El valor de educar, fernando savater, educere

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EDUCERE, CONFERENCIA, AÑO 5, 13, ABRIL - MAYO - JUNIO, 2001 FERNANDO SAVATER 93 EL VALOR DE EDUCAR FERNANDO SAVATER FILÓSOFO ESPAÑOL •Del mismo modo como se habla de alimentación basura, también puede hablarse de una especie de educación basura, en la que alguien es educado exclusivamente para ser siervo, para reproducir simplemente la servidumbre a la que ya de antemano se le destina. •Las estadísticas médicas, no solamente en España sino en otros países europeos, indican que la profesión que ocasiona el más alto índice de depresiones psíquicas, así como de otros trastornos psicológicos y nerviosos, es precisamente la profesión de maestro. Es decir, revela que hay una situación de estrés, de tensión, de una exigencia no recompensada, no comprendida, no aceptada, muy fuerte. •Yo creo que una sociedad se valora en gran medida por la calidad de su educación, por la importancia que sus ciudadanos le conceden a la educación y por los sacrificios, presupuestales y de concreción para con los gobernantes, que están dispuestos a hacer para que la educación alcance a todos.

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EL VALOR DE EDUCARFERNANDO SAVATERFILÓSOFO ESPAÑOL

•Del mismo modo como se habla de alimentaciónbasura, también puede hablarse de una especie deeducación basura, en la que alguien es educadoexclusivamente para ser siervo, para reproducirsimplemente la servidumbre a la que ya deantemano se le destina.

•Las estadísticas médicas, no solamente en Españasino en otros países europeos, indican que laprofesión que ocasiona el más alto índice dedepresiones psíquicas, así como de otros trastornospsicológicos y nerviosos, es precisamente laprofesión de maestro. Es decir, revela que hay unasituación de estrés, de tensión, de una exigencia norecompensada, no comprendida, no aceptada, muyfuerte.

•Yo creo que una sociedad se valora en gran medidapor la calidad de su educación, por la importanciaque sus ciudadanos le conceden a la educación ypor los sacrificios, presupuestales y de concreciónpara con los gobernantes, que están dispuestos ahacer para que la educación alcance a todos.

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eConferencia

n esta charla, pretendo referirme aun tema al cual he dedicado lareflexión de mi último librotitulado, al igual que esta charla, ElValor de Educar.

Durante la charla les voy aexponer algunas de las inquietudesy perplejidades que me llevaron aescribir ese libro, y que tambiénme han acompañado mientras lo hepreparado. Posteriormente, cuandotengan la oportunidad de conseguiry leer el libro, podrán prolongar lasreflexiones que hagamos aquí.

Empiezo por decir que, sobreel tema de la educación, no tengoninguna preparación ni autoridadespecial. Me he dedicado durantemás de 30 años a la enseñanzauniversitaria; he tenido un hijo, locual algo le enseña a uno en elterreno de la educación; pero fuerade eso, no he estudiado pedagogíay no he frecuentado a los clásicosde la técnica educativa.

Me interné en ese campo deautores relacionados con el temade la educación, porque había unaserie de cosas que me parecíansorprendentes en mi país, y porque,por lo que he podido cotejar, sonbastante semejantes a las queocurren en otros países.

En general, cuando endebates y discusiones se abordanlos problemas de la juventud;cuando se habla sobre losproblemas del mundo actual, sobrela violencia, el racismo y ladrogadicción, es decir, sobre esostemas que normalmente seconsideran como “problemas deactualidad”, se suele finalizardiciendo: “Eso hay que atajarlo enla escuela”, “Debería ser la escuelala que resuelva eso”, “Se trata deuna cuestión que hay que enseñardesde pequeño”.

Dicho esto, parece que habríaque suponer que los maestros, losencargados de llevar a cabo esa

labor sobre la que todos parecemoscoincidir en que es imprescindible,deberían ser las personas másvaloradas, estimadas y prestigiosasde nuestra sociedad.Lamentablemente, ello está lejosde suceder.

El maestro es una figurapostergada profesionalmente,postergada en cuanto a surelevancia y a su reconocimientosocial.

En España, mi tierra, hay uncruel refrán que dice: “Pasar máshambre que maestro de escuela”,lo cual ya es una ominosa señalrespecto al trato que reciben losmaestros desde hace muchotiempo.

Quizá aunque en laactualidad su función laboral estáun poquito más protegida, de todasformas siguen siendo el estratomás apartado y menos valorado dela educación. Se les sigueconsiderando como gente que se hadedicado a enseñar simplementeporque no tenían capacidad paramás altos designios. En los forospúblicos, en los radiofónicos, enlos televisivos, entre otros, dondese reúnen personalidades dediversas órdenes, rara vez se invitaa un maestro para que dé suopinión, para que exprese susproblemas, para que transmita susinquietudes.

Por una parte existe unreconocimiento formal y retóricosobre la importancia del maestro yde la escuela; y por la otra parte, elmaestro real y efectivo es unpersonaje subvalorado, postergadoy solitario que tiene que afrontaruna gran cantidad de problemassolo y al cual la sociedad le prestamuy poca atención.

Las estadísticas médicas, nosolamente en España sino en otrospaíses europeos, indican que laprofesión que ocasiona el más alto

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“índice de depresiones psíquicas, asícomo de otros trastornospsicológicos y nerviosos, esprecisamente la profesión demaestro. Es decir, revela que hayuna situación de estrés, de tensión,de una exigencia no recompensada,no comprendida, no aceptada, muyfuerte.

El maestro, entendido comola persona que se encarga de laprimera educación de los niños, esen mi opinión, el elemento másimportante de la educación. Todoslos demás, me refiero a loscatedráticos de universidad, losartistas, los literatos y los propiospolíticos, no somos más quemaestros de segunda; es decir,maestros que venimos después deque los maestros de primera hancumplido su función.

Por ello, si esos maestros deprimera no han cumplido bien sufunción, es muy difícil quenosotros tengamos ocasión dellevar a cabo alguna laborespecialmente relevante.

Quienes recibimos jóvenescon 18, 19 ó 20 años,evidentemente podemos prestarlesayuda. No obstante, lo que resultamuy difícil es que podamos haceruna renovación absoluta de esaspersonas. Los hábitos de estudio,de curiosidad y de conocimientoque no hayan adquirido en suprimer momento, es muy difícilque podamos dárselos después.

La aceptación retórica de laeducación y, sin embargo, sudesinterés efectivo es algo quesorprende. He asistido, desdedentro de un medio decomunicación, desde unimportante periódico, a diversoscambios ministeriales en mi país.Por ello, cada vez que hay uncambio ministerial se hacen lasacostumbradas cábalas sobre quiénserá el ministro de Asuntos

Exteriores, quién el del Interior oquien se encargará del ministeriode Economía; atreviéndometibiamente a preguntar: “¿Y deEducación?”

Claro, siempre habrá alguienque se dedique a eso, pero nuncaes prioritario. Se trata de unasunto que, en el fondo, nopreocupa.

Los políticos hablan yproponen planes más o menosfenomenales, pero rara vezcontemplan el tema de laeducación en ellos, salvo a travésde alguna declaración como“Procuraremos mejorar laeducación”. Naturalmente no vana decir que la van a empeorar. Entodo caso, ni el público ni laclientela política les exige másconcreción.

Hoy, a diferencia que en elpasado, el tema de la educaciónempieza a ganar importancia enlos planteamientos políticos.

Empezando por la propiacampaña electoral del presidenteClinton en los Estados Unidos, quele otorgó inusual espacio al temaeducativo; seguida de la campañade Tony Blair en Inglaterra: deJospin en Francia y delreplanteamiento a fondo de laeducación en el caso italiano, eltema de la educación se vieneactualizando cada vez más.

Finalmente, aparte de esasdeclaraciones retóricas, de eseplanteamiento genérico sobre eltema de la educación, parece quese está convirtiendo, cada vez más,en un problema a nivel efectivo, anivel real.

Se trata de un problema anivel efectivo porque la educaciónen ningún caso es un asuntoparticular o un asunto privado.Cierta visión, más o menosreduccionista, sea por justificantesliberales o neoliberales, ha dejado

entender que la educación es unasunto privado de los padres consus hijos. Es decir, que los padresy los hijos tienen su problema yque lo resuelven a su modo, y queen cuestiones educativas nadiemás tiene que meterse en elasunto.

Considero que se trata dealgo profundamente erróneo eincompatible con una visiónmoderna de la democracia.

La democracia desde susorígenes, en Grecia, nace ligada ala paideia, a la educación. No setrata, entonces, de dos cosasdiferentes.

Las democracias comportanpreocupación pública por laeducación, porque comportanfabricación de ciudadanos capacesde participar, de criticar y deformar cuerpo, en las decisiones,con el resto de la ciudadanía.

No se trata pues de algoaccesorio; no se trata de un lujovoluntario del que se puedeprescindir. El hecho de que en lasdemocracias los ciudadanosreciban una educación completa esuna exigencia democráticaimprescriptible porque elciudadano democrático no es unproducto natural, que brota como

El maestro, entendido comola persona que se encarga de laprimera educación de los niños, esen mi opinión, el elemento másimportante de la educación. Todoslos demás, me refiero a loscatedráticos de universidad, losartistas, los literatos y los propiospolíticos, no somos más quemaestros de segunda; es decir,maestros que venimos despuésde que los maestros de primerahan cumplido su función.

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brotan las acacias o como brotanlos cardos de la tierra, sino que esun producto artificial, un productosocialmente creado.

Todos los seres humanos,como ustedes saben, todos losseres simbólicos y racionales,tenemos, por así decirlo, dosniveles de nacimiento: elnacimiento biológico del úteromaterno y el nacimiento, comoseres humanos, como sereshumanizados por nosotros, de unútero social que nos forma.

Somos potencialmentehumanos, pero la realidad humananos la dan los otros.

Un melocotón estáprogramado para ser melocotón yuna pantera para ser pantera sinnecesidad de recibir colaboraciónexterna que los confirme en suidentidad. No obstante, los sereshumanos no llegamos a serhumanos si no nos humanizan losdemás. No debemos olvidar queuna de nuestras dimensionesfundamentales es la dimensiónsimbólica y la dimensión simbólicano es natural, sino artificial puestoque la recibimos de los otros.

El símbolo es aquello quenos dan los demás. El sentido loaprendemos en los otros, en losdemás.

De alguna forma podemosdecir, entonces, que nos hacemoshumanos unos a otros.

En algunos doctrinascognitivas actuales existe, en miopinión, una profundaequivocación cuando plantean laeducación como un problema

semejante a la programación de unordenador. Se dice que educar, oinstruir al menos, es introducirnoticias, conocimientos, datos, bitsde información, dentro de alguien;y que esto, que en cierta medida esel mismo trabajo que se haceprogramando un ordenador, selogra programando educativamentea una persona.

Se trata de algoprofundamente erróneo porque noes lo mismo aprender a calcular o aalmacenar información queaprender a compartir significados.Compartir significados es algodistinto a simplemente acumulardatos; es algo que sólo nos puedevenir de nuestros semejantes.

Creo que el hecho de queaprendamos de los semejantes, deque aprendamos de un semejanteque nos enseña el módulo de lahumanidad que vamos a adoptar, esmás relevante que ninguno de loscontenidos concretos.

El hecho de que aprendamosa través de un semejante, pormedio de un semejante, pormimesis con un semejante, meparece que es más significativo queninguno de los contenidosconcretos que se nos puedenofrecer.

En todas las culturas hahecho falta la transmisión devalores, la transmisión deconocimiento y el sentido deltiempo.

Los seres humanos somosseres temporales y aprendemos latemporalidad de los otros. De losotros aprendemos la memoria del

grupo, la memoria técnica, lamemoria de las tradiciones y lamemoria de las leyendas que dansignificado al grupo.

La memoria del grupo, elpaso del tiempo, la idea de que lahumanidad no se inicia connosotros, sino que somos herederosde una humanidad ya establecida ycuyos designios, en cierta forma,tenemos que prolongar; esa entradaen el mundo del tiempo, en elmundo de la relación y delsignificado, no se puede entablarmás que por medio de semejantes.

Todas las culturas lo hanhecho así.

Lo que pasa es que, en elcaso de la democracia, lademocracia exige un tipo deciudadano autónomo, capaz dejuicio crítico, capaz de decisiónpropia, capaz de valorar lo que sele dice y de contraponerlo con otrasopiniones diferentes, capaz deprotagonizar una acción públicaporque, en el fondo, en lademocracia todos somos políticos.De vez en cuando delegamosnuestras decisiones políticas enunos representantes transitorios,pero la función política descansasobre cada uno de nosotros.

No se puede depender depersonas que no saben, que noconocen, que no tienen el uso delos símbolos o de la informacióndebida; no podemos depender deellas dentro de un juegodemocrático.

Si al interior de unademocracia dependemos de talespersonas, cualquier cosa puedeocurrir.

Me permito leerles una frasedel último libro de John KennethGalbraith, frase quedesdichadamente leí demasiadotarde para poder utilizarla en milibro sobre El Valor de Educar,pero que me parece que resume

Cuando se hace referencia a la educación pública o a la educaciónprivada, lo primero que hay que señalar es que, al menos como problema, laeducación es siempre un problema público. No se trata de una cuestiónprivada de padres e hijos; es un problema público que tiene que ser afrontadopor la colectividad.

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“ El primer secreto que tienen que aceptar todos los pueblos que tratande afrontar la educación de forma radical es que la buena educación esmuy cara. Se trata de un secreto muy ingenuo, si ustedes quieren, perobásico. La educación de calidad es algo muy caro: y el hecho de garantizarlapara toda la población, es algo que exige de un gran esfuerzo social. Poreso es importante que no solamente los políticos se comprometan a ella,sino que nosotros como políticos exijamos a nuestros representantespolíticos que se le dé primacía a los gastos destinados a la educación. Entodo caso, si se nos dice “Bueno, es que eso cuesta mucho dinero”, habríaque preguntarse: ¿Para qué otra cosa mejor se va a guardar?; ¿qué otracosa mejor se puede hacer con el dinero que crear ciudadanos capacesde valerse por sí mismos?”

bien cosas que yo intentaba decirahí. Dice Galbraith: “Todas lasdemocracias viven bajo el temor dela influencia de los ignorantes”.

El problema de lasdemocracias es el temor a lainfluencia de los ignorantes,porque los ignorantes, es decir, laspersonas mal educadas,constituyen, por descuido, desidiay/o incompetencia, la mayoría dela población.

Y no me refiero –y creo queGalbraith tampoco- a losignorantes en el sentido meramentede datos técnicos. No estamosrefiriéndonos a un ignorante en elsentido de una persona quedesconoce datos, que no conoce lafórmula del oxígeno, datos de estetipo que todos ignoramos y que noimpiden nuestro uso normal de larealidad, sino de una ignoranciamás profunda.

La ignorancia de la relaciónracional con los otros, de lacapacidad de aprender, del valor dela costura; de la capacidad deexplicar las propias demandas y deescuchar la explicitación de lasdemandas ajenas; de la capacidadde argumentar; de la capacidad debuscar información y de ser capazde rentabilizarla; de la importanciade aceptar la presencia de los otros,nos impone también el captar ytolerar, formas y planes de vidadiferentes.

De allí que el tipo dedecisiones públicas que surgen delas personas que desconocen loanteriormente señalado espreocupante porque ese tipo deignorantes es presa fácil de lademagogia, de la violencia, de losintegrismos y de las actitudesextremas.

De modo que la democraciaeduca en defensa propia. No es unacuestión privada, no es unacuestión individual de los padres

con sus hijos; es un problemasocial, un problema público,porque si la democracia no educa,no funciona.

Cuando se hace referencia ala educación pública o a laeducación privada, lo primero quehay que señalar es que, al menoscomo problema, la educación essiempre un problema público.

No se trata de una cuestiónprivada de padres e hijos; es unproblema público que tiene que serafrontado por la colectividad.

Que posteriormente lasdemandas de la educación seimplementen utilizando recursosestatales o se haga utilizandorecursos privados o coninstituciones privadas concertadascon lo público, eso, en cadaocasión, y según lo que parezcadeseable, práctico, etcétera, sepuede resolver.

Lo que no deja de tenerprimacía es que la educación tieneque ser un problema a resolversocialmente; que el Estado y laautoridad social no puedendesentenderse de la educación. Nopuede simplemente entregarse almercado; no puede dejarse a laoferta y demanda para que cadacual se las arregle como pueda.

El problema del que va a sereducado es que, quizá, aquellas

personas, responsables de sueducación, por razones históricas,sociales o económicas, no valoranlas posibilidades que la educaciónle brinda a cada persona.

Tiene que ser la sociedad laque se preocupe de que, quieran ono los padres, los valoren o no,cada persona obtenga la mejoreducación posible.

No se trata de una cuestiónde puro altruismo, sino de un actode defensa propia delfuncionamiento de la democracia.

La educación no puede serdejada al albur, al azar o a lacasualidad.

Tampoco se puede entregar acada persona al destino de sufamilia, de su estrato social, entreotros, porque precisamente laeducación es la antifatalidad.

La educación es lo que sirvepara combatir la fatalidad. Laeducación es lo que rompe lanecesidad de que los hijos de losignorantes sean siempre pobres.

Gracias a la educación es queprecisamente se rompe este tipo defatalidad y esta continuidad en lareproducción de lo establecido.

Por lo tanto, y aunque laeducación no puede resolver todoslos problemas, no se puedenresolver los problemas sociales sinotorgarle la debida importancia a la

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educación.Allí donde la educación está

reservada a unos pocos pudientes,a un grupo de personas que puedeutilizar los mejores recursos y losmás sofisticados medios deinformación y donde, en cambio, elresto de la población quedaconfinada en una especie deeducación basura, no puede unoquejarse de las situaciones deviolencia y de enfrentamiento.

Del mismo modo como sehabla de alimentación basura,también puede hablarse de unaespecie de educación basura, en laque alguien es educadoexclusivamente para ser siervo,para reproducir simplemente laservidumbre a la que ya deantemano se le destina.

Thomas Jefferson decía quehay algunos que creen que ciertaspersonas nacen con una silla demontar en la espalda para que otrosse suban encima; y es importantedemostrar que nadie nace con unasilla de montar para que los demásse suban encima.

La educación es la que luchacontra esa silla de montar que lanecesidad, el designio social, lalimitación de la familia, etcéteraimponen sobre las personas. Si sedeja la educación simplementecomo un producto del mercado;como un producto sometido a laoferta y a la demanda y no comoeducación pública, vamos acondenar a muchas personas allevar sillas de montar para queotros se suban encima.

Estoyconvencido deque,efectivamente,en el sigloentrantetambiénexistirándiferencias declases,diferenciasradicales entreposeedores ydesposeídos,pero tambiénque no se van a

parecer tanto a las tradicionales.La separación entre los que

poseen información y los que no laposeen, entre los que son capacesde investigar, de obtenerinformación de primera mano y derentabilizarla, entre los quedependerán o no de otros paraobtener información, no va aresultar tanto del enfrentamiento

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tradicional de clases.La forma de luchar contra esa

fatalidad es, evidentemente, através del proceso educativo. Deahí la importancia social de laeducación. Posteriormentepodremos discutir si vamos aimplementarla de una forma u otra;si vamos a satisfacer las demandaseducativas de una forma u otra.

El primer secreto que tienenque aceptar todos los pueblos quetratan de afrontar la educación deforma radical es que la buenaeducación es muy cara. Se trata deun secreto muy ingenuo, si ustedesquieren, pero básico.

La educación de calidad esalgo muy caro: y el hecho degarantizarla para toda la población,es algo que exige de un granesfuerzo social.

Por eso es importante que nosolamente los políticos secomprometan a ella, sino quenosotros como políticos exijamos anuestros representantes políticosque se le dé primacía a los gastosdestinados a la educación.

En todo caso, si se nos dice“Bueno, es que eso cuesta muchodinero”, habría que preguntarse:¿Para qué otra cosa mejor se va aguardar?; ¿qué otra cosa mejor sepuede hacer con el dinero que crearciudadanos capaces de valerse porsí mismos?

Es decir, ciudadanos queaprendan a aprender, no queaprendan tal o cual cosa, porquelos conocimientos van moviéndosede una manera cada vez másvertiginosa.

Lo que hay que crear sonpersonas capaces de aprender,capaces de reciclar susconocimientos, capaces de seguireducándose a sí mismos, de seguirinvestigando e informándosepermanentemente.

Evidentemente, crear este

tipo e persona es algo caro; es algoque no se consigue simplementecon buena voluntad; y que si no selogra extender de manerasuficiente, si no llega a lapoblación, evidentemente va aconstituir un gravísimo problemapara cualquier verdaderaconcepción de una democracia noretórica.

Es retórica una democraciaen la cual si bien todo el mundopuede participar, la capacidadintelectual, la capacidad deinformación, la capacidad dedecisión, de juicio y demaduración personal, sólo la tienenunos pocos.

Se trata de un problemacentral que empieza a verse cadavez más. Cada vez es másfrecuente ver que se ha dejado laeducación a las pantallas detelevisión, a programas frente a loscuales los niños se pasan horas ydías, sustituyéndose el contacto depersona a persona y el compromisode educar; es decir, el compromisode que alguien se responsabilicedel mundo ante los niños, de quealguien transmita el aprecio por lohumano.

El amor intelectual por lohumano debe ser transmitido a losniños no solamente como teoría,sino también como práctica.

Hay que transmitir el fervorintelectual por lo humano, por elconocimiento, por los valorescompartidos y por los valoreshumanistas. No se puedesimplemente esperar que porimpregnación llegue a los niños.Uno tampoco puede quejarseseñalando simplemente que elmundo es muy malo y que paraqué se va a educar a nadie en unmundo malo.

El mundo será mucho peor sino educamos a la gente.

De modo que ahí hay una

cuestión que poco a poco se vaabriendo paso, porque de locontrario estamos dejando crecerun mundo de salvajismo, unmundo de postergación que tardetemprano va a caer sobre nuestrascabezas.

La educación modernaplantea muchos problemas nuevos.El primero de ellos es la propiaconcepción de lo que significa lainfancia. Una infancia, como lavejez o como cualquier otra, es unacategoría histórica; es decir, no eslo mismo un niño en el siglo XIIque un niño en el siglo XX. No eslo mismo un anciano en el siglo VIque un anciano hoy. Son categorías

-Hay quien cree que laviolencia o los horrores que se venen televisión conduceninmediatamente a las personas acometer las mismas cosas; esdecir, que alguien que ve en latelevisión un asalto o unaviolación, sale corriendo de sucuarto a practicar lo que acaba dever, lo cual, si fuera cierto, lo seríaen todos los casos. Es decir, quebastaría con proyectar la vida deSan Francisco de Asís o de Ghandipor televisión todos los días, paraque el mundo estuviera habitadopor personas pacíficas ysolidarias. Ello también es algoque nadie se cree. Nunca heentendido por qué no creemos quealguien vaya a imitar las buenasque ve en la televisión y, encambio, suponemos que va aimitar las malas. El problema delos niños no es que vean mucha opoca televisión, sino que la veansolos. Es decir, que la televisiónse convierta en sustituto de laspersonas que deberían estar conellos; que la televisión seconvierte en el único elementofamiliar estable.

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”“ Hoy el niño va a la escuela sin haber obtenido la socialización primariay el maestro tiene, a la vez, que socializarlo tanto en el primer nivel como enel segundo. Es decir, se sobrecarga a la escuela con una demanda que antesllevaba a cabo la familia, con lo cual, cada vez más, la escuela se convierteen un punto central, exigiéndosele cada vez más, sin que ello signifiquemayor reconocimiento, ni apoyo social.

históricas diferentes.En el caso el niño,

evidentemente, la televisión es unelemento que ha servido paraintroducir una gran ruptura con loque era antes la infancia.

Durante mucho tiempo, lainfancia estuvo caracterizada por laignorancia, por una serie de velos,de ocultamientos, deoscurantismos voluntarios que lenegaban saber al niño lo que eran,por ejemplo, las verdades del sexoy de la carne, las verdades de laenfermedad y de la muerte, lasverdades de la violencia, lasverdades de los errores y de lasambiciones de los gobernantes. Esdecir, vivían en un mundo en elque todo eso estaba tamizado,oscurecido. El niño no tenía formade informarse por sí mismo,porque para informarse debía saberleer, y saber leer es precisamenteuna técnica que se recibía en laescuela. La infancia era pues elmomento en el que el niño nosabía. De hecho, la palabrainfancia viene de infantia. El queno sable hablar, tampoco sabe leery tampoco puede saber por símismo. De allí que las personasadultas se convertían en quienes lerevelaban paulatinamente a losniños las verdades de la carne, lasverdades de la violencia, lasverdades del poder, etcétera, y eseacceso gradual significaba lamaduración del niño y su entradaen el mundo adulto.

Hoy, eso ya no existe. Afinales de los años 60, NeilPostman, sociólogonorteamericano, escribió un libroque se llamaba El final de lainfancia y señaló que el final de lainfancia es precisamente ese granelemento desmitificador que es latelevisión.

La televisión crea todo tipode mitos. Probablemente no

favorece elevados procesosintelectuales, pero tiene una virtud,y es que acaba con esososcurantismos sumergiendo a losniños en revelaciones súbitas detodo tipo de cosas que antes seguardaban los adultos, de algunamanera, secretamente.

Los niños aprendenobservando en el más elementalprograma de televisión todoaquello que normalmente lesestaba vedado.

De igual manera, antesestaban oscurecidos por laignorancia; hoy estándeslumbrados.

Lo importante, en todo caso,es reconocer que en ninguna de lasdos situaciones, puede ver bien:algunas veces por falta deinformación y otras por unainformación abrumadora en la quese mezcla lo verdadero, lo falso, lomitológico y lo cierto.

Hace poco una amiga, madrede una niña de cinco años, mecontó que su hija le había dicho:“Mamá, cuando yo sea mayor noquiero tener niños”. Ante estaproclama la madre se quedó unpoco preocupada, enterándose deque, en un programa de televisión,la menor había visto y, claro, habíaconcluido, con bastante lógica, queno era una experienciaprecisamente entretenida y quequería librarse de ella.

No se trata tampoco demaldecir a la televisión. En fin, enesta época nos fascina tanto que leatribuimos todo tipo de poderestaumatúrgicos.

Hay quien cree que laviolencia o los horrores que se venen televisión conduceninmediatamente a las personas acometer las mismas cosas; es decir,que alguien que ve en la televisiónun asalto o una violación, salecorriendo de su cuarto a practicarlo que acaba de ver, lo cual, sifuera cierto, lo sería en todos loscasos. Es decir, que bastaría conproyectar la vida de San Franciscode Asís o de Ghandi por televisióntodos los días, para que el mundoestuviera habitado por personaspacíficas y solidarias. Ello tambiénes algo que nadie se cree. Nuncahe entendido por qué no creemosque alguien vaya a imitar lasbuenas que ve en la televisión y, encambio, suponemos que va a imitarlas malas.

El problema de los niños noes que vean mucha o pocatelevisión, sino que la vean solos.Es decir, que la televisión seconvierta en sustituto de laspersonas que deberían estar conellos; que la televisión se convierteen el único elemento familiarestable.

En Europa, porque no sé si esválido en otros países, nadie quiereser viejo, porque vivimos en unmundo en el que todo el que no esjoven está enfermo. Ser padre o sermadre implica un cierto grado desenectud, implica ser mayor que elhijo.

El sueño de todo padremoderno es ser el mejor amigo desu hijo en vez de ser su padre, cosaque tampoco está mal, porque los

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hijos pueden tener muchos amigospero padre y madre sólo puedentener uno.

Entonces, está presente laobsesión por ser el mejor amigo desu hijo, la obsesión por norepresentar el grado frustrante quenecesita el niño para crecer. Elniño necesita una autoridad, esdecir, algo que le ofrezcaresistencia adelante. No debeolvidarse que todos crecemoscomo la hidra, apoyándonos enaquello que nos ofrece resistencia;y la autoridad –que no es igual quela tiranía– viene del verbo latinoauctoritas que significa ayudar acrecer, hacer crecer. De allí que laautoridad –que no es tiranía, queno es despotismo, que no escoacción infundada–, es aquelloque ayuda a hacer crecer; y eso queayuda a hacer crecer en el terrenointelectual, afectivo y humano, engeneral, lo necesitamos todos.

Antes se obtenía eso en lafamilia. Las familias llevaban acabo lo que se llamaba lasocialización primaria; es decir,otorgaban aquellas primerasnormas que enseñan al niño arespetar, a tolerar, a compartir, a noser brutal con los pequeños, aasumir ciertas órdenes o ciertasinstrucciones, etcétera.

Esta socialización primaria eshoy, por muchas razones, rara vezcumplida por las familias.

Existe una encuesta muycuriosa realizada por sociólogositalianos de la educación, yaplicada entre padres italianos deentre 35 y 45 años, a quienes se lespreguntó si querían ser para sushijos los padres que sus padreshabían sido para ellos. Todoscontestaron que no. A continuaciónse les preguntó cómo querían ser ydijeron que querían ser como susmadres habían sido para ellos. Esdecir, hay una “maternización” de

la figura del padre, porque la figuradel padre parece efectivamenteantipática y sumamente rígida. Lospadres no quieren cargar con laobligación de tener que decir algoconcreto y explícito.

Cuando escribí Etica paraAmador y Política para Amador,lo hice un poco a solicitud demuchos padres de mi generaciónque me decían “Bueno, yo no sé,algo habrá que decirles. Pero, ¿quése les dice? Yo no quiero ser...”.Habíamos crecido en unadictadura, en un ambientedictatorial, clerical reaccionario yno queríamos reproducir esosmismos mecánicos. Bueno, decían“¿Qué se les dice?” Yo sosteníaque algo habría que decirles; porejemplo, que la antropofagia no esuna variedad gastronómica, y quehay cosas que nos parecen bien ycosas que nos parecen mal.

Siendo mi hijo muy pequeño,aprendí con él una teoría basada enno hacer explícito ningún tipo deopinión sobre ningún campo, sinodarle siempre el pro y el contra, loblanco y lo negro, para que éloptara por su cuenta, lo cual lodebía sumir al pobre en unaconfusión permanente.

De allí que, en una ocasión,cuando tenía seis o siete años, vinoa casa y me dijo: “Papá, me handicho en el colegio que los ReyesMagos son los padres”. Bueno, yono había entrado nunca encuestiones tan espinosas y lecontesté: “Bueno, hay diversasescuelas de pensamiento. Mientrasque algunos creen queefectivamente son los padres, otroscreen que...”. Él me escuchó muyatento y me dijo: “¿Sabes? Creoque eres el único papá de micolegio que cree en los ReyesMagos”.

A partir de ese momento medi cuenta de que me estaba

equivocando en el exceso deinconcreción. No cabe duda deque, en ciertas ocasiones, hay queaclarar si uno cree, o no, en losReyes Magos; si cree endeterminados valores o no cree endeterminados valores. Esta funciónla realizaba antes la familia.

Antes, el niño llevaba a cabola socialización primaria en lafamilia e iba a la escuela pararealizar la socialización secundaria.Es decir, para aprender a leer,aprender a contar, aprender aescribir, aprender geografía.

Hoy el niño va a la escuelasin haber obtenido la socializaciónprimaria y el maestro tiene, a lavez, que socializarlo tanto en elprimer nivel como en el segundo.Es decir, se sobrecarga a la escuelacon una demanda que antes llevabaa cabo la familia, con lo cual, cadavez más, la escuela se convierte enun punto central, exigiéndoselecada vez más, sin que ellosignifique mayor reconocimiento,ni apoyo social.

Creo que este es un puntoimportante que cada vez empieza aser más explícito.

En una sociedad democráticano es sólo la escuela la que educa.No se puede educar sin la escuela,sin el paso por un responsabletécnico de la enseñanza. La escuelaes el primer contacto con el mundosocial, el primer momento departicipación social del niño,durante el cual se encuentra conpersonas a las que debe respetar.Por lo tanto, si bien esasocialización es imprescindible, noes exclusiva.

Ni la familia, ni la sociedadpueden desentenderse. Los mediosde comunicación, los propiospolíticos, cuya función tambiéntiene una dimensión educativa, porno hablar de las personas quetienen responsabilidades en el arte,

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la literatura, en tantas cosas, y lasociedad entera, se convierten enun permanente esfuerzo deeducación mutua.

Aunque me parecen másimportante los casos básicosinferiores, ese punto técnico –porque las otras cosas están mássujetas a la viabilidad–, esemomento de la educación oficial,es decir, de la escuela, del institutoy, llegado el caso, de launiversidad, es algo que hay quemirar y cuidar. Yo creo que unasociedad se valora en gran medidapor la calidad de su educación, porla importancia que sus ciudadanosle conceden a la educación y porlos sacrificios, presupuestales y de

concreción para con losgobernantes, que están dispuestos ahacer para que la educaciónalcance a todos.

No basta con decir que laenseñanza pública es mala. Si unsistema es malo, habrá quemejorarlo. Si un sistema no sirve,habrá que variarlo. Lo que no sepuede es dejar que gran parte de laeducación quede al azar y enmanos de los privilegios.

Creo que una educacióngeneral básica no es un logro ni dela derecha ni de la izquierda, sinoque es un logro de la civilización y,atentar contra la educación general,obligatoria, básica, de primeracalidad, es atentar contra los

principios de la civilizacióndemocrática en la que nosmovemos y eso, antes o después,se paga.

En fin, hasta acá llega lo queyo les quería exponer. En el libroque les he comentadoanteriormente, procuro hacer unrecorrido un poco más exhaustivo.

Quisiera agradecer muysinceramente la generosidad,paciencia y hospitalidad de laUniversidad Peruana de CienciasAplicadas, así como la compañíade todos ustedes. Agradezcotambién a quienes han compartidocada una de las mesas conmigo

Muchas gracias.

Esta conferencia fue dictada en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), Lima, Perú, del 27 al 29 deoctubre de 1997

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