El Trabajo Delo Negativo

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El trabajo de lo negativo: pulsión de muerte y función desobjetalizante De tanto saberte mía, muerte, mi muerte sedienta no hay minuto en que no sienta tu invasión lenta y sombría. Antes no te presentía o procuraba ignorarte pero, al sentirte y pensarte, he podido comprender que vivir es aprender a morir para encontrarte Elías Nandino El epígrafe arriba citado tiene para mí sus razones de ser; uno, por el tema de este trabajo, y dos, por el motivo que hoy nos reúne aquí: el homenaje póstumo a André Green. Cuando supe de su muerte sentí como si se hubiera muerto un familiar cercano y sí, en realidad fue un familiar cercano que ha venido a formar parte de mi vida pues a lo largo de catorce años nos ha acompañado en nuestros seminarios de los jueves, además de que tuve la fortuna de conocerlo personalmente. 1

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El trabajo de lo negativo: pulsión de muerte y función desobjetalizante

De tanto saberte mía,

muerte, mi muerte sedienta

no hay minuto en que no sienta

tu invasión lenta y sombría.

Antes no te presentía

o procuraba ignorarte

pero, al sentirte y pensarte,

he podido comprender

que vivir es aprender

a morir para encontrarte

Elías Nandino

El epígrafe arriba citado tiene para mí sus razones de ser; uno, por el tema de este

trabajo, y dos, por el motivo que hoy nos reúne aquí: el homenaje póstumo a

André Green. Cuando supe de su muerte sentí como si se hubiera muerto un

familiar cercano y sí, en realidad fue un familiar cercano que ha venido a formar

parte de mi vida pues a lo largo de catorce años nos ha acompañado en nuestros

seminarios de los jueves, además de que tuve la fortuna de conocerlo

personalmente.

Hasta el día de hoy, Green ha sido el máximo representante no sólo del

psicoanálisis francés, sino del psicoanálisis contemporáneo. Green fue un

pensador y clínico de mucha valía. Gran conocedor de la doctrina freudiana y, por

lo mismo, crítico implacable de todos aquellos que se desviaban de ella.

Su obra se vio influenciada por Lacan, Winnicott y Bion, pues Green fue

admirador sobre todo de éstos dos últimos. Sin embargo, él decía que no era

lacaniano, ni winnicottiano ni bioniano, sino que él era él, o sea, greeniano. Y no

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cabe duda de que él hizo escuela con sus aportaciones y de que éstas han forjado

importantes teóricos del psicoanálisis actual.

Justamente ahora su muerte nos enfrenta a revalorar su teoría para poder

comprender con mayor profundidad las patologías predominantes en nuestros

consultorios, pues en la actualidad, en el día a día de nuestro trabajo clínico, nos

enfrentamos con las así llamadas “patologías actuales”: patologías narcisistas, de

vacío, psicosomáticas, adicciones, anorexia-bulimia, borders. Patologías que

implican fallas en la estructuración psíquica, que se manifiestan en un narcisismo

patológico, evidenciando aspectos destructivos del sujeto y déficit en la capacidad

de simbolización, con la presencia de escisiones del Yo que se expresan en

conductas impulsivas, graves perturbaciones de la sexualidad, trastornos

alimenticios, todo ello enmarcado por sentimientos de vacío y falta de continuidad

existencial; vivencias que nos muestran angustias impensables y arrasadoras que

coexisten con la angustia de castración y en las que el complejo de Edipo esta

fuertemente intrincado con la identidad y con la alteridad y en donde las

actuaciones son usadas como un medio de descarga. Todo esto acompañado de

mecanismos de defensa tan arcaicos como la desmentida, la escisión del yo y la

identificación proyectiva.

Estas patologías nos enfrentan con lo que André Green llama la clínica de

lo negativo.

Green declara que a partir de 1966 su obra siguió dos direcciones

principales: el estudio clínico y teórico del narcisismo y el de la patología

fronteriza.

El gran mérito de Green fue el haber retomado el tema de la pulsión,

aunado al tema del narcisismo, especialmente el de muerte y que esta muy

relacionado con el desarrollo que él hace del concepto de pulsión de vida y pulsión

de muerte. Estos dos temas se constituyen en los ejes rectores de su obra.

Hablar de la teoría de Green implica a hablar en términos metapsicológicos

para poder entender las diferencias metapsicológicas que va planteando para

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poder entender el planteamiento que hace, desde la clínica, del proceso de la cura

y el cambio a la técnica.

Green nos dice que la pulsión no es sólo un concepto límite entre lo

psíquico y lo somático, sino también un concepto límite entre el sujeto y el objeto.

Sostiene que el objeto es revelador de las pulsiones por que éstas no tienen

existencia por sí mismas, sino por el encuentro con el objeto. La pulsión, dice, no

tiene representación de sí; la pulsión sólo tiene objetos y metas, y ésta (la pulsión)

se nos hace cognocible únicamente por sus representantes psíquicos, labor de

representación de la actividad psíquica.

No podemos hablar nada de la pulsión de muerte sin referirnos

necesariamente a la pulsión de vida, ya que ambas forman un enlace conceptual

indisociable en la teoría de André Green.

Para él, la característica de la pulsión de vida es la ligazón y la de la pulsión

de muerte es la desligazón, y dice:”….para mi todo es cuestión de equilibrio entre

intrincación y desintrincación”. Para entender esto es necesario considerar la

investidura como el referente esencial que conduce a la función objetalizante,

concepto importantísimo en su teoría.

A la pulsión de vida se le puede atribuir con precisión una función: la sexual,

representante de Eros; por el contrario, en lo que corresponde a la pulsión de

muerte, no se le puede atribuir con la misma precisión una función semejante al de

la sexualidad con relación a la pulsión de vida. Green afirma que la función

autodestructiva desempeña para la pulsión de muerte el mismo papel que

desempeña la función sexual para la pulsión de vida.

Las pulsiones de vida tienen como uno de sus fines, dice Green, asegurar

una función objetalizante con el fin de crear una relación con el objeto, tanto

interno como externo, además de transformar estructuras en objetos; es decir,

hacen advenir al rango de objeto lo que no posee ninguna propiedad, cualidad o

atribución de éste, con la única condición de que se mantenga el investimiento

significativo realizado en el trabajo psíquico.

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Por el contario, la pulsión de muerte apunta a una función desobjetalizante por

medio de la desligazón, la manifestación de la destructividad propia de la pulsión

de muerte es el desinvestimiento.

Es de esta manera como él explica el salto en la teoría freudiana de la

oposición entre la libido de objeto-libido narcisista al de la última teoría de las

pulsiones: Eros y pulsiones de destrucción. Esto condujo a Green a sostener la

hipótesis de la existencia de un narcisismo negativo.

Pero primero definiremos lo que es narcisismo para Green. Él lo define

como la argamasa que reúne y consolida los múltiples elementos que conforman

al Yo y le dan coherencia y unidad y en la medida en que le da un sentido de

existir, le da un sentimiento de existencia al Yo. ¿Pero cual es la novedad que

aporta Green a ese narcisismo que Freud describió? Es lo que él (Green) llamó “el

narcisismo en pos de la vida”, entendiendo por vida la reunión que complejiza,

enriquece y promueve el conflicto y el desarrollo. Y efectivamente, dice, existe un

narcisismo primario en el que por un factor procedente del Yo, que opone su

libido a la libido de objeto, procura alcanzar cohesión yoica. Narcisismo que tiende

a la unidad, bajo el principio del placer, en el que el Yo y el objeto constituyen una

sola unidad ficticia e ilusoria, tendencia hacia lo UNO, dice Green.

Sin embargo, existe también un narcisismo negativo que por regresión se

puede querer volver no sólo a lo Uno, sino a veces más lejos, al Cero; es la

tendencia a reducir a Cero la Investidura del Yo; es decir, desinviste la libido yoica

sin devolverla al objeto, desinteresándose del objeto como de él mismo; el único

anhelo es desaparecer. La nada es la manifestación más radical de la pulsión de

muerte, que es diferente a la agresividad y al masoquismo primario.

Esto sucede cuando fracasa la realización unitaria del narcisismo. Ya no se

busca un objeto; el deseo del Otro se transforma en deseo de no deseo, se

renuncia a la búsqueda de satisfacción. Vida y muerte son lo mismo. La muerte se

configura como lo absoluto. La actividad psíquica queda bajo la égida de la

realización alucinatoria negativa del deseo.

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El narcisismo negativo conduce a la inexistencia, la anestesia, el vacío, el

blank, que inviste negativamente: el afecto como indiferencia, a la representación

como alucinación negativa, al pensamiento como psicosis blanca; éste es el

trabajo de lo negativo. Todo esto es lo que nos hace evidente la función

desobjetalizante no únicamente de los objetos o sus sustitutos, sino de la función

objetalizante como tal, destrucción por desinvestidura.

Cuando la función desobjetalizante esta al servicio del narcisismo negativo,

la desinvestidura deshace lo que la investidura había logrado construir.

El narcisismo negativo, tras de haber desinvestido a los objetos, y en los

casos más radicales, al mismo yo, éste se empobrece, disgregándose al grado de

perder su consistencia, su homogeneidad, su identidad y su organización. Cada

vez que se le retira al objeto las investiduras a él asignadas, se le retira al sujeto

un poco de vida, dice Green.

Esto es lo que observamos en la clínica de las llamadas “patologías

actuales”, en las cuales al lado de la angustia de castración aparecen angustias

catastróficas e impensables, miedos de aniquilación o de hundimiento,

sentimientos de futilidad, de desvitalización o muerte psíquica, sensaciones de

precipicio, de agujero sin fondo, de abismo, de fantasmatización.

Este trabajo ha intentado ser una pequeña síntesis del pensamiento de

André Geen, pues, como vemos, su teoría es un tanto compleja y que requiere de

mucho estudio para ser comprendida en profundidad. André Green fue un teórico

y sobre todo un gran clínico (a él le gustaba mucho la clínica), que vino a

revolucionar el psicoanálisis contemporáneo con su obra. Creo que estos trabajos

contribuirán para permitirnos sentir esa pasión que el tenía, de la cual hoy somos

todos herederos.

Terminaré este trabajo relatándoles una anécdota. Recuerdo que en 1998

en el congreso internacional de la I.P.A., en Chile, presentó en una conferencia

magistral un trabajo sobre el afecto, algo que a él le interesaba muchísimo; este

trabajo era bello pero complejo, como muchos otros de sus trabajos; lo que estaba

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diciendo era de suma importancia para entender su teoría, y el nivel de discusión

era tan lamentable que se enojo, aventó el micrófono y dijo que a él lo iban a

entender treinta años después, cuando lo leyeran. Así era Green.

Gracias André Green, y hasta pronto.

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