El_arte_de_educar
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El Arte de El Arte de EducarEducar
dedeKaren KatañaszKaren Katañasz
Dedicar tu vida a hacer lo que es
realmente importante es una gran satisfacción, y enseñar lo es.
Recuerda a aquellos profesores que influyeron en tu vida
positivamente. ¿Qué hicieron?
¿Cómo se las arreglaron para proporcionarte lo que
necesitabas?Sigue su ejemplo.
Sé consciente de que no sólo estás enseñando una
asignatura.Estas abriendo mentes y
corazones, estas modelando vidas.
Entusiásmate por tus alumnos,
por aprender y por vivir,y transmíteles ese
entusiasmo.Tanto ellos como tú se
Enriquecerán enormemente.
Apasiónate por la asignatura que enseñas.
El entusiasmo es contagioso.
Escucha y respeta los sueños de tus alumnos.Y anímalos a alcanzar
otros todavía mayores.
Los niños necesitan una pauta de comportamiento,
unas reglas adecuadas que les ayuden a aprender y madurar.
Proporciona a tus alumnos normas firmes, justas y
coherentes.
Actúa con generosidad, justicia e integridad.
Así les enseñarás esos valores sin esfuerzo.
Organiza bien tu tiempo y serás más eficaz cada día.
Si te llevas trabajo a casa, sé consciente de que tendrás que
realizarlo.Pero también necesitas tiempo libre para descansar y evitar el
estrés.
Si pides a tus alumnos que sean responsables tú también
debes ser responsable con ellos.
Cumple tus compromisos; mantén tus promesas
La enseñanza exige mucha dedicación. Procura cuidarte
físicamente.Toma alimentos sanos, haz
ejercicio, descansa lo suficiente.
Debes cuidarte espiritualmente.En el aula es tan
importante como el ejercicio físico.
Los alumnos necesitan un ambiente acogedor donde puedan sentirse seguros y
respetados. Haz de tu aula este lugar.
Gozas de gran crédito entre tus alumnos; de ti depende que los niños
disfruten o desaprovechen la clase. Usa tu influencia
de manera positiva.
Enseña a tus alumnos que cometer errores no es tan
grave.Los errores no tienen por qué avergonzarnos, más
bien nos brindan la posibilidad de aprender a
hacer las cosas mejor.
A veces encontrarás dificultades en tu relación
con alguno de los alumnos. Averigua cuáles
son tus inclinaciones y preferencias y trata de superarlas intentando
prestar a cada uno de los niños la misma atención y el
mismo trato.
Procura aceptar por si mismos a todos tus
alumnos.No siempre podrás
admitir su comportamiento, pero sí
su propio ser, su existencia misma. Incluso cuando algunos de ellos no te gusten demasiado, si lo intentas, llegarás a
quererlos.
Piensa que en el corazón y en la mente de tus
alumnos pueden existir tensiones: situaciones
familiares difíciles, cambio de amistades,
incertidumbre, dudas y temores. Acepta a cada
uno como persona íntegra que es.
Ten en cuenta que para algunos alumnos, el colegio es un alivio, un lugar seguro. Haz
que sea un lugar acogedor en donde
puedan expresarse y ser ellos mismos.
Cada día tienes la oportunidad de ofrecer un mundo a tus
alumnos; de brindarles conocimientos y experiencias capaces de cambiar sus vidas.
Aprovecha estas posibilidades.
Ayuda a tus alumnos a descubrir sus dotes personales, a realizarse,
a superarse. La satisfacción del éxito conseguido les proporcionará
la autoestima que necesitan.
La escuela puede ser el lugar donde los alumnos descubran sus propias capacidades y valores y
contrarresten las malas influencias de otros ambientes. Dales esta
oportunidad.
Continúa tu formación.Sigue aprendiendo; desarrolla tus
intereses.Vivirás más intensamente y te
proporcionará nuevas perspectivas que compartir con tus alumnos.
No olvides que tus alumnos todavía están aprendiendo y
desarrollándose.Ten paciencia con esas mentes y
espíritus en crecimiento.
El humor puede ser un excelente instrumento
didáctico. Utilízalo con cuidado y prudencia, nunca para
humillar.
Vigila tu estado de ánimo. Ten en cuenta tus propias
necesidades y problemas, de forma que no sean tus
alumnos quienes paguen las consecuencias.
Apóyate en tus colegas, busca en ellos ayuda, comprensión, consejo y diversión. Pueden
ser fuente de sabiduría y energía
Procura sentirte bien contigo mismo; convéncete de tu propia valía. Los demás
tendrán un buen concepto de ti si tú mismo lo tienes.
Si te sientes seguro, podrás ayudar a los niños a sentirse
seguros; si te encuentras a gusto , podrás tranquilizarlos en sus temores. Cuidarte a ti mismo
revertirá en favor de tus alumnos.
A lo largo del día podrás optar muchas veces por
cualquiera de estas alternativas: ensalzar o
humillar, motivar o desanimar.
Elige conscientemente.
Ten en cuenta lo difícil que es ser niño; la fragilidad y
vulnerabilidad que padecen en un mundo cuyas normas
ignoran todavía, en un mundo donde se sienten inseguros
aunque no lo demuestren. Tú puedes ser su guía en ese
mundo.
En los días difíciles, cuando la moral está por los suelos,
recuerda los motivos que te impulsaron a ser profesor.
Recuerda las veces en las que estabas completamente
convencido de que esa era tu vocación.
Tú eres un adulto y tus alumnos son todavía unos niños. Pero reconoce también que tienes
que tienes un niño en tu interior que reclama tu atención y
cuidado. No dejes que el tiempo que tienes que dedicar a ese niño se interponga entre tus
alumnos y tú.
Ten en cuenta que tus alumnos tienen capacidades diferentes.
Utiliza varias técnicas de aprendizaje para desarrollar las
distintas aptitudes: verbal, lógica, visual, corporal, musical,
interpersonal, personal.
Aprecia la singularidad de cada uno de tus alumnos como muestra de la
riqueza de la creación. Afirma en cada uno de ellos la variedad de sus
talentos, su diferentes herencias culturales.
Infunde confianza a tus alumnos; que se den cuenta de lo importantes que son, de que el mundo puede ser mejor porque ellos forman
parte de él.
Enseñar es tarea ardua y exigente. Más que profesión es
una vocación.
Tu influencia en la vida de tus alumnos tiene
resultados positivos.¡Da gracias por ser profesor!
Muchas Gracias
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