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EL MONO DE SAN MARTIN

Nadie sabía a ciencia cierta lo que un personaje tan fino y lúgubre había venido a buscar a este

pueblo tan tosco y polvoriento. Aquella mañana de Julio, "El mono", como eventualmente sería

apodado aquel hombre famélico de unos treinta años y quizá dos metros de estatura, llegó a San

Martín de los vientos con vestimenta oscura y propia para clima frío sin nada mas en sus manos;

era bastante claro lo temerosa que estaba la gente, incluso al punto de no ofrecerle la inmensa

gama de baratijas y conversaciones sin sentido que se le solía brindar a todos los visitantes en

estas olvidadas tierras.

La primera en pronunciarse fue la vieja Cristina, una de las más viejas del pueblo, y de quien se

decía no tenía lucidez desde ya hacía muchos años: "Este señor no puede ser ni traer nada bueno"

dijo la senil anciana, a lo que alguien a su alrededor respondió: "Con lo mal que se está en este

pueblo, cualquiera que venga y lo que sea que traiga, es mejor que lo que uno es o tiene".

Solo al cabo de nueve días de ver deambular al sombrío personaje sin pedir un plato de comida en

el restaurante de Don Luis, el único del pueblo, o en cualquier otra parte, los habitantes de San

Martín de los vientos decidieron reunirse a espaldas del "mono" para intentar descifrar el motivo

de su presencia, y algo más que quizá explicara por qué no comía y nadie le había visto entrar a

ninguna casa a pasar la noche.

Alguien en la plaza dijo: "Mañana viernes en la noche en el billar de los Fernández es la reunión

para ver qué hacemos para hablar con el mono.

La reunión inició puntualmente a las siete de la noche con la intervención del comisario Robles:

"No podemos dejar que "El mono" nos tenga asustados, es hora de que alguien se enfrente a él

para salir de esta incertidumbre", a lo que otro asistente replicó: " y encima de tener que vivir en

este moridero, ¿Vamos a tener que hacerle el trabajo al comisario?", y en ese orden de ideas,

todos y cada uno de los habitantes siguió dando argumentos y refunfuños de lo malo q ue para

ellos era vivir en aquel paraje olvidado del mundo y de paso tener que compartirlo ahora con un

extraño misterioso. A las nueve y veinte de la noche en el reloj destartalado del billar de los

Fernández, se escucharon tres golpes secos a la puerta entreabierta del establecimiento; era "El

mono", que parado en la penumbra de la acera en un silencio tan sepulcral como el que su llegada

ocasionó en los asustados habitantes del pueblo, aguardaba por lo menos una invitación a entrar.

Fue Robles quien tuvo la iniciativa de invitarle a seguir con una seña de su mano; la mirada atónita

de los presentes le siguió por todo el lugar. "Señor, creo que hablo por todos cuando le ruego que

nos diga su nombre y explique por qué está aquí", dijo Robles. El luctuoso visitante no tardó en

musitar: " ¿Mi nombre?... No recuerdo que alguien me llame con un nombre en especial". El

hecho de que el extraño misterioso contestara con un acento perfectamente igual al de los

habitantes de San Martín sin duda alguna tranquilizó un poco los miedos de la gente , pero esté

continuó: "Para muchos solo soy conocido como la muerte". Esto sin lugar a dudas llenó tanto de

miedo como de escepticismo a todos los presentes. " En cuanto a lo que hago aquí tengo que

decirles que por ahora, para su tranquilidad, mis funciones como traedor de la desgracia no son el

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motivo de mi presencia en su tan detestado San Martín de los vientos", prosiguió, " en los ya

incontables años que he rondado por el mundo con mis iguales, otros entes portadores de la

desgracia del hombre, he alimentado un inconformismo con la labor que me fue asignada, ya no

quiero seguir siendo un emisario de muerte dado que siento mucha admiración por la raza

humana; esto me ha acarreado toda suerte de inconvenientes con mis semejantes, quienes

recientemente han decidido confinarme al lugar más detestado por los humanos que lo habitan.

Ese, es el motivo de mi presencia...Al llegar no sabía por qué las personas de éste pueblo teniendo

todo lo que yo he anhelado desde siempre podían aborrecer tanto sus vidas, pero ahora, ya con

cabeza un poco más fría, he decidido ponerles un ultimátum: Si al término de seis meses no ha

cambiado sinceramente su apreciación por la vida que tienen, sin dudarlo un instante borraré toda

manifestación de vida de la faz de este pueblo. Durante este tiempo nadie podrá salir del pueblo,

o morirá, yo estaré presente y seré quien juzgue su actuar". Así, y sin más, ni mayores

instrucciones terminó la reunión para "el mono", quien se retiró.

Para la totalidad de habitantes del pueblo era claro que "El mono" hablaba en serio; todos

marcharon en silencio hacia sus hogares. Al día siguiente todos en el pueblo empezaron a mirarse

con la expresión típica de dolor de aquel que visita a un enfermo desahuciado en su lecho mortal;

éste comportamiento duró por lo menos dos meses, siempre bajo la rigurosa observación de su

nuevo conciudadano. Al término del segundo mes empezaron a decirse todas las cosas que cada

uno consideraba que le gustaría que le dijeran antes de morir, y ya al final del plazo dado por su

celoso vigilante, empezaron a comportarse con los demás como quisieran que se comportaran con

ellos antes de morir.

Ciento ochenta días exactos después de la reunión en el billar de los Fernández, el nefasto

guardián, con el mismo aspecto del primer día se dirigió a todos en la plaza: " Son libres, han

demostrado sinceramente que si se puede ser feliz con lo que tienen en San Martín..."."El mono"

se retiraba cuando el comisario Robles le gritó: " ¿A dónde cree que va "mono"?... usted hace

tanta parte de éste pueblo como cualquiera de nosotros", a lo que "El mono" contestó, "el castigo

que me fue asignado por mis hermanos consistía en permanecer en el lugar más odiado por la raza

que yo mas amo... debo cumplir mi destino, adiós". y con esas palabras se marcho desvaneció a

paso lento entre la normal polvareda de la salida del pueblo bajo la mirada de todos los

habitantes. Inmediatamente El mono desapareció, Robles se dirigió a la gente: "El mono nos ha

dado el mejor regalo que nos podamos imaginar; nos enseñó a vivir sacrificando su existencia por

nosotros; mas que la muerte, es un santo...".

Entretanto, El mono se encontró en las afueras del pueblo con dos de sus iguales quienes llevaban

las mismas ropas oscuras y tenían su mismo aspecto; uno de ellos le dij o: "Y bien, ¿Cómo ha

resultado todo?, a lo que El mono respondió: "A la perfección, todo es armonía en San Martín, lo

he logrado todo en solo seis meses, y hablando de tiempo... es hora de que cumplas con tu parte

en la apuesta...has perdido y deberás hacer el trabajo de recolectar mis almas mas las tuyas por

dos años...