El turpialito corredor de Anibal Jose Ordaz Obando

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Una historia que nos lleva a imaginar y luchar por los sueños.

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Ukumarito (voz quechua), representación indígena del oso frontino, tomada de un petroglifo hallado en la Mesa de San Isidro, en las proximidades de Santa Cruz de Mora. Mérida – Venezuela.

El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela, tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular, se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

Aprender-haciendo es el fin primordial de la colección Piedra, papel o tijera, buscando el encuentro de nuevos lectores, con historias, cuentos, poemas y dibujos, de una manera sencilla, lúdica, experimental y creativa, donde el lector pasa a ser parte de la obra literaria a través de la interpretación, la elaboración de juegos y la lectura creativa-participativa en el que se pueden colorear historias hechas para los más pequeños y curiosos creadores. Seguros de poder contribuir a crear el hábito de la lectura, la curiosidad y la capacidad de análisis para crear historias, entregamos a los más pequeños esta colección donde aprenderemos a crear nuestro nuevo mundo posible.

Quienes suscribimos, siguiendo las políticas de inclusión propuestas por el Gobierno y la Revolución Bolivariana, comprometidos y comprometidas con los principios que sustentan los valores ancestrales y culturales; desde la responsabilidad asumida por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la Fundación Editorial el perro y la rana, y la Red Nacional de Escritores de Venezuela, reunidos en Caracas, al pie del Waraira Repano, los días 3, 4 y 5 de febrero de 2009; después de evaluar cada uno de los originales enviados al Concurso Historias de Barrio Adentro, acordamos:

1º Reconocer el valor patrimonial de los numerosos manuscritos enviados al Concurso, los cuales expresan en su mayoría una nueva patria escrita, nacida al calor del proceso social que reivindica la esencia cultural de un país.

2º Agradecer y felicitar a los centenares de escritores y escritoras que desde todas las regiones del país se hicieron eco de la convocatoria y dan cuenta de la sensibilidad creativa que habita en nuestros campos, pueblos y ciudades.

3º Valorar la diversidad de escrituras y temas que refieren al país, en plena participación protagónica de los procesos emancipatorios hacia la construcción del socialismo bolivariano.

4º Apoyar la nueva escritura que emerge en Venezuela desde los poderes creadores del pueblo, sustantiva para la liberación cultural y espiritual de las naciones y pueblos de Nuestra América.

5º Invitar a todos los participantes en el Concurso Historias de Barrio Adentro a continuar la batalla creativa en las diferentes expresiones artísticas hacia una nueva estética en el oficio de la palabra y la vida.

6º Premiar y aprobar la publicación de los siguientes manuscritos:

El jurado: Miguel Márquez, Fundación Editorial el perro y la rana; William Osuna, Fundación Editorial el perro y la rana; Héctor Seijas, Fundación Editorial el perro y la rana; Maribel Prieto, Red Nacional de Escritores de Venezuela; Julio Valderrey, Sistema Nacional de Imprentas Miranda; Eduardo Mariño, Sistema Nacional de Imprentas Cojedes; Marcos Veroes, Sistema Nacional de Imprentas Aragua; Pedro Ruiz, Red Nacional de Escritores de Venezuela; Giordana García, Fundación Editorial el perro y la rana; Héctor Bello, Fundación Editorial el perro y la rana; José Javier Sánchez, Fundación Editorial el perro y la rana; Dannybal Reyes, Fundación Editorial el perro y la rana; Inti Clark, Fundación Editorial el perro y la rana; María Alejandra Rojas, Fundación Editorial el perro y la rana; Yanuva León, Fundación Editorial el perro y la rana; Leonardo Ruiz, Red Nacional de Escritores de Venezuela; Pedro Pérez Aldana, Red Nacional de Escritores de Venezuela.

Fundación Editorial el perro y la ranaRed Nacional de Escritores de Venezuela

Imprenta de Mérida. 2010Colección Piedra, papel o tijera

Aníbal José Ordaz Obando

© Anibal José Ordaz Obando© Fundación Editorial el perro y la rana, 2010

Ministerio del Poder Popular para la CulturaCentro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio,

Caracas-Venezuela 1010Telfs.: (0212) 377.2811 / 808.4986

[email protected]@elperroylarana.gob.ve

http://www.elperroylarana.gob.ve

Ediciones Sistema Nacional de Imprentas, MéridaCalle 21, entre Av 2 y Av 3. Centro Cultural Tulio Febres Cordero,

nivel sótano Mérida – Venezuela

[email protected]

Red Nacional de Escritores

Consejo Editorial PopularSimón Zambrano

Stephen Marsh PlanchartYesyka Quintero

YesYKa Quintero

IlustracionesSergio Tucci

Montaje artesanalCarlos Barillas Carolina Peña

Yesyka Quintero

Depósito Legal: LF40220108002967ISBN: 978-980-14-1212-0

Daniel ArellaEver Delgado

Fabiola FonsecaGuillermo Altamar

Gonzalo FraguiWilfredo Sandrea

CorrecciónMaría Virginia Guevara

Diseño y diagramación

Hermes VargasJosé Antequera

José Gregorio GonzálezKarelyn Buenaño

Aníbal José Ordaz Obando

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En un pequeño bosque llamado Galería, vivía un turpial poco común. ÍCTERUS era un ave a quien no le gustaba volar.

Su padre, el SR. TURPIAL, tenía muchos deseos de que su hijo menor, al igual que sus hermanos, se convirtiera en el campeón volador de todo el bosque. Pero a ÍCTERUS no le interesaba ese

título, él tenía otro sueño, ser el turpial corredor más rápido de toda la historia. Por supuesto, al SR.TURPIAL, no le agra-daba tal pretensión y convencido de que su hijo debía convertirse en volador, decidió un día inscribirlo en un

concurso de vuelo, donde todas las aves del bosque competirían para elegir a la más ágil de todas.

ÍCTERUS se sintió muy triste al enterarse de la no-ticia, y como no quería decepcionar a su padre en el concurso, ideó un plan para no tener que participar:

Se mantendría oculto en el bosque durante el tiempo que durara la competencia, y cuando todo ter-minara regresaría a casa fingiendo haberse perdido.

—Sólo será por un día –le dijo a su amigo ZULY, el azulejo, a quien no le gustaba la idea.

—Cuando termine el concurso regresaré.

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—¿Y qué hay si te descubren? –preguntó ZULY, muy inquieto.—No lo harán. Me esconderé muy bien, mucho mejor que un camaleón.

Pero hubo un detalle que el pequeño turpial no tomó en con-sideración, y era que él jamás había salido solo del nido, y nunca había visitado el interior del bosque sin la compañía de sus her-manos. Por eso, la mañana del concurso de vuelo, cuando huyó de su padre y los demás, ÍCTERUS se alejó tanto de casa que luego no pudo encontrar el camino de regreso.

La noche se cerró sobre el bosque Galería e ÍCTERUS se encon-tró solo en medio de la arboleda. La oscuridad era total, a excepción de las luciérnagas que brillaban como estrellas entre las ramas. Los oídos del pequeño turpial se llenaron de nuevos y extraños sonidos, ruidos que inventaban en su mente toda clase de criaturas abomina-bles. ÍCTERUS no se atrevía a dormir, pues temía que alguna de esas criaturas de su imaginación lo atacara si llegaba a cerrar los ojos.

Entonces, cuando el pequeño turpial se acurrucó entre las raíces de un alto sauce, dispuesto a pasar la noche en vela, un sonido espeluznante lo hizo estremecer de pavor:

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—¡Buuuuu! –se oyó, y el turpialito se levantó espantado.—¿Q-quién es? –preguntó tartamudeando.—Soy el espíritu de la noche, –le respondió una voz profunda y fantasmal– y he venido por ti.

ÍCTERUS estaba muy asustado, pero como miraba hacia to-dos lados para ver si venía el espíritu, se dio cuenta que detrás de unos arbustos había un montón de plumas negras escondidas que se sacudían. El pequeño turpial se acercó con cautela.

—Soy el espíritu de la noche –volvió a decir la fantasmal voz, pero esta vez ÍCTERUS no sintió miedo.—Voy a llevarte conmigo y… y… te asustaré, te asustaré y en tus pantalones te vas a hacer.

ÍCTERUS sonrió sin hacer ruido, y acercándose más al bulto de plumas, dijo:

—¡Eh, hola! –Las plumas dejaron de sacudirse y un momento después la voz fantasmal volvió a hablar:

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—¿Por qué estás saludando a los arbustos? –dijo profundamente. ÍCTERUS sonrió.—Es porque puedo verte desde aquí –le dijo– sé que eres un pájaro.—¡Ay, no! –exclamó la misma voz, aunque ya no sonaba fantasmal sino algo decepcionada. Seguidamente el bulto de plumas saltó fuera del matorral e ÍCTERUS vio que se trataba de un joven cuervo.

—No puedo creer que haya pasado otra vez –dijo mirando al turpial. Mucha-cho, veamos si me hago entender… se supone que yo diga buuuuu y tú te asustes.—Pero no me das miedo –le dijo ÍCTERUS con sinceridad.—¿Ah, no?—No, la verdad es que tu rima fue muy graciosa.—Vaya, lo mismo de siempre. Intento asustar a alguien y termina diciéndome

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que le hago gracia. No sé qué pasa conmigo… Oye, por cier-to, ¿qué estás haciendo tú tan cerca del suelo? ¿No deberías estar en una rama o algo?

—Supongo que sí –respondió ÍCTERUS con tristeza– pero me escapé de casa, y ahora

no sé cómo regresar.—¡No me digas! ¿Y eso por qué?, peleaste con

tu papá, ¿cierto? –adivi-nó el cuervo.

—Algo así, es que mi papá quiere que sea volador como mis herma-

nos, pero yo quiero ser corredor.—Ay, niño, no te preocupes, eso nos pasa a todos.—¿Tú crees? –preguntó ÍCTERUS con curiosidad.

—Sí, claro, mírame a mí. Mi papá quiere que sea un asus-tador, pero yo no soy bueno en eso, yo quiero ser algo

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distinto, quiero ser un… payaso, eso sí es lo mío. Ya vez que no doy más miedo que un gusano.—Serías un buen payaso, tu rima me dio mucha risa.—En realidad no era una rima –confesó el cuervo, algo ofendido.

Pero en fin, lo que quiero decirte es que a muchos nos pasa eso de no poder ser lo que nuestros padres quieren que seamos. Estás tú que tienes alas y quieres ser corredor, yo que quiero ser payaso y… una vez conocí a una tortuga que quería ser veloz.

—¿En serio? ¿Y lo logró? –preguntó ÍCTERUS, impactado.—Bueno, no. La conocí cuando iba de regreso a casa, pero todavía no ha llegado.—¡Ay, pobrecita!—Sí, bueno. Pero anímate, lo importante no es si consigues o no lo que deseas, lo divertido es intentarlo.—Yo no sé si pueda intentarlo –dijo el pequeño turpial con tristeza.—¡Claro que sí, chico! Hagamos algo, yo me quedo contigo hasta que consigas ser corredor y tú me ayudas a mejorar mis sustos para que no suenen a rimas, ¿te parece?

—Claro, señor Cuervo –aceptó ÍCTERUS con emoción.—Por favor, chico, llámame HEMPEL.

Así, ÍCTERUS y el cuervo HEMPEL comenzaron su viaje jun-tos. Ayudándose mutuamente porque ambos tenían un sueño que cumplir.

Pasaron los días y HEMPEL seguía sin aprender a diferenciar entre una rima y un susto; pero ÍCTERUS por su lado cada vez corría mejor. Los demás animales se sorprendían al verlo corre-tear por el bosque.

Un día, cansado de que sus trucos de miedo no funcionaran, HEMPEL se fue a volar un rato, mientras ÍCTERUS se alejó entre los árboles en busca de comida. Estaba recolectando unas frutas, cuando una voz melosa le dijo:

—Veo que te gustan las bayas.

ÍCTERUS se volvió y vio que era un ESCARABAJO quien le hablaba, uno muy rojo y de mirada misteriosa.

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—Pequeño amigo turpial –dijo el insecto– ¿te gustaría comer las mejores bayas del bosque? Yo tengo algunas, y por sólo veinte de ésas que llevas, te las puedo vender.

Pero ÍCTERUS, que era muy perspicaz, desconfió de las intenciones de ESCARABAJO y se negó rotundamente. El insecto, furioso por no haber podido engañarlo, maquinó un plan en su contra. Lo había visto correr du-rante el día, y como era muy inteligente se le ocurrió una idea:

—¿Te gustaría aprender a ser un buen corredor? –le preguntó, e ÍCTERUS, deseoso como estaba de conseguir su sueño, no pudo resistirse esta vez.

ESCARABAJO, maliciosamente le habló de una legendaria ciudad que había al otro lado del río, conocida como la ciudad de los deseos.

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—Se dice que todo el que llegue a ella podrá cumplir su más grande anhelo, sea cual sea –le contó.

ÍCTERUS, emocionado, le pidió a ESCARABAJO que le indi-case cómo llegar a esa ciudad; y cuando HEMPEL regresó de su vuelo, el pequeño turpial le contó todo aquello.

Al principio, al cuervo no le pareció una buena idea, pero como ÍCTERUS estaba tan entusiasmado, aceptó acompañarlo.

Fue un viaje muy largo y peligroso, y el peor obstáculo que encontraron en el camino fue el río. Pues en esa parte, la co-rriente era fuerte y la brisa soplaba con tanta intensidad cerca del agua que era imposible volar sobre ella.

Unos peces que vieron a los viajeros en la orilla, intentando en-contrar una manera de cruzar, se acercaron a ellos para saludarlos.

—Hola, plumíferos amigos –dijo LA GRAN CARPA desde el agua, rodeada por un montón de pececitos– ¿quieren cruzar el río?—Sí, señora Carpa –dijo HEMPEL– ¿sería tan amable de ayu-darnos? Mi amigo el turpial corredor quiere llegar a la ciudad de los deseos y yo lo acompaño mientras intento convertirme en payaso.

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A LA CARPA, aquello le parecía una broma genial. se rió a carcajadas, y los demás peces la imitaron haciendo que el agua burbujeara con sonrisas.

—¿Un turpial corredor y un cuervo payaso? Eso sí que no se ve todos los días –dijo LA CARPA aún sin dejar de reír.—¡No es un chiste! –intervino ÍCTERUS, a quien le pareció descortés el tono burlón de LA CARPA.—¿Ah, no? A ver, chicos ¿a ustedes les parece gracioso? –Todos los pececitos respondieron juntos: —Sííííí.—Lo ves, pequeño –dijo entonces LA CARPA dirigiéndose a ÍCTERUS– a mis amigos les parece gracioso. Tal vez quieras que te explique por qué. Verás, los turpiales son pájaros, los pájaros tienen alas y las alas se hicieron para volar, no para correr.—Eso a mí no me importa –dijo ÍCTERUS, molesto– yo quie-ro ser corredor y si no me quieren ayudar a cruzar el río, no importa, buscaremos otro lugar. Vamos HEMPEL.

Entonces LA CARPA se dio cuenta que había sido muy grose-ra con el pequeño turpial y siguiéndolo desde el agua lo llamó.

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—Oye, espera, espera pequeño –le dijo. No tienes que po-nerte así, sólo era una broma. ¿En serio quieres correr?

ÍCTERUS asintió.

—Vaya, eso sí que es grave. Bien, te ayudaré a cruzar, pero no creo que valga la pena porque nunca he escuchado de esa tal ciudad de los deseos. ¿Estás seguro de que existe?—Sí lo estoy –respondió el pequeño turpial, intentando sonar confiado.—Muy bien, entonces andando, muchachos, a ayudar a nues-tros amigos –ordenó LA CARPA.

Y así, ella y todos los demás pececitos se juntaron tanto, tanto, que formaron una balsa donde ÍCTERUS y HEMPEL pudieron subir y de esta forma cruzar sin problemas el río. Habiendo superado el principal obstáculo del camino,

los dos compañeros no tuvieron más que seguir adelante el sendero que les había recomendado

ESCARABAJO. Y así, luego de mucho caminar, más allá de muchos, muchos árboles y matorrales, llegaron

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al fin a su destino. Pues como había dicho ESCARABAJO, detrás de los últimos algarrobos había un manantial, y la gran ciudad de los deseos se alzaba allí adelante, esperándolos para hacer realidad sus más grandes sueños.

Y cuando ÍCTERUS, con el corazón latiéndole de emoción cruzó el último de los algarrobos, descubrió con estupefacción que al otro lado de éstos no había más que una larga planicie desierta e infinita. No había ningún manantial ni tampoco una ciudad de los deseos.

Un GAVILÁN que volaba en lo alto del cielo, bajó planeando al ver a los viajeros.

—¿Qué hacen por aquí, curiosos amigos? –les preguntó. No deberían abandonar el bosque, es peligroso.—Buscábamos la ciudad de los deseos –respondió ÍCTERUS. Nos dijeron que la encontraríamos aquí.—¡Ay!, mi colorido amigo, te han dicho mal. Pues a partir de aquí no hay más que llanuras, y nunca he escuchado nada sobre esa ciudad que mencionas.

La tristeza embargó al pobre de ÍCTERUS, y así con el corazón roto y lleno de desilusión, se internó nuevamente en el bosque,

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seguido por su amigo HEMPEL, el cuervo. No tenía ánimos para caminar, tampoco para hablar; y aunque HEMPEL intentó alegrar-lo con algunos chistes, no lo consiguió. ÍCTERUS se sentó al pie de un algarrobo y allí se quedó.

Pero entonces, inesperadamente, una voz llegó desde lo alto de los árboles gritando con desesperación:

—ÍCTERUS, ÍCTERUS, ¿dónde estás? –El pequeño turpial se in-corporó rápidamente y vio que se trataba de ZULY, el azulejo.—ZULY, ¿qué sucede? Estoy aquí –dijo el turpial.—ÍCTERUS, se trata de tu pa-dre –le informó la pequeña ave, hablando rápidamente un incendio ha azotado el árbol de los turpiales. Tu nido, ÍCTERUS, tu padre ha quedado atrapado dentro de él.

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Las noticias de ZULY golpearon a ÍCTERUS con más fuerza que la ausencia de la ciudad de los deseos. Y supo que tenía que

volver de inmediato. Pero ZULY tenía otra noti-cia aun peor.

—Es imposible regresar –le dijo. El humo ha cubierto casi por comple-to la región y ninguno de los nues-

tros ha conseguido levantar el vuelo. Yo apenas logré escapar.

Pero ÍCTERUS no pensaba que-darse de brazos cruzados sabiendo

que su padre corría peligro. Y de alguna manera, supo con exactitud lo que tenía que hacer.

Corrió más allá de los alga-rrobos para pedir la ayuda de GAVILÁN, y volviendo junto a sus

amigos, subió al lomo de HEMPEL y los cuatro alzaron el vuelo.

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Llegaron al lecho del río, donde sus amigos los peces, les ofrecieron toda el agua que necesitaran.

La cargaron en taparas, y las tres aves las llevaron por los aires, tan cerca del árbol de los turpiales como lo permitió la espesa nube de humo.

Entonces llegó la hora de ÍCTERUS, porque él era un turpial que no sabía volar, pero que corría tan rápido como el más veloz de los felinos.

El joven turpial corrió y corrió, y cargó en su pico las taparas con agua, una a una, para vaciarlas sobre el nido en llamas donde estaba su padre.

Era tanta la velocidad de ÍCTERUS, que parecía un relámpago naranja y amarillo que casi no rozaba el suelo al pasar.

Los animales lo miraban, sorprendidos, en todas sus idas y venidas hasta que las llamas que consumían el nido, poco a poco se extinguieron.

La calma volvió al bosque, y todos los animales y los amigos de ÍCTERUS se alegraron cuando el pequeño turpial ayudó a salir a su padre del nido donde casi perdió la vida.

30 ¦ El Turpialito corredor

El SR. TURPIAL se sintió tan orgulloso por la hazaña de su hijo menor que cuando estuvo recuperado quiso verlo correr, quiso que todos lo vieran, y que los animales a ambos lados del río supieran que había un turpial corredor, y que era el más valiente de todos, y que en su viaje, tal vez no encontró la ciudad de los deseos, pero sin lugar a dudas había alcanzado su sueño, el sueño de convertirse en el turpial corredor más veloz de ––todo el bosque Galería.

Se terminó de imprimir en noviembre de 2010en el Sistema Nacional de Imprentas

Mérida - VenezuelaLa edición consta de 500 ejemplares

impresos en papel bond 75gr

Sergio A. Tucci M. (Caracas, 1964)Licenciado en Administración y Educación en la Universida de los Andes. Docente en el área de artística en la tercera etapa de educación básica. Trabajó en la propuesta pedagógica a manera de exhibición itinerante que mezcla el arte y la tecnología para casas de ciencia y dioramas tamaño natural en el Museo de Ciencia y Tecnología de Mérida (reconstruccion de ambiente de dinosaurios). Desarrolló el material instruccional: Viajes de exploración. Instrumento que narra la historia de la llegada de los españoles al continente americano mediante el uso del comic. A participado en salones de arte regionales y nacionales. Ilustró el libro de cuentos breves Mamá nunca mentía del Dr. Leopoldo Monterrey M.

Aníbal José Ordaz Obando (El Tigre, 1983)Egresado de la Universidad de Los Andes como Licenciado en Educación Mención Ciencias Físico-Naturales. Ganador del concurso Historias de Barrio Adentro 2009 con el libro de literatura para niños El Turpialito Corredor. Ha publicado en revistas electrónicas como EncontrARTE (Venezuela), El arte de escribir (España) y Ubikverso de la Asociación Venezolana de Ciencia Ficción y Fantasía.

La perseverancia y la fe en lo que se quiere, sin decaer es la moraleja de esta historia donde un Turpial (Icterus) cumple su sueño de correr y correr (a pesar de su naturaleza voladora) de una manera veloz que al final termina salvando a su padre de morir quemado en el fuego. El turpial, ave emblema de nuestro país es recreado de una manera ejemplar en esta historia de Aníbal José Ordaz Obando ganador del concurso Historias de Barrio Adentro del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y que busca reconocer el valor de la creación y la educación a través de la lectura en nuestros niños.

Simón Zambrabo