El Testamento Del Pescador

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Descripción novelada de la vida de Jesús siguiendo el evangelio de San Marcos por boca de San Pedro, quien es sometido a un arduo interrogatorio por parte de Nerón.La novedosa aportación de aquel testimonio continúa teniendo actualidad en nuestros días.

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PAGE 79Csar VidalEl testamento del pescador

Csar VidalEl testamento del pescadorDiseo de la cubierta: Compaa Ilustracin de la cubierta: Cover

ISBN: 84-270-3052-5 El jurado del Premio Espiritualidad 2004, convocado por mr ediciones y compuesto por ngeles Caso, Manuel Almendro, Ramiro A. Calle y Pablo lvarez (secretario del jurado), ha acordado conceder el galardn a esta obra.Contraportada El pescador mir fijamente a Nern y, por un instante, me pareci percibir en sus pupilas algo extrao que distaba mucho de asemejarse al rencor, al odio o al desprecio y que recordaba enormemente a la tristeza que sentimos cuando no podemos ayudar a alguien a quien amamos a salir de su desdicha. Ao 62 d. de C. El emperador Nern ordena a Marco Junio Vitalis, un aguerrido militar con experiencia de aos en Asia, que le asesore en el curso de un extrao y peculiar proceso. El acusado es un anciano pescador judo que fue, varias dcadas atrs, amigo de un tal Jess, ajusticiado en Jerusaln por el gobernador Poncio Pilato. Marco Junio Vitalis intentar que se haga justicia y, a la vez, que se establezca la verdad. As, a lo largo de los sucesivos interrogatorios del pescador y con la ayuda del erudito Roscio, el veterano soldado ir descubriendo los perfiles de una historia capaz de trastornar no slo las bases del imperio sino las de todo corazn humano. Slidamente apoyada en fuentes histricas de la ms diversa extraccin, El testamento del pescador es una novela que nos acerca al verdadero Jess que tantos han querido silenciar a lo largo de los siglos.El Testamento Del Pescador

por Francisco J. VzquezMarco Junio Vitalis, apodado el "Asitico", es un militar que ha llegado ya a la edad en la que el ejrcito y los viajes sobran, y en el que su cuerpo, curtido en cientos de batallas en las que su dedicacin al Imperio queda patente tanto en sus gestos como en sus actitudes, le pide dejar paso a las nuevas generaciones de guerreros cuya vitalidad podr mantener sin duda (al menos esa es su esperanza) la cohesin de las actuales fronteras.

Vitalis se encuentra descansando en su casa romana tras haber vuelto de un prolongado periodo de combates en los "limes" fronterizos, donde se mantienen ahora luchas contra los "barbari". La otrora potencia imperial, tan temida antao por los enemigos de "la civilizacin", a duras penas contiene ahora los embates de tantos insurgentes que intentan socavar y destruir la expansin y la supremaca romana en el mundo conocido. Sin embargo se mantiene firme. Transcurre el ao 817 desde la fundacin de la ciudad de Roma por los hermanos Rmulo y Remo. El csar gobernante es Nern.

Un da recibe una visita con un mensaje que, a la postre, cambiar su vida de manera inesperada. Csar lo llama a palacio, porque quiere aprovechar su experiencia en asuntos de Oriente para que le ayude en la instruccin de un juicio. Se trata de instruir un sumario contra un tal Petrs, pescador Galileo perteneciente a un movimiento extrao, una especie de "secta" denominada "de los Nazarenos", tambin conocidos como "cristianos". Su misin, al principio, es encontrar informacin referente a ellos (qu son, quines la componen, por dnde se extienden, a qu se dedican...), y entregrsela a Nern. Despus, alegando su inestimable ayuda, el csar lo invitar a formar parte del proceso tambin de forma activa.

El evento es sumamente inhabitual. Algo no le cuadra a Marco Junio Vitalis. Por regla general un emperador no pierde su tiempo con un litigio en apariencia absurdo: por qu preocupa al todopoderoso emperador de Roma un simple pescador de Galilea? Qu tiene de especial ese hombre? Y qu pintan en esto esos llamados seguidores de "Jrists"? Qu tienen que ver uno con los otros aqu? Y sobre todo... qu oculta Nern tras ese inters por esta aparente "falsa"?

Vitalis no tardar en descubrirlo. Nern est frustrado contra ellos y planea acusarlos de intento de secesin de Roma, de sublevacin... pero, por qu?

"El Testamento Del Pescador", obra galardonada con el Premio Espiritualidad 2004, es un libro realmente impactante. Resulta curioso comprobar la fuerza con la que Csar Vidal nos introduce en el juicio contra Pedro, discpulo de Jess, y la forma en la que como lectores llegamos a vivir el mismo. Vidal nos permite ser espectadores de una pantomima judicial elaborada y orquestada por Nern, ante un individuo cuyo nico pecado es pertenecer y ser cabeza visible de una "organizacin" en la que el csar se empea en adjudicar un delito (no le importa cual), que no cesar en buscar de una u otra forma. Su propsito aparente es la eliminacin de los seguidores del Jrists, aunque el verdadero propsito es el de expiar sus culpas ante su pueblo por sus aires de grandeza, que llevarn a Roma ante un suplicio injusto parido de la mente enferma de un eglatra criminal.

Adentrarse en esta novela supone encontrarse con una serie de elementos que le dan fuerza a la trama. Por una parte vamos a hallar personajes reales (todos salvo dos) que se mueven en un entorno concreto y localizado, en una poca y en un momento en el que lo acontecido en la novela bien pudo ser lo que ocurri ciertamente. Quin puede decir que no? Por otra, nos vamos a hallar con la perspectiva que a la historia le da el personaje como Vitalis, narrador dela misma que desde un punto de vista contemporneo nos va a dar pinceladas del modo de pensar que se tena en la Roma de aquella poca, y que har verdaderos esfuerzos por sopesar lo que para l son costumbres brbaras que pueden decantar del lado de la mentira la sentencia de esta epopeya legal.

Al mismo tiempo, se nos muestran unos personajes desde una perspectiva desconocida. As, por ejemplo, la figura de Jess de Nazaret se nos representa mucho ms humana y cercana de lo que estamos acostumbrados. El propio Pedro se nos presenta como un hombre curtido por las circunstancias, que acata los designios de un destino que l ya entiende como escrito y sentenciado, y que aparece aqu como un sufridor en vida que ha sabido llegar con dignidad hasta el final, pese a los amargos tragos que hasta all ha tenido que pasar. Marcos, Nern, el propio Pilatos, Herodes... muchos son los que se asoman a la narracin, y siempre la perspectiva desde los que se los ve es diferente a la habitual. Quiz por eso "El Testamento Del Pescador" sea tan especial.

Csar Vidal

Biografa:

CSAR VIDAL (1958) es doctor en Historia (premio extraordinario de fin de carrera), en Teologa y en Filosofa, y licenciado en Derecho. Ha ejercido la docencia en distintas universidades de Europa y Amrica. En la actualidad, dirige los programas "La Linterna" de la Cope por el que ha recibido entre otros los premios Antena de oro 2005, Micrfono de plata 2005 y Hazte or 2005 y "Camino del Sur" de Cadena-100, y colabora en medios como La Razn, Libertad Digital, Antena 3 o Muy interesante. Defensor infatigable de los derechos humanos, ha sido distinguido con el Premio Humanismo de la Fundacin Hebraica (1996) y ha recibido el reconocimiento de organizaciones como Yad-Vashem, Supervivientes del Holocausto (Venezuela), ORT (Mxico) o Jvenes Contra la Intolerancia. Entre otros premios literarios ha recibido el de la Crtica a la mejor novela histrica (2000) por "La mandrgora de las doce lunas", el Premio Las Luces de Biografa (2002) por "Lincoln", el Premio de Espiritualidad 2004 por "El testamento del pescador", el Premio Jan de Literatura Juvenil 2004 y el del CCEI 2004 por "El ltimo tren a Zrich" y el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2005 por "Los hijos de la luz". Entre sus ltimas obras destacan "Espaa frente al islam" (2004), "Paracuellos-Katyn" (2005), "Los masones (2005), El mdico del sultn" (2005), "Bienvenidos a la Linterna" (2005) y "Jess y los documentos del mar Muerto" (2006).Libros publicados en Martnez Roca:EL TESTAMENTO DEL PESCADOR

El viento de los dioses

EL FUEGO DEL CIELO

El taln de Aquiles

A todos los que buscan la verdad con la firme voluntad de que ni los prejuicios, ni los apetitos, ni los intereses les impidan abrazarla.

Yo, Marco Junio Vitalis, conocido entre mis hombres como Asitico, veterano soldado a las rdenes de Roma, fiel compaero del csar Claudio y del csar Nern, s que he llegado a los ltimos tramos de este sendero tortuoso y cargado de amarguras que los hombres hemos dado en llamar vida. Las de otros proseguirn, sin duda, por un tiempo ms o menos dilatado pero la ma se est extinguiendo y antes de que pueda darme cuenta habr concluido totalmente y yo me ver arrojado a las playas de un mundo distinto.

Es ahora precisamente, en los momentos en que no albergo ninguna duda de que la conclusin se halla prxima, cuando con ms vigor que nunca suben desde mi corazn los recuerdos relativos a un acontecimiento que tuvo lugar hace unos aos y que desde entonces ha pesado sobre mi espritu como una losa de mrmol. No ignoro que muchos piensan que puesto que nada hay ms all de esta existencia deberamos comer y beber y as deslizarnos ms dulcemente hacia nuestra aniquilacin. Sin embargo, aun en el supuesto de que no pasramos de ser un puado de polvo que el aire aventar en su momento, no por eso la conciencia deja de actuar como juez implacable de nuestros actos. Siquiera de algunos.

De las dcadas que he vivido no lament nunca la sangre derramada defendiendo el limes del imperio. No se trataba de que no creyera que los barbari fueran hombres como nosotros. Era ms bien que estaba absolutamente convencido de que eran ellos o ramos nosotros los que vencamos en esta pugna secular en la que ellos deseaban apoderarse de nuestro bienestar, de nuestras tierras y de nuestros caudales y nosotros nos defendamos para que no nos despojaran de todo ello amn de la vida. No discuta yo entonces -como hacen algunos compatriotas- su carcter humano; s negaba que tuvieran el menor derecho a intentar privarnos de lo nuestro. Matar en defensa del imperio para nosotros y para las generaciones que nos seguiran me pareca absolutamente lcito sin importarme si los muertos eran los moros del norte de frica, los partos de la lejana Persia o los agresivos hombres rubios del norte. Los que ni podan ni deban morir eran los romanos. Sin embargo, a pesar de tratarse de la muerte de un brbaro, el episodio al que me refiero result completamente distinto.

Todo comenz en el ao 817 desde la fundacin de nuestra ciudad por los hermanos Rmulo y Remo. Acababa yo de regresar de un prolongado perodo de combate en el limes -precisamente de ese tipo de combate que no llamaba la atencin de las gentes de Roma pero que tanto contribua a mantenerla rica, estable y poderosa- cuando se me comunic que el propio csar Nern requera mi presencia. Que as actuara constitua ciertamente un honor, pero inmediatamente intent saber ms sobre las razones de aquella extraa convocatoria.

-Has estado mucho tiempo en oriente y desea tu opinin sobre algunos asuntos relacionados con la religin -se me dijo por toda respuesta y yo, discretamente, decid guardar silencio. Sin embargo, en las horas que mediaron entre el anuncio de los deseos imperiales y mi comparecencia ante Nern no dej de preguntarme sobre la posible causa de su inters. Yo era un militar, con una notable formacin jurdica, cierto, pero militar a fin de cuentas. En qu poda yo asesorar al prncipe sobre un tema tan espinoso como el de las religiones orientales?

Mientras degustaba copa tras copa de vino itlico -un vino mucho ms grato a mi paladar que el que haba saboreado en Oriente- repas con la memoria los lugares por los que haba discurrido mi vida durante los ltimos aos en un intento de descubrir dnde poda hundir sus races el inters del emperador. En primer lugar, estaba Asia Menor. No faltaban en esa parte del orbe escuelas de filosofa ni ritos mistricos y ocultos. Sin embargo, me constaba que el dueo de Roma deba contar con mejores asesores que yo en lo que a esos extremos se refera. Los griegos que se haban labrado fortuna en nuestra tierra valindose de sus conocimientos supuestos o reales podran haberle bastado para dilucidar los ms sutiles aspectos relativos a la unin del cuerpo y del alma, a los elementos que dieron lugar al universo y a otras cuestiones no menos imposibles de dilucidar y ms fciles de prestarse al verbo audaz de los charlatanes. No, Asia Menor no poda ser el lugar del que emanaban las inquietudes del emperador.

Y Judea? An ms difcil me resultaba aceptar esa posibilidad. En ese minsculo pedazo de tierra situado al extremo del Mare Nostrum viva un pueblo antiguo -aunque no tanto como los egipcios- que adoraba a un solo dios al que ni siquiera poda representar con imgenes so pena de cometer un pecado de horribles caractersticas y consecuencias. Semejantes rarezas ya provocaban que nos resultaran poco simpticos, pero es que, para remate, la ley dictada por tan extrao dios les impone costumbres brbaras como la de quitar a los varones recin nacidos el prepucio o antisociales como la de tomarse un da de asueto de cada siete. Si lo primero me pareca horrible, lo segundo slo poda juzgarlo como una vergonzosa forma de holganza. No, no, no, Nern no poda estar interesado en esa gente.

Y los egipcios? Apur lo que restaba de copa y volv a llenarla en la justa proporcin -dos medidas de agua y una de vino- antes de llevrmela nuevamente a los labios. Record que mientras serva en Judea, un legado se haba explayado relatndome la aparente intencin del emperador de identificarse con alguno de los antiguos dioses de Egipto. Al igual que Calgula haba removido cielo y tierra para que la gente creyera que era la encarnacin del dios Apolo, Nern pareca tener la intencin de que se le adorara como a la manifestacin terrenal de una de aquellas divinidades que aparecan bajo una forma medio animalesca, medio humana.

S, tuve que reconocer cuando ya me encontraba lo suficientemente borracho como para no indignarme, seguramente el emperador deseaba que le describiera aquellos inmensos templos de piedra que haba contemplado a orillas del Nilo, y los remedios mdicos fabricados con orines y excrementos que dispensaban sus sacerdotes, y a las turbas que, a diferencia de lo sucedido en Roma, se agolpaban ante altares de diosas de formas espantosas y terribles para recibir de ellas la curacin de sus males ms dolorosos. Cerr los ojos y dese que el sueo, compasivo, se apiadara de m y se posara sobre mis exhaustos prpados cuanto antes. El da siguiente iba a resultar muy pesado.II

Han pasado ya aos pero an me parece sentir sobre las sienes la misma insoportable presin que sufra la maana que tuve que comparecer ante el csar Nern. Me deca interiormente que haba bebido en exceso a la vez que lamentaba la deplorable impericia del esclavo que me masajeaba torpemente el crneo para librarlo de aquel dolor. Mientras me vesta, intent recapitular todo lo que mi memoria haba ido almacenando en relacin con los egipcios y su repugnante religin. En trabajosa procesin desfilaron por mi mente las repulsivas momias y las estatuas ciclpeas, los gigantescos templos de glido interior y los hierticos sacerdotes de vestiduras de lino, los extraos signos escritos con que llenan interminables paredes y columnas y el desasosegante culto a animales cuya simple visin revolvera el estmago de cualquier mortal. S, todo eso lo recordaba bien pero no poda decir lo mismo de sus divinidades. Anubis era el de la cabeza de chacal o, por el contrario, se trataba del dios halcn? isis era la diosa que haba buscado infructuosamente el pene de su esposo o sa era Sejmet? Por ms vueltas que le daba no consegua que aquellos datos se esclarecieran y llegu a temer que aquel esfuerzo me llevara a perder la cabeza. Bueno, no tena sentido atormentarme de aquella manera. Respir hondo y sal a la calle, donde me esperaba una silla gestatoria.

Roma no ha mejorado en nada desde aquel entonces. Tambin en la poca -que tantos recuerdan con afecto- del csar Nern la ciudad ya estaba llena de desocupados que no trabajaban fundamentalmente porque les resultaba ms grato vivir a costa del erario pblico. Vagos y charlatanes, aquellos romanos estaban dispuestos a seguir a cualquiera que no tuviera la osada de sealarles que deban mantenerse mediante el esfuerzo propio y no gracias a los impuestos que pagaban los dems. No pude evitar el sentir una profunda sensacin de asco al contemplarlos. Yo haba combatido y arriesgado mi vida durante aos para mantener las virtudes que haban convertido a Roma en el imperio ms importante del orbe pero, nos gustara o no, cada vez nos parecamos menos al pueblo que haba derrotado a Pirro, a Anbal y a Mitrdates. Saberlo no slo no me dejaba indiferente. En realidad, me provocaba una insoportable mezcla de tristeza e ira.

Mientras me hallaba sumido en pensamientos tan poco halageos, la silla bamboleante gestatoria se detuvo ante la morada del csar. Ni que decir tiene que los esclavos estaban ms que al tanto de mi llegada y que me franquearon la entrada y me condujeron hacia mi destino con correcta aunque fra soltura. Fui as a parar a una sala espaciosa y difana cuyo suave frescor contrastaba con la calgine de las calles. Bien, resultaba obvio que el csar Nern no disfrutaba con el sofocante calor romano y saba adems cmo acondicionar sus moradas para librarse de su spero abrazo.

-Vitalis?

La mencin de mi nombre me hizo girar la cabeza para descubrir a mi inesperado interlocutor. Respond afirmativamente a la vez que realizaba el obligado saludo marcial.

-Pensaba que seras ms alto -dijo el recin llegado con un deje de desilusin- y... y algo menos gordo.

Dio unos pasos hacia m y, finalmente, se detuvo a una distancia suficientemente corta como para que pudiera percibir un aroma dulzn similar al de un campo de rosas o al de un ramo de lilas en sazn. Siempre he soportado mal los perfumes, incluso cuando se derraman sobre la piel de las mujeres, y el descubrirlo ahora en aquel hombre no hizo que disminuyera mi habitual reaccin de desagrado.-Me han hablado muy bien de ti, Marco junio Vitalis -dijo mientras se apartaba y me lanzaba una mirada de arriba abajo que me hizo sentirme como una res llevada al mercado-. Al parecer tienes bastante experiencia en Oriente. Te llaman Asitico por eso, verdad?

-As es -respond mientras me preguntaba por la identidad de aquel personaje oloroso, afeminado y plido.

-Yo soy el csar -exclam entonces mi acompaante a la vez que me suma en el ms profundo de los estupores- y necesito tus servicios.

-Tus deseos son rdenes para m, csar -respond mientras reprima la impresin desagradable que aquella extraa figura me haba provocado en los instantes anteriores.

A su agobiante perfume una el uso de unas vestimentas vaporosas de un color peculiar que con aquella luz extraa lo mismo hubiera podido ser prpura que malva. Para colmo, estaba aquella barba extraa. Confieso que soporto mal esa moda griega de no rasurarse el rostro. Es sucia y fea aunque los helenos se empean en presentarla como algo varonil -varoniles los griegos!- y hermoso. Al parecer, el csar haba abrazado esa costumbre, aunque justo era reconocer que, por lo menos, no la segua hasta el final y conservaba una barba limitada casi a una lnea delgada de pelos rizados que le bordeaba el rostro partiendo desde ambas sienes. Horror por horror, mejor que fuera pequeo.

-Bien, bien, Vitalis -dijo el csar con gesto de aprobacin a la vez que se arrellanaba voluptuosamente en un mullido triclinio.

Respir hondo, junt las yemas de los dedos, me clav la mirada y pregunt:

-Qu sabes de los judos?

Por un instante guard silencio. Los judos! Por qu deseaba el csar Nern averiguar algo sobre aquel pueblo brbaro y extrao? Lo sensato era que hubiera querido ampliar sus conocimientos sobre los egipcios, pero los judos...

-Son un pueblo brbaro... -comenc a decir.

-S que son un pueblo brbaro -me interrumpi el csar mientras sus ojos despedan una lucecilla brillante.

Tragu saliva y prosegu:

-Adoran a un solo dios que no puede ser representado -prosegu intentando aparentar una calma que no senta- y que, segn afirman, les ha dado diversas leyes. Por ejemplo, practican la circuncisin...

-Eso ya lo s -dijo Nern con un gesto de evidente desagrado-. Qu sabes acerca de un personaje al que llaman en griego Jrists?

-Jrists? -repet-. Jrists significa ungido en lengua griega.

-S de sobra lo que significa en lengua griega -exclam Nern con voz cansina-. Pero qu significa ese sujeto en la religin de los judos?

Como si se tratara de un fogonazo me vino a la cabeza el recuerdo de una conversacin que haba mantenido con un judo de Alejandra, un personaje curioso que conoca sensiblemente bien la filosofa helnica y poda hablar con enorme soltura, aunque con fuerte acento, la lengua de Platn.

-El... ungido -comenc a decir- es un personaje... legendario. No ha existido nunca ni existe en la actualidad, pero los judos llevan ya esperndolo siglos. Su llegada fue anunciada por algunos de sus hombres del pasado, una especie de Sibilas con barba que hablaban en su lengua.

Haba esperado que el comentario hiciera sonrer al csar, pero no pareci captar el humor implcito en mis palabras.

-Qu se supone que debe hacer ese ungido cuando... llegue? -pregunt Nern con n tono glacial.

-Fundamentalmente su labor se centrar en acabar con los enemigos de Israel e instaurar un reino de paz y justicia -respond-. Los judos esperan incluso que los muertos volvern a la vida para disfrutar de su gobierno.

-Que los muertos volvern a la vida? -indag el csar sbitamente sorprendido-. Quieres decir que sus almas regresarn de algn... lugar?

-No -respond satisfecho por haber conseguido atrapar la atencin del csar con mis comentarios-. Los judos creen ms bien que esas almas se vern revestidas por los cuerpos que tenan al morir, en otras palabras, que los cadveres se levantarn de sus tumbas para vivir de nuevo.

Una mueca de profunda repulsin deform el ntido trazado de la recortada barbita de Nern.

-Cuesta creer en que haya una vida despus de sta -coment-, al menos para los que sois mortales, pero que adems se levanten los cuerpos de los sepulcros... s, definitivamente, esos judos sostienen ideas absurdas.

-Ciertamente, csar -corrobor con una sonrisa de complicidad.

-Asitico, tienes alguna idea de cmo ese Jrists va a llevar a cabo sus propsitos? -pregunt.

-Noooo... realmente lo ignoro -respond-, pero, csar, qu importancia puede tener? Se trata de un dudoso personaje que es slo fruto de una imaginacin calenturienta. No ha llegado en siglos y no llegar en el futuro.

Una sombra lgubre cruz el rostro del csar mientras escuchaba mis palabras. Por segunda vez, sus ojos adquirieron un tono flamgero que ahora pareca unido a una frialdad ptrea.

-Vitalis -dijo con una voz neutra-, me temo que ese Jrists podra haber llegado ya y que ha comenzado a crearnos problemas.III

Por un instante, fui incapaz de reaccionar frente a las inesperadas palabras que acababa de pronunciar Nern. El Jrists judo, el personaje anunciado siglo tras siglo por sus escritos sagrados, poda haber llegado! En realidad, esa poco verosmil circunstancia no me preocupaba especialmente, pero la referencia del csar a los problemas que pudiera causar no me resultaba tan balad. Bien estaba que tuviramos que soportar a los judos entre nosotros, que contuviramos nuestro justificado asco ante sus prcticas absurdas o que no comentramos en voz alta lo que nos parecan sus locas creencias, pero que, por aadidura, tuviramos que enfrentarnos con algn disturbio cruento a causa de aquel personaje... No, eso me pareca excesivo.

-Soy un leal servidor de Roma -respond imprimiendo a mis palabras la mayor resolucin.

-No me cabe duda, Vitalis -dijo el csar-, por eso te he llamado. El tal Jrists naci hace ya varias dcadas y por lo que he podido averiguar fue debidamente ejecutado por el gobernador Poncio Pilato...

Pilato... s, haba odo hablar de l cuando haba estado en Judea. Los judos conservaban en general un psimo recuerdo de su gobierno, pero la sensacin que yo tena era la de que haba logrado mantener inquebrantable el orden en medio de unas condiciones nada fciles. No me extraaba un pice que se hubiera desembarazado del Jrists.

-Todo indicaba que el final era la cruz -prosigui el csar-, pero, de manera incomprensible, los seguidores del Jrists no se desbandaron. Por alguna razn que desconozco, en lugar de desaparecer crecieron y crecieron, se expandieron y se expandieron hasta llegar aqu, a la misma urbe de Roma.

Guard silencio. Conoca suficientemente la historia como para saber que los rumores que afirmaban que Espartaco, el gladiador rebelde, no haba muerto no haban dejado de crear problemas a Roma durante un tiempo. Pero la persistencia de los seguidores del Jrists era otra cuestin. Si era Pilato el que lo haba crucificado significaba que ya podan haber pasado treinta aos desde su muerte. Parecan demasiados para que an contara con partidarios.

-De cualquier forma -prosigui el csar- creo que el problema est a punto de resolverse. Hace apenas unos das cay en nuestras manos uno de los caudillos del movimiento.

-Romano? -pregunt sorprendido e inmediatamente me arrepent de la falta de respeto que significaba interrumpir al csar y, sobre todo, formularte una cuestin.

-No -respondi Nern sin advertir en apariencia la incorreccin de mi comportamiento-. Es, como caba esperar, un judo. Al parecer, durante aos llev a cabo sus fechoras en Asia y slo lleg a Roma recientemente. Sin embargo, conoci personalmente al crucificado y eso le proporciona un prestigio especial que no me resulta difcil comprender. Si estuvieras en mi lugar, qu haras con ese hombre?

-Si se tratara de un sedicioso no dudara ni un instante en proceder a su ejecucin -respond prontamente-. No podemos permitir que el imperio se vea sometido al menor peligro por culpa de unos fanticos.

-Tienes razn -reconoci el csar-, pero por lo que llevo visto hasta ahora los seguidores del Jrists no constituyen un grupo normal. He decidido ocuparme personalmente de la instruccin de la causa de ese hombre, obtener el mximo de informacin posible y slo entonces actuar en consecuencia.

Asent perplejo tras escuchar aquellas palabras. Sin duda, la accin del csar no era habitual ya que, por lo comn, bastaba la justicia ordinaria para acabar con cualquier amenaza que se presentara contra el imperio. Con todo, en aquel comportamiento inesperado me pareci percibir una buena seal. El aspecto externo de Nern podra no ser el que yo consideraba ms apropiado para un romano pero sus frases dejaban de manifiesto que era mucho ms agudo de lo que hubiera podido parecer a primera vista y que, desde luego, ningn protocolo iba a impedirle cumplir con lo que consideraba que era su deber.

-Ah es precisamente donde entras t, Vitalis -dijo el csar saltando con agilidad desde el mullido triclinio-. Quiero que seas un asistente de la instruccin, que me busques todos los datos que puedan resultar pertinentes para acabar con ese hombre y, sobre todo, que tomes nota de todo a fin de que no pueda quedar lugar a dudas sobre la justicia de la condena, caso de pronunciarse.

En ese momento, de buena gana le hubiera dicho que nada de aquello me pareca necesario ya que incluso opinaba que resultaba excesivo que el prncipe en persona se ocupara de semejante causa. Sin embargo, la oportunidad que se me brindaba de trabajar a su lado y de mostrarle mi celo y competencia me pareca demasiado atractiva como para desaprovecharla.

-Csar -dije con el tono ms firme que pude-, estoy totalmente a tus rdenes.

-Lo s, Vitalis, lo s -coment Nern mientras se apartaba del triclinio y se acercaba hasta m-. Va a tratarse de un trabajo arduo pero no me cabe duda de que lo realizars a la perfeccin. De momento, y antes de que se inicie la investigacin con los interrogatorios obligados, necesito que recojas toda la informacin necesaria sobre el movimiento y me la entregues.

-As se har, csar -respond-. Qu plazo tengo para llevar a cabo ese informe preliminar?

-Dos das -dijo Nern con la misma tranquilidad con que respiraba. Luego cubri la escasa distancia que mediaba entre nosotros y pos su diestra en mi hombro.

-No me cabe ninguna duda de que no me defraudars.

Defraudarle? Maldecirle fue lo que hice un millar de veces antes de llegar a mi casa despus de nuestra entrevista. Cmo poda yo reunir informacin sobre el movimiento de los seguidores del Jrists en un espacio tan breve de tiempo? De buena gana me hubiera encerrado entre cuatro paredes y hubiera comenzado a trasegar jarra tras jarra de vino hasta que hubiera desaparecido la indignacin que se haba apoderado de m. No poda hacerlo. En realidad, necesitaba tener la mente ms clara que nunca. Quin poda ayudarme a salir de aquel atolladero?

Me hallaba a punto de traspasar el umbral cuando el nombre de Livio Marcio Roscio me vino a la cabeza con la misma claridad que el rayo luminoso que rasga el firmamento negro en medio de la silenciosa noche. S, claro, ciertamente si exista alguien que pudiera sumergirse en medio de los atestados archivos imperiales y arrancarles la informacin que pudiera abrigar sobre aquellos seres extraos sin duda se trataba de Roscio. El problema fundamental resida en el hecho de que ya era un hombre de cierta edad cuando yo haba abandonado la ciudad unos aos atrs y no tena ninguna razn para esperar que estuviera vivo. Tena que estarlo!

Durante el breve tiempo que restaba de luz solar mis esclavos y asistentes se entregaron a la nada fcil tarea de dar con Roscio. Les inform de que sera absurdo que lo buscaran en tabernas, lupanares o mercados de esclavos. sos eran lugares donde caba la posibilidad de hallar a senadores, caballeros o legionarios pero no a mi extrao conocido. No. Si deseaban dar con la pista que les condujera ante su presencia lo ms seguro sera que se dirigieran a los vendedores de libros. An recuerdo el gesto de extraeza absolutamente total con que mis laboriosos fmulos escucharon aquellas palabras antes de salir de mi casa. Sin embargo, yo estaba convencido de no equivocarme y, efectivamente, no err en mis apreciaciones. Dieron con l precisamente cuando regateaba con un tozudo campesino por el precio de unos aosos y amarillentos manuscritos redactados en etrusco, un lenguaje ya muerto que muy pocos de nuestros eruditos conocan an.

-S, s a quines te refieres -me dijo pensativo una vez que le hube explicado la misin que me haba encomendado el csar-. Los seguidores del Jrists son conocidos como los nazarenos y tambin como cristianos, aunque ellos prefieren referirse a s mismos como la gente del Camino.

-Nazarenos? Cristianos? La gente del Camino? Ests seguro de que hablamos del mismo grupo? -indagu un tanto suspicaz.

-Sin ningn gnero de dudas -respondi Roscio-. El nombre de nazarenos deriva de Nazaret, un poblachn de Galilea donde vivi su fundador, un tal Jess; cristianos no es sino una adaptacin a nuestra lengua de un trmino griego, el de seguidores del Jrists o ungido...

-Y lo del Camino?

-Eso es lo ms fcil de explicar -respondi Roscio-. Pretenden que su religin no es un conjunto de ritos o creencias sino una forma de vida, una manera de comportarse en esta existencia para agradecer que Dios les ha regalado ya la futura.

-Sin duda, son gente extraa -dije un tanto sobrecogido por las raras palabras que acababa de escuchar.

-No lo dudes! -reconoci Roscio-. Sabes cmo llaman a los lugares donde colocan a sus muertos?

Negu con la cabeza. Lo ignoraba pero adems tampoco me hubiera importado que as fuera de no tener que acumular para el csar informacin sobre aquel extrao movimiento.

-Nada ms y nada menos que cementerios -respondi Roscio conteniendo a duras penas una carcajada.

-Cementerios? -pregunt dubitativo-. Utilizan la palabra griega para los dormitorios?

-Exactamente -dijo Roscio-. Creen que los cuerpos de los muertos estn dormidos a la espera de ser levantados a la vida por su Jrists!

Ya conoca lo que los judos pensaban sobre los muertos y de ello le haba hablado a Nern, pero que los nazarenos adems consideraran que los cadveres slo dorman... Bueno, sin duda, aquello era aadir el mal gusto a lo absurdo.

-Crees que podrs reunirme toda la informacin posible sobre ellos? -indagu.

-S, si consigo sobornar a los funcionarios debidos -respondi con la misma tranquilidad con que podra haber descrito el estado del tiempo.

Me apart de l unos pasos hasta llegar al diminuto templete de los lares que descansaba en uno de los rincones ms tranquilos de la estancia. No hubiera podido decir sin lugar a dudas si crea en aquellas divinidades familiares que custodiaban mi hogar, pero s saba que el dinero que colocara a su lado disfrutaba del carcter de lo sacrosanto y que, difcilmente, un ladrn se habra atrevido a caer, a la vez, en el hurto y la profanacin. Abr una de las portezuelas del mueble consagrado y extraje un saquete de sobado cuero. Lo sopes por un instante y luego se lo lanc con gesto rpido a Roscio. Lo atrap al vuelo y con un simple movimiento de mueca calcul su contenido.

-Creo que con esto habr bastante -respondi-, pero no puedo asegurarlo. Si necesito ms dinero, no dudar en pedirlo.

No rechist. Conoca a Roscio desde haca el suficiente tiempo como para saber que, a diferencia de la mayora de los romanos, era honrado, no se dejaba corromper y no malgastaba el dinero.

Pas el resto del da intentando controlar la impaciencia que me provocaba aquella ansiosa bsqueda en la que no poda colaborar ni poco ni mucho, vindome obligado a adoptar el cometido de mero financiador. As lleg la noche -en la que apenas pude conciliar el sueo- y amaneci un nuevo da y Roscio no hizo acto de presencia.Soport la inacabable espera con un talante que iba empeorando a medida que pasaban las horas. Cuando el rojizo sol comenz a ocultarse tras la sinuosa lnea del horizonte, apenas poda controlar una impaciencia sorda que me morda como si fuera un perro hambriento y, a la vez, insaciable. Comenc entonces a vaciar copa tras copa de vino itlico mientras me preguntaba sobre lo que me depararan los Hados si durante la jornada siguiente no dispona de la suficiente informacin como para contentar al csar Nern.

No menos de tres jarros haban desaparecido ya en mi gaznate cuando sobre Roma descendi un espeso silencio que slo ocasionalmente se vea roto por los cantos desafinados de algn grupo de borrachos desorientados. Roscio, por supuesto, segua sin aparecer y en medio de los suaves vapores de mi dormilona embriaguez comenc a sentir un pesar profundo mezclado con una melancola spera que me oprima despiadadamente el corazn extrayendo de su interior los recuerdos ms diversos. Me encontraba sumido en una curiosa remembranza infantil cuando unos pasos apresurados me devolvieron al mundo solitario en que el miedo y la desesperanza picoteaban mi corazn como hacen los buitres con la carroa.

Contempl, primero, la negra silueta de un enjuto esclavo que se iluminaba con una tea negriamarilla pero antes de que pudiera abrir la boca, un fuerte manotazo lo apart a un lado y ante m qued, recortada contra el trasluz, la blanda figura de Roscio. Sus vestimentas estaban tan sucias que hubirase dicho que haba cado en una zanja de camino para mi casa.

-Estimado Vitalis -dijo con una sonrisa-, he encontrado lo que me pediste.

IV

Tomamos asiento al lado de una mesa sobre la que Roscio fue desplegando los variopintos pergaminos que haba trado ocultos en el interior de una gastada bolsa de tela spera. Nadie hubiera podido negar que haba aprovechado de la mejor manera cada minsculo rincn de su material de escribir valindose de una letra pequea y apretada. Difcilmente hubiera logrado otra persona dejar constancia de tanto en un espacio tan reducido.

-Como te dijo el propio csar Nern -comenz Roscio-, el fundador de los nazarenos fue un judo ejecutado por orden de Poncio Pilato durante el principado de Tiberio. Las razones de su crucifixin no resultan del todo claras pero parece ser que fueron los miembros del Sinedrio, una especie de senado de su nacin, los que lo entregaron a nuestro gobernador.

-Pero eso no termin con sus seguidores...

-En absoluto -acept Roscio-. No slo no acabaron con ellos sino que a los pocos aos se haban establecido en Roma. De hecho, el csar Claudio ya tuvo algunos problemas con ellos.

-Claudio? -exclam sorprendido-. Nunca se me hubiera ocurrido que le interesaran estas cosas.

-Mucho ms de lo que te puedas imaginar -dijo Roscio aumentando mi curiosidad-. Hace una dcada, ms o menos, decidi incluso expulsarlos de Roma.

-Por qu? -interrogu confuso.

-No es fcil de saber -respondi Roscio-. Tanto ellos como los judos fueron arrojados de nuestras calles por una decisin personal suya. Quiz a quienes no poda soportar Claudio era a los judos, en general, o quiz no aguantaba que discutieran los partidarios y los adversarios del Jrists.

-Esa orden se revoc? -pregunt.

-Sin duda, la prueba es que se puede encontrar judos y nazarenos por las calles de Roma sin ninguna dificultad.

-Y en el resto del imperio? -indagu.

-Han desarrollado una notable actividad y por lo que he podido averiguar no han sido pocas las veces en que han tenido que comparecer ante la justicia -dijo Roscio mientras rebuscaba entre sus voluminosas notas.

-Con qu resultados?

-En general, buenos -contest Roscio-. Por regla general, han sido otros judos los que los han arrastrado ante nuestros tribunales por disputas de carcter religioso. En esas ocasiones, nuestros magistrados deciden que semejante conflicto no entra en el campo de sus competencias y se inhiben. Existe un personaje... s, aqu est... aqu lo tengo.

Ech un vistazo a las manos de Roscio y vi que apilaba un material abundante que no era menos de la mitad del total.

-Se trata de un ciudadano romano -prosigui Roscio- aunque de origen judo llamado Paulo. Por lo visto, su padre sirvi como abastecedor de tiendas de campaa para nuestras legiones acampadas en Asia Menor y en seal de gratitud se le concedi la ciudadana romana. Durante aos, ese Paulo perteneci a uno de los grupos religiosos en que se dividen los judos, pero, paf!, de repente un da se convirti en un seguidor del Jrists.

-Se conocen las razones? -pregunt.

-Se conoce lo que este hombre dice -respondi Roscio-, pretende que el Jrists se le apareci vivo despus de ser ejecutado por Pilato.

-Su espritu vino del mundo de los muertos? -exclam ms que indagu.

-No estoy seguro -contest Roscio-. Sea como sea, parece ser que el tal Paulo es muy aficionado a relatar esa historia. Segn l, esa aparicin es una especie de garanta de que en algn momento futuro suceder lo mismo con todo el gnero humano.

-Esa doctrina extraa y absurda me saca de quicio -coment irritado.

-Lo comprendo -asinti mi compaero-. Hasta cierto punto se comprende que los otros judos quisieran matarlo por ir diciendo esas cosas. Semejante locura no se merece otra respuesta. Hace unos tres aos intentaron asesinarlo en Jerusaln y tuvieron que intervenir nuestros soldados para evitarlo.

-Y?

-Nuestros funcionarios en la zona no constituyen un ejemplo de probidad -comenz a decir con cuidado Roscio.

-Lo s de sobra pero preferira que te centraras en nuestro tema.

-El caso es que Flix, nuestro hombre en la regin, lo tuvo casi dos aos a la espera de juicio. Al parecer, esperaba que el tal Paulo le diera dinero a cambio de que lo dejara libre...

-Pero Paulo no quiso o no pudo hacerlo... -intu.-Efectivamente y cuando Flix abandon el cargo, Paulo segua detenido. Finalmente, en la poca de Festo, el sucesor de Flix, se le someti a proceso. Seguramente, deberan haberlo puesto en libertad porque no exista ningn cargo contra l pero, aprovechando su ciudadana romana, a Paulo se le ocurri apelar al csar.

-Y lo enviaron a Roma, supongo.

-Efectivamente. Tras un viaje accidentado que incluy hasta un naufragio lleg aqu. No se le levant la vigilancia, pero se le autoriz para que recibiera a gente y se comunicara libremente con los que desearan visitarlo. Ya sabes que nuestra ley es benvola para con los ciudadanos antes de que se les encuentre culpables.

-Cul fue el resultado del proceso? -pregunt pasando por alto el comentario final de Roscio.

-Eso es lo mejor -dijo mi amigo con una sonrisa a medias divertida, a medias desangelada-. No hubo tal proceso. Tras dos aos a la espera de juicio, se cumpli el plazo legal de detencin preventiva, de manera que se le puso en libertad... y vol. A decir verdad parece que le falt tiempo para abandonar Roma.

-Se sabe adnde ha ido?

Roscio se encogi de hombros.

-Nada seguro pero parece que, al menos por una temporada, recal en Hispania.

Hispania! Desde luego haba que reconocer que aquel Paulo dispona de un notable afn viajero. l solito se haba recorrido las tierras que baa el Mare Nostrum de un extremo a otro. Lo ms seguro era que a esas alturas sus cansados huesos se estuvieran blanqueando en alguno de sus innumerables rincones.

-Tienes noticia de que esos... nazarenos hayan estado involucrados en alguna sedicin, en algn conflicto contra Roma?

-No, Vitalis, no -respondi Roscio-. En general, tengo la sensacin de que son desequilibrados en los que ha hecho presa un conjunto de enseanzas extraas pero que, en absoluto, resultan peligrosos. Si me apuras, hasta creo que les sobran los motivos para mirar con simpata a nuestros magistrados. He encontrado al menos dos casos en que la ausencia de funcionarios romanos fue aprovechada por sus enemigos judos para asesinar a pedradas a alguno de sus cabecillas. S, aqu est... El primero fue un tal Esteban hace unos treinta aos y el segundo, hace un par de aos, un personaje extrao llamado Jacobo que tena la misma sangre que su Jrists. Desde luego, yo no esperara que se alzaran en armas contra nosotros salvo que se vuelvan rematadamente locos y decidan acabar con la nica proteccin de que disfrutan en el imperio.

Roscio se entreg a detallarme a continuacin alguno de los abundantes episodios de los que haba sido protagonista el citado Paulo, pero a esas alturas mi inters por el extrao grupo haba disminuido considerablemente. Lejos de contar en su seno con algn filsofo o con sacerdotes que practicaran complicados y mgicos ritos, todo indicaba que los nazarenos eran en su aplastante mayora judos que profesaban creencias raras sobre la existencia despus de la muerte y que pertenecan a los sectores ms humildes de la poblacin del imperio. Quiz hubiera resultado excesivo esperar encontrar entre ellos a un Platn o a un Aristteles, incluso a un Sneca, pero es que, por lo que me haba contado Roscio, ninguno destacaba especialmente en nada que fuera interesante. El mismo Paulo no pasaba de ser un oscuro fabricante de tiendas, que haba nacido ciudadano romano por la generosidad de nuestra patria y no a causa de un linaje de alcurnia y al que sus antiguos correligionarios aborrecan a causa de abstrusas doctrinas absurdas de la cabeza a los pies. Y se era el ms destacado!

Por muchas vueltas que quisiera darle, lo que se desprenda de aquella documentacin -ciertamente minuciosa y abundante- era que los seguidores del Jrists no pasaban de constituir una de esas peculiares supersticiones en que tan prdiga resulta Asia. Nada ms. Para ocuparse de ellos bastaba y sobraba con un magistrado medianamente decidido y cuatro legionarios experimentados. Ahora bien, si sa era la situacin -y de ello no me caba la menor duda-, a qu vena entonces el inters del csar Nern por ellos? Qu le atraa de aquel grupo brbaro e insignificante? Todava ms. Por qu deseaba ocuparse personalmente de la instruccin de la causa contra uno de los cabecillas del movimiento? No tena respuesta para ninguna de aquellas preguntas y mientras llegaba a esa conclusin decid que la mejor manera de esperar a que fueran contestadas era recrearme en el plcido consumo del vino itlico.V

Dorm muy mal aquella noche. En los abundantes momentos de vigilia me preguntaba cmo se tomara el csar Nern los datos que haba logrado reunir acerca de los seguidores del Jrists. Desde luego, ledos y reledos, no parecan justificar el enorme inters que haban despertado en l. El desasosegante temor a que esas obligadas conclusiones le irritaran y yo me convirtiera en la vctima de su psimo humor -acerca del cual haba recibido confidencias ciertamente inquietantes- no contribua a ayudarme a conciliar el sueo. No obstante, la mezcla creciente de vino y de cansancio acab operando en m una modorra invencible. Mejor me hubiera resultado seguir insomne porque mi corazn se vio poblado de onricas imgenes de repulsivos cadveres que abandonaban las tumbas ms diversas para, descarnados y purulentos, caminar en direccin a un lugar comn cuya ubicacin exacta no me era dado saber. Aunque no recuerdo haber percibido un solo sonido en medio de aquella pesadilla angustiosa y repugnante, s estoy seguro de que en el curso de la misma saba que todos aquellos despojos vueltos a la vida se dirigan hacia un enclave concreto obedeciendo a una voz que yo poda no escuchar pero que, desde luego, tampoco me vea en condiciones de negar.

Ahogados verdosos y cubiertos de algas, quemados negruzcos, degollados con las rasgadas vestimentas teidas de sangre, cuerpos famlicos atacados por una consuncin inimaginable iban llegando en oleadas sucesivas, con la mirada fija en algn lugar perdido. Intentaba yo hablarles y formularles alguna pregunta que aliviara siquiera en parte la insoportable angustia que se haba apoderado de m, pero ni me escuchaban ni se detenan en su inexorable caminar. Entonces, de repente, uno de ellos, con las cuencas totalmente vacas, me agarr del brazo con fuerza irresistible como si pretendiera arrastrarme por en medio de aquel horripilante ejrcito de muertos redivivos. Un asco indescriptible me posey e intent desasirme inmediatamente de aquella descarnada garra, pero, para sorpresa ma, aquel difunto regresado de una tumba ignota demostr tener una fuerza que en absoluto se corresponda con su aspecto. Quise gritar entonces pidiendo ayuda pero mi garganta, como si hubiera sido seccionada, no pudo emitir el menor sonido. Fue entonces cuando la angustia y el asco dejaron lugar a un pnico cerval ya que ni lograba liberarme ni tampoco reclamar auxilio.

Despert de mi sueo empapado de sudor mientras uno de mis esclavos me preguntaba asustado acerca de lo que me ocurra. Presa de una insoportable ansiedad, lo apart de mi lado de un manotazo mientras me deca que las odiosas enseanzas de los nazarenos eran las causantes directas de aquella espantosa pesadilla de la que acababa de emerger. Mi estmago totalmente invadido por agrias bascas, mi cabeza que pareca salida de un torno de metal y mis, miembros doloridos no se hallaban, desde luego, en la mejor disposicin para colaborar en la instruccin del proceso de uno de sus cabecillas.

Poco despus, mientras uno de mis esclavos pasaba su afilada navaja de barbero por mi rostro cuidando de causarme la menor molestia, me repet que aquella investigacin careca de sentido salvo que existiera una razn oculta en la mente del csar. Si se trataba de un extranjero, era el pretor peregrino y no Nern quien deba ocuparse de aquel caso y, por aadidura, contaba para hacerlo con una forma de procedimiento especialmente expeditiva y rpida. Qu miserable manera de perder el tiempo era ocuparnos de aquel patn sustentador de inmundas supersticiones!

Cuando, concluido el afeitado, me contempl el rostro en un espejo no pude reprimir otra oleada de clera. Estaba plido y ojeroso precisamente como si hubiera pasado la noche sumido en una francachela inapropiada. Me constaba que el csar no era precisamente un hombre que destacara por tener la virtud de Catn el censor, pero aun as la idea de comparecer ante l con ese aspecto me desagradaba profundamente. Segu, por lo tanto, maldicindome mientras me vesta, sala a la calle y era conducido por mis esclavos en una silla gestatoria al encuentro de Nern.

Lo encontr de un humor tan bueno que resultaba incluso ofensivo. Desde luego, si haba pasado la noche bebiendo justo era reconocer que su aguante frente al vino era de manera considerable superior al mo.

-Ah, Vitalis, qu alegra verte! -dijo mientras se diriga a mi encuentro dando grandes zancadas-. Encontraste lo que te orden?

-Naturalmente, csar -respond forzando una sonrisa-. No existe mayor satisfaccin para m que el obedecer tus deseos.

Escuch mis palabras y fue l ahora el que sonri.

-Bien, muy bien -exclam satisfecho-. Ahora debemos comenzar con la instruccin pero luego tendremos tiempo de comentar lo que has averiguado. Ven conmigo.

Pronunci las ltimas palabras mientras me tomaba de la mano y me arrastraba en pos de s. Reconozco que aquel contacto me result sumamente desagradable. Su piel era blanda y fofa como la de una matrona no muy esforzada en cumplir con sus funciones y desprenda una humedad semejante a la de una persona que, tras lavarse, no ha terminado de secarse bien. Me limit empero a desear que la distancia no fuera muy larga. La verdad es que apenas nos hallbamos a unos pasos de la estancia a la que nos dirigamos, pero el trnsito se me hizo eterno.

Entramos al mismo tiempo que un funcionario avisado nos anunciaba y que dos lctores portadores de las fasces, smbolo de su autoridad, realizaban el saludo reglamentario. Los presentes seguramente no llegbamos a la docena, pero ante ellos no pude evitar que me invadiera una sensacin de profundo orgullo. En aquella habitacin, se concentraba Roma de una manera casi mgica: el poder del csar, la autoridad impuesta por las varas de los lctores y, sobre todo, la reciedumbre de su derecho que se administraba en todo el orbe otorgando a los brbaros la posibilidad de civilizarse. Pensando en ello, no me caba la menor duda de que existan pueblos que haban recibido una misin especial de los dioses y de que en el caso de Roma se trataba fundamentalmente de imponer la ley, el orden y la paz.

Me haba sumergido placenteramente en esas reflexiones cuando repar en dos figuras que se hallaban en el extremo de la sala, justo frente a la mesa que deba servir de tribunal del csar. Su torpe alio y, sobre todo, la manera en que llevaban dispuestos los cabellos y los pliegues de la ropa los sealaban como provincianos. No obstante, no parecan pertenecer a ninguno de los territorios de la antigua Hlade, ni por el color de su piel los hubiera yo imaginado originarios del frica. No, seguramente eran judos -como cabra esperar- y adems no acomodados. El ms joven, que deba de rondar los cincuenta aos, era delgado y algo ms alto de lo normal. Pareca limpio y correcto aunque cubierto con una especie de grisura que, por un instante, me record a alguno de nuestros funcionarios. Quiz fuera un abogado de origen oriental que haba estado dispuesto a desplazarse hasta Roma para ocuparse de la defensa del mayor. ste, que se hallaba encadenado a dos soldados, poda haber alcanzado holgadamente la condicin de septuagenario. Era de estatura algo inferior a la media y de una notable delgadez, pero su complexin haca pensar que en aquel cuerpo no deba albergarse una sola onza de grasa. El tamao de sus manos, la configuracin de sus brazos y un ligero encorvamiento parecan apuntar a alguien que haba desempeado durante buena parte de su vida algn oficio manual, nada extrao por otra parte en un nazareno. De modo que aqul iba a ser el cabecilla de la extraa supersticin... Bueno, tampoco era para sorprenderse. Lo extrao hubiera sido que se tratara de un ser excepcional. Por un instante, me detuve en sus vestimentas. Naturalmente, no poda saber si aquellas ropas -a un punto de convertirse en harapos- posean algn significado religioso, pero de ser as no tenan punto de comparacin con las vestiduras albas de nuestros sacerdotes o de los egipcios. Aunque, bien pensado, a aquel palurdo no le hubiera sentado nada bien un atuendo blanco confeccionado con telas delicadas... y pensar que con l tenamos que perder el tiempo.

-Que se identifique el acusado -dijo el csar y yo me percat de que an permaneca en pie sin haber ocupado el lugar que me corresponda.

-Domine -indic un funcionario-, existe una cierta confusin con su nombre...

Nern reprimi un gesto de malestar. Bien empezbamos si de entrada surgan problemas de identificacin. Me dirigi de reojo una mirada preada de fastidio y le respond con un cmplice arqueamiento de cejas. Nervioso, tamborile en la mesa con las yemas de los dedos y dijo:

-De qu se trata?

-Domine -respondi el funcionario-, segn nuestros datos, este hombre se llama Petrs, un nombre griego, pero ha afirmado repetidamente que su nombre es Kefas...

-Esa confusin -intervino inesperadamente el cuarentn que acompaaba al detenido- puede explicarse con facilidad.

Tanto el csar como yo nos volvimos sorprendidos en direccin a aquel personaje que se permita tomar la palabra sin que se le hubiera autorizado previamente.

-Eres su abogado? -pregunt Nern.

-No, no... tan slo su intrprete -respondi el hombre en un latn correcto pero marcado por un acento fuerte-. Petrs habla correctamente el griego y tambin su lengua natal, pero su conocimiento del latn es muy rudimentario y tampoco lo entiende del todo bien.

-Puedes servirle de intrprete -dijo el csar con acento magnnimo-, Roma no desea que nadie, ni siquiera un brbaro, se vea privado del derecho procesal de defensa, y ahora que ha quedado establecido ese trmino podras explicar la confusin de nombres?

-S -respondi con una sonrisa tmida el intrprete-. En realidad, su nombre es Simn, un nombre judo muy comn, pero desde hace aos se le conoce por el apodo de Kefas, que significa piedra, exactamente igual que Petrs en griego... Es comn entre nosotros tener un nombre judo y un nombre griego...

Nern me dirigi la mirada como si buscara confirmacin de aquellas palabras. Carraspe levemente y dije:

-Ese extremo es cierto, csar. Los judos suelen tener un nombre propio de su pueblo, pero a la vez utilizan otro de carcter helnico. Lo cierto es que en general todos ellos hablan con mayor o menor fluidez el griego aunque no suelan ser duchos en el dominio de nuestra lengua latina.

-Bien, escribe -dijo Nern dirigindose al secretario del tribunal-. Ante nos, csar, sumo pontfice y etctera, etctera, etctera, comparece el judo que en su lengua natal dice llamarse Simn apodado Kefas y en griego es conocido como Petrs...

VI

-Tengo entendido que eres seguidor de un tal Jrists.. . -comenz a decir Nern mientras un suave murmullo indicaba que el intrprete traduca sus palabras a Petrs y a continuacin escuchaba la respuesta.

-S -respondi-. Se reconoce como siervo de Jess Jrists, el Hijo de Dios.

No me result preciso mirar para percibir el inesperado respingo que haba dado Nern al escuchar las ltimas palabras. Haba sido tan acusado que se haba transmitido a travs de la superficie de la mesa hasta llegar al lugar en el que me encontraba.

-Hijo de Dios... -mascull por lo bajo aunque sin formular ninguna pregunta.

Guard silencio pero no se me escapaba lo espinoso de aquella situacin. Desagradable resultaba que el fundador de aquella extraa supersticin hubiera sido ajusticiado por un gobernador romano; repugnante me pareca el conjunto de las doctrinas que haba llegado a conocer, pero que ahora salieran con que su jefe, un delincuente comn, era el -y no slo un- Hijo de Dios... Bueno, aquello era a todas luces excesivo.

-Bien -coment Nern sonriendo-, creo que podemos ahorrarnos los detalles de la vida de ese Jrists que estar en el cielo en compaa de su padre...

La risa de todos los romanos que estbamos presentes core la humorada del csar. Sin embargo, Petrs mir al intrprete como indagando sobre las razones de nuestra diversin aunque sin obtener respuesta.

-Centrmonos en los hechos -cort el csar-. Qu sabe acerca del origen de la... enseanza de ese Jrists?

El intrprete transmiti la pregunta a Petrs y ste comenz a responder. Lo hizo utilizando un tono cadencioso y sereno, casi montono, como si no sintiera ni premura ni temor por el resultado de sus palabras. An no haba terminado de contestar cuando el traductor empez a hablar de nuevo. Asist as a un fenmeno que nunca haba contemplado antes. De manera simultnea, el hombre iba vertiendo al latn las palabras de Petrs sin necesidad de esperar a que concluyera. Pens que deba tener un dominio excepcional de ambas lenguas y que, especialmente, contaba con un enorme prctica en este tipo de tareas. Una traduccin simultnea! Jams haba visto cosa igual y, sin embargo, no me hubiera atrevido a decir que perdiera una frase o tan slo una palabra de lo que escuchaba.

-Tal y como est escrito en Isaas, el profeta de Israel, se cumplieron las palabras que desde haca siglos anunciaban: Envo a mi mensajero delante de tu rostro y preparar tu camino delante de m. Ser una voz clamando en el desierto: Preparad el camino del Seor; haced rectas sus sendas. Antes de que Jess el Jrists se manifestara al pueblo, sumerga Juan a la gente en el agua del ro Jordn, y les predicaba que este acto era una seal de que se haban arrepentido de sus faltas para obtener el perdn de Dios. Salan a su encuentro gentes de toda la provincia de Judea, y de la misma ciudad de Jerusaln; y eran sumergidos por l en las aguas del ro Jordn tras haber reconocido sus pecados. Juan estaba vestido de pelo de camello, y llevaba un cinto de cuero y coma langostas y miel silvestre. Y predicaba: detrs de m viene uno que es ms poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar la correa del calzado. Yo a la verdad os he sumergido en el agua; pero l os sumergir en el Espritu Santo.

-Bien, bien... -interrumpi Nern con un tono de voz que dejaba traslucir su incomodidad-. No nos perdamos en prolegmenos y vayamos al grano. Por lo que veo ese Juan era otro de esos... maestros en que tan prdigos sois los judos. Seguramente tendr su inters pero deseara que respondieras a mi pregunta: cundo comenz a actuar ese tal Jess?

El intrprete tradujo las palabras del csar, pero Petrs no pareci sentirse ni incomodado ni nervioso por la interrupcin. Con un rostro tranquilamente impasible reanud el relato.

-En los das a los que estaba haciendo referencia, Jess vino de Nazaret de Galilea, y fue sumergido por Juan en el Jordn.

Mir de reojo al csar. Aquellas palabras dichas con un tono medianamente altivo hubieran ocasionado la desdicha del reo. Sin embargo, la manera en que las haba formulado exclua de manera automtica cualquier posibilidad de irona o sarcasmo. En realidad, pareca que se haba limitado a continuar su relato justo en el punto donde se haba visto obligado a interrumpirlo.

-... Y en el momento en que sala del agua, vio que se abran los cielos, y que el Espritu, en forma de paloma, descenda sobre l. Y entonces se escuch una voz procedente de los cielos que deca: T eres mi Hijo amado; en ti me complazco.

Volv a mirar de reojo a Nern. Esta vez se haba controlado algo mejor al escuchar la referencia a Jess como Hijo de Dios, pero no me caba duda de que le haba molestado profundamente.

-Y a continuacin -prosigui Petrs- el Espritu empuj a Jess para que marchara al desierto y permaneci all, en el desierto, cuarenta das, y fue tentado por Satans, y estaba con las fieras; y los ngeles le servan.

-Satans? -interrumpi Nern-. Quin es Satans?

-Es el nombre que los judos damos al prncipe de los demonios -respondi el intrprete-. La palabra significa en hebreo el adversario y es justo que as sea porque constituye nuestro principal enemigo para impedir que escuchemos a Dios y le obedezcamos.

-Prncipe de los demonios... -coment Nern mientras se acariciaba la recortada barbita con un gesto meditativo-. Quieres decir que se trata de un dios... malvado?

-No -respondi el intrprete-. Slo existe un Dios. Satans es nicamente el caudillo de los ngeles que se rebelaron contra ese Dios y que fueron arrojados del cielo por su desobediencia.

Nern guard silencio por un instante pero luego se inclin hacia m y dijo:

-Por lo que cuenta debe de tratarse de una especie de jefe de los titanes...

No estaba yo en absoluto seguro de que as fuera pero no se me ocurri expresarle mis dudas al csar.

Se supona que mi deber era asesorarlo y no aumentar el creciente desconcierto que le estaba provocando aquel relato por dems extrao.

-Bien -dijo mirando fijamente al reo-, Jess es sumergido en el agua de acuerdo con ese rito que realizaba Juan, es llevado al desierto... qu sucedi despus?

Tras un nuevo intercambio de palabras, Petrs comenz a hablar y el intrprete a traducirlo.

-Juan no tard en ser encarcelado y entonces Jess vino a Galilea predicando la Buena noticia acerca del reino de Dios y deca: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se acerca; cambiad vuestra mente y creed en la Buena noticia. Una tarde estaba paseando junto al mar de Galilea, cuando nos vio a mi hermano Andrs y a m cuando estbamos echando la red en el mar porque ramos pescadores. Jess nos dijo entonces: Seguidme y os convertir en pescadores de hombres. Entonces dejamos las redes y le seguimos.

Pescador... S, aquel sujeto tena aspecto de haber sido pescador. Otra diferencia ms con los sacerdotes egipcios. No slo no vesta de blanco, es que adems aceptaba el pescado como alimento.

-Apenas habamos comenzado a seguirlo cuando a pocos pasos nos encontramos con Jacobo, el hijo de Zebedeo, y con Juan su hermano, que se encontraban en una barca, remendando redes porque tambin ellos eran pescadores como nosotros. Los llam inmediatamente y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron como habamos hecho nosotros. As nos reunimos los primeros cuatro seguidores de Jess el Jrists.

-El que venci las tentaciones del prncipe de los demonios... -musit en tono burln el csar.

Las palabras que acababa de pronunciar haban sido ms susurradas que dichas, pero Petrs call al instante y estoy seguro de que sus imperfectos conocimientos de nuestra lengua latina le bastaron para comprenderlas. No pareci, sin embargo, molesto aunque s me atrevera a decir que una nube de tristeza cruz fugazmente su mirada. Luego volvi a abrir los labios y reanud su relato.

-Por aquella poca vivamos en Cafarnaum y los sbados que es como llamamos los judos a los das de descanso, Jess tena la costumbre de acudir a la sinagoga y enseaba. Cuando lo haca, la gente se admiraba de su doctrina porque la transmita como quien tiene autoridad, y no como los letrados. Un da, cuando estbamos en la sinagoga, nos encontramos con un hombre posedo por un espritu inmundo, que comenz a dar voces, diciendo: Ah! Por qu vienes hasta aqu, Jess? Acaso has venido para destruirnos? S quin eres. T eres el consagrado por Dios. Sin embargo, Jess le reprendi dicindole: Cllate y sal de l! Al escuchar aquellas palabras, aquel espritu inmundo sacudi al hombre con violencia, y tras lanzar un gran alarido, sali de l. Entonces todos se asombraron y comenzaron a discutir entre ellos diciendo: Pero esto qu es? Qu nueva doctrina es sta, para que con autoridad mande incluso a los espritus inmundos y le obedezcan? Y de esta manera muy pronto se difundi la fama de Jess por toda la provincia alrededor de Galilea.

Discretamente, dirig la mirada hacia el rostro de Nern. Me pareci obvio que se senta incmodo tras escuchar aquel relato. La verdad es que a nadie le puede gustar la referencia a seres demonacos y ms si causan en los hombres enfermedades o trastornos, pero el hecho de que ese Jess pudiera mandar sobre ellos... Bueno, cuando menos resultaba inquietante. Por un momento me pareci que iba a ordenar callar a Petrs, pero se contuvo y el judo sigui hablando con su mismo tono tranquilo y monocorde.

-Aquel mismo da, al salir de la sinagoga, Jess vino a mi casa, la casa que comparta con mi hermano Andrs. Nos acompaaban tambin Jacobo y Juan. En circunstancias normales, hubieran sido bien atendidos. Sin embargo, mi esposa slo poda ocuparse en esos momentos de mi suegra, que estaba acostada con fiebre. Nada ms vernos entrar, mi mujer se refiri a ella y entonces Jess se acerc, la tom de la mano y la levant. En aquel mismo instante, la fiebre abandon a mi suegra y comenz a servirnos. Su caso no fue el nico. Cuando lleg la noche, una vez que se puso el sol, la gente del lugar le trajo a todos los que tenan enfermedades, y a los endemoniados. De hecho, toda la ciudad se agolp a la puerta y Jess cur a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expuls muchos demonios sin dejarlos hablar porque le conocan. As pas buena parte de la noche y Jess slo pudo acostarse muy tarde. Pero de madrugada, cuando an era muy oscuro, sali de mi casa y se fue a un lugar desierto, y all estuvo orando. Slo cuando nos levantamos, pudimos percatarnos de que no estaba con nosotros y tanto yo como Andrs, Jacobo y Juan comenzamos a buscarlo. No tardamos en dar con l y entonces le dijimos que todos lo buscaban, pero l nos respondi que debamos encaminarnos hacia otros lugares porque haba venido precisamente para predicar a todos. As fue como empezamos a recorrer las sinagogas que haba en toda Galilea y todos pudieron ver con sus propios ojos cmo expulsaba a los demonios.

-Basta! -exclam Nern al escuchar la nueva referencia a los demonios-. Basta!

Que no le agradaba lo que estaba escuchando lo sabamos todos los presentes pero aquella reaccin nos sobresalt. El mismo Nern, como si estuviera sorprendido de la manera en que haba interrumpido el relato de Petrs, respir hondo y dijo:

-Este tribunal se tomar un descanso.VII

-Qu te parece lo que ha contado hasta ahora ese hombre? -me dijo el csar tras regalarse con un generoso trago de vino.

Reflexion un instante antes de responder. De haber atendido tan slo a mi criterio, hubiera respondido que se trataba de un judo alucinado que relataba extraas fbulas con la insolente pretensin de haber sido un testigo ocular de las mismas. Lo ms sensato seria acabar ya con aquella instruccin y ponerle en libertad una vez determinado que no alimentaba ninguna animadversin hacia el csar. Sin embargo... sin embargo, no estaba nada seguro de que eso fuera lo que deseaba escuchar Nern. A fin de cuentas, la idea de llevar personalmente aquel procedimiento haba partido de l y si de manera tan pronta quedaba de manifiesto su equivocacin, poda optar por descargar terribles represalias con quien se lo indicara. Sabido es que no son raros los prncipes que matan al mensajero cuyas nuevas les desagradan y yo no tena la menor intencin de convertirme en esa clase de vctima.

-Creo, domine -comenc a responder-, que an es pronto para hacernos una idea cabal sobre ese individuo. Quiero decir que lleva un buen rato hablando, pero salvo sus referencias a los poderes de ese Jess sobre los demonios no hemos sacado mucho en limpio. Deberamos intentar saber cmo se unieron al Jrists los dems seguidores y, sobre todo, conocer el meollo de su enseanza.

Hice una pausa y pude observar que Nern me escuchaba con inters. Bueno, quiz iba mejor encaminado de lo que yo pensaba.

-La instruccin de una causa as requiere un tiempo y una perspicacia especiales para llegar al fondo del asunto. Sobre tu tiempo, notablemente valioso, no puedo opinar sin caer en la insolencia pero sobre tu perspicacia, oh csar, slo puedo preguntarme si acaso existe alguien que la posea en mayor medida que t.

Por un instante, Nern frunci el ceo pero luego su rostro se distendi en una amplia sonrisa. Habra dado con la respuesta oportuna?

-Creo que tienes razn, Vitalis. Vaya si la tienes! Y ahora te apetecera un pichn relleno? Acept el ofrecimiento de Nern y durante unos momentos el csar me permiti disfrutar de una cocina que ciertamente resultaba excepcional. Llevaba as un buen rato cuando, mientras se lavaba las manos en una jofaina de plata, dijo:

-Vitalis, estoy un tanto cansado. Me concederas el favor de ser t el que conduzca el interrogatorio despus de la comida?

-Domine, yo... -intent eludir la responsabilidad.

-Te lo ruego, Vitalis -me interrumpi-, me parecieron muy adecuadas las palabras que me dijiste sobre el origen del grupo y la enseanza de su maestro.

Por supuesto, yo permanecer a tu lado e intervendr ocasionalmente, pero te agradecera tanto que fueras el que formulara esas pesadas preguntas...

Sofoc un bostezo mientras pronunciaba las ltimas frases y yo me resign a aceptar aquella comisin erizada de riesgos que hubiera preferido eludir. Por otro lado, qu alternativa me quedaba?

-Bien, Petrs -dije apenas unos instantes despus cuando tom asiento en el tribunal-. Nos quedamos en el momento en que ese tal Jess anunci que iba a recorrer Galilea enseando ese mensaje que has llamado Buena noticia. Qu sucedi despus?

Petrs esper a que su intrprete le tradujera mis palabras e inmediatamente comenz a hablar:

-En aquellos mismos das -comenz a decir el pescador- acudi a Jess un leproso y, tras arrodillarse ante l, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme...

-No, no... -le interrump-. Creo que ya hemos escuchado suficientes historias maravillosas. Este tribunal no tiene especial inters en ellas pero s desea saber la manera en que ese Jrists reuni a sus lugartenientes. Vamos a ver... hasta ahora hemos hablado de ti, Petrs, de tu hermano... s, aqu est, Andrs y de otra pareja de hermanos de nombre Jacobo y Juan... Quin vino despus? Y sltate esa historia del leproso.

Percib que el intrprete se senta incmodo mientras transmita mis palabras al pescador. Incluso abrigu la sospecha de que le peda disculpas por aquella inesperada circunstancia. Bueno, quiz adems de sus funciones de traductor formaba tambin parte del grupo de los nazarenos. Teniendo en cuenta sus ocupaciones habituales, no era una mala recluta.

En cualquier caso, Petrs no daba la sensacin de estar inquieto. Por el contrario, me pareci que diriga una mirada especial a su intrprete destinada a evitar la zozobra que se haba apoderado momentneamente de l. Bien, me pareca estupendo si se apreciaban pero no estaba dispuesto a que hicieran perder su tiempo a un tribunal romano.

-Intrprete, hay algn problema? -inquir Acaso no he hablado con la suficiente claridad?

El traductor se puso lvido al escuchar mis palabras e incluso entreabri los labios para contestarme, pero no lleg a hacerlo. El pescador comenz a hablar y le oblig a centrarse en sus palabras.

-Despus de anunciarnos su propsito de llevar su enseanza a toda Galilea -comenz a decir Petrs Jess cur a un leproso y a un paraltico y con ellos a muchos otros enfermos. Una tarde, se encontraba a la orilla del mar porque era donde la gente acuda y l aprovechaba para ensearles. Entonces, mientras caminaba vio a Lev, el hijo de Alfeo, que estaba sentado al banco de los tributos porque era un publicano...

Un publicano? Un funcionario encargado de recaudar los tributos debidos a Roma? Sin poderlo evitar me ech hacia delante dispuesto a captar hasta la ltima palabra de lo que ese Jrists hubiera podido decir a uno de nuestros hombres. Quiz estbamos llegando a algo ms sustancioso de lo que habamos escuchado hasta ese momento.

-Entonces le dijo: Sgueme y aquel hombre se levant de la mesa a la que estaba sentado y, dejndolo todo, fue en pos de l.

Que haba hecho qu?, me pregunt sorprendido. No... no poda ser cierto lo que acababa de escuchar. Durante mis aos de servicio en Asia Menor, en Judea y en Egipto haba conocido a los suficientes publicanos como para poder dar fe de que eran la especie ms corrompida del orbe. Sin duda, nos resultaban prcticamente indispensables para cobrar impuestos y nos ahorraban multitud de sinsabores como el de tener que tratar con las poblaciones locales para obtener de ellas los recursos necesarios. A pesar de eso, de no haberme visto obligado a emplearlos los habra hecho crucificar a todos sin el ms mnimo pesar. Y ese Jess haba logrado convencer a uno para que lo siguiera! Tena que haber sido porque haba olido algn beneficio.

-Mateo Lev se puso tan contento porque Jess le haba invitado a seguirle -continu Petrs- que decidi dar una fiesta a la que invit a sus amigos. De esta manera, cuando Jess estaba reclinado a la mesa en casa de Mateo Lev, tambin se hallaban presentes muchos publicanos y pecadores. Tambin nosotros, sus primeros discpulos, nos encontrbamos all aunque no terminramos de entender el comportamiento de Jess. De hecho, los escribas y los fariseos, al ver que coma con los publicanos y con los pecadores, nos dijeron a los discpulos: Qu es esto de que coma y beba con los publicanos y pecadores? Cmo puede hacerlo? Sin embargo, cuando Jess les oy, dijo: Los sanos no necesitan al mdico, sino los que estn enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.

Reconozco que al escuchar aquellas palabras no pude evitar sentirme confuso. Que Jess comiera con gente de mala nota no me pareca especialmente adecuado pero tampoco me sorprenda. A fin de cuentas, el csar disfrutaba juntndose con actores, invertidos y prostitutas. Sin embargo, me pareca especialmente hiriente que se hubiera permitido indicar que toda aquella gente estaba enferma y, para remate, tuviera la pretensin de curarla. As que se consideraba un mdico del alma? Desde luego ya poda serlo para ocuparse de un espritu tan corrompido como slo poda tenerlo un publicano. En cualquier caso, no poda ni quera dejarme impresionar y mucho menos permitir que aquel pescador, al que comenzaba a intuir ms astuto de lo que aparentaba, controlara el interrogatorio. Carraspe y dije:

-Y el publicano fue el ltimo del grupo ms cercano al Jrists?

El intrprete tradujo mis palabras y Petrs escuch atentamente para negar con la cabeza a continuacin. Luego abri la boca y respondi a mi pregunta.

-Durante aquel tiempo, Jess no se tomaba apenas un momento de descanso. En realidad, rara era la vez que podamos quedamos en la misma poblacin donde habamos pasado la noche anterior. Sin embargo, un da se retir a la orilla del mar en compaa de los que le ramos ms cercanos. Le segua ya entonces una gran multitud de Galilea, y de Judea, y de Jerusaln, y de Idumea, y del otro lado del Jordn, y de los alrededores de Tiro y de Sidn. Casi todos ellos acudan a su lado porque haban escuchado las cosas que haca. Como las multitudes eran inmensas, nos tena avisados para que le tuviramos siempre lista una barca en la que pudiera refugiarse si se le echaban encima. La verdad es que haba curado a muchos con slo tocarlos y los que estaban posedos por espritus inmundos, al verle, se postraban delante de l, y daban voces, diciendo: T eres el Hijo de Dios.

-Responde a la pregunta que te han formulado -le interrump nada deseoso de que Nern volviera a impacientarse con la inoportuna mencin de los demonios.

-Uno de esos das -prosigui Petrs en nada alterado por mis palabras- Jess subi al monte, y convoc a los que l quiso; y de entre aquel pequeo grupo nos escogi a doce, para que estuviramos con l, y para enviarnos a predicar, y para otorgarnos autoridad para curar enfermedades y para expulsar demonios.

Dirig la vista hacia Nern y comprob que el csar haba pensado lo mismo que yo. Los seguidores del Jrists estaban gobernados por un grupo de lugartenientes que pretendan disfrutar de los mismos poderes taumatrgicos que Jess. Quiz incluso se presentaban como hijos de un dios. En cualquier caso, eso resultaba ahora mismo secundario. Lo importante era determinar de quin se trataba y localizarlos de manera inmediata. Si el viejo hablaba por las buenas, bien, y si se negaba a hacerlo, el hecho de que no fuera ciudadano romano nos dejaba el camino abierto para aplicarle medidas que solan ser eficaces para desatar las lenguas ms reacias a expresarse.

-Sus nombres, rpido -dije imperativo mientras ordenaba con la mirada al escribano que no perdiera un solo dato.

Confieso que en aquellos momentos hubiera esperado al menos cierta resistencia por parte de Petrs. Sin embargo, ste, como si la informacin que le haba pedido fuera totalmente balad, dijo en su tono suave:

-Primero me llam a m, Simn, ponindome de sobrenombre el de Kefas, una palabra que se traduce al griego como Petrs; luego llam a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, a Andrs, a Felipe, a Bartolom, a Mateo Lev, el publicano del que habl antes, a Toms, a Jacobo, el hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simn el celoso, y a judas Iscariote, que ms tarde... ms tarde...

Por primera vez desde que haban dado inicio los interrogatorios, Petrs vacil. No slo su labio inferior pareci temblar sino que incluso tuve la impresin de que se le humedecan los ojos. Qu estaba sucediendo? Qu parte delicada del alma del pescador acababa de tocar sin pretenderlo? Quin era aquel judas?

-Y todos recibisteis la orden de anunciar el reino de Dios?

Guard silencio. Era el csar el que acababa de formular la pregunta y resultaba impensable que le interrumpiera para plantear la cuestin que acababa de pasarme por la cabeza.

-S -respondi Petrs-. As fue.

-Bien -dijo el csar con una sonrisa de satisfaccin-. Este tribunal se tomar un descanso hasta maana. El reo volver mientras tanto a su mazmorra.VIII

-La clave de lo que ensean estos seguidores del Jrists se halla en su proclama sobre otro reino -dijo Nern mientras extraa un caracol de su caparazn valindose de un afiligranado ganchito de plata-. En realidad, ese Jess no pretenda ms que proclamarse rey. Comenz su conspiracin en una zona especialmente levantisca donde haba gente dispuesta a escucharlo...

No es extrao, me dije, que lo hicieran si los curaba de sus enfermedades y los libraba de los ataques de fuerzas malignas. Naturalmente, me guard mucho de expresar con palabras lo que se me mova en el interior del corazn.-... como era de esperar, le escucharon. Todos sabemos lo que es el populacho. T, Vitalis, conoces de sobra lo fcil que es contentarlo o ponerlo en contra de la autoridad. Seguramente, ese Jrists tambin lo saba. Sin duda. Entonces, en cuanto que ese Jess se vio provisto de un cierto eco, comenz a crear una administracin. Doce lugartenientes de los que por lo menos uno saba cmo recaudar impuestos, algo esencial para que un reino subsista...

Quiz el csar tenga razn, pens, pero cul era la utilidad de tanto pescador? Pensaba destinarlos al abastecimiento de palacio? Quera extender su dominio sobre los habitantes del mar? No, las cosas no resultaban tan claras. Haba piezas que distaban mucho de encajar.-naturalmente, Poncio Pilato decidi quitarlo de en medio e hizo muy bien, pero sus seguidores se empearon en mantener viva la llama del reino y llegaron hasta aqu, hasta el corazn del imperio.

Nern extrajo otro cuerpecillo sazonado de caracol y se lo introdujo en la boca. Chasque la lengua con placer y tendi la mano hacia una copa dorada rebosante de vino. Lo bebi golosamente, casi sin paladearlo. Se le vea contento. Lamentablemente, yo no me senta tan satisfecho, de manera que volv a dormir mal aquella noche. Eso s, en esta ocasin por mis sueos no se arrastraron cadveres nauseabundos surgidos de la tumba. Slo aparecan leprosos que geman por el dolor que sala de sus muones carcomidos, endemoniados que se convulsionaban bajo el efecto de los espritus inmundos que los dominaban e invlidos de todo tipo que pedan alivio para su desgracia. Cuando me despert por la maana, sent la boca insoportablemente pastosa y un peso semejante a una piedra de buen tamao sobre la boca del estmago. Orden a uno de mis esclavos que me recorriera el cuerpo con friegas para reanimar mi ms que decado espritu. Tan slo lo consigui a medias.

Cuando llegu al lugar donde deba continuar la instruccin de la causa contra Petrs me encontraba decididamente mareado. Segua sintiendo un dolor ahora casi insoportable en el vientre y de vez en cuando me suba por la garganta una nusea. Hubiera podido atribuir aquel malestar a la cena de la noche anterior pero no tena ningn deseo de engaarme. Mi desasosiego se deba a otras causas en las que, al menos de momento, no quena detenerme mucho. Bastante tena ya con lograr que Nern no me causara algn disgusto.

Desde luego, el csar no comparta mi sombro estado de nimo. A decir verdad pareca radiante. A todos nos agrada comprobar que nuestras suposiciones son correctas y ms cuando parecen indicar que somos especialmente perspicaces. A Nern no le pasaba nada diferente. Su vanidad estaba ms que satisfecha y esa circunstancia le proporcionaba una innegable dicha. Cuando me mir, sobre su barbita recortada se dibujaba una sonrisa de engreda satisfaccin.

-Salve, Vitalis, dispuesto a ayudar a Roma a imponer la justicia? -me pregunt rozando el entusiasmo.

-S, csar, totalmente dispuesto -respond intentando aparentar una fortaleza que distaba mucho de poseer.

-Pues vamos all...

Carraspe con impaciencia y bast aquel gesto para que el silencio ms absoluto se apoderara de la estancia. Ech un vistazo al pescador. Pareca tranquilo y despejado, lo que me provoc un desagradable pujo de envidia. Su intrprete, sin embargo, era presa de una notable palidez. Se le notaba cansado, incluso tenso, como si en l se hubiera acumulado la obligada zozobra que deba padecer la persona cuyas palabras traduca. Razones para la preocupacin no le faltaban. Si era tambin un seguidor del Jrists y Nern condenaba a Petrs su futuro adquirira negros tonos.

-Bien, Petrs -comenz a decir Nern-. Ayer este tribunal escuch cmo Jess comenz a propagar su enseanza y la manera en que reuni a sus primeros seguidores...

Realiz una breve pausa y comenz a hojear algunas notas garrapateadas que tena ante s. Al parecer, haba decidido no dejar nada a la improvisacin.

-Su enseanza giraba en torno a... el reino de Dios -dijo al fin-. Sin duda, una nueva forma de reino que este tribunal deseara conocer con ms claridad porque lo estima esencial para el desarrollo de la presente causa. Petrs, podras explicar qu es exactamente ese reino de Dios del que hablaba tu jefe?

El intrprete tradujo pronunciando las palabras con lo que me pareci un ligero temblor de voz. S, estaba inquieto. Quiz incluso comenzaba a percatarse del camino que haba comenzado a transitar Nern. Por lo que se refera a Petrs... bueno, pareca condenadamente indiferente, como si no apreciara ningn riesgo adicional en la manera en que se haba iniciado aquella sesin judicial. Termin de escuchar la traduccin, dirigi la mirada hacia Nern y comenz a hablar.

-En cierta ocasin comenz Jess a ensear junto al mar, y se reuni alrededor de l mucha gente. Haba tanta que tuvo que subir a una barca. Se sent en ella y mientras toda la muchedumbre permaneca en tierra junto al mar comenz a hablarles sobre el reino de Dios y les dijo: Un sembrador sali a sembrar y al hacerlo, una parte de la semilla cay a la vera del camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cay entre pedregales, donde no haba mucha tierra y brot pronto porque la tierra no era profunda. Cuando sali el sol, se quem y como careca de raz, se sec. Otra parte cay entre espinos y los espinos crecieron y la ahogaron de tal manera que no lleg a dar fruto. Sin embargo, hubo otra parte que cay en buena tierra, y dio fruto, porque brot y creci, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Entonces al terminar el relato les dijo: El que tenga odos para or, que oiga.

Mir de reojo a Nern. Se le haba abierto la boca y su quijada inferior colgaba suelta confirindole una innegable expresin de estupor. Sin duda, no era aquello lo que esperaba escuchar. Por lo que a Petrs se refera, si haba reparado en el aspecto del rostro del csar no pareca que se sintiera muy afectado. En realidad, se encontraba inmerso en el relato como si estuviera verdaderamente contemplando lo que narraba.

-Cuando Jess se qued solo -prosigui-, los que estbamos cerca de l le preguntamos por el sentido de aquellas palabras...

Nern respir hondo y se pas la diestra por el rostro. Era posible que las ltimas palabras del pescador le hubieran infundido algo de nimo.

-Entonces Jess nos dijo: A vosotros os es dado conocer el misterio del reino de Dios pero a los que estn fuera les enseo todo recurriendo a historias...

-Claro, claro... -pude escuchar que susurraba Nern como si aquellas ltimas palabras confirmaran sus sospechas.

-... para que aunque vean, no perciban y aunque oigan, no comprendan a menos que cambien de mente y as se les perdonen los pecados -continu Petrs-. Debis entender esta historia para que podis comprender las otras. El sembrador es el que siembra la palabra de Dios. Los que estn junto al camino son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero apenas la han escuchado viene Satans y les arranca la palabra que se sembr en sus corazones. Los que fueron sembrados en pedregales son los que escuchan la palabra e incluso la reciben con alegra, pero carecen de raz y por eso perseveran poco. Apenas llegan las dificultades o sobreviene la persecucin por causa de la palabra, tropiezan. Los que recibieron la semilla entre espinos son aquellos que oyen la palabra, pero la ansiedad del mundo en que vivimos, y el engao de las riquezas, y el deseo de otras cosas penetran en ellos y ahogan la palabra de tal manera que no da ningn fruto. Por ltimo, estn aquellos que recibieron la semilla en buena tierra. sos son los que escuchan la palabra y la aceptan y dan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.

Volv a dirigir la mirada hacia Nern. Desde luego, estaba incmodo. Las referencias al prncipe de los demonios le inquietaban pero el mensaje de aquella historia de siembras y campos resultaba escandalosamente claro. Ese tal Jess estaba predicando una doctrina que, fundamentalmente, pretenda cambiar los corazones de los hombres. En realidad, comenzaba a sospechar que sus curaciones y sus expulsiones de espritus inmundos casi resultaban algo secundario en comparacin con esa enseanza. No hubiera podido decir en qu consista, pero lo que s resultaba innegable es que Jess haba sealado con claridad la manera en que las distintas personas podan reaccionar frente a ella. Slo los que la escuchaban y no se dejaban acobardar por las dificultades o enredar por las riquezas y la vanidad tenan posibilidad de salvacin; en cuanto a los otros... slo les esperaba el dominio de Satans o una vida sin fruto o quiz ambas situaciones sumadas. Pero... pero quin era aquel judo para ensear cosas semejantes?

-Aquel mismo da en que nos cont la historia del sembrador -prosigui Petrs-, cuando lleg la noche, nos dijo que debamos pasar al otro lado del mar de Galilea. As que nos despedimos de la muchedumbre, subimos a una barca y comenzamos la travesa. Al principio todo iba bien pero de repente se levant una gran tempestad de viento, y las olas comenzaron a entrar en la barca, de tal manera que comenz a anegarse. Jess no se enteraba de lo que suceda. Recuerdo perfectamente cmo estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Se hubiera credo que no suceda nada pero la realidad era muy distinta. Estbamos aterrados, de manera que nos acercamos a l, le despertamos y le dijimos: Maestro, no te preocupa que perezcamos? Entonces Jess se puso en pie y reprendi al viento y dijo al mar: Cllate! Qudate mudo!

Por primera vez desde que haba comenzado aquel interrogatorio la expresin de Petrs cambi totalmente. Ya no era el pescador sereno que hablaba con tono monocorde. Ahora tena las manos extendidas, como quiz las puso Jess al gritar a las olas, y alzaba la voz con un timbre de fuerza que me provoc un escalofro.

-Y entonces... oh!, entonces el viento se detuvo y una inmensa calma se apoder de todo. En ese momento se volvi hacia nosotros y mirndonos nos pregunt: Por qu estis as de asustados? Cmo es que no tenis fe? Yo le mir y a continuacin fij la vista en aquellas ondas que hubieran podido hundimos pero que ahora se encontraban tranquilas y calmadas y vi el cielo sin nubarrones y sent... sent un enorme miedo porque jams haba contemplado un poder semejante, porque ningn hombre poda ser capaz de ejercer ese dominio y me pregunt: Quin es ste, al que aun el viento y el mar le obedecen?

S, eso mismo me preguntaba yo en aquel momento, quin era aquel hombre que daba tanta importancia a su mensaje, que pretenda ser el mdico de las enfermedades del alma, que gritaba con esa fuerza al viento y al mar? Quin haba sido ese Jess llamado Jrists?Ix

Un silencio agobiante se apoder de la estancia cuando Petrs concluy su exposicin. Hasta ese momento, el relato del pescador haba sido tranquilo, sereno, monocorde. Pero todo haba cambiado en los instantes inmediatamente anteriores. De aquel cuerpo anciano pareca haber brotado el recuerdo vivo de hechos extraordinarios, incomprensibles, situados ms all de lo humano y con aquella remembranza fuerte nos haba alcanzado la presencia indeseada de un judo crucificado que pareca negarse a permanecer en su tumba y que ostentaba pretensiones sobrecogedoras sobre el conjunto del gnero humano.

Estaba sumido en esos pensamientos cuando escuch, primero, que el anciano pescador reanudaba su inquietante relato y, de manera casi inmediata, que el intrprete comenzaba a traducirlo.

-Cuando llegamos a la otra orilla, no tard en reunirse alr