de ciencia y destacado apologista guadalupano Luis Becerra Tanco. La segunda es de 1653 y se trata de una obra astronomico-meteorologica escrita por el mismo Juan Ruiz. Se titula Discurso hecho

131 Vease lo que sobre esta curiosa obra, una verdadera rareza bibliografica de la ciencia mexicana, dice Francisco Fernandez del Castillo, en su obra La Facultad de Medicina, Mexico, u n a m , 1953, pp. 31-33.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 107

sobre la signification de dos impressiones meteo- rologicas que se vieron el ano passado de 1652.132

Son varias las posibles causas por las que es­tos libros y almanaques no aparecieran en las Memorias entregadas por los libreros a la Inqui­sition a pesar de ser ellos sus impresores y ven- dedores. Respecto de los pronosticos y alma­naques diremps que, al igual que las gacetas de la epoca, tenian caracter efimero y desaparecian apenas quedaba cumplida su funcion informa- tiva. En cuanto a los libros de ciencia propia- mente dichos no es posible generalizar. Algunas obras, como las de metalurgia y medicina, que eran de uso practico y constante, pronto salian de la circulation. Otras, como las que giraron en tomo al cometa de 1680 y la polemica que sus­cito, desaparecieron del mercado por el interes que desperto la disputa o porque se dio el caso de que uno de los contendientes, el padre Kino, enviara a Europa la casi totalidad de los escasos cien ejemplares que imprimio. En cuanto a Si- giienza, ya vimos que el en lo personal todavia conservaba ejemplares de su Libra siete anos despues de que un mecenas habia logrado im- primirla. Por ultimo estan las obras astronomi­cas de fray Diego y sus contertulios publicadas entre 1652 y 1653. Es posible que esas obras de las que hoy en dia se conocen solo contadisi- mos ejemplares no hayan aparecido en las listas de Antonio Calderon y de su madre por el temor

132 Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, pp. 45, 52, 62- 63; II, pp. 88-116, 130-166.

108 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

a la censura y a su posible confiscation, pues aunque fueron impresas con las debidas licen­tias, y contaban con la relativa tolerancia con la que los calificadores censuraban las obras de ciencia, debemos recordar que desde 1645 la ter- tulia academica de fray Diego empezo a pade- cer los efectos de la vigilancia inquisitorial, so­bre todo, despues que se incorporo al Tribunal don Juan Saenz de Manozca, uno de los mas severos e implacables inquisidores de todo el siglo x v i i . Los procesos de Alarcon en 1646 y de Perez Soto en 1655 enmarcan, como ya vimos, los anos de crisis de la confraternidad. Riesgoso era publicar, aun con las licencias necesarias; y los impresores de libros cientificos lo sabian bien. Asi, no es dificil suponer que en la Memo­ria que Antonio Calderon Benavides entrego el 16 de septiembre de 1655 como respuesta al edic­to inquisitorial tantas veces citado haya omitido los libros de sus amigos criollos que habian sido, como el, testigos en el proceso a Perez de Soto y por tanto estaban bajo la mirada inquisitorial. Fue una omision voluntaria dictada por la pru­dentia y el temor.

Un punto esencial relacionado con la venta e impresion de libros cientificos es el referente a la labor de los calificadores del Santo Oficio en­tre 1630 y 1700. En repetidas ocasiones hemos

hablado de estos interesantes personajes. Ya di- jimos como su falta de preparation cientifica —salvo honrosas excepciones que ya tendre- mos ocasion de mencionar— los llevaba por lo general a ser tolerantes, por su carencia de co- nocimientos profundos del tema, con las obras de ciencia, siempre y cuando estas no tocaran en forma ostensible las artes ocultas. Todos ellos eran teologos o canonistas y figuras destacadas en el ambito intelectual de la Colonia, y no po- cos dejaron largos y sesudos escritos de su es- pecialidad. Casi siempre eran criollos —las ex­cepciones son contadas— de tal forma que es plausible pensar que la tolerantia que mostra- ron en ciertos procesos inquisitoriales o al revi­sar listas de libros de impresores o catalogos de bibliotecas, estaba dictada por una aguda con­cientia de clase alentada por ese orgullo de es- tirpe al que ya nos referimos. Es interesante ob- servar que en varias ocasiones desmintieran la severidad moral que revestia su caracter y se mos- traran bastante flexibles al juzgar los libros que ellos mismos u otros de sus compatriotas desea- ban publicar o simplemente leer.

Los calificadores del Santo Oficio133 formaban un cuerpo de expertos que debia dictaminar los asuntos que el tribunal les sometia para su estu­dio a efecto de que ilustrara la opinion de los

133 Sobre la estructura juridica y administrativa del tribunal del Santo Oficio, v6ase: Edmundo O’Gorman, “La Inquisition en Me­xico”, en Historia de Mexico, Mexico, Salvat Editores de Mexico, S.A., 1974, T-V, pp. 86-87.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 109

110 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

inquisidores en puntos debatibles o de resolu­tion dificil, asi como aquellos en que no se sen- tian capacitados para emitir un juicio adecuado. Los libros cientificos y los lunarios, reportorios y almanaques caian en esta ultima categoria. Para alcanzar esa distincion los calificadores, asi co­mo todos los ministros de la Inquisition, cual- quiera que fuera su categoria, debian probar ser personas de letras y vida ordenada, tener “lim- pieza de sangre”, es decir ser de familia de cris- tianos viejos sin mancha de judaismo, maho- metismo o herejia.

El sigilo y discretion con que procedian los calificadores es incuestionable pues las reglas exigian bajo graves sanciones que actuaran con “secreto, obediencia y rectitud”. Teoricamente desconocian quien era el autor de los manuscri- tos que el fiscal les entregaba para que rindieran su dictamen y, en su caso, aprobaran su publi­cation, pero de hecho nunca les fue dificil saber el nombre del autor, salvo cuando se ocultaba bajo un pseudonimo, lo que en teoria estaba for- malmente prohibido por los estatutos como fue el caso de fray Diego quien se firmaba como Mar­tin de Cordoba o “El Cordobes”, o de Sigiienza y Gongora quien decia ser fray Juan de Torque- mada o mas sencillamente “El Mexicano”. Ese anonimato obligado no siempre respetado per­mitia que las censuras fueran imparciales y ri- gurosas, y cabe reconocer que los calificadores desempenaban su labor lo mejor que podian al dictaminar temas cientificos que casi siempre les

fueron ajenos. Sin embargo, es indiscutible que se trataba de gente letrada, sabia y con agudo sentido critico y muchas veces rechazaron las afirmaciones contenidas en un pronostico o al- manaque por la simple razon de que iban mas alia de lo que dictaba el mas elemental sentido comun. Sorprende ver como estos teologos afir- maban que esos lunarios debian estar escritos en lenguaje llano, pues la mayor parte de sus lectores era gente rustica, ya que la gente letra­da, detian ellos, dificilmente daba credito a lo ahi contenido cuando se salia de lo estrictamen- te astronomico o meteorologico.

Para llevar a cabo su tarea contaban con di­versas obras que ilustraban detalladamente los problemas y les daban solution. Es muy amplia la literatura inquisitorial sobre censuras a todo tipo de libros, incluidos los cientificos, y las res­trictiones existentes para su publication.134 Un ejemplar apostillado del voluminoso De officio Sanctissimae Inquisitionis de Cesar Carena, en su edition de Lyon, Francia de 1649, que pudi- mos consultar, trae las anotaciones de los suce- sivos calificadores del Santo Oficio que lo utiliza- ron. Aun textos que debian corregirse antes de ser empleados como referencia, circulaban nor- malmente. Asi el celebre libro de Ludovico de Paramo, titulado De Origine el Progressu Sanctae

134 Joanne Alberghini, Manuale Qualificatorum Sanctae Inqui­sitionis, Venecia, Dominicus Deregni, 1754 pp. 162-171. Esta inte- resante obra reune y glosa toda la literatura inquisitorial existente con las referendas precisas en cada caso de los que analiza.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 111

112 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Inquisitionis en su edition original matritense de 1598, no expurgada, fue anotado en 1649 por su propietario, el padre Jose de Mujica, califtcador del Santo Oficio; posteriormente paso a perte- necer a la biblioteca de San Ildefonso. Ya vimos como diversos Indices expurgatorios, en parti­cular los de 1632 y 1640, eran utilizados para revisar las listas de libros. Inclusive no falto un censor que redacto apuntes para su uso perso­nal donde recogia los casos mas dificiles de dic- taminar y su posible solution.135

Las obras cientificas sobre las que los califica­dores emitieron dictamenes entre 1630 y 1700 son de varios tipos. En primer lugar estan los alma- naques o lunarios, utiles a la medicina a la agri­cultura y a la navegacion, que cada ano diversos astronomos publicaban. (Cabe mencionar que los libros de ciencia propiamente dichos, de estos mismos autores, que eran de mayor entidad y mas especializados, y que por tanto iban dirigi- dos a un publico mas culto y naturalmente mas reducido, solamente requerfan de las licencias aprobatorias del Ordinario.) En segundo termino estan las obras de algunos escritores que aunque no sean de ciencia, hacen referencia a temas cien­tificos. Por ultimo estan los manuscritos confisca- dos por la Inquisition a algun hombre de cien­cia acusado de leer o poseer libros prohibidos o de practicar las ciencias ocultas. Conviene anali- zar por separado cada uno de estos grupos.

135 “Metodo General para despachar censuras en particular”, (MS. s. x v i i ) , (17 ff) (coleccion particular).

LA DIFUSI6N DE LA CIENCIA MODERNA 113

Lunarios y almanaques se imprimieron desde el siglo xvi en la Nueva Espana. Ya en 1579 fray Alejo Garcia publicaba un Kalendario perpetuo con datos astronomicos y cronologicos utiles para conocer, sobre todo, las fechas moviles del complicado calendario eclesiastico.136 Anos des­pues Enrico Martinez incluyo varios de ellos en su Reportorio de los Tiempos, que abarcan desde I 606 hasta 1620. No hay duda que estas obras se siguieron publicando anualmente con la sola licencia del Ordinario. A partir de 1637, se exi- gio tambien la aprobacion del catedratico de matematicas de la Universidad, es decir, de fray Diego Rodriguez.137 Varios miembros de la ter- tulia academica que se formo en esos anos, tales como el agustino Felipe de Castro, el matema­tico Gabriel Lopez de Bonilla, o el mismo fray Diego publicaron lunarios entre 1630 y 1645 con la sola aprobacion diocesana. A partir de este ultimo ano, con la llegada al cargo de inquisidor general del inflexible Juan Saenz de Manozca las cosas cambiaron. Como ya dijimos paginas atras, la academia empezo a tener problemas: se proceso a uno de los contertulios fray Nicolas de Alarcon, que era discipulo de fray Diego, se le retiro a este el permiso para autorizar los lu­narios anuales y se empezo a vigilar de cerca a algunos de los miembros de ese grupo de astro- nomos, criollos en su mayoria. Los sucesivos in­formes que Manozca envio al Consejo Supremo

136 Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, p. 57.137 a g n m . Inquisicion. vol. 670, f. 247.

114 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de la Inquisition en Madrid a partir de 1645 obligaron al Inquisidor General, a quien estaban sujetos los distintos tribunales particulares de las colonias, a expedir un edicto de fecha 26 de oc- tubre de 1647 en el que ordenaba que todas las personas dedicadas a “componer, escribir o im- primir pronosticos” en la Nueva Espana fueran notificadas de que, a partir de esa fecha, les es­taba prohibido escribir o imprimir pronostico alguno sin permiso del Santo Oficio. Este tribu­nal daria autorizacion de editar ese tipo de obras unicamente en la medida en que fueran utiles “a la navegacion, agricultura y medicina; juicio de tiempos que proviene necesaria y frecuentemen- te de causas naturales como son eclipses, lluvias, pestes, tiempos serenos o secos”. En caso de transgredir esta disposition ordenaba fueran cas- tigados con las penas impuestas por el tribunal novohispano a cuyo juicio quedaba determinar el peso de las mismas.138 Asi, a partir de 1648 los astrologos que quisieran imprimir pronosticos, debian presentarlos para su aprobacion ante el Santo Oficio quien los someteria al dictamen de calificadores competentes. La ofensiva inquisito­rial de Saenz de Manozca contra los miembros de la academia de fray Diego fue en este aspecto todo un exito: en 1648 solo fueron presentadas dos solicitudes de impresion de pronosticos para 1649; una de fray Felipe de Castro y otra de Ga­briel Lopez de Bonilla,139 y esto se debio a que

138 Quintana, op. cit., pp. 101-102.139 Ibid., pp. 102-104.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 115

probablemente ambos textos ya habian sido es- critos por sus autores, y hasta es posible que cuando les fue notificado ese edicto, ya estuvie- ran inclusive impresos, lo que obligaria a los edi­tores a buscar la necesaria aprobacion que les permitiria vender dichos lunarios que represen- taban una inversion de cierto monto para cual- quier imprenfa de esa epoca.

En los registros inquisitoriales no aparece nin- guna nueva solicitud hasta 1654., lo que pone de manifiesto el temor que tenian los astrologos de ponerse en la mira del Santo Oficio. En ese ano, a pesar del proceso contra Perez de Soto, un astronomo presento una petition para imprimir su pronostico para 1655, con lo que se reiniciaba la costumbre suspendida de seis anos antes. Ese astronomo era el catedratico de matematicas, quien por ser sin duda el cientifico mas connota- do de la Nueva Espana en esos anos, se valio de su prestigio para desafiar en cierta forma las cen­suras inquisitoriales. De ser aprobada su solici­tud se abririan nuevas perspectivas tanto cienti- ficas como economicas para los astronomos. Y esto fue lo que ocurrio: al ser aprobada su peti­tion los lunarios empezaron a publicarse de nue- vo en forma regular hasta terminar el siglo y a todo lo largo del siguiente.140 No deja de ser sig-

140 El calificador fray Juan de Herrera menciona en su dictamen que tenia noticia de otros “dos o tres” almanaques mas, que ha­bian salido para ese ano de 1655. Desafortunadamente no existen ni los dictamenes ni los pronosticos a que hace referencia. ( a g n m ,

Inquisition, vol. 670, f. 277).

116 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

nificativo que la aprobacion de este pronostico presentado por fray Diego haya sido concedido por un fraile mercedario criollo amigo suyo, el padre Juan de Herrera. Este hermano de re­ligion de nuestro astronomo de quien era coeta- neo (fallecio en 1670) fue una figura relevante en la vida intelectual de la Colonia durante el siglo x v i i . Fue maestro de filosofia y teologia y llego a ser rector de la Real y Pontificia Universi­dad. A el le encomendo don Juan de Palafox la formation de las Constituciones con las que ese cuerpo academico habria de gobernarse por doscientos anos mas. En su caracter de provin­cial de la Orden de la Merced de Nueva Espana, cargo que ocupo dos veces, brindo siempre su apoyo a fray Diego.141 Fue calificador del Santo Oficio durante los anos en que Manozca era in- quisidor, lo que no debio ser tarea facil. Sin em­bargo en 1654, como criollo, como mercedario y como teologo de prestigio allano el camino para que nuestro catedratico de matematicas re- iniciara la publication de almanaques. Desde entonces fray Diego debio publicar anualmente ese tipo de obras, sin embargo, solo tenemos noticias precisas de que redacto los lunarios de l662, 1663, 1665 y 1666, cuyos textos desafortu- nadamente estan perdidos. Los calificadores que los revisaron, el jesuita Juan Ortiz de los Heros y el dominico fray Jacinto Guevara y Mota, no pa- recen haber sido particularmente severos en sus

141 Pareja, op. cit., pp. 256-274.

LA DIFUSION DELA CIENCIA MODERNA 117

dictamenes. Solo en una ocasion, el pronostico para 1666, el padre Guevara quien era maestro de teologia y llego a ser rector del Real Colegio de San Luis, indico, con cierta ironia, que en ese texto fray Diego hacia no un almanaque sino “un discurso de predicador” en el que saltaba in- opinadamente “desde los astros hasta los pulpi­tos”.142

La publication regular de almanaques desde 1655 tuvo importantes consecuencias para el desarrollo cientifico de Mexico. Ciertamente la mayor parte de esos textos posee gran cantidad de datos que eran producto de la fantasia de sus autores y no resultado de sus investigationes cientificas concretas. Sin embargo, no se les debe descalificar, ni mucho menos, como testimonios cientificos, ya que tambien contienen valiosa in­formation astronomica, meteorologica, geogra- fica y hasta historica que no puede pasarse por alto. Ademas, los dictamenes de los calificadores ponen de manifiesto que el clima intelectual de la epoca en temas cientificos distaba de ser de ab­soluta credulidad e ignorantia.143 Cuando el pa­dre calificador Juan Ortiz de los Heros leyo el

142 A g n m , Inquisition, vol. 670, ff. 119-120.143 Muy meritoria fue la labor del investigador Jose Miguel

Quintana al reunir buena paite de esos documentos del siglo x v i i

(vease su obra citada en la nota 53). Desde entonces han apareci- do otros testimonios que vienen a contemplar esta tarea. Todos ellos nos dan ahora una idea mas precisa del clima intelectual de la Nueva Espana y de su desarrollo cientifico, pero, sobre todo, nos permiten interpretar los testimonios bajo una optica distinta. (Vease nuestro trabajo: Ciencia y religion en el siglo x v ii, Mexico, El Colegio de Mexico, 1974).

118 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Discurso Astronomico para 1656 de Lopez de Bonilla hizo observaciones que revelan que su opinion acerca de la astrologia judiciaria era en ciertos aspectos casi la de un racionalista hete- rodoxo. Ortiz era un jesuita criollo de una gran erudici6n. Los inquisidores confiaban sin reser­va en sus dictamenes tanto de obras cientificas como literarias o teologicas, lo que le permitid permanecer en el puesto de calificador por mas de diez anos, hasta que hubo de trasladarse a Puebla donde trabajo como rector del Colegio del Espiritu Santo.144 El 17 de septiembre de 1655 rindio su parecer sobre ese pronostico de Lopez de Bonilla. Ahi aseguro haber seguido, para emi- tir ese dictamen, tanto la celebre bula de Sixto V contra los astrologos como las advertencias per­sonales del inquisidor apostolico Saenz de Manozca sobre los peligros de las astrologia ju­diciaria. Despues de recomendar a los inquisi­dores que “con paternal amor” amonestaran a Lopez de Bonilla por haberse excedido al de­clarer como infalibles ciertos sucesos por venir que eran absolutamente contingentes, lanza el siguiente ataque en el que pone en duda los co- nocimientos del autor:

los judiciarios y alquimistas suelen leer libros vul­gares en los cuales, a las vueltas de algunos re-tazos de rimado, bien o mal citados, traen lugares

144 Francisco Zambrano, S. J., Diccionario Bio-Bibliografico de la Compania de Jesus en Mexico, Mexico, Editorial Jus, S. A., 1961 ss, X, pp. 665-675.

LA DIFUSION DELA CIENCIA MODERNA 119

supuestos de Santo Tomas, Alberto Magno y otros gravisimos doctores; y por ese respecto pudiera ser que, en convenienda propia de ellos y dei co- mun y causa publica, se les pidiera catalogo cabal de los libros o tratados de que usan: y quiza deba- jo de juramento, porque con tales citas motivan las justification dei mandato. [Y anade a manera de ilustracion paralela]: en anos pasados halle algo de esto en u’n alquimista, que estaba muy pio, devo­to, inculpable, como al presente juzgo serio, pero en demasia credulo en lo alquimistico.

A continuation critica duramente las inferen- cias causales “no cientificas” hechas por el autor en torno a los efectos que supuestamente tenia lo de “arriba” es decir, los cielos, en lo de “abajo”, es decir la Tierra, y a lo cual califica de astro­logia judiciaria pura. Pide que se supriman esas pocas lineas demasiado aventuradas en sus pre- dicciones y declaraba no tener objecion mayor para que el pronostico de Lopez de Bonilla pu­diera imprimirse ya que segun su opinion servi- ria “con alguna manera , de consuelo y alivio de los medicos enfermos, labradores y navegantes y en general del vulgo, con el cual estan en buen credito sus Diarios”. La censura, como se ve, era severa, pero cumplio su doble cometido: los in- quisidores concedieron siete dias despues la li­centia de impresion con las correctiones sena- ladas y Bonilla pudo ver su Diario impreso.145 Respecto de los otros almanaques a que hizo referentia el padre Ortiz no tenemos noticia de

145 a g n m , Inquisicion, vol. 670, ff. 185-186.

120 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ninguno de ellos pues el ultimo que sabemos presento Lopez de Bonilla antes de 1656 fue el de 1649.

Con esta censura del padre Ortiz de los Heros quedo abierto un debate que durarfa hasta fin de siglo y aun despues. Interesante y curioso re­sulta ver a los teologos calificadores defender la racionalidad cientifica en contra de los astro- nomos devenidos astrologos por necesidad o por conveniencia. Y no es que esos astronomos no fueran conscientes de la falibilidad de sus almanaques ya que parte de los pronosticos que conteman era obvio que no estaban apoyados cientificamente. Ellos sabian bien cuanto de fan­tasia requeria la elaboration de esas secciones, pero tambien estaban convencidos del valor verdaderamente cientifico de las tablas de posi­tiones o de predicciones de eclipses que ahi apa- retian. La debilidad radicaba entonces no en la parte astronomica sino en la puramente astrolo- gica de los almanaques, y era sobre esta ultima que los teologos calificadores, carentes de co- nocimientos astronomicos pero no de sentido comun y de un juicio critico afilado, dictamina- ban. Por ello es que Sigiienza y Gongora, que se sabia vulnerable en este aspecto, declamaba con­tra la “falencia” de la astrologia. Pero de nada le servia: si queria vender sus lunarios debia pro­digar sus predicciones y si lo hacia en exceso —cosa nada facil— los calificadores lo llamaban al orden y cuando esto sucedia las polemicas no faltaban.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 121

Con Lopez de Bonilla ocurrio un incidente de este tipo ya que, como Sigiienza, no parece haber sido un docil redactor de lunarios ni una persona que aceptara las criticas con animo se­reno. Entre 1656 y 1665 elaboro anualmente un almanaque, pero fue el de este ultimo ano el que desato una virulenta controversia entre el, sus tres calificadores y el fiscal del Santo Oficio. Todo empezo cuando a fines de junio de 1664 Bonilla entrego a la Inquisition su pronostico para 1665 con su correspondiente solicitud para imprimirlo. Esta obra llevaba el largo y aparato- so titulo de Diario y Discursos Morales y Politi­cos segun la Revolution y Eclipses del Ano de 1665, y estaba dedicada a don Diego de Osorio Escobar y Llamas, obispo de Puebla y virrey de la Nueva Espana. En la ampulosa dedicatoria, muy al estilo de la epoca, despues de ponderar tanto las virtudes del obispo como sus propios meritos en los estudios astronomicos, concluye con las siguientes palabras:

suplico humildemente a Vuestra Excelencia, con su benignidad, acepte esta mi corta oferta, aunque dilatada lo que ha sido posible, que con ello estare seguro de que estos mis discursos no serdn ofen- didos de ingenios tan mordaces que mas emplean su ambition y vanidad en contradeciry deslustrar obras que no entienden, que en aprehenderlas pa­ra poder sin culpa ser censuradores de ellas.

Como si esto fuera poco, anadio una Adver­tentia que es modelo por su carencia de tacto

122 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

diplomatico. Iba dirigida a los calificadores que habrian de dictaminar sobre su almanaque y co- menzaba asi: “Advertentia para que los doctos que censuraren este discurso lo hagan justifi- cadamente si no supieren esta ciencia, pues no tienen noticia de los libros que son permitidos.” A continuation senalo a sus censores cuales eran esos libros permitidos: el de Francisco Juntino, sin expurgar, los de Leopoldo de Austria, Tomas Rocha y Andres Gonzalez, y, por ultimo, las obras de Henrico Ranzobio, a las que “solo se le man- daron tildar los sonetos y demas versos hono­rificos por hallar que este hombre habia muerto hereje, sin que en sus obras se hiciese expurga­tion ninguna”. Despues de indicar esto a los ca­lificadores concluye con una admonition:

Pues por los senores de la Suprema estan conce- didos estos libros y otros mas, el expurgador no puede tildar de los “Discursos” lo que con ellos se alega y particularmente hablando con la modestia y recato que pide Nuestra Santa Religion.

Como era de esperar tanto la Dedicatoria co­mo la Advertentia hirieron a los calificadores. Sin embargo, no todos reaccionaron de igual mane­ra, quiza intimidados por la importantia del per- sonaje a quien Bonilla habia dedicado, no sin cierta dosis de astutia y de malicia, su almanaque. Asi fray Alonso de Barrera, un teologo dominico que en 1665 fue elegido rector de la Univer­sidad y llego a ser Provincial de su Orden, se li­mito unicamente a senalar que el titulo mismo

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 123

del pronostico tenia uria connotation “judiciaria”, puesto que los sucesos morales y politicos no dependen de los astros sino del libre albedrio. Por su parte Ortiz de los Heros, su viejo censor, aunque menos moderado, no fue acre en sus censuras y se limito a enumerar veinticuatro pro­positiones erroneas que debian ser eliminadas. En cambio con el tercer calificador, el padre Die­go de Molina la censura calo mas hondo. Este sacerdote criollo, descendiente de una noble fa­milia castellana, era un miembro prominente de la Compania de Jesus de Nueva Espana, en la que desempeno diversos cargos de importantia hasta su muerte en 1682. Era tambien un sabio teologo y llego a ser maestro de otomi en Tepot- zotlan.146 Como calificador del Santo Oficio de l660 a 1674 no fue particularmente riguroso en sus censuras de almanaques o de otro tipo de trabajos historicos y teologicos que portan im- presa su aprobacion. Sin embargo, ante las adver- tencias nada sutiles de Lopez de Bonilla reaccio- no en la forma que era de esperar en un sabio jesuita criollo de noble estirpe. Molina enume­ro en su dictamen, de fecha 7 de septiembre de 1664, veinte enmiendas graves, aparte de las vein­ticuatro del padre Ortiz, que debian ser hechas sobre el texto para poder ser impreso. Pero, ade­mas, encontro el espacio suficiente no solo para hacer una apologia de la dura tarea de los cali­ficadores, sino tambien para lanzar un ataque

146 Zambrano, op. cit., X, pp. 34-60.

124 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

nada sutil, a Lopez de Bonilla. Asi, empieza di- ciendo:

Es error humano del autor suponer que para cen- surar las predicciones el teologo necesita saber as­tronomia cuando no dependen de ella, como son las fortuitas. Si necesita saber cualquier asunto de predicciones, es el que la Iglesia manda a los as­trologos que no toquen.

Advierte que de los autores citados por Boni­lla, tanto Juntino como Ranzobio requieren ex- purgarse completamente antes de poder ser lei- dos. Asimismo afirma que este astronomo toca en sus pronosticos algunos asuntos diversos de temas astrologicos que resultan de indole “supe­rior a su capacidad”. Y se extrana, por ultimo, de que crea que no se pueden notar los yerros en que incurre en sus pronosticos: “causa sospecha humana —escribio el P. Molina— de que afirma que los que no son astrologos no le pueden no­tar sus predicciones en materias contingentes.”

Por su parte el fiscal del Santo Oficio, que era el padre Rodrigo Ruiz, con evidente indignation rindio el 12 de septiembre su parecer ante los inquisidores en el que aprueba los dictamenes de los calificadores y se permite acusar a Boni­lla de poseer libros prohibidos no debidamente expurgados. Conviene que transcribamos sus pa- labras:

son muy dignas de atender las censuras dadas por los Padres calificadores Juan Ortiz y Diego de Mo-

lina; asi, segun ellas y no en otra forma, se le per- mita el que se imprima dicha obra y a que obligan las razones y fundamentos de dichas censuras y el arrojo y petulancias del autor, tan pagado de si que aun quiere instruir a los que han de calificar dicha obra, siendo tan ajeno de la arte que el profesaba, pues que todavia ignora lo mas trivial como es los autores que se han expurgado y se contienen en el Indice Expurgatorio, negando de algunos, que en el estan, el que lo esten. De que tambien se dejo presumir que si el los tiene no es­tan, como deben, expurgados: Francisco Juntino y Henrico Ranzobio; porque sera muy conforme a la recta administration de justicia y a la Ejecucion de las Bulas Apostolicas que se les manden exhibir para que se expurguen; y que de dicho Diario se borre y tilde lo anotado por dichos calificadores.

Los inquisidores, despues de leer este pedi- mento del fiscal, exigieron fueran cumplidos to­dos sus puntos y con base en esto dieron li­centia con fecha 22 de septiembre de 1664, para imprimir el tan debatido Diario. Eran muchas las enmiendas que Lopez de Bonilla tuvo que hacer, algunas de las cuales no estaban dictadas por un criterio sereno sino por el deseo de ha­cer que el autor recibiera un escarmiento por sus declarationes impertinentes. Y esto se echa de ver en las paginas del Diario y en la indole mis- ma de las correctiones. Ahi se ve que las punti- llosas censuras de los padres Ortiz y Molina se- halaron textos que debian corregirse que en otras circunstancias hubieran pasado intactos. Asimis- mo no parecen haber leido un parrafo de Boni-

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 125

126 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

11a donde declara profesar la astrologia racional y no la judiciaria, y su afirmacion de que a pesar de todas las influendas planetarias que pudie- ran deducirse no es sino el libre albedrio huma­no el que decide los actos de la vida. En suma, y como ya dijimos, el rigor de los calificadores se dirigio a la parte debil del pronostico: las predic­ciones imaginarias. En cuanto a la seccion pura- mente cientifica —el calculo de los eclipses de Sol y Luna— es evidente que Lopez de Bonilla era un excelente astronomo practico, que obser- vaba con asiduidad los fenomenos celestes aun a altas horas de la noche, pues como el mismo afirma “nunca el que escribe de esta ciencia tie- ne pereza en levantarse a ver semejantes prodi- gios, pues Dios y la naturaleza nihil facient frus­tra, no hacen cosas en vano”.147 En cuanto a su actitud ante las censuras diremos que no dejo descansar la pluma y dos anos mas tarde, en su Diario para 1667 comenzo su Advertenda di­dendo:

Cosa es muy natural en el artifice de cualquier arte que sea, amar y defender sus obras de emulos con­trarios suyos cuanto le fuere posible, como hijos que son de su fatigado ingenio.148

Una figura de relieve en la vida cientifica de la Nueva Espana del ultimo tercio del siglo xvii fue el padre Antonio Nunez de Miranda; no por-

147 a g n m , Inquisition, vol. 670, ff. 57-72, 143-145, (los subraya- dos de las citas son nuestros); Quintana, op. cit., pp. 114-128.

148 a g n m , Inquisition, vol. 670, f. 252.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 127

que haya sido un hombre de ciencia ni mucho menos, sino porque durante treinta anos ininte- rrumpidos fue calificador del Santo Oficio y de hecho gran parte de los almanaques que se so- metieron a la censura del tribunal despues de 1662 pasaron por sus manos. Nunez de Miran­da, a quien se le conoce principalmente por su papel determinante en la vida de Sor Juana, era criollo. Nacio en Fresnillo, pueblo minero de Za­catecas en 1618 y fallecio exactamente dos me- ses antes que la monja de San Jeronimo, un 17 de febrero de 1695. Nunez es un personaje intere- sante que requiere de una biografia detallada y penetrante que permita conocer los mecanismos intelectuales y psicologicos de un jesuita piado- so y de inteligencia superior, pero de un rigor moral excesivo. Fue buen latinista y maestro de filosofia y teologia en San Ildefonso. Llego a ser rector del Colegio de San Pedro y San Pablo y provincial de su orden. Autor prolifico de obras devotas y morales, su prosa es con frecuencia excelente. Tambien fue un buen conocedor de las ciencias sagradas y aun de las profanas, del derecho canonico y del civil y de la historia ecle- siastica. Fue director espiritual no solo de la ce­lebre monja poetisa sino de muchos distinguidos personajes entre quienes se cuentan dos arzo- bispos y tres virreyes. Incansable constructor de iglesias, capillas y colegios, fue un devoto infati- gable y casi fanatico de la virgen Maria a quien le consagro diversas obras pias.149 Apenas parece

149 Zambrano, op. cit., X, pp. 513-556.

128 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

posible que en una vida puedan realizarse tan­tas obras.150 No es exagerado el elogio de su pri­mer biografo cuando dice que a los 70 anos era un hombre de “infatigable fervor y tezon incan- sable” que mas paretia un novicio que un sacer­dote entrado en anos y agotado por sus nume­rosas labores.151 La importanda de la figura de Nunez de Miranda en el tema que aqui tratamos radica en el hecho de que el conocio a los miem- bros de las comunidades cientificas con las que se dio la apertura a la ciencia moderna en la Nueva Espana, es decir las que giraron en torno a la figura de fray Diego Rodriguez entre 1640 y 1668 y a la de don Carlos de Siguenza y Gongo­ra entre 1670 y 1695. Como calificador del Santo Oficio entre 1662 y 1693 tuvo contacto con los hombres de ciencia a traves de sus pronosticos astronomicos anuales; y de algunos de ellos lle- go a ser amigo cercano.

Desde 1671 hasta 1693 fue calificador de los almanaques de Siguenza y Gongora; pero lo que mas nos llama la atencion es la critica racionalis-

150 La primera biografia de Nunez de Miranda fue la que en 1702 publicd su correligionario Juan Antonio de Oviedo a quien debemos gran parte de los datos sobre la vida de este interesante y enigmatico personaje. Oviedo afirma en el “Prologo” de esa obra, que recopilo datos de la vida de Nunez de testigos que lo cono- cieron y en archivos y bibliotecas (Juan Antonio de Oviedo, Vida Exemplar, heroicas virtudes y apostolicos ministerios de el V. P. Antonio Nunez d e Miranda de la Companta de Jesus, Mexico, He- rederos de la Viuda de Francisco Rodriguez Lupercio, 1702, “Pro­logo y Protesta del Autor”).

151 Ibid., p. 104. Vease tambien: Fernando Benitez, Los demo- nios en el convento, Mexico, Ediciones Era, 1985, pp. 32-44.

ta con que redactaba sus censuras a los astrolo­gos y que contrasta notablemente con la piedad y devotion de sus obras de edification religiosa. En mas de una ocasion resulto tan critico de la credulidad superstitiosa como Siguenza. Exhor- to a los astronomos a redactar sus lunarios “den- tro de los limites filosoficos y fisicos de su es- fera, sin exceder a lo judiciario”.152 En varias de sus censuras repitio un argumento basico contra la credulidad al predecir sucesos: asi por ejem- plo en 1672 dijo de Juan de Saucedo lo siguien- te que podemos considerar el fundamento de todas sus criticas:

habia muy en general de los males y bienes futuros, debiendo especificar que siempre solo habia de los naturales y necesarios, de las causas celestes y elementales.

En su censura del Lunario y pronostico para 1673 de Juan Ruiz, afirmo que los astrologos debian proporcionar explicationes de los feno- menos naturales apegadas a la realidad. Asi, al hablar de los cometas y su presunto caracter ma­lefico, Nunez empleo un argumento que veinte anos antes habia expuesto fray Diego en su Dis­curso Etheorologico y ocho despues emplearia Siguenza en su polemica contra Kino, a saber, la ausencia de relation causal entre un cometa y un maleficio. Al efecto les pidio a los astronomos:

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 129

152 ag n m , Inquisition, vol. 670, f. 218.

130 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

explicar mas la conexion de los cometas con los sucesos que anuncian, declarando los que fueren naturales con su razon astronomica, y a los otros la especial providencia de Dios que libremente elige al cometa por anuncio de semejantes acaeci- mientos, no por conexion necesaria o natural que ellos tengan y aunque de esto, o todo, entre gente sabia y politica corra poco riesgo de mala inteli- gencia, en la corta y abusiva de la campestre, a quien comunmente sirven estos lunarios, el peli- gro es mas proximo y por eso mas digno de evitar- seles.153

En cuanto a los que atribuyen males a los fe- nomenos celestes no duda en afirmar que su credo es “falso, adivinatorio y fatal contra la li- bertad humana y providencia divina por quien, independientemente de los astros, se gobieman y trasiegan las monarquias en castigo de vicios, premio de virtudes o por otros altisimos fines que venera nuestra cortedad y cree nuestra fe”. Es interesante observar como Nunez, ya familia- rizado con el oficio de calificador, no se privo de hacer escarnio de algunos astrologos dema- siado atrevidos en sus conjeturas. Asi, cuando el mismo Juan de Saucedo en 1673 predecia “ca- restia” inminente junto con otro tipo de azotes, el padre Nunez, que no se llamaba a engano en cuanto a lo que ese termino ominoso significaba en la Nueva Espana, afirmo que “la carestia” era lo que, “propia e inmediatamente, toca a los mer-

153 a g n m , Inquisition, v o l . 670, ff. 273-274.

caderes”, y que si los frutos se vendian “caros o baratos” era un asunto propio de “astrologia del comercio”.154 Por extrano que pueda parecer, las criticas del padre Nunez de Miranda ya nos acercan a las satiras de la Libra de Siguenza. Es una extrana paradoja, sin duda, comprobar que un autor de obras misticas y devotas pueda ser- vir de conducto hacia el pensamiento cientifico altamente critico de una de las maximas figuras de la ciencia mexicana, quien, a su vez, fue un autor de otras hagiograficas prodigas en sucesos inverosimiles. Sin embargo, la Nueva Espana del xvii fue todo eso: la critica junto a la mistica, la devotion junto a la censura, el milagro junto a la observation cientifica pura. Y en ello no existia oposicion ni manifiesta ni secreta. Ambas ten- dencias que nuestra cultura califica de contradic­torias existian simultaneamente en una sociedad y hasta en un mismo individuo, precisamente por que ellos no las concebian como contradictorias sino como complementarias. Afirmar que la Nue­va Espana fue una sociedad devota y supers­titiosa que desprecio e ignoro la ciencia de su epoca constituye una mutilation historica injus- tificable, propia del siglo xix pero que ya no se sostiene a la luz de los datos recientes.

Si de los almanaques y lunarios pasamos a los diversos escritos de autores que aunque no eran hombres de ciencia tocaban temas cientificos ve- remos que la actitud critica de los calificadores

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 131

154 ag n m , Inquisition, vol. 670, f. 271.

132 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

no fue muy diferente. Tenemos el caso del cele­bre poeta y dramaturgo don Luis de Sandoval y Zapata.155 El 7 de enero de 1660 este autor pre- sento ante el Santo Oficio un memorial donde decia tener escrita una comedia de titulo Lo que es ser predestinado que deseaba fuera re- presentada por la compama de teatro de Jeroni­mo Ortiz. 15° Al efecto anexaba el texto de la pie- za teatral y pedia se sometiera al dictamen de un calificador competente. Los inquisidores envia- ron la obra al padre Ortiz de los Heros, de quien ya hemos hablado, para que la leyera y diera su parecer. Con celeridad el jesuita leyo la pieza y el 10 de enero rindio su parecer ante Saenz de Manozca. A pesar de los elogios que el censor tributa al dramaturgo —’’agudo, sutil y erudi­to”— su dictamen le fue desfavorable. Ortiz de los Heros critico tanto la ligereza con la que el autor trataba el grave asunto de la “predestina­tion” como su proclividad por las “artes ocultas”. Asi, al referirse al contenido especifico de la pie­za teatral dice:

las dos ultimas hojas de la primera jomada, y casi toda la segunda, acerca de pactos, nigromancia, aparentes visiones, medios para ejecutar el sacrile­go asalto al convento, con las memorias que trae

155 Jose Pascual Buxo, “Estudio preliminar” a: Luis de Sandoval Zapata, Obras, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1986, passim.

156 La literature dramatica requeria en la Nueva Espana de tres licencias distintas para poder ser representada: la del virrey, la del ordinario y la del Santo Oficio. Con este tipo de obras la censura era mas rigurosa aqul que en Espana.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 133

de la cueva, siento ser materia digna de que la vi­gilanda de V. S. I., se sirva mandarla tambien reti- rar del concurso de cualquier teatro.

Saenz de Manozca leyo el parecer y, segun se infiere, dudo antes de emitir un juicio definitivo, sea porque Sandoval y Zapata gozaba de presti- gio o porque le parecio muy severo el dictamen de Ortiz de los Heros o por ambas causas; al caso es que opto por enviar la comedia junto con la censura de este ultimo a otros dos califi­cadores para que opinaran sobre el asunto. El primero de ellos, fray Juan de Torres, redacto su dictamen el 14 de enero y resultaba opuesto al del padre Ortiz. Decia no haber encontrado en la comedia nada que fuera digno de censura teologica; y solo proponia cambiar el titulo de la obra, que se prestaba a malos entendidos, y modificar cuatro o cinco versos que aludian ex- presamente a la predestination. Su aprobacion estaba fundamentada en el hecho de que el te­ma de la pieza teatral era comun, pues “corre en otras de semejante materia o en autos sacramen- tales”. En cambio el segundo calificador, fray Alonso Bravo, quien tambien entrego su parecer el dia 14, compartia las opiniones desfavorables de Ortiz de los Heros, y en su censura afirmo que el misterio de la predestination era de tal importantia teologica que exhibirlo en los tea- tros era impropio por la gravedad del tema.157

157 a g n m , Inquisition, vol. 497, f f . 2-10. Vease: Zambrano, op. cit., X, pp. 669-671.

134 LOS ORIGENES DE LA CIENCLA

Saenz de Manozca opto por seguir el parecer de la mayoria y nego el permiso para representar la obra, sin hacer caso de los dos extensos Memo­riales que Sandoval y Zapata escribio en su de­fensa.158 A pesar de su ortodoxia intachable, el haber mezclado el escabroso tema de la repre­sentation con asuntos relativos a las ciencias ocul- tas decidio el fallo en su contra. Asi hilaba de fino el Santo Oficio novohispano cuando los au­tores rozaban materias peligrosas o prohibidas.159

Muy otro era el caso cuando los calificadores debian opinar sobre obras estrictamente cienti- ficas que por su naturaleza les eran casi siempre ajenas. Ya no se trataba de almanaques o lunarios, ni de obras teatrales, en las cuales existia una buena dosis de fantasia. Habia obras cientificas que no eran faciles de juzgar. Este fue el caso de los manuscritos confiscados a fray Nicolas de Alarcon, discipulo de fray Diego Rodriguez y miembro de su tertulia, cuyo proceso menciona- mos lineas atras.160 Acusado de practicar la as­trologia judiciaria se le encarcelo y se le incauta- ron sus manuscritos, entre los cuales habia un texto astronomico del padre Rodriguez. Al pare­cer no habia bases firmes para la acusacion y el defensor del reo, el licenciado Juan Bautista Mar­tinez, supo sacar partido de ello. En un brillante

158 Julio Jimenez Rueda, “Documentos para la historia del teatro en la Nueva Espana”, en Boletin del Archivo General de la Na- cion, tomoXV, Num. 1, (1944), pp. 101-144.

159 Hildburg Schilling, Teatro profano en la Nueva Espana, Me­xico, Imprenta Universitaria, 1958, pp. 156 y 164.

16° vease supra, nota 105.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 135

alegato probo lo injustificado del proceso apo- yandose principalmente en la prueba material: los manuscritos del acusado. Segun Martinez dichos papeles trataban materias cientificas, en particular de astronomia, y no tocaban el tema de la astrologia judiciaria. Obligados por la defensa los inquisidores encabezados por Saenz de Ma­nozca designaron con fecha 5 de diciembre de 1645 a dos calificadores para que revisaran los papeles de Alarcon y verificaran la exactitud de los asertos del defensor. Ellos fueron los padres jesuitas, ambos criollos y amigos de fray Diego, Lorenzo de Alvarado y Baltazar Lopez, los cua- les eran profesores de teologia en el colegio de San Pedro y San Pablo. Despues de leer los pa­peles rindieron sendos pareceres el 20 de diciem­bre de 1645 y el 10 de enero de 1646 respec­tivamente, en los que solo declaraban que se sentian incapacitados para emitir un dictamen dado lo abstruso de la materia y recomendaban a la unica persona que a su juicio podia dilu- cidar el problema: el catedratico de matematicas de la Universidad, es decir, fray Diego Rodri­guez. Aunque la maniobra para proteger a Alar­con era obvia, a los inquisidores no les quedo mas alternativa que aceptar la opinion de los jesuitas. El once de enero de 1646 permitieron que el padre Rodriguez revisara esos papeles y rindiera testimonio. Como ya dijimos, nuestro mercedario declaro que esos textos no eran de astrologia judiciaria sino de astronomia, con lo cual el caso quedaba cerrado. Los interminables

136 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

tramites de la burocracia inquisitorial sumados a la renuencia de los jueces para aceptar el fallo de fray Diego hicieron el resto: el acta que suspen­dia la causa, declaraba inocente a Alarcon y lo ponia en libertad devolviendole sus manuscritos fue firmada por los inquisidores hasta el 10 de octubre de 1646, diez meses despues del testi­monio de nuestro catedratico de matematicas.161

De los 1663 volumenes que el Santo Oficio le confisco a Melchor Perez de Soto a la hora de aprehenderlo el 13 de enero de 1655, un poco mas de quinientos eran textos cientificos. Las obras de medicina comprendian ochenta titu­los.162 El resto lo formaban obras de astronomia, astrologia, matematicas, arquitectura, fisica y qui- mica. Nada pone mejor de manifiesto el rezago que a mediados del siglo x v ii afectaba a las cien- cias de la vida respecto de las exactas a que antes aludiamos como el estudio de los libros que com- ponian esta biblioteca. Los medicos novohispa- nos seguian consultando las obras de medio siglo antes y cuyos autores ya nos son conocidos: Fra- castoro, Avicena, Galeno, Gesner, Valles, Hidalgo

161 Ibid.162 Salvador Cruz, “Medicina espanola renacentista en la biblio­

teca novohispana de Melchor Perez de Soto (1655)”, en Boletin del Instituto de Investigationes Bibliogrdficas, tomo 1, Num. 1, (enero-junio 1969), Mexico, Universidad Nacional Autonoma de Mexico, pp. 105-116.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 137

de Agiiero, Monardes, Jose de Acosta, Oviedo, Dioscorides, Plinio, Cristobal de Acosta y Juan Huarte de San Juan entre otros. Poseia ademas los textos novohispanos de Juan de Barrios so­bre el chocolate, el Reportorio de Enrico Mar­tinez, y las obras medicas o botanicas de Xime- nez, Farfan, Cardenas, Correa, Cisneros y Lopez de Hinojosos, En suma, se trata de la tradition, el pasado, la inmovilidad.

En cambio al acercarnos a las ciencias exactas el panorama es otro pues la variedad de obras de este tipo que poseia Perez de Soto es sor- prendente; desde los textos de la Antigiiedad hasta los estudios cientificos de sus contempo­raneos europeos o mexicanos. Hagamos un re- corrido por algunos de los titulos mas significa­tivos.163

163 “inventario de los libros que se le hallaron a Melchor Perez de Soto, vecino de esta ciudad, y obrero mayor de la Santa Iglesia Catedral de ella, los cuales se metieron en la Camara del Secreto de este Santo Oficio” (1655), en: a g n m , Inquisition, vol. 440, ff. 1-107. Parte de este expediente (fF. 1 a 70) fue publicado en: Do- cumentos para la historia de la cultura en Mexico, Mexico, Im- prenta Universitaria, 1947, pp. 1-194. Contiene el “Inventario” de la Biblioteca hecho por el secretario y el notario del Santo Oficio. Es pertinente senalar que los ff. 71 a 91 registran los libros devuel- tos a la viuda de Perez de Soto con fecha 5 de junio de 1655; en los ff. 92 a 105 se enumeran los que debian ser revisados para ser expurgados si fuera necesario. Este documento es de interes por­que pormenoriza titulos, editor, ano y otros detalles que no apare- cen en el “Inventario” de la biblioteca (ff 1 a 70) hecho por el se­cretario y el notario del Santo Oficio. Tiene la misma fecha del secuestro de la biblioteca completa, es decir 13 de enero de 1655; en los ff 106 y 107 aparecen los libros prohibidos que suman 31. Estos. fueron los unicos que no le fueron devueltos a la viuda de Perez de Soto. Donald G. Castanien en su estudio sobre la biblio-

138 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Es evidente que la modernidad cientifica en Europa, cuyas primeras manifestaciones se dan desde fines del siglo xvi, poseyo una solida base matematica que tiene sus origenes en el siglo xv con el redescubrimiento de las matematicas de la Antigiiedad. La apertura a esa modernidad, en Mexico, a partir de 1630, debio apoyarse tam­bien en fundamentos matematicos solidos. No es de extranar entonces que Perez de Soto pose- yera una amplia gama de textos de esa discipli­na que le eran indispensables para sus estudios de astronomia, de astrologia y de arquitectura. Tenia en su biblioteca dos ediciones de las Ope­ra omnia de Arquimedes asi como sus tratados de hidrostatica. De los Elementos de Euclides poseia cuatro ediciones en latin y tres en caste­llano, y dos ejemplares de la traduction, tam­bien al castellano, hecha por Pedro Ambrosio de Onderiz de La Perspectiva y Especularia. Otros representantes de las matematicas helenisticas que enriquecian su biblioteca eran Apolonio y Pappus en las traducciones de Federico Com- mandino editadas a mediados del siglo xvi. Tam­bien poseia los tratados de Heron de Alejandria. Entre los autores medievales solo encontramos

teca de Perez de Soto (Vease supra, nota 107) se sorprende, con razon, de que en tan vasta biblioteca tan pocos libros hayan me- recido ser expurgados o confiscados totalmente, (op. cit., pp. 115- 116). Este mismo autor realizo la tarea de identificar los titulos de la biblioteca y de clasificarlos, labor no facil que explica que haya pasado por alto importantes textos cientificos. Los libros de cien­cia que si logro identificar estan catalogados alfabeticamente en el apartado II del Apendice de su trabajo pp. 153-231).

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 139

la Arithmetica de Boecio, obra que ejercio in­fluentia en uno de los estudios de fray Diego Rodriguez sobre los fundamentos teoricos de las matematicas.164

No hay duda de que el cultivo de las matema­ticas teoricas en Espana durante el siglo xvi dis­to mucho de alcanzar el nivel que tuvieron otras disciplinas tales como la nautica. La biblioteca de Perez de Soto refleja esto con claridad. Ahi apa- recen los escritos de Juan Ortega, Antich Rocha, Marco Aurel, Juan Perez de Moya, Juan Martinez Siliceo y Pedro Ciruelo.165 Como colonia de Es­pana es logico pensar que estos libros —actual- mente de una extrema rareza— llegaban a Me­xico con mayor facilidad que los de otros paises europeos, y fueron la base de las matematicas que se cultivaron aqui antes de 1600. Sin embar­go no todo fue copia: recordemos que el ma­tematico novohispano Diego de Porres Osorio logro hacia 1570 originales avances en el estu­dio de la geometria, que Perez de Moya incor­poro anos despues a sus voluminosos escritos de matematicas. De otros autores, cuya influen­tia habria de ser mayor desde finales del xvi, di- remos que la biblioteca del maestro mayor de la Catedral contenia las obras de Oroncio Fineo, De Rebus Mathematicis y de Niccolo Tartaghia, General trattato di numeri et misure. Esta ulti­ma representa la mas importante contribution al

164 Trabulse, El circulo roto, p. 68.165 Julio Rey Pastor, Los matematicos espanoles del siglo xvi,

Madrid, 1934, pp. 54-61, 67-81 y 100-108.

140 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

estudio de la aritmetica tanto teorica como prac­tica en el siglo xvi.166 Importante dentro de las obras matematicas es tambien la del jesuita Cris­tobal Clavio, cuya influencia en al desarrollo de las ciencias exactas en Mexico fue muy grande. Todavia en el siglo xvin lo vemos citado por al- gunos autores, sobre todo en lo referente al ca­lendario eclesiastico.

Como es sabido el proceso que el Santo Ofi­cio le siguio a Perez de Soto tuvo como motivo el que este fuera practicante de la astrologia ju­diciaria y poseyera libros prohibidos sobre la materia. En efecto, un buen numero de textos de su biblioteca tanto impresos como manuscritos tratan de astrologia. Ahi destacan entre las obras que nos lego la Antiguedad, los tratados de Fir­micus Maternus y de Ptolomeo. De este ultimo incluso poseia, en manuscrito, una traduction al castellano con el titulo De las cien sentencias de Claudio Ptolomeo o Frutos de sus libros. Entre los textos medievales aparecen tres, en traductio­nes manuscritas al castellano: las obras del sabio judio Abraham ben Ezra, las Flores Astrologiae del astrologo arabe Albumasar y por ultimo la obra In judiciis astrorum del musulman Albo- hazen, conocido mas frecuentemente por el nom- bre de su padre, Abenragel. Pero son los libros de astrologia de los siglos xv, xvi, y xvii los que sin duda absorbieron los estudios de Perez de Soto. Nada revela mejor su mentalidad que la

166 David Eugene Smith, Rara Arithmetica, Boston, 1908, p. 278.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 141

galena de obras que reunio sobre el tema; y na­da explica mejor la decision de la Inquisition para ordenar su arresto. Por sus declarationes ante el tribunal podemos deducir que su biblio­teca era el mismo: un personaje dividido entre la fe en el libre albedrio y la creencia en la influen­tia determinante de los astros en la vida huma­na. Perez de Soto poseia las obras mas represen- tativas de su epoca en uno y otro sentido, que reflejan la dificultad que existia para poder adop- tar una postura moderada —eclectica— ante el problema: o la libertad humana era plena o no lo era. Cuando mucho se podria pensar que los astros, a la hora del nacimiento de un hombre, podian influir en su tendencia al bien o al mal, pero no en su libre voluntad para optar durante su vida por uno u otro. Las declaraciones de Pe­rez de Soto a veces fueron en un sentido, y otras en el contrario. Esto explica que sus amigos ha- yan declarado que se alejaron de el porque sus tesis se acercaban cada vez mas a la heterodo- xia. No obstante todo lo anterior es indudable que el catalogo de obras astrologicas de Perez de Soto revela algo mas profundo historicamen- te: la ruptura con todo tipo de conocimientos acerca del mundo fisico que no estuvieran apo- yados cientificamente. Es el momento en que fray Diego inicia la desmistificacion racionalista de los espacios celestes; desmistificacion que culminara con Sigiienza y Gongora. Ahora bien, muchas de las obras que el padre Rodriguezo Sigiienza y Gongora utilizaron en sus escritos

142 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

para rebatir la astrologia judiciaria o invalidar la creencia en el maleficio de los cometas, apare- cen registradas en la biblioteca de Perez de So­to, de ahi su importantia para la historia de la ciencia en Mexico. Son los textos imprescindi- bles para comprender un cambio en la menta­lidad cientifica de una epoca y no unicamente un simple catalogo de obras astrologicas cuyo contenido las torno obsoletas desde hace varios siglos.167 Perez de Soto poseia la obra de Pedro Ciruelo Apotelesmata astrologiae christianae que contiene una disertacion sobre el metodo de pro- nosticar el tiempo y un ataque a los argumentos de Pico della Mirandola contra la astrologia. En el libro De divinatione quae fit per astra encon- tramos reunidas ambas posturas: la de Francisco Juntino en defensa de la astrologia ocupa la pri­mera parte y la de Joannis Lensaei, que la impug- naba, la segunda parte. El famoso Speculum as­trologiae del mismo Juntino tambien estaba en esa biblioteca en su edition original y traducido en manuscrito al castellano, y fue uno de los textos que pusieron a los jueces en la pista para conocer la mentalidad del acusado. (No es ca­sual que nuestro bibliofilo poseyera tambien el Tractatus Astrologiae de Henrico Ransobio que, como se recordara, junto con esta obra de Junti­no origino una polemica entre Lopez de Bonilla y sus calificadores en 1664.)168 Otros tres libfos que lo inculparon fueron el de Tomas Buderio,

167 Trabulse, Ciencia y religion en el siglo xvn, p. 65.168 vease, supra, nota 147.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 143

De ratione et usu dierum criticorum, el de Clau­dio Darioto, Ad astrorum judicia facilis introduc­tio y el de Valentin Nabod, Enarratio elemento­rum astrologiae. Todos ellos son partidarios dei determinismo astrologico. En el campo contra­rio encontramos dos de las refutaciones mas im­portantes: la de Sixto de Hemminga, Astrologiae, ratione et experientia refutatae liber, que Perez de Soto tambien poseia en traduction manuscri- ta con el titulo Libro de la razon y experienda de la astrologia, y en la cual su autor enumera y describe los horoscopos de hombres famosos y prueba que en ninguno de los casos sus vidas siguieron el dictado de las estrellas; y el de Ale­jandro de Angelis, In astrologos coniectores libri quinque, obra que en su libro cuarto demuestra la ausencia de metodo cientifico en la astrologia y acusa a los astrologos de usar de enganos para probar lo correcto de sus predicciones.

Section importante de la biblioteca la cons- tituia la astronomia. Esta era sin duda una de la mas ricas tanto cualitativa como cuantitativamen- te. De la ciencia helenistica poseia el De magni­tudinibus et distantiis solis et lunae de Aristarco de Samos, y de la medieval las Tablas astrono- micas de Alfonso el Sabio y diversas ediciones de la Esfera de Sacrobosco en latin y castellano, Poseia tambien diversas obras, posiblemente efemerides, dei astronomo aleman dei siglo xv, Johan Mulier, mejor conocido como Juan de Mon­te Regio o Regiomontano. Pero son sin duda los tratados astronomicos de los siglos xvi y xvii

144 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

los que nos ponen de manifiesto el cambio ope- rado en la comunidad cientifica novohispana del segundo tercio del siglo xvn. Basta con comparar los libros de Perez de Soto con los que se leian medio siglo antes para damos cuenta de que he- mos penetrado en otro mundo. Atras quedaron las fuentes de Diego de Cisneros o de Enrico Martinez. Desde las Efemerides de Joannes Sto- ffler, que data de 1532, hasta la Astronomia Da- nica del astronomo copernicano Severino Lon- gomontano, editada en 1622, que Perez de Soto se hizo traducir al espanol y poseia en manus­crito con el titulo de Tratado de la Astronomia Danica de las Estrellas del cielo, la lista de astro- nomos representa el cuadro mayor de la ciencia de la epoca. Ahi aparece en lugar principal el De Revolutionibus orbium coelestium de Nico­las Copemico, en su edition segunda de Basilea de 1566; asimismo las innovadoras Tabulaepru- tenicae coelestium motuum de Erasmo Reinhold y la Theorica novae planetarum de Georgius Puerbach que hacian uso de los calculos de Co- pernico y demostraban la viabilidad practica de la teoria heliocentrista. Tambien poseia la obra de Adriano Metio, Universae astronomiae brevis institutio y las Ephemerides brandenburgicae coelestium motuum de David Origano, obras que fueron utilizadas en repetidas ocasiones por los astronomos de la tertulia de fray Diego pese a sus planteamientos heterodoxos desde el pun­to de vista cientifico. Texto importante dentro de este conjunto de obras que exponian la nue-

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 145

va cosmologia es la de Francisco Montebrunus, Ephemerides novissimae motuum en su edition de Bolonia de 1640. Aqui vemos aparecer, con base en los estudios del astronomo copemicano Felipe Lansbergio, los desarrollos ulteriores de la teoria heliocentrista desde Galileo, apoyados en observaciones astronomicas precisas. Pero son sin duda las obras de Kepler y sus comen- tadores las que revisten mayor interes pues per- miten captar los alcances de la renovation cien­tifica en Mexico a mediados del siglo x v ii . Perez de Soto poseia de este autor el Epitome Astrono­miae Copernicanae, la Astronommta Pars Optica Traditur y las Tabulae Rudolphinae. Es intere­sante senalar que el censor de esta biblioteca, el ya citado jesuita Juan Ortiz de los Heros, al ana- lizar las obras astronomicas que contenia re- chazo una obra de Ticho Brahe y en el mismo apartado donde hacia esto aprobaba el uso de las Tabulae Rudolphinae, lo que no deja de ser paradojico pues son estas ultimas las que Kepler elaboro apoyado en las hipotesis de Copernico. Tampoco los otros dos libros de Kepler fueron censurados. En cambio si lo fueron tres obras de un contemporaneo suyo en las cuales se discu- tian sus teorias planetarias, Su autor fue Juan An­tonio Magini, ampliamente leido en la Nueva Espana por los astronomos y astrologos, y del cual Perez de Soto poseia varias obras. El censor Ortiz de los Heros ordeno expurgar, por sus teo­rias copernicanas, sus libros titulados Ephemeri­des Coelestium Motuum, Novae coelestium orbium

146 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

theoricae congruentes cum observationibus N. Copernici, y Suplementum Ephemeridum ac ta­bularum secundorum Mobilium. En esta ultima incluian varias epistolas de Kepler y fue una de las obras en las que Diego Rodriguez se baso para escribir su propia obra astronomica, que quedo manuscrita y encuadernada, precisamen- te a continuation de un ejemplar — acaso el mis­mo que pertenecio a Perez de Soto— del Su­pplementum de Magini. De hecho esto muestra que el padre Rodriguez llego a poseer los mis- mos libros del mayor de la Catedral. Por otra parte, es interesante senalar que las tesis astro- logicas de Magini169 se acercaban mucho a las sostenidas por fray Diego y por Siguenza y Gongora. Estos tres autores afirmaban que las predicciones sobre las acciones humanas depen- dientes del libre albedrio eran falsas y condena- bles; en cambio, las predicciones astrologicas y meteorologicas, utiles a la medicina, a la agricul­tura y a la nautica, debian ser permitidas, aunque eran conscientes de la falibilidad de este tipo de pronosticos.

Si de las obras astronomicas pasamos a las de cosmografia, geografia y artes nauticas vemos que la biblioteca de Melchor Perez de Soto llego a contar con un buen numero de obras que re- flejan bien su interes en los viajes maritimos de reconocimiento de los litorales de la Nueva Es-

169 Lynn Thorndike, A History o f Magic and Experimental Sci­ence, Nueva York y Londres, Columbia University Press, 1966, V, pp. 250-251.'

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 147

pana y en la determination de la position geo- grafica de sus puertos, interes que fue compar- tido por fray Diego Rodriguez y anos mas tarde por Sigiienza y Gongora. Poseia las obras nauti­cas de Martin Cortes, Andres Garcia de Cespedes, Pedro de Medina, Pedro de Siria, Rodrigo Zamo- rano y Pedro Nunez, o sea el acuerdo mayor de los teoricos de la navegacion del siglo xvi y prin- cipios del xvn. Poseia ademas la Summa de Geo­graphia de Martin Fernandez de Enciso y la Geographia de Magini, asi como la edition de 1614 del Teatro y Description del Mundo de Juan Pablo Galluccio y la celebre Cosmographia de Pe­dro Apiano en dos ediciones, una latina y otra castellana. Tambien contaba con la obra geogra- fica de Abraham Ortelius y con dos ejemplares del libro Reparos a errores de la Navegacion es- panola, de 1634, escrito por su amigo Pedro Por­ter y Casanate con quien realizo un viaje de re- conocimiento a las Califomias y quien era, como el, un adicto a las practicas astrologicas.170

En cuanto a las obras de fisica esta singular biblioteca cientifica contaba con los tratados de optica de Alhazen y de Marco Antonio de Domi­nis, y con los de mecanica de Guido Ubaldi, de Tartaglia y de Simon Stevin entre muchos otros. Ahi aparece tambien el De Magnete de William Gilbert en su edition de Londres de l600, la cual no fue censurada pese a las rigurosas prohibi­tiones de la Corona espanola para evitar el envio

170 Vease supra nota 112.

148 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de libros ingleses y holandeses a sus colonias. Esta obra clasica, como otras de este tipo, no apa- rece en ninguno de los registros de libros envia- dos a la Nueva Espana ni tampoco en los inven- tarios de los libreros que han llegado hasta hoy.

La carencia de aparatos cientificos precisos y confiables fue una problema que siempre aque- jo a los hombres de ciencia novohispanos. Sin embargo, no parece haber sido una dificultad privativa de la Nueva Espana ya que tambien en los paises europeos se percibe el deseo de los hombres de ciencia de la epoca de hacerse de instrumentos aceptables. Los datos que posee- mos acerca de las bibliotecas de los astronomos mexicanos del siglo xvii refleja esta preocupa- cion pues los tratados sobre la construction de aparatos forman un numero nada desdenable. Casi todos citan los textos de Garcia de Cespe- des, de Oroncio Fineo, de Ignacio Danti, de An­dreas Schoner, de Cristobal Clavio, de Johannes Stoffler, de Jean Blaeu y de Jacques Besson en­tre muchos otros textos utiles para la construc­tion de astrolabios, relojes solares, telescopios y cronometros. Hacia 1630 ya era comun el uso del anteojo longomira, es decir el telescopio, en las observationes astronomicas realizadas en Mexico.

Respecto de las productiones mismas de los cientificos novohispanos, Perez de Soto poseia, aparte de las obras medicas y botanicas que ya mencionamos, diversos textos metalurgicos co­mo los de Jeronimo y Hernando Bezerra y Luis

Berrio de Montalvo, asi como los escritos mate­maticos y nauticos de Diego Garcia de Palacio, Pedro de Paz y Atanasio Reaton. Ahi aparece la Relacion Universal de Cepeda y Carrillo y el Dis­curso y Relacion Cometographica de Gabriel Lo­pez de Bonilla. Echamos de menos el Discurso Etheorologico publicado en 1652 de fray Diego Rodriguez, su amigo, maestro y contertulio y con quien tuvo estrechos lazos intelectuales. La ex­trema rareza de esa obra del astronomo mer­cedario no es razon suficiente para explicar su ausencia en esa biblioteca que poseia obras me- xicanas como las de Juan de Cardenas, Agustin Farfan y Juan de Barrios, cuya rareza era para en­tonces mucho mayor.

Este breve recorrido por la coleccion de un cientifico y bibliofilo mexicano del siglo xvii que- daria incompleto si junto a las obras de matema­ticas, astronomia, cosmografia, nautica y fisica no mencionaramos los textos que las situaban den- tro del esquema o modelo cientifico global pro- fesado por la mayor parte de los hombres de ciencia modema. Esa corriente de pensamiento fue, como ya dejamos dicho, la del hermetismo. Perez de Soto tenia en su biblioteca un numero considerable de autores adictos a esa conception del mundo, desde Jamblico, Proclo y Raymundo Lulio hasta Paracelso, Kepler y Kircher, pasando por las obras de Ficino, Pico della Mirandola, Porta y Fioravanti. Asimismo poseia las obras de uno de los principales impugnadores de esa ten­dentia, el sacerdote frances Marin Mersenne, co-

LA DIFUSION DELA CIENCIA MODERNA 149

150 LOS ORfGENES DE LA CIENCIA

mentarista y expositor de Galileo y uno de los mas activos defensores de la corriente mecanicista.171

Dentro de la historia de la ciencia mexicana, la biblioteca de Melchor Perez de Soto resulta pa- radigmatica tanto por el numero de volumenes que contenia como por su calidad. Ciertamente en la Nueva Espana de los siglos xvn y xvni de- bieron existir bibliotecas particulares tanto o mas ricas que esa,172 pero desde el punto de vista de los libros cientificos la del maestro mayor de Ca­tedral resulta dificilmente igualable. Su fama se debio mas que al proceso inquisitorial que se le siguio a su propietario, a su riqueza. La biblio­teca de Siguenza y Gongora, uno de los cientifi­cos mas importantes de la epoca colonial, con- taba apenas con unos 450 volumenes y la de Sor Juana, que comprendia una portion de obras de ciencia, no debio de sobrepasar los 1500 en to­tal.173 En cualquier caso dado el precio de los li­bros en esa epoca ambas bibliotecas resultaban de gran valor. En 1692 Siguenza, que era un bi- bliofilo notable, estimaba que su biblioteca cien­tifica era “la mayor y mejor” de la Nueva Espa­na;174 y se referia unicamente a sus libros de

171 Yates, op. cit., pp. 434-440.172 Irving A. Leonard, La epoca barroca en el Mexico Colonial,

Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1974, pp. 148 y 237.173 Octavio Paz, Sor Juana Ines de la Cruz, p. 323.174 a g n m , Inquisition, vol. 670, f. 345.

matematicas y astronomia. La biblioteca del ar- quitecto Jose Eduardo de Herrera, nacido a fines del siglo x v ii o principios del x v iii y fallecido en 1758, que incluia un buen numero de libros de ciencias, constaba en total de 124 volumenes.175

No fue entonces pequena la tarea que el pa­dre Ortiz de los Heros se echo a cuestas al ana- lizar la biblioteca completa de Perez de Soto; y a pesar de que su censura fue benevola pues solo decomiso 31 obras, o sea apenas un dos por ciento del total, es claro que hizo su labor a conciencia y redacto su dictamen con gran de- talle. Este hecho nos permite captar un hecho significativo que ya habiamos anotado: el padre Ortiz de los Heros condeno o mando expurgar obras que en esos mismos dias ocupaban los es- tanteros de otros cientificos novohispanos, lo que nos permite suponer que tal censura a los libros cientificos fue a menudo un fenomeno sujeto a diversas contingendas que poco o nada tenian que ver con la heterodoxia de sus autores. Una biblioteca como la del astronomo e impresor Juan Ruiz comprendia obras que en la biblioteca de Perez de Soto habian sido censuradas o expur- gadas. A la muerte de Ruiz el 17 de junio de 1675, cuando contaba 62 anos de edad, se procedio a realizar un inventario de sus bienes y biblioteca. Junto a su coleccion de instrumentos cientificos tales como globos celestes y terrestres, relojes y

175 Maria del Carmen Olvera, “La biblioteca de un arquitecto de la 6poca virreinal”, Monumentos Historicos, Boletin 6 , Mexico, i n a h ,

1981, pp. 33-40.

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 151

152 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

compases, aparece un buen numero de libros de astronomia, fisica y matematicas entre cuyos auto­res estaban Magini, Juntino y Stoffler, los tres cen- surados en la biblioteca de Perez de Soto. Po­seia ademas las obras de Oroncio Fineo, Pedro Apiano, David Origano, Cristobal Clavio y Jero­nimo de Chavez. Entre los autores mexicanos aparecian Juan de Barrios, Cepeda y Carrillo y Diego Garcia de Palacio.176 Como ya deciamos paginas atras, solamente a traves de algunos pro- cesos inquisitoriales dispersos y esporadicos podemos entender la forma en que esos libros cientificos pudieron penetrar y ser leidos en la Nueva Espana.177

Ademas, existia otra via menos riesgosa: un permiso expreso del Santo Oficio para que los hombres de ciencia tuvieran en su poder y le- yeran las obras prohibidas.178 En 1701 el doctor Marcos Jose Salgado, autor del primer texto de fisiologia publicado en America, solicito al tri­bunal leer libros prohibidos de medicos euro- peos.179 Incluso el jesuita Nunez de Miranda, ca-

176 Perez Salazar, op. cit., 505-507.177 a g n m , Inquisition, vol. 438, ff. 444-648. (Aqui se contienen

interesantes noticias sobre libros importados o impresos en Nueva Espana que requerfan revision y censura. Abarca de 1655 a 1661); “El senor fiscal del Santo Oficio contra Nicolas de Baldarrazo por leer libros prohibidos”, en: a g n m , Inquisition, vol. 449 (1693), Num. 2 (7 ff); “El senor inquisidor contra el doctor Jose Fernandez Lechuga, por usar libros prohibidos”, en: a g n m , Inquisition, vol. 540 (1698), Num. 30 (2 f f ).

178 a g n m , Inquisition, vol. 540, Num. 30.179 “El Doctor D. Marcos Salgado, Catedratico de Cirugia en la

Real Universidad, pide se le siga concediendo licencia para con-

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 153

lificador del Santo Oficio, cuya ortodoxia y rigor moral no pueden ser puestos en duda, se sintio obligado en 1690 a comunicar al Tribunal que poseia libros prohibidos.180 Y Sigiienza y Gon­gora cuando fue nombrado calificador tuvo ac- ceso a obras que rebasaban los limites de la orto­doxia en ciencias.

Todo esto nos permite delinear el perfil de la cultura libresca cientifica entre 1630 y 1700 en la Nueva Espana. El pequeno grupo, la elite de hombres de ciencia, intercambiaban libros, mu­chos de los cuales eran textOs avanzados de la ciencia de su momento; sus lecturas a menudo pudieron ser calificadas de heterodoxas, pero ra­ra vez el Santo Ofici© intento desalentar sus es­tudios. Solamente cuando su tertulias desperta- ban sospechas de caracter politico, el tribunal se veia obligado a intervenir; pero estas ocasiones fueron pocas. En periodos normales la comuni- cacion y el intercambio de ideas era frecuente. Ello explica que las fuentes en las que los cien­tificos de la epoca bebian sus conocimientos fueran las mismas. Fray Diego Rodriguez, Luis Becerra Tanco, Gabriel Lopez de Bonilla, o sea la generation anterior a Sigiienza, titan en sus obras a la mayor parte de los autores que vemos enu- merados en los inventarios de la biblioteca de Perez de Soto. Y aun Sigiienza y Gongora, quesultar libros de algunos autores medicos”, en: a g n m , Inquisition, vol. 715 (1701). Vease supra, nota 49-

iso “papei qUe remitio el Pe. Antonio Nunez dando cuenta de parar en su poder unos libros prohibidos”, en: a g n m , Inquisition, vol. 680 (1690), Num. 79 (2 ff).

154 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ya trabajaba sobre temas cientificos en 1668, ano de la muerte del padre Rodriguez, menciona en sus obras un buen numero de los sabios que es­te habia leido, mas otros que ya habian publica- do sus trabajos despues de ese ano. Asi por ejem- plo tanto el padre Rodriguez como Siguenza citan entre muchas otras obras la Astronomia Danica de Longomontano, el De Nova Stella de Tycho Brahe, las Efemerides de David Origano, el De Triplici Vita de Marsilio Ficino, el Progimnas- matas de Tycho Brahe, el Epitome Astronomiae Copernicanae de Kepler, las Tablas Rudolfinas de este mismo autor y el Supplementum Ephe­meridum ac tabularum secundum mobilium de Magini. En suma: una cultura cientifica comun basada en fuentes comunes cuya modemidad es evidente. Y en cuanto a la censura inquisitorial, podemos decir que no existen testimonios que permitan suponer que esta labor cientifica que lin- daba a menudo con la heterodoxia haya sido sofocada.

Sin embargo, existe un punto que conviene aclarar y es que a veces las largas citas eruditas de esos autores que podrian revelar un conoci- miento directo de las fuentes, debieron ser he- chas a partir de obras generales que las mencio- naban o glosaban. Los escritores enciclopedicos como Baeyerlinck, Kircher o Fabri, bien conoci- dos en Mexico en el siglo xvn, fueron prodigos en citas de autores clasicos y modernos. Algunas de las fuentes citadas por Siguenza en la Libra Astronomica solo pudieron ser hechas a partir de

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 155

obras enciclopedicas que las mencionaban. Lo importante es descubrir como leyeron nuestros cientificos del x v ii esas obras y que interpreta­tion personal le dieron a las teorias de un deter- minado autor. Tomemos un ejemplo: las Collecta Astronomica ex Doctrina del jesuita Christopho- ri Borri publicada en Lisboa en 1631. El ejemplar que pudimos eonsultar de esta enciclopedia as­tronomica tiene la marca de fuego del Convento de la Merced de Mexico y un ex-libris manus- crito de fray Agustin de Andrada, mercedario crio­llo, cronista de su orden,181 y estudioso de las ma­tematicas y la astronomia que vivio de mediados del siglo xvn a principios del xvni. Dejo escrita una obra de titulo Horologium Regulare, sive Re­ligionis descriptio ex Horologio deducta que contenia diversas figuras astronomicas, la cual de- safortunadamente quedo manuscrita en la biblio­teca de su convento y esta actualmente perdida. La obra Collecta Astronomica fue en su momento y durante parte dei siglo xvn una de las mas am­plias y claras exposiciones de los diversos siste- mas dei mundo. El padre Borri, contemporaneo de Tycho Brahe, Kepler y Galileo, trato de dis- cutir desde un punto de vista estrictamente cien- tifico sus teorias y las de los autores antiguos y medievales. Dividio su trabajo en seis partes. En

181 Fray Agustin de Andrada escribio, como cronista de la Mer­ced, una obra que permanece manuscrita y que lleva por titulo Panal mtstico. Compendio de las grandezas del Celeste, RealyMi- litar Orden de Nuestra Seriora de la Merced, Redemption de Cau- tivos Christianos. Lleva la fecha de 1706. se conserva en b i n a h ,

Seccion de Manuscritos.

156 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

la primera expuso los sistemas ptolemaico y co- pemicano a los que rechazo como falsos y vanos pues decia, no sin razon, que sus calculos astro- nomicos de las trayectorias de los planetas no explicaban satisfactoriamente sus movimientos. En las siguientes secciones desarrollo su teoria de los cometas, a los que consideraba ultraluna- res; estudio la trayectoria de Marte a veces por en- cima y otras por debajo del Sol; analizo los nue­vos descubrimientos hechos con el telescopio de las manchas del Sol y la Luna asi como de las fases de Venus; y por ultimo dio noticia de los descubrimientos de los satelites de Jupiter y Sa­turno. Al discutir el problema de la orbita de Mar­te y los calculos de Kepler prefirio adherirse a las hipotesis de Tycho Brahe. Ademas rechazo la existencia de cielos cristalinos y de una boveda celeste de estrellas fijas, asi como de una esfera de fuego rodeando a la Tierra. Borri creia que lo que llenaba los espacios celestes era un aire sutil y aceptaba que la “corrupcion” que en la cosmo- logia aristotelica solo afectaba al mundo infralu- nar, tambien existia entre los planetas, las estre­llas y el Sol.

El libro del padre Borri le acarreo algunos pro­blemas con la curia romana y con el superior de su orden hasta el punto de que antes de morir en 1632 tuvo que dejar la Compania de Jesus. Sin embargo, su obra llego a la Nueva Espana y paso desapercibida de las autoridades eclesiasticas. De hecho, ese notable texto astronomico fue sin du­da uno de los principales propagandistas de las

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA 157

nuevas teorias astronomicas que aparetian en las obras contemporaneas de Kepler y de Gali­leo,182 en una epoca en que el heliocentrismo ya habia sido condenado y Galileo ya habia soste- nido sus primeras escaramuzas con el Santo Ofi­cio. Los lectores novohispanos del padre Borri fueron receptivos a sus teorias y debieron inter- pretarlas dentro del esquema religioso ortodoxo de su autor; pero no se llamaron a engano sobre el verdadero cometido de su obra: la exposition abierta de la nueva cosmologia. Ciertamente mu­chos de los conceptos utilizados por Borri para rebatir lo que tan brillantemente exponia caen dentro de la astronomia aristotelico-ptolemai- ca sostenida por la Iglesia; pero ello no fue mo- tivo suficiente —sino todo lo contrario— para difundir y hacer aceptables los nuevos descu­brimientos astronomicos. Todo esto nos lleva a concluir que los sabios novohispanos que traba- jaron entre 1630 1700 no carecieron de los ele- mentos indispensables para su trabajo y pudie- ron estar al tanto, de los avances europeos con muy pocos anos de retraso. Sin embargo, poseer libros heterodoxos de ciencia y conocer a fondo su contenido no implica necesariamente adhe- rirse a las tesis del autor. Para evaluar en que me- dida todas esas teorias modernas fueron acep- tadas en Mexico conviene ahora analizar las obras del mas destacado cientifico de ese periodo.

182 Thorndike, op. cit., VII, pp. 55-58.

IV. LA APORTACION CIENTIFICA

La apertura de la catedra de matematicas y as­trologia en 1637 en la Universidad puede ser considerada como un punto de partida de la cien­cia novohispana. Atras han quedado muchos de los presupuestos de la ciencia antigua, medieval y renacentista que llegaron a Mexico en el siglo xvi y el primer tercio del xvii; y aunque a lo lar­go de esta ultima centuria y de todo el xvm per- viviran abundantemente elementos de la ciencia traditional, pues aqui como en Europa la resis­tentia a los cambios fue dificil de veneer, al final la ciencia moderna183 habria de ser plenamente aceptada. La Ilustracion cientifica novohispana de la segunda mitad del siglo xviii no fue sino la conclusion logica de un largo proceso de aper­tura que se habia empezado a dar hacia mas de un siglo, no solamente en el campo de la cien­cia y la tecnica, sino tambien en el terreno so­cial en el cual el ideario criollo, ampliamente influenciado por las derivaciones politicas, eco­nomicas y sociales del paradigma mecanicista,

183 Para un analisis de los terminos “ciencia moderna” y “cienti- fico moderno” y las dificultades que existen para definirlos y si- tuarlos a la vez tanto en su contexto historico como en una pers­pectiva cientifica adecuada que no las distorsione, vease, Turrc, op. cit., pp. 149-153,177-179.

158

LA APORTACION CIENTIFICA 159

definirfa de manera radical su position frente a Espana y finalmente aceleraria el movimiento de emancipation. La difusion de la ciencia moder­na en Mexico fue entonces un proceso de larga duration y de gran complejidad, cuyas conse- cuencias solo pueden ser comprendidas dentro de una perspectiva historica global que incluya fenomenos que resultan alejados de una aprecia- cion estrictamente cientifica de los hechos.

Podemos dividir en dos etapas el proceso de reception y difusion de la ciencia moderna en Mexico en el siglo xvii, cada una de ellas seno- reada por una figura relevante del pensamiento cientifico novohispano: de 1630 a 1670 por fray Diego Rodriguez y de 1670 a 1700 por don Car­los de Sigiienza y Gongora. Ambos sabios tienen en comun elementos que los acercan: son crio- llos, clerigos, salidos de los estratos urbano me­dios; los dos fueron catedraticos universitarios de matematicas con inclination particular por los temas relacionados con las ciencias exactas y por ultimo ambos llegaron a ser astronomos consumados. Fray Diego fue un cientifico puro y dedico toda su vida a investigationes y tareas estrictamente cientificas sin desviarse nunca ha- cia otros temas. En cambio, Sigiienza fue lo que se denomina un poligrafo, ya que sus intereses desbordaron a menudo los temas cientificos para incursionar en areas como la poesia o la histo­ria. Sin embargo, cada uno fue en su momento la figura central de un reducido nucleo de hom- bres de ciencia. La obra de fray Diego Rodriguez

160 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

forma el corpus cientifico mas vasto producido por un solo hombre de ciencia durante el siglo xvn, y es uno de los mas valiosos testimonios del cultivo de las ciencias exactas en Mexico de to- da la epoca colonial.184 Consta de seis obras que han quedado manuscritas, y de un impreso. De sus manuscritos tres versan sobre matematicas, dos sobre astronomia y uno sobre la construc­tion de aparatos cientificos. El impreso data de 1652 y se refiere al cometa que aparecio en ese ano. Estos son los titulos de sus obras:

Manuscritos:

1. Tractatus Proemiabium Mathematices y de Geo­metria (119 ff).185

2. De los Logaritmos y Aritmetica (164 ff).1863. Tratado de las Equaciones. Fabrica y uso de la

Tabla Algebraica discursiva (157 fft.1874. Modo de calcular qualquier eclipse de Sol y Lu­

na segun las tablas arriba puestas del mobi- miento de Soly Luna segun Tychon (15 ff).188

5. Doctrina general repartida por capttulos de los eclipses de Sol y Luna, y primero de los de Sol que suceden en los 90 grados de ecliptica

184 Jose Antonio Gari y Siumell, Biblioteca Mercedaria o sea escritores de la Celeste, Real y Militar Orden de la Merced Reden- cion de Cautivos, Barcelona, Imprenta de los Herederos de la viu­da Pla, 1875, p. 255; Jose Mariano Beristain de Souza, Biblioteca Hispano Americana Septentrional, Amecameca, Tipografla del Colegio Catolico, 1883, III, pp. 55-56.

185 b n m , Seccion de Manuscritos, Signatura: MS. 1519.186 b n m , Seccion de Manuscritos, Signatura: MS. 1520.187 b n m , Seccion de Manuscritos, Signatura: MS. 1518.188 Coleccion particular.

LA APORTACION CIENTIFICA l 6 l

sobre el horisonte en todas las alturas de polo asi septentrionales como meridionales (JO ff).189

6. Tratado del modo de fabricar reloxes Horizon- tales, Verticales, Orientales, etc. Con declinacion, inclinacion o sin ella: por Senos rectos, tangen­tes, etc., para por via de Numeros fabricarles confacilidad (145 ff).190

Im preso

1. Discurso etheorologico del Nuevo Cometa, visto en aqueste Hemisferio Mexicano; y general- mente en todo el mundo este ano de 1652. Compuesto por el Padre Presentado Fr. Diego Rodriguez, del Orden de Nra. Senora de la Mer­ced, Redencion de Cautivos y Cathedratico en propiedad de mathematicas en aquesta Real Universidad de Mexico. Con Licencia en Mexi­co. Por la Biuda (sic) de Bernardo Calderon, en la calle de San Agustin, donde se venden, 1652. (32 ff).191

Ademas de estas obras, fray Diego Rodriguez escribio todo un tratado sobre los logaritmos y sus aplicaciones, el cual esta perdido. Salvo esporadicas alusiones que el mismo hace a esta obra a lo largo de sus escritos, ignoramos cual pu- do ser su contenido preciso. Su biografo, el padre Pareja, en una elogiosa pagina de su historia de la Merced de Mexico nos da noticia sobre ese valioso texto y su desaparicion:

189 Coleccion particular.190 b n m , Seccion de Manuscritos, Signatura: MS. 1521.191 Jose Toribio Medina, La imprenta en Mexico (1539-1821),

Santiago de Chile, Impreso en casa del autor, 1908, n, p. 300.

162 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

llego a ser tan perfecto aritmetico, que habiendo lle- gado a esta ciudad un tratadito pequeno de loga­ritmos192 que es la cuenta mas dificil que se halla, ni se ha descubierto en la aritmetica, asi que lo vio lo comprendio, de calidad que hizo dos tomos de ellos, con grandisima perfeccion, y habiendolos en- viado a Madrid manos del dicho P. Claudio, con car­ta para que los imprimiese, aunque fuese en nom- bre de otro, porque no se perdiere una obra tan singular que le habia costado mucho trabajo, se los volvieron diciendo que dicho P. Claudio estaba ya muy viejo y por eso muy retirado de estudios de dicha facultad. Y viendose con dichos libros muy afligido considerando que se le habian de perder, acordo enviarlos a la ciudad de Lima en el Peru, donde tenia un discipulo que habia sido suyo en esta Universidad, llamado Francisco Ruiz Lozano, que se hallaba en dicha ciudad de Lima, ya cos- mografo mayor de aquel reino, y catedratico de las matematicas en su Universidad, con quien se car- teaba en todas ocasiones, porque siempre lo reco- nocia por su maestro, y como a tal le enviaba a consultar algunas materias que alia se le ofredan, y el dicho Padre Maestro le respondia con todo amor y le resolvia todo cuanto le preguntaba, y desde aca le enviaba muchos instrumentos mate­maticos y astronomicos que con sus propias manos fabricaba en su celda, asi de astrolabios muy curio­sos, como de arcos de perspectiva y globos, todo

192 Pudo tratarse de cualquiera de las obras de Neper, ya sea el Mirifici logarithmorum canonis descriptio (1614) o la Constructio canonis logarithmorum (1619), aunque entre la fecha de publica­tion de la primera y 1631 aparecieron varias obras de logaritmos entre las cuales mencionaremos las de Speidel, Kepler, Briggs, y Gunter. En 1620 Burgi publico su libro sobre antilogaritmos.

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con grandisima curiosidad, y algunos papeles que escribia de novedad en su facultad como los di­chos dos tomos de logaritmos que compuso, y alia en dicha ciudad de Lima se quedaron y podra ser que en algun tiempo salgan a la luz para provecho de muchos en su inteligencia.193

Nada mas sabemos acerca de ese tratado que a juzgar por Iq s manuscritos que sobre logaritmos nos restan del padre Rodriguez (y que bien pu- dieron ser su borradores) debio de ser altamente novedoso para su momento, sobre todo si con- sideramos que fue escrita unos treinta anos an­tes de las obras del padre Jose de Zaragoza194 o de Juan Caramuel195 quienes en Espana logra- ron desarrollar y profundizar el estudio de los logaritmos.196

No deja de ser lamentable el desconocimien- to en que se tuvo la obra de fray Diego en el si­glo xvn. La mayor parte de su obra quedo ma- nuscrita y es puramente fortuito que no se haya perdido como tantas otras obras cientificas colo-

193 Pareja, op. cit., II, pp. 246-248.194 Joseph de Zaragoza, Trigonometria espanola, resolution de

los triangulos plano y esfericos, Fabrica y uso de los senos y loga­ritmos, Mallorca, 1672.

195 Juan Caramuel y Lobkowitz, Cursus Mathematicus, Campa­nia Sant Angelo, 1667-1668. En la seccion quinta de esta obra dice este autor lo siguiente: “La logarithmica es ciencia nueva que une la Aritmetica con la Geometria; fue inventada por Neper en el ano 1615, adelantada por Briggio y finalmente, creemos, perfeccionada por nosotros". Se refiere a los logaritmos perfectos, antecedente de los Uamados cologaritmos.

196 Jose Maria Lopez Pinero, Ciencia y Tecnica en la Sociedad Espanola de los siglos xviy xvn, Barcelona, Editorial Labor, S. A., 1979, pp. 439 y 441.

164 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

niales de las cuales solo conocemos el nombre. De haber sido impresa, aunque fuese en parte, le hubiera otorgado a su autor, desde el siglo x v ii , el lugar que merecia dentro de la historia de la ciencia mexicana, y aunque a su muerte no se le escatimaron elogios es un hecho que su obra fue pronto olvidada y solo muy esporadicamen- te se mencionaron algunos de sus logros astro­nomicos. Su obra mayor sobre logaritmos que se perdio no pudo ser editada en Mexico probable- mente debido a los altos costos de impresion, a la escasez de papel y al reducido numero de perso­nas interesadas en estos temas. Ademas sus obras matematicas requerian de caracteres tipograficos especiales, necesarios en las ediciones de libros de algebra y trigonometria, que las imprentas me- xicanas de la epoca no poseian. Asi, despues de mas de un siglo de haber sido instalada la pri­mera imprenta en Mexico vemos que las obras de los cientificos mas connotados circulaban ma- nuscritas. Como en Espana y otros paises euro- peos, en Mexico la transition del manuscrito cien- tifico al libro impreso fue gradual, parcial y se prolongo por un periodo considerable hasta prac- ticamente el final de la domination espanola, y esto debio mas que a la censura inquisitorial cu- ya actuation en este sentido ya hemos evaluado, al hecho de que los cientificos siempre fueron po- cos en numero lo que obligada a realizar tirajes reducidos que le resultaban incosteables al edi­tor. Elio explica tambien que dichos libros sean de gran rareza y no pocas veces hayan escapa-

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do a las pesquisas de los bibliografos mas saga­ces y acuciosos.

Por otra parte, es evidente que la labor del padre Rodriguez no se circunscribio a la Nueva Espana. Sus relaciones epistolares con Ruiz Lo­zano permitieron que parte de sus investigatio­nes, sobre todo astronomicas, fueran conocidas en el Peru. Asimismo mantuvo correspondencia con algunos cientificos que trabajaban en Espa­na como el jesuita Claudio Ricardo. Desafortu- nadamente no ha sido localizada esta corres­pondencia que permitiria un acercamiento. a sus relaciones cientificas con el Peru y con Espana.

Fray Diego Rodriguez estructuro su obra siguien- do las pautas de las enciclopedias matematicas de su epoca. En el proemio en latin que antecede a su tratado De Geometria y al que titulo Tracta­tus Proemialium Mathematices aparece el es- quema general de su obra la cual dividio en dos grandes secciones: matematicas puras y matema­ticas impuras o aplicadas. Cada una de ellas com- prende a su vez las siguientes subdivisiones:

I. Matematicas puras

Geometria: Traduction y comentarios a Eucli­des. Resolution de triangulos; calculos de areas en funcion de los lados; tirculo, elip-

166 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

se, parabola, hiperbole. Perspectiva. Diop- trica, catoptrica, optica.

Aritmetica: Teoria de los numeros. Las cuatro operacfones con enteros y quebrados, pro- gresiones aritmeticas; raices cuadradas y cubicas de cuadrados y cubos perfectos e imperfectos. Exponentes, cuadrados, cubos. Proporciones, regia de tres. Calculo.

Algebra: Ecuaciones cuadraticas, cubicas y de cuarto grado. Logaritmos.

Trigonometria: Funciones trigonometricas. Ta­blas. Ecuaciones trigonometricas. Tablas lo- gantmicas de funciones trigonometricas. Tri­gonometria esferica: triangulos esfericos.

II Matematicas impuras o aplicadas

Gnomonica. Mecanica. Arquitectura. Artes be- licas. Astronomia. Fabrication de astrolabios. Astrologia. Meteorologia. Musica. Cosmogra- fia. Geografia. Prosopografia. Geodesia. Mag- netismo. Hidrostatica. Cronologia.

Esta vasta tematica aparece a lo largo de los seis textos manuscritos de fray Diego que nos han llegado, los cuales, a pesar de sus dimensiones, creemos que eran solo el esquema de una obra mayor y mas acabada, una “Suma” de los cono- cimientos matematicos de su epoca, de la que el tratado perdido de logaritmos constituia solamen- te una parte. Como puede observarse esta enci- clopedia abarca desde la aritmetica elemental y

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los principios de la geometria clasica hasta la re­solution de ecuaciones bicuadraticas y el uso de logaritmos en el calculo de problemas astro- nomicos.

Sin embargo, el Tractatus no contiene solo el esquema general de la obra del padre Rodri­guez; incluye tambien su personal reflexion so­bre la naturaleza de las matematicas, de tal for­ma que el subtitulo que le puso a ese proemio Breve tratado de las elementales disciplinas ma- tematicas dificilmente refleja su contenido. En este Tractatus fray Diego va mas alia de las sim­ples demostraciones y operaciones matematicas que forman toda su obra , ya que se detiene a considerar a esas “nobles disciplinas” desde un punto de vista mas amplio: el propio de un cien­tifico del siglo xvii fiel estudioso de las doctrinas hermeticas y neoplatonicas. Asi, despues de una breve seccion introductoria, fray Diego divide su proemio en seis capitulos cuyos titulos son: T) De la Matematica en general. Que cosa es la Matematica y en que medida y razon se distin­gue de la fisica y de la metafisica. Como se dis- tinguen sus principales ramas entre si. 2) De la division de las disciplinas matematicas en puras y en impuras y de sus definitiones. 3) De la pres- tancia y de la utilidad de la geometria especula- tiva. 4) De la division de la Geometria y de los Elementos de Euclides. 3) Que cosa es teorema, que problema, que proposition y que lema, pa­ra los matematicos. 6) Cuales son los principios de las Matematicas. En estos seis capitulos el

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padre Rodriguez resumio su credo cientifico. Es una especie de epitome filosofico a su obra ma­tematica que contrasta notablemente con esta por el tono literario y casi poetico que en ciertos pasajes adquiere. Y creemos que no es posible evaluar su obra matematica, rigurosa y abstrusa, si antes no nos detenemos brevemente para ana- lizar esa conception filosofico-cientifica que lo alento en sus estudios y en la que estuvo inmer- so durante mas de cuarenta anos.197

Despues de dedicar la obra a su: Mater Alma Mexicana Academia” es decir a la Universidad,198 y de advertir al lector que el conocimiento se alcanza “no hojeando los folios de los libros, si­no aprendiendo con el corazon hasta alcanzar la razon y la sabiduria”, el padre Rodriguez inicia su exposition dividiendo, como ya vimos, a las ciencias matematicas en puras e impuras o apli- cadas. Inmediatamente despues pasa a explicar los temas que tratara: las relationes de la geome­tria y la aritmetica con la astrologia (que aqui tiene la acepcion de cosmologia) y la musica. Estas son sus palabras:

Nosotros, siguiendo el ejemplo de los antiguos y el de otros no menos ilustres ingenios de nuestro tiempo (con los que felizmente se adorna y corona esta Alma Mater Academia Mexicana) deseamos ofrecer un tratado util y provechoso que no com- prenda a todas las siete artes o liberales disciplinas

197 Tractatus Praemialium Mathematices y de Geometria (MS), b n m , Signatura : MS. 1519, f f . lr-12v.

198 Ibid., f. lv.

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sino unicamente a las Matematicas, entre las que estan en primer termino la aritmetica y la geome­tria, y en segundo lugar (como impuras que son) la astrologia y la musica.

Estas artes, que forman el quadrivium pitago- rico, son para fray Diego la base de todo cono- cimiento ya que representan “los casi optimos instrumentos*con los que el animo prepara el cambio a la plenitud del conocimiento filosofi- co”. El sabio, al inclinarse sobre ellas y aprehen- der con el espiritu, podra elevarse hasta la com- prension serena del cosmos regido por leyes numerables inmutables y armonicas. El metodo a seguir para lograr este proposito se basa en un perfecto dominio del instrumento de conocimien­to por excelencia donado por el gran geometra creador a los hombres: la matematica. Nuestro mercedario la concibe como una disciplina aje- na a “cuanto se especula filosoficamente acerca de ella”, es decir como un metodo de conoci­miento, el mas perfecto de todos, del mundo fi- sico, cuyo lenguaje es univoco, es decir, que po- see “un simple y unico modo de connotar”, pero que, por otra parte, puede utilizar dos tipos de conceptos cuantitativos a saber: los continuos y los discontinuos. De los primeros se ocupaban la aritmetica, la perspectiva y la astronomia; de los segundos la aritmetica y la musica. La preci­sion obtenida por el uso de este instrumento en la tarea de arrebatarle sus secretos al cosmos esta determinada por la habilidad de aquel que lo emplea:

170 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Un verdadero matematico — escribe fray Diego— aborda cualquier problema, eliminando los obs- taculos que se le oponen y que parecen contradecir sus razonamientos; para posteriormente demos- trar, comprobar y confirmar, firme e infaliblemente, su proposition, eliminando absolutamente todas las dudas del intelecto.199

Como muchos otros matematicos eminentes del siglo x v ii , fray Diego Rodriguez fue ante todo un geometra, de ahi que a lo largo de todo este Tractatus insista una y otra vez en el hecho de que la geometria, como “ciencia de las magni­tudes, de las proporciones y de las figuras”, esta en la base de cualquier otro saber matematico. Para apoyar su tesis acude a los argumentos cla- sicos en favor de aquella ciencia expuestos por Euclides, Platon y Proclo. Alude a las multiples ramas de la geometria;200 y, como es de suponer en un geometra del siglo x v ii , se detiene larga­mente en el analisis de esta disciplina en sus apli- caciones a los estudios de optica, definiendo lo que es la dioptrica, catoptrica, sciografica, espe- cularia y escenografica. A continuation se re- fiere a las aplicaciones practicas de la geometria tales como la geodesia y la agrimensura, para pasar posteriormente a senalar sus relaciones con la arquitectura, por la cual sentia particular pre­dilection segun deja traslucir el siguiente frag­mento:

199 Ibid., ff. 2r-3r.200 Ibid., f. 3r.

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La arquitectura parece ser del linaje de la geome­tria por su empleo de la perspectiva; pero tambien de la aritmetica. Platon en su libro que trata sobre el arte de gobemar y tambien Vitrubio la definen como la ciencia que ha menester de muchas y va­rias disciplinas, asi como del adorno de varias eru- diciones y que pone a prueba las obras que otras artes perfeccionan. En efecto, la arquitectura busca la eficacia practica de los objetos, inquiriendo acerca de la belleza oculta de la cosas.201

Al igual que muchos de sus contemporaneos inclinados a este tipo de estudios, nuestro fraile mercedario era participe de ese saber arcano y hermetico, propio de un selecto grupo de inicia- dos, que le concedia a la arquitectura el secreto de las proporciones geometricas, de las armomas antropomorficas ocultas y de las simetrias recon­ditas, enmascaradas dentro de las trazas y los volumenes arquitectonicos.

De la aritmetica afirma que es la ciencia de “los numeros y de sus propiedades en abstrac­to”, cuyo maximo don es el de revelar los ritmos secretos de los numeros, ocultos al no iniciado pero perceptibles a los ojos del sabio. Esta es la ciencia de las ciencias, la arcana arcanissima, el tetragramaton divino, compuesto del infinito de combinaciones matematicas. Sus relaciones con la musica resultaban evidentes cuando pen- samos que el padre Rodriguez concebia a esta ultima como la ciencia de los “numeros sonoros

201 Ibid., f. 4v.

172 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

y de su relaciones con la armorua”. Las propor­tiones aritmeticas y geometricas de la musica eran obvias al versado en estos asuntos:

La musica posee racionalmente series numerales concretas para los sonidos y las voces y no es, co­mo algunos han dicho, semejante al agua corrien- te insipida, es decir sin humor ni gusto. La musica es la ciencia de las musas cuyo canto es la armoma perfecta.202

Para el sabio, esta cualidad aparetia tanto en los pasajes musicales caracterizados por esos “cromatismos delicados y suaves lamentationes”, como en los “tristes y lugubres” o en los “graves y firmes”.

La ultima de las ciencias y que en cierta forma comprende a todas, es la astronomia, es decir “la ciencia de los cielos y las estrellas y sus mo- vimientos y efectos”, los cuales segun nuestro autor, estan apoyados en “razones o principios geometricos y aritmeticos”, de ahi su relation con la musica segun ya habia sido establecido por Pitagoras a quien siguieron “todos los mate­maticos y no pocos filosofos”. Ademas, la astro­nomia se diferencia de la astrologia,203 que es el arte de la prediction, en que sus metodos son aritmeticos y por ende de rigurosa comproba- cion: “La astronomia busca las elevationes, di- ferencias y distancias de los astros, estudia su

202 Ibid., f. 3v.203 Ibid., f. It.

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comportamiento para posteriormente deducir los teoremas astronomicos que los gobiernan.”204

Estos “teoremas” no son otros que los que ri- gen las armonias musicales del movimiento de los planetas segun ya habian sido establecidos por Kepler, primeramente en su Mysterium Cos- mographicum, obra en que relaciono los cinco solidos perfectos de Euclides, tambien llamados “cuerpos platonicos”, a saber, cubo, tetraedro, oc- taedro, dodecaedro e icosaedro, con los radios de las esferas de los planetas; y posteriormente en su Harmonices Mundi donde atribuyo al mo­vimiento de estos ultimos un comportamiento musical concertado, en el cual cada planeta, co­mo en la polifonia, sigue su propia partitura. El movimiento de las esferas celestes es pues un “concierto perenne” cuyos sonidos solamente son audibles por la razon geometrica. La musica po- lifonica es solo un reflejo de la musica de las es­feras en la cual Dios es el artista.

El credo cientifico de fray Diego lo llevo a aceptar esta tesis geometrico-astronomico-musi- cal como la unica valedera. La naturaleza toda, macrocosmos y microcosmos, era una obra de ar­te que se podia interpretar matematicamente. Al comentar las epistolas de Kepler,205 este merce­dario mexicano adopto el credo heliocentrista y

204 Ibid., ff. 6v-7r.205 Sus notas y comentarios a las epistolas de Kepler asi como al

Mysterium Cosmographicum y al Harmonices Mundi se hallan en su obra astronomica titulada Doctrina General repartida p or capi- tulos de los eclipses de Soly Luna (cf. supra nota 189).

174 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

hermetico de su mentor que sin duda ya rayaba en la heterodoxia religiosa.206 Es por ello, qui- zas, que se sintio obligado a ocultar parte de sus manuscritos, los astronomicos, en los cuales di- sertaba sobre estos asuntos. Sin embargo, al ela- borar su obra matematica no resistio a la tenta- cion de insertar un proemio en el cual, como ya dijimos, expuso su teoria del mundo que, aun determinada geometricamente por el discurso de la razon logica, segun acabamos de ver, conclu- ye sorpresivamente con estas palabras: “El volu­men del mundo, es decir el universo todo con sus orbes y esferas musicales, solo puede ser conce- bido y conocido como imagen nuestra.”

Toda esta conception filosofico-cientifica de fray Diego encuentra su complemento en su idea de lo que debia ser el metodo cientifico. Como astronomo y como fisico nuestro mercedario fue un empirista convencido. “En las cosas natura­les y fisicas —escribio en su obra sobre los co­metas— nada convence con tanta apacibilidad como las demostraciones que son patentes a los sentidos”;207 y un poco mas adelante, en ese mis­mo texto, afirmo que el hombre de ciencia, y mas especificamente el astronomo, no debe de- jarse llevar por la imagination y afirmar a priori hipotesis indemostrables. Solo los paralajes y

206 Como veremos mas adelante fray Diego Rodriguez fue como varios de sus contemporaneos adicto a las tesis heliocentristas. En sus manuscritos astronomicos manifiesta su adhesion a esta teoria astronomica.

207 Fray Diego Rodriguez, Discurso etheorologico del Nuevo Cometa visto en aqueste hemisferio mexicano; y generalmente en

LA APORTACION CIENTIFICA 175

demas mediciones astronomicas hechos con un profundo conocimiento de la trigonometria esfe- rica permiten describir una realidad determina- da.208 En suma, solamente la experientia unida a una precisa cuantificacion del fenomeno que se observa, puede permitir emitir un juicio sobre la naturaleza de dicho fenomeno. Congruente con este modo de, pensar, es logico que fray Diego haya sido un acucioso y riguroso observador. Las mediciones astronomicas que realizo fueron siem- pre de admirable precision. El cronista Francis­co de Pareja no exageraba cuando decia que en los calculos de eclipses que realizaba “jamas se vio que los errase en un punto”.209 Con el fin de afinar cada vez mas sus estimaciones elaboro muchas tablas astronomicas o trigonometricas que ocupan buena parte de su obra manuscrita y que son el producto de una ardua labor. Recor- demos ademas que el mismo construia sus apa- ratos cientificos y para ello utilizaba diversos manuales que le facilitaban la construction de ese equipo. Lo costoso que resultaba adquirirlos y la dificultad que existio durante toda la epoca co­lonial para hacerse de instrumental de precision obligo en muchos casos a nuestros cientificos a fabricarse sus propios aparatos. Fray Diego no escapo a esa perniciosa limitation. Su celda con­ventual debio parecer un laboratorio de cons-

todo el mundo, este ano de 1652, Mexico, Viuda de Bernardo Calderon, 1652, f. 18.

208 Ibid., f. 24.209 Pareja, op. cit., II, p. 245.

176 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

truccion de aparatos e instrumentos. La preci­sion en sus calculos y mediciones permite supo- ner que dichos instrumentos eran construidos con minuciosidad y cuidado. Es imposible explicar- nos de otro modo que en la primera mitad del siglo xvii un desconocido sabio mercedario lo- grase determinaciones astronomicas superiores a las obtenidas a finales del siglo siguiente.

Su rigurosa metodologia experimental y su permanente apego a las matematicas como uni­co instrumento valido en el conocimiento cienti- fico no le impidieron recurrir a diversas autorida- des que le auxiliasen, instruyesen o rectificasen en sus datos y conclusiones. Sobre todo —como es de suponer— menudean en sus citas los auto­res clasicos como Euclides y Ptolomeo, pero tam­bien los modernos son mencionados con fre- cuencia no importando su nacionalidad ni su credo religioso. Uno de los autores que aparece con mayor frecuencia es el matematico y astro- nomo jesuita Cristobal Clavio asi como Pedro Apiano, Cornelius Gemma, Jeronimo Cardano, Tartaglia, Felipe Lansbergio, Juan Antonio Ma- gini, Copernico, Kepler, Tycho Brahe, Erasmo Reinhold, Longomontano, Michael Maestlin, William Gilbert, Claudio Dechales, Galileo y Kircher. La mayor parte de estos autores apare- cen en las listas inquisitoriales de la biblioteca de Perez de Soto y las obras de algunos de ellos fueron incluso confiscadas, lo que no fue impe­dimento para que fray Diego las citara en sus obras. Por otra parte, es evidente la erudition

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cientifica que poseta nuestro mercedario. Sus re­ferendas multiples hechas a partir de las obras originales o, como ya vimos de textos enciclo- pedicos, son numerosas y ponen de manifiesto que el catedratico de matematicas de la Univer­sidad de Mexico estaba al tanto del desarrollo y los avances de la ciencia europea.

La labor cientifica del padre Rodriguez se de- senvolvio en un medio social que debio ser fa­vorable a sus estudios y lo alento en sus tareas. Ciertamente el nucleo de hombres de ciencia en Mexico, como en otras latitudes, no fue nunca numeroso durante el siglo xvii pero si receptivo a las nuevas ideas. Esto se observa particular- mente en el grupo de discipulos que fray Diego formo a lo largo de los 31 anos en que fue maes­tro de matematicas. Tan largo periodo de tiem- po para una catedra de esta naturaleza solo puede explicarse en un medio favorable a esos estudios, pero tambien es un indicio del valor magisterial del catedratico.

En efecto, fray Diego Rodriguez fue maestro de altas cualidades pedagogicas. El cronista de la Universidad, Cristobal de la Plaza y Jaen, que lo conocio, afirmo que su magisterio fue siempre de un nivel elevado. Sus obras manuscritas, que le sirvieron para sus cursos, lo revelan como un claro expositor y un profundo conocedor de sus temas. En algunos pasajes de su Tractatus apun- to algunas de las normas que un profesor de matematicas debia seguir y que debieron ser las suyas propias. Ahi escribio lo siguiente:

178 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

En la ensenanza de cualquier ciencia debe comen- zarse por los principios mas claros, faciles y ele- mentales ya que estos se comprenden facilmente y hacen que se deduzcan y demuestren varias y admirables razones de aquellos desprendidas. Esto ensena, ademas, a que nadie de una prueba como verdadera si no es que antes la hubiese confirma- do con cierta y evidente razon.

Ademas exigia al maestro de matematicas “que las proposiciones que se explican sean a tal grado claras y comunes al animo que logren del discipulo el asenso”. Aconsejaba evitar los “despropositos matematicos” y explicar “nocio- nes y concepciones con palabras sencillas, facil­mente inteligibles, que muestren claramente lo que es de suyo y rectamente percibible”. Asi, el metodo pedagogico de nuestro mercedario es una via mas para comprender la reception y aceptacion del tipo de estudios innovadores que introdujo en Mexico en un nucleo de discipulos y colegas suyos que laboraron entre 1630 y 1700, y la adoption por parte de todos ellos tan­to de sus teorias filosofico-cientificas como de su metodo experimental apoyado en bases ma­tematicas.

La seccion mas extensa de la obra de fray Diego Rodriguez versa sobre matematicas puras. Los tres escritos que destino a esta ciencia, es decir sus tratados De Geometria, De los Logaritmos y

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Aritmetica y De las Ecuaciones forman una tri- logia matematica sistematica y continua cuyos temas se enlazan y complementan en un todo. Forman lo que desafortunadamente nunca llego a ser: una obra impresa donde aparecieran sus mas relevantes contributiones a las matematicas de su epoca es decir sus tablas logaritmicas y su estudio de las ecuaciones de tercero y cuarto grados.

Su modus operandi sigue siempre la misma pauta: proponer, demostrar, concluir. En su Trac­tatus nos dice:

un verdadero matematico aborda cualquier pro­blema, eliminando los obstaculos que se le oponen y que parecen contradecir sus razonamientos; para posteriormente demostrar, comprobar y confirmar, firme e infatigablemente su proposition, eliminan­do absolutamente todas las dudas del intelecto.

El metodo que siguio en el estudio de las ma­tematicas refleja tambien su personalidad cienti­fica. Esto se percibe cuando nos dice:

Hay que razonar con firme e infalible intelecto que disipe las dudas y elimine las fugaces tinie- blas, descubriendo la verdad. La perseverantia y la finisima razon son el precio de la misma.

Su trilogia se abre con el tratado De Geome­tria, ciencia que para fray Diego era el punto de partida de todo conocimiento matematico. Ahi expresa lo siguiente:

180 LOS ORfGENES DE LA CIENCIA

quien otras ramas de las ciencias matematicas quie- ra estudiar, es necesario que conozca y tenga prac- tica de la geometria, pues, por asi decirlo, de ella emanan todas las matematicas.

Ese tratado fue redactado entre 1640 y 1643, de acuerdo con las diversas fechas que apare- cen en el manuscrito. Esta dividido en nueve partes en las cuales las repeticiones son frecuen- tes. Comienza estudiando las figuras geometri­cas simples y se detiene largamente en el es- tudio de las areas. Su fuente basica en esta seccion es Euclides, ese “agudisimo geometra” como el mismo lo llama. Su interes en este tema radica en que fray Diego sabia bien la necesidad que existia en la Nueva Espana de tener agri­mensores preparados que resolvieran satisfacto- riamente los problemas que frecuentemente se presentaban en la medicion de tierras, sitios de, ganado o mayor o menor, caballerias, etc. Esta preocupacion explica que una larga seccion de esta obra este destinada a resolver problemas geometricos de indole practica: calculo de su­perficies, reduction de un tipo de triangulos a otro, combinaciones de areas y equivalencias entre superficies de cuadros, triangulos y pa- ralelogramos. Incluso contiene una seccion, que desarrollara mas ampliamente en sus escritos tecnicos, sobre medidas de aguas.

Despues pasa al estudio de temas geometri­cos mas abstractos: el circulo, la parabola, la elip- se y la hiperbola. Se detiene largamente en los

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metodos para dibujar esas figuras y en los ins­trumentos necesarios para lograrlo. Incluso lle- go a inventar y construir un instrumento para dibujar diversos tipos de elipses. Este sencillo artefacto consistia en una escala de madera o metal graduada a intervalos irregulares de acuer- do con una proportion constante calculada en funcion de la,distantia que debe existir entre los focos de una elipse. El metodo es muy simple: sobre un papel se traza una recta horizontal con dicha escala y se marcan los focos de acuerdo con el area de la elipse que se desea obtener. A continuation se senalan diversos puntos sobre esa misma recta y se trazan perpendiculares que la atraviesan en dichos puntos de tal forma que esas transversales queden divididas en partes iguales por la horizontal marcada con los pun­tos y con los focos. Dichas transversales ya per- miten ver la forma de la elipse pues su longitud ha sido calculada por medio de unas tablas que coinciden con la graduation de la escala y que crecen y decrecen a lo largo de la horizon­tal. Al unir las terminales de dichas transversales por medio de los focos de la elipse quedara esta debidamente dibujada y con el area que se de- seaba obtener.

En la octava parte se extiende ampliamente en el estudio de instrumentos matematicos, apa- ratos y maquinas. Apoyandose en la obra de Jac­ques Besson estudio y dibujo 17 tipos de apara- tos desde compases de proportion y alidadas,210

210 “Es una regia dividida en algunas partes iguales, la cual se

182 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

hasta tomos, maquinas para cortar madera, tala- dros, morteros y poleas. Asimismo estudia dete- nidamente las bases teoricas de los instrumentos de precision necesarios en las matematicas y en la astronomia. Ese tratado esta profundamente ilustrado con figuras geometricas, algunas de no­table complejidad. Finalmente inserta una breve seccion de aritmetica donde ofrece nociones so­bre potencias y raices. Asimismo estudia las pro- gresiones aritmeticas del tipo:

1 + a +a2 + a3 +... + an+1Para una exposicion mas extensa de los pro-

blemas de este tipo remite a lo que el denomina el “otro quaderno”, es decir a su tratado De los logaritmosy aritmetica.

Este tratado data de 1636, y se divide en seis partes. Fue escrito con una finalidad practica evidente: facilitar y simplificar todo tipo de cal­culos. Es, pues, un texto de computation a base de numerosas tablas de logaritmos, utiles sobre todo para mediciones astronomicas.

Comienza indicando la forma en que deben utilizarse los logaritmos en problemas aritmeticos sencillos: resolution de potencias y raices. Sigue a Neper en la solution de raices cuadradas de numeros de mas de 5 cifras y se detiene larga- mente a explicar el uso y utilidad practica para diversos problemas cotidianos, de la formula:ajusta sobre un lado del cuadro geometrico, y haciendo centro en uno de sus angulos se mueve sobre los otros lado”. Se le conoce tambien como Regula versatilis. (Diccionario de la Lengua Caste­llana, Segunda edicion, Madrid, Joaquin Ibarra, 1783, p. 57).

LA APORTACION CIENTIFICA 183

log MN = log M + log NSiguen despues las tablas logaritmicas mis-

mas, primero de numeros naturales y despues de funciones trigonometricas. Con un exceso de precision, fray Diego elaboro tablas hasta con ocho y nueve digitos.

Como ya dijimos, una de las mayores aporta- ciones del padre Rodriguez a las matematicas de su epoca, fueron sus largas tablas logaritmicas. Para evaluar este logro conviene que recapitu- lemos lo que significo la obra de Neper en la elaboration de tablas logaritmicas de funciones trigonometricas. Desde mediados dei siglo xvi se usaban con fines astronomicos diversas tablas de funciones trigonometricas que cada vez eran mas precisas, y por lo mismo mas laboriosas. Las tablas de senos con un radio de IO10 y aun de 1015 elaborados por Rhaeticus eran de mu­cha utilidad pero exigian largas horas de traba- jo. Todas estas tablas resultaron obsoletas cuan- do, en 1620, Edmund Gunter publico sus Tablas logaritmicas de funciones trigonometricas.211 Diez y seis anos mas tarde, y en forma independien- te, fray Diego Rodriguez, quien no conocio la obra de Gunter, elaboro sus propias y mas com­pletas tablas logaritmicas que no tuvieron ma­yor trascendencia que la de haber sido usadas por el mismo que las elaboro, ya que, como sa- bemos, quedaron manuscritas. Sin embargo, fue-

211 D.E. Smith, History o f Mathematics, Nueva York, Dover Publications, Inc., 1958, II, pp. 614-632.

184 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ron las primeras en su genero hechas en el mundo hispanico del x v i i .212

Sus tablas son de tres tipos: de senos, de tan­gentes y secantes, las cuales elaboro de acuerdo con las formulas clasicas:

log a= log sen A + log c log a= log tan A + log b log sec A= - log cos A

donde: a = cateto b = cateto c = hipotenusa

Fray Diego dio multiples ejemplos para ejerci- tarse en el uso de las tablas, sobre todo con fi­nes practicos: edition de paralajes. Veremos que a partir de 1638 utilizara regularmente sus tablas de senos en los calculos de sus observationes astronomicas.

La ultima obra de la trilogia matematica de fray Diego Rodriguez es su Tratado de las Ecuacio- nes. En el trabajo desde aproximadamente 1640 hasta 1660. Consta de ocho “cuadernos”, que asi denomino su autor a las distintas partes de su obra. En realidad se divide en tres secciones bien diferenciadas, la primera de las cuales se subdi­vide en dos partes. En un texto complejo y a me- nudo reiterativo. Su notation algebraica debe ser traducida a los signos actuales a efecto de po- der ser comprendida, lo que no deja de resultar engorroso. Sin embargo, este es posiblemente el

212 Trabulse, El circulo roto, p. 44 (Vease, supra, nota 196).

LA APORTACION CIENTIFICA 185

trabajo mejor elaborado y mas completo de toda su obra matematica.

Se inicia con lo que fray Diego denomina “Ta- bla Algebraica Discursiva”, formada por un con- junto de tablas particulares que permiten resol­ver directamente un gran numero de ecuaciones cuadraticas sencillas del tipo x2 + ax + b = o. Su proposito al elaborar esta “Tabla” nos lo dice el mismo:

Intitulo discursiva esta tabla por los grandes moti- vos que da a discursos y modos de inventar nuevas regias y capitulos. Llamola algebraica, lo uno por- que sus usos son en orden a las igualaciones del arte mayor213 y lo principal por los caracteres al- gebraicos de que se compone, a distincion de lo que llamo tabla aritmetica, que esta da numeros simples sin caracter alguno en el cuerpo de ella aunque en la sustancia son una misma cosa en to­do, y la una nace de la otra y solo se varian y dife- rencian en lo dicho.

De esta manera su obra de algebra se inicia estudiando los vinculos de esta rama de las ma­tematicas con la aritmetica, con lo que establece la continuidad entre los tratados segundo y ter- cero de su trilogia matematica. A lo largo de sus tres secciones pasa gradualmente de los proble­mas mas sencillos a los mas complejos; desde las ecuaciones de segundo grado mas simples

213 “Igualaciones de arte mayor”. Igualaciones es el termino empleado por fray Diego para denominar a las ecuaciones. Arte mayor o Arte mayor de aritmetica equivale a Algebra.

186 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

hasta llegar a las de cuarto y aun a algunas de quinto grado. Un sumario del tipo de ecuacio- nes que estudio es el siguiente:

a) Cuadraticas:axm = bxm+n axm = bxm+n + cxm+en axm + bxm+n = cxm+2n axm + bxm+2n =cxm+n

b) Cubicas:x3 + px = q x3 + px2 = q x3 = px + q x3 = px2 +q x3 + q = px x3 + q = px2

c) Bicuadraticas y de Quinto grado:aQx4 + axx3 +a2x2 + a3x + a4 = 0 x4 + x3 = a x4 + a = x3 x5 + x3 = a

Fray Diego estudio bien a los algebristas ita- lianos del siglo xvi, sobre todo Cardano, Tar- taglia y Ferrari, de tal forma que, como ellos, se planteo y resolvio ecuaciones del tipo:

x3 + 48 = 28x x3 + 576 = 17x2

LA APORTACION CIENTIFICA 187

lOx = x2 + 7y x4 - x3 + x2 + x—1 = 0

Discutio extensamente las ecuaciones cubicas tratadas por Tartaglia, que son las siguientes:

x3 + px2 = q x3 = px2 + q x3 +q =px2

Sobre este tipo de ecuaciones escribio lo si­guiente:

En muchas partes dijo ‘Tartaglia que habia hallado el valor de estas igualaciones... pero nunca quiso decir ni dar la regia. Yo trabajando en ella algunos dias di en ella cuando cubo y censo [cuadrado] se igualan a numero. Su solucion, que acredita no poco merito, a este tipo de ecuaciones es:

3 2 P_ 8 _ _ g

27 4 2

Discutio y analizo tambien ciertos casos espe- cificos de las ecuaciones de cuarto y quinto gra­do e intento logro encontrar sus raices a partir de su solucion de las ecuaciones cubicas de Tarta­glia. Ademas, resolvio la ecuacion de cuarto gra­do sin terminos en x3 y en x, reduciendola a las tres ecuaciones cuadraticas fundamentales. La

188 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ecuacion de quinto grado del tipo x5 + x3 = a, la resolvio tambien reduciendola a las ecuacio­nes cubicas de Tartaglia.

Un problema que le preocupo bastante tiem- po fue el del numero de raices que podia tener una ecuacion. En los mismos aftos en que Girard y Descartes se planteaban en Europa este pro­blema, el padre Rodriguez en la Nueva Espana afirmo, como ellos, que toda ecuacion de grado “n “tiene” n” raices que pueden ser positivas, negativas, racionales o irrationales. Al respecto escribio:

iQuien duda que todas estas igualaciones, [cuadra- ticas y cubicas] no solo las irregulares, pero aun las regulares, tienen dos y tres respuestas?

Esto lo condujo al estudio particular de dos ti­pos de raices, las irrationales, que aparecen en ecuaciones del tipo x4 + x3 + k = 0; y las imagi­narias. Respecto de las irrationales escribio que el metodo descubierto por el para obtenerlas no habia sido tratado por nadie. Sobre esto afirmo:

los grandes ahorros que he hallado con particu­lares inventivas mias de ningun autor tratadas.

Este metodo, que el llamo de las “expansio­nes”, consistia en asignar un valor base a x; y a partir de una progresion geometrica determina- da ese valor de x aumentaria o disminuiria hasta resolver la ecuacion. El metodo era sin duda muy

LA APORTACION CIENTIFICA 189

laborioso y dista de acercarse a la simplicidad de las solutiones modernas, pero hemos de re- conocer que era un metodo original y efectivo en la resolution de ese tipo de ecuaciones.

En cuanto a las raices imaginarias fray Diego, al igual que sus colegas europeos, se encontro con ellas en cuanto profundizo sus estudios de las ecuaciones bicuadraticas del tipo x4 - x3 - l6x2 + 59x + 13 = 0, donde una de las raices es x = 3 + 2i. Al toparse con esto —una raiz que estaba compuesta por un numero positivo y por un ter­mino absurdo: la raiz cuadrada de un numero negativo— fray Diego, como hiciera Descartes unos anos antes, la declaro “falsa” y la rechazo como imposible. Sin embargo, ese tipo de raices seguian apareciendo, lo que hizo que nuestro mercedario, como sus colegas del otro lado del Atlantico, terminara aceptando su existencia. En algunos ejemplos de ecuaciones de cuarto gra­do que aparecen al final de su Tratado de las Ecuaciones, resueltas por diversos metodos, in- cluido el suyo de las “expansiones”, ya apare­cen las raices imaginarias.

Los escritos astronomicos de fray Diego Rodri­guez, aunque menos voluminosos que los mate­maticos, forman uno de los elementos fundamen­tales para conocer su modernidad cientifica y su acuciosidad como observador de los fenomenos

190 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

fisicos. Su obra principal en este tipo de estudios, la Doctrina general repartida por capitulos de los eclipses de Sol y Luna, es sin duda uno de los textos astronomicos mas importantes no solo del siglo xvii sino incluso de toda la epoca colonial, pues contiene tanto sus estudios sobre astrono­mia de observation como sus reflexiones sobre el sistema del mundo. Sus otros textos astronomi­cos, el Modo de calcular qualquier eclipse de Sol y Luna, y el Discurso Etheorologico, comple- mentan lo contenido en la Doctrina: el primero al proporcionar Un metodo de calculo especifico y el segundo al darnos su personal vision de la forma del cosmos.

La Doctrina se divide en ocho capitulos que abarcan los siguientes temas: astronomia teori- ca, astronomia practica y cosmologia. En la pri- mera parte estudia las positiones de los astros, la teoria de los eclipses, el calculo de paralajes y el uso de “las tablas de Juan Neper de logarit- mos” en la medicion del “angulo que la ecliptica causa con el vertical”. En la segunda, aparecen diversas tablas astronomicas y numerosos ejem- plos de calculos de eclipses. Son particularmen- te interesantes dos de estas tablas, pues ellas le sirvieron para calcular la longitud de la ciudad de Mexico: “Tabla de paralajes y de la refraction de los rayos del Sol y Luna en longitud y latitud” y Parallajes longitudinis ad alevantionem poli 19o 15’. En la tercera parte y a lo largo de dos capitulos aborda el tema del sistema del mundo.

Dichos capitulos se titulan: “Doctrina de las

LA APORTACION CIENTIFICA 191

Tres Tablas puestas de la latitud de los Tres pla­netas superiores Jupiter, Saturno y Marte segun calculo de Copemico” y “Doctrina de la preceden- te Tabla de la latitud de Venus y de la siguiente de Mercurio, segun los antiguos y Copemico”.

La Doctrina general contiene ademas efeme- rides sobre los movimientos de la Luna que abar- can dei ano 1500 al de 1700. Ademas incluye ta­blas astronomicas calculadas con base en la position geografica de la ciudad de Mexico. Ade­mas de los eclipses, la Doctrina ensena como ob- servar los cometas y la manera de calcular su paralaje. Este tema fue ampliamente tratado por el en su Discurso Etheorologico que es el ante­cedente inmediato mas relevante de la Libra As­tronomica de Sigiienza y Gongora.

La astronomia era para fray Diego una ciencia de multiples aspectos. En el Tractatus se refiere a ella de la siguiente manera:

es el arte de conocer los movimientos dei mundo, o sea los movimientos reales o aparentes de los cuerpos celestes; de sus orbitas, excentricas, epici- clos, apogeos y perigeos. Estudia ademas la figura de los astros, su iluminacion, distancias de la tierra, etc. Estudia tambien las estrellas, tanto las errantes como las fijas, la salida y ocaso dei sol y el paralaje de la luna, y los diversos aspectos que presenta. Trata de los radios orbitales, de las orbitas mismas y de los circulos maximos deserit os. Su metodo de operar es primero observando y luego demostrando.

En suma, la astronomia “busca las elevaciones,

192 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

diferencias y distancias de los astros, estudia su comportamiento y posteriormente los astrono­micos teoremas deduce”. Es decir, esta ciencia tiene dos aspectos estrechamente relacionados: la astronomia de observation y la teoria sobre el sistema del mundo. Y el primero de ellos con­duce logicamente al segundo.

1 . L a ASTRONOMfA DE OBSERVACION

En el siglo xvii no era tarea facil lograr observa­tiones astronomicas precisas. Los astronomos practicos debian superar diversos problemas pa­ra obtener resultados aceptables que pudieran ser utiles a la geografia y a la cartografia. Debian poseer telescopios confiables, relojes precisos y efemerides actualizadas; ademas debian hacer sus calculos con gran cuidado ya que unos cuan- tos segundos de tiempo de error, que equivalen a varios minutos de arco, podian falsear enor- memente una medicion astronomica.

El mayor problema con el que los cientificos de los siglos xvi y xvii se enfrentaron fue el de fijar la longitud geografica de un lugar determi- nado.214 Para ello lo mas comun era calcular la diferencia del tiempo local en la observation de un fenomeno astronomico, generalmente un eclipse. El intercambio de datos obtenidos entre astronomos de dos puntos distantes de la Tierra

214 Un resumen de los metodos empleados para resolver esta incognita puede verse en: Trabulse, El circulo roto, pp. 131-134.

LA APORTACION CIENTIFICA 193

y su cotejo permitia fijar la longitud y actualizar las tablas astronomicas. Este metodo, propuesto por Gemma Frisius en el siglo xvi, fue el utili- zado con mas frecuencia por los astronomos y geografos del siglo siguiente. Sin embargo, el problema de las longitudes geograficas dista mu- cho de encontrar una solution satisfactoria, so­bre todo porque los metodos cronometricos no resultaban exactos.215 Practicamente a todos los puntos de America que requerian ser fijados cartograficamente con precision se les habian asignado coordenadas equivocadas desde fina­les del siglo xv, y ni los mas expertos astrono­mos y navegantes del siglo xvi habian podido determinar con una aceptable exactitud la posi­tion de las ciudades y puertos mas importantes del Nuevo Mundo. Aqui cabe reconocer la mag- nitud de la labor realizada por fray Diego Ro­driguez quien en 1638 logro determinar la longi­tud geografica de la ciudad de Mexico con una precision tal que solo seria superada hasta el si­glo xix. A efecto de evaluar este logro conviene que recapitulemos algunos de los esfuerzos he- cnos por los cientificos espaholes y novohispa- nos de los siglos xvi y principios del xvn para ob­tener resultados satisfactorios en ese aspecto de la astronomia de observation.

215 No seria sino hasta las investigaciones sobre el pendulo Ue- vadas a cabo por Galileo y Huygens, que se obtendrfa una crono- inetria que resultara bastante exacta. El Horologium Oscilatorum de Huygens, que aplicaba la isocronia al movimiento pendular en la construction de relojes, aparecio en 1673.

194 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Desde los primeros anos de la epoca colonial los navegantes espanoles se enfrentaron al agu- do problema de fijar la longitud de los puertos del Nuevo Mundo. Los errores en la determi­nation de esa coordenada eran particularmente perniciosos para los viajes de navegacion de al­tura, ya fuera comercial o de exploration, puesto que se creia que el continente americano estaba mas al occidente de lo que en realidad esta. Los mapamundis mas precisos del siglo xvi, el de Gerard Mercator216 y el de Abraham Ortelius217 colocaban al Nuevo Mundo varios grados mas al occidente. En las sucesivas ediciones de estos adas el error en las longitudes permanecio prac­ticamente sin cambio.218

El “magno problema” de fijar exactamente las coordenadas de sus posesiones ultramarinas fue captado en toda su dimension por la Corona es-

216 Gerard Mercator, Altas sive Cosmographicae meditationes de Fabrica Mundi et Fabricati figura, Duisburgi Clivorum, 1595, Pars Altera, Mapas A y E.

217 Abraham Ortelius, Theatrum Orbis Terrarum, Antwerp, (Amberes) 1570, Mapas I y II.

218 Leo Bagrow, History o f Cartography, Londres, C. A. Watts and Co. Ltd., 1964, lams. XCV y CVI. El problema de situar Ameri­ca varios grados al occidente se prolongo hasta bien entrado el siglo xviii. Todavia en 1733 J. G. Doppelmayr publicaba en Nurem­berg un mapa que, aunque segun su autor estaba hecho con base en observaciones astronomicas precisas, adolecia de las mismas inexactitudes respecto de las longitudes geograficas del Nuevo Mundo. De hecho el error partio de los primeros mapas generales que incorporaban al recien descubierto continente: el de Juan de la Cosa (1500), el de Giovanni Contarini (1506), los de Wald- seemuller (1507-1516), el de Diego Ribeiro (1527) y el de Pedro Apiano (1530).

LA APORTACION CIENTIFICA 195

panola, de tal forma que desde fecha temprana dicto diversas medidas tendientes a solucionarlo. Incluso ofrecio premiar con seis mil ducados de renta perpetua y dos mil mas de vitalicia al “in­ventor mas exacto del calculo de longitudes”. Las juntas de cosmografos convocadas por Car­los V y Felipe II a todo lo largo del siglo xvi poco lograrori en ese sentido.219 Incluso el des- tacado cosmografo Alonso de Santa Cruz elabo­ro todo un tratado sobre el modo de calcular las longitudes en el cual recapitulaba las tecnicas conocidas en su epoca entre las que incluia el novedoso metodo de la variation de la aguja magnetica destinado a determinar la longitud en alta mar.220 A efecto de recabar mas information tendiente a solucionar ese problema Santa Cruz mantuvo correspondencia con el virrey de Nue­va Espana don Antonio de Mendoza. Este ilus- trado funcionario compartia las preocupaciones de la Corona en cuanto a la determination geo- grafica precisa de los principales puntos de las Indias espanolas. En carta que le envio el 6 de octubre de 1541 al cronista Gonzalo Fernandez de Oviedo le daba noticia de haber calculado la longitud geografica de la ciudad de Mexico con respecto del meridiano de Toledo. El virrey indi- caba que esto lo habia logrado con base en las

219 Martin Fernandez de Navarrete, Disertacion sobre la Histo­ria de la Nautica, y de las Ciencias Matematicas que ban contri- buido a sus progresos entre los espanoles, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1846, p. 176.

220 Ibid., 182.

196 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

observaciones de dos eclipses de Luna realiza- das en la capital novohispana. Sus resultados, sin embargo, fueron muy inexactos pues le asignaba a esta coordenada un valor de 8 horas 2 minutos 34 segundos.221

En 1577 el presidente del Consejo de Indias, Juan de Ovando remitio a los virreyes y audien­tias de America unas Instruccion.es para la ob­servation de los eclipses de luna y verificarpor ellos las alturas y longitudes que estaban desti- nadas a facilitar la observation del eclipse de Luna que se verificaria el 23 de septiembre de ese ano y que fue punto de partida de muchos de los calculos efectuados en America y Europa en lo que restaba del siglo xvi y practicamente todo el xvii. Varias de las tablas que origino este acon- tecimiento celeste todavia eran utilizadas en el siglo xviii para determinar la longitud geografica de la ciudad de Mexico. En 1582 y 1584, con mo- tivo de los eclipses de Luna previstos para ese ano la Corona espanola nuevamente publico y difundio sendas Instructiones destinadas a lograr observaciones mas precisas del fenomeno.222

Los astronomos novohispanos de principios del siglo xvii tampoco fueron ajenos a ese pro­blema. El sabio Henrico Martinez, a partir de sus

221 Manuel Orozco y Berra, Apuntespara la Historia de la Geo- grafia en Mexico, Mexico, Imprenta de Francisco Diaz de Leon, 1881, pp. 150-151.

222 Relaciones geograficas de Espana y de Indias, Impresas y publicadas en el siglo xvi. Edicion y comentarios para Carlos Sanz, Madrid, 1961, pp. 7-8; Instruccion para la observacion de los eclipses de luna, Mexico, 1953, pp. 7-30.

LA APORTACION CIENTIFICA 197

observaciones de diversos eclipses, fijo la posi­tion de la capital virreinal en 6 horas 56 minutos 18 segundos, coordenada que queda muy des- plazada al occidente;223 y en 1618 Diego de Cis­neros la determino en 5 horas 37 minutos que guarda con respecto a la anterior la enorme di- ferencia de 1 hora 19 minutos 18 segundos.224

El 20 de diciembre de 1638 ocurrio un eclipse de Luna que fue cuidadosamente observado por fray Diego Rodriguez y por su colega el medico y astronomo Gabriel Lopez de Bonilla, auxilia- dos probablemente por algunos discipulos del primero. Las mediciones astronomicas |de dicho eclipse las incluyo nuestro mercedario en la ulti­ma parte de su obra Tratado del modo de fa ­bricar reloxes en donde inserto un interesante esquema del fenomeno. La lectura de este texto nos pone de manifiesto la complejidad de una observation astronomica en el siglo xvii, que debia ser hecha simultaneamente por diversas personas con diferente instrumental. El metodo empleado en esta determination fue el de la di- ferencia de meridianos y fray Diego utilizo para

223 Enrico Martinez, Reportorio de los tiempos e historia natural de Nueva Espana, Mexico, Secretaria de Education Publica, 1948, pp. 99-104.

224 Diego de Cisneros, Sitio, naturaleza y propiedades de la ciudad de Mexico. Aguasy vientos a que esta sujeta y tiempos del ano. Necesidad de su conocimiento para el exercicio de la Medi­cina su incertidumbre y difficultad sin el de la Astrologia asst para la curacion como para los prognosticos, [Mexico], 1618, ff. 85v-89v.

198 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ello las Efemerides astronomicas de Antonio Ma- gini, las Tablas Rudolfianas de Kepler, las Efe­merides de Lansberg, la Astronomia Danica de Longomontano y las Tablas de David Origano: pero sobre todo empleo sus propias Tablas, que ya hemos deserito y que aparecen en su Doctri­na. Los puntos geograficos de referenda fueron Venecia, Graz, Hueen-Uranienburgo, Francfort y Roma. Segun nos dice utilizo varios relojes ajus- tados al polo de la ciudad de Mexico y un teles- copio.

El eclipse se initio a las 6 de la tarde con 37 minutos y dio fin las 8 de la noche con 13 mi­nutos. Su duration fue entonces de una hora con 36 minutos. El primer contacto no pudo ser observado con precision por fray Diego debido a los “muy gruesos vapores que estaban en el horizonte”, lo que afortunadamente no ocurrio con el ultimo contacto. A efecto de medir con precision el fenomeno, utilizo varios relojes que, segun el, “andaban buenos”. A partir de los re- sultados que obtuvo realizo un primer calculo trigonometrico, de la longitud de la ciudad de Mexico. Por medio de aproximaciones sucesi- vas y empleando logaritmos en las operaciones obtuvo un valor de 7 horas 51 minutos al occi­dente de Francfort, resultado que considero pro­visional en tanto no ocurriera “otro eclipse” que le permitiera afinar ese resultado. El suceso ce­leste que le permitio obtener el valor definiti­vo fue el espectacular eclipse de Sol del 9 de mayo de 1641 que su discipulo Francisco Ruiz

LA APORTACION CIENTIFICA 199

Lozano observo simultaneamente en Lima.225 Este astronomo peruano consulto con fray Die­go acerca de este fenomeno celeste con uno o dos anos de anticipation. Nuestro mercedario, apoyado en los valores que habia obtenido en 1638, calculo el de 1641. Le indico a su discipulo y corresponsal cientifico que el eclipse se inicia- ria a las 11 horas 45 minutos 5 segundos y que tendria una duration de 5 horas 20 minutos 52 segundos. Asimismo le senalo el momento pre- ciso del eclipse total: las 15 horas 14 minutos 27 segundos y 3-3 decimas, hora de Lima. Tambien determino la position geografica de esta ciudad, a la cual le asigno una longitud de 6 horas 25 minutos al occidente de Venecia y una latitud de 12 grados 30 minutos. La distancia de Mexico a Lima la estimo en una hora 21 minutos.

Sus calculos revelan un gran rigor cientifico, hasta el punto de que se permitio corregir el ce­lebre Regimiento de Navegacion de Garcia de Cespedes, obra consultada asiduamente por los navegantes espanoles en sus viajes por el Atlan­tico y el Pacifico. Este autor le habia fijado a la distancia entre Lima y Mexico un valor de una hora 34 minutos. Al final de sus calculos del eclipse de 1641 fray Diego le fijo a la ciudad de

225 Vease supra nota 101. Ruiz Lozano fue protegido del virrey conde de Alva de Aliste, fue cosmografo mayor del virreinato del Peru, catedratico de matematicas en su Universidad y profesor de pilotos y navegantes. Escribio un Tratado de Cometas. A el le envio fray Diego su obra perdida de logaritmos para que la im- primiese. (V6ase supra, nota 193.)

200 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Mexico una longitud de 5 horas 45 minutos 50 segundos, o sea 101 grados 27 minutos 30 se- gundos al occidente de Paris. Ahi dibujo tam­bien un diagrama del fenomeno al cual titulo Typus Eclipsis. Asimismo ahi marco la position de la capital peruana, lo que permitio que Ruiz Lozano pudiera a su vez determinar las coorde- nadas de los principales puertos y ciudades de aquel reino. A su vez este astronomo le envio a fray Diego sus propias observationes y calculos que permitieron a nuestro catedratico obtener los resultados antes senalados. Este es sin duda un interesante caso de colaboracion cientifica entre los dos mas importantes virreinatos de la Ameri­ca espanola.226

De la exactitud de la determination astronomica del padre Rodriguez dio cuenta, a finales del si­glo x v i i , Siguenza y Gongora, quien conocio su Doctrina general y la utilizo en la elaboration de su Libra Astronomica,227 Desconocio, sin em­bargo, los otros calculos trigonometricos del mer­cedario y se aventuro a corregirlo fijandole al Valle de Mexico una longitud geografica de 6 ho­ras 48 minutos 5 segundos al occidente de Paris.

Tanto los resultados del padre Rodriguez co-

226 Trabulse. La cienciaperdida, pp. 59-60, 76-77.227 Carlos de Siguenza y Gongora, Libra astronomica yfiloso-

fica, Mexico , u n a m , 1980, p. 181.

LA APORTACION CIENTIFICA 201

mo los de Sigiienza fueron aprovechados en el ano 1762 por el sabio Joaquin Velazquez de Leon quien reconocio la precision de sus calculos y no les escatimo elogios. Asi, al referirse a los va- lores que ambos obtuvieron dice lo siguiente:

es cosa cierta que la gloria de esta invencion debia pertenecertea P. Fray Diego Rodriguez, a Don Ga­briel Bonilla y a Don Carlos de Sigiienza que se acercaron a la verdad casi lo mismo que Don Jose Alzate, muchos anos antes que el [...] y asi siem- pre debe quedar asentado que si no todo, una gran parte de este honor les toca a los referidos Astro- nomos.228 [Y lamentandose de que sus datos hu- bieran pasado inadvertidos de los europeos, que los hubieran aprovechado con ventaja, anade]: ya se podia haber tenido noticia de las determina- ciones del P. Rodriguez y Don Carlos de Sigiienza, pero es mucho el encogimiento, temor y dificultad que regularmente tienen los Espanoles Mexicanos para producir sus ideas, y mucho mayor la pre- ocupacion de los Europeos acerca de nuestra Bar­barie. iComo habian de solicitar noticias de unos hombres que todavia se imaginan con el arco y el plumaje como nos pintan en los mapas? Sin em­bargo Don Carlos de Sigiienza creo que al fin de su vida tuvo correspondencia con algunos Euro­peos, pero no la fortuna de ser creido de ellos.

Velazquez de Leon fue un acucioso astrono­mo practico y le fijo al Valle de Mexico una lon-

228 “Observaciones del Sr. D. Joaquin Velazquez de leon para averiguar la longitud del Valle de Mexico”, a g n m , Historia, vol. 558, exp. 4. f. 74.

202 LOS ORIGENES DE LA CIENCLA

gitud de 6 horas 47 minutos 2 segundos. Dieci- seis anos mas tarde, Antonio de Leon y Gama con base en sus observationes del eclipse de Sol del 24 de junio de 1778, fijo ese valor en 6 horas 45 minutos 49 segundos, que guarda la diferen- cia de una grado con respecto al calculo de fray Diego.229 Este mismo resultado fue obtenido por Dionisio Alcala Galiano en 1791.230 Por su parte en 1786 Jose Antonio Alzate obtuvo 6 horas 42 minutos 0 segundos.

Es interesante senalar que cuando en 1803 Alejandro de Humboldt recapitulaba las medi- ciones anteriores a la suya, se detuvo en los re­sultados del padre Rodriguez, y percatandose de su exactitud hizo las siguientes observationes:

Algunos geometras mejicanos del siglo xvn habian adivinado bastante bien la verdadera longitud de la capital. El padre Diego Rodriguez, del Orden de Nuestra Senora de la Merced, profesor de mate­maticas en la universidad imperial de Mexico, y el astronomo Gabriel Lopez de Bonilla, adoptaron 7 h 25’ por la diferencia de meridianos entre Uranien- burgo y la capital, de donde se sigue la longitud de 101 grados 37’ 45” = 6 h 46’ 29”. 31

229 Antonio de Leon y Gama. Description ortografica universal del eclipse de sol del dia 24 de jun ’o de 1778, Mexico, En la Im- prenta Nueva Matritense de D. FeL^e de Zuniga y Ontiveros, 1778,pp. xvni-xxrv.

230 Orozco y Berra, op. cit., p. 321.231 Alejandro de Humboldt, Analisis razonado del atlas geo-

grafico y fisico de la Nueva Espana, en: Ensayo Politico sobre Nueva Espana, Tercera Edition, Paris, Libreria de Lecointe, 1836, V, p. 176.

LA APORTACION CIENTIFICA 203

El dato que aqui apunta Humboldt como el obtenido por fray Diego esta equivocado. Ignora- mos de donde lo obtuvo pues tampoco es el que Velazquez de Leon utilizo para sus propios cal­culos. Pero esto no es todo. Humboldt, con cier- ta ligereza, opino de las mediciones del padre Rodriguez y de Sigiienza y Gongora lo siguiente:

*

Unas observaciones tan antiguas y tan poco escru- pulosas no pueden dar ninguna seguridad, tanto mas cuanto que los dos geometras mejicanos que acabamos de citar, Rodriguez y Sigiienza, no se hallaban con bastante capacidad para obtener los resultados que acabamos de enunciar.

Y con un absoluto desconocimiento de su la­bor y de los datos verdaderos que ambos astro- nomos obtuvieron en sus mediciones, anade:

Elios conocian tan mal las diferencias de meridia­nos entre Uranienburgo, Lisboa, Ingolstadt y la isla de la Palma que concluyeron de los mismos datos indicados en la Libra Astronomica y Filosofica, que Mejico esta situado a los 283 grados 38’ al 0. del primer meridiano de la isla de Palma o a 96 grados 40’ = 6 h 26’ 40”. Esta longitud se diferencia en la verdadera en 100 leguas maritimas y en 240 leguas de las que adoptaba el geografo Juan Covens a mediados del siglo pasado.23

Los dos ultimos fragmentos citados revelan que Humboldt no solo desconocio los calculos de

232 Ibid., p. 177.

204 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

fray Diego sino que —ratificando las observa­ciones de Velazquez citadas mas arriba— no oculta su desconcierto ante el hecho de que dos americanos, carentes segun el de “bastante capacidad”, hubiesen obtenido esos resultados. Convencido de que esos datos habian sido “adi- vinados”, los desecho como fruto de la casuali- dad. Sus propias observaciones le dieron un resultado que el considero como verdadero y por lo tanto definitivo: 6 horas 45 minutos 42 se­gundos al occidente de Paris.

Fue un hombre de ciencia e historiador, Ma­nuel Orozco y Berra quien en 1881 refuto con datos precisos las afirmaciones de Humboldt y restituyo al padre Rodriguez en el lugar que le correspondia en la astronomia mexicana. Estas fueron sus palabras:

Fray Diego Rodriguez fijaba la diferencia de me­ridianos entre Mexico y Uranienburgo, en 7 h 28 m = 112 grados. Si referimos esta determination al meridiano de Paris, restando la diferencia entre Uranienburgo y este ultimo lugar que nuestros as- tronomos suponian ser 42 m 10 s = 32’ 30”, encontra- remos que la diferencia de longitud entre Mexico y Paris es de 6 h 45 m 50 s =101 grados 27’ 30”. Si comparamos este resultado con el obtenido por el Sr. baron de Humboldt, siglo y medio mas tarde, y es 6 h 45 m 42 s = 101 grados 25’ 30”, obtendre- mos una diferencia de ocho segundos en tiempo o dos minutos en arco, error verdaderamente despre- ciable y que constituye en asombrosa la determi­nation. [Y comparando los resultados anade]: Si no

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me ciega el amor que por mi patria y por los hom- bres de mi patria tengo, creo que podemos inferir que los calculos de Fr. Diego Rodriguez no solo son superiores a todos los relativos a su tiempo, sino que se acercan mas a la verdad que los del Sr. Humboldt, y son casi iguales a los que hoy es­tan reconocidos como mas exactos,233

En efecto, 4a afirmacion de Orozco y Berra dista de ser retorica, ya que una simple compa- racion con la determinacion lograda por Fran­cisco Diaz Covarrubias a mediados del siglo xix y que fue de 6 horas 45 minutos 49 segundos con 2 decimas, nos permite ver que el valor ob­tenido por nuestro mercedario es mas exacto que el de Humboldt hecho 165 anos despues y con instrumentos mucho mas precisos que los utili- zados por fray Diego.234 Es logico entonces que los astronomos mexicanos del siglo xix, al igual que Velazquez de Leon un siglo antes, se hayan sorprendido al encontrar que un fraile merceda­rio del siglo xvii habia obtenido resultados supe­riores en grado de precision a los logrados en los dos siglos siguientes en que las tecnicas de observation y medicion habian alcanzado un avance considerable. De hecho para todos ellos resultaba un misterio el modus operandi de esos astronomos mexicanos del xvn. Ignoraban que tanto fray Diego Rodriguez como Sigiienza y Gon­gora fueron tan buenos matematicos como acu-

233 Orozco y Berra, op. cit., pp. 221-222 (las cursivas son nues- tras).

234 Trabulse, El circulo roto, p. 58.

206 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ciosos observadores de los espacios celestes. La combination afortunada de ambas cualidades los llevo a lograr los resultados antes mencionados.

2 . L a t e o r ia s o b r e e l s is t e m a d e l m u n d o

Como buen astronomo, el padre Rodriguez supo deducir de sus observationes diversas conclu­siones generales que le permitieron tener una idea de la naturaleza dei cosmos que estudiaba.Y a los datos experimentales obtenidos por el mismo supo anadir los de otros autores tales como Copernico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo pues, como ya vimos, conocio bien sus calculos y efemerides. Sin embargo, la lectura de estos autores implicaba la aceptacion o el rechazo de la conception del universo que proponian. Fray Diego fue perfectamente consciente de las nue- vas teorias astronomicas y cosmologicas que apa- retian en el horizonte cientifico de su epoca y de la alternativa que cualquier astronomo debia enfrentar. Nuestro mercedario opto, como vere- mos, por la nueva cosmologia y destino parte de sus escritos astronomicos al cuestionamien- to de las hipotesis antiguas.

El primer paso que dio en este sentido fue el de impugnar el principio de autoridad en cien- cias, y en concreto la autoridad de Aristoteles. Asi, al referirse a la teoria dei Estagirita sobre la incorruptibilidad de los espacios ultralunares di­ce lo siguiente que debio sonar como una here-

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jia a los peripateticos oidos de sus contempo­raneos: “y lo que Aristoteles quito de los cielos para que fuesen incorruptibles, eso mismo he- mos de poner para que [no] lo sean”.235 De esta manera “los cielos” (o sea la zona que quedaba en la cosmologia antigua y medieval mas alia de la “esfera” de la Luna), no eran solidos ni inco­rruptibles, ya que por ellos podian correr libre- mente los cometas. Deslindando con tacto la fe de la ciencia dice lo siguiente refiriendose a la inexistencia de esferas cristalinas: “El haber cie­los solidos, fluidos o un purisimo ether no es de fe”.236 Y no sin ironia anade: “No son aquellos cielos papel batido donde Dios escribe pronosti- cos felicisimos a los hombres con letras resplan- decientes.”237

Fray Diego conocia las observaciones de Ga­lileo sobre los satelites de Jupiter y las teorfas de Kepler sobre la naturaleza ultralunar de los co­metas, lo que le permitio afirmar que los espa- cios ultralunares no eran como los habia imagi- nado Aristoteles y que esto se demostraba por los movimientos de los satelites de Jupiter y de Saturno asi como por los paralajes de los co­metas.238 Su teoria sobre la naturaleza de estos astros errantes (que es el tema central de su Dis­curso etheorologico) nos muestra una interesan- te faceta de su modernidad cientifica tanto mas

235 Fray Diego Rodriguez, Discurso Etheorologico, f. 17.236 Ibid., f. 13.237 Ibid., f. 24.238 Ibid., f. 13

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valiosa cuanto que Sigiienza y Gongora en su Libra Astronomica tomo buena parte de los con­ceptos expuestos aqui por nuestro mercedario. Refuto este la teoria, muy en boga, denominada de las “exhalaciones secas”, y afirmo que nada podemos saber de los cometas, ni su origen ni su naturaleza.239 Nego la posibilidad de que los cometas causen males pues existen cometas que pueden ser considerados como buenos augurios. Asi, despues de reconocer que algunas veces los cometas coinciden con algun mal, anade:

No por esto se colige, y queda comprobado, que todo cometa sea malquisto, y el malsin del cielo, y que solo tenga gusto cuando ve y hace llorar, porque aunque esto sea asi en muchos, hay come­tas tambien placidos, alegres, musicos y cantores, amigos de festines, y que son correos y portadores de buenas nuevas.240

Este proceso de desmistificacion de los cielos hallo su corolario cuando el padre Rodriguez probo con observaciones y calculos de paralajes que el cometa de 1652 habia sido ultralunar, o como dice el mismo, que habia sido hallado en un punto situado “de la Luna para arriba”. Inclu­so llego a afirmar que la orbita de estos astros era circular y refuto a Kepler quien las creia recti- lineas. Los cometas, escribio nuestro mercedario

239 Ibid., f. 8.240 Ibid., f. 25.

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se mueven por un circulo maximo tan indefecti- blemente como los mismos astros, orden solo del cielo, y no de la region del aire, que ni aun rapto se les debe conceder; muevense al principio velo­ces y despues tardos circularmente, y sin alguna excentricidad, y no con movimiento rectilineo co­mo quiso Juan Kepler, no admitido en la natu- raleza.241

*

Anadio, ademas, que dicho movimiento recti- lmeo no habia sido nunca “verificado en la ma­teria celeste”.242

Como complemento de su teoria de los come­tas fray Diego esbozo su hipotesis gravitacional que es un desarrollo de las teorias de William Gilbert. Este cientifico ingles en su celebre obra De Magnete afirmo que existia una especie de campo de fuerza (orbis virtutis) alrededor de la Tierra, el cual poseia una virtud magnetica. Apo- yado en la hipotesis copernicana generalizo esta teoria de la atraccion magnetica a todo el sis- tema solar, dando una explication de los mo- vimientos de los planetas y de la rotation de la Tierra.243 El padre Rodriguez se adhirio a esta hipotesis. Asi, al hablar de los cometas alude a la fuerza que los mantiene fijos a una orbita de- terminada. Estas son sus palabras:

241 Ibid., f. 13.242 Ibid., f. 16.243 Guglielmi Gilbert, De Magnete magneticisque, et de magno

magnete tellure; Physiologia nova plurimis et argumentis et expe­rimentis demonstrata, Londres, Peter Short, 1600, Libro sexto. Como se recordara el De Magnete aparecio en la biblioteca de Melchor Perez de Soto.

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Hay algunas virtudes en el cielo tan fuertes y efica- ces (y mas si son cercanas al cometa, y de su pro- pia naturaleza) que llaman al cometa a aquella par­te como la piedra iman al acero.244

Es logico suponer que, congruente con este modo de concebir las fuerzas que actuan en el sistema solar, nuestro fraile se inclinase a acep- tar la hipotesis heliocentrista tal y como Gilbert lo habia hecho. A ello lo inducian, ademas, su credo hermetico y sus reflexiones personales so­bre la naturaleza geometrico-musical de las or­bitas de los planetas, que como se recordara, estaban basadas en las teorias de Kepler.

En los dos ultimos capitulos de su Doctrina fray Diego desarrollo ampliamente su credo he­liocentrista al fijarle a la Tierra la tercera orbita alrededor del Sol y al estudiar las distandas res­pecto de nuestro planeta de Marte, Jupiter y Sa­turno por una parte y de Mercurio y Venus por la otra, todo ello apegandose siempre a la “hipo­tesis copernicana”. Incluso en el ultimo capitulo de dicha obra comparo los sistemas ptolemaico y copernicano y se decidio sin titubeos por el ultimo pues era el que, segun el, mejor repre- sentaba la realidad fisica del cosmos. Una lec­tura de ese texto nos convence mas alia de toda duda que nuestro mercedario traspuso el umbral de la heterodoxia. Incluso en su obra impresa, el Discurso Etheorologico, que recibio la aproba­cion del ordinario, llega a afirmar que los cinco

244 Fray Diego Rodriguez, Discurso Etheorologico, f. 22.

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planetas mencionados giran alrededor del Sol. En efecto, en el pasaje donde rebate la idea de que existan cielos cristalinos expone como se- gundo argumento en contra de esta tesis lo si­guiente:

La segunda razon sea de los movimientos de los cinco planetas: Saturno, Jupiter, Marte, Venus y Mer­curio (como afirma Tycho y otros) que se mueven alrededor del Sol concentricamente. 5

Ahora bien, segun la hipotesis de Tycho Bra­he, solamente Mercurio y Venus giran alrededor del Sol, el cual junto con Marte, Jupiter y Sa­turno, giran alrededor de la Tierra. Pero lo que aqui expone fray Diego no es en rigor la teoria de Tycho Brahe, sino la de Copemico; y por el sencillo expediente de no mencionar a la Tierra y no afirmar explicitamente que junto con los otros cinco planetas mencionados, gira tambien alrededor del Sol, salva su ortodoxia religiosa y afirma indirectamente su verdadero credo astro- nomico. Paginas adelante, en esa misma obra, llega incluso a afirmar que no solo los cinco pla­netas giran alrededor del Sol, sino tambien los cometas,246 lo que nos convence aun mas de sus creencias heliocentristas.

Fray Diego fue entonces con toda probabili- dad un copernicano en secreto. Como algunos de sus contemporaneos europeos de paises ca-

245 Ibid., f. 13.246 Ibid., f. 20.

212 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

tolicos, inclinados hacia este tipo de estudios y con ideas avanzadas, debio aceptar la teoria as­tronomica que mejor se adaptaba tanto a sus pro- pias observaciones como a su conception ge­neral del cosmos.

Fue en el segundo tercio del siglo xvn cuando en la Nueva Espana de llevo a cabo el aban- dono gradual de la fisica aristotelica y su sustitu- cion por los principios de la fisica moderna. El proceso fue lento y saturado de obstaculos, de tal forma que la lucha entre ambas concepciones del mundo fisico duro de hecho hasta finales del siglo siguiente.247 Sin embargo, este fenomeno no fue privativo de Mexico, ya que el rechazo a la “filosofia natural” que se dio entre los sabios europeos del siglo xvn tambien fue paulatino y prenado de resistencias por parte de los tradi- cionalistas.

La parte mas significativa de este proceso ra­dico, tanto en el Viejo Mundo como en la Nueva Espana, en la ruptura de los fisicos de la epoca con las doctrinas aristotelicas y su adoption de las tesis mecanicistas, que poseian una larga tra­dition desde Arquimedes y habian sido estudia- das a fondo en Europa desde fines del siglo xv por un reducido nucleo de cientlficos. La reno-

247 Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, pp. 106-107.

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vacion de las tecnicas, necesariamente derivada de la comprobacion empirica y de la cuantifica- cion, alejaron definitivamente a los “ingenieros y maquinistas” de los principios de la fisica peri­patetica.

Por otra parte, la aceptacion de la fisica expe­rimental acorto la distancia entre la teoria cien­tifica y la practica tecnologica. Las “ciencias apli- cadas” —sobre todo fisica y quimica— fueron el producto de la nueva mentalidad cientifica, que de esta manera clara y visible a la mayoria logra- ria una gradual aceptacion social.

En Mexico el proceso tuvo dos vertientes in- terrelacionadas. Por un lado la labor “empirica” de ingenieros, maquinistas, maestros mayores y arquitectos, y por el otro, la obra teorica dei ca- tedratico de matematicas de la Universidad y de sus discipulos.

Fray Diego destino tres secciones completas de su Tractatus y toda una obra, Tratado dei modo de fabricar reloxes, asi como diversos frag- mentos de sus otras obras matematicas y astro­nomicas, al estudio de los problemas que la fisi­ca experimental moderna planteaba. En todas esas paginas nuestro mercedario hizo la distin- cion clara entre la fisica verbalista, aprioristica y deductiva de los peripateticos y la nueva fisica experimental, inductiva y cuantificable, que se centraba en el estudio dei objeto mismo y sobre el observaba, media y cuantificaba. En su Trac­tatus afirmo que la ciencia verbal mas que acla- rar, confundia; y que un simple experimento po-

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dia invalidar muchos argumentos probables y aun logicos que afirmaban lo contrario. Estaba convencido que era la geometria mas que la lo­gica deductiva la que conduciria a comprender la naturaleza del mundo fisico y sus leyes, y aunque a veces incurrio en argumentos aprioris- ticos y claramente indemostrables —recuerdese su cosmologia astronomico-musical— es obvio que en asuntos de fisica actuo contra la corrien- te de su epoca como un empirista convencido que ya no buscaba encontrar los fines ultimos sino solamente descubrir las relaciones entre cau­sa y efecto.

Fray Diego se acerco a la fisica moderna pri- meramente a traves de la experiencia practica. Sus trabajos en el desagiie de la ciudad de Mexi­co y su labor como agrimensor y “medidor de aguas” lo familiarizaron con los problemas de la hidraulica, y sus tareas como “ingeniero” en la Ca­tedral de Mexico lo llevaron a estudiar cientifi- camente aspectos de mecanica. De esta forma sus trabajos practicos constituyeron para el un am­plio laboratorio de investigation ya que en ellos se requerian todo tipo de maquinas, algunas de gran tamano, que debian ser construidas con pre­cision. Estas experiencias personales y lo que aprendio de otros “ingenieros” y maestros ma- quinistas, lo llevaron a estudiar esos problemas en forma cientifica, es decir le abrio lineas de in­vestigation en un area que requeria de respues- tas concretas apoyadas en lo que tanto habia estudiado: las matematicas teoricas. Las ciencias

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fisicas, escribio el padre Rodriguez “poseen as­pectos fisicos y aspectos matematicos”. Esta es probablemente una de las facetas mas atractivas de su labor cientifica; la aplicacion que hizo de las matematicas a los problemas tecnicos, lo que implicaba descartar las ideas aristotelicas sobre esos asuntos. Mas que refutar al Estagirita opto llanamente por seguir otras vias:

Las cuestiones mecanicas — escribio en su Tracta­tus— son tratadas por Jordano Nemorarius248 y por otros autores. Las ciencias mecanicas han sido estudiadas con bases matematicas, y con justicia se les puede calificar de formas de magia artificial por las admirables realizaciones que producen y por las cosas maravillosas que se espera que ha- gan. Entre estas estan todos los aparatos e instru­mentos que con artificio sutil se construyen, tales como la balanza, la palanca, la cuna el eje, la cu- chara, la estaca, el ariete, la catapulta, la ballesta, la bombarda, las ruedas, los organos y todos aque- llos aparatos destinados a mover facilmente cosas pesadas, o a frenar a las veloces o a lanzarlas vio- lentamente por el aire, por ejemplo las rocas, etc. [Y un poco mas adelante en esa misma obra es­cribe]: La mecanica se asemeja por resultados a la paloma de Tarento que en medio del aire tranqui- la reposaba o a la esfera de Arquimedes que en el equilibrio flotaba captando los movimientos celes­tes, o como el pequeno reloj de ruedas con indice248 Jordanusr Nemorarius (o de Nemore) fl. s. XII) fue fisico,

inventor y constructor que estudio y transmitio los conocimientos cientificos y tecnicos de los griegos, en particular de Arquimedes. a traves de Bias de Parma sus escritos llegaron a Leonardo da Vin­ci, a Simon Stevin y a Galileo.

216 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

y campanillas que inmovil estaba en el anillo que llevaba Carlos Quinto, o como muchos otros ejem- plos similares a estos, tales como las alas de Deda- lo, quien enseno al hombre el arte de volar, o co­mo las enormes pinzas de' hierro de Arquimedes que arrojaron por el aire las naves de Marcelo que surcaban el oceano; o las ballestas y las catapul­tas, arcos y hondas que lanzan la piedras y pro- yectiles a gran distancia y que tienen su origen en el admirable dicho de Arquimedes: “Di donde el pie apoyare y la Tierra movere”, asi como muchas otras cosas que del mismo y de otros autores se refieren. [Segun su opinion, una maquina debia ser la perfecta y armonica conjuncion de piezas de diversa indole, resistentes y potentes al movimien­to de los cuerpos.]

Como algunos de sus contemporaneos euro­peos, fray Diego estudio la mecanica y sus bases teoricas observando las tecnicas habituales de maestros y artesanos para mover objetos de gran peso. Las tecnicas empiricas podian derivar en la construction de maquinas y aparatos mejor cal- culados y mas eficientes. Esta fue sin duda una de sus ideas centrales cuando escribio:

La facultad mecanica es el arte de mover con faci- lidad cuerpos regulares o irregulares. Ensena a construir con rapidez maquinas complicadas cuyo trabajo es violento, sin duda alguna, ya que logran levantar cosas pesadas que la naturaleza arrastra con fuerza hacia abajo; pero tambien pueden im- peler hacia abajo o llevar hacia los lados cosas pe­sadas, y deben hacerlo con arte y equilibrio.

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Acorde con su idea dei doble aspecto de la fisica, el teorico y el practico, fray Diego dividio sus estudios sobre esta materia en dos ternas ge­nerales: el referente a la construction de instru- mentos de precision y el que concierne a la tec- nologia, es decir a la “fisica aplicada”. Dentro del primer tema incluyo las tecnicas de fabri­cation de instrumentos matematicos y astrono­micos destinados a obtener cuantificaciones pre- cisas. En el segundo estudio las propias de la ingenieria civil, de la ingenieria hidraulica y de la agrimensura. Conviene que analicemos cada tema por separado.

Es evidente que con el impulso dado a las cien- cias fisicas y matematicas durante el siglo x v ii se rompio el equilibrio que existia entre los instru­mentos de que se disponia hasta entonces y las nuevas necesidades experimentales y de obser­vation. Estas ultimas desbordaron a aquellos hasta el punto de que resulto imperativo crear y fabricar nuevos instrumentos de medicion y ob­servation; y fueron los mismos hombres de cien­cia quienes los inventaron y desarrollaron. En cierta forma la modernidad cientifica en ese si­glo estuvo en razon directa de la capacidad dei sabio para construir el mismo o hacerse construir sus propios aparatos y lograr con ellos resulta­dos aceptables. Un cientlfico podia ser a la vez

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habil artesano y agudo observador, diestro en el manejo de su instrumental.

El padre Rodriguez vivio en la etapa tempra- na de la construction de nuevos aparatos cien­tificos, pues es un hecho que a partir de l6 l0 empieza a operarse en Europa el proceso de in­vention de nuevos instrumentos o de perfeccio- namiento de los ya conocidos.249 Estos ultimos sobrevivieron en la medida en que lograron la precision requerida por los cientificos; en caso de no alcanzarla eran desechados y sustituidos por otros. La necesidad de precision se convirtio asi en un imperativo cada vez mayor. Sin embar­go, en esa fase temprana de la invention de ins­trumentos, la evolution y difusion de los mismos siguio un proceso muy lento, tanto en Europa como en la Nueva Espana; como lenta fue tam­bien la desaparicion de los instrumentos tradi- cionales.

De las nueve partes de que consta el tratado De Geometria de fray Diego, la tercera, quinta y octava versan sobre la construction de instru­mentos cientificos y de maquinas. Estas tres par­tes guardan entre si una estrecha relacion hasta el punto de que reunidas podrian formar un bre­ve tratado sobre el tema. La parte medular de estos textos esta escrita en latin y se titula “Ins­trumenti Partis Constructio atque Usus”. En ella describe la construction de aparatos matemati-

249 Maurice Daumas, Les Instruments Scientifiques aux xvne et xvrne siecles, Paris, Presses Universitaires de France, 1953, p. 33, Vease, supra, nota 193.

LA APORTACION CIENTIFICA 219

cos como compases de proportion y de reduc­tion, regias graduadas, escalas de senos, tangen­tes y secantes, escalas de valores trigonometri- cos, reglas, cuadradas, compases normales y el compas de su invention para dibujar elipses que hemos deserito paginas atras. La mayor parte de estos instrumentos se conocen como “instrumen­tos cientificos clasicos” por oposicion a los “mo­dernos” que empezaron a surgir a principios del siglo xvii. A finales de esta centuria muchos de ellos habran caido en desuso. La mayor parte de esos instrumentos tradicionales fueron cons- truidos por el mismo fray Diego quien en maqui- nas especiales —tambien aqui descritas— como tomos, husos y taladros, fabricaba en cobre, bron- ce, laton y aun plata, las piezas necesarias. Segun nos dice, el era quien torneaba y pulia. Incluso poseia un “torno de pulir o cortar piedra mar- mol” que le sirvio para construir diversos relojes solares. Como se recordara algunos de estos apa- ratos, “que [con] sus propias manos fabricaba”, segun nos dice su biografo el padre Pareja, se los envio al Peru a su discipulo Ruiz Lozano.250

Entre los instrumentos matematicos a los que dedico un estudio mas concienzudo estan el compas de proportion, el de reduction, las es­calas geometricas y trigonometricas y el compas para dibujar elipses. El compas de proportion —deserito por Galileo en l606— lo uso fray Diego con fines topograficos principalmente. Lo

25° v e a s e , supra, n o t a 193.

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describe como dos regias planas “de igual tama- no” unidas en un extremo por una bisagra lisa. Al abrirse totalmente formaba una unica regia derecha. El eje de rotation era el punto del que partian las diversas escalas de tal forma que la determination de dicho punto resultaba la ope­ration mas delicada de su fabrication. De ese punto partian diversas lineas rectas divergentes que remataban el otro extremo de las reglas. Por lo general las escalas eran cuatro: la de medir partes iguales, la de planos, la de cuerdas y la de solidos. A veces incluia tambien reglas de pro­portion, tablas astronomicas y escalas de senos y tangentes. Su uso no era dificil y un geometra habil podia sacar bastante provecho de el y aho- rrarse mucho tiempo de calculos engorrosos y tardados pues el compas de proportion susti- tuia a un buen numero de tablas distintas. Fray Diego dibujo varios de ellos —con numero varia­ble de escalas— e inclusive reprodujo en un di­bujo el propuesto por Galileo. Como el compas de proportion, el de reduction tambien simpli- ficaba la resolution de numerosos problemas. Consta de dos reglas planas con escalas que se cruzan a la mitad y giran una sobre otra. Servia para obtener facilmente las proportiones entre dos longitudes.

En cuanto a las escalas geometricas y trigono­metricas su finalidad era el ahorro de calculos en labores de topografia y de navegacion. Fray Die­go construyo varios de estos instrumentos y los utilizo en sus tareas de agrimensura o los cedio

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a agrimensores para que los emplearan en sus labores.

Respecto de los compases para dibujar elipses, el padre Rodriguez describe seis tipos diferentes inventados por el, aunque de solo uno, que es el deserito anteriormente por nosotros, afirma que llenaba todas sus exigencias de precision. “Este instrumento -r-escribio junto al diagrama que lo representaba— es el principal que he inventado porque es el mas comodo, legitimo y mas segu- ro y facil.”

Entre los instrumentos astronomicos que cons­truyo nuestro mercedario habia anillos astrono­micos, esferas armilares, ballestillas y sextantes, astrolabios, telescopios y, sobre todo, relojes solares. Los anillos astronomicos que describe van desde el sencillo anillo “meridiano” util para conocer la direction norte-sur, hasta el compues- to por dos o tres anillos. Este practico instru­mento consistia basicamente de un circulo meta- lico suspendido verticalmente por una argolla. En un punto de dicha circunferencia metalica y so­bre el arco superior de la misma existla un mar- cador cuya sombra, proyectaba sobre la otra por­tion del anillo indicaba, al desplazarse, la hora sobre una escala graduada convenientemente calculada. Fray Diego invento un curioso tipo de anillo astronomico que aparece deserito y di- bujado en la quinta parte de su tratado De Geometria, en una section titulada “Averigua- cion y Tratado de describir por lineas las decli­nationes del zodiaco en un semicirculo”, cuyo

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proposito era estudiar las diversas posiciones del Sol en el zodiaco. Esto es lo que nos dice acerca de su invento:

En la fabrica de los instrumentos suele ofrecer describir en un circulo las declinaciones del zodia­co, y para que salgan muy precisas y descritas geometricamente, hemos hallado un modo muy curioso y que puede servir no solo para declina­ciones, pero para otro cualquier arco, como des­pues diremos. Vamos pues a declarar este; nuestro modo y a demostrar su verdad.

Este instrumento constaba de una semicirculo metalico graduado. Una placa tambien metalica lo atravesaba diametralmente figurando asi el eje del mundo. Dicha placa tenia una ranura longi­tudinal a la mitad que la recorria a todo lo largo. Sobre esa misma placa estaban marcados los sig- nos del zodiaco y los meses del ano. Un cursor que se deslizaba por la ranura se colocaba en el mes correspondiente. El semicirculo que marca- ba las latitudes se fijaba verticalmente de acuer- do con la latitud del lugar, de tal forma que la sombra del cursor al caer sobre el marcaba la declination zodiacal. El artificio era ingenioso y al parecer tambien bastante preciso, pues fray Diego afirma haberlo utilizado con provecho en varias ocasiones.

Nuestro fraile mercedario tambien construyo esferas armilares, esas representaciones del uni- verso que habian sido utilizadas desde la An- tiguedad. Su finalidad era basicamente peda-

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gogica, pues permitia explicar con facilidad los conceptos fundamentales de la astronomia. En sus cursos universitarios fray Diego debio em- plearlas con frecuencia. Desafortunadamente nin- guna de ellas ha llegado hasta nosotros; solo nos quedan los muchos diagramas y dibujos que de ellas hizo, y la explication de su uso.

Fray Diego, tambien construyo sextantes para medir alturas y azimutes y otros instrumentos mas rudimentarios del mismo tipo como el llamado “baston de Jacob” o ballestilla. Pero fue sin duda el astrolabio piano con alidada giratoria, que le permitia determinar entre otras cosas la latitud precisa de un lugar el que mas absorbio su aten- cion. Para la construction de estos interesantes y bellos instrumentos siguio fielmente las obras de varios estudiosos del astrolabio, en particular el tratado del jesuita Cristobal Clavio sobre el tema. Numerosas paginas de sus manuscritos las destino a estudiar las posibilidades del astrolabio: observation de estrellas, alturas de astros, me- didas de angulos terrestres, alturas de edificios, anchura de rios, profundidad de valles, etc. Los muchos diagramas que dibujo de este aparato estan destinados a esclarecer su muy complejo funcionamiento, pues el astrolabio requerfa de larga practica para poder ser util.

El telescopio desempeno un papel determi- nante en la obra cientifica de nuestro merceda­rio. A diferencia de sus antecesores cuyas obser­vaciones de los cielos fueron hechas a simple vista, las de fray Diego pertenecen ya a la nueva

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epoca que se abrio con la invention de ese ins­trumento. Podemos datar hacia 1630 —y quiza un poco antes— las primeras observationes he- chas por el utilizando lo que denominaba unas veces “anteojo de larga vista” y otras “tubo opti- co”. Esta es una faceta interesante que nos per­mite captar los alcances de la modemidad cienti­fica introducida en Mexico por el y sus discipulos a partir de la tercera decada del siglo xvn.

La utilization del telescopio abrio los espa- cios celestes y mostro un universo poblado de miles de estrellas y multitud de astros inimagina- ble apenas unos lustros antes. El telescopio fue la mejor arma de la nueva ciencia en contra de la cosmologia antigua, y fray Diego consciente de este hecho afimno que gratias a el “tenemos mun­dos celestes nuevos”. A juzgar por lo que vio y dibujo, sus telescopios debieron tener una ca- pacidad de 30 a 60 diametros como maximo, y eran con toda seguridad todavia de ocular con­vexo, utiles por su claridad de division aunque invirtieran los objetos observados.

Nuestro mercedario conocia los fundamentos opticos del telescopio. En una ocasion escribio: “La dioptrica la auxilia [a la astronomia] para conocer las figuras y distantias de los astros, ya que con dioptricos instrumentos los distingue.” Sin embargo, no poseemos datos suficientes pa­ra poder afirmar que fray Diego haya construido alguna vez sus propios telescopios. Se requerian cristales de calidad fabricados de acuerdo con ciertas normas y el pulido y tallado de los mis-

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mos debia realizarse con gran cuidado por lo que los astronomos a menudo preferfan recurrir a habiles artesanos para que los fabricaran de acuerdo con sus indicaciones; y este pudo ser el caso del fraile: se valdria de algun artesano quien tallarfa los cristales y los montaria en un tubo de carton, pergamino, madera, laton o estano. Pero esta es una mera hipotesis. Otra seria que los hi­zo traer de Europa. Sea de ello lo que fuere, es evidente que fray Diego utilizo desde fecha tem- prana un cierto tipo de “anteojo astronomico”. Y de la pericia con la que supo emplearlo dan tes­timonio sus observaciones de los eclipses de 1638 y 1641 que dejamos resenadas paginas atras.

A una rama de la fisica teorica presto fray Diego un gran interes: la gnomonica, o sea el arte de construir relojes de Sol, instrumentos tradiciona- les que practicamente no fueron tocados por el fenomeno renovador del siglo x v ii pero que se utilizaban en muchos observatorios todavia en la primera mitad de ese siglo.

La gnomonica es una ciencia muy antigua. De hecho, ya en el siglo xvi habia poco que decir o investigar acerca de los relojes solares, pues ese arte varias veces milenario habia sido perfec- cionado hasta llegar a un estado muy avanzado durante los anos de la Baja Edad Media. Sin em­bargo, a partir del Renacimiento los fabricantes

226 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de relojes fueron lo bastante originales para dar- les una gran diversidad de formas, pues estaban destinados a adornar todo tipo de paredes, pa­tios, jardines o fuentes. Los relojes solares adqui- rieron entonces formas insospechadas: esferas, cubos, cilindros. Incluso llegaron a construirse relojes de Sol portatiles y aun se interesaron en hermosos anillos de mano labrados. Ademas, y muy a tono con la epoca, proliferaron las ins­criptiones latinas grabadas en ellos que nos con- minaban a emplear bien el dia, carpe diem, o bien nos recordaban el senorio del tiempo so­bre todas las cosas, tempus edax rerum?51

Las bases teoricas de la gnomonica son bas­tante sencillas. Un reloj solar puede ser definido llanamente como un instrumento provisto de una aguja metalica fija que arroja una somora sobre una superficie en la que existen trazadas unas lineas, las llamadas lineas-hora. La aguja se halla colocada en el punto de convergencia de esas lineas-hora.252

A mediados del siglo x v iii el matematico fran­cos Jean Etienne Montucla dio una definition mas compleja hecha desde el punto de vista geo­metrico que nos permitiremos transcribir inte­gra, pues resulta de interes para poder describir los relojes solares construidos en Mexico por el padre Rodriguez. Dice Montucla:

251 Rene R. J. Rohr, Sundials. History, Theory and Practice, Toronto, University of Toronto Press, 1970, p. 16.

252 Ibid., p. 44.

LA APORTACION CIENTIFICA 227

Doce pianos se cortan todos en angulos iguales sobre una misma linea. Estos pianos, indefinida- mente prolongados, cruzan otro piano a cierta dis­tancia. Se trata de determinar las lineas por medio de las cuales esos pianos cortan al ultimo. Si hace- mos que la interseccion comun de esos doce pianos sea paralela al eje del mundo y hacemos que uno de ellos quede sobre el piano del meridiano, es obvio que entonces ellos representaran los pianos de los doce circulos horarios que dividen la revo­lution del Sol en 24 partes iguales, ya que la distan­cia que nos separa de ese astro es tan grande, en comparacion del diametro de la Tierra, que pode- mos, sin error sensible, consideramos en el centro. A medida que el Sol cruce por uno de esos circu­los horarios, pasara tambien por aquel piano de entre los doce que este situado en esa posicion, y la sombra de su interseccion comun, que supon- dremos una linea opaca, se proyectara sobre la interseccion de dicho plano en la superficie del cuadrante. La marca de dicha sombra marcara con- secuentemente la llegada del Sol a los circulos ho­rarios, es decir, las horas del dia.253

Es facil deducir, despues de esta definition, que el fundamento de la gnomonica es la astro­nomia. Es por ello que entre los siglos xvi y x v ii todos los estudiosos del arte de los relojes de Sol fueron, como en epocas pasadas, astrono­mos. Sin embargo, entre los cientificos de estas dos centurias y sus antecesores existio una pro­funda diferencia que radicaba en el hecho de

253 Jean Etienne Montucla, Historie des Mathematiques, Paris, Henri Agase, 1799 ,1, pp. 721-722.

228 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

que aquellos fueron testigos de un profundo cambio en la conception que los hombres te- nian acerca del sistema del mundo y esto fue debido en gran parte a la precision logada en la cronometria. En no pocas ocasiones la moderni- dad de los estudios astronomicos de una comu- nidad cientifica estuvo en relation directa con su pericia para construir cuadrantes solares y con el grado de precision de estos ultimos. Asi, el auge de los estudios de astronomia durante el siglo x v ii trajo como consecuencia un desen- volvimiento paralelo en la gnomonica. Si en la Nueva Espana pudieron construirse relojes de Sol de gran exactitud durante ese siglo fue de­bido a lo avanzado de sus estudios astronomi­cos; aqui, como en otras partes de Europa, una gnomonica avanzada era la prueba de la asimi- lacion de teorias cientificas tambien avanzadas y no pocas veces heterodoxas.254

Por otra parte es obvio que, a pesar de su in- negable sencillez, la construction de un reloj de Sol requeria de buenos conocimientos teoricos sobre la materia y, para lograr resultados opti­mos, se precisaba tener aceptables nociones de cosmologia —movimientos del Sol, la Luna y la Tierra— , asi como de elementos de geometria descriptiva y de trigonometria. Estos requisitos distaban mucho de ser comunes a la mayoria de la poblacion de la Nueva Espana de los siglos

254 M. Saverien, Historia de los progresos del Entendimiento Humano en las Ciendas Exactas y en las Artes que dependen de ellas. Madrid, Antonio de Sancha, 1775, p. 171.

LA APORTACION CIENTIFICA 229

xvi y xvii, ya que aqui, como en otras partes del mundo donde se cultivaba asiduamente el estu­dio de la astronomia, este tipo de conocimientos solo pertenecia a un pequeno y selecto grupo de sabios. Es logico pensar entonces que los relojes no menudeaban: ni los de Sol ni los de cualquier otro tipo. No es exagerado afirmar que durante toda Ja epoca colonial el reloj mas co­mun fue la salida y la puesta del Sol. La vida cotidiana estaba regida por el amanecer y el anochecer. Sin embargo, para las actividades de la vida urbana que requerian de una cierta pre­cision en los horarios —ceremonias religiosas, catedras universitarias, actos publicos— , sabe- mos que en el siglo xvi se empleaban —en la mayoria de los casos— relojes de Sol o bien re­lojes mecanicos rudimentarios de pesas, clepsi- dras, relojes de arena o velas de cera marcadas. La famosa “hora de ampolleta” de un vejamen uni- versitario recuerda el uso de una simple clep- sidra.255 Para el siglo xvni ya se habia hecho co­mun el uso del reloj de pendulo. Ademas, en esta misma epoca la profesion de “artifice relo- xero” llego a ser respetable y lucrativa.256

255 La antiquisima invencion de la clepsidra — de origen meso- potamico— se basa en el principio de que una cantidad dada de agua siempre requiere del mismo tiempo para pasar gota a gota de un recipiente a otro. Este aparato es entonces un cronometro y no un reloj, pues marca una determinada cantidad de tiempo pero no da la hora. No ha llegado ninguna clepsidra antigua hasta nosotros. Solo se conoce su funcionamiento por las descripciones de Vitrubio.

256 La aparicion del reloj mecanico “con ruedas” no elimino al

230 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Los primeros relojes de Sol construidos en Mexico datan de mediados del siglo x v ii y eran bastante rudimentarios: se clavaba una varilla en la tierra y se dibujaban ciertas lineas que re- presentaban los horas de la manana, del medio- dia y de la tarde.257 Sabemos que en la segundareloj solar de inmediato, ya que aquellos eran bastante imperfec­tos. Aunque posteriormente si lograron desplazarlo, no deja de ser interesante que hoy en dia se haya regresado — en busca de una precision cronometrica cada vez mayor— a una forma muy refina- da de reloj solar, el llamado heliocron6metro.

257 Al llegar los espanoles a Mexico descubrieron que los az- tecas utilizaban de antiguo un gnomon para medir el tiempo y habian logrado una gran precision en la determinacion de los sols- ticios y los equinoccios. Es indudable que sus metodos tan avan- zados acerca del calendario deben mucho a sus adelantos en la cronometria. El historiador Benito Maria de Moxo, quien publico su obra en 1805, afirmo que las observaciones astronomicas de los indios los llevaron a perfeccionar su cronologia. Sobre esto nos da una noticia interesante: “Estas observaciones — dice Moxo— les condujeron como de la mano a imaginar una especie de reloj so­lar, del que se hallaron, tiempo ha, muchos vestigios en el famoso cerro de Chapultepec, donde los Montezumas tenian un vistoso y ameno parque para la caza, un gran jardm de plantas para el uso de la medicina, y un suntuosos palacio o quinta para su recreo. “En una pues de las voluminosas penas que componian dicho ce­rro, se descubrio en el ano de 1775 un piano horizontal, en que estaban senalados de relieve y con toda precision los puntos sols- ticiales, el equinoccial, y los dos polos del norte y sur. Habia tam­bien grabada con particular inteligencia una como cinta, que tenia lugar de meridiana: de manera que era evidente que los mejica- nos, por medio de aquel ingenioso aunque tosco reloj, habian logrado saber donde empiezan y acaban las cuatro estaciones del ano, y donde debe fijarse el momento verdadero del mediodia. Pero estas piedras que debian haberse guardado con el mayor es- mero, fueron pocos dias despues hechas pedazos para servir en la fabrica de ciertos homos que se estaban a la sazon construyendo al pie de aquel mismo cerro, inutilizandose de este modo un ha- llazgo tan inesperado e importante y del que los sabios de este pais hubieran sacado, sin duda, muchas luces para aclarar una par-

LA APORTACION CIENTIFICA 231

mitad del siglo empezaron a construirse relojes solares mas precisos, aunque cabe decir que su numero seguia siendo reducido.

Aqui debemos hacer una observation necesa- ria, y es que la llegada del reloj de Sol europeo trajo consigo tambien el modo europeo de me- dir el dia y de contar las horas. Este fue un feno- meno de gran importantia en el proceso de acul- turacion de los espanoles en Mexico. Los relojes de Sol que comenzaron a fabricarse a mediados del siglo xvi ya ponen de manifiesto que un nue- vo ritmo cronometrico habia empezado a funcio- nar en la naciente sociedad novohispana. Ahora bien, icomo eran esos primeros relojes de Sol, construidos cientificamente, que se hicieron en Mexico? De acuerdo con el cronista dominico Hernando de Ojeda, que escribia a fines del si­glo xvi, eran copias de los que el celebre inge- niero Juanelo Turriano habia construido para Fe­lipe II y que gozaban de fama por su precision y belleza de factura. El mismo historiador nos ha dejado un arcaico testimonio de estos primitivos instrumentos que fueron trasplantados a Mexico pocos decenios despues de la Conquista y que debieron adornar las fachadas de las principales iglesias o de los edificios publicos.258 Sin embar-

te considerable de las antigtiedades mejicanas” (Benito Maria de Moxo, Cartas Mejicanas. 2a ed., Genova Tipografia de Luis Pellas, 1839, pp. 51-52). Acerca de los relojes solares prehispanicos y su eventual reconstruction, puede verse: Anthony F. Aveny, Sky- watchers o f Ancient Mexico, Austin y Londres, University of Texas Press, 1980, pp. 20-21. (Hay edition en espanol del f c e .)

258 Hernando de Ojeda, La venida de Christo y su vida y Mila-

232 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

go, no fue esa la unica fuente donde se inspi- raron los “aritmeticos” que intentaron construir relojes solares. Conocian los textos de la Anti- giiedad acerca del tema, sobre todo Vitrubio, y los de los autores de su epoca basicamente Oron- cio Fineo y Cristobal Clavio.

Varios fueron los motivos que impulsaron a fray Diego a redactar un voluminoso tratado des- tinado a explicar los relojes de Sol y, en forma colateral, otros tipos de instrumentos astrono­micos. En primer termino mencionaremos el de- seo que tuvo de contar con aparatos confiables para sus propias observationes astronomicas; en segundo su interes en calcular con precision las coordenadas de la ciudad de Mexico y, por ex­tension, las de los principales puertos y ciuda- des del virreinato, y por ultimo su intention de dotar a los novohispanos de relojes precisos para sus labores cotidianas. Estos relojes debian cons- truirse tomando en consideration la position geografica exacta de los lugares en que iban a ser utilizados, de ahi el empeno una y otra vez reiterado de este astronomo mexicano de deter- minar con precision dichas coordenadas y las largas explicaciones que en su escrito destino a este fin.

El Tratado del modo de fabricar Reloxes fuegros en que se concuerdan los dos testamentos divinos, Viejo y Nuevo. En Medina del Campo, por Christobal Lasso Vaca, Familiar e impresor del Santo Oflcio, 1602, f. 33v. Ojeda era gallego y paso a Mexico donde fue cronista de la Orden de predicadores. En esta obra trata diversos asuntos referentes a la Conquista y coloniza­tion del Nuevo Mundo, principalmente de Mexico.

LA APORTACION CIENTIFICA 233

escrito por fray Diego entre 1638 y 1641. Aun­que posee una unidad tematica notable donde, a diferencia de los tratados similares de la epo­ca, hay poco lugar para las digresiones, la obra puede dividirse en once secciones. Las partes primera a cuarta exponen los aspectos teoricos de la gnomonica, la quinta a la novena estan des- tinadas a la tecnica de construction de relojes de Sol y las dos ultimas secciones abordan un problema concreto: el calculo de los dos eclip­ses acaecidos en los anos de 1638 y 1641 a que hicimos referencia al hablar de las obras astro­nomicas de nuestro mercedario. Este largo y com- plejo manuscrito es probablemente el borrador de un texto mas grande al que fray Diego deno­mina en repetidas ocasiones “nuestro cartapacio de marca mayor”,259 que posiblemente tenia des- tinado para la imprenta y que, como todas sus obras matematicas, permanecio inedito o bien se perdio.260 Asi nos lo hace ver cuando dice: “Advierto que aqui no hubo estilo ni metodo, porque este tratado fue solo para hacer memo­ria para conmigo mismo, hasta que en mejor oca- sion se disponga como ha de estar.”

Los autores que consulto para elaborar su obra no son numerosos, pero si los mas representa­tives de su epoca que trataron ese tema. En pri-

259 Debio ser un manuscrito voluminoso pues al citar los folios de referencia nos damos cuenta que sobrepasaban los 400. Este “original” perdido de relojes de fray Diego, al que cita como “nues­tro cartapacio”, estaba, segun su descripcion, bellamente encua- demado en piel.

260 Trabulse, El circulo roto, pp. 40-45.

234 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

mer lugar esta el jesuita Clavio, autor de una Gnomonica dividida en ocho libros, publicados en 1581 y que le dio gran celebridad.261 Este vo­luminoso y confuso texto fue leido con cuidado por fray Diego. Toda la primera parte de su ma- nuscrito esta practicamente destinado a comen- tar y no pocas veces a corregir a Clavio, de quien dice que trato el tema “con poca claridad” y de- jando en el tintero muchos puntos que debio ex- poner. Incluso llego a calificar su obra de “libro atrasado”. A pesar de esta critica —que otros autores europeos compartian con nuestro merce­dario— es evidente que fue Clavio quien le pro- porciono las trece regias fundamentales de la teoria de los relojes de Sol que fray Diego ex- pone en la primera parte de su obra. El segundo autor a quien acudio, con menos critica y mas benevolencia, fue Oroncio Fineo, de quien dice haber utilizado su De solaribus horologiis,262 para la construction de sus propios relojes de Sol. En efecto, tanto los relojes de tamano ma­

261 Dice Montucla, refiriendose a Clavio, que fue uno de los cientificos del siglo xvi que gozo de mayor celebridad (Historia des Mathematiques, I, P. 586). En efecto, Clavio fue un autor enci- clopedico que abarco todos los conocimientos matematicos de su tiempo. Sus comentarios a Euclides y a Sacrobosco, y sus tratados de Gnomonica y sobre el Astrolabio, pero sobre todo sus escritos acerca de la reforma al Calendario, prueban esa affirmation. Nacio en Bamberg en 1538 y murio en Roma en 1612. Sus obras forman cinco gruesos volumenes en folio y aparecieron en 1611.

262 Oronce Fine, De solaribus Horologiis et Quadrantibus libri quator, Paris, Guglielmi Cavelat, 1560. Esta obra forma parte de la celebre Prothomathesis dei mismo autor. Fray Diego conocio la edi­tion italiana de 1587 cuya ultima parte trata de los relojes de Sol.

LA APORTACION CIENTIFICA 235

yor como la curiosa sortija con reloj solar que se fabrico para su uso particular, estan copiados de los modelos que en bellos grabados apare- cen en la obra de Fineo.263 Otros autores tam- bien citados fueron Andreas Schoner, geometra del siglo xvi, uno de los primeros en abordar los aspectos teoricos de la gnomonica; Adriano Me­tio de quien-tomo los metodos para afinar el calculo de las latitudes; Johannes Stoffler, astro- nomo de principios del siglo xvi cuyas Tablas de posiciones estuvieron muy en boga y fueron uti- lizadas por cosmografos y navegantes; Antonio Magini, autor varias veces citado por nuestro mer­cedario quien utilizo sus Tablas que considera- ba muy exactas y John Neper, a quien acudio y menciono frecuentemente al elaborar las tablas logaritmicas de funciones trigonometricas que acompanan a los calculos astronomicos inclui- dos en esta obra. Sin embargo, debemos puntua- lizar que todo ese acervo bibliografico no resta originalidad al tratado de gnomonica de nuestro mercedario, quien no solo se permitio criticar y corregir a varios de dichos autores sino que plan­ted y resolvio diversos y novedosos problemas referentes a las bases teoricas y a la construc- cion de relojes de Sol que aquellos no habian tratado, y aunque a veces acepta de buen grado las tecnicas de diseno europeo —sobre todo las propuestas por Fineo— es claro que habia que adaptar esos aparatos a la posicion geografica

263 Oronce Fine, Opere, In Venetia, presso Francesco Frances- chi Senese, 1587, D egli oriuoli et quadranti a sole.

236 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de Mexico, y tambien en esto el padre Rodriguez debia seguir sus propios calculos.

El metodo de exposicion que fray Diego si- guio en su obra y los recursos matematicos a los que recurrio —entre otxos el uso de logaritmos— revelan la originalidad de este denso y dificil tratado. El mismo se encargo de resumir cuales fueron sus criterios para escribirlo. Estas son sus palabras:

Para tratar, pues, aqui esta materia con claridad y generalidad, de suerte que quede entendida y con inteligencia de algunos circulos del cielo que son los que se representan en lineas rectas en los planos o paredes, con otras figuras que llaman elipses, parabolas e hiperboles, que dimanan de las figuras conicas en sus secciones, hemos de ponerlos en demostracion en el mismo cielo para deducir de alii los angulos y lineas en los planos, y estos con al- guna generalidad que comprenda todos los acci­dentes referidos, y primero de los mas regulares y faciles para despues pasar a los mas irregulares y no tan faciles que es el orden que siempre se debe guardar valiendonos en todo de la trigono- metria, que es el alma de las matematicasy el uni­co refugio de los matematicos, y para dar mayor facilidad por vta de logaritmos, aunque no excu­sare los senos, tangentes y secantes donde convi- niere, para que los mas entendidos en estas ma­terias los usen y manejen, obrando asimismo por geometria la mayor parte de ellas, y aun formarlos por diversos modos para que cada uno elija el que mas le agrade y el que mas conviniere, fuera de que sera necesario asi para verificarlas y no come­

LA APORTACION CIENTIFICA 237

ter yerros que en las lineas y divisiones de circulos se cometen muy facilmente, en que suele haber mucha confusion por las muchas lineas, la peque- nez del papel en que se obra y otros accidentes en las regias y compases, que es necesaria mucha mana y curso para obrarlos con perfection. Por todo lo cual siempre aconsejaria yo se valiesen de la trigonometria y sus numeros, formando tablitas en que hay fnas certidumbre y menos embarazo de lmeas, que es lo principal que ejecutaremos des­pues de los modos geometricos, para la inteligen- cia que se pretende, y aunque esta materia es larga y muy dilatada, excusaremos demostraciones.

Establecido el metodo, fray Diego pasa a ex- plicar en que consiste la gnomonica y cuales son sus principios:

La materia de relojes de sol no es otra cosa que uria artificiosa perspectiva con que los circulos ho- rarios del cielo y demas circulos de el, asi los maxi­mos como los menores, se demuestran en los pianos o paredes, asi perpendiculares al horizonte como inclinados, con la variedad de inclinaciones al me­ridiano y a otros circulos, de tal suerte que de- muestren perfectamente lo mismo que [sucede] en el cielo.

De ahi pasa nuestro matematico a enumerar los diferentes relojes de Sol que se pueden cons- truir sean con declinacion o sin ella:264 horizon-

264 Se denomina relojes no declinantes los que estan orientados del Este al Oeste. Su caratula mira entonces exactamente al Sur o al Norte. Si esta orientado al Sur se llama meridional y si al Norte

238 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

tales, verticales, orientales occidentales y pola- res. Asimismo distingue los relojes “estables” o fijos de los “portatiles”; los primeros destinados a un lugar uriico y a una latitud particular; los se- gundos adaptables a cualquier latitud. Sus ex- plicaciones acerca de los relojes ecuatoriales,265 horizontales266 y verticales267 son muy amplias debido a que fueron los que el construyo. Inclu­so dedico varias paginas a estudiar los relojes de Luna, lo que le permitio explicar las fases luna­res, los angulos de nuestro satelite respecto dei Sol y como podia ser leida la hora en un reloj de este tipo por la simple adicion dei tiempo indi- cado por la sombra lunar en el cuadrante mas el angulo lunar expresado en horas. Para determi- nar este ultimo valor elaboro una serie de tablas de conversion y senalo los margenes de error en cada caso.es septentrional. Los relojes declinantes que miran exactamente al Este o al Oeste, o sea que su declinacion es de 90° exactamente, se les llama orientales y occidentales, respectivamente.

265 Cuando la base plana dei reloj es perpendicular al gnomon, entonces eso quiere decir que tambien es perpendicular al eje de la Tierra y en consecuencia paralela a l ecuador. Este es un reloj ecuatorial.

266 Los relojes horizontales son aquellos en que el gnomon esta fijo al cuadrante en un angulo igual a la latitud, siempre y cuan­do la base sea horizontal. Si se tirase una linea vertical desde la punta del gnomon hacia la base, esa seria la linea del mediodia siempre y cuando este perfectamente orientada en la direction norte-sur.

267 Un reloj vertical es aquel que puede adoptar cualquier tipo de orientation (a diferencia de la ecuatorial y del horizontal). Cuando se le orienta hacia el Sur se le llama meridionaly cuando se orienta al Norte se le llama septentrional. Al Oeste y al Este se les denomina occidentales y orientales, respectivamente.

LA APORTACION CIENTIFICA 239

Todos los teoricos de la ciencia de los relojes de Sol de los siglos xvi y x v iii coincidieron en senalar que la principal dificultad —en realidad la unica de importanda— en la construction de esos instrumentos radicaba en la determination de la elevation del polo sobre el piano del cua- drante, o sea la latitud y el meridiano del lugar, es decir, la longitud.268 Fray Diego no fue la ex­ception, de tal manera que una gran parte de su tratado lo destino a discutir los metodos para obtener esos valores. Indico que para que la sombra del gnomon de un reloj solar —sea ho­rizontal o vertical— caiga a las doce horas del dia sobre el meridiano del lugar, deberia tener un angulo con respecto al piano horizontal igual al valor —en grados— de la latitud de la locali- dad donde se encontraba el reloj, de ahi la im­portantia de obtener ante todo este ultimo va­lor. Una serie de calculos hechos a lo largo de varios anos le permitieron fijar con exactitud esa coordenada de la ciudad de Mexico en 19° 15’. La longitud resultaba mas dificil de obtener y solo fue determinada satisfactoriamente despues de que observo los eclipses de 1638 y 1641. Para determinar ambas coordenadas utilizo, presumi- blemente, varios relojes y cotejo las lecturas he- chas en forma simultanea. Ademas acostumbra-

268 Una definition sencilla de “latitud” seria: el angulo que for­ma un punto X situado en la superficie de la Tierra con respecto al centro de la Tierra y al plano ecuatorial. Y la “longitud” es: la dife- rencia media en grados entre el meridiano y un punto de referen­tia u origen. Puede ser medio desde el Este o el Oeste y sus valo­res van de 0° a 180°.

240 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ba afinar sus resultados combinando tres tipos de calculos: el hecho a base de tablas previa- mente elaboradas, el rigurosamente trigonome- trico y en el que aplicaba los logaritmos. Los eclipses de 1638 y 1641 llenaron una doble fun- cion ya que no solo ayudaron, como ya dijimos, a determinar la longitud sino que ademas per- mitieron que fray Diego emprendiera la cons- truccion de una serie de aparatos astronomicos calibrados de acuerdo con las necesidades de los diversos puntos del virreinato donde iban a ser utilizados.

Segun propia confesion, fray Diego construyo por encargo por lo menos una docena de relo­jes mayores de Sol. Entre ellos habia cuatro que eran verticales meridionales y con declinacion. Asimismo diseno varios relojes y otros instru- mentos cientificos para enviarselos al Peru a su discipulo Ruiz Lozano. Tambien construyo un reloj de pendulo; sin embargo, esto fue una ex- cepcion ya que fueron los de Sol los que mas absorbieron su interes. Para si mismo construyo tambien varios. Uno de ellos —seguramente el que le parecia mas exacto— fue deserito en de- talle en un capitulo de la tercera parte de su obra sobre relojes. Ahi estudio ese aparato que sabe- mos estaba colocado en el lado derecho de la ventana de su celda “mirada desde la calle y no de dentro”. Por sus descripciones sabemos que esa ventana estaba orientada al noroeste. El re­loj habia sido calculado a la altura de Mexico y era tanto de Sol como de Luna, ya que fray Die­

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go se preocupo de marcar las posiciones pre- cisas del gnomon al mediodia y a la mediano- che. Asimismo elaboro una compleja Tabla de horas acotada cada diez dias a efecto de obtener lecturas cada vez mas precisas en su propio re­loj. Porta el sugestivo titulo: Mexicanae civitatis caius artica subestimatio est 19315’pro 20 anno post bisextilem, et sol in meridiano secundum Tichonem. Tambien posela en su celda un reloj de Luna, de tamano menor que el anterior, que menciona solo ocasionalmente.

Otro tipo de relojes que le interesaban en su­mo grado eran los portatiles de mano. Como ya dijimos tomo la idea y el metodo de construc­tion de Oronce Fine y se construyo para si una sortija identica a la descrita por este autor.269 Es- tos anillos eran por lo general de oro o de plata. No podian ser muy gruesos. Sus angulos debian ser hechos a escuadra. Su forma era la de un rec­tangulo alargado dividido por tres lineas que lo cortaban a lo ancho. El lado inferior del rectan- gulo era la lmea equinoctial y el superior la del tropico. Una serie de lineas inclinadas que atra- vesaban ese rectangulo senalaba las doce horas. Un par de orificios abiertos en los extremos per- mitian la entrada de un rayo de Sol que senalaba la hora. El rectangulo metalico se acerraba en- tonces hacia adentro juntando sus lados meno- res. “Adviertase —dice fray Diego— que al ace- rrar el anillo las horas han de quedar senaladas

2® Fine, op. cit., ff. 46r-49v.

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por la parte de adentro y no por la parte de afue- ra.” En efecto, era necesario quitarselo para sa­ber la hora y colgarlo de un “suspensario” verti­cal que lo sujetara junto a los orificios. Entonces el rayo de Sol que penetraba por uno de ellos marcaba la hora. El orificio del lado izquierdo la senalaba entre el 21 de septiembre y el 21 de marzo y el del lado derecho entre el 21 de mar- zo y el 21 de septiembre, es decir corria de un lado a otro segun los equinoccios de primavera y otono, acorde con el recorrido aparente del Sol en el horizonte. Segun fray Diego no solo podia utilizarse como anillo de mano, sino tambien co­mo brazalete o de cualquier otra forma que pu- diera ser facil y comoda de llevar consigo.

Solamente uno entre los muchos relojes cons- truidos por el padre Rodriguez ha llegado hasta nosotros, lo que lo convierte en un testimonio invaluable para el estudio de la ciencia en Mexico en el siglo xvii. Su historia es bastante singular ya que mientras los relojes y aparatos que pobla- ban su celda sufrieron los avatares que aquejaron al convento de la Merced durante los ultimos dos- cientos anos y se perdieron irremisiblemente, este viejo reloj de piedra existe todavia.

Su construccion tiene que ver con el estable- cimiento de la orden mercedaria en Oaxaca, la cual desde el ano 1601 —o sea recien estableci- da en la capital virreinal— busco fundar conven­tos en Puebla y Oaxaca con el fin de que ambos “fuesen hospicio donde los religiosos que pasa- ban de Guatemala a Mexico tuviesen donde des-

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cansar de camino tan largo”. Con gran empeno los mercedarios persiguieron este designio y lo- graron la aprobacion tanto del virrey, a la sazon el conde Monterrey, como de la Real Audiencia, asi como la concesion final del Consejo de Indias con la Real Cedula correspondiente. La orden designo para fundarla a fray Baltasar Camacho, quien con gran tenacidad habia logrado estable- cer la de Puebla “y porque su gran talento —dice el cronista de la orden— sabia aplicar la mana para conseguir cualquier fin”. En efecto, con gran habilidad diplomatica para llevar a cabo una em- presa de suyo dificil, el padre Camacho logro la aprobacion de los dos cabildos oaxaquenos pero sobre todo, fue beneficiario del apoyo casi ilimi- tado que le brindo el entonces obispo de la vie- ja Antequera, el dominico fray Bartolome de Le­desma. El crecimiento y progresos del convento mercedario de Oaxaca, desde una modesta ermi- ta hasta la bella construction del siglo xvni, debe mucho a la estrecha colaboracion que siempre existio entre la orden dominica y la de Nuestra Senora de la Merced, y esto tiene su origen en la buena disposition del obispo Ledesma. Asi, cuan- do fue establecida una catedra de filosofia para “los hijos de la ciudad”, la orden de Predicado- res y el obispo pidieron que el titular fuera un mercedario. Aparentemente la costumbre de que ese puesto recayera en un miembro de esta or­den religiosa se conservo a todo lo largo del siglo xvii.

No es de extranar entonces que cuando los do-

244 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

minicos festejaron la inauguration de la puerta sur de la iglesia de su nuevo y suntuoso conven­to, los mercedarios se apresuraron, no sabemos si a petition expresa de aquellos, a hacerles un singular obsequio tan util como valioso para adornar esa parte del edificio; asi que deman- daron un reloj solar al matematico de la orden. Ese reloj debio ser colocado originalmente en el costado sur de la iglesia, probablemente adosado a la bella fachada lateral que da a esa calle, an- tiguamente llamada la calle del Relox, que “baja muy dilatada al cuerpo de la tiudad”, como dice el cronista dominico fray Francisco de Burgoa.270 Y ahi quedo hasta que fue trasladado al claustro del convento, donde actualmente se halla.271

En diversos pasajes de su obra manuscrita so­bre relojes fray Diego alude al reloj que envio a Oaxaca. Incluso una breve section la destina a explicar cual fue el metodo que siguio en su construction y ahi mismo incluye una valiosa Tabla de las alturas del Sol sobre el horizonte adaptadas a la position geografica de Oaxaca.272 Es un hermoso reloj vertical-meridional,273 y se-

270 La calle del Relox en Oaxaca llevo ese nombre hasta 1884. Hoy en dia se denomina del Cinco de Mayo.

271 Hoy es el Museo Regional de Oaxaca. Sobre el Convento y su historia vease: Fray Esteban Arroyo. O. P., El Monumental Con­vento de Santo Domingo de Oajaca, Oajaca, Mejico, 1955.

272 Guaxaca 18s 30’ Tabla de las alturas del Sol sobre el hori­zonte, longitudes de las sombras en 100 partes, el gnomon por tangentes y los grados de latitud para el relox horizontal en 18“ 3 0 ’ de polo septentrional en: Fray Diego Rodriguez, Tratado del modo de fabricar Reloxes (MS), f. 125r.

273 El reloj fue adosado verticalmente a la portada sur de la igle-

LA APORTACION CIENTIFICA 245

guramente no fue poco el trabajo que le costo calcularlo y hacer que se grabara en piedra. Pa­ra lo primero pudo utilizar sus datos del eclipse de Luna de 1638, que a todas luces le fueron de gran valor; para lo segundo conto con un habil maestro de labrado en piedra —probablemente entre sus amigos canteros de la Catedral metro- politana— , el cual siguio exactamente sus ins- trucciones. El reloj esta esculpido en una pesada lapida de basalto de 1.73 metros de alto por 0.74 metros de ancho. Carece de gnomon y solo que- da el orificio que ocupo. En la parte inferior tiene grabado: “Ano 1639.” La parte superior derecha y la inferior izquierda muestran fracturas en la piedra. La linea de la ecliptica corta las lrneas ho- rarias en angulo recto. El gnomon se halla a 32 cm del borde superior y obviamente a 37 cm de cada lado. Las lineas hora van del 15 al 12. Fray Diego se preocupo en dejarnos en su obra de gnomonica un dibujo de su reloj y diversos es- quemas con sus medidas que coinciden plena- mente con lo ejecutado en la piedra. Ambos —su libro de gnomonica y su reloj— son testimonio de su capacidad como cientifico, y ambos afor- tunadamente han llegado hasta nuestros dias.

sia de Santo Domingo. Por tanto era un reloj vertical-meridional, ya que estaba orientado hacia el Sur. Vease, supra, nota 267. En repetidas ocasiones fray Diego dijo que el reloj que envio a Oaxa­ca era vertical-meridional, ya que era obvio que sabia que estaba destinado a la portada sur de la iglesia.

246 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Las labores tecnologicas del padre Rodriguez, es decir de las referentes a lo que denominamos “fisica aplicada” consumieron muchas de sus ho­ras de trabajo. Como buen geometra desde fe- cha temprana se vio precisado a llevar a cabo tareas de agrimensura. A menudo se le encomen- do solucionar varios de los numerosos proble- mas que a todo lo largo del periodo colonial y del siglo xk preocuparon a las autoridades y que se relacionaban con la propiedad de la tierra y el aprovechamiento de las aguas fluviales para su riego. Algunos de estos casos aparecen como ejemplos en sus escritos de geometria. Asi, el 22 de abril de 1640 le resolvio satisfactoriamente al contador de la ciudad de Mexico, Tomas de Pon- siau, un problema de linderos. Tres anos des­pues, el primero de abril de 1643 dictamino en un litigio de tierras que se habia complicado sobremanera debido a la poca experiencia de los peritos medidores consultados anteriormen- te. En otra ocasion, de la que no nos dejo la fe- cha, se le pidio resolver un problema suscitado por un “pedazo de Tierra” que comprendia un perimetro de 4656 varas y formaba un trape- zoide. Fray Diego resolvio el asunto reduciendo esta figura a varios triangulos. Estas tareas le pa- redan meras operaciones “mechanicas”, carentes de interes lo que explica que despues de obte­ner el area de dicho trapezoide —del cual dejo varios esquemas que nos muestran su forma de trabajar—, haya escrito que ese resultado “se puede saber de muchos modos y muy precisos,

LA APORTACION CIENTIFICA 247

pero es mecanica la respuesta y no tiene dificul- tad alguna esta figura ni otras cualesquiera sean las que fueren”.

Toda esta labor practica de nuestro merce­dario no le impidio desarrollar una teoria de la agrimensura a la que consideraba una rama de la geometria, segun se deduce de sus palabras:

Bajo la Geometria se pone la Geodesia o Geomo- na ocupada en fijar limites y areas y volumenes. Mide los terrenos, cerros, alturas y barrancas. Esto no lo logra con el empleo de simples lineas rectas como en la geometria elemental, sino con artifi- cios y metodos practicos con frecuencia rudimen- tarios tales como cordeles de medicion y pitipies, y utiliza en sus calculos no solo la geometria plana sino tambien la geometria de solidos.

Estudio la forma de calcular las latitudes, los angulos de posicion y las distancias. Discutio acerca de la dudosa utilidad de aplicar el teore- ma de Pitagoras para el calculo de la distancia entre dos puntas cuya latitud y longitud eran co- nocidas, pues demostro que se desconocia la convergencia verdadera de los meridianos lo que originaba errores a menudo graves. Para solu- cionar ese problema propuso varios metodos con base en el empleo de triangulos esfericos. Indi­co, ademas, el error que existia en el calculo de las longitudes geograficas y sus consecuencias en la medicion de tierras sobre todo de grandes dimensiones ya que se les asignaba mayor o menor anchura que las reales, se marcaban equi-

248 LOS ORIGENES DE IA CIENCIA

vocadamente los cursos de los rios y las positio­nes de las cordilleras, y se colocaban en los ma- pas dos puntos en un mismo paralelo, cuando en la realidad tenian latitudes diferentes. Dio varios metodos para calcular la longitud por metodos matematicos utilizando tablas astronomicas ade- cuadas e insistio en que una operation erronea podria deformar los mapas alargando ciertas par­tes y acortando otras.

En las secciones de su tratado De Geometria donde describe los instrumentos matematicos y astronomicos, analizo tambien los instrumentos de medicion de tierras tales como el polimetro, utiles para obtener posiciones relativas y el an­gulo entre el meridiano y el objeto orientado por medio de un circulo graduado, o como el cua- drante con aguja magnetica para determinar los angulos horizontales de position. Explico larga- mente como podia usarse el astrolabio y las tablas de tangentes en la practica topografica, y propuso algunos metodos para mejorar la con­fection de mapas orograficos o regionales de los cuales senalo los principales defectos tales co­mo las distorsiones, que hacian que ciertas re­giones se ampliaran a costa de otras, el error de dibujar figuras desproporcionadas sobre todo las que representaban los accidentes orograficos, y la arbitrariedad que existia al indicar los puntos cardinales. Insistio en la necesaria “observation de campo” para elaborar cualquier mapa y apunto algunas tecnicas de triangulacion sobre todo en lo referente a las obras del desagiie del Valle de

LA APORTACION CIENTIFICA 249

Mexico, utilizando instrumentos de precision en los levantamientos topograficos.

Las dificultades que se presentaban en lo que fray Diego llama las “medidas y repartimientos” de aguas, lo obligaron a estudiar los volumenes que salian de “una vara en cuadro”, o sea lo que se conocia como “buey” de agua, y sus equiva- lencias en “surcos”, “naranjas” y “palas”.274 In­tento, como todos los agrimensores de su epoca, reducir la seccion cuadrada de una vara a una section circular que produjera el mismo caudal; y aunque era consciente de la imposibilidad de cuadrar un circulo desde el punto de vista geo­metrico, indico que para los efectos practicos un error de menos del 0.01% era despreciable. In­cluso construyo un “Instrumento para pesar [me- dir] agua a corta distantia” que anos antes habia inventado Juan Ferrarius, “hispano, arquitecto y matematico”, que era un aparato bastante senci-llo, semejante a un compas de pesas, que permi­tia medir el caudal de agua que salia de un con­ducto cuya seccion transversal no se conocia.

Paginas atras mencionamos la importantia que tuvo para la Nueva Espana la aparicion de los primeros “ingenieros” que desde fines del siglo xvi desempenaron labores tecnologicas que in­

274 Fray Diego Rodriguez hace la siguiente equivalencia: 1 buey = 1 vara cuadrada = 48 surcos = 144 naranjas = 20736 palas.

250 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

dican que una nueva mentalidad cientifica se empezaba a difundir por estos reinos.275 Asimis- mo dimos una breve noticia de la principal tarea llevada a cabo por este grupo de ingenieros: el desagiie de la ciudad de Mexico; y vimos los efectos que causo en la mentalidad cientifica no- vohispana el desastre que represento la inunda- cion del ano de 1629. Repasemos los hechos y veamos que papel especifico desempeno en ellos fray Diego Rodriguez.

La “gran inundation” de la ciudad de Mexico que duro de 1629 a 1635 ha sido una de las ca- tastrofes naturales mas graves que se han abati- do sobre ella a todo lo largo de su historia. La capital virreinal se anego totalmente: calles, pla­zas, templos y casas. Las perdidas economicas fueron cuantiosas. Muchos vecinos habian que- dado aislados y vivlan en la parte alta de sus moradas, otros habian optado por trasladarse a Puebla. Unos 30 mil indigenas habian perecido ya sea ahogados, sepultados bajo las ruinas o por hambre.27° Una serie de errores de calculo en la construction del desagiie habia agravado aun mas lo que de suyo era ya una catastrofe, pues ese nefasto ano de 1629 las lluvias habian sido de tal manera torrenciales que los lagos que en estrecho cerco cenian a la ciudad se desborda- ron los unos sobre los otros y al carecer de sali- da la anegaron. Los proyectos que por entonces

275 Vease, supra, cap. II.276 Gonzalez de Cosio, op. cit., II, pp. 271-272; Boyer, op. cit.,

p. 11.

LA APORTACION CIENTIFICA 251

fueron presentados no operaron, ya que casi ninguno de ellos fue llevado a la practica y las querellas entre el sabio Enrico Martinez quien habia sido designado para dirigir las obras, y sus enemigos no hacian sino entorpecer aun mas las posibles soluciones.277 En suma, la ciudad vivio en su liquido lecho hasta mediados de 1635, y debido principalmente a la evaporation natural, a algunos sacudimientos que abrieron grietas que filtraron el agua y a las escasas llu- vias de los ultimos anos la muy noble, leal y acuatica ciudad retorno a la normalidad.

Los pestilentes olores que despedian las ace- quias azolvadas hicieron que el virrey dictara ordenes perentorias al ayuntamiento para que de inmediato procediera a su limpieza. Asimis- mo dispuso la reconstruction de las calzadas destruidas. Las labores dieron comienzo en sep- tiembre de 1635 y duraron poco mas de tres meses. Fueron limpiadas unas 22 mil varas de acequias con la ayuda de aproximadamente 20 mil indios. El costo de operaciones fue elevado ya que se gastaron 24 mil pesos tornados de las areas del cabildo. El albarradon de San Lazaro, que estaba casi destruido, fue reparado. Tambien lo fueron las calzadas de Mexicaltzingo, Chapul- tepec y San Cristobal. Las bovedas cuarteadas del insuficiente desague de Huehuetoca, que de

277 Fernando de Cepeda y Fernando Alonso Carrillo, Relacion Universal, Legitimo y Verdadera del sitio en que esta fundada la muy noble y leal ciudad de Mexico, Mexico, Francisco Salbago, 1637, ff. 17v-18v. Vease, supra, nota 92.

252 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

tan poco habia servido, y cuyos socavones se habian derrumbado en parte, empezaron a ser reparadas.278

Solucionados algunos de los mas vitales e in- mediatos problemas provocados por la inunda­tion, el virrey puso manos a la obra para im- pedir que en lo futuro un acontecimiento similar resultara igualmente calamitoso. Quizas fue im- pulsado a hacerlo por el hecho de que a raiz de la catastrofe la poblacion daba indicios de estar altamente desmoralizada y habia cundido el desa- liento, lo que propiciaba que los edificios no se reparasen, ni el comercio se reanimara, ni las de- mas actividades cobraran su ritmo acostumbra- do.279 Como solia acontecer en casos similares, Cadereyta empezo por proponer una discusion teorica del problema que posteriormente per- mitiera asumir actitudes practicas precisas. Comi- siono en noviembre de 1636 a dos expertos, Fer­nando de Cepeda y Fernando Alonso Carrillo, para que elaboraran una historia documentada y pormenorizada del desagiie de Huehuetoca, de sus diques y canales, y de los diferentes pro- yectos y tentativas que se habian propuesto para dar solution a ese capital problema que aqueja- ba a la ciudad. Debia contener, asimismo, una relation de los gastos que se habian hecho des- de el 8 de noviembre de 1607, fecha en que se dio comienzo a tan colosal obra bajo el marques

278 Andres Cavo, Historia de Mexico, Mexico, Patria, 1949, p. 310; Gonzalez Obregon, op. cit., I, pp. 185-186.

279 Boyer, op. cit., p. 131.

LA APORTACION CIENTIFICA 253

de Salinas, hasta finales de 1636. Con rapidez excepcional ambos autores dieron termino a su tarea a fines de ese mismo ano, de tal forma que, despues de ser revisado el manuscrito por el vi- rrey, pudo entrar a prensa a principio de 1637.280

La obra, de la que ya hemos hecho mention, llevaba el titulo de Relacion Universal, Legitima y Verdadera <iel sitio en que esta fundada la muy noble, insigne y muy leal Ciudad de Mexi­co, y es, como afirmabamos, un texto clasico de la historia de la tecnologia mexicana. Se impri- mieron de ella quinientos ejemplares que de- bian ser repartidos entre los oidores y fiscal de la Real Audiencia, la Inquisition, el Tribunal de Cuentas y de la Santa Cruzada, asi como a los dos cabildos, eclesiastico y civil, a los conventos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustin, El Carmen, la Merced, la Profesa y San Diego; a los colegios de San Pablo y de la Compania; al rec­tor y claustro universitaros, al Juzgado de Indios, a los condes de Santiago y Orizaba y a algunas otras personas de experientia.281 Todos ellos de- bian rendir un parecer acerca del mejor modo de conducir a buen termino las obras del desa- giie. Dichos proyectos debian ser presentados en una junta convocada por el virrey para el 5 de junio,282 y habian de cenirse a una cuidadosa

^ a g n m , Desagiie, vol. 4 f.77; Gonzalez Obregon, op. cit., I, p. 187. Vease, supra, nota 92.

281 a g n m , Desagiie, vol. 4 ff. 76v y 85v.282 Cavo, op. cit., p. 311. Este autor afirma que la Junta se con­

voco para el 7 de abril de 1637, lo que es inexacto ya que para

254 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

y bien pensada minuta que comprendia basica- mente tres puntos: 1) Si seria util para aliviar de inundaciones a Mexico conservar el desagiie de Huehuetoca, y si haciendolo a tajo abierto, en mayor altura y capacidad, podria desaguar las lagunas de Mexico, librandolo de inundaciones; y si, caso que esto se consiguiera, seria posible conservar la fabrica o si de los demas desagties propuestos se habia ofrecido alguno que fue- se universal. 2) En caso de que no se obtuviere desagiie universal por Huehuetoca o por otro de los puntos propuestos, si Mexico podria conser- varse libre de peligro con solo reparos, preserva­tives u otros que convinieren al caso. 3) Si, en caso de no hallar posibilidad en uno u otro re­medio, convendria cambiar la ciudad tal como lo tenia ordenado el rey, esto es, fabricar volun- tariamente, con una nueva planta, una ciudad que sirviera de resguardo, o cambiarla, si mejor pareciese, a los llanos de Tacuba y Tacubaya, en- tre los rios de Sanctorum y Morales. Se pedia, en fin, se tuviera en cuenta, para cualquiera de estos medios, el tiempo, dinero e indips que se habian de necesitar, asi como y de ddnde se 1 es habia de pagar, con las demas circunstancias que requeria un negocio tan importante y gra­ve;283 ya que las cifras gastadas en el desagiieesas fechas apenas se estaban repartiendo los ejemplares de la Relacion. La Universidad recibio la convocatoria y el ejemplar de la Relacion el 28 de abril. (Alberto Maria Carreno, Efemerides de la Real y Pontificia Universidad de Mexico, Mexico, u n a m , 1963, I, p. 173.)

283 Gonzalez Obregon, op. cit., I, p. 189.

LA APORTACION CIENTIFICA 255

hasta ese momento ascendian a la exorbitante cantidad de 2950164 pesos y 7 y medio reales, lo que era suficiente para justificar la actitud apre- surada y preocupada del virrey.

Aunque la tentativa era buena se vio, como siempre, entorpecida por los demasiados pare- ceres presentados y por los intereses encontra- dos de los participantes, lo que no tardo en provocar discordias y pugnas. Aunque las dis- yuntivas propuestas por el virrey eran solo tres, a saber: desagiie, diques de contention o trasla- dar la ciudad, los excesos imaginativos de los expertos provocaron que las solutiones fuesen tantas como los proyectos. Fernando de Cepe- da, el coautor del libro era el encargado de revi- sarlos y glosarlos para la Junta que se llevaria a efecto en junio. Su labor debio ser bastante pro- lija y engorrosa dada la multiplicidad de las opi­niones. A pesar de ello la reunion se verifico en la Sala del Real Acuerdo en la fecha prescrita y bajo la presidencia del virrey. A ella asistio el pa­dre Rodriguez “como persona entendida en las matematicas” tanto en representation de la Mer­ced como de la Universidad (a pesar de que llevaba apenas dos meses escasos de haberse incorporado a ella como catedratico), y rindio, logicamente, un mismo parecer para ambas;284

284 Plaza y Jaen, op. cit., I, pp. 340-341. Fray Diego no fue el unico representante por parte de la Universidad, ya que se habia formado una comision de cuatro miembros compuesta por los doctores Gines de Herrera y Juan de Merlo, el maestro Damian de Porras y nuestro matematico. La propuesta de ellos fue discutida

256 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

pero era tal la pluralidad de criterios que paso inadvertido. Algunos de los asistentes se decla- raron a favor de conservar las obras de Huehue­toca, otros se oponian a ellas considerandolas inutiles. Una mayoria se inclinaba por preservar dicho canal aunque, contrariamente a la idea de Enrico Martinez, eran partidarios de hacerlo a “tajo abierto”. Esta ultima proposition se enfren- taba con los problemas de los altos costos y de las graves dificultades tecnicas que entranaba. Hu- bo peritos que solicitaron que se construyeran albarradas y calzadas y hubo quienes se opusie- ron terminantemente a ellas. Todos, sin embargo, coincidieron en no mover la ciudad del sitio en que estaba y, por apoyar su idea, no falto quien dijera, en contra de la mas evidente de las rea­lidades, que la inundation de 1629 habia cau- sado poco dano a las casas y cimientos, y que gracias a ella se habia facilitado el trafico de las canoas por las calles anegadas, con la ventaja, para los vecinos, de poder adquirir sus mercan­das a las puertas de sus casas, sin gastos de ca- rrozas y mulas y en buenas condiciones sani- tarias.285 Junto a este tipo de extravagancias no faltaron, sin embargo, actitudes menos deliran­tes y mas ponderadas. Algunos de dichos pro- yectos han llegado hasta nosotros, como el de Andres Oviedo de Benesa, el de Francisco del Vivero, el de fray Andres de San Miguel, el ace-

por el rector Agustin de Barrientos. (Carreiio, La Real y Pontifi­cia..., pp. 177-178.)

285 Gonzalez Obregon, loc. cit., Boyer, op. cit., pp. 128 ss.

LA APORTACION CIENTIFICA 257

rrimo enemigo de Enrico Martinez y su mas for­midable critico, y el de fray Diego Rodriguez.286 Todos ellos estuvieron de acuerdo en que debia conservarse el canal de Huehuetoca pero a “tajo abierto” y haciendolo mas profundo. Nuestro mercedario, que llevaba una doble representa­tion, estaba bien enterado no solo de los pro- yectos propuestos en 1629, sino tambien de los presentados en los anos de 1555 bajo Luis de Velasco el Viejo, en 1580 bajo Martin Enriquez y en 1604 con el marques de Montesclaros. Esto le permitio tener un amplio dominio tecnico de la situation y dar en consecuencia un parecer apropiado.287 Despues de que los miembros de la Junta, entre los que iba fray Diego, hubieron practicado el l e de junio de 1637 una visita al desagiie, a efecto de modificar sus proyectos si asi fuese necesario y despues de serias consi­derationes sobre los diversos pareceres, el virrey ordeno el dia 20 del mismo mes que el canal se hiciese a “tajo abierto”, lo que ampliaria su capa- cidad y evitaria los azolvamientos provocados “por los continuos caidos y desmoronamientos de la tierra floja y deleznable”. Segun los peritos con- sultados, entre los que se hallaba nuestro mer­cedario, habia que remover 70721526 varas cu­bicas deJierras desde la calzada de San Cristobal hasta la boca de San Gregorio; esto permitiria dar salida al agua de la laguna de Mexico con un

286 a g n m , Desague, vol. 4, exp. 1; Gonzalez Obregon, op. cit., I, pp. 190-192; Carreno, Efemerides..., p. 173. Vease, supra, nota,. 96.

287 a g n m , Desague, vol. 4, ff. 62v-64v.

258 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

volumen constante de cuatro varas. Para ejecu- tar tan magna labor, el 17 de agosto fue nombra- do superintendente del desagiie el Comisario Ge­neral de San Francisco fray Luis Flores, el cual permaneceria en ese puesto durante dieciseis anos;288 sin embargo, la consumacion del pro- yecto duraria siglo y medio mas. Al mismo tiem- po quedaba constituida una comision de expertos quienes, en los meses siguientes, deberia practi- car una nueva visita al desagiie con el fin de rendir un informe acerca de la marcha de los tra- bajos. Estaba formada por el maestro mayor de la Catedral Juan Gomez de Trasmonte, por fray Andres de San Miguel y por fray Diego Rodri­guez.289 El 20 de agosto, apenas tres dias des­pues de haber sido nombrado el incansable fran- ciscano, daba comienzo a los trabajos en el punto denominado La Guinada.

La idea de hacer el desagiie a “tajo abierto” no era nueva, pues ya desde el desastre de 1629 un experto llamado Pedro Lopez Miguel habia propuesto dicha solution senalando, ademas, la convenientia de ensanchar el canal a 30 varas y ahondarlo a 25.290 Basicamente esta fue la solu­tion aprobada por Cadereyta ya que de esa ma- nera los lagos de Zumpango y San Cristobal,

288 a g n m , Desagiie, vol. 4, ff. lv-3v; Juan Francisco de Monte- mayor y Cordoba, “Informe” (1673), en: Instrucciones que los Vt- rreyes de Nueva Espana dejaron a sus sucesores, Mexico, 1878, I, pp. 109-112.

289 a g n m , Desagiie, vol. 4, f. 58v.290 Cepeda y Carrillo, loc. cit.

LA APORTACION CIENTIFICA 259

causantes directos de las inundaciones junto con el de Texcoco, desaguarian directamente sobre el canal. Se abandonaba asi definitivamente el vie- jo proyecto del socavon.

Las obras deberfan emprenderse sin demora ya que con las lluvias de junio de 1637 los lagos de San Cristobal, Zumpango, Xaltocan y Citlaltepec se habian tornado amenazantes al aumentar su volumen. Aunque en los meses siguientes llovio poco en comparacion con otros anos, es perfec- tamente explicable la premura del virrey en nom- brar a Flores y de este en empezar las obras; sin embargo no fue facil iniciarla, ya que numero­sos derrumbes habian obstruido la salida a una gran cantidad de agua que, al quedar represada, obstaculizaba las obras de excavation. A pesar de ello el superintendente ordeno que se ex- cavara en La Guinada hasta una profundidad adecuada, lo que le permitio que la represa se rompiera y la tierra fuese arrastrada por el to­rrente. Para evitar que las lluvias impelieran la tierra hacia abajo provocando nuevas obstruc­tiones ordeno construir dos aljibes de buena ca~ pacidad en la parte superior del tajo, a efecto de que almacenaran el agua de las precipitaciones. Esto permitio que pudieran llevarse a cabo la­bores en sitios proverbialmente peligrosos debi- do a los derrumbes y que habian sido bautizados con nombres adecuados tales como Boca del In- fierno, Boca del Purgatorio y Tajo de las Desgra- cias. Con gran despliegue de energia y con bue- nos recursos humanos, ya que contaba con un

260 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

numeroso contingente de indigenas,291 Flores lo- gro abrir el canal en una longitud de 3 587 varas y profundizar el ya existente en 2.5 varas en una longitud de 18000. Esto le permitio desalojar las aguas de la laguna de Zumpango. En el tajo de La Guinada realizo una labor similar, ya que lo abrio a 100 varas en un largo de 1000. Asimis- mo desvio el no Cuautitlan hacia el desagiie por medio de una zanja de 7 000 varas de longitud, 14 de ancho y 16 de profundidad. Los volume- nes de tierra excavados y removidos eran muy grandes y las dificultades tecnicas parecian in- superables. Los gastos de operaciones eran tam­bien elevados; pero no parecia existir otra po- sibilidad que pudiese poner a salvo a la capital virreinal.292

Para revisar tan magna labor partio la comi­sion el 9 de noviembre de 1637. La epoea de llu- vias habia pasado y, al menos por este ano, las inundaciones habian quedado conjuradas. El terreno seco permitia y facilitaba la inspection, eran por lo general viajes largos y costosos que provocaban las acres criticas dei cabildo, el cual debia sufragar los gastos.293 A los miembros de la delegation se les pagaba doscientos pesos por los 20 o 25 dias empleados en el recorrido a caballo. Aunque podian alojarse en la casa vi-

291 a g n m , Desagiie, vol. 4, f. 11.292 Gonzalez Obregon, op. cit., I, pp. 192 ss.293 Los pagos se hacian dei dinero recabado de los impuestos al

vino, destinados a las obras del desagiie. (Vease: Boyer, op. cit., p. 117.)

LA APORTACION CIENTIFICA 2 6 1

rreinal de Huehuetoca a menudo debian per- noctar al aire libre. Los tres experimentados “in- genieros” fueron acompanados en su periplo por el padre Flores y por el maestro de obras llama- do Juan Serrano, quien estaba familiarizado con las labores del desague y fue de gran ayuda para Flores. A raiz del nombramiento de este, Serra­no habia dirigido el 25 de agosto de 1637 una interesante Memoria al virrey, donde detallaba en ocho apartados algunos de los requisitos ne- cesarios para llevar a buen termino las obras del canal.294

La labor de los peritos competentes no era sen- cilla ya que debian hacer un balance de lo rea- lizado y del tiempo que habia tornado hacerlo; de las condiciones de trabajo de los indios, de la duration de sus faenas y del trato que recibian, asi como de si era util el empleo de aparatos y maquinas que extrajesen la tierra, es decir de los posibles metodos de remocion de esta por otros arbitrios hasta entonces no experimentados.293

La inspection se initio en La Guinada y de ahi la comitiva se dirigio sucesivamente a los tajos de San Bernardo, San Diego, San Felipe, Los Mar- tires y Las Animas. En todos esos puntos reali- zaron mediciones del ancho de la reguera asi como de si) profundidad y calcularon detenida-

294 Memoria de lo que yo Juan Serrano, maestro de esta obra del desague de Huehuetoca, por el Excmo. senor marques de Cadereita, debo advertirpara la continuacion de dicha obra que hoy se esta haciendo para los buenos aciertos de ella. ( a g n m , Desague, vol. 4, ff. 12 ss).

295 a g n m , Desague, vol. 4, f. 58v.

262 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

mente los volumenes de tierra que era necesario remover. Asimismo hicieron algunas recomen- daciones al superintendente y al maestro en el sentido de aliviar en algo el rudo y peligroso tra- bajo de los indios, quienes ofretian un espec- taculo lastimero colgados de lo alto, “con sus ba- rretas cenidas al cuerpo” rascando la tierra de las paredes del canal. 296 En La Guinada fray Diego realizo un calculo para saber la cantidad de tie­rra, arena y lajas que habia que sacar para liberar el paso. Su medicion arrojo la cifra de cien mil varas cubicas.297 A su retorno a Mexico elabora- ron y firmaron un informe tecnico con las res- puestas a los puntos requeridos.298 En los dos anos que siguieron tanto Gomez de Trasmonte como fray Andres de San Miguel realizaron nue- vas visitas de inspection. Por ese entonces fray Diego ya estaba dedicado completamente a sus labores de catedratico y matematicas y no le era facil abandonar las aulas las tres o cuatro sema- nas que exigian los viajes. Elio explica que no haya vuelto a intervenir en los proyectos y tra- bajos de tan arduo problema.

296 a g n m , Desagiie, vol. 4 ff. 62v-64v; 95v-98v.297 Para el 18 de diciembre de 1637 los avances en'la remocion

de tierra de La Guinada eran notables, pues en un mes se habian logrado sacar, por medio de varios recursos y artificios, casi la to- talidad de las 100 mil varas cubicas calculadas por nuestro merce­dario. ( a g n m , Desagiie, vol. 4, f. 106).

298 a g n m , Desagiie, vol. 4, f f . 62v-64v; Vease supra, nota 97.

LA APORTACION CIENTIFICA 263

Dentro de las actividades tecnicas de fray Diego como “ingeniero” cabe por ultimo mencionar sus trabajos en la Catedral de Mexico realizadas en 1652 y 1654

Nuestro mercedario tuvo estrecha relacion pro- fesional con el “maestro mayor de la ciudad de Mexico”, Juan Serrano quien, cofno ya vimos, trabajo activamente en las obras del desague de la capital. Como reconocimiento a sus esfuerzos el virrey marques de Cadereyta lo nombro “maes­tro mayor”. En 1635 habia participado en la eva­luation de las obras y en 1637 realizo diversos reconocimientos, en uno de los cuales como sa- bemos iba el padre Rodriguez.299 Sus habilidades como ingeniero hicieron que en 1651 se remata- ra a su favor la obra de las tres primeras bove- das de la nave mayor de la Catedral en un total de 60 000 pesos; con el compromisp de que da- ria fin a esa ardua labor en doce meses contados desde el 13 de octubre de ese ano. El 23 de sep- tiembre de 1652 Serrano presento una relacion pormenorizando el estado de las obras y su gra­do de avance, y solicitaba le fueran pagados los gastos que habia hecho. El virrey aprobo la peti­tion y los oficiales reales mandaron citar a fray Diego Rodriguez, a Diego de los Santos y a Ni­colas de Piedra para que “vieran lo que tenia obrado el dicho Juan Serrano en las dichas tres naves de dicha Santa Iglesia”. Estos tres “arqui- tectos” —que asi se les denomino oficialmen-

299 Vease, supra, notas 289 y 294.

264 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

te— practicaron una inspection y elaboraron un dictamen a fines de septiembre o principios de octubre en el cual afirmaron que Serrano habia cumplido con lo estipulado, y anadieron que la obra realizada estaba:

en toda perfection y conforme al arte de arquitec- tura y correspondencia a la obra de dicha fabrica, teniendo, como tienen, prevenida mucha piedra de canteria labrada y por labrar dentro de la igle­sia y el pie de los pilares sobre que han de caer dichos arcos y tener mucha mezcla mezclada de cal, arena y tezontlalli, que es la que debe tener hecha para asentar la dicha canteria. Y asimismo, mucha cantidad de piedra de tezontlalli para macizar los estribos de dichos arcos y obra del ventanaje que va referido.300

Como consecuencia de este fallo el fiscal de la Audientia accedio el 7 de octubre de 1652 a que se entregasen a Serrano 13666 pesos, 5 to- mines y 4 granos que correspondian a la tercera parte de los 41000 pesos que aun se le debian para continuar la obra de la Catedral “por haber cumplido hasta hoy con su obligation”.

Dos anos despues fray Diego intervino en otro asunto tambien relacionado con las obras de la Catedral. En marzo de 1654 el “ingeniero mayor del reino”, Juan de Lozano, habia logrado termi- nar, despues de tres anos de labores, el cuerpo

300 Martha Fernandez, op. cit., pp. 209-213 y nota 16. El dicta­men que lleva la firma de fray Diego se halla en: a g i , Audiencia de Mexico, 42, ramo 2, doc. 16-A2. Vease, supra, nota 88.

LA APORTACION CIENTIFICA 265

de la torre oriental de dicho templo. Solamente dejo sin concluir la boveda ya que era conve- niente primero introducir las campanas mayores e incluso, de ser posible, tambien las menores. La tarea estaba lejos de ser sencilla pues primero habia que bajar las ocho pesadisimas campanas que aun se encontraban en el campanario anti- guo,301 trasladarlas cerca del nuevo edificio, para subirlas, por ultimo, a la torre recien termi- nada.302 Como la labor precisaba conocimientos de ingenieria, el virrey duque de Alburquerque, siempre preocupado con las obras de Catedral, habia convocado semanas antes a diversos maes- tros que fuesen peritos en tales actividades. Se presentaron cinco proyectos entre los cuales es- taban el de fray Diego Rodriguez y el del arqui- tecto bibliofilo Melchor Perez de Soto, maestro mayor de Catedral y amigo de nuestro merceda­rio.303 Salio premiado el estudio del fraile quien de inmediato se puso a la tarea de construir apa- ratos de madera necesarios para la maniobra.304

301 Gregorio M. Guijo, Diario, Mexico, Porrua, 1953, I, p. 152. Es sabido que la iglesia vieja habia sido demolida en 1626, pero se conservo el campanario para guardar las campanas. (Vease: Ma­nuel Toussaint, La Catedral de Mexico, Mexico, 1973, pp. 91-92).

302 Guijo, op. cit., II, p. 12.303 Los otros tres eran un senor Murillo, el capitan Navarro y

“un hombre de nation romano”.304 No nos ha llegado ninguno de los diagramas que elaboro y

trazo fray Diego de la maquinaria de madera que utilizo. En algunos de sus manuscritos hay, sin embargo, figuras elementales, croquis sencillos, de poleas y garruchas que pueden dar alguna idea aunque no existe constancia de que sean parte del equipo que utilizo en la Catedral. Algo se puede deducir sobre la for-

2 6 6 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

En su manufactura tardo veintitres dtas a partir del primero de marzo, de tal forma que no fue sino hasta el dia veinticuatro que pudo iniciar las obras de descenso y ascenso. El cronista Gui- jo nos ha dejado fielmente resenada esta dificil labor:

A las cuatro horas de la tarde bajaron la campana grande, lamada dona M aria,^ del campanario antiguo de la catedral, que pesa cuatrocientos cua- renta quintales, bajaronla sobre un castillejo que se hizo de madera, el cual vino rodando desde lo alto donde estaba pendiente por unas gruesas plan- chas, hasta hacer descanso en el suelo; y luego el dia siguiente de la Encamacion teniendola puesta sobre un lecho capaz de encino, a fuerza de tiras de sogas y mucha gente y rodando sobre vigas acostadas en el suelo, le metieron y pusieron al pie de la torre nueva de dicha catedral, que cae sobre la capilla del Sagrario; y luego el dia siguiente ba­jaron la otra mediana, y antes ocho dias habian bajado cinco pequenas y otra mayor que llaman la

ma que tendrian dichos aparatos por las descripciones de Guijo, que transcribimos mas abajo, pero aun asi, es dificil imaginar como estaban configurados. Cabe pensar que no debieron ser de- masiado complejos dadas las operaciones que tenia que realizar y los pocos dias que tardo en construirlos. Algunos de los esquemas de maquinaria que encontramos en sus manuscritos estan torna­dos de la obra clasica de Jacques Besson, Teatro de los Instrumen­tos y Maquinas, y cabe pensar que se inspiraria en alguna de las bellas laminas de esta obra que fue muy letda en su tiempo. Vea­se, supra, nota 88.

305 Su verdadero nombre era “Santa Maria de la Asuncion”. Esta campana ocupo el campanil que mira al poniente. Vease: Toussaint, op. cit., p. 239. Documento 54 (transerito textualmente del Archi­vo de la Catedral de Mexico. Exp. Cuentas de Campanas, T. IV).

LA APORTACION CIENTIFICA 267

Ronca, y Servian en el campanario puestas en for­ma, a todo lo cual asistio por su persona el duque de Alburquerque, virrey de esta ciudad.

Mas adelante este mismo cronista nos narra la continuation de la tarea, o sea la de subir las cam- panas a la nueva torre, suceso que se llevo a ca­bo el Domingo de Ramos, 29 de marzo en que fray Diego: ,

Despues de haberse acabado los oficios divinos pa- so a la obra y vio subir con general clamor de cam- panas porque no sucediese desgracia la dicha campana (mayor) y la dejo en el hueco que debia ocupar [...] y luego a las cinco de la tarde subieron la otra mediana que sirve a la queda y lunes Santo a las oraciones tocaron las campanas dichas.306

Ademas del virrey asistieron a todas estas ope­rationes los cabildos eclesiastico y secular y la Real Audiencia.

Como las ocho campanas de la vieja torre re- sultaban insuficientes para la nueva el virrey apre- suro las gestiones para conseguir las que fal- taban. Conocedor de que en ciertos pueblos y conventos existian algunas de buena sonoridad dio orden expresa de que se trajeran.307

As! empezo el exodo de campanas a la capital. En los meses de abril, junio, julio y noviembre de 1654 y en mayo y septiembre de 1655, arriba-

306 Guijo. op. cit., I, pp. 248-249; Jose Maria Marroqui, La Ciu­dad de Mexico, Mexico, 1900, III, p. 242.

307 Ibid.

2 6 8 LOS ORfGENES DE LA CIENCIA

ron trece campanas mas de todos los tamanos y sonoridades. Proveman de los pueblos de Jiqui- pilco, Hueyapan, Ayacapixtla, Ozumba. Azca- potzalco, Tlalneplanta y Tlayacapa.308 Su precio era pagado, tras encarnizados regateos y contra- ofertas, por los fondos de la fabrica de Catedral, habilmente administrados por don Fernando Altamirano, quien tambien fue el encargado de cubrirle sus honorarios a nuestro mercedario. Fray Diego subio todas las campanas a sus res- pectivos lugares en cuanto llegaron. Lo hizo casi siempre en presencia del virrey y en medio de las rogativas acostumbradas, que deberfan con- trastar notablemente con los gritos e imprecatio­nes de los operarios y quien sabe si no tambien del mismo “ingeniero” encargado de las opera­tiones.309 Apenas colocadas el repique era in- mediato.

Para enero de 1656 los campaniles estaban completos y la boveda cerrada, de tal forma que el primero de febrero el virrey pudo presidir una solemne ceremonia de dedication a la que asistie- ron las principales corporationes eclesiasticas.310

Ya desde mayo del ano anterior Alburquerque habia informado al rey sobre la ascencion de las campanas y las dificultades con que hubo de en- frentarse para lograrlo. El 25 de noviembre el monarca le habia contestado haciendo breves y

308 Guijo, op. cit., I, pp. 253, 256, 262; II, pp. 15, 32.309 Marroqui, op. cit., pp. 242-245. El total de campanas coloca­

das fue de 21. Guijo yerra totalizando 23 y Sarinana lo mismo con 20.310 Guijo, op. cit., II, p. 47 ss.

LA APORTACION CIENTIFICA 269

convencionales elogios tanto de el como de los que habian intervenido en las operaciones, y aunque no menciona expresamente a fray Die­go es evidente que bien merecidos tenia este al­gunos de ellos.311

Al morir fray Diego Rodriguez en 1668 legaba a la Nueva Espana una obra cientifica sin prece- dente. Su contemporaneo el cronista Cristobal Bernardo la Plaza y Jaen afirmo que nuestro mercedario habia sido “digno de que quede al- guna memoria, por sus buenas letras, virtud y religion”.312 Poco despues Sigiienza y Gongora le hizo un elogio comparandolo con los mejores matematicos de su epoca. Sin embargo, fray Die­go fue pronto olvidado y con el su obra.313 Sal­

311 a g n m , Reales Cedillas Originales, vol. 5, exp. 108, f. 264 (1655). La carta de Alburquerque al rey data del 7 de mayo de 1655 y, aunque no se conserva, sabemos de su contenido por la contestation real del 25 de noviembre. Felipe IV aprobaba con satisfaction la labor del virrey en la Catedral. El elogio se justifi- caba plenamente ya que desde principios de su gobiemo en la Nueva Espana y hasta el final de su mandato, Alburquerque se habia dedicado empenosamente a impulsar las obras catedralicias. Todas las tardes visitaba las obras, hacia inspectiones y daba in­centivos de su bolsillo a los trabajadores. En su interes llego a hacer trabajar a los operarios los domingos y fiestas. Cuando cerraron las bovedas de la torre distribuyo doscientos pesos de su peculio entre los albaniles. Al terminar la balaustrada que la rodea y sus pedestales de las esquinas hizo otro tanto.

312 Plaza y Jaen, op. cit., II, pp. 53-54.313Trabulse, La cienciaperdida, p. 12.

270 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

vo esporadicas alusiones a su calculo de la lon­gitud geografica de la ciudad de Mexico, sus de- mas aportes a la matematica, a la fisica y a la astronomia fueron olvidados completamente.

Sus manuscritos cientificos siguieron diversos caminos hasta nosotros. Los cuatro de tema ma- tematico y tecnologico, es decir el Tractatus proe- mialium, el De los logaritmos y aritmetica, el Tratado de las ecuaciones y el Tratado del mo­do de fabricar reloxes pasaron a la biblioteca del Convento de la Merced, pues asi lo establedan las constituciones de la orden. Ahi se les puso la marca de fuego del Convento grande de la Mer­ced de Mexico y ahi quedaron hasta que dos siglos despues, con la exclaustracion de las or- denes monasticas y la confiscation de sus bi- bliotecas pasaron a la recien fundada Biblioteca National donde actualmente se encuentran.314 Los manuscritos de tema astronomico, es decir la Doctrina general y el Modo de calcular cual- quier eclipse de Sol y Luna no fueron entrega- dos a la biblioteca del convento y es por ello que no portan la marca de fuego mencionada. Pocos anos despues estos manuscritos ya obraban en poder de Sigiienza y Gongora quien los estudio, y aludio al tipo de tablas astronomicas que con- tenian.315 Sin embargo, don Carlos reconocio que ignoraba cual era el tipo de calculos que el pa­dre Rodriguez habia hecho para determinar la

314 Vease, supra, notas 185, 186, 187 y 190.315 Sigiienza, Libra Astronomica, p. 181.

LA APORTACION CIENTIFICA 271

longitud de la ciudad de Mexico, lo que nos in­dica que desconotia sus observationes de los eclipses de 1638 y 1641 y por tanto el Tratado del modo de fabricar reloxes que los incluia.

No sabemos a ciencia cierta como llegaron los escritos astronomicos de fray Diego a manos de Sigiienza. Cabe apuntar dos hipotesis probables. La primera seria la del vinculo que don Carlos tuvo con el Convento de la Merced de Mexico a traves de su hermano fray Jose de Sigiienza, quien como el era tambien poeta. En 1683 fray Jose fue premiado por un poema safico en latin en honor de la virgen Maria, poema que apa- rece en el Triunfo Partenico con un comentario en verso de don Carlos. Es posible que este, a tra­ves de su hermano haya logrado consultar o in­cluso poseer esas obras de fray Diego. La otra hipotesis seria la de los nexos familiares de don Carlos con Gabriel Lopez de Bonilla. Como se recordara fue en compahia de este medico que el padre Rodriguez hizo sus observationes del eclipse de 1638. Pues bien, Lopez de Bonilla fue cunado de Sigiienza, ya que estuvo casado con su hermana Ines de quien tuvo a Gabriel Lopez de Sigiienza el que fue albacea de los bienes de don Carlos al morir este en 1700. Es posible que por dicho conducto le hayan llegado las obras de fray Diego, aunque existe el reparo que, de haber sido asi, Sigiienza bien pudo saber que su cunado y fray Diego habian calculado la longi­tud de la ciudad de Mexico apoyados en sus ob­servationes del eclipse de 1638. Empero Lopez

272 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

de Bonilla no parece haberle comunicado esta information a don Carlos, de tal forma que cuan- do este escribio su Libra Astronomica no hizo referentia a ese dato, de indudable importantia, pues lo desconotia. Lopez de Bonilla fallecio entre 1669 y 1670 legandole a su cunado algu­nos de sus escritos cientificos entre los que pu- dieron encontrarse la Doctrina general y el Modo de calcular cualquier eclipse de Sol y Luna de fray Diego, que como se recordara, estan encua- dernados junto al Supplementum de Magini, obra que les sirvio en 1638 para calcular la longitud del valle de Mexico. Como detiamos ambas hi­potesis son solo probables. Lo que si es induda­ble es que de una forma u otra Sigiienza entro en conocimiento de esos manuscritos muy poco tiempo despues de la muerte del padre Rodri­guez y los utilizo en una obra de tema semejan- te que escribio unos anos mas tarde.

En efecto, sabemos por el prologuista de la Libra Astronomica, el amigo y mecenas de Si- gtienza, don Sebastian de Guzman y Cordova, que don Carlos escribio un “tratado singularisi- mo donde por modos admirablemente faciles y jamas usados de autor alguno, se computaban los eclipses de Sol en el grado nonagesimo desde el ascendente en todos sus terminos y los que en los puntos del oriente y del occidente son cal­culates, sin tener respeto alguno a los parala- jes”.316 La frase “el grado nonagesimo desde el

316 Ibid., p. 14.

LA APORTACION CIENTIFICA 273

ascendente” significa: “el punto de la ecliptica que en un momento dado se aparta 90 grados de los que se hallan en el horizonte. Su altura es la me- dida para la inclination de la ecliptica hacia el horizonte”.317 Este manuscrito de Sigiienza se per­dio en vida de su autor.

El sabio Juan Jose de Eguiara y Eguren, quien consulto algunos de los papeles de Sigiienza que aun quedaban a mediados del siglo x v iii para su monumental obra bibliografica, titula esa obra perdida de don Carlos Tratado o metodo, toda- via no usado por los profesores de matematicos, para computar a los noventa grados los eclipses de Sol y otras cosas muy utiles y abstrusas?1* Como puede observarse tanto la description de Guzman y Cordova como el titulo que Eguiara le atribuye a la obra tienen un indudable parecido con el titulo del escrito de fray Diego sobre el mismo asunto de tal forma que resulta evidente que la obra perdida de don Carlos estaba estre- chamente vinculada tematicamente a la del mer­cedarios

317 Ibid., nota d.318 Juan Jose de Eguiara y Eguren, Biblioteca Mexicana. Prolo­

go y version espanola de Benjamin Fernandez Valenzuela. Estudio preliminar, notas, apendices, indices y coordination general de Ernesto de la Torre Villar con la colaboracion de Ramiro Navarro de Anda. Mexico, Universidad Nacional Autonoma de Mexico, 1986, II, p. 730.

274 LOS ORIGENES DE LA. CIENCIA

Segun propia confesion de Sigiienza empezo a estudiar matematicas y astronomia desde 1667 cuando contaba 22 anos de edad. En su Alma- naque del ano de 1692 escribio:

Desde el ano de 1667 comence casi muchacho (solo siendolo pude interrumpir mis utiles estu- dios y aplicarme a este), comence, digo, a estudiar sin maestro las matematicas todas, y con mas cui- dado la astrologia.319

Anos antes, al concursar en 1672 por la cate- dra de astrologia y matematicas afirmo haber estudiado esas disciplinas desde 1667.320 Esta fecha coincide con su salida del Colegio del Es- piritu Santo de la Compania de Jesus en Puebla, de donde fue expulsado el 9 de agosto de ese ano por razones disciplinarias. Regreso a Mexi­co y continuo sus estudios de teologia (cano­nes) en la Universidad.321 Fue entonces que se intereso por las ciencias exactas y ello lo llevo a “interrumpir” sus otros estudios. Ignoramos si su contacto con la Universidad le permitio asistir durante algunos meses a la catedra de fray Die­go quien como sabemos fallecio en marzo de 1668. Su afirmacion de que hizo sus estudios matematicos “sin maestro” es sin duda veraz; lo que no excluye la posibilidad de que se haya

319 “Almanaque de Don Carlos de Siguenza y Gongora para el ano d e 1692 bisiesto”, en a g n m , Inquisition, vol. 670, ff. 343 a 352v. Vease:” Quintana, op. cit., p. XXIV.

320 Perez Salazar, op. cit., p. XXIV.321 Eguiara, op. cit., II, p. 720.

LA APORTACI6N CIENTIFICA 275

acercado al viejo profesor mercedario y lo ha- ya conocido; el elogio que de el hace pone de manifiesto un trato personal. Sigiienza pudo no ser alumno regular de fray Diego pero es obvio que fue su discipulo en mas de un aspecto.

Al quedar vacante la catedra de astrologia y matematicas en marzo de 1668 se expidieron los edictos corregpondientes para el concurso de oposicion. Al dar fin los treinta dias estipulados por las Constituciones se decidio ampliar el pla- zo pues solo se habia presentado un candidato. Transcurridos los terminos y al no haber otro opositor que el dominico fray Ignacio Munoz, el Rector y los Consiliarios le ajudicaron la catedra. Este matematico venia de Filipinas de paso para Espana, y con autorizacion de su provincial, el maestro fray Alonso de la Barrera, habia presen­tado su candidatura. La catedra se le otorgo “con el salario, preeminencias y excepciones que su antecesor”. El virrey marques de Mancera con­firmo el nombramiento.322

El nuevo catedratico no parece haber sido un matematico particularmente destacado a pesar de que se le reconocia “ser eminente en esta fa- cultad”, No conservamos ningun escrito suyo y al parecer al poco tiempo cedio la catedra “en regencia” a quien habia de ser su sucesor: el ba- chiller Luis Becerra Tanco.

Fray Ignacio Munoz paso a Espana a principios de 1672 con lo que la catedra quedo nuevamen-

322 Plaza y Jaen, op. cit., II, p. 54.

276 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

te vacante. Puestos los edictos correspondientes y transcurridos los treinta dias se le adjudico a Becerra Tanco quien habia sido el unico oposi- tor. El 14 de marzo a las diez de la manana leyo su disertacion sobre astronomia, al termino de la cual tomo posesion “por los dias de su vida”.323 Desafortunadamente estos no fueron muchos pues fallecio el primero de junio siguiente: fue cate- dratico propietario solamente dos meses y medio.

Becerra Tanco fue un personaje interesante. Poligrafo y lingiiista es una figura tipica del en- ciclopedismo barroco novohispano del siglo x v ii .

Nacio en Taxeo y llego a dominar el nahuatl y el otomi, lenguas que “hablaba con la expedition que los indios, cuyos son propios”. Conocia ade- mas el latin, italiano, portugues, frances, hebreo y griego. Estudioso de las antigiiedades mexi- canas, adelanto algunos de los temas historicos que anos despues provocarian los desvelos de Siguenza y Gongora tales como la cronologia indigena y la predication de Santo Tomas en el Nuevo Mundo. Este ultimo asunto lo vinculo a la aparicion guadalupana en un celebre libro ti- tulado Felicidad de Mexico, que fue publicado en 1666 y es sin duda uno de los textos mas notables que tenemos sobre ese hecho. Becerra Tanco conocio antes que Siguenza los papeles de don Fernando de Alva Ixtlilxochitl donde se describia el portento y los utilizo en su obra. Es­te criollo fue ademas un agudo critico de la acti-

323 Ibid., p. 94.

LA APORTACION CIENTIFICA 277

tud de los espanoles pemnsulares en la Nueva Espana, reino al que, segun el, “venian los espa­noles sin animo de perpetuarse en el, sino a ad- quirir hacienda y volverse ricos a sus patrias.324

Los censores que concedieron las licencias de impresion a su obra guadalupana afirmaron que Becerra Tanco habia sido experto en “la con­templation de los astros”, asi como en matema­ticas y quimica. En un retrato suyo que se con­serva en la iglesia de Santa Prisca de Taxco se le representa junto a una imagen de la Virgen de Guadalupe y una esfera celeste: sintesis pictori- ca de sus dos mayores intereses.

Como cientifico no nos dejo ninguna obra es- crita. Sin embargo, en la segunda edition de su obra guadalupana destino varias paginas a dis- cutir desde el punto de vista de la optica de su epoca la manera en que la imagen de la virgen se habia estampado en la tilma de Juan Die­go.325 Esta seccion cientifica de su obra apo­logetica fue suprimida en las ediciones poste­riores. A traves de la obra Ars Magna Lucis et Umbrae de Atanasio Kircher, autor muy leido por nuestros cientificos de la segunda mitad del siglo xvii, Becerra Tanco cito las teorias opticas de Juan Arzobispo de Cantorbery quien en 1280 estudio las obras de los sabios musulmanes Al-

324 Luis Becerra Tanco, Felicidad de Mexico en el principio y milagroso origen que tuvo el Santuario de la Virgen Maria N. Senora de Guadalupe, Segunda edicion. En Mexico, por la Viuda de Bernardo Calderon, Ano de 1675, f. 28r-v.

325 Ibid., ff. 20r-25v.

278 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

hazen y Alquindi de los siglos i xy x , asi como de otros autores y las desarrollo en un tratado de perspectiva. Kircher destino muchas paginas de esa voluminosa obra optica al estudio de los espejos planos y esfericos, y al tipo de imagenes que reflejan. Becerra Tanco apoyado en el con- cluyo que la imagen de la virgen aparecio en la tilma de Juan Diego como si hubiera sido pro- ducida por un espejo convexo, y reprodujo en una lamina este proceso copiandolo de uno si­milar que Kircher incluyo en su obra.326 La teo- ria optica de Becerra Tanco fue aceptada por al­gunos apologistas guadalupanos del siglo xvm tales como Eguiara y Eguren327 o el jesuita Fran­cisco Xavier Lazcano el cual acudio directamen- te a la obra de Kircher para exponer su teoria.328

La celebridad de Becerra Tanco le viene de su obra guadalupana y no de su obra cientifica. Sin embargo, en el se conjugaron diversos intereses intelectuales que ya prefiguran la obra multifa- cetica de Sigiienza y Gongora quien fue su amigo. En una obra que escribio unos veinte anos des­pues de su muerte en 1672, don Carlos hizo una remembranza de el en los siguientes terminos:

326 Athanasius Kircher, Ars Magna Lucis et Umbrae, Roma, Her­mann Scheus, 1646, pp. 852-853.

327 Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, Mexi­co, Fondo de Cultura Economica, 1981, p. 166.

328 Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testi­monies historicos guadalupanos, Mexico, Fondo de Cultura Eco­nomica, 1982, pp. 501-503. Esta teoria optica de Lazcano aparece en su “Parecer” a la obra Maravilla Americana de Miguel Cabrera (1756).

LA APORTACION CIENTIFICA 279

“Luis Bezerra Tanco, de buena memoria, a quien comunique con estrecha amistad por algunos anos”.329 Este autor enlaza dos momentos de la ciencia mexicana pues a su muerte en 1672 la catedra de astrologia y matematicas inaugurada por fray Diego pasaria al mas distinguido: don Carlos de Siguenza y Gongora.330

329 Carlos de Siguenza y Gongora, Piedad Heroyca de don Fer­nando Cortes en: Obras, Mexico, Sociedad de Bibliofilos Mexi- canos, 1928, p. 321.

330 Sobre la obra cientifica de Siguenza pueden consultarse: Elias Trabulse, Ciencia y religion en el siglo xvii, Mexico, El Cole- gio de Mexico, 1974; Ellas Trabulse, “La obra cientifica de Carlos de Siguenza y Gongora, 1667-1700”, en: Antonio Lafuente y Jose Sala Catala (compiladores), Ciencia colonial en America, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 221-252.

INDICE DE NOMBRES

Abenragel, vease Albo- hazen

Acosta, Cristobal de: 137 Acosta, Jose de: 57, 137 Agricola, Georgius: 57,

6 2 n ,101 Agiiero, Hidalgo de: 136-

137Aguilera, Antonio de: 49 Alarcon, fray Nicolas de:

83-84, 86, 108, 113, 134-136

Alberghini, Joanne: 11 In Alberti, Leon Bautista:

47-48, 51 Alberto, Magno: 44,119 Albohazen: 140 Albumasar: 140 Alburquerque Francisco

Fernandez de la Cue- va, duque de: 265, 267-269n

Alcala Galiano, Dionisio: 202

Alejandna, Heron de, vea­se Heron de Alejandna

Alfonso el Sabio: 32, 44,57, 143

Alfragano: 45

Alhazen: 147, 277-278 Alonso, fray Bartolome:

19n Alquindi: 278 Altamirano, Fernando:

268Alva de Aliste, conde de:

199nAlva Ixtlilxochitl, Fernan­

do de: 276 Alvarado, Lorenzo de:

135Alzate, Jose Antonio: 74,

201-202 Andrada, fray Agustin

de: 155 Angelis, Alejandro de: 143 Anglicus, Bartholomeus:

52-53, 57 Apiano, Pedro: 57-58,

62n, 101, 147, 152, 176, 194n

Apolonio: 57, 138 Aquino, santo Tomas de:

32, 47,119, 276 Arenas, Pedro de: 62n,

101Arfe de Villafane, Juan:

57

281

282 INDICE ANAIITICO

Arias de Benavides, Pe­dro: 49-50

Aristoteles (El Estagirita): 30, 32, 34, 39, 44-45, 47-48, 50, 52, 53, 62n, 64,102, 206-207

Arquimedes: 57, 62, 102,138, 206, 212, 215-216

Arroniz, Othon: 41n Aurel, Marco: 139 Austria, Leopoldo de:

122Aveny, Anthony F.: 231n Avicena: 30, 42-45, 56,

136

Bacci, Andreas: 59 Baeyerlinck: 154 Bagrow, Leo: 194n Barrera, fray Alonso:

122, 275 Barrientos, Agustin de:

256nBarrios, Juan de: 45, 50,

137 ,149,152 Basalenque, fray Diego:

31-33, 42 Becerra, Fernando: 62n,

102,106 Becerra, Jeronimo: 106 Becerra Lopez, Jose Luis:

71nBecerra Tanco, Luis: 106,

153, 275-279 Benavides, Maria de: 94

Benavides, Paula de: 95- 97,105

Benedetti, Besson: 57-58 Benitez, Fernando: 128n Beristain de Souza, Jose

Mariano: l60n Berman, Morris: 69n Berrio de Montalvo, Luis:

62n, 102,148-149 Besson, Jacques: 148,

181, 266n Bezerra, Hernando: 148 Bezerra, Jeronimo: 148 Bezon, Juan Lorenzo: 99 Blaeu, Jean: 62n, 101,

148Blaeu, W.: 62n Boecio, Severino: 52,139 Bolano e Isla, Amancio:

31nBombelli Rafael: 73 Borrelli Juan Alonso:

62n, 101 Borri, Christophori: 155-

157Boyer, Richard E.: 76 Boyer, Benito: 51, 250n,

252n, 256n, 260n Brahe, Tycho: 73, 145,

154-156,176, 206, 211 Bravo, fray Alonso: 44,

133 Briggio: 163 Briggs: l62n Buderio, Tomas: 142

INDICE ANALITICO 283

Burgi, Justo: l62n Burgoa, fray Francisco

de: 244 Burrus, EmestJ.: 35n Buxo, Jose Pascual: 132n

Cabrera, Miguel: 278n Cadereyta, marques de

Lope Diaz de Armen- dariz: 71, 77, 258, 263

Calderon, Bernardo: 95- 96,103

Calderon Benavides, An­tonio: 88, 95-96n, 103, 107-108

Calderon Benavides, Ma­ria: 97

Calvo,Juan: 62n, 102 Camacho, fray Baltasar:

243 )Campano de Novara,

Giovani: 28, 30 Capivacceus, Jeronimo:

29Caramuel y Lobkowitz,

Juan: 62n, 101,163 Cardano, Jeronimo: 176,

186Cardenas, Juan de: 25,44-

45, 62n, 102,137,149 Carduchio: 62n, 102 Carena, Cesar: 111 Carlos V: 195, 216 Carreno, Alberto Maria:

254n, 257n

Carrillo, Fernando Alon­so: 76n, 149, 152, 251n-252, 258n

Castanien, Donald G.: 86n-87n, 96n, 137n

Castro, Felipe de: 87, 113-114

Cavo, Andres: 252n-253n Cepeda, Fernando de:

76n, 149, 152, 251n- 252, 255, 258n

Ciruelo, Pedro: 57, 139, 142

Cisneros, Diego de: 44- 45, 62n, 102, 137, 144, 197

Clavio, Cristobal: 32-33,58, 62n, 102, 140, 148, 152, 176, 223, 232,234

Clemente, Claudio: 62n, 102

Colon Melgarejo, Pablo de: 56

Columela Lucio: 45 Commandino, Federico:

138Contarini, Giovanni: 194n Conti, Natal: 58 Copemico, Nicolas: 17,

47, 57-58, 62, 73, 144- 145,176,191, 206, 211

Cordoba, Martin de: vease Rodriguez, fray Diego de Cordova y Soto: 32

284 INDICE ANALITICO

Correa, Juan: 62n, 102, 106,137

Cortes, Jeronimo: 51n Cortes, Martin: 147 Cosa, Juan de la: 194n Covens, Juan: 203 Cruz, sor Juana Ines de

la: 13, 59, 101, 127,150

Cruz, Salvador: 136n

Chauliac, Guido de: 40, 44

Chavez, Jeronimo de: 39, 51n, 57, 62n, 102, 152

Danti, Ignacio: 148 Darioto, Claudio: 143 Daumas, Maurice: 218n Daza Chacon, Dionisio:

62n, 102 Dechales, Claudio: 176 Delgado Cervantes, Jero-

nima: 99 Descartes, Rene: 16-17,

47, 62, 188-189 Diaz, Francisco: 51 Diaz Covarrubias, Fran­

cisco: 205 Diaz y de Ovando, Cle­

mentina: 35n Diez Freyle, Juan: 40 Dioscorides: 40, 44, 48,

50, 62n, 102,137 Dolce, Ludovico: 59

Dominis, Marco Antonio de: 147

Doppelmayr, J. G.: 194n

Edmonson, Munro S.: 53n

Eguiara y Eguren, Juan Jose de: 12-13, 26, 27n- 28, 37, 273-274n, 278

Enriquez, Martin: 257 Erasmo de Rotterdam: 39 Escobar Salmeron y Cas­

tro, Jose: 104 Estagirita, El: vease Aris­

toteles Esteva, Adalberto A.: 36n Estrada, Sebastian de:

35nEvelino, Gaspar Juan:

104Euclides: 32, 47, 52, 57,

62n, 102, 138, 165, 167, 170, 173, 176, 180, 234n

Ezra, Abraham ben: 140

Fabri: 154Falopio, Gabriel: 45 Farfan, Agustin: 44, 50,

62n, 102, 137,149 Felipe II: 195, 231 Felipe IV: 269n Fernandez, Martha: 73n,

264nFernandez Belo, Benito:

INDICE ANALITICO 285

104Fernandez de Enciso,

Martin: 147 Fernandez de Navarrete,

Martin: 195n Fernandez de Oviedo,

Gonzalo: 45 ,195 Fernandez del Castillo,

Francisco; 12n, 18n, 39n, 51n, 71n, 106

Fernandez Valenzuela, Benjamin: 273n

Ferrari Gaudenzio: 186 Ferrarius, Juan: 249 Ficino, Marsilio: 58, 149 Filon Hebreo: 58 Fineb: 57Fineo, Oroncio (Oronce

Fine): 139, 148, 152, 232, 234-235, 241

Fioravanti: 59 ,149 Flores fray Luis: 76n-77,

258-261 Flores de Valdes, Fran­

cisco: 38 Fracastoro: 44, 57, 136 Fragoso, Juan: 44, 62n,

102Frisius, Gemma: 193 Fuchs, Juan de: 57 Fuente, Juan de la: 38-39

Galeno: 23, 30, 42-45,56, 62n, 64, 102,136

Galilei, Galileo: 16, 47,

62, 73, 145, 150, 155, 157, 176, 193n, 206- 207, 215n, 219-220

Gallucio, Juan Pablo: 147 Gamarra: 74 Garcia, Alejo: 113 Garcia, Pablo: 48 Garcia de Cespedes,

Andres: 147-148, 199 Garcia de Cuadros: 19n Garcia de Palacio, Die­

go: 41, 62n, 102, 149, 152

Gari y Siumell, Jose An­tonio: l60n

Garin, Eugenio: 59n Gassendi Pierre: 17, 62 Gaurico: 33Gemelli Carrerri, Juan

Francisco: 104 Geminiano, Johannes de:

52-54n, 57 Gemma, Cornelius: 176 Gesner: 57, 136 Gilbert, William: 73, 147,

176, 209-210 Girard: 188 Gomez, Juan: 71 Gomez de Trasmonte,

Juan: 77, 258, 262 Gomez Pereira: 29 Gonzalez,Andres: 122 Gonzalez, Bartolome: 38 Gonzalez de Cossio, Fran­

cisco: 77n, 250n

286 INDICE ANALITICO

Gonzalez Obregon, Luis: 77n, 85n, 87n, 252n- 254n, 256n-257n, 260n

Grijalva, fray Juan de: 29-30n

Guericke Otto von: 16, 62

Guevara y Mota, fray Ja­cinto: 116-117

Guijo, Gregorio M.: 265n-268n

Gunter, Edmund: l62n, 183

Guzman y Cordova, Sebastian de: 272-273

Hebreo, Leon: 58 Helmont, Juan Bautista

van: 23, 25 Hemminga, Sixto de: 143 Hernandez, Francisco:

45, 50Heron de Alejandna: 138 Herrera, Alonso de: 51 Herrera, Gines de: 255n Herrera, Jose Eduardo

de: 151 Herrera, fray Juan de:

115n-ll6 Hidalgo, Bartolome: 62n,

102Hipocrates: 42-45, 62n,

102 Horapolo: 58 Huarte de San Juan,

Juan: 137 Humboldt, Alejandro de:

77n-78, 202-205 Huygens Christian: 193n

Ibarra, Martin: 56 Inglaterra, Bartolome de:

52Irala, Pedro de: 19n Israel, Jonathan: 82n Izquierdo, Jose Joaquin:

43n

Jamblico: 58,149 Jauregui y Olea, Jose:

95nJimenez Rueda, Julio:

86n, 134n Juan, Arzobispo de Can-

torbery: 277 Juan Diego: 277-278 Juarez, Luis: 36 Juntino, Francisco: 122,

124-125, 142, 152

Kearney, Hugh, 59n, 69n Kepler, Juan: 17, 47, 73,

145-146-, 149, 154- 157, l62n, 173, 176, 198, 206, 210

Kino, Eusebio Francisco: 103, 106-107, 129

Kircher, Atanasio: 62, 149,154 ,176 , 277-278

Kobayashi, Jose Maria:

INDICE ANALITICO 287

28n

Lafaye, Jacques: 67n Lafuente, Antonio: 279 Laguna, Andres: 40, 56 Lampart, Guillen de: 85 Lansberg: 100,102, 198 Lansbergio, Felipe: 62n,

145, 176 ’Lasso Vaca, Christobal:

232nLazcano, Francisco Xa­

vier: 278 Ledesma, fray Bartolome

de: 243 Lemnius, Levinius: 29, 39 Lensaei, Joannis: 142 Leon-Portilla, Miguel: 53n Leon y Gama, Antonio

de: 202 Leonard, Irving A.: I4n-

15n, 24n, 48n, 56n, 150n

Leoni, Nicolas: 39 Linneo, Carlos de: 50 Lobera de Avila, Luis: 40,

44Longomontano, Severino:

144,154,176,198 Lopez, Baltazar: 135 Lopez, Fernando: 24 Lopez, Austin, Alfredo:

53nLopez de Bonilla,Gabriel:

87-88, 104, 113-114,

118-126,142,149,153, 197, 201-202, 271-272

Lopez de Hinojosos, Alon­so: 39, 44, 62n, 102, 137

Lopez de Sigiienza, Ga­briel: 271

Lopez de Villalobos, Fran­cisco, 49

Lopez Miguel, Pedro: 258 Lopez Pinero, Jose Ma­

ria: 55n,l63n Losa, Alonso: 48 Losee, John: 59 Lozano, Juan de: 264 Lulio, Raymundo: 58,

149Luyando, Juan de: 39

Maestlin, Michael: 176 Magini, Juan Antonio: 83,

102,145-147,152, 154, 176, 198, 235, 272

Magino: 62nMancera, marques de An­

tonio Sebastian de To­ledo: 89, 275

Marroqui, Jose Maria: 267n-268n

Martinez, Enrico: 44, 51, 62n, 102-103,113,137, 144, 196-197n, 251,256-257.

Martinez, Jose Luis: 27n, 6ln

288 In d ic e ANAiiTico

Martinez, Juan Bautista;134

Martinez Siliceo, Juan: 57,139

Massa, Nicolo: 45, 57 Maternus, Firmicus: 140 Mathes, Miguel: 29n Mathiolo, Andrea: 45 Mattioli: 57 Maximo de Tiro: 58 Maza, Francisco de la:

278nMedina, Jose Toribio:

24 n ,l6 ln Medina, Pedro de: 62n,

101-102, 147 Medina Reynoso, fray

Diego de: 66n Mendoza, Antonio de: 47-

48,195 Mercado, Luis: 40 Mercator, Gerard: 194 Mercurialis, Jeronimo: 45 Merlo, Juan de: 255n Mersenne, Marin: 149 Metio, Adriano: 144, 235 Mexia, Diego de: 48 Mirandola, Pico della: 29,

58,142 ,149 Mocino, Jose Maria: 74 Moguire,J. E.: 60n Molina, Diego de: 123-

125Monardes, Nicolas: 39,

44-45, 49-50, 62n, 101,

137Montana, Bernardino: 49 Monte Regio, Juan de,

vease Regiomontano Montebrunus, Francisco:

145Montemayor y Cordoba,

Juan Francisco de: 258n Montesclaro, marques de

Juan de Mendoza y Luna: 257

Montucla, Jean Etienne: 226-227n, 234n

Moxo, Benito Maria de: 230n-231

Moya de Contreras, Pe­dro: 18, 24

Mozino: vease Mocino, Jose Maria

Mujica, Jose de: 112 Muller, Johan, vease Re­

giomontano Munoz, fray Ignacio: 265

Nabod, Valentin: 143 Navarro de Anda, Rami­

ro: 273n, 278n Navarro Maldonado, Die­

go: 51Nemorarius, Jurdano: 215 Neper, Juan: 16, 62, 73,

I62n-163, 182-183, 190, 235

Newton, Isaac: 16 Nunez, Alfonso: 39

INDICE ANALITICO 289

Nunez Cardano, Pedro: 40, 57-58, 62n, 73, 100-101, 147

Nunez de Miranda, Anto­nio: 13, 100-101, 126-131,152

O’Gorman, Edmundo: I4n, 40n, 6ln, 9$n, 98n-99n, 105n, 109n

Ojeda, Hernando de: 231- 232

Oliva Sabuco: 44 Olvera, Maria del Car­

men: 151n Onderiz, Pedro Ambro­

sio de: 138 Origano, David: 144,

152, 198 Orozco y Berra, Manuel:

51n, 196n, 202n, 204- 205

Ortega, Juan: 139 Ortega y Medina, Juan

A.: 77n Orteluis, Abraham: 147,

194Ortiz de los Heros, Juan:

98, 116-120, 123-125, 132-133, 145,151

Osorio Escobar y Llamas, Diego de: 121

Osorio Romero, Ignacio: 12n, 29n, 35n, 38n, 40n

Osorio y Peralta, Diego de: 43, 104

Ovando, Juan de: 196 Oviedo, Juan Antonio

de: 50, 128n, 137 Oviedo de Benesa,

Andres: 77, 256

Padilla, Luis: 56 Palafox, Juan de: 71, 116 Pappus: 138 Paracelso: 58, 149 Paramo, Ludovico de :

111Pare, Ambrosio: 45, 57 Pareja, fray Francisco de:

36-37n, 70n-71n, ll6n, 1 6 1 ,163n, 175, 219

Parma, Bias de: 215n Pastor, Julio Rey: 139n Paz, Octavio: 64n, 150n Paz, Pedro de: 62n, 102,

149Perez de Aparicio, Juan:

39Perez de Bustos, Diego:

62, 102 Perez de Moya, Juan: 32,

41 52, 57, 62n, 102, 139

Perez de Soto, Melchor: 86-89, 96, 108, 115, 136-146, 148-153, 176, 209n, 265

Perez de Vargas: 57

2 9 0 INDICE ANALITICO

Perez Salazar, Francisco: 96n, 98n-99n, 152n, 274n

Peurbach, Georgius: 57, 144

Piedra, Nicolas de: 263 Pitagoras: 172, 247 Platon: 170Plaza yjaen, Cristobal de

la: 71n, 177, 255n, 269, 275n

Plinio: 28, 44, 50, 53, 137 Plotino: 58Ponsiau, Tomas de: 246 Porras, Damian de: 255n Porres Osorio, Diego de:

139Porta, Juan Bautista: 58,

62n, 100,102,149 Porter y Casanate, Pedro:

88, 147 Proclo: 149, 170 Ptolomeo: 29-30, 44, 47,

64, 140, 176

Quintana, Jose Miguel: 51n, 105n, 114n, 117n, 126n,274n

Quiroga, Vasco de: 12

Races: 44Ramos, Gerardo: 80n Ramus, Petrus: 39 Ranzobio, Henrico: 122,

124-125, 142

Reaton, Atanasio: 62n, 102, 149

Recco, Nardo Antonio:45

Regiomontano: 57,143 Reinhold, Erasmo: 57-58,

144, 176 Rhaeticus: 183 Ribeiro, Diego: 194n Ricardo, Claudio: 162,

165Rivera, Francisco de: 94 Rivera, Hipolito de: 98,

106Rivera, Juan de: 97-98,

100-101, 106 Rivero Vasconcelos Gas-

par: 85 Robertson, Donald: 53n Robles, Nicolas de: 87-88 Rocha, Antich: 62n, 102,

139Rocha, Tomas: 122 Rodriguez, fray Diego: 70,

72-73, 75, 77, 79-80, 82-89, 91-92, 103-104, 107-108, 110, 113-114, 116, 128-129, 134-136,139, 141, 144, 146-147,149, 153-154, 159, 161, 163, 165-171, 173-180, 183-186, 188-189, 191, 193, 197-211, 213-226, 233-234, 236-237, 239- 242, 244-246, 249, 255,

INDICE ANALITICO 291

257-258, 262-265, 268- 275, 279

Rodriguez, Francisco: 95n Rodriguez Lupercio, Fran­

cisco: 98-99,106 Rohr, Rene R. J.: 226n Romero, Fernando: 95n Rotterdam, Erasmo de,

vease Erasmo de Ro­tterdam

Ruiz, Juan: 102, 106, 129,151

Ruiz Rodrigo: 124 Ruiz Lozano, Francisco:

80, 162, 198-200, 219, 240

Sacrobosco, Juan de: 32, 62n, 102, 143, 234n

Saenz de Manozca, Juan: 108, 113-114, 116, 118, 132-134

Sahagun, fray Bernardi­no de: 52-53

Sala Catala, Jose: 279n Salbago, Francisco: 76n Salgado, Marcos Jose.- 43,

152Salguero, fray Pedro: 32n Salinas, marques de, Luis

de Velasco 2°: 252-253 Samos, Aristarco de: 143 San Francisco, marques

de, Manuel Romero de Terreros.- 86n

San Miguel, Andres de: 77, 256, 258, 262

Sandoval, Bernardo de: 20n

Sandoval y Zapata, Luis de: 132-134

Santa Catalina, fray Ber­nardo de: 19n

Santa Cruz, Alonso de: 195 Santiesteban, Agustin de:

98-99Santos, Diego de los: 263 Sanz, Carlos: 196n Sarinana, Isidro: 268n Saucedo, Juan de: 129-

130Saverien, M.: 228n Schilling, Hildburg: 134n Schoner, Andreas: 148,

235Schott, Gaspar: 62 Seneca: 29 Serlio: 51Serrano, Juan: 77, 261,

263-264 Sigiienza y Gongora, Car­

los de: 59, 69, 86-8789, 94, 96n, 103-104 107,110,120-121,128- 129, 131, 141, 146-147150, 153-154, 159, 191 200-201, 203, 205, 208 269-274, 276, 278-279

Sigiienza y Gongora Ines 271

2 9 2 In d ic e ANALinco

Siguenza y Gongora, fray Jose de: 271

Siria, Pedro de: 147 Sixto V: 118Smith, David Eugene:

40n, 140n, 183n Somolinos D’Ardois, Ger­

man: 26n, 45n Sosa, Francisco Alonso

de: 38 Speidel: l62n Stevin, Simon: 16, 62, 73,

147, 215n Stoffler, Johannes: 57,

144, 148, 152, 235

Tacquet: 62n, 102 Tarento: 215Tartaglia, Niccolo: 41,

62, 73, 139, 147, 176, 186-188

Teofrasto: 50, 53 Thorndike, Lynn: l46n,

157nTiro, Maximo de, vease

Maximo de Tiro Torquemada, Juan de:

110Torre Revello, Jose: l6n Torre Villar, Emesto de

la: 273n, 278n Torres, fray Juan de: 133 Toumefort, Joseph de: 50 Toussaint, Manuel: 265n-

266n

Tovar de Teresa, Guiller­mo: 47n

Tritemio: 59 Turriano, Juanelo: 231 Turro, Salvio: 70n, 158n

Ubaldi, Guido: 147 Urive, padre: 100

Valades, fray Diego: 59 Valeriano, Piero: 59 Valle, Rafael Heliodoro:

35nValles, Francisco: 29 Valles, Luis: 40, 44-45,

57,136 Valturrius, Roberto: 57 Valverde de Huamusco,

Juan: 45 Vanegas, Alejo de: 29,

52Vega, Cristobal de la: 45 Velasco el Viejo, Luis de:

257Velazquez de Leon, Joa­

quin: 201, 203-205 Veracruz, fray Alonso de

la: 29-33 Vesalio: 45 Vigo, Juan de: 44, 51 Villanova, Amaldo de: 29 Vinci, Leonardo da: 215n Vitrubio: 52,171,229n, 232 Vivero, Francisco del: 77,

256

2 9 2 INDICE ANALfnCO

Sigiienza y Gongora, fray Jose de: 271

Siria, Pedro de: 147 SixtoV: 118Smith, David Eugene:

40n, I40n, 183n Somolinos D’Ardois, Ger­

man: 26n, 45n Sosa, Francisco Alonso

de: 38 Speidel: l62n Stevin, Simon: 16, 62, 73,

147, 215n Stoffler, Johannes: 57,

144,148,152, 235

Tacquet: 62n, 102 Tarento: 215Tartaglia, Niccolo: 41,

62, 73, 139, 147, 176, 186-188

Teofrasto: 50, 53 Thorndike, Lynn: I46n,

157nTiro, Maximo de, vease

Maximo de Tiro Torquemada, Juan de:

110Torre Revello, Jose: l6n Torre Villar, Ernesto de

la: 273n, 278n Torres, fray Juan de: 133 Toumefort, Joseph de: 50 Toussaint, Manuel: 265n-

266n

Tovar de Teresa, Guiller­mo: 47n

Tritemio: 59 Turriano, Juanelo: 231 Turro, Salvio: 70n, 158n

Ubaldi, Guido: 147 Urive, padre: 100

Valades, fray Diego: 59 Valeriano, Piero: 59 Valle, Rafael Heliodoro:

35nValles, Francisco: 29 Valles, Luis: 40, 44-45,

57, 136 Valturrius, Roberto: 57 Valverde de Huamusco,

Juan: 45 Vanegas, Alejo de: 29,

52Vega, Cristobal de la: 45 Velasco el Viejo, Luis de:

257Velazquez de Leon, Joa­

quin: 201, 203-205 Veracruz, fray Alonso de

la: 29-33 Vesalio: 45 Vigo, Juan de: 44, 51 Villanova, Amaldo de: 29 Vinci, Leonardo da: 215n Vitrubio: 52,171,229n, 232 Vivero, Francisco del: 77,

256

INDICE ANALITICO 293

Waldsemiiller, Martin: 194n Wecker, Juan Jacobo: 29 Westman, Robert S.: 60n

Ximenez, fray Francisco: 45, 50, 62n, 102, 137

Yates, Frances A.: 59n, 150n

Yepes, Ernesto: 80n

Zamorano, Rodrigo: 51n, 62n, 102,147

Z a m b r a n o , F r a n c i s ­co: 118n, 123n, 127n, 133n

Zaragoza, Jose de: 62, 163

Zavala, Iris M.: 63n Zumarraga, fray Juan de:

12

INDICE GENERAL

Prefacio 9

I. Los orfgenes de la tradicion cientifica 11

II. La apertura cientifica 64

III. La difusion de la ciencia moderna 91

IV. La aportacion cientifica 158

Indice de nombres 281

El presente libro se termino de imprimir y encuademar en el mes de marzo de 1994 en Impresora y Encuademadora Progre­so, S. A . de C. V. (IEPSA), Calzada de San Lorenzo 244; 09830 Mexico, D. F. La tipo- grafia y formation se hizo en el Taller de Composition del Fondo de Cultura Eco­nomica al cuidado de Yolanda Morales Galvan. El tiraje fue de 3000 ejemplares empastados. La edition estuvo al cuidado

de M a r c o A n t o n io P u l id o .