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EL VIAJE, PRINCIPIO DE COHESIÓN PARA LA NARRACIÓN DE HISTORIAS: EL QUIJOTE DE 1605 ANA L. BAQUERO ESCUDERO Universidad de Murcia El viaje de un héroe a lo largo de una dilatada geografía, surge sin duda, ya en los mismos orígenes del relato. Un motivo que, como Baquero Goyanes [1963: 132-144] señalara, aparecerá en la historia literaria especialmente ligado a la novela, en tanto género para el que no hay barreras ni limitaciones espacio- temporales. Pero además de como motivo temático, el viaje aparece a la vez como formante, como estructura que supone la organización de la materia narrativa en una textura fundamentalmente episódica'. En este sentido y pese a la muy distinta naturaleza de ambos géneros, la novela caballeresca y la picaresca ofrecen la misma conformación de reunión de episodios diferentes, organizados en tomo a los desplazamientos del héroe protagonista. Tanto desde la preceptiva neoaristotélica 2 , como desde la teoría literaria actuaP se coincide pues en considerar el viaje como principio de estructuración de unos relatos en los cuales y a través 1 Aunque como indica este mismo crítico, no toda estructura episódica aparezca ligada al viaje [Baquero Goyanes, 1970]. Hay posterior reedición en Castalia. 2 T. Tasso [1959: 598] al referirse a la Odisea escribirá: «Laonde per la diversita de 'paesi des- critti in tre peregrinazzioni e per la multitudine e novita de le cose vedute, grandissima conviene chi sia la varieta». Y Pinciano con referencia a esta misma obra: «en tantos años de peregrinación se pueden engerir muchos y muy largos episodios» [López Pinciano, 1953: 11, 357]. 3 El formalista V. Shkolvski [1970: 127-146] escribiría: «Desde muy temprano el viaje es la motivación del enhebrado más frecuente». 209

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EL VIAJE, PRINCIPIO DE COHESIÓN PARA LA NARRACIÓN DE HISTORIAS:

EL QUIJOTE DE 1605

ANA L. BAQUERO ESCUDERO Universidad de Murcia

El viaje de un héroe a lo largo de una dilatada geografía, surge sin duda, ya en los mismos orígenes del relato. Un motivo que, como Baquero Goyanes [1963: 132-144] señalara, aparecerá en la historia literaria especialmente ligado a la novela, en tanto género para el que no hay barreras ni limitaciones espacio­temporales. Pero además de como motivo temático, el viaje aparece a la vez como formante, como estructura que supone la organización de la materia narrativa en una textura fundamentalmente episódica'. En este sentido y pese a la muy distinta naturaleza de ambos géneros, la novela caballeresca y la picaresca ofrecen la misma conformación de reunión de episodios diferentes, organizados en tomo a los desplazamientos del héroe protagonista. Tanto desde la preceptiva neoaristotélica2

, como desde la teoría literaria actuaP se coincide pues en considerar el viaje como principio de estructuración de unos relatos en los cuales y a través

1 Aunque como indica este mismo crítico, no toda estructura episódica aparezca ligada al viaje [Baquero Goyanes, 1970]. Hay posterior reedición en Castalia.

2 T. Tasso [1959: 598] al referirse a la Odisea escribirá: «Laonde per la diversita de 'paesi des­critti in tre peregrinazzioni e per la multitudine e novita de le cose vedute, grandissima conviene chi sia la varieta». Y Pinciano con referencia a esta misma obra: «en tantos años de peregrinación se pueden engerir muchos y muy largos episodios» [López Pinciano, 1953: 11, 357].

3 El formalista V. Shkolvski [1970: 127-146] escribiría: «Desde muy temprano el viaje es la motivación del enhebrado más frecuente».

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de la técnica de ensartar muy diversos episodios, se consigue la tan buscada variedad de la obra literaria.

Entre esos distintos episodios que iban engarzándose a lo largo del peregrinaje del protagonista, podía suceder que algunos de ellos adoptaran la configuración de breves relatos, incluso catalogables por su misma entidad y desarrollo, como auténticas novelas cortas4

. Esto es, a lo largo de su viaje el héroe podía encontrar a nuevos personajes portadores de sus propias historias, o incluso algún personaje podía relatar en algún momento una narración desvinculada, en su conformación externa, de la materia central novelesca. A tal respecto encontraríamos dos tipos de estructuras narrativas básicas relacionadas con esta práctica de intercalación: el ensartado y el encuadre. Precisamente en relación con un texto novelesco latino en el que la interpolación de relatos es frecuente y en el que hay un viaje, como El asno de oro, Shkolvski [1970] señaló la presencia de ambas. En el primer caso el relato intercalado aparece dependiendo de un personaje que de alguna forma se incorpora a la trama primera, mientras que en el segundo dicha historia permanece ajena a la acción principal -y el ejemplo de la famosa intercalación de la historia de Cupido y Psique en la citada obra de Apuleyo es uno de los más representativos-5

• Como tendremos ocasión de apuntar, la naturaleza de la historia intercalada podrá en ocasiones condicionar la elección de uno u otro dispositivo, variando asimismo las funciones de tales relatos según su forma de inclusión. Si nos atenemos a la revisión de la tipología de Genette [1998: 64] en las relaciones entre relato primero y secundario, podemos en líneas generales establecer que mientras las historias episódicas que aparecen ensartadas dentro de la primera suelen cumplir la función explicativa, las que se presentan enmarcadas y sin formar parte de dicha trama principal se ajustan a otras distintas como la distractiva, temática o persuasiva.

Vayamos a casos concretos. En las antiguas novelas griegas o en los relatos caballerescos, los héroes solían encontrar a diferentes personajes, quienes les relataban sus propias historias. Tales narraciones conllevaban, por tanto, la explicación de los antecedentes de sus sucesos, los cuales, a menudo inacabados, venían a adquirir su conclusión última en la historia principal. Piénsese tan solo en la tópica aparición de la doncella menesterosa que relata sus hechos al caballero andante, pidiéndole que intervenga en su favor. Si en estos casos y a través de esa función explicativa, las historias secundarias se ensartan dentro de la acción primera, no ocurre lo mismo cuando la materia de la narración

4 Sobre la habitual dependencia de este género en la literatura grecolatina, de un contexto novelesco, véase C. García Gual [1991: 258-273].

5 A. Yllera [1992: 109-117] establecerá una diferenciación basándose en la metodología de Genette y separando los relatos homodiegéticos de los heterodiegéticos.

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contada permanece completamente alejada de la trama principal. En los relatos construidos en tomo a un viaje, solía ser también motivo habitual que alguno de los personajes relatase una historia a los demás con el fin de hacer más ameno el camino. La función de dichas historias en tales ocasiones consistía, pues, en entretener a unos oyentes -lo que con término de Timoneda podemos considerar el motivo del alivio de caminantes-o Baste pensar en el ámbito de las colecciones de relatos en los famosos Cuentos de Canterbury6. Aun siendo la más habitual la función distractiva en el caso del relato enmarcado, no es, desde luego, la única. A veces estas narraciones podían surgir por su relación temática con la historia que funciona como marco, o incluso aparecer a modo de ejemplificación práctica en un deseo por persuadir al oyente para que adopte una determinada actitud. En estas dos últimas situaciones no hay duda de que la historia secundaria, pese a aparecer dentro de un marco y distante de la acción primera, se integra más en esta7

Si nos centramos ya en la obra maestra cervantina, habrá que partir de la idea de que frente a esa visión tradicional que censuraba la construcción del Quijote, la crítica actual tiende a sostener la postura contraria. Desde los planteamientos de autores dedicados al análisis de la estructura general de la obra -como Togeby [1977] o Ferreras [1982]-, o al análisis concreto de los relatos intercalados -Zimic [1998], Neuschafer [1999], Brau [1991]8-, se coincide en señalar la cuidadosa construcción de la novela9

• No en balde y como ya viera Riley [1990: 100], Cervantes destaca de entre sus contemporáneos como escritor especialmente preocupado por la elaboración del discurso literario. Un cuidado y una preocupación por la tradicional cuestión de la dispositio que se manifiesta, como suele ser habitual en la ficción cervantina, en la propia obra. En lo que concierne a la práctica de intercalación, resulta así tópico señalar las referencias explícitas en el texto novelesco sobre la misma, que no hacen sino poner de manifiesto los desvelos y reflexiones constantes del escritor. Hasta tal punto debió de cavilar Cervantes sobre la presencia de esas historias

6 Junto al motivo del viaje, el de la reunión de personajes será, sin duda, uno de los marcos más frecuentes en las colecciones de relatos, de una dilatada historia literaria.

7 Dentro de la cuentística, recordemos en relación con la función persuasiva el caso del Sen­de bar. Véase Lacarra [1979: 50].

8 Por cuestiones de espacio solo cito monografías, aunque existen asimismo innumerables artículos de inestimable valor, como las aportaciones al respecto de Immerwahr, Urrutia u Orozco, entre otros muchos. Por no hablar asimismo del clásico texto de Hatzfeld.

9 Algo compatible con los también clásicos descuidos y errores destacados por el cervantis­mo de todas las épocas, y que a la luz de minuciosas aproximaciones actuales como las de Flores o Martín Morán sobre la gestación de la obra, van adquiriendo explicación [Flores, 1979; Martín Morán, 1990].

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episódicas, que como la crítica en general señala construye de manera muy diferente la I y la II parte.

Centrémonos de momento cn la Primera parte que analizaremos a la luz del presente enfoque de estudio.

Situado el Quijote dentro de esa tradición narrativa en la que el viaje se erige como el hilo conductor del relato, no hay duda de que Cervantes tiene en cuenta modelos literarios anteriores. Se ha señalado así, por ejemplo, que el escritor tiene presente la estructura de los libros de caballerías hasta la interpolación de Cardenio [Moreno Báez, 1948], que en el Quijote se observa esa técnica narrativa bizantina de inclusión de historias episódicas, adaptada por la literatura caballeresca [Zimic, 1998], o que la obra reúne el típico ensartado caballeresco más la influencia de Heliodoro [Blasco, 1998] 10. Evidentemente, de estas distintas aproximaciones sobresalen como puntos en común dos concretas modalidades novelescas: la tradicionalmente conocida como novela bizantina y la caballeresca. Ambas caracterizadas por la presencia de ese largo viaje, en el cual los protagonistas encontrarán a nuevos personajes, quienes se convierten en eventuales narradores de sus propias historias 11. Bien conocidos los modelos griegos por Cervantes -y recordemos que en el Persiles intentará competir con Heliodoro-, la forma narrativa que en principio podría estar más próxima al Quijote es, sin embargo, el libro de eaballerías. En este género lo habitual es la inserción de esas narraciones secundarias que se ensartaban dentro de la trama primera y que cumplían la mencionada función explicativa. Como ha señalado Lucía Megías [2004: 148-150] en su análisis concreto de la intercalación de historias en Flor de caballerías de Barahona, dichas narraciones responden por lo general en esta especie a la necesidad de dar a conocer el origen de las aventuras que los héroes han de consumar. La integración por tanto de las mismas -e insisto en la freeuente presencia de doncellas que a través del don comprometen la participación del héroe- es innegable.

Si el esquema básico de la novela caballeresca repite esta situación de forma que la propia sucesión de aventuras suele aparecer ligada a la de esas diversas narraciones episódicas inconclusas, en la progresiva evolución del género se observa una mayor complejidad dado que del héroe único se pasa a la presencia

10 Advierte, con todo, este autor la complej idad en la disposición de materiales diversos en el Quijote, respecto a los citados modelos [Blasco, 1998: 115 y ss.].

11 Si bien se ha podido relacionar también la estructura narrativa del Quiíote con la de la novela pastoril, creo que ello afectaría exclusivamente a la presencia de esos distintos personajes­narradores que van relatando sus sucesos, Frente a modelos como el de la citada novela de amor y viajes, no creo que pueda hablarse aquí de intercalación de historias episódicas en la principaL El caso del Abencerraje constituiría, al respecto, una excepción,

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conjunta de varios, cada uno desarrollando su propia secuencia narratival2 . La tradicional técnica del entrelazado tan presente en los libros de caballerías 13

alcanza extremos verdaderamente sorprendentes, ya que no solo seguimos el viaje del caballero principal, sino también el de sus parientes y amigosl4 con los respectivos encuentros con nuevos personajes. Una estructura que permanecerá en el romanzo italiano y que con obras como el Orlando furioso dará como resultado unos textos de una muy compleja armazón narrativa l5 .

Si por lo general, tanto en la novela caballeresca como en el romanzo, los escritores suelen acudir a esta técnica del ensartado, también aunque más infrecuente, cabe hallar el relato enmarcado. En la famosa obra de Ariosto encontramos, así, un relato de este tipo en esa narración misógina que con clara vinculación temática con la historia de Rodamonte, le contará a este el mesonero, precisamente en una parada de su viaje l6 . Una historia que, según el propio narrador, el lector -en este caso concretamente la lectora-, puede pasar sin leer.

y aquí encontramos una clara diferenciación entre la intercalación a través de la técnica del ensartado o del encuadre. El alejamiento completo de la historia incluida a través de este segundo dispositivo, hace posible, como el mismo Ariosto reconoce, la prescindencia de la misma. No en balde, andando el tiempo un discípulo de Cervantes como Fielding se permitiría dejar inconclusa una de las historias enmarcadas en su Joseph Andrews 17

• Algo que resulta más difícil cuando la historia se engarza dentro de la acción primera, afectando de alguna forma a los protagonistas.

Junto a la innegable huella de las novelas caballerescas en la composición del Quijote, cabe encontrar otros modelos próximos al escritor y en los que resulta patente el artificio de la intercalación de historias y el motivo estructural del viaje. Recordemos, además de esas novelas de aventuras de Núñez de Reinoso y de Contreras, el éxito en su época del Guzmán de Alfarache, muy distinto en su composición al anónimo Lazarillo. En ellas, como en las novelas caballerescas, el viaje articula esa estructura episódica en la que tienen cabida diferentes historias secundarias. Su manejo, sin embargo, presenta claras diferencias. En

12 Véase al respecto lo que recoge A. Boileve-Guerlet sobre la proliferación de acciones y héroes, del tratado de Giraldi [Boileve-Guerlet, 1993: 73].

13 Véase E. Williamson [1991]. 14 Sobre el entrelazado en el Amadís, novela en que esta situación se hace evidente, véase J.

M. Cacho Blecua [1988: 235-271]. 15 Pese a la diferencia entre ambos géneros narrativos señalada así por Eisenberg, sí coinci­

den en el manejo de esta técnica literaria [Eisenberg, 1991: 48]. 16 Canto XXVIII. 17 Recuérdese, dentro de la tonalidad irónica que domina el texto, la historia también incon­

clusa en El viaje sentimental de Steme.

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las novelas a la manera griega y en las de caballerías, esas historias aparecen ensartadas en la trama primera, normalmente dependiendo del relato oral de un personaje y ajustándose a la mencionada función explicativa. Por lo demás, todas ellas suelen pertenecer a lo que con término de Martínez Bonati [1995] podemos llamar la misma región literaria, coincidente, en este caso, en presentar esos rasgos característicos de lo que con la acepción anglosajona podemos considerar el universo del romance lB

Frente a ello esos largos relatos intercalados en el Guzmán aparecen normalmente enmarcados y presentan un claro contraste en su catalogación genérica con la acción principal, pues desarrollan complejas tramas amorosas muy lejanas al ámbito de la picaresca. Las mismas, por otro lado, responden a esa función distractiva mencionada y en algún caso a lo que Brau ha considerado función durativa [Brau, 1991: 22]. En esta última situación encontraríamos el relato de OzmÍn y Daraja contado para hacer más ameno el viaje y cuya narración produce esa impresión de transcurso de tiempo l9.

Considerados tales antecedentes, veamos cómo elabora Cervantes su primer Quijote. A tenor de que el personaje desea emular un género literario concreto como el caballeresco, es evidente que su historia se articularía en tomo a esa tradicional estructura episódica del viaje propia de este. Si en aquel era frecuente encontrar la presencia de un espacio tan poblado como la Corte, singular centro aglutinador20

, el viaje de don Quijote, al menos en esta Parte, se desenvuelve en esos espacios abiertos y ventas, alejados de los focos urbanos y en donde, como el propio Diego Clemencín ya advirtiera, resultan más verosímiles sus hechos21

• A través de esos espacios despoblados22, los lectores seguimos, pues,

a don Quijote y a Sancho, y solo a ellos. Y hay que precisar solo a ellos, porque resultaba evidente que Cervantes no podía manejar el complejo dispositivo del entrelazado propio de los relatos caballerescos, basado en la aparición de otros personajes amigos o parientes del protagonista. Don Quijote es un héroe solitario que solo cuenta con la compañía de su fiel escudero, pero no de esos

18 Aunque evidentemente puedan ser detectadas excepciones. Véase así el estudio sobre los relatos intercalados en el anónimo Baldo de F. Gernert [2002: 111-121]. Véase también la historia de índole picaresca analizada por Cruz Casado en una novela de aventuras ya del XVIII, la Histo­ria de LL~eno y Fenisa de F. Párragal Martel [Cruz Casado, 1992].

19 Aun cuando la crítica actual haya señalado, por otro lado, las posibles vinculaciones temá­ticas o las analogías entre esas historias intercaladas y la de Guzmán, lo cierto es que en la propia ficción novelesca se suele aludir a esa única necesidad de entretener generada por la narración de la historia.

20 y de alguna manera se ha señalado el parentesco entre dicho espacio y la venta, en los capítulos finales del Quijote.

21 Sobre ello véase mi trabajo sobre Clemencín [Baquero Escudero, 1988: 86]. 22 Y también el bosque, como indicara Zumthor, es uno de los lugares privilegiados en los

libros de caballerías [Zumthor, 1991].

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otros caballeros que participen como él, en arriesgadas y, a veces, compartidas empresas. Si Cervantes maneja la técnica del entrelazado en la composición de su obra -yen la Segunda Parte se hace evidente en esos capítulos que saltan de la ínsula Barataria al Palacio-, desde luego su presencia dista mucho del complejo desarrollo de esta en los libros de caballerías.

Conforme al dispositivo propio del universo caballeresco que el personaje tiene siempre presente, don Quijote va, pues, imaginando diversas aventuras de manera que se produce esa transmutación de la realidad a consecuencia de su locura, por la que unos molinos serán gigantes o unos rebaños, ejércitos. Pero además y como ocurría en las novelas caballerescas, pero también en otros géneros, el viaje del héroe da lugar al encuentro de los protagonistas con distintos personajes algunos de los cuales van acompañados de sus propias historias23

• Si en las novelas de caballerías estas pertenecían a la misma región literaria de la acción primera, la situación creada por Cervantes es mucho más complicada. Así, el universo en el que viven los personajes a quienes encuentra el héroe no coincide evidentemente con el de la ficción caballeresca que domina al protagonista, de forma que únicamente a través de la inflexión burlesca podía aparecer. Esto es lo que encontramos respecto al mencionado motivo del don en la historia de Dorotea, y en la Segunda Parte en la de la dueña Dolorida -aunque Cervantes con su personal genio literario introduzca también aquí una historia secundaria articulada en tomo a este motivo que nada tiene de fingida, como es la de la dueña doña Rodríguez-.

Pero si tales historias secundarias no podían coincidir con el mundo de la ficción caballeresca que el personaje vive en su locura, tampoco puede decirse que las mismas se ajusten a ese ámbito literario que Martínez Bonati ha denominado del realismo cómico que desenvuelve la acción primera. No encontramos así, en esta Primera Parte de la obra, unas historias secundarias como la que Avellaneda presentaría a través de esa burlada prostituta, Bárbara, a quienes sus protagonistas encuentran. Singular variante realista de la de la burlada Dorotea, cuando Avellaneda ensarta dentro de la acción primera un relato secundario, este presenta los mismos trazos y naturaleza genérica de aquella. Por el contrario, cuando posiblemente buscando también superar a Cervantes, intercala unas historias totalmente ajenas en su catalogación literaria a la del loco hidalgo, Avellaneda acude a esa tradicional técnica del encuadre. Recordemos, al respecto, las dos historias relatadas, en una parada del viaje, por el soldado y

23 Bajtin escribiría: «En el camino [ ... ], en el mismo punto temporal y espacial, se intersectan los caminos de gente de todo tipo: de representantes de todos los niveles y estratos sociales, de todas las religiones, de todas las nacionalidades, de todas las edades» [Bajtin. 1989: 394].

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el ennitaño, tan distintas en su configuración a la principaP4. A este respecto, el autor del Quijote apócrifo parece tener presente el modelo de Alemán, quien, como se indicó, introdujo nonnalmente esas narraciones ajenas, a través de la estructura del marco, con lo que ello suponía de súbita transición y cambio de niveles narrativos.

A Cervantes, sin embargo, no parecía satisfacerle estaque podríamos considerar fonna más fácil y tradicional de intercalar unas narraciones secundarias. El reto que se plantea es el de conseguir una estructura fundada en una mayor cohesión narrativa y para ello acude al ensartado de tales historias. Pertenecientes estas a esos diferentes ámbitos literarios, en torno a ellas se producirá, sin embargo, un singular proceso de quiebra respecto a algunas convenciones que les son propias, por su contacto con el mundo de don Quijote25

Una contextualización irónica que afecta a todas ellas, con la excepción claro está, del Curioso. La única que, recordemos, pennanece totalmente alejada y distante del primer nivel narrativo, al aparecer enmarcada. No deja de ser significativo que sea el único texto cervantino en el que el autor acude al tradicional expediente del marco, constituido aquí por la reunión de personajes -que, eso sí, coinciden en un alto de su viaje-, habida cuenta de que frente a la tradición procedente de los novellieri, renuncia a él en su propia colección de novelas cortas26

• Esta es la única ocasión en la que Cervantes se sirve, por tanto, de esta fonna tan tradicional de intercalación patente en famosos y cercanos precedentes, como la tardía intercalación en La Diana del «Abencerraje», o algunos de esos relatos citados del Guzmán27

• Como en aquellos, en el texto cervantino se alude solo a esa función distractiva que la relación de dicha historia conllevará -si bien la crítica actual ha podido señalar otras latentes tras ella, como la temática o persuasiva-o

Que Cervantes tuvo que tener dudas a la hora de manejar la técnica del encuadre y que incluso pudo llegar a arrepentirse de su uso, podría deducirse de esas posibles críticas que aparecen en la Parte Segunda, en boca de Sansón Carrasco y Cide Hamete. Pero este es otro tema que nos llevaría demasiado lejos.

Como quiera que sea, lo cierto es que solo en esta ocasión utilizará Cervantes la estructura del relato con marco y que la misma desaparecerá en la continuación

24 Sobre tales historias véase la reciente edición de la obra de L. Gómez Canseco [2000]. Sobre esta forma tradicional de inclusión por parte de Avellaneda, véase también Close [1999].

25 Véase al respecto el interesante estudio de E. Williamson [1982]. 26 El caso de la relación Casamienlo-Coloquio es, sin duda, muy distinto, como lo es tam­

bién la situación marco en la que aparece el largo relato de Periandro, en el Libro Segundo del Persiles.

27 Ya González de Amezúa señaló que quizá Cervantes tuvo presente el Guzmán al incluir la historia del Curioso [González de Amezúa, 1982, 1: 427].

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de su texto, publicado diez años después. En todas las demás ocasiones el autor acude a la intercalación de esas historias secundarias a través de la inserción de diferentes personajes con los cuales coincidirán sus protagonistas. En unos casos encuentros propiciados a lo largo de su viaje, en otros, surgidos en esa parada de descanso del mismo que es la venta.

Singularmente relacionadas, la primera y última historias secundarias28 aparecen vinculadas al universo bucólico. Si se ha señalado al respecto el contraste de esos estilizados pastores como Grisóstomo, con los rústicos cabreros que acogen a los protagonistas, recordemos, no obstante, que tanto en el caso de Grisóstomo y Marcela, como en el de Eugenio y los otros pretendientes despechados, se trata de falsos pastores, con lo que, desde luego, la distancia no resulta tan llamativa.

Sin aparente conexión externa con la historia del caballero, recordemos sin embargo, cómo el relato del cabrero Pedro cumple en alguna medida no solo esa habitual función explicativa, sino también la persuasiva pues como el narrador afirma, esa noche don Quijote decide no dormir pensando en Dulcinea «a imitación de los amantes de Marcela»29. Recordemos además, al final, ese amago de intervención del caballero, quien tras defender a Marcela piensa en seguirla para ofrecerle sus servicios. Una conexión que finalmente no se llevará a cabo; como tampoco la de un posible don Quijote liberador de la infeliz Leandra recluida en un convento. En el caso del relato de Eugenio, ya Sklovskij [1966: 112-141] señaló la conexión entre ambas historias, al producirse esa inesperada pelea entre el caballero y el amante desdeñado. Una contienda que de alguna forma nos recuerda a la que mantuviera capítulos atrás con Cardenio, aunque desde luego la imbricación de esta narración y la de Dorotea esté mucho más conseguida. Si Cardenio relata a los personajes su historia, que permanece abierta, no solo cumple este relato la función explicativa. Podríamos entrever en el efecto que la misma produce en el protagonista, esa otra función persuasiva, ya que, aunque el caballero invoque, para llevar a cabo su penitencia amorosa, célebres ejemplos literarios, el modelo más evidente, resulta desde luego, el de ese loco por amor que vaga desesperado por las soledades de Sierra Morena30.

Si la diferente naturaleza de la acción primera y de estos relatos secundarios impedía la posible prolongación de estos últimos en aquella -es evidente que don Quijote no puede concluir felizmente, como sus admirados modelos

28 Resulta evidente que la mención en el presente trabajo a las historias insertas se refiere siempre a esos relatos calificables por su mayor entidad y desarrollo, como novelas cortas, nunca a los cuentos también incluidos en esta Parte. Considero historias intercaladas pues, la de Grisósto­mo y Marcela, Cardenio y Dorotea, el capitán cautivo, «El curioso impertinente», Clara y Luis, y Eugenio.

29 Cervantes [1998: 134-135]. 30 Un análisis más ponnenorizado de la introducción de este episodio en la novela, lo llevé a

cabo en otro lugar [Baquero Escudero, 200 1].

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literarios, los sucesos inacabados de los distintos personajes31_, sin embargo y a través de esa aludida infiltración de la historia fingida en el caso de Micomicona, ambas líneas narrativas se unen. Y así, en esta ocasión, al caballero se le brinda esa posibilidad habitual en el universo caballeresco, de demostrar su valía e intervenir en una historia ajena para culminarla con todo éxito. Un ensartado, diríamos perfecto, que no es, sin embargo, sino consecuencia de un engaño que invierte además el sentido de la intervención, ya que creyendo ser don Quijote el mediador del final de la historia de Micomicona, en principio es Dorotea la encargada de concluir los sucesos del loco hidalgo, devolviéndolo a su casa.

Pero si, pese a todo, todavía pueden establecerse conexiones entre la historia de Cardenio y Dorotea, y la de don Quijote, mucho más dificil resulta la relación con la historia del capitán cautivo y con la de Clara -nueva variante de historia amorosa que supone, además, la feliz conclusión de la anterior32-.

Coincidentes todos los personajes en ese alto en el camino que supone la parada en la famosa venta, el capitán relata su historia, prácticamente conclusa, a unos atentos y admirados oyentes. En cierta forma, la manera de intercalación parece responder a la del relato enmarcado: un marco configurado en esta ocasión por la tradicional reunión de personajes. Sin embargo, y considerando la confluencia de sus protagonistas dentro de la acción primera y, sobre todo, advirtiendo que la conclusión de la misma se remata con esa tradicional anagnórisis que como la de Fernando y Luscinda tiene también lugar en este espacio, podemos hablar de un intento por parte del escritor por imbricarla más íntimamente. Las relaciones que se establecen, no obstante, entre los distintos personajes se producen siempre entre los protagonistas de dicha historia y otros también secundarios -como Fernando y el oidor-, nunca con don Quijote y Sanch033 • Al respecto no resulta, pues, nada sorprendente que Cide Hamete pudiera referirse a esta narración como pegadiza respecto a la de su héroe34

En conclusión, respecto a esta tradicional práctica de intercalación, el Quijote de 1605 se nos presenta como un texto verdaderamente singular. Considerando que el motivo motriz de la historia es la locura de un hidalgo que desea convertirse en caballero andante y para ello abandona su lugar y emprende un largo viaje, la estructura narrativa sobre la que lógicamente debía asentarse el texto era la propia de aquellos libros de caballerías. En los

31 Incluso lá intervención parece estarle vedada en historias que se ajustan a su propio uni­verso literario. Recuérdese su desafortunada participación en el incidente de Andrés, singular con­trarréplica del citado motivo del don caballeresco.

32 Neuschafer considera que formarían una sola [Neuschafer, 1999: 89]. 33 Este tipo de relación nos recuerda a la que encontraremos en el Persiles entre los acompa­

ñantes de los protagonistas, Antonio y Constanza, y otros nuevos personajes secundarios. 34 Sobre las diferencias en esos modos de insertar estas narraciones, manejando los concep­

tos del narrador cervantino, véase mi trabajo Baquero Escudero [2005].

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mismos, los distintos episodios iban ensartándose a lo largo del deambular del héroe; algo que percibimos en principio en la configuración narrativa del texto cervantino, ya que al menos en esta Parte en tomo al viaje del protagonista van articulándose diversos incidentes, sometidos normalmente a ese proceso de transmutación caballeresca propiciado por la locura del personaje. Sin embargo, al escritor parece no bastarle este único recurso que, desde luego, podía agotarse y a la búsqueda de ese principio artístico, fundamental en la época, de la variedad, introduce diversas narraciones secundarias ajenas al héroe. Si en los libros de caballerías las mismas se ensartaban en la historia del protagonista ya que este solía intervenir propiciando su final feliz, esto resulta, claro está, imposible en el Quijote. Únicamente a través de la mencionada situación de engaño podía ello ser factible.

Para intercalar, por tanto, esas historias ajenas y considerando las soluciones aportadas por algunos escritores anteriores, el autor podía haber adoptado dos posturas básicas: o bien si esas historias pertenecían a la misma región literaria de la acción primera, ensartarlas, o bien si respondían a otros modelos, enmarcarlas. Esto es lo que hace Mateo Alemán con la historia de ese otro pícaro que es Sayavedra, quien pasa a integrarse como compañero de Guzmán, en la acción principal, y con las otras historias de complejas tramas amorosas situadas dentro de distintos marcos. La misma postura que adoptaría después Avellaneda.

A Cervantes no parece satisfacerle tal solución y sin renunciar a ese principio de la variedad por el que su novela presenta una múltiple gama de registros literarios, procedentes fundamentalmente de esas historias episódicas, intenta no quebrantar la cohesión narrativa con el manejo sistemático del marco. Solo en una ocasión, recordemos, lo utiliza; en las demás, las historias episódicas aparecen ensartadas, en un cuidadoso intento de imbricación en la acción primera que parece no preocupó demasiado a esos otros autores, contemporáneos del escritor. Es más, incluso podríamos hablar de una situación análoga en escritores posteriores, herederos del mismo Cervantes. Si este renunció al marco para intercalar historias en esa obra de plena madurez que es el Segundo Quijote, no prescindirán del mismo autores como Scarron35

, Fielding36 o Dickens. En pleno siglo XIX y en una novela en donde una vez más encontramos esa fecunda asociación de viaje e intercalación de relatos, como el Pickwick, el escritor acumulará un elevado número de historias secundarias de catalogación literaria en general, muy diferente a la acción principal, pues se trata de relatos en muchas ocasiones en la más pura tradición gótica inglesa. Unas historias que son integradas sistemáticamente, conforme a la estructura narrativa del encuadre desechada por Cervantes en la Parte Segunda. Al respecto casi podríamos decir

35 Véase Rousset [1986: 69-75]. 36 Véase Ardila [2001].

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que el autor inglés es aquí más tradicional que su admirado modelo, y que tiene presente más el Quijote de 1605 que el de 161537 •

Contemplados, pues, desde una tradición literaria tanto anterior como posterior, el cuidado y preocupación de Cervantes por la elaboración fonnal de su obra y sus innegables dotes narrativas resultan manifiestos.

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37 Aunque frente a estos últimos autores, habría que recordar la genialidad de otros escritores buenos conocedores y admiradores del Quijote como Dostoyeski y Bulgakov, a la hora de manejar este recurso de la intercalación de historias secundarias. Recuérdense al respecto Los hermanos Karamazov o El maestro y Margarita. Unas obras que no responden, sin embargo, a esa secuen­ciación episódica propiciada por el viaje.

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