El Triunfo de la Figuración: Cambios estilísticos en la pintura mural española tras la llegada de...
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El Triunfo de la Figuración Cambios estilísticos en la pintura mural española tras
la llegada de Luca Giordano
Aitor Merino Martínez
Aitor Merino Martínez – UAM
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El Triunfo de la Figuración
Cambios estilísticos en la pintura mural española tras la llegada de Luca Giordano
Fue durante el reinado de Carlos II cuando la pintura mural adquirió un mayor protagonismo en
la vida artística y/o decorativa. Existirán a raíz de esto tres tendencias diferentes. Por un lado, la
escuela castiza, en la que destacarán artistas como Francisco Rizi y Juan Carreño de Miranda.
Por otro lado, la tendencia romana o cortonesca, caracterizada por la utilización de las
novedades presentes en la decoración romana. El ejemplo más relevante será Pietro da Cortona,
de quien recibirá el nombre dicha tendencia.
Por último, la escuela boloñesa, en la que destacarán las figuras de Agostino Mitelli y Angelo
Michele Colonna, que mantendrá su hegemonía hasta la llegada de Luca Giordano a la corte
española en el 1692.
Estos dos artistas, contratados durante el segundo viaje de Velázquez a tierras italianas,
permanecerán un corto espacio de tiempo en la capital, aunque esto no impedirá que se
generalice la creación de falsas arquitecturas como elemento decorativo: Las Quadraturas.
Conjuntamente realizarán la decoración de algunos de los principales espacios del Alcázar, y
generarán una tendencia decorativa en Madrid. Pese a que artistas como Velázquez se
mantendrán reticentes a la realización de esta clase de pinturas (puesto que debía realizarse con
gran rapidez y soltura, y no podía utilizar un natural como modelo), otros artistas de la corte sí
que se destacarán en su realización.
Uno de esos pintores será Juan Carreño de Miranda, que pese a no viajar nunca a Italia, obtendrá
grandes logros. Por otro lado, Francisco Rizi, que deberá afrontar una supremacía de la
tendencia boloñesa, ya que varias de sus pinturas serán destruidas, como veremos más
adelante.
No obstante, como vemos en las pechinas que realizaría este segundo para la iglesia de San
Placido, dicha tendencia también influirá en su obra, que se acercará al repertorio utilizado por
los boloñeses.
La figura de Francisco de Herrera también será relevante para el asentamiento de los elementos
utilizados en la realización de estos murales, ya que traerá a España las enseñanzas que había
obtenido en Roma, por lo que la figuración iría quitando, poco a poco, importancia a las
arquitecturas fingidas, elemento característico de la tendencia cortonesca que alcanzará su
máximo clímax con la llegada de Luca Giordano.
Como ya hemos comentado, Mitelli y Colonna llegarán a España tras el segundo viaje de
Velázquez a Italia, y al trabajar en obras de la capital junto a Carreño y Rizi, les enseñarán los
secretos de la pintura de quadrature, convirtiéndoles así en el primer gran dúo de quadraturisti
españoles. No obstante, en las ocasiones en las que los dos artistas españoles trabajasen
conjuntamente, sería Rizi quien se encargaría de la realización de las arquitecturas fingidas,
siendo Carreño el encargado de la figuración.
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En la década de 1670, surgiría un nuevo dúo de quadraturisti en la capital, formado por Claudio
Coello, discípulo de Rizi, y José Ximénez Donoso. Juntos, llevarían esta tendencia decorativa de
los edificios meramente sacros a los de función civil. No obstante, al igual que sus maestros,
colaborarían ocasionalmente con artistas boloñeses, principalmente con Dionisio Mantuano.
Un lujar esencial para el desarrollo sería el Alcázar de Madrid, donde Rizi y Carreño realizarán
la decoración de varias de sus estancias tras finalizar la decoración de San Antonio de los
Portugueses que más tarde comentaremos. La Galería de Damas, el Tocador de verano, el Salón
de las Medallas, Salón de los Espejos… serán muchos los programas decorativos que
desarrollarán, aunque esto no hará que la tendencia boloñesa les quite relevancia.
Por esta razón, la decoración que juntos harán de la fachada del palacio del Buen Retiro, con la
llegada de Mariana de Neoburgo, será eliminada para poner en su lugar una nueva realizada por
los artistas boloñeses antes comentados.
La pintura mural será muy utilizada para la decoración de viviendas nobiliarias, donde se
realizarán enormes ciclos, la mayoría hoy desaparecidos.
Así encontraremos casos como el de la llamada “Casa-Puerta” (originariamente Casa Huerta de
San Miguel), donde Dionisio Mantuano realizará un enorme proyecto decorativo, destacando
principalmente el emprendido en la caja de la escalera y el salón principal.
Otro claro ejemplo sería el Salón-ermita de San Pablo en el Buen Retiro, donde Mitelli y Colonna
realizarán una compleja decoración de la fachada, lo que se convertirá en una tendencia mural
muy representativa del caso español hasta bien entrado el siglo XVIII.
No obstante, los ejemplos más importantes, y mejor conservados, los encontraremos en
construcciones de carácter religioso, donde la pintura mural se considerará un vehículo esencial
para transmitir al fiel los episodios de la doctrina, que le envolverían de una forma muy
teatralizada.
Una obra clave, desgraciadamente hoy desaparecida, sería la Capilla de la Virgen de Atocha,
cuya decoración fue encargada a Colonna de manos de Felipe IV, quien quería con ello dar
gracias por el nacimiento del príncipe Carlos, futuro Carlos II. No obstante, Colonna se negaría a
realizarla, y aprovecharía la situación para exigir su regreso a Italia, lo que finalmente sucedería.
Serán Francisco Rizi y Juan Carreño los encargados de realizar una primera decoración, pero al
igual que sucedió con la fachada del salón de San Pablo del Buen Retiro, se decidiría eliminar
dicha obra y exigir la realización de una nueva, aunque en este caso serían ellos mismos quienes
deberían realizarla. No obstante, resulta necesario señalar igualmente que las pinturas murales
del crucero y el presbiterio serían encargadas a Herrera del Mozo, por lo que no toda la obra
sería realizada por el dúo ya mencionado.
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En el caso de la Iglesia benedictina de San Plácido, podríamos señalar ya un acercamiento a las
influencias de Colonna y Mitelli. Se trata de un templo con nave de cruz latina, corta y ancha,
que da una sensación de planta casi centralizada.
En el espectacular retablo, obra de Pedro y José de la Torre, una excelente Anunciación de
Claudio Coello, inspirada en un diseño previo de Rubens. No obstante, centraremos la atención
en el crucero, sobre el cual se alza una enorme cúpula encamonada. La media naranja está
dividida en ocho paños, decorados con motivos vegetales y los escudos de diferentes Órdenes
militares.
Será en las pechinas, también obra de Rizi, donde observaremos más claramente la evolución
de las figuras de las santas Juliana, Hildegarda, Isabel, abadesa y Francisca Romana.
No obstante, el gran triunfo de la influencia boloñesa lo veremos en la factura de San Antonio
de los Portugueses, obra de estrecha relación con la corona, y ejemplo más excelente de la
corriente italianizante de la pintura mural madrileña.
Se trataba de la sede de la Hermandad de San Antonio, anexa a un hospital para la atención de
los súbditos portugueses. Una obra pequeña pero monumental, con forma ovalada para
adaptarse a las exigencias del esquinazo. Su decoración interna sufriría varias etapas de
realización, paralelas a la propia evolución del gusto madrileño, pasando de la sobriedad
clasicista a un ilusionismo barroco.
Colonna, ya muerto Mitelli, presentaría por encargo de Felipe IV tres proyectos, hoy
conservados en la biblioteca del Palacio Real, donde ya observamos la división del espacio en
varios registros: un cuerpo arquitectónico en la zona de la cornisa, alternado con las ventanas,
que encuadraría una escena figurada en su interior, de la que no presentó boceto alguno. No
obstante, al decidir finalmente su regreso a Italia, no se llevaría a la práctica este proyecto, pero
sí otro de planteamiento muy semejante, presentado esta vez por Rizi.
Será él quien finalmente actúe como quadraturista, ayudado como era usual por Carreño, que
realizaría un papel de figurista.
Retablo: Pedro y José de la Torre.
- “Anunciación” de Coello/Rubens.
Cúpula encamonada en 8 paños.
- Escudos de órdenes militares.
- Pechinas de Rizi Con 4 Santas.
Machones: 4 esculturas de Manuel
Pereira.
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No obstante, durante la regencia de D.ª Mariana de Austria, por la minoría de edad del futuro
Carlos II, los territorios de Portugal lograrían su independencia de derechos, convirtiéndose
desde entonces en hospital de alemanes.
Ya en cronología más avanzada, cuando Luca Giordano ya estaba asentado en la capital, se
encargará de realizar las pinturas de los muros, intentando integrar la obra de Rizi y Carreño con
su programa, aprovechando la ocasión para retocar elementos de la bóveda.
Así, tras añadir unas nubes bajo la figura de San Antonio de Padua/Lisboa, y cambiar las falsas
columnas lisas por otras salomónicas, realizó el falso tapiz con las escenas sobre la vida y
milagros de San Antonio, las virtudes que lo acompañan y la galería de reyes y reinas de
Alemania, España, Hungría, Francia, Inglaterra y Bohemia.
Para finalizar este corto comentario sobre San Antonio de los Alemanes, habría que señalar la
existencia de 6 altares laterales, obra de Arredondo, en donde hoy se exponen obras de Eugenio
Cajés (Santa Engracia y Santa Isabel de Portugal), Francisco Cazas (una Inmaculada Concepción
que sustituye a otra originariamente atribuida a Carducho) y Lucas Giordano, que
originariamente escondería hasta que le fuesen pagadas. En los remates de estas hornacinas, 6
retratos de reyes realizados por Nicolás Antonio de la Cuadra, y un séptimo sobre la entrada
atribuido a Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia.
Por último, en el retablo mayor, obra de Miguel Fernández, una excepcional talla de San Antonio,
atribuida a Manuel Pereira, y considerada una de sus mejores obras.
Una de las obras mejor conservadas, y donde podemos ver claramente la supremacía de la
figuración frente a la arquitectura que se instaurará tras la llegada de Luca Giordano.
Bóveda:
- Proyecto de Colonna (marcha
Italia).
- Rizi (Quad.) y Carreño (Fig.)
- Retoques de Luca Giordano (nubes
y columnas salomón).
Muros de Luca Giordano:
- Vida y Milagros de S. Antonio.
- Virtudes.
- Galería de Reyes.
Altares de Arredondo:
- Cajés, Francisco Cazas y Lucas
Giordano.
- Retratos de Nicolás Antonio de la
Cuadra.
- Retrato de la entrada de Francisco
Ignacio Ruiz de la Iglesia.
- San Antonio de Manuel Pereira.
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Otro ejemplo de excepcional nivel es del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Pese a
ser la caja de la escalera una de las secciones más comentadas, no debe olvidarse La Capilla del
Milagro, donde Dionisio Mantuano actuará como quadraturista y Francisco Rizi como figurista.
La cronología y la autoría de las pinturas de la escalera siguen siendo hoy un recurrente tema de
debate, aunque todos los discursos apoyan la teoría de la realización en dos fases: la primera
cuando se realizarían las pinturas del techo, y la segunda las de las paredes.
El dueño original del palacio perdería su posesión tras su participación en las revueltas
comuneras, aunque gracias a eso poseería posteriormente un papel esencial dentro de la
monarquía. La propia emperatriz Isabel, se alojará en él para dar a luz, frente a las estancias del
insalubre Alcázar.
La escalera, de doble tiro con rellano central, se abría directamente a un magnífico patio, lo que
debía dotarla de una presencia muy teatral. La lujosa decoración que contenía, la convertía en
una segunda fachada, como señala Antonio Bonet, que hablaba de las posibilidades económicas
de su habitante. Por esto, no resulta extraño que, tras cerrarse un vano que conectaba la
escalera con el salón, se decidiera pintar un falso balcón mural en el que se asomara Felipe IV y
su familia.
Finalmente se convertiría en monasterio de sangre real, donde se alojarán personalidades como
Juana de Austria y la emperatriz María, por lo que el carácter ostentoso de la escalera se
adaptaría perfectamente a su función dual: por un lado monasterio de clausura, por otro lugar
elegido para la celebración de actos relevantes, ceremonias, bailes, conciertos….
La decoración se iniciaba con un falso balcón al que se asomaba Felipe IV y su familia, que
observaban un retablo de la pasión en el muro de enfrente: Cristo crucificado con la Virgen, san
Juan y la Magdalena. Bajo esta escena, un Cristo yacente, acompañado por ángeles que portan
instrumentos de la pasión.
Entre estas dos escenas, se representan al Santo Ángel Custodio, el Santo Ángel Protector del
Convento y los 7 arcángeles: Miguel, Gabriel, Rafael, Barachiel, Jehudiel, Uril y Sealtiel (conjunto
que se repite por ejemplo en un lienzo del antecoro, pese a existir en el seno de la iglesia
opiniones contrarias a la representación de los cuatro arcángeles apócrifos).
Sobre estas escenas, una cornisa fingida, presidida por San Francisco y Santa Clara. En las 4
esquinas, las alegorías de la Fe, Esperanza, Caridad y Religión junto a escenas de la vida de San
Francisco relacionadas con estas virtudes.
En el techo, una Gloria en la que aparece representado Dios Padre junto a ángeles músicos, el
premio de todos aquellos que vivan según las enseñanzas de Cristo.
Como ya hemos comentado, la información es inexistente, más allá de una inscripción en la que
se habla de una restauración en 1684 por encargo de Ana Dorotea. Algunos autores llegarán a
hablar incluso de la participación de 5 artistas, aunque sólo se pondrán de acuerdo al señalar la
existencia de dos campañas diferentes.
Los retratos reales debieron ser hechos por algún artista con acceso al Alcázar de Madrid y al
taller de Velázquez, ¿tal vez Juan Carreño de Miranda?
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Mitelli no pudo participar, puesto que ya había fallecido, aunque sí sería posible que Colonna
continuara unas trazas realizadas por Mitelli antes de su fallecimiento. No obstante, al tratarse
de pintura al temple, y no al fresco como ellos solían hacer, resulta poco probable. Por todo
esto, y debido a la poca documentación existente, se sigue hoy desconociendo quiénes
realizaron la decoración y cuándo debieron llevarla a cabo.
No obstante, como ya hemos señalado, en el ámbito religioso Luca Giordano adquiría una mayor
autoridad, realizando nuevas obras o retocando las ya existentes.
Al igual que sucedía en San Antonio de los Alemanes, el Arrebato de San Francisco que aun hoy
se conserva en la sacristía de la capilla del Cristo, anexa a San Francisco el Grande, pintado
originariamente por Teodoro Ardemans, sería retocado por Giordano tras su asentamiento en
Madrid.
La falsa balaustrada que conecta la
arquitectura real de la sacristía con
el espacio irreal de la escena, se
difumina poco a poco. Las sencillas
nubes que Giordano añade, hacen
que esta reiterada presencia de la
arquitectura poco a poco vaya
desapareciendo, marcando un
cambio de gusto en el arte
español.
Felipe IV y su familia Cristo
crucificad
o
Santo Ángel Custodio, Santo Ángel Protector del Convento y
los 7 arcángeles
Cornisa: San Francisco y Santa Clara.
4 esquinas: la Fe, Esperanza, Caridad y Religión escenas de la vida de San Francisco relacionadas.
Gloria: Dios Padre junto a ángeles músicos.
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No obstante, aunque sea como pequeño apéndice final,
resulta indispensable señalar la existencia de pintura
mural fuera de los edificios religiosos, decorando
espacios de uso municipal.
Uno de los ejemplos más relevantes lo encontraríamos
en la Casa de la Panadería, principalmente en su salón,
donde aparecerán representadas las armas de los
Austrias sostenidas por las cuatro virtudes cardinales.
Ximénez Donoso actuaría como quadraturista y Coello
como figurista.
A pocos metros encontraríamos otro caso sensacional, el de la Casa de la Villa, y principalmente
la excepcional pintura que Antonio Palomino hará en su Salón de sesiones.
Una última huella de la tradición boloñesa iniciada por Colonna y Mitelli, que dará paso a la
hegemonía de la figuración tras la ya comentada llegada de Luca Giordano.
Aitor Merino Martínez
Universidad Autónoma de Madrid