El sobreengrasado en el jabón

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MEDIDAS DE SEGURIDAD Lo más importante a tener en cuenta es la peligrosidad de la sosa cáustica o de la potasa cáustica. Ambos ingredientes son peligrosos y hay que mantenerlos fuera del alcance de los niños y de los animales. Cuando se mezclan con el agua se produce la lejía que al contacto con la piel puede producir quemaduras químicas importantes. Siguiendo las simples indicaciones que vienen a continuación el riesgo es mínimo pero aun así no me hago responsable del mal uso que podáis dar a estas instrucciones. Una vez que la lejía cáustica entra en contacto con las grasas se disocia el álcali y se asocia el sodio o el potasio produciéndose el jabón que ya no es un componente peligroso para la piel. El cálculo correcto de la lejía necesaria para saponificar las grasas también es un factor importante ya que un exceso de lejía supondría un residuo cáustico en el jabón resultante. Debemos protegernos mientras manipulamos los álcalis con unas gafas para evitar salpicaduras en los ojos y con unos guantes para evitar el contacto con las manos. Es conveniente proteger la ropa con un delantal ya que las salpicaduras de la lejía cáustica la estropean. Es muy recomendable mezclar el agua con el álcali en un lugar a aire libre o en su defecto bajo una campana extractora. Una mascarilla también impedirá que respiremos los gases que emana el calor de la reacción. En general si además llevamos ropas con mangas largas, pantalones largos y calzado cerrado limitaremos mucho la posibilidad de contacto de la lejía con la piel. Lo más peligroso de todo este asunto es cuando batimos la masa con la batidora. Es en ese momento cuando más fácil es que se produzcan salpicaduras y por eso ahí debemos extremar la precaución. Manteniendo bien sumergida la batidora antes de pulsar el botón reducimos el riesgo. En caso de contacto con la lejía o con la masa del jabón sin saponificar hay que lavar con abundante agua varias veces. En caso de contacto con los ojos hay que lavar abundantemente durante unos minutos y acudir inmediatamente al médico. La manipulación de lejías cáusticas no es un juego de niños. En caso de querer mostrarles como se hace el jabón, siempre debe de ser con la supervisión de un adulto responsable. Todas estas advertencias son para mostrar el peligro real que entraña la lejía cáustica pero con un uso racional, cuidadoso y ordenado no tiene porqué entrañar verdadero riesgo. Otro factor a tener en cuenta son los aceites esenciales. Algunos de ellos son bastante corrosivos. No tan peligrosos como los álcalis pero si lo suficiente como para tener que

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MEDIDAS DE SEGURIDAD

Lo más importante a tener en cuenta es la peligrosidad de la sosa cáustica o de la

potasa cáustica. Ambos ingredientes son peligrosos y hay que mantenerlos fuera del

alcance de los niños y de los animales. Cuando se mezclan con el agua se produce la

lejía que al contacto con la piel puede producir quemaduras químicas importantes.

Siguiendo las simples indicaciones que vienen a continuación el riesgo es mínimo pero

aun así no me hago responsable del mal uso que podáis dar a estas instrucciones.

Una vez que la lejía cáustica entra en contacto con las grasas se disocia el álcali y se

asocia el sodio o el potasio produciéndose el jabón que ya no es un componente

peligroso para la piel. El cálculo correcto de la lejía necesaria para saponificar las grasas

también es un factor importante ya que un exceso de lejía supondría un residuo

cáustico en el jabón resultante.

Debemos protegernos mientras manipulamos los álcalis con unas gafas para evitar

salpicaduras en los ojos y con unos guantes para evitar el contacto con las manos. Es

conveniente proteger la ropa con un delantal ya que las salpicaduras de la lejía

cáustica la estropean. Es muy recomendable mezclar el agua con el álcali en un lugar a

aire libre o en su defecto bajo una campana extractora. Una mascarilla también

impedirá que respiremos los gases que emana el calor de la reacción.

En general si además llevamos ropas con mangas largas, pantalones largos y calzado

cerrado limitaremos mucho la posibilidad de contacto de la lejía con la piel.

Lo más peligroso de todo este asunto es cuando batimos la masa con la batidora. Es en

ese momento cuando más fácil es que se produzcan salpicaduras y por eso ahí

debemos extremar la precaución. Manteniendo bien sumergida la batidora antes de

pulsar el botón reducimos el riesgo.

En caso de contacto con la lejía o con la masa del jabón sin saponificar hay que lavar

con abundante agua varias veces. En caso de contacto con los ojos hay que lavar

abundantemente durante unos minutos y acudir inmediatamente al médico.

La manipulación de lejías cáusticas no es un juego de niños. En caso de querer

mostrarles como se hace el jabón, siempre debe de ser con la supervisión de un adulto

responsable.

Todas estas advertencias son para mostrar el peligro real que entraña la lejía cáustica

pero con un uso racional, cuidadoso y ordenado no tiene porqué entrañar verdadero

riesgo.

Otro factor a tener en cuenta son los aceites esenciales. Algunos de ellos son bastante

corrosivos. No tan peligrosos como los álcalis pero si lo suficiente como para tener que

evitar el contacto directo con la piel y si se produjese ese contacto hay que lavar

también abundantemente. Otro peligro que entrañan es el derrame. Ahí más que nada

es el residuo oloroso que en algunos casos puede durar muchos días y, aun siendo de

un buen olor, ser bastante desagradable.

También para casos especiales podemos usar disolventes como el alcohol o el

propilenglicol u otros ingredientes en general, en cuyo caso hay que tener siempre en

cuenta toda la información de seguridad que aportan tanto sobre su almacenaje como

de su manipulación.

Si ya tienes puestas las gafas, los guantes, la mascarilla y el delantal ya puedes

empezar a hacer jabón. Invierte en seguridad y ahorrarás disgustos.

INGREDIENTES

COLORANTES

¿De los colorantes que os voy a contar?

Pues que hay principalmente dos tipos: líquidos y en polvos. Y de estos últimos

también hay dos tipos: hidrosolubles y liposolubles, lo que significa que se mezclan o

bien en agua o en aceite.

Los que se mezclan en aceite se pueden agregar al jabón desde un principio, por que

así con el movimiento y eso, se disuelven mejor. Los hidrosolubles hay que mezclarlos

previamente con agua y se suelen añadir después de la traza. Si además queremos

separar parte del jabón para colorearlo de otra manera, pues se lo añadimos una vez

separado.

Los líquidos suelen utilizarse para los jabones de glicerina u otros cosméticos. Para los

jabones en frío suelen ir mejor los que vienen en polvos.

Se identifican generalmente por el color index CI seguido de un número de 5 cifras o

por su nombre. Por ejemplo el CI77007 es el azul ultramar (o ultramarino).

Se puede también utilizar como base para el color el colorante blanco conocido como

dióxido de titanio. Suena a chunguísimo pero no es más que una piedra molida que se

llama rutilo. En condiciones normales es completamente inocuo y tiñe bastante de

blanco por lo que produce jabones más blancos. Pero además, como decía, puede

servir de base para afianzar mejor otros colores, que además tomarán un tono más

pastel.

Los colorantes, no obstante, deben de ser siempre de grado cosmético.

Tanto los lipo como los hidrosolubles se pueden disolver en alcohol de 96º. Al principio

la mezcla es estable pero al cabo de un rato el colorante se deposita en el fondo. Se

agita un poco en el momento de su uso y está perfectamente utilizable. Así incluso se

pueden mezclar para conseguir colores intermedios.

Otra fuente de posibles colores son las arcillas. Las hay verde, blanca, rosa, roja, azul y

gris, que yo sepa. Aportan también dureza y producen una suave exfoliación.

Los aceites utilizados para la elaboración del jabón también pueden darle color, así el

de cáñamo proporciona un verde intenso, el aceite de zanahorias, el de rosa mosqueta

o el de germen de trigo proporcionan distintos grados de naranja, el de olivas desde

amarillos a verdosos que al final quedan más o menos marfil, y el coco, palmaste, sebo,

manteca y karité producen jabones muy blancos que pueden resultar idóneos para ser

coloreados.

Los colores naturales de origen vegetal como la clorofila o algas (para el verde), la

cúrcuma (amarillo), el pimentón (rojo anaranjado), etc, son menos estables en el jabón

y con el tiempo acaban perdiéndose. El caramelo, cacao o el café (para los marrones)

son más estables.

Si se utilizan óxidos o colores sintéticos. Es importante que sean resistentes al pH

elevado de los jabones en su momento de elaboración. En algunos casos el color varia

completamente a la acción cáustica y en otros vuelve a su color natural cuando el

jabón baja su pH.

ACEITES ESENCIALES

Aunque también se pueden utilizar fragancias o perfumes para dar olor a los jabones

es más de mi gusto utilizar casi exclusivamente los aceites esenciales. Ya no sólo

porque sus propiedades son más efectivas y son más estables que las fragancias sino

porque a mí me huelen mucho mejor las composiciones hechas con ellos.

Voy a nombrar una serie de esenciales en algunos casos por ser de la tierra y en otros

por considerarlos indispensables. Hay muchísimos por lo que voy a hacer una selección

de unos pocos nada más. Para el uso de estos hay que tener buen olfato e

imaginación.... ...o un buen libro de combinaciones.

Voy a comenzar hablando de la reina de las esencias, la lavanda. Es la reina porque es

un aroma que va bien en combinaciones femeninas, masculinas e infantiles. También

sirve incluso para mascotas. Es decir, que va bien en cualquier caso. Aunque algunas,

pocas, personas la odian, generalmente a todo el mundo le gusta y aunque tiene un

punto de amargo recuerda al frescor del campo y a ropa limpia. Combina muy bien con

todas las que vienen a continuación. Proporciona además un efecto relajante y es

antiséptica. Nota aromática alta.

A mí la esencia de naranja me encanta. Es de las más baratas porque cunde poco. Hay

que echar gran cantidad para que se note bien y hay que fijarla con otras esencias

como el lemongrass, el pachuli o el sándalo si no queremos que desvanezca enseguida

como el resto de cítricos. Existen versiones denominadas desterpenadas que

procediendo de esencias naturales están modificadas para hacerlas más potentes. No

las he usado.

La naranja combina muy bien con casi todo, con aromas florales, frutales y aguas de

colonia. También tiene un efecto relajante y se supone que reafirmante. Nota

aromática alta.

La esencia de eucalipto es una esencia muy frecuente y barata también. Es un aroma

balsámico y penetrante pero muy volátil por lo que también conviene fijarlo con otras

esencias. Aunque a priori no lo parezca, combina bien con aromas dulzones como la

vainilla, el almizcle y los frutales. También combina bien con la menta y el árbol del té.

Tiene efecto antibacteriano e incluso antiparasitario. Nota aromática alta.

La esencia de romero es parecida a la lavanda pero más balsámica y resinosa, la

complementa muy bien. Combina muy bien con otras plantas aromáticas y con las

esencias mencionadas anteriormente. Tiene efecto tonificante y estimulante de la

memoria. Nota aromática media-alta.

La esencia de mejorana es un aceite muy herbal pero también muy dulzón. Recuerda

un poco al orégano pero es más floral. Combina muy bien con todas las aromáticas y

proporciona un sutil y delicado toque de hierbas en composiciones más sofisticadas. Es

un poco más cara que las anteriores. Me acabo de enterar de que se usa como

antioxidante. Nota aromática media.

La esencia de canela se debe usar en poca cantidad por que puede ser incluso irritante

de la piel (en estado puro). Casi todo el mundo sabe como huele pero es un aroma

dulzón y un poco picante. Combina muy bien con los cítricos y proporciona un cuerpo

sólido para una composición. Dicen que tiene propiedades afrodisiacas pero no tantas

como una buena pareja. Es una nota aromática media-baja.

La esencia de sándalo aunque tiene olor, se supone que se anula cuando se mezcla con

otros aceites esenciales pero proporciona durabilidad fijándolos. Combina por tanto

con casi todos los aceite esenciales y tiene un cuerpo más bien masculino. Es tipo

madera dulce y tiene propiedades humectantes y emocionalmente es relajante y

mejora el humor. Además también está clasificado como afrodisíaco. Un chollo vamos.

Nota aromática baja.

El pachuli es una esencia espesa reconcentrada que huele bien pero demasiado. Es

muy empalagosa. Se usa en muy poca cantidad y como fijador principalmente.

Combina con cítricos, flores y casi con cualquier tipo de esencia. Es bastante caro pero

cunde una barbaridad. Tiene propiedades antisépticas, anti acné, fungicidas,

antiinflamatorias, antidepresivas y anti estrés. Nota muy baja.

Por último la esencia de vetiver que no es tan común pero la pongo porque a mí me

encanta ya que da un punto a raíz de bosque pero también, según la combinación,

puede recordar al mar. Combina muy bien con los cítricos y con los florales, no tanto

con los herbales. Proporciona serenidad y es un buen inductor para la meditación.

Aunque no se parece en nada al olor, es parecido al pachuli, una nota muy baja.

Hay muchísimas más pero he seleccionado estas. Si acaso ya iré comentando más.

ACEITES LUJOSOS

Me quiero referir a aquellos que tienen un alto precio y una reputada fama.

Suelen ser los aceites que contienen más cantidad de ácidos linoleico y linolénico y

estos deben de ser muy emolientes. Además contienen cantidades mayores o menores

de ácido gadoleico lo que los hace regenerativos y vitaminas y oligoelementos que los

hacen nutritivos de la piel. Son aceites muy caros e inestables por lo que hay que

apoyarlos siempre con vitamina E en una cantidad aproximada del 5% de su peso. Esta

vitamina es un potente antioxidante que evita su enranciamiento.

Los ejemplos más claros son:

Aceite de rosa mosqueta, que por su fama de regenerador de cicatrices y antiarrugas

es el más solicitado. Es uno de los más inestables.

Aceite de borago, es mucho menos conocido que el aceite de rosa mosqueta y por eso

un poco menos caro pero su composición es muy parecida y su efecto también. Se

utiliza también para tratamiento de pieles muy delicadas porque proporciona

elasticidad.

Aceite de argán. Seguimos con los aceites prohibitivos en cuanto a su precio. El efecto

es similar al de lo otros dos pero en este caso contiene menor cantidad de linólénico

por lo que es un poco más estable. Tiene un olor profundo como de fruto seco un poco

rancio.

El aceite de jojoba no es un aceite propiamente dicho. Es más bien como una cera

líquida. Tienen propiedades emolientes y humectantes y proporciona brillo en las

composiciones para el cabello. Es muy estable. De este no voy a decir más porque no

lo he usado mucho.

Aceites como el de germen de trigo, semilla de uva, nuez o incluso el girasol son

alternativas más baratas a estos aceites ya que su composición es similar. En estos

casos también hay que usar la vitamina E.

La manteca de karité es la excepción de todos ellos, en el sentido de su composición,

porque caro es de narices. No tiene linoleico ni linolénico en cantidades apreciables

pero sí vitaminas y oligoelementos. Además también está de moda. Tiene gran

cantidad de ácido esteárico y es por eso que se presenta en forma de manteca, en

estado semi-sólido. Proporciona cremosidad en la espuma y bastante suavidad.

Todos estos aceites se suelen utilizar en pequeña cantidad, un máximo del 10%. Para

conservar al máximo sus propiedades es conveniente añadirlos en la traza, lo más

tarde posible (para que sufra menos los efectos de la sosa). Utilizarlos al final del

proceso en caliente también es una buena solución cuidando de que la masa no esté

demasiado caliente.

GRASAS ANIMALES

Aunque generalmente suelo utilizar exclusivamente grasas vegetales hay que

mencionar otras grasas que se pueden utilizar y que de hecho han sido desplazadas

por las vegetales aunque tradicionalmente eran de uso muy común. Hoy en día los

despojos de los que se obtienen estas grasas se suelen tirar a la basura y eso también

es una pena.

Las grasas animales se extraen del tejido adiposo de algunos animales y dependiendo

del origen tienen diferentes características. Las grasas más comunes son el sebo y la

manteca.

El sebo (en la foto) se suele obtener del ganado bovino, comúnmente de la vaca. Se

obtiene también otro sebo más duro del los carneros u ovejas pero suele ser menos

habitual. La parte más rica en sebo suele ser alrededor de los riñones, que es le de

mejor calidad, y recibe el nombre de sebo en rama.

Las propiedades del sebo, salvando las diferencias, son equivalentes a la manteca de

cacao ya que proporciona sobre todo dureza y cremosidad en la espuma. Produce

jabones duros y blancos y se suele utilizar entre un 20 y un 40%. En algunos lugares el

jabón se realiza con sebo y aceite de coco al 50%.

La manteca es otra cosa. También se obtiene de la grasa animal pero exclusivamente

del cerdo. Su tacto es más untuoso y recuerda al aceite de palma pero tiene un olor

bastante fuerte. Los jabones realizados con manteca son blancos, duros y bastante

duraderos. Limpian bastante bien las manchas de la ropa y resultan suaves para la piel.

A efectos prácticos también se parece bastante al aceite de palma por lo que no

produce mucha espuma pero endurece más que ella. Se usa hasta un 40%.

Tanto una como otra tienen bastante trabajo para obtenerlas desde los despojos pero

a mí me parece que merece la pena probarlo. Existen obviamente otras grasas

animales pero no las he usado nunca. Es recientemente famosa la manteca de emú. Un

pajarraco cuya carne creo que también se come, pero de esa no puedo decir nada. No

la conozco.

ACEITES VEGETALES

Hoy en día se considera mucho más sano y consciente utilizar ingredientes

exclusivamente vegetales. No voy a entrar en las polémicas del cargo de conciencia del

uso de ingredientes animales ni de si se trata de una moda todo vegetal. Lo que si

puedo decir es que se pueden hacer perfectamente jabones de gran calidad

exclusivamente con aceites vegetales. Debemos intentar que se trate siempre de

aceites de primera presión en frío que son los que mantienen más sus propiedades

naturales originales.

Cada aceite tiene unas propiedades diferentes y podemos combinarlos para obtener lo

mejor de cada uno de ellos.

Empezaremos por el mejor de los aceites para jabonear, el aceite de oliva. En otros

países no se pueden permitir su uso. Nosotros tenemos la suerte de disponer de él a

un precio razonable. Es un aceite a priori blando, ya que no se congela hasta bajas

temperaturas pero produce un jabón bastante duro.

No obstante, al mojarse es un jabón lamioso, sobre todo si tiene un sobreengrasado

alto, que tiende a gastarse pronto. Además no produce demasiada espuma pero es un

jabón suave que deja la piel mejor que ningún otro. Se suele usar de un 50 a un

100%(jabón de Castilla) en la fórmula.

El aceite de coco aquí lo tenemos más difícil de encontrar pero también es un

ingrediente casi imprescindible para la jabonería. Su principal particularidad es la

cantidad de espuma que produce y su enorme limpieza. Tanto es así que, un jabón

sólo de coco, puede resultar demasiado limpiador y producir sequedad en la piel.

Proporciona además bastante dureza al jabón lo cual lo hace un buen complemento

para el aceite de oliva. Se suele usar de un 10 a un 30% como máximo.

El aceite de ricino aunque parezca que no, aquí es más fácil de encontrar que el de

coco. En algunas droguerías lo venden para modelismo pero hay que asegurarse de

que se trata de primera presión en frío y que es de grado cosmético. El de ricino es un

aceite muy espeso. Medio marciano. Proporciona acondicionamiento al jabón. Viene

muy bien para hacer champú y jabones para el cuidado de la piel pero, por su extrema

solubilidad, no conviene usarlo en exceso. Produce un jabón muy duro pero al

contacto con el agua se deshace completamente. Es un aceite que acelera bastante la

traza. Se suele usar de un 5 a un 10% como máximo.

La manteca de cacao es un ingrediente que por ser más caro se usa en menor

cantidad. Proporciona suavidad, emoliencia, dureza y cremosidad en la espuma.

Además, aunque también la hay desodorizada, proporciona muy buen aroma a

chocolate. Es muy duro y tiene un punto de fusión bastante alto. Se usa de un 5 a un

15% preferiblemente.

El aceite de palma se usa por su característica de dar cuerpo al jabón, haciéndolo más

duro y con un tacto más untuoso. Es un aceite relativamente barato y produce una

espuma muy cremosa. Se suele usar de un 10 a un 30%.

El aceite de palmiste, procedente del hueso de la palma, tiene características casi

idénticas al de coco pero resulta un poco más suave y se puede usar en mayor

cantidad. Es un aceite bastante duro pero no tanto como la manteca de cacao.

El aceite de maíz es un aceite barato que produce burbujas y acondicionado de la piel

pero no conviene abusar de él pues tiene tendencia al enranciamiento. Se puede

alargar su tiempo de vida añadiendo vitamina E pero en ese caso no se si resulta

rentable su utilización. Se puede usar de un 5 a un 15%.

AGUA Y SOSA

Lo más habitual, al menos en mi caso, es elaborar jabones sólidos con sosa cáustica.

Tambíen se pueden elaborar con potasa cáustica por lo que aunque en adelante diga

sosa se puede aplicar a ambas.

Sosa y agua constituyen la lejía y hay que decir de ellos pocas cosas pero muy

importantes.

La primera, por ser la más importante, es que siempre se sigan las normas de

seguridad para trabajar con sosa.

El agua es conveniente que sea lo más blanda posible, es decir, que tenga la mínima

cantidad de sales disueltas. No es imprescindible pero es recomendable que se use

agua destilada. Si no, agua de lluvia muy bien filtrada y hervida. Si no, agua mineral (de

mineralización débil) y por último del grifo. La razón fundamental es que para diluir

otra sustancia cuanto más pura el agua, mejor.

La sosa debe de ser también lo más pura posible. En los botes suele poner el grado de

pureza. Es frecuente encontrar NaOH (sosa cáustica) al 99%. También es posible

encontrarla al 50% y esta, por supuesto, es mucho menos recomendable ya que hay

que compensar esa diferencia añadiendo más cantidad.

El bote que la contiene también es importante. Aunque ahora la normativa exige que

el recipiente reuna unas características mínimas de seguridad, todavía podemos

encontrar en el mercado sosa en bolsas o en cartón. Muy poco recomendables ambas,

no sólo porque es peligroso almacenarlas así, sino también porque al contacto con el

aire la sosa se degrada. Yo recomendaría alguna marca que da muy buenos resultados

y es al 100% pero aún no me pagan comisión.

CURADO

Una vez que desmoldamos el jabón hemos de darle un tiempo de curado. Este tiempo

dependerá mucho del proceso y del tipo de jabón.

En el proceso en frío lo normal es que al desmoldarlo el jabón a uno no esté hecho del todo.

Probablemente si lo probamos aun pique. Por esto se deja curar el jabón unos días antes de

poder usarlo.

Además, durante ese tiempo, ocurre el proceso de secado. El jabón va perdiendo el exceso de

agua que contiene hasta quedar en su tamaño y forma definitiva. El tiempo estimado en este

caso suelen ser de 4 a 6 semanas. Si se reduce inicialmente la cantidad de agua el proceso

puede reducirse a la mitad.

O sea, que el curado consiste en la finalización del proceso de saponificación, con su

consiguiente disminución del pH, y el secado de las pastillas hasta alcanzar su tamaño y dureza

definitivos.

En el caso del proceso en caliente el tiempo de secado es menor y teóricamente la

saponificación está completada antes de verter en los moldes. Por esto salvo que las pruebas

de pH nos digan lo contrario, el jabón en caliente se puede utilizar prácticamente cuando se

enfría. No obstante, es normal que se deje secar unos días para que pierda el exceso de agua.

Suelen ser unas dos semanas.

El jabón de glicerina, si es de fundir y verter, no precisa curado alguno. En cuanto se enfría se

puede usar perfectamente y en vez de exponerlo al aire para que se seque, se suele envolver

en film transparente precisamente para que no lo haga.

Para curar el jabón es conveniente colocarlo sobre una rejilla (preferiblemente de metal

forrado para no dejar en contacto el jabón directamente con el metal) a fin de que le de el

máximo aire posible para acelerar el secado. Es conveniente irlo girando, cambiando de lado

para que el secado sea uniforme. Se puede acelerar el proceso de secado metiendo el jabón en

el horno, a 60ºC como máximo para que no pierda la forma, durante unas horas.

En mi opinión el buen jabón, como el buen vino, cuanto más tiempo tenga mejor.

LEJÍA

Al menos en España solemos llamar lejía al hipoclorito sódico pero cuando hablamos de lejía y

de jabones nos estamos refiriendo a la solución de sosa o potasa cáusticas. La lejía cáustica es

el ingrediente peligroso de la elaboración del jabón. Puede producir quemaduras si entra en

contacto con la piel. Por esto hay que protegerse con guantes y con gafas cuando la

manipulamos.

Cuando mezclamos el agua y el álcali (que es como se denominan genéricamente) se produce

calor por la reacción. Por eso es conveniente que el agua utilizada esté fría. También es

conveniente que vertamos la el álcali sobre el agua ya que de hacerlo al revés puede hervir

violentamente y saltar.

Cuando se mezclan, la solución queda turbia y blanquecina. Para poderla usar es conveniente

dejarla reposar hasta que se vuelva totalmente transparente.

El agua debe ser destilada para que diluya completamente el álcali. El álcali debe de ser lo más

puro posible y al diluirse no sedimentar.

Si se hace la mezcla y no se usa hay que guardarla bien cerrada, correctamente etiquetada y

mantenerla lejos del alcance de los niños y mascotas.

Para evitar que el jabón solidifique demasiado deprisa es conveniente usarla fría.

En función de la concentración que tenga la lejía ésta tendrá mayor o menor proporción de

álcali con respecto al agua.

GELIFICACIÓN

Llamamos gelificación al estado de gel y de aspecto translúcido que alcanza el jabón. Se

produce en el momento de la saponificación si se da con la suficiente temperatura. Una vez

cristalizado el jabón puede volverse a fundir al estado semilíquido de gel pero no alcanzará la

translucidez del momento de gelificación.

Se puede evitar el paso por el estado de gel no dejando que la masa alcance la temperatura

necesaria. Para ello se puede partir de ingredientes muy fríos y moldes poco aislantes o incluso

dejando el jabón solidificar en la nevera.

Hay partidarios de la saponificación y detractores. El que se produzca la gelificación suele

hacer que el jabón saponifique completamente en menos tiempo y esto hace que los

ingredientes delicados al pH alto del álcali sufran menos. También hace que los colores

resulten más vivos y homogéneos. La parte negativa es que en el interior del jabón, por el

exceso de temperatura, se produzcan pequeñas burbujas que perjudican la textura del jabón.

Además, cuando un jabón contiene bastante aceite de ricino, si gelifica no llega a alcanzar la

suficiente dureza. Jabones no gelificados suelen tener un aspecto más suave. Además, si la

gelificación no es total, pueden aparecer cambios de color que estropean el aspecto. En los

moldes pequeños no se puede conseguir una gelificación a no ser que se metan en el horno.

SAPONIFICACIÓN

Se entiende por saponificación la reacción que produce la formación de jabones. La principal

causa es la disociación de las grasas en un medio alcalino, separándose glicerina y ácidos

grasos. Estos últimos se asocian inmediatamente con los álcalis constituyendo las sales sódicas

de los ácidos grasos: el jabón. Esta reacción se denomina también desdoblamiento hidrolítico.

En resumidas cuentas, al unir una grasa, que está constituida por triglicéridos, a una solución

alcalina, constituida por agua y sosa cáustica, los triglicéridos se separan en una molécula de

glicerina y tres cadenas de ácidos grasos. Estos se unen rápidamente a una molécula de sodio y

constituyen el jabón, dejando en su interior la glicerina restante.

Y dicho de otro modo, saponificación es la producción de jabón a partir de grasas y álcali.

Me olvidaba, la de saponificación es una reacción exotérmica lo que significa que produce

calor. Cuanta más cantidad de jabón hay, más caliente se pone, sobre todo en el centro. Este

calentamiento puede producir la gelificación.

TRAZA

Fíjate tú que tontería la traza. Se denomina así al momento en el cual la masa mezclada del

jabón deja una traza o surco por donde pasa la pala o cuchara con la que removemos. Es un

momento en el cual parte del aceite está ya saponificado y sirve como emulsionador del resto

de la mezcla. Es en ese momento cuando debemos añadir ciertos ingredientes que, ya sea por

su sensibilidad o por su tendencia a la separación, no se deben añadir antes. En la traza se

suelen poner los aceites esenciales. Cuando el jabón está "trazado" ya sabemos que lo

podemos verter en los moldes sin miedo a la separación de los ingredientes.

Hay veces, sobre todo debido a la temperatura pero también con determinados ingredientes,

que la traza pasa en un plis. De tener el jabón líquido se pasa a tener una pasta impracticable.

Esto obviamente dificulta muchísimo el moldeado y perjudica el aspecto final del jabón.

Existe también un concepto denominado falsa traza que consiste en un estado de apariencia

similar a la traza pero que acaba separándose. En ese caso hay que volver a mezclar para que

vuelva a emulsionar la masa.

CONCENTRACIÓN

Cuando hablamos de concentración, lo estamos haciendo sobre la cantidad de agua que lleva

un jabón. En realidad hablamos de la concentración de la lejía que se forma al juntar la sosa (o

la potasa) cáustica con el agua. Así una concentración del 50% indica que en la lejía la mitad

del peso es agua y la otra es álcali. Una lejía del 33% de concentración tiene el 33% de álcali

diluido en el 67% de agua. Es decir 2 veces más de agua que de álcali. Un 25% tiene 3 veces

más de agua que de álcali y así para todos los porcentajes posibles.

Implícitamente en esta explicación estamos hablando también de proporción que es otra

forma de determinar la cantidad de agua. Si hablamos del 50% estamos diciendo que la

proporción es de 1:1, si es del 33% es de 1:2 y si hablamos del 25% es de 1:3, dónde se indica

que por cada parte de álcali (primer término) hay otras partes de agua (segundo término).

Ahora, otra cuestión diferente es la cantidad de agua, ya sea medida como concentración o

como proporción, que queremos usar.

SOBREENGRASADO

Para hacer el jabón utilizamos aceite, sosa cáustica (también llamado hidróxido sódico) y agua.

La cantidad de sosa va en función de la cantidad y el tipo de aceite que usemos. Cada aceite,

dependiendo de su composición, tiene un índice de saponificación diferente. Este índice

expresa la precisamente la cantidad de álcali que debemos utilizar para la completa

saponificación del aceite. Por ejemplo, el aceite de oliva tiene un índice de saponificación de

190, lo que significa que para saponificar un kilo de aceite de oliva hacen falta 190 gramos de

potasa cáustica. La potasa cáustica, que también se denomina hidróxido potásico, se simboliza

KOH. Como el peso molecular del hidróxido potásico es superior al del hidróxido sódico en

1.4025 veces, para calcular el índice de saponificación con sosa dividiremos 190/1.4025 que

nos da una cantidad aproximada de 135. Y esto significa que para saponificar completamente

un kilo de aceite de oliva hacen falta 135 gramos de sosa cáustica.

Ahora bien, el concepto sobreengrasado significa que a ese mismo kilo de aceite le ponemos

menos cantidad de sosa con lo que una parte del aceite no quede saponificado. Con esto

conseguimos por una parte, garantizar que no existe exceso de sosa en el jabón y por otra,

mayor suavidad y emoliencia de éste.

El sobreengrasado se suele expresar en tanto por ciento, por lo que un sobreengrasado de 1%

significa que el 1% del aceite no se saponifica porque dejamos de poner el 1% de sosa. Así si

eran 135, el 1% sería 1.3, por lo tendríamos que usar 133.7 gramos de sosa. Para un

sobreengrasado del 10% restaríamos a la cantidad 13.5, con lo que nos quedarían 121.5

gramos de sosa.

El sobreengrasado implica también un riesgo. Al haber parte del aceite no saponificado, éste

tiene posibilidad de estropearse. Si además el aceite es especialmente delicado, mayor es el

riesgo.

Opinión:

Quería comentaros algunas cuestiones sobre el sobre-engrasado (superfat). En realidad no se

como se dice correctamente en español. Le voy a poner SE.

Para quien no lo sepa, decirle que esto es el exceso de grasas que le añadimos a un jabón. Una

cantidad de grasas requiere una cantidad de sosa para su total saponificación. Pues en el

sobre-engrasado le añadimos mas grasas, como ya he dicho, con la finalidad de que el jabón

sea más suave. En general se suele recomendar entre un 5 y un 8% más de grasas de las

necesarias (o menos de sosa).

Aprendí en esta y otras páginas de internet que esto era no solo recomendable sino necesario.

Si embargo, ya lo hemos comentado por aquí, algunos autores no lo consideran así. Lo primero

que voy a decir es que no lo tengo nada claro y por tanto, que nadie me tome en serio.

Cuando empecé a hacer jabones no tenía en cuenta este SE y los jabones me salían bien. Creo

que nunca nadie se quejó de ellos.

Pero claro, ¿Para qué queremos los jabones?. Si solo los queremos para lavarnos, es posible

que ese SE no sea necesario (no me crucifiquéis por este comentario). Si queremos además

aportación de los beneficios de las grasas, sería tal vez conveniente usar SE. Pero es un poco

contradictorio ya que si el jabón lava bien, es difícil que queden restos de estas grasas

excedentes.

He probado SE que van desde el 0% hasta el 12% en el CP y 20% en los transparentes (pero

esos son otro rollo). Las cualidades humectantes y suavizantes de estos no varían tanto en

función del SE como en función de sus ingredientes. Así por ejemplo, para hacer un jabón para

el pelo (champú) quizá sea más conveniente elegir grasas con alto contenido en oleico y

linoleico que usar un SE alto.

En lo que, siempre desde mi punto de vista, sí influye claramente el SE es en las características

físicas del jabón. El jabón con SE alto será por mucho tiempo más blando que los que tengan

un SE bajo o nulo. Además será más suave al tacto y la pastilla se deshará más rápidamente.

También suele ser más espumoso un jabón con SE que sin él. Todo esto, por supuesto,

también tiene mucho que ver con el tipo de grasas.

La razón por la que en la mayoría de los jabones uso un SE entre 5 y 7% no es tanto por las

cualidades de suavidad como por dar un margen de seguridad a los posibles errores de pesaje

y los índices orientativos de SAP que utilizo.

Los SE superiores al 7%, de momento me han dado más inconvenientes que ventajas.

Un jabón sin SE no se estropea jamás. Al contrario, a mas viejo, mejor.

Algún día os sorprenderé con una nueva versión de la calculadora donde se tendrán en cuenta

estas características finales del jabón en función del SE o de la cantidad de agua, además de los

otros factores.

Otra cuestión importante, al menos para mí, es que no puede ser lo mismo (y creo que no lo

es) añadir el SE desde el principio, o añadirlo a la traza o, en el caso del HP, añadirlo al jabón

acabado.

El agua en el jabón: La concentración

Con frecuencia me preguntan qué significa la

concentración del agua en el jabón y qué trascendencia tiene en la fórmula y en el resultado

final del jabón, así que voy a intentar explicarlo lo más sencillo posible, aunque el tema es

extenso.

Los tres componentes fundamentales del jabón natural son las grasas, la sosa y el agua. A

partir de esos tres ingredientes, podemos añadir otras cosas como aditivos, colorantes,

aromas, etc, pero si falta alguno de esos tres no tendremos jabón. La proporción de sosa y

grasas tiene siempre que estar muy medida y es muy importante que esté equilibrada, pero

¿qué pasa con el agua?

En realidad, el agua no sólo es un ingrediente, también es el medio en que se produce la

saponificación, o sea, la reacción química que forma el jabón. Necesitamos el agua para

disolver la sosa, y para que ésta saponifique las grasas. Una vez que la reacción química está

completa, el jabón sólo conserva una parte del agua, y el resto se evapora durante el curado y

secado del jabón.

¿Qué es la concentración en el jabón? La cantidad de sosa que tenemos que poner en el

jabón nos viene dada por los aceites de la receta, pero según nuestras necesidades, podemos

disolverla con más o menos agua. Eso determina la concentración. Cuanto menos agua

pongamos, más concentrada será la disolución, o sea, la concentración será mayor. Esa

concentración se expresa en porcentajes. Por ejemplo, una concentración del 28% significa

que de nuestra disolución de agua/sosa, 28 partes serían de sosa, y el resto hasta 100 sería el

agua. Por eso, cuando variamos la concentración, la cantidad de sosa siempre permanece

constante y lo que varía es la cantidad de agua en la que disolvemos esa sosa.

En química, la disolución de cualquier sustancia alcalina en agua se denomina lejía, y aunque

en el lenguaje de calle, llamamos lejía a la que se usa para limpiar y blanquear la ropa

(hipoclorito de sodio), lo cierto es que la mezcla de sosa y agua es una lejía también, así que a

partir de aquí, cuando hablemos de lejía, estaremos hablando de la mezcla de agua y sosa que

añadimos a nuestro jabón. La lejía es la principal aportación de líquido en el jabón, pero no es

la única, ya mucha veces añadimos más líquido con los aditivos.

¿Como calculamos la concentración? Cuando calculo las recetas a mano (en esas rarísimas

ocasiones.....) suelo utilizar la regla para torpes: multiplico la cantidad de sosa por 2,5 y me da

la cantidad de agua que equivale a una concentración del 28% que es bastante usual para

jabonear, pero se puede calcular cualquier otro porcentaje usando una regla de tres.

Personalmente siempre dejo que la maravillosa y nunca suficientemente loada calculadora de

Mendrulandia lo haga por mi.

Ahora: ¿Hay una concentración idónea para el jabón? Pues no, la verdad.

En el jabón, la proporción de aceites y sosa siempre está muy medida y es muy importante

mantenerla equilibrada, pero la cantidad de agua admite mucha variación. Podemos poner

una cantidad de agua muy diferente y al final obtendremos un jabón muy parecido,sin

embargo el proceso de hacer el jabón variará bastante. Algunos jabones, como el jabón de la

abuela, se suelen hacer con una concentración bajísima, cercana al 15%, mientras que algunos

jaboneros utilizan a veces concentraciones del 40% o incluso superiores. La concentración

máxima que podríamos usar sería el 50%, Si pusiéramos menos agua , la sosa no llegaría a

disolverse bien a quedar saturada la disolución.

¿Y qué diferencia hay si hacemos el jabón con una concentración mayor o menor? Pues

mucha y muy poca. Me explico. Hay diferencias mientras hacemos el jabón, pero el jabón

resultante al final será muy parecido.

-Trabajar con concentraciones bajas, entre el 25% y el

34% aporta más agua al jabón. Tardamos más en llevar el jabón al punto de traza, tendremos

más tiempo para trabajar el jabón antes de que espese demasiado, y por eso estas

concentraciones son las que se usan cuando queremos hacer jabones con decoraciones

complejas, con varios colores, y técnicas decorativas que requieren trazas muy líquidas, como

la decoración de columna o embudo, el swirl-in-the-pot , el mantra swirl o los firulillos de

colores en general. Son concentraciones cómodas, en las que uno se lleva pocos sustos, son las

más adecuadas cuando trabajas con aromas sintéticos que amenazan trazar de golpe, y las

mejores, desde mi punto de vista, para principiantes. Además aguantan mejor sin espesarse

incluso aunque trabajemos con la sosa o los aceites templados, y nos simplifican la vida

cuando hacemos jabones con el proceso en caliente. La calculadora de jabones de

Mendrulandia por defecto calcula una concentración del 28% y a mi me parece perfecta para

casi todo, y subrayo el "casi"

En el "lado malo" también tenemos algunos efectos

derivados de este exceso de agua. Lo más llamativo es el tiempo que tarda el jabón en secarse.

Normalmente los jabones hechos con bastante agua tardan más en secarse. Las cuatro

semanas que dejamos el jabón al aire, y que mal llamamos "tiempo de curado" en realidad es

en parte curado, en parte secado, y el jabón durante esas cuatro semanas completa la reacción

química de la saponificación, pero también pierde el agua que le sobra. Los jabones con más

agua, lógicamente tardan más en secarse, y un jabón muy seco hace más espuma, dura más y

se queda menos baboso.

Otra consecuencia no deseada del exceso de agua es que en los moldes de silicona son una

pesadilla para desmoldarlos porque se quedan húmedos mucho tiempo.

Aparte de estas dos cosas, que pasan siempre, hay otros efectos que no son tan frecuentes

pero que pueden pasar: Al evaporarse el agua sobrante, a veces arrastra el exceso de sosa

y afloran las antiestéticas cenizas en la superficie, sobre todo en jabones con sobreengrasados

bajos, y además, a veces los jabones blandos cuando pierden el agua sobrante encogen, y si es

mucha, pueden llegar a deformarse, hundiéndose en el centro.

-Trabajar con concentraciones altas: entre el 35% y el

50% tiene justo los efectos contrarios. La traza llega antes, y eso, cuando hacemos jabones sin

mucho adorno y con porcentajes altos de aceite de oliva, es de agradecer porque tardamos

mucho menos. Además el tiempo de secado se reduce considerablemente, los jabones

gelifican mejor y por lo general quedan más lisos y brillantes al cortarlos. Imprescindible si

quieres que los jabones en moldes de silicona te queden bien y no queden como plastilina.

Para mi gusto, son concentraciones ideales para jabones lisos, jabones a capas y decoraciones

de trazas espesas.

El lado malo: trabajar con la amenaza constante de que el

jabón se te espese de repente es muy estresante. No tienes mucho tiempo para reaccionar si

no tienes todo a mano, y como no dejes enfriar la sosa, los aceites y hasta los aditivos, se te

puede complicar la existencia mucho.

Es verdad que casi todo esto se contrarresta un poco trabajando con temperaturas bajas, y

que la experiencia ayuda, pero mi consejo es que si eres principiante, no te compliques y uses

concentraciones mayores.

Como decía antes, durante las semanas de secado, tanto los jabones hechos con

concentraciones altas como los hechos con concentraciones bajas, perderán el agua que sobra,

quedando ambos con una textura similar, y la elección de una lejía más concentrada tiene

mucho más que ver con el proceso de hacer el jabón que con las características finales del

jabón en sí.

¿Mis preferencias personales? pues en los talleres casi siempre hacemos los jabones al 28%,

pero cuando hago mis jabones fuera del taller, suelo usar entre el 35% y el 45% , dependiendo

de la receta y la complejidad del jabón. Sólo uso concentraciones menores si voy a usar

fragancias sintéticas.

El sobreengrasado en el jabón

Este es un concepto que a veces, cuando estamos empezando, se nos hace un poco cuesta

arriba.

Por definición, el sobreengrasado es un exceso de aceite con respecto a la cantidad de

sosa…Ufff, así tampoco aclaramos mucho ¿verdad?

Empecemos desde el principio:

Cuando hacemos jabón, mezclamos los ácidos grasos de los aceites con una sustancia alcalina,

que es la sosa.

Utilizando una química de andar por casa, digamos que los ácidos grasos al combinarse con la

sosa se neutralizan mutuamente, dejan de existir como aceite y como sosa, y los dos juntos se

convierten en jabón. Esta es la reacción química de la saponificación.

Para que esto sea así, lógicamente debe haber una cantidad equilibrada de ácidos grasos y

sosa. Si hay más sosa, no tendrá con quién combinarse y seguirá ahí en nuestro jabón. Si lo que

ponemos de más es el aceite, en mucha cantidad, no tendrá con quién combinarse y hará que

nuestro jabón sea aceitoso y no limpie nada.

Entonces, si hacemos el jabón con la cantidad exacta de sosa y aceite, todo ello se convertiría

en jabón, pero ¿cómo podemos estar seguros de esto? Nuestra báscula puede no ser tan

absolutamente exacta, las características de una marca de aceite a otra pueden variar

ligeramente, y varían mucho de una marca de sosa a otra… no podemos ajustar tanto como

para garantizar que en nuestro jabón no quedaría nada, nada de sosa libre. Por otra parte,

tampoco nuestra prioridad es que el jabón sea excesivamente limpiador, porque salvo que

seamos mineros, mecánicos o cualquier otro oficio de esos en los que uno acaba pringado

hasta las cejas, lo que nos interesa es usar un jabón que limpie bien, pero que deje nuestra piel

hidratada y suavecita.

Estas dos cosas las solucionamos de golpe simplemente poniendo un pequeño exceso de

aceite en nuestra receta, no tanto como para que el jabón no limpie, pero suficiente para que

sea hidratante y a la vez nos sirva de margen de seguridad para saber que no hay posibilidad

de que quede sosa libre en él.

Ese exceso de aceite con respecto a la sosa es el sobreengrasado, o como lo vamos a llamar a

partir de ahora, SE. (Fíjate, la misma frase que al principio, pero ahora se entiende mucho

mejor, espero)

¿Cuanto SE debemos poner al jabón? pues eso es una decisión bastante personal. El rango

estaría más o menos entre un 5% mínimo y un 15% máximo, pero personalmente me muevo

como mucho entre el 7% y el 10%.

Hay varias formas de aplicarlo, pero yo voy a exponer la que considero a la vez más sencilla y

más exacta, y para ello, vamos a recurrir a la insustituible, maravillosa y nunca suficientemente

loada Calculadora de Mendrulandia.

CALCULANDO LA RECETA

Lo más bonito de la creación de jabones es la subjetividad que conlleva. Cada uno los hace a su

antojo y a la medida de sus necesidades. Así puede apetecernos hacer un jabón más limpiador,

más suave, más espumoso, más duro o blando...

No hay una norma. Sólo unas indicaciones a tener en cuenta. Hay aceites que se estropean

antes que otros. Se denomina enranciamiento al deterioro de los aceites y los más sensibles

son aquellos ricos en ácidos grasos insaturados. Se debe a que esas insaturaciones se degradan

convirtiéndose en compuestos que generan mal olor. Para evitarlo se pueden utilizar agentes

antioxidantes y el más común es la vitamina E acetato. También se puede utilizar aceite de

semilla de pomelo por ser el más rico en vitamina E.

Otros aceites, como el de girasol o el de germen de trigo por ejemplo, son muy ricos también

en esta vitamina pero la cantidad que contiene no suele ser suficiente para prolongar por

mucho tiempo la vida de ese aceite al contacto con el aire.

Los aceites saturados son mucho más estables y por tanto duraderos pero no tienen la

suavidad que aportan los otros.

Podemos diferenciar dos grandes grupos:

Los aceites duros, constituidos fundamentalmente por triglicéridos de ácidos grasos saturados,

constituidos fundamentalmente por el de coco, palmiste, karité, cacao, palma, sebo y

manteca.

Los aceites blandos, con contenido de triglicéridos de ácidos grasos insaturados, constituidos

fundamentalmente por el de oliva, ricino, aguacate, maíz, germen de trigo... Dentro de este

grupo están los aceites secantes, con alto contenido de los ácidos grasos insaturados linoleico

y linolénico, que suelen ser los más emolientes y los más fácilmente enranciables. Son

ejemplos de estos el de rosa mosqueta, argán, cáñamo y menos apreciado girasol.

A simple vista y en un clima templado se puede decir que son blandos los que se presentan en

forma líquida y duros los que se presentan en forma sólida o como manteca. Esto es relativo

por que por ejemplo el coco, hasta 25ºC, permanece sólido y a más temperatura es un aceite

líquido.

Empecemos entonces por la selección de los aceites. Se suelen proveer con análisis que

contienen dos indicadores que nos interesan fundamentalmente para realizar la receta:

El índice de saponificación (SAP) indica la cantidad de hidróxido de potasio(KOH) necesario

para saponificar un gramo de ese aceite. Así si por ejemplo el del coco es 0.258, hacen falta

258 gramos de KOH para saponificar un kilo de aceite de coco. Como normalmente solemos

usar sosa cáustica (NaOH) y no potasa, podemos convertir ese valor en su equivalente

dividiéndolo por 1.4025 como se explica aquí.

El índice de yodo (IY) expresa la cantidad de yodo que absorbe un compuesto y va en función

de la insaturación de éste. Esto significa que cuanto más alto sea este índice más posibilidades

tiene el aceite de estropearse. Por lo tanto no es conveniente abusar de aceites que tengan un

IY muy alto. Se considera que un valor por encima de 70 puede resultar propenso al

enranciamiento.

Existe un indicador que se usa frecuentemente para elaborar una receta que se denomina

valor INS. Este se calcula restando el valor SAP al IY. Si el aceite de coco tiene un valor SAP de

258 y un valor IY de 10, calculamos 258-10=248; luego su valor INS es de 248. El de palma es

199-53=146. El del aceite de oliva es 190-84=106 y el de girasol es 189-133=56.

Así cuanto más bajo, más blando y más propenso al enranciamiento y cuanto más alto, más

duro y limpiador. Se establece que un buen equilibrio ronda los 130-160.

Todos los cálculos de la fórmula se hacen mediante media aritmética. Así supongamos un

jabón de coco (15%), palma (30%), girasol (5%) y oliva (50%). Usamos un kilo de grasas.

Para calcular la media de IY (por el orden de arriba):

(0.15*10)+(0.30*53)+(0.05*133)+(0.50*84) = 1.5 + 15.9 + 6.65 + 42 = 66.05

Para calcular la media de INS (por el orden de arriba):

(0.15*248)+(0.30*146)+(0.05*56)+(0.50*106) = 37.2 + 43.8 + 2.8 + 53 = 136.8

Los dos valores están dentro del margen establecido pero por ser el valor INS bajo el jabón

saldrá más blando y suave. El valor de IY es un poco alto, se acerca demasiado al límite

establecido por lo que la adición de un poco de vit E lo protegerá del enranciamiento.

Como otro ejemplo vamos al otro extremo quitando el girasol y añadiendo esa cantidad de

coco:

coco (20%), palma (30%) y oliva (50%)

Para calcular la media de IY (por el orden de arriba):

(0.20*10)+(0.30*53)+(0.50*84) = 2 + 15.9 + 42 = 59.9

Para calcular la media de INS (por el orden de arriba):

(0.20*248)+(0.30*146)+(0.50*106) = 49.6 + 43.8 + 53 = 146.4

Los dos valores están otra vez dentro del margen establecido pero, por ser el valor INS un poco

más alto, el jabón saldrá más duro y limpiador. El valor de IY es más bajo que antes. Ya no se se

acerca al límite establecido por lo que la adición de vit E ya no es necesaria. Sólo probando

ambas recetas sabremos cual se ajusta más a nuestros gustos y necesidades.

Continuamos por el cálculo de la lejía. Se compone de sosa y agua. Para calcular la sosa lo

primero que tendremos en cuenta es el sobreengrasado y para calcular el agua tendremos en

cuenta la concentración.

Elegimos el primer ejemplo con una concentración del 30% y un sobreengrasado del 9%.

calculamos la potasa total:

(150*0.258)+(300*0.199)+(50*0.189)+(500*0.190) = 38.7 + 59.7 + 9.45 + 95 = 202.85

aplicamos el descuento del 9% (para lo que multiplicamos por 0.91, 91%)

202.85 * 0.91 = 184.5935; más o menos 184.6

Lo convertimos ahora a sosa dividiéndolo por 1.4025:

184.6 / 1.4025 = 131.6

Por lo que la cantidad de sosa será 131.6 gramos (que dejamos en 131)

Ahora vamos a calcular el agua en función de la concentración. Si sabemos que el 30% de la

lejía es 131, nos falta calcular cuanta agua será el restante 70%. Lo hacemos mediante una

regla de tres:

si 131 es el 30%

x será 70%

Por lo que x = 131*70 / 30; x= 305.6 (que dejamos en 305 gramos)

Si dispusiésemos de la concentración y quisiéramos saber la proporción calculamos:

(100-concentración)/concentración

en nuestro caso: (100-30)/30 = 70/30 = 2.33333

Y sabiendo la proporción y la cantidad de sosa podemos calcular el agua:

131 * 2.3333 = 305.6 (o sea lo mismo, claro)

Y ya tenemos todos los ingredientes:

Oliva ........ 500 gr

Palma ........ 300 gr

Coco ........ 150 gr

Girasol ...... 50 gr

Sosa ........ 131 gr

Agua ........ 305 gr

Y le ponemos un poco (5 gr) de vit E acetato para evitar el enranciamiento.

CALCULADORA DE MENDRULANDIA

Es mucho más fácil hacer los cálculos mediante las calculadoras online, en algunas como la de

abajo de esta página además predice los resultados del jabón producido.

Pongamos una receta de lo más corrientita. En la imagen superior, podéis verla con un SE de

0%, o sea, poniendo toda la sosa necesaria para que no quede nada de aceite en ella. Señalada

en rojo, con la línea continua, veis la casilla que indica que el SE es de 0, y con la línea

discontinua la cantidad de sosa. En esta receta, tanto los aceites como la sosa se neutralizarían

y se convertirían en jabón. Aunque veáis la receta con los números abajo en verde, no os

engañéis. Una receta con sobreengrasado de 0%, nos va a dejar casi seguro la piel tirante y no

es nada, nada recomendable.

En esta otra imagen, a la misma receta le hemos puesto el SE del 8%. La calculadora, en vez de

añadir más aceite, lo que hace es descontar esa cantidad de la sosa necesaria, por eso, al subir

el SE, varía la cantidad de sosa, en este caso, la cantidad necesaria para un SE del 8% es de 92,7

gramos. Como el agua de la receta se calcula a partir de la cantidad de sosa, también varia esta

cifra. Para mi esta es la mejor manera de calcular el SE, poniendo todos nuestros aceites en la

calculadora y dejando que ella haga las cuentas por nosotros.

A la hora de hacer este jabón, podemos hacerlo de dos maneras y tendrá efectos diferentes.

-Si ponemos todos los aceites desde el principio, irán saponificando hasta llegar a la traza, y al

final, como sobreengrasado, nos quedará un 8% de aceite libre que más o menos será una

mezcla de todos los aceites

-Si ponemos el aceite de oliva y el de coco al principio, reservando el de almendra, cuando el

jabón llegue a la traza, más o menos, el aceite de coco y el de oliva habrán saponificado en

gran parte, por lo que si añadimos el aceite de almendras que habíamos reservado cuando el

jabón llegue a la traza, nos aseguramos que el aceite que quedará sin saponificar será

precisamente el de almendra en su mayor parte y hará nuestro jabón más hidratante.

Esta es la forma más eficaz de proteger los aceites más delicados, porque cuando el jabón llega

a la traza, parte de la sosa ya está neutralizada, y también es la forma de que sepamos más o

menos cual es el aceite libre que queda en el jabón y que aportará sus propiedades a la piel.

Habréis notado lo mucho que en estos últimos párrafos repito lo de “más o menos”. Como

decía antes, esto es química de andar por casa. Las cosas no son así exactamente. Hay ácidos

grasos listillos que saponifican rápido y otros lentorros que les cuesta un rato, así que reservar

un aceite para el final no garantiza del todo que quedará sin saponificar, pero es lo más que

podemos acercarnos a saberlo de forma casera, y no quería complicar más la explicación. Esta

es una nota aclaratoria sólo para que ninguno “de ciencias” se tire de los pelos por mis

afirmaciones chapuceras y poco precisas.

CALCULADORA DE SAPONIFICACIÓN - ELABORACION DE JABONES

CALCULADORA DE MENDRULANDIA

La calculadora es un instrumento útil a la hora de hacer jabón. No solo nos indica la cantidad

de sosa que tenemos que usar para determinada combinación de grasas si no que puede

predecir el resultado de la mezcla.

Primero los conceptos:

El índice de saponificación SAP nos indica a cantidad de gramos de KOH (Hidróxido potásico)

para saponificar un gramo de esta grasa. Nosotros solemos utilizar NaOH (Hidróxido Sódico)

para jabones duros y es por esto que el valor que necesitamos es el resultado de dividir el valor

de KOH por 1,4025. Esta diferencia se debe al peso molecular de las diferentes bases alcalinas.

En esta versión existe la posibilidad de elegir entre álcalis, se puede seleccionar KOH

(Hidróxido potásico) para jabones líquidos. Podéis hacer doble clic sobre el signo de

interrogante a la derecha del ingrediente y obtendréis sus valores y composición en la ventana

inferior.

En resumen: 1,4025 g KOH equivale a 1 g NaOH.

El índice de yodo es la medida de insaturación de una grasa. Este valor nos permite predecir la

posibilidad de enranciamiento del jabón. Un jabón con un nivel alto de yodo se estropea antes

que uno con un nivel bajo.

El valor INS determina la compatibilidad de esta grasa con el jabón. Se mide en función del

valor de SAP y el yodo. El caso es que una pastilla con cualidades físicas y dureza adecuadas,

debe de rondar los 160, según el Dr. Bob. Yo creo que NO es un valor muy determinante del

resultado final.

Si una grasa tiene uno de estos valores muy por debajo o por encima de lo deseado habría que

combinarla con otra que tenga valores opuestos para promediar. Esa es la gracia de este

asunto.

Quiero diferenciar estas dos partes:

La primera es un cálculo matemático simple, regla de tres. Cuando ponemos la cantidad en

gramos, en la columna de peso (Gramos), y cambiamos de celda, automáticamente se calcula

el porcentaje que dicha grasa representa en la composición total de las grasas y el porcentaje

que el ingrediente supone en el total de la fórmula. También se calcula la cantidad de álcali

para la saponificación total de esa grasa. En la columna Gramos y en la fila Total ingredientes

aparece la suma de todos los pesos y porcentajes, tanto de las grasas como de la sosa.

Debajo, seleccionamos el nivel de sobre-engrasado del jabón. Para obtener mayor hidratación,

tenemos que poner exceso de grasas. Los jabones se suelen sobre-engrasar entre un 5% y un

10% (esto depende de cada cual).

Al lado, seleccionamos el nivel de concentración de la lejía. Las grasas se pueden diferenciar en

duras y blandas. Se podría decir que todos los aceites líquidos son blandos y los sólidos y

mantecas son duros. Pero esto no depende del punto de fusión. En países cálidos el aceite de

coco es líquido, aquí, en Sevilla, en primavera empieza a serlo. No, depende de la longitud de

las cadenas de ácidos grasos que lo compongan y de la cantidad de insaponificables. También

se podrían considerar duros los que tienen mayor cantidad de láurico, esteárico o palmítico y

blandos os que tengan mayor cantidad de linoleico, oleico o linolénico. Del primer grupo sería

el de coco, el de palma, las mantecas, la estearina, etc. De segundo grupo el de oliva,

almendras, girasol, maíz, almendra, aguacate, etc.

Total, que la concentración va en función de la dureza de la mezcla. Si la mezcla de grasas tiene

un valor alto, la concentración debe de ser menor y por tanto la cantidad de agua será mayor y

viceversa.

En resumen:

Coco -> muy duro -> mucha agua ->baja concentración

Oliva ->muy blando -> poco agua ->alta concentración

Si a mezcla es equilibrada (una dureza 50), el valor ideal es el 28%.

Al elegir la concentración, automáticamente se calcula la cantidad de agua donde

disolveremos la sosa.

Hasta ahí tenemos suficiente para hacer jabón.

Esta calculadora además predice el resultado de la mezcla.

El Yodo como dije antes es como la fecha de caducidad. Podemos establecer un límite en 70.

Esto no significa necesariamente que se vaya a estropear antes el jabón pero sí en muchos

casos. En sitios donde hay mucho calor y humedad, el valor no debe superar 60. Hay que

intentar evitar el abuso de linolénico por ser el más corruptible. También se pueden usar

antioxidantes para alargar la vida del jabón. Recomendable en esos casos la vitamina E.

El valor ideal de los siguientes parámetros es 50. Los márgenes establecidos son entre 40 y 60.

Un valor por debajo de 40 será demasiado bajo y por encima de 60 demasiado alto.

La dureza se calcula sobre todo por los ácidos láurico, mirístico, palmítico y esteárico. En

menor proporción el oleico y el ricinoleico. Es decir las grasas que contienen estos ácidos

grasos son las que hacen que el jabón sea más duro.

La cantidad de burbujas la proporcionan principalmente los ácidos láurico, mirístico, linoleico y

ricinoleico. En menor proporción el oleico.

La persistencia de la espuma se calcula sobre todo con los ácidos palmítico y esteárico.

Determina a duración de la espuma y la consistencia cremosa de ésta.

La limpieza la proporcionan también los ácidos láurico, mirístico y ricinoleico. Un jabón que

limpie demasiado es desagradable para la piel (pero a lo mejor para otras cosas va bien).

El acondicionado es la capacidad que tiene el jabón de suavizar y nutrir la piel o el pelo. La

proporcionan principalmente los ácidos linoleico, oleico, ricinoleico y linolénico. En menor

proporción el palmítico.

Los valores ideales son el resultado de la experimentación. Esto significa que quizá (¡seguro!)

se puedan optimizar.

Sabiendo esto, si nos aparece una alarma en uno de estos valores, indicándolo en rojo,

podemos equilibrar la receta con otra grasa o proporción.

Si por ejemplo, queremos trabajar con porcentajes en vez de con pesos podemos hacerlo de la

siguiente forma. Supongamos 20% coco, 20% manteca y 60% oliva. Pues escribimos en sus

correspondientes pesos estas cantidades (ó 2,2 y 6) y le damos a reescalar grasas con la

cantidad total de grasas en gramos. Los porcentajes se convertirán en pesos. También se

puede escalar en función del peso total de la fórmula.

También podemos guardar una fórmula con guardar y recuperarla luego con recuperar.

Seleccionándola antes en el cuadro desplegable.

El módulo Importar/Exportar sirve para exportar la receta en forma de cadena para poderla

almacenar en un archivo de texto. También así se pueden compartir cómodamente las

fórmulas en un mensaje en un foro. Para utilizarlo, una vez diseñada la fórmula pulsamos

exportar y en la ventana inferior se imprime la cadena que representa la fórmula. La podemos

así copiar y pegar donde queramos. Para recuperar la fórmula tenemos que hacer la siguiente

operación: pulsamos la tecla borrar, con lo que se borra, tanto la fórmula como la ventana

inferior. Pegamos ahí, en la ventana inferior, la cadena que antes habíamos salvado y le damos

al botón importar. Como por arte de magia la fórmula se restaurará en la pantalla.

Si queremos inicializar a cero la tabla, le damos a borrar tabla.

La ventana inferior sirve además para obtener información sobre los ingredientes o la fórmula.

CONTRAINDICACIONES DE LOS ACEITES ESENCIALES

ACEITES ESENCIALES CON POSIBLE FOTOTOXICIDAD (pueden provocar manchas en la piel al

exponerla al sol)

Bergamota

Comino

Hierbaluisa

Jenjibre

Levístico

Lima

Limón

Mandarina

Meliloto (Cumarina)

Naranja (tanto dulce como amarga)

ACEITES ESENCIALES CONTRAINDICADOS DURANTE EL EMBARAZO

Ajenjo (abortivo)

Ajowan

Albahaca

Alcanfor

Angélica

Anís común

Anís estrellado

Apio

Artemisa

Ásaro

Boldo

Buchú

Calamento

Casia

Cedro del Atlas

Citronela

Comino

Enebro

Estragón

Gaulteria

Hinojo

Hisopo

Jaborandi

Jara

Laurel

Levístico

Mejorana

Mirra

Narciso

Orégano

Perejil

Pimienta negra

Poleo

Romero

Ruda (abortivo)

Sabina (abortivo)

Salvia (abortivo)

Sasafrás

Tanaceto

Tuya

ACEITES ESENCIALES QUE PUEDEN PROVOCAR IRRITACIÓN EN LA PIEL APLICADOS EN

CONCENTRACIONES ALTAS.

Ajedrea

Benjuí

Boldo

Cajeput

Canela (rama y corteza, el AE de hoja no)

Casia

Clavo

Enebro

Gaulteria

Helenio

Hierbabuena

Lemongras

Limón

Menta

Mostaza

Orégano

Oxicedro

Pelargonio

Perejil

Perifollo

Pimienta

Pino negro

Rábano

Ruda

Tomillo andaluz (thymus capitate)

Tonka

Toronjil (melisa)

ACEITES ESENCIALES POTENCIALMENTE TÓXICOS POR VIA ORAL (los aceites esenciales, en

dosis altas, no las plantas en si)

Ajedrea

Ajenjo

Almendra amarga (cianuro)

Árnica

Artemisa

Boldo

Cálamo

Carfoforo

Casia

Cilantro

Copaiba

Cúrcuma

Eucalipto

Gaulteria

Hisopo

Jaborandi

Meliloto (cumarina)

Miristico (nuez moscada)

Mirra

Mostaza

Narciso

Pazote

Perifollo

Poleo

Rábano

Retama de olor

Ruda

Sabina

Tanaceto

Tonka

Tuya

Espero que la lista os resulte útil. No lo toméis como una lista cerrada, porque hay muchos

aceites esenciales cuyos efectos no están muy estudiados. Como veis, hay algunos rarísimos,

que por lo menos yo, no he visto en mi vida, pero otros…vaya, que son viejos conocidos en el

mundo jabonero. No es que yo piense que las concentraciones que usamos puedan ser

peligrosas, y menos teniendo en cuenta el tiempo tan escaso que permanece el jabón en

nuestra piel antes de que lo aclaremos, pero conviene tenerlo en cuenta a la hora de elegir

uno u otro .

EXPLICACIÓN PROCESO CREAR UN JABÓN

Estaba pensando que como iba a escribir otra vez un proceso para hacer jabón de una manera

fácil, segura, barata y rápida. Que resulte una explicación clara para todos los que empiezan y

revele algunos secretos a los expertos.

Hasta ahora he probado muchas fórmulas y métodos para conseguir jabón en frío, en caliente,

transparente e incluso líquido. Seguiré probando por que aunque una receta me salga bien

nunca la repito, siempre hay algo que experimentar… y eso es lo bonito.

Para realizar un jabón necesitamos una grasa. ¿Por qué?

El proceso de creación de jabón es un proceso químico llamado saponificación que requiere de

una grasa (o ácido graso) y una base alcalina.

Las grasas que tenemos más a mano son los aceites de cocina. Pero no todas las grasas tienen

las mismas propiedades de saponificación.

En España es corriente que la gente use aceite de oliva. El aceite de oliva es al de girasol en los

jabones lo que en la cocina. O sea que no vale un duro.

El jabón realizado con aceite de oliva se conoce como jabón de castilla y es uno de los mejores

y más suaves. Hay quién difiere entre si es mejor o peor el de oliva virgen extra (presión en

frío) o el de orujo (refinado). Yo uso el primero.

Existen aceites, como el de coco, que son más duros que el de oliva y esto confiere más solidez

a la pastilla mojada. El aceite de coco también le otorga otras propiedades como espuma y

limpieza. Este en España, no es tan fácil de conseguir. Lo que si es muy fácil de encontrar es

manteca de cerdo, que no es lo mismo, pero si es mas duro que el de oliva.

Las bases alcalinas suelen ser Hidróxidos de Sodio (NaOH) o de Potasio (KOH). En las

droguerías se conocen como sosa cáustica y potasa. Estos componentes son sumamente

peligrosos. Para manipularlos hay que tomar primero unas medidas de seguridad.

Para poder continuar debes leer esto: http://www.pinsapo.com/modules

Para calcular la cantidad de álcali (base alcalina) que se debe usar, tenemos que pesar las

grasas y multiplicar este peso en gramos por su valor de saponificación (SAP). Los jabones

realizados con NaOH son jabones sólidos, los realizados con KOH son jabones solubles que se

diluirán para hacer jabón líquido.

Pero ahora vamos a hacer uno sólido:

Puedes calcular a mano tu fórmula pero existen herramientas que facilitan la labor. Son las

calculadoras de saponificación:

Ábrete esta: http://www.pinsapo.com/calculadora/

Ponemos en la calculadora por ejemplo 200 gr de oliva, 100 gr de coco y 100 gr de manteca de

cerdo. Son números fáciles de medir en la báscula y porcentajes fáciles de calcular de cabeza.

La calculadora suma los valores de sosa para cada grasa y obtiene el total para la

saponificación completa de éstas. Pero cuando hacemos jabón no queremos que saponifique

completamente por dos motivos principales:

Por que los aceites tienen en mayor o menor medida componentes insaponificables. Significa

que un porcentaje (por mínimo que fuera) de sosa quedaría libre en el jabón.

El otro motivo es por que un jabón con exceso de grasa tiene un tacto y un trato para la piel

mucho más suave.

Si nos pasamos de grasas queda un jabón blandengue.

Total, que tomamos un valor de sobre-engrasado del 5% (para este experimento) y nos dice

que tenemos que usar 56.6 g de sosa. Lo redondeamos a 56 y, ¡caramba! es lo mismo que

darle el 6%. Pues eso, que más da.

En esta calculadora la concentración de la lejía determinará la cantidad de agua de la receta.

En otras lo hacen de diferentes maneras.

Para recetas de aceites muy duros se suele usar concentraciones bajas y para recetas de

aceites muy blandos concentraciones más altas. Ponemos 28% (valor por defecto).

En el recuadro del agua indica 146,8 pero redondeamos a 147 y si me apuras a 150. Es

insignificante la diferencia tratándose de agua.

Entonces ya tenemos claro los ingredientes a usar y los vamos a buscar para empezar con el

tinglao.

200 gr Aceite Oliva

100 gr Aceite Coco

100 gr Manteca de cerdo

56 gr de sosa cáustica

147 gr de agua

¡Bien!

Ahora vamos al lío y sin fotos.

Tenemos puesto el delantal y los guantes de goma ¿Ok?

Pesamos el agua en un vaso de medir de esos de vidrio resistente al calor y en un recipiente

aparte pesamos la sosa. Si podemos nos vamos al aire libre, si no, el que tenga, que se ponga

debajo de la campana extractora de la cocina. O delante de una ventana abierta.

Echamos poco a poco la sosa en el agua removiendo lentamente. El agua se calienta y emana

vapores nocivos (que guay), pues no, no es guay. Por eso hay gente que recomienda usar,

además, mascarilla y gafas protectoras.

Una vez mezclado, que no se deposite nada en el fondo, tenemos la lejía. La dejamos un

momento a buen recaudo y nos vamos a por las grasas.

Cogemos una olla de acero inoxidable (así no hay problemas) y echamos las grasas y las

ponemos al fuego para calentarlas.

Este es el momento que todos estábamos esperando: la temperatura de las grasas debe de ser

entre 25º y 60ºC. Existen diferentes criterios sobre qué es jabón en frío y sobre la temperatura

de las grasas. ¡Chorradas!

Vamos a ver, las grasas deben de estar calentitas, pero no mucho. Si no tienes termómetro

basta con acercar la mano a las grasas calientes y si a unos cms notas calor (40-45º), ya está.

Claro, si está echando humo también notas calor (>80º). No seas brut@, que te vas a quemar.

Desde mi punto de vista, el proceso en frío significa que la saponificación, en concreto la fase

de gelificación, se produce en el molde y por el calor desprendido por el propio jabón. Las

temperaturas iniciales son para comenzar el proceso y acelerar la emulsión.

Total, que tenemos las grasas fuera del fuego a 40º y la sosa ya se ha enfriado bastante.

Removiendo continuamente con un utensilio de madera (preferiblemente) vertimos poco a

poco la lejía sobre las grasas que se van enturbiando y blanqueando hasta que conseguimos

una mezcla homogénea (más o menos).

Llegados a este punto, si no tienes puestas las gafas (lentes) protectoras, te las pones.

Y cogemos la batidora (minipimer, de brazo o como queráis llamarla). Si es posible la ponemos

en una velocidad lenta.

Una vez que estemos seguros de que está bien sumergida le damos al botoncito. Hay que

asegurarse de no salpicar.

Total, (otra vez), que le damos al pinganillo hasta que eso se convierta en una mezcla

emulsionada tipo salsa espesa. A mi me recuerda a la crema de calabaza.

Cuando lo esté, sacamos la batidora y ponemos el brazo (de la batidora) en remojillo. Y

volvemos a la feliz tarea de seguir meneando con el palo. Esto ya es solo para asegurarnos de

que tiene la textura que queremos.

Cuando está un poco más frío espesa más así que tampoco hay que dormirse. Aunque esto

depende de la proporción de agua en la lejía.

Se le añaden entonces las esencias aromáticas, los colorantes y los aditivos.

Yo solo les suelo poner aroma. Bueno mentira, también los coloreo si puedo.

Y se vierte en el molde.

Se dice que molde puede ser cualquier cosa y eso no es del todo cierto. El jabón así aun es muy

corrosivo. Además de algunos moldes cuesta sacarlo una barbaridad.

¿Que hace la gente?

Pues forran interiormente una caja de madera con papel de horno o de nevera y vierten ahí el

jabón.

Lo suyo es tener una tapa o aproximado y taparlo (yo además lo tapo con film transparente)

antes de cubrirlo con toallas o mantas. Veréis, la cuestión es intentar mantenerlo aislado

térmicamente. Se puede usar cualquier cosa que lo mantenga calentito.

Y ahora paciencia.

Yo os cuento lo que le está pasando.

El jabón necesita una cantidad de calor para reaccionar. Lo que pasa básicamente, es que al

romperlas la sosa, las grasas se separan en cadenas de ácidos grasos y liberan glicerina. Estos

ácidos grasos son los que se asocian con la sosa y producen la molécula de jabón. Y muchas

moléculas juntitas hacen la pastillita quedando la glicerina en su interior. Cuando la molécula

se forma, produce calor (o lo devuelve). Esto hace que el jabón se caliente y alcance un estado

semilíquido que se denomina gelificación. Esto es bueno por que hace que la textura y el color

sean más homogéneos y saponifica más rápidamente.

Total, que te vayas a la cama que mañana será otro día.

Transcurridas 24 h, destapa el muchacho. Si al tocarlo te parece suficientemente duro, puedes

desmoldarlo. Si eres de los que te has saltado lo de forrar de papel el interior del molde, a lo

peor te arrepientes. También se puede poner aceite en el molde para que no se pegue, pero

depende del molde funcionará o no.

Supongamos que a todos no ha salido estupendamente.

Ahora lo cortamos en los trozos que sea y lo ponemos a secar (dios mío) cuatro semanas.

Y ahora paciencia.

Yo os cuento lo que le está pasando.

Nada. Sólo se está secando.

Esto es una faena. Por que ¿quien tiene tanta paciencia? El truco es que si haces uno a la

semana, o algo así. Después de un mes, puedes ir probando uno a la semana y la paciencia se

limitará a eso. Pero es importante esperar este tiempo para que el jabón esté completamente

hecho.

PORCENTAJE MÁXIMO DE LOS ACEITES BASE EN EL JABON

A. Oliva 100 %

A. Cánola 50 %

A. Soja 50 %

A. Coco 30 %

A. Ricino 30 %

A. Aguacate 30 %

A. Palmiste 30 %

A. Semilla Algodón 25 %

A. Jojoba 25 %

A. Palma 20 %

A. Girasol 20 %

A. Caléndula 20 %

A. Cacahuete 20 %

M. Karité 20 %

M. Cacao 15 %

A. Almendras 12 %

A. Germen de Trigo 12 %

Cera de Abeja 12 %

A. Sésamo 10 %

MANOS A LA OBRA

MATERIALES

Necesitarás:

· Una báscula digital (no valen las tradicionales de cocina que tienen una aguja, debe pesar al

gramo)

· Una ensaladera grande de vidrio, cristal o acero inoxidable (nunca de aluminio o cobre)

· Un recipiente plástico tipo Tupper como de 1 litro de capacidad

· Batidora y cucharas de acero inoxidable

· Film plástico de cocina

RECETAS

JABÓN DE CASTILLA (sólo aceite de oliva)

Este es un jabón estupendo para todo tipo de pieles, sobre todo las sensibles ya que no lleva ni

aromas ni colorante. Hay que tener en cuenta que el aceite de oliva por si solo produce muy

poca espuma. Estamos acostumbrados a jabones espumosos y pensamos que un jabón con

poca espuma no limpia, y eso no es cierto. Seguro que si pruebas este jabón te enamorarás de

él.

Ingredientes:

· 500 gramos de aceite

· 60 gramos de sosa en polvo o escamas (siempre mejor en polvo)

· 150 gramos de agua

Estas cantidades deben estar bien pesadas en una báscula digital.

¿Cómo lo hacemos?

1. Ponte los guantes y las gafas de protección, y no te los quites hasta que hayas completado

todo el proceso. Asegúrate también de que no haya alrededor ni niños ni mascotas.

2. En un sitio ventilado, mezcla la sosa en polvo con el agua en un recipiente de plástico o

cristal que aguante un poco de temperatura, ya que la mezcla produce calor. No respires los

vapores que se producen, mejor si usas mascarilla.

3. Deja que esta mezcla se enfríe un poco en un sitio seguro, ya que es cáustica, hasta que esté

más o menos a 40/50 ºC

4. Pon el aceite en una cacerola o ensaladera y poco a poco añade la mezcla de agua y sosa

mientras remueves con la cuchara

5. Una vez que ya hayas puesto toda la mezcla en los aceites, puedes batir con la batidora a

velocidad más bien baja durante un rato, hasta que veas que empieza a espesar como una

mayonesa o natillas claritas. Más o

menos como aparece en la foto, incluso algo menos espeso, nos vale.

Este punto se llama “Traza” . Según el aceite o la batidora puede tardar más o menos tiempo.

Más o menos entre 2 y 15 minutos si lo haces con batidora, y hasta dos horas si lo haces a

mano. En este caso puedes parar y descansar cada 15 minutos.

6. Cuando lo tengas en este punto, que ya esté claramente más espeso, puedes ponerlo en el

recipiente plástico que habíamos preparado, y lo tapamos con su propia tapa o con film

plástico (nunca con papel de plata) y lo dejamos tapado y envuelto en una manta o toalla vieja

hasta el día siguiente para que no pierda calor. Verás que puede calentarse bastante las

próximas horas, eso es normal y favorece la calidad del jabón

7. Usa jabón o detergente para vajillas para limpiar el menaje que has usado, con los guantes

puestos. La batidora debes lavarla con especial cuidado, y volver a lavarla al día siguiente, así si

hubiese quedado algún resto, al día siguiente se habría transformado en jabón y se limpiaría

con toda seguridad.

8. Entre 24 y 48 horas después de hacer el jabón, verás que ya tiene consistencia dura (más o

menos como de queso manchego J ) y puedes cortarlo en pastillas. Ahora deja tus pastillas de

jabón en un sitio ventilado y seco durante cuatro semanas, dándolas la vuelta cada semana

para que se sequen por todas partes. Durante ese tiempo la reacción química que se produce

termina de neutralizar toda la sosa, y además el jabón pierde agua y gana consistencia. Cuanto

más tiempo pase secando, mejor es el jabón. Después de estas cuatro semanas, el jabón ya se

puede usar. Veréis como vuestra piel os lo agradece.

Como veis, es relativamente fácil, y seguro que os sale bien. Ahora vamos con la segunda

receta, muy simple también pero algo más elaborada. El menaje que vamos a emplear es el

mismo que en la receta anterior.

JABÓN COCO-OLIVA

Esta receta tiene la ventaja de que el aceite de coco corrige la falta de espuma mencionada en

la receta anterior, además vamos a ponerle aroma de lavanda, o si quieres, otro aceite esencial

de tu gusto. Voy a insistir una vez más en que jamás de los jamases usemos esos que venden

en las tiendas de “todo a 100” o similares que se usan para quemadores o ambientadores, ya

que no se pueden emplear en la piel y producen alergias graves. Los aceites esenciales que

valen para jabones o aromaterapia son esos que venden en el herbolario en frasquitos

pequeños de cristal de color caramelo, y que lamentablemente, hacen que nos duela el bolsillo

al pagarlos.

Esta es más o menos la pinta que tienen

los aceites esenciales de verdad

· 500 gr de aceite de oliva

· 100 gr de aceite de coco

· 10 gr de aceite esencial de lavanda o algún otro de nuestro gusto.

· 75 gr de sosa en polvo

· 195 gr de agua

Fundir el aceite de coco unos segundos en el microondas, o al baño maría si está en estado

sólido (en verano suele estar líquido) y mezclarlo en una fuente amplia con el aceite de oliva,

luego sigue los pasos 1, 2, 3, 4 y 5 igual que en la receta anterior.

Cuando tu jabón haya comenzado a espesar y veas que está como mayonesa clarita o puré, o

sea, la traza que describíamos en el punto 5 de la receta anterior, añade el aceite esencial de

lavanda. Poniéndolo en este momento aseguramos que se mantiene lo mejor posible.

Continúa con los pasos 6, 7 y 8 igual que en la receta anterior.

Estas dos recetas son las que considero absolutamente imprescindibles y buenísimas. A partir

de aquí, casi seguro que estás irremisiblemente enganchado a la jabonería artesanal, y puedes

crear tus propias recetas.