Elementos de la pastoral integral

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ELEMENTOS DE LA PASTORAL INTEGRAL

Los agentes de la pastoral, es decir los evangelizadores, son elemento indispensable para la acción pastoral, pues sin ellos es imposible. Se llaman agentes de pastoral todos los cristianos que colaboran con cierta constancia en las tareas pastorales que organiza la Iglesia: obispos, presbíteros, religiosos(as), laicos. Aunque Cristo es el único que salva, sin embargo quiso hacerlo mediante personas que El mismo escoge y envía. Así escogió a sus doce apóstoles y los envió a evangelizar (Mt. 10, 1-10). Así escogió y envió a 72 discípulos (Lc. 10, 1-9).

¿Cómo encomendó Jesús su misión a los 12 apóstoles? Se la encomendó en grupo:

- Los llamó para que convivieran con El en grupo y luego así los envió a predicar (Mc. 3,14). - En grupo Jesús envió a los 12 apóstoles para que anunciarán el Reino de Dios (Lc. 9 1-6). - Cristo prometió el Espíritu Santo a los 12 apóstoles en grupo (Jn. 14, 15-17). - Cristo resucitado encomendó al grupo de los apóstoles la tarea de evangelizar el mundo (Mt. 28, 16-20). - Después de la ascensión a los cielos los apóstoles reciben el Espíritu Santo en grupo (Hech. 2, 1-4; 4, 31).

El que Jesús haya escogido, formado y enviado en grupo a sus apóstoles es ejemplo de cómo ahora deben actuar los agentes de pastoral: no aislados, no cada quien por su cuenta, sino unidos en grupo. Esta es la razón bíblica y teológica por la cual la pastoral integral requiere que los agentes de la acción pastoral actúen en grupo.

Un equipo de pastoral (sacerdotes, laicos y religiosas(os) si los hay) se integra: fomentando relaciones fraternas entre sí. Compartiendo la vida de fe mediante oración, palabra de Dios y Eucaristía en común. Participando en la planeación y realización de las actividades pastorales. Dentro de la organización pastoral de las parroquias es muy importante la integración del Equipo Coordinador Básico o del Consejo Parroquial y de los demás grupos de los diferentes servicios: Catequesis, Liturgia, Pastoral Social, Jóvenes, Familia, etc.

CONTENIDO DE LA ACCIÓN PASTORAL:

Uno es el Evangelizador y Salvador: Jesucristo. Una es la acción evangelizadora y salvadora: La de Jesucristo. Uno es el objetivo de la acción evangelizadora y salvadora: El Reino de Dios anunciado e inaugurado por Jesucristo. Esta misión y acción únicas de Jesucristo, Él ha querido encomendarlas a sus apóstoles y a la Iglesia, antes como ahora, tiene que realizar esa misión y esa acción de Jesús, que nosotros llamamos “acción pastoral” de aquí surge la pregunta: ¿Cuál es el contenido, es decir los medios o las dimensiones, de la acción pastoral? Son aquellas acciones que para salvarnos Dios ha revelado ya en el Antiguo Testamento y que Jesucristo ha llevado a la plenitud en el Nuevo. Son: la acción profética, la acción litúrgica, la acción social de justicia y caridad, la acción de comunión. Estas cuatro acciones son expresión, son mediaciones o dimensiones, de la única acción evangelizadora de Jesucristo.

1) ACCIÓN PROFÉTICA:

En la acción pastoral integral, la acción profética es el contenido central, en cuanto ella es la mediación o dimensión generadora y frontal de las otras tres dimensiones: la litúrgica, la social, la de comunión.

En el Antiguo Testamento Dios inicia, manifiesta y ofrece la salvación a su pueblo mediante la acción profética. Profeta (Nabí) es el que habla en nombre de Dios. El Señor fue escogiendo algunos hombres para que desempeñaran esa misión. La misión del profeta es: Anunciar la palabra de Dios. Denunciar hechos y situaciones de pecado individual y social. Invitar a la conversión. Dar testimonio personal comprometiéndose y viviendo esa conversión. Familiarizarse con Dios, por la oración y con el pueblo acompañándolo y sirviendo especialmente a los más pobres y oprimidos. Es simultáneamente hombre de Dios y hombre del pueblo. (Is. 6, 8-13; 10, 1-4; 11, 1-9; Jer. 1, 4-9; 2, 1-8; 26, 1-14; Ez. 3, 4-11; 22, 1-12; 36, 22-30).

En el Nuevo Testamento Jesús se manifiesta ante todo con la misión de profeta. La gente lo reconoce como profeta: “Un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo” (Lc. 7, 16). El mismo se identifica como el profeta, el Mesías anunciado (Lc. 4, 16-21). Actúa como profeta: Anuncia el Reino de Dios y llama a la conversión (Mc. 1, 14-15). Denuncia la corrupción y los pecados personales y sociales que contradicen el Reino de Dios (Mt. 23, 14-32). Se acerca y acompaña al pueblo perdonando a los pecadores, devolviendo salud y vida principalmente a los más pobres y abandonados (Mc. 1, 29-39; Mt. 4, 23-25). Da testimonio de fidelidad a la voluntad de su Padre-Dios durante toda su vida hasta morir en la cruz diciendo: “Todo está cumplido” (Jn. 19,30) y gritando fuertemente: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23,46).

La primera tarea que Jesús encomienda a sus apóstoles es la profética (Mt. 10, 5-18). Esa es la tarea que empiezan a realizar a partir del día de Pentecostés llenos del Espíritu Santo (Hech. 2, 14-40).

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A la acción profética que Jesús desempeñó y que encomendó a los apóstoles y en ellos a la Iglesia y que nosotros los agentes de pastoral debemos realizar, llamamos pastoral profética.

¿Cuándo hacemos pastoral profética?

- Cuando anunciamos la Palabra de Dios en la predicación, en la catequesis, en las reflexiones bíblicas de grupos y de pequeñas comunidades eclesiales funcionales o de base, en determinados escritos, en los medios de comunicación social: prensa, radio y televisión.

- Cuando iluminados por la Palabra de Dios denunciamos hechos y situaciones sociales que son pecado, invitando a la conversión.

- Cuando con nuestro testimonio de vida estimulamos a otros a que vivan y actúen lo que pide el Evangelio de Jesús en la familia, en el trabajo, en la política, en la cultura, en la sociedad, etc.

El Concilio Vaticano II fundamenta la pastoral profética en su Constitución dogmática “Dei Verbum” (“Palabra de Dios”). El Documento de Puebla la recalca en los números 15, 338, 1213, 1268, 1283. El Documento de Santo Domingo enfatiza la pastoral profética sobre todo cuando habla de la Nueva Evangelización la cual exige promoción humana y la presencia de los valores evangélicos en la cultura; por ejemplo los números 12, 23, 33, 279, 4, 24, 178, 13, 45.

2) ACCIÓN LITÚRGICA

En el Antiguo Testamento, en la medida en que el pueblo de Israel responde y es fiel a la acción profética de la palabra de Dios, va experimentando la presencia salvadora del Señor, mediante varios hechos concretos como la liberación de Egipto (primera pascua), la alianza del Sinaí en la cual se constituye pueblo de Dios, la liberación continua de enemigos, el retorno al camino del bien mediante el arrepentimiento. A fin de que todos estos hechos de salvación no se reduzcan a mera historia pasada, sino que continúen siendo presencia salvadora de Dios para las nuevas generaciones, Dios mismo revela y pide que se le siga haciendo presente mediante celebraciones de actos de culto comunitarios, a saber: - Actos de oración en los cuales se viva el encuentro amoroso con Dios. - Actos de iniciación (circuncisión) en los cuales se viva el encuentro amoroso con Dios. - Actos de Sacrificios y ofrendas en los cuales se vive el agradecimiento a Dios. - Actos de purificación en los cuales se viva la reconciliación con Dios, etc. (Lev. 1 al 16; Núm. 7 al 9).

En el Antiguo Testamento los actos de culto son celebraciones de hechos salvadores de Dios, guiados por los sacerdotes cuya responsabilidad se encomienda a la tribu de Levi (Núm. 3). Los actos comunitarios del culto a Dios son acción litúrgica.

En el Nuevo Testamento Jesucristo hace de toda su vida una acción permanente de culto, de amor, de obediencia, de agradecimiento hacia su Padre-Dios, culminando en la entrega total de sí mediante su muerte y resurrección por la salvación de todos los hombres. Jesucristo es al mismo tiempo sacerdote y la ofrenda inmolada que se ofrece para la reconciliación de los hombres con Dios y entre sí. Este acto supremo de culto a Dios que es su Muerte y Resurrección, Jesús lo celebra en la última cena con sus apóstoles en la cual dando gracias al Padre-Dios ofrece su cuerpo y su sangre, es decir, toda su persona, por la salvación de todos los hombres. Pide a sus apóstoles que sigan celebrando y viviendo este hecho salvador y los capacita para hacerlo; “Hagan lo mismo en memoria mía” (1 Cor. 11, 23-26). A esta celebración de Muerte y Resurrección de Jesús llamamos hoy Eucaristía o Misa. Las celebraciones de la misa y de los demás sacramentos son Acción Litúrgica. Por la acción litúrgica el hombre, bien dispuesto, recibe el perdón y la santificación de Dios.

A la acción litúrgica que Jesús celebró y que encomendó a la Iglesia en la persona de los apóstoles llamamos Pastoral Litúrgica. Hacemos pastoral litúrgica cuando promovemos las celebraciones de la misa, del bautismo, del matrimonio y de los demás sacramentos. Ahora bien, la Pastoral Litúrgica, por una parte debe ser precedida por la pastoral profética que mueve a las personas a aceptar la Palabra de Dios a convertirse. Así lo hizo Jesús con sus apóstoles: primero les dio su anuncio profético y después celebró con ellos el misterio de su muerte y resurrección en la última cena. Por otra parte la pastoral litúrgica de las celebraciones debe orientarse a dar un nuevo sentido a la vida ordinaria social, de la familia, del trabajo, etc. Por esta razón el Concilio Vaticano II dice que “La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde dimana toda su fuerza” (SC, 10).

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3) ACCIÓN SOCIAL

En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel, al mismo tiempo que se convierte ante la Palabra de Dios y celebra los hechos de salvación debe también comportarse y organizar toda su vida social, económica, política y cultural, conforme a los mandamientos de Dios: conforme a la ley (torah) que Dios mismo les revela mediante sus delegados: Abraham, Moisés, los Jefes (Jueces), los Reyes, los Profetas. Dios, de una manera particular les revela que en su organización social deben practicar la justicia y el derecho y auxiliar a los más necesitados como las viudas y los huérfanos. Pide a Abraham que instruya a sus descendientes que formarán el Pueblo de Dios para que se mantengan “en el camino del Señor practicando la justicia y el derecho” (Gén. 18, 19). Ante la corrupción social y religiosa del pueblo el Señor dice: “Busquen el derecho, enderecen al oprimido, defiendan al huérfano, protejan a la viuda” (Is. 1, 17).

En el Nuevo Testamento, Jesús anuncia el Reino de Dios (acción profética) y con su frecuencia se aparta a solas para orar íntimamente a su Padre-Dios (acción litúrgica). Pero al mismo tiempo se acerca a los más pobres y necesitados para aliviarlos en sus dolencias y enfermedades, para liberarlos de la esclavitud del demonio, para promover y dignificar a las personas (Mc. 1, 29-35). Enseña que el Reino de Dios es para aquellos que por amor realizan la acción social de compartir sus bienes y atenciones con los más necesitados carentes de alimento, de vestido, de salud, de libertad (Mt. 25, 34-36). Enseña que la justicia está sobre la misma ley (Mt. 23, 23). A sus discípulos les dice que si “su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entrarán al Reino de Dios” (Mt. 5,20).

Las primeras comunidades cristianas al compartir la Palabra de Dios, la Eucaristía y la oración, también sus bienes materiales (Hech. 2, 42-44; 4, 32-37; 5, 12-16). Para asegurar el servicio a los más necesitados los apóstoles establecen el orden de los diáconos (servidores) a quienes encomiendan esa tarea imponiéndoles las manos (Hech. 6, 1-6).

A la acción social de promover la justicia y el derecho, de asistir a los más necesitados, como lo ha revelado Dios y Jesús lo ha recomendado, llamamos Pastoral Social. Hacemos Pastoral Social cuando evangelizamos a la gente para que se organice y comparta sus bienes con los más necesitados; para que sea más justa y tome más conciencia de sus derechos y deberes sociales; para que asuma con más responsabilidad sus compromisos cívico-políticos; etc. La Pastoral Social supone la Pastoral Profética y debe estar unida a la Pastoral Litúrgica.

El Concilio Vaticano II fundamenta la Pastoral Social en su Constitución pastoral “Gaudium et Spes” (“Gozos y Esperanzas”). El Documento de Puebla pide a las diócesis que organicen su Pastoral Social, la cual, iluminada por la Doctrina Social de la Iglesia, se proyecte a la promoción humana como parte integrante de la evangelización, Nos. 478, 475, 476, 1254. El Documento de Santo Domingo hace alusión a la Pastoral Social en toda su segunda parte, sobre todo en el capítulo II referente a la promoción humana, núms. 164-209. Merecen especial atención los núms. 164-168; 194-203.

4) ACCIÓN DE COMUNIÓN

La palabra “comunión” en sentido eclesial y pastoral significa la unidad íntima que los miembros de la Iglesia deben tener con Dios y entre sí por la práctica del amor. Práctica de amor filial hacia el Padre-Dios y práctica de amor fraterno hacia el prójimo. Se trata de una comunión de fe y esperanza mediante la práctica de la caridad y la obediencia.

En el Antiguo Testamento, Dios creó a los hombres, varón y mujer, en plena armonía, es decir, en plena “comunión” con Dios y entre sí (Gén. 1, 26-30). Los hombres al romper por el pecado esa armonía, esa comunión, con Dios y entre sí (Gén. Caps. 3,4,6), heredan a la humanidad una situación de rebeldía, de rechazo al amor de Dios y de divisiones mutuas, aún en guerras fraticidas. Sin embargo, Dios no los abandona. En las sucesivas generaciones Dios les va revelando su amor y su misericordia llamándolos de nuevo a la comunión mediante la voz y la guía de hombres que El mismo escoge: Abraham (Gén. 12, 2-3), Moisés (Ex. 3,9-12), David (2Sam. 5, 1-3), los Profetas (Is. 11,1-9; Jer. 23, 3-6; Ez. 34, 11-16). Más aún, les promete y les prefigura un Salvador, un Mesías, capaz de ayudar a los hombres a reconciliarse con el Padre-Dios y consigo mismo volviendo a la plena comunión entre si (Is, 7, 13-15; 9, 5-7; 61, 1-3).

En el Nuevo Testamento Jesús se manifiesta y actúa como Maestro, Pastor y Guía de la comunión fraterna y de fe de los hombres entre sí, con El y con el Padre-Dios.

Para promover la comunión en sus discípulos y apóstoles y por lo tanto en la Iglesia, Jesús establece entre ellos un orden jerárquico, dando autoridad a Pedro para que mantenga la unidad y la firmeza de la fe en la comunidad eclesial (Mt. 16, 18-19). Establece un sistema de relaciones fraternas donde importante es el que sirve más a sus hermanos y no el que tiene más poder (Lc. 22, 24-26). Por eso ruega al Padre para que permanezcan unidos: “Que todos sean uno” (Jn. 19, 21). Dentro de la Iglesia Católica hemos de mantener unidad de comunión entre nosotros mismos, con el Papa, con los Obispos, con los Presbíteros.

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Jesús, para afianzar la comunión de sus discípulos con El mismo, les pide que permanezcan unidos a El como los sarmientos a la vid (Jn. 15, 4-8). Les pide que sigan su estilo de vida: “quien quiera seguirme, tome su cruz” (Mc. 8, 34). Les pide que lo sigan en su misión: “Así como el Padre me envió, así los envío a ustedes” (Jn. 20, 21). Esto nos pide que cultivemos la espiritualidad del seguimiento de Jesús mediante formas más concretas, con la práctica de la obediencia evangélica hacia quienes nos presiden.

Jesús, para realizar la comunión de los hombres con su Padre-Dios, nos guía como “Buen Pastor que da la vida por sus ovejas” (Jn. 11, 10) y nos conduce con seguridad ya que Él ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mi” (Jn. 14, 16). La comunión con el Padre-Dios la realizamos solamente por Jesucristo cuando lo tomamos como el centro de nuestra vida. Solamente en torno a “Jesucristo, el mismo de ayer, hoy y siempre” (Hebr. 13, 8) puede la Iglesia mantenerse unida como un “solo rebaño bajo un solo pastor” (Jn. 10, 16). La comunión con Jesucristo nos lleva a la comunión con el Padre-Dios y a la comunión con los demás.

A la acción de comunión, es decir, de promover la unidad en las comunidades eclesiales, llamamos “pastoral de comunión”. Por el sacramento del orden y la misión recibida la desempeñan el Papa, los Obispos, los Presbíteros y los Diáconos. A su medida deben ejercer esta pastoral de comunión los responsables legítimos de comunidades de vida consagrada; los laicos, quienes a nivel diocesano o parroquial han recibido la misión de coordinar alguna actividad pastoral o de promover alguna pequeña comunidad eclesial. Los demás miembros de la Iglesia viven la comunión eclesial en la medida que practican la unidad fraterna y de fe entre sí y asumen con docilidad las orientaciones, los criterios y las normas legítimas y correctas de sus pastores y de sus correspondientes responsables en la Iglesia.

La Constitución dogmática “Lumen Gentium” (“Luz de los Pueblos”) del Concilio Vaticano II es el fundamento para la pastoral de comunión. El Documento de Puebla tiene como hilo conductor de sus aportaciones la “comunión” núms. 211-218; más aún, la considera como la manifestación auténtica de la comunidad eclesial núms. 378, 470, 655, 667, 923. El Documento de Santo Domingo afirma que la comunión es fruto de la comunicación, núm. 279 y signo de comunidades eclesiales vivas, núm. 54.

CONCLUSIÓN

La Pastoral Integral exige que sus cuatro dimensiones o mediaciones se armonicen en una acción conjunta:

- Exige que la Pastoral Profética se proyecte a la Pastoral Litúrgica, Social y de Comunión. De lo contrario se reduciría a un mero adoctrinamiento desencarnado, ideológico, carente de compromisos concretos.

- Exige que la Pastoral Litúrgica parta de la Pastoral Profética, se comprometa con la Pastoral Social y se proyecte a la de Comunión. De lo contrario se reduciría a una mera celebración de ritos vacíos de vida comprometida.

- Exige que la Pastoral Social parta de la Pastoral Profética, celebre litúrgicamente los hechos salvíficos de la vida social y se proyecte a la comunión. De lo contrario se reduciría a un mero activismo social sin contenido evangelizador.

- Exige que la Pastoral de Comunión promueva y unifique la Pastoral Profética, la Litúrgica y la Social en torno a la vivencia del Reino de Dios, proyectándolas a la formación de comunidades eclesiales en sus diversos niveles: diocesanos, parroquiales, de pequeñas comunidades eclesiales, funcionales o de base.

Tomado de: Arquidiócesis de Manizaleshttp://www.arquidiocesisdemanizales.com/page/index.php/elementos-de-la-pastoral-integral

LA ACTUALIDAD DE LA EVANGELIZACIÓNLa nueva evangelización no consiste en un nuevo evangelio, que surgiría de nosotros mismos y de nuestro análisis de las necesidades del hombre. Tampoco consiste en recortar del evangelio lo que parece difícilmente asimilable para la mentalidad de hoy. La novedad no afecta al contenido del mensaje del evangelio que es inmutable, pues Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Esta novedad afecta al estilo, al esfuerzo y a la programación o sea al ardor, a los métodos y a la expresión.

Si una tarea especifica tiene la nueva evangelización es la de suscitar la adhesión personal a Cristo y a la Iglesia de tantos bautizados en su seno que viven sin energía el cristianismo, porque han perdido el sentido de la fe, e incluso ya no se reconocen como miembros de la Iglesia y llevan una existencia alejada de Cristo y del Evangelio (RM 33).

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LOS RETOS ACTUALES DE LA EVANGELIZACIÓNEl anuncio de Jesucristo, en el centro de la historia de personas y pueblos, se hace siempre dentro de un contexto y una dinámica histórica. Es evidente que la evangelización se apoyó en los distintos pueblos en aquellos elementos que permitían la comunicación de la fe cristiana.Respecto a la situación actual, en palabras del P. Javier García, la Iglesia en América ha de hacer frente a un triple derrumbe: de una estructura socio-cultural, de una estructura moral y de una estructura religioso-eclesial.

Derrumbe de una estructura sociocultural: El paso de una sociedad agrícola a una sociedad urbana está suponiendo el cambio de una mentalidad cristiana tradicional a una mentalidad laica y pragmática. En efecto, en la sociedad agrícola todo ayudaba al cristiano a vivir su propia fe religiosa: el ambiente familiar y social, las tradiciones, la religiosidad, los valores, todo llevaba el sello cristiano. En la sociedad urbana predomina la lucha por mejorar el propio nivel económico, el dinero y el tener se convierten en el primer valor, la sed de disfrute inmediato arrastra inconteniblemente. 

Derrumbe de una estructura moral:De una visión moral unitaria, inspirada en los valores evangélicos estamos pasando a una visión pluralista, subjetivista, relativista, inspirada en una nueva escala de "valores": el dinero, el tener, la libertad desgajada de la verdad; y por nuevos modelos de vida: el éxito, el culto al cuerpo, el disfrute inmediato. Es decir, una moral guiada por "consensos mayoritarios" y hecha a la medida de cada cual. 

Derrumbe de una estructura religiosa y eclesial:El paso de un ambiente cristiano único y unitario a un "pluralismo religioso" con una miríada de ofertas religiosas. El hombre de hoy de México y de América se encuentra ante una suerte de "supermercado religioso", en el que aplica el expeditivo "método" del "sírvase Ud. mismo", terminando por construirse un credo religioso a su gusto. Causa y efecto a la vez es la crónica ignorancia religiosa de nuestro pueblo, el constante debilitamiento en su fe católica, los nuevos "mentores o maestros de su fe" ya no son el párroco, los padres de familia, los maestros de la escuela, la Iglesia, sino los mass media, los intelectuales del momento, la gente del espectáculo y del deporte, el partido, los políticos y los legisladores. Por otro lado, la escuela, el deporte, la TV, el trabajo, la discoteca ya no dejan espacio para ir a la parroquia y para profundizar en el conocimiento y vivencia de su fe cristiana.

El hombre actual, religiosamente hablando, está a la intemperie; ya no lo arropa un clima de cultura cristiana. Está expuesto al bombardeo cruzado de múltiples propuestas de confesiones religiosas, substitutos y lenitivos de su conciencia. Nunca como hoy proliferan y se multiplican las sectas o las religiones tradicionales no cristianas; nunca como hoy ha sido tan intenso el proselitismo de las confesiones cristianas no católicas.Ante este terremoto cultural, moral y religioso, nos preguntamos desde la responsabilidad del Evangelio de Jesucristo que hemos de anunciar: ¿qué debemos hacer? La respuesta es frente al debilitamiento de la fe católica, el empuje de la nueva evangelización y el desafío de una cultura cristiana. Porque el clima social en que actualmente vive el pueblo de América es un clima de creciente secularismo y neopaganismo, o, con una imagen ecológica, cada día avanza más la "desertificación" de la cultura cristiana. Se hace, pues, indispensable y urgente una nueva evangelización para afrontar el reto gigantesco de volver a dar un alma cristiana a la sociedad actual.

Y está también el reto de la nueva evangelización frente al empuje de las sectas. Llama la atención su proselitismo compulsivo, que no siempre respeta la libertad de juicio y de conciencia de las personas y que no sigue un juego limpio en relación al pueblo católico sencillo: aprovechándose de su ignorancia religiosa, le pone” trampas" a su fe, o aprovecha de su pobreza y miseria extrema para hacer un trato innoble de ayuda material a cambio del abandono de su fe católica y de su adhesión al nuevo credo.

Esto no nos oculta el hecho de que las sectas vienen a cubrir ciertos vacíos pastorales por parte nuestra, como la atención religiosa en parroquias a veces masiva y despersonalizada, las débiles estructuras de comunión y misión, la religiosidad popular no suficientemente evangelizada, la pastoral orientada casi exclusivamente, en algunos casos, hacia logros materiales y sociales a costa del anuncio pascual de conversión y resurrección, la falta de un anuncio kerigmático de la fe gozoso y de un testimonio que haga creíble la evangelización. De aquí la necesidad de pasar de una fe consuetudinaria y de tradición a una fe consciente, acogida y vivida personalmente.

Tomado de: http://es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=507&capitulo=6400