EL ULTIMATUM - · PDF fileprodujo la entrevista entre el mayor Juan Salvo y el corronel...

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    EL ULTIMATUM

    5 de junio de 1880. 06:00 am. El ejrcito chileno rodea Arica, la ciudad peruana, por tierra y por mar. El agresor es muy poderoso, tiene casi siete veces ms hombres que los que defienden el morro y su armamento es muy moderno. La playa est bloqueada por la escuadra chilena que ha bombardeado intensamente las bateras que defienden el morro, intentando en vano acallarlas. Con la prdida del Huscar y la Independencia, el Per se ha quedado sin flota. La camanchaca, la densa neblina que cubre todo de noche, se va evaporando lentamente.

    En el extremo sur, en el improvisado fuerte San Jos, defendido por lo que queda del batalln Tarapac, el viga peruano de guardia da el toque de alerta!. Se aproxima un grupo de jinetes portando bandera blanca. Al llegar frente al emplazamiento se detienen; el corneta chileno toca atencin. El jefe del fuerte peruano, el teniente coronel Ramn Zavala, a galope tendido, lleg a la tronera del viga.

    Parlamentarios, mi comandante le informa el viga.

    Zavala coge su largavista y lo enfoca al grupo: reconoce al mayor chileno Juan de la Cruz Salvo acompaado por dos oficiales, un corneta y dos carabineros. Con Zavala ha llegado el comandante Aylln, quien le dice:

    Qu solo pase uno y con los ojos vendados!

    Zavala ordena a su asistente que informe inmediatamente al coronel Bolognesi de la llegada de los parlamentarios. Luego, acompaado de dos oficiales, dos sargentos y un corneta, sali al paso de los chilenos. Cuando los dos grupos estuvieron a 100 metros de distancia, frente a frente, hicieron alto. Despus, a paso lento, solo avanzaron al encuentro el mayor Salvo y el comandante Zavala. Cuando estuvieron a dos metros, ambos se pararon y se saludaron militarmente.

    Seor, por orden del jefe de mi ejrcito, vengo a solicitar una entrevista con el jefe de la plaza de Arica dijo Salvo.

    Lo conducir ante el coronel Bolognesi, pero tendr que vendarle los ojos respondi Zavala. Salvo hizo una venia de aceptacin.

    Zavala cogi las riendas del caballo de Salvo y lo condujo hasta la vieja casona del Chinchorro, donde se ha establecido la comandancia militar de Arica. El emisario chileno ingres al amplio saln donde lo esperaba Bolognesi.

    por Nelson Coronel Marino1

  • Buenos das, seor salud Salvo al encontrarse frente a Bolognesi.Buenos das, seor contest Bolognesi, haciendo un gesto para que Salvo tomara asiento. Lo escucho, seor dijo el jefe de la plaza militar de Arica.Seor, el general Baquedano desea evitar un intil derramamiento de sangre y me enva a pedir la rendicin de esta plaza. Conocemos sus recursos en hombres, armas y municiones. Si capitula, el ejrcito peruano deber entregar todas las armas y evacuar la plaza; el jefe y todos los oficiales conservarn sus espadas, lo mismo que las unidades sus banderas y saldrn con sus tropas en desfile, recibiendo honores militares.

    Bolognesi se par. Mirando fjamente al mensajero chileno le dijo:

    Dgale usted al general Baquedano que tengo sagrados deberes que cumplir y que los cumplir hasta quemar el ltimo cartucho.He cumplido mi misin, seor respondi Salvo y cuadrndose ante el jefe de Arica, hizo una ligera venia, dio media vuelta y se retir.

    Al salir, el comandante Zavala le volvi a vendar los ojos y lo condujo hasta la salida del fuerte San Jos, donde esperaba la comitiva chilena.

    Marino! llam Bolognesi. Inmediatamente ingres el alfrez Casimiro Marino, que era su asistente de guardia.

    A la orden, mi coronel! contest el joven oficial del Granaderos de Tacna.Convoque a Junta de Comandantes, inmediatamente ! -orden Bolognesi.S, seor. Con su permiso.

    El corneta, que se hallaba en el patio del Chinchorro, toc llamando a reunin de comandantes,

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    Foto actual de La Casa de la Respuesta. El Chinchorro. Puerto de Arica. En ella se produjo la entrevista entre el mayor Juan Salvo y el corronel Francisco Bolognesi el 5 de junio de 18880. Esta casona es propiedad del Per[u y a[un hoy sobre ella flamea nuestra bandera.

  • mientras la gran campana de la catedral empez a resonar.En contados momentos llegaron a la comandancia los jefes de los batallones que defienden Arica: el marino Guillermo Moore, los coroneles Incln, Varela, Arias Aragez, Ugarte, Bustamante; los comandantes Snchez Lagomarsino, Sanz Pea, Aylln, Cornejo, De la Torre.

    Bolognesi los invit a tomar asiento.

    El jefe de la plaza les inform de la oferta de capitulacin y de la respuesta que haba dado. Tambin les dijo:

    Seores: no quiero presionar vuestras conciencias, porque los sacrificios no sern idnticos. Ya he vivido sesenta y tres aos. Qu ms puedo desear que me llegue la muerte defendiendo el honor y la dignidad de mi patria?. Hay entre ustedes muchos hombres jvenes, que pueden ser tiles al pas y podrn servirlo en el porvenir. Autorizo a quien desee dejar la plaza; lo har libre de toda responsabilidad; no quiero arrastrar a nadie al sacrificio

    Un silencio absoluto cubri el saln de la comandancia de Arica. Los oficiales miraron al comandante Moore y le hicieron una venia, autorizndolo a hablar en nombre de todos. Moore comprendi el mensaje. Inmediatamente se par; todos los oficiales hicieron lo mismo. Se cuadr ante Bolognesi, golpeando sonoramente los tacos de sus grandes botas, lo salud militarmente, y le dijo:

    Mi coronel, la guarnicin de Arica se siente orgullosa de la respuesta que ha dado su jefe al emisario chileno; lo respalda y har lo que usted ordene. Arica no se rinde y pelear hasta quemar el ltimo cartucho!

    Luego grit:

    Subordinacin y valor !

    Con un rugido, que ms que del pecho les sali del fondo del alma, los oficiales respondieron al unsono:

    Viva el Per!Bolognesi, conteniendo la emocin, abraz a cada uno de sus oficiales. Luego, les orden:

    Seores A sus puestos de combate!.......

    El resto del da fue muy ajetreado, en grandes carretones desde los polvorines se traslad hasta los fuertes y trincheras municiones para los soldados y obuses para los caones. Tambin se acarre agua, se improvisaron botiquines, se erigieron puestos de primeros auxilios, se acumularon sacos de arena en los parapetos, se cavaron ms trincheras.

    A media tarde, el asistente de Bolognesi, ingres a la sala de comando.Con su venia mi coronel, vengo a formularle una peticin...Dime Casimiro...De qu se trata?Mi coronel, como usted sabe, muchos oficiales, clases y soldados no han tenido oportunidad de formalizar sus compromisos con sus novias o con sus concubinas y solicitan vuestra autorizacin para que se realice una misa hoy, a las seis de la tarde, en la que desean formalizar su unin matrimonial antes de la batalla...

    Sorprendido, el jefe le respondi:Por supuesto Casimiro, por supuesto.....te pido que en mi nombre solicites al prroco y al alcalde para que se realice el oficio y se formalicen los compromisos.Tambin deseamos presentarle otra solicitud, rogando nos perdone el atrevimiento, seor..Dime....Quisiramos merecer el honor que el Jefe de la Guarnicin de Arica sea nuestro padrino.....

    El viejo militar se levant, se acerc al joven asistente, lo abraz con afecto, mientras le deca:

    El honor es para m, Casimiro. Accedo con todo cario...ve, organiza todo lo que sea necesario. Avisa a los comandantes y diles que les pido que me hagan el favor de

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  • acompaarme, pero que no descuiden la vigilancia y que redoblen la guardia y los vigas. Todos los asistentes deben portar sus armas y estar listos para regresar a sus posiciones si as fuera necesario.....ve, hijo, que el tiempo apremia.......

    Al caer la tarde, la gruesa neblina que arrastra desde el sur la camanchaca, empez a cubrir toda la ciudad. El fro de junio haca temblar a los que se hallaban a la intemperie.

    Una multitud se dirigi hacia la catedral de Arica, cuyo atrio estaba dbilmente iluminado. Cuando se abrieron las grandes puertas del templo, los novios ingresaron primero y se colocaron a la derecha. Alguno eran jvenes oficiales, la mayora clases y soldados.Luego entraron las novias. Unas llevaban blancos trajes de novia, sacados apresuradamente de los arcones de las madres y las abuelas; otras algn vestidito blanco de domingo. La mayor parte vesta largas faldas negras e impecables blusas blancas, las trenzas bien peinadas. Algunas iban descalzas y otras llevaban pequeos cros de brazos. Todas portaban en las manos un ramito de flores, a manera de bouquet.

    Al frente, en impecable uniforme de gala, iba el jefe de la plaza de Arica llevando del brazo a la joven Amalia Corro, la novia del alfrez Casimiro Marino. Los jefes de las unidades de la guarnicin venan a continuacin llevando tambin del brazo a otras novias.Desde el coro de la catedral, un rgano, acompaado de cinco violines empez a entonar la marcha nupcial.

    Cuando se inici la homila, el prroco de Arica narr las bodas de Canan y su significado, pero poco a poco el discurso fue transformndose para recordar la batalla de las Termpilas y la fiera decisin de los trescientos espartanos que detuvieron a las tropas de Jerjes. Igualmente record la invocacin de las esposas y madres que al despedir a los combatientes que salan a dar batalla, les pedan que regresaran con el escudo o sobre el escudo. Todos los asistentes comulgaron. Era muy extrao ver a los militares arrodillados, sosteniendo con la izquierda sus largos fusiles o los sables de combate, mientras con gran contriccin reciban la hostia. Era absolutamente inusual entrar a misa con armas, pero el prroco comprendi la orden dada por el comandante de la plaza y autoriz el ingreso la iglesia de esta manera.

    Al concluir la ceremonia, los flamantes cnyuges salieron bajo los arcos formados con espadas que los oficiales de la guarnicin cruzaron como homenaje a los recin casados.

    En el atrio se improvis un brindis. Luego la banda del batalln Artesanos de Tacn