Elecciones 2015: Como si votáramos por vez primera | Opinión | EL PAÍS

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SANTOS JULIÁ 24 MAY 2015 - 00:00 CEST Nunca una convocatoria así ha suscitado tan elevadas OPINIÓN TRIBUNA » Como si votáramos por vez primera El futuro que espera a la democracia con el nuevo sistema de partidos que emerja hoy de las urnas no está escrito, como nada en la vida: eso es lo que rodea a estas elecciones de cierto aura inaugural Archivado en: Opinión Elecciones Municipales 2015 Democracia Bipartidismo Elecciones Autonómicas 2015 España Partidos políticos Elecciones Nunca unas elecciones municipales y autonómicas han despertado tan elevadas expectativas y han provocado tan profundas incertidumbres como en esta ocasión: tanto es el renacido interés por la política y tantas son las dudas suscitadas por los nuevos partidos y plataformas cívicas que parecería como si estuviéramos, no ante unas elecciones de ámbito local o regional, ni siquiera ante unas generales, sino ante unas constituyentes. Cierto, nada que ver con 1977, pero todo sucede como si, agotado lo que entonces nació a la vida política, nos encontráramos en el trance de romper con el pasado para marcar un nuevo comienzo. Para percibir cómo hemos llegado hasta aquí, no será inútil recordar que si alguien hubiera resumido en 2008 las tres primeras décadas de esta democracia española, habría presentado un balance en el que los logros destacarían más que los fracasos: una sociedad más libre e igualitaria, más permisiva y tolerante; unos bienes públicos saneados y disfrutando del aprecio general; una democracia lejos de todo aquello que en otras épocas fue su ruina; sin rastro de militarismo, con el clericalismo de capa caída; sin partidos antisistema, con instituciones legitimadas ante la gran mayoría de ciudadanos; con el terror de ETA derrotado y, para colmo, en Europa y con un sistema en el que dos partidos aseguraban estabilidad a los gobiernos. De pronto, los logros se desvanecieron para dejar el campo sembrado de fracasos. Una crisis económica que el partido en el poder recibió con una mezcla de autocomplacencia y frivolidad, negándose a nombrarla por su verdadero nombre, hasta que el superávit se convirtió en déficit y las cuentas saneadas pasaron a ser deuda rampante; una crisis política, imparable desde que el partido en la oposición ganó la siguiente convocatoria electoral para imponer una política contraria a todo lo que, con mezcla de mentira, crispación y ligereza, había prometido. Crisis económica, devenida crisis política, dando origen a una profunda crisis social, los tres pasos soñados por quienes éramos jóvenes en los años sesenta cuando dábamos por cierto que las horas del capitalismo como sistema económico y de la burguesía como clase dominante estaban contadas. Ahora, con las tres crisis juntas y sin ninguna fuerza política capaz de enfrentarla, la democracia española pasó a ser denostada como régimen del 78, epítome de fracaso, herencia del franquismo, el régimen por antonomasia: colusión de los dos grandes partidos para el reparto del Estado; corrupción no solo de personas sino del sistema; envilecimiento de salarios e incremento de la desigualdad; políticas de agresión a los bienes públicos: docentes a la calle, hospitales en precario; impuestos sin tasa sobre las clases media y media-baja; pérdida masiva de empleos; jóvenes haciendo las maletas camino de Alemania. Con los partidos enmudecidos, sin más rumbo que el impuesto desde el exterior, habló entonces la calle sacando a plena luz la frustración EDUARDO ESTRADA

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Análisis de las elecciones del 24 de mayo de 2015

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  • SANTOS JULI 24 MAY 2015 - 00:00 CEST

    Nunca una convocatoria asha suscitado tan elevadas

    OPININ

    TRIBUNA

    Como si votramos por vez primeraEl futuro que espera a la democracia con el nuevo sistema de partidos que emerja hoy de las urnas no est escrito,

    como nada en la vida: eso es lo que rodea a estas elecciones de cierto aura inaugural

    Archivado en: Opinin Elecciones Municipales 2015 Democracia Bipartidismo Elecciones Autonmicas 2015 Espaa Partidos polticos Elecciones

    Nunca unas elecciones municipales y autonmicas han despertado tanelevadas expectativas y han provocado tan profundas incertidumbrescomo en esta ocasin: tanto es el renacido inters por la poltica y tantasson las dudas suscitadas por los nuevos partidos y plataformas cvicas queparecera como si estuviramos, no ante unas elecciones de mbito local oregional, ni siquiera ante unas generales, sino ante unas constituyentes.Cierto, nada que ver con 1977, pero todo sucede como si, agotado lo queentonces naci a la vida poltica, nos encontrramos en el trance deromper con el pasado para marcar un nuevo comienzo.

    Para percibir cmo hemos llegado hasta aqu, no ser intil recordar quesi alguien hubiera resumido en 2008 las tres primeras dcadas de estademocracia espaola, habra presentado un balance en el que los logrosdestacaran ms que los fracasos: una sociedad ms libre e igualitaria,ms permisiva y tolerante; unos bienes pblicos saneados y disfrutandodel aprecio general; una democracia lejos de todo aquello que en otraspocas fue su ruina; sin rastro de militarismo, con el clericalismo de capacada; sin partidos antisistema, con instituciones legitimadas ante la granmayora de ciudadanos; con el terror de ETA derrotado y, para colmo, enEuropa y con un sistema en el que dos partidos aseguraban estabilidad alos gobiernos.

    De pronto, los logros se desvanecieron paradejar el campo sembrado de fracasos. Una crisis econmica que el partidoen el poder recibi con una mezcla de autocomplacencia y frivolidad, negndose a nombrarla por suverdadero nombre, hasta que el supervit se convirti en dficit y las cuentas saneadas pasaron a serdeuda rampante; una crisis poltica, imparable desde que el partido en la oposicin gan la siguienteconvocatoria electoral para imponer una poltica contraria a todo lo que, con mezcla de mentira,crispacin y ligereza, haba prometido. Crisis econmica, devenida crisis poltica, dando origen a unaprofunda crisis social, los tres pasos soados por quienes ramos jvenes en los aos sesenta cuandodbamos por cierto que las horas del capitalismo como sistema econmico y de la burguesa comoclase dominante estaban contadas.

    Ahora, con las tres crisis juntas y sin ninguna fuerza poltica capaz de enfrentarla, la democraciaespaola pas a ser denostada como rgimen del 78, eptome de fracaso, herencia del franquismo, elrgimen por antonomasia: colusin de los dos grandes partidos para el reparto del Estado;corrupcin no solo de personas sino del sistema; envilecimiento de salarios e incremento de ladesigualdad; polticas de agresin a los bienes pblicos: docentes a la calle, hospitales en precario;impuestos sin tasa sobre las clases media y media-baja; prdida masiva de empleos; jvenes haciendolas maletas camino de Alemania.

    Con los partidos enmudecidos, sin ms rumbo que el impuesto desde elexterior, habl entonces la calle sacando a plena luz la frustracin

    EDUARDO ESTRADA

  • expectativas y tan profundasincertidumbres

    Sera una ingenuidad dar porseguro que el

    pluripartidismo traer por ssolo el remedio

    incubada en el interior: si no el capitalismo ni la burguesa, al menos elrgimen del 78 s tena los das contados. No hubo ninguna institucincapaz de recoger aquellas voces: el sistema de partidos trastabill y si nolleg a caer en tierra fue porque quedaban restos de clientelas y viejas

    lealtades, una energa residual, insuficiente en todo caso para paliar el desastre. La energa nuevalleg de fuera del sistema, de los movimientos sociales y de las plataformas creadas en una incesanteespiral de protesta que inund las plazas pblicas y lo que result tan decisivo las redes sociales.

    Paralizados los viejos partidos ante el abismo, quienes alzaron la voz en plazas y redes, trasdespreciar la capacidad inclusiva que define, aun en medio de las peores tormentas, a lasinstituciones democrticas, se percataron enseguida de que para alcanzar el poder no bastaba con elexceso de hybris de que hicieron gala en los primeros momentos; que adems de una buena racin deego y arrogancia es preciso algo tan antiguo como organizarse en partidos, concurrir a elecciones yconseguir votos. Y en esas estamos: dos partidos en ascenso compiten con dos partidos en declive,situndose, sin reconocerlo verbalmente, pero s en la manera de quitarse la corbata o arremangarsela camisa, uno a la izquierda de la derecha y el otro a la izquierda de la izquierda, donde abundanadems variopintas plataformas.

    De lo primero, hay motivos para celebrar que, al contrario de lo ocurrido en Francia o Inglaterra,aqu la quiebra de confianza en su partido de un amplio sector del electorado de derecha no hayaprovocado el parto de una criatura de la derecha extrema; de lo segundo, lo que hoy se vislumbra esel grado de fragmentacin que aadir a un campo siempre dividido un recin llegado y lasplataformas coligadas que mientras levantaba su tienda cambi la cancin del maana es nuestropor un lenguaje de moderacin. Y as, de la relativa simplicidad del eje izquierda/derecha con apoyomutante de nacionalistas catalanes, pasaremos a la indita complejidad que precisar de pactos entrepartidos y plataformas que, si funcionan como potentes imanes electorales, tendrn que demostrarsu valor como coaliciones de gobierno.

    Pues sera una ingenuidad dar por seguro que, como el mal radicaba en elbipartidismo, el pluripartidismo traer por s solo el remedio. Alemaniaha mantenido durante medio siglo un eficaz sistema bipartidista, con o singobiernos de coalicin, mientras en Italia, maestra en finezza poltica, elsistema multipartidista se derrumb, con sus gobiernos de coalicin dequita y pon, como un castillo de naipes, sin dejar ni una carta en pie. Aqu,

    el futuro que espera a la democracia con el nuevo sistema de partidos que emerja hoy de las urnas noest escrito, como nada en la vida: eso es lo que rodea a estas elecciones de cierto aura inaugural,como si votramos por vez primera, desnudos de ataduras, libres de viejas lealtades.

    Con las elecciones generales de 1977, una dictadura hizo mutis al tiempo que irrumpa en escena unademocracia. Hoy puede ocurrir que una democracia fatigada por las malas prcticas y duramentegolpeada por la crisis encuentre en unas elecciones locales y autonmicas el punto de partida hacia sureforma y renovacin: todo depender de cmo administre cada cual, en el conflicto de intereses y ladistribucin de recursos que es siempre la vida poltica, el resultado que salga de las urnas, esaantigualla asentada por vez primera en Espaa gracias al rgimen de 1978.

    Santos Juli es historiador.

    EDICIONES EL PAS S.L.