El Sufrimiento Inutil

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Esta obra, que con sus 80.000ejemplares se ha convertido en un títulode referencia en el mundo de lapsicología, parte de una premisa muyclara: nada justifica el sufrimiento inútil yprolongado; por el contrario, vivir demanera positiva nos permite huir de esteencadenamiento y recuperar la ilusión.Para ello su autora nos ofrece sugerentesreflexiones, pautas de conducta, ejerciciosde autocontrol y numerosos testimoniosque nos permiten entender la vida comoun presente lleno de oportunidades quehay que aprovechar.

Maria Jesús Álava Reyes

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Claves para aprender a vivir demanera positivaÍndicePREPARARNOS PARA LAVIDA 281Capítulo 1¡ No suframos inútilmente!LO IMPORTANTE ENNUESTRA VIDANUESTROS PENSAMIENTOSCapítulo 2NOS FALTAN ILUSIONESTODOS TENEMOS UNAVISIÓNCapítulo 3Capítulo 4Capítulo 5NO ACEPTAR LOINEVITABLE

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COMPLICARSE LA VIDAINÚTILMENTEEXPRESAR «TODO» LO QUEPENSAMOSDRASTICOS EN NUESTRAVIDAVIVIR LASCONTRARIEDADESA TODOS LOS SITIOSCapítulo 6INTENTAR «SENTIRNOSBIEN» CADA DÍA8.«COGER DISTANCIA» PARASER OBJETIVOSHOJA DE REGISTRONO INSISTIR EN LOSERRORES DE SIEMPREAPRENDER A SER

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REALISTAS. CONOCERPREMIARNOS DE VEZ ENCUANDO Y SIEMPREACEPTAR QUE NO SOMOS«DIOSES»UTILIZAR EL SENTIDOCOMÚNFOMENTAR EL SENTIDODEL HUMORASUMIR QUE ESTAMOSAQUÍ PARA APRENDERCapítulo 7HOJA DE REGISTROSEGUNDA HOJA DE REGISTRORelajaciónEstilos de comportamientoCÓMO ACERCARNOS A LAFELICIDAD

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Capítulo 8El retornoJÓVENES Y ADULTOS PARAQUE DESARROLLEN

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Maria Jesús ÁlavaReyes

La inutilidad delsufrimiento

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Claves para aprender avivir de manerapositiva

A todas las personas que he tenidola suerte de conocer en mi trayectoriaprofesional: en el Consejo Superior deInvestigaciones Científicas, Facultad dePsicología, Ministerio de Fomento,Aeropuertos Españoles y NavegaciónAérea, Despacho Profesional…A loscompañeros de Quídam, Cursos deFormación, personal docente de loscolegios, estudiantes…¡Gracias porhaberos conocido y haberme brindadovuestra amistad!

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Índice

Agradecimientos 15Introducción ¡Nos pasamos la vida

sufriendo! 17Capítulo 1. TENGAMOS LAS

IDEAS CLARAS:¡ NO SUFRAMOS INÚTILMENTE!

…,… 23Lo importante en nuestra vida son los

pensamientos, nolos acontecimientos 25Nuestros pensamientos son los

responsables de nuestrasemociones…,…,…,.,…,,…,.,. 31Si aprendemos a controlar nuestros

pensamientos, controlaremos

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nuestra vida 31El caso de Elena 31Podemos sentirnos bien, aunque la

realidad que vivamos sea difícil 36El caso de Alfonso 39No nos engañemos: el presente nos

pertenece 45El caso de Amaya 47

Capítulo 2.SACAR LO «ÚTIL» DE TODO LO

QUE HEMOS VIVIDO 51Aprendamos de nuestro pasado 51El caso de Andrés 54¿Por qué nos enseñaron a sufrir? 56¿En qué falló la educación que

recibimos? 58

El caso de Carmen 63

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¿Cómo nos condicionaron los hechosvividos?… 66

El caso de Ignacio 67¿Cómo extraer los aprendizajes

«útiles»? 70El caso de Beatriz 72Recuperemos nuestro presente 75¡No más sufrimientos inútiles! ¡Ya

está bien de sufrir! 78El caso de Miriam 79Aprendamos a vivir el presente sin

los condicionantesnegativos de nuestro pasado. «Hoy

es el mañana del ayer» 82El caso de Miguel 89¡Cojamos el camino acertado! 95El caso de Gonzalo 97¡Conquistemos nuestro futuro! 101¿Qué futuro queremos tener? 103

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El caso de Dori 104Aclaremos nuestras metas 108El caso de Paco 109Definamos nuestras ilusiones 111El caso de Borja 116Pongamos nuestros pensamientos al

servicio de nuestros objetivos 121El caso de Raúl 124

Capítulo 3. PREGUNTAS TÍPICAS129

«¿De verdad yo tengo solución?»129

El caso de Cristina 130«¿Cómo voy a poder cambiar a estas

alturas de mi vida?» 133El caso de Ángeles 134«¿Cómo dejar de ser tan sensible, tan

blando y vulnerable,

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si todo me afecta?» 141El caso de Salomé 141«¿Cómo voy a conseguir estar bien

en mis actuales circunstancias?» 146El caso de Adela 146«¿Cómo voy a ser feliz con mi

marido/mujer, pareja, hijos, amigos,jefes, compañeros…, si ellos son los

responsables de mi infelicidad?» 151El caso de Gabriela 153

Capítulo 4. EL SUFRIMIENTOÚTIL/INÚTIL EN EL AMOR 157

¿El amor es felicidad y plenitud,pero también dolor y sufrimiento? 158

El caso de Javier 161¿Tenemos que pagar «peajes» en el

amor? 164El caso de Jaime 164

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¿La vida se termina cuando se acabael amor? 169

El caso de Leonor 169

Capítulo 5. ERRORES A EVITAR175

Sufrir «inútilmente» 175«Darle vueltas» a un hecho que ya ha

pasado 179No aceptar lo inevitable 183El caso de Antonio 186Complicarse la vida inútilmente 188El caso de Paquita 189Expresar «todo» lo que pensamos

191Creer que siempre estamos en

posesión de la verdad… 194No confiar en nosotros mismos, o

pensar que la solución

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está en los demás 197Echar la culpa de lo que nos pasa a

los que nos rodean 199El caso de Paula 200Querer arreglar las cosas efectuando

cambios drásticos en nuestra vida 202El caso de Daniel 202Vivir las contrariedades y los

imprevistos como tragedias 207Pensar que «lo nuestro» no tiene

solución 210El caso de Rodrigo 212Dejamos contagiar por el pesimismo

reinante 213El caso de Belén 217Agotarse física y mentalmente.

Pretender llegar a todos los sitios 221No ser conscientes de nuestros

límites 221

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El caso de María 224

Capítulo 6. REGLAS DE ORO 229Creer en nosotros mismos 229Hábitos o costumbres que debemos

tratar de disminuir y eliminar 231Hábitos que conviene potenciar 232Intentar «sentirnos bien» cada día

236Reglas básicas para aplicar a diario

237Ser conscientes de que la felicidad

está en «nuestras manos» 238Seguir confiando en nosotros en los

momentos difíciles y convertirlas crisis en nuevas oportunidades…

241«Coger distancia» para ser objetivos

y aprender a observar y

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actuar de forma racional 245Convertir cada día en un nuevo

aprendizaje 250Ante la irritación, autocontrol 256No insistir en los errores de siempre

258El caso de Juan 259Aprender a ser realistas. Conocer

nuestras posibilidades ynuestras debilidades 260El caso de Mercedes 263Premiarnos de vez en cuando y

siempre que nos encontremosen baja forma 266Aceptar que no somos «dioses» (no

podemos arreglarloo controlarlo todo) 268El caso de Fernando 268Utilizar el sentido común 271

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Fomentar el sentido del humor 273El caso de Clara 274Asumir que estamos aquí para

aprender a ser felices, no para sufrir 277

Capítulo 7. ESTRATEGIAS PARADEJAR DE SUFRIR Y

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PREPARARNOSPARA LA VIDA 281

Algunas nociones básicas sobre elfuncionamiento

del Sistema Nervioso Autónomo 281¿Cuándo no actuamos correctamente?

Situaciones de ansiedad y estrés 284En qué consiste la ansiedad y el

estrés 288Cómo mejorar nuestro autocontrol.

Cómo «racionalizar»nuestros pensamientos 292Creencias irracionales más comunes.

Tipos 294¿Qué hacer cuando estamos

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bloqueados? 301La parada de pensamiento 301¿Cómo aprender a relajarnos? 306Técnica de relajación muscular

progresiva 306Respiración diafragmática o

abdominal 313Las autoinstrucciones 315El autor refuerzo 319Cómo reafirmarnos. La asertividad

321Cómo acercarnos a la felicidad 324

Capítulo 8. REFLEXIONESFINALES 327

¡No suframos inútilmente! ¡Sicontrolamos nuestros

pensamientos, controlaremos nuestravida! 327

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El caso de Jorge 328El presente es lo que nos pertenece.

¡No dispersemos nuestrasenergías, ni perdamos nuestras

ilusiones!… 333Carlos Borras: «El retorno» 334La formación tradicional es

insuficiente. Entrenemos a los niños,adolescentes, jóvenes y adultos para quedesarrollen los recursos y habilidades quenecesitarán en su vida 335

Bibliografía… 341AgradecimientosGRACIAS a mi familia, y a todos

mis amigos, porque constituyen mitesoro más querido.

Gracias de forma muy especial a

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Toñi Campaña, un auténtico «regalo» depersona y un «testimonio maravilloso»de energía positiva.

Introducción¡NOS PASAMOS LA VIDA

SUFRIENDO!

¿Alguna vez nos hemos puesto apensar con qué facilidad sufrimos? o, paradecirlo de otra forma, ¿cuánta vida se nosescapa sufriendo?, ¿cuánta energíadesperdiciamos?, ¿cuántas ilusiones yesperanzas tiramos?, ¿cuántas ocasionesperdemos?, ¿cuántas alegrías ahogamos?…

Realmente, ¿hay justificación a tantosufrimiento?, ¿la vida es tan difícil y lafelicidad tan imposible?, ¿de verdad nos

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creemos que nuestro destino es sufrir?,¿que estamos «aquí» para pasarlo mal?…Casi nadie, al menos en nuestra sociedadoccidental, contestaría de formaafirmativa a estas preguntas, pero locierto es que parecen actuar como sicreyeran en un destino fatalista de la vida.

Personalmente, desearía que a estasalturas de la historia, en pleno siglo XXI,la mayoría de las personas no se sintieran«atrapadas» por «algo» de lo que nopudieran escapar. No obstante, la verdades que mucha gente sufre de forma inútil y,además, sufre prolongadamente.

La psicología, y sobre todo los 25años de experiencia profesional, me hanenseñado muchas cosas, pero quizá lo quemás valore es ¡cómo se ha desarrolladomi capacidad de observación! ¡Qué fácil

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te resulta «mirar y ver» cuando hasaprendido a hacerlo!; pero ¡qué difícil!les resulta la vida a las personas que sesienten atrapadas por su trabajo, por susestudios, por sus padres, por sus parejas,por sus hijos, por su edad…; endefinitiva, atrapadas por suscircunstancias y sin aparente posibilidadde «ver» la salida o la solución final.

La verdad es que sin darnos cuentarepetimos conductas, rutinas, costumbres,hábitos…, formas de actuar que,inexorablemente, nos hacen sentirnos mal,pero que se nos antojan imposibles deevitar. Ante lo que consideramos una malanoticia nos preocupamos, en lugar deprepararnos para superarla en las mejorescondiciones; los contratiempos nos alterany con facilidad nos dispersan,

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dificultándonos la búsqueda de lasmejores opciones; rápidamente vemos enlos acontecimientos la parte negativa, lasdificultades, los obstáculos, en lugar delas oportunidades que encierran. Al finalsufrimos y, de nuevo, sufrimosinútilmente.

La primera vez que me quedé muyimpactada por la falta de felicidad queparecía tener la mayoría de las personasque me rodeaban fue a finales de los añossetenta. Entonces, yo era una persona muyjoven, recién licenciada,entusiasmadísima con mi trabajo y… muysorprendida ante la aparente infelicidadque veía a mi alrededor. No se me ocurrióotra forma mejor que intentar «medir» lasatisfacción o insatisfacción que laspersonas sentían en su vida. Ni corta ni

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perezosa, dentro de lo que entonces era miámbito laboral, en el transcurso de lasentrevistas personales que realizaba parahacer la historia de los niños y comentarel desarrollo que tenían, pregunté aaproximadamente 180 parejas de padres,con niños entre tino y seis años, quéopinión de conjunto tenían sobre susvidas; lógicamente, las preguntas no erantan literales, pero a través de lainformación recibida se podía clasificarcon bastante precisión a las parejas: lasque se sentían en general muy felices ysatisfechas, felices, insatisfechas,agobiadas, decepcionadas, atrapadas en eldía a día y agotadas ante suscircunstancias.

Los datos fueron demoledores, tantoque prefiero no transcribirlos. La verdad

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es que eran un prototipo, quizá avanzadopara la época, de lo que hoy día es larealidad para casi todas las parejasjóvenes. En el contexto en que nosmovíamos, lo habitual es que ambospadres trabajasen; además, eran losuficientemente jóvenes como para tenerniños menores de seis años, estabanpagando casi todos la hipoteca de la casa,tenían salarios medios y un nivel culturalmedio-alto. A pesar de llevarrelativamente poco tiempo casados oviviendo en pareja (la media nosobrepasaba los seis años deconvivencia), la mayoría se sentían muyagotados con la experiencia de ser padresy simultanear su trabajo con las«obligaciones» y responsabilidades queconlleva la atención de los niños. En

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muchos casos se mostraban hostiles haciael otro miembro de la pareja, como si éstetuviera la culpa de su situación, de suagobio, de su falta de tiempo personal.Estas circunstancias influían muynegativamente en su relación y muchos deellos, si hubieran podido dar marchaatrás, se hubiesen planteado caminosdiferentes. No pensemos que su realidadera peor que la que podían tener otrasparejas; al contrario, al menos ellosdisfrutaban de una guardería en su trabajo,que les prestaba un servicio de indudablecalidad, además de proporcionarles másfacilidades en el cuidado de sus hijos.

Pero si la mayoría de estas parejasse sentían agotadas ante las circunstanciasde su vida diaria: prisas, tensiones, luchaconstante con el reloj, con los

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imprevistos, con las enfermedades délosniños, con los contratiempos típicos…,¿cómo creemos que se siente hoy esesegmento tan importante de nuestrapoblación?

Posteriormente, mi actividadprofesional me llevó a seguir trabajandocon niños y padres. Además, tuve lasuerte, casi desde el principio, desimultanear esta faceta con la psicologíaclínica (niños, adolescentes, jóvenes,adultos…) y, finalmente, completé miabanico con una intensa experiencia en elmundo de la psicología de la empresa. Laverdad es que no he vuelto a hacer mástrabajos estadísticos de este estilo, ¡noquiero deprimirme inútilmente!, pero notengo dudas sobre cuáles serían losresultados.

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¿Alguien piensa que lascircunstancias han mejorado y que hoy díaes más fácil compatibilizar la vidaprofesional y familiar? Seguramentepocas personas se atreverían a contestarde forma afirmativa.

Mi trabajo como psicóloga abarcatodos los ámbitos y los tramos de lapoblación y cada día siento más contrasteentre cómo me gustaría ver a la mayoríade la gente y cómo la veo en realidad.

Con frecuencia, tanto en el ámbito dela formación como en el marco de laconsulta, muchas personas me dicen queles encanta verme de buen humor,irradiando energía y «calma».Seguramente, para ellos resulto elprototipo de lo que pueden considerarcomo una persona agradable, relajada y a

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la par activa, que se lo pasa bientrabajando y parece ser feliz en su vidapersonal.

Yo, que me conozco bien, no meconsidero nada excepcional, aunque esverdad que en general me encuentro muy agusto con mi vida; me siento, por elcontrario, muy defraudada por la falta defelicidad que veo en la mayoría de laspersonas. Bien, ¡pues de eso se trata!

Vamos a intentar ayudar, en lamedida de lo posible, a ver la vida conmás realismo, con más ánimo, con másilusión, con el convencimiento de quepodemos controlar nuestra propia vida yque merece la pena vivirla…; y lopodemos hacer sin pedir ningún cambiomilagroso a nuestro alrededor. Y digo

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esto, porque estoy absolutamenteconvencida de que la felicidad dependede nosotros mismos, no de nuestrascircunstancias.

Por supuesto, a veces lascircunstancias que nos rodean hacendifícil, muy difícil, que nos encontremosbien, pero si hemos conseguido un buencontrol de nuestros pensamientoslograremos ser dueños de nuestrasemociones, y esas circunstancias podemosverlas como oportunidades paradesarrollar nuevas habilidades y recursos,que nos facilitarán el control de nuestrasvidas.

Todos conocemos a personas,supuestamente afortunadas, a las que lavida parece sonreír y, sin embargo, se

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sienten tremendamente desgraciadas.Por el contrario, vemos a seres

humanos con vivencias terribles que, apesar de todo, consiguen mantener unespíritu animoso, y siguen «luchando» conuna fuerza constante, cuando noarrolladora, que los lleva a esa sensacióntan maravillosa de «encontrarse bienconsigo mismos». Esa vivencia es aúnmás intensa y plena cuando laexperimentamos en esos momentos en quela vida parece ponernos a prueba.

Lo crucial no es lo que «nos pasa»,sino lo que pensamos en cada momento.El pensamiento es previo a la emoción, yese pensamiento es el que nos hacesentirnos bien o mal. Este hecho explicacómo las personas que han vivido o

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presenciado un mismo hechoexperimentan emociones muy diferentesante el mismo: unas pueden sentirsedesgraciadas, otras afortunadas, otrasindiferentes…

En este libro vamos a intentaraprender a conocer y descubrir nuestrospensamientos, para controlarlosdespués, para ponerlos a nuestroservicio, para que sean nuestros aliados,no nuestros enemigos; de esta formaconseguiremos controlar nuestras vidas,al margen y por encima de lascircunstancias, hechos oacontecimientos que en esos momentosestemos viviendo.

En definitiva, y con palabras llanas,se trata de que nuestro cerebro actúe a

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nuestro favor y no en nuestra contra.Nuestro cerebro nos acompañará

siempre, al igual que nuestro SistemaNervioso Autónomo (SNA) y nuestroSistema Nervioso Central (SNC).Seguramente, una de las primeras cosasque nos tendrían que haber enseñado escómo descubrirlos y cómo ponerlos anuestro servicio. Lejos de esa realidad tanpalpable, la verdad es que muchaspersonas, a pesar de los años que yallevan a sus espaldas, se siguen sintiendoprisioneras de «sus nervios», de «suforma de ser», de «su manera de actuar»,«de ver la vida»… No hay nada quejustifique ese encadenamiento, esesufrimiento «tan inútil como prolongado».Vamos a tratar de aprender cómocontrolar nuestra vida y, para ello,

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descubriremos cómo encaminar mejor a lapersona hacia la ilusión y no hacia elsufrimiento.

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Capítulo 1

Tengamos las ideas claras:

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¡ No suframosinútilmente!

Algunas personas pensarán queestamos negando lo evidente, yargumentarán que es imposible no sufrirante determinados hechos: muerte de unser querido, enfermedades graves,accidentes, «situaciones límites»,catástrofes naturales…,, y, por supuesto,¡tienen razón!, pero ¡no nosequivoquemos!, una cosa es el sentimientoabsolutamente natural, espontáneo yhumano, que experimentamos antesituaciones dramáticas, y otra muy distintaes el pozo en el que caemos cuando

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parece que sólo hay un camino: el de«bloquearnos», «sumergirnos» y «darvueltas» ininterrumpidamente a unoshechos que ya no tienen marcha atrás.

No buscamos el endurecimiento delas personas, ¡todo lo contrario!, pero lasensibilidad no consiste en sufrir y sufrir,sin posibilidad de superar el sufrimiento.Es sensible quien se conmueve ante laadversidad, quien trata de ayudar a laspersonas que le rodean, quien fácilmentese pone en el lugar de los otros, quien seenternece y se conmueve ante el llanto deun niño, ante la mirada perdida de unadulto, ante la tristeza o la falta deilusiones de un anciano…pero sersensible no significa dejar de luchar antelos acontecimientos hostiles o difíciles, ni«hundirse» ante la adversidad o «tirar la

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toalla» en los momentos en que parece nohaber esperanza.

La sensibilidad engrandece al serhumano, y acompaña a las personasauténticamente privilegiadas; personasque son capaces de sentir donde otros no«llegan», de «vivir» y conmoverse, peroque saben actuar con la suficienteinteligencia emocional como para nohundirse en un pozo sin fondo.

Una sensibilidad mal entendida escomo una trampa mortal, que puedellevarnos a un sufrimiento tan inútil comoprolongado. Un sufrimiento que lejos derestañar las heridas las ahonda y las abre,provocando una sangría que nos debilitade forma continua e imperceptible.

«¡Sufrimos porque somos personas!»¿Quién no ha oído esta frase? No seré yo

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quien la niegue, aunque quizá podríamoshacer algunas matizaciones; por ejemplo,¿nos hemos parado a pensar que losanimales, e incluso las plantas, tambiénsufren? No parece pues muy apropiadoque nos sintamos tan orgullosos por sufrir.¿No es preferible que busquemos nuestraesencia como personas en lo que marcanuestras diferencias? ¡Qué mejor queutilizar nuestra mente en la superación delas reacciones irracionales! De esta formaencontraremos alternativas viables einteligentes que nos ayudarán en uno delos principales objetivos del ser humano:la búsqueda continua del equilibrio, de laestabilidad, del autocontrol…, labúsqueda, en definitiva, de nuestraidentidad.

¿Nos hemos fijado en cómo algunas

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personas mayores parecen desprendersabiduría, paz, serenidad y calma portodos sus poros? ¿Acaso nos hemospreguntado por qué son tan diferentes deotros coetáneos suyos? La respuesta estáen su actitud; para los primeros, su vidaera un continuo aprendizaje, aprendíancada día de sus experiencias,«mejoraban» con sus vivencias,encontraban nuevos caminos y salidasante las dificultades; afrontaban conequilibrio los acontecimientos y…siempre seguían una máxima:

«Cada instante de tu vida tienesentido si aprendes de él», y, si lo haces,los siguientes instantes serán mássencillos. Por el contrario, para elsegundo grupo, los acontecimientos quevivían sólo eran motivo de esfuerzo y

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dificultad, cuando no de sufrimiento.¿Cuántas veces hemos oído

lamentarse a personas «mayores» ante loque ellos consideraban la gran injusticiade la vida? Se entristecían pensando cómohabría cambiado su existencia si, dejóvenes, hubieran sabido lo que laexperiencia les ha enseñado con los años.

¿Tenemos que llegar a una edadavanzada para aprender a vivir? ¡Quéparadoja del destino! Pero seamosrealistas, ¡no caigamos en esa trampa! Aligual que los niños aprenden desdepequeños, ¡y cómo aprenden!, nosotrostambién podemos seguir aprendiendo cadadía, sin necesidad de quemar etapasinútilmente, de acumular años a nuestrasespaldas, de «endurecernos» para nosufrir.

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Hay quienes piensan que la vida esun laberinto, pero, aunque así fuera, si noslo tomamos con humor y nos preparamospara aprender desde el momento quecruzamos la línea de partida, al cabo deunas cuantas «risas» nos encontraremos endisposición de encontrar la salida.

Uno de los principios que más nosayudarán en nuestro «camino» será eldescubrimiento de que, al contrario de loque pudiéramos pensar, lo importante ennuestra vida son los pensamientos, no losacontecimientos.

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LO IMPORTANTEEN NUESTRA VIDA

SON LOS PENSAMIENTOS, NOLOS ACONTECIMIENTOS

Muchas veces, tanto en el marco dela consulta, como en el desarrollo de loscursos de formación, algunas personas, alprincipio de este debate, me dicen que noestán de acuerdo con esta afirmación; paraellas resulta evidente que las personas sesienten bien si los acontecimientos sonpositivos, y mal cuando las «cosas sondifíciles».

Ante estos comentarios casi siempre

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sonrío de forma comprensiva porque lomismo hubiera pensado yo hace unosaños; sin embargo, la realidad es muydistinta. Analicemos, por ejemplo, cómonos encontramos generalmente un viernespor la noche y un domingo por la tarde. Lasituación, en la mayoría de los casos, esque el viernes por la noche estamosbastante cansados, ante los esfuerzosrealizados a lo largo de la semana; sinembargo, curiosamente, nuestro estado deánimo es bueno. Por el contrario, eldomingo por la tarde habitualmenteestamos más descansados que el viernes aúltima hora pero… nos sentimos de peorhumor, más agobiados, con cierto aire dedesesperanza, tristeza o resignación ante«lo que se nos viene encima».

¿En qué quedamos? En dos días

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hemos pasado de sentimos alegres y conexpectativas positivas a experimentar unamelancolía, más o menos intensa, queincluso en algunos casos ha dado paso aun claro abatimiento. Esos distintosestados de ánimo (alegría, tristeza,desesperanza, irritación) son lasemociones.

Pero si analizamos objetivamente loshechos, la realidad es incuestionable: elviernes estamos más cansados yarrastramos el esfuerzo de una semanaintensa; por el contrario, el domingo porla tarde nos encontramos más descansadosy en mejores condiciones que los díaslaborables de la semana, pues aún nosqueda una tarde «más o menos libre» quepodríamos aprovechar para disfrutar dealguna actividad de ocio, o para realizar

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con calma esas tareas agradables que noses imposible hacer los días de trabajo.

¿Qué ha pasado entonces?, ¿quédetermina nuestras emociones?, ¿cuál esel origen o la causa de nuestros diferentesestados de ánimo?… La respuesta esinequívoca: nuestros pensamientos sonlos responsables de nuestras emociones.¿Por qué, en general, nos sentimos conbuen ánimo los viernes? ¿No será que nosestamos diciendo a nosotros mismos:«¡Qué bien!, todo el fin de semana pordelante, hasta el lunes no tengo que volveral trabajo, dos días para mí…»?, y esoque nos decimos es lo que nos hacesentirnos de buen humor; por el contrario,el domingo por la tarde muchas personaspadecen el síndrome de la víspera o, loque es lo mismo, la sensación de que el

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fin de semana ya ha terminado, y serepiten frases del tipo «¡Qué fastidio,mañana otra vez lunes!», «¡Menudasemanita de trabajo me espera!», «¡Otravez tendré que soportar al imbécil de mijefe, al pesado de mi compañero!», «¡Notendré un segundo libre hasta el próximofin de semana!», «¡Esta vida esdurísima!», «¡Cuándo llegarán lasvacaciones!»…, y así difícilmente uno sepuede sentir bien. No nos engañemos.

Lo que nos repetimos de formaconstante, esas frases interiores que nosformulamos, son las responsables denuestros estados emotivos.

Llegados a este punto, algunaspersonas se sienten impactadas ante esta

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afirmación y se muestran profundamentepensativas; otras, me dicen que eso no escorrecto, que ellas se sienten bien o malen función de lo que les pasa, no de lo quepiensan, y que además ni tan siquieracreen que se pasen la vida pensando odiciéndose cosas internamente, sinoreaccionando e intentando buscarsoluciones a los continuos problemas odificultades que se encuentran a lo largodel día; incluso hay un tercer grupo que sesienten molestas o incrédulas, puesrápidamente creen que les estamoshaciendo responsables de sus estados deánimo, y te dicen algo así como: «Encimade lo que estoy pasando, o de lo que meha ocurrido, ¡va a resultar que yo tengo laculpa de sentirme mal!, que no tengo otracosas que hacer que complicarme la vida,

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¡valiente disparate!»… La verdad es queno podríamos esperar reacciones muydiferentes, pues toda nuestra vida hemoscreído que nos sentíamos mejor o peor enfunción de lo que nos estaba pasando, deque la suerte nos acompañara o semostrara huidiza con nosotros.

Esta creencia, tan errónea comoextendida, nos lleva siempre a actuar unpoco a la defensiva; como muchointentamos reaccionar con rapidez ante loque se nos viene encima; consideramosque lo único que podemos hacer esaprender a afrontar los hechos conconfianza en nosotros mismos, contenacidad, con voluntad, conperseverancia…; intentando que el «malsea el menor posible», en circunstanciasadversas; o disfrutando de nuestra buena

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«suerte», cuando se presentan situacionespositivas para nosotros.

La diferencia, lo que marca uncambio vital en nuestra existencia, escuando conseguimos pasar de lareacción a la acción; cuando nos damoscuenta de que lo que sentimos depende,en gran medida, de lo que pensamos, node lo que nos está pasando. Entoncesasumimos que, de verdad, podemoscontrolar y «provocar» nuestrasemociones, más allá de lo que nuncahabíamos pensado. Podemos ser felices oinfelices, colocando nuestro «cerebro anuestro favor» o, por el contrario,poniéndolo en «nuestra contra».

Si analizamos con un poco de

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objetividad los hechos de nuestra vidacotidiana, pronto comprenderemos queesta afirmación tiene todo el sentido delmundo. A través de un ejemplo típicoconseguiremos verlo con más claridad.Imaginémonos que estamos con nuestroscompañeros de trabajo en unapresentación «muy importante»; el nuevodirector de la compañía, al que ningunoconocemos, por primera vez va a dirigirsea todos nosotros para exponernos lasprincipales líneas de su actuación, lo queespera de la empresa, de nosotros, de lacompetencia… Una vez pronunciadasestas palabras se marcha rápidamente conel presidente de la compañía, por lo queno hay coloquio o intercambio decriterios…, así que nos quedamoshablando con nuestros colegas. ¿Qué

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descubrimos en ese momento?, quealgunos compañeros se muestran positivosante lo que pueda ser la gestión del nuevodirector, pues éste les ha impactadofavorablemente; otros, por el contrario, semuestran pesimistas y pronostican todotipo de catástrofes, otros se manifiestancon cautela, porque aún no tienen uncriterio formado; otros hacen gala de suescepticismo…, y así indefinidamente;pero entonces, cabría preguntarse, si loimportante son los hechos, si éstosdeterminan nuestras emociones, ¿notendríamos que sentir todos lo mismo?,pues todos hemos presenciado la mismaescena y hemos escuchado las mismaspalabras; la respuesta es clara: cada unopuede sentir una emoción diferente,porque cada persona, internamente, estaba

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formulándose pensamientos mientrasescuchaba al director general, y esos sonlos que le han provocado, finalmente, unaemoción positiva, negativa o de cautela.

Esas frases interiores que cada unose ha dicho («Parece una personainteligente», «Me temo que este tío es muyagresivo y sólo va a buscar sus éxitos acosta de todos nosotros», «Éste se va acargar la compañía», «Seguro que setraerá a su equipo y a los de aquí nosdesplazará», «Éste pretende hacer unaregulación sin decirlo claramente», «¡Porfin, tenemos a una persona capaz, quesabrá reconocer el esfuerzo de los que deverdad trabajamos, y no se dejará halagarpor los "caras" de esta empresa!»…)…Esas frases, repetimos, son las que hancausado las distintas emociones que

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experimentamos; explican por sí mismasque unos se sientan esperanzados, otrosdecepcionados, otros deprimidos… Esospensamientos son los responsables denuestras emociones; las palabras deldirector general sólo han sido la excusapara que los asistentes se hayan formuladodiferentes opiniones sobre su forma deabordar la empresa, y en qué medida lesafectará a ellos.

En definitiva, no nos engañemos, quenos sintamos bien o mal dependefundamentalmente de lo que internamentenos estamos diciendo, y este hecho noslleva a un axioma fundamental: siaprendemos a controlar nuestrospensamientos, controlaremos nuestra vida.

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NUESTROSPENSAMIENTOS

SON LOS RESPONSABLES DENUESTRAS EMOCIONES

Si aprendemos a controlar nuestrospensamientos, controlaremos nuestravida

Vamos a tratar de ilustrar esteapartado con el relato de algunos casosreales. Llamaremos Elena a la primerapersona que nos sirve de ejemplo.

El caso de Elena

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Elena era una mujer de medianaedad, que sentía que su vida había sido unfracaso. Tenía un hijo de 16 años, que noparaba de darle disgustos, y un maridoque apenas hablaba, con el que no sesentía satisfecha, y además no conseguíaque «la entendiera».

En las primeras sesiones Elena noparaba de quejarse, se pasaba las semanassufriendo cada día; sentía que su hijo «ibapor libre y a lo suyo», su marido «parecíaestar siempre en las nubes» y la mirabacon cara de resignación I impotencia, yella tenía que luchar «sola» ante tantaadversidad.

Sus deseos de ser una personaindependiente (había trabajado desde muyjoven), formar una familia unida, con un

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ambiente muy distinto al que ella habíatenido en su infancia, poder seguirdesarrollándose a nivel intelectual ysocial…, parecían estar condenados a norealizarse nunca.

«Mi marido está constantementecansado, llega a casa y lo único quequiere es ver la tele y que lo dejemos enpaz; a mi hijo sólo le preocupan susamigos, la videoconsola y las salidas delfin de semana, mis padres cada día estánmás mayores, sólo piensan en ellos, nose dan cuenta de que mi vida es difícil,pero me llaman continuamente parapedirme cosas, para que les acompañe almédico, para que les compre algunamedicina, para que llame a mis tías oinvite a mis hermanos a comer…, pero

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nunca me preguntan cómo estoy yo, y sime quejo me dicen que la vida es así yque tenga más paciencia, que mihermana Ana -que siempre ha hecho loque ha querido y sólo ha pensado en ellamisma- sí que tiene problemas, que lomío no tiene importancia. ¡Esa es mivida!, ¿cómo voy a sentirme bien así? Loque me gustaría es poder desapareceruna temporada para que todos se dierancuenta del papel que hago, de lo muchoque me esfuerzo y lo poco que me lo hanagradecido nunca.»

Al principio Elena se resistía contodas sus fuerzas a considerar siquieraque ella podía sentirse bien, aunque suscircunstancias familiares y profesionalesno cambiasen. Cuando tratábamos de

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racionalizar los pensamientos que teníaacerca de su familia, y le comentábamosque en realidad ésta no era muy diferentea la que podían tener muchas de laspersonas de su edad y entornosociocultural, inmediatamente nos decíaque si los conociera no pensaría lomismo. A continuación argumentaba lodifícil que era su ambiente de trabajo, conuna jefa insoportable, que no había quienla aguantase; unas tareas monótonas y sinsentido, ¡todo burocracia absurda!, y unoscompañeros que sólo pensaban en laforma de «escaquearse» y faltar lo másposible.

Dado que no estaba dispuesta a«rendirse fácilmente», y con su actitud nosdemostraba que lo que quería era que laescuchásemos, antes de que la

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ayudásemos (seguramente porque ademáscreía que su caso tenía poca solución), lapedí que buscase más motivos deinsatisfacción, porque seguramente lostendría. Ante su sorpresa, le dije que meextrañaba que no se hubiera quejado aúnde sus amigos/as (cosa queinmediatamente estaba dispuesta a hacer),también le comenté que me extrañaba queno hubiera tenido mala suerte con elvecindario, con el lugar donde vivía, conel colegio de su hijo, con la familia de sumarido…

Lógicamente, aunque con cara deextrañeza e inseguridad, Elena empezó adesgranar, una a una, todas las quejas desu vida; yo le seguía diciendo que buscasemás, que ahondase, que aún tendría másrazones para sentirse fatal, y ella lo hacía,

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pero llegó un momento que esto ya noparecía entusiasmarla demasiado y,directamente, me preguntó qué pretendíaal apretarla de esta manera. Mi respuestaera obvia, quería que empezásemos atrabajar de forma positiva, no teníasentido machacarse continuamente, ¿adónde le llevaba ese continuo desgarro?En definitiva, había llegado el momentode «cruzar la línea de salida» paraconseguir el objetivo que ella buscaba: asaber, ¡estar más satisfecha con su vida!

Poco a poco empezó a trabajar en surecuperación, y en lugar de compadecersecontinuamente, terminó haciéndose unaexperta en descubrir sus pensamientos.

Una vez dado este paso crucial,Elena logró ver cómo siempre que sesentía mal, previamente había tenido

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pensamientos negativos, del estilo de:«¡No puedo más!», «Sólo piensa en él, asíes imposible», «Vaya familia que tengo,todos van a lo suyo»… Al cabo de quincedías no tenía ninguna duda; si queríasentirse mal sólo tenía que seguirpensando las cosas que se venía diciendodesde nacía años, pero si conseguía darsecuenta en ese momento, y aún no estaba«muy encendida», podía razonar yexaminar sus pensamientos; de esta formaveía que muchas veces eran irracionales,y no se correspondían exactamente con larealidad; en ese instante trataba deracionalizarlos y cambiarlos y, poco apoco, volvía a recuperar el control de susemociones.

Cuando descubría que llevababastante tiempo con ese tipo de

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pensamientos, sin que se hubiera dadocuenta, notaba que difícilmente podíarecuperar ya el control, analizandosimplemente sus pensamientos; en estoscasos practicamos la «parada depensamiento», que consiste, como yaveremos más adelante, en «cortar»bruscamente los pensamientos que lecausan esas" emociones tan negativas.

Una vez pasado el estado deansiedad y recuperado el control,entonces Elena sí que podía entregarse aracionalizar esos pensamientos; es decir,a examinarlos, ver la correspondencia quetienen con la realidad y cambiarloscuando no se ajustan a ella. Pero podíasuceder, y de hecho ocurría muchas veces,que sus pensamientos eran racionales, quese correspondían con los hechos; no

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obstante, en esos casos, cuando ella veíaque le afectaban mucho emocionalmente,también los «cortábamos», para conseguirde nuevo el control de sus emociones.

Quizá algunas personas se preguntensi eso no es negar la realidad; suplanteamiento es bastante lógico, pero yoles pediría que analicen a qué nosconduce hundirnos emocionalmente; paraqué nos sirve perder el control,sumergirnos en una pena infinita odesgarrarnos ante lo que nos pasa; sobretodo, cuando no tenemos control sobreesas circunstancias externas. Quéadelantamos machacándonos alcomprobar que la vida es injusta, que hayniños que siguen sufriendo hambre ycalamidades, personas que padecenregímenes dictatoriales, jefes que actúan

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como si no tuvieran sentimientos,trabajadores que pretenden escalarposiciones pisando a sus compañeros…,¿no será mejor que canalicemos nuestrasenergías en aquellas acciones querealmente estén en nuestro campo deactuación? Seguramente no podremosluchar contra los intereses dedeterminados gobiernos omultinacionales, pero quizá podamoscontribuir a paliar al menos una pequeñaparte de los efectos que ocasionan. No setrata de ser insensibles, todo lo contrario,sino de ser eficaces y, como digo confrecuencia, cuando comprendemos que nosomos dioses, actuamos con racionalidady con todo el empeño para el que nuestrasensibilidad nos faculta.

A Elena le costó no adoptar una

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postura, según ella, «más combativa»,ante situaciones o hechos que considerabainjustos, y que realmente lo eran, peroterminó comprendiendo que lo único queconseguía con esa actitud eradesesperarse, no arreglar las cosas y…sufrir de forma «tan inútil comoprolongada». La verdad es que al final seterminó convirtiendo en una «experta» enla utilización de una serie de recursospsicológicos que, como ella decía, ¡lehabían cambiado la vida!

Los resultados no se hicieronesperar; curiosamente, pero no porcasualidad, la relación con su maridomejoró, según ella, de forma increíble.Con su hijo estableció una nueva«dinámica», que hizo que ambos sesintieran más escuchados y comprendidos

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por el otro; pronto asumió que era un buenchico, con una edad muy difícil. Con suscompañeros de trabajo llegó a pasárselo«tan bien» que le costó dejarlos cuando secambió a otro puesto de «más nivel».Mención aparte merece su jefa, durante eltiempo que estuvo con ella siguiópensando que era una persona injusta,desequilibrada e inmadura, quedescargaba sus insatisfacciones sobre losdemás, y se aprovechaba de su puestopara humillar a sus subordinados; peroconsiguió que los cambiantes estados deánimo que presentaba cada día ya no laafectasen, y llegó un momento en que sesintió tan por encima de ella, que su jefa,de nuevo curiosamente, pero no porcasualidad, experimentó una especie detransformación y dejó de meterse con

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Elena, la excluyó de sus «salidas detono», y de las vejaciones que seguíainfiriendo al resto del equipo. Fue muycurioso, porque incluso dos de suscompañeros llegaron a preguntarle sihabía descubierto algún «secreto»importante sobre la «jefa», pues semostraban muy sorprendidos ante elcambio de actitud que ésta habíaexperimentado con Elena. Nuestraprotagonista se sintió en la obligación decontarles la estrategia que le había dadotan buen resultado, pero éstos la miraronun poco impotentes y sorprendidos, y loúnico que acertaron a decir fue: ¡Laverdad es que tú realmente eres otrapersona desde hace unos meses!

No hace falta añadir que tambiéncambió la relación con sus padres y con

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sus amigos; recuperó alguna de sus viejasamistades y se integró muy bien en unnuevo grupo de personas con las quecompartía gustos afines. El nuevo enfoqueque Elena le había dado a su vida le habíapermitido dedicarse, entre otras cosas,¡tiempo a ella misma! Éste y otroscambios que experimentó le habíanabierto unas puertas y oportunidades queya creía muertas para ella. Elena por finhabía comprendido que sus pensamientoseran los responsables de sus emociones yque podía sentirse bien, aunque larealidad que viviese fuese difícil.

Podemos sentirnos bien, aunque larealidad que vivamos sea difícil

Los dichos populares suelen encerrar

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la mayoría de las veces, aunque nosiempre, grandes realidades. Es el casodel conocido refrán «Todo depende delcristal con que se mire».

No nos estamos refiriendo asituaciones límites, ya lo hemoscomentado con anterioridad, puesto que esimposible pretender que una persona seencuentre bien cuando acaba de vivir unhecho catastrófico (muerte de un serquerido o similar). Nos referimos a esecúmulo de situaciones, que se dan conmucha frecuencia, y que hacen que larealidad sea «difícil».

Pensemos, por ejemplo, en la vida delos estudiantes. Quizá aquí convendríamatizar; nos estamos refiriendo a losestudiantes que se toman sus estudios conseriedad, que, por cierto, en contra de lo

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que algunos podrían pensar son muchos.Estos chicos/as pueden vivir situacionesdifíciles casi a diario: cuando lespreguntan en clase, cuando ven que algunaasignatura no la comprenden bien, cuandose sienten desbordados e incapaces,cuando se preparan para los exámenes,cuando se están examinando, cuando sehan examinado y no se sienten satisfechos,cuando les dan determinadas notas…,cuando saben que otro suspenso significauna situación problemática…

Además de estos hechos, muycomunes a la mayoría de los estudiantes,seguro que todos conocemos algún casodel típico estudiante con excelentes notasque, al llegar a la universidad o alinstituto se vino abajo; empezó asuspender y sufrió una de las mayores

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crisis de su vida; ¡claro que para estaspersonas la realidad que viven en esosmomentos es muy difícil!

Pero podemos extender nuestroabanico a otras situaciones, tambiéndifíciles, como la persona que estádesempeñando un trabajo para el que nose siente capacitada, o que estando muycapacitada se desarrolla en unascondiciones laborales muy duras, o que nole gusta nada lo que hace, o que, aungustándole éste le absorbe todo su tiempo,impidiéndole su vida personal; o que letoca hacer todo el trabajo duro, perosiempre los méritos se los llevan otros…la verdad es que sobre situacioneslaborales podríamos continuar casi hastael infinito.

¿Y qué diríamos de las personas que

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«no trabajan» y, sin embargo, no paran entodo el día, incluidos los fines de semana?Nos estamos refiriendo, como no podríaser de otra forma, a una de las mayoresinjusticias de nuestra sociedad: elconcepto peyorativo que se da a las/osamas/os de casa. Desgraciadamente, estehecho está tan incardina- do en nuestracultura que nos parece lo más natural delmundo que aún sigamos preguntandoaquello de ¿usted o tú trabaja/s? En elpropio enunciado ya damos por hecho quesólo consideramos que puede elevarse ala categoría de «trabajo» a aquel que serealiza fuera del hogar o, para ser másexactos, que no tiene nada que ver con lastareas domésticas.

Estas circunstancias pueden danlugar a realidades difíciles, y es

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importante que empecemos, entre otrascosas, por no infravalorar situaciones quecon frecuencia están catalogadas como de«segunda». Nos evitaríamos discusionesinútiles. Con qué frecuencia oímosexpresiones del estilo: «Ya quisiera yoestar en tu lugar», «Te cambio ahoramismo el sitio», «¿De qué demonio tequejas?», «¡Tú sí que vives bien!»…Éstas y otras lindezas parecidas se repitenen la dinámica de muchos matrimonios,parejas, amigos, compañeros,hermanos…, y provocan incomprensionespermanentes.

Esperemos que después de estepreámbulo, la mayoría respetemos que,para cada persona, su realidad puede serdifícil; aunque desde nuestra perspectivanos cueste entenderlo.

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Pero, centrándonos en el enunciadode este capítulo: ¿Podemos sentirnos bien,aunque la realidad que vivamos seadifícil? Si analizamos nuestra experiencia,seguro que hemos conseguido sentirnosbien, al menos en algunas ocasiones, enque nuestra realidad era difícil.

El ser humano, por principio, sesiente más feliz cuando consigue unameta difícil que cuando logra algorápidamente y sin dificultad.

A la afirmación anterior tendríamosque añadir que esa felicidad serárealmente duradera cuando, paraconseguir sus objetivos, la personaemplee unos recursos y habilidades quesiempre están basados en unos principios

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éticos. El caso de Alfonso puede servir debuen ejemplo para comprender estassituaciones.

El caso de Alfonso

Alfonso tenía 46 años cuando estabaviviendo una de las situaciones másdifíciles de su vida profesional. Habíaocupado siempre cargos directivos endiversas empresas y ahora se encontrabacon un trabajo en peores condiciones enuna compañía de «segunda fila», donde noapreciaban su verdadero potencial. Lepagaban la mitad de lo que había ganadoen los últimos años, y los demás leconstreñían enormemente los contenidos adesarrollar en su puesto.

Su situación familiar tampoco era

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«como para tirar cohetes». Su mujer seencontraba bastante insatisfecha con él,incluso resentida, pues estabaacostumbrada a gastar «sin miramientos»y culpabilizaba a su marido de lasituación actual. Constantemente lepreguntaba que por qué había tenido quecambiar tanto de trabajo, si hace años yaocupaba un puesto importante. Al final,sus argumentos siempre terminaban en unafrase lacónica: «¡Ya ves adonde nos hallevado tu manía de no quedarte quieto enun sitio!»

Alfonso había intentado, hasta ladesesperación, hacerle comprender a sumujer que estábamos inmersos en unasituación de crisis económica a nivelinternacional, y que eso siempre tienerepercusiones en el mundo empresarial;

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pero ella sólo entendía que no podíarealizar en ese momento una reforma en sucasa que le apetecía mucho, después dever cómo había quedado la obra de unavecina. Su mujer «no trabajaba fuera delhogar», y le parecían excusas losargumentos de su marido.

Con los hijos la situación tampocoera muy distinta. Alfonso, a pesar de suscargos directivos, siempre había sido muyniñero, le encantaban los crios y se habíavolcado «literalmente» en la educación yel cuidado de sus hijos. En esosmomentos, Alfonso y Carlos, que eran sushijos, estaban viviendo la típica etapa deadolescentes; se mostraban menoscariñosos de lo habitual, con una clarainclinación a querer salir cada vez máscon sus amigos, y a dejarse influenciar

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por éstos, en detrimento del mediofamiliar. Seguían teniendo una relaciónaceptable con su padre, pero sus estudiosempezaban a resentirse, a la par quellegaban las primeras broncas por sussalidas; no se ponían de acuerdo en lahora de volver a casa y, en algunasocasiones, habían llegado con clarosindicios de haber fumado, incluso dehaber bebido, más de la cuenta.

Ante este panorama Alfonso habíaempezado a sentirse mal físicamente; cadavez eran más continuos sus dolores deespalda, de cabeza, de huesos…; prontoestas dolencias dejaron paso a otrasmanifestaciones más típicas de ansiedad:presión en el pecho, palpitaciones,dificultad para conciliar el sueño,

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pensamientos negativos…Finalmente, su médico le había

aconsejado ir a un psicólogo.La verdad es que Alfonso no tenía

buen concepto de los psicólogos y veníamás escéptico que otra cosa. Este hecho,en principio, no constituye un buencomienzo, pero suele ser bastantehabitual; desgraciadamente, lospsicólogos no tenemos «buen cartel» paramuchas personas; con frecuencia piensanque somos poco serios y nada rigurososen nuestro trabajo, y en las primerassesiones están muy expectantes y alertasal mínimo indicio de incompetencia pornuestra parte.

Lo cierto es que Alfonso pronto sedio cuenta de que a mí, personalmente,tampoco me gustaban nada esas

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intervenciones en las que se crea unadependencia enfermiza hacia la figura delpsicólogo. Por otra parte, le tranquilizómi experiencia en el mundo de la empresay, además, se sintió aliviado cuandocomprendió fácilmente las dificultadesque empezaban a surgir en la relación consus hijos.

Lo que más nos costó, antes dearrancar de verdad, fue la negativa quemantenía al principio Alfonso aconsiderar que su situación laboral, laincomprensión de su mujer y la difíciletapa que estaban viviendo sus hijos, nofueran los únicos responsables de todossus «padecimientos» e insatisfacciones.

Se había quedado sin fuerzasintentando, de forma desesperada en losúltimos meses, volver a cambiar de

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empresa. En aquellos momentos su estadohabitual era de «aceleración permanente».Sus pensamientos cada vez se mostrabanmás negativos y catastrofistas y, día a día,todos sus amigos y las personas cercanasle preguntaban qué le sucedía, pues habíaexperimentado un notable deterioro físico.

Alfonso había concentrado todos susesfuerzos en «huir» de la difícil situaciónque estaba viviendo, en lugar de pensarque la «salida» estaba «dentro de símismo».

Una vez que aceptó que suspensamientos causaban sus emociones,estuvimos cuatro sesiones confrontando,uno a uno, todos los pensamientos quehabía registrado, y apuntado, durante lasúltimas semanas. La teoría de Alfonso esque sus pensamientos eran absolutamente

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racionales, por lo que no tenía quededicarse a analizarlos; para él, lo lógicoera dirigir sus esfuerzos a «cambiar larealidad»: conseguir otro trabajo, elevarde nuevo sus ingresos, que sus hijosvolvieran a ser «razonables»…

Afortunadamente, Alfonso, gracias alintenso trabajo realizado por su parte, y aque él siempre estuvo dispuesto a buscarla solución a su situación, poco a poco fuedándose cuenta de que, de formainexplicable para él al principio, cada vezse encontraba mejor, y con ánimos parasuperar las dificultades del día a día.

Constantemente tuvimos que hacerconfrontación de sus pensamientos,analizarlos uno a uno objetivamente ycompararlos con la realidad; igualmente,en situaciones de tensión máxima, donde

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le era imposible controlar sustaquicardias, su sudoración o su presiónen el pecho, hacíamos «parada depensamiento» y autoinstruccionescontinuas, hasta que conseguíamos elcontrol de la situación (se explicanpormenorizadamente ambas técnicas enotro capítulo).

Alfonso asumió que la realidad eradifícil para muchas personas y quelamentarse o enfadarse con esa situaciónno sólo no arreglaba nada, sino queademás le hacía sentirse cada vez másimpotente e incapaz.

Empezó a cuestionarse primero, ydejar atrás después, los pensamientos quese venía repitiendo de forma machaconalos últimos meses. Por suerte, dejó depensar aquello de: «No es justo lo que me

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está pasando, mi mujer en lugar deayudarme aún me hunde más con suscomentarios; mis hijos se han vueltoegoístas y sólo saben pedir e ir comotontos detrás de los cabecillas, misamigos ya veo yo lo que me aprecian,cuando no te pueden sacar algo dejan dellamarte; en realidad, les he importadosiempre una mierda, por eso ahora no danseñales de vida…»

Por fin llegó un momento en que sedio cuenta de que con estas frases sóloconseguiría seguir sintiéndose mal. Poco apoco vio que, en su lugar, «podía hacermuchas cosas». Podía pensar, porejemplo, que su actual trabajo era una«inversión» que, llevada inteligentemente,nos serviría para saber lo que no queríahacer, y cómo empezar a diseñar lo que

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podría ser su trabajo futuro; de momentoesa «inversión» le proporcionaba unosingresos que, aunque limitados, eransuficientes para cubrir sus necesidades.Aprendió que tan importante como «ganarmucho» es «controlar lo que gastamos».Volvió a saber la emoción que se sientecuando consigues algo a lo que te hacostado un gran esfuerzo acceder. Nopoderse comprar lo que se le antojarahizo que se sintiera muy bien, no sólocuando por fin lo conseguía, sino mientrastrabajaba y se esforzaba en lograrlo.

Sus hijos también aprendieron lasatisfacción que se siente al conseguir lascosas a través de tus propios esfuerzos,ganándotelas de verdad, aplazando suconquista, no teniéndolo todo de formainmediata. Uno de ellos, de forma abierta

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y sincera, le dijo que le gustaba bastanteeste periodo «de pobres» que estabanviviendo, porque le estaba ayudando amadurar, se sentía mejor consigo mismo ymenos egoísta con los demás.

La relación con su mujer no mejoróde forma tan notable, pero aprendieron denuevo a hacer algunas cosas juntos, quehabían olvidado hacía años.Redescubrieron lo saludable queresultaba caminar, y cómo muchascomidas caseras eran más apetecibles quelos platos de grandes restaurantes, sobretodo porque, además, habían conseguidocambiar los grandes silencios porpequeñas tertulias. Su mujer se sintió denuevo más valorada por Alfonso yempezó a verlo más como una persona decarne y hueso, que se esforzaba por salir

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de la situación difícil que estabaviviendo; aunque le fastidiaba que ya notrajera tanto dinero a casa y hubierantenido que suspender un viajeprogramado.

Después de unos meses de rodaje delas nuevas habilidades y recursos queestaba desarrollando, especialmente anivel psicológico, se produjo un grancambio a nivel profesional. Cuando yapensó que controlaba bien sus emociones,se sintió más seguro consigo mismo y seatrevió a dar «el paso» que tantas veceshabía pensado; se marchó a trabajar conun grupo de antiguos compañeros quehabían montado una pequeña empresa.Esta era una opción que siempre le habíaatraído, pero no lo había hecho, entreotras cosas, porque dos de los integrantes

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del equipo le caían «mal» a nivelpersonal, y siempre había creído que sidaba el paso tendría que ser con un grupode gente que pensara en todo como él. Denuevo, curiosamente, pero no porcasualidad, descubrió que esoscompañeros eran bastante eficaces e,incluso, con uno de ellos terminódesarrollando una buena amistad; con laotra persona siguió manteniendo algunadistancia, pero había conseguido que supresencia no le incomodase lo másmínimo.

Una vez que Alfonso se convenció deque las cosas no tienen por qué ser comoqueremos en todo momento, ni que laspersonas han de comportarse comoesperamos, se dio cuenta de que, pordifícil que fuesen en cada momento las

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circunstancias, siempre había cosas que élpodía hacer. Así recuperó la seguridadque casi siempre le había acompañado yla ilusión que no había sentido en losúltimos meses.

Las situaciones podían ser difíciles,muy difíciles, pero siempre, incluso enesos momentos, seguía teniendo laposibilidad de sentirse bien consigomismo. Cuando comprendió esta realidad,las cosas parecieron ser más accesibles.

Nuestro amigo aprendió además unprincipio clave: el presente nos pertenece.

NO NOS ENGAÑEMOS: ELPRESENTE NOS PERTENECE

Con frecuencia nos sentimos«prisioneros» ante diversas

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circunstancias, y podemos pensarerróneamente que nuestro presente no nospertenece. Esta es otra de las ¿deasirracionales más extendidas, y que cuentacon más seguidores.

Es verdad que es fácil sentir quetienes «hipotecado» gran parte de tupresente y futuro cuando acabas de firmarunas letras altísimas, a las que tendrás quehacer frente durante los siguientes veinteaños de tu vida. Asimismo, la pareja o lamujer que descubre que, contra suvoluntad, viene un bebé de camino, puedepensar y sentir: «¡ Qué mala suerte!»,porque ha hipotecado gran parte de susproyectos, porque irremediablemente supresente o futuro inmediato ya no le/lespertenece. Algo parecido, salvando laslógicas distancias, piensa el estudiante

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que ha suspendido en junio, y que tieneque «apretar» durante el verano si quiereaprobar en septiembre; seguramentesentirá que ese presente, al menos eseverano, no le pertenece. Los ejemplospodrían multiplicarse casi de formaindefinida, ¿quién no ha sentido o sienteque su presente no le pertenece?

Sin embargo, afortunadamente, estacreencia es errónea; al menos en granparte. Aunque en los próximos meses oaños tengamos que madrugar todos losdías laborables, aunque tengamos quetrabajar por un sueldo que siempre se nosantoja injusto, tengamos que dejarnos laspestañas en los libros, o las energías enintentar sacar adelante a unos chicos quemás bien parecen nuestros enemigos…; apesar de todo, siempre conservamos un

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principio de libertad. Quizá tengamos quepasarnos las siguientes ocho horasfregando sin parar, o trabajando en unafábrica, en una cadena de montaje, que teimpide descuidarte lo más mínimo; oentrando a las ocho de la mañana yterminando a las diez de la noche. A pesarde todo, tenemos la libertad de nuestrospensamientos; podemos hacer nuestrotrabajo canturreando por dentro omachacándonos sin piedad; podemos amaro desechar, querer o aborrecer, sonreír ollorar, gritar o conversar…

El caso de Amaya

Amaya sólo tenía 17 años cuando laconocí. Era lo que suele decirse una granchica: estudiosa, responsable, con buenos

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sentimientos, mucha fuerza de voluntad,bastante madura para su edad, muypopular entre sus compañeros…, peroacababa de sufrir un episodio físicotremendo. Después de varios días en elhospital, le habían diagnosticado unaenfermedad degenerativa, que parecíaprivarle del futuro que con tanto esfuerzose estaba ganando.

Como siempre en estos casos, elgolpe lo acusaron más sus padres que lapropia Amaya; seguramente por ciertaignorancia sobre la gravedad de suenfermedad, pero también por esacapacidad de adaptación tan tremenda queparece tener el ser humano.

Siguieron meses de trabajo intenso,donde el principal baluarte fue la fuerza yla voluntad que puso Amaya.

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En condiciones físicas muy precariasabordó lo que entonces era el COU (hoy,2o de Bachillerato); durante todo el cursocompatibilizó sus estudios con sesionesde relajación, con prácticas dereestructuración cognitiva -autocontrol yestrategias de pensamientos- y conpequeñas crisis físicas, producto de suenfermedad, que condicionaban enextremo su libertad de movimientos.

La realidad es que Amaya venció, entoda regla, los imponderables de suenfermedad, y lo consiguió no por suterapeuta, sino por la enorme fuerza devoluntad que puso desde el principio y,sobre todo, por su plena confianza en símisma; siempre pensó que lograríasuperarlo y encaminó todos sus esfuerzos

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y energías a conseguirlo. Continuamentese decía a sí misma frases como: «¡Sé quelo voy a superar!», «¡Estas crisis vienenen el peor momento -exámenes osituaciones de mucho trabajo-, pero novoy a dejar que puedan conmigo!», «¡Mefastidia mucho sentirme tan condicionadafísicamente, pero sé que puedoconseguirlo!…»

Creo que pocas veces he visto a unapersona con tanta entereza y confianza ensí misma; en lugar de hundirse, qué habríasido lo fácil, reaccionó con toda lainteligencia emocional del mundo: no dejóque sus energías se perdiesen en lamentos,las juntaba y dirigía para saltar cadabache que llegaba, cada barrera que seinterponía, cada crisis que se presentaba.

No dejó, a pesar de las

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circunstancias adversas, que dejara depertenecerle uno solo de suspensamientos; no entregó ni un día sinesfuerzo; no dejó que nadie ni nada learrebatase su presente. Al final,consiguió terminar brillantemente el COUe hizo una de esas carreras que todo elmundo considera como «muy difícil».

En la actualidad lleva cuatro añostrabajando, con un nivel de rendimientotan alto como el de la persona másproductiva de su empresa y con un futuroespléndido, al menos desde el punto devista profesional. La enfermedad está «tanparada» que los médicos se cuestionan sisu diagnóstico fue exacto o estuvoequivocado durante años.

No queremos entrar en hipótesisinciertas; lo cierto es que Amaya ha sido

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capaz de vencer, o al menos convivir, consu enfermedad; ha destrozado todos lospronósticos tenebrosos que se ceñíansobre ella; ha conseguido un nivel demadurez muy superior al de cualquierpersona de su edad; pero, sobre todo, haconseguido ser dueña de su vida, de supresente y, estamos seguros, de su futuro.

Amaya confió en sí misma, no serindió en ningún momento; no se entregó ala autocompasión, a la desesperanza, aldesconsuelo… a la falta de ilusión, a laausencia de vida. Decidió luchar yconsiguió «poner su cerebro a su favor, noen su contra». Y lo hizo controlandoprimero sus pensamientos y despuésponiéndolos al servido que perseguía, yque no era otro que recuperar su presentey conquistar su futuro. Quizá algunos

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puedan pensar que no hay demasiadaspersonas como Amaya, que más bien esuna excepción; y es verdad que es unapersona muy especial, pero su mérito nofue tanto su excepcionalidad, sino suconfianza en sí misma; su capacidad delucha y su decisión clara y firme de quenada le podía arrebatar la vida que ellaquería.

Cuando una persona tiene estaconvicción, ni la muerte es capaz defrenar esa vida que lleva dentro.

Pero no todos los casos tienen queser tan especiales; tanto en el contexto dela consulta, como en mi vida cotidiana, heasistido a muchas historias que nosdemuestran lo mismo: el presente nospertenece, si tenemos la firme voluntad deque así sea. Si miramos a nuestro

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alrededor, y lo hacemos «con ojos dever», encontraremos personas que hansabido hacer «propio» su presente; esdecir, que han superado las circunstanciasadversas que tenían y han conquistado,también, su cuota de libertad y felicidad.

No nos confundamos, no hay nadaque pueda arrebatarnos nuestro presente;incluso en las circunstancias físicas másduras que nos podamos imaginar, siemprenos pertenecerán nuestros pensamientos y,con ellos, nuestras emociones.

Si lo pensamos despacio,comprenderemos por qué hay personasque siguen buscando la felicidad, inclusoen los momentos más adversos, ypersonas que lo que persiguenconstantemente es encontrar lainsatisfacción, incluso en los hechos más

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favorables. Pronto pasaremos a formarparte del «primer grupo» si aprendemos aextraer lo «útil» de todo lo que hemosvivido.

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Capítulo 2

Sacar lo «útil» de todo lo que hemosvivido

Aprendamos de nuestro pasado

Exponíamos en el capítulo anteriorque las personas sabias siempre siguen lamáxima «Cada instante de tu vida tienesentido si aprendes de él», y, si lo haces,los siguientes instantes serán mássencillos.

¿Cuánta sabiduría esconde nuestro

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pasado? La respuesta más lógica sería quenuestro pasado atesora toda la sabiduríaque encierra nuestra vida. No obstante,hay personas que dilapidan este legado ylo borran como si no hubiera existidonunca. Parece que hubieran nacido ayer, ypor ello se encuentran sin defensas nirecursos para enfrentarse a su vida actual.

Resulta comprensible que en unprimer momento reneguemos de un pasadoque nos ha resultado doloroso; pero si lohacemos de forma permanente estaremosenfrentándonos a un presente con «lasmanos casi vacías», al menos vacías delaprendizaje que hubiéramos podidoextraer de los acontecimientos que hemosvivido.

Hay muchas personas que siguencometiendo este error, y lo hacen casi sin

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darse cuenta, pensando que no quierenabrir viejas heridas; cuando la realidad esque éstas nunca dejaron de sangrar,porque nunca llegaron a cicatrizar. No setrata de ponernos a «hurgar» sin piedad yenfrentarnos sin defensas ante hechosdifíciles, que aún no hemos asimilado;nada más lejos de nuestra intención, esmás, siempre decimos que cuando nossintamos mal, primero tenemos queconcentrar nuestras energías en salir deesa situación, y sólo cuando lo hayamosconseguido estaremos en disposición deaprender y superar viejos pensamientos,que nos produjeron vivencias dolorosas.Una vez realizado este ejercicio, nosencontraremos en la mejor de lasdisposiciones para enfrentarnos congarantías de éxito a los retos que el futuro

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nos depare.Cuando han pasado años de un

determinado hecho, y éste aún nos siguedoliendo, la causa no la debemos buscaren el hecho en sí, sino en las ideas queaún nos repetimos acerca de eseacontecimiento. Si en un determinadomomento de nuestra infancia fuimosinjustos con algún/a amigo/a y le hicimosuna faena auténticamente reprobable, alcabo de los años no podemos justificarnuestro malestar diciendo que aquel hechosigue presente en nosotros; no nosconfundamos, aquello pasó hace muchosaños y, si hoy sigue persistiendo, se debea que continuamos repitiéndonos, una yotra vez, una serie de frases interiores quenos provocan unas emociones muydesagradables. No podemos sentirnos

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bien cuando no paramos de decirnos:«¿Cómo fui capaz de hacer algo así?»,«¡No me lo perdonaré nunca!», «¡Quéfalta de sensibilidad la I mía!», «¡Cómopodía divertirme haciendo una faena jsemejante!», «¡Si la gente lo supiera, nome mirarían a la cara!…»

Sufrir inútilmente es uno de lospeores ejercicios que podemos hacer connosotros mismos. No se trata de que «nospermitamos todo», en absoluto, sino deque cultivemos hábitos sanos ysaludables. Y no tiene nada de sano nisaludable que, al cabo de los años, nosestemos machacando con algo que, pormuchas vueltas que le demos, nopodemos conseguir que no hubieraocurrido.

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Lo que sí podemos hacer es«actuar», en la medida que aún nos seaposible. La mayoría de las veces la«actuación» será con nosotros mismos,controlando esos pensamientos yhaciéndolos más racionales, pero si unavez hecho este ejercicio de «sensatez»aún pensamos que debemos, en algunamedida, reparar lo que hicimos, nospondremos «manos a la obra».

En el ejemplo que nos ocupa, si no lohemos hecho antes, podemos intentarhablar con ese amigo, si es que esposible, y preguntarle si se acuerda deaquella situación. Es muy probable quetan siquiera lo recuerde, pero si así fueray, además para él resultara dolorosa suevocación, algo muy improbable, le

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pediremos disculpas y le diremos que,honestamente, no sabe la cantidad deveces que nos hemos arrepentido de ello.Nadie con un equilibrio mínimo intentarápasarnos factura por aquello, pero, si lohiciera, nos corresponde a nosotros, ysólo a nosotros, decirnos que no tienesentido pasarnos la vida lamentándonospor cosas que no podemos conseguir. Sino consiguiéramos contactar con nuestroamigo, daremos el tema por zanjado eintentaremos poner a trabajar nuestramente en aquellas cosas que sí dependande nosotros.

Recordemos que como humanos nosequivocamos y nos seguiremosequivocando, y una parte de nuestramadurez consistirá en aprender de

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nuestras equivocaciones pasadas y«poner los medios» para que éstas novuelvan a suceder o se repitan en elfuturo.

Pero ¡cuidado!, cuando pensemosque necesitamos preguntar por ese sucesoal amigo/a implicado/a, espero que lohagamos en un contexto de buen humor,pues, de lo contrario, nuestro amigo/a seextrañará y hasta se asustará pensando:«¡Cómo es posible que nos machaquemosde esa forma!» Si trabajamos bien elcontrol de nuestros pensamientos, notendremos que llamar a las personas conlas que pudimos ser injustos, máxime sifue algo que sucedió hace tiempo. Sonnuestros pensamientos los que puedenestamos jugando «una mala pasada», y ya

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es hora de que los pongamos «en regla»para que superemos definitivamente esatristeza o ese dolor que les acompaña.Hay personas, como Andrés, que parecenno querer perdonarse nunca.

El caso de AndrésAndrés cometió el típico error hace

unos años, en el transcurso de un viaje detrabajo, que le costó la relación con sumujer y la tranquilidad consigo mismo.

Al cabo de mucho tiempo, Andrésseguía reprochándose cada día lo quehabía hecho. Estaba «tirando» su vida,pensando inútilmente en algo que ya nopodía cambiar, pues, repetimos, nopodemos modificar o reinventar elpasado.

Andrés constantemente se decía a sí

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mismo: «No tengo perdón, he machacadomi vida y la de mi familia, nunca podrésuperarlo, ¡cómo pude ser tan débil!, novolveré a ser feliz…» Repitiéndose estospensamientos sólo había conseguido,como él decía, sentirse como «un gusanoque no merecía vivir».

Pocas veces, en el transcurso de unaterapia, resultó tan difícil que una personaempezara a «perdonarse», a concederseque aún merecía vivir, a darse cuenta deque estaba siendo tremendamente injustoconsigo mismo y que, además, con suactitud, poco ayudaba a los que, según él,había hecho sufrir. Muchoscondicionantes actuaban en contra deAndrés, entre ellos la educación que habíarecibido, el sentimiento de culpa queconstantemente se provocaba, la actitud

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de censura de su familia, su excesivavulnerabilidad…; en definitiva, su propiacondena, su muerte en vida.

Tuvimos que trabajar hasta laextenuación con la «parada depensamiento», pues el SNA, el que menospodemos controlar, se le disparaba de talforma que le impedía razonarmínimamente. Cada vez que se repetía quesu vida ya no tenía sentido cortábamos deraíz esas frases interiores; poco a pocofue capaz de adquirir control sobre suspensamientos. En ese momento realizamosuna y mil confrontaciones; en éstas,Andrés analizaba objetivamente larealidad, hasta que empezó a darse cuentade que machacándose sin piedad no iba aconseguir cambiar o «redimir» su vida,sino todo lo contrario.

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Empezó a comprender que él nohabía querido hundir a su familia, que, enefecto, había cometido un errorimportante, pero se cometen y lo mejor essalir de ellos. El, sin pretenderlo,superponía cada día nuevos errores alerror origina], cada vez que se decía queno era digno de seguir viviendo seequivocaba y se hundía más en ese pozoen el que se había metido hacía años.

Cuando por fin aceptó su dimensiónhumana, y como tal la posibilidad dehaber cometido y poder cometer nuevoserrores, empezó a remontar; suspensamientos comenzaron a ser racionalesy al cabo de unos meses había aprendidolo «útil» de todo lo que había vivido. Sedio cuenta de que tenía derecho a vivir,que ese castigo que se inflingía era tan

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cruel como estéril, que con morirse dedolor cada día no conseguiría borrar oque no hubiese pasado lo que en su díaocurrió; descubrió que sonriendo,mirando con esperanza y diciéndose a símismo que aún podía hacer cosasmaravillosas, sería mucho más justoconsigo mismo y avanzaría en sudimensión humana.

Andrés había experimentado en suspropias carnes los errores típicos de unaeducación que nos había enseñado a«sufrir inútilmente».

¿POR QUÉ NOS ENSEÑARON ASUFRIR?

¿Alguna vez nos hemos parado apensar, cuando éramos pequeños, cuántas

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veces hemos sufrido inútilmente?Nos hemos pasado parte de nuestra

infancia preocupándonos «a lo tonto».Fácilmente nos agobiábamos por lo quesucedía a nuestro alrededor: sufríamos siun amigo se enfadaba con nosotros, si nospeleábamos con nuestros hermanos; sinuestros padres nos miraban enfadados, sinos regañaban, si pegábamos a otrosniños, si nos pegaban, si rompíamos algo,si hacíamos trastadas…

Curiosamente, también nuestrospadres y los adultos que nos rodeaban sepreocupaban con una facilidad increíble;los motivos parecían no importar, todoconstituía una buena excusa para sufrir, yse pasaron gran parte de esos años en«alerta» permanente. Lo pasaban mal porsi nos poníamos enfermos (cuando las

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pequeñas enfermedades son una compañíaconstante en los niños); seguían sufriendocuando creían que éramos muy trastos o,por el contrario, demasiado formales; denuevo se agobiaban si parecía que nocompartíamos las cosas, o si lasdejábamos demasiado; si estábamossiempre protestando, o si noprotestábamos nunca; si nos pasábamos eldía pidiendo cosas, o si no nos atrevíamosa pedir nada… El caso era «no vivir».

Con estas enseñanzas, curiosamente,cuando éramos niños aprendimos a estar«atentos» ante cualquier situación quepudiera ser motivo de disgusto, pena oenfado; tanto para nosotros, como para losque nos rodeaban.

La educación, ayer y hoy, parece ir

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«al revés». En lugar de sensibilizar a losniños hacia lo positivo, hacia lo quehacen bien, hacia lo que les puede darseguridad y confianza en sí mismos, lessensibiliza hacia lo que les puedeperturbar, inquietar, producirintranquilidad, inseguridad ydesconfianza.

¿Cómo es posible que nosequivoquemos de esta manera? Porque locierto es que estas premisas tienenconsecuencias nefastas para la vidapresente y futura de los niños a los quehoy les enseñamos a sufrir, y que mañanase convertirán en alumnos entrenados yaventajados, que aprovecharán cualquierexcusa para seguir sufriendo. Pero; no nosequivoquemos!, que nadie piense que los

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niños o los adultos somos masoquistas,simplemente nos han programado para«pasarlo mal» a la mínima oportunidad.Muchas inseguridades y frustracionestienen su origen en esas desgraciadasenseñanzas que nos inculcaron depequeños.

Hay personas que consideran queeste aprendizaje era algo absolutamenteprogramado. Piensan que enseñándonos asufrir es más sencillo controlarnos deadultos, porque somos más fáciles decondicionar. Quizá algunas religiones odeterminados «poderes fácticos»encuentren un buen caldo de cultivo enestos principios, pero no es el objetivo deeste libro analizar esos postulados,aunque a nadie se le escapa el viejoaxioma de que «quien controla la

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educación, controla el poder». Lo ciertoes que los adultos de nuestro entornoseguramente nos enseñaron a sufrir,porque eso era lo que ellos habían vivido,lo que también habían aprendido, lo quecreyeron que debían transmitirnos, o loque nos transmitieron sin percatarse de latrascendencia de lo que estaban haciendo.

Sin duda, éste fue uno de los grandesfallos de la educación que recibimos;pero lo importante no es lamentarlo, puessería inútil, sino ser conscientes de estosfallos, para poder superarlos y norepetirlos con las nuevas generaciones.

¿En qué falló la educación querecibimos?

Ante esta pregunta, inevitablemente,

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muchos responderán que la educación querecibimos falló «en todo». Desde el puntode vista psicopedagógico falló enprincipios absolutamente esenciales.

Cuando analizamos cómo ha sido laeducación hasta hoy y, lo que es peor,cómo sigue siendo mayoritariamente, nosdan ganas de tirar muchos postulados «porla borda» y decir aquello de: «¡Hagamoslo contrario y acertaremos!» Cuando noshan enseñado a fijarnos de forma casiexclusiva en lo negativo que hay a nuestroalrededor, indefectiblemente, casi sindarnos cuenta, hemos aprendido a estarsiempre «en guardia», para corregir a lamínima oportunidad al que supuestamenteha hecho «algo mal». Ese principio, tanclaro en psicología, sobre la importanciadel «refuerzo», del reconocimiento, de

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animar a las personas, de congratularnoscon sus logros, sus avances…, sigueestando «sepultado», en aras del castigo,de la humillación, de la agresividad, de ladureza que a veces encierran nuestrasllamadas de atención.

Si tuviéramos que exponer los fallosde la educación que recibimos, nopodríamos por menos que enumeraralgunas de las grandes equivocaciones enque se sustentaron, entre las que cabe citarlas siguientes:

þ Fijarnos en lo negativo y no en lopositivo,

þ Sancionar en lugar de reforzar.þ Imponer, en lugar de dialogar.þ Emplear el deber y el miedo, en

lugar de la motivación.

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þ Potenciar:

1 . El seguidismo, en lugar delrazonamiento.

2 . El inmovilismo, en lugar de lacreatividad.

3. La dureza, en lugar del afecto.4 . La insensibilidad, en lugar de la

sensibilidad.5 . La tristeza, en lugar de la

alegría.6 . La derrota y el pesimismo, en

lugar de la esperanza.7. La desconfianza y la ruindad, en

Jugar de la confianza y la transparencia.8. La inseguridad, en lugar de la

seguridad.

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9 . La humillación, en lugar de laautoestima.

1 0 . El egoísmo, en lugar de lagenerosidad.

Pero lo peor es que estos fallos nosólo se siguen cometiendo en la educaciónde los niños, los adolescentes, los jóvenesy los adultos de hoy, sino que se hanpotenciado, al calor de la sociedad deconsumo que nos arrolla, cuando noahoga, a las personas, supuestamente«privilegiadas», que disfrutamos de lasllamadas «culturas avanzadas» de lospaíses desarrollados.

þ El consumismo impera sobre elconsumo sostenible.

þ La intransigencia sobre la

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flexibilidad.þ El dogmatismo sobre el respeto a

la inteligencia.þ Las «mentes cerradas» sobre las

«mentes abiertas».þ La reacción y el estrés sobre la

acción y la salud.

Hemos de potenciar el equilibrio, lamadurez, el autocontrol y desterrar latiranía, la manipulación, lainsolidaridad, el narcisismo, eldesequilibrio y la insatisfacciónpermanente. Porque debemos saberdisfrutar de nuestra vida, de esabúsqueda sana y transparente de lafelicidad.

Pero… ¿existe alguna defensa? La

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verdad es que no es fácil defendernos detodo aquello que se ha ido «grabando» alo largo de nuestra vida, y no sólo por laeducación que hemos recibido, también através del bombardeo a que nos siguensometiendo los medios de comunicación,por la influencia de las ideas de los quenos rodean, por nuestra propiaexperiencia… Ese «legado» se apoderade nosotros sin darnos cuenta y, derepente, nos sorprendemos defendiendocosas que no resisten el mínimo análisis,pero que se manifiestan de forma«automática».

¿Nos hemos fijado en las discusionesde pareja? Seguramente nos llaman más laatención cuando las vemos a nuestroalrededor que cuando somos losprotagonistas. En el primer caso, nos

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sorprende que uno de los dos integrantes,o ambos en muchas ocasiones, se«encierren» en argumentos inamovibles, ymuchas veces irracionales. Parece mentiracon qué vehemencia se defiendenincoherencias o principios que no resistenel razonamiento más elemental. ¡Pero quédifícil nos resulta ser objetivos cuandosomos nosotros los protagonistas!

La realidad es que cuesta muchopercatarse de la cantidad de ideasirracionales que aún persisten ennosotros. Sólo cuando hemos aprendido adialogar con franqueza, y sentimos lasuficiente seguridad en nosotros mismos,como para no desequilibrarnos con laconstatación de nuestros fallos ocreencias erróneas, estaremos endisposición de descubrir estos

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pensamientos «foráneos» que aún noslimitan y nos condicionan. Pero ¡no nosengañemos! Si es difícil «sacar a la luz»esas ideas irracionales, más complicadoserá eliminarlas. Nos sorprenderemosmuchas veces, más de las que pensamos,defendiendo aún esas ideas que yacreíamos superadas en nosotros.

El ser humano aprende a sellar suscreencias «a fuego» y le resulta muydifícil «escindirlas». Posteriormentecomienza el proceso de sustituirlas porotras más racionales; pero aún hay unaúltima fase: integrar estos pensamientosen nuestra vida cotidiana, pues nohabremos logrado nuestro objetivo hastaque los hayamos automatizado.

Darnos cuenta de una conductaequivocada no significa que estemos en

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disposición de sustituirla por otra másapropiada. Pensemos, por ejemplo, en eltema del tabaco. La mayoría de losadultos sabemos que fumar es malo parala salud; incluso que puede provocarnos oacelerarnos la muerte; sin embargo, elconocimiento de esta realidad no nosfaculta para superar inmediatamentenuestra dependencia y cambiar nuestraconducta de fumador a no fumador. Algoparecido nos ocurre con los hábitos. Sóloel «entrenamiento», y no únicamente lavoluntad, permite a las persona cambiarsus hábitos.

En muchas ocasiones algunaspersonas me preguntan si son neuróticas.Suelo responder a su vez preguntando quéentienden por neurosis y, ¡como no podríaser de otra forma!, me dan respuestas que

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me permiten aprender muchísimo sobreellas mismas, y sobre el entorno que laspues… ¿quién, a pesar de ser inteligente,no se complica la vida innecesariamente yhace tonterías? A poco que miremos anuestro alrededor, descubrimos múltiplesejemplos, muchos en nosotros mismos. Noresulta fácil liberarnos de las ideas y losprejuicios absurdos que nos acompañan,pero sí podemos intentar que, poco apoco, dejen de condicionamos de formanegativa. El procedimiento sería muyclaro:

A. No podemos paramos a pensar sicada idea que tenemos es racional oirracional, ¡bloquearíamos nuestra vida yterminaríamos con la paciencia de los quenos rodean!

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B. Sí podemos cuestionamosaquellas ideas, aparentemente nuestras,que provocan dolor. El dolor a veces sólolo sentimos nosotros; en otras ocasionestambién lo sufren las personas próximas.En ambos casos nos plantearemos lanecesidad de realizar un análisis riguroso;lo que en psicología llamamos«confrontación», que como dice LucienAuger*: «No tiene nada de misterioso. Esfundamentalmente un proceso decomparación. Se trata de que uno tome lasfrases que se dice a propósito delacontecimiento que sea y compruebeatentamente su exactitud, las compare conlo real y examine si describenexactamente la realidad. Si constata queesas frases interiores no se correspondencon la realidad, tiene que desecharlas y

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reemplazarlas por otras más exactas quese ajusten más fácilmente al mundo talcomo es (y no tal como, infantilmente,desearía uno que fuese).»

Analizaremos el caso de «Carmen»para ayudarnos en la confrontación de susideas no realistas.

El caso de Carmen

Carmen tenía 39 años cuando laconocimos. Era una persona universitaria,que había decidido dedicarseíntegramente a su familia y no trabajarfuera de su casa. Aparentemente sellevaba muy bien con su marido y teníatres hijos que mostraban un desarrollomuy normal en todos los ámbitos de sus

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vidas. Sin embargo, ella se sentíatremendamente insegura y se reprochabacontinuamente sus actuaciones.

Aunque su marido estaba muyenamorado de ella, Carmen pensaba quese terminaría cansando de sus «tonterías»y llegaría un momento en que seencontraría atrapado y con ganas deliberarse. Sus hijos sentían auténticaadoración por su madre, pero paraCarmen esto era sólo cuestión de tiempo:«Terminarán descubriendo la personapoco valiosa que soy, y en ese instante mequerré morir.» Sus pensamientos cada díaeran más absurdos, se había obsesionadocon el tema de las enfermedades yprotegía en «exceso» a todos losmiembros de la familia. Por otra parte, suespíritu sensible y generoso la llevaba

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*Lucien Auger, Ayudarse a sí mismo,Sal Terrae, Santander, 1997.

a ocuparse de todos los que terna asu alrededor, hasta el extremo de que nodejaba un segundo para ella misma. Sepasaba la vida acompañando a familiareso amigos al médico, escuchando a todoslos que se sentían mal y haciendo favoresdiariamente.

Para ella era fundamental la opiniónde los demás, y aunque su conducta haciaellos era intachable, siempre pensaba quela terminarían valorando poco, «porqueen realidad yo no valgo nada».

Empezamos a hacer confrontacionesde todos los pensamientos y frases que, enforma de monólogos, se repetíaincesantemente. Nos pasamos semanas

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analizando: «¿Qué evidencia hay de queno valgo nada?, ¿por qué creo que en elfondo la gente no me valora?, ¿qué mehace pensar que mi marido se terminaráseparando de mí, y aunque así fuera,significaría eso que el mundo se acabaría?…» En muchas ocasiones las frasesestaban tan arraigadas y le producían taldolor que era imposible confrontarlas, asíque las cortábamos y continuábamostrabajando en las siguientes. Después dedos meses, Carmen comprendió que erauna persona valiosa, muy afectiva, conmucha fuerza de voluntad y unagenerosidad que salía por todos susporos; además, era una persona muyvalorada por los que la rodeaban y, porfin, empezó a valorarse ella misma ysentirse cada día más segura y feliz.

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Una vez que llegamos a este punto,nos pusimos a trabajar otra serie depensamientos, muy arraigados en ella, queestaban en el origen de sudesvalorización. Carmen tenía una madremuy perfeccionista, pero sobre todo muyimperativa e implacable. Nunca se habíasentido satisfecha con la forma de ser desu hija, la creía débil y poco brillante.Carmen no había tenido ocasión deescuchar, en toda su niñez, una palabra deánimo, refuerzo o reconocimiento porparte de su madre; así que llegó aconvencerse de que, en realidad, ellavalía muy poco y lo único que podía hacerera volcarse en los demás y refugiarse ensu padre, que era «su paño de lágrimas».Su madre, sin saberlo, había provocadouna infelicidad enorme en su hija. Las

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continuas muestras de insatisfacción y,hasta desesperación, que continuamenteterna con Carmen, habían terminado porminar a la niña.

Su madre era un fiel exponente de laeducación de su época. Sólo se dirigía asu hija para señalarle lo que, según ella,había hecho mal, y continuamente lerecordaba lo poco hábil que era. Por elcontrario, no mostraba nunca esaafectividad que solían tener la mayoría delas madres, por lo que esa extraña mezcla(descontento permanente y falta de afectoconstante) había hecho que Carmencontinuase siendo una persona insegura, apesar de llevar ya cerca de 15 añosviviendo fuera de su casa.

Finalmente, nuestra protagonistaentendió la equivocación de su madre,

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pero también comprendió que sólo a ellale correspondía solucionar y «superar»esos conceptos erróneos y esasvaloraciones poco objetivas que se habíaestado formulando desde pequeña. Hacíamucho tiempo que ya no vivía con sumadre, pero durante todos estos anos nohabía parado de repetirse las mismasfrases que se decía en su adolescencia; elresultado había sido muy elocuente, peroel camino a seguir estaba muy claro: dejóde decirse continuamente esasdescalificaciones hacía sí misma y lassustituyó por otras más racionales,objetivas y acordes con la realidad.

Sin duda, a Carmen le condicionaronlos hechos vividos, pero lo que más leinfluyó eran las frases que aún se repetía,al cabo de los años.

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Tenemos poco control sobre lasconductas de los demás, y menos aúnsobre sus pensamientos, pero siemprepodemos controlar nuestrospensamientos, lo que nos repetimos sinparar. Este control nos llevará a dejarde sufrir «inútilmente».

¿Cómo nos condicionaron loshechos vividos?

Desde luego, los hechos que hemosvivido no nos han condicionado a todospor igual. Comentábamos en unapublicación anterior que «un niño es unapersonita única, increíble y singular,desde el mismo momento en que nace. Esúnica porque no existe nadie como él,incluso aunque tenga un gemelo con su

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misma dotación genética, pero él, y sóloél, tiene su propio temperamento.

»Este hecho nos lleva a otroprincipio básico. Todos los niños nacencon un temperamento, el suyo, y dependede cómo sea este temperamento serán máspermeables o menos influenciables por elmedio externo que los rodea.Precisamente por ello no sirve ni es justotratar a todos los hermanos igual, ni atodos los alumnos igual, ni a todas laspersonas igual»*.

El caso de Ignacio

Ignacio tenía 45 años cuando leconocí. Era el típico exponente de lo quegente llama «una buena persona», tenía unnegocio propio que le iba muy bien,

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estaba muy enamorado, disfrutaba de unbuen estatus, buena salud…, pero todo ensu vida eran dudas.

A nivel económico la mayor parte desus esfuerzos se encaminaban a realizaroperaciones que asegurasen «su vejez»;vivía en un «desasosiego permanente» conel tema de los «ingresos y los gastos»; apesar de la «salud financiera» quemostraba su empresa, él no se permitía elmínimo descanso en el control de susinversiones.

Con sus empleados era agradable,pero muy exigente; le costaba conciliar elsueño por las noches y no paraba de darvueltas a problemas inexistentes. Aunquetenía un olfato comercial privilegiado,había desarrollado, por el contrario, unahabilidad poco recomendable: la de

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pasarse los días preocupándose«inútilmente».

* M.ª Jesús Álava Reyes, El Notambién ayuda a crecer, la Esfera de losLibros, Madrid, 2004.

La verdad es que Ignacio habíaconseguido que esa preocupaciónamargase su

vida, y se sentía incapaz de controlarsus miedos e inseguridades.

Después de varías sesiones, en lasque Ignacio mostraba todas lasresistencias del mundo a «racionalizar suspensamientos», optamos por una vía máscontundente y trabajamos «a destajo» ensu autocontrol.

Sólo cuando él sintió que podíaconseguir dominar sus emociones,

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siguiendo el procedimiento que habíamosdiseñado para su caso, empezó a serdisciplinado con la metodología detrabajo que estábamos desarrollando, ypudo lograr un avance muy significativoen el control de sus temores irracionales.El origen de sus inseguridades eraevidente; cuando era pequeño, pasó deuna situación económica muy privilegiadaa una etapa dura, en la que de repente nosobraba ni un duro en casa.

Es posible pensar que la reacción deIgnacio estaba perfectamente justificadaante los hechos que había vivido. Él habíasentido lo que era pasar de la riqueza a lapobreza, y eso le había marcado su futuro.

Si este argumento fuese válido,¿cómo explicaríamos que sus treshermanos hubieran reaccionado de forma

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tan dispar ante el mismo suceso? Suhermana vivía como si fuese «la mujer deun multimillonario»; gastaba sin cesar, sepermitía todos los lujos del mundo y, enmás de una ocasión, su cuñado le habíapedido dinero prestado a Ignacio, parahacer frente a facturas escandalosas. Sushermanos tenían dos buenos empleos yllevaban una vida muy normal: pagabansendas hipotecas, sus hijos acudían acolegios concertados, sus mujeres«trabajaban» y, cuando podían, sepermitían algún que otro viaje extra.Todos los hermanos habían vivido lamisma situación, pero los cuatroreaccionaron de forma diferente. Denuevo la raíz no hay que buscarla en loque había sucedido, sino en lospensamientos que cada uno había tenido a

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partir de aquel hecho.Su cuñado terminó «dejando» a su

hermana, porque no podía afrontar «eltren de vida» que ella parecía necesitar.Uno de sus hermanos tiene en estemomento una situación económica másdifícil, porque la empresa en quetrabajaba hizo un plan de prejubilacionesmuy drástico, y con 52 años se vio fueradel mercado laboral. El otro hermanosigue con su mismo empleo, aunque estáatravesando por una seria crisismatrimonial.

Ignacio aún seguía pensando en eldrama que había pasado de pequeño, y sedecía frases como: «Hay que tener muchocuidado, porque la suerte te puede volverla espalda en cualquier momento»,«Cualquier crisis que surja puede

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terminar arruinando el negocio de miempresa», «No podría volver a vivir unasituación tan dramática», «Los que no hanpasado por algo parecido, no tienen niidea de lo que se puede sufrir», «Si medescuido, otros pueden aprovecharse yhundir mi empresa», «Hay que tenermucho cuidado con lo que gastamos, mimujer no sabe controlarse y derrocha sincesar, como si el dinero no tuviera fin»…

Con este tipo de pensamientosIgnacio estaba consiguiendo «hundir» suvida; aunque los acontecimientos yaquedaran muy lejos y su realidad actualfuese muy distinta, él se preocupaba porlo más inverosímil, hasta el punto desentirse inseguro, agobiado y lleno detemores.

Muchas personas pueden pensar que

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ellos, al igual que Ignacio, no tienensolución, pues determinadas experienciasles han condicionado irremediablemente.Esto es rigurosamente falso. No son losacontecimientos de nuestra vida los quedeterminan nuestro presente o nuestrofuturo, son nuestros pensamientos los queprovocan que, en esos momentos o alcabo de los años, aún nos sintamos mal.

Afortunadamente, Ignacio era unapersona luchadora y || estaba dispuesto apasarse su vida hipotecado por lo quevivió de pequeño. Cuando comprendióque podía cambiar su presente,simplemente controlando lospensamientos que pasaban por su mente,puso su cerebro a trabajar «a su favor», yhoy en día es un empresario de éxito,

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con grandes recursos y habilidadespara superar las situaciones difícilespero, sobre todo, es una persona que denuevo disfruta y se siente seguro ante sufuturo, porque ha conseguido extraer losaprendizajes «útiles» de los hechos quevivió.

¿Cómo extraer los aprendizajes«útiles»?

Los grandes progresos requieren demucho trabajo callado, de muchas horas ala sombra, de muchos esfuerzos unidos, demuchas vivencias compartidas; de locontrario se convierten en éxitos efímeros,que pronto se esfuman y terminan siendodolorosos recuerdos.

No es fácil «trabajar en equipo»,

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pues de otra manera no nos pasaríamos lavida impartiendo cursos de CómoTrabajar en Equipo.

Personalmente siempre he tenido lasuerte de trabajar con excelentespersonas, porque las que no eranexcelentes, que también las ha habido,sencillamente no cuentan en mi presente,ya que no ocupan mis pensamientos y, enconsecuencia, no detraen un mínimo de mienergía. Sin embargo, hubiera cometidoun error imperdonable si no hubieraextraído los aprendizajes útiles de esasvivencias. Todas las personas tienen ohan tenido utilidad en nuestras vidas,porque de todas hemos podido aprenderalgo; y a veces algo tan esencial como ¡nodejar que nos coman la moral! y no sufririnútilmente por el simple hecho de que

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esas personas parezcan tener, como únicamisión, la finalidad de «amargamos lavida».

El ser humano es tan complejo comoapasionante, pero es cierto que algunasveces nos hubiéramos sentido más felicessi no hubiéramos tenido «el privilegio» deconocer, compartir o trabajar condeterminadas personas.

Habrá pocos lectores que no sehayan encontrado en sus vidas con algunasde estas «personas», y seguramente hanmaldecido más de una vez su mala suertepor coincidir con ellas. Pero la verdad esque no solemos tener la oportunidad deelegir a la mayoría de nuestros«acompañantes».

Cuando somos estudiantes alguienelige a qué colegio debemos ir, y la suerte

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determina el tipo de alumnos y profesoresque nos acompañarán en una etapa clavede nuestra vida. Posteriormente, en eltrabajo tampoco tenemos muchas opcionespara «seleccionar» los que serán nuestros«compañeros de faena». Incluso cuandocreemos poder «elegir» la clase derestaurante, cine, o teatro al que vamos air, difícilmente podemos controlar a laspersonas que estarán a nuestro alrededoren esos sitios. Podríamos seguirindefinidamente poniendo ejemplos quenos demostrasen nuestra poca capacidadde elección, en relación a muchas de laspersonas con las que nos encontraremosen nuestras vidas, pero seguro que «aestas alturas» la mayoría somosconscientes de esta realidad; no obstante,la evidencia nos demuestra, día a día, que

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nos «empeñamos» en no aceptar estehecho y, en lugar de generar recursos quenos hagan sentirnos bien por nosotrosmismos, nos empeñamos en una lucha tanestéril como agotadora: ¡que cambien laspersonas que nos rodean, y hagan lo quenosotros creemos que deben hacer!

¿Cuántas veces oímos que fulanito omenganita está muy mal porque ha tenidomuy mala suerte con los compañeros/asque le han tocado?, y en lugar de buscar,dentro del fulanito de turno, las solucionesa esa situación, nos «perdemos» en un«rosario» interminable de argumentos quejustifiquen el malestar de esta persona.¡Valiente ayuda le estamos dando! Enlugar de sacarle de ese «pozo», leestamos diciendo que aún seguirácayéndose, porque no tiene dónde

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agarrarse.Aunque parezca demasiado crudo,

eso es lo que hacemos habitualmente, ycon ello caemos en uno de los errores máscaracterísticos de nuestra sociedad: creerque nuestro bienestar depende, en granmedida, de los demás.

Afortunadamente, la realidad es muydistinta y el ser humano puede extraer losaprendizajes «útiles» de esas situaciones,para ello le sirve su inteligencia y suexperiencia, pero si en lugar de hacerloasí se vuelca en buscar argumentos quejustifiquen su malestar, caerá en un falsodeterminismo, que enturbiará ycondicionará parte de su vida.

El caso de Beatriz

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Nuestra protagonista, Beatriz, habíasufrido «en sus carnes» la «mala suerte»de tener dos compañeras de trabajo que leestaban «amargando la vida». Ella notenía ninguna duda sobre este particular; apesar de peinar ya canas, seguía pensandocada instante de cada día en cómo librarsede «este par de víboras que me estánamargando la existencia».

Beatriz llevaba ya 12 añostrabajando en la misma empresa. Gozabade una consideración muy alta por partede sus jefes; era una persona responsable,eficaz en su trabajo y buena compañera;además el trabajo que hacía últimamentele gustaba mucho, pero no conseguíadisfrutar; se pasaba el día pendiente delos comentarios de sus dos «víboras».

Hacía un año que habían trasladado a

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una de esas personas a otro edificio, y la«restante» había sido ubicada en otrodepartamento. Beatriz creyó entonces quesus problemas terminarían, pero larealidad le había demostrado lo erróneode su apreciación.

A pesar de que habitualmente ya noveía a estas personas, y de que en muycontadas ocasiones, por el contenido desu trabajo, debía hablar con ellas, laverdad es que seguía pasándolo tan malcomo antaño, porque Beatriz seguíapensando que «aprovechan la mínima paraponerme a caer de un burro». Cuandocreía ver alguna conducta rara en alguien,inmediatamente pensaba que las«susodichas» seguro que… «han estadohabiéndole mal de mí». En definitiva,estaba constantemente «alerta» para

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detectar el mínimo indicio de actuaciónperniciosa por parte de sus «enemigas».

Beatriz sólo quería hablar y hablarde estas personas; pensaba que lonecesitaba para «desahogarse», y antenuestros intentos de reconvertir lassesiones en algo más productivo, nosdecía aquello de… «¡cómo se nota que nolas conoces!».

Tuvimos que trabajar duro, muyduro, para conseguir que Beatriz no tirarasus energías y empleara correctamente suinteligencia. Poco a poco fueron haciendomella preguntas del estilo de: ¿Son dueñasestas personas de tus pensamientos?, ¿deverdad crees que no tienes otra opciónque darle vueltas a lo que estén diciendoo haciendo?, ¿cuándo vas a decidir que tu

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vida deje de pertenecerles?, ¿el únicocamino que te queda es el de cambiar detrabajo?, ¿no crees que aunque te vayas dela empresa, o pidas un traslado, seguiránhablando mal de ti?… Para reforzar su«racionalidad», también empleábamosotro frente de argumentos: ¿qué ocurre contodas las personas a las que les caes bien,ellas no pintan nada?, ¿acaso sólo le dasvalor a lo que dicen tus dos «enemigas»?,¿cómo puedes darles tanta importanciacuando tú misma dices queintelectualmente son una nulidad?,¿necesitas que todo el mundo mundial teaplauda para ser feliz?… Una tercera faseconsistió en:

¿Tú crees que eres un desastretrabajando?, ¿piensas que tienen razón

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cuando dicen que eres una trepa y unamala compañera?, ¿los que te valoran sonestúpidos o eres tú la engreída?…

Llegó un momento en que Beatriz sedio cuenta de que era imposible,absolutamente imposible, pretender caerbien a todo el mundo, y que su vida seríalamentable si su felicidad dependía delcriterio o la opinión que pudieran tenerpersonas como las protagonistas de suhistoria. Ella no podía controlar lo queestas personas dijeran o pensaran, perosiempre podía controlar sus pensamientos.Una de las preguntas claves, que más leayudaron en el proceso final, fue: ¿qué eslo más que te pueden hacer estaspersonas?; al final acordamos que si,dijeran lo que dijeran, ella seguía siendodueña de sus pensamientos y, en

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consecuencia, de su bienestar, lo más quepodrían hacer era «agredirla físicamente»y eso no parecía muy probable; pero,incluso, aunque así fuera, tampoco tendríaque significar que su vida era un fracaso,simplemente constataríamos que esaspersonas eran dos seres irracionales, conpoquísimo autocontrol sobre susconductas, y que ellas solas sedescalificaban a sí mismas.

La lección más útil que aprendióBeatriz fue que su vida le pertenecía, yque nada importaba lo que pensarandeterminadas personas; si ella conseguíaser dueña de sus pensamientos, sólotendría motivos para sentirse bien conella.

En cuanto asimiló en su totalidadestos principios, «curiosamente, pero no

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por casualidad», su vida parecióexperimentar un cambio muy notable: porfin se decidió a practicar algunas de susaficiones favoritas, pronto aumentó y seenriqueció su círculo de amistades; ledaba tiempo a hacer sus cosas,físicamente se encontraba mucho mejor y,lo que es más importante, ¡se sentía demaravilla con ella misma!

Todos suponemos que una de lasgrandes ventajas del ser humano es sucapacidad para aprender de sus vivencias;pongamos en marcha este principio ydesterremos el viejo dicho de que «Sóloel hombre tropieza dos veces en la mismapiedra». ¡Aprendamos pues de nuestropasado para recuperar nuestro presente!

Recuperemos nuestro presente

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Sin duda, el presente es nuestroprincipal «activo» y lo es porque nospertenece plenamente. Es cierto que aveces hay circunstancias que no favorecenun presente cómodo, pero no por ellovamos a renunciar a él. En muchasocasiones, cuando volvemos la vistaatrás, vemos como algunosacontecimientos, que entonces los vivimoscon tristeza y dificultad, fueron, por elcontrario, cruciales en nuestras vidas.Gracias a ellos fuimos capaces de dardeterminados pasos que, de otra forma,nunca hubieran ocurrido.

Cuando miramos desde la distancia,¡con qué facilidad extraemos lasconsecuencias de lo que vivimos! Escomo si todo se desplegara ante nosotros

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para ofrecernos la oportunidad deaprender. Por el contrario, ¡qué difícil nosresulta a veces ver lo evidente, lo que estápasando en esos momentos delante denosotros, lo que estamos viviendo enpresente! Y es difícil porque perdemos laobjetividad, estamos demasiado metidosen la acción, no miramos con perspectiva.

Resulta curioso que caigamoscontinuamente en algo tan evidente. Conuna facilidad digna de mejor fin nossentimos una y otra vez atrapados poralguna circunstancia que nos hacetambalearnos, que nos ciega hasta elextremo de creernos, de nuevo, queestamos ante un problema de difícilsolución. A veces son sólo necesariasunas horas, incluso unos minutos, para quelo que veíamos negro y oscuro aparezca

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nítido y claro; pero… seguimos sinaprender, y en las siguientes horas yaestamos dispuestos a ver nuevosfantasmas en el horizonte. (Sin duda, éstedebe ser el origen de ese dicho popularque nos aconseja contar hasta diez antesde actuar.)

La verdad es que si pensamos unpoco veremos como continuamentehipotecamos nuestro presente.Reflexionemos, por ejemplo, con el temade las vacaciones. Nos pasamos losmeses esperando que lleguen lasesperadas vacaciones; mientras tanto,vivimos el día a día con esfuerzo, losmomentos para disfrutar parecen sermínimos, y sólo nos alegra un poco elhorizonte la ensoñación de esos I días dedescanso. Con abnegación, y a veces con

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auténtica resignación, vamos cumpliendonuestras jornadas de trabajo o estudio, sinapenas disfrutarlas, como si el esfuerzo yla felicidad tuvieran que estar reñidos.Todo lo hacemos en función de lasvacaciones, y así los días entre semanaparecen ser un forzado peaje para llegar alos sábados y domingos, únicos días «queson nuestros», y que suponen un paréntesisen ese largo y duro camino que tenemosque andar para alcanzar las vacacionesdel año.

¿Pero qué pasa cuando llegan lasvacaciones? Las expectativas difícilmentese cumplen, han sido demasiados mesessoñando y, con frecuencia, la realidad nose corresponde con los sueños; peroincluso en los casos en que todo vasaliendo bien, llega un momento en que

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nos empezamos a «entristecen», que ya nodisfrutamos tanto, porque empezamos apensar que… las vacaciones se terminan.En lugar de disfrutar de los días que nosquedan empezamos a imaginar que prontovolveremos al trabajo, a la rutina, alesfuerzo y que ya sólo nos faltan «x» días,que nos queda todo un año por delanteantes de tener otras vacaciones largas. Endefinitiva, que los últimos días lospasamos como los domingos por la tarde,con el síndrome del lunes, sin disfrutar, ycon frecuencia con nostalgia, cuando nocon rabia.

Moraleja: si vivimos el presentepensando en el futuro, y cuando llega elfuturo rápidamente lo sentimos comopasado, volveremos a no vivir elpresente… y nos hipotecaremos hasta el

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siguiente verano, donde empezaremos denuevo con ese desesperante engranaje, enel que rechinan todas las piezas.

Ante estas reflexiones, algunaspersonas creerán que no diríamos eso «sinos tocase vivir su cruda realidad». Perosea cual sea la realidad, lo cierto es quepodemos conseguir «vivirla a nuestramanera», siendo dueños de nuestrospensamientos. Cuando llegamos a esepunto, en que nos adueñamos de lo quepasa por nuestra mente, de verdad que nohay realidad que no podamos mejorarlainternamente.

La observación de lo que ocurre anuestro alrededor, como siempre, será lamejor forma de aprender Si nosesforzamos por mirar y reflexionar sobre

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lo que vemos, nos daremos cuenta de quela gente es feliz o infeliz, no por lo que lepasa, sino por como se toma su vida.

Hace unos días me mandaron porcorreo electrónico una supuesta carta queGarcía Márquez había escrito a susamigos al saberse cercano a la muerte. Deser cierto, era un ejemplo de sensibilidady sabiduría. A través de esas líneas,llenas de emoción, nos resultaba fácilimaginarnos cómo García Márquez estabaviviendo estos momentos; para él, cadadía es un regalo que intenta aprovechar ydisfrutar al máximo. No está esperando aque llegue el próximo verano, estádisfrutando cada instante de supresente…

En uno de los múltiples libros de

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autoayuda que, por mi profesión, he leídohabía un ejercicio que me parecióespecialmente útil, aunque difícil dellevar a la práctica. El autor, en este casocon bastante sentido, nos decía que paraintentar vivir con más plenitud yoptimismo, «viviésemos cada día como sifuera el último de nuestra vida».

No es un drama, todos somosconscientes de la cantidad de tiempo quetiramos sin vivirlo, dejándolo pasar,como si el tiempo fuera infinito, como sinos perteneciera la eternidad. Recuperarel presente significa en muchos casosempezar a vivir; en otros, pararecuperarlo de verdad, tendremos queliberarnos de una especie de secuestro osecuestrador que, sin darnos cuenta, nosestá robando nuestra vida.

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En cualquier circunstancia, recuperarel presente será el mejor regalo quesiempre podamos hacernos.

¡No más sufrimientos inútiles! ¡Yaestá bien de sufrir!

Siempre es doloroso ver sufrir a laspersonas que hay a nuestro alrededor,pero resulta un drama cuando los quesufren son jóvenes que, teniendo toda lavida por delante, parecen convencidosque de para ellos ya no hay futuro. Cuandote has pasado toda la vida estudiando, conla ilusión de poder llegar a ser médico,ingeniero, arquitecto, químico… o lo quesea, y de repente te dicen que no puedesestudiar lo que tú quieres, porque no tellega la nota, porque no has aprobado la

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selectividad, o por las miles de razonesque la razón no alcanza a comprender,¡parece que el mundo se te cae encima!

Cuando por fin, después de más deveinte años de esfuerzo y sacrificios,acabas tu formación y, después de dos otres años de incesante búsqueda, teencuentras con que es imposible encontrartrabajo en tu área, también ¡se te cae elmundo encima! Cuando después de unaccidente te quedas minusválido o se te hamuerto tu ser más querido, igual. En todosestos casos podríamos argumentar que esimposible no sufrir, y es cierto, pero, porfavor, no nos sumerjamos y nos anclemossin retorno en ese sufrimiento. Es injusto einútil.

El caso de Miriam

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Miriam se había pasado la vida,desde los cuatro años, practicando sudeporte favorito. Había conseguido seruna deportista de elite, de las que «sequitan» todos los días varias horas de suvida para «llegar a lo más alto».

Al cabo de muchos años de esfuerzoy sacrificio, había conseguido figurarentre las mejores especialistas de nuestropaís, pero cuando por fin parecía que ibaa recoger los frutos de tanta dedicación seprodujo una lesión que le impidió no sólovolver a la competición, sino que la dejóinútil para cualquier otro tipo de deporte.

Miriam se quedó ¡hundida en lamiseria! Todo su mundo había girado entorno al deporte; los estudios se habíanresentido hasta llegar a tirar por la borda

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la posibilidad de hacer una carrerauniversitaria; su círculo de amigos eramuy exiguo y se circunscribía al ámbitodeportivo, sus alegrías parecían habermuerto con su lesión.

No podía extrañamos que Miriampensara que no tenía futuro. La dedicaciónextraordinaria a esa actividad deportivahabía afectado al resto de las áreas yfacetas de su vida. Teníamos antenosotros a una joven tímida, asustada,insegura, resentida con la humanidad ycon una crisis depresiva importante:incapaz de ver algo positivo.Continuamente se repetía que ya novolvería a ser feliz, que su vida habíaterminado, que no era justo acabar deesa manera después de tanto esfuerzo.

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Miriam estaba acostumbrada a sufrir,llevaba años sufriendo con el deporte;esforzándose por conseguir nuevas metas,intentando acallar el dolor de sus huesosante tanto entrenamiento, resignándosecuando sus actuaciones no conseguían elpremio esperado. Miriam se había pasadomuchos fines de semana intentandorecuperar el tiempo que le robabadiariamente a sus estudios, sin salir comoel resto de sus compañeros, con undesarrollo corporal muy por debajo de lasniñas de su edad, a consecuencia de lamedicación que le hacían tomar pararendir más, para no perder la flexibilidadde sus movimientos… Miriam no eracomo el resto de las niñas, pero, comoella nos decía: «El deporte mecompensaba todo.» Cuando ya no pudo

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practicar ese deporte, cuando sus huesosno quisieron seguir en esa lucha, a vecescontra la propia naturaleza, Miriam «sehabía roto».

Los adolescentes y los jóvenes viventodo con la intensidad, profundidad yradicalidad que les da su edad. Miriam sehabía lanzado a una carrera de sufrimientocontinuo y permanente. Nada parecíahacerla reaccionar, aunque había algo quepodíamos volver a su favor: su capacidadpara esforzarse, para luchar, para vencerlos obstáculos y las dificultades. Suresistencia era infranqueable, pero poco apoco empezó a dejar que emergiera lapersona luchadora que llevaba dentro,primero para quejarse y quejarse, peroluego para poner sus energías al serviciode un objetivo más útil: recuperar su

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alegría, sus ganas de vivir, de pasarlobien, pero, sobre todo, recuperarse a símisma.

Miriam entendió que, tarde otemprano, su carrera deportiva habríallegado a su fin y, en ese momento, convarios años encima, seguramente lehubiera resultado más difícil integrarse enla vida normal de las personas de su edad.Por supuesto que compartimos con ellaque su lesión había sido una canallada,pero quejándose lo único que conseguiríaera abrir otras heridas, las de la mente,como ella decía, y precisamente las másdifíciles de curar.

Por el contrario, había empezado adisfrutar de ¡tiempo para ella!; aunque alprincipio no le apetecía nada, al cabo deunas semanas empezó a salir, muy

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tímidamente las primeras veces, pero conalegría y «asombro» después. No tardómucho tiempo en darse cuenta de todo loque se estaba perdiendo, del regalo quesuponía poder disponer de esas horas queella dedicaba al deporte, de los amigosnuevos que estaba conociendo. Tuvimosque trabajar casi todas las áreas:autocontrol, comunicación, habilidadessociales, asertividad (autoafirmación,seguridad en sí misma), proactividad(pasar de la reacción a la acción)…, pero¡mereció la pena!

Para Miriam siempre será un durogolpe pensar en lo que podría haberlogrado y, sin embargo, el punto dondelesión la frenó en seco. Con la tenacidadque había demostrado en el deporte,consiguió dejar de pensar continuamente

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en esa pérdida, y llegó un momento en quepor fin volvió a sonreír.

No es la primera vez que he atendidocasos de chicos o chicas, deportistas deelite, que habían conseguido triunfar enuna faceta muy especial, pero a costa delresto de las áreas de su vida.Adolescentes y jóvenes que hacían unavida de extraterrestres, y que al finalsufrían las consecuencias. El sufrimientoextremo de estos chicos, el estrés quegenera la competición, la dedicación encuerpo y alma a su deporte, los cambioshormonales que padecen…, siempre haceque me cuestione la utilidad de esta«carrera» paralela, que les lleva muchasveces a la «cuneta» de la vida real.

Termino con este apartado con unareflexión evidente:

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El sufrimiento inútil siempre esdoloroso, pero resulta insufrible cuandolo ves «provocado» en la figura de un

Aprendamos a vivir el presente sinlos condicionantes negativos de nuestropasado. «Hoy es el mañana del ayer»

Ésta es la tarea más complicada,entre otras cosas, porque para liberarnosde los condicionantes negativos denuestro pasado primero tendremos que serconscientes de la cantidad depensamientos y creencias que, en estemomento «presente» de nuestras vidas,aún nos siguen condicionando.

Una de las mayores ingenuidades quecometemos los adultos es creernos que

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somos «dueños de nosotros mismos»,cuando la realidad es que una parteimportante de nuestras conductas está«automatizada»; es decir, las hacemos sindarnos cuenta, como si fuéramospequeños robots que repetimos lo quetenemos grabado.

El ser humano va grabando en sucerebro, que actúa como una especie dedisco duro, todo lo que va viviendo.Puntualmente quedan registrados todos losacontecimientos que le han ocurrido, lossentimientos que le han generado, lasemociones que ha sentido (las alegrías otristezas que ha experimentado)…,absolutamente todo. Cuando losacontecimientos tienden a repetirse, lapersona empieza a actuar de formamecánica, su cerebro «busca» hechos

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parecidos en su pasado y, cuando losencuentra, desencadena de inmediato lasemociones que sintió en aquellosmomentos y tiende a repetir las conductasde entonces.

No estamos hablando deldeterminismo ni de la falta de libertad delas personas; no nos confundamos,estamos hablando del comportamientohumano. En ningún momento negamos lacapacidad de elegir libremente, pero nopodemos obviar como esa «elección» lamayoría de las veces no se ha producido,simplemente se ha «reproducido» unaconducta ya vivida, que estaba unida a unhecho y a una emoción que ocurrieron enel pasado, y que quedaron registrados ennuestro cerebro.

Un ejemplo típico nos ayudará a

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entender fácilmente lo que puede parecerun «galimatías». Vayamos al mundo de losestudios; cuando yo estudiaba bachilleratoen mí colegio no había COU, por lo quetodas las alumnas (era de chicas), nosdisgregábamos y hacíamos este curso endiferentes centros. Yo lo hice en uninstituto adscrito a la Complutense.Ninguna de mis antiguas compañerashabía terminado en este centro, pero estono me pareció un obstáculo importante,pues era un curso de transición y en esasedades te apetece conocer a gente nueva.Por otra parte, nunca había tenidodificultades para establecer nuevasrelaciones, así que me las prometía tanfelices. Lo que entonces ignoraba, ingenuade mí, era que no tenía demasiadasdefensas para enfrentarme a determinados

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«catedráticos», que entonces imperabancomo mandatarios absolutistas de susreducidos, pero fuertes «reinos».

Empezó el curso y me dispuse apasármelo lo mejor posible, una de lasfinalidades que siempre he creído que hande tener los estudiantes; para mí, estudiarsiempre ha estado unido a una etapa enque disfrutabas de un ambiente de alegría,compañerismo y buen humor. Pero nocontaba yo con la trayectoria y lasconductas ancladas del mencionadocatedrático. La media de aprobados deeste profesor no solía sobrepasar elcuatro por ciento; ni que decir tiene quelas alumnas del instituto «de toda la vida»apenas estaban en su clase, pues obviabancoger su asignatura; allí estábamos las«novatas», que ingenuamente habíamos

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elegido su materia. Después de losprimeros días de clase, la mayoría nosdimos cuenta de que «lo íbamos a pasarmuy mal para aprobar». Además, eradificilísimo adaptarse a la forma de darclase de esta persona, por lo que notendríamos más remedio que «apechugar»y estudiar sin descanso, con unaintensidad que yo desde luego no volví atener, ni siquiera en los años de carrera,donde, afortunadamente, no volví aencontrarme un profesor con ese nivel deexigencias. Todo este preámbulo es paraque nos situemos fácilmente en el cúmulode conductas automatizadas que segeneraron en la mayoría de nosotras.

Una vez que vimos la tasa deaprobados de nuestro insigne profesor, lasalumnas «aprendimos» a estudiar con

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bastante ansiedad esta materia, y«aprendimos» también a responder de unaforma determinada antes, durante ydespués de los exámenes. Un grupo dealumnas decidió que ellas «pasaban» dela asignatura y directamente la dejabanpara septiembre. Otro grupo estudiaba conun nivel de dedicación y esfuerzo,seguramente merecedor de mejor causa,que les dejaba «exhaustas» y al borde del«ataque de nervios» en los exámenes; eranlas alumnas que se quedaban «sin color»el día de los exámenes, que se les salía elcorazón del pecho y que empezaban asudar y a ir al servicio sin poder pararesas manifestaciones fisiológicas hastaterminar los exámenes, y había un tercergrupo de alumnas que intentábamosestudiar lo que podíamos, que desde luego

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no lo pasábamos bien en los exámenes,pero que no llegábamos al nivel depérdida de control de muchas de nuestrascompañeras.

Después del primer examen lasconductas que mostrábamos eran«aprendidas» y bastante «automatizadas».Incluso en d transcurso de las clases,muchas alumnas habían «aprendido» a«estar en vilo», casi ni se atrevían arespirar, ante la posibilidad de quenuestro augusto profesor optase ese díapor preguntar de «sorpresa» a la clase, enlugar de disertar sin rumbo, que era suentretenimiento favorito.

Si lo pensamos con detenimiento,muchos reconoceremos conductasparecidas en nosotros. Los ejemplospueden ser múltiples; con determinados

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amigos tendemos a comportarnos de unaforma especial; lo mismo nos puedeocurrir con algunos compañeros, con eljefe de turno, con el «pesado» quesiempre hay en nuestro entorno, con lapersona generosa que casi todosconocemos…

En definitiva, y volviendo alprincipio de la disertación, nuestrocerebro siempre, ante la situación que enese instante estemos viviendo, «rastrea»en nuestro pasado buscando situacionessimilares, y tiende a provocarnos laemoción que entonces sentimos. Esemecanismo hace que, sin darnos cuenta,«tendamos» a actuar de la misma formaque lo hicimos antaño y, en consecuencia,volvamos a sentir emociones parecidas.Imaginémonos que hemos sufrido una

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humillación por parte de alguna de esaspersonas que, de forma bastanteenfermiza, parecen disfrutar vejando a lagente, ¿qué creemos que sentiremos lasiguiente vez que estemos delante de esapersona? Seguramente, una emoción muyparecida a la que tuvimos la vez anterior.

Hay personas que aprenden a sentirrabia, coraje, desesperación, impotencia,alegría, júbilo… ante determinadoshechos o en presencia de algunaspersonas; lo normal es que cuandovuelvan a producirse acontecimientosparecidos las emociones y los«pensamientos» que nos vengan a nuestramente, en principio, sean muy«automáticos» y, en consecuencia, pocoracionales. Nuestro cerebro, además,tiende a repetir con fuerte intensidad las

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últimas emociones, no las primeras. Esoexplica el porqué, cuando hemos sentidoansiedad, angustia o incluso pánico en unasituación concreta, al repetirse esasituación lo primero que nos viene es laúltima emoción. Imaginémonos a unapersona conduciendo sin ningún problemadiez años, y de repente tiene un accidenteimportante; la siguiente vez que coja elcoche su mente no estará relajada,pensando en los diez años de conducciónsin problemas, sino que revivirá alguna delas sensaciones últimas que sintió antes,durante o inmediatamente después delaccidente. Lo más reciente que hemosvivido es lo que más grabado está ennuestra mente.

Si vamos cualquier noche a lasurgencias de los hospitales veremos

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muchos casos de personas que acudenpensando que sufren un ataque al corazón,una angina de pecho o una dolenciasimilar. Un estudio más detallado nosmostrará que algunas de estas personas«repiten» periódicamente estas visitas,pensando que, de nuevo, están sufriendouna crisis importante. Han aprendido ainterpretar como peligrosos determinadossíntomas, y ante situaciones parecidas denuevo reviven ese conjunto desensaciones que les parecenpeligrosísimas y les empujan a visitar otravez las instalaciones hospitalarias. Asíempezaron muchos casos de personas que,en su día, se acostumbraron a tomar undeterminado ansiolítico o antidepresivo,para «paliar» estas crisis, y al cabo de losaños se encuentran totalmente

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«enganchados» y sin posibilidad aparentede librarse de esa medicación.

La causa, de nuevo, no hay quebuscarla en la situación en sí, sino en lospensamientos que la persona se repite, deforma continua, ante esos acontecimientos.Esos pensamientos, como ya hemosindicado en numerosas ocasiones, son losúnicos responsables de esos dramas queparecen atenazarles y que merman lacapacidad de elección del ser humano. Endefinitiva, no se trata de pasarnos la vida«buceando» en nuestro interior, en unintento casi desesperado por localizaresos pensamientos automáticos, queparecen dirigir nuestra existencia. Pero síconviene hacerlo cuando nos encontremosmal, cuando empecemos a sentir ansiedad,insatisfacción, disgusto, apatía,

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desconsuelo, rabia, impotencia…

No tiene sentido que nos sintamosmal «automáticamente» por el simplehecho de que una escena se parezca aotra anterior que hemos vivido, y quenuestro cerebro, en su momento, larecogió y grabó como escena negativa,pero lo cierto es que así funcionamoshabitualmente.

Es importante que recuperemos elcontrol «voluntario» de nuestrospensamientos en esos momentosnegativos, porque eso nos conducirá alcontrol de nuestras conductas y, lo que esmás importante, al control de nuestrasemociones.

¿Qué creemos que le pasa a la

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persona bulímica cuando se provoca unvómito? La mayoría de las veces lo hacediciéndose a sí misma que es la últimavez que lo va a hacer, pero que en esemomento no puede evitarlo, pues se sientemuy incómoda, con una sensación deempacho, ya que le sale la comida por lasorejas. Por desgracia, la siguiente vez quele ocurra algo parecido, de nuevo sucerebro le jugará una mala pasada, lallevará a la situación anterior, y ellavolverá a repetir la misma escena,diciéndose a sí misma «que será la últimavez…». ¿Esta persona, de verdad, actúacon total libertad en esos momentos, o suconducta se encuentra muy condicionadapor hechos o situaciones parecidos que havivido anteriormente? Algo similar leocurre a la persona que está intentando

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dejar de beber, o de fumar, o de gastarmenos…, siempre la misma cantinela,siempre la misma jugada por parte de sucerebro.

¿Qué nos dicen esas personas que se«disparan» ante determinadas situacionesy provocan una bronca o una escenadesagradable? Su argumento, tanto si sonadolescentes o «adultos», suele ser que enesos momentos tienen un «pronto» que leses imposible controlar; en el mejor de loscasos piden disculpas, aunque noprometen que no vaya a suceder en unfuturo, pero en muchas ocasiones se[engañan a sí mismos, y exigen, comoúnica solución, que el resto cambie suactuación, pues de lo contrario ellos notendrán más remedio que volver a actuarde la misma i forma. En esos casos, de

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nuevo, la causa de su falta de control nohay que buscarla en los hechos en símismos, sino en las frases, en lospensamientos que esas personas se estándiciendo, a consecuencia de esosacontecimientos. Si alguien se repite sincesar, «Esto es intolerable, me estánagrediendo de forma injusta, ¡cómo voy aconsentir algo así.1…», difícilmente setermina controlando, sobre todo cuando enotras ocasiones ya tiene el precedente deque él «salta», en cuanto empieza adecirse a sí mismo cosas parecidas.

¿Qué hacer entonces? Lo primero esque, en esas ocasiones de falta de controlo cuando nos encontramos mal,aprendamos a ser conscientes de nuestrospensamientos, para poder confrontarloscon la realidad y sustituirlos por otros

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más objetivos; pero si cuando nos damoscuenta vemos que ya estamos muy«disparados», al menos seamos capacesde cortarlos y reemplazarlos por otrosmás neutros, que nos ayuden a salir de esaespecie de pozo sin fondo en que nosmetemos. Vamos a intentar ilustrar elprocedimiento siguiendo el caso deMiguel.

El caso de Miguel

Nuestro protagonista era lo que,eufemísticamente, se considera «un niñode papá». A punto de cumplir 30 años,Miguel se consideraba una personasolitaria, llena de contradicciones,incapaz de llevar una existenciamínimamente normalizada, harto de sí

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mismo, de su familia, de sus compañerosde trabajo y de «muchos» de sus «pocos»amigos.

Su historia estaba plagada defracasos, abandonos y, quizá comoelemento causante del resto, desobreprotección. Sus padres eran muydispares «en todo»; su convivencia habíasido un continuo caos que habíanpadecido los tres hermanos, pero adiferencia de Miguel, que era el pequeño,su hermana mayor y su hermano mediano,aunque recordaban con tristeza suinfancia, habían conseguido, a pesar detodo, llevar una vida muy normal. Ambostenían dos buenos trabajos y eran unosprofesionales bastante competentes. Anivel familiar, estaban casados, con uno ydos hijos respectivamente y, salvo los

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típicos desencantos, disfrutaban de unarelación afectiva estable.

Miguel, por el contrario, nunca habíallegado a terminar ninguna carrera, aunquehabía empezado dos distintas, ylaboralmente no parecía encontrar «susitio» en ninguna empresa.

Rastreando vimos que él habíavivido algunas circunstancias diferentes asus las de dos hermanos. Su madre sequedó embarazada de Miguel cuando lapareja había decidido ya separarse, peroen uno de esos momentos de«acercamiento o desesperación», cuandomenos se lo esperaban, llegó el tercerembarazo. Los padres de Miguel decidenvolverlo a intentar y, de hecho, no sesepararon hasta veinte años después.

Ambos se sintieron pronto muy

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culpables, al pensar que Miguel viviríadesde pequeño el horror qué suponía suconvivencia y, como reacción, cada uno asu manera lo sobreprotegió hasta elextremo de que hicieron de él un «niñomantequilla». Continuamente parecía estarenfermo, faltaba a clase con muchaasiduidad, le daban todos los caprichos,le perdonaban todas sus muestras deegoísmo y falta de control y, sin quererlo,hicieron de él una persona tirana ymanipuladora, acostumbrada a tratar mal atodos los que había a su alrededor.Miguel se había convertido en un chicoinsatisfecho, poco solidario, apático,dispuesto a abandonar cualquier situaciónque requiriera esfuerzo, acostumbrado amentir de forma compulsiva, comométodo de justificar lo injustificable, y en

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permanente lucha con todo lo que lerodeaba.

Cuando lo conocimos aún vivía consu padre, le habían echado del últimotrabajo que, como los anteriores, le habíabuscado y proporcionado su padre; leacababa de dejar su novia y sus amigos«pasaban de él». Su madre, desde hacíatiempo, no quería «ni verlo». Pensaba quetoda la culpa la tenía su ex marido, pueshabía sido un ejemplo «infernal» para suhijo. Miguel no parecía echar de menos lafalta de contacto con su madre, y sóloacudía a ella cuando quería alguna cosaconcreta, normalmente dinero extra oalgún capricho especial.

Su padre se sentía totalmentedesbordado. ¡Ya no le quedaban amigosque quisieran proporcionarle trabajo a su

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hijo, ni aunque él se lo pagara! Sushermanos vivían la situación condistancia, les apenaba la realidad deMiguel, pero sentían que poco podíanhacer, ya que su hermano siempre habíaido «a su bola» y no les había hecho elmínimo caso. Además, últimamenteMiguel se mostraba muy agresivo conellos, y los culpaba de que no le hubieranapoyado de pequeño y no le hubieranayudado a estudiar. Decía: «Ellos bienque se apoyaban entre sí, pero a mí queme partiese un rayo; en realidad, debíande tenerme celos o envidia, porque yo erael pequeño.»

Por supuesto que para Miguel todossus fracasos en el mundo laboral habíansido producidos por los impresentablesde sus jefes, o por los compañeros

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imposibles, y llenos también de envidia,que había tenido. En ningún momento seplanteaba que él pudiera haber hecho algomal; según Miguel, «La gente no sabetrabajar y no admite nuevas ideas, estántodos aborregados y son unos pelotasindecentes».

Su ex novia tampoco se libraba desus reproches. Él sentía que le habíadejado porque «No soy ingeniero, ni tengouna mierda de máster hecho en EstadosUnidos»,

Por supuesto que no había venido alpsicólogo a petición propia, sino porque«al idiota de su padre de nuevo fe hanlavado el coco y pretende que me arreglenfuera lo que él toda su vida llevafastidiándome dentro; será porque no sabecómo tirar el dinero, porque de pequeño

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ya me llevó a tres psicólogos diferentes,que lo único que hacían era intentarganarse mi confianza y caerme bien».

Con estos antecedentes, la verdad esque el caso de Miguel era todo un reto.Una de las primeras decisiones quetomamos, después de la primera entrevistacon él, la de no volverle a ver hasta quehubiéramos trabajado previamente con suspadres, especialmente con su padreNecesitábamos entrenarles en cómo tratara una persona de las características deMiguel. Su padre no salía de su asombroal principio; le costaba entender que notenía por qué aguantar las escenas queMiguel organizaba en casa, ni seguirledando dinero, con casi treinta años; nisoportar las broncas que siempre montabacuando iban cualquiera de sus hermanos,

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ni las guerras que se traía con la personaque trabajase en casa, fuese quien fuese,pues en los últimos dos años habíancirculado cuatro personas. Poco a pocofue comprendiendo que difícilmenteMiguel actuaría como un adulto si leseguíamos tratando como un niño, al queél consentía todo, entre otras cosas, por laculpabilidad que había sentido desde elmismo momento en que se enteró de queeste niño venía al mundo.

Podemos imaginarnos fácilmente lasescenas que Miguel le montó a su padreen cuanto vio el cambio de actitud de éste;intentó romper por todos los medios laincipiente seguridad y resolución queparecía mostrar su progenitor.Afortunadamente, y con el apoyo absolutode sus hermanos, su padre empezó a darse

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cuenta de que ese era el único camino, ycada vez mostró un comportamiento y unaactitud más «madura y adulta» conMiguel.

Cuando Miguel volvió a consulta,venía con toda la agresividad que puededesarrollar una persona de suscaracterísticas, muy poco acostumbradoademás a controlarse. Evidentemente, lasprimeras sesiones fueron un pulsopermanente por su parte para intentar queyo cambiase las orientaciones que lefacilitaba a su familia, y que le habíanllevado «a la ruina económica», «no tengoni para tabaco, ¡qué demonios pretendes,que me sumerja en el mundo de la drogapara pagarme mis cosas!».Afortunadamente, Miguel «no era tonto» ypronto comprendió que esos chantajes no

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le funcionaban conmigo; antes bien, mereía bastante y le decía que si queríaactuar como un adolescente yo le trataríacomo tal.

La realidad es que hoy apenas veo aMiguel una o dos veces al año, para vercómo sigue todo, y tenemos una buenarelación, estoy convencida de que inclusosiente afecto por mí. Miguel empezó avivir el presente, sin condicionantes de supasado, cuando aceptó que lecorrespondía 1 él, y sólo a él, la tarea derehacer su vida.

Le costó entender que no habíaculpables, sino situaciones ycircunstancias que habían producidodeterminados hechos; que cada uno habíaactuado lo mejor que había podido y queahora, en su momento presente, que era el

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que realmente tenía, podía por fin ponerorden entre tanto caos, y sacar «partido» ala persona, sin duda inteligente, quellevaba dentro. Una de mis frasesfavoritas por aquel entonces era: «Miguel,si conseguimos poner tu cerebro a tufavor, con la imaginación y la agilidadmental que tienes, pronto verás losresultados; pero si sigues poniéndolo en tucontra, no hace falta que analices cómoestás, basta con que cierres los ojos y temires por dentro unos segundos.»

Al principio, para que Miguel sediera cuenta de que su mente no paraba dedecirle cosas negativas, que lo único quele creaban era insatisfacción y conflictos,hicimos múltiples registros. Miguelapuntaba literalmente, cada vez que sesentía mal, qué día y hora era; dónde

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estaba, con quién y qué haría; quésensaciones físicas o fisiológicas sentía y,lo que era más importante, qué estabapensando en esos momentos. Poco a pocose fue haciendo un experto en detectar suspensamientos; al cabo de unas semanasveía perfectamente la relación entre loque pensaba y lo que sentía, y a los dosmeses ya era capaz de «controlar» partede sus pensamientos irracionales. Aún lecostó tiempo cambiar algunos de loshábitos que más arraigo tenían en su vida,como el de echar la culpa a los demásante cualquier contratiempo, o controlarsus conductas impulsivas o agresivas.

A los seis meses ya fue capaz devivir de forma independiente. Por finhabía conseguido un trabajo por sí mismo,y la verdad es que pronto aprendió cómo

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arreglárselas con las tareas domésticas.Nos costó más desarrollar sus

habilidades interpersonales; pues noestaba acostumbrado a dialogar; en éltodo había sido mandar, imponer y exigir.Pero se terminó gustando mucho más a símismo cuando aprendió a ponerse en ellugar de los demás. Empezó a haceralgunos cursos, que le permitieronmejorar de forma significativa suscondiciones laborales. Miguel, en cuantocambió su disposición, aprendiórápidamente. Aún tuvo dos o tresocasiones en las que «metió la pata»claramente con sus compañeros, al nocontrolar la vena de «dictador» quellevaba dentro; pero al día siguiente yahabía sido capaz de pedir disculpas yademás, lo había hecho con una actitud

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absolutamente dialogante y sinprepotencia. Hoy Miguel sí está viviendosu presente y, además, como hemoscomentado muchas veces, lo está haciendoen mejores condiciones que la mayoría delas personas que lo rodean, pues éstas nohan tenido la ocasión de entrenarse en elcontrol de sus vidas, por lo que carecende muchos de los recursos y habilidadesque él ha desarrollado.

Si alguna ventaja tiene un pasadodifícil es que te da la oportunidad dedesarrollar más competencias, másdestrezas ante las situaciones presentes yfuturas. Miguel supo extraer losaprendizajes de su pasado. Ese cambio deactitud le permitió rescatar su presente:¡Había cogido el camino acertado!

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Tener un pasado complicado notiene por qué ser igual a tener unpresente sin futuro.

¡Cojamos el camino acertado!

En muchas ocasiones el problema noconsiste en coger un camino equivocado,sino en no ver ningún camino. Haymomentos en los que el destino pareceponernos a prueba, ¡y de qué forma! Haceunos meses, un amigo, a raíz de unasituación complicada que estaba viviendo,me dijo algo así como: «¡Ya me contarástú qué enseñanza se puede sacar de estedesastre!», y yo le contesté, con unasonrisa de complicidad: «¡Hombre, no medigas que no lo ves!» Su siguienteexpresión no me parece muy apropiado

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reproducirla en un soporte escrito, peronos la podemos imaginar- una vez soltadosu «desahogo», de nuevo yo volví a lacarga, esta vez ya riéndome, y le dije:«¡Pero no te das cuenta de que después deesto cualquier cosa que te echen teparecerá una insignificancia! ¿De verdadno ves la oportunidad que estás teniendopara que aprendas a no sentirse afectado,por mucho que un mentecato lo pretenda?»Estábamos hablando de un tema laboral,le insistí en que «jugase» a sorprender asu inmerecido jefe en la primera ocasiónque se le presentase; así, en lugar deenfadarse o sentirse consternado ante susdescalificaciones, le respondería con unaamplia sonrisa, diciéndole aquello de«¿alguna otra aportación, o por hoy ya noshas iluminado bastante?»; esta respuesta

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no era agresiva considerando lasuperficialidad del «mandamás» encuestión; no obstante, le sugerí otrasrespuestas «a medida», en función de suestado anímico y del ambiente imperante;si se sentía muy débil, y creía que «elhorno no estaba para bollos», siemprepodría sonreír y hacer un gesto comodiciendo ¡hay que ser insensato! Pero esosí, sin salir esa frase de su boca; lomáximo que podía pasar es que elmencionado jefe le preguntara ¿qué queríadecir con esa sonrisa?, a lo que él podríaresponder: «¡Ah, pero estaba sonriendo!,¡no me había dado cuenta, me sale esasonrisa siempre que estoy especialmenteatento!»

A los tres días mi amigo estabaeufórico, por primera vez había visto a su

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jefe desconcertado y nervioso; éste nohabía sabido cómo debía tomar la actitudde su subordinado, pero lo que tuvo claroes que no había producido en él la tensióno el temor que esperaba, por lo que, deforma inesperada, cambió de tema yempezó a mover exageradamente laspiernas y las manos, a la vez que seaceleraba en sU discurso, y tomaba talvelocidad que todos creyeron que seterminaría asfixiando en cualquier frase.

Mi amigo había cogido el caminoacertado; se dio cuenta de que cuandodecidiera cambiar de empresa seríaporque tenía otra opción mejor, no porquesaliera huyendo por el primerincompetente que tuviese al lado.

Hay una regla clave: cuando no veasningún camino, no sigas mirando.

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¡Párate! Cierra los ojos, controla turespiración, intenta pensar en algopositivo y, cuando lo consigas, mira denuevo y quizá ya puedas ver; pero si aúnno distingues nada, no te preocupes,porque seguro que está ahí y lo único quequiere es darte una sorpresa; vuelve aconcentrarte en otra cosa, a ser posibleque te traiga recuerdos agradables, intentadisfrutar de esas imágenes y, cuandomenos lo esperes, aparecerá lo quebuscas. En casos extremos, en los que nossentimos a punto de explotar, hagamosalgún tipo de actividad física o deportiva;en casa, siempre podemos hacer algo degimnasia o bailar, actividades ambassaludables que nos ayudan a canalizar esaenergía que parece ahogarnos.

Siempre hay un camino, aunque en

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ese momento parezca escondido. Algo asíparecía sentir Gonzalo.

El caso de Gonzalo

Nuestro protagonista era el típicojoven que caía bien a todo el mundo.Tenía 20 años, era una persona sensible,culta, agradable, que sabía escuchar y querazonaba con mucha sensatez.

Cuando vimos a Gonzalo estabapasando un mal momento. Toda su vidahabía tenido bastante éxito en losestudios; no era de los primeros de laclase, pero siempre había aprobado sindemasiadas dificultades.

Al llegar a la universidad habíadecidido hacer una doble licenciatura y sehabía entregado a la tarea en cuerpo y

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alma. Los primeros resultados fueron muynegativos, pero Gonzalo siguió porfiando,hasta que comprendió que era inútilcontinuar.

El segundo año había cambiado decarrera; gracias a su buen ánimorápidamente había hecho buenos amigosen su nueva facultad, pero de nuevo losresultados fueron desalentadores.

Gonzalo estaba desesperado; por unaparte sentía ganas de tirar la toalla, peropor otra sabía que se arrepentiría si lohacía, así que se debatía en medio de unaparente «callejón sin salida».

Había vivido los distintos suspensoscomo los mayores fracasos de su vida, deesta forma había conseguido aprender atener miedo; se había vuelto inseguro,incluso en sus relaciones personales,

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todos sus pensamientos eran catastrofistasy, aunque aún estaba dispuesto aintentarlo, la verdad es que ¡daba penaverle!

De poco parecía servirle que suspadres estuviesen a su lado, que aúnconfiasen en él, que pudiera tener otrasoportunidades.

En primer lugar, tras muchaindecisión, por fin decidió cambiar decarrera, pero lo hizo con criterio;minuciosamente habíamos analizado superfil, sus habilidades, recursos ycompetencias, de tal forma que lasposibilidades de un nuevo fracaso eranmínimas. El siguiente paso era entrenarlopara controlar sus miedos y susinseguridades. Con mucho trabajoconsiguió empezar a comprender que una

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persona no se vuelve «tonta» de un díapara otro; pero es cierto que se puedencometer muchos errores cuando se estátensa, nerviosa, inquieta, desmoralizada,angustiada… A continuación hicimosregistros de sus conductas académicas, loque nos permitió ver sus fallos y, enconsecuencia, por dónde debíamosempezar para desarrollar sus habilidadesintelectuales.

Descubrimos que los recursos que lehabían servido para terminar elbachillerato ahora se quedaban muycortos ante los retos que planteaba sucarrera. Tuvo que reforzar su forma detomar apuntes, de estar atento de formaselectiva, de resumir lo más importante,de tener más comprensión en su lectura,de concentrarse en los elementos claves

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y…, tuvo que trabajar y mejorar mucho suautocontrol en los exámenes. Hicimosmuchas prácticas de examen, intentábamosreproducir las condiciones de la formamás fiel posible: el mismo tiempo límite,el mismo número y tipo de preguntas, unasituación de presión semejante… Losresultados se hirieron esperar alprincipio, Gonzalo no consiguió mejorarsus habilidades hasta que no adquirió unbuen control sobre sus pensamientos,hasta que no se quitó el «miedo deencima». Una vez convencido de quepodía «controlar sus nervios», los éxitosllegaron, y con ellos su tranquilidad.

Gonzalo había estado a punto deabandonar la universidad y colocarse enalgo que ni le gustaba ni tenía futuro; peroen ese momento sólo quería huir, pues no

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veía «ningún camino», ningunaposibilidad de reconducir sus últimosfracasos.

Cuando perdemos la confianza ennosotros mismos, toda nuestra vida sedesmorona. En esos momentos resultaextraordinariamente difícil reaccionar,pero es ahí cuando tenemos que luchar yno dejarnos llevar por la apatía, eldesencanto, la tristeza, la falta deesperanza, de ilusión…, la ausencia dehorizontes.

Desde fuera, lo mejor que podemoshacer con las personas que están en esasituación es mostrar nuestra confianza ensus posibilidades, pero también nuestradeterminación en esa lucha interna queestán viviendo, para que no abandonen y

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no tiren la toalla. Otro de los principiosque dan buen resultado, en esascircunstancias, es obligarles a «salir de suescondite», que vuelvan a quedar con losamigos, a hacer deporte, a realizar tareas,a darles pequeñas obligaciones…; endefinitiva, a conectarlos otra vez con elmundo, para que se den cuenta de quesiguen teniendo un sitio y que, finalmente,terminarán encontrando «el caminoacertado».

A veces una recta no es el caminomás corto cuando una persona se sientehundida o perdida. Antes de volver acaminar conviene que haga algunos«ejercicios previos» y, aunque no leapetezca, le incitaremos a elloponiéndonos a su lado, para que terminerecuperando «su forma física y psíquica»,

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y sea capaz de conseguir que sus pasossean de nuevo firmes y seguros.

Gonzalo necesitó aprender de nuevoa estudiar, a coger apuntes, a separar loimportante de lo accesorio, aesquematizar…, pero sobre todo necesitóaprender a controlar sus emociones, asentirse de nuevo seguro y animado, asaber que podía volver a encontrar sucamino, y que cuando lo hiciera, yaestaría preparado para seguir su trazado.Salir con sus amigos, volver a montar enbicicleta, participar en las sobremesas,«engancharse a todo aquello que antes leharía feliz», fueron parte de las «muletas»que Gonzalo utilizó antes de lanzarse a la«carrera».

Repetimos: siempre existen uno ovarios caminos acertados, pero a veces

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necesitamos separarnos un poco del arcény alzar la vista para poderlos ver.

Por supuesto que nuestro joven deveinte años terminó consiguiendo el éxitoque tanto anhelaba y se merecía, y loconsiguió cuando puso, entre otras cosas,su voluntad al servicio de su inteligencia,y no al revés. Son muchos los jóvenes quefracasan cuando llegan a la universidad, yla verdad es que, en la mayoría de loscasos, no tienen la culpa. Laresponsabilidad es de un sistemaeducativo que no les ha preparado paraenfrentarse a esas situaciones, a esosnuevos retos y dificultades.

Nuestro equipo ya está realizandoexperiencias muy positivas con diferentesgrupos de estudiantes que están dandomuy buenos resultados. Esperamos que las

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instancias oficiales recojan «el guante» yasuman su responsabilidad en este campo,y pronto incluyan, dentro del curriculumacadémico de nuestros estudiantes, unaparte dedicada a prepararlos para la vida,a enseñarles cómo desarrollar suinteligencia emocional.

Una vez que hemos aprendido denuestro pasado y hemos conseguidorecuperar nuestro presente, estaremos enlas mejores condiciones para«conquistar» nuestro futuro.

¡Conquistemos nuestro futuro!

«La conquista del futuro» parece másel título de una película de ciencia ficciónque una realidad a la que nos enfrentamostodas las personas. Lo cierto es que el

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futuro, salvo que nos muriésemos ahoramismo, «nos vendrá» a todos, y llegarácon o sin nuestro consentimiento, estemoso no preparados para recibirlo; muchosnos dirán: «¡Cuidado, puede ser tremendosi no lo hemos "trabajado "apoco", sidejamos que nos pille de sorpresa!»

De hecho, prepararse para el futuroes uno de los objetivos en los que seembarca media humanidad. Si lopensamos despacio, a la mayoría nosparecería razonable que parte de nuestrosesfuerzos se dirigiesen a «asegurar»nuestro futuro, pero la triste realidad esque parece difícil encontrar el «puntomedio».

Aparentemente, hay personasdemasiado despreocupadas hacia sufuturo; viven tan en su presente que dan la

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impresión que no hay otro tiempo verbalen sus vidas; todo parece un despilfarroconstante: de tiempo, de esfuerzos, deconsumo… ¡Es como si el mañana noexistiera para ellos!

Por el contrario, en nuestra sociedadoccidental también hay un grupo muyimportante de personas que parecen vivirsólo para preparar o asegurar su futuro.Para ellas apenas hay resquicio en supresente, todo lo realizan en aras i lo que«vendrá después». Con esta filosofía,muchos adolescentes y jóvenes pasan poresa etapa de su vida como «de puntillas»,no ven más allá de los estudios que debenterminar, de los idiomas que tienen quehablar, de los expedientes brillantes quedeben conseguir…

Algo similar ocurre con muchos

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adultos, que sacrifican constantemente suvida en aras a ese piso que deben pagar, aese coche nuevo que acaban de comprar, aesa segunda vivienda para el verano ocomo inversión, a esas obras queconviene hacer… y todo lo dejan paradespués; para cuando terminen lahipoteca, para cuando sus hijos acabensus estudios, para cuando seindependicen, para cuando crezcan susnietos, para cuando engorde su plan depensiones… En ese mundo suyo no haylugar para las sorpresas, ni para losimprevistos, los accidentes o lasenfermedades. Hace poco, comentando lamuerte de un conocido, alguien me dijo:«¡Qué pena, ahora que ya le faltaba tanpoco para empezar a vivir!» Me callé,pero pensé: «¡Qué pena de vida sin ser

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vivida!»No pretendo implantar una

revolución, nada más lejos de miintención, ni de mi edad, pero cada díaveo más como una trampa mortal eseenfoque de vida en el que todo es «unainversión para el futuro». ¿Quién tienecomprado su futuro?, ¿no será mejor quevivamos, de verdad, con la mejor de lasdisposiciones, y con toda la alegría queseamos capaces de sentir nuestropresente? Y ello sin matar nuestro futuro,¡por supuesto! Podemos actuarrazonablemente para que nuestro futurosea tan agradable como nuestro momentoactual, pero no hay nada que justifique elque «nos matemos o nos inmolemos» ennuestro presente para garantizar un futuroque nadie nos puede asegurar.

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La mejor conquista del futuro es eldía a día vivido con alegría, con buenánimo, con esperanza, con proyectos;pero también con realidades presentes,con ilusiones repartidas en cadaesfuerzo, con una meta constante ennuestra vida: ¡ser todo lo felices quenuestra limitación humana nos permitaen cada momento!

Una vez «situados» es interesanteque nos planteemos qué futuro queremostener.

¿Qué futuro queremos tener?

Quizá pensemos que es una preguntatípica que debe formularse la gente joven,

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¿pero por qué sólo la gente joven? quéfuturo queremos tener es algo queconviene que nos planteemos a cualquieredad y con cierta frecuencia, puesnuestras expectativas deberán adaptase alas distintas circunstancias por las queatraviese nuestra vida.

Hay preguntas que parecen tanobvias que muchas personas no se lasformulan, y cometen uno de los mayoreserrores del ser humano: no cuestionarselo que parece evidente y, enconsecuencia, no reflexionar sobre loimportante.

A veces vivimos con tantas prisas ytensiones nuestro día a día que nilevantamos la vista para mirar elhorizonte y poder contemplar no sólo pordónde vamos, sino a dónde queremos

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llegar. El ajetreo cotidiano se convierteasí en una trampa; trabajamos a destajo,nos dejamos todas las energías en superar«todo lo que tenemos encima» y, cuandonos queremos dar cuenta, nos encontramosen un lugar muy diferente al esperado.

El caso de DoriLlegó un momento en que Dori

decidió parar y plantearse qué futuroquería tener. En esos instantes pasaba yade los 40 años, tenía una carrerauniversitaria, pero había empezado comoauxiliar en la administración pública y asíseguía 17 años después; su matrimonioiba bien; tenía dos hijos majos, aunque enuna edad terrible; había conservado ungrupo de amigos/as con los que seencontraba muy a gusto; su situación

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económica no era boyante, pero vivíancon cierto desahogo…; pero Dori noquería seguir de auxiliar el resto de suvida y, aunque no sentía una prisa enorme,tampoco le apetecía dar el salto a laempresa privada, por lo que habíadecidido preparar las oposiciones alCuerpo de Gestión.

Hasta aquí todo bastante típico ycoherente; lo que Dori no había previstoera la reacción de su núcleo familiar. Sumarido acogió esta noticia con ciertasreservas, diciéndole aquello de: «Túsabrás, pero no creo que te compense elesfuerzo que vas a hacer, porque ¡nopretenderás que nos metamos en másgastos!, ¿quién va a ayudar a Pepe con susdeberes y quién va a llevar a los niños a

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las actividades extraescolares?» Cuandoaún no había salido de su asombro, Dorise encontró con una actitud bastanteparecida por parte de su hijo Pepe. Este,al principio, no lo expresaba verbalmente,pero ponía una cara terrible ante loscambios cotidianos que le afectaban a él;al cabo de dos semanas se plantó ante sumadre y le dijo que no lo entendía, quepor qué se empeñaba en estudiar a suedad y pasar menos tiempo con ellos, quele gustaban más las cosas como estabanantes, que se estaba volviendo egoísta alpensar sólo en ella. Afortunadamente, suhija reaccionó justo en el extremocontrario, y le dijo a su hermano que elegoísta era él y que mamá tenía derecho adecidir lo que quería hacer con su vida,que por qué no se quejaba de su padre,

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que siempre había hecho lo que quería ynunca se había sacrificado por ellos.

Dori se preguntaba si era lógico loque estaba ocurriendo en su familia. «Loúnico que he conseguido es que todosestén divididos y yo me encuentro enmedio, sin saber si tengo que tirar paraadelante o dejarlo para mejor ocasión.»No fue fácil empezar a poner las cosas unpoco darás, y conseguir que Dori no sesintiera en ese «callejón sin salida», peropoco a poco los argumentos racionales sefueron imponiendo.

Trabajamos mucho con reflexionescomo las siguientes: «¿Hay alguna ley quediga que la madre y sólo la madre es laúnica que se tiene que sacrificarsiempre?, ¿acaso estamos en un paísislámico? Tus hijos tienen una

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oportunidad fantástica para dar un pocode sí mismos, aprender a trabajar enequipo y elaborar recursos que les ayudena superar estas pequeñas dificultades; site dedicas el resto de tu vida a quitarlestodas las piedras del camino, ¿qué pasarácuando tengan que saltar ellos solos elprimer obstáculo? Tú tienes el derecho aelegir lo que quieres hacer, tienes elderecho a equivocarte -que no es éste elcaso- y tienes el derecho a emplear partede tu tiempo en lo que decidas -porque tútambién eres dueña de tu tiempo, no lespertenece sólo a los demás-; tu maridotiene una ocasión de oro para estrecharlos lazos con sus hijos, para darse cuentade que también son suyos, para apoyarte ati, como tú llevas haciéndolo con él desdeque le conociste, para dejar de mirarse el

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ombligo y para empezar I ver el mundoque hay a diez centímetros de él…»

Cuando por fin Dori parecíaencontrarse más tranquila y con las ideasclaras, le asaltó una última duda: «¿Y quépasa si después de tanto esfuerzo ysacrificio suspendo las oposiciones?,porque, además, con las plazas que hansalido y la gente que se ha presentado¡será lo más probable!» Mi respuesta, máso menos, fue: «Pues pasarás a formarparte de esa mayoría que ha suspendido,que se ha esforzado, en mayor o menormedida; que ha vuelto a coger los libros;que se han sentido más jóvenes; que sehan ilusionado con un nuevo proyecto; quehan tenido la oportunidad de aprenderotras cosas; que ha conocido a gente maja,que también preparaba las mismas

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oposiciones, y que, de no ser por estacircunstancia, se lo habrían perdido; queha vuelto a recordar que a veces las metasdependen no sólo del esfuerzo, sinotambién un poco de la suerte, pero quesiempre merece la pena esforzarse,intentar conseguir ese futuro que queremostener… y lo habremos hecho bien, si nonos arrepentimos del "presente", si elesfuerzo ha ido unido a la satisfacción queteníamos cada día, si nuestro objetivo noera únicamente aprobar las oposiciones,sino aceptar que podíamos suspenderlas,y que aún en ese supuesto, ¡habríamerecido la pena intentarlo!» Desde elpunto de vista profesional, Dori no iba aperder nada, en todo caso podría optar auna plaza de mayor cualificación y,además, habría adquirido nuevos

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conocimientos. Desde la perspectivafamiliar, sus hijos, ella y su maridopodrían desarrollar una convivencia másequilibrada, donde todos pusieran de suparte y aprendieran a ver las necesidadesde los demás; en definitiva, donde sehicieran más «completos», más«humanos».

Dori, finalmente, optó por prepararsus oposiciones y dar un paso adelante enese futuro que ella quería tener.

La familia no se desmoronó, enabsoluto, aunque el marido fue el quemenos «estuvo a la altura de lascircunstancias»; ella, en ocasiones,disfrutó estudiando, y en otros momentosrecordó la ansiedad que se experimentacuando estudias y parece que no «se tequeda nada», lo que le hizo sentirse más

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cerca de sus hijos; por supuesto quevolvió a tener algunas dudas sobre simerecía la pena tanto esfuerzo, perosiguió en su empeño y, lo que es másimportante, consiguió sentirse bastantebien cada día, aunque algunas jornadasterminase físicamente agotada.

El resultado final era lo de menos; loimportante para Dori había sido recuperarsu presente y saber que podía pensar quéfuturo le gustaría tener.

No aprobó las oposiciones en esaocasión, pero no se desmoronó, siguióviviendo cada día con la ilusión desentirse bien, haciendo cosas que legustaban, disfrutando y confiando en supersona. Al final, a la terceraoportunidad, lo consiguió, pero entoncestuvo claro que, de haber aprobado la

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primera vez, no hubiera desarrolladotantos recursos, ni una serie dehabilidades de las que ahora se sentíatremendamente orgullosa. Dori descubrióalgo muy interesante:

«El futuro bien entendido está en elpresente bien vivido.»

Aclaremos nuestras metas

Hay muchas personas que, desde sutierna infancia, parecían tener muy claroslos objetivos de su vida. El problemasuele llegar cuando, aparentemente, hanalcanzado la meta final: ¿qué pasaentonces?, ¿por qué muchas veces lascosas son tan diferentes a cómo lasimaginamos? Una respuesta bastante

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sensata a estas preguntas es quedifícilmente de pequeños somosconscientes de nuestras limitaciones, ymenos aún podemos tener un mínimo deobjetividad que nos permita saber si lasmetas que nos proponemos sonrazonables.

Sin embargo, a veces nosempeñamos en «anclamos» enpensamientos infantiles y, sin darnoscuenta, no afrontamos con realismo lasituación actual. En esas ocasiones, confrecuencia nos sentimos hundidos,decepcionados, machacados, injustamentetratados por la vida y relegados ocondenados al fracaso. No basta consaber cuáles son nuestras metas, es másimportante que analicemos si sonrealistas.

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El caso de Paco

Paco era y había sido toda su vida eltípico «empollón». Se había pasado suniñez devorando libros mientras suscompañeros jugaban, saltaban y corrían;siempre se había mostrado retraído, yhasta algo huraño, pero todos le mirabancon asombro cuando intervenía en clase.Los deportes le parecían aburridos y laasignatura en que menos brillaba eraeducación física. Para él, los fines desemana consistían en leer, leer, hacerejercicios y volver a leer. Terminó sucarrera de forma brillante, aunque conpeores notas que las que él creía merecer,y con la finalización de sus estudiosacabaron sus «días de gloria». Tres años

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después de haber finalizado la carrera aúnno había encontrado un trabajo «acordecon sus intereses, motivaciones yexigencias». El que no le parecía pocoatrayente se le antojaba insuficiente, y elque le gustaba no se lo daban.

No estaba dispuesto a cambiarse deciudad, pues no quería perder lasposibilidades culturales que tenía Madrid;tampoco se planteaba hacer un trabajo queno fuese «exactamente» el que él habíapensado y, por supuesto, no estabadispuesto a hacer tareas u ocupacionesque le parecían denigrantes.

Cuando vino al despacho supretensión era muy clara, quería que leentrenase en hacer entrevistasprofesionales, ya que en todos los

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procesos selectivos que había realizadoera en la entrevista donde siempre letiraban.

Una vez expresado su objetivo, sededicó a «tirar por tierra» a todas lasempresas, directivos y personas quehabían «osado» no seleccionarle. Paco nose planteaba qué podría tener él queresultase tan poco conveniente para tantaspersonas; su argumento era justo elcontrario: ¿cómo podía haber tantoincompetente decidiendo quién debíaentrar en las empresas? Ésa era unapregunta que él mismo se hacía y serespondía diariamente.

La verdad es que no es sencillotrabajar con personas como Paco, porqueles cuesta mucho reconocer que «algo»suyo no es perfecto o, sencillamente, que

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deben adaptarse a las circunstancias queles rodean. Nuestro joven tenía querealizar una difícil tarea previa: pensarcómo era él, cómo eran las personas quebuscaban las empresas, en qué debíaesforzarse, qué competencias tendría quedesarrollar, qué aspectos suyosconvendría modificar y qué metas debíaredefinir o adaptar. El cambio no empezóa producirse hasta que Paco nocomprendió que, en realidad, era unapersona muy limitada, sin apenashabilidades sociales, tremendamenterígido e inflexible, y fuera de la realidad.Nuestro joven se dio cuenta de que pococonseguiría persistiendo en su actitud, queno podía pasarse la vida protestando yviviendo «a costa» de sus padres y que yahabía llegado la hora de empezar a

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remediar esta situación. Una de lasprimeras cosas que le exigí a Paco es quedejara de «quejarse», primero porqueresultaba molesto escuchar continuamentesus quejas, pero, sobre todo, porque erauna actitud inútil, además decontraproducente para él.

También entrenamos mucho a Pacopara desarrollar su sentido del humor; nofue fácil cambiar su tono «cáustico ymordaz» por un humor más saludable, mástransparente y más sociable. Otra de lasprincipales áreas a desarrollar fue elcontrol de sus pensamientos, que eransiempre negativos, pero que estaban tanautomatizados que Paco no era conscientede cómo condicionaban sucomportamiento.

Una vez que ya había adquirido un

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autocontrol razonable, y que empezaba areírse de sí mismo, se dio cuenta prontode que en la actualidad las empresasbuscan personas acostumbradas a trabajaren equipo, participativas, que sepancompartir, sociables… En consecuencia,si quería trabajar tendría que acercarse aese perfil y llegar a sentirse cómodo conesa nueva forma de ser y actuar.

En la fase final del aprendizajetuvimos que grabarle muchas veces aPaco en las entrevistas, pues aún mostrabaun lenguaje verbal y corporal demasiadoagresivo; le costó, pero aprendió arelajarse, y le gustó tanto esa nueva facetasuya que dedicó gran parte de sus energíasa «recuperar el tiempo perdido». Paco sedio cuenta de que no bastaba con tener lasmetas claras, sino que, además, éstas

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debían ser realistas. Asimismo, fueconsciente de que los niños necesitanjugar con los amigos, aprender adefenderse, a reírse, a divertirse… y quees un aprendizaje que ninguno debesaltarse; comprendió que los adultosnecesitamos reírnos, buscar lo positivo delas situaciones, huir de las quejaspermanentes y aprender a escuchar ymirar a nuestro alrededor. Paco consiguióun buen trabajo, pero, sobre todo,aprendió a escuchar, a dialogar y aconvivir; a partir de ahí, según suspropias palabras, la vida le resulta másagradable y más divertida.

La historia de Paco puede ser unbuen preámbulo para ayudarnos a definirnuestras ilusiones.

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Definamos nuestras ilusiones

Algo tan aparentemente sencillopuede resultar desconocido o inexploradoen muchas etapas de nuestra vida.

¿Sólo los niños tienen ilusiones? Sifuera así, ¡qué pena de los adultos! Quizáéste es uno de los grandes errores denuestra sociedad «avanzada»: perder lasilusiones es como perder la brújula; sitodo lo que nos queda es esfuerzo ytrabajo, personalmente «paso» de estejuego.

Con frecuencia dejamos que nosconfundan las supuestas «obligaciones yresponsabilidades»; de tal forma quenuestra vida parece limitarse a ellas. ¿Quéqueremos decir? ¿Que cada uno sólo debehacer lo que le dé la gana? Por supuesto

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que no, pero hemos de encontrar unequilibrio entre lo que debemos hacer, loque queremos conseguir y lo que nosgustaría realizar.

Obligaciones sin ilusiones es comoel viento sin aire que azota la tierraseca; al final sólo queda polvareda.

Si en nuestro horizonte sólo haypolvo y humo, difícilmente podemos verlos caminos, y menos aún las «metas».

El esfuerzo es necesario, siempreque se dirija a un fin determinado; de locontrario, se convierte en energía inútilque termina por agotamos.

Las ilusiones, en todos los momentosde nuestras vidas, deben constituir el ejeque dé sentido a nuestros movimientos.

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Este preámbulo tiene la intención node confundir, sino de «hacemosreflexionan.

¿Nos hemos preguntado qué lesfalta a las personas que se sienteninfelices o agotadas, a las que nos dicen«¡ya no puedo más!», a los amigos quevemos apáticos y decaídos, a muchosniños «de hoy» que parecen «estaraburridos», a tanta gente «mayor» conlos ojos sin brillo?… ¿Qué nos faltacuando nos sentimos impotentes y sinesperanzas?

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NOS FALTANILUSIONES

Sin ilusiones perdemos la fuerza quenos mueve, el timón que nos guía, elhorizonte que nos espera. Podemos perderla cartera, el paraguas, las llaves, hasta laropa, pero no las ilusiones, porqueentonces sólo nos queda la desesperanza.

¡El ser humano no puede vivir sinilusiones! Porque entonces su existenciasólo es un cúmulo de obligaciones sinsentido, de esfuerzos malgastados, defalsas responsabilidades, deinsatisfacciones permanentes…, detrampas constantes.

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¿Por qué insisto tanto? Porque haydemasiada gente triste, demasiados niñosperdidos, demasiados adultosconfundidos, demasiadas personas sinesperanza… ¡Demasiado peso a nuestrasespaldas! Cuando pregunto a «esaspersonas infelices» por qué se sienten taninsatisfechas con frecuencia contestan:«Porque ya no espero nada», «Porque nopuedo más», «Porque estoy agotado/a»,«Porque no tengo esperanza de que lascosas puedan cambiar»… Entonces suelopreguntarles: «¿Ya no tienes ilusiones?»,y me responden: «Hace tiempo que lasperdí.»

¿Qué está fallando en nuestro sistemade vida? ¿Cómo es posible que el 28 porciento de la población sufra tales nivelesde estrés que provoquen el 50 por ciento

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del absentismo laboral? ¿Por qué tienentanto éxito los cursos que organizamospara combatir la ansiedad y el estrés?¿Qué busca la gente? ¿Qué esperanencontrar?… Seguramente buscan lo quehan perdido y, aunque en muchasocasiones no sabrían definirlo, enrealidad han perdido la ilusión.

Uno de los primeros aspectos queconviene trabajar, cuando se ha perdido lailusión, es volver a encontrar nuestramisión, esa meta que justifica nuestrosesfuerzos y da sentido a nuestra vida. Aveces, de forma muy clara, el análisis nosdice que tenemos que crear nuevosobjetivos porque los antiguos quedaronobsoletos; sin embargo, con frecuenciaese análisis riguroso nos hace ver lo queya no veíamos; nos ayuda de nuevo a

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encontrar el sentido a nuestros esfuerzos yla utilidad a nuestro trabajo o sacrificio.

Al final, ¡todos tenemos una misión!Porque el día que la persona no lo sientaasí será el principio de su desaliento.Entre los múltiples correos que te mandanlos amigos a través de «la red» hay unoque he conservado, de forma muyespecial, porque me parece «útil». Setrata de uno de esos «cuentos antiguos»que siguen tan vigentes hoy día.

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TODOS TENEMOSUNA VISIÓN

Un cargador de agua de la Indiatenía dos grandes vasijas que colgaba alos extremos de un palo y que llevabaencima de los hombros.

Una de las vasijas tenía variasgrietas, mientras que la otra era perfectay conservaba todo el agua al final dellargo camino a pie, desde el arroyohasta la casa de su patrón. Pero cuandollegaba, la vasija rota sólo tenía lamitad del

agua.Durante años esto fue así

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diariamente. Desde luego, la vasijaperfecta estaba muy orgulloso de suslogros, pues se sabía perfecta para loque fue creada.

Pero la vasija agrietada estaba muyavergonzada de su propia imperfección yse sentía miserable porque sólo podíahacer la mitad de todo lo que se suponíaque era su obligación.

Después de dos años, la tinajaquebrada le habló al aguador,diciéndole así:

«Estoy avergonzada y me quierodisculpar contigo, porque debido a misgrietas sólo puedes entregar la mitad demi carga y sólo obtienes la mitad delvalor que deberías recibir.»

El aguador dijo compasivamente:

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«Cuando regresemos a la casa quieroque te fijes en las bellísimas flores quecrecen a lo largo del camino.»

Así lo hizo la tinaja. Y, en efecto,vio muchísimas flores hermosas a lolargo del camino, pero de todos modosse sentía apenada porque al final sóloquedaba dentro de sí la mitad del aguaque debía llevar.

El aguador le dijo entonces: «¿Tediste cuenta de que las flores sólo crecenen tu lado del camino? Sembré semillasde flores a lo largo del camino pordonde vas, y todos los días las hasregado y durante dos años yo he podidorecoger esas flores para decorar el altarde Dios. Si no fueras exactamente comoeres, con todo y tus defectos, no hubierasido posible crear esta belleza.»

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A veces, simplemente tendremos que«mirar» con esos «ojos de ver» que yahemos comentado en otros apartados; porel contrario, en otras ocasiones serábueno que encontremos ilusiones nuevasque nos motiven y nos ayuden a salir deese estado tan lamentable, que sólo sirvepara enseñarnos nuevos caminos que deotra forma no hubiéramos buscado.

El caso de Borja

Borja era el prototipo de este cuento.Actualmente pasaba de los cincuenta yhabía sido todo a lo que se puede aspirarprofesionalmente: ejecutivo brillante,joven directivo, profesor de prestigio,persona muy reconocida en su medio y,

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finalmente, presidente y director generalde su propia empresa.

Desde fuera, cualquiera diría que lavida le sonreía; gozaba de un niveleconómico aparentemente desahogado, suempresa había adquirido muchanotoriedad, no se le conocían enemigos ysu vida familiar parecía muy estable.

Sin embargo, Borja se sentíaprofundamente decaído, agotado,insatisfecho, sin ánimos para seguirluchando y con un horizonte muy sombrío.

El diagnóstico estaba claro: Borjahabía perdido la ilusión.

Mantener su empresa en los nivelesde competitividad y rentabilidadadecuados le suponía un esfuerzoinhumano; alcanzar el equilibrioeconómico entre sus ingresos y sus

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numerosos gastos parecía cada vez unameta más difícil de lograr; disfrutar de suscortas vacaciones resultaba una hazaña;sentirse satisfecho de su familia «era unimposible», y en medio de este panorama,todo quedaba invadido por una sombra detristeza que le llevaba a sentirse el sermás solo del mundo.

Borja era un luchador nato, peropocas cosas resultan tan difíciles comodevolver la ilusión a una persona que seentusiasmaba con facilidad, pero quedesde hace años está sumida en la másprofunda de las tristezas, porque se sientesólo acompañado por su soledad sinlímites, embarcado en una lucha sintregua, donde él es el único guerrero quedebe enfrentarse a todo un ejército.

Para Borja ya nada tenía sentido; no

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había nuevas metas, los esfuerzos secentraban en conseguir que no sedesmoronase lo que le había costado todauna vida construir; a nivel afectivo erauna persona muy sensible, rodeado depersonas que le veían como un ser fuerteal que podían «exprimir» constantemente,ya que creían, de forma errónea, que él nonecesitaba la ayuda o la ternura de losdemás; personas que se situaban muy lejosde la realidad, que no sentían que tuvieradificultades económicas o que las crisispudieran afectar a su empresa; porque nointuían siquiera que el mundo de «fuera»fuese difícil. Personas que siempre habíanvivido bajo su cobijo y su protección yque, seguramente, no habían «crecido»todo lo que necesitaban.

Lo único que podría motivarle no se

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lo permitían sus creencias religiosas omorales; al final, Borja se sentíatremendamente fracasado, con uncansancio infinito que estaba empezando ahacer mella en su fortaleza física. Losiguiente era fácil de adivinar: situacionesde ahogo, presión en el pecho, falta deaire, de corazón «desbocado»…, deangustia vital. Había llegado a pensar queestaba realmente enfermo, con unadolencia imposible de curar queterminaría cayendo como una losa sobresu ya maltrecha situación.

Pero afortunadamente, a Borja aún lequedaba algo- aunque de forma muylimitada, en lo más profundo de su serconservaba una pequeña esperanza: quesus hijos estuvieran «a la altura de lascircunstancias». Con el tipo de educación

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que habían recibido, sus dos hijos no eranprecisamente un ejemplo de esfuerzo ysacrificio. Su vida había sido muy fácil ysu padre los había protegido en exceso,con ese cariño que a veces ahoga de«tanto querer». Los chicos sólo pensabanen cómo presumir con un nuevo coche, ocómo pasárselo bien con sus amigos y susnumerosas novias.

Decidimos que había llegado elmomento de que aprendieran (un poco)cómo era la «vida de verdad». Esto fuetodo un reto para Borja, pero también unanueva ilusión. Por su parte, debíaaprender cómo volver a disfrutar denuevo, cómo ilusionarse con pequeñascosas, cómo hacer amigos de verdad,cómo liberarse de tanta carga absurda yde tanto sufrimiento «inútil». La verdad es

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que sus hijos y su mujer reaccionaron alprincipio como cabía esperar: la esposade forma huraña, incluso agresiva, pocogenerosa; los hijos, como «niñosmalcriados» que no querían perder susprivilegios.

Sólo el convencimiento de queestaba actuando bien le proporcionó lasfuerzas y el empuje necesario para seguiry no ceder ante sus quejas y sus continuasmuestras de insolidaridad. Borja seembarcó en una cruzada: había decidido«salvar» a sus hijos, rescatarlos de tantaprotección y de tanta vida fácil; eso leproporcionó un auténtico motivo paraseguir luchando, pero, sobre todo, un fin:que los esfuerzos de toda su vida nohubieran caído en saco roto.

Uno de sus hijos se «alió» con su

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madre y opuso una resistencia en «toda laregla»; como era lógico, Borja flaqueó enmás de una ocasión, pero como personapertinaz volvía pronto a la «carga» yfinalmente consiguió que este «dúo sepusiera las pilas» y, por lo menos, noactuara en contra. Se dio cuenta de queuno no puede pasarse la vida trabajando,trabajando y trabajando, por mucho que su| trabajo le guste; si lo hace así, al final lapersona se pierde muchas cosas, muchasconversaciones con amigos, ratoscompartidos, paseos no realizados,proyectos tirados…; en suma, muchascosas por vivir y mucha experiencia nodesarrollada.

Es difícil pasar de una situación muydesahogada a «apretarse un poco elcinturón», de que todo te lo hagan a

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empezar a hacer tú algunas cosas; tecuesta no conseguir todo lo que pides,pero es absolutamente necesario quevivas esa realidad; porque esa es la vidade verdad, la vida que sus hijos y sumujer no habían vivido desde que él sehabía erigido en el protector de susexistencias.

Al cabo de tres años mantenía unaexcelente relación con su hijo mayor y unaalerta continua, pero no estresante, con suhijo pequeño, pues éste aún albergabaesperanzas de vivir toda su vida «a costa»de sus padres (más bien de su padre). Sumujer seguía de vez en cuando quejándosey añorando «otros tiempos», pero cadavez influía menos en su estado anímico.Hacía muchos años que no habíacomplicidad ni proyecto común entre

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ellos, pero Borja había aprendido a queesta situación, que por lo demás él noconsideraba necesario modificar, casi nole afectase. Seguía trabajando mucho,pero no de forma incompatible con unpoco de ocio. El, que de joven había sidoun buen deportista, descubrió que a susaños podía disfrutar haciendo algunosdeportes y sintiéndose muy bien con losnuevos amigos que había hecho en surecuperada faceta. Volvió a retomarviejos amigos de la juventud con los que,ante la presión de su mujer, había dejadode tratar. Recuperó la alegría de recordaresos momentos vividos juntos, lasprimeras ilusiones y escaramuzas… Lasvivencias que siempre permanecen.

Ya no se sentía mal por hacer cosasque no eran del agrado de su pareja; en

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ningún momento pretendió que éstacambiase su estilo de vida, pero desdehacía tres años él no había dejado de ir alos sitios que le ilusionaban, y habíaempezado a hacer las cosas que lesatisfacían.

Curiosamente, «pero no porcasualidad», había establecido otro tipode relación con su mujer, que a la largaestaba resultando más satisfactoria paraambos. No salían siempre juntos, perosalían más a menudo y a sitios diferentes.Habían aprendido, a sus años, aconcederse ciertas libertades que lesayudaban a disfrutar a cada uno de suspropios intereses; el sentimiento de«prisión» que habían experimentadoambos en muchas ocasiones había dadopaso a una sensación agradable de

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libertad; su mujer tardó más tiempo enencontrar la parte positiva de estoscambios, pero también lo consiguió,aunque siguiera quejándose de vez encuando «en voz alta». Como nos decía undía Borja, una de las cosas que más me hacostado aprender, pero que más me alegrode haber aprendido, es «no darimportancia a las quejas de mi mujer,especialmente cuando busca provocarmeo quejarse delante de mi padre» (quepasaba alguna temporada con ellos).

Borja volvió a encontrar un sitiopara él mismo en su vida. Recuperó susenergías, su fuerza arrolladora, pero sobretodo sus ilusiones, y con ellas las ganasde luchar y disfrutar.

Es difícil vivir sin dinero y más aún

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sin salud, pero ‹imposible vivir sinilusiones.

Para conseguir recuperar esasilusiones tendremos que llevar a cabocambios importantes en nuestra vida. Aveces tendremos que conseguirdesarrollar e implantar nuevos hábitosque nos permitan «poner nuestrospensamientos al servicio de nuestrosobjetivos».

Pongamos nuestros pensamientosal servicio Je nuestros objetivos

Comentábamos al principio de estelibro «que nuestros pensamientos son losresponsables de nuestras emociones»;resulta por ello obvio que si conseguimos

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controlar nuestros pensamientoscontrolaremos nuestras emociones,pero… también puede ocurrir locontrario: si nuestro cerebro nos juegamalas pasadas, y no controlamos nuestrospensamientos, nuestra vida queda lejos denuestra voluntad.

¿Alguna vez nos han enseñado acontrolar nuestros pensamientos? No.Como mucho, nos han dicho que nopensemos en determinadas cosas, o quecontrolemos nuestras conductas, pero nitan siquiera nos han enseñado algo tancrucial como es el que nuestro cerebrocontinuamente está pensando cosas, y esospensamientos determinan nuestros estadosde ánimo: el que nos encontremos bien omal. Cuando percibimos esta realidadintentamos aprenderla conforme a

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nuestros viejos hábitos, es decir,intentamos que esos pensamientos no nosalteren y, en el mejor de los casos,controlarnos. ¿Pero nos hemos planteadoque, además de controlarlos, podemosponerlos a nuestro servicio?

¿Qué queremos decir? Que podemospasar de la «reacción» a la «acción».

Reaccionar sería damos cuenta de loque estamos pensando e intentarcontrolarlo para que no nos influyanegativamente. Por el contrario, la«acción» significa que, de formavoluntaria y consciente, intentamos ponernuestros pensamientos a nuestro servicio:provocamos y producimosintencionadamente nuestros pensamientos,no nos dedicamos sólo a reaccionar anteellos.

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Si yo me siento mal tengo,fundamentalmente, cuatro opciones:

1. Desesperarme.2. Intentar soportar esta situación lo

mejor posible.3. Intentar controlar los pensamientos

que me provocan ese estado.4. «Ir por delante», controlar los

pensamientos «negativos o irracionales» yponer en su lugar pensamientos másracionales y positivos.

Dentro de lo que podríamos llamarSalud Mental, indudablemente la mejoropción es la cuarta, pero aún podemosmejorar nuestros hábitos si pasamos «a laacción»; es decir, si de forma conscienteintentamos «dirigir» esos pensamientos

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que continuamente nos acompañan enlugar de dejamos sorprender por ellos.Será más fácil que controle mí ansiedadante una situación de «examen»provocándome pensamientos y frasespositivas sobre esa situación quededicándome a contrarrestar lospensamientos negativos o pesimistas queme vienen a la cabeza.

Si me da mucho «corte» dirigirme aalguien en concreto para establecer unacomunicación con esa persona será mejorque me diga frases como: «¡Adelante, lovas a hacer muy bien, te sentirásestupendamente, lo conseguirás!» en lugarde: «¡Cuidado, alerta, debes estar atentaporque seguro que metes la pata, nocamines tan rápido, todo el mundo te mira,no vas a conseguir hablar dos palabras

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seguidas…!» Estas últimas frasecitas yotras parecidas sólo conseguirán ponertemás nerviosa, menos controlada yprovocaran una situación poco exitosa.

¿Cuántas veces nos sorprendemosdiciéndonos internamente frases positivasa nosotros mismos? Y al contrario:¿cuántas veces nos damos cuenta de quenos estamos «machacando» con loscomentarios o pensamientos que estamosteniendo?

Ya insistimos que en este puntotenemos un problema importante en el tipode educación que recibimos, que nosenseñó a estar siempre atentos ante lonegativo pero nada receptivos ante lopositivo. Nos pasamos la vidadiciéndonos: «¡Cuidado!», «¿Por quéhabré dicho eso?», «¡Vaya forma de

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actuar!»…, en lugar de: «¡Eres unapersona que se esfuerza, que pone interésy que va a conseguir sus objetivos!»,«¡Ánimo!», «¡Adelante!», «¡Seguro que lolograrás!», «¡No tengas dudas!», «¡Loconseguirás!», «¡Vales mucho!»…, ycosas parecidas.

Habrá personas que sientan «pudor»pensando que «eso» es darse autobombo oautoalabarse, pero no nos confundamos.No se trata de alabarnos, vanagloriarnos yencumbrarnos en el narcisismo; enabsoluto, se trata de protegemos, deanimarnos, de darnos fuerzas y ponernosen línea de salida ante el largo recorridoque nuestra mente y nuestro corazón hacencada día.

Ya hemos comentado que elsufrimiento inútil no nos enseña nada, más

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bien nos debilita. Cuando dejamos quenuestra mente divague y se «desparrame»en pensamientos absurdos o negativos, loúnico que hacemos es disponemos amachacamos, a inmolamos absurdamente.

¿Dejaríamos de comer y de beberpara afianzar el control sobre nuestrasnecesidades fisiológicas? Sería absurdo,porque lo único que conseguiríamos seríasometernos a un calvario que, de persistir,terminaría con nuestra propia existencia.¿Por qué entonces nos sometemos acalvarios absurdos enredándonos enpensamientos tan negativos comoirracionales?

Insistimos, no nos enseñaron acontrolar nuestros pensamientos, ¡pero yava siendo hora de que aprendamos ahacerlo!

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El caso de Raúl

Raúl era un chico joven, de veinteaños, sin problemas relevantes, sociable,deportista, sano, sensible y muy amigo desus amigos. Todo parecía ir bien, teníanovia, una familia que le apoyaba,especialmente su madre…, pero un día,tomando «unas cañas», un amigo suyo lecontó lo que le había pasado a otro amigo,al que Raúl conocía, y desde ese momentonuestro protagonista empezó a sentirsemuy inquieto e intranquilo. Al cabo dediez días le conocimos, vino a la consultacon la certeza de «estar volviéndoseloco».

El conocido en cuestión había tenidoun brote de paranoia y estaba ingresado en

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un hospital psiquiátrico. Raúl, aunque notenía una relación estrecha con él, y estostemas siempre le habían perturbadomucho, no

había sido capaz de decirle a suamigo común que no le diera tantosdetalles y había «aguantado» todo unrelato pormenorizado del caso: cómohabía surgido, que síntomas tenía, quepensamientos paranoicos albergaba, cómole habían ingresado, cómo se resistía…

El SNA de Raúl había hecho elresto. Esa misma noche había sidoincapaz de dormir, pensando lo mal que loestaría pasando ese chico; a la mañanasiguiente ya empezó a pensar que a él lepodría ocurrir lo mismo, y a los cuatrodías ya creía «oír voces» que le estaban

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indicando que él también era un psicóticoal que tendrían que encerrar.

Cuando nos relataba suspensamientos «somatizaba» de formaextrema: inmediatamente sentía presión enel pecho, le sudaban las manos, surespiración se volvía agitada i se quedaba«sin color» en el rostro. A fuerza depensar en lo que le pasaba a ese pobrechico, él empezó con una serie depensamientos que no controlaba y que leestaban provocado auténtico pánico.Como era consciente de la falta de controlfísico que experimentaba en esos casos yase daba por desahuciado y se pasaba eldía imaginándose en el psiquiátrico.

Raúl ¡se estaba tendiendo a sí mismouna trampa! Sus continuos pensamientosacerca de este chico le estaban llévando a

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un supuesto «callejón sin salida»; pensabaque la única solución sería tomar «muchamedicación y muy fuerte» para conseguirque su situación no se agravara y notuvieran que internarle. Todas susenergías se iban en estos pensamientos tan«agotadores»; el resto de su vida habíapasado a un segundo plano: su familia, sunovia, sus estudios, incluso sus amigos.Se pasaba el día «pensando» e intentandohuir de sus pensamientos.

Afortunadamente, era un chico que apesar de su estado seguía conservando sucapacidad de «escucha» y, entresorprendido y aliviado al principio por miactitud segura y tajante, asegurándole queno tenía ningún brote o ataque de paranoiay que no terminaría en un hospitalpsiquiátrico, pronto empezó a seguir de

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forma disciplinada todas las indicaciones;aunque una cosa eran sus intenciones yotra sus pensamientos.

Como no podía ser de otra forma, alprincipio lo entrenamos para «cazar» suspensamientos, para ser consciente deellos. Esta fase fue muy dura, porque a lavez que le ayudaba a darse cuenta de losefectos de esos pensamientos, estosseguían perturbándole mucho, por lo quemanifestó una resistencia muy fuerte hastaque empezamos a analizar esospensamientos y a «descubrir» que erantotalmente irracionales, provocados porsu miedo a convertirse en un paranoico.

En una segunda fase le enseñamos arelajarse y «cortar de raíz» esospensamientos para que él cogieraconfianza en sí mismo y se diera cuenta de

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que la situación estaba bajo control.Lógicamente, al principio le costaba«cortar» y sustituir esos pensamientos porotros más positivos y realistas, pero afuerza de entrenamiento y entrenamientose terminó convirtiendo en un experto. Alcabo de unos meses ese hecho tandramático se había convertido en unrecuerdo, casi en una anécdota. Raúl seencontraba muy satisfecho y creyó que yahabíamos terminado el entrenamiento; sesorprendió mucho cuando yo le dije que«ahora es cuando empezábamos a trabajarde verdad, antes simplemente habíamosaprendido a ser conscientes de esospensamientos y habíamos logradocortarlos para que dejasen de interferir,pero ahora había llegado el momento deponer sus pensamientos al servicio de sus

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objetivos».A pesar de la sorpresa, pronto se dio

cuenta del argumento: si los pensamientosson negativos e irracionales pueden llegara complicarnos mucho la vida, pero siconseguimos generar, de forma habitual,pensamientos positivos y racionalesestaremos provocando las mejoressituaciones para poder actuar de formaeficaz.

Una vez entrenado, Raúl mejoró surendimiento intelectual, aumentó laseguridad en sí mismo, elevó suautoestima y alcanzó niveles de controlmuy aceptables sobre sus emocionesdigamos negativas, a la par queprovocaba con facilidad sus emocionespositivas; pero cuando se sintió realmentesatisfecho fue al tomar conciencia de la

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importancia de ser proactivo en lugar dereactivo; es decir, aprendió a adelantarsea las situaciones a través de pensamientosadecuados que le impedían perder tiempoy energías; de esta forma, no se pasaba lavida agotándose en las reacciones, sinoque disfrutaba de las situaciones porqueen gran medida él se sentía responsablede ellas.

No le fue difícil salir de su crisis yconvertir ésta en una oportunidad deaprendizaje. Diariamente, cuando seduchaba, iba en el autobús, volvía acasa…, se daba ánimos a sí mismo confrases como: «¡Aunque hoy pareces unpoco cansado, ya verás como al final lascosas salen bien; ánimo, que hace un díaestupendo; tranquilo, que aunque Sonia(su novia) parece estar enfadada pronto se

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le pasará; tú ya sabes muy bien cómo noengancharte con ella y conseguir que setranquilice; tengo buena capacidad paraasimilar las cosas; conseguiré al final miobjetivo, aunque tenga que dar algúnrodeo!…»

¿Por qué dejarnos sorprender muchasveces con pensamientos irracionales ypesimistas si podemos ponerlos a nuestroservicio? Todos nos creemos diferentes, yes verdad que lo somos, pero casisiempre nos sentimos sin esperanza ydistintos cuando pensamos «que notenemos solución», que no podemoscambiar a estas alturas de la vida, quenuestras circunstancias nos marcanirremediablemente… Vamos a tratar dedar cumplida respuesta a estas preguntasque, con frecuencia, condicionan nuestra

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vida y nos sumergen en un estado anímicolamentable.

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Capítulo 3

Preguntas típicas

«¿De verdad yo tengo solución?»Casi todos, en algún momento de

nuestras vidas, hemos tenido algunapersona alrededor que nos ha hecho estapregunta: ¿de verdad yo tengo solución?;lo malo es que cuando nos lo dicen estánatravesando un momento anímico muydelicado, que no constituye, precisamente,la mejor plataforma para escuchar deforma tranquila y relajada lo que les

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contestamos.La certeza de que nuestra situación

ya es «insalvable» crea un estado casipermanente de ansiedad y desesperanza.

Cuando pensamos que no tenemossolución, en realidad le estamosdiciendo a nuestro cerebro que, haga loque haga, ¡está todo perdido! El cerebrose lo termina creyendo y actúa de hechocomo si de verdad ya no se pudierahacer nada. Nuestra «mala»predisposición determina, confrecuencia, una realidad negativa.

La persona que va conduciendo enuna ciudad nueva y piensa que se va aperder, fácilmente se terminará perdiendo;cuando nos anticipamos y creemos que

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una persona determinada no nos gustará,normalmente acaba cayéndonos mal; si,por la razón que sea, hemos deducido quenuestro amigo estará hoy muy decaído,terminaremos viéndole profundamentetriste, aunque externamente parezcaalegre.

Si ponemos toda la energía ennuestra contra; si continuamente nosdecimos lo insatisfechos que nosencontramos, sin duda será difícil quenos sintamos bien.

El caso de Cristina

Cristina llevaba varios añosmachacándose constantemente. Nadaparecía tener solución, todo constituía unesfuerzo inútil, su vida había sido una

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permanente equivocación, a estas alturassólo podía esperar fracasos…; éstos yotros pensamientos parecidos eran loseternos acompañantes de Cristina; en esascircunstancias a nadie puedesorprendernos la infelicidad que sentía.

Cristina era una persona muycualificada profesionalmente, pero dabalo mismo; según ella, no valía nada. Teníaun marido que la seguía queriendo conauténtico amor después de casi veinteaños de vivir juntos, pero esto tampocovalía gran cosa, pues en realidad, segúnnuestra protagonista, «su matrimoniohabía sido una equivocación»; por sucarácter sociable hacía fácilmente amigos,pero los terminaba abandonando antes deque se desengañaran y se dieran cuenta delo poco que valía…

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Sus hijos estaban atravesando unasituación delicada, en buena medida porsu edad, pero en parte también por loinsegura que veían a su madre. Era un«círculo vicioso», como ella se mostrabadecaída, insegura e insatisfecha, los criosestaban bastante «desmadrados»,buscaban unas referencias que noencontraban y adoptaban los típicoscomportamientos extremos, que a losadolescentes les cuesta tan poco mostrar.

Cristina no reconocía autoridadalguna a su marido, por lo que sus hijospronto habían perdido «el mínimorespeto» hacia la figura del padre. Losaños parecían haberse echado encima,cuando en realidad era aún una personabastante joven, pero carecía de algoelemental: carecía de esperanza e

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ilusiones.

De nuevo, «pero no por casualidad»,todo en su vida parecía desmoronarse:ámbito social, familiar, laboral… Nadafuncionaba y, sin embargo, nada erademasiado complicado. En la raíz de susproblemas había dos pensamientos que serepetían machaconamente: «¡No valgonada!» y «¡No hay solución para mí!»Estaba convencida de que todo era inútil;la única solución pasaba por dejar a sumarido, a sus hijos, a esta ciudad que leasfixiaba y a ese trabajo que le hacía taninfeliz.

Cristina estuvo a punto de no volvera la consulta cuando le dijimos que lasolución estaba dentro de ella misma: queno necesitaba dejar a su marido, ni a sus

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hijos, ni cambiar de ciudad…, que esospensamientos eran erróneos, que leestaban impidiendo ver la auténticaverdad y sólo le provocaban inseguridade insatisfacción.

Se sintió agredida y atacada: «¿Asíque soy infeliz porque me da la gana,porque no tengo otra forma de divertirme,porque me gusta pasarlo mal y soymasoquista?» «Por supuesto que no»,respondí, «eres infeliz porque crees queya no hay solución para tu caso, que temetiste en una especie de trampa mortal,que no hay posibilidad de salvarte, quetodo es inútil, que sólo te queda sufrir ysufrir, porque además estás convencida deque las cosas cada vez irán a peor, porqueno pueden ir de otra manera». Cristina seresistía y mostraba la agresividad típica

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que produce la insatisfacción y la falta dehorizontes: «¿Y no es así?», «¿Es que lospsicólogos pensáis que podéis cambiar larealidad sólo con vuestras teorías?», «¡Nosé qué pinto aquí, perdiendo el tiempo conlo que tengo que hacer!…» Después de unlargo monólogo por su parte sonreí y ledije algo parecido a: «Seguramente estásbuscando algo que te proporcione unaesperanza, algo que te permita abrir losojos y no asustarte.»

Tuvimos que trabajar varias semanas«a destajo», intentando que reaccionaraante el cúmulo de pensamientos, lamayoría irracionales, que continuamentese decía. Con anterioridad habíamosllegado al acuerdo de que ¡no tomaríaninguna decisión definitiva en su vida enlos dos próximos meses!, pues Cristina

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quería dejar inmediatamente su trabajo ycomprarse otra casa en una zona muyalejada de su actual vivienda. Al cabo deun mes ya parecía «entender» lo que deverdad le pasaba, lo que originaba susestados de ánimo, pero veía muy difícil lasolución, porque no creía que pudieracontrolar esa cascada de pensamientosque constantemente «se dirigía contra ellamisma».

Su marido intentó ayudar en lo quepodía, aunque el hombre tenía suautoestima «por los suelos»; los chavales,como es lógico esperar, reaccionaron conalguna brusquedad al principio, peropronto se sintieron mejor con una madremás segura, aunque también más «dura»,que no cedía fácilmente a sus chantajes yque, además, de vez en cuando ¡por fin

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sonreía!Los problemas de Cristina no eran

los que ella creía en un principio; suauténtico problema lo constituían esospensamientos desmoralizadores quecontinuamente se decía. Seguramente sutrabajo podría ser mejor, incluso sumarido, sus hijos y hasta sus amigos, perocuando todo parece que falla lo normal esque estemos fallando nosotros, no porquequeramos, sino porque nos estemosdejando confundir por unos pensamientospoco realistas que nos cierran cualquier«vía de escape».

Aún no he encontrado a nadie «queno tenga solución», pero,desgraciadamente, he conocido a muchaspersonas que se habían pasado media vidapensándolo, sufriendo inútilmente y

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creando un ambiente muy difícil a sualrededor y, por supuesto, algunas de esaspersonas seguramente aún lo pasan mal. Aveces las mayores resistencias estabanprovocadas por la «edad interna» denuestros protagonistas: jóvenes que sesentían viejos o personas mayores que seconsideraban acabadas y pensabanaquello de: ¿Cómo voy a poder cambiar aestas alturas de mi vida?

«¿cómo voy a poder cambiar a estasalturas | de mi vida?»

Cuando oímos esta frase a unapersona «mayor» entendemos suplanteamiento, aunque no lo compartimos,pero lo gracioso es cuando se lo oyes a unchico/a de 12,15 o 18 años: ¡Cómo van acambiar ya a estas alturas de sus vidas!

Ya comentábamos en el apartado

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«¿Cómo nos condicionaron los hechosvividos?» que cada persona nace con untemperamento, el suyo, «[…] y dependede cómo sea este temperamento serán máspermeables o menos influenciables por elmedio externo que los rodea». Todosconocemos a personas muycondicionables y, por el contrario, apersonas que no parecen cambiar pormuchos años que pasen.

No se trata de «volvernos delrevés», en absoluto; se trata deevolucionar y seguir creciendo…, ensuma, se trata de madurar.

¿Para qué sirven los años o losacontecimientos de la vida, especialmentecuando son negativos, sino es paraaprender de ellos? ¿Cómo puede alguiendecir que a estas alturas de la vida ya no

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le es posible cambiar o corregirdeterminadas conductas suyas, que élmismo reconoce que no son positivas?Evidentemente, cuando una persona dicealgo así no lo hace por cabezonería, lohace por miedo, por inseguridad; porquerealmente piensa que «le es imposiblecontrolar ese pronto que tiene o tomarselas cosas de otra manera».

Afortunadamente, el control denuestros pensamientos nos posibilita elcontrol de nuestras reacciones y, endefinitiva, de nuestras conductas. Enaquellos casos en que ya «nos hemoslanzado» y parece que es imposibleretroceder, incluso en esos casos, con máso menos rapidez, podemos reaccionar yretomar nuestro control.

En el capítulo 7, «Estrategias para

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dejar de sufrir y preparamos para lavida», explicaremos con detalle cómohacerlo. Ahora vamos a tratar de analizar,con un caso real, cómo las personaspodemos «evolucionar», y esa progresiónnos lleva muchas veces a un «cambio» tanpalpable que deja bastante sorprendidos alos que nos rodean.

El caso de Ángeles

Ángeles tenía 51 años cuando vino aldespacho; en esos momentos llevaba dosmeses de baja. Ella decía: «Ya no puedomás, no puedo volver a mi trabajo, me hanagotado, sólo tengo enemigos; estoyrodeada de trepas que son capaces dematar a quien sea con tal de subirellos…» Haciendo la historia vimos que

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Ángeles había llegado al límite de suaguante físico y emocional; en realidad,llevaba años sufriendo un ambientedifícil, con un jefe débil y, como tal,muchas veces cruel, entregado a una partedel equipo, actuando como una«marioneta peligrosa» y consciente de queAngeles era la persona más brillante detodas, la que más sombra le podía hacer yla que sabía perfectamente cuáles eran suslimitaciones. En casa, como es bastantehabitual, al principio tuvo mucho apoyopor parte de su marido y sus hijos, queeran dos jóvenes promesas, pero con eltiempo todos se fueron cansando de oírsiempre las mismas historias y,últimamente, sentía que su familia nocomprendía la situación y le daban«consejos absurdos». Con sus amigos se

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encontraba más amparada, pero tambiénhabía puesto a dos «en la lista negra»porque «tampoco habían sabido estar a laaltura de las circunstancias».

En estos últimos años Angeles nohabía parado de repetirse que «susituación no tenía arreglo, que sabía queno estaba actuando como esas personas semerecían, pero que ya no podía más y quea su edad no la podíamos pedir quecambiase».

En definitiva, teníamos ante nosotrosa una excelente persona, tanto desde elpunto de vista humano como profesional,pero estaba a punto de «tirar la toalla»,pedir una baja definitiva, arruinar sucarrera y machacar su vida personal yfamiliar.

Una de las primeras cosas que

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abordamos con Angeles, y que es habitualen este tipo de situaciones, fue acordar un«pacto»; en él especificábamos que, comomucho, en dos semanas se reincorporaríaa su trabajo; igualmente, no pediría unabaja por depresión en los próximosmeses, por mucho que se sintiera fatal;empezaría a hacer una serie deactividades a partir del día siguiente,actividades que iban desde preparar unostemas de trabajo, que tendría que exponeren mes y medio, hasta quedar todas lassemanas para salir con los amigos, ir alcine, volver al gimnasio…, yt además,dedicaría al menos treinta minutos diariosa las «tareas» que iba a tener que realizarpara avanzar en El Programa deAutocontrol que habíamos empezado.

Angeles era muy peleona, pero

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también muy autoexigente, por lo que unavez que hubo adquirido esos compromisosse puso «en marcha» con toda la fuerza delas personas luchadoras, que se han hechoa sí mismas y que están acostumbradas avencer adversidades, cansancio ysituaciones difíciles, pero que puedensucumbir ante acciones desleales,«puñaladas traperas» y… ciertas«ruindades» que, al no esperarlas, noestán preparadas para combatirlas.

Fue un proceso muy enriquecedor, unauténtico estímulo intelectual y unprivilegio poder ayudar a una persona dela dimensión humana de Ángeles en labúsqueda y el control de las «claves» quetodos deberíamos conocer y desarrollarpara poder enfrentarnos con garantías deéxito a la vida. Le costó asumir que hay

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muchas personas que «no son buenaspersonas», que se disculpan a sí mismaslos comportamientos más innobles; queson capaces de urdir las mentiras mássangrantes; que no se acuerdan de los quesiempre han tenido con ellos una actitudde ayuda y colaboración; que son capacesde «matar», en el más amplio sentido dela palabra, para conseguir sus fines. Estaspersonas existen, son una realidad quetenemos que saber «manejar» y, además,debemos hacerlo con toda nuestrainteligencia y no con nuestra emoción,porque ellas difícilmente tienen nuestrossentimientos ni nuestras emociones, y siactuásemos a ese nivel perderíamos confacilidad.

¿Esas personas son dignas delástima? Desde luego no son envidiables,

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pero ¡cuidado!, porque si las tenemoslástima no actuaremos de forma racional yles estaremos dando una ventaja que, sinduda, puede volverse en nuestra contra.No hay que pecar de ingenuos. Con estaspersonas hay que actuar muy «fríamente»;no hay que caer en la trampa de tratar deponerse en su lugar, pues nosotros nuncaharíamos lo que ellos hacen, y estaríamoscometiendo un error de análisisimperdonable: hay que analizar cómo son,cómo sienten, cómo reaccionan, lo quequieren, lo que son capaces de hacer paraconseguirlo… y, finalmente, hay queactuar y además, siempre que se pueda,hay que hacerlo «por sorpresa».

Pero poco habríamos conseguido conAngeles si previamente no hubiéramostrabajado su propio autocontrol. Sólo

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cuando ella se dio cuenta de que podíamanejar «cualquier situación», que lo quesintiera estaría en función de lo que ellapensara e hiciera, y no de lo que losdemás realizaran, en ese momento supoque ¡saldría adelante!

Es difícil trabajar con una personainteligente, pero es una delicia cuando,por fin, pone su inteligencia a su servido.Nos costó, porque Angeles estaba muyherida, se sentía realmenteincomprendida, incluso por su círculo máscercano, y veía como una injusticiatremenda todo lo que le estabasucediendo.

Una vez contrastados todos losprincipios de la psicología, y resueltassus dudas y confrontaciones, empezó a dar«pasos de gigante» en su proceso interno.

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Angeles comprendió que podía analizar,de forma muy realista y objetiva, lasituación que había a su alrededor y, congran rapidez sobre los demás, podíaactuar de la forma más objetiva,pragmática e inteligente posible.

Empezó a sentirse mejor consigomisma, más contenta, satisfecha con suforma de ser y muy orgullosa de su nuevamanera de actuar. «Les tengosorprendidísimos, no me reconocen, nosaben por dónde voy a salir en cadamomento, se miran todos extrañados, y noparan de preguntarme si me pasa algo,porque están ¡perdidos y desorientados!»Aunque Ángeles disfrutaba «como unaenana» con esta nueva situación, lo quesin duda le hacía más feliz era lo alegreque se encontraba: «Hacía tiempo que no

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estaba tan orgullosa de mí misma, miraque lo he pasado mal a lo tonto, pero si enrealidad ¡estos no tienen mi media torta!»

Un día llegó diciendo: «Sabes que hecambiado mucho, me he dado cuenta deque ya no me disgusto con casi nada,además me resulta muy sencillo ver cómovan a actuar los demás, y estoyconvencida de que ya nunca volveré acometer los mismos errores, porque tengoclaro que no voy a dejar que mecondicionen la vida esta panda deindeseables»; se mostró sorprendidacuando yo le dije que «lo normal es queaún cometiera algún que otro error, pueshabían sido muchos años grabando en sumente esos pensamientos que tantosdisgustos le habían proporcionado, peroque no se preocupase, porque ya se había

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dado cuenta de cómo funcionaba sucerebro y, cuando se estuvieradesmadrando un poco, sabría ponerlo ensu sitio». Esta parte es importante dejarlamuy clara, pues siempre, inevitablemente,se vuelve a producir alguna «situaciónparecida a las de antaño» y, si no estamospreparados o alertas, o simplemente nospiílla cansados o bajos de defensas,cuando llega podemos vivir con muchainquietud, y hasta con desesperación, loque simplemente es un hecho normal quepodemos volver a solucionar.

La frase de: «¡Ya sabía yo que lobueno no podía durar mucho!» hay quesustituirla por otra que, más o menos,diga: «No podemos esperar que lo buenosea permanente, pero estaremos tranquilosporque lo bueno siempre es posible, sólo

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es necesario que actuemos de formaracional, no emocional, y eso,afortunadamente, lo podemos conseguirsiempre que lo intentemos.»

Angeles aprendió a no tener miedo anuevas situaciones difíciles, incluso,como ella decía, «me vienen muy bienpara mantener mis neuronas activas». Lasrelaciones familiares y socialesatravesaban por el mejor momento de suvida, pero lo más importante es que «sehabía convencido de que podía cambiarsu forma de ser sin dejar de ser ellamisma».

La persona es un proceso enpermanente crecimiento, en continuasuperación y adaptación constante. Siolvidamos estos principios, estamos

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negando la esencia de nuestra realidad ycon ello las posibilidades de evolución,aprendizaje y enriquecimiento quecualquier vida conlleva.

Cuando al cabo de los años nosencontramos con amigos muy queridos denuestra infancia o juventud, ¡qué tristezasentimos al comprobar que algunos se hanquedado andados en aquella etapa, consus mismas reacciones, singularidades eimperfecciones!, y, por el contrario, quéfelicidad al comprobar ¡cómo han crecidootros, se han hecho más sabios y hansabido cambiar y adaptarse a su nuevarealidad! No nos podemos quedar tancontentos pensando que somos personasprivilegiadas, que sabemos manejar muybien las situaciones, y que ya hemos

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descubierto cómo funciona el ser humano;esa creencia, si no va acompañada de unaobservación y adaptación constante a lasnuevas realidades, hará que nosestanquemos y que pronto nuestrosrecursos sean insuficientes.

Pocas cosas resultan tan tristes comoobservar a alguien que está firmementeconvencido de que no necesita cambiar;entonces, podríamos preguntarnos, ¿paraqué sigue viviendo si, pase lo que pase,va a seguir actuando a «piñón fijo», puescree que ya no le queda nada poraprender? La vida, lo hemos repetido yaen innumerables ocasiones, es un continuoaprendizaje, por lo que no hay mayorinsensatez que creer que ya todo estáaprendido.

Cuando algunas personas ya dejan de

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escuchar es como si estuvieran muertas,¿qué nos van a transmitir, sí ya han dejadode vivir? A veces estas personas sesorprenden cuando, fuera de lo que es miestilo tradicional, adopto un semblantegrave, y de forma enérgica les digo:¡Quieres hacer el favor de escuchar!, o…¡ya está bien de escucharte tú solo, porquete estás perdiendo lo que podríasaprender.', o… ¡cuando vayas a escuchar,me avisas!… Resulta curioso que a vecesescuchemos tan poco a los demás, y¡encima no nos demos cuenta de losefectos que provoca en nosotros eselenguaje interior que constantemente nosestamos diciendo!

Angeles aprendió a oír suspensamientos, a escuchar y observar a losdemás, a analizar su entorno y actuar con

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seguridad. No es fácil hacerlo con elgrado de maestría que alcanzó, perosiempre podemos mejorar los nivelesactuales; no obstante, sí alguien no se creeeste principio tan básico, al menospodemos pedirle ¡que no dé la paliza a laspersonas de su alrededor pretendiendoque se pasen la vida sólo escuchándole!

De la misma forma que podemoscambiar determinadas actitudes yconductas, aunque nos parezcacomplicado, podemos dejar de serexcesivamente blandos y vulnerables, yconseguir que no nos afecte todo lo quenos sucede.

«¿CÓMO DEJAR DE SER TANSENSIBLE, TAN BLANDO yVULNERABLE, SI TODO MEAFECTA?»

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¿Toda persona sensible es insegura?No. Se puede ser sensible y seguro a lavez, pero es cierto que en muchaspersonas sensibilidad e inseguridadparecen ir de la mano, como doscompañeras inseparables.

¿Hay personas a las que «todo»parece afectarles? Si no todo, la mayoríade lo que sucede a su alrededor sueletener mucha trascendencia para ellas, conlo que eso significa de posibilidades desufrimiento. En estos casos, a menudo seles describe como buenas personas,sensibles y afectivas, pero débiles,inseguras y vulnerables. Tratan de ayudara los que tienen alrededor, se vuelcan porhacer la vida más fácil, rápidamente estándispuestas a echar una mano, a

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sacrificarse y ofrecerse voluntariamentepara las tareas menos agradables; sabenescuchar, tienen bastante paciencia…Pero sufren demasiado, y además sueleser un sufrimiento inútil, pues no les sirvede aprendizaje, sino que les proporcionainseguridad e insatisfacción. Son personasque dan pena, pero ante las que nossentimos muy impotentes para ayudarles acambiar.

El caso de Salomé

Algo parecido le ocurría a Salomé;todo en su vida era motivo de duda,cualquier situación agradable podíatornarse en ansiedad creciente, parecía noestar nunca satisfecha con su actuación,siempre estaba dispuesta a «echarse la

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bronca», a culpabilizarse… En esosmomentos tenía 25 años, había terminadoya la carrera, estaba a punto de empezar atrabajar, tenía un novio maravilloso y sellevaba bien con todo el mundo. Pero nohabía día que no sufriera, ¡y de qué forma!

Sus dudas abarcaban a todas lasáreas de su vida y nunca parecíaprogresar; cuando dejaba de darle vueltasa la cabeza a un tema se iba a otro, y,cuando resolvía éste, vuelta a empezar.

Cuando conoció a su novio, se fijóinmediatamente en él; era un chico igualde sensible, tierno, sociable, muycomprometido con el mundo que lerodeaba y generoso hasta decir ¡basta!Con el paso del tiempo Salomé se sentíacada vez más atraída, y cuando por fin sedio cuenta de que se había enamorado,

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pensó que él nunca se fijaría en ella, ¡puesvalía tan poco! La realidad es que Paco,su novio, también se había enamorado deSalomé, y cuando se lo dijo ella estalló enjúbilo. ¡Pero le duró dos semanas laalegría! En seguida empezó a pensar queél la quería por lástima, que se había dadocuenta de que a ella le gustaba mucho y,como era un buen chico, se habíaconvencido de que Salomé era una buenapersona, ¡pero nada más! A fuerza depasarlo mal, un día reunió el suficientecoraje como para decirle lo que pensabade la situación. Paco, con toda lapaciencia y ternura del mundo, le hizocomprender que, de verdad, él se sentíamuy feliz a su lado y se había enamorado«hasta los huesos de ella».

De nuevo esta confesión de amor

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incondicional pareció devolver la paz aSalomé, pero sólo durante tres meses.Como Paco seguía dando continuasmuestras de su amor sus dudas sevolvieron hacia sí misma. No tardó enplantearse si ella realmente estabaenamorada de Paco o sólo se estabaengañando.

Cuando vimos a Salomé, llevaba unaño atormentándose con esa duda;mientras tanto había empezado a trabajar,sus compañeros parecían ser bastanteagradables, el trabajo era el que siemprehabía deseado, pero… ¡eratremendamente infeliz! y ya le había dichovarias veces a nuestro sufrido Paco que lomejor que podía hacer era enamorarse deuna chica que realmente le quisiera. La

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autoestima de Salomé no estabaprecisamente en su mejor momento. Raroera el día que no lloraba, y, además, sesentía terriblemente enfadada con ellamisma, pues reconocía que todo le habíasalido bien y, encima, ¡era una pobredesgraciada que estaba amargando la vidaa Paco! Un sentimiento tan negativo haciasí misma hacía muy difícil que pudieraanalizar los hechos con un mínimo deobjetividad.

Empezamos analizando suspensamientos; Salomé era una máquina defabricar pensamientos negativos y, comonos temíamos, llevaba años haciéndolo:se consideraba la peor de los hijos, lapersona menos preparada en el trabajo, lachica más gorda y fea de su entorno, lamenos simpática…; y, por supuesto, nada

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de esto era objetivo.Cuando parecía que avanzábamos un

poco, volvía la semana siguiente connuevas dudas y nuevos pensamientosnegativos. Tuvimos que hacer un alto en elcamino, firmar una «fumata blanca» yllegar al convencimiento de que, en esosmomentos, era incapaz de racionalizardiez minutos sin empezar a censurarse poralgo; en estas circunstancias dejamos detrabajar la «confrontación» de susdiálogos internos y pusimos toda laenergía en «parar» y «cortar» suspensamientos negativos, que eran lamayoría.

Es un trabajo pesado y pocogratificante al principio, pero Saloméempezó a sentirse liberada cuando vioque, al menos, podía «cortar» con

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bastante rapidez esos pensamientos quetanto le angustiaban, y además podíahacerlo tantas veces como le venían.Aprendió a dejar de tener miedo de suspropios pensamientos. Posteriormente,cuando ya era capaz de cortar esosdiálogos internos que tanto lemartirizaban, volvimos a intentar queempezara a «racionalizar» suspensamientos. Entonces tuvimos máséxito, aunque Salomé seguía encontrandocon mucha facilidad argumentos en contrade su persona. Era difícil sentirse bien sisiempre se estaba diciendo: «No valgonada», «Los demás están engañados, perose terminarán dando cuenta», «Nuncaestoy segura de lo que hay que hacer»,«Toda mi vida he sido un desastre»,«Estoy gorda y fea», «Soy un muerto»…

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Salomé llevaba repitiéndose frases deeste estilo desde pequeña; nunca se habíagustado físicamente, intelectualmente seveía torpe y lenta, creía que sus padres laquerían mucho porque eran muy buenos,pero ella intuía que, en el fondo, sesentían muy desilusionados por tener unahija así; sus amigas le aguantaban porquela conocían desde hacía muchos años,pero ahora no creía que fuese capaz dehacer nuevos amigos…, tuvo que trabajarmucho para poder remontar tantospensamientos irracionales.

Nos pasamos semanas confrontandouna a una cada frase que se decíainternamente. Por ejemplo: ¿las personasintelectualmente deficientes sacan lasnotas que tú has tenido siempre?,¿primero en un colegio tan exigente como

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el tuyo y después en una carrera tan difícilcomo la que elegiste?; ¿qué pasó para queesto sucediera?, ¿tus profesores sepusieron todos de acuerdo para aprobartepor caridad?, ¿en la carrera tambiénocurrió lo mismo?, ¿tus compañeros tepedían que les explicases las materiaspara que te sintieras bien?, ¿cuando en tucumpleaños te felicitan más de veintepersonas es porque Paco les llama y se lopide por favor?, ¿tú dirías que unapersona de 165 cm con 52 kilos estágorda?, ¿entonces qué te ocurre a ti, acasote pesas en básculas trucadas?, ¿quéevidencia tienes de que no quieres a Pacocuando estás dos días sin verle y no parasde pensar en él?, ¿tu jefe se dedica afelicitar a los incompetentes?, ¿entoncespor qué te ha felicitado ya tres veces en el

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último mes?…No es fácil que alguien tan

vulnerable aprenda a dejar de sufririnútilmente, pero se puede conseguir,aunque su cerebro se resista, y es lógicoque lo haga pues ha estado almacenandopensamientos en su contra durante años.La verdad es que Salomé siempre será unpoco «más sensible» que la mayoría, peroahora ya es capaz de disfrutar de las cosaspositivas que le ocurren y, lo que es másimportante, «corta» bastante bien suspensamientos irracionales y tiene unconcepto sobre sí misma mucho másadaptado a la realidad.

Paco le ayudó mucho en todo elproceso, pero fue ella quien en realidadreconquistó su capacidad para disfrutar,divertirse y enfocar su vida de forma

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realista. Por fin es capaz de verse conobjetividad, aunque aún es demasiado«blanda» en sus apreciaciones sobre losdemás, pero ya ha aprendido a nojustificar lo injustificable y, aunque lecuesta, ya exige responsabilidades y pideexplicaciones en el trabajo.

La psicología nos demuestra quetodo lo que se aprende se puededesaprender; igual que nos hemosentrenado a pasarlo mal, podemosentrenarnos en ser más realistas yenfocar la vida de forma objetiva.

De cualquier forma, habrá personasque aun estando de acuerdo en estosprincipios pensarán que no son aplicablesa su caso, pues en sus «actuales

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circunstancias nadie podría sentirsebien». Analizaremos hasta dónde las«circunstancias» son más determinantesque los pensamientos.

«¿Cómo voy a conseguir estar bienen mis actuales circunstancias?»

La mayoría sentimos que nuestrocaso es único ¡y tenemos razón! Pero otracosa muy distinta es cuando empezamoscon pensamientos tan irracionales como:«No tengo remedio», o… «Miscircunstancias hacen que nada seaposible», «Todo eso me parece muy bien,pero no es aplicable a mí»… Cuando nossentimos mal, realmente muy mal, pocaspersonas se muestran optimistas yconvencidas de su rápida recuperación.

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Las «circunstancias personales»,consideradas de esa forma, se conviertenen una especie de «barrera» que impidecualquier «salida fácil». La realidad, porel contrario, es que cualquier personapuede «tratar» siempre de encontrarse lomejor posible en cualquier situación; porsupuesto que habrá circunstancias que lohagan más sencillo o complicado, peronunca imposible.

El caso de Adela

Adela era una persona de 31 años,muy luchadora, con un temperamentofuerte, acostumbrada a enfrentarse asituaciones difíciles, pero desde hacía dosaños muy insegura y vulnerable a causa deuna enfermedad física que había diezmado

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la confianza en sí misma.La enfermedad era irreversible,

aunque compatible con una vida muynormalizada. Adela trabajaba desde hacíatres años en la misma empresa, era buenaprofesional y estaba casada con Jorge,que siempre había mostrado un cariño yuna sensibilidad dignas de elogio.

En los últimos dos años las«salidas» de Adela, fuera del ámbitolaboral, se habían restringido al máximo.Tenía miedo de que le pudiera pasarcualquier cosa, vivía en un continuoestado de alerta y, como no podía ser deotra forma, llevaba varios meses sindormir bien; al principio, simplemente lecostaba dormirse 15 o 20 minutos;después empezó a despertarse a medianoche y a tener dificultades para volver a

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conciliar el sueño; en la actualidad nohabía noche que no se despertase tres ocuatro veces y podía pasarse 4 o 5 horasen blanco. Lógicamente, su estado físicose había resentido y todo parecíadesplomarse: en el trabajo eran muyfrecuentes las dificultades paraconcentrarse; cualquier tarea, pormonótona que fuese, se le hacíadificilísima; mostraba una lentituddesesperante en relación a su capacidadanterior para resolver problemas; sucarácter se había vuelto más pesimista eirascible; su marido no sabía comoayudarle, pero el hombre se sentía muyimpotente y bastante triste al ver comosufría Adela.

Nuestra protagonista vivía en un

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estado de ansiedad constante, y aunque suánimo «estaba por los suelos», su carácterluchador hacía que aún buscase unasolución que le permitiese salir de esepozo en el que se encontraba. Dado queprácticamente todos los «frentes» de suvida se encontraban afectados en esemomento, seleccionamos y priorizamoslas áreas donde íbamos a desarrollar losmayores esfuerzos.

Este es un principio básico:

Cuando la persona se encuentramuy desestructurada no deben abordarsetodos los objetivos de forma simultánea,pues los resultados serían pobres ytardíos, y el desánimo y las ganas de«abandonar» se impondrían.

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De forma conjunta decidimosabordar primero las dificultades paraconseguir un sueño continuo y reparador;a continuación trabajar su inseguridad ysus miedos ante diversas situaciones de lavida cotidiana, como ir sola a los sitios,hablar con desconocidos, volver acomprar en las tiendas habituales… y nopretender que Jorge hiciera todas lastareas que eran para ella «inquietantes».Nos costó conseguir los primerosresultados, porque al margen de nuestraimpericia, que seguro que se producía,Adela se empeñaba en racionalizar susmiedos, y éste es un esfuerzo inútil quesólo consigue agotar a la persona que lointenta y crearle un sentimiento deimpotencia y desesperanza.

El miedo, por definición, es

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irracional; activa además una serie demecanismos fisiológicos que contribuyena que la persona se sienta aún másinsegura y bloqueada. En las situacionesen que se padece se activa el SNA, y lohace con tal intensidad, que «anula»prácticamente al SNC (nuestra parte másracional e intelectual); de tal forma queactúa como un «filtro» que sólo dejapasar los pensamientos y las emocionesnegativas y pesimistas, deformandosiempre nuestras percepciones eimpidiendo que la persona racionalice lasituación.

En estos casos, Adela sentía que su«corazón se disparaba», tenía una«angustia en el pecho», a modo depresión, que le dificultaba la respiración;otras veces sus manos empezaban a sudar,

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su boca se quedaba seca y tenía dificultadpara articular dos palabras seguidas,«todo parecía venirse abajo», era comouna «guerra desigual» que terminabasiempre dejándole agotada y exhausta.

¡No hay que intentar racionalizar elmiedo, hay que combatirlo! Para ello,nuestros principales recursos girarán entorno al control de nuestrospensamientos, no a su racionalización;en esos momentos es más útil intentar«distraer» nuestra mente que perseverarpara que «razone».

En muchas ocasiones nossorprendemos «totalmentedesconectados», sin escuchar al que noshabla, sin mirar lo que vemos ni atender

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lo que estábamos haciendo…; endefinitiva, «sin estar donde estamos».Esta reacción nos puede ayudar endeterminados momentos (en que nosencontrábamos mal), pero en otros noscreará problemas innecesarios.

Nuestro objetivo será controlar«esas reacciones», de tal forma que no se«disparen solas», sino que las activemoso no en función de las circunstancias enque nos encontremos. A veces nos serámuy útil «desconectarnos» de situacionesansiógenas, que sólo nos llevan aaumentar nuestra inseguridad y dispararmás ansiedad; en otras ocasiones nos«enfrentaremos» con decisión y voluntada ellas, para conseguir «doblegarlas» yencauzarlas.

Con Adela no tenía sentido ponerse a

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«racionalizar» sus miedos a las 2, 3, 4 o 6de la mañana; en esos casos siempre hayque «cortar» los pensamientos que losestán provocando, para ello lo mejor esdistraer la mente, y ahí siempre haremos«un traje a medida», pues no sirve lomismo para todo el mundo. En función decómo sea cada persona diseñaremos lasestrategias a seguir.

Adela aprendió, no sin esfuerzo, acortar esos pensamientos y sustituirlos porotros más agradables y relajantes. Aveces el miedo era tan paralizante quetuvimos que emplear algunos trucos«físicos» para ayudar a su desactivación.En esas ocasiones resulta útil beber aguade forma pausada; o realizar algunosejercicios físicos que nos permitanrecuperar el control de ese SNA:

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respiración diafragmática, relajación,visualización…

Cuando por fin parecía que ya teníacontrolado el tema del sueño, surgían denuevo dos o tres noches difíciles. En estasocasiones la persona se «tambalea» unpoco; en nuestro caso, Adela sedesesperaba, pues ya creía tener resueltaesa situación; la verdad es que por nuestraparte, por el contrario, siempre nosalegramos, pues esas pequeñas«recaídas» permiten consolidar losavances y, a la larga, le dan seguridad a lapersona al demostrarle que no hay razónpara el miedo, ya que surjan losimprevistos que surjan, ella siemprepuede volver a conseguir el control de lasituación.

Transcurridos dos meses Adela ya se

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encontraba en disposición de afrontar elresto de las situaciones que tanto habíanconstreñido su vida. Le costó volver apasear sola, tardó tres semanas en ir asitios oscuros o desconocidos; aún ibamuy pendiente de todo lo que sucedía a sualrededor, pero ya el miedo no limitaba suvida normal.

Al final, ella se sentía perfectamentecapacitada, desde el punto de vista físico,para hacer cualquier acción; por otraparte, al haber conseguido un buen controlde sus pensamientos, mejoraron muchosus relaciones sociales; disfrutaba de esosmomentos y daba rienda suelta a susentido del humor, que era mucho, peroque se había convertido en los dosúltimos años en un tono cáustico, mordazy satírico, que podía provocar la

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crispación y tensión de los que estaban asu lado.

Sería una exageración decir queAdela, al final, se había alegrado deldéficit físico que tenía desde hacia dosaños, pero sí que valoraba enormementeque, gracias a esas circunstancias, habíaconseguido un autocontrol que le iba afacilitar mucho su vida. ¡Es una pena quehaya tenido que pasar esto para ver cómofunciona la mente, nos lo tendrían queenseñar desde pequeños, pero -nos decíacon cierta frecuencia-, «no hay mal quepor bien no venga!»

Seguramente Adela no tiene ningunaduda de que es posible ser feliz a pesar dela pareja, hijos, amigos, jefes,compañeros…; pero hay muchas personasque están convencidas de lo contrario.

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Aportaremos algo de racionalidad yesperanza a esta creencia, tan erróneacomo extendida en nuestra sociedad, y queafecta ¡a media humanidad!

«¿CÓMO VOY A SER FELIZ CONMI MARIDO/MUJER, PAREJA, HIJOS,AMIGOS, JEFES, COMPAÑEROS…, SIELLOS SON LOS RESPONSABLES DEMI INFELICIDAD?»

No conozco a ninguna persona adultaque, en algún momento de su vida, no hayapensado que su «situación» no tienesolución. Es fácil dejarse llevar por elabatimiento y el pesimismo cu ando nosencontramos en momentos penosos ytristes; somos humanos y, como tal, nossentimos débiles, y muchas veces

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impotentes, pero una de las ideas erróneasque más «arraigo» ha alcanzado, y quemás equivocaciones suscita, es pensar quelos demás» son los responsables denuestra infelicidad.

Las personas de nuestro alrededorpueden favorecer o entorpecer nuestrabúsqueda de la felicidad, pero no nosengañemos: ni son los responsables deque lo consigamos ni los culpables deque no lo alcancemos.

La realidad nos lo demuestra día adía. Si miramos a nuestro alrededor notardaremos en ver situaciones que nosconfirman esta premisa. En efecto, seguroque encontramos maridos/mujeres, hijos,amigos, compañeros, jefes… que, a pesar

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de encontrarse en circunstancias difíciles,consiguen ser felices o, al menos, viven suvida con bastante serenidad y procurandisfrutar de cada instante.

¡Es fácil echar la culpa a los demás!No en vano es una costumbre muyarraigada y fomentada desde la más tiernainfancia. ¿Quién ha tenido la culpa?,¿quién ha sido?, ¿quién ha hecho tal cosa?… ¿Recordamos estas frases? ¡Porsupuesto que sí!

Sin darnos cuenta nos enseñaron aunir e identificar la respuesta a estaspreguntas con el culpable de la situación.Durante la infancia nos sentimos muyvulnerables ante la opinión de los demás,pues estamos muy indefensos y,sencillamente, necesitamos el cariño delos que nos rodean para sobrevivir, En

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consecuencia, además de sentirnosculpables de lo que había pasado, sin quehubiera mediado un mínimo de reflexión,nos sentimos responsables de lo quenuestra actuación había ocasionado en losdemás. Lógicamente, de la misma maneraque aprendimos a sentirnos culpables,también «aprendimos» a responsabilizar alos demás de nuestro infortunio…, cuando«los malos» no habíamos sido nosotros;en esas ocasiones, y basándose en unargumento tan irracional, la culpa lahabían tenido los que nos rodeaban. Alfinal, terminamos adquiriendo uno de los«mecanismos de defensa» que más arraigoalcanzan en nuestra forma de sentir yactuar.

¿Podemos ser felices, aunque nohayamos tenido mucha suerte con las

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circunstancias de nuestra vida ni con laspersonas de nuestro entorno? Intentaremosver la respuesta en el caso de Gabriela.

El caso de Gabriela

Nuestra «colaboradora» en esteapartado tenía 41 años ¡cuando creyó queya no podría volver a ser feliz!

Hasta ese momento Gabriela habíasido siempre una mujer bastante decididay resuelta; tenía muchos amigos y, engeneral, se relacionaba bien con la gentede su trabajo; profesionalmente era unapersona muy cualificada, que acababa dever los resultados de tanto esfuerzo: lehabían dado un cargo importante queesperaba desde hacía años, pero… ¡sufelicidad se rompió! «Porque mi marido

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es un desgraciado que se ha ido con otrachica más joven, y encima me dice que noestá muy seguro de haberse enamorado deesa p…, no sabe si lo mejor es vivir solodurante algún tiempo hasta que sus ideasse aclaren; ¡hace falta ser cínico, el muyc…, y parecía una mosquita muerta!»

El dolor de Gabriela era aún másintenso, si consideramos que se habíapasado los últimos ocho años peleándosecon su familia «a causa de su marido»,pues ni a sus padres ni a su hermana leshabía gustado nunca Jorge. «Todos teníanrazón y yo sin quererlo ver, ¡hay que sersubnormal para no haberse dado cuentaantes!»; «Parece que lo ha hecho apropósito, ahora que estaba yo tan feliz enel trabajo»; «¿Cómo ha podido hacermealgo así, después de tantos años?»; «¡No

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podré perdonarle nunca!»; «¡Me haarruinado la vida y encima dice que losiente!»; «¡Jamás podré volver a confiaren alguien!»… Con estos y otrospensamientos parecidos no era deextrañar que Gabriela se sintiera infeliz,pero lo peor es que se sentía impotenteante la situación, pues creía que su maridoera el responsable de su infelicidad.

En estos casos, en los que la personaestá «desgarrada» y sin fuerzas, no meempeño en que desde el primer díaempiece a racionalizar sus actualescreencias; sería absurdo, inútil e injustocon una persona que lo está pasando tanmal, que no está aún preparada paraasumir otra realidad y mucho menos otraautoría. En estas situaciones empezamos

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siempre por analizar cuál ha sido eldesarrollo de su vida, los momentos enlos que se ha sentido más feliz, susmayores logros, las actuaciones que le hanproducido mayor satisfacción, la relacióncon sus amigos, cómo disfrutaba en elpasado y de qué manera… En definitiva,qué es lo que más le gusta o le gustaba desí misma, lo que más valora en los demás,lo que aún tiene, lo que aún conserva loque sigue estando presente… Así, poco apoco, tratamos de que vea su vida enconjunto, que recuerde que antes deconocer a Jorge había sido bastante feliz,que sea consciente de que ahora aún teníaamigos valiosos, compañeros que laquerían…, pero, sobre todo, que sigueteniendo lo más importante para ser ovolver a ser feliz: ¡se tiene a ella misma!,

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y ella es la única persona que siempre haestado y estará a su lado. No es fácil quequien está sufriendo tan intensamentepueda reaccionar con rapidez; es como sisu organismo necesitara un tiempo paravolver a ser ella misma, para creer denuevo en la gente y, sobre todo, paravolver a sentirse bien.

Ante estos hechos, necesitamos untiempo de «duelo», pero un tiempo no esuna eternidad, es un espacio razonableque nos permita «recuperarnos»,«reconstruirnos» y «volver a la vida» contoda la intensidad y felicidad que seamoscapaces de generar. Cuando alguien noscuenta que está fatal, hundida ydesesperada porque hace un año sumarido, madre, hijo… habían cometidoalguna «terrible falta», o porque había

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pasado algo trágico en su vida, en eseinstante le decimos que ¡ya está bien deconfundirse! No hay nada que justifique suenterramiento en vida.

Para que el «duelo» sea lo más breveposible conviene actuar de formasimultánea sobre la persona. Gabriela,como es lógico, oponía mucha resistenciadurante las primeras sesiones en las queya abordábamos sus pensamientosirracionales, pero, a pesar del esfuerzoque le suponía, fue bastante«disciplinada» en el seguimiento de lasactividades lúdicas y ocupacionales quele impusimos. En este sentido, le ayudaronmucho gran parte de sus amigos y algunoscompañeros.

Dado el estado de precariedad quepresentaba le aconsejamos no ir a ver a su

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familia durante unas semanas, lassuficientes como para poder hablar deltema «sin venirse abajo». Estaba con lasfuerzas muy justas, y en esos momentospor nada del mundo debemos dejarescapar un átomo de energía. Gabrielaempezó a comprender que si había sidofeliz antes de conocer a Jorge podríavolver a ser feliz ahora que ya no estabacon él.

Con el trabajo, lejos de apoyar sudeterminación de pedir la baja, le hicimossumergirse en él, llenar parte de sutiempo. Conseguimos que todos los díastuviera una razón para levantarse y, unavez logrado este objetivo, para distraerse.Otra de las cosas a las que Gabrielamostró mucha resistencia, pero quefinalmente aceptó, fue anular y desterrar

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las ganas de «odio y venganza» quesentía. Sin darse cuenta, se hacía dañoella misma, no se permitía avanzar, estaba«anclada» en cómo devolverle la jugada,trataba de compensar su amargurapensando en que él terminaría sintiéndosesolo y, en esos momentos, se imaginabamil actuaciones por su parte. Pero, comoes lógico, sus esfuerzos terminaron por«dar fruto», y al cabo de unos meses yaera capaz de disfrutar en algunassituaciones; se centró mucho en ellamisma, en sus valores, en la suerte quetenía de contar con tanta gente que laquería; al final, empezó a encontrarciertos privilegios a su nueva vida.

Lo de menos era la «historia de sumarido», ésa era una decisión que no lepertenecía a ella; comprendió que no nos

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enamoramos para hacer daño a otraspersonas, que a veces esto ocurre muy anuestro pesar y que, en esos momentos,sus esfuerzos no deberían dirigirse a«machacar» a su pareja, sino a«rescatarse» a sí misma para conseguirsalir de ese estado de choque en que sehabía quedado.

En la actualidad, Gabriela seencuentra muy a gusto con ella misma; devez en cuando ve a su ex marido, peroesto ocurre más a petición de él que ainiciativa suya. Al final, la historia deJorge no cuajó, pero nuestra amigadeterminó que se sentía muy feliz ysatisfecha con ella misma y que por nadadel mundo quería renunciar a su actuallibertad.

La vida de Gabriela, antes de ese

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suceso «especial», era una lucha continuapor hacer cosas, llegar a todos los sitios,contentar a todo el mundo y demostrar suvalía. En la actualidad, sus objetivos secifran en sentirse lo mejor posible conella misma, sonreír cuando lascircunstancias se lo permitan -lo queprácticamente ocurre todos los días-,descubrir nuevos ocios, nuevasposibilidades, nuevas personas…; endefinitiva, descubrir su vida, esa vidadonde ella siempre será la protagonista,no la víctima.

No obstante, nos consta que muchaspersonas siguen pasándolo mal,supuestamente por «culpa de otros», delas circunstancias o hechos que han«marcado» sus vidas; en esos casos, y encualquier otra situación, no olvidemos que

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podemos aprender «estrategias para dejarde sufrir y prepararnos para la vida».

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Capítulo 4

El sufrimiento útil/inútil en el amor

¡Cuánto misterio rodea al amor!,¡cuánto se ha escrito en su nombre!

Todo parece girar en torno al amor ysin embargo, de nuevo, ¡qué poco nos hanpreparado para vivir el 1 amor!

¿Quién se atrevería a definir deforma incuestionable el amor? A pesar deello, todos creemos saber lo que significay nos pasamos la vida hablando sobre elamor, quejándonos del amor u

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obsesionándonos por el amor.

Muchas veces hemos escuchado que¡la vida sin amor no merece la pena servivida! Esta frase podría indicar que haypersonas que pueden vivir su vida almargen del amor. ¡Cuidado!, ¡noconfundamos conceptos!, ¡noreduzcamos el amor al enamoramientode una u otra persona! El amor esconsustancial a la vida, va unido a laesencia del ser humano; es nuestra«vida» si sabemos encontrarlo dentro denosotros mismos, y nuestra «muerte» sicreemos haberlo perdido para siempre.

Cada vez que sale el tema del amorpregunto a mi interlocutor qué es paraél/ella el amor; casi nunca están muy

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satisfechos/as. Parece que las palabrasson demasiado limitadoras, que no ayudana la definición de algo tan amplio, rico,concreto o abstracto como es el amor.

Favorecer la reflexión siempre me haparecido uno de los ejercicios másestimulantes que puede hacer la persona.Animo al lector para que, antes de seguirleyendo, haga un ejercicio de reflexión ytrate de responder qué es para él/ella elamor.

Por nuestra parte, en este capítulo,aunque sea someramente, vamos a tratarde exponer algunos principios básicos quenos ayuden a «situarnos», que nosobliguen a buscar nuestras propiasrespuestas.

¿EL AMOR ES FELICIDAD Y

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PLENITUD, PERO TAMBIÉNDOLOR Y SUFRIMIENTO?

Muchas personas piensan que sufelicidad está en manos de los demásporque dependen de su amor para sentirsebien. Esto es erróneo, aunque está muyextendido. Gran parte de la equivocaciónquizá tenga fundamento en nuestra propiaexperiencia, pero en la de los primerosaños de vida, cuando éramos pequeños;confundir las necesidades del niño y lasdel adulto no parece un ejercicio deobjetividad, pero es lógico que nos pasesi nunca nos han ayudado a reflexionarsobre ello.

En efecto, cuando somos pequeños,durante los primeros años de nuestra vida,dependemos de los demás para

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sobrevivir. El niño necesita del afecto delos que le rodean, no puede vivir sin él.En psicología son muchas lasexperiencias y los estudios que se hanrealizado sobre este particular; así nacióel síndrome del hospitalismo, que explicala repercusión que puede tener para unniño pequeño el estar semanas o meses enun hospital sin poder sentir el calor y elafecto de sus seres más próximos. En laactualidad, los hospitales tratan deremediar estas situaciones y, aunque lasituación del bebé o del niño lo hagadifícil, intentan por todos los medios quesus padres puedan estar con ellos elmayor tiempo posible. Para el niñopequeño sentirse querido es vital; sudependencia del entorno le marca en losprimeros años, y muchas de sus

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características y conductas futuras tienensu origen en los hechos, circunstancias osituaciones que se dan en esa fase. Perono nos confundamos, ¡el adulto puedesobrevivir incluso en situaciones deaislamiento!, ¡está preparado para ello!Por supuesto que no le resultará fácil, yojalá no tenga que experimentar estavivencia; pero el adulto, a diferencia delniño ¡se tiene a él mismo!, con suslimitaciones, pero también con susfortalezas, con el equilibrio, el apoyo ylos recursos que le dan sus experiencias, ycon los aprendizajes que ha idoelaborando a lo largo de su vida.

Es muy frecuente que algunaspersonas se sientan «morir» ante el hechode haber perdido a la persona amada, oante la discusión o el disgusto que acaban

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de experimentar, y que vivan con un dolory un sufrimiento terrible. Ese sufrimientolo justifican como parte consustancial delamor: «Si te enamoras ya sabes lo que tepasa, puedes ser la persona más feliz delmundo, pero también la más desgraciada.»¡Cuántas veces hemos oído algoparecido!, tantas, que ya nos lo creemossin necesidad de cuestionarlo, sin hacerlopasar por nuestra mente racional.

El amor, como los demássentimientos del ser humano, tiene susexplicaciones y sus misterios; susgrandezas y sus miserias. Pero noconfundamos deseo con necesidad.

Es lógico que deseemos que nosquieran las personas claves de nuestra

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vida, pero ello no significa que lonecesitemos para vivir. No pretendoprovocar, ¡de verdad!, y entiendo quemuchas personas vean en mis palabrasprovocación e irracionalidad; es lógico,porque han asumido premisas e ideaserróneas que están muy extendidas ennuestra sociedad occidental.

Necesitamos respirar, comer,dormir…, vivir en unas condicionesfísicas que nos permitan nuestrasuperviven- da, pero no necesitamos quenos quiera alguien en concreto para seguirviviendo; aunque, sin duda, si nos quisieray lo hiciera de la forma que nosotrosqueremos que lo haga nos sentiríamos másfelices en ese momento. ¡Por supuesto quesí!, pero eso no es una necesidad, es undeseo; absolutamente lógico por otra

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parte, pero no esencial ni determinantepara nuestra vida actual.

Este es uno de los puntos donde lospsicólogos encontramos mayoresreticencias y hasta resistencias por partede nuestros interlocutores. La verdad esque si no hacemos un esfuerzo paraexplicar claramente lo que queremosdecir es normal que nos ganemos esa famade personas «raras» y poco accesibles.Trataremos de explicar y aclarar estosconceptos con la ayuda de un caso tan realcomo usual, con el que fácilmente seidentificarán muchos de nuestros lectores.

El caso de Javier

Javier era una persona que acababade sobrepasar los 50 años, esa edad que

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tanta significación parece tener paramuchos hombres y mujeres. Cuando leconocimos atravesaba momentos muydifíciles, estaba literalmente aterrado,pensando que su actual mujer pudieradejarle; para él, toda su vida y sufelicidad dependían de la decisión de sucónyuge.

El análisis de su historia personalnos reveló algunos datos muysignificativos. Javier había crecido en elseno de una familia matriarcal, pero conuna madre muy atípica; tenía un caráctermuy fuerte, era poco afectiva,excesivamente rigurosa y exigente con sustres hijos y su marido. En definitiva, unapersona en constante estado deinsatisfacción, que había condicionadomucho la vida de los que estaban a su

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alrededor.Sus hijos tenían un sentimiento muy

desarrollado sobre la responsabilidad ylas obligaciones con los demás. Javier, aligual que sus hermanos, se habíaesforzado mucho por abrirse camino ytener prestigio profesional, y lo habíaconseguido. Sin embargo, a nivel personallas cosas no le habían ido tan bien;rápidamente se dio cuenta de que suprimer matrimonio había sido unaequivocación; en realidad, se trataba deuna persona bastante parecida a su madre:excesivamente seria, demasiado rigurosa,exigente, dogmática, con pocashabilidades sociales, con una moralinflexible, que literalmente «ahogaba» asu marido y le llenaba de obligaciones.

Javier fue una persona resignada y

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triste mientras duró su matrimonio; serefugió en su trabajo y su único consuelose hallaba en su progresión profesional.Por mucho que una separación no entraraen sus esquemas, llegó un momento en queno podía más y, casualmente, conoció a laantítesis de su mujer: una persona alegre,agradable, divertida, sociable, llena devida, con ganas de pasárselo bien y dequerer y sentirse querida. Hace más dediez años que viven juntos y Javier sesiente bastante satisfecho con su vidafamiliar, pero a veces experimenta unsufrimiento que lo ahoga.

En realidad, Javier eratremendamente inseguro a nivel personal,constantemente necesitaba pruebascontinuas del amor de su mujer; cualquiergesto no esperado, cualquier comentario

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podían «hundirlo en la miseria».Rápidamente se construía su historiadramática y sentía que su matrimonioestaba en peligro, que su mujer le iba adejar en cualquier momento, que habíaperdido su cariño…, y que ¡la vida habíaterminado para él! A fuerza de repetirseestas historias «en su cabeza», de pedirtantas señales de afecto, tantas muestrasde amor incondicional, su mujer estabarealmente «cansada» y le había dicho queasí no podían seguir.

El análisis nos demostró que Javierestaba lleno de ideas irracionales; suinseguridad le llevaba a ver peligro dondeno lo había, a magnificar la mínimadiscrepancia; al final, estaba consiguiendocargarse lo que más quería y lo hacíadejándose en ello la vida. Javier, en el

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fondo, estaba convencido de que el amory el sufrimiento iban inevitablementeunidos. No podía admitir que,sencillamente, era feliz, no existía eseconcepto en su mente, así que cuando sesentía maravillosamente bien no tardabaen buscar algún gesto que le indicase queesa situación pronto se iba a terminar.

Con su actitud había conseguidoagotar a su mujer, realmente estaba apunto de que se cumplieran sus «tristesproferías» cuando vino a vemos. Laverdad es que estuvo varias sesionestratando de convencernos de la lógica desus argumentos, del triste destino que lavida le deparaba. Estas ideas irracionalesestaban tan «arraigadas» en Javier quecuando conseguía un par de semanas detranquilidad y de buena armonía con su

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mujer, inmediatamente se disparaban sus«alertas» y, sin ser consciente de ello, seponía especialmente susceptible, comobuscando cualquier palabra que leindicara que «todo se iría al traste», y quede nuevo el sufrimiento y el dolor seharían dueños de su vida.

Javier tenía ese sentido trágico delamor; por una parte, se sentíainmensamente feliz al lado de su mujer,estaba enamorado como un adolescente,pero pensaba que ese estado no podíacontinuar por mucho tiempo y, sinquererlo, provocaba discusiones inútiles ydisgustos innecesarios.

La situación no mejoró hasta queJavier aceptó su equivocación. No podíapasarse los días pidiendo demostracionesconstantes de lo que para él era ser

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querido; el que su mujer no le contestasecon un tono suave no significabaforzosamente que ya no le quisiera,simplemente podía estar cansada,distraída, incluso harta y aburrida, perono por ello había dejado de amarle. Sialguna vez no mostraba interés en suconversación o se dormía mientras élhablaba, tampoco quería decir que suspreocupaciones o sus opiniones no leimportasen; si no quería «hacer el amor» -y lo hacían con mucha frecuencia-, notenía por qué ser un drama, ni quería decirque no le considerase atractivo o ya no leestimulase sexualmente.

Poco a poco Javier fue aprendiendoa vivir sin sobresaltos, a disfrutar sin«estar en guardia» y a no sentirse mal a lamínima oportunidad…; aprendió a amar y

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a sentirse amado, a reírse, a no tenermiedo y a no esperar la tragedia a lavuelta de la esquina.

Una vez conseguido su equilibrio ensu vida personal, los momentos defelicidad cada vez fueron más constantes yduraderos; la relación con su mujer estaballena de buen humor y desinhibición; suautoestima y su seguridad aumentaron almismo nivel que su razonamiento y suautocontrol. Por fin, Javier había logradovencer el sentimiento trágico del amor. Amedida que había conseguido ser másespontáneo, más flexible y más paciente,había logrado, ser auténticamente feliz;había abandonado definitivamente esemiedo enfermizo que siempre le habíaacompañado y que, sin quererlo, habíamarcado su vida.

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No tenemos por qué tener miedo aldolor, incluso al sufrimiento cuando esinevitable; porque ese dolor y esesufrimiento serán pasajeros; lo que nopodemos pensar es que el amor y elsufrimiento van indefectiblementeunidos. Será normal que en algúnmomento de nuestra vida amorosasintamos dolor, y nos prepararemos parasuperarlo y vivirlo con naturalidad ymadurez.

¿Tenemos que pagar «peajes» en elamor?

«El amor te lleva a la felicidad, peroel privilegio del amor también tiene suscontrapartidas, yo lo he vivido en mispropias carnes, y no me arrepiento, pero

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en estos momentos no puedo más, yaunque suene afectado, siento que esteamor me está matando.»

El caso de Jaime

Más o menos con estas palabras nosdefinió Jaime el estado emocional que leembargaba cuando vino a vernos.Teníamos ante nosotros a un joven deapenas 30 años, que reflejaba en su rostroun dolor infinito.

Jaime había sentido una auténticaconvulsión en su vida hacía cuatro años;hasta esa fecha, todos sus esfuerzos sehabían volcado en sacar sus estudios, enabrirse camino en una ciudad tancompetitiva como Madrid, y en hacerse unhueco dentro de su profesión.

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Durante ese periodo de tiempo Jaimehabía tenido dos medio novias y muchos«fantasmas» en la cabeza, aunque siemprehabía tratado de apartarlos de su mente.Hacía cuatro años, de una forma bastantecasual, había surgido una relación, alprincipio amistosa, con un compañero detrabajo; pero esa relación había terminadoconvirtiéndose en «el amor de su vida»:«Nunca pensé que se podía vivir y sentircon esa intensidad; me he pasado estosaños como flotando, pero llevo variosmeses hundido, con un sufrimientoinhumano que ya no puedo resistir más.»El novio de Jaime, la persona que le habíaenseñado los secretos del amor, que lehabía introducido en un mundo hastaentonces desconocido para él, semostraba cada vez más lejano; parecía

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perder progresivamente interés por Jaime,y nuestro protagonista se encontrabahundido y desesperado. Al principio, noaceptaba la nueva realidad, no queríaverla; reclamaba en vano la atención de supareja; posteriormente empezó a sentirunos celos demoledores: nunca había sidouna persona agresiva, pero ahora, a lamínima, se sentía humillado y adoptabauna actitud entre dolida y colérica, que ennada favorecía la relación.

La situación se había deterioradohasta el punto de que Jaime no aceptaba loque hasta entonces eran costumbres muyarraigadas en la relación de ambos, comosalir con amigos comunes, invitarlos acomer o cenar en su casa, ir de viaje conellos… Sólo quería que su pareja «fuese

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como antes, y se comportase con él"cómo" al principio».

Con su actitud estaba ahogando larelación; él lo sabía pero era incapaz deactuar de otra manera.

La vulnerabilidad de Jaime eratremenda; cualquier pensamiento acercade la viabilidad de su relación le hundía,su autoestima estaba por los suelos; en losúltimos meses la inseguridad había hechomella en él y se sentía sin fuerzas niánimos para ilusionarse ante nada. Sutrabajo se había resentido y su jefe lehabía dado un toque de atención; estehecho le había llevado al límite, sentíaque todo se le «venía abajo», pues almenos a nivel laboral siempre habíarecibido felicitaciones por su «buenhacer».

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«Nada funciona en mi vida y yo notengo fuerzas para seguir luchando, deverdad, siento que ya no puedo hacernada.» Ante esa confesión por su parte, yole contesté, más o menos, que «no lucha elque no se da cuenta de que tiene queluchar, y que en su caso él era conscientede que había que hacer algo, y eso en símismo constituía ya un progreso enorme».«Jaime, si de verdad pensaras que ya nopuedes hacer nada no estarías aquí; nohabrías venido a contar algo que llevastan en secreto dentro de ti; tú sabes queesa sensibilidad que te hizo sentirte lapersona más afortunada del mundo te va apermitir ahora salir de esta crisis. Pero nolo vas a lograr compadeciéndote,hundiéndote y fomentado tu sufrimiento; lovas a lograr poniendo toda tu atención,

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incluso toda tu rabia, en extraer losaprendizajes de esta experiencia; en sacarfuera todo el dolor que llevas dentro; lovas a lograr cuando consigas controlar tuspensamientos; en ese momento volverás atener el control de tu vida y, con ello, laposibilidad de volver a ser feliz.»

Jaime se empeñaba en contarmepormenorizadamente lo que había sentidocada día, y yo, por el contrario, le insistíaen que no se recrease en suspensamientos, que en estos momentos erantan subjetivos y tan traicioneros que sólotraían dolor y oscuridad a su vida y a larelación con su pareja. Al contrario de loque muchos puedan pensar, no se tratabade hurgar en sus heridas, porque esohubiese terminado con la poca fuerza queya tenía, se trataba de «cortar la

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hemorragia», de darle los recursos que lepermitiesen dejar de sufrir de forma taninútil como negativa.

Cuando por fin Jaime fue capaz decontrolar sus pensamientos y actuar conracionalidad vio que no había que «pagarpeajes en el amor». La felicidad que dasentir y vivir un amor maravilloso notiene por qué conllevar un sufrimiento deigual intensidad; tenemos que preparamospara vivir, y eso significa que a vecessentiremos dolor, pero nuestros esfuerzosse dirigirán a vivirlo con naturalidad y asuperarlo lo antes posible.

Jaime abandonó la absurda idea deque ya no podría volver a sentir con igualintensidad; admitió que a veces lasrelaciones acaban terminándose, pero loque no tiene sentido es pulverizarlas con

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nuestros pensamientos y con nuestrasexigencias; las relaciones tienen uncomienzo y un desarrollo, lo mejor quepodemos hacer es entrenarnos paravivirlas en las mejores condiciones parafavorecerlas, no para machacarlas, y esoes lo que Jaime aprendió.

Como suele ocurrir muchas veces,cuando se libró de esa «angustia» que leatenazaba, la relación con su parejaempezó de nuevo a mejorar; a medida queél se sentía más seguro empezó i actuar deforma más racional, dejando a su pareja laposibilidad de respirar y de elegirlibremente (recordemos que la personaque no se siente libre en su relación tardeo temprano termina ahogándose, por loque inevitablemente busca el oxígeno quele permita seguir viviendo).

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En sus fases más irracionales,condicionado por el sufrimiento queestaba viviendo, Jaime se había creídoesa extraña pero extendida teoría que nosinduce a creer que el sentimiento tanmaravilloso que es el amor, la felicidadsin limites que te hace sentir, tarde otemprano termina pasándonos factura; escomo si el ser humano no mereciera gozarde los momentos sublimes del amor, porlo que el amor se convierte en desamor yla felicidad busca el peaje del dolor.

Otras personas piensan que quien nosha inducido a descubrir y sentir el amortiene un poder extraordinario sobrenosotros, pues al igual que es el artíficede nuestra felicidad puede ser el inductorde nuestro sufrimiento.

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La realidad es que la felicidad estáen nosotros. La capacidad de amar ysentirnos amados también está dentro denosotros y, por encima de todo, el amorque siempre, absolutamente siempre,estará a nuestro lado será nuestropropio amor; de ahí la importancia vitalque adquiere el concepto que tengamosde nosotros mismos. Sin duda, paraaprender a amar, haremos bien enentrenarnos primero en amarnos anosotros mismos pues, de lo contrario,difícilmente podremos amar a los quenos rodean, y nunca, nunca, seríamosdueños de nuestra felicidad, ya que lahabríamos puesto en «manos de otros».

Curiosamente, pero ya hemosseñalado que no por casualidad, cuando

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nos apreciamos y nos queremos de verdada nosotros mismos resultamos másatractivos para los que nos conocen. Porotra parte, si trabajamos nuestrasensibilidad y nos entrenamos en buscarcosas aceptables en los que nos rodean, yno al contrario, como muchas veceshacemos, pronto descubriremos quemuchas personas poseen cualidades quenos ayudan a sentirnos bien a su Jado ynos hacen valorarlas como merecen.

En definitiva, ni hay que pagar peajeen el amor ni la vida se termina cuando seacaba el amor.

¿LA VIDA SE TERMINACUANDO SE ACABA EL AMOR?

Mucha gente piensa que una vez que

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has descubierto lo que es el amor nopuedes vivir sin él, y, si puedes, nomerece la pena hacerlo.

Como siempre, deberíamos matizaresta afirmación. La verdad es que, tal ycomo mucha gente cree que es el amor, eslógico que piensen que sin él no merece lapena vivir. Estas personas sitúan el amorcomo algo externo a sí mismas. Para ellas,sentir o no amor dependerá de que otraspersonas se lo proporcionen. De nuevotenemos ese sentimiento de invalidez; lafelicidad no nos pertenece, el amortampoco, sólo el sufrimiento parece estarsiempre al alcance de nuestras manos.

El caso de LeonorLeonor tenía 48 años cuando llegó a

la conclusión de que su vida ya no

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merecía la pena, pues la persona que lehabía hecho sentir el amor acababa decomunicarle que ya no quería continuar,que la relación se había terminado.

La realidad es que su pareja le habíacomunicado este hecho ya en muchasocasiones, pero Leonor se resistía aaceptarlo, y una y otra vez se humillaba,se arrastra ha a sus pies y suplicaba unanueva oportunidad.

Leonor siempre había sido una mujercon un encanto muy especial, había tenidovarios amores en su vida, y no menosamantes, pero se quedó impactada cuandoconoció a su pareja actual; aparentementecumplía y reunía todos los requisitos:hombre atractivo inteligente, ameno,agradable, profundo, delicado, sensible yun amante excepcional, ¡que más se puede

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pedir! Ante una «joya» semejante, Leonorsucumbió y se rindió incondicionalmentea sus encantos; tan incondicionalmenteque fue incapaz de ver algunas señalesque indicaban peligros evidentes en estapersona.

El enamoramiento fue de tal calibreque Leonor pasó por alto cualquieraspecto que no respondiera a la imagenideal que se había formado; así, no dioimportancia a los celos exagerados delprincipio, ni al exclusivismo que imponía,ni al despotismo de muchas de susactuaciones…, incluso trató de noenterarse de sus infidelidades.

A la excitación y la exaltación delprincipio habían sucedido ocho añosllenos de dolor, calvario y sufrimiento,pero Leonor, para desesperación de todos

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los que la querían, seguía enganchada aesta persona, y era capaz de soportar lasmayores vejaciones con tal de seguirviéndolo y «teniéndolo» de vez encuando.

Cuando la vimos se encontraba en unestado penoso. Estaba tan al límite quenada le parecía bien. Todo era motivo dediscusión e insatisfacción para ella. Nosoportaba ni el lugar donde residía, ni laciudad donde vivía, ni su trabajo, ni sugente… No soportaba nada ni a nadie.Sólo exigía: que la escuchasen, que ladejasen repetir una y mil veces que nopodía vivir sin esta persona, que el restodel mundo no merecía la pena.

Como podemos imaginarnos, no eranprecisamente amigos los que le sobraban

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a Leonor en esa etapa de su vida. Lospocos que le quedaban los machacaba adiario con sus quejas e insatisfacciones.

Pocas primeras consultas me hanresultado tan difíciles como la de Leonor;si no fuera por la larga experiencia deprofesión intensamente vivida,difícilmente hubiera podido encajar suagresividad. Pero los psicólogos sabemosque estas personas están inmersas en undolor tan desgarrador que aunque nojustifique sus conductas, sí que las haceperfectamente entendibles.

Leonor estaba firmementeconvencida de que su vida no merecía lapena; después de haber alcanzado el«éxtasis» más increíble, ¡cómo se iba aconformar ahora con vivencias llenas demediocridad e imperfección!

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Las primeras sesiones fueron todo unejercicio de paciencia infinita, deautocontrol por ambas partes y de calorhumano; poco a poco, pero muylentamente, Leonor fue mostrándose másreceptiva, se dio cuenta de que realmenteyo la apreciaba y quería, y podía ayudarlesi ella colaboraba, pero ¡no era fácil!; susufrimiento le había dejado sin fuerzas, ¡nisiquiera para reaccionar!

Resultaba muy doloroso comprobarcómo a la mínima oportunidad volvía adejarse humillar y vejar por la personaque ella más adoraba, en la misma medidaque odiaba. No podía «desengancharse»de su verdugo, aunque había aceptado quetrabajar en su «liberación» era su únicatabla de salvación.

De repente, los acontecimientos

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hicieron que forzosamente tuviera quedirigir su atención a otro ámbito. El temano era precisamente halagüeño, pero almenos nos permitió trabajar en ellamisma, de tal forma que, poco a poco, fuerecuperando cierta autonomía y, sobretodo, capacidad de control sobre símisma.

Seguramente, uno de los momentosclaves a lo largo de las distintas sesionesfue hacer reflexionar a Leonor sobre loequivocado de su planteamiento esencial;es decir, sobre su hipótesis de que ¡yanunca podría ser feliz! Un día le preguntési estaba en condiciones de pensar «lacuestión»; le dije: «Es tan simple comocompleja: por favor, dime si hastacumplir los 37 años habías sido capaz detener momentos de auténtica felicidad en

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tu vida, piénsalo despacio antes decontestar.» Leonor me miró despacio, yrespondió: «¡Por supuesto que sí, peroesos momentos ahora no me compensan!»,de acuerdo -dije yo-, «pero entonces, si túhas sido capaz de tener momentos felicessin esta persona, significa que la felicidadestá y estaba dentro de ti, en tu capacidadde disfrutar, y esa capacidad, por muchoque lo niegues, sigues teniéndola; si no yame contarás como aún puedes ser feliz enalgunos momentos, a pesar de que lohaces en las peores condiciones posibles,siendo humillada, vejada y maltratada;¿de verdad crees que la capacidad está enél y no en ti?, ¡piénsalo, pero utiliza paraello tu inteligencia, no tu testarudez!»

Leonor, poco a poco, habíaaprendido algo esencial: estaba

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empezando a poner su voluntad, que eramucha, al servido de su inteligencia y noal revés.

La vida no se termina cuando setermina un amor, por mucho que creamosque es el amor de nuestra vida; la vida setermina cuando nos negamos a sentir, aver, a escuchar…, a razonar; cuando nosnegamos a controlar nuestrospensamientos y nos forzamos a no creer ennosotros mismos. La vida llega realmentedespués de ese amor-desamor, pues esaexperiencia nos ha permitido aprender avivir, a conocernos mejor, a protegernosadecuadamente, a ser más racionales, másgenerosos, más humanos; después deldesencanto del amor del otro nos queda elreencuentro con nosotros mismos, con elamor que llevamos dentro, con esa parte

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maravillosa que nos hará volvernos asentir, y nos permitirá abrir las puertas aun amor más auténtico, más maduro, perono menos intenso ni menos real; nospermitirá abrir las puertas «al amor deverdad».

El amor no es sinónimo de felicidady sufrimiento; el amor es la mejoroportunidad para aprender a vivir nuestravida; para integrar nuestras experiencias,para mejorar nuestros sentimientos, paracrecer como personas.

La vida no se termina cuando acabaun amor. El amor da vida a la vida, ¡noreneguemos del amor, pero no suframosinútilmente en su nombre!

Una de las mejores formas para dejar

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de «sufrir inútilmente» será evitar losprincipales errores que cometemos. En elsiguiente capítulo trataremos de daralgunas «pistas» que nos ayuden aconseguir este objetivo.

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Capítulo 5

Errores a evitar

Sufrir «inútilmente»

si hiciéramos un análisis riguroso,concluiríamos que más del 95 por 100 delas veces sufrimos inútilmente. Eseporcentaje tan alto puede extrañar amucha gente, pero hemos desarrollado unafacilidad enorme para provocarnossufrimientos injustificados.

A los lectores más escépticos les

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sugeriría un ejercicio bastante sencillo:Apunten en una hoja las personas

más representativas de su vida, háganlocronológicamente, desde que eranpequeños.

Al lado señalen y clasifiquen susrasgos más significativos de carácter:sensible/insensible, sociable/insociable,afectivo/frío, generoso/egoísta,alegre/triste…; pongan todas lascaracterísticas que se les ocurra, pero nodejen de señalar el nivel de sufrimientoque más se ajuste a su forma de entenderla vida: sufridor alto (sufre por todo),sufridor medio (sufre con facilidad),sufridor bajo (sólo sufre en situacionesmuy difíciles) y no sufridor; en estaúltima categoría sólo pondremos laspersonas que afrontan o afrontaban su

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vida con alegría, que se muestran omostraban positivos ante las dificultades,con una visión optimista, que no pierden operdían el control, aunque la situaciónfuera difícil, que siempre se les ve o veíacon buen humor… En resumidas cuentas,que sólo les vimos tristes cuandoperdieron un ser querido, o antesituaciones tan dramáticas como lareferida.

a) Pongan al lado el nivel desimpatía/antipatía, afecto/frialdad…, quenos provocaban estas personas.

b) Intenten asignarles una nota de 0 a10, en función de cómo pensamos que hansabido o saben enfocar la vida (el 0estaría en el extremo inferior, no hansabido enfocar su vida, sólo veían las

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dificultades, iban siempre por detrás delos acontecimientos, sufriendo inútilmentey en el 10 situaríamos a las personas quehan utilizado mejor su inteligenciaemocional y han sido o son realmentesabios en el enfoque de su vida).

c) Señalen y sumen todas laspersonas que han clasificado como nosufridoras y comprobarán quedifícilmente superan el 5 por 100 de lamuestra, aunque, por el contrario, esegrupo de personas alcanzarán las notasmás altas en cómo han sabido o sabenvivir la vida.

Nuestra cultura, nuestra educación y,por qué no decirlo, también las distintasreligiones, parecen haberse empeñado enofrecernos una visión negativa de la vida,

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que nos ha provocado un aprendizaje engran medida estéril, y nos hacondicionado a pasarnos la vida sufriendoinútilmente. Las manifestaciones y lassensaciones más desagradables queexperimenta el ser humano están unidas oasociadas a sufrimientos inútiles.

Cada vez son más las personas conuna sintomatología ansiógena (provocadapor una ansiedad y un estrés negativo).Éstas pierden el control de su SNA y seprovocan respuestas poco adaptadas a lasituación real: aceleración del ritmocardiaco, opresión en el pecho,«embotamiento» generalizado,disminución de las funcionesintelectuales: pérdida de memoria,dificultades de concentración,ralentización de los procesos mentales,

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falta de agilidad y fluidez verbal…; endefinitiva, pérdida del control voluntariode sus conductas y emociones.

El sufrimiento inútil provoca undesgaste exagerado a nivel físico, unairritabilidad creciente a nivel psíquico yun desplome enorme de nuestro controlemocional.

Cuando el SNA se «conecta»,sufrimos un desgaste físico equivalente alque existe cuando nos forzamos a corrervelozmente. Este desgaste, y esto es lomás inquietante, dura mientras permaneceese sufrimiento; es decir, si nos pasamostres horas dándole vueltas a algo que noshace sufrir, desde el punto de vistaorgánico es como si hubiéramos estado

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tres horas corriendo sin parar: eldesgaste, mal que nos pese, esequivalente.

El sufrimiento activa las «funcionesde huida»: aceleración del ritmo cardiaco,combustión de oxígeno…, perodifícilmente tenemos que realizar unahuida de verdad; podemos estar sentadosy hasta tumbados en la cama y, sinembargo, hemos puesto nuestro corazón a120 palpita- dones por minuto, lo mismoque si estuviéramos corriendo a granvelocidad. Las consecuencias son fácilesde imaginar: nos sentimos cansados,aunque no nos hayamos movido de unasilla; embotados, aunque no hayamosdesarrollado funciones importantes anivel intelectual; apáticos, aunque nadajustifique ese malestar; decaídos y tristes,

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aunque estemos rodeados de personas quenos quieren y se sientan cercanos anosotros…

El sufrimiento nos provoca undesgaste enorme, un malestar constante,pérdida de energía, falta de adecuacióna la situación que estamos viviendo ybajada significativa de las funcionesintelectuales.

Cuando sufrimos inútilmentebajamos al mínimo nuestro rendimientointelectual, la parte más «humana». Elsufrimiento distorsiona y entorpecenuestro rendimiento, a la par que las crisisde ansiedad que provoca puedenoriginamos estados predepresivos.

En resumen, sólo hay un sufrimiento

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positivo: el que te hace reaccionar prontoy facilita que, sin hundirte, aprendas de lasituación vivida, e incorpores un nuevorecurso al repertorio de tus conductas.

Los ejemplos que podemos encontraren nuestra vida cotidiana son múltiples:¿nos ayuda el que suframos antes, durantey después de un examen? ¿Resulta útil que«nos disparemos» antes de una entrevistade trabajo? ¿Nos facilita la resolución deun problema el que le demos vueltas, deforma reiterada, una y mil veces,intentando «cazar» cualquier peligro oposible amenaza? ¿Nos proporcionaenergía el llanto, la tristeza, elabatimiento…? Entonces, ¿para qué sufririnútilmente?

Repetimos: uno de los signos deequilibrio que deberíamos tener las

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personas supuestamente maduras es haberaprendido a no sufrir de forma tan absurdacomo peligrosa. Si miramos hacia atrás yvemos que aún lo seguimos pasamosmal… concluiremos que no hemosavanzado mucho desde que éramos niños.

Los desengaños, los desencantos, lasdesilusiones, las frustraciones… nojustifican nuestro sufrimiento, porque loúnico que conseguimos, si optamos porese camino, es hundimos cada vez más enesas vivencias tan negativas. Esta actitudhace que en lugar de aprender y salirrápidamente a la superficie nosmachaquemos de forma absurda y nosenfanguemos en terrenos pantanosos; alfinal, nos sentiremos agotados en mediode una lucha sin tregua.

Conseguir no sufrir inútilmente es

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uno de los aprendizajes más importantesen la vida del ser humano; noconseguirlo es no saber vivir.

«DARLE VUELTAS» A UNHECHO QUE YA HA PASADO

¿Cuántas veces nos sorprendemos«dando vueltas» a hechos o situacionesque ya han pasado, incluso que hanpasado hace bastante tiempo? Por favor,¡no queremos provocar! No estamosdiciendo que no sea necesario analizarnuestras conductas o las circunstancias enque se desarrollaron, ¡por supuesto quesí!, pero si lo hacemos bien, y conobjetividad, será suficiente con que esteejercicio lo hagamos una vez yextraigamos las enseñanzas oportunas; lo

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contraproducente es que nos pasemoshoras y horas, a veces días y días,«dándole vueltas».

Muchos historiadores nos dicen quesi supiéramos y repasáramos de vez encuando la historia veríamos que losacontecimientos se repiten; y ¡es cierto!,pero es cierto hasta este punto. Cuando apartir de este hecho, bastante irrefutable,añaden que «si aprendiéramos de lahistoria no cometeríamos los mismoserrores», en gran medida se equivocan.Porque ¡difícilmente aprendemos de loserrores ajenos! La psicología lodemuestra constantemente. Hemosrepetido varias veces que cada persona es«única y singular, desde el momento enque nace», y por ello no podemos esperarque reaccione o se comporte de la misma

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forma.Hay un célebre dicho que nos

recuerda «que no escarmentamos encabeza ajena». La sabiduría popular se hanutrido de hechos contrastados por elsentido común, que es el menos común delos sentidos, pero sin duda el que másdeberíamos desarrollar. Efectivamente, sinos cuesta aprender de nuestras propiasvivencias, ¡cómo vamos a pretender quelas personas interioricen y hagan suyasenseñanzas o experiencias de otraspersonas!

Entonces, se preguntarán algunos,«¿es que no hay que pensar nunca en loque hemos hecho?, ¿cómo vamos aaprender entonces?, ¡nos pasaremos lavida cometiendo los mismos errores!»Tienen razón, sí que hay que pensar en lo

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que hemos hecho, pero ¡ojo!, de formaselectiva y sólo en las condiciones quenos facilitan el aprendizaje.

No siempre que le damos vueltas aun hecho estamos aprendiendo de él, aveces justamente hacemos lo contrario, ysólo conseguimos ¡hundirnos ycondicionarnos negativamente paracometer los mismos errores

Si queremos aprender de nuestraexperiencia pasada, tendremos que saberque para que ese aprendizaje sea realdeben darse varias condiciones:

a) Distancia emocional. Es decir,aprenderemos cuando no nos sintamosmachacados por lo que acabamos de

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hacer, cuando no estemos «sufriendo»intensamente las consecuencias de nuestraactuación, porque en esas situaciones, enlugar de analizar, simplemente nosmachacamos sin piedad.

Muchos se preguntarán: «¿Peroentonces, cómo lo hacemos?», «¿Siestamos mal, cómo salimos de esasituación?», «Si hasta que estemos bien nopodemos extraer las enseñanzas queencierra, ¿cómo salimos del atolladero?,¿no es una contradicción?»

Afortunadamente se puede hacer. Esposible aprender a «cortar» esospensamientos perturbadores y recuperarnuestro autocontrol, y entonces estaremosen disposición de asimilar, de extraer lasconsecuencias e incorporar nuevas pautasa nuestras conductas. Lo veremos con

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detalle en d capítulo 7, dedicado a las«Estrategias para dejar de sufrir yprepararnos para la vida».

b) Análisis riguroso y objetivo.Lógicamente, para ello tendremos quehaber conseguido primero la «distanciaemocional», pero además deberemosseguir un método estricto que nos permita«objetivar» los hechos.

Un análisis acertado se basa en unaobservación rigurosa. Aquí nosentrenaremos para «registrarescrupulosamente» todas las conductasque han intervenido en el suceso. Ellenguaje verbal representa una parte muypequeña del proceso de comunicación; ellenguaje no verbal -nuestra expresividadcorporal- es más importante ysignificativo en el análisis de las

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conductas propias y ajenas.

Fácilmente nos dejamos llevar porlo que dicen los demás en lugar de por loque hacen.

En el mejor de los casos, nos hanentrenado a escuchar, en lugar deobservar, mirar y analizar.

c) Consecuencias del hecho. Elanálisis de las consecuencias nospermitirá alcanzar una «atalayaprivilegiada» que nos situará en el«punto real» de la situación.Lógicamente, contemplaremos lasconsecuencias que se han producidopara el conjunto de las personas, tantolas que han intervenido directamentecomo las que estando ausentes juegan un

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papel importante para el hecho en sí,directa o indirectamente.

d ) Estrategias a seguir. Si hemosseguido bien los pasos anteriores, lasestrategias se deducirán fácilmente;estarán determinadas por los análisisprevios.

El estudio de las consecuencias nosllevará a determinar las estrategias.

e ) Disposición anímica adecuada.Sólo abordaremos las estrategias y lasactuaciones que hayamos determinadocuando nuestro estado anímico sea elideal para conseguirlo; es decir, cuandotengamos el nivel de autocontrol que nosfacilite los resultados esperados. Sitenemos las cosas muy claras, perotenemos disparado el SNA, nuestraconducta será emocional, no intelectual,

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y ahí seremos muy vulnerables.

En consecuencia, «dar vueltas pordar vueltas» es tan inútil y desesperantecomo poco eficaz si no se realiza en lascondiciones adecuadas. Si lo pensamosdetenidamente, descubriremos que lamayoría de las veces que nosdedicábamos a este «menester» lohacíamos a nivel emocional; de ahí losresultados.

En conclusión, sólo cuando se denlas circunstancias y condiciones descritasanalizaremos los hechos pasados y, unavez extraídas las consecuencias, nos«situaremos» y alcanzaremos el nivelracional óptimo para que las estrategias aseguir se desarrollen con las máximasgarantías de éxito.

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NO ACEPTAR LOINEVITABLE

¿Hay algo más inevitable que lamuerte? Pero, ¡qué poco nos hanpreparado para afrontarla! Hemos estadoquince, veinte, treinta o más añosestudiando y «preparándonos para lavida», ¿pero cuánto tiempo hemosdedicado a «prepararnos» para afrontar lamuerte que vamos a «vivir» a nuestroalrededor e, incluso, la propia?

De todas formas, no queremoscircunscribir este capítulo sólo al tema dela muerte. Existen muchos hechos«inevitables» que se sucederán a lo largo

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de nuestra vida; no aceptarlos, desde unpunto de vista de salud mental, significa,de nuevo, embarcarnos en un sufrimientoinútil, desgarrador y, en muchasocasiones, muy duradero en el tiempo. Sinpretender «adoctrinar» La lucha nosignifica desgarro, sino adecuación a loshechos, para obtener el máximo frutoposible, no la máxima desgracia que elser humano pueda vivir.

Si has sufrido en tus carnes elimpacto de tener un hijo con parálisiscerebral o con cualquier enfermedaddegenerativa, incapacitante o minusvalía,poco nos ayudaremos a nosotros, y menosaún a nuestro hijo, si nos pasamos la vidasin aceptar este hecho. Será preferible quenuestros esfuerzos se encaminen aprocurar las mejores condiciones de vida,

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para él y para nosotros; el niño alcanzarámejor el potencial y el bienestar máximoque su enfermedad le permita siconsagramos todos los esfuerzos a eseobjetivo, pero si nos pasamos la vida noaceptando lo inevitable el sufrimientoserá tan inútil como injusto.

¿Qué podríamos poner dentro delcapítulo de hechos inevitables? Me temoque un montón de sucesos o situacionesque se escapan a nuestro control ointervención. A modo de ejemplopodemos señalar:

1 . Potencial intelectual con el quenacemos. Por mucho que nos empeñemoslos psicólogos, no es el mismo paratodas las personas.

2. Padres y familiares que tenemos.

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¿Acaso los podemos elegir?3 . Personas que nos rodean en

nuestra infancia. Profesores,compañeros de colegio, vecinos, amigosde nuestros padres…

4. Ciudad en la que vivimos. Hastaahora, pocas opciones podíamos tenersobre este tema «de pequeños», pero lopeor es que, en las condiciones deglobalización actuales, en muchos casostampoco tendremos muchas alternativas«de mayores». Habrá personas que sesientan muy condicionadas a desplazarseo quedarse a vivir en ciudades pocogratas para ellas, pero los temaslaborales, profesionales, familiares o decualquier otra índole les mediatizarán.

5 . Jefes que tenemos. Al menoshasta que estemos en otra compañía, nos

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trasladen, o cesen a nuestro jefe actual,en la mayoría de las ocasiones nuestraopinión no contará en la designación delos jefes que vamos a tener.

6. Ex maridos/ex mujeres: exnovios/as; ex amigos/as;compañeros/as… Por

mucho que nos fastidie, y que nosreprochemos el «haber sido tan cretinos

tan ingenuos como para casarnoscon fulanito, haber tenido de novio/a a

menganito, haber sido amigo/a dezutanito y tener como compañero/a a

alguien cuyo nombre no queremosni recordar», la verdad es que esaspersonas han sido o son una parte aúnde nuestras vidas, y resulta absurdomachacarnos por su existencia, o pornuestra actuación pasada, cuando sobre

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ese pasado ¡nada podemos cambiar eneste momento!

7. Guerras, genocidios, masacres,abusos, violaciones…ya pasadas.Podemos, dentro de nuestrasposibilidades, intentar que en nuestroámbito de actuación no se produzcaninguna de esas circunstancias, pero denada sirve pasamos la vidalamentándonos por aquello que ya nopuede ser de otra forma.

En estos casos, la inmoralidad esquedarnos en el lamento, en la queja yen el sufrimiento inútil; reservemos todanuestra energía en luchar, de formarealista, en el ámbito de actuación quetenemos, y aprovechemos todas lascondiciones y circunstancias posiblespara que nuestra «lucha particular»

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tenga la máxima repercusión en el mayornúmero de personas.

La lista sería larguísima, pero loimportante no es su dimensión, sinonuestra actuación. La grandeza del serhumano es su capacidad de adaptación ala realidad, pero adaptación aquí nodebemos entenderla como resignación,sino como situación óptima donde lapersona pondrá todos los recursosdisponibles en la consecución de susfines, y no hay mejor ni más nobleobjetivo que alcanzar la máxima felicidadpara él y los que le rodean. A ese findedicaremos nuestros esfuerzos, a actuar,no a lamentar.

El caso de AntonioAntonio no supo en su momento

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aceptar lo inevitable; las consecuenciashan sido muy negativas para su vida.

Nuestro protagonista era el típicohombre de negocios lleno de éxitos. Nadaparecía resistirse a sus habilidades yrecursos: ¡sacaba dinero de las piedras!Pero había un tema que le hacía sentirseprofundamente insatisfecho: iba a cumplircuarenta años, estaba casado con unamujer muy agradable y, como él decía,bellísima, pero ¡no habían conseguidotener hijos!

Aunque llegó un momento en el quesu mujer no quería someterse a más«pruebas de fecundidad» porque llevabandiez años intentándolo, había sufrido dosabortos, se había alterado todo su sistemahormonal, no dormía por las noches, sesentía irritable y permanentemente

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cansada…, accedió, como de costumbre,a la presión de Antonio y volvió asometerse, a lo que para ella sería unauténtico martirio durante dos años más.

Al final, Antonio decidió queadoptarían un niño; su mujer no estaba alprincipio muy convencida, pero terminóaceptando la decisión y trató de hacerlasuya.

Como de costumbre, nuestro exitosohombre de negocios no admitió ningunasugerencia y terminó adoptando un niño,que ya tenía dos años y medio,¡guapísimo! El pobre crío desde elprincipio dio muestras de una agresividadpoco contenida y un retraso madurativopreocupante.

Su mujer, que se dedicaba en cuerpoy alma al niño, pronto dio la voz de

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alarma, pero Antonio pensó que «era unanovata, que se asustaba del genio de unchico machote». La realidad es quecuando el niño tema cinco años ya lohabían expulsado del primer colegio porla agresividad sin límites que habíamostrado y por su retraso madurativo, quele impedía seguir una escolaridad normal.

Antonio, lejos de aceptar lasituación, quería dedicar todos susesfuerzos a denunciar al colegio ante lainspección; afortunadamente no dio estepaso, pero tampoco accedió a mandar alniño al colegio que le recomendábamos(no tuvo más remedio que hacerlo dosaños más tarde, cuando comprendió queno «encajaba» en el centro escolar que élle había buscado). La madre sedesesperaba en casa con el crío, pero éste

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se sentía muy «fuerte» porque siempreobtenía el respaldo de su padre. ¡No huboforma de poner un programa demodificación de conducta para el mediofamiliar; el padre siempre lo boicoteó, alpensar que queríamos imponer a su hijounas normas y pautas de conductademasiado estrictas! Antonio siguióporfiando y luchando contra todos; lasrelaciones con su mujer se deteriorabandía a día, pero no admitía que su hijotuviera dificultades serias, tanto a nivel deautocontrol -los niños le rechazaban porsu agresividad incontrolada-, como dedesarrollo intelectual.

Al final, cuando tuvo que rendirse ala evidencia, y trasladar al niño a uncentro muy especializado, no aceptó lasituación. Él no podía aceptar que su hijo

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no fuese brillante, que tuviera dificultadesde relación, que hiciera gala de unaagresividad sin límites, que, en definitiva,no fuera «un digno sucesor»; así queterminó separándose de su mujer y viendoal niño en contadas ocasiones.

Es un ejemplo muy gráfico de cómouna persona no acepta lo inevitable. ¡Notodo se puede comprar con dinero! Apesar de los esfuerzos de la pareja noconsiguieron tener hijos propios, y eladoptado no dio el perfil que su padrehabía previsto para él. Al final, «huyó» yseguramente aún se queje de su «malasuerte»; nos tememos que Antonioaprendió muy poco de esa experiencia desu vida, pues recordemos que paraaprender hay que tener una predisposiciónfavorable. No aprende quien cree que

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todo lo sabe.Por el contrario, conocemos a

personas que cuando aceptan «loinevitable», lejos de sentirse derrotadas,encuentran la forma de reconducir susenergías y, sin duda, ahora son «máspersonas», incluso son personas «conciertos privilegios», pues handesarrollado más recursos y habilidadespara superar las situaciones que la vidanos pone día a día. Son personas quesonríen, y su sonrisa no es una mueca, esla expresión de su satisfacción interna.Aprendieron a «no complicarse la vidainútilmente».

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COMPLICARSE LAVIDA INÚTILMENTE

El «progreso» a veces trae consigoalgunos «lastres» o hábitos pocorecomendables. ¡Cuánto nos complicamosla vida!, especialmente en las llamadassociedades avanzadas.

¡Con qué facilidad gastamos granparte de nuestras energías e ilusionespersiguiendo objetivos absurdos, cuandono imposibles!

Nos pasamos la vida «trabajando»como bellacos para poder «comprar»cosas inútiles. «Gastamos» nuestro tiempoyendo de un sitio a otro para no encontrar

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finalmente el lugar que buscábamos. Noparamos de correr y correr durante todo eldía para que al llegar la nochecomprobemos que al día siguientetenemos que seguir corriendo.

Hacemos un problema de cualquiercosa, sentimos conflictos que sólo existenen nuestra mente, sufrimos tragediasinexistentes, anhelamos metas absurdasy… al final, lo peor de todo es que nossentimos mal.

¡Cuánto tiempo y cuánta energíamalgastada! Sobre todo teniendo en cuentaque ambos son finitos, pero losderrochamos, los dilapidamos como sifuesen dos bienes inagotables. Noqueremos seguir aquí el «discurso» fácilde esas personas que nos dicen quevolvamos a nuestros orígenes, que

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miremos cómo viven aún determinadastribus, que encontremos la esencia de lavida en el seguidismo y obediencia a lasabiduría de algún extraño líder. ¡Muchocuidado con estos caminos alternativos,que pueden ser muy peligrosos! Larealidad es mucho más sencilla, másvisible. Se trata de que cojamos «eltimón» de nuestras vidas. Sin darnoscuenta nos puede pasar como a Paquita,que no había día que no se complicase lavida de mil maneras diferentes.

El caso de Paquita

De pequeña se sentía incómoda en sucolegio de monjas, donde pensaba que notenía ninguna posibilidad de éxito. Seempeñó en que sus padres la cambiasen

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de colegio; no lo consiguió nunca, pero noparó de sufrir los típicos castigos de susprofesoras, ante las provocaciones y lasmuestras de rebeldía que continuamentemostraba. La realidad, además, es que sien algún momento la hubiesen cambiadohabría sido una tragedia para ella, pues sellevaba maravillosamente con suscompañeras; de hecho, hoy piensa queesos fueron los años más felices de suvida.

Posteriormente Paquita se «enredó»en la búsqueda incesante de su auténticaprofesión. Era una persona ágilintelectualmente, que aprobaba sindificultad, pero una vez terminados susestudios no se sentía satisfecha con suprofesión, por lo que simultáneamentetrabajaba y estudiaba otras opciones,

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hasta tres más que tampoco terminaron deconvencerla, pero que hicieron que susjornadas laborables -entre trabajar yestudiar- fueran agotadoras y le influyerannegativamente en su carácter. Pasada latreintena empezó a obsesionarse con laidea de casarse; como no estaba muysegura, y las circunstancias no eran muyfavorables, analizó y examinó a su noviodurante siete años antes de dar el pasodefinitivo.

Como era de esperar, aunque Pacoera cariñoso, tierno y sensible al máximo,enamorado de su mujer y padre realmentepreocupado y ocupado en sus hijos,«tampoco daba la talla». Paquita pensóque se había equivocado a raíz de tener elsegundo hijo, pues veía a Paco «cansado»de tantas preocupaciones innecesarias.

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Poco a poco las relaciones fueronempeorando, y aunque aún siguen juntos yson dos personas que se quieren, hanpasado etapas en que estaban literalmenteagotados, desinflados y resignados.

Como es lógico, aunque los hijos dePaquita son dos jóvenes magníficos, elmayor ya terminó su carrera y estáejerciéndola con mucho éxito, y suhermano está a punto de terminar susestudios de forma bastante brillante… sumadre no está satisfecha, porque piensaque «están muy verdes», que aún cometenmuchas equivocaciones, que deberían sermás maduros, más «listos», y que,además, se creen ya preparados y cadavez la escuchan menos.

¿Qué cambio tendría que haberse

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producido en la vida de Paquita para queaprendiera a disfrutar?, su marido, sushijos, sus amigos, ¿qué deberían hacerpara que ella se sintiera satisfecha? Enrealidad, hagan lo que hagan de pocoservirá, pues no es el mundo el que tieneque cambiar, sino Paquita quien tiene queempezar «a ver».

Afortunadamente, nuestraprotagonista está empezando a darmuestras de «avance», y si sigue poniendotoda su energía en el camino correcto, nodudamos que terminará aprendiendo queuna de las cosas más absurdas, y que másinsatisfacción produce, es complicarse lavida inútilmente.

Paquita está empezando a disfrutardel «humor fino» de su hijo pequeño, delos despistes de su primogénito, del afecto

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y el desorden de su marido, de la entregade sus amigos…, y no lo hace porqueellos hayan cambiado, que no es el caso,lo hace porque ha empezado a descubrirque ahí está la felicidad.

La vida puede ser tan fácil comonosotros queramos situarla en cadacircunstancia, y tan difícil como lasintamos en cada momento. Losacontecimientos no dependen de nosotros,pero siempre será más fácil abordarlos sinuestra energía se encamina a superar lasdificultades y no a agrandarlas; si nuestrasensibilidad busca continuamente elbienestar, la plenitud, lo positivo de cadasituación, y no se concentra en machacarnuestros ánimos castigándonosinútilmente.

No nos compliquemos la vida

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innecesariamente preocupándonos ysufriendo de forma inútil y estéril. Paraconseguir este propósito hemos deaprender a no expresar «todo» lo quepensamos.

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EXPRESAR «TODO»LO QUE PENSAMOS

Seguramente éste es uno de loshábitos que más nos cuesta corregircuando lo tenemos muy arraigado ennuestra forma de ser. De nuevo eseconcepto erróneo, que confunde lo que laeducación debe transmitir a los niños,®ido a mucha falsa tradición, así como aconceptos religiosos mal entendidos,provoca uno de los errores más difícilesde subsanar.

Cuando asimilamos que decir todo loque pensamos va unido a conceptos comosinceridad, nobleza, honestidad

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transparencia…, cuesta entender y asumirque esa premisa no responde a larealidad. Si hacemos un breve análisis decómo está arraigada esta creencia ennuestra sociedad, observaremos cómo suincidencia es mayor o menor en funciónde muchos factores culturales, sociales,ambientales y hasta climáticos.

Por término general, ¿creemos quelas personas nórdicas se comportan igualen este aspecto que las de climastropicales? O, sin ir más lejos, y sinningún ánimo de ofender o comparar, ¿eloriundo de Castilla y León se comportaigual al «expresar todo lo que piensa» queel que toda su vida ha vivido en Levante oAndalucía?

¡Cuidado! No estamos diciendo que¡hay que ser hipócritas y falsos! No.

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Decimos que hay que actuarracionalmente y utilizar la inteligenciaemocional, que a veces la dejamos «enmantillas».

¿Cuántas veces hemos visto cómoalgunas personas han sufrido unabarbaridad ante los comentarios «sinbarreras» de otras personas? En muchasocasiones estas expresiones, lejos de serun ejemplo de sinceridad, simplementeson una demostración de insensibilidad yhasta de crueldad.

Hace poco presencié cómo unapersona había «hundido literalmente aotra» con un comentario que, según la quelo había realizado, estaba lleno desinceridad y buena intención. Esa«sinceridad y buena intención» podíanhaber provocado fácilmente que la

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aludida entrara en una crisis depresivaimportante; la verdad es que estaba yamuy «justita» de fuerzas cuando escuchó yrecibió esa «ráfaga mortal» que le habíadirigido la interlocutora que seconsideraba en posesión de la verdad, yque debía pensar que su obligación era«abrir los ojos» a los idiotas, que nosabían ver más allá de sus narices.

Pocas cosas despiertan en mí ciertacarga de agresividad y, a decir verdad, enningún momento me «ensañé» con lapersona que tan insensiblemente habíahecho ese comentario, pero tuve queesforzarme y controlarme conscientementepara, con suavidad en la forma perodureza en el contenido, mostrar, desde elpunto de vista psicológico, lo erróneo ygrave de este proceder.

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«¡Yo no puedo dejar de decir lo quepienso!» fue la respuesta de la persona encuestión. Mi disertación fue muy larga yno merece la pena exponerla, perocualquier persona que se encuentre en unasituación parecida siempre puederesponder algo así como: «Bien, pues novendría mal que empezaras a entrenarte,porque los demás no tienen la culpa deese hábito que tienes tan arraigado, y quea ti te hará sentirte muy bien, porque creesque eso es lo que debes hacer, y escomprensible porque nos lo han dichodesde pequeños, pero te aseguro que esebienestar tuyo va en consonancia con elsufrimiento que provocas en el otro, y noparece justo machacar inútilmente a losque te rodean, especialmente cuando sesupone que todos nos reconocemos la

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capacidad de pensar por nosotrosmismos.»

De cualquier forma, es verdad queresulta difícil quitar este hábito, pero sepuede conseguir. No obstante, cualquiertécnica será estéril si previamente noestamos convencidos de que «decirsiempre lo que pensamos es unabarbaridad» que, en el mejor de los casos,hemos confundido con un deber.

¿Hay que mentir entonces?, ¿tenemosque ser cínicos e hipócritas? No. Hemosde ser sensibles y humanos, y se puedeconseguir sin confundir, sin herir y sinexpresar inútilmente todo lo quepensamos. ¿O… es que creemos que lahumanidad se parará y las personas seabotargarán si no escuchan nuestrossabios pensamientos?, ¿sólo nosotros

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estamos en «posesión de la verdad»?, yaunque así fuera, ¿en nombre de laverdad, de esa supuesta verdad quealgunos sienten, se justifica el dolorinnecesario, el sufrimiento inútil, ladesestabilización de la persona, lainseguridad y el resquebrajamiento del serhumano?

Quizá podríamos empezar a cambiarese concepto de «expresar todo lo quepensamos» por «¡hagamos todo lo quepodamos!, para que nosotros y laspersonas que nos rodean nos encontremosen la mejor de las disposiciones ypodamos salvar esos obstáculos, que aveces se nos presentan en el camino denuestras vidas». Una vez que aprendamosa no expresar torpemente todo lo quepensamos, intentaremos no cometer otro

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error muy típico y generalizado: creer quesiempre estamos en posesión de laverdad.

CREER QUE SIEMPREESTAMOS EN POSESIÓN DE LAVERDAD

Tan «negativo» e irracional espensar que siempre estamos en posesiónde la verdad como, por el contrario, creerque nunca acertamos. En ambos casos elanálisis es erróneo. El ser humano, por supropia esencia, es falible y por ello seríaabsurdo pensar que siempre acierta, o quesiempre se equivoca.

Hay personas que parecen creersefuera de la limitación humana; actúancomo si fuera dioses, pero, eso sí, dioses

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estúpidos, presuntuosos y soberbios queno han aprendido las lecciones máselementales de la vida.

El conocimiento técnico es algo tanlimitado, y a veces incluso tancambiante, ¡que hay que ser pocorealista para pensar que esconde algúntipo de sabiduría!

Hace unas décadas se insistía en quelos niños deberían empezar a comer detodo muy pronto, hoy se sostiene locontrario; lo mismo ocurrió con lanecesidad de extraer rápidamente lasvegetaciones; o con las ventajas y losinconvenientes del pescado blanco, azul oamarillo si existiera; espero que noterminen diciéndonos que el mejor

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pescado es el que ha ingerido residuostóxicos, pero tampoco lo descartamos.

He convivido con personas quehabían alcanzado los máximos puestos yhonores en su profesión, en elconocimiento específico de áreas muyconcretas del ser humano, déla naturaleza,de las cosas… y, curiosamente, no son laspersonas que más han desarrollo lainteligencia emocional, esa inteligenciaque de verdad te facilita tu paso por lavida y hace que tu convivencia con losdemás, y contigo mismo, sea másagradable.

Con todos mis respetos, las personasque por haber sacado una carrera muydifícil, haber alcanzado el máximoconocimiento en un área concreta (unNobel, por ejemplo), o por llevar

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gobernando veinte años un país ya secreen que están en posesión de la verdad,sólo nos muestran lo poco que hanaprendido de su vida. En realidad, y estoyconvencida de que la sabiduría, elauténtico conocimiento, no está en lascosas, está en las personas.

Si queremos «crecer» de verdad serámejor que dediquemos parte de nuestrosesfuerzos a esa relación con los que nosrodean, con las personas en general;fomentemos el intercambio, la escuchaactiva, el razonamiento compartido, labúsqueda mutua, eso sí que son caminosque nos facilitarán el acceso a losconocimientos.

La persona que siempre cree estaren posesión de la verdad demuestra una

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ignorancia suprema, además de unaarrogancia intolerable.

Por principio, todas las personas nospueden enseñar algo, ¡todas!, pues a veceslos mayores descubrimientos los hacemoscon las personas más insospechadas.

Entrenarnos para dialogar,escuchar, observar, eso sí que nosfacilitará el conocimiento, pero pensarque ya lo sabemos todo, que la únicamisión de los que nos rodean esescucharnos, denota una miopía que niel láser sería capaz de corregir.

En ocasiones tendremos a nuestroalrededor a estas personas «iluminadas»,que tanto tiempo nos hacen perder, y a

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veces tanto malestar nos suscitan. Resultadifícil ayudarles a salir de su error, perouna táctica que suele dar buen resultado,porque les empuja a recapacitar, es«desconectarnos de la forma más visibleposible»; es decir, ofrecerles «el espejo»de lo que ellos hacen: si normalmente noescuchan, ¿por qué vamos a escucharles?Si nos miran por encima del hombro, ¿porqué vamos a mirarlos por debajo? Si semuestran lejanos y distantes, ¿por quévamos a ser próximos y cercanos?… Endefinitiva, ¡no hagamos lo que esperan denosotros! y, quizá de esa forma, sesentirán obligados a plantearse suconducta.

Los sabios siempre escuchan.¿Sabemos escuchar? A veces nos lopropondremos de forma consciente, pues

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no estamos acostumbrados, pero prontoconcluiremos que ¡merece la pena! Comodecíamos al principio, el polo opuestotambién es un error: no confiar ennosotros mismos, o pensar que lasolución está en los demás.

NO CONFIAR EN NOSOTROSMISMOS, O PENSAR QUE LASOLUCIÓN ESTA EN LOS DEMAS

Hay personas que sistemáticamentedesconfían de sí mismas y otras que creenque la solución siempre les vendrá «delos demás». A priori, resulta tan erróneopensar que siempre tenemos razón comoque no la tenemos nunca.

Nuestro porcentaje de éxitosaumentará en la misma medida que mejore

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nuestra capacidad para observar, pues laobservación es un requisito previo paraque se produzca este aprendizaje. Sihacemos un buen «registro», siaprendemos a observar con objetividad,poco a poco adquiriremos «recursos» queaumentarán la credibilidad y confianza ennosotros mismos. No podemos tenerexperiencia de todos los ámbitos de lavida, pero sí hay un principio universalque nos ayudará en cualquier situación: elsentido común.

¿Acaso creemos que ya esimposible?, ¿que las personas son seguraso inseguras, y que a los que hemos salido«mal parados» sólo nos queda pensar quela solución está siempre en los demás?Hay personas que parecen haber nacidocon mucho sentido común y otras con

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nada, pero afortunadamente el ser humanopuede aprender a desarrollarlo.

El sentido común requiere, de nuevo,capacidad de observación. Lasensibilidad nos ayudará en este objetivo,también nos lo facilitará la buenadisposición para aprender; por elcontrario, la inseguridad y la desconfianzaserán baluartes a superar si queremosllegar a confiar en nosotros mismos.

Pero…, ¿por qué nos empeñamos eneste propósito? Porque la desconfianza ennosotros mismos nos crea frustración einsatisfacción permanente; nos ofrece unavisión tan sesgada como errónea, y nosimpide alcanzar la seguridad y elequilibrio que son tan importantes para elser humano.

A poco que pensemos, seguro que

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descubrimos algún área donde nossentimos más seguros, bien por nuestrasespeciales aptitudes o por la experienciaque hemos desarrollado en ese campo; noobstante, podemos razonar que esto nosirve para mucho si creemos que laconfianza no se generaliza fácilmente. Larealidad nos demuestra lo contrario todoslos días. Si pensamos que podemosconseguir algo razonable es más probableque lo alcancemos de esta forma quepensando que es imposible lograrlo. En uncaso habremos puesto «nuestro cerebro anuestro favor y en el otro en nuestracontra». Cuando decimos que un «equipotiene la suerte de los campeones», enrealidad, parte del éxito ¿no estarámotivado por la predisposición favorablede los jugadores?

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Tener más confianza es un tema deelección. Si nuestros pensamientosdeterminan en gran medida nuestrasemociones, ¿por qué no tratamos dedirigirlos positivamente en lugar de locontrario? Si nos empeñamos en apartarde nuestra mente las situaciones y lospensamientos que nos crean tantainseguridad, y nos forzamos en traer anuestra consciencia los momentosagradables y más exitosos de nuestraexperiencia, será más fácil que, poco apoco, aumentemos nuestra seguridad ennosotros mismos.

Si somos de esos casos quepensamos que no tienen remedio,¡vayamos despacio, pero sin tregua! Loeficaz será ponernos pequeños ejercicios,metas sencillas que, poco a poco, nos

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generen confianza en nosotros mismos;posteriormente, de forma muy gradual,iremos subiendo el nivel de dificultadhasta que nos sintamos cómodos esituaciones parecidas a las que vivimostodos los días: Porque ganar confianza ennosotros mismos es conseguir felicidad.

Pensar que la solución está en manosde los demás negar nuestra libertad, a lapar que abdicamos del control de nuestravida. Poco dominio tendremos sobrenosotros mismos si creemos que nuestrafelicidad depende de lo que hagan otros.

En definitiva, es posible desarrollarla confianza e nosotros mismos, y loharemos de forma madura cuándo en lugarde «echar la culpa de lo que nos pasa alos que nos rodean» concentremosnuestros esfuerzos para superar las

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dificultades.

ECHAR LA CULPA DE LO QUENOS PASA A LOS QUE NOSRODEAN

Hay personas que son auténticosespecialistas en «echar siempre la culpa alos demás». Aunque a veces esta actitudparezca un recurso acertado, a largo plazose termina volviendo contra el que lopractica.

Si observamos a los niños pequeños,veremos con qué facilidad muchos deellos han aprendido a «escurrir el bulto»:¡Yo no he sido! o ¡Ha sido él/ella!, sondos de las frases que más escuchamos enlas aulas. Lo malo es que hay muchaspersonas que ya en su madurez siguen

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practicando la misma huida. Si noscreemos que la culpa de lo que nos pasaestá siempre en los que nos rodean,difícilmente adoptaremos una actitudrealista y proactiva para superar losobstáculos. Como siempre, el análisisriguroso y objetivo nos permitirá encauzarnuestras energías y superar lasdificultades.

Un consejo: Cuando todo lo veamosnegro, ¡tengamos la seguridad de que noestamos siendo objetivos! En esosmomentos no hemos de empeñarnos enseguir dándole vueltas al tema, sóloconseguiremos confundirnos ydesesperarnos; será más útil quecentremos nuestra atención en otroshechos, a ser posible más positivos, de talforma que podamos distanciarnos,

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dejemos de sufrir inútilmente yconsigamos no confundirnos conargumentos emocionales.

El caso de Paula

Paula estaba muy acostumbrada aechar siempre la culpa de todo a sumarido o a sus hijos. Nunca pensaba queella podía hacer nada para cambiar loshechos. Canalizaba toda la energía enquejarse.

La verdad es que su marido era eltípico directivo que llegaba a casa muytarde y que incluso trabajaba algunos finesde semana, y trabajaba de verdad, no erauna excusa para otros menesteres, comoen un principio había pensado Paula.

Tenían cuatro hijos y se sentía muy

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insatisfecha con los cuatro. Había dejadosu trabajo al poco de casarse, y ahora quelos crios eran mayores se aburríaterriblemente, y pretendía que su marido«la sacase» al cine, a cenar… y laacompañase a los saraos que organizabacon frecuencia.

La verdad es que su marido, antes decasarse, le explicó una y mil veces quepara él el trabajo era muy importante, yque no creía que fuese un buen candidatoal matrimonio, pero Paula pensó que «yaconseguiría cambiarlo» y, literalmente, learrastró al altar.

Sólo cuando Paula aceptó que suvida y su felicidad le pertenecían a ella, ydejó de echar la culpa a su familia,empezó a actuar de forma positiva y

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realista.Siempre, incluso cuando los demás

tienen una actuación muy directa y hastanegativa sobre nuestras vidas, podemosconseguir el control de nuestrospensamientos, y con ello el control denuestras emociones. A veces no nosdaremos cuenta hasta que nossorprendamos hundidos, tras el impactosufrido, pero de nuevo en esos instantespodremos reconducir nuestro estadoanímico.

En definitiva, «echar la culpa a losque nos rodean» es un error que, ademásde hacernos sufrir inútilmente, nos lleva ientregar nuestro bienestar en manosajenas, lo que constituye un ejercicio deinsensatez, además de una abdicación denuestras posibilidades y recursos para

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cambiar el rumbo de nuestrossentimientos.

«Cuando comprendí que mi felicidadno estaba en manos de mi marido, alprincipio me conmocioné, pero al cabo deunos días comprendí que era la mejornoticia de mi vida.» Este comentario dePaula puede ayudarnos a comprender laprofundidad y trascendencia de este error.

¡No tiremos nuestras energías concreencias tan irracionales! ¡Pongamostodo nuestro empeño en recuperar elcontrol de nuestras emociones!, y nocaigamos en la siguiente equivocación.

QUERER ARREGLAR LASCOSAS EFECTUANDO CAMBIOS

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DRASTICOS ENNUESTRA VIDA

Cuando nos encontramos muy mal,¡parece que nos pinchan! En esosmomentos, ¡con qué facilidad adoptamos«soluciones» drásticas! En muchos casos,si lo analizamos fríamente, esta reacciónes una respuesta aprendida. Seguramentedesde muy pequeños «aprendimos aescapar» de situaciones problemáticas yhoy, con todos nuestros años encima,seguimos repitiendo una «huida»parecida.

«Cortar por lo sano» está muyarraigado en nuestra cultura y, en

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principio, este es un método que puede seracertado o no, según en qué situaciones ycircunstancias se aplique; lo que no esadecuado es dejarnos llevar por estaopción cuando nos encontramos «depena»; en esos instantes lo mejor es ponertodas las energías al servicio de nuestrarecuperación, no de nuestro hundimiento.

No obstante, aunque desde el puntode vista racional cualquier persona estaríade acuerdo con este argumento, lo ciertoes que mucha gente sigue «dejándosellevar» y actúa de forma impulsiva ydescontrolada ante acontecimientos queles desbordan. Después llegan loslamentos: «Lo siento, la verdad es que nopretendía hacer daño, pero no me puedocontrolar en esos momentos; o… ¡Cómome voy a controlar ante algo así!, ¡es

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imposible!, cualquiera en mi lugar hubierahecho lo mismo…» ¿Quién no ha oídoalgo parecido? En la consulta y en loscursos de formación continuamenteescuchamos razonamientos similares.

El caso de Daniel

A Daniel le costó mucho ir a unpsicólogo y sólo lo hizo cuando seencontró inmerso en una crisis queamenazaba su estabilidad emocional y surelación con los que le rodeaban; una yotra vez, de forma insistente, repetía que«en esos momentos se sentía tan mal quesólo quería terminar rápidamente contodo, y la verdad es que creía que esasería la mejor solución; así dejaría devolver a sentir el mismo problema cada

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poco tiempo».Daniel tenía 45 años, estaba en el

«cénit» de su carrera profesional, pero devez en cuando «se asustaba».Curiosamente, esos sustos siempre levenían cuando pensaba que sería incapazde conseguir los objetivos que le habíanmarcado en su trabajo. A medida quehabían aumentado sus responsabilidadesen la empresa había ganado poder yprestigio, pero también ansiedad i einsatisfacción.

Cuando lo vimos, se encontraba enplena crisis de inseguridad: habíadecidido que dejaría su empresa y, si sumujer se oponía, también se separaría deella.

Al tratar de racionalizar suspensamientos y objetivar los hechos, la

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realidad es que Daniel no tenía en esemomento otro trabajo alternativo.Tampoco parecía que la situación actualfuese muy distinta de la que había vividoya en otras ocasiones, y en relación a sumatrimonio todo indicaba que habíalogrado una relación bastante aceptablecon su mujer y sus hijos.

A pesar de todo, Daniel ¡estabaharto!, se sentía atado a un tipo de trabajomuy asfixiante que le impedía tener«tiempo propio» y le provocaba«tensiones insoportables»; además, seestaba planteando dejar una ciudad comoMadrid pues, según él, se habíaconvertido «en un infierno».

Ante este panorama no podíamos pormenos que formularle a Daniel las

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reflexiones más elementales, y ante susorpresa le preguntamos: «¿Hay algo en tuvida que funcione bien? Si el caminoacertado es cambiar todo, ¿no crees queaún podrías cambiar más cosas? ¿Por quéno coges "el toro por los cuernos" y ponestodo "patas arriba"? Total, sólo cambiastu vida, la de tu mujer, tus hijos… ¿qué eseso, si al final estás seguro de queencontrarás la solución a tu vida y a la detodos los que arrastras? ¡Adelante,Daniel, si tienes la varita mágica ya novolverás a tener dudas nunca! Cámbialotodo, deja mañana mismo tu trabajo,quédate sin nada, vende la casa que ya nopodrás mantener, explícales a tu mujer y atus hijos ese proyecto apasionante decambio radical en vuestras vidas y ¡no lodudes, hazlo! Pero recuerda que ¡se

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terminaron las quejas para siempre! Nopodrás volver a echar la culpa a nadie nia nada de lo que te pasa. Tú eliges tucamino y aceptas todas las consecuenciasde tu decisión.»

Como habíamos previsto, Daniel nopareció entusiasmado con nuestrapropuesta, miraba entre incrédulo einquisitivo, escudriñaba cada movimiento,como buscando la llave que le explicasela justificación de un «discurso» taninesperado. Casi sin darse cuenta, sesorprendió a sí mismo argumentandorazonamientos para no tomar medidas tandrásticas, de repente se calló cuandoestaba diciendo algo así como, «Total, yame he visto otras veces en situacionesparecidas, y la verdad es que siempre hesalido; supongo que podré encontrar otras

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opciones que no signifiquen destrozar lavida de los que me rodean…» y, en untono bastante enfadado, terminó diciendo:«¡Para esta solución no había hecho faltavenir al psicólogo!»

El problema de Daniel no era tantosu trabajo, ni su mujer, sus hijos o… viviren Madrid; la raíz de su insatisfacción erala falta de ilusiones, la presión que élejercía sobre sí mismo, la inseguridad quesentía ante determinadas actuacionessuyas, la sensación de estar en «peligropermanente» y poderse caer en cualquiermomento.

Cuando Daniel aceptó «empezar deverdad» a analizar su situación, vio quesus pensamientos se repetían de formaincansable y demoledora. No paraba dedecirse frases del tipo: «Así no puedo

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continuar, esto no es vida», «No aguantomás presión, estoy agotado, tengo quebuscar otra salida y mandarlo todo a lamierda. Esta gente (sus compañeros) sonlo peor que he conocido, se comportancomo buitres, están deseando ver algúnfallo para saltar sobre su presa», «Mimujer no lo entiende, porque, en el fondo,es bastante simple, ella tiene la vidaresuelta y sólo sabe exigir», «Los niñossólo piensan en ellos porque son bastanteegoístas…»

Después de numerosas «prácticas»,Daniel aprendió a racionalizar suspensamientos. Le costó mucho, pero estonos permitió analizar de forma objetiva surealidad y empezar a elaborar decisionesrealistas. Al cabo de tres meses se sentíauna persona nueva sin necesidad de haber

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efectuado ningún cambio «externo» en suvida, pero había logrado que emergiera unDaniel desconocido para él. Su mujer loresumía muy bien: «En lugar de agobiarsepor cualquier cosa, ahora se entusiasma yve la parte positiva, y cuando vienen maldadas reacciona con ánimo y no sehunde.»

Con el paso del tiempo Daniel tuvoque enfrentarse a situaciones muydifíciles, tanto a nivel personal comoprofesional: su empresa fue partida entrozos y Daniel terminó por instalarse porsu cuenta; su mujer y él sufrieron unacrisis importante a consecuencia dediversos problemas originados por susrespectivas familias, pero lo superaronactuando con mucho realismo, y sus hijosatravesaron esas etapas tan duras, que

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terminan con la paciencia de cualquierpadre, pero al final se impuso el sentidocomún y, aunque son muy diferentes acomo sus padres habían previsto,mantienen una relación estrecha y sincera.

Desde hace mucho tiempo sólohablamos con Daniel una vez al año, perosiempre se ríe al recordar los «cambios»tan drásticos e irracionales con los quequería resolver sus problemas.

Desde nuestra más tierna infanciahemos aprendido muchas conductas dehuida y evitación, profundamentearraigadas en nosotros, y, muchas veces,cuando nos sentimos mal, lo primero quese nos ocurre son solucionesirracionales, llenas de subjetividad yplagadas de errores.

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Alcanzamos un buen nivel deequilibrio y madurez cuando somoscapaces de racionalizar las cosas en esassituaciones difíciles, incluso un pocolímites; cuando no nos dejamos arrastrarpor respuestas impulsivas y emocionales;cuando se termina imponiendo la calma,el sentido común y los ánimos que son tannecesarios en momentos en que todoparece «venirse encima».

En cualquier caso, aunque a vecesnos cueste recuperar el equilibrio en esassituaciones difíciles, al menosrecordemos que, hasta que no hayamossuperado esos momentos, no debemostomar ninguna decisión drástica porque loharíamos con nuestra parte irracional ytendríamos todas las posibilidades de

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equivocarnos, además de actuar de formainjusta. Un buen indicador que nosmuestra que ya somos capaces de«racionalizar» y, en consecuencia,podemos pensar de verdad en soluciones,estrategias o alternativas, es cuandovolvemos a sonreír. La sonrisa nos ayudaa superar la irracionalidad.

Daniel aprendió a no dejarse llevarpor los momentos difíciles de la mismaforma que aprendió a no «vivir lascontrariedades como tragedias».

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VIVIR LASCONTRARIEDADES

Y LOS IMPREVISTOS COMOTRAGEDIAS

El ritmo de vida actual parecellevarnos continuamente al límite; desdeque nos levantamos a muy temprana horahasta que finaliza nuestra jornada, siempremás tarde de lo deseable, ¡no hemosparado un momento! En estascircunstancias, cualquier imprevisto o

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contrariedad puede vivirse como unatragedia.

En la empresa esta situación pareceafectar de forma especial a las mujeres,ya que tradicionalmente la mujertrabajadora sigue asumiendo la «carga»principal en las tareas domésticas yfamiliares, pero en los últimos tiemposmuchos hombres sufren esas crisis en lasque se sienten desbordados, y no tanto porimprevistos «caseros» sino porcontrariedades laborales. Seguro que sicerramos los ojos nos vienen a lamemoria varios ejemplos cercanos en losque nosotros u otras personas nossentíamos al borde de la catástrofe.

La realidad es que, en general,nuestro sistema de vida es poco«humano»; hay que ser casi un atleta para

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ir saltando todos los obstáculos; vivimossin margen para integrar en nuestra vidaacontecimientos tan normales como el quenosotros o alguien de nuestra familia seponga enfermo, que tengamos una avería,que se «rompa» algo, que nos pongan unamulta, que se vaya la luz mientrastrabajamos, o que se estropee el programainformático.

La tensión es tan fuerte que sindarnos cuenta sentimos agresividad haciael supuesto causante del imprevisto,aunque sea el pobre hijo pequeño que seacaba de poner enfermo y que es laprimera víctima de esa situación. Hacepoco me sorprendía la reacción de unapersona, muy equilibrada siempre, que,sin embargo, ese día se mostrabaliteralmente intratable. Su marido la

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miraba con cara de asombro, pues noentendía por qué estaba tan agresiva conél. La explicación es que nuestra amigaestaba físicamente agotada, al límite desus fuerzas, y esa situación extremaprovocaba reacciones poco acordes consu forma de ser y actuar. Algo parecidonos ocurre cuando estamos débiles, bajosde defensas, con sueño atrasado…, enesos momentos nos mostramosespecialmente vulnerables y cualquiercontrariedad puede suponer la mayortragedia del siglo.

Muchas personas piensan que elotoño y la primavera son dos estacionesespecialmente depresivas en sí mismas,pues ven que muchas personas lo pasanmal y no encuentran otra explicación aestos hechos. La verdad es más sencilla:

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cuando llega el otoño nos coge con lasdefensas muy bajas, nuestro cuerpo se estápreparando para el invierno, pero aún noha creado todas sus defensas; algoparecido ocurre en la primavera, hay unperiodo en el que perdemos las defensasdel invierno, pero aún no hemospreparado nuestro organismo para lasiguiente estación; en estos casos muchagente coge constipados, gripes, catarros, yotras personas, vulnerablespsíquicamente, experimentan un bajón anivel emocional.

En estas situaciones, las personasestamos «al límite de nuestras fuerzas» ypor ello somos más vulnerables. Estehecho hace que «saltemos» anteacontecimientos en los que normalmentenos mantenemos tranquilos, o que

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perdamos «los nervios» de forma brusca ysorprendente.

El cansancio, el agotamiento y lasfrases interiores en esos momentos son losresponsables de nuestras reacciones.Cuando se dan los tres factores, la mezclapuede ser explosiva y nada ni nadieparecen capaces de «hacernos entrar enrazón». En tales circunstancias nodebemos empeñarnos en que la personaafectada razone, ¡le resulta casi imposiblehacerlo! Lo mejor es cargarnos depaciencia, dejar que se «desahogue»,escuchar sin interrumpir, mostrarnos todolo afectivos y cercanos que nos permita y,finalmente, con mucho tacto, tratar dellevar su mente a otro sitio.

Si intentamos que razonen en esosmomentos, ¡estamos apañados!

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Seguramente lo que conseguiremos es quese encolericen más. Cuando alguien sesiente muy mal, no es capaz de razonar; loque quiere y necesita es quejarse, que loescuchen, que se den cuenta de su estadode desesperación, de su mala suerte, deque ya no puede más, de que todo esinjusto… En definitiva, de que ¡está hastalas narices de esta situación! ¡Cuántaenergía desperdiciada intentando quepiensen y actúen con objetividad cuandoestá conectado su SNA! En esascircunstancias las personas afectadas notienen el control sobre sí mismas. ¡Quémás quisieran que recuperarlosimplemente con dar la orden! No es fácilconseguir que las personas que rodean alos «afectados» no terminen desesperadasante tanta irracionalidad, pero se puede

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lograr, aunque haya que entrenarse paraello. Uno de los aspectos másgratificantes cuando entrenamos a laspersonas para que aborden con éxito estassituaciones son los relatos posteriores quenos ofrecen; ahí nos detallan cómo hanconseguido que cambien los hechos; loque antes eran discusiones estériles seconvierten en situaciones afectivamenteentrañables, que ayudan y acercanfinalmente a los protagonistas.

Si estamos solos, y ante la últimacontrariedad nos sentimos al borde de ladesesperación, lo mejor es distraernuestra mente de los pensamientos que enese momento la invaden. Como ya hecomentado, en el capítulo 7 ofrecemosalgunos ejercicios que nos ayudarán aconseguir este objetivo. Conseguido este

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«alejamiento», nos resultará más fácilabordar el problema y encontrar la mejorsolución.

En cualquier situación, comoprotagonistas o acompañantes, una vezresuelto o encauzado el tema, convendríaque nos premiásemos, que nosconcedamos diez minutos; podemosescuchar nuestra canción favorita, tomarun plato que nos gusta, leer el libro o larevista que nos apetece, hablar porteléfono con algún amigo que siempresuele estar de buen humor… Estas«pequeñas cosas» nos ayudan a recuperarlas energías perdidas y colocar «elcerebro a nuestro favor». Podemos crearnuestras propias «defensas mentales» yellas serán nuestro principal aliado antelas contrariedades, los imprevistos o las

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dificultades con que a veces nossorprende el día. Aunque en esosmomentos nos resulte difícil creerlo, loimportante no es lo que nos acaba depasar, sino lo que estemos pensando.

Controlar nuestros pensamientos enesas circunstancias o acontecimientos,conseguir que el gesto hosco setransforme en una mueca de sonrisa ypensar que «lo nuestro» tiene solución,serán los mejores baluartes en esta durapero asequible batalla.

PENSAR QUE «LO NUESTRO»NO TIENE SOLUCIÓN

Muchas veces, tanto en el marco dela consulta como en los cursos de

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formación que impartimos, algunaspersonas asisten con cierto ánimo, porqueconocen a determinados amigos,familiares, conocidos…, a los que lesresultó muy positiva la experiencia queellos están a punto de comenzar. Noobstante, siempre hay otro grupo depersonas que a priori se muestran muyescépticos, porque «lo suyo» es diferentey tienen muy claro que en sus casos no haysolución.

Cuánta impotencia sienten algunospadres, hijos, maridos, amigos…cuandotratan de explicar una posible alternativaa la persona afectada, y lo único queescuchan es ¡no te empeñes, lo mío esdiferente y no tiene solución!

En realidad, lo que esa persona nosestá diciendo, sin decirlo, es algo

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parecido a: «No me comprendes, no tedas cuenta de que eso no va conmigo, sime escucharas, si fueses más sensible,más inteligente, te darías cuenta de que micaso es distinto, que no es tan fácil comotú lo pintas, que tengo muchas razonespara sentirme tan mal… y que lo mejorque puedes hacer es callarte, escuchar odecir a los demás que se callen, que mepidan disculpas, que dejen de decirtonterías y, sobre todo, que se den cuentade que tengo razón.»

¡Qué desesperanza siente la personaque de verdad se |: cree que su caso esúnico y que ella o la situación que vive notienen solución!

De nuevo, nuestro principal aliadoaquí será la paciencia, la escucha activa,la cercanía, la falta de prisas, la actitud

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comprensiva y generosa, que le hagasentir a la persona afectada que tiene todonuestro tiempo para que nos cuente lo queella necesite. Dar muestras deimpaciencia, querer intervenirrápidamente, pretender que razone y veade inmediato su equivocación son erroresque sólo conseguirán que la persona sereafirme en sus creencias irracionales.

El caso de Rodrigo

Rodrigo acudió a la consulta porqueun primo había «cambiado» mucho a raízde un grave problema que había padecido.El primo en cuestión no paraba de decirlelos beneficios que iba a sentir, y loscambios que experimentaría, si nosescuchaba y era un poco disciplinado con

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el «programa» que le pusiéramos.Nada más ver a Rodrigo el primer

día nos dimos cuenta de que iba a ser uncaso «difícil», pues estaba muyconvencido de que con él nada podríamosconseguir

Nuestro joven tenía 31 años ymostraba una falta de habilidad y pericianotables para relacionarse con las chicas.Se paralizaba ante el pensamiento dedirigir dos frases seguidas a la joven queen esos momentos le atraía. Al final,siempre se producían los mismos hechos,se sentía incapaz de hablaradecuadamente y optaba por callarsecomo un mudo o decir sólo monosílabos.Estaba convencido de que si se «forzaba»terminaría balbuceando y hastatartamudeando, así que ya no lo intentaba.

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Por supuesto que Rodrigo no sesentía feliz con esta situación, pero enlugar de encauzar sus energías asolucionar este problema las«malgastaba» quejándose sin parar ymaldiciendo su mala suerte.

Al trabajar sobre sus pensamientosvimos que no paraba de decirse lo difícilque eran las mujeres, lo mal que le iba asalir el intento, lo imposible de susituación…; al cabo de un rato empezabaa pensar que la joven en cuestión estabariéndose de él, que se había dado cuentade su inseguridad, que se lo contaría atodas sus amigas, que se convertiría en elpayaso de turno… Con este tipo depensamientos, por mucha relajación queRodrigo intentaba hacer, era imposiblealcanzar las condiciones mínimas que nos

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garantizasen un cierto éxito.La verdad es que costó mucho

racionalizar los pensamientos de Rodrigo,pero incluso una vez conseguido, aún nodaba «el salto» definitivo.

Creer que las personas puedenrazonar y ser objetivas en cualquiermomento y circunstancia demuestra unprofundo desconocimiento de la realidady de las limitaciones

del ser humano.

Cuando somos nosotros los quepensamos que «lo nuestro» no tienesolución, de nuevo, lo mejor que podemoshacer es «alejar de nuestra mente esospensamientos» y sustituirlos por otros másneutros; si nos resulta muy difícil

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podemos ayudarnos centrándonos en unaactividad distinta, haciendo un poco deejercicio físico (andar) o dándonosórdenes mentales continuas sobre lo queestamos haciendo, para que nuestra menteno se disperse y vuelva a centrarse en loque nos preocupa. En el capítulo 7ofrecemos algunos ejemplos útiles.

DEJARNOS CONTAGIAR POREL PESIMISMO REINANTE

¿Son más persuasivas las personaspesimistas o las optimistas? Lo cierto esque a poco que se junten dos personas queen esos momentos lo «ven todo negro»,pueden terminar «contagiando» al resto desus amigos o compañeros, ¡con unafacilidad digna de mejores fines!

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Cuando acompañamos a algún amigoo familiar a la consulta de un médico, o lovamos a ver al hospital porque acaban deoperarle de algo, ¡nos hemos fijado cómomuchas veces terminamos hablando todosde enfermedades!

Si el problema es laboral, ¡elcontagio aún es más patente! Hace pocoasistí a una conversación en la que una delas personas presentes nos relataba sus«dramas profesionales»; esta situación,por otra parte, se repite con muchafrecuencia en estos momentos de ciertacrisis económica. Nuestro protagonistahabía pasado de ser en poco menos de unaño un profesional muy «deseado» porempresas de tecnología punta, a untrabajador «disponible» al que se quería«vender», junto con el resto de sus

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compañeros que integraban su área denegocio.

En veinte minutos, todos, salvo yomisma, que decidí observar la situacióndesde un punto de vista profesional,estaban lanzando proclamas sobre lasinjusticias que se dan continuamente en elmundo empresarial en el marco de laeconomía global, en las multinacionales,en las grandes empresas, en las pymes…,de tal forma que lo que había sido unacomida agradable hasta esos momentos seconvirtió en un pesimismo contagioso, quehizo que un par de personas me llamaranmás tarde para confesarme que ellos sesentían igualmente muy preocupados porsu situación laboral; ante mi pregunta de¿qué indicadores objetivos se daban en suempresa que hicieran presagiar una

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posible crisis en su sector que les pudieraafectar de forma directa?, la contestación,en ambos casos, era que aparentementeellos iban bien, ¡pero ya has visto lo quele ha pasado a fulanito!

En esas circunstancias no debemosconfundir lo que sería un saludableejercicio de reflexión, que nos ayudase aestar preparados y alertas ante posiblescoyunturas o situaciones adversas, con un«estado de pesimismo inútil y estéril»,que lo único que nos provoca es miedo einseguridad.

A veces las personas están muycondicionadas por las circunstancias queviven, y en esos momentos de dificultadno les ayudamos nada, ni nos ayudamos anosotros mismos, mostrándonos decaídos,abrumados, cuando no asustados e

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impotentes para buscar posibles salidas,que siempre las hay, a sus difícilessituaciones.

Es más fácil dejarse contagiar porel pesimismo reinante ¡que ir acontracorriente! y esforzarse enencontrar caminos que ayuden a superarlas crisis; pero no dudemos de que lomejor que podemos hacer con alguienque en ese momento «no ve ningunasalida» es, primero, lograr que se sientaescuchado; segundo, que se sientacomprendido y tercero, que perciba que¡hay alternativas que no había visto conanterioridad!

Para «salir» de las situacionesdifíciles un requisito previo es que lapersona crea que hay opciones, y eso lo

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logrará más fácilmente desde la ilusiónque desde la desesperación.

Desde pequeños hemos elaboradoconductas «de imitación» casi sin darnoscuenta. Si observamos a los niños decorta edad, vemos con qué facilidad sedesencadena un llanto colectivo cuando unniño ha empezado a llorar, sin causaaparente que justifique sus llantos; losotros, rápidamente le miran, primeroponen cara de sorpresa, luego de pena y,finalmente, a veces terminan llorando «alágrima viva», a la par que nos miranimpotentes y/o señalan con el dedo alniño que empezó a llorar. Los niños sesienten abrumados y nos buscan para quelos saquemos de ese estado; al principio,quieren nuestro consuelo y luego esperan

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que los sorprendamos con algo alegrepara empezar a sonreír y superar esapequeña crisis. A medida que pasan losaños y los bebés se convierten primero enniños, luego en adolescentes, después enjóvenes y, finalmente, en adultos, en elfondo piden lo mismo, aunque de diferenteforma. Según las edades, los llantos omuecas de tristeza pueden tornarse engestos de impaciencia o en palabrasbruscas y hasta agresivas, pero lo que deforma más suave o claramente errónea nossiguen pidiendo es que les transmitamosnuestra atención, nuestra comprensión y,sobre todo, nuestra calma y seguridad. Sinquerer reconocerlo están deseando algunaexcusa para reírse y dejar de llorar ochillar.

Esta especie de «epidemia» no

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respeta edades, e igual que los niñospasan del llanto a la risa los adultosdeberíamos tener recursos para superarcon la misma rapidez esas situaciones oestados que tanto nos minan y que sólosirven para provocarnos inseguridad eimpotencia.

La tristeza, como la alegría, secontagia con facilidad. Pero mientras laalegría es «salud» para las personas, latristeza, cuando se mantiene en eltiempo, es «un debilitador nato» que«mina» nuestras fuerzas y nos provocavulnerabilidad e inseguridad. El pasoque hay desde esa tristeza prolongada aun pesimismo generalizado e irracionales muy corto.

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Hay personas que son auténticos«secantes»; absorben la energía que hay asu alrededor, siempre se están quejando ycompadeciendo, de tal forma que agotan alas personas cercanas y terminanproduciendo un rechazo generalizado.

Por el contrario, hay auténticos«cascabeles», que siempre parecen estarde buen humor, que desprenden energíapositiva, que contagian su excelente ánimoy que se convierten en paradigmas de lafelicidad. En ambos casos, esas personasestán «acostumbradas» a vivir con suforma de ser y se resignan o disfrutan a símismas, pero lo duro es cuando seproduce una profunda transformación, queconvierte a una persona alegre en el sermás triste y desesperado del mundo; ahí síque tenemos una auténtica tragedia, pues

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en el caso contrario, la transformación nosería un problema, sino una suerteinmensa.

El caso de Belén

Belén había sido una personafundamentalmente alegre, vital, llena deideas, de recursos, de afectividad, muyamiga de sus amigos y tremendamentehumana con los que le rodeaban. Tenía un«imán» especial. En un momentodeterminado de su vida, pasados los 35años, cree descubrir al «hombre ideal». Apartir de ese momento su vidaexperimenta un profundo cambio, inclusofísico, se va a vivir a 50 kilómetros de laciudad y se encierra en un mundo y conuna persona que terminó sepultando su

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alegría, su ánimo, su optimismo y sufelicidad.

Diez años después, Belén era elejemplo opuesto: triste, amargada,irracional, al límite de sus fuerzas, que«estallaba» ante cualquier situación y senegaba a buscar otro horizonte que nofuese recuperar a la persona «que le habíahecho tan insoportable, tan infeliz». Teníaagotados a sus amigos y seres másqueridos; no escuchaba nada que no fueracómo volver a estar con su «príncipeazul»; aguantaba todo tipo de vejaciones yhumillaciones por su parte, pero nosoportaba ningún gesto o fallo en el restode la humanidad.

Belén, cuando la conocimos, era unapersona difícilmente tratable. La vida, quehabía estado llena de luces para ella, se

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había convertido en brumas permanentes;había abandonado su trabajo, su hogar,sus amigos…, y había llenado su vida dedesesperación, de quejas continuas y deimpotencia permanente.

«No tengo amigos», me dijosecamente, el día que yo le sugerí quedebía abrirse a otras personas, a otrasexperiencias. «No te creo», le contesté,«amigos sí que tienes, lo que ocurre esque están quemados, y se sientenimpotentes para ayudarte porque llevasaños sin hacerles caso, les llamas paraquejarte, pero no escuchas lo que te dicen,porque tienes una obsesión que te impiderazonar y, lo que es peor, te impide ser tú;y se está muy mal con la piel de otro,especialmente si es la piel contraria a laque siempre hemos llevado». Belén se

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quedó más impactada que enfadada antemi comentario y, finalmente, terminódiciendo algo así como: «Quizá llevesrazón, pero no puedo hacer otra cosa.»

Cuando una persona está firmementeconvencida de que «es incapaz de actuarde otro modo», ¡lo tenemos difícil! Pocasresistencias son tan fuertes como alguienque se siente impotente para hacer aquelloque, en el fondo, sabe que es el únicocamino que le queda, pero se atenaza, sebloquea y se resigna porque cree quenunca lo conseguirá.

Al final, es más fácil que esa personatermine «contagiando» su pesimismo y suirracionalidad. A pesar de que desea nosentirse tan mal, se resiste enérgicamentea cualquier «llamada» del exterior que leindique la necesidad de efectuar un

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cambio profundo en su vida; y se resisteporque sus pensamientos irracionalesestán permanentemente activados, porquees incapaz de «parar y razonar», y porquecuando alguna vez lo logra, suspensamientos le indican de nuevo que noconseguirá «escaparse», que su vida es untúnel oscuro que no tiene salida. Es muydifícil salir de esta situación para el quela padece, pero no es menos complicadosaber actuar para quien escucha.

Belén aún se resiste a volver a serella, y lo hace ¡porque le da miedo!; «noeres lo que querías ser, pero ya no te vescomo eras antes»; esta es una tragedia queviven millones de personas. La salidarealmente es complicada y cada casodeberá ser analizado minuciosamente,pues requerirá un tratamiento distinto; no

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obstante, hay una serie de medidas queharíamos bien en tomar:

1. Si padecemos en primera personaesta situación, y llevamos varios mesesbloqueados, incapaces de encontrar lasalida ¡no nos empecinemos yempeoremos el pronóstico!, ¡pongámonosen manos de un especialista que nos ayudea superar la crisis que puede marcarnuestra vida!, y no quememosinnecesariamente a los que nos rodean ynos quieren.

2. Si por lo que sea no acudimos a unespecialista, al menos no cometamos loserrores que más se pueden volver ennuestra contra:

· No dejemos de salir con laspersonas que eran nuestros amigos antes

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de producirse el acontecimiento que estámachacándonos.

· No nos cerremos a situaciones oactividades que antes nos procurabanbienestar: ir al cine, pasear, hacerdeporte, leer, viajar…

· No nos empeñemos en cambiar detrabajo en esas circunstancias.

· No abandonemos nuestra casa, loque ha constituido nuestro refugio.

· No nos asociemos económicamente,y no nos vinculemos con negocios que nospropone «la persona» que haconvulsionado nuestra vida.

· No actuemos de forma impulsiva ala hora de tomar decisiones que antes nohubiéramos «hecho propias».

3. Si somos acompañantes, amigos oespectadores de estas situaciones,

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tampoco caigamos en los errores másfrecuentes:

· Desconectar cuando estas personasnos hablan. Es lógico que tengamos esatentación, pues resultan agotadoras, peroes preferible en esos casos evitar elcontacto a estar «de estatuas», pues laspersonas que sufren esa situación siguenreafirmándose en sus costumbres si pornuestra parte no adoptamos una actitudmás activa.

· Darles la razón y dejarnos llevarpor el pesimismo y la irracionalidad quesienten. De nuevo, así sólo conseguiremosreforzar sus pensamientos irracionales, ala par que nos sentiremos incapaces yhasta contagiados por ese sentimientotrágico de la vida.

· Acudir ante cualquier queja o

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alarma por su parte. De esa formafomentaremos su tiranía y llegará unmomento en que nos sintamos incapacesde hacerlo y íes dejaremos «tirados» sinremisión.

· Apoyarlos cuando nos hablan malde otros amigos o personas; por muchoque temamos su reacción, no lesayudamos permitiéndoles que sigan en susplanteamientos erróneos e injustos con losque le rodean.

· Ceder a sus chantajes. «Estás malpor lo que haces, no por lo que los demáshacen o dejan de hacer.»

Este es un principio esencial que lescuesta mucho aceptar.

· Fomentar su creencia en que lasolución está en lo que hagan los demás oen acontecimientos externos. La verdadera

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solución está en uno mismo, dentro de unomismo, en esos pensamientos quecontinuamente se dicen y que les impidenver con un mínimo de claridad.

· En general, todo aquello quefomente su situación actual, que lesimpida dar el cambio que necesitan, queles siga manteniendo «ciegos yparalíticos».

Hay un principio que siempredebemos mantener en esos momentos depesimismo contagioso: si nos esforzamosen pensar con objetividad ydesconectamos el SNA, nuestra parteirracional, pronto volveremos a serobjetivos y realistas y, lo que es másimportante, a disfrutar de nosotrosmismos.

Esperemos que Belén, poco a poco,

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vaya consiguiendo salir de su actualestado de bloqueo; para ello tendrá queaprender también a no «agotarse física ymentalmente, pretendiendo llegar a todoslos sitios».

AGOTARSE FÍSICA YMENTALMENTE. PRETENDERLLEGAR

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A TODOS LOSSITIOS

No ser conscientes de nuestroslímites

«¡No puedo más!», «¡He llegado allímite!», «¡Estoy agotado!»… Estas fraseslas pronuncian muchas personas cuandovienen a vernos, y es que «literalmente»es cierto.

A veces sus estados son realmentelamentables, están sin fuerzas y, enmuchos casos, sin esperanzas.

En determinados momentos noparece tan clara la evolución del ser

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humano. Se supone que los niños no tienen«alarmas» que les indiquen que se estánagotando, por eso «literalmente» se caenredondos cuando ya no pueden más; eladulto, por el contrario, parece estardotado de unos «sensores» especiales quele avisan cuando está cansado y le señalanel momento de tomar «un respiro»; elproblema llega cuando algunos adultos sesienten tan abrumados o condicionadospor su situación que no se permiten el másmínimo descanso, creen que si ellos«paran» todo se «irá al traste» y, sininterrupción, empalman un esfuerzo conotro hasta que un día ¡ya no pueden más,de verdad, y estallan o se vienen abajo!Curiosamente, pero no por causalidad,esto suele ocurrirles cuando han afrontadouna grave crisis y, sin ser conscientes de

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ello, su mente cree que puede «tomarse undescanso». Pensemos las veces quedespués de habernos agotado por algo,cuando ya lo peor había pasado, nos dioun bajón y nos pusimos enfermos.

¿Ha evolucionado el adulto enrelación al niño? En aquellos casos en losque el adulto no sabe medir sus fuerzas,¡no ha evolucionado correctamente! Se haagotado como un niño, pero suscircunstancias son más dramáticas, puesel niño está «dotado» para salirrápidamente de esas situaciones deagotamiento, pero el adulto necesita unarecuperación más lenta y laboriosa.

¡Nos agotamos como niños y nosbloqueamos como adultos! ¡Valientenegocio estamos haciendo!

Si miramos hacia atrás, ¿creemos

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que hace tres, cuatro o cinco décadas lascosas eran más sencillas? Seguramenteno, pero quizá las personas sabían mejorcuáles eran sus límites. El sistema de vidaera difícil, ¡quién lo duda! Pero ahora el«ritmo es infernal». Tenemos medios delocomoción más rápidos y cómodos, perotardamos más en llegar a nuestrostrabajos; nuestra formación académica essuperior, pero no sucede así con lapreparación para la vida. Hay más gente anuestro alrededor, pero con frecuencianos sentimos solos o aturdidos; lossalarios son más altos, pero las«necesidades» parecen inalcanzables.Tenemos sillones, sillas, camas, sofás…,más cómodos y funcionales, perodescansamos menos y peor; hay másbullicio, pero menos alegría; tenemos

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gimnasios, saunas, piscinas… pero¡estamos agotados! ¡Qué paradojas!

En muchas ocasiones, cuando lagente no está alerta, cuando no sonconscientes de que los están observando ymuestran sus rostros al desnudo, de formaespontánea, sin estar forzados porsonrisas sociales, ¡cuánto cansanciodenotan! No importan las edades, hayniños con rostros cansados, jóvenes conojeras, adultos con los músculos tensos olas facciones caídas…, ¿qué les pasa? Enmuchas ocasiones, lo que les ocurre esque han llegado a su límite y ¡ya nopueden más! Ni siquiera tienen fuerzaspara disimular.

Una «visión» que nunca me hagustado es la cara de cansancio que tienenmuchas personas a las ocho de la mañana,

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cuando toman el ascensor en el trabajo yse disponen a subir a sus plantasrespectivas para comenzar «la jornadalaboral». ¡Cuántos rostros y cuerposparecen ya agotados a esas horas de lamañana! ¡Cuántos ojos sin luz y miradassin ver nos acompañan! ¡Cuántos niños yadultos necesitarían seguir durmiendo aesas horas! ¿Qué está pasando cuando enlugar de frescos y lozanos aparecemoscansados y derrotados? ¿Falla algo ennuestro sistema de vida actual?

Si el ser humano camina en contra desu ritmo vital, si continuamente trasvasa ellímite de su resistencia, tarde o tempranosufre las consecuencias. ¡La vida actualno es sencilla! Por mucho que queramosconvencernos de lo contrario, nosdeberían poner una medalla al final de la

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jornada. ¡Cuántas carreras hemos hecho!¡Cuántas tareas hemos empezado y cuántoesfuerzo hemos derrochado! No es deextrañar que muchos busquen una soluciónalternativa y quieran irse «a vivir alcampo», a la naturaleza, lejos de lacontaminación, de los ruidos, delasfalto…; lo malo es cuando lo único queconsiguen es vivir más lejos, levantarsemás temprano, llegar más tarde…, paraterminar durmiendo menos tiempo y,¡vuelta a empezar!

Muchos lectores se preguntarán: ¿québusco detallando estos hechos tandesgarradores?, ¿no hemos quedado enque no hay que sufrir inútilmente?,¿entonces, por qué me detengo tanto enalgo que tiene tan poca solución?Seguramente estoy buscando que seamos

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conscientes de la realidad que tenemos,para que en lugar de soportarla conresignación intentemos cambiarla en lamedida de lo posible, ¡que siempre esmás de lo que creemos! Si estamoscontinuamente al límite de nuestrasfuerzas, tarde o temprano terminaremoscayendo. Es lo que en el capítulo 7llamamos ser proactivos en lugar dereactivos; es decir, mejor nos iráadelantándonos en determinadosmomentos para solucionar y conseguirciertos objetivos, que resignarnos, sufrir oaguantar las consecuencias de situacioneslímites que, tarde o temprano, estallan.

El caso de María

A María ¡le estalló todo de golpe y

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se vino abajo! Tenía una sólida formacióny la máxima cualificación profesional;estaba casada, tenía dos hijos, un maridomuy agradable, pero tradicional en cuantoal «reparto de tareas», y unos padresmayores, muy absorbentes y demasiadoexigentes con su hija, pues, aunque teníanotro hijo, éste parecía no hacerles muchocaso, y se habían «volcado» sobre María.

Su trabajo le gustaba mucho, perollegaba tan cansada y tenía que solucionartantos temas extras a lo largo de lajornada, muchos de ellos domésticos yfamiliares, que apenas podía trabajar conunas condiciones mínimas de tranquilidady dedicación.

María llevaba varios añosfísicamente agotada, mentalmenteextenuada, con la sensación de estar

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corriendo todo el día y llegar tarde atodos los sitios. No se concedía descansoni tregua. Un día no pudo más: laexperiencia le había agotado tanto que semetió en la cama con la sensación de nopoder levantarse durante meses.

De repente, nada parecía funcionar;ya no se sentía satisfecha en el trabajo, sumarido, para ella, había pasado de serencantador a convertirse en una personaegoísta e insensible que no la ayudabanada; sus padres, unos tiranos que creíanque había nacido para servirles yatenderles, y sus hijos, unos absorbentesque querían que su madre estuviera todoel tiempo con ellos.

María tenía la sensación de haberseequivocado durante toda su vida.

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Cuando funcionamos al límite, tardeo temprano lo traspasaremos, y entoncesno tendremos capacidad de reacción, pueshabremos agotado todas nuestras fuerzas.Por regla general, el organismo nos daalgunas señales de aviso para quereaccionemos, pero en la mayoría de loscasos no las identificamos y confundimosnuestro agotamiento con una etapa de malhumor, nuestra inseguridad conactuaciones deshonestas de los que están anuestro alrededor, nuestra irascibilidadcon torpezas de nuestros compañeros,amigos, familiares… Al final, «de tantotirar de la cuerda, ésta se terminarompiendo» y, entonces, todo parecen serdramas en nuestra vida.

A María le costó mucho recuperarse;tuvo que reelaborar una nueva relación

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con sus padres, de tal forma que no sesintiera tan asfixiada, pero lógicamentesus padres reaccionaron al principio deforma dura, incluso agresiva; tuvo queredefinir la distribución de tareas con sumarido; repartir las «actividades» con loshijos; reencontrarse con su trabajo y, loque más le costó, tuvo que reconocer quellevaba años equivocándose, y que laprincipal causa de su equivocación estabaen las frases que continuamente se decía.

María había tenido una educaciónmuy tradicional, llena de obligaciones yresponsabilidades; siempre había sido unmodelo de niña, con buenas notas,excelente comportamiento, cuidadosa,muy responsable… De adulta, sin darsecuenta, aún se echó más carga sobre susespaldas y, la chica 10, llegó un momento

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en que no pudo más.A María le resultó muy difícil

cambiar sus planteamientos y pensar queno tenía la obligación de asumir todos loscontratiempos o pretensiones de suspadres, que ella también se cansaba ynecesitaba descansar; que los niñosdebían aprender a superar sus pequeñasfrustraciones y dificultades, que eso noera ser mala madre sino educarlos conrealismo y sin sobreprotección; que en eltrabajo sus compañeros debían asumir sustareas y no acudir siempre a ella antecualquier contratiempo o dificultad; quesu marido era una buena persona, y siantes no había ayudado más, entre otrascosas, era porque ella no se lo habíapedido y porque le veía inútil en lastareas domésticas… En definitiva, María

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tenía que aprender a ser consciente de suspensamientos para poderlos controlar y,de esta forma, controlar también su vida.

Aprendió finalmente que todostenemos límites y que la vida no puede nimerece la pena vivirse al límite denuestras fuerzas físicas y mentales, puestarde o temprano «nos pasa factura».Curiosamente, cuando dejó deobsesionarse por llegar a todos los sitiosy cubrir cualquier eventualidad quepudiera surgir, empezó a comprobar quela mayoría de las veces no era necesariointervenir, y que los demás también sabían«salir del paso» si los preparábamos paraello, si les enseñábamos y no se lohacíamos nosotros, como ella hastaentonces había pretendido.

María, finalmente, empezó a disfrutar

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de su vida, de su familia, de su trabajo, ylo hizo cuando empezó a hacer suyasalgunas «reglas de oro».

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Capítulo 6

Reglas de oro

Quizá pueda parecer pretenciosopensar que hay unas «reglas de oro» quenos puedan ayudar a no sufrir inútilmente.Si fuera tan claro, muchos lectorespensarían que estas reglas seríanuniversalmente conocidas, pero si lopensamos detenidamente, ¿acaso no hayhechos o principios que claramentefavorecen o entorpecen el desarrollo delser humano, y, sin embargo, parecen no

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existir para muchas culturas o religiones,que lejos de potenciar la «racionalidad»de las personas, se empeñan en llevarlas asus niveles más irracionales y, como tal,poco humanos?

Al igual que en otras áreas delconocimiento, sí hay «reglas de oro» quepueden ayudarnos en esa difícil peroapasionante tarea de vivir la vida.

Explicaremos de forma muyresumida estas reglas que nos ayudarán ano sufrir inútilmente y a no perdernos endisquisiciones o sentimientos impropiosde la inteligencia humana; al menos de lainteligencia emocional, que es la quesiempre tratamos de potenciar ydesarrollar.

Creer en nosotros mismosEste principio, que parece tan claro,

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seguramente es uno de los más difíciles deconseguir para la mayoría de laspersonas. Si analizamos nuestrodesarrollo desde pequeños nos resultarámás fácil identificar las claves de nuestravida y nuestro principal recurso seráobservar las conductas del ser humano.

Cuando ejercemos como«observadores», vemos que existen clarasdiferencias entre las conductas quepresenta un grupo de niños: unos son másdecididos, otros menos; algunos parecenmás alegres, más espontáneos, másdesinhibidos, más seguros…; otros, por elcontrario, se muestran más inhibidos,menos expresivos, más inseguros…, perotodos, absolutamente todos, y cada uno «asu manera», están desarrollando unproceso de ensayo-error que les permita

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creer en sí mismos. No nacemos yaseguros de nosotros mismos, en absoluto.El bebé, el niño, el adolescente, el joveny el adulto, todos, continuamente estánintentando avanzar en su propia seguridady, desgraciadamente, muchas personasparecen no conseguirlo en el transcurso desu vida.

De pequeños intentamos que laseguridad proceda «de los mayores»; poreso, cuando el niño no siente seguro aladulto reacciona de forma tan intensa, y aveces agresiva, porque no encuentraaquello que le resulta vital para suestabilidad y crecimiento.

El adolescente es capaz deenfrentarse «con toda la humanidad» en subúsqueda de seguridad, de creer en símismo; por ello muchas veces se «une» a

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los «colegas» que viven su misma batalla,pues siente que están en su mismadinámica, en su mismo esfuerzo, y seaferra a ellos como si fueran su únicobaluarte; en esos momentos someten a losadultos a un «juicio severísimo» en unintento desgarrador por agarrarse a algosólido, consistente, algo que no se lescaiga inmediatamente y les puedaprovocar un sufrimiento para el que noparecen estar preparados.

Los jóvenes, con algo más decontrol, siguen embarcados en esabúsqueda incesante que les proporcione lacredibilidad en sí mismos. Puedenconseguir éxitos en sus estudios, en suvida social y en sus primeros trabajos,pero si no terminan de «creer en símismos» todo se derrumbará como un

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«castillo de naipes».Los adultos nos pasamos la vida

queriendo creer en nosotros mismos, a lapar que nos desesperamos ante lasvivencias de insatisfacción, inseguridad eimpotencia que, de forma aparentementeinevitable, nos acompañan en nuestrociclo vital. No es fácil creer en unomismo. De hecho, es uno de los aspectosque más les cuesta conseguir a laspersonas que nos piden ayuda y quevienen dispuestas a desarrollar recursos yhabilidades que les faciliten su vidapersonal, su conocimiento de sí mismos ysu desarrollo como seres humanos.

Pero, afortunadamente, hay «reglas»como las que pasamos a enumerar quepueden ayudarnos.

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Hábitos o costumbres que debemostratar de disminuir y eliminar

1. Machacarnos sin piedad despuésde un acontecimiento o hecho pocosatisfactorio. Siempre que nosencontremos insatisfechos con unaactuación nuestra, resulta absurdo y estérilque nos recriminemos continuamente porello; nuestros esfuerzos se encaminarán aextraer las enseñanzas positivas, de talforma que esa «experiencia será válida»en la medida que intentemos corregirnuestros pensamientos, y/o actuacionesconcretas, en situaciones similares que seden en el futuro.

2 . Recriminarnos y traer a lamemoria hechos pasados en los queactuamos de forma poco «hábil». La

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vivencia de esas situaciones sólo nostraerá inseguridad e insatisfacción.Traer de forma punitiva o recriminatoriaa la memoria esos sucesos favorece larepetición de los mismos errores ensituaciones futuras. De nuevo, su«recuerdo» sólo se justificará desde laperspectiva de extraer las «experienciasválidas», y para dio nuestras energías seencaminarán a «darnos ánimos» queaumenten nuestra confianza enactuaciones futuras.

3 . Dejar que los demás nosresponsabilicen de sus desgracias oinsatisfacciones. Siempre seremosnosotros los que, en primer lugar,«evaluemos» cómo ha sido nuestraconducta. En el peor de los casos, sipensamos que hemos actuado con buena

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intención, pero con una torpeza extrema,podremos tener claras oportunidadespara mejorar nuestra conducta en elfuturo, y si pensamos que debemos«reparar» algo que hemos provocado:¡hagámoslo!, pero no nos dejemos llevarpor ese lastre que muchas personasponen rápidamente sobre las espaldas deotras.

4. Sufrir por aquello que ya no tienesolución. De nuevo, nuestros esfuerzosse encaminarán a «salir y superar» esasituación; para ello, nuestros«pensamientos» los pondremos a «favor»de la causa, no en «contra». Incluso,aunque haya sido algo que «hanprovocado los demás», siempre nosqueda h posibilidad de realizar unenfoque realista que nos permita

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«paliar» los efectos y aglutinar nuestrasenergías para «salir» de esa situación,que solo provoca sufrimientos inútiles.

Hábitos que conviene potenciar

1 . Asumir que nos podemosequivocar. Una característica del serhumano es su falibilidad, la posibilidadde equivocarse; por tanto, no nos«machaquemos» por algo queinevitablemente va unido a nuestracondición humana.

Cuando nos equivoquemos, nosesforzaremos por extraer, como siempre,la experiencia válida, y nos animaremos anosotros mismos para poder disfrutar desituaciones nuevas en las que nuestraactuación será más positiva.

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2 . Asumir que habrá cosas quedesconozcamos o no sepamos hacer. Esabsurdo pensar que tenemos que saber oconocer todo, pero a veces nossorprendemos recriminándonos por estehecho.

Cuando constatemos que no tenemos«ni idea» de algo, sonreiremos y diremos:¡perfecto, es lógico, no puedo saber detodo! A partir de ahí, decidiremos si esnecesario que ampliemos nuestroaprendizaje, o si dejamos que nuestra«mente» se llene de otros conocimientos.

3 . Animarnos a nosotros mismoscuando parezca que «todo está ennuestra contra». En esos momentosnecesitamos más que nunca nuestrapropia ayuda; si al final no conseguimoslo que pretendíamos, la realidad es que

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lo hemos intentado, y sí lo hemos hechocon todos nuestros pensamientosdirigidos a la consecución del objetivonos animaremos por nuestro esfuerzo. Sies posible mejorar la práctica en unfuturo, lo haremos; y si ya no existe esaposibilidad, nos sentiremos satisfechoscon nuestro intento.

4 . Pensar en positivo. Si nuestramente adopta como órdenes nuestrospensamientos, convendría poner éstos anuestro favor. Siempre que pensemos enpositivo estaremos potenciando nuestrasposibilidades y situándonos en la mejorde las disposiciones para superar losobstáculos.

Pensar en positivo no significa no serrealista, al contrario, si la realidaddepende en gran medida de nuestros

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pensamientos nos acercaremos cada vezmás a ella, en la medida que hagamoscoincidir nuestros pensamientos connuestras actuaciones.

5 . Confiar en nuestrasposibilidades. Para ello desarrollaremosal máximo el razonamiento lógico, esesentido común que nos hará evaluar lassituaciones de forma objetiva, y nosayudará a superar tanto los obstáculosque puedan presentarse como lassituaciones en que haya resultadoimposible conseguir nuestro objetivo.

6 . Aceptar que, con frecuencia, lascosas llegan o se consiguen más tarde delo que pensábamos. Con frecuencia, eldeseo no coincide en el tiempo con larealidad, pero eso no quiere decir que nopueda conseguirse, simplemente

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tardaremos más. Este es un hecho quedebemos asumir con naturalidad y que,en modo alguno, resta valor a nuestroesfuerzo.

7 . Seguir confiando en nosotrosdespués de un «aparente fracaso». Aveces los fracasos son brutales einamovibles, pero nunca son absolutos;si no existieran esos aparentes fracasosno tendríamos la posibilidad de«aprender» de ellos y mejorar nuestrashabilidades o recursos. En otrasocasiones, los aparentes fracasos nosdan la oportunidad de lograr éxitos oencontrar nuevas oportunidades que, deotra manera, no hubieran sucedido.

Confiar en nosotros después de unfracaso es uno de los medios que másfavorecen la credibilidad en nosotros

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mismos, a la par que de forma más justapremia nuestro esfuerzo. Si fracasamos esporque hemos actuado y eso, en sí mismo,ya no puede considerarse fracaso.

8 . Visualizarnos en positivo. Denuevo, se trata de poner la mente a nuestrofavor si nuestro cerebro se cree lo que«visualizamos». Proyectemos imágenesdonde nos veamos superando lasdificultades y siempre, siempre.

9. Sonriamos al máximo.Imaginémonos sonriendo ante situacionesfuturas, ante resultados que están porllegar, ante dificultades que debamosafrontar… y también sonriamos en elpresente, en cada momento que nosparemos a pensar. Es una formainequívoca de poner «nuestra mente anuestro favor», y de crearnos defensas,

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que nos ayuden tanto a superar situacionesdifíciles como a disfrutar al máximo decada momento.

Si aceptamos nuestras limitacionescon naturalidad, si nos permitimos fallar,si somos realistas asumiendo nuestracondición humana, si sonreímos no sóloen los éxitos sino también en losmomentos difíciles, ¡creeremos ennosotros mismos!, y lo haremos porquesentiremos que nuestro valor no dependesólo de los resultados que logremos, pueséstos | veces son externos y estáncondicionados por factores que escapan anuestro control; nuestro valor depende delo que somos, y somos seres «únicos» enel mundo, que estamos intentando«crecer» y «encontrar» las «llaves» quenos faciliten nuestro desarrollo como

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personas.

El éxito no es sinónimo de valía, aveces es una casualidad y, en ocasiones,incluso una injusticia.

Creer en nosotros mismos va másallá de aspectos circunstanciales,significa aceptarnos, asumirnos comosomos; confiar en que seguiremosmejorando en la medida que continuemosaprendiendo cada día, cada momento,cada segundo de nuestras vidas.

Creer en nosotros mismos esanimamos en los momentos difíciles,premiarnos en los aparentes fracasos,querernos cuando nos encontremos solosy sonreír siempre que nos sintamos

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tristes.

No es complicado creer en nosotrosmismos si aprendemos a tolerar laslimitaciones que tenemos como sereshumanos. Otra regla para seguir creyendoasí será intentar «sentirnos bien» cadadía.

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INTENTAR«SENTIRNOS BIEN»CADA DÍA

Hay muchos libros de autoayuda quenos dicen aquello de… «Viva este díacomo si fuese el último de su vida.» Quizáel sentimiento trágico de la muerte, queculturalmente sentimos la mayoría de laspersonas que vivimos en «paísesdesarrollados», no sea la mejor ayudapara vivir felizmente. Nuestro propósitoes muy sencillo, aunque paradójicamentemás profundo, queremos «intentarsentirnos bien cada día».

Ya hemos hablado del síndrome del

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domingo por la tarde y del sentimientoque muchas personas experimentan alpensar que sus «días laborables estánhipotecados». No podemos vivir de lunesa viernes pensando que todo lo quepodemos esperar de esos días es que¡pasen pronto! En esos casos, estos díaslos «condenamos previamente» y losasumimos con un sentimiento fatalista,como días de esfuerzo y trabajo, quenecesariamente parecen constituir unprecio de obligado cumplimiento para quepodamos disfrutar de los dos días del finde semana.

Sencillamente, ese principio es unaaberración que nos condena a «vivir sinvivir» la mayor parte de los días denuestra vida. Es como si estuviéramos«penando» gran parte de nuestra

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existencia.Cada día nos marcaremos pequeños

o grandes objetivos, pero tambiéndejaremos un «espacio para nosotrosmismos». Concedernos 30,40 o 50minutos no parece una exageración; noobstante, ¿cuántas veces lo conseguimos?Somos muy cicateros con nosotrosmismos, asumimos con naturalidad que nopodemos dejarnos tiempo sin darnoscuenta de que nos estamos privando deunos instantes que ya nunca volverán, quelos habremos perdido para siempre. Esees un error que termina pasando factura deforma inexorable.

Reglas básicas para aplicar a diario

1. Dejarnos unos minutos «en

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silencio» para nosotros mismos.2. Programar, dentro de las rutinas

del día, alguna actividad que nos ayude asentirnos bien.

3. Cerrar los ojos, respirar enprofundidad y escucharnos por dentro, almenos durante las rutinas de la vidadiaria: cuando nos duchamos, mientrasnos vestimos, cuando vamos al trabajo,cuando volvemos y nos recogemos, antesde dormirnos…

4. Sonreír, interna y externamente,durante la mayor parte del día; no comouna «pose», sino como reflejo de nuestrasatisfacción interior. Mirar con afecto alos que nos rodean, pues la mayoría se lomerecen, y el resto ¡bastante tienen conaguantarse a sí mismos!

5. Pensar en las cosas agradables

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que hemos hecho, en las que nos quedanpor hacer y en las que nos sorprenderánfavorablemente.

6. Hacer un poco de ejercicio quenos ayude a sintonizarnos con nuestroritmo biológico, con esa parte física quetanto nos repercute a nivel emocional.

7. Mirarnos al espejo concomplacencia, identificándonos con laimagen que nos devuelve y sabiendo quesomos capaces de mejorarla.

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8.

Si cada día nos sorprendemos conalgo agradable, conseguiremos«sentirnos bien» y haremos la vidabastante agradable a los que están anuestro lado.

Los contratiempos, las dificultades,los imprevistos…, los viviremos como unentrenamiento necesario que nos facilitala puesta en forma, y nos ayuda a disfrutarde esos momentos menos tensos, aunqueno menos intensos.

Si empezamos el día sonriendo, serámás fácil que lo terminemosagradablemente, pero no olvidemos que

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en medio hay muchas cosas que podemoslograr para sentirnos bien. Sin duda, otrade las reglas que favorecerán estepropósito será ser conscientes de que lafelicidad está en «nuestras manos».

SER CONSCIENTES DE QUE LAFELICIDAD ESTÁ EN «NUESTRASMANOS»

Espero que ya tengamos claro elprincipio de que la felicidad depende denosotros. Será más o menos fácillograrlo, pero no olvidemos que está ennuestras manos.

¿La felicidad se compra? Si asífuera, los «ricos» no serían infelices y, laverdad, sólo hay que mirar alrededornuestro para ver que la felicidad, como la

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juventud, los años, la inteligenciaemocional, la alegría auténtica, la vida…no se compra.

La felicidad está a nuestro alcance,aunque a veces parezca que nosencontramos en una larga fase deentrenamiento y superación dedificultades, pero siempre, si persistimosy confiamos, podemos sentirla; porqueestá claro que no hay dos felicidadesiguales, al igual que no hay dos personasidénticas.

Estos hechos explican claramentecómo encontramos personas felices,inmensamente plenas, a pesar de vivir encircunstancias adversas o pasar pormomentos complicados.

La felicidad está dentro de nosotros

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mismos, y uno de los mejores objetivosde nuestra vida será aprender aalcanzarla para poder disfrutarla.

Otro principio básico es que lafelicidad está en «nuestras manos». Nopodría ser de otra forma; de lo contrario,el principio de la vida sería una injusticiaatroz y la vida en sí misma perdería valor.Si ser o no ser felices fuese una cuestiónde «suerte», o estuviese condicionado porel lugar de nacimiento, la cultura que nosrodea, la familia en la que crecemos…, laverdad es que entonces sería ¡como paraborrarse! de esta «farsa», en la queseríamos simples muñecos en lugar depersonas dueñas de nuestras vidas y denuestra felicidad. Si nuestros sentimientosestán condicionados por nuestros

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pensamientos, dirigiremos nuestrosesfuerzos y energías a ser dueños denuestros pensamientos; de esta formalograremos «vivir» la felicidad.

Cuando nos sintamos felices…¡perfecto!, pero cuando nos sintamostristes, desolados, vacíos odesesperanzados, recordemos quenuestros pensamientos nos estántraicionando y nos sumergen en unsufrimiento inútil y prolongado. Es elmomento de intervenir y de «cortar» parapoder construir después las bases de esebienestar que nos está reservado por elhecho de ser personas; personas queintentamos crecer cada día un poco másen nuestro camino de racionalidad,autenticidad y coherencia.

La felicidad es el destino lógico de

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una vida correctamente entendida; si aúnnos cuesta vivir esa felicidad, deberemosplantearnos qué nos aleja de ella y, sinderrochar energías en lamentos osufrimientos inútiles, nos ¡pondremos encamino! (En el capítulo 7 damos algunasclaves que nos ayudarán a encontrar esoscaminos.)

Cuando nos sintamos muy enfadados,molestos o desengañados con algo oalguien de nuestro entorno, no pensemosque son responsables de nuestro malestar;es difícil no caer en la tentación de echarlas culpas de lo que nos pasa al resto dela humanidad. Pero es un error hacerlo, yademás estaríamos abdicando de uno delos principales valores del ser humano:¡ser dueño de su propia felicidad!¡Cuántos disgustos innecesarios nos

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evitaríamos, si asumiéramos este hecho!Seguramente, saber que la felicidad

está en nuestras manos, concretamente ennuestros pensamientos, nos ayudará acomprender la auténtica dimensión de la«libertad» del ser humano. En cualquiercircunstancia, siempre conservaremos lalibertad de pensar lo que queramos pero,para ello, a veces será necesario que nosentrenemos en el control de nuestrospensamientos, pues hay muchos agentesexternos interesados en controlarlos pornosotros; especialmente en esta sociedadtan «consumista y programada».

No es fácil asumir nuestra propialibertad, no es sencillo alcanzar lafelicidad, pero es un reto que ningún serhumano puede perderse.

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Otra de las reglas que nos ayudaránen este propósito será seguir confiandoen nosotros en los momentos difíciles yconvertir las crisis en nuevasoportunidades.

SEGUIR CONFIANDO ENNOSOTROS EN LOS MOMENTOSDIFÍCILES Y CONVERTIR LASCRISIS EN NUEVASOPORTUNIDADES

¡Qué fácil se ve este principio «atoro pasado», pero qué difícil es sentirloen plena crisis! Sin embargo, ¡cuántaverdad encierra!

Una de las veces que más me han«taladrado» con la mirada fue en el

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transcurso de una consulta psicológica. Enaquella ocasión acababa de escuchar unrelato muy catastrofista; mi confidente mehabía contado pormenorizada- mente«todas las desgracias» que, según él, lehabían pasado en las últimas semanas; acontinuación, se acomodó sobre suasiento, esperando escuchar frases deconsuelo, pero se sorprendió oyéndomeaquello de… «¡Qué suerte tenemos!, ¡quéoportunidades nuevas van a surgir de estasituación!, de haber sucedido las cosas deotra forma, hoy nonos estaríamosplanteando estas posibilidades;¡enhorabuena!, menos mal que por fin losacontecimientos han sido tan claros quenos muestran perfectamente los cambiosque hay que acometer: ¡ánimo, quetenemos que trabajar mucho y poner en

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ello todas nuestras energías!» No habíaterminado aún mi «discursito» cuando miinterlocutor parecía que iba a lanzarsesobre mí, con la intención de ¡hacermereaccionar y volverme al mundo de los«cuerdos»! Con una amplia sonrisa, quede verdad sentía, le dije: «¡Perfecto!,¿verdad que estás auténticamenteenfadado conmigo? Te parece increíblemi falta de sensibilidad y me miras comosi quisieras matarme, ¡eso es lo quequería que comprobases! ¡Ves cómo aúntienes capacidad para reaccionar! Bien,pues en lugar de matarme a mí, vamos iemplear esa energía en encontrar la mejorsalida a esta situación que vives.» Larealidad es que aún tardamos unos días enponernos de acuerdo sobre el análisis ylas consecuencias de lo que le estaba

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ocurriendo, pero a partir de ahí todo fuemuy rápido.

Nuestro protagonista comprendió porfin lo que le queríamos decir y asumiócomo propio que esos momentos difícilessiempre encierran nuevas oportunidades,pero para poder verlas es necesario estardispuestos a mirar, ver, oír, escuchar, asícomo a intercambiar opiniones y dialogar,

Si queremos ayudarnos a salir de las«crisis» no dudemos en seguir unas«reglas» básicas:

1. Esforzarnos en controlar nuestrospensamientos catastrofistas en losmomentos de crisis; si nos resulta muydifícil este control, siempre podremosintentar «distraernos» con otrospensamientos más positivos, o podremos

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traer a nuestra mente situaciones pasadaso futuras que nos hagan sentimos bien.

2. «Cortar» los pensamientos que nosindiquen «que no hay salidas» y forzarnosa «tomar distancia» de la situación. Denuevo aquí, si tenemos dificultades paralograrlo, podemos darnosautoinstrucciones continuas y precisas.(En el capítulo 7 ofreceremos algunosejemplos prácticos que nos ayudarán enestos procesos.)

3. Emplear la «observación» comométodo que nos permitirá tomar lasuficiente distancia, recuperar laobjetividad y analizar nuestras auténticasopciones. Aquí, intentaremos situarnosmás como observadores que como actoresque viven en sus carnes esos momentos.En Jugar de centrarnos en lo que estamos

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sintiendo, encaminaremos nuestrosesfuerzos a describir cómo están actuando«los otros», qué indicadores nos ofrecen,cómo se muestran, cómo parecenreaccionar, cómo esperan quereaccionemos nosotros, cómo se extrañande nuestro aparente control… Sin duda,este cambio de «papel» nos ayudaráenormemente en el análisis y la respuestaadecuada a la situación.

4. Reforzarnos en esos momentos decrisis. Es decir, en lugar de centrarnos enlas dificultades y hundirnos por lasituación, animarnos sin parar en esosmomentos, decirnos a nosotros mismosque seremos capaces de salir de la crisis,mostrarnos seguros de nuestrasposibilidades, creer en nuestro potencial ysaber que, si miramos bien, esos difíciles

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momentos esconden nuevasoportunidades; oportunidades que estánesperándonos y que simplemente tenemosque saber encontrar «debajo» de esos«difíciles momentos».

5. Mostrarnos «seguros» ante losdemás. Verbalizar nuestra confianza ennosotros mismos, ordenar a nuestrocerebro que «nos siga» y no se entretengacon pensamientos catastrofistas, que sólole conducen a sufrimientos inútiles. Paraello, aunque nos cueste, nos forzaremos endecir incluso lo que aún no sentimos, porejemplo: «Seguro que voy a salir de estacrisis, puedo lograrlo, me sentiré muysatisfecho/a por mi actuación, sabréencontrar las consecuencias positivas, voya sorprenderme a mí mismo…» Pareceuna tontería, pero éstas y otras frases

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parecidas, además de un conjunto deacciones que veremos a través de losregistros (págs. 247-250), nos ayudarán asalir de ese aparente callejón.

6. En lugar de «compadecernos» anosotros mismos, nos animaremos por lasnuevas opciones que se nos hanpresentado.

7. Recordad que otros «difícilesmomentos» vinieron acompañados deenseñanzas muy útiles y, siempre, siempretener presente lo que sigue.

8. Premiaos en esas circunstancias,concedeos algún capricho, daos un pocode tiempo para vosotros mismos, parahacer aquello que os gusta, para hablarcon las personas positivas de vuestravida, para tomar el aire, para pasear, parabailar, para… recuperaos del esfuerzo

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realizado y situaos en la mejordisposición, para seguir superando «loque aún quede por venir».

Es normal que en esos momentos decrisis nos sintamos sin fuerzas para nada,incluso que no nos apetezca lo quehabitualmente nos causa bienestar; aquínos encontraremos con una de lasdecisiones claves que deberemos tomar:aunque nos dé pereza hacer las cosas quenormalmente nos gustan, ¡tenemos queforzarnos y hacerlas! Al final, nuestramente nos lo agradecerá y empezará aactuar a nuestro favor. Una vez dado estepaso, nos será más sencillo ver lasposibles oportunidades y salidas.

Otra de las reglas que nos ayudaráserá «coger distancia» para ser objetivos

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y aprender a observar y actuar de formaracional.

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«COGERDISTANCIA» PARASER OBJETIVOS

Y APRENDER A OBSERVAR YACTUAR DE FORMA RACIONAL

Seguramente éste es uno de losaprendizajes más fructíferos que puedehacer el ser humano y, sin embargo, ¡quépoco nos han entrenado para ello!

Es lógico que los niños y losadolescentes tengan grandes dificultadespara «coger distancia» y ser objetivos; suinmadurez física y neurológica, su falta deexperiencia y su «revolución hormonal»

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se lo hacen muy difícil; pero esinadmisible que los adultos nosmostremos tan limitados y pocoracionales. En este proceso intervienenmuchos factores: la edad, la cultura, lareligión, el medio que nos rodea, inclusohasta las condiciones climatológicas…,pero esta falta de racionalidad, en mayoro menor medida, la observamos en todoslos medios sociales, económicos, eincluso hasta políticos.

A falta de ese control, de eseaprendizaje que se no se ha fomentado,con demasiada frecuencia las personaspierden la objetividad y actúan a un nivelpuramente emocional. En esos momentoslos intentos por racionalizar los hechosson bastante estériles, nuestra capacidadpara razonar son inversamente

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proporcionales a los impulsos des-controlados que mostramos.

En los cursos que impartimos, laspersonas se quedan muy sorprendidas anteesta realidad; es como si descubrieranalgo increíble, y por otra parte fácil dever, algo que les permite tener una visiónmás realista de los hechos y másenriquecedora de las personas que lesrodean.

«Coger distancia y aprender aobservar», además de facilitar nuestroautocontrol, fomenta la riqueza y elaprendizaje de las experiencias, laracionalidad y el crecimiento del serhumano, su autoestima, la capacidad deautoafirmación, de seguridad personal,de comunicarse con otras personas, de

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relacionarse socialmente, de pasar de lareactividad a la proactividad…

¿Por qué entonces es algo que no seha fomentado? ¿A quién o quiénesfavorece que las personas no sepan tomardistancia, no aprendan a observar y actuarde forma más racional? ¿Quiénes sebenefician de estas situaciones?… Mecentraré en facilitar los medios queposibiliten estos aprendizajes, pero, sinduda, la mayoría de las personas, una vezque hayan conseguido mejorar sucapacidad de observación, autocontrol yracionalidad, podrán encontrar suspropias respuestas a estas preguntas.

¿Por dónde empezar? Sin duda, porla observación. Para ello propongo unmétodo sencillo que nos puede facilitar

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esta labor. Empezaremos por «registrar»,por escribir tanto los hechos que sucedenen esos momentos como los pensamientosque ocupan nuestra mente.

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HOJA DE REGISTRO

Cada vez que queramos ser objetivosaprenderemos a observar, y lasobservaciones nos permitirán actuar deforma más racional. La Hoja de Registronos ayudará enormemente en nuestralabor. Cuando sintamos la necesidad deobservar, o estemos viviendo unasituación o un estado emocional difícil,

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anotaremos nuestros registros de lasiguiente manera:

1. En la primera casilla escribiremosel día y la hora que es en ese momento.Ejemplo: 18.30 horas del 22-IV-03.

2. En la segunda casilla apuntaremosdónde estamos en ese momento, quiénes yqué hacemos. Ejemplo: Estamos Pepe,Enrique, Ana y yo en el salón, viendo latele y hablando sobre las dificultadesque Enrique tiene en su trabajo.

3. En la tercera casilla escribiremoscómo nos sentimos a nivel fisiológico.Ejemplo: Siento palpitaciones, me sudanlas manos, tengo una enorme presión enel pecho y la mandíbula me duele, comosi la tuviera encajada.

4. En la cuarta casilla anotamos,

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literalmente, lo que estamos pensando enesos momentos. Ejemplo: Creo queEnrique exagera mucho en susplanteamientos para causarnos pena;pienso que la vida es una injusticia,siempre sufren los que menos culpatienen; al final, a todos nos pasará algopareado y nos quedaremos sin trabajo…

Estos registros nos ayudaránmuchísimo a conseguir el distanciamientoy la objetivación necesarios. Obligarnos aescribir, casi sin darnos cuenta, nospermitirá ser conscientes de cosas queantes nos pasaban desapercibidas y que,sin embargo, tienen una gran repercusiónen nuestras emociones. De repente,descubrimos cómo nos sentimos bien omal, no ante situaciones concretas, sino

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como respuesta a los pensamientos que enesos momentos estamos teniendo;pensamientos que, de otra manera, en granmedida nos pasarían desapercibidos. Porejemplo, si pensamos que a nosotros nosocurrirá algo parecido a lo que estáviviendo Enrique, y que al final nosquedaremos sin trabajo, no sólo nosestamos implicando en la situación, hastael extremo de perder toda la objetividadsobre la misma, sino que además nuestrospensamientos estarán condicionandoenormemente nuestras emociones, y casisin darnos cuenta estaremos concluyendoque ¡nada tiene solución!, ¡que todosacabaremos igual!, que tenemos queprepararnos ¡para lo que se nos vieneencima!, que hay que empezar a hacereconomías, o que no hay más remedio que

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aguantar «lo que sea en el trabajo, porquesi no lo perderemos»…

Los registros nos ayudan a serconscientes de los principales factoresque explican tanto los acontecimientoscomo nuestras propias emociones y, loque es más importante, nos ayudarán a verla posible salida o vía de actuación anteunos hechos concretos que nos estánproduciendo respuestas irracionales.

De igual forma, los registros nosayudarán a comprender las diferentesreacciones de las personas ante losmismos hechos. Concluiremos que loimportante, lo que determina nuestrasconductas, no son los acontecimientos,sino los pensamientos que cada uno tiene;esos pensamientos son los que estáncondicionando sus respuestas.

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Como regla general, recordemos quecuando nos sintamos emocionalmente muyimplicados en una situación oacontecimiento, cogeremos «distancia»con algo tan sencillo, pero poco habitualen nuestra conducta, como obligarnos ahacer registros de esa situación, y a travésde los mismos veremos, de maneraobjetiva, las posibles vías de solución.

Entre esas soluciones o medidas atomar, recordemos que hay una muy clara:Cuando nos sintamos emocionalmente muyimplicados en algo, ¡enfriemos lasituación y no tomemos grandesdecisiones en esos momentos!, puescorreríamos el riesgo de equivocarnos, alser nuestra parte menos racional la queimpulsara nuestras respuestas.

Por el contrario, cuando nos hayamos

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acostumbrado a registrar, ya nonecesitaremos hacerlo con papel y lápiz:nuestra mente lo convertirá en un hábito ylo hará de forma simultánea a nuestraactuación; no obstante, en casos de duda,bastará con que nos preguntemos: ¿quéestamos pensando en esos momentos?,para coger de nuevo distancia y actuar deforma objetiva.

Si observamos que a pesar de serconscientes de lo que estamos pensandonos cuesta controlar nuestras emociones,¡no actuemos en esas circunstancias!,dirijamos nuestros esfuerzos a «cortar»nuestro SNA, obliguémonos a pensar enotras cosas, o a hacer otras actividades;hasta que de nuevo sintamos que hemosrecuperado el control.

Si aprendemos a «ser objetivos», sin

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duda alcanzaremos otra de las principalesreglas: convertir cada día en un nuevoaprendizaje.

CONVERTIR CADA DÍA EN UNNUEVO APRENDIZAJE

Este principio tan «lógico»constituye de nuevo toda una excepción.Con frecuencia sustituimos el principio deaprender y disfrutar de cada día, por el dehacer las «tareas» y/u obligacionesinherentes a cada día.

Es como si a la posibilidad deobtener satisfacción antepusiéramos la desufrir y sufrir; sería un sufrimiento inútil,pero estaría provocado por un hábito, poruna conducta mecánica, que convertiría loinhabitual en frecuente.

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¿La vida tiene mucho sentido, si noes una «vida vivida»? No vivir la vidasería no aprender, no ser capaces deextraer las enseñanzas que encierracualquier situación, acontecimiento,sentimiento o pensamiento que pueblenuestra mente. Me temo que en esascircunstancias descenderíamos a un nivelmuy bajo, pues la mayoría de los animalessí son capaces de «aprender» de lasexperiencias.

Quizá exista un rechazo al términoaprendizaje, toda vez que para muchasculturas aprender es sinónimo de esfuerzoy sacrificio, cuando no de sufrimiento.Muchos adultos tienen este principio muy«grabado»; de tal forma que, incluso loscursos de perfeccionamiento o reciclajeque se siguen en muchas empresas,

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suscitan al principio cierta incertidumbrey no poca «pereza». Sólo la habilidad y laprofesionalidad del ponente y de laorganización que lo imparte consiguensuperar esa apatía. Pero la verdad es quemuchas consultoras o centros deformación han terminado confundiéndose,y han convertido lo que deben seraprendizajes importantes en una disculpa,en un conjunto de «juegos» o situacionessimpáticas para que un grupo de adultosse lo pase bien, olvidando el fin principalpara el que fueron concebidos, que no esotro que facilitar aprendizajes. Noqueremos decir con ello que la formacióndeba ser algo serio y tedioso. Todo locontrarío, pero cualquier aprendizajedebe encerrar un contenido y unosmétodos que nos faciliten su asimilación;

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cuando se hace bien, aprender, disfrutar yasimilar pueden y deben ir unidos.

En la actualidad, muchos niñosempiezan «disfrutando» en su primeraetapa de aprendizaje, en lo que llamamoseducación infantil; sin embargo, condemasiada frecuencia, cuando comienzanlas dificultades, o ante determinadasexigencias, el disfrutar puede dar paso aempezar a pasarlo mal: los exámenes,controles y evaluaciones se convierten enestímulos generadores de ansiedad; encarreras de competición; en obstáculosdifíciles de superar; los sentimientos defracaso, impotencia e inseguridad segeneralizan hasta el punto de que amuchos niños, adolescentes y jóvenes, escomo si les hubiéramos privado de unaparte importante de sus vidas, una parte

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que nunca volverá. Los vemos en suscentros, y en las consultas de psicología,llenos de insatisfacción, cuando no dedesesperación. Sus caras demacradas, susojeras, sus ojos sin brillo y suscomentarios sin esperanza denotan el«sufrimiento inútil» que muchos estánpadeciendo.

El aprendizaje bien entendido, y bienfacilitado, debería ser sinónimo de «vidavivida»; de existencia auténtica, dealegría compartida y de crecimientoconstante.

Convertir las vivencias de cada díaen experiencias de aprendizaje es todo unarte al que no podemos renunciar, pues delo contrario se convierte en vida sin vida;en acontecimientos inútiles, en vivenciasestériles, en sentimientos plagados de

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tristeza, cuando no de angustia.Tenemos la oportunidad de aprender

cada día, y no es tan difícil cuandoacometemos ese aprendizaje desde laserenidad, desde la tranquilidad, desde elequilibrio y la fuerza que nos da el saberque somos «personas»; personas concapacidad para aprender y con derecho adisfrutar.

Todos los profesionales de laenseñanza deberían asumir esteprincipio: aprendizaje debe ir unido aestímulo, a satisfacción, a plenitud, adisfrute…; de esta forma, losaprendizajes perdurarían y facilitaríanla adquisición de nuevos conocimientos.No es verdad que la «letra con sangreentra»; lo que entra es el dolor, la

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insatisfacción, la impotencia, elsentimiento de inutilidad o falta devalía… la tristeza y la desesperación.

Esas personas que presumen deaprobar a un porcentaje mínimo de susalumnos deberían plantearse cómomejorar sus habilidades, o cómodedicarse a otras tareas más acordes consu potencial.

Los educadores que provocanansiedad, cuando no angustia ysufrimiento, deben saber que estánhaciendo lo contrario de lo que se esperade ellos como profesionales de laeducación. Pero no nos confundamos, enningún momento estoy diciendo que tododeba ser anarquía o dejación de normas;mi experiencia me demuestra que, como

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ya he comentado en mi libro El Notambién ayuda a crecer, elestablecimiento de pautas, normas,hábitos… constituye una necesidadimperiosa, pero nunca debemos confundir«facilitadores» de equilibrio, seguridad yaprendizajes, con situacionesabsurdamente estresantes, que generenansiedad, angustia, inseguridad… y quesólo contribuyan a la infelicidad, cuandono al bloqueo y al hundimiento de lapersona. Para aprender hay que situarseen el lugar que nos corresponde: el dealumnos; alumnos que, a pesar de su edad,o gracias a la misma, tratan de extraerparte de lo que la vida les enseña.

Pero… ¿cómo situarnos? Siguiendoun principio que siempre da un resultadoexcelente: siendo «autodisciplina- dos»;

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al menos hasta que hayamos conseguidocrear un nuevo hábito: el de estar«abiertos» y receptivos hacia todo lo quesignifique posibilidad de aprendizaje. Amodo práctico, empezaremos porpreguntarnos, cada dos o tres horas, sihemos extraído alguna enseñanza de todolo que hemos vivido en ese periodo detiempo; si la respuesta es afirmativa,intentaremos grabarla y reforzarla ennuestra mente, a la par que nos situaremosen disposición de aplicarla en la primerasituación que pueda presentarse; si larespuesta es negativa, nos esforzaremospor encontrar algún aprendizaje entre lasexperiencias o vivencias que hayamostenido en ese espacio de tiempo, y nopararemos hasta que reconozcamos algúnprincipio válido, alguna enseñanza que

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podamos interiorizar y tratar de añadir anuestras futuras pautas de conducta.

¿Por qué nos empeñamos en hacereste análisis tan frecuentemente, y norealizarlo, por ejemplo, al final del día?Porque si queremos introducir un nuevohábito en nuestra vida, al principio notendremos más opción que hacerloconsciente cada poco tiempo; de locontrario, ni se grababa el hábito, niextraeríamos aprendizajes, nienriquecimiento de nuestras experiencias.

De todas formas: ¡tranquilidad! Noes tan difícil ni laborioso como puedeparecer, aunque sí cuesta interiorizarlo alprincipio, hasta que se constituye enhábito y se hace de forma mecánica. Sidurante una semana nos preguntamos cadados o tres horas qué hemos aprendido, nos

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sorprenderemos con los avancesrealizados y estaremos en disposición deconvertir nuestra vida en una experienciaútil, en un aprendizaje que nos facilitaráenormemente nuestra estabilidad, y nosproporcionará la autoestima y laseguridad que tanto necesitamos.

De esa forma, cada vivencia tiene unsentido y una finalidad. Nada es inútil siaprendemos de ello. Por ejemplo, siacabamos de pasarlo mal ante un hechoconcreto, pero a través de nuestro análisisconseguimos no sufrir inútilmente en lasiguiente ocasión, o aprendemos a mostraruna conducta más eficaz, la experienciahabrá sido positiva; nos habrá aportadonuevos recursos o habilidades que nosserán de gran utilidad ante situacionesfuturas.

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Una situación típica, que se da conmucha frecuencia en el marco laboral, esla de algún compañero que tengatendencia a mostrarse desagradable con lagente en general. Este prototipo depersonas, contrariamente a lo que podríapensarse, abunda en casi todas lasorganizaciones; independientemente delcargo que ostenten, actúan como siestuvieran en todo sobre el resto, como«si nos perdonasen la vida»; miran porencima del hombro, buscan «gresca», sequejan por cualquier cosa y siempreculpabilizan a los demás. ¿Qué podemoshacer ante estos hechos? ¿Resignarnos,pasarlo mal, enfurecernos pero callarnos,entablar una discusión violenta…? Desdeluego, podríamos adoptar cualquiera deestas conductas, pero entonces estaríamos

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perdiendo una ocasión fantástica para«aprender».

En estos casos, hay «estrategias máseficaces» que nos permitirán «extinguir»esas conductas tan desagradables. Porejemplo, «alejándonos de la situación»,como si no fuera con nosotros, poniendocara de extrañeza y siguiendo con la tareaque estuviéramos haciendo; o comenzandouna conversación con otro compañero,como si el «agresivo» no existiera, omirando al supuesto protagonista con carade extrañeza y hartazgo, como queriéndoledecir que no tiene sentido ponerse así, queresulta pesado, cansado, tedioso yaburrido escucharle, y que no noscompensa hacerlo (para mostrárselo deuna forma más expresiva, y que no dejelugar a dudas, inmediatamente nos

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pondremos a hacer otra cosa, «sindirigirle la palabra»)… El registro quecomentábamos en el apartado anterior nosmostrará la conducta más apropiada, pero,sin duda, ese día habremos tenido laoportunidad de aprender algo muyimportante: cómo conseguir que no nosmolesten los compañeros desagradables.

En definitiva, si la situación quehemos vivido ha sido especialmentenegativa, una vez extraído el aprendizajesólo nos quedaría «cortar» nuestromalestar, pues a partir de ese momento elsufrimiento no tendría ningún sentido.

Por el contrario, si la experiencia hasido positiva, podemos centrarnos todo loque necesitemos en ella, pues mientras suevocación nos genere alegría y seguridadlas consecuencias seguirán siendo

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positivas.Podríamos concluir con el siguiente

axioma que encierra mucha verdad: «Losdías que no hayamos aprendido nada,serán días vacíos; días que "nada"aportarán a nuestra vida.» El ser humanoseguirá «creciendo» mientras sigaaprendiendo; facilitemos los aprendizajesy hagamos de los mismos un estilo devida. En el siguiente apartadoaprenderemos a hacer prevalecer elautocontrol en los momentos de irritación.

Ante la irritación, autocontrolMuchas personas nos confiesan que

se sienten incapaces de autocontrolarse enlos momentos de irritación; otras, por elcontrario, manifiestan que tienen uncontrol permanente sobre sí mismos… Larealidad es que hay personas que «ya»

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nacen con mayor o menor control que lamedia; pero lo importante es que, sea cualsea el nivel de autocontrol del que partan,el autocontrol puede aprenderse.

Nos autocontrolamos cuandohacemos prevalecer nuestro SNC sobrenuestro SNA; es decir, nuestra parteracional sobre la irracional. En el control,como en el descontrol, hay fases yestadios en los que es más fácil o difícilque se desarrollen ambos mecanismos.

Una persona que esté profundamenteirritada tendrá más dificultad paraautocontrolarse que otra persona que estémás tranquila. Una vez que hemos«estallado», nos resulta difícil recuperarla serenidad y, por el contrario, si aún nohemos llegado a esa fase de máximoenfado o irritación, nos resultará más

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sencillo controlarnos. Este preámbulo nosindica claramente cómo debemos actuar.Nuestros esfuerzos se dirigiránfundamentalmente a la prevención; notendría sentido que nos «desangrásemosdiariamente» en una lucha titánica pararecuperar nuestro control después dehaberlo perdido de forma lamentable Enconsecuencia, enfocaremos nuestraestrategia a controlar nuestra irritación enlas primeras fases; de esta formaganaremos eficacia y ahorraremosenergía.

Trasladado al lenguaje cotidiano y aldía a día: conseguiremos que nuestroautocontrol se fortalezca en la medida queseamos capaces de reducir nuestrasreacciones irracionales en sus primerasfases. Para ello situaremos unas «alertas»,

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que nos ayudarán a reaccionar, antes deque la situación o los pensamientos nosenvuelvan y nos resulte más difícilrecuperar el control.

Un principio fundamental que nosayudará en este objetivo será el de quecuando nos encontremos «bien»,¡perfecto! No tenemos que activaralarmas especiales; pero en cuantoempecemos a sentir que ese sentimientocambia, y vislumbramos los primerosatisbos de contrariedad, tristezaenfado… en nuestro estado emocional,inmediatamente actuaremos y«cortaremos de raíz» esa situación,antes de que degenere en emociones másfuertes, intensas y menos controlables.

Nos resultará más fácil racionalizarnuestros pensamientos o cambiar nuestra

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atención en sus primeras manifestacionesque desviarlos o cortarlos cuando estáninmersos en una auténtica borrascaemocional. No obstante, en esos casostambién podremos conseguirlo, y loharemos llevando nuestra mente a otrassituaciones, e intentando concentrarnos encosas agradables o rutinarias querequieran nuestra atención y nos ayuden a«cortar» ese círculo vicioso que seestablece: pensamientos negativos ycatastrofistas-emociones negativas ylímites.

Asimismo, en el capítulo 7 veremosejemplos y recursos que nos facilitaránestos objetivos; pero recordemos unprincipio básico: cuanto másrápidamente nos esforcemos porracionalizar nuestros pensamientos, o

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los cortemos cuando se den situacionesextremas, más fácilmente lograremos elautocontrol de nuestras emociones, seacuáles fueren las causas o lassituaciones que las provocaban.

Las irritaciones sólo nos producendesgaste, subjetividad, dificultades decomunicación y de resolución deproblemas. Cortemos nuestrospensamientos en las primeras fases, y lairritación será un espejismo que nollegará a producirse.

Corno siempre, para ello, tambiénnos ayudará la observancia de otra reglabásica: no insistir en los errores desiempre.

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NO INSISTIR EN LOSERRORES DESIEMPRE

¿Cómo es posible que nos pasemosla vida cometiendo los mismos errores?Porque nuestra mente tiende a repetir deforma mecánica las secuencias que tienegrabadas de otras situaciones parecidas.Es decir, cuando ante una situaciónconcreta hemos cometido un error, en elfuturo existen más posibilidades de que lovolvamos a cometer en situacionessimilares.

Por habernos dado cuenta de nuestroerror no podemos creer que ya estamos

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«inmunizados», y que lo hemos aprendidopara la próxima vez. ¡Sería unaingenuidad! Nuestro cerebro tiene susmecanismos de funcionamiento, pero sulógica está muy lejos de lo que seríarazonable para nosotros.

De nuevo, como nos ocurría en losapartados anteriores, no tenemos másremedio que «estar alertas» si queremosseguir esta regla de oro. Un buen sistemaconsiste en marcamos una estrategia. Porejemplo, podemos traer a nuestra menteesas situaciones en las que cometíamosdeterminados errores y, llegados a unpunto que hemos fijado previamente, nosforzamos en controlar los pensamientosque las originaban; de esta formaprovocaremos unos resultados muydiferentes. Esos resultados nos ayudarán a

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«grabar» en nuestra mente las actuacionescorrectas para que, poco a poco, éstaspuedan repetirse más fácilmente en elfuturo.

En una fase posterior nosmarcaremos una conducta determinada,ante las típicas situaciones en las quecaíamos en los «errores de siempre». Enestos casos, estableceremos unos sistemasde «alarma» para que, ante sensaciones opensamientos que normalmente nosinducían a cometer esos «errores»,tengamos «grabada y automatizada» unarespuesta que cambie y «salve» esasituación. Por ejemplo, sí ante laspeticiones e insistencias continuadas porparte de los niños siempre terminábamoscansándonos y dándoles lo que nospedían, ahora nos programaremos y

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grabaremos internamente otra respuesta;de tal forma que, en cuanto empiecen lasinsistencias de los niños, automáticamentedesconectaremos y terminaremos lasituación; podremos mandarles a sucuarto, cambiar nosotros de actividad,mirarlos fríamente y, a nivel gestual,alejarnos de ellos… Podemos tener unsistema de respuestas según los casos,pero siempre diferentes a las quemanteníamos y nos hacían cometer losmismos errores una y otra vez.

El caso de Juan

Juan estaba desesperado consigomismo. En cuanto le gustaba una chicaperdía el control. Se ponía muy pesado,quería deslumbrarla con comentarios

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exagerados sobre su familia, suformación, su trabajo, su salario… Noparaba de llamarla por teléfono ¡a todashoras! y siempre, tarde o temprano,terminaba consiguiendo que las chicasrealmente valiosas se hartasen y ledejasen.

Fueron necesarias tres semanas deregistros para que Juan se diera cuenta desus errores. El origen estaba en su propiainseguridad; no paraba de repetirse queesa chica no se le tenía que escapar yempezaba una carrera «cuesta abajo»,basada en lo que él consideraba unaexposición detallada de sus «méritos», yuna persecución sin tregua de «lacandidata». Una vez que fue consciente delos pensamientos que provocaban sus

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errores, establecimos una señal, a modode alerta, de tal forma que, en cuanto seproducía, automáticamente él se obligabaa callarse y escuchar, y como mucho lepodía preguntar a la chica algo sobre susactividades o aficiones; por otra parte, leentrenamos en autocontrol para que nollamase por teléfono, salvo que la chicase lo hubiera pedido expresamente… AJuan le costó un poco, pero cuandoautomatizó sus nuevas respuestas dejó decometer los errores de siempre. El nosrepetía sin cesar: «¡Me ha costado mucho,pero ha merecido la pena!»

Insistir en los errores de siempre esnegar nuestra capacidad para aprender yrectificar. Para corregir esta situación nosvendrá muy bien el siguiente apartado.

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APRENDER A SERREALISTAS.CONOCER

NUESTRAS POSIBILIDADES YNUESTRAS DEBILIDADES

Entre lo que nos gustaría hacer y loque realmente podemos «hacer bien» aveces existe un auténtico abismo. Confrecuencia nos consultan adolescentes yjóvenes sobre lo que les gustaría «ser» enun futuro. La verdad es que, lejos de loque algunos podrían pensar, reaccionanbastante bien cuando intentamos hacer unanálisis muy objetivo de su auténtico

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potencial: puntos fuertes y débiles,habilidades, competencias, carencias…Con ese «dramatismo» que les da su edad,y que hace que vivan las cosas con laintensidad que les caracteriza, soncapaces de «desnudarse» por completo enese intento permanente de conocerse enprofundidad. A lo largo de nuestroestudio, siempre les digo que todas laspersonas sirven para algo, pero no existeuna que pueda servir para todo.

Es normal que nos gusten muchascosas y que nos atraigan trabajos oprofesiones muy diferentes, pero eso noquiere decir que seamos capaces de hacercualquier tarea con el mismo nivel deexcelencia. Lo importante será tratar deencajar nuestras preferencias con nuestrasauténticas posibilidades; es decir, nuestra

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elección deberá basarse en nuestropotencial y no sólo en nuestro deseo. Enestos casos hay muchas personas que medicen que tienen mucha voluntad, y que suvoluntad será capaz de vencer cualquierresistencia o limitación. Aquí hay unprincipio fundamental, en el que insistohasta la saciedad, «la voluntad, por símisma, no es sinónimo de triunfo; lavoluntad, para ser valiosa, deberá estarsubordinada a la inteligencia». Poner todanuestra voluntad en estudiar algo que seescapa a nuestro potencial sólo nos llevaa sentir fracaso, impotencia,insatisfacción e infelicidad. Lo mismopodemos decir del mundo laboral.Empeñarnos en trabajar comocomerciales cuando somos personas pocoexpresivas, sin habilidades sociales, con

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una comunicación deficiente y sinconvicción en lo que decimos, es comoquerer cortar leña sin hacha, ni sierra… nimadera.

Al final, cuando les argumentas yhaces que ellos reflexionen sobre supropia realidad, en términos generales,los estudiantes aceptan bien sushabilidades y limitaciones, y no resultamuy complicado ponernos de acuerdo enla elección de la profesión o profesionesque más se adaptan a su potencial. Conesto, la verdad es que evitamossufrimientos inútiles y desvalorizacionesabsurdas.

Siempre es mejor sufrir un pequeñodesengaño antes de iniciar una carrera oprofesión equivocada que pasarse añosenfrentándose contra una realidad que les

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sobrepasa, o les conduce a situacioneslímites que, tarde o temprano, ¡se terminanpagando! Podríamos pensar que si losadolescentes o jóvenes son capaces deasumir «razonablemente» suslimitaciones, los adultos lo deberíamostener aún más fácil, pues, en teoría, yaunque sólo fuera por la edad y laexperiencia, tendríamos que ser másobjetivos y realistas. Sin embargo, larealidad es muy diferente.

Muchas veces nos enfrentamos consituaciones en las que los chicos, conmayor o menor esfuerzo, terminanrespondiendo muy bien al análisis quehacemos sobre su potencial, pero, por elcontrario, sus padres no aceptan esas«limitaciones» y se empeñan en queestudien arquitectura o ingeniería, aunque

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posean una organización espacialdeficiente y un razonamiento abstractonulo. De la misma manera, ¡cuántosadultos están trabajando en áreascontrarias, incluso opuestas, al potencialque realmente tienen! Se pasan la vidaquejándose de su mala suerte, de que eneste trabajo fueron injustos, de que en elotro le cogieron manía, de que en elanterior no supieron apreciar su esfuerzo,de que sus compañeros le poníanzancadillas, de que los directores eranunos incompetentes, de que la empresa eraun desastre… Al final, se pasan la vidacambiando cada dos por tres de trabajo yquejándose continuamente de su malasuerte, pero en ningún momento secuestionan su idoneidad o capacitación.

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El caso de Mercedes

Mercedes vino a vernos porque sesentía «hundida». Desde que habíaterminado la carrera no había conseguidoque le prorrogasen los pocos contratosque había tenido sobre su «especialidad».En ese momento tenía 33 años, llevabasiete con largos periodos de paro y contrabajos dispersos y discontinuos; sucurriculum era un ejemplo de lo que nodebe ser una buena progresiónprofesional. A pesar de las «bofetadas»que había recibido a nivel profesional, enningún momento Mercedes se habíaplanteado que pudiera estar confundida yque sería más positivo que estudiase otrasposibilidades dentro del mundo laboral.Su argumento principal era: «¡Con lo que

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me costó terminar la carrera -8 años enlugar de los 5 habituales- no voy arenunciar a trabajar en lo que me gusta!»Una primera evaluación nos mostró queteníamos ante nosotros a una personaprofundamente insegura, tímida, pocohábil socialmente, muy lenta en susreflejos, con poco o nulo razonamientológico, muy dependiente afectivamente,muy «débil», fácilmente influenciable ysin capacidad de reacción; es decir, unapersona triste, apática, llena de dudas einseguridades, ¡que quería abrirse sitioen una profesión donde primaba laasertividad, la autoafirmación, la rapidezmental, la facilidad de comunicación, laproactividad…! En definitiva, todo locontrario de lo que ella tenía.

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Hasta pasados tres meses, Mercedesno logró empezar a aceptar la realidad;poco a poco se fue dando cuenta de queiba a contracorriente, que ella podía hacerotras cosas, y las podía hacer bastantebien, pero tenía que cambiar por completosu orientación profesional. En realidad,asumir sus competencias y su auténticopotencial fue la última área quetrabajamos; previamente nos centramos enel conocimiento de sí misma, en cómomejorar su «comunicación» con elexterior, sus habilidades sociales, su nivelde autocontrol… En definitiva, sucapacidad para afrontar y superar lassituaciones de la vida cotidiana. CuandoMercedes se sintió bien con ella misma,cuando se dio cuenta de que podía ser unapersona agradable, de que era capaz de

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realizar bien determinados trabajos…,consiguió por fin aceptar sus limitacionesy descubrir sus fortalezas y capacidades.

¿Por qué nos resulta tan difícil serrealistas? Porque nos vemos desde lasubjetividad de nuestro SNA, desde laparte menos racional y más emocional;porque no nos han enseñado a evaluarnosde otra forma. Seguro que muchas veceshemos contemplado con estupor cómo unapersona brillante y de reconocidoprestigio era capaz de emitir un juicioabsolutamente erróneo en relación a unasupuesta cualidad o capacidad suya, de supareja, hijos… De nuevo, es su parteirracional la que está realizando lavaloración.

Alguien de gran éxito profesionalvino a verme hace unos años porque se

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encontraba muy aturdido con elcomentario que le acababa de hacer sumejor amigo. Éste le había dicho quesentía auténtica pena al ver cómo estabadestrozando su carrera y la fama deexcelente profesional que se había forjadoa lo largo de los años. La situación,resumida, era que nuestro protagonistatenía un hijo de 28 años ¡que era unauténtico desastre!, un desastre para todoel mundo, menos para su padre que,amparándose en su puesto de privilegio,había forzado determinados resortes paraque su hijo trabajase en una empresa del«grupo». Los problemas que el«primogénito» ocasionaba se sucedían sininterrupción; todo el mundo le miraba a élesperando su reacción, pero nuestropersonaje parecía no enterarse de nada, y

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todo su discurso era que a su hijo leestaban poniendo las cosas muy difíciles,y le miraban con lupa precisamente porser quien era. ¿Cómo era posible que unhombre que había conseguido los mayoreséxitos en su carrera profesional, que habíamostrado una capacidad de análisisenvidiable en momentos importantes decrisis, no viera lo más elemental, ¡lo queestaba al alcance de cualquier persona! Larespuesta es lógica. Su análisis eraemocional, no racional; no había sabidotomar la distancia precisa para serobjetivo y poder analizar de formarealista las posibilidades y debilidades desu hijo.

Es muy difícil aceptar una situacióntan dolorosa; nuestro protagonistareaccionó de forma muy agresiva cuando,

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en definitiva, le dijimos que su hijonecesitaba ayuda para poder convertirseen una persona mínimamente equilibradaque no fuera provocando los desastres ylas situaciones límite que le acompañabandesde pequeño. Es muy duro asumir que tuhijo es una persona conflictiva, y que tú,en lugar de ayudarle, has empeorado supronóstico al sobre- protegerle ydisculparle cualquier conducta; tú, quesiempre has sido admirado por tuponderación y buen criterio, ahora teconviertes en una persona parcial, que noes capaz de ver y aceptar lo evidente. Eneste caso, nuestro protagonista se tomó«tres meses» antes de volver y decirnosque teníamos razón, que se había dadocuenta de su error y que quería ver cómopodíamos actuar para «reconducir» la

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situación.Nuestras debilidades, bien

entendidas, nos engrandecen comopersonas, y nos permiten aprender deellas para conocer y desarrollar nuestrasauténticas posibilidades. Las debilidadespueden mejorarse, ¡por supuesto! Lo queno debemos hacer es obviarlas niobsesionarnos con ellas; nuestra misiónserá conocerlas primero para tratar desuperarlas después; nuestro potencial lopondremos al servicio de este objetivo,no en contra del mismo.

Cuando nos parezca que lahumanidad está en nuestra contra,tomemos un poco de distancia y tratemosde analizar la situación comoespectadores; de esta formaprofundizaremos en el desarrollo de

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nuestra inteligencia.

La inteligencia es la capacidad dedirigir el comportamiento.

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PREMIARNOS DEVEZ EN CUANDO YSIEMPRE

QUE NOS ENCONTREMOS EN BAJAFORMA

Este es un principio que algunaspersonas siguen muy bien, pero unporcentaje, cada vez más importanteencuentra dificultades para hacerlo «en sujusto término» y, por ejemplo, seconvierten sin quererlo en compradores

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compulsivos; existe otro tramo importantede la población que no practica esta reglacasi nunca.

Premiarnos de vez en cuando, yespecialmente cuando nos encontremos enbaja forma, es casi una necesidad del serhumano. Comentábamos en otros capítulosque el niño necesita del afecto y de laaprobación de su entorno para«sobrevivir»; el adulto tiene otrasdefensas, pero también necesita sentirsereforzado de vez en cuando y,fundamentalmente, cuando está «decaído».

Premiarnos no significa «regalarnosalgo material», aunque para mucha genteésta parece ser la única acepción deltérmino. Es darnos cariño, apoyo, fuerza,ánimo, confianza…; aunque no esincompatible con «regalarnos»

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satisfacciones de otro tipo: ir al cine, verun espectáculo, pasear, «premiarnos» connuestra comida favorita, leertranquilamente, escuchar música, charlascon amigos… y, a veces, comprarnosalguna cosa, siempre y cuando nodesequilibre el presupuesto doméstico; locontrario no sería un premio, sino unafuente importante de problemas.

¡No necesitamos dinero! Sólo lavoluntad y el convencimiento de quequeremos reforzarnos. Personalmente,prefiero como premio algo que no sepuede comprar: dejarme tiempo para mí.

Sin embargo, ¡hay que tener cuidado!cuando estamos en baja forma; en esassituaciones lo mejor es que nos forcemosa hacer actividades que habitualmente nosgustan para que nos faciliten algo tan sano

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como es «desconectar» de laspreocupaciones.

Los problemas no se solucionanúnicamente pensando en ellos y dándolesvueltas y vueltas; se solucionan cogiendodistancia, analizándolos con objetividad(y nada favorece tanto la objetividadcomo el encontrarnos bien, física yanímicamente) y, además, enfocándoloscon cierto humor y una actitud positiva,que no tiene por qué estar reñida con unaactitud realista.

Al igual que conviene que losgrandes problemas los cortemos y losdividamos en problemas más pequeños yaccesibles, también es aconsejable quenosotros nos premiemos cada pocotiempo, no cada año. Lo importante no esanimarnos cuando ya hemos conseguido

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algo: será más fácil que alcancemos elobjetivo si lo hacemos con regularidad,cuando aún estamos en camino, y muchomás cuando nos sintamos débiles, flojos,decaídos y tristes; cuando todo parezcavolverse en contra y no encontremosninguna señal positiva que nos ayude asonreír y salir de esa crisis, ese será elmejor momento para reforzarnos, paramimarnos y decirnos todo lo que nosqueremos.

No es un objetivo fácil. Sin darnoscuenta estamos condicionados justo alcontrario; desde pequeños, cuando algoiba mal nos regañaban, difícilmente nosreforzaban; de adultos, sin quererlo,repetimos el mismo patrón yreaccionamos como lo hacíamos de niños:o bien nos regañamos a nosotros mismos

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porque nos creemos que somos losresponsables de que algo vaya mal, o«tiramos balones fuera» y echamos laculpa a los que nos rodean.

De nuevo tenemos que trabajar paraimplantar un hábito sano, y ya hemoscomentado que cuesta mucho introducirhábitos nuevos; cuesta pero no esimposible, cuando antes nos pongamos «ala tarea» antes lo lograremos. Otra reglaque nos ayudará en este propósito será«aceptar que no somos dioses (nopodemos arreglarlo todo)».

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ACEPTAR QUE NOSOMOS «DIOSES»

(NO PODEMOS ARREGLARLOO CONTROLARLO TODO)

Cualquiera que lea este enunciadopuede pensar que sobra esta regla, que nohace falta que recordemos que «no somosdioses», pues… ¡es una realidad evidente!No obstante, ¿cuántas veces actuamos ynos machacamos olvidando este principiotan elemental?

El caso de Fernando

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Femando tenía 48 años cuando sufrióuna crisis muy fuerte al sentir ¡que todo ledesbordaba! y que, de repente, «todo»había saltado por los aires y se escapabade su control.

Nuestro protagonista estabaacostumbrado a trabajar sin descanso, atener «todo» bajo control; no le importabaquedarse en la oficina hasta las diez, lasonce o las doce de la noche; él lojustificaba debido a su necesidad desupervisar personalmente lo que se haciaen su dirección; no había aprendido adelegar y no sentía la mínima necesidadde hacerlo; Fernando necesitaba enterarsede todo, la delegación era un peligropotencial para su persona. Su familia, ypor supuesto él mismo, aunque no eraconsciente, sufría las consecuencias de

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esa creencia tan irracional, pero ¡todo sele vino abajo! cuando hubo un cambio enla cúpula de su empresa y ampliaron suscometidos. Lo que podría considerarse unascenso ¡había supuesto su tumba! CuandoFernando vino a vernos pensaba que yanada podía hacerse para salvar susituación; en realidad, había sido su mujerquien le había empujado «literalmente» allamarnos, y sólo lo había hecho cuandosintió que la amenaza de separación ibaen serio.

Las nuevas circunstancias habíanprovocado que, aunque Fernando sehubiera quedado las 24 horas en laempresa, le habría sido imposiblesupervisar todo lo que se hacía en sudirección; en cuanto «vivió» esta

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situación, empezó a manifestar todos lossignos de ansiedad y angustia típicos;después de varias visitas a su médicopersonal, y de un chequeo riguroso ypormenorizado, no tuvo más remedio queasumir que «somatizaba» fuertemente suspreocupaciones, de tal forma que cada díale era más difícil tener un mínimoautocontrol. Fernando no era precisamenteun alumno fácil, se resistía con todas susfuerzas a admitir su equivocación;pretendía crear las condiciones paravolver a supervisarlo todo personalmente(hecho absolutamente imposible) y, antesu impotencia, estaba pensandoseriamente en dimitir y pedir un puesto demenor responsabilidad.

Como le costaba mucho reaccionar,tuvimos que intensificar el trabajo para

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que empezara a ser consciente de lacantidad de pensamientos irracionales quetenía a lo largo de un día. En un momentodeterminado, cuando me estaba contandolo preocupado que estaba por laenfermedad de un allegado, y cómo élempezaba a sentir los mismos signos queel afectado, le dije: «¡Bueno, eso no esproblema para ti!, supongo que a estasalturas de la vida ya has aprendido acontrolar las enfermedades, las tuyas y lasajenas, ¿o es que acaso tú, Fernando PérezFernández, no eres capaz de algo tansencillo?» Cuando aún no había encajadoel golpe le dije: «Vamos a ver, ¿tú creesque deberías controlar todo lo que hacenlas 87 personas que tienes en tu direccióny, sin embargo, no crees que deberíascontrolar lo que pasa dentro de tu propio

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cuerpo?» Al cabo de unos días Fernandome dijo: «Tenías razón, me estabaexigiendo como si yo fuese Dios, ¡nosabes el peso que me has quitado deencima!»

Por mucho poder que creamostener, por mucha responsabilidad quenos echemos sobre los hombros, pormucho potencial que poseamos, porfavor, ¡no olvidemos que somospersonas!, y como tal limitadas;personas que muchas veces nossentiremos incapaces de solucionarhechos apremiantes o circunstanciasdolorosas, pero personas que siemprepodemos poner nuestros pensamientos anuestro favor y dejar de sufririnútilmente.

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Cuando aceptemos que es injustopedirnos más allá de lo que podemos darnos pasará como a Fernando, ¡sentiremosun gran alivio! Sin duda, otra regla quenos ayudará a conseguir este objetivo será«utilizar el sentido común».

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UTILIZAR ELSENTIDO COMÚN

Ya hemos escrito en este libro que,desgraciadamente, el sentido comúnparece el menos común de todos lossentidos; embarcarnos en suredescubrimiento, desarrollo ypotenciación, será otra meta importante enese fin que ya compartimos: «¡Dejar desufrir inútilmente!» Para utilizaradecuadamente el «sentido común», denuevo, nos entrenaremos en controlar elSNA, nuestra parte más irracional; aunqueen el capítulo 7 mostraremos algunastécnicas que nos ayudarán a conseguirlo,

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no nos vendría mal recordar algunosprincipios básicos:

1. Nuestra parte «racional» seidentifica con conductas de equilibrio, decalma, de autocontrol, de tranquilidad…;cuando manifestamos esas conductas, casicon toda probabilidad estaremosutilizando el sentido común.

2. Emociones internas de paz,serenidad, plenitud, relajación…, denuevo nos indican que estamos en elcamino acertado.

3. Cuando somos capaces de pensarsin experimentar ansiedad es que estamosutilizando el sentido común y prevalece elSNC sobre el SNA.

4. Cuando «escuchamos» sindificultad, y no sentimos la necesidad de

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contestar bruscamente y de formaagresiva, es que predomina el sentidocomún.

5. ' Cuando la actitud del otro no nosparece amenazante, por mucho queestemos en contra de sus criterios,estaremos conservando el sentido común.

6. Cuando seamos capaces derazonar las ideas que nos exponen ypodamos argumentar tranquilamente lasnuestras, prevalecerá en nosotros elsentido común.

7. Cuando ante la aparente gravedadde unos hechos tomamos distancia ysentimos que buscamos respuestasracionales, que no están condicionadaspor nuestros sentimientos, estaremosutilizando el sentido común.

8. Cuando difícilmente nos sintamos

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agredidos, aunque verbal o físicamentenos agredan; cuando no sintamos miedo;cuando nuestro corazón no se desboque,cuando nuestros músculos no se tensen, nisudemos de forma exagerada…,estaremos bajo el control de nuestro SNC,gran aliado y facilitador del sentidocomún.

9. Cuando ante una aparentesituación difícil, incluso nueva ysorpresiva, no experimentemos emocionesextremas: ira, depresión, angustia,terror…, estaremos utilizando el sentidocomún.

Podríamos seguir enumerandoprincipios básicos que nos ayudarían aidentificar la presencia o ausencia denuestro sentido común, pero creemos que

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con los ya descritos podemos hacernosuna idea bastante clara de cuándoactuamos racional o irracionalmente.

El sentido común nos ayudará a«enfriar» emociones extremas; por eso,cuando nos sintamos al límite de algo,cuando no podamos más, o lo veamostodo negro: ¡cuidado!, porque en esosmomentos nuestro sentido común «brillapor su ausencia», y fácilmente podemostomar decisiones erróneas, o provocarnossufrimientos tan inútiles como estériles.

En esos instantes de granperturbación nos será de gran ayudanuestra siguiente regla de oro: fomentar elsentido del humor.

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FOMENTAR ELSENTIDO DELHUMOR

Afortunadamente, pertenecemos auna cultura que valora el sentido delhumor, aunque no se cuida de potenciarlocomo sería debido.

Nuestra historia, nuestraclimatología, nuestras costumbres, nuestroconcepto de la vida, de lo que significadisfrutar, pasarlo bien, divertirse…,favorece, en mayor o menor medida, esehumor tan característico de los «pueblosdel sur de Europa».

En la mayoría de los cursos,

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conferencias, charlas, coloquios…, o enel seno de la consulta, ante mireivindicación por el uso y fomento delsentido del humor, me han preguntado ennumerosas ocasiones si… «¿el humorcura?» Ante esta pregunta, yo sueloresponder: «El humor siempre ayuda.»

El humor seguramente es el antídotopor excelencia contra la enfermedad;potencia nuestras defensas físicas ypsíquicas; desarrolla nuestro equilibrio yseguridad; agudiza nuestro ingenio; nosdefiende de los pesimistas, de losagresivos o imperativos, de los «tristes desolemnidad»… En definitiva, «el humores uno de los principales aliados denuestra vida».

¿Nos han enseñado a desarrollarnuestro sentido del humor? Sin querer

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evadir la respuesta, la verdad es que «aveces sí y a veces no». Dependerá de laspersonas que hayan estado a nuestro lado,del carácter que tuviesen, de cómo setomasen la vida… aunque tambiéndependerá del temperamento con el quehayamos nacido, de nuestra agilidadmental, de nuestra rapidez… Endefinitiva, me temo que su potenciación osu extinción en muchos casos habrá sidouna cuestión de suerte. Sin embargo, noparece razonable dejar «a la suerte» untema tan vital en la vida, algo que puedemarcar nuestra existencia.

Favorecer el sentido del humor nosayudará a racionalizar y a tomardistancia en las situaciones delicadas;nos aproximará al punto de equilibrio;

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potenciará nuestra creatividad, inclusoen la resolución de problemas;encauzará nuestras energías y nosaproximará a ese estado de felicidad ybienestar que toda mente sana desea.

Cuando veo a una persona sumida enuna crisis importante, una de las primerascosas que trato de evaluar es el estadoactual de su sentido del humor; de talforma que, muchas veces, el pronóstico secomplica o facilita en función deldesarrollo previo que esa persona hayaalcanzado en esta área tan crucial.

No obstante, el sentido del humorestará incompleto si no está acompañadode una sensibilidad equilibrada; es decir,de una sensibilidad que lejos de potenciarsu vulnerabilidad favorezca la

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elaboración de defensas acordes con lasagresiones de que pueda ser objeto.

El caso de Clara

Clara era una persona encantadora,con un humor envidiable, pero con unasensibilidad tan agudizada que a veces leprovocaba sufrimientos inútiles y ofrecíauna imagen muy vulnerable ante los«ataques» del entorno.

Se trataba de una profesional muybrillante, con una capacidad de empatia ycomunicación envidiable, pero quellevaba varios años «consumiéndose» ysin saber defenderse ante los «sucios»ataques de que era objeto por parte dealgunos compañeros que la veían como unestorbo en sus carreras llenas de ambición

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y mezquindad.Clara se encontraba tan abrumada,

que la única salida que veía era «tirar latoalla» y dejar el trabajo para el que sehabía preparado toda la vida, pues sesentía «sin fuerzas» para seguir salvandolos obstáculos y las trampas con las que leobsequiaban algunos «compañeros». Aveces puede parecer increíble que estassituaciones puedan realizarse de forma tanimpune; la verdad es que el régimenobsoleto que aún tiene la administración,y muchas empresas públicas y privadas,favorece el despotismo de algunos jefes yla impunidad de no pocos trabajadores.

Nuestro análisis evidenció que Claraestaba «al límite», sin apenas fuerzas y sinesperanzas de poder recuperar a esa

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persona tan dinámica y alegre que siemprehabía sido; no obstante, temamos unaliado magnífico: ese sentido del humor,que ahora apenas se vislumbraba, peroque sin duda existía en el fondo de símisma.

Clara a veces se sorprendía con miactitud; como era una personatremendamente respetuosa no «saltaba»,pero su mirada denotaba una expresión deincredulidad ante mi «aparente» falta deescucha en algunos de sus «relatos». Devez en cuando, lejos de preguntarle pordetalles pormenorizados sobre los«ataques» de que era objeto, yo meempeñaba en despertar ese sentido delhumor que ella encerraba para, poco apoco, ir venciendo sus propiasresistencias. Con mucho esfuerzo, Clara

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empezó a aflorar «os destellos llenos de«chispa» y alegría que tanto le habíancaracterizado en el pasado. Por supuestoque eso no fue suficiente para vencer latremenda crisis en que se encontrabasumida, pero constituyó una ayudainestimable. Cada vez que Clara se reía, ypodía reírse muchísimo, «se alejaba de lasituación problemática»; de tal forma quepodíamos analizar con mayor objetividadlos hechos y, sobre todo, las vías deactuación.

Los compañeros de Clara podían ser,y de hecho lo eran, personas realmentemezquinas; el jefe era el típico perfil depersona débil e inestable, que se plegabaante los agresivos y machacaba a losequilibrados, porque éstos no le asustabancon sus conductas al no chillar ni usar

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descalificaciones o trampasimpresentables; pero ninguno de la«pandilla de los impresentables» poseíaalgo vital, algo que les destrozaba: elsentido de humor de Clara. Nuestraprotagonista empezó a recuperar y usarcada vez más ese humor tan extraordinarioque parecía haberse «tragado la tierra»,de tal forma que se hizo menos vulnerablea los ataques de los «buitres» de suservicio, hasta el punto de que, a medidaque aumentaba el desconcierto de sus«enemigos», disminuía su vulnerabilidad.

Poco a poco Clara fue «ganandoterreno» y, en la medida que lessorprendía y les dejaba sin contestación,aumentaba su seguridad; por el contrario,sus compañeros menos recomendablesempezaron a sentirse «perdidos» y, como

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por arte de magia, sus ataquesdisminuyeron en número e intensidad.

Aún Clara lo pasa mal alguna queotra vez, pero se termina recuperando yrecomponiendo en cuanto vuelve a dejaraflorar a su gran aliado: ese humor quesólo ella tiene y que es capaz de cambiarsu vida.

Fomentar el sentido del humordebería ser uno de los ejes de laenseñanza de todos los niños,adolescentes, jóvenes y adultos decualquier país. Es una pena que estasexperiencias aún no se hayangeneralizado; desde luego, en nuestroscursos de «Desarrollo de la InteligenciaEmocional» o «Estrategias para Aprendera Vivir», dirigidos a adolescentes,universitarios o adultos en general, el

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desarrollo del sentido del humor alcanzala importancia y relevancia que merece.

Ya hemos comentado en este libroque la angustia o el miedo no favorece losaprendizajes; en este punto podemosañadir que el humor, por el contrario,siempre los facilita y los potencia.

¡No seamos tacaños a la hora dedesarrollar nuestro sentido del humor!,nuestra salud, nuestra alegría, nuestrosamigos, las personas que nos quieren y lasque tienen la suerte de encontrarse connosotros nos los agradecerán.

Sin humor no hay alegría, como sinesperanza no hay vida.

No nos olvidemos de llevar siemprecon nosotros algo que nada nos cuesta, ninos condiciona, ni nos quita un átomo delibertad: algo tan gratuito, maravilloso y

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genuino, que siempre nos favorece y nosayuda a superar cualquier situación, encualquier momento y con cualquierpersona; algo tan crucial, personal eirrepetible como es nuestro sentido delhumor.

El humor nos ayudará a desarrollarotra regla de oro: asumir que estamos aquípara ser felices, no para sufrir.

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ASUMIR QUEESTAMOS AQUÍPARA APRENDER

A SER FELICES, NO PARA SUFRIR

De nuevo, este parece un principioincuestionable, pero si lo pensamos unpoco nos daremos cuenta de que a muchagente, muchas religiones y muchos gruposparecen empeñados en lo contrario.

La psicología al menos puedeayudarnos a conseguir este objetivo. El

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análisis del comportamiento humano noofrece dudas; si no hemos sidocondicionados previamente, respondemosde forma positiva ante lo que nos producefelicidad, y tratamos de evitar lassituaciones dolorosas.

Siempre mantengo que, si sabemos«mirarlos», los niños son los mejoresmaestros de los adultos. La observaciónde la conducta infantil nos permite verestas premisas. El niño trata de huir deldolor y de las situaciones pocoplacenteras o aversivas. Por el contrario,desde muy pequeñito, siendo un bebé yabusca la satisfacción, el afecto, elcuidado, la sonrisa, los mimos del adultoy los estímulos del entorno.

Desde el principio desea el calor yel afecto. Aún no ha cumplido los tres

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meses cuando ya reacciona ante nuestrasonrisa, trata de imitar nuestros sonidos,seguir nuestros movimientos…;constantemente nos busca y nos«provoca» para que interactuemos con él,para que lo cojamos, le abracemos, lehablemos, le sonriamos, le toquemos…

A medida que va cumpliendo mesesnos observa con más atención y buscanuestra respuesta; constantemente intentarelacionarse con nosotros, nos mira paraver si aprobamos su conducta, si nosalegramos ante sus pequeños logros…todo en él es una exploración constantehacia la felicidad.

El bebé no es masoquista, y cuandose hace daño trata de evitar la situación;lo que ocurre es que aún no controla biensus movimientos corporales, ni es

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consciente de muchos peligros ydificultades.

El niño pequeño desarrolla unasensibilidad especial en busca de lafelicidad; rechaza las malas caras, losindicios de tristeza o desesperación deladulto. Ya hemos comentado en otroslibros como el niño pequeño tiene una«sensibilidad muy especial», una especiede «radar» que le avisa de nuestrosestados emocionales. A veces nosesforzamos en disimular nuestrocansancio o nuestro malestar y loconseguimos con los adultos, ¡pero no conlos niños!; ellos rápidamente lo percibeny tratan de consolarnos (nos tiran de lapierna para que los cojamos, nos mirancon cara expectante y nos echan losbrazos), o se sienten muy impotentes y

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lloran desesperados, porque les producemucha ansiedad comprobar que su/sprincipal/es adulto/s de referencia noestá/n bien.

Si el niño tiende hacia la felicidad yquiere disfrutar de su vida; ¿cómo esposible que tantos adultos se hayanequivocado de camino y parezcan buscaro esperar sólo el sufrimiento? Sin duda,porque han tenido aprendizajes o modeloserróneos que les empezaron a quitar esa«visión tan clara» que tiene el niño, y les«vendaron» los ojos para impedirles ver.

No nos empeñemos en ser «adultosciegos». No vayamos contra la esenciadel ser humano; nuestro camino es buscary buscar la felicidad, ensayar una y otravez cómo alcanzarla, cómo aprender atenerla, y a disfrutarla.

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Estamos hechos para responderpositivamente a aquello que nos harásentirnos y ser felices; de la misma ¡forma que estamos hechos para salvar lasdificultades, y desarrollar una inteligenciaque nos permita seguir disfrutando decada experiencia, de cada momento, denosotros mismos.

No nos engañemos, el ser humano noestá en di mundo para sufrir y sufrir. Siasí fuera, respondería desde el principiode forma positiva ante el sufrimiento, y nohay más que ver cómo huye un niño ante elsufrimiento, suyo o ajeno, para darnoscuenta del error.

La felicidad no está en el dolor,sino en la superación del dolor, de lasdificultades y de los obstáculos que nos

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impiden disfrutar de la auténtica esenciay del ser humano.

La felicidad está en la risa vivida, enla alegría propia y compartida; lafelicidad está en la interiorización eintegración de esos aprendizajes que nosllevan al descubrimiento de nuestrapropia esencia.

Si al cabo de los años sabemosmenos que los niños recién nacidos, ¡algoestá fallando! Pero si abrimos los ojos yobservamos, ¡pronto volveremos a ver!Descubriremos que estamos aquí paraaprender a ser felices, no para sufrir.

En definitiva, ¡ juntemos las energíaspara recuperar la felicidad, no paraacostumbrarnos a su ausencia!

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Capítulo 7

Estrategias para dejar de sufrir yprepararnos para la vida

Resulta muy limitado el lenguajeescrito cuando tratas de trasladar lasexperiencias tan enriquecedoras que lapráctica diaria te ofrece, tanto en el marcode la consulta como en los cursos deformación que impartimos.

Continuamente hacemos que laspersonas que nos acompañan ensayen unay otra vez las distintas técnicas, para que

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poco i poco las vayan automatizando y laspuedan trasladar a su vida cotidiana. Portanto, la lectura de estos principios nopuede sustituir a la práctica y alentrenamiento real de los mismos. Noobstante, trataremos de ofrecer de laforma más clara y didáctica posiblealgunos recursos que pueden ayudamos adejar de sufrir y prepararnos para la vida.Como no podía ser de otra forma,empezaremos por el autocontrol de loscomportamientos.

ALGUNAS NOCIONES BÁSICASSOBRE EL FUNCIONAMIENTO DELSISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO

A lo largo de los distintos capítuloshemos aludido en numerosas ocasiones alSNA. Dada la importancia que el SNA

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tiene en nuestras vidas, vamos a tratar deexponer, de | forma muy esquemática,algunas nociones que nos permitanentender cómo funciona; de esta forma,comprenderemos mejor cómo podemosactuar sobre él.

Nuestro primitivo cerebro animal,que nos ha sido legado por nuestrosancestros prehomínidos, se conoce comocerebro emocional. Este cerebro controlaautomáticamente no sólo nuestrasemociones negativas, sino también lasfunciones corporales y las reaccionesinvoluntarias que nos mantienen vivos:nivel de temperatura, digestión, funcionesglandulares y contracciones musculares,flujo sanguíneo y circulación, ritmocardiaco durante el ejercicio o eldescanso, sueño y vigila… Sobre esta

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estructura de nuestro cerebro primitivoanimal está nuestro cerebro humano, lacorteza cerebral, la parte de nuestrocerebro a la que atribuimos todos loslogros de la humanidad. El problemaradica en que, a pesar de que la cortezaconstituye el asiento de nuestras accionesvoluntarias, no puede controlardirectamente las operaciones básicas denuestro cerebro emocional, aun a pesar detodas nuestras órdenes.

Las tres emociones negativasbásicas, miedo-ansiedad, ira y depresión,son innatas e involuntarias, y estángenéticamente determinadas para asegurarla supervivencia de la especie; sinembargo, no podemos liberarnosvoluntariamente del miedo o de laansiedad, un hecho que comprobamos

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continuamente.El SNA tiene dos partes diferentes

que se encargan de funciones diversas ennuestro cuerpo. Una mitad, cuando estáactiva, nos hace sentirnos bien. La otramitad, cuando está activa, nos hacesentirnos incómodos. Según la jerga dellaboratorio, la parte activa, cuando nossentimos incómodos, es el sistema «demiedo» o de «escape-lucha».Técnicamente reciben el nombre desistema parasimpático y simpático,respectivamente.

La mitad «escape-lucha» preparanuestro cuerpo para correr o pelearcuando está activada con intensidad.Cuando está activada levemente sólo nossentimos nerviosos o incómodos. Aúndesconocemos mucho sobre la otra mitad

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del SNA, la de la diversión. Controla ladigestión y partes de nuestra respuestasexual, como el juego preliminar y elcoito, pero no el orgasmo. Está activadacuando nos sentimos bien, pero no cuandoestamos aburridos.

Ambas mitades, diversión y miedo,están en mutua competencia: si la mitad deansiedad se activa, la de diversión seinhibe, y viceversa. Cuando ambas estánactivas, la que posea mayor actividaddominará y gobernará a la otra. Enconsecuencia, uno de nuestros principalespropósitos será aprender a activar conintensidad la mitad de la diversión paravencer los estados de ira, depresión,culpabilidad, ansiedad extrema…

Los especialistas suponemos que unestado de ansiedad es algo aprendido, y

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que lo que se ha aprendido una veztambién se puede «desaprender».

Gran parte del éxito en laeliminación de la ansiedad lo lograremosmediante el aprendizaje de un método quele permita a la persona hacer algo«activo» de cara a sus ansiedades, enlugar de aceptarlas pasivamente.

Muchos lectores se preguntarán:¿realmente podemos controlar nuestrassensaciones involuntarias de incomodidady miedo? La respuesta es afirmativa, perosólo lo lograremos con métodosindirectos.

¿Por dónde empezar? Sin duda, unprimer paso será descubrir cuándo noactuamos correctamente; a partir de ahíutilizaremos una serie de técnicas yrecursos que, solos o combinados, nos

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permitan conseguir nuestro objeto final,que no es otro que: ¡sentirnos lo mejorposible en cada circunstancia!

¿CUÁNDO NO ACTUAMOSCORRECTAMENTE? SITUACIONESDE ANSIEDAD Y ESTRÉS

Imaginemos que estamos paseandopor la calle tranquilamente, decidimoscruzar y cuando estamos en medio de lacarretera vemos que se acerca un coche«a toda velocidad» hacia nosotros. ¿Quésentimos en ese momento? Seguramentenotaremos, entre otras cosas, que elcorazón no nos cabe en el pecho, late deforma desbocada (aumento de lafrecuencia cardiaca); además respiramosmás rápido de lo normal

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(hiperventilación) y todos nuestrosmúsculos están en tensión. En definitiva,acabamos de conectar nuestro SNA paraprepararnos para la huida (de hecho,damos un gran salto para que no nos pilleel coche).

Cuando nos iba a pillar el coche, elSNA se ha activado para prepararnospara la huida.

¿Qué pasa cuando ante una entrevistade selección empezamos a sudar, sentimosun nudo en el estómago, el cuerpo estárígido y creemos que necesitamos ir albaño cada dos minutos? Que se nos haconectado el SNA.

Nuestro cuerpo está reaccionandoante la entrevista igual que cuando nos ibaa pillar un coche, porque en ambasocasiones el SNA nos está preparando

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para la supervivencia; la diferencia es queen el primer caso la conducta eraacertada: nuestros músculos tenían queestar tensos, el pulso más elevado, ynecesitábamos más oxígeno para podercorrer o saltar y evitar que el coche nospillara. Pero… ¿necesitamos este arsenalcuando vamos a realizar una entrevista?Evidentemente, no. Es más, lo único quepodemos conseguir actuando así esbloquearnos y que nos salga peor. En estecaso, estaremos desarrollando unaconducta de ansiedad, ya que estecomportamiento es inadecuado para lasituación.

Como ya indicaremos, la ansiedad notiene por qué ser siempre negativa. Haygente que piensa que la ansiedad es buenaporque le permite hacer más cosas. En

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realidad, puede ser adecuado tener uncierto nivel de activación, dependiendode lo que vayamos a hacer. Para algunaspersonas es un estimulante que les ayuda arealizar algunas tareas, pero si nosencontramos en un estado continuado yelevado de ansiedad (lo que en el mundolaboral se llama estar «estresado»),podemos llegar a bloquearnos. De ahí laimportancia de aprender a controlarnuestro nivel de ansiedad; si no lohacemos viviremos situaciones debloqueo.

Los servicios de urgencias de loshospitales son un fiel testimonio de estasituación; cada día acuden miles depersonas que piensan que se estánmuriendo, que creen padecer un ataque alcorazón… La verdad es que lo están

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pasando fatal, pero en realidad tienen unacrisis de ansiedad que en muchasocasiones ha derivado a un ataque depánico.

No es fácil controlar la ansiedadcuando el organismo ha aprendido a«tener miedo» ante determinadassituaciones, la activación del SNA esautomática, y, como acabamos deexponer, nuestra parte más racional, elSNC, queda por «debajo» del autónomo;es decir, por mucho que queremoscontrolarnos racionalmente, y nosdigamos que no pasa nada, la verdad esque de esta forma poco controlconseguimos. Estamos bajo el «yugo» denuestra parte más irracional.

En esos momentos nuestra mente «nofiltra» y se cree «literalmente» todos los

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pensamientos que estamos teniendo, pormuy irracionales y automáticos que sean.Es como si nuestro cerebro sólo dierapaso a las «emergencias» que en eseinstante está sintiendo; nuestra parteracional pasa a segundo plano y somospresa de nuestras «emociones».

Cuando el cerebro cree que hay unaemergencia actúa de forma mecánica yconecta el SNA. En cuanto siente peligronos prepara para la huida y ¡nos pone a200 por hora!

Vamos a tratar de expresarlo de unaforma muy gráfica. Pensemos en unapersona que está esperando en la antesaladel despacho de su jefe. Ayer le avisaronque el director quería hablar con él y,desde ese momento, ¡no puede ni respirar!Continuamente se pregunta qué querrá el

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«Sr. Ramírez»: «¿Será que he hecho algomal y quiere echarme la bronca?», «¿A lomejor van a vender la empresa y quierecomunicármelo?», «¿Me dirá que van asuprimir mi puesto?», «¿Y si la únicaalternativa de conservar el trabajo esmarcharme de Madrid, qué hago con mifamilia?»… Estos y otros pensamientosparecidos consiguen activar el SNA denuestro atribulado protagonista y a partirde ese momento el desgaste ¡es terrible!Para que lo entendamos, pensemos quecuando se activa el SNA, interiormente lohicimos como si estuviéramos corriendosin parar. Como es evidente, cuandocorremos nuestro corazón se acelera y seproduce la hiperventilación, los músculosse tensan… ¡al cabo de una hora de«correr internamente» estamos agotados!;

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por eso, cuando estamos preocupados poralgo, aunque nos pasamos toda la tardesentados en un sillón, la realidad es que¡no podemos con nuestro cuerpo!

¿Qué hacer? ¿Cómo desconectar esesistema nervioso qué sólo deberíaponerse en marcha ante situaciones deemergencia? ¿Cómo recuperar nuestropropio control?… En estos casos siempreme acuerdo de nuestra incompletaformación, porque… ¿alguna vez algúnprofesor en alguna materia nos enseñó acontrolar ese sistema nervioso? La verdades que en este aspecto estamos bastante«huérfanos»; de ahí el éxito que tienen loscursos de Autocontrol.

¿Qué hacer entonces? Primero, y esmuy importante, ¡comprender a laspersonas que se encuentran en esas

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situaciones! Es normal que cuando alguiennos cuenta que ¡está fatal!, porque estámuy preocupado por algo, y nosotros, sinembargo, pensamos que no tiene ningúnfundamento para preocuparse de esaforma, repito, es normal que le digamosque se tranquilice y se deje de bobadas,¡pero esto no funciona!; a nuestro amigose le activó su SNA y ¡no es capaz derazonar con objetividad! Así que no nosenfademos, y tratemos de ayudarle de unaforma más eficaz.

Cuando las personas están en plenafase depresiva, o padecen una fuerte crisisde ansiedad, lo primero que se sienten es¡muy solas!, porque difícilmente desde elexterior la gente que les rodea entiendequé les pasa y no saben cómo ayudarles.La realidad es que estas personas ¡están

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agotadas!, sin fuerzas, sin ánimo y, lo quees peor, en esos momentos están sinesperanzas.

No es fácil que el SNC funcione enesos instantes claves; muchas veces,cuando trato de explicar cómo funciona elSNA, yo les pido a mis interlocutores quepiensen de forma «gráfica» en un ejemplomuy «socorrido». ¿Qué pasa cuando unapersona está perdidamente enamorada deotra? La respuesta más común suele ser:«¡Que no ve ni razona nada!» En efecto,cuando emocionalmente una persona estámuy activada pierde la objetividad. Sitenemos ante nosotros a una joven de 25años que se ha enamorado de un chicodrogadicto, con adicción a la heroína, queademás es alcohólico y, si queremos, paraponerlo más trágico, también tiene el sida,

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nos dirá que ¡no importa!, que ella estásegura de que lo que le pasa es que seencuentra muy solo, pero que ahora serácapaz de desengancharse de la heroína, dedejar el alcohol y que lo del sida haymucha gente que lo tiene, pero que creeque su novio es «simplemente»seropostivo, que no ha desarrollado laenfermedad. ¿Realmente creemos que esfácil que esta joven enamorada razone conobjetividad, y se dé cuenta de que tiene unfuturo negrísimo? Bien, pues algosemejante ocurre cuando se activa elSNA, la persona padece, pero no razona.

¿Qué podemos hacer en estascircunstancias? Sin duda, ¡aprender acontrolar ese sistema nervioso y, con ello,controlar nuestra vida. Previamente, nosserá muy útil saber las consecuencias de

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esa falta de control; es importante queaprendamos a identificar las señales deansiedad y estrés.

EN QUÉ CONSISTE LAANSIEDAD Y EL ESTRÉS

En los cursos que impartimos,empezamos por definir lo que se entiendepor ansiedad.

Cuando el ser humano se encuentraante una situación percibida como«problemática», o como «prueba asuperar», se producen en él una serie dereacciones fisiológicas (aumento de lafrecuencia cardíaca, incremento de latensión muscular, aumento de laventilación pulmonar, sensación de ahogoo dificultad para respirar, dolor de

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cabeza, molestias en el abdomen,sensación de mareo, sudoración…), quetratan de potenciar nuestro estado deactivación corporal para que podamosenfrentarnos al evento «potencialmenteamenazante» con las máximas garantías deéxito.

Lo paradójico es que nuestro cerebro«no distingue», y reacciona con la mismaintensidad ante situaciones reales depeligro que ante lo que simple yllanamente son pensamientos internosirracionales, que en nada se correspondencon la realidad. Como ya hemos*señalado, ese estado de activación seproduce normalmente de formaautomática. A dicho estado de activaciónse le conoce con el nombre de

ansiedad.

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Esa ansiedad que «nos provocamos»ante situaciones percibidas comoproblemáticas se expande como uncontinuo. En los extremos tendríamos, porun lado, d nivel de máxima ansiedad(representado por la pérdida de controlque tiene lugar durante un ataque depánico), y por otro, el estado de profundarelajación (un ejemplo sería el momentoque pasamos justo antes de dormirnos).

Lógicamente, en función de laactividad que nos dispongamos adesarrollar será más o menos efectivo, ypor tanto más o menos aconsejable uno uotro nivel de ansiedad/activación. De estaforma, podemos hablar de ansiedadpositiva o facilitadora de rendimiento, yde ansiedad negativa o inhibidora yperturbadora de dicho rendimiento.

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Si pretendemos, por ejemplo,ejecutar una actividad manual demotricidad fina, como puede serrecomponer las piezas minúsculas de unreloj de pulsera, obviamente no nosayudará nada un nivel de tensión muscularalto que haga temblar nuestros dedos. Porel contrario, si queremos correr y «ganar»una prueba de atletismo de cien metroslisos, la activación muscular será de granayuda, siempre que no sobrepase un límiteque acabe agarrotándonos los músculos.

Cuando de un modo natural somoscapaces de controlar nuestro grado o nivelde activación, de manera que éste seajuste a los requerimientos de la prácticao actividad concreta que (leseemos llevara efecto en un momento dado, todo irá«viento en popa». Pero… ¿qué sucede

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cuando tal circunstancia no se produce y,por el contrario, nos ponemos muynerviosos, es decir, ansiosos antedeterminados acontecimientos, lugares,personas, animales o cosas, sin que talgrado de ansiedad nos agrade ni nosayude a enfrentarnos mejor a esa situaciónespecífica? En ese preciso momentopodemos llegar a pensar que esa situaciónconcreta nos está superando, y quecomienza a convertirse en un problema,para el que quizá no tengamos unarespuesta efectiva.

De hecho, estas situaciones seproducen con mucha frecuencia, y afectanen alguna medida a casi todas laspersonas. Es suficiente con que tengamosun problema que consideremosimportante, real o imaginario; si para ese

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problema no vislumbramos una soluciónmás o menos clara o inmediata,rápidamente desencadenaremos unproceso de ansiedad.

El ritmo de vida moderno, y amenudo a contrarreloj, particularmente enlas grandes ciudades, así como los estilosde comportamiento cada vez máscompetitivos, hacen que muchas personasse encuentren en actitud de alertapermanente ante la expectativa deencontrar un problema a la vuelta de cadaesquina. A esta situación de ansiedadconstante, particularmente cuando afecta acontextos laborales, es a lo que se hadenominado estrés.

Recientemente, escribía en unartículo sobre las dificultades de conciliarla vida familiar y personal porque, según

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fuentes de la Comisión Europea*, «ElEstrés laboral cuesta a los Quince 20.000millones de euros al año.»

«Para que nos hagamos una idea delas dimensiones que alcanza, "esteproblema afecta a más de 40 millones deempleados de toda la Unión Europea -un28% del total-. Es más frecuente enmujeres que en hombres, causa el 50%de absentismo laboral y es la segundadolencia más frecuente, sólo por detrásde los dolores de espalda".

»En nuestra doble faceta, comoexpertos en RRHH -con dilatadaexperiencia en el mundo de la empresa-,y como profesionales de la Salud, hemosobservado y constatado, de formainequívoca, cómo en los últimos años lainsatisfacción profesional, el aumento de

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la presión en el medio laboral, laimpotencia para conciliar las"obligaciones de la vida diaria", para"llegar a todos los sitios", para apagartodos los fuegos, para atender altrabajo, a la pareja, a los hijos, a lospadres…, terminaba por minar la salud yel equilibrio emocional de muchaspersonas.

»Las consultas médicas ypsicológicas están abarrotadas depersonas insatisfechas, cansadas, tristes,desmotivadas, ansiosas, deprimidas…,de personas infelices que, cada vez conmás frecuencia, sienten que "no puedenmás" y "tiran la toalla".

»Si analizamos hoy las condicionesde vida en el mercado laboral, tenemosque concluir que, en conjunto, son

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peores que hace unas décadas.»No nos engañemos, la riqueza

material, el acceso a nuevos bienes, elaumento de las rentas per cápita…, nodebe inducirnos al error: día a día, másy más personas se sienten inseguras,incapaces, impotentes, infelices…, y elloa pesar de dejarse "la piel a tiras".

»Pero, ¿podemos hacer algo, enmedio de un contexto cada vez másglobalizado, que parece reducir a laspersonas a meros números?Afortunadamente SÍ, y lo podemos hacertanto a nivel personal, comoinstitucional.»

Muchas empresas han tomadoconciencia de las consecuencias negativasque el estrés tiene en relación con kproductividad, la calidad y la seguridad.

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Este hecho ha originado que un númeroimportante de compañías, de diferentes

[1] Europa Press, Bruselas, 15 deagosto de 2002.

tamaños y sectores, hayancomenzado I dotar ¿ sus empleados dehabilidades y estrategias deenfrentamiento que les permitan abordarlas situaciones de ansiedad/estrés que sonpropias de los trabajos y funciones quedesempeñan.

Igualmente, los múltiples problemasa los que las personas nos vemosenfrentados en nuestras vidas cotidianas,tanto en el ámbito profesional como en elárea personal, se traducen en muchasocasiones en bajas laborales porenfermedades psicosomáticas. No es deextrañar que muchas empresas hayan

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sentido la necesidad de intervenir. Sisomos bien intencionados pensaremos quelo han hecho por el «bienestar» de susempleados, aunque, lógicamente, loscostes derivados de las ausenciaslaborales habrán sido otro elementoimportante a la hora de tomar estasdecisiones. Después de esta larga peronecesaria introducción, vamos a tratar demostrar, de forma parecida a como loharíamos en un curso de formación, losfundamentos teóricos del autocontrol.

De la misma forma intentaremosexponer algunas estrategias deenfrentamiento que puedan ayudarnos acontrolar las situaciones potencialmenteestresantes que tengamos en nuestra vidacotidiana.

Básicamente, nos adentraremos en

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las Técnicas de Autocontrol EmocionalFisiológicas y Cognitivas (Relajación,Respiración Diafragmática, Parada dePensamiento y Autoinstrucciones).

CÓMO MEJORAR NUESTROAUTOCONTROL. CÓMO«RACIONALIZAR» NUESTROSPENSAMIENTOS

¿Cómo definiríamos el autocontrol?Podríamos contestar que es la capacidadque podemos adquirir y desarrollar laspersonas para mantener bajo controlnuestras emociones y comportamientos.

Para ejercer ese autocontrol,previamente debemos tomar conciencia denuestros estados emocionales (positivos ynegativos). Una vez que somos

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conscientes de nuestras emociones,determinaremos qué comportamientosdeseamos controlar.

Ya hemos señalado que lassituaciones, los hechos que nos suceden,no provocan nuestras emociones. Lasemociones responden a los pensamientosque en ese momento tenemos.

De forma esquemática, podríamosrepresentar:

Por ejemplo, imaginemos unamañana de lluvia intensa; mucha gente,ante un día lluvioso, se siente decaída,

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algo triste o apática; pero por ello notenemos que concluir que un día de lluviaforzosamente signifique melancolía.Pensemos en el caso concreto de unestudiante que está preparandooposiciones: puede ocurrir que al ver eldía de lluvia se sienta muy contento; larazón hay que buscarla en B, en lospensamientos; él puede pensar: «¡Québien!, con todo lo que tengo que estudiarme viene de maravilla, así no tendrétentación de salir i la calle.» Por elcontrario, si otra persona estabaesperando que amaneciera para irse deexcursión al campo y ve que llueveintensamente, seguramente no se sentirámuy bien, porque pensará: «¡Qué fastidio,con las ganas que tenía de pasar un día enel campo disfrutando del sol!»

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En definitiva, cuando nos sintamosmal, intentaremos analizar «qué estamospensando en esos momentos» y, si vemosque al confrontar nuestros pensamientoscon la realidad, están contagiados deideas poco racionales, los intentaremoscambiar. Estaremos muy atentos para«ver» las ideas irracionales que más serepiten, y una vez que las hayamos«descubierto» procederemos a suconfrontación.

Creencias irracionales máscomunes. Tipos

1 . Los «Debería», «Tendría» y los«Condicionales»

Cuidado con las frases donde nosencontremos estas palabras o expresiones

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típicas:þ Yo debería haber terminado mi

carrera…þ Yo tendría que conseguir que todo

saliera bien…þ Si yo hubiera hecho lo correcto,

ahora no estaría así…þ Los jefes deberían ser todos

competentes…þ Mis compañeros tendrían que

mostrarse más amables conmigo…þ La sociedad debería o tendría

que…þ Los demás deberían o tendrían

que…

Ese tipo de afirmacionescontinuamente nos generan ansiedad.

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2 . Pensamientos «acientíficos»Cuando utilizamos términos como:

þ Siempreþ Nuncaþ Todosþ Nadieþ Nadaþ Necesitoþ No puedo (soportar)

Estos pensamientos tienden a lasobregeneralización. Sustituiremos estasexpresiones «acientíficas» por otras másadecuadas: «a veces», «ocasionalmente»,«de vez en cuando»…

3. Pensamientos «catastrofizantes»þ Horrible, terrible

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þ Espantoso, horrorosoþ Catastrófico, fatal

Todo lo vemos como irremediable,insuperable, espantoso…Reemplazaremos estos términos por otro»más racionales: «no es fácil, perotampoco imposible», «no es terrible, sinodoloroso»…

Debemos considerar que lospensamientos irracionales, además deestar contaminados por estospensamientos, son muy «idiosincrásicos»;es decir, en un momento determinado unapersona «aprendió» a tener miedo ameuna situación concreta; por ejemplo, subira un avión, ir de compras a una gransuperficie, entrar en espacios cerrados,conversar con determinadas personas o en

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contextos muy específicos y…, a partir deese momento, en cuanto se presentan esassituaciones, automáticamente se lesdispara su SNA y difícilmente puedencontrolarse o pensar de forma racional.

¿Cómo actuar? Evidentemente,tomando distancia y siendo consciente deesos pensamientos que disparan o activannuestra parte más irracional. Intentaremosescribirlos, y, para ello, como ya hemosseñalado en otro capítulo, un instrumentomuy valioso serán los registros. Nosobligaremos a registrar literalmente quéocurre cuando nos sentimos mal: dóndeestamos, qué hacemos, con qué personas,qué sentimos a nivel fisiológico y, lo másimportante, qué estamos pensando en esosmomentos.

En consecuencia, primera fase:

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durante una semana escribiremos todo loque nos ocurre y lo que pasa por nuestramente cuando nos encontremos mal. Paraello nos serviremos de nuestro registro.

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HOJA DE REGISTRO

Lo completaríamos y transcurridauna semana intentaríamos analizarlo. Es elmomento de hacer la confrontación y verqué ideas tenemos, contrastarlas con larealidad y, si observamos que no sonadecuadas, cambiarlas.

En definitiva, intentaremos validar o

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desechar los pensamientos irracionales;de esta forma generaremos emociones ycomportamientos más adecuados. Paraenfrentarnos a nuestrasautoverbalizaciones negativasutilizaremos fundamentalmente la«pregunta». Existen tres tipos depreguntas:

1 . Las que intentan evaluar laevidencia, la consistencia lógica y laclaridad semántica:

- ¿Dónde está la evidencia de queesto es como yo me lo digo?

- ¿Puedo probar esto que me estoydiciendo?

- ¿Puedo demostrarlo?- ¿Por qué es eso verdad?

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- ¿Es eso una buena prueba? -¿Dóndeestá escrito que eso es así?

2. Las que intentan analizar el tipode consecuencias y la trascendencia delo que pienso:

- ¿Qué ocurriría si las cosas soncomo pienso?

- ¿Por qué sería tan terrible?- ¿Qué consecuencias tendría?- ¿Puedo encontrarme bien aun

cuando esto sea así?- ¿Puedo estar contento incluso si no

tengo lo que quiero?

3. Preguntas que intentan analizara qué le conduce pensar de esa forma:

- ¿Me es rentable pensar comopienso?

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- ¿Merece la pena arriesgarme?- ¿Qué consecuencias tiene para mí

pensar de esta manera?- Si pienso asá, ¿soluciono mis

problemas?Una vez que hemos «confrontado»

nuestros registros, normalmenteempezamos a ser conscientes de algunasde nuestras ideas irracionales, pero laverdad es que al principio nos cuestamucho «cazarlas», y sentimos una«resistencia natural» a aceptar que nosestamos equivocando.

No obstante, aunque es menos usual,también hay personas que rápidamenteven sus ideas irracionales, pero se sientenincapaces de conservar un buen nivel decontrol; saben lo que les pasa, pero ¡nopueden evitar sentirse mal!

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Por regla general, después de laprimera semana, una vez explicados yanalizados los registros de formaconjunta, si vemos que la persona ya escapaz de ver bastante bien sus ideasirracionales pasamos a un segundoregistro para que pueda establecer lacorrespondencia entre el pensamiento y laemoción que siente. Este registro nospermitirá asimismo medir la intensidad denuestras emociones y, con ello, veremoscómo «nos disparamos» cuantío vienen ala mente determinados pensamientos y,por el contrario, cómo transcurridas unashoras, esa emoción que parecía insufrible,desciende de forma muy significativa.

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SEGUNDA HOJA DEREGIS TRO

Una vez realizado este segundoregistro podremos comprobar cómorespondemos. ¿Nos alteramos mucho, yluego nos «desinflamos» como un globo?

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O ¿seguimos desesperados todo el día?En cualquier caso, este registro siempreresulta de gran ayuda; las personasempiezan a ser conscientes de cómo suspensamientos se repiten, pero, a pesar deello, cada día los vuelven a vivir como sifueran «nuevos» y se machacan como siese momento fuera a ser eterno.

Un hecho crucial en estos registroses el periodo que pasa desde que nosempezamos a encontrar mal hasta que nosdamos cuenta y somos conscientes de ello;es decir, cuando nos ponemos a pensarqué está pasando por nuestra mente, ¿hatranscurrido mucho tiempo desde que nossentimos mal o, por el contrario, casi esinstantáneo? Lógicamente, cuanto menossea el tiempo que transcurre desde quenos encontramos mal hasta que somos

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consciente de ello más rápidoavanzaremos en nuestro proceso.

Si tenemos facilidad para darnoscuenta rápidamente de lo que nos pasa, siademás sabemos confrontar ya muy biennuestros pensamientos y vemos losprimeros resultados, si sentimos quevamos controlando nuestras emociones,¡perfecto! Continuaremos escribiendo yracionalizando nuestros pensamientos.Pero si vemos que es imposible, que pormucho que nos esforzamos no avanzamos,¡deberemos emplear otras técnicas!

Dependiendo del nivel de respuestade cada persona necesitaremos hacersiempre «un traje a medida»; es decir,algunas personas reaccionarán muy bienenseñándoles a relajarse o practicandorespiración diafragmática; otras

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funcionarán racionalizando suspensamientos y dándoseautoinstrucciones; por el contrario,muchas personas necesitarán algo «másfuerte» y tendrán que practicar parada depensamiento.

Ya hemos comentado al comienzo deeste capítulo que el medio escrito nopuede sustituir a la eficacia que se obtienecon las prácticas in situ. Por otra parte,no existen reglas universales, cadapersona es única y necesita su«tratamiento específico». No obstante,vamos a tratar de exponer, de formabastante resumida pero clara, algunastécnicas y procedimientos que puedenayudarnos a conseguir este objetivo.

¿QUÉ HACER CUANDO

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ESTAMOS BLOQUEADOS?

Según sea el tipo de bloqueo queexperimentemos, podremos controlarlocon relajación, respiración diafragmática,terapia racional emotiva, parada depensamiento…

Como siempre, utilicemos unejemplo. Estamos en un examen yempezamos a ponernos nerviosos:sentimos un nudo en el estómago, sudamossin parar, no podemos dejar de pensar:«Lo voy a suspender», «Estoy nervioso»,«Si suspendo me muero»…, ¿Qué es loque nos está pasando? Pues que se nos haactivado el SNA y nos está provocandoesa conducta de ansiedad.

Lo que necesitamos en ese momentono es ponernos a hacer relajación, porque

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no arreglaríamos nada; tenemos quedesactivar el SNA de forma física, y paraeso vamos a tener que utilizar unprocedimiento específico: la parada depensamiento.

La parada de pensamiento

Ya hemos comentado que el SNA esel encargado de nuestra supervivencia, yse tiene que activar ante situaciones depeligro; lo que ocurre es que al pensar lohorrible que va a ser el examen harecibido orden de actuar, pues como yahemos repetido numerosas veces, él nodistingue los mensajes verdaderos de lassimples exageraciones y, por desgraciapara nosotros, con mucha frecuencianuestros pensamientos internos son poco

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racionales.En consecuencia, podemos ser

conscientes de que se está produciendoesta situación:

1. A través de la detección delpensamiento problema.

1. Mediante la constatación de unaalteración fisiológica.

¿Qué podemos hacer paradesactivarlo? Podemos darnos una ordeny decir ¡BASTA!, pero a veces no essuficiente; en esos casos provocarnos unapequeña emergencia para que ese SNAtenga que acudir (supuestamente asolucionarla) y, de paso, se desconecte ynos permita volver a tener el control. Porejemplo, podemos producir una

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activación fisiológica alternativa siapretamos fuertemente las manos yentrelazamos los dedos. ¿Quéconseguimos con esto? Provocar unasituación de alarma, pues impedimos lacirculación normal de las manos. Estohace que el SNA tenga que desconectarsedé lo que estaba haciendo (en nuestrocaso bloquearnos ante el examen), paratratar de solucionar el pequeño problemacirculatorio que hemos creado.

Con este procedimiento, enapariencia rudimentario pero muy eficaz,hemos conseguido desenganchar nuestroSNA. A partir de ese momento tenemosque hacer algo para evitar que lospensamientos que nos estaban provocandola ansiedad («Lo voy a suspender»,«Estoy nervioso», «Sí suspendo me

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muero»…) vuelvan a actuar.¿Qué podemos hacer? En el ejemplo

que nos ocupa ¡podríamos darnosinstrucciones del estilo de: «Coge elbolígrafo, respira profundamente, estiralos músculos, cierra y abre los ojos variasveces, lee de nuevo la pregunta, escribecuatro palabras claves sobre ella que tesirvan de esquema y recuerdo de losaspectos más importantes, y ¡ponte acontestarla pensando sólo en lo que vas adecir!» En los casos en que la actividadque estábamos haciendo no sea tanurgente, podremos tratar de centrarnuestra mente en otras actividades queimpidan que de nuevo el SNA seconcentre en esos pensamientos que tantole perturban. Para ello nos valdremos deaquellas actividades que más útiles nos

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resulten; las podemos realizar desde elpiano físico (salir a la calle, pasear,llamar a alguien por teléfono…), o mental(restar de siete en siete, a partir de 200;decir listas de países…). Hay personasque se ponen a ver la tele en esosmomentos, o miran una revista, o seenganchan con la lectura de un libroapasionante…; en cualquier caso, se tratade realizar una actividad muy distractora.

A continuación pondremos algunosejemplos, pero antes queremos hacer unapuntualización: una de las dificultades dellenguaje escrito es que las cosas se tomenS pie de la letra»; no se trata de quesigamos literalmente k» ejerciciospropuestos, debemos tomadossimplemente como ejemplos que puedenayudarnos a encontrar aquellas

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actividades que, en fundón de nuestrocarácter, circunstancias y característicaspersonales, nos resulten más útiles. Hacerlo contrario sería trivializar una técnicaque, por otra parte, en la práctica siemprenos ha resultado muy útil.

.

¿Y después? Una vez conseguido elcontrol de nuestra ansiedad y que

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sintamos que nuestro pulso es normal,respiramos tranquilamente, no tenemospresión en el pecho…, continuamos con loque estábamos haciendo pero,recordemos, para centrar nuestra atencióndeberemos darnos órdenes muy precisas yconcretas.

A veces la parada de pensamientoresulta muy eficaz y las personas sesienten liberadas de tensión rápidamente;no obstante, cuando nuestra mente estápresa de pensamientos muy repetitivos,las paradas de pensamiento deberánrealizarse con mucha frecuencia paraconseguir desconectar el SNA.Lógicamente, podemos mostrar ciertocansancio si tenemos que repetir latécnica cada 40 minutos, dado el umbralde ansiedad que permanentemente

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parecemos tener; afortunadamente, larealidad nos demuestra que estos ensayos,al repetirse tanto, se graban rápidamente ypronto, en el transcurso de pocas semanas,la gente experimenta avances muysignificativos.

En otras ocasiones podemosencontrarnos con un peligro importantecuando se ha producido una mejoría muyrápida. La razón es obvia, no le ha dadotiempo a sus procesos mentales ainteriorizar, grabar y mecanizar la paradade pensamiento; por lo que, tarde otemprano, en cuanto se dan una serie decircunstancias negativas, la persona puedeexperimentar un claro retroceso que lehaga dudar de la eficacia del trabajo queestaba realizando. Aquí seráimportantísimo que no decaiga, que no ¡se

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venga abajo!, porque seguro que lo puedeconseguir; pero no pretendamos que endos días nuestra mente funcione como sinos la hubieran trasplantado. Tendremosque repetir muchas «paradas depensamiento» antes de conseguir cambiardeterminados hábitos, pero al final ¡habrámerecido la pena!

Como regla, podríamos decir quecuando sintamos que nos encontramos enlas primeras fases de ansiedadnormalmente nos dará buen resultadoaplicar la «confrontación» de lospensamientos irracionales; pero si vemosque cuando somos conscientes de nuestrasituación, la ansiedad ya se ha disparado,en esos casos practicaremos la parada depensamiento. Igualmente, en muchasocasiones convendrá que completemos

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esta técnica con otra de las principalesayudas que tenemos a nuestro alcance: larelajación.

Ya hemos comentado que larelajación puede ser contraproducentecuando estamos en situaciones de máximaansiedad; a veces puede contribuir adisparar aún más esa ansiedad, pero, sinduda, nos será muy útil en otrosmomentos, cuando aún conservamoscierto control, o cuando estamos alcomienzo de un estado ansiógeno.

La relajación no tiene nada demisterioso, pero de nuevo no forma partedel repertorio de cosas que nos enseñande «pequeños», por lo que muchaspersonas no han tenido ocasión depracticarla. Existen muchas técnicas derelajación; vamos a tratar de exponer una

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de las más sencillas.

¿CÓMO APRENDER ARELAJARNOS?

Vamos a exponer una de las técnicasde relajación que más utilizamos.

Técnica de relajación muscularprogresiva

Mi lugar

Procuraremos estar en una habitacióntranquila, con una luz tenue, y carente deruidos y distracciones. La práctica puederealizarse en una silla o sillón que permitaapoyar la espalda, así como espaciosuficiente para extender las piernas en

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línea recta. La temperatura de lahabitación ha de ser confortable yconviene que nos desprendamos de ropasincómodas o que nos aprieten demasiado.

El procedimiento

El primer paso consiste en leersetodo el ejercicio y familiarizarse con elmétodo y con los grupos de músculos quenos dispongamos a relajar. Al principioesto puede parecer un poco complicado,pero al final de la primera sesiónconoceremos todo el procedimiento y lopodremos realizar con bastante facilidad.Para ayudamos, hemos dividido losgrupos en seis zonas principales delcuerpo, que son:

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Grupo M- Manos y brazos.Grupo N- Nuca, hombros y cuello.Grupo O- Ojos, cejas y frente.Grupo C- Cuello, lengua, labios y

maxilares y boca.Grupo T- Tronco (pecho y

abdomen).Grupo P- Piernas, pies y glúteos.

Podemos recordarlo memorizando lasiguiente frase

nemotécnica:

Mamá No Oye Cómo Toca Papá

Como podemos ver, la primera letrade cada una de las palabras de la frase secorresponde con una de las seis par- íesdel cuerpo. Este ejercicio nemotécnico y

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una cuidadosa lectura del texto nospermitirá completar la primera sesiónpráctica sin demasiadas dificultades.

El procedimiento es muy simple.Consiste en ir concentrándose en cada unode los grandes grupos de músculos de lasseis partes del cuerpo, tensándolos yrelajándolos alternativamente. Notardaremos en aprender la diferencia queexiste entre tensión y relajación. Perodebemos concentrarnos en el acto dedesplegar los músculos. Aun cuandopensemos que ya están relajados,trataremos de nuevo e intentaremosrelajarlos todavía un poco más. Sintamoscómo los músculos se nos hacen cada vezmás y más pesados. Debemosconcentrarnos en cada uno de los gruposde músculos durante un periodo

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aproximado de medio minuto.Durante este tiempo quizá los

músculos comiencen con un hormigueo ylos sintamos ligeramente fríos. Nodebemos preocuparnos, es una partenormal del proceso de relajación. Cuandorealicemos los ejercicios de respiraciónpara tensar y relajar los músculos delpecho comprobaremos que la inspiraciónproduce tensión y la espiraciónrelajación. Cuando relajemos estos gruposde músculos estaremos respirando deforma sencilla y ligera, pero en cadaocasión que exhalemos intentaremosrelajarnos un poco más profundamenteque la vez anterior. Aprenderemos aasociar la exhalación con relajación.

Una vez relajados todos los gruposde músculos, permaneceremos serenos y

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quietos, y trataremos de formarnos unaimagen mental de alguna escena tranquilay suave. Puede ser un río rodeado de unavegetación exuberante, o una playa cáliday desierta, o la imagen de las olas rolandolentamente en una bahía tropical. O puedetratarse simplemente de un conjunto decolores suaves. Al principio, es posibleque nos resulte difícil mantener estaescena mental durante algunos segundos,pero con la práctica cada vez será másfácil la utilización de estas imágenes, quenos sirven para aumentan nuestrasensación de bienestar y relajación.

Los ejercicios

Cada persona deberá leer eldesarrollo de todos estos ejercicios y

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mantendrá en su memoria la frasenemotécnica para ayudarle a recordar losgrupos de músculos implicados.

Mamá No Oye Cómo Toca Papá

En nuestro caso, y dado que estamosen un soporte escrito, sería aconsejableque grabásemos en una cinta todo elproceso de relajación. Aunque lo hemostranscrito en tercera persona, convieneque lo hagamos refiriéndonos a nosotros.Ejemplo: «Dobla los brazos por los codospara tensar los músculos de la parteanterior de los brazos.»

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Relajación

Grupo m (manos y brazos)

?puños: Cierre los puños todo lofuerte que pueda durante cinco segundos ysienta la tensión que esto produce.Después, relájelos por completo y note ladiferencia entre la tensión y la relajación.Concéntrese en desplegar los músculosdurante aproximadamente un minuto.

Parte anterior de los brazos: Ahoradoble los brazos por los codos para tensarlos músculos de la parte anterior de losbrazos. Mantenga esta posición duranteunos cinco segundos y después relájese ydeje colgar los brazos a lo largo de su

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cuerpo. Continúe desplegando losmúsculos y concéntrese en la sensación dedejarse ir durante medio minuto, más omenos.

Parte posterior de los brazos: Enesta ocasión debe extender los brazostodo lo rígidamente que pueda. Sienta latensión en la parte posterior de sus brazosdurante cinco segundos y despuésrelájese. Extienda los brazos a lo largo desu cuerpo y siga dejando que los músculosse desplieguen durante aproximadamentemedio minuto.

Grupo n (nuca, hombros y cuello)Hombros: Encoja los hombros,

elevándolos hacia la nuca todo lo quepueda y sintiendo la tensión en ellos.Mantenga esa misma posición durante

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cinco segundos y después relájese. Dejeque sus hombros caigan y se despleguen.Mantenga esa sensación de dejarse llevardurante medio minuto.

Nuca: Puede tensar estos músculosapretando la parte posterior de la cabezacontra el respaldo del sillón osimplemente echando la cabeza haciaatrás, todo lo fuerte que pueda, duranteunos cinco segundos. Sienta la tensión ydespués vuelva la cabeza a la posicióninicial, relajando la nuca y sintiendo cómosu cabeza descansa suavemente.Concéntrese en la sensación de dejarsellevar durante el siguiente medio minuto.

Cuello: Gire la cabeza hacia suderecha y ponga en tensión los músculosdel cuello durante cinco segundos. Acontinuación, vuelva la cabeza a la

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posición de partida y concéntrese en losmúsculos del cuello durante mediominuto. Seguidamente realice el ejerciciosimétrico del anterior, girando la cabeza asu izquierda y poniendo los músculos delcuello en tensión durante cinco segundos,para después volver la cabeza a laposición inicial y relajar de nuevo losmúsculos durante medio minuto,concentrándose en ellos.

Grupo o (ojos, cejas y frente)

Frente y cuero cabelludo: Ponga entensión estos músculos elevando las cejascomo en un signo marcado deinterrogación. Trate de elevar las cejastodo lo que pueda y mantenga esa mismaposición durante unos cinco segundos.

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Sienta la tensión y después relájesedurante medio minuto. Note la diferenciaexistente entre la tensión y la relajación yconcéntrese en la sensación de dejarsellevar.

Mantenga los ojos cerrados oquietos, mirando directamente haciadelante.

Ojos y cejas: Ponga en tensión lascejas frunciéndolas todo lo intensamenteque pueda, al mismo tiempo que cierracon fuerza los ojos. Mantenga esa mismaposición de tensión durante cincosegundos y después relájese. Sienta elalivio de dejarse llevar y siga suavizandola caída de las cejas. Durante el mediominuto siguiente, concéntrese únicamenteen estos músculos.

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Grupo c (cuello, lengua, labios,maxilares y boca)

Boca y labios: Los músculos de loslabios y del rostro pueden ser tensadospresionando fuertemente los labios entresí. Mantenga esta posición durante cincosegundos y después relájese. Deje que suslabios descansen juntos y siga notando lasensación de dejarse llevar duranteaproximadamente medio minuto.

Maxilares: Pueden ser tensadosapretando los dientes (como si estuvieramordiendo algo entre las muelas) durantecinco segundos. Sienta la tensión en lamandíbula y después relaje los músculos.Finalmente, separe ligeramente losdientes, de modo que no se produzcaninguna tensión en la mandíbula y sienta el

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alivio de dejarse llevar durante elsiguiente medio minuto.

Cuello y lengua: Estos músculospueden tensarse colocando la punta de lalengua sobre el paladar y presionandohacia arriba todo lo fuerte que puedadurante unos cinco segundos. Sienta lasensación de dejarse llevar y deje que sulengua se hunda en el fondo de su boca.Mantenga la sensación de relajacióndurante aproximadamente medio minuto.

Grupo t (tronco: pecho y abdomen)

Pecho: Respiración profunda. Hagauna inspiración profunda y contenga larespiración durante cinco segundos.Sienta la tensión en el pecho y despuésexhale el aire, concentrándose en la

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sensación de dejarse llevar. Acontinuación, vuelva a respirarprofundamente. Sienta la tensión.Contenga la respiración durante unoscinco segundos, exhale y relájese.Mantenga la respiración superficial yrelájese como antes. Cada vez que exhaleconcéntrese en la sensación de alivio dedejarse llevar. Continúe practicando esteejercicio durante el minuto siguiente.

Estómago-abdomen: Encoja losmúsculos situados alrededor de la zonadel estómago como si se estuvierapreparando para recibir un golpe. Sientala tensión mientras los músculos estánencogidos y rígidos. Mantenga estaposición durante unos cinco segundos.Después, relájese y deje que los músculosdel tronco se distiendan durante medio

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minuto.

Grupo p (piernas, pies y glúteos)

Glúteos: Presione uno contra otrodurante cinco segundos, y a continuaciónrelájelos durante el medio minutosiguiente.

Piernas y pies: Ténselosextendiendo las piernas hacia adelante ydirigiendo los dedos de los pies haciaabajo. Mantenga esa misma posicióndurante cinco segundos. Sienta la tensiónen sus piernas y pies y después relájesepor completo. Sienta cómo la tensión vadesapareciendo de sus piernas y caderas ysiga dejándose llevar, desplegando losmúsculos durante el siguiente mediominuto. A continuación repita el ejercicio

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pero tirando de las puntas de sus pieshacia arriba, y después relájelos denuevo.

Repaso mental de todo el cuerpo:Durante los dos o tres minutos siguienteshaga un repaso mental de todos y cada unode los grupos musculares que ha idotensando y relajando, de modo que puedarelajarlos aún un poco más. Basta paraello con que se concentre alternativamenteen los músculos, en el orden en que lohizo la primera vez (manos, brazos,hombros…, hasta terminar por las piernasy los pies).

A continuación exponemos de formamuy resumida otra de las técnicas derelajación más utilizada: la respiracióndiafragmática.

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Respiración diafragmática oabdominal

Nadie puede negar que nos pasamosla vida respirando, pero ¿hemos dedicadoalgún tiempo de esa vida a aprender arespirar de forma correcta?

La respiración más completa es ladiafragmática. Sin embargo, normalmenterealizamos una respiración pulmonar,torácica y superficial. Este hecho provocaque la respiración sea deficitaria.

Por el contrario, un control adecuadode nuestra respiración constituye una delas estrategias más sencillas para hacerfrente a las situaciones de estrés, ymanejar los aumentos que tienen lugar enla activación fisiológica.

Podemos acercarnos a la respiración

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diafragmática a través de tres fases:1. Localización del diafragma. Para

ello nos ayudaremos colocando nuestrasmanos en el abdomen.

2. Respiración diafragmática conpresión de las manos sobre el abdomen.

3. Respiración diafragmática libre.Una vez que ya hemos conseguidorealizar la respiración diafragmática conla ayuda de las manos, procederemos aretirarlas gradualmente para conseguir larespiración automática.

Ejercidos de respiracióndiafragmática o abdominal

1. Inspire dirigiendo el aire a la zonadel abdomen.

2. Para ello coloque las dos manos

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sobre el abdomen, justo donde terminanlas costillas. Si realiza el ejerciciocorrectamente percibirá un claromovimiento sobre las manos, pero no enel pecho ni en los hombros. (Presione lasmanos sobre el abdomen en el momentode espirar, como si contrajera el vientre; acontinuación dirija el aire que aspira aesa zona del vientre, donde usted siente sumano; hágalo como si quisiera empujar sumano hacia fuera; recuerde que al respirarusted deberá sentir cómo se mueve elabdomen, pero no el pecho).

3 . Continúe respirando de estaforma, lenta y pausadamente.

4 . A continuación, retire las manosdel abdomen y siga respirando del mismomodo.

5. Imagine que los dos tiempos de su

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respiración (inspiración y espiración) sonlos suaves movimientos de una ola quellega a la playa y a continuación se retira:

- Inspiración - llegada de la ola.- Espiración - retirada de la ola.

Practicaremos la respiracióndiafragmática tanto como nos sea posible.Es normal que al principio nos resulte unpoco molesta (exageramos demasiado losmovimientos), pero pronto aprenderemosa ejecutarla de forma correcta ysentiremos los beneficios de su uso.Podemos potenciar los efectos positivosde la respiración diafragmática cuandounimos a la misma la visualización (comoen el caso de las olas). Cada personaintentará visualizar lo que más le relaje o

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le produzca mayor satisfacción; seconcentrará en esa imagen y disfrutará dela sensación general de relajación.Mantendrá esa sensación en la mente todolo que pueda, sintiendo cómo se varelajando más y más. Durante este periodomantenga los ojos cerrados y trate de veren su mente la imagen agradable. Al cabode unos minutos abra los ojos y vuelva amover el cuerpo lentamente. Acontinuación, levántese y reanude sustareas.

La respiración diafragmática se hamostrado especialmente útil en lareducción de los efectos causados por lahiperventilación: mareos, vértigos,taquicardia, sensaciones de ahogo,palpitaciones, tensión muscular…

Lógicamente, cuando practiquemos

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la relajación, intentaremos que en todomomento nuestra respiración seadiafragmática; aunque tampoco nosobsesionaremos por este hecho, porqueentonces podríamos en dificultad lapropia relajación.

Otra de las técnicas que máspodemos utilizar son lasautoinstrucciones.

Las autoinstrucciones

Las autoinstrucciones sonsimplemente órdenes que damos a nuestrocerebro con el fin de «ponerlo a nuestrofavor». Ya hemos visto cómo podíahacerse en el caso del bloqueo ante elexamen; en ese supuesto aplicábamosprimero la parada de pensamiento, y luego

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nos dábamos autoinstrucciones paraconseguir centrar nuestra mente en unaactividad que no podíamos abandonar, ypara la que queríamos alcanzar un buenrendimiento intelectual. Recordemos quenuestra mente no distingue entre larealidad y lo que pensamos, de tal formaque «se cree todo» y trata de obedecernos«a su manera».

Imaginemos que Juan está realizandouna tarea rutinaria y mientras, sin serconsciente de ello, está pensando: «¡Quémala persona es Bautista!», «Seguro queaprovecha la mínima oportunidad paraponerme a bajar de un burro», «Ayerestuvo hablando con el jefe, ¡a saber loque le diría!», «La envidia no le dejavivir; además, es un inepto, pero como lehace la "pelota" al jefe, encima está bien

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considerado», «Ahora seguro que estádetrás de mi puesto», «¡Vaya papeleta!Tengo que verle a él y al jefe dentro demedia hora, ¡la que me pueden habermontado!»… ¿Qué creemos que puedesentir Juan, en medio de estospensamientos? Lo más normal es que suSNA se haya conectado y sienta sucorazón acelerado, su respiraciónalterada, cierta presión en el pecho…Cuando Juan vaya a ver a su jefe y aBautista, ¿creemos que lo hará relajado ycon buen ánimo, o entrará buscando desdeel principio cualquier indicio que leconfirme sus temores?

¿Cuántas veces nos ha ocurrido quenos habíamos imaginado algo y, aunquefinalmente no hubiera pasado, durante untiempo sentimos claramente la ansiedad

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dentro de nosotros?Pensemos en un ejemplo que me

contaba hace unos días una persona en laconsulta. Había registrado todos losmomentos de ansiedad en las dos últimassemanas; la verdad es que estabapracticando muy bien la «parada depensamiento» y la «confrontación», perouna de las veces que se habían disparadotodos sus mecanismos de ansiedad lehabía resultado muy difícil conseguir elcontrol que deseaba; la situación habíasido la siguiente:

Era una de esas noches oscuras yfrías de invierno, hacia las 00.30 horas;ella y su marido acababan de terminarde cenar en casa de unos familiares, y semarcharon a recoger su coche, que

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estaba aparcado en un descampado,situado a cierta distancia y donde noparecía haber nadie. Al llegar seencontraron con su coche bloqueado porotro automóvil, y con un grupo dejóvenes de mal aspecto, metidos en elcoche que estaba situado justo detrás delsuyo. Nada más entrar ellos en su cocheuno délos jóvenes se bajó del coche deatrás y venía hacia ellos…, en esosmomentos a nuestra protagonista lefaltaba el aire, su corazón se salía delpecho…y ya se veía asaltada por loscuatro chicos «de mala pinta»; larealidad es que el joven en cuestión pasóal lado de ellos y se subió en el coche dedelante, justo el que les estababloqueando la salida, lo movió y ellos¡pudieron marcharse!

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Al cabo de quince minutos nuestraprotagonista aún no había conseguidorespirar con normalidad: ¡su mente lehabía jugado una mala pasada!Lógicamente, al creer que iban | sufrir unaagresión, se le había disparado su SNA ylo había hecho con todo su repertorio;aunque al final vio que la realidad habíaresultado muy diferente, sin embargo, nopodía controlar aún sus reaccionesfisiológicas, y no podía hacerlo porque laimagen de los tres chicos y del joven quehabía salido del coche de atrás se le veníauna y otra vez a la cabeza.

En definitiva, nuestra mentecontinuamente se nutre de pensamientos;algunos absolutamente inofensivos, perootros resultan tan estresantes como

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inadvertidos. Es obvio que debemosintentar un mayor control sobre esospensamientos. Una forma de conseguirlo,sin pasarnos el día «alertas», intentando«cazar» pensamientos desestabilizantes,será a través de dos vías: una preventiva yotra paliativa:

1. Induciremos en nosotros una seriede pensamientos positivos quecontribuyan a contrarrestar los negativosque se nos escapan; de esta forma, a pesarde los pensamientos espontáneosperturbadores, conseguiremos «llevar ladelantera» y pondremos nuestra mente a«nuestro favor».

2. Nos daremos órdenes en elmomento justo en que sintamos losprimeros síntomas de ansiedad; estasórdenes obligarán a nuestra mente a

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fijarse en cosas o actividades que seránincompatibles con los pensamientos«preocupantes» que estaba alimentando.

Esto, que parece una tontería, es unatécnica de enorme valor. Si nosacostumbramos a decirnos frasespositivas en diversos momentos del día, yreconducimos nuestra mente cuandoempieza a bloquearse con pensamientosdesestabilizadores, ¡no sabemos lacantidad de defensas y de recursos queestamos generando!

Suelo aconsejar que nos digamos lasautoinstrucciones (órdenes) antesituaciones de tensión, pero también quenos digamos frases positivas uniéndolas adeterminadas rutinas. Por ejemplo,mientras nos duchamos, cuando vamos

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hacía el trabajo, cuando nos vestimos, nosdesnudamos, mientras comemos…; de esaforma las automatizaremos y estaremosfortaleciendo nuestro autocontrol.

Por el contrario, cuando nosencontremos en situaciones difíciles, nosformularemos directamente órdenes,recordando que éstas deberán reunir unaserie de características:

a) Ciertasb) Brevesc) Pocasd) Enunciadas preferiblemente en

positivo

De la misma forma que lasautoinstrucciones, otra técnica que pasadesapercibida es el autorrefuerzo.

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El autorrefuerzo

Como su nombre indica, consiste enadministrarnos refuerzos; es decir, en«premiarnos» ante determinadassituaciones o después de algunasconductas. Si lo pensamos un poco, nosdaremos cuenta de que, en general, noestamos acostumbrados aautorreforzarnos; sin embargo, ¿con quéfacilidad nos regañamos!

De nuevo la educación que hayamospodido recibir, las costumbres imperantesa nuestro alrededor, los modelos deconducta que hayamos tenido…, así comonuestro propio carácter, habráncontribuido en mayor o menor medida aque seamos unas personas que nos

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premiemos con cierta facilidad, o noscastiguemos continuamente. Puede ocurrirque apenas estemos utilizando uno de losmecanismos que más contribuyen amejorar nuestra seguridad y autoestimapersonal.

Cuando reforzamos una conducta éstatiende a repetirse. Por tanto, parece lógicoque, si nos cuesta mucho hablar enpúblico, una vez que lo hemos hechodebemos reconocérnoslo ampliamente;nos felicitaremos por ello, nos diremosfrases del tipo: «¡Lo he conseguido!»,«¡Lo he hecho bastante bien!», «¡Lapróxima vez me resultará más sencillo!»,«¡Lo logré!»… En algunas ocasiones locomunicaremos también a las personasmás cercanas o más significativas paranosotros y, si lo estimamos adecuado,

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podemos premiarnos con alguna cosaextra; por ejemplo, con la cena que nosgusta, con una película, con un libro;aunque autorrefuerzo no significanecesariamente comprarnos cosas, enabsoluto, recordemos siempre que elmejor refuerzo es el refuerzo social (elreconocimiento nuestro o de las personasque nos rodean).

En definitiva, depende de cómo nosencontremos y en qué circunstancias,podremos utilizar una serie de técnicas yrecursos que mejoren nuestro autocontrol.En muchas ocasiones utilizaremos unacombinación de las diferentes técnicas:

1. Percibir la «señal» de ansiedad +Confrontación

2. Stop. Parada de pensamiento

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3. Relajación + Respiracióndiafragmática

4. Autoinstrucciones5. Autorrefuerzo por la aplicación de

la técnica

En los casos en que estamospracticando el autocontrol siempre insistoen que tengamos cuidado con lo quenuestro cuerpo, a nivel físico, nos pide.Es lógico que en esos momentos no nosapetezca hacer nada y sólo deseemos quenos dejen en paz y tranquilos en nuestracasa; pero sería un error hacerlo. Justo enesas situaciones es importante que nosmantengamos activos, que salgamos decasa, que nos obliguemos a hacer algunasactividades. Sin duda, hay muchas cosasque habitualmente nos ayudan a sentirnos

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bien, será el momento de recordarlas y de«ponernos en marcha».

Por otra parte, cuando sintamos quenos cuesta mucho confrontar nuestrasideas irracionales, aquellas que nospreocupan, ¡no nos empeñemos en seguirhaciéndolo! Es preferible que nosobliguemos a centrar nuestra atención enotra cosa. Las personas próximas nosayudarán más cambiándonos deconversación que escuchándonospacientemente como repetimos, una y otravez, lo que nos hace sentirnos mal.

Cuando nos sintamos flojos, lejos de«regañarnos», nos animaremos ypremiaremos con generosidad. Pero todasestas técnicas estarían incompletas, si nointentamos desarrollarlas utilizandonuestros mejores recursos, a saber:

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1. El razonamiento lógico/El sentidocomún

2. El sentido del humor/La alegría3. La empatia4. La esperanza5. La motivación6. La ilusión7. La afectividad8. La felicidad

cómo reafirmarnos. la asertividadLa asertividad es la capacidad de

autoafirmación personal, entendidacomo la expresión directa de los propiossentimientos, necesidades, derechoslegítimos u opiniones, sin amenazar ocastigar a los demás y sin violar losderechos de esas personas.

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Ser asertivos significa serautoafirmativos; es decir, ser capaces deexpresar lo que queremos, lo quesentimos, sin herir a los demás.Personalmente, diría que la personaauténticamente asertiva es la que sabeescuchar, la que sabe transmitir lo quepiensa, lo que desea; la que sabe respetarlos sentimientos y las opiniones de la otrapersona y la que, en el transcurso de unacomunicación interpersonal, sabe crear unambiente de cordialidad y confianza.

Muchas personas son«espontáneamente» asertivas; otras, por elcontrario, están llenas de dudas, deansiedad, de inseguridad… y se sientenincapaces de expresar sus opiniones, sussentimientos… Estas personas, desde elpunto de vista de salud, están en continuo

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peligro; se sienten permanentementeinsatisfechas y condicionadas.

En los cursos de formaciónensayamos las conductas asertivas hastaque se automatizan; es decir, hasta quepasan a formar parte del repertoriohabitual de las personas. Damos muchaimportancia al desarrollo de esta conductaporque constituye un eje esencial en ellogro del autocontrol, del equilibrio, de laseguridad y estabilidad emocional quebuscamos.

Sentimos de nuevo como «una losa»la limitación del medio escrito; noobstante, trataremos de expresar lasprincipales características de las personasasertivas:

1. Expresan sus deseos o

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sentimientos, tanto positivos comonegativos, con claridad.

2 . Repiten su deseo tantas vecescomo sea preciso.

3 . Dicen «no» cuando desean, sinponer excusas.

4. No mienten.5. Nunca discuten.6. Aceptan críticas.7. Comprenden la postura del otro.8. Llegan a acuerdos, negocian;

ofrecen alternativas.9. Piden información.10. 20 Dan información.11. 21. Hacen confidencias

personales.

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Estilos decomportamiento

Continuo de comportamiento asertivo

En el otro extremo estarían laspersonas agresivas, las personas quemachacan, las que no saben respetar alotro y actúan de forma tan injusta comoirracional. A continuación trataremos devisualizar, de forma esquemática, losestilos de comportamiento inhibido,asertivo y agresivo.

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No podemos ensayar siempre con lariqueza que quisiéramos las conductasasertivas, pero si «registramos» nuestroscomportamientos (utilizando los registrosque hemos expuestos en este capítulo),veremos claramente si son asertivos,inhibidos o agresivos. Si no estamos en elcentro del cuadro, trabajemos al máximonuestro autocontrol, para que nosacerquemos todo lo posible a losobjetivos deseados.

No obstante, no hemos de centrarnossólo en la asertividad; intentaremosaproximarnos a otra de las característicasde las personas «sanas»: la tendencia aalcanzar la felicidad.

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CÓMOACERCARNOS A LAFELICIDAD

Según Mihaly Csikszentmihaly*, lafelicidad no es algo que sucede, niparece depender de los acontecimientosexternos, sino más bien de cómo losinterpretamos. El mismo autor insiste enque las personas que saben controlar suexperiencia interna son capaces dedeterminar la calidad de sus vidas. Estaafirmación está en la línea de Cohén, «elcambio se realiza de dentro hacia afuera».A través de sus investigaciones haintentado comprender cómo se sentían las

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personas cuando más disfrutaban.Los individuos objeto del estudio

fueron primero los que él denominaexpertos de distintos campos: artistas,atletas, músicos, maestros del ajedrez ycirujanos. Personas que parecían dedicarsu tiempo a cosas que les gustaban. Apartir de sus respuestas se elaboró unmodelo teórico sobre la experienciaóptima basada en el concepto flujo.

Flujo es el estado en el que laspersonas se hallan tan involucradas enla actividad que nada más pareceimportarles,

A continuación se repasan losobstáculos que impiden poner orden anuestra conciencia.

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þ El universo no fue diseñadopensando en la comodidad de los sereshumanos

þ El planeta Tierra, que puede sertan idílico, ha sido un medio hostil para elhombre. Para sobrevivir en él, hombres ymujeres han tenido que luchar

*, Mihaly Csíkszentmihaiy, Fluir(Flow), una psicología a la felicidad,Kétót, Barcelona, 1990.

durante millones de años contra elhielo, inundaciones, animales salvajes…

Cada vez que evitamos un peligroque nos acecha una amenaza mássofisticada aparece en el horizonte… Ala vez que vencemos algunasenfermedades surgen otras másvirulentas.

þ Los procesos naturales no tienen

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en cuenta los deseos humanos. Son comoel azar, en contraste con el orden queintentamos establecer.

þ El universo no es hostil, perotampoco es amigable, sencillamente esindiferente (J. H. Holmes).

þ El caos es uno de los conceptosmás antiguos que hallamos en los mitos yen la religión.

þ No es mucho lo que podemoshacer como individuos para cambiar elmodo en que actúa el universo. No sonposibles los grandes cambios en eldestino de la humanidad hasta que tengalugar un gran cambio en la constituciónfundamental de su modo de pensar (J. S.Mili) el cambio de dentro hacia afuera.

þ Cómo nos sentimos, la alegría devivir, dependen en último término y

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directamente de cómo la mente filtra einterprétalas experiencias cotidianas.Somos lo que pensamos.

þ Los objetivos vitales son simples.El problema existe cuando las personasestán tan obsesionadas en lo que quierenconseguir que ya no obtienen placer con elpresente. Cuando esto sucede, pierden suoportunidad para contentarse.

V Frente a ese modelo, muchosindividuos tienen ganas de vivir, estánabiertos a una gran variedad deexperiencias, siguen aprendiendo hastael día de su muerte y tienen fuertes lazosy compromisos con otras personas y conel entorno en que viven. Su fuerza tal vezresida en que controlan sus vidas. Denuevo volvemos al mismo punto, sicontrolamos nuestras vidas será más fácil

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que alcancemos la felicidad.

Ya sabemos algunas técnicas yprocedimientos útiles para que elautocontrol no sea algo imposible.¡Pongamos en marcha lo aprendido yhagámoslo con todas nuestras fuerzas!

Como nos decía Tucídides:«Recordad que el secreto de la felicidadestá en la libertad y el secreto de lalibertad, en el coraje.»

Pero no pensemos que nos queda uncamino agotador y tortuoso; ¡nada máslejos de la realidad! Una vez que somosconscientes de nuestros pensamientos, quesabemos cómo se generan nuestrasemociones, que podemos controlarnuestras ansiedades…, el camino está alalcance de nuestras manos, y lejos de

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agotarnos nos rejuveneceremos. Ya nosdecía Kafka que la felicidad suprime lavejez.

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Capítulo 8

Reflexiones finales

¡NO SUFRAMOSINÚTILMENTE! ¡SICONTROLAMOS

NUESTROS PENSAMIENTOS,CONTROLAREMOS NUESTRAVIDA!

Como decíamos al principio dellibro, lo crucial no es lo que «nos pasa»,sino lo que pensamos en cada momento.

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El pensamiento es previo a la emoción, yese pensamiento es el que nos hacesentirnos bien o mal

También hemos reseñado que «nobuscamos el endurecimiento de laspersonas, ¡todo lo contrario!, pero lasensibilidad no consiste en sufrir y sufrir,sin posibilidad de superar el sufrimiento.Es sensible quien se conmueve ante laadversidad, quien trata de ayudar a laspersonas que le rodean, quien fácilmentese pone en el lugar de los otros…, peroser sensible no significa dejar de lucharante los acontecimientos hostiles odifíciles, ni "hundirse" ante la"adversidad" o "tirar la toalla" en losmomentos en que parece no haberesperanza».

Añadíamos que «la sensibilidad

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engrandece al ser humano, y acompaña alas personas auténticamente privilegiadas;personas que son capaces de sentir dondeotros no "llegan", de "vivir" yconmoverse, pero personas que sabenactuar con la suficiente inteligenciaemocional como para no hundirse en unpozo sin fondo».

A veces nos dicen que hayaprendizajes que necesitan muchos añospara que la persona los pueda interiorizar.

Estoy convencida de que esaafirmación es errónea. No necesitamosllegar a una edad avanzada para aprendera vivir, ¡sería una paradoja del destino! Síes cierto que a veces ese destino pone entu camino personas realmenteextraordinarias; a mí me ha pasado

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muchas veces, y me considero afortunadapor ello. Hace unos meses pregunté a «unade esas personas», a mi querido amigo«Jorge», si le parecía interesante escribiralgo para este libro; con el entusiasmoque le caracteriza aceptó el «encarguito»,y al cabo de unas semanas me entregó su«historia». Sólo he cambiado los nombresque aparecen para que no seanidentificables, pero he respetadoescrupulosamente su escrito.

Siempre he creído que el relato dealguien que ha pasado por una situaciónparecida ayuda más a los que seencuentran en ese estado, que todas lasdisertaciones de los especialistas en lamateria.

Jorge nos lo ha contado así…

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El caso de Jorge

Cuando te falla el coco no quieredecir que estés loco

Mi nombre es Jorge y tengo veintidósaños. Aunque soy una persona joven, yatengo la experiencia de saber lo que essentirte realmente mal psicológicamente, ylo que es más importante: salir adelante yredescubrir la vida tras un momento decrisis.

A todos nos puede pasar en unmomento determinado de nuestraexistencia que el cerebro nos juegue unamala pasada: trastornos de ansiedad,depresiones, fobias… pueden hacernospasarlo fatal, sobre todo cuando nosabemos lo que nos está sucediendo.

Mi caso es sencillo. Yo padecí un

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trastorno de ansiedad bastante fuertecuando tenía diecinueve años. Elproblema venía dado por una serie decircunstancias:

Yo era una persona bastanteinmadura para la edad que tenía;tremendamente inseguro y soy muysensible. Había empezado ese año launiversidad y realmente había sido unaépoca estupenda en el ámbitoextraacadémico. Me lo pasé como nunca.Conocí a nuevos amigos, salí todos losfines de semana, pisé bastante poco lasaulas y casi no me senté a estudiar durantetodo el curso. Cuando llegó junio, vino lahecatombe, llegaron mis notas el mismodía que me marchaba a los Sanfermines,dejé una nota en casa explicando losucedido.

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Al volver de San Fermín, dondeseguí pasándolo en grande, me encontrécon mis padres. La cosa ya no fue tangraciosa. Me impusieron un régimen deestudios casi militar; ante la cosecha desuspensos era lo mínimo que podíanhacerme y los meses de aquel verano del99 se hicieron eternos. Antes de ponermea estudiar tuve la posibilidad demarcharme a trabajar como monitor alcampamento donde he trabajado siempre.Ha sido un sitio muy importante en mijuventud, porque ahí he conocido a granparte de los que hoy son mis mejoresamigos.

Aquel verano conocí a Berta. Meenamoré perdidamente de ella. Era tresaños más pequeña que yo y una auténticamonada. El idilio, como es lógico, duró la

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quincena del campamento. Cuando nosseparamos, ella se marchó a veranear y yoa estudiar, más solo que la una, a Madrid.

Comencé a sentirme realmente malconmigo mismo. Empecé a ser conscientede que había hecho las cosas mal y queurgía poner una solución. Mi vidacomenzó a descomponerse por todoslados. Berta se alejaba de mí, mis padresestaban hasta el gorro, tenía que ponermea estudiar por primera vez en mi vida.

Con ese ambiente comencé asentirme muy mal conmigo mismo. Creíaque no valía para nada, que no iba aconseguir sacar mi vida adelante.

Toda esa sensación me generabaunos pensamientos muy agresivos haciamí y hacia mi entorno. Estaba paralizadopor el miedo y desorientado por no

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entender lo que en mi interior estabasucediendo» que no era otra cosa sino queestaba creciendo, madurando» dando unsalto enorme en mi desarrollo.

Las situaciones, por complicadas quesean, tienen su lado positivo. Cuando unapersona se encuentra en crisis tiene queaprovechar ese momento para crecer almáximo. En esos momentos es cuando elhombre demuestra su condición humana,su debilidad, pero también su capacidadde sobreponerse y seguir de frentedisfrutando de la vida.

El primer paso que debemos dar esdetectar que nuestra conducta no esnormal, aceptarlo y tratar de ponerremedio al problema. En esos momentoses fundamental ponerse en manos de unprofesional. Para mí fue dificilísimo

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aceptar que necesitaba un psicólogo, perogracias a Dios que lo entendí, y queconocí a quien conocí porque realmente lanecesitaba. Hay que tratar de dar con unbuen psicólogo, recomendado por alguiende confianza y bien formado. En el casode que el problema se dé en unadolescente, si se tiene confianza en elpersonal docente del colegio lo mejor esacudir a ellos. Si, por el contrario, nossucede con más años, seguramente entrenuestros amigos haya más de uno que enalgún momento de su vida haya necesitadola ayuda de un profesional.

Una vez que se comienza la terapiahay que hacer caso a las indicaciones queel psicólogo nos dé. En mi caso eltratamiento era desesperante, tedioso yrequería bastante voluntad. Puedo decir

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que me ha enseñado mucho y que haformado bastante mi voluntad. Yofuncionaba con algo que se denominabloqueo o parada de pensamiento, queconsiste en quitarte de la cabeza lospensamientos que puedan generarteansiedad sustituyéndolos por otrosautomáticos. Al principio no veíaresultados, volvía a la consultadesesperado y convencido de que MaríaJesús no tenía ni la más remota idea de loque me estaba sucediendo. Que era unapersona única y probablemente el ser quepeor lo estaba pasando sobre la taz de laTierra.

Esas ideas hay que desterrarlas. Nisomos únicos, muchas personas antes quenosotros y al mismo tiempo han pasadopor los mismos problemas, ni somos los

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seres más desgraciados del planeta. Pordesgracia, hay infinidad de personas quesufren mucho más por cuestiones másimportantes que un pequeño bachepsicológico.

Otra de las cosas que medesesperanzaba era pensar que miproblema era algo crónico, que nunca seme iba a pasar. Esta es otra idea errónea.Cuando se tiene un problema de estascaracterísticas es probable que vuelva aaparecer en algún momento de la vida,pero lo importante es que sepamosafrontar las nuevas situaciones gracias ala experiencia de situaciones anteriores.No hay que tener miedo a pasarlo mal,sino afrontar los momentos duros con unasonrisa en la cara y convencidos denuestra victoria final.

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Lo de la sonrisa parece demagógico,pero en realidad sonreír a la vida esrealmente terapéutico, aunque en esosmomentos lo que menos nos apetezca seasonreír; si nos esforzamos, simplementecon el gesto liberaremos tensión e inclusose pueden llegar a ver las cosas con unaactitud mucho más positiva.

Cuando todo se tambalea hay queapostar por seguir adelante. En losmomentos de crisis es cuando máscrecemos. Hay que afrontarlos comooportunidad des para mejorarcualitativamente como personas ydesterrar de nuestras vidas esas cosas quenos están causando desasosiego ymalestar.

El apoyo de la familia es crucialpara superar estos acontecimientos. Si

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cuentas con el cariño de los que te rodeantienes la mitad de la batalla ganada. Nohay que confundir cariño con compasión,complacencia o protección. Muchas vecesla mayor demostración de amor es exigir ala persona que está sufriendo que cambie,aunque al familiar le duela y estédeseando escuchar, comprender e inclusollorar con el afectado; por mucho que lecueste, lo que tiene que hacer en esosmomentos es pincharle para quereaccione.

Yo estaba acostumbradísimo acontarle a mis padres todo lo que mepasaba. No tenía en cuenta que cuando lescontaba todas esas cosas estabatrasladando todos mis sufrimientos a mispadres y de esa manera ni ellos ni yollegábamos a ninguna parte. Tuve que

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aprender a callarme para no preocuparlesy recuperar el ambiente de normalidad enmi casa, que era lo que mejor me podíavenir.

Han pasado más de tres años desdeque tuve mi crisis y puedo asegurar que hecambiado. Soy más maduro, quiero más alos que me rodean y he cosechado grandeséxitos personales. Ahora estoy saliendocon Angeles, la mejor persona que heconocido en la vida, y con ella sientocosas que nunca antes había sentido. Lavida me sonríe, y esto lo he conseguidocon mi esfuerzo, el amor de los que merodean y el cariño y la dedicación de miterapeuta, que es única y probablemente lapersona que mejor me conozca en estemundo.

Aunque las cosas me vayan tan bien,

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no quiere decir que no tenga que afrontaren mí día a día situaciones difíciles queme puedan provocar una pequeña crisis,pero las vivo con la máxima tranquilidady la confianza de que cuanto antes lassupere mejor me encontraré después.

Con este testimonio quiero transmitirtoda la fuerza del mundo a las personasque sufren o han sufrido, para que superensus problemas y sigan descubriendo lomaravillosa que es la vida. Mí madre, quees la madre más sabia del mundo, siempreme dice: «Hijo, en la vida no hay ensayogeneral, así que no desaproveches ni unminuto de tu tiempo, porque cuando pasanno vuelven.»

Realmente Jorge ¡lo tiene muy claro!Como ya hemos comentado, «Jorge es hoyun joven con luz propia, que no pasa

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desapercibido, que respondióespléndidamente…, que apretó los dientesen los momentos de dificultad y siguióadelante, que se dio cuenta de que debíacontrolar sus pensamientos si quería ser eldueño de su vida, que supo encontrar lasalida a su crisis…, que ha logradoconvertirse en lo que llevaba dentro de él,¡en una gran persona!»

Hagamos como Jorge, ¡controlemosnuestros pensamientos y controlaremosnuestra vida!

Sufrir por sufrir es tan inútil comoirracional. Anclarnos en el pasado ocondicionar nuestra vida a un «supuestofuturo» resulta tan estéril como pretenderromper una piedra buscando agua dentro.

No olvidemos el siguiente proverbiochino: «El que teme sufrir ya sufre de

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temor.»

EL PRESENTE ES LO QUE NOSPERTENECE. ¡NO DISPERSEMOSNUESTRAS ENERGÍAS, NIPERDAMOS NUESTRASILUSIONES!

«No hay nada que puedaarrebatarnos nuestro presente; incluso enlas circunstancias físicas más duras quenos podamos imaginar, siempre nospertenecerán nuestros pensamientos y, conellos, nuestras emociones.» Como hice enel apartado anterior, de nuevo aquí voy atranscribir literalmente la reflexión deotra persona.

En este caso, se trata de un escritoque me enseñó hace unas semanas un buen

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amigo; él no sabía que yo estabaescribiendo un libro sobre esta temática,pero como suele ocurrir en la vida, lascosas no suceden por casualidad; así quenada más leerlo le pedí permiso parapoderlo reproducir, y dar la opción deesta forma a que muchas personas puedanenriquecerse con su aportación.

Carlos Borras: «El retorno»

El texto es de Carlos Borrás, unmagnífico y reconocido profesional,empresario de prestigio, pero, sobre todo,una excelente persona; llena desensibilidad y exquisitez, que posee unapluma fácil y un estilo muy pedagógico.

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El retorno

Si realmente la vida te enseña algoútil, si de algo te vale la experiencia, espara saber que no existe el retorno.

En términos científicos es algoobvio: al tiempo que ha pasado no sepuede retornar, al menos en lasdimensiones cartesianas en que nosotrosnos movemos. En términos del alma, tansólo es un deseo, e igualmente imposible.

¿Cuántas veces hemos hechointentos, vanos por otra parte, deretroceder, de intentar volver acolocarnos en algún punto del pasado quedeseamos vivamente? El intento es inútil.Aquel lugar, aquel momento, son

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irrepetibles. La magia que recordamos(por otra parte, tal vez idealizada por elpaso del tiempo), ya no existe. Tal vezexistan otras magias, pero no aquélla.

Aferrarse al pasado es tal vez unsíntoma de infelicidad, de falta depresente, de ideas, de objetivos. Elpasado debe estar ahí para el recuerdo y,prosaicamente, para no cometer loserrores de otrora. Querer retornar, ademásde absurdo e imposible, conduce a lanegación de tu actualidad, de que elpresente tiene un sentido que hay queelaborar.

Y si no lo tiene, el retorno imposiblehará más imposible buscarlo,conduciéndonos a una pérdida de lasensibilidad actual, haciendo actuales,más que nunca, aquellas palabras de

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Tagore que nos dice: «Si lloras porque noves el sol, tus lágrimas te impedirán verlas estrellas.» Sin embargo, los hombresnos empeñamos muchas veces, en brazosde la nostalgia, en retornar al pasado. Noes malo volver a aquel lugar, recordaraquella melodía, siempre que sepamosque lo que sentimos antes ya nuncavolverá a ser lo mismo.

Vivir en el pasado es triste, aunqueel pasado sea maravilloso, porque ademásde ser incapaces de aceptar la realidadtampoco estamos preparados paraconstruirla.

Si miramos al espejo, ¿qué imagennos devuelve? Desde luego la actual, nosguste o no. El secreto es la aceptación deuno mismo en cada momento. Lo contrarioes el desengaño, la vida artificial y la

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inadaptación, que lleva a la infelicidad.Bendito presente, porque estoy en él.

El mañana aún no ha llegado, y el pasadoya se fue. No pretendo que olvidemos, losrecuerdos pueden ser preciosos, pero nointentemos retornar.

Aquello… ya no existe.

Hay personas que se han pasado lavida ancladas en su pasado ocondicionadas por su futuro. Como diceun proverbio persa: «No hay mañana quedeje de convertirse en ayer.» No nosequivoquemos: el presente es la vida, elpasado ya no existe y el futuro ¡quién sabecómo será! ¡Vivamos nuestro presente!Recuperemos nuestro tiempo actual,disfrutemos de cada día, de cada segundo,de cada persona que está a nuestro lado

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y…, ¡habrá merecido la pena! Cada díaserá nuestro, nos pertenecerá, ¡nohabremos hipotecado nuestra existencia!

LA FORMACIÓNTRADICIONAL ES INSUFICIENTE.ENTRENEMOS A LOS NIÑOS,ADOLESCENTES,

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JÓVENES YADULTOS PARAQUE DESARROLLEN

LOS RECURSOS YHABILIDADES QUE NECESITARÁNEN SU VIDA

Nos pasamos la vida aprendiendoconceptos que no utilizamos,memorizando datos que olvidaremos,acumulando conocimientos técnicos quepronto se vuelven obsoletos,escudriñando lo que nunca vemos yesforzándonos en lo que nocomprendemos.

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¿Aprendemos de verdad oacumulamos sin necesidad? ¿Merece lapena la cantidad de tiempo y esfuerzoque empleamos en esos aprendizajes?¿Podemos hacer algo por mejorarnuestra formación? ¿La formación, es ungasto o una inversión?…

Podríamos seguir formulandopreguntas e interrogantes, pero hayalgunas cosas que no admiten duda:

1. La formación no acaba nunca,porque morimos en el momento en quedejamos de aprender.

2. La persona dedica a la formación«oficial» al menos un tercio de su vida, yen muchos casos más de la mitad de su

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existencia.3. La formación tradicional cada vez

nos prepara menos para la vida, y lacorrelación que alcanza con el nivel deeficacia en el desempeño de la profesiónno supera el 25 por ciento (en muchoscasos es inferior al 4 por ciento).

4. Las personas que han estadovolcadas en adquirir «conocimientosintelectuales», en detrimento de su vidaemocional y de sus relaciones sociales,tarde o temprano «pagan» un duro preciopor la falta de inteligencia emocionaldesarrollada.

5. Los últimos estudios señalan que,en relación a la excelencia profesional,las habilidades emocionales son al menosel doble de importantes que lashabilidades técnicas o intelectuales.

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6. El 90 por ciento del éxito en laalta dirección empresarial depende de lainteligencia emocional.

7. La inteligencia emocional seadquiere a través del desarrollo decompetencias personales y sociales.

Competencias personales:- Conciencia de uno

mismo/Autoconocimiento- Autocontrol/Autorregulación- Motivación

Competencias sociales:- Empatia- Habilidades sociales

8. Podríamos definir la InteligenciaEmocional como la «capacidad de

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reconocer nuestros propios sentimientos,los sentimientos de los demás; lacapacidad para motivarnos y manejaradecuadamente las relaciones quemantenemos con los demás y con nosotrosmismos» (Daniel Goleman).

¿Realmente creemos que laformación tradicional está desarrollandonuestra inteligencia emocional? Larealidad es incuestionable; a lo largo delsiglo xx la media del CI (CocienteIntelectual) de la población de los paísesdesarrollados ha aumentado 24 puntos;por el contrario, el CE (CocienteEmocional) ha ido en continuo descenso.En nuestra época no nos prepararon parala vida, pero por desgracia seguimos sinfacilitar esos aprendizajes claves a los

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niños, adolescentes, jóvenes y adultos.Tanto en el marco de la consulta

como en los continuos cursos quedesarrollamos, nuestro trabajo, enrealidad, se centra fundamentalmente endesarrollar los recursos, habilidades ycompetencias que les permitirán a laspersonas afrontar su vida con garantías deéxito.

Por nuestra parte, ¡lo tenemos muyclaro! Pero resulta muy preocupante queen la actualidad los distintos sistemaseducativos de las llamadas sociedades endesarrollo, lejos de preparar a laspersonas para afrontar su vida, lasentrenen o entretengan únicamente en laadquisición de conocimientos;conocimientos muchas veces obsoletos,manipulados y hasta tergiversados, que

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poco ayudan al desarrollo de personasauténticamente libres, emocional- mentemaduras y personalmente equilibradas.Estamos seguros de que la mayoría de lasveces no se hace esto de formaintencionada. Ya afirmaba Séneca que noaprendemos gracias a la escuela, sinogracias a la vida. Cuesta mucho mover«la inercia» de años y años haciendo lasmismas cosas, pero los psicólogos y losprofesionales de la salud sabemos quehoy en día a las personas les resulta cadavez más difícil encontrar ese equilibrio,esa madurez que preserva y fortalece susalud.

Hace poco, en una conferencia, yopreguntaba en voz alta: «¿Losadolescentes de hoy nos parecen másfelices si k» comparamos con los de hace

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15 o 20 años?» La respuesta fueabrumadora y pocas personas dudarán delsentido de la misma; pero entonces, cabríapreguntarse, ¿qué está pasando para quehoy, a pesar de los bienes materiales y delas «mejores» condicione» de vida,nuestros jóvenes y adolescentes no sesientan más felices?

¿Hemos adaptado la educaciónactual a la vida actual? Nunca se hagastado tanto en formación, y nuncaparece haber estado la gente con menosrecursos. Es una satisfacción ver cómopersonas de 15,20,30,40,50,60 o másaños se entusiasman cuando asisten acursos que realmente les ayudan adesarrollar las competencias emocionalesóptimas, que les permiten alcanzar laseguridad y madurez que les facilitará,

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ahora y en el futuro, su vida académica,profesional y personal.

Demos a la inteligencia emocional elvalor que le corresponde, y hagamos de sudesarrollo uno de los principalesobjetivos de la educación actual.

A nivel de empresas, el tema noadmite duda alguna. La formación debecubrir, cuanto antes, las lagunas que losjóvenes y adultos de hoy tienen en eldesarrollo de la inteligencia emocional;de esta forma contribuiremos de verdad alfin primero y último de la educación, queno es otro que el de «preparar a laspersonas para la vida». Como nos decíaPitágoras: «Educad a los niños y no seránecesario castigar a los hombres.»

Esperamos, modestamente, que lalectura de este Ebro contribuya a lograr

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esa «puesta a punto» para la que no nosprepararon, pero para la que siempre estádispuesto el ser humano. Como dice unproverbio hindú: «Un libro es un cerebroque habla; cerrado, un amigo que espera;olvidado, un alma que perdona;destrozado, un corazón que llora.»Huyamos de los sufrimientos inútiles ybusquemos la felicidad cada día, en cadaacción, en cada momento, en cadapersona.

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13/06/2011