El Transporte en La Ciudad de Lima

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El transporte público de Lima: entre la crisis general y los intereses individuales Eduardo Castillo Claudett Pasados más de dos años desde que se iniciara la reforma del transporte público por parte de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), los usuarios no sabemos aún cuál será el destino o paradero final que tendrá esta propuesta. Y es que ante los avances y retrocesos que ha tenido esta reforma en los últimos meses, persiste la incertidumbre de si el sistema de corredores viales establecido en el 2014 continuará con vida o si regresaremos al sistema informal de “combis piratas”, algo que muchos ciudadanos parecen preferir a pesar de los graves problemas que generaba en el transporte y ambiente urbanos. Como se recuerda, la reforma del transporte público fue iniciada durante la administración Villarán (2011-2014) luego de una serie de graves accidentes de tránsito que pusieron en evidencia el escaso control estatal sobre las “combis” (o buses de transporte público), movilizando a organizaciones de la sociedad civil para exigir que esta situación cambiase. Por su parte, tanto la MML y otros organismos del Estado –como el Ministerio del Ambiente- habían expuesto la grave crisis en la que se encontraba el transporte público en la capital, debido al excesivo número de unidades de transporte, la antigüedad del parque automotor, la superposición de rutas en las principales vías y la mala calidad del servicio que se brindaba a los usuarios, todo lo cual generaba no solo un grave caos vehicular sino que había convertido a Lima en una de las ciudades con mayores niveles de contaminación ambiental de América Latina. Sin embargo, un grave error del gobierno municipal –entonces a solo un año de culminar su gestión- fue poner en marcha el proceso de reforma considerando que estas evidencias y la naciente movilización social alrededor del tema eran suficientes para que

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Explica el choque entre los intereses de la reforma del transporte y los intereses de los usuarios

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El transporte público de Lima: entre la crisis general y los intereses individuales

Eduardo Castillo Claudett

Pasados más de dos años desde que se iniciara la reforma del transporte público por parte de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), los usuarios no sabemos aún cuál será el destino o paradero final que tendrá esta propuesta. Y es que ante los avances y retrocesos que ha tenido esta reforma en los últimos meses, persiste la incertidumbre de si el sistema de corredores viales establecido en el 2014 continuará con vida o si regresaremos al sistema informal de “combis piratas”, algo que muchos ciudadanos parecen preferir a pesar de los graves problemas que generaba en el transporte y ambiente urbanos.

Como se recuerda, la reforma del transporte público fue iniciada durante la administración Villarán (2011-2014) luego de una serie de graves accidentes de tránsito que pusieron en evidencia el escaso control estatal sobre las “combis” (o buses de transporte público), movilizando a organizaciones de la sociedad civil para exigir que esta situación cambiase. Por su parte, tanto la MML y otros organismos del Estado –como el Ministerio del Ambiente- habían expuesto la grave crisis en la que se encontraba el transporte público en la capital, debido al excesivo número de unidades de transporte, la antigüedad del parque automotor, la superposición de rutas en las principales vías y la mala calidad del servicio que se brindaba a los usuarios, todo lo cual generaba no solo un grave caos vehicular sino que había convertido a Lima en una de las ciudades con mayores niveles de contaminación ambiental de América Latina.

Sin embargo, un grave error del gobierno municipal –entonces a solo un año de culminar su gestión- fue poner en marcha el proceso de reforma considerando que estas evidencias y la naciente movilización social alrededor del tema eran suficientes para que la propuesta tuviera el éxito esperado, sin optar por una consulta previa de los objetivos y alcances de la reforma. Así, luego de iniciar en enero del 2014 el otorgamiento de la buena pro de los primeros “corredores viales” -diseñados a partir de las principales vías de la ciudad- en agosto de dicho año se inició el nuevo servicio de transporte, con apenas una corta etapa de información entre los miles de usuarios del transporte público en la ciudad.

Producto de ello, antes que aceptar el nuevo sistema por proporcionar mayor orden, un servicio de mejor calidad y menor contaminación, las quejas de los usuarios fueron múltiples frente al nuevo servicio, quejas que daban cuenta de tres intereses centrales que no habían sido considerados: costo, accesibilidad y tiempo. Respecto al primer punto, por ejemplo, mientras en el sistema previo el costo máximo para el usuario era de 1.00 sol -e incluso se podía “negociar” con el cobrador un precio menor por un tramo corto- en el nuevo sistema el costo por persona era de 1.50 soles, así lo llevaran a uno tres cuadras más allá. Con respecto al segundo punto, mientras que en el sistema anterior los buses podían parar en cada esquina, con el nuevo sistema los buses

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solo paraban en los paraderos formales (muy distanciados entre sí, además) lo que le generaba un malestar al usuario por no dejarlo en el lugar que esperaba bajar. Finalmente, el hecho de que la MML iniciara el servicio sin separar a las agencias de transporte anteriores –debido a una serie de acciones de amparo presentadas por éstas ante la justicia- llevaron a que el caos vehicular no se solucionara sino que fuera peor, generando con ello una mayor pérdida de tiempo a los usuarios para llegar a sus trabajos o volver a sus hogares.

A pesar de los meses transcurridos, estos problemas aún persisten, sumándose además otros como la falta de apoyo del Ministerio de Economía y Finanzas o la escasa voluntad de la nueva gestión municipal para continuar con la reforma del transporte. Por tanto, cabe una reformulación de esta reforma donde la sociedad civil participe más activamente, de manera tal que sus intereses sean debidamente recogidos y de esta manera darle un nuevo impulso a la reforma, antes que esta termine en un paradero desconocido.