El Verbo Destruyó la Carne

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El Verbo Destruyó la Carne

Poemas por Pablo Ruiz San

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Imagen de portada de Lucian Freud

Veneno

Estoy en el hospital y cerca de mí hay un hombre,

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lo han traído porque intentó suicidarse.

Le toman los signos vitales,

apenas tiene pulso,

lo obligan a vomitar

para limpiar su estómago del veneno.

Él se ve somnoliento,

pero se agita

no desea que le arrebaten la muerte.

Está delgado, los ojos desorbitados,

la espalda curva, la piel amarilla,

con las uñas mordidas, todo él es un grito afónico.

Lo han atado a la cama, correas de piel amordazan su muerte.

Yo escribo muy cerca de él, me han recomendado escribir,

mis palabras amordazan mi muerte,

declamo para vomitar veneno.

Regresa

Esto te lo escribo desde cierta distancia,

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con esa distancia que se expande y se contrae:

con el tiempo.

Estas palabras te las escribo con los puños cerrados

como si me preparara para golpear un abismo invisible.

Te escribo como un loco que no conoce otra cosa,

pero que la conoce bien.

Como un hombre que recuerda una alegría amarga,

o un Dios negro que prepara para olvidarse del mundo.

Te escribo estas palabras

de la misma forma en que los religiosos

se entregan al ritual en el que no saben si algún día verán aparecer a sus ángeles.

Te escribo estas palabras para un libro de poemas que va a nacer en mi memoria y a morir en tus manos.

Te escribo este poema porque me levanto cada madrugada

a contemplar mis palabras, que se van haciendo más tuyas.

Como un contagio de instantes la memoria

Ilumina espacio hermosos, cambiándolos,

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haciéndolos nuevamente suyos.

Cuando la luna brilla

es porque ha recordado al sol

y dicen que la sombra es la espina dorsal

de las formas luminosas,

así como las caricias son la raíz de tu olvido

y mi espera es la flor marchita

que despide un perfume que te dice

Regresa.

La sensación de haberte querido

es el calor de un amanecer que no volverá nunca,

el silencio después de una canción que te estremece.

Silencio Perfecto

Tendrías que estar allí

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con la cabeza ardiendo en imágenes en mitad de la noche.

Y una musa real, de carne y hueso

hablando mentiras.

El tiempo al acecho como un animal nocturno,

entonces sabrías que esto no es hermoso

sino violento.

Te sentirías como si hubieras vivido

el hastío de todas las vidas,

serías Sísifo con las piernas rotas.

Te bastaría un poco de tiempo en este sitio.

Unas palabras bastan para estar orgulloso

de guardar silencio.

Allá afuera los amantes culparán al tiempo,

los hombres se disolverán en su existencia,

aquí todo se aparta hacia otro sitio

o se queda contemplando su imagen

hasta que la olvida.

Este es el sitio en que los dioses

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Pierden la razón.

Palabras

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Cuánta aparente inocencia aquí

en estos signos sordomudos

en este bautismo de tinta negra.

Mas cómo hablar sin la apariencia

de estas imágenes

de las que sólo logro cenizas.

Éste que ves aquí

es otro intento,

otra grieta negra

en el estéril suelo blanco.

En esta alegoría del mutismo

cada palabra te aproxima

a la afonía

cada letra es un línea recta

retorcida hasta la insignificancia.

Sueño

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Te recuerdo como si mirara una fotografía

desde mi soledad

como desde el beso que la noche impregna

a los amantes que se entregan a sus pérdidas.

Entonces hay algo de asfixia

en el aire,

una paradoja,

igual que recordarte

por aquello que no vivimos.

O presenciarte en otros rostros,

una multitud reducida a ti

tú, reducida a pocos gestos.

En ésta mi soledad sin testigos,

las frases que pronuncio,

al no ser escuchadas,

se convierten en silencio.

(¿Pero acaso el árbol que arde

en soledad, no produce un incendio?)

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Aquí eres recuerdo,

eres sueño

y fotografía de una sombra.

Eres la palabra para el silencio

que soy en el fondo.

Ola de mutilación suicida

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Yo lo hago por exiliarme

por entregarme a la soledad

como a mi piel,

si el silencio está

en el viento

seré apenas un respiro.

Yo lo hago por desvanecerme

por entregarme a la

oscuridad

igual que un ciego,

como la nada

que va desde ninguna parte

hacia cualquier sitio.

Yo lo hago como el mar

que a cada ola

intenta escapar de sí mismo.

Los días

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Despierta.

Tiene los intestinos llenos de mierda

y la vejiga repleta de orina

son las seis de la mañana

la esclerótica amarilla

y el aliento podrido

se dirige al excusado

mirándose de cerca y pensando

en los años

oprime el tubo de la pasta dental

e intenta recordar sus sueños

pero no hubo sueños esa noche

los hombres vulgares no sueñan.

Piensa un poco con esperanza

en dos años le espera un aumento

en cuatro años quizás esté casado

con una mujer que lo ame

en diez años su primer hijo le llamará padre

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piensa con miedo

en veinte años su esposa enferma de cáncer

dentro de cincuenta años será un viejo insoportable

a la vista de toda la gente

ahora recuerda, clasifica su vida

en éxitos y fracasos, es autocompasivo

“no ha ido tan mal” se dice

Todavía me quedan algunos años, cosas por hacer,

piensa con esperanza, se levanta del excusado

su esperanza huele a mierda mezclada con orina.

Puta

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Poemas escritos a dos manos

con flujo vaginal y cicatrices

en las paredes de una casa abandonada

que cuentan las historias

de las prostitutas viejas y ahora sin clientes

que por un tiempo se escondieron

tras maquillaje barato

y oscuridad sobre su sexo.

Golpeadas por sátiros de tercer mundo,

que fueron penetradas hasta el sudor y la repugnancia

por la impotencia de un falo que se reblandece

entre unas manos neuróticas.

Dos sexos irreales en mitad de un acto de execración,

caricias como disolución de un hastío,

dos personajes se miran de frente

y es como si se abismaran frente a la belleza de la fealdad.

Puta, eres una virgen que cuando entristece llora lágrimas de sangre menstrual.

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Aborto

Niños circuncisos del dios castrado

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madres atravesadas por agujas

en la noche blanca, fría, inmaculada

como heridas lavadas con vómito,

un niño ungido con leche materna

liquido amniótico en un río sin cauce

una cruz roja sobre el suelo blanco

como sangre mezclada con esperma,

un vientre desgarrado de añoranza

de ti que los buscas infatigable

en otras tenues formas parecidas,

eres Edipo que calma su anhelo

en la saliva putrefacta de Freud.

Este no es ni la sombra del instante

en que un corazón gozoso se extiende

hacia adentro, arterias como las raíces

del árbol que se nutre de existencia

es apenas la forma casi ciega

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que se reconoce; mas no se explica

absurdo reflejado vagamente

en la prolija sombra sinsentido

Pero esta imagen está vedada a ti,

has nacido muerto, débilmente una

mano te sostiene, como queriendo

asirse a tu ausencia, a la paradoja

de la vida y muerte en ti conjugadas

y esa mano inútil que a ti se aferra

queriendo abrazar el vacío que ostentas

para unirse a esa nada que ahora eres

y a la que te entregas con erotismo

como una oscura bestia hermafrodita

que extática se penetra a sí misma.

Lloraba

Y su llanto lo desvanecía de a poco,

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como un árbol que llora pájaros,

lloraba de memoria, de recordarlo todo

sin haber aprendido nada

como si lo viviera desde el principio,

lloraba como si estuviera enfermo de sí mismo,

se entregaba a su soledad

como una nada que se deja caer en el abismo.

Era el extraño que camina en el sentido contrario

de su sangre, perdiéndose en su llanto.

Lloraba para pasar de la tristeza,

como quien duerme un día sin amanecer,

soñando como única posibilidad

de despertar.

Lloraba

Y el llanto del mundo era su exilio,

Lo tocaba como una ola que va formando una roca.

Mantra

Palabra sagrada

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repetida hasta el cansancio

y la iluminación,

una mirada erótica

al silencio y su inopia.

El poeta inicia un canto parecido

en su boca todas las palabras

poseen un poder sacro,

son reiteradas

hasta la náusea indescifrable

y en mitad de ese vómito divino

nace el silencio que desea.

Eternidad

He soñado que soy un hombre y embarro sábanas blancas con sangre que escurre de mis venas.

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Igual que un suicida que se deja fluir

y sus piernas tiemblan como ante una primera eyaculación.

Un suicida que se cuelga y en último momento sus pies danzan

al ritmo de un corazón que se extingue como un violín ensordecido

por el final de la sinfonía, colgado y pataleando, tratando de escapar de

ese tirón del cielo.

Igual que un ángel que intenta arrancarse las alas.

He soñado que soy un hombre y embarro sábanas blancas

con sangre que escurre de mis venas, un dios

que se alimenta de sacrificios rituales,

porque, como saben los dioses de los salvajes,

morir es un ansia de eternidad.

La diosa del silencio

Sólo admite que se la sacrifiquen

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las palabras más hermosas

para saciar su sed, su sobriedad,

su anemia permanente.

Cada poema es una ceremonia,

un baile en que se desnuda la razón

o se entrega a una lengua oscura

de un espíritu corrompido

que es el poeta.

Hospital

Recuerdo de la primera soledad:

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Te escribo esto desde un escenario

donde cada cuerpo es un remanso

de una bolsa de plástico.

Aquí el río se evapora,

los libros se cierran en una genuflexión

de la última palabra;

te esperan

un hombre con traje blanco

y el piso artísticamente manchado de vómito.

En la mano lleva un espejo

que acerca a tu boca,

como para sacarle un último retrato

a una luz mancillada.

El reloj avanza,

da tiempo en arcadas.

Yo espero,

mis labios son jirones blancos

en la oscuridad de un manicomio

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duermo un sueño sin geometrías,

miro de cerca,

asisto a un nacimiento,

la muerte sólo observa

carne vomitando carne sobre un río.

El hombre vuelve ya,

con un gesto me muestra el espejo:

tu último suspiro,

me lo entrega

y yo me voy caminando

con el espejo en la mano

empuñando tu ausencia.

Fuego

Quiero ver a las palabras

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arder en llamas

como desde la

biblioteca de Alejandría,

rasguñando la garganta

de quienes las respiran,

iluminando los ojos

de quienes las miran,

en su fuego místico

esperando ansiosas

consumir todo lo que vive.

Las palabras

ardiendo,

volviéndose viento

y entrando a los pulmones,

en un movimiento

opuesto al de la declamación poética

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como si existieran fuera de nosotros

como si existieran y se incendiaran.

Frontera

Eres la mujer que me espera en la frontera

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Con el cielo desnudo de nubes

Y la ciudad desnuda de gente

Con el sol quemante y los pies cansados.

Yo soy el hombre que está temblando

ante el peso de sus sueños

Desde una sala de espera en el aeropuerto

Como frente al mirador de la ciudad más hermosa del mundo.

Espérame allá, mientras los viajantes llegan y se van

y quienes los esperan se alegran o lloran,

mientras atardece y el sol se convierte

en una vela débil para nuestra habitación,

en las noches infinitas

igual que libros que no leeremos nunca.

Soledad

Estás solo, ahora puedes escribir poesía que nadie lea,

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declamarla para que nadie escuche tu desgarro.

Violas el silencio y el silencio gime como una sordomuda sudorosa

penetrada analmente por quien la profana.

Ese es tu silencio:

Dos cuerpos que al final de un coito violento

se encuentran manchados de saliva

y de angustia en tiempos verbales;

y recuerdos que se posan sobre tu mente

como la herrumbre en las cosas cotidianas.

Cultura

Viene del latín cultura

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y éste de cultus, cultivo.

Evoca la imagen de una planta

que crece

sin fruto, estéril

que sólo sirve si arde.

Dados

Cifras que un jugador blande

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escritas con puntos y relieves

como el lenguaje en braille

para un azar ciego.

Los mismos números

son benditos o malditos

según el deseo que los provoca.

Cuando dos cantidades iguales coinciden

dice la probabilidad

que no volverán a conjuntarse.

Es un hecho matemático:

Tú y Yo no volveremos a encontrarnos

y si lo hacemos no seremos los mismos

otra suerte, otros destino

un nuevo jugador

nos empuñará en sus manos.

Diccionario

La traición de la semántica,

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el caos ordenado ,

la longitud de cada palabra

medida con otras palabras

como la mesura de lo inefable,

una estructura de círculos concéntricos

donde el centro

es cualquier punto donde se mire,

un anti-mantra repetido en el delirio

para alcanzar desesperadamente

una negación del silencio.

Twenty first century schizoid man.

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Una voz que grita y cuanta más atención recibe

más ansias posee, más agita sus alas, más sus alas se vuelven garras,

más tus oídos se vuelven odios.

Las calles ríos de despojadores, la ciudad sala de psiquiatría,

los transeúntes intentos de suicidio y psicoterapia,

las prostitutas llorando semen y los santos tragando espinas.

Tú nadando en otra invisibilidad, indivisibilidad, imbecilidad.

Los panfletos en la mano, la risa idiota,

la fotografía de la mujer más hermosa del mundo

envejecida, no ella sino la imagen, su adolescencia intacta como Dorian Gray dibujado con baba.

Los libros sarcásticamente útiles, enfermizamente morales,

con las piernas abiertas al progreso,

como una indígena embriagada y penetrada por los conquistadores.

Los panfletos en la mano, la náusea en la boca,

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los sueños ciegos,

las piernas alas rotas que se arrastran.

En la ciudad blanca

En la habitación sin sombras

avanza un hombre con los

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pies ennegrecidos

que dejan una huella

y forman el nombre de una mujer

a quien amo y cuya imagen busca repetir

en el futuro, pero su nombre está solo bajos su pies,

en la suela de sus zapatos,

en sus huellas.

Delante del hombre baila la dama

en un éxtasis rítmico

parecido al del fuego.

La ciudad blanca lo observa, lo consume.

Él espera descansar en alguna parte.

Por todos lados se extienden inscripciones

que confunden a quien las lee

por todas partes se cuentan historias de habitantes

que no existieron.

El hombre grita, pero en esta ciudad blanca

todo se camufla por el resplandor de su estructura.

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El hombre sangra, pero en esta ciudad blanca

la sangre se confunde con la leche materna.

El asesino de sus padres

Aspirar a eso, a una orquesta de cisnes,

a poesía que se muera, como todas las otras cosas,

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a versos que se consuman a sí mismos

para que la poesía se parezca más al tiempo

que a la memoria.

Porque la poesía de los siglos ha dejado

a los hombres desprovistos,

ahora no escriben con tinta sino con sombras

en lugar de sangre en las venas tienen cenizas,

adivinan en el polvo su destino, y cuando leen

sus bocas son cicatrices de heridas que no les pertenecen.

Aspirar a eso, a una poesía efímera

como el canto de los pájaros

para que los arboles crezcan hacia ella,

la entiendan las flores y le teman los gusanos.

Oscuridad

Me he hundido tanto en la oscuridad

como un ciego al que le cosieran los párpados

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con el pico de un cuervo,

en la poesía de imágenes grotescas,

pero que ostentan una belleza inaudita, inaudible

como el cadáver de un viejo, cubierto de arrugas

y cicatrices, o andar por el infierno, en un laberinto de círculos concéntricos.

Si lo hago es porque la fealdad posee su propio lenguaje

y esta es su retórica,

se puede escribir sobre otra cosa,

atender con otras figuras la necesidad poética,

pero como lo supieron los romanos,

sólo el vinagre puede calmar la sed de un agónico

que ha conocido la divinidad en su propia carne.

He estado cerca de estas formas

y ellas tan cercanas a la nada

que son sus brazos, sus almas y la comisura de sus labios

como un agonizante que conoce el vacío y a través de su cuerpo

esa cosa inconmensurable canta,

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canciones como el gemido del silencio.