El Ultimo Cigarrillo

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EL NACIONAL - Sábado 28 de Mayo de 2011 Papel Literario/1 Papel Literario ¿Y los fumadores? "Un cigarrillo es el tipo perfecto de un placer perfecto. Es exquisito, y nos deja insatisfechos. ¿Qué más se quiere?". Oscar Wilde H abía pensado titular esta nota con la pregunta por los derechos de los fumadores (¿Y los derechos de los fumadores?), pero de inmediato me percaté de que esa interrogante confina el debate a la cuestión específica de si un fumador tiene o no derecho a fumar, cuando lo que aquí está en juego va mucho más allá: si el fumador puede o no existir. Dicho en otras palabras: si la persecución de la que es sujeto ahora mismo, devenido en pieza de caza, alcanzará al extremo de desaparecerlo de la realidad y de la cultura. Urge preguntars e quién es el fumador: un sujeto que ha sido abrumado, a lo largo de su vida, por toda clase de reconvenciones. El fumador es ahora mismo el sujeto advertido. El destinatario del único mandamiento que ha producido la cultura occidental desde 1492, cuando los navegantes del reino de España quedaron fijados en el asombro de ver a los indígenas aspirando un delgado rollo de hojas de una planta desconocida hasta entonces. Quince años antes de que el tabaco llegara a España y se extendiera en rápidas zancadas por buena parte de Europa, la intolerancia religi osa y cultural se había establecido con su Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (1478). La historia de Rodrigo de Jerez es emblemática del destino que ha tenido el tabaco en Occidente. Marinero de la primera expedición de Colón, se le tiene como el primer fumador europeo. Al regresar a su país fue delatado, juzgado de forma sumaria y condenado a prisión. La sentencia lo acusó de "practicar algo pecaminoso e infernal". Si un signo es constitutivo de la genealogía del tabaco en Occidente, es la asociación profunda entre afición al tabaco y rechazo y estigmatización del mismo. Richard Klein, quien cita como fuente al historiador Ned Rival, describe

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EL NACIONAL - Sábado 28 de Mayo de 2011 Papel Literario/1

Papel Literario

¿Y los fumadores?

"Un cigarrillo es el tipo perfecto de un placer perfecto. Es exquisito, y nos deja

insatisfechos. ¿Qué más se quiere?".

Oscar Wilde 

H abía pensado titular esta nota con la pregunta por los derechos de los

fumadores (¿Y los derechos de los fumadores?), pero de inmediato me percaté de

que esa interrogante confina el debate a la cuestión específica de si un fumador

tiene o no derecho a fumar, cuando lo que aquí está en juego va mucho más allá:

si el fumador puede o no existir.

Dicho en otras palabras: si la persecución de la que es sujeto ahora mismo,

devenido en pieza de caza, alcanzará al extremo de desaparecerlo de la realidad y

de la cultura.

Urge preguntarse quién es el fumador: un sujeto que ha sido abrumado, a lo largo

de su vida, por toda clase de reconvenciones. El fumador es ahora mismo el

sujeto advertido. El destinatario del único mandamiento que ha producido la

cultura occidental desde 1492, cuando los navegantes del reino de España

quedaron fijados en el asombro de ver a los indígenas aspirando un delgado rollo

de hojas de una planta desconocida hasta entonces.

Quince años antes de que el tabaco llegara a España y se extendiera en rápidas

zancadas por buena parte de Europa, la intolerancia religiosa y cultural se había

establecido con su Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (1478).

La historia de Rodrigo de Jerez es emblemática del destino que ha tenido el

tabaco en Occidente. Marinero de la primera expedición de Colón, se le tiene

como el primer fumador europeo. Al regresar a su país fue delatado, juzgado deforma sumaria y condenado a prisión. La sentencia lo acusó de "practicar algo

pecaminoso e infernal".

Si un signo es constitutivo de la genealogía del tabaco en Occidente, es la

asociación profunda entre afición al tabaco y rechazo y estigmatización del

mismo. Richard Klein, quien cita como fuente al historiador Ned Rival, describe

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la historia del tabaco, al menos hasta la década de los cuarenta del siglo XX,

como la sucesión de oleadas de expansión de los fumadores, que eran seguidas de

acciones o campañas persecutorias (quizás el apogeo del tabaco en Occidente

tuvo lugar en 1946, cuando Camel publicó un aviso que decía, "Más doctores

fuman Camel más que cualquier otro cigarrillo").

Las campañas sobre el fumador y en relación al hecho de fumar están basadas en

el principio de la desproporción: la del uso de todos los medios legales,

propagandísticos, pedagógicos y sociales al alcance.

Quien escoge fumar lo hace en condición de oposición. Es un insumiso que

resiste la hostilidad a su alrededor. Se sobrepone a la disuasión y a la coacción

que lo acecha. A medida que pasa el tiempo, el espacio público se estrecha o

desaparece para él: se torna espacio imposible para su esencia de fumador.

De lo anterior se deriva esto: al elegir fumar, al incorporar a la vida la práctica

del tabaquismo, el fumador ha escogido algo más que una fuente recurrente de

placer, más que una inseparable adicción: también ha trabado una relación con

las posibles consecuencias de fumar. El fumador sabe. Y, aún así, enciende el

siguiente cigarrillo. Y eso que sabe permanece fuera de la comprensión de quien

no ha fumado nunca.

Porque fumar no es una práctica exterior, accesoria de la personalidad. Si hay

fumadores de ocasión, los que aquí privilegio son de conformación. Fumadores

del alma. Fumadores que no conciben el funcionamiento del cuerpo y de lasensibilidad sin el susurro de su cigarrillo encendido.

Zeno Cosini o la disyuntiva 

He aquí un hombre que conocía lo disyuntivo: había nacido en Trieste, en el seno

de una familia judía que provenía de Hungría. Creció en un ambiente católico.

Las ramas que confluían en su familia eran italianas y alemanas. Su lengua

materna era el triestino, variante del veneciano. Tras desempeñarse como

comerciante por varios países de Europa, se hizo escritor. Sus primeras obras no

tuvieron acogida. Tras volver a los negocios decidió aprender inglés. Durante unaestadía en Londres contrató a un profesor de esa lengua, que resultó ser James

Joyce, quien leyó Una vida ySenilidad , las dos novelas previas y le animó a

seguir escribiendo. Todavía tendría que finalizar la Primera Guerra Mundial, para

que Italo Svevo (1861-1928), cuyo nombre verdadero era Aron Ettore Schmidt,

publicara La conciencia de Zeno en 1923.

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Zeno Cosini es un hombre mediano en muchos sentidos: en la edad, en la vida

que lleva, en la prosperidad heredada de su padre. Va a ver a un terapeuta, que le

sugiere que escriba sus recuerdos. Cosini es un fumador irremediable. Sabe que

el tabaco le enferma, pero algo en él se rebela en contra de la posibilidad de

curarse. Frente a su esposa y frente al médico, se niega a ser despojado. Romper

con el tabaco (porque de eso se trata, de un rompimiento) es romper con laescritura, con el pensamiento, con el acto último de escoger si habrá o no un

último cigarrillo. Cada cigarrillo constituye un vínculo, lazo por el que se

entrecruzan los recuerdos, los hechos de su existencia, su visión de cuanto le

rodea.

Cito a continuación un fragmento de Robert Klein: "Cada uno de estos cigarrillos

implica la repetición de ciertos pequeños actos rituales, como los enumerados por

Cocteau: la ceremonia que supone coger un paquete de cigarrillos, extraer y

encender cada uno; la extraña nube que entra en el cuerpo y sale por la nariz.

Puede parecer paradójico que alguien escriba una sucesión de cosas y

gestos todos tan similares entre sí . Pero el inevitable e incesante retorno de algo

imposible de diferenciarse de lo anterior y lo siguiente es como el círculo o el

ciclo del tiempo, cada "ahora" es exactamente igual al ahora al que sustituye y al

que se anticipa. Una historia del tabaco es, por lo tanto, una breve historia del

tiempo, de la condición de la propia historia.

Este Zeno, que fuma cigarrillos como el antiguo, es el filósofo de las paradojas

del movimiento del tiempo".

Peligro de extinción 

Un fumador encarna una lucha del espíritu: la de retener un tiempo que sea

estrictamente suyo: un tiempo para mirar ese malentendido que es vivir a través

de la espiral que se levanta del tabaco encendido. Pero ello no termina ahí: el

fumador quiere que su placer no se prolongue: quisiera que su habano, su

cigarrillo o la picadura de su pipa duraran siempre un poco más. Y hay más: el

fumador quiere más tiempo circular, es decir, una oportunidad más de encender

su próximo cigarrillo. Si en el retrato que le hizo Modigliani, Paul Guillaume

parece impenetrable en su placer de fumador, en El padre Melon encendiendo su pipa, cuadro de indescriptibles tonalidades verdes y amarillas que Pisarro pintó

entre 1879 y 1880, el anciano que se dispone a encender su pipa, casi de espaldas

al espectador, parece envuelto en la atmósfera de una soledad que nada podría

salvar.

Un tiempo más: la resistencia (la exigencia) del fumador se fundamenta en la

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convicción de que, en algún momento, podrá detenerse. El fumador continúa

siéndolo bajo el presupuesto de que romperá su relación con el tabaco cuando lo

decida él mismo. Mientras el fumador se debate en dejar de serlo (dejar de ser él

mismo), el activismo puritano, en el que coinciden, desde el puritanismo

republicano hasta el socialismo del siglo XXI, continúan cerrando el campo de

los fumadores.

Leonardo Sciacia hablaba de la medicalización de la vida (su lectura de La

muerte de Iván Ilich, de Tolstoi, lo persuadió de que ese relato muestra todos los

cerrojos que lo moderno ha cerrado sobre la posibilidad de morir). Pero ahora

quizás sea imprescindible denunciar la medicalización de la cultura, en buena

parte dedicada a sustentar el modelo único y total de una vida sana, fundada en la

idea de un catálogo en permanente crecimiento, de lo que no se puede, de lo que

no se debe, de lo que daña de forma inexorable.

La medicalización de la cultura es el impulso de amortiguar, de anestesiar la

vitalidad del presente, de promover que el tiempo del antiguo placer, de la

antigua adicción del tabaco ya pasó. Se pretende convertir al fumador en

artefacto de museo, junto a toda la vasta producción cultural que las distintas

formas de consumo humano del tabaco ha generado y circulado antes y después

de 1492: tradiciones milenarias; extraordinarias obras literarias; cuadros pintados

por más de cinco siglos; vitolas, empaques de picadura y cajetillas de cigarrillos,

algunos de las cuales han adquirido el carácter de emblemas de nuestra cultura.

Los activistas del programa de extinción de los fumadores no se limitan a quienesfirman decretos y regulaciones inconsultas, unilaterales y discriminatorias. Los

burócratas de la salud tienen cómplices: personas que dicen defender las

libertades, que se reivindican como occidentales de mente abierta, que aplauden

o guardan silencio ante el creciente cerco que se impone a los fumadores. ¿Será

posible que los no fumadores nos mantengamos impasibles ante el acoso que

viven los fumadores, esas personas que han escogido un modo de vivir, un

riesgo?

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L NACIONAL - Sábado 28 de Mayo de 2011 Papel Literario/3

Papel Literario

El último cigarrillo

E n alguno de sus siempre sagaces aforismos señala Lichtenberg que "nunca

sabremos cuántos versos afortunados de Shakespeare se deben a una copa de v

ino tomada a tiempo". Y de antaño sabemos que Christopher Marlowe, que fue

amigo y rival de Shakespeare, buscó la inspiración para sus versos no sólo en el

vino --como cualquier persona bien nacida-- sino también el tabaco. Incluso

llegó a escribir desafiantemente, porque era un talento pendenciero y a causa

de ello murió, que quien no ama a los muchachos y al tabaco no merece vivir.Sin ir tan lejos, nosotros podríamos decir --parafraseando a Lichtenberg-- que

nunca podremos saber cuántas de las mejores páginas de la literatura moderna

y contemporánea se deben a un cigarro o a una pipa fumados cuando se debía.

Nunca sabremos cuántas ni cuáles son, pero podemos estar seguros de que no

son pocas...

Ahora que tantos filisteos, con severas razones médicas o simplemente con el

resentido afán de fastidiar los deleites ajenos, nos detallan los atroces dañoscausados por el tabaco a la salud de quien fuma y de quien le ve fumar de cerca,

es oportuno recordar que también a ese delicado veneno le debemos, tanto los

fumadores como los no fumadores, bastantes cosas buenas: porque es posible

que fumar acorte la vida, como muchas otras incidencias, pero es seguro

también que amplía y estimula el arte, cuyo alcance es más largo y ancho que la

vida misma. El espíritu inspirador sopla donde quiere, desde luego, o quizá

donde puede, pero evidentemente a menudo ha llegado y sigue llegando

envuelto en el humo peligroso que produce la combustión de esa plantaamericana.

Algunos escritores del siglo XX son inimaginables sin el cigarrillo en ristre:

apenas recuerdo alguna fotografía de Albert Camus que no lo exhiba. Y a su

adversario Jean-Paul Sartre tuvieron que borrárselo en la imagen de portada del

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último instante de la vida también llega sin previo anuncio y se parece a todos

los demás.