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Nivel Cero 10 Santander, 2002 Pág. 33-48 EL YACIMIENTO DE “EL GURUGÚ” Y LA URBANIZACIÓN “BAHÍA DE ASTILLERO” (BARRIO DE SAN CAMILO, BÓO DE GUARNIZO, EL ASTILLERO) HISTORIA Y CONTEXTO DE UNOS HECHOS RECIENTES RELACIONADOS CON LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DE EL ASTILLERO (CANTABRIA) Mariano Luis SERNA GANCEDO ACDPS 1. INTRODUCCIÓN Entre los meses de Agosto y Octubre del pa- sado 2002 se desató en un medio de la prensa local una polémica sobre un supuesto yacimiento arqueo- lógico existente en la localidad de Bóo de Guarnizo (El Astillero, Cantabria), y que podría estar siendo afectado por las obras de una urbanización. En dicha polémica terciaron la arqueóloga Ángeles Valle -quien había prospectado el municipio los años 1997-98, y colaborado en la revisión de las Normas Subsidiarias en 1999- y los responsables municipales Ignacio Diego -alcalde- y Carlos Cortina -concejal de Urbanismo-, este último amparado en informes técnicos de arqueólogos cuyo nombre no trascendió a la opinión pública. La Dirección Gene- ral de Cultura -perteneciente, como saben, a la triple Consejería de Cultura, Deporte y Turismo del Go- bierno de Cantabria- se inhibió en esta polémica, a pesar de ser el único organismo de arbitrio, que en nuestra opinión debiera haber considerado oportuno -ante el entredicho en que se colocaba a una profe- sional, bien conocida en esa instancia- solicitar un tercer informe técnico imparcial. A requerimiento de la arqueóloga, y antes de que comenzase el segui- miento técnico “oficial”, el SEPRONA de la Guardia Civil levantó acta de los hechos y recogió para su entrega en el Juzgado algunos materiales arqueológi- cos, que por primera vez se dan a conocer aquí. El equipo de arqueólogos que se hizo cargo del segui- miento de las obras mantuvo la versión oficial - inexistencia de yacimiento alguno- hasta su informe final a la Dirección Regional de Cultura; al que la arqueóloga citada tuvo posteriormente acceso, así como a los materiales depositados por aquéllos en el Museo Regional de Prehistoria; alguno de los cuales, por su relevancia en esta polémica, damos a conocer también aquí. Tanto los datos inéditos como los materiales arqueológicos que citamos -que se encuentran custo- diados en el Museo Regional- proceden de las inves- tigaciones y trabajos de A. Valle, a quien agradece- mos su cesión para este breve artículo. 2. LOCALIZACIÓN La zona sujeta a la polémica forma parte de la Sierra de Guarnizo; un relieve discreto en forma de barra alargada y regular -2x1 km., aproximada- mente- que separa las cuencas hidrográficas de las rías de Solía y de Bóo, por el S y el N, respectivamen- te, y viene a ser una prolongación hacia el NE de los relieves que separan el valle de Camargo y el de Piélagos -en la localidad de Parbayón-, cuyo punto culminante es Peña Obeña. Siguiendo un eje regular SW-NE, que debe a sendos accidentes tectónicos paralelos - cabalgamiento por el N y falla por el S-, la zona que nos interesa destacar se separa mediante otra falla transversal a la altura de la Venta de la Morcilla, progresando hacia la Bahía de Santander, y se carac- teriza por su altitud constante, unos 60 metros sobre el nivel del mar, y fuertes pendientes, que hacen que desde aquí se domine visualmente un amplio territo- rio; por el Norte, todo el valle de Camargo y cara Sur de Santander, hasta prácticamente la línea costera; por el Este la desembocadura de la ría de Bóo en la bahía de Santander, y gran parte del Alto de Malia- ño, y por el Sur, toda la zona de influencia de la ría de Solía y último tramo de la de Tijero, con el telón de fondo de Peña Cabarga. Según el mapa 1:100.000 del ITGE, se compone de una sola unidad geológica, perteneciente al Cretácico Inferior, con una serie de facies - Hauteriviense, Barremiense y Bedouliense- con ma- teriales arenosos como lutitas rojas , areniscas y con- glomerados. Hacia el extremo E, -donde se concen- tran la mayoría de los hallazgos arqueológicos-, aflo- ran como consecuencia de una explotación antigua, materiales calizos en forma de lapiaces rellenos, per- tenecientes al Lías (Jurásico); facies en contacto dis- cordante que se prolonga hacia el E, hasta la misma Ría de Bóo. Fruto de dicha explotación, hoy rellena, permanece aún a la vista un pequeño corte en el cual se descubrieron los primeros materiales arqueológicos en 1980.

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Nivel Cero 10 Santander, 2002

Pág. 33-48

EL YACIMIENTO DE “EL GURUGÚ” Y LA URBANIZACIÓN “BAHÍA DE

ASTILLERO” (BARRIO DE SAN CAMILO, BÓO DE GUARNIZO, EL ASTILLERO) HISTORIA Y CONTEXTO DE UNOS HECHOS RECIENTES RELACIONADOS

CON LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DE EL ASTILLERO (CANTABRIA)

Mariano Luis SERNA GANCEDO

ACDPS

1. INTRODUCCIÓN

Entre los meses de Agosto y Octubre del pa-sado 2002 se desató en un medio de la prensa local una polémica sobre un supuesto yacimiento arqueo-lógico existente en la localidad de Bóo de Guarnizo (El Astillero, Cantabria), y que podría estar siendo afectado por las obras de una urbanización.

En dicha polémica terciaron la arqueóloga Ángeles Valle -quien había prospectado el municipio los años 1997-98, y colaborado en la revisión de las Normas Subsidiarias en 1999- y los responsables municipales Ignacio Diego -alcalde- y Carlos Cortina -concejal de Urbanismo-, este último amparado en informes técnicos de arqueólogos cuyo nombre no trascendió a la opinión pública. La Dirección Gene-ral de Cultura -perteneciente, como saben, a la triple Consejería de Cultura, Deporte y Turismo del Go-bierno de Cantabria- se inhibió en esta polémica, a pesar de ser el único organismo de arbitrio, que en nuestra opinión debiera haber considerado oportuno -ante el entredicho en que se colocaba a una profe-sional, bien conocida en esa instancia- solicitar un tercer informe técnico imparcial. A requerimiento de la arqueóloga, y antes de que comenzase el segui-miento técnico “oficial”, el SEPRONA de la Guardia Civil levantó acta de los hechos y recogió para su entrega en el Juzgado algunos materiales arqueológi-cos, que por primera vez se dan a conocer aquí. El equipo de arqueólogos que se hizo cargo del segui-miento de las obras mantuvo la versión oficial -inexistencia de yacimiento alguno- hasta su informe final a la Dirección Regional de Cultura; al que la arqueóloga citada tuvo posteriormente acceso, así como a los materiales depositados por aquéllos en el Museo Regional de Prehistoria; alguno de los cuales, por su relevancia en esta polémica, damos a conocer también aquí. Tanto los datos inéditos como los materiales arqueológicos que citamos -que se encuentran custo-diados en el Museo Regional- proceden de las inves-tigaciones y trabajos de A. Valle, a quien agradece-mos su cesión para este breve artículo.

2. LOCALIZACIÓN

La zona sujeta a la polémica forma parte de

la Sierra de Guarnizo; un relieve discreto en forma de barra alargada y regular -2x1 km., aproximada-mente- que separa las cuencas hidrográficas de las rías de Solía y de Bóo, por el S y el N, respectivamen-te, y viene a ser una prolongación hacia el NE de los relieves que separan el valle de Camargo y el de Piélagos -en la localidad de Parbayón-, cuyo punto culminante es Peña Obeña.

Siguiendo un eje regular SW-NE, que debe a sendos accidentes tectónicos paralelos -cabalgamiento por el N y falla por el S-, la zona que nos interesa destacar se separa mediante otra falla transversal a la altura de la Venta de la Morcilla, progresando hacia la Bahía de Santander, y se carac-teriza por su altitud constante, unos 60 metros sobre el nivel del mar, y fuertes pendientes, que hacen que desde aquí se domine visualmente un amplio territo-rio; por el Norte, todo el valle de Camargo y cara Sur de Santander, hasta prácticamente la línea costera; por el Este la desembocadura de la ría de Bóo en la bahía de Santander, y gran parte del Alto de Malia-ño, y por el Sur, toda la zona de influencia de la ría de Solía y último tramo de la de Tijero, con el telón de fondo de Peña Cabarga.

Según el mapa 1:100.000 del ITGE, se compone de una sola unidad geológica, perteneciente al Cretácico Inferior, con una serie de facies -Hauteriviense, Barremiense y Bedouliense- con ma-teriales arenosos como lutitas rojas , areniscas y con-glomerados. Hacia el extremo E, -donde se concen-tran la mayoría de los hallazgos arqueológicos-, aflo-ran como consecuencia de una explotación antigua, materiales calizos en forma de lapiaces rellenos, per-tenecientes al Lías (Jurásico); facies en contacto dis-cordante que se prolonga hacia el E, hasta la misma Ría de Bóo. Fruto de dicha explotación, hoy rellena, permanece aún a la vista un pequeño corte en el cual se descubrieron los primeros materiales arqueológicos en 1980.

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El relativo aislamiento de este relieve se debe a la configuración geológica de su entorno; una am-plia cubeta de descalcificación por el N, ocupando una amplia extensión de la localidad de Revilla de Camargo, y la presencia en toda la franja S de arci-llas y yesos del Keuper –estos últimos, explotados hasta hace poco en Parbayón-, que constituyen am-plias extensiones llanas ocupadas en su totalidad, hasta su relleno en este siglo, por marismas dulce-salobres (Fig. 1: 1).

La Tejera de Trascueto es otro ejemplo de explotación de los recursos mineros, en este caso arcillas del Weald, de la zona en época reciente. Esta se situaba al N de nuestro emplazamiento, desapare-cida ya por la construcción del polígono industrial de Trascueto. Sus producciones parecen comenzar ya a lo largo del S. XVII, utilizándose entonces sus ladri-llos en la construcción de viviendas del valle de Ca-margo y de Villaescusa, especialmente sus fachadas “entramadas” (Obregón Goyarrola, 2002).

3. ANTECEDENTES EN LA INVESTIGACIÓN

Las primeras noticias sobre hallazgos ar-

queológicos en Guarnido se deben a J. Carballo, quien cita en un mapa la presencia de un túmulo en esta localidad, y probablemente fuese receptor del hacha pulida con la sigla Guarnizo que figura en los fondos del Museo Regional. El propio Carballo reali-zó algún tipo de actuación arqueológica en Guarnizo, de la que se conserva memoria en la localidad, pero, desgraciadamente, ningún dato concreto, salvo la detección de algunos cimientos de muros, y quizá el haber fomentado la leyenda -no sabemos si anterior- de la existencia de un “barco vikingo” enterrado bajo un “túmulo”, situado en las inmediaciones del cami-no tradicional que desde Bóo subía a la ermita de Los Remedios.

La siguiente investigación de la que tenemos noticia tiene lugar en 1978; patrocinada por el Ayun-tamiento de Santander, y dirigida por J. L. Casado Soto, J. González Echegaray y A. Moure, tiene como objeto desentrañar el origen del enclave antes citado, situado en el antiguo istmo de Guarnizo, de aspecto tumuliforme y conocido por los lugareños como El Montón. Dicho lugar fue sondeado sin que aparecie-sen materiales significativos, aflorando enseguida la roca madre, por lo que se concluyó su origen natural (Casado Soto, 2000).

Tras esta fecha sólo puede mencionarse el hallazgo, por parte de miembros del CAEAP, de cerámicas a mano, restos de molinos barquiformes e industria lítica en el alto del Gurugú, en el corte de la antigua cantera ya antes aludida, que constituyen la primera evidencia prehistórica documentada en Guarnizo con seguridad (Serna, Valle y Muñoz, 1996).

4. LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS RECIENTES

Entre los años 1997 y 1998, un equipo bajo la dirección de Ángeles Valle desarrolla una campaña de prospección en el municipio de El Astillero (1997) y otra de sondeos arqueológicos en la Sierra de Guarnizo -El Alto del Gurugú- (1998), con la perti-nente autorización de la actual Consejería de Cultu-ra, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria; dentro de un proyecto de investigación recogido bajo el título: “El poblamiento prehistórico al aire libre en el arco sur de la bahía de Santander”. Fruto de estas investigaciones es la identificación en el Alto del Gu-rugú de una interesante secuencia poblacional, habiéndose obtenido fechaciones de TL que sitúan sendas muestras cerámicas en el Neolítico Pleno y en la II Edad del Hierro, finalizando con algunos indi-cios de materiales de construcción romanos; y la localización, asimismo en siete puntos distintos de esta pequeña sierra, de restos arqueológicos de diver-sa naturaleza y cronología, entre los que destacan algunos materiales paleolíticos (Valle Gómez, 2000 y en prensa). En 1999, el alcalde del Astillero, D. Ignacio Diego Palacios, encarga a la susodicha arqueóloga la realización de un inventario exhaustivo de los restos arqueológicos existentes en ese Municipio, con desti-no a su inclusión en el proyecto de revisión de las Normas Subsidiarias. Dentro de este inventario se detallan aquellas zonas con yacimientos y/o hallaz-gos, y se proponen distintas modalidades de delimita-ción de sus respectivos entornos de protección, que-dando sujetos éstos a estudios arqueológicos obligato-rios, previos a cualquier remoción de tierras. Sin embargo, dicho estudio se presentó en la citada revisión como un mero anexo, sin que el equi-po redactor (Cañadío Uno Arquitectos) tuviese en cuenta este informe en la planificación municipal de usos del suelo, ni se incorporaran los yacimientos en las fichas respectivas, como detectó la ACDPS pre-sentando la oportuna alegación durante el plazo de exposición pública del proyecto. Las autoridades municipales fueron receptivas al contenido de dicha alegación, contestando que serían tenidas en cuenta las sugerencias contenidas en la misma. Par finalizar este breve historia de los estu-dios modernos resta mencionar la aparición de otros dos yacimientos arqueológicos, como resultado de diversas obras realizadas en el municipio; uno de ellos localizado a finales del 2001, durante las obras del gaseoducto de ENAGAS en la ladera sur de la Sierra de Guarnizo, frente a la entrada al campo de fútbol y al Colegio público (S. Santamaría, comuni-cación personal), en las que aparecieron diversos elementos de industria lítica adscribibles al Neolítico-Calcolítico.

Y por último, el otro yacimiento es el objeto de la polémica expuesta en la introducción, descu-

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bierto durante la construcción de una serie de chalets entre los meses de Abril y Agosto del 2002, en las inmediaciones del Alto del Gurugú, y en el que la empresa de arqueología que realizó el seguimiento arqueológico, “Proyectos Arqueológicos Santan-der/Tanea Documentación y Conservación” (PAS/TANEA) recuperó abundantes restos de mate-rial de construcción romano, así como algún frag-mento de cerámica de la misma cronología, y algunas piezas líticas, según los materiales depositados por dicha empresa en el Museo Regional de Prehistoria y Arqueología de Santander. Dichos materiales no fueron suficientes para que la técnico de dicha em-presa, María Teresa Castanedo, autora del informe final del seguimiento, los considerase de algún valor testimonial, decantándose por su “origen alóctono”. El desarrollo de estos hechos es el objeto del epígrafe siguiente. 5. “EL EXTRAÑO CASO DEL YACIMIENTO” Este titular, aparecido en la página 23 de El Diario Montañés del martes 16 de Julio de 2002 desató, de esta manera un tanto sensacionalista, la polémica a que hemos hecho alusión. Las frases “una arqueó-loga denuncia la falta de protección de unos restos romanos”, y “los responsables municipales apuntan a la existencia de otros intereses”, constituían la “en-tradilla” y venían por tanto a ser el resumen de la información, que ocupaba casi media página del diario, foto de las obras en marcha incluida. Quien esto suscribe reconoce habérsele atragantado el des-ayuno con semejante información, habida cuenta de que la nota enviada por mí a la corresponsal de El Astillero, María Eugenia Escagedo, decía textual-mente lo siguiente:

“Aparece un yacimiento arqueológico romano durante las obras de una urbani-zación en Bóo de Guarnizo

El yacimiento se sitúa en el lu-

gar conocido como La Cantera, colindante con las casas del barrio del “Carburo” y del barrio de Rivas. Fue detectado por la ar-queóloga A. Valle inmediatamente después de la ejecución de unos sondeos geotécnicos que se estaban realizando sin el pertinente control arqueológico, tal y como contemplan las Normas Subsidiarias recientemente revi-sadas.

La arqueóloga citada había colaborado en dicha revisión aportan-do un estudio del potencial arqueológico del municipio, concluyendo de forma funda-mental el gran interés de toda la sierra de Guarnizo, que debe ser tenido en cuenta a la hora de ejecutar y autorizar cualquier mo-vimiento de tierras.

Como recientemente se ha publicado en la obra “Actuaciones arqueológicas en Can-tabria”, editada por la Consejería de Cultu-ra, Ángeles Valle dirigió en 1997-98 sendas campañas de prospección y sondeos en el cercano enclave del Gurugú, donde se iden-tificaron restos de ocupaciones del Neolítico, fechadas por Termoluminiscencia en el IV milenio A.C.; de la Edad del Hierro, fecha-das en el siglo IV A.C., así como restos de materiales de construcción romanos. El inte-rés de este yacimiento es enorme, dado su secuencia cultural y el hecho de que se ha trabajado en una superficie muy pequeña, pero su extensión real es desconocida. Asi-mismo, está incluido ya en la Carta Arqueo-lógica de Cantabria, que recientemente ha sido entregada por el equipo redactor a la Consejería de Cultura.

El nuevo yacimiento, que dista unos po-cos cientos de metros, parece formar parte de los restos de una construcción romana con tejado de tégulas e ímbrices; probable-mente una villa, cuya cronología deberá precisarse en futuras intervenciones arqueo-lógicas. La arqueóloga ha recogido restos de terra sigillata, la cerámica de lujo romana, que ha puesto a disposición de las autoridades.

La Asociación Cántabra para la Defen-sa del Patrimonio Subterráneo (ACDPS) ha denunciado ante los organismos competen-tes esta vulneración de la Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria, y de las NN. SS. municipales, pidiendo que se esclarezcan las responsabilidades.”

Este era el estricto resumen de unos hechos, exento de valoraciones personales o de otro tipo que correspondían a otras instancias, entregado más de un mes antes de su aparición. Sin embargo, al intro-ducirse el epígrafe “la casa del maestro”, en el que los máximos responsables municipales desvían la cues-tión de fondo hacia este otro tema, cuya única rela-ción era la proximidad física, introduciendo algunas falsedades documentalmente demostrables, la infor-mación quedó totalmente desvirtuada -no aparecen yacimientos romanos todos los días. Sin embargo, nos interesa destacar varios hechos puestos de mani-fiesto en la misma:

- El promotor de la obra conocía la obliga-ción de contar con supervisión arqueológica, y no obstante eso, realizó sondeos geotécnicos sin aquélla; incluso sin permiso municipal como quedó después evidenciado.

- El hecho de residir eventualmente al lado de las obras, permitió reconocer a A. Valle en prime-ra instancia, y con el permiso del encargado, recono-cer la presencia de restos muy claros de materiales de construcción romanos y algunas cerámicas entre el material extraído en uno de los sondeos.

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- Sólo posteriormente se produce el “nom-bramiento” de otra arqueóloga, con el visto bueno de la Consejería de Cultura, y que no da cuenta de hallazgo alguno; hecho que el máximo mandatario municipal califica de “curioso” -valoración con la que coincidi-mos plenamente.

Pero quizá sea necesario recordar, antes de seguir analizando la polémica, que hubo otros trámi-tes que tienen relevancia para entender lo siguiente. Con fecha 17 y 19 de Abril -recordemos que la noti-cia es del 16 de Julio- A. Valle registra sendas cartas en la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de El Astillero. Merece la pena que nos detengamos un momento para ver su contenido:

“Sr. D. José Antonio Cagigas Consejero de Cultura, Turismo y De-

portes Estimado Sr.: El objeto de esta carta es poner en su

conocimiento lo siguiente: El pasado día 15 de Abril del presente

año, han sido realizados por la promotora PIC PROINCO, en el lugar conocido como la Sierra o Alto del Gurugú, perteneciente a Bóo de Guarnizo (El Astillero), una serie de sondeos geológicos previos a las obras de construcción de una serie de chalets.

Este emplazamiento (El Alto del Guru-gú) ha sido investigado, con el pertinente permiso y financiación de esta consejería, por la arqueóloga abajo firmante entre los años 1997 y 1998, desarrollando una cam-paña de prospección y otra de sondeos ar-queológicos. El principal resultado de este trabajo es la documentación de una rica se-cuencia arqueológica, con materiales de época Neolítica, de la Edad del Hierro y de época romana (Valle Gómez, A., 1999: El poblamiento prehistórico en el arco sur de la bahía de Santander. El Alto del Gurugú. Ac-tuaciones arqueológicas en Cantabria 1984-1999. Consejería de Cultura. Gobierno de Cantabria).

Asimismo, en el año 1999, por encargo del Excmo. Ayuntamiento de Astillero, tam-bién realizo el inventario arqueológico de es-te municipio, el cual se incorporó a las nor-mas urbanísticas municipales. Dentro de este inventario se detallan aquellas zonas con ya-cimientos arqueológicos y se delimitan sus entornos de protección, quedando sujetos és-tos a estudios arqueológicos obligatorios previos a cualquier remoción de tierras; siendo éste el caso de parte de la finca que nos ocupa.

La promotora de esta urbanización, co-nociendo, por la documentación planimétri-ca facilitada por el Ayuntamiento de El Asti-llero, el posible potencial arqueológico de es-ta finca, realiza los mencionados sondeos geológicos, sin contemplar la necesidad de hacer el correspondiente seguimiento ar-queológico por parte de un técnico acredita-do.

Como resultado, uno de estos sondeos geológicos, localizado dentro del área de protección del yacimiento de El Alto del Gurugú, ha afectado en parte a un nivel ar-queológico de cronología romana, como se ha podido constatar por el material visible en la escombrera del sondeo (varios frag-mentos de Terra sigillata y restos de diferentes materiales de construcción romanos).

Tras dar parte, como testigo directo de dicha agresión al patrimonio, a la Consejería de Cultura, al promotor y al ayuntamiento correspondiente, el promotor de la obra, admitiendo en parte el error cometido, acuerda encargar a un arqueólogo la reali-zación de la pertinente actuación arqueoló-gica.

Al encontrarse este emplazamiento de-ntro del proyecto de investigación arqueoló-gico, que vengo desarrollando desde 1997, bajo el título: El Poblamiento prehistórico al aire libre en el sur de la bahía de Santander, y ya haber sido objeto de estudio bajo mi di-rección, estimo que dicha intervención de urgencia, aunque sea realizada por otro téc-nico (debo dejar claro, que no me mueve ningún interés económico al respecto, úni-camente el meramente científico), para su correcta realización, ha de contar con la co-dirección o asesoramiento directo de la aba-jo firmante.

Sin otro particular, se despide atentamente:

Fdo. Ángeles Valle Gómez”

En parecidos términos los hechos se ponen

en conocimiento del Alcalde de El Astillero, solici-tando la paralización cautelar de las obras, en tanto no hubiese sido subsanada la afección presumible, así como se hubiese designado al equipo encargado del seguimiento arqueológico de las obras.

Ambas cartas nunca recibieron res-puesta, y el requerimiento final de la arqueóloga de brindarse a colaborar con el equipo designado, al haber hecho estudios y excavado ya en la zona, sor-presivamente no fue, como veremos, tenido en cuen-ta.

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El 24 de Mayo, esto es, más de un mes des-pués, ante dicha pasividad, y el temor del inminente comienzo de las obras, los hechos se trasladan me-diante denuncia a la Guardia Civil. Este cuerpo des-taca a varios miembros del SEPRONA a la finca en cuestión, comprobando in situ los términos de la de-nuncia y recogiendo materiales con destino a su en-trega en el Juzgado de instrucción (vid. fig. 2).

Sólo entonces la Consejería de Cultura pa-rece reaccionar, y tras la visita de miembros de aquél cuerpo, el Director Regional de Cultura se pone en contacto con el promotor y el Ayuntamiento para reconducir la situación. Esto ocasiona que sea desig-nada la empresa “Proyectos Arqueológicos Santan-der/Tanea Documentación y Conservación” para llevar a cabo un primer informe, y en segunda ins-tancia, el seguimiento de las obras. Los resultados del primer informe, realizado por la técnico María Tere-sa Castanedo, pudieron ser consultados por la ar-queóloga A. Valle, comprobando para su sorpresa que dicha técnico -a quien no conoce personalmente, y con quien no tuvo ningún contacto previo- afirma-ba que todos los elementos extraídos por los sondeos geotécnicos eran modernos, e incluso dejaba entrever la posibilidad de un engaño o mixtificación en las denuncias previas. Ni siquiera consultó el material recogido por el SEPRONA, lo que hacía cuestionarse muy seriamente la validez de sus conclusiones.

No obstante, esta técnico fue la responsable de llevar a cabo el seguimiento de las obras, sobre cuyo informe final luego volveremos. Retomemos la polémica donde había quedado, esto es, en la noticia aparecida el 16 de Julio. Con fecha 23 de Julio apa-rece en el mismo medio de información la respuesta de Ángeles Valle a las críticas vertidas contra su per-sona, firmada por el mismo periodista -J. Ahumada, a quien dicho sea de paso, consideramos un buen profesional. En dicha respuesta se hace un repaso cronológico de los hechos, que, en nuestro afán de clarificar posturas y actitudes, no está de más recor-dar:

- La zona conocida como La Cantera, per-teneciente a la sierra de Guarnizo, en el barrio de San Camilo de Lellys (Bóo de Guarnizo), es incluida por A. Valle en el inventario arqueológico municipal, aprobado en la revisión de las NN. SS. del año 2000, como zona de obligatorio seguimiento arqueológico en caso de cualquier movimiento de tierras. Su cer-canía al yacimiento del Gurugú y a otros hallazgos menores, y sus buenas condiciones naturales así lo hacían aconsejable. Lo acertado de su inclusión se demostró posteriormente con la aparición de los restos citados.

- El 15 de Abril de 2002, la arqueóloga ob-serva, desde la casa colindante que era su residencia eventual, el inicio de obras en la citada zona, consis-tentes en sondeos profundos realizados mediante pala excavadora. El responsable de la obra le aclara que se trata de sondeos geotécnicos, y que no hay ningún arqueólogo presente. En presencia de dicho encarga-

do la arqueóloga comprueba la presencia, entre el material extraído de uno de los sondeos, de numero-sos fragmentos de tejas curvas romanas (imbrices), así como de algunos fragmentos de cerámica a torno; dos de ellos, a pesar de su mala conservación, se identifican como pertenecientes a vasos de terra sigilla-ta.

-Puesta al habla con el promotor de la obra a fin de informarle de los sucedido, la reacción de éste es histérica y extemporánea, intercalando insul-tos -el más suave de los cuales fue ocupa- y amenazas.

-Inmediatamente la arqueóloga se traslada a las dependencias del Ayuntamiento de El Astillero, donde consigue entrevistarse con el Alcalde y el con-cejal de Urbanismo. Ambos manifiestan su desapro-bación por la conducta del promotor, indicando este último su sorpresa por el inicio de las obras, dado que no se había tramitado aún la preceptiva licencia municipal. Personado el promotor a requerimiento de aquellos, se le hace ver, en presencia de la arqueó-loga, el error cometido y se le insta a subsanarlo. En dicha reunión afirma conocer y estar ya al habla con arqueólogas (sic) para que se hagan cargo del asunto. A. Valle informa a la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria de los hechos, mediante escrito registrado el 17 de Abril. Asimismo, procede al registro en el propio Ayuntamiento de El Astillero de un escrito solicitando la suspensión caute-lar de las obras.

-Transcurrido un mes y pico sin respuesta alguna de ambas instancias, la arqueóloga procede a denunciar los hechos ante la Guardia Civil destacada en Astillero, a quienes competería la paralización de las obras en caso de que éstas empezasen. Varios miembros del SEPRONA se personan en el lugar y comprueban in situ los términos de la denuncia. Re-cogen como prueba varios restos cerámicos y de imbrices.

-Varias semanas más tarde comienzan las obras de construcción de la urbanización, en las cuales ya figura personal de una conocida empresa de arqueología de Santander, que en ningún momento se pusieron en contacto con A. Valle, como ésta, recordemos, había solicitado a la Consejería.

El último párrafo del comunicado de ésta a la prensa decía textualmente lo siguiente:

“Una vez leída la versión municipal de

los hechos, (DM 16-VII-02), es evidente que no se dice la verdad, buscando mezclar este tema con la supuesta “polémica de la casa del Maestro”, que tiene más de inventada que de real, dado que, en más de un año que llevo residiendo en ella, es la primera vez que oigo hablar de su existencia. La fal-sedad es especialmente grave cuando, por parte del máximo mandatario municipal, se insinúa que puedo haber inventado la exis-tencia del yacimiento, confundiendo y ma-nipulando hechos que he relatado cronoló-

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gicamente y que puedo demostrar. No en-tiendo este ataque a mi persona, burdo, des-proporcionado y sin estilo, cuando mi rela-ción con los responsables de esa corporación ha sido siempre cordial, salvo que se esté buscando confundir deliberadamente a la opinión pública y ocultar una grave irres-ponsabilidad para con la protección del pa-trimonio, con la que todos estamos com-prometidos, y los responsables municipales, además, obligados por la Ley.”

Pues bien, el D.M. del sábado 27 de Julio

nos vuelve a sorprender con el siguiente titular: “Un informe niega la existencia del yacimiento de Bóo de Guarnizo”.

Pasemos a darle lectura, dado que la misma no tiene desperdicio:

“El primer teniente de Alcalde, Carlos

Cortina, ha informado de la existencia de un informe “realizado por una arqueóloga au-torizada por la Consejería de Cultura, Tu-rismo y Deporte”, sobre el Alto del Gurugú, en Boo, que descarta, “a falta de los resulta-dos definitivos que proporcione el segui-miento completo de la finca”, la evidencia de indicios que establezcan la existencia de yacimiento arqueológico en el área. El in-forme de la experta indica en sus conclusio-nes preliminares que “la total ausencia de cualquier estructura de índole arqueológica así como la escasa entidad y cantidad de los restos hallados no permiten determinar la existencia de yacimiento en la zona”, consi-derando además que “los exiguos materiales a tener en cuenta, como fragmentos de ce-rámica y restos líticos, son de procedencia alóctona debidos a rellenos efectuados en la finca y al uso de la sierra de Guarnizo como cantera y escombrera de la antigua Tejera de Trascueto, origen de las acumulaciones de teja y ladrillo localizadas”.

Medidas disciplinarias Por otro lado, arqueólogos consultados

se muestran partidarios de que el departa-mento de Cultura del Gobierno regional adopte medidas sancionadoras “con aquellos profesionales que recogen materiales ar-queológicos en yacimientos sin tener el opor-tuno permiso de seguimiento”.”

El lector sabrá disculpar que nos detenga-

mos un momento a analizar esta información -estamos llegando ya al final del relato de los hechos-, pero aquí indudablemente están varias de las claves del asunto. Como mínimo convendrán con nosotros lo aventurado de algunas afirmaciones, diametral-

mente opuestas al sentido común y ponderación que entendemos deben presidir cualquier actuación que tenga que ver con patrimonio, máxime si éste corre algún peligro. Así, hablar de escasez o poca entidad de los restos, por un lado es reconocer que éstos exis-ten, aunque se vea una intención de minimizar su importancia -recordemos que éstos, en primera ins-tancia, proceden de sondeos geotécnicos, de aproxi-madamente 2x1m., y que la mayoría de los indicios detectados proceden de uno sólo de ellos. Pero es que, acto seguido, se atribuyen sin ningún rubor “los exiguos materiales a tener en cuenta” a un supuesto uso de la zona como cantera -esto sólo es cierto a medias- y como escombrera de la antigua Tejera de Trascueto, “origen de las acumulaciones de teja y ladrillo localizadas”. Aquí ya se reconoce la existencia de algo más que indicios sueltos, esto es, de verdade-ros cúmulos de restos de material de construcción, que el mínimo conocimiento arqueológico identifica-ba sin duda como romanos, dada la abundancia y tamaño de los fragmentos, y sus atributos inequívo-cos. Atribuirlos a las producciones de una tejera mo-derna es un alarde que sólo un técnico como esta anónima arqueóloga “apagafuegos” puede permitirse sin sentir ningún pudor. Anónimos son también, como no podía ser menos, los “arqueólogos” partida-rios de que se sancione a los profesionales que reco-gen materiales en yacimientos sin el oportuno permi-so; teoría que -aunque se vea la intención de relacio-narla con la actuación de A. Valle- no puede aplicar-se al caso porque estamos hablando de un lugar que, si bien está protegido por una disposición legal -unas Normas Subsidiarias-, no lo es sino como “presunto” o posible enclave arqueológico. En todo caso hay que reconocer poco afortunada esa sugerencia anónima en este caso, dado que viene a perseguir al denun-ciante en lugar de al infractor.

Tras esta información periodística, A. Va-lle solicita por escrito a la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria una revisión del informe final emitido por PAS/TANEA, sobre el seguimiento arqueológico realizado, y al Museo Regional de Prehistoria de Santander una revisión de los materiales obtenidos en el citado se-guimiento. Ambas peticiones son concedidas. Las conclusiones principales a las que llegan los técnicos de PAS/TANEA contratados, tras una primera revisión del terreno son: “Los hallazgos son pobres, siendo la naturaleza de los mismos, fragmen-tos de teja y ladrillo de cronología moderna funda-mentalmente. Entre ellos mencionar un fragmento de cerámica a torno estriada de cronología medieval; una base de posible “Terra sigillata” (con restos de engobe rojo); un fragmento de cerámica naranja clara indeterminada; 2 fragmentos que encajan de cerámica a torno, de paredes finas y estriada y acu-mulaciones de tejas y ladrillos, localizadas a unos 30 centímetros de profundidad”.

Entre los meses de Junio y Julio, en la mitad norte del terreno objeto del seguimiento arqueológi-

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co, cerca del límite norte detectan, según indican en el informe, dos acumulaciones de teja y ladrillo de cronología reciente, a una profundidad que no su-pera los 20 centímetros. En ellas señalan un fragmen-to de teja plana con reborde y anclaje laterales que, dicen, puede corresponder a una tégula; varios ladri-llos de gran espesor, un ladrillo de base troncopira-midal y numerosos fragmentos de tejas curvas.

Finalmente concluyen: “No se han eviden-ciado indicios que establezcan o indiquen la existen-cia de yacimiento arqueológico en el área afectada, considerando que los exiguos materiales, a tener en cuenta, pudieran ser de procedencia alóctona. La total ausencia de cualquier tipo de estructura de índole arqueológica o de otros elementos de cultura material asociados, así como la escasa entidad de los restos hallados no permite determinar la existencia de un yacimiento arqueológico”.

La impresión general que se obtenía del in-forme anterior era que el material en su conjunto era moderno, atribuyéndose incluso a la actividad de la Tejera de Trascueto, pero aquí vemos ya cuál es la valoración de algunos materiales encontrados; “posi-ble” base de terra sigillata -de la que llega a decirse que conserva restos de barniz rojo-; “posible” tégula -plana, con reborde y anclaje laterales, esto es, canó-nica-, etc.

Estos objetos, por sus características descri-tas, no entran en la categoría de posibles, y cualquier arqueólogo del mundo los habría atribuido a época romana sin dudarlo. Otro tanto cabe decir de la atribución de un grueso paquete de fragmentos de teja y ladrillo, al que pertenecían sin duda los prime-ros elementos romanos detectados, y que, como se especifica en dicho informe, aparecía “a unos treinta centímetros de profundidad”, a un relleno moderno, dado su carácter “tan superficial”. Por si había algu-na duda, en otro lugar del informe, y refiriéndose al mismo paquete de elementos de construcción, se afirma que se detectaron “dos acumulaciones de teja y ladrillo de cronología reciente, a una profundidad que nos supera los veinte centímetros”, que resulta ser el lugar de procedencia del gran fragmento de tégula descrito, además de “varios ladrillos de gran espesor, un ladrillo de base troncopiramidal y nume-rosos fragmentos de tejas curvas”. En cuanto al “la-drillo de base troncopiramidal”, hay que corregir al autor o autora del informe, en el sentido de que la base de un ladrillo no puede ser troncopiramidal, sino, en todo caso, la sección -como ocurre con éste-. Además, como todo el mundo sabe, este tipo de ladri-llo es muy frecuente en la construcción moderna -perdónesenos esta pequeña boutade, pero luego volve-remos sobre este interesante ladrillo.

Sólo tras la revisión de los materiales deposi-tados en el Museo Regional de Prehistoria, así como por las fotografías vistas y las descripciones dadas en el informe, queda claramente demostrado que los arqueólogos encargados de la realización de este seguimiento arqueológico, o bien tenían especial

interés en negar la existencia de un yacimiento ar-queológico en este lugar, desvirtuando sus propios hallazgos, o sencillamente no se encontraban profe-sionalmente capacitados para establecer un diagnós-tico preciso, en cuyo caso siempre pudieran haber recurrido a la opinión experta de otras personas. No cabe otra lectura, y en este caso nos gustaría estar equivocados, dadas las implicaciones, especialmente graves en el primer caso -por lo que supondría mala fe premeditada-, de cualquiera de ambas conclusio-nes.

Digamos finalmente que la colaboración con Ángeles Valle hubiera sido deseable desde el punto de vista de la investigación histórica, puesto que tras varios años de trabajo en el municipio había reunido una base de información que permitía contextualizar casi cualquier hallazgo, y de hecho la había permiti-do prever la aparición de restos arqueológicos en la finca en cuestión. Nada de esto debía resultar de interés, sin embargo, para los técnicos de PAS/TANEA, sin duda inmersos en otros compro-misos y proyectos, y ni siquiera para las propias auto-ridades de la Consejería de Cultura, que tenían que haber reaccionado en algún sentido tras el alarmante contenido del informe previo de aquéllos, al que tan buen jugo periodístico sacaron algunos.

En cualquier caso, y considerando el interés general que puede tener ahora esa información, A. Valle ha consentido en facilitárnosla, puesto que es el lector quien debe contrastarla con lo dicho hasta aquí y formarse un juicio al respecto.

6. LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA

Entre los materiales arqueológicos recogidos por el SEPRONA en Mayo de 2002, y que fue posi-ble clasificar de modo provisional, se encontraban:

- Un fragmento de borde de terra sigillata, con engobe característico de color rojo oscuro, muy per-dido, y pasta color anaranjado claro, con desgrasan-tes muy finos de mica, algunos -muy pocos- cálcicos, y uno visible de calcita de aproximadamente 1 mm. de grosor. Parece corresponder a una forma lisa de cuenco de paredes abiertas, con el labio, de sección ojival, engrosado formando una pequeña moldura exterior (T.S.H. ?), (Fig. 2: 1).

- Un fragmento de galbo de terra sigillata, de pasta de parecidas características, asimismo con en-gobe rojo oscuro, sólo conservado bajo pequeñas concreciones de carbonato. Corresponde a un reci-piente de perfil hemisférico, con un pequeño rebaje en lo que parecen las proximidades del borde, que no está conservado. Presenta una decoración a molde muy borrada, aparentemente formada por hileras de ovas paralelas, con algún remate de tipo vegetal (?) (T.S.H. ?), (Fig. 2: 2).

- Un pequeño fragmento de T.S., de unos 7mm de grosor, con engobe color siena-avellana (T.S.H. “clara” ?).

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- Un fragmento de cerámica de pasta ana-ranjada, con abundante mica, correspondiente al arranque de un asa de recipiente, que por sus carac-terísticas parece común romano (Fig. 2: 4)

- Un fragmento de galbo, de unos 2 cm2, de las mismas características.

- Dos fragmentos de galbos con estrías para-lelas, con desgrasantes finos de mica y color ladrillo muy claro.

- Un gran fragmento de imbrex, con marcas longitudinales paralelas muy características, produci-das por los dedos sobre la arcilla en crudo.

- Varios fragmentos de menor tamaño, simi-lares al anterior.

Entre los materiales entregados por los ar-queólogos de PAS/TANEA al Museo Regional, y revisados por A. Valle, consistentes fundamentalmen-te en abundantes fragmentos de tegulae, imbrices, ladri-llos, algunos fragmentos de teja aparentemente mo-derna, y algunos fragmentos de cerámica de diversos tipos, destacan

- Un fragmento de terra sigillata de pasta ana-ranjada muy fina, con restos del característico barniz sinterizado, de color rojo oscuro; correspondiente a un pie realzado, probablemente la base de un cuen-co de T.S.H., (Fig. 2: 3).

- Un fragmento de ladrillo de base cuadrada y sección troncopiramidal, de unos 8 cm. de espesor, que aparentemente sigue un módulo similar a los bessales, lo que le daría unas dimensiones originales de 19,8 cm. de lado en la menor de sus caras. Corres-ponde, sin lugar a dudas, a un tipo usado en los hypo-causta romanos, como comentaremos a continuación. (Fig. 3: 6).

- Un gran fragmento de teja plana con re-borde lateral (tegula), cuyo interés además de propor-cionar una cronología romana segura, es su relativo gran tamaño, poco acorde con un material frágil que llegue arrastrado o transportado de lejos, y mucho menos de un material utilizado como relleno. Lo mismo podemos decir a propósito de varios grandes fragmentos de tejas curvas, algunas con los caracterís-ticos surcos gruesos realizados con los dedos “en crudo”, típicos de las producciones romanas. (Fig. 3: 1-5).

Estos materiales por sí solos hubieran basta-do para que cualquier arqueólogo con menos “pre-juicios” que los demostrados por la técnico María Teresa Castanedo en su informe, hubiera sospechado fundadamente su procedencia de un yacimiento arqueológico de época romana; y notoriamente, a juzgar por la gran densidad de hallazgos de material de construcción en un pequeño sector de la finca objeto de la urbanización, se hubiera planteado como posibilidad no remota la presencia cercana de las ruinas de una edificación romana. Este diagnóstico, por sí solo, hubiera propiciado que futuras construc-ciones en la zona hubiesen tenido un trato más cui-dadoso con el patrimonio –aspecto éste de gran inte-rés que luego abordaremos-; aunque, claro está, no es

tan complaciente con autoridades, constructores y promotores con pocos escrúpulos como el emitido por aquélla, que zanja la cuestión por la vía expediti-va de negar cualquier interés a los restos, y conse-cuentemente siembra la duda sobre toda la zona acotada cautamente por el trabajo de A. Valle, y -con cierta lógica perversa- sobre la misma cualificación de esta profesional.

No está de más que recordemos los argu-mentos que en su día hicieron concretarse esa medi-da cautelar de protección que para la zona alta y la cara sur de la mayoría de la mayoría de la Sierra de Guarnizo se proponía -y fue aprobada- en la revisión de las NN.SS. de El Astillero (Fig. 1: 2).

Durante la campaña de sondeos dirigida por A. Valle en el Alto del Gurugú en el verano de 1998, se detectaron importantes “manchas” de material arqueológico, fundamentalmente fragmentos cerámi-cos (Fig. 5) y algunas piezas líticas (Fig. 6), en el área de praderas inmediata a la antigua cantera de árido ya aludida. Dichas acumulaciones de material se extendían en profundidad hasta alcanzar espesores, en algún caso, de veinte centímetros, que fueron documentados en tallas artificiales. Sendas muestras de cerámica, correspondientes a dos de estas tallas, fueron fechadas por termoluminiscencia en 5214±445 BP (Neolítico), y 2381+-184 BP (Hierro II). Estas dos fechas abrían excelentes perspectivas para el yacimiento, que empezaba a perfilarse como los restos de un poblamiento de larga duración esta-blecido en la cima de la sierra. A ello se sumaban algunos parcos indicios romanos -fragmentos de tégula-, que ya indicaban la posibilidad de que exis-tiese en las proximidades alguna edificación romana, que pudiera encontrarse mejor conservada que los restos constructivos de las dos fases documentadas, probablemente mucho más alterados por diversos factores postdeposicionales (Valle Gómez, 2000b). El área intervenida se localiza a escasos cien metros de la urbanización objeto de la polémica.

En 1997 y 1998, durante las prospecciones dirigidas por la misma arqueóloga en el municipio, habían aparecido otros indicios de distinta importan-cia, como son:

- “Trascueto I”. Se trata de una pieza lítica localizada por la colaboradora B. Malpelo en un corte del terreno próximo al edificio La Vegana. Se ha clasificado como hendedor de tipo “0” de Tixier, y atribuido al Paleolítico inferior o medio (Valle Gó-mez, inédito), (Fig. 4: 1).

- “Trascueto II”. Pieza lítica aislada, asi-mismo localizada por B. Malpelo, realizada en cuar-cita fina alóctona. Clasificada como raedera lateral convexa con retoque semiquina, y atribuída al Paleolí-tico inferior o medio (Valle Gómez, inédito), (Fig. 4: 2).

- “ Subida al Alto del Gurugú ”. Pieza lítica aislada, clasificada como núcleo irregular de lascas, de sílex gris (Valle Gómez, 2000a).

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- “Cuneta nueva”. Pieza lítica asimismo ais-lada, localizada en un corte de la cuneta tras la últi-ma ampliación de la carretera vecinal a su paso por la sierra de Guarnizo. Clasificada como “punta de Tayac”, elaborada en sílex blancuzco muy patinado, y atribuida al Paleolítico inferior o medio (Valle Gó-mez, 2000a), (Fig. 4: 3).

- “Hallazgo de San Camilo”. Pieza lítica ais-lada, localizada en un corte del camino entre el ba-rrio de San Camilo y el de Juntavía, cercano a las vías de RENFE. Se trata de un núcleo de lascas irre-gular, que aprovecha un canto plano de material muy patinado y rodado, similar al oligisto (Valle Gómez, 2000a), (Fig. 4: 4).

- “Hallazgo del barrio del Infierno”. Apare-cido durante las obras de arreglo de la carretera veci-nal, muy próximo a la futura urbanización “Bahía de Astillero”. Se trata de un fragmento de ladrillo con un reticulado inciso por ambas caras, con perforación bicónica, y un fragmento de tégula (Valle Gómez, 2000a), (Fig. 3: 7).

- “Hallazgo de la finca del Nene”. Se trata de terrenos de cultivo propiedad de un lugareño que responde a ese apodo, en los que se recogieron frag-mentos cerámicos muy pequeños realizados a mano y a torno, y un clavo de hierro antiguo. Se encuentran muy próximos a la finca de la urbanización.

Otros hallazgos fruto de esas campañas nos sacarían de la zona objeto de este artículo, por lo que los obviaremos. Es indudable que, pese a la parque-dad de la mayoría de estos materiales, sirven para documentar un uso de este espacio desde la más remota prehistoria, y eran argumento suficiente para dotar al área en su conjunto de alguna figura de protección, que en la actual redacción de las NN.SS. ya explicamos que se entiende de forma laxa; de hecho la calificación actual de la mayoría de este territorio es “área de protección paisajística”; califi-cación que, en principio nos parece razonable si no se obvia con ella el potencial en patrimonio arqueológi-co que creo ha quedado evidenciado. 7. VALORACIÓN FINAL Tras este repaso a una polémica que nunca debió producirse, y a sus antecedentes, queda pendiente una reflexión sobre las consecuencias derivadas del informe “oficial”, y también sobre la trascendencia del nuevo yacimiento en el contexto de la investiga-ción romana en Cantabria. En cuanto a lo primero, sin ánimo alguno de ser reiterativo o parcial, es muy difícil deducir aspecto positivo alguno de esta intervención de una empresa joven de arqueología en un asunto que exigía tacto con compañeros de profesión y sensibilidad con el patrimonio; aspectos ambos que han brillado por su ausencia. No queremos dejar de recordar que esta empresa es quizá la más valorada por nuestra Admi-nistración de Cultura en términos de competencia profesional, a juzgar por el volumen de trabajo reali-

zado para ésta por la vía de la adjudicación discre-cional en los últimos tiempos. Tampoco debe olvidar-se el papel que la Comisión Técnica de Patrimonio Arqueológico y en concreto de alguno de sus miem-bros, vinculado por vía marital a una señalada res-ponsable de la empresa en cuestión, podía y debía haber jugado en aras de evitar suspicacias, dar ima-gen de transparencia y honestidad profesional, y en suma, trabajar por el bien común además de por el propio; aspectos en los que se perdió en este caso una buena oportunidad. Otro tanto cabe decir de la pro-pia Dirección Regional de Cultura, ausente cuando se requería tratar con firmeza un asunto delicado, y favorecedora de los intereses de esta empresa antes que de los generales. En cuanto al segundo aspecto, sólo decir que tras este desagradable affaire nos queda, al menos, la sensación positiva de que existe un nuevo y promete-dor yacimiento, cuyo núcleo no parece haber sido muy afectado por las obras de la urbanización. Sobre su carácter quizá la pieza más expresiva es el ladrillo troncopiramidal, cuyo interés radica en que se trata de una pieza destinada a culminar, a modo de “capi-tel”, las pilae o columnillas de ladrillo que componían el sistema de suspensura destinado a soportar el area o suelo de las estancias calefactadas mediante hypocaus-tum. De este modo, se trata de una pieza que con toda seguridad estuvo destinada a formar parte de una habitación dotada de dicho dispositivo calefactor, típico de las partes nobles de las villae romanas, o de las estancias calientes y templadas de las termas. El uso de este tipo de ladrillos troncopiramidales está documentado en Cantabria con este fin recientemen-te, en el yacimiento de la Mies de San Juan en Ma-liaño, y en Camesa-Rebolledo, en Valdeolea, si bien ya se identificaron con anterioridad en el yacimiento de San Martín, aparecido en 1886, e interpretado como una instalación de hypocaustum por M. Sanz de Sautuola en un informe remitido a la Real Academia de la Historia. En los magníficos dibujos y plano realizados por el entonces arquitecto municipal, A. de la Escalera, queda muy claro el tipo de remate de las pilae, con ladrillos troncopiramidales como el que nos ocupa. Son muy frecuentes, también, en las instala-ciones termales públicas y privadas documentadas en las excavaciones de la Colonia Clunia Sulpicia (Coruña del Conde, Burgos), que como sabemos, ejerció de capital del Convento Cluniense, al que fue incorpo-rado el antiguo territorio de los cántabros tras la división administrativa creada por Vespasiano (69-79 DC).

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Fig. 1. 1: Esquema del relieve de la Sierra de Guarnizo y su entorno inmediato. 2: Mapa 1:6000 de El Astillero (fragmento), con indicación de las áreas protegidas en las Normas Subsidiarias municipales por su interés arqueo-lógico, A: Yacimiento, B: Hallazgo aislado, C: Cavidad (Cañadío Uno-Valle Gómez).

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Fig. 2. Materiales de la urbanización “Bahía de Astillero”. 1, 2 y 4: Recogidas por el SEPRONA; 3: Seguimien-to PAS/TANEA.

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Fig. 3. Materiales de la urbanización “Bahía de Astillero”. 1-4 y 6: Seguimiento PAS/TANEA; 5: Fragmento de tegula, sondeos de A. Valle (1998): 7: Ladrillo del Barrio del Infierno, prospección A. Valle.

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Fig. 4. Materiales líticos aislados de la Sierra de Guarnizo, prospecciones de A. Valle. 1: Trascueto I; 2: Tras-cueto II; 3: Cuneta Nueva; 4: San Camilo.

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Fig. 5. Materiales cerámicos del Alto del Gurugú, campañas de A. Valle (1997-98).

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Fig. 6. Materiales líticos del Alto del Gurugú, campañas de A. Valle (1997-98).