EL SEÑOR ESTÁ CERCA. ALEGRAOS SIEMPRE EN EL SEÑOR. · 2018-12-09 · Comisión Permanente HOAC...

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1 EL SEÑOR ESTÁ CERCA. ALEGRAOS SIEMPRE EN EL SEÑOR. Adviento y Navidad 2018

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EL SEÑOR ESTÁ CERCA. ALEGRAOS

SIEMPRE EN EL SEÑOR.

Adviento y Navidad 2018

Comisión Permanente HOAC Orar en el mundo obrero Adviento – Navidad 2018

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¡ALEGRAOS SIEMPRE EN EL SEÑOR!

ermanos: ¡Alegraos siempre en el Señor!; os lo repito, alegraos (Flp 4, 4-7). Esta es la vibrante exhortación que dirige san Pablo a la comunidad cristiana de Filipos. Filipenses es la carta de la alegría cristiana. La alegría es un sentimiento hondamente

cristiano que va inseparablemente unido a la esperanza. No se puede ser cristiano sin vivir esa alegría que nadie nos puede quitar. Y si sentimos que nos la quitan, que la perdemos, que nos cuesta vivirla, puede ser que no tengamos arraigada nuestra fe en una esperanza cierta, contra toda esperanza. Alegraos siempre en el Señor, porque Él está cerca de cuantos lo invocan de veras (cf. Flp 4,4; Sal 145,18). En 1975, san Pablo VI, escribió una Exhortación Apostólica sobre la alegría, que tituló tomando este versículo de Filipenses, precisamente, Gaudete in Domino, “Alegraos en el Señor”, que puede ser bueno releer en este Adviento. En ella, entre otras cosas, dice:

Por una extraña paradoja, la misma conciencia de lo que constituye, más allá de todos los placeres transitorios, la verdadera felicidad, incluye también la certeza de que no hay dicha perfecta. La experiencia de la finitud, que cada generación vive por su cuenta, obliga a constatar y a sondear la distancia inmensa que separa la realidad del deseo de infinito. Esta paradoja y esta dificultad de alcanzar la alegría parecen especialmente agudas en nuestros días... La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos. Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar. ¿Será que nos sentimos impotentes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido? Por el contrario, en muchas regiones, y a veces bien cerca de nosotros, el cúmulo de sufrimientos físicos y morales se hace oprimente: ¡tantos hambrientos, tantas víctimas de combates estériles, tantos desplazados! Estas miserias no son quizá más graves que las del pasado, pero toman una dimensión planetaria; son mejor conocidas, al ser difundidas por los medios de comunicación social, al menos tanto cuanto las experiencias de felicidad; ellas abruman las conciencias, sin que con frecuencia pueda verse una solución humana adecuada. Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la alegría. Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto. Compartimos profundamente la pena de aquellos sobre quienes la miseria y los sufrimientos de toda clase arrojan un velo de tristeza. Pensamos de modo especial en aquellos que se encuentran sin recursos, sin ayuda, sin amistad, que ven sus esperanzas humanas desvanecidas. Ellos están presentes más que nunca en nuestras oraciones y en nuestro afecto.1

Nuestro mundo está tan falto de alegría hoy como cuando Pablo VI escribió esas palabras hace cuarenta y tres años, como si la realidad fuese una machacona continuidad de desesperanzas, como si –una y otra vez- la comprobación persistente de la victoria del mal sobre los esfuerzos humanizadores pareciese imponerse sin remedio, como si la verdadera y humana alegría

1 Gaudete in Domino 7-9

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fuese realmente algo inalcanzable. Nuestro mundo está necesitado de alegría, de la honda alegría del Amor de Dios. Nuestro mundo está necesitado de hombres y mujeres alegres, que se alegren en el Señor, que puedan suscitar en la vida cotidiana razones para la esperanza y la alegría. Esta alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo. Es la alegría del Reino de Dios. Pero es una alegría concedida a lo largo de un camino escarpado, que requiere una confianza total en el Padre y en el Hijo, y dar una preferencia a las cosas del Reino. El mensaje de Jesús promete ante todo la alegría, esa alegría exigente; ¿no se abre con las bienaventuranzas? «Dichosos vosotros los pobres, porque el Reino de los cielos es vuestro. Dichosos vosotros lo que ahora pasáis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos vosotros, los que ahora lloráis, porque reiréis» (Lc 6,20-21).2 El papa Francisco nos recuerda que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.3 Y también nos dice que el santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es “gozo en el Espíritu Santo”.4 El Adviento que comenzamos es tiempo de esperanza y alegría, y es camino escarpado que requiere la confianza en el Amor de Dios que se hace carne de nuestra carne, para poder recorrerlo. Es un tiempo para redescubrir las razones para la esperanza y la alegría, para mirar esperanzadamente la realidad de modo que podamos descubrir el rumor de la presencia cercana de Dios en nuestra vida. ADVIENTO DE ESPERANZA Esperanza y alegría son palabras que, sin embargo, se pueden volver ofensa a los pobres. Cuando son alegrías que no nacen de ese encuentro con Cristo que surge en las periferias de la vida suelen ser “alegrías” a costa de los empobrecidos. De estas hay muchas en nuestro mundo. Esas alegrías efímeras y pasajeras, superficiales, inhumanas, falsas y aparentes, que empujan a cerrar los ojos a la verdad de mi/nuestro existir, son alegrías que se construyen sobre el olvido de los pobres, para hacernos sentir felices sin serlo, porque atrapan nuestra humanidad y la retuercen hasta deshumanizarnos y hacernos cerrar nuestros oídos, nuestros ojos y nuestro corazón al sufrimiento de los pobres. Esas alegrías nos sitúan fuera del plan amoroso de Dios, fuera de su proyecto de humanidad para con nosotros y con todos. Tienen nombre: consumismo, egoísmo, individualismo, hedonismo, ir de progres por la vida… Es difícil hablar de esperanza en esas situaciones sin que rocemos la falta de misericordia. Para poder hablar de esperanza hay que caminar con los pobres; para eso hemos de estar en su misma senda. El movimiento de esperanza que plantea el Adviento nos empuja a salir de nuestra tierra, para ponernos en camino, en búsqueda, al encuentro más vital con los empobrecidos del mundo obrero, al encuentro vital con el Dios encarnado en nuestra debilidad, en nuestra humanidad.

2 Gaudete in Domino 26 3 Evangelii Gaudium 1 4 Gaudete et Exultate 122

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Es un camino que ha de hacerse en vigilancia y despiertos. El camino del Adviento requiere de nosotros la capacidad de estar atentos a los signos de esperanza que surgen a nuestro alrededor y la disposición para reconocerlos; exige el don del discernimiento que habremos de pedir. Requiere una mística de ojos abiertos. Es la capacidad de vivir en esperanza la que hace nacer la verdadera alegría. ¡Basta un hombre bueno para que haya esperanza!5 ADVIENTO DE ALEGRÍA Quien espera, quien vive la esperanza, es capaz de reconocer y agradecer las razones para la alegría que hay a nuestro alrededor. Alegría porque el Señor está cerca. La vida del mundo obrero está preñada de la presencia cercana del Señor en la vida de mujeres y hombres que de manera sencilla, cada día, van recorriendo ese camino de esperanza que acompaña la vida de las personas de nuestros ambientes. Mujeres y hombres que menguan para que crezca el Señor en sus vidas, y así poder mostrarlo a nuestras hermanas y hermanos. El Señor está cerca en la fidelidad mantenida, en la esperanza cuidada, en la constancia amorosa, en el compromiso paciente, en el amor compasivo, en la oración silenciosa, en el rumor de vida que gestos pequeños van haciendo posible en la vida del mundo obrero, dignificando y humanizando su existencia. Alegría porque se hace uno de los nuestros. Y porque así no nos resulta tan difícil reconocerle en medio del ajetreo de la vida: el otro es Cristo para mí. Sus alegrías y sus penas, sus esperanzas y luchas, sus trabajos, son lugares de encuentro con quien comparte nuestra misma humanidad, abriendo el camino posible de nuestra cristificación. Hoy es un recién nacido necesitado de mi amor. Alegría porque trae su salvación. La propuesta de vida que Jesucristo nos trae nos salva: de nosotros mismos y nuestros egoísmos de muerte. Nos abre a la comunión con Él, con la creación, con toda la humanidad, conmigo mismo. Hay otra manera de ser y vivir –nuestra manera de ser y vivir a su imagen y semejanza- que se descubre recorriendo el camino del Adviento al encuentro del recién nacido. Nuestra salvación está en ir con él. Alegría porque nuestro fin ya está anunciado. Porque en medio de las desesperanzas mundanas, la certeza del Reino de la Vida se hace fuerte. La última palabra es de Dios. Es una palabra de Amor que ya ha sido pronunciada, nuestra liberación se acerca y realiza cada día. ALEGRÍA DEL MUNDO OBRERO EMPOBRECIDO Recobremos y acrecentemos el fervor, « la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo ».6 Somos invitados, este Adviento, a caminar con los empobrecidos del mundo obrero, a acompañar sus vidas, encarnando las nuestras en sus mismas condiciones de vida y trabajo.

5 Laudato Si 71 6 Evangelii Gaudium 10

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Nuestra alegría es nuestra vida y nuestra misión, porque en esa vida obrera busca posada y encuentra hogar nuestro Dios humanado. Que Dios nos encuentre a toda hora preparados para recibirle en nuestros corazones.

COMISIÓN PERMANENTE DE LA HOAC

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. I Domingo de Adviento C

2 de diciembre de 2018

Me dispongo

Tiempo de Adviento. Viene Jesucristo. Primero, viene; después, pasa, y después se aleja. Ahí está la tragedia. Cuando pasa el Señor, la salvación no está en verle pasar, sino en ir con Él.

(Rovirosa, OC, T.V. 424)

Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño. (GE 25)

Dejo que resuenen los textos anteriores, para situarme en la vida

Me sitúo en el corazón de la vida obrera cercana. La recorro a través de un día normal y corriente de mi encuentro con ella. ¿Con quienes me encuentro? ¿Qué esperanzas y luchas hay en sus vidas? ¿Qué angustias, desalientos, desesperanzas…? ¿Cómo viven el deseo de liberación? ¿Cómo me sitúo yo en esas vidas? ¿Qué aporto? Desde esa vida me dispongo a comenzar mi camino de Adviento. Adviento De las espadas se harán arados y de las lanzas, podaderas. Las palabras serán puentes con los que se salven abismos. Las memorias difíciles nos harán más sabios. Las vivencias felices, más humanos. Las preguntas avivarán la imaginación y las respuestas alumbrarán nuevas búsquedas. Los enemigos se sentarán, sin rencor, en una misma mesa, y desenterrarán motivos para el encuentro. Se alzará el que se encoge asustado, y el sobrado bajará de su peana. El caprichoso abandonará la edad del 'quiero' para adentrarse en la tierra de la gratitud y el asombro. Losas de culpa y remordimiento estallarán en mil pedazos

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cuando la misericordia pose su mano sobre el corazón de piedra. El futuro ya está aquí, donde la espera es activa y nos lleva a desenterrar el evangelio escondido. (Rezando voy)

La Palabra se pronuncia en mi vida

Lc 21, 25-28.34-36: Alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación.

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto,

levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» Palabra del Señor

Palabra que da luz a mi historia

Lo que llega a nosotros a través de las noticias muchas veces es expresión de un tiempo deshumanizado, lleno de dolor, de angustia y miedo. Lo que nos llega a través de la vida de nuestras hermanas y hermanos, muchas veces, solo son expresiones de rendición, cansancio, desesperanza, dolor… La realidad parece deshacer muchas veces nuestros empeños, y ahogar nuestras esperanzas. La realidad parece que se impone irremediablemente, sin que se atisben signos de esperanza.

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Y, sin embargo, aunque los datos parezcan empeñarse en negarlo, la liberación es ya una realidad irreversible. El reinado de Dios se irradia a través de tantas personas que trabajan incansablemente, contra toda esperanza, por una sociedad más humana, justa, fraterna y solidaria. Es la otra cara de la historia. La que no sale en los informativos, ni en los titulares de prensa, ni en los TT de Twitter, ni se hace viral en las redes. Una historia de salvación que se escribe día a día; que Dios va escribiendo cada día a través de renglones torcidos, con sencillos actos de entrega, de humanidad, de servicio, de escucha, de acogida, de fraternidad, de justicia, de vida… Para poder escuchar esa historia, para captarla, hay que saber poner atención, hay que saber oír, hay que saber descubrir y leer los signos de los tiempos; hay que aprender que el tiempo es superior al espacio (EG 222). Nos hace falta este Adviento una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos (EG 51) como pedía san Pablo VI. Jesús fue un creador de esperanza. Toda su existencia consistió en suscitar en los demás la esperanza que él mismo vivía. Hoy nos manda un mensaje de alerta: levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones. Lo tentador puede ser instalarnos, embotarnos, encerrarnos en nuestra comodidad, sin mayores aspiraciones y problemas. ¡Si pudiéramos conseguir la verdadera felicidad sin complicarnos! ¡Sin necesidad de cambiar nada!... Pero para eso deberíamos insensibilizarnos del todo; cerrar nuestros oídos y nuestros ojos, y nuestro corazón. Justo lo contrario de lo que nos pide Jesús. De la frivolidad y embotamiento que nos propone nuestro mundo solo es posible salir escuchando esa llamada de Jesús: levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones. Tenemos que enfrentarnos con lucidez y valentía al momento presente. Para los creyentes en Jesucristo, hecho uno de nosotros, la esperanza no es un conjunto de ilusiones engañosas. Vivimos con esperanza porque queremos tomar en serio la vida en su totalidad, descubriendo las posibilidades que en ella se encierran para el futuro del ser humano. Descubrimos que la Vida es algo inacabado, que es necesario seguir construyendo con esperanza. La verdadera esperanza no engaña ni embota la mente, ni nos desencarna de la realidad cotidiana, ni nos aleja de ningún hombre o mujer. Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda (EG 275). Nuestro tiempo, este que nos toca vivir es un tiempo de esperanza, de vigilancia, de testimonio; un tiempo para descubrir la cercanía del Señor a nuestra historia.

La invitación a despertar, a sentir cercana la liberación y a descubrir los signos de esperanza en tu vida necesita acogida en tu existencia ¿Cómo puedes vivir este Adviento la esperanza, la vigilancia, el estar despierto y atento a lo que sucede en la vida de las personas? ¿Qué necesitas contemplar en tu proyecto de vida?

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Desde el encuentro con la Palabra, vuelvo a sentir la invitación de Jesús DIOS ESTÁ CERCA

¡Vamos, levantaos, se acerca vuestra liberación! Hay signos a vuestro alrededor. ¿No los veis en el barrio, en la fábrica, en la comunidad, en vuestra propia casa y en vosotros mismos, sin ir más lejos? Restregaos los ojos, mirad con esperanza el horizonte, escuchad las buenas nuevas, dejaos despertar por la brisa. ¡Dios está cerca! ¡Venga, levantaos, alzad la cabeza! La gente se angustia por todo y anda sin aliento, dando tumbos de acá para allá, viviendo sin vivir,

echando a perder su vida. Se desviven en fuegos fatuos, en espejismos de desierto, en vagas añoranzas. Recobrad el aliento. ¡Dios está cerca! ¡Ánimo, levantaos y permaneced despiertos! No se os embote la mente o desboque el corazón con tanta preocupación sobreañadida: qué os pasará y qué haréis, cuánto ganaréis y gastaréis, cuándo sucederá y por qué. Nadad contra corriente. ¡Dios está cerca! ¡Hala, levantaos, y poneos en marcha con ilusión renovada! Otead el horizonte Vivid atentos a los susurros, a los lloros, gritos y risas de la humanidad entera. Dios está cerca. Brotad a la vida. Dejad lo vano y estéril. Pedid fuerza para la espera. ¡Dios está cerca! (F. Ulibarri)

Y para que nazca la esperanza, ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti… María, madre de los pobres, ruega por nosotros.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. II Domingo de Adviento C

9 de diciembre de 2018

Me dispongo

ADVIENTO: Para el oacista todo el año es «adviento» pues en cualquier día y en cualquier hora espera que Cristo nazca en el corazón-establo de un hermano de trabajo.

(Rovirosa, OC, T.VI. 79)

A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones que permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia «para que participemos de su santidad» (GE 17)

Acojo la vida

¡Qué necesidad de conversión hay en mi vida! Cuántos recovecos escabrosos, caminos torcidos, muros… que necesitan ser iluminados y recobrar la transparencia de lo sencillo. También los hay en el ambiente que me rodea, en la vida obrera, en las asociaciones e instituciones… El camino de Adviento requiere despojarse de carga inútil; pero hay que saber reconocer aquello de lo que hemos de desprendernos, de lo que estorba. Reconócelo hoy. Solo así iremos abriendo camino, construyendo alternativas; solo así seremos la profecía que el mundo obrero necesita. Profecía Preparad el camino al Señor. Armaos con un mazo que derribe muros tire rencores y abra paso a la luz. A voz en grito salid a la calle, y decid que el amor viene, para ser bandera. Abrid los ojos para reconocer la grandeza del universo contenida en un “sí”. Atended, y escucharéis una Palabra plantada en el corazón de la tierra. Y después, haced que el grito la mirada y la palabra se conviertan en profecía tan necesaria. (José María R. Olaizola, sj)

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La Palabra se pronuncia en mi vida

Lc 3, 1-6: Preparad el camino al Señor

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios». Palabra del Señor

La Palabra ilumina mi vida

Para entender a Juan Bautista está bien recordar que es hijo de un mudo, Zacarías, y de una mujer estéril, Isabel. Juan tampoco pertenece a ninguna jerarquía social, ni tiene autoridad. Pero los tres escuchan la Palabra que se dirige a todo el pueblo. Sigue siendo así. Es al pobre al que hay que escuchar para poder oír en lo más hondo de nuestro ser la llamada a la conversión y poder ver la salvación de Dios. Escuchar la voz de Dios que resuena en el grito de los pobres, es siempre una llamada a la conversión. Por eso necesitamos aprender a ver la vida desde el anhelo del pobre, poniendo su dignidad humana y sus preocupaciones en el centro de nuestra vida. Si fuéramos capaces de hacerlo, de escucharles y acompañar sus vidas y caminar con ellos; de hacer nuestras las alegrías y penas, los trabajos y las luchas del mundo obrero empobrecido, comenzaríamos a entender la existencia de una manera distinta y la salvación de Dios se haría presente entre nosotros. Hoy sigue resonando –en el grito de los empobrecidos del mundo obrero- esa voz que nos urge a allanar, a enderezar, a igualar, a cambiar, para poder ver la salvación de Dios. Esa voz que nos urge a preparar el camino del Señor. Una voz que nos urge a acompañar la vida de las personas, para ir creciendo con ellos en otra cultura, en otra manera de ver, pensar y situarnos ante la realidad, de modo que se vaya haciendo posible el cambio de las instituciones al servicio de las personas. Una voz que nos urge a ser testigos, comunitariamente, con nuestra vida del proyecto del Reino.

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Una voz que resuena, como en tiempos de Juan, en las circunstancias históricas y políticas concretas que nos toca vivir; una voz que nos recuerda que la existencia es don y, a la vez, proyecto y tarea que hemos de construir y realizar. Escuchar hoy la voz que suena en el desierto requiere disponernos con ilusión, con sentido, con horizonte, con objetivos, coherencia, y alegría para diseñar ese proyecto de vida que estamos llamados a realizar desde la centralidad de Jesucristo. No se trata solo de un cambio interior, de una conversión personal, sino de ir haciendo posible un mundo nuevo, una nueva sociedad, un mundo de fraternidad y justicia, y eso requiere una praxis de la solidaridad y del compartir para crecer en comunión con el mundo obrero empobrecido. Seguimos necesitando la vida y la voz de Juan, del profeta que clama en el desierto; que no habla en nombre propio, sino que se hace transparencia de Dios, y cauce del Espíritu para cuestionar los sistemas que deshumanizan, para defender a toda persona atropellada en su dignidad, para alentar la esperanza en medio de la desesperanza, para preparar el camino al Señor. Seguimos necesitando, pues, vidas militantes que por amor se pongan al servicio de la vida del mundo obrero para amarlo en lo concreto, en lo político. Para que todos puedan ver la salvación de Dios.

¿Desde tu proyecto de vida, qué sientes que estás llamada a aportar para construir esa comunidad profética que ha de ser la Iglesia, y en ella la HOAC, que hoy necesita nuestro mundo? Mira tu proyecto evangelizador ¿Cómo puede crecer en sintonía con el Quehacer comunitario?

Acogiendo las llamadas que recibo, vuelvo a orar con agradecimiento HA COMENZADO LA LIBERACIÓN ¡Qué hermosos son los pasos de quien trae buenas noticias! Sobre los montes los pies de tu mensajero. Anuncia la paz. Trae una Buena noticia ¡Qué hermosos sus pasos! Ahí viene gritando: “Ha llegado la hora. Comienza la libertad. Despunta una nueva aurora. Ya no habrá noche. Nadie hablará más de opresión. La muerte está enterrada para siempre. Verdad, justicia y amor se dan la mano y avanzan. Pronto será de ellas el mundo entero. La mentira se habrá ido. La injusticia perderá el juicio.

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Habrá libertad, será todo nuevo.” Tu mensajero sigue gritando. La liberación está en marcha. Ya nadie podrá detenerla. las fuerzas de libertad llegan desde el reverso de la historia. ¡Hay que gritar! Gritar de alegría por las tierras abatidas. Gritar sobre la miseria y la opresión. Gritar con fuerza en plazas y mercados, para que todos lo oigan. ¡Qué hermosos son los pasos de quien trae buenas noticias! Patxi Loidi, adaptada.

Y para vivir lo que pido, ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti… María, madre de los pobres, ruega por nosotros.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. III Domingo de Adviento C

16 de diciembre de 2018

Me dispongo

El fin de la humanidad es la salvación porque Cristo murió y resucitó para ello, dicho sea con permiso de todo el pensamiento cientifista que reina en el mundo. Pero esta esperanza no nos

lleva a abdicar de nuestra responsabilidad ante la injusticia y el sufrimiento que asolan el planeta. (Rovirosa, OC, T.II. 131)

Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. (GE 25)

En la vida

Nuestra vida tiene sentido en la medida en que se hace misión, en la medida en que descubrimos que la vida se nos da para entregarla. Este Adviento es tiempo de conversión en esa dirección de mayor entrega, de mayor vida, de mayor amor. Comienza por reconocer lo que has de cambiar en tu vida. Es el primer paso necesario para sentir que has de preguntarte después: ¿qué tenemos que hacer? Confesión Yo confieso, Señor, que no siempre estoy a la altura de tus sueños y mis horizontes. Que necesito convertirme, dejando fuera de mí aquello que nos aleja. Que a veces no sé arder con el fuego de tu Espíritu. Que no escucho tu profecía convertida en palabra, en imagen, en prójimo, en silencio. Confieso que a veces no sé quererte. Pero te quiero. Yo confieso, Señor, que no siempre sé hacer de tu promesa mi Adviento. Pero no dejes de venir. (Rezandovoy)

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La Palabra

Lc 3, 10-18: ¿Qué debemos hacer?

La gente le preguntaba: «Entonces, ¿qué debemos hacer?». Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar

su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio. Palabra del Señor

Dejo que la palabra empape mi vida

¿Qué debemos hacer? Es una pregunta que los oyentes de Juan se hacen después de escuchar la predicación de Juan el Bautista. Una predicación en palabras claras y directas que pone de manifiesto el estado de corrupción y las injusticias que sufre el pueblo, y que anuncia la necesidad de conversión para preparar la venida del Mesías que inaugurará un nuevo mundo, basado en la igualdad y la fraternidad, en la justicia, y en el reinado de Dios. Juan tiene una mirada concreta sobre la realidad que le hace ver cuál es la situación, y por eso su anuncio es el de la justicia de Dios que está por llegar. Pero también reclama la conversión de quienes le escuchan. Nuestra conversión comienza por esa mirada que necesitamos tener, que nos permita ver con claridad lo que pasa, por qué pasa, y quién sufre las consecuencias de lo que pasa. Necesitamos esa manera de mirar porque corremos el riesgo de vivir desorientados y

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manipulados. Y necesitamos convertirnos, que es cambiar el modo de mirar, de sentir, de pensar y de actuar, volviéndonos a Dios, al Dios justo y, como él, obrar su justicia. Obrar la justicia no es algo abstracto, sino que tiene que ver como mi situación y mis condiciones vitales, con mi situación personal y social, con mi comportamiento con el prójimo. Los oyentes de Juan lo han entendido. No preguntan qué deben pensar o decir, ni siquiera lo que han de creer, sino lo que tienen que hacer. Son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están dispuestos a dejarse transformar en sus vidas. La conversión es imposible cuando la damos por supuesta, o cuando pensamos que no la necesitamos, que ya estamos convertidos del todo. Es la tentación militante: pensar que ya hacemos lo suficiente, que ya basta, que ya no necesitamos modificar nada en nuestra vida, sin darnos cuenta de que cuando dejamos de caminar, cuando nos paramos, dejamos de caminar hacia el prójimo, dejamos de orientar nuestra vida hacia el Reino. ¿Estamos nosotros, como el pueblo, expectantes? ¿Deseamos otra vida y luchamos para que sea posible? ¿Necesitamos de verdad que cambien cosas en nosotros? ¿Mantenemos la esperanza de que esto es posible para Dios? Es difícil hoy evitar la pregunta: ¿qué debemos hacer? La respuesta de Juan nos pone a cada quien frente a nuestra propia verdad y frente a una respuesta que solo cabe en la transformación de nuestra vida. Necesitamos valor para acoger la pregunta y respondernos, y para hacer vida lo que vida nos sugiere como respuesta que surge del encuentro con la Palabra. La raíz de las injusticias está también en nuestro corazón, en nuestras comodidades y egoísmos, que nos cierra oídos y corazón a los gritos de los empobrecidos. El pecado estructural se enraíza en nuestras propias maneras de respondernos, en nuestro pecado personal, en nuestras justificaciones y excusas; en nuestros planteamientos teóricos que nos separan de la vida sufriente del pobre. Solo cuando nos ponemos frente a la vida sufriente, y nos dejamos interpelar por ella, podemos sentirnos fortalecidos para la conversión. Los pobres nos evangelizan. En estos tiempos duros para tantos descartados del sistema, la demanda de conversión de Juan cobra vigencia. La manera de vivir el Adviento y esperar al Mesías es practicar la justicia cotidiana y cercana con el prójimo. Discernir lo que tenemos que hacer es la tarea creyente de este adviento, porque los empobrecidos necesitan nuestra conversión a una vida de mayor fraternidad y justicia, de mayor solidaridad y amor, de mayor reconocimiento de su dignidad. El Adviento nos encamina al encuentro vital con el Señor en el prójimo, en el pobre. Nos encamina al desprendimiento alegre y vital de la entrega de nuestra vida por amor.

La Palabra de Dios nos pone hoy frente a nuestro quehacer, a nuestro actuar. ¿Qué has de cambiar en tu proyecto de vida para que vayas viviendo una vida de mayor encuentro y amor con los empobrecidos? Ora y concreta tu acción.

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Desde el encuentro con la Palabra, vuelvo a orar Coloquio de conversión Ay de ti si tu vida se va diluyendo entre las prisas y los agobios. Ay de ti si vives con los ojos cerrados a tantos milagros cotidianos. Ay de ti si dices que me amas y luego solo te buscas a ti mismo. Ay de ti si miras para otro lado cuando te encuentras un hermano caído en el camino. Ay de ti si acumulas y acaparas sin freno, y te olvidas de compartir con los pobres. Pero… Dichoso tú si en medio de las prisas y los agobios percibes mi presencia de paz. Dichoso tú si en cada rincón de tu existencia ves un milagro de mi mano. Dichoso tú si cuando dices que me amas haces verdad este amor sirviendo a los más débiles. Dichoso tú si vives con ojos abiertos y manos extendidas ante los descartados de la tierra. Dichoso tú si tu alegría te lleva a desprenderte de algo de lo que acumulas para que otros puedan gozar de una vida más digna. (Fermín Negre)

Y para vivir lo que me pide este Adviento, ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti… María, madre de los pobres, ruega por nosotros.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. IV Domingo de Adviento C

23 de diciembre de 2018

Me dispongo

Las ilusiones pueden ponerse en las cosas o en los hombres. La Esperanza ya es otra cosa, y sólo puede ponerse en Dios. (Rovirosa, OC, T.V. 459)

Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy. (GE 23)

Desde la vida

En la vida hacemos muchos viajes. Unos de turistas casi por la superficie de la vida, y otros hondamente vitales; de esperanza y solidaridad, que ponen a punto de luz nuestra vida. No es necesario recorrer muchos kilómetros para hacer estos viajes existenciales que nos llevan al encuentro vivido con quienes nos necesitan. A veces basta levantar los ojos del ordenador, salir al rellano de la escalera, cruzar la calle, darte una vuelta por el barrio, coger el autobús, llegarte a la parroquia o la asociación, ir al sindicato, acudir a la manifestación, o mirar a tus compañeras de trabajo… Recuerda tus últimos viajes vitales, tus encuentros (vuelve a pasarlos por el corazón) ¿a quién te llevaron? ¿a qué te llevaron?

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Encuentros Ser uno mismo y estar en los otros. Vivir en una soledad poblada. Forjar vínculos indestructibles. Abrazar sin invadir. Amar sin anular. Comunicar sin agotar. Ser uno mismo Ser nosotros. Crear mundos, inspirar sueños, restañar heridas. Desplegar la vida en el tiempo. hablar en el trueno y el susurro, ser batalla sin muertos. Somos imagen del Dios de los encuentros.

(José María R. Olaizola, SJ)

La Palabra se pronuncia en mi vida

Lc 1, 39-45: ¡Bendita tú entre las mujeres!

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: « ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». Palabra del Señor

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Palabra que da luz a mi historia

El primer gesto de María, tras acoger las palabras del ángel y, en ellas, la invitación de Dios a sumarse a su proyecto es ponerse en camino y marchar aprisa junto a la mujer que, en esos momentos, necesita su cercanía y ayuda. María se dispone a acompañar la vida de Isabel, en sus circunstancias concretas. En nuestros días hemos de recuperar esa manera de amar que consiste en acompañar la vida de las personas. Es la primera de las claves desde las que queremos crecer en comunión con el mundo obrero empobrecido: acompañar la vida de las personas en sus ambientes para crear las condiciones en las que podamos vivir nuestra humanidad de manera más plena, descubriendo en qué consiste nuestra humanidad. Nuestra sociedad es la sociedad de los fuertes, de los que vencen en la lucha por la existencia, la de quienes se olvidan de los descartados y de los que van quedando atrás, en las cunetas de los caminos, expulsados de esta vida. Sin darnos cuenta, muchas veces, nosotros también nos colocamos en esa dinámica tan deshumanizadora y nos insensibilizamos. Pero cuando escuchamos, cuando vivimos una mística de ojos abiertos y dejamos que la llamada de Dios resuene en nuestro corazón y nos dejamos trastocar por ella, nuestra vida, como la de María, se hace misión. Descubrimos entonces que somos por el Amor y somos para el Amor, para amar y servir. Creer en la encarnación de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra necesidad e indigencia es sentirnos llamados a vivir de otra forma, desde el servicio y el amor, desde el acompañamiento y la cercanía, desde la comunión. Pero no resulta fácil dejarlo todo y ponerse en camino urgidos por el amor. Para eso es necesario tener la misma actitud y disponibilidad de María, su misma fe en el amor de Dios: Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá. Entonces caen barreras, distancias, y fronteras, y se hace posible el encuentro. Si creemos que Dios se ha hecho hombre buscando nuestra plena humanización, nuestra divinización, cada día nuestra vida se convertirá en misión de humanidad. Si creemos que Dios ha querido compartir nuestra vida para restaurar todo lo humano, nuestra vida tiene sentido a medida que humanizamos esta sociedad. Si creemos que Dios se despoja, se abaja, se humaniza, nuestra tarea, nuestro trabajo, nuestro quehacer, no puede ser otro que el suyo. Si creemos que Dios camina con nosotros, que nos visita y acompaña, no podemos quedarnos encerrarnos en nuestro mundo y nuestros problemas. Bendita es María, por lo que Dios hace en ella, por lo que es, por lo que se hace para los demás. Que también nosotros nos hagamos bendición. Para eso, como nos invita el papa Francisco: Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy.

Esta ha de ser nuestra tarea, fiados en el amor de Dios: ser bendición de Dios para el mundo obrero en la Iglesia. Para ponerte manos a la obra… ¿qué te ofrece la oración de cara a tu proyecto de vida? No lo dejes en el aire.

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Invoco a Dios Padre Madre Ojos quiero, para verte en la mirada de todos los que sueñan un mañana de luz disipador de oscuridades alumbrador de futuros curador de cegueras. Sensibilidad quiero, para sentirte en el pecho de las personas buenas que con su vida siembran gestan y paren una historia de hermanos y hermanas. Manos quiero, para coger tus manos que en otras manos levantan, acarician, abrazan sanan las heridas detienen los odios derriban fronteras. (Javier Gª Gutiérrez)

Y para vivir lo que pido, ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús…

Concédenos, como a todos

nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo,

y vivir en Ti…

María, madre de los pobres,

ruega por nosotros.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. Navidad

25 de diciembre de 2018

Me dispongo

Dios, todo Dios, aparece entre los hombres como lo más débil e inválido que hay entre los

hombres: un recién nacido. (Rovirosa, OC, T.I. 142)

Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. (EG 288)

Dejo que resuenen los textos anteriores, para situarme en la vida

Hoy te proponemos contemplar. Simplemente. Contemplar, hacer silencio, escuchar, acoger, recibir, agradecer. Busca el Nacimiento que tengas en casa, o llégate a tu parroquia, y ante el Belén, dedica un tiempo de oración a contemplar el misterio de Dios encarnado, reconociendo ese misterio en la vida obrera. Sitúate entre los pastores, con los magos, ante el portal. Lleva contigo a tus compañeras y compañeros de trabajo. Ponlos contigo frente al misterio del Amor. Contempla a Dios naciendo en los recovecos de esa vida obrera; contempla a ese Dios desalojado. Este es el tiempo de Dios-con-nosotros, del calor en el corazón y en los hogares y de la ternura desbordada. Es el tiempo de la infancia recobrada, de la madurez adulta y de las promesas cumplidas. ¡Tiempo del misterio encarnado! Pero es un tiempo de temporada: nos invita a juntarnos, para salir a las calles, plazas y mercados; a manifestarnos, a ser epifanía. Es tiempo de paz y alegría, de murallas abiertas y estrellas luminosas; de lloros, despojos y vida desvalida. Es también nuestro tiempo, el tiempo de todos, sin excluidos, pues todos somos hijos, hijas. (F. Ulibarri)

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La Palabra se pronuncia en mi vida

Lc 2, 1-14: Hoy os ha nacido un salvador

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». Palabra del Señor

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Palabra que da luz a mi historia

En el anonimato más absoluto, en un pesebre, porque no encontraban acogida, ni sitio en la posada, una mujer desconocida en el pueblo, da a luz un niño que es el Salvador, el Mesías, el Señor. La paradoja sigue siendo real: no hay sitio para Dios en esta sociedad humana. No hay sitio para Dios entre los suyos. ¡Todo un Dios en pañales ante la indiferencia circundante! Pero no todos son indiferentes. Los pastores, embrutecidos, menospreciados, marginados, que viven al raso, sin derechos, los proscritos por la sociedad, son los primeros en enterarse de la buena noticia del nacimiento del Niño, y descubren que el anuncio gozoso del ángel va dirigido, precisamente, a ellos. Porque Jesús es Mesías de los pobres. Y acogen una Buena Noticia que será alegría para todo el pueblo. En medio de la noche oscura de la humanidad, Dios trae la paz, la alegría, la salvación que llegan a todos los que se abren a la acción amorosa de Dios. En ese acontecimiento marginal e irrelevante, a las afueras de la ciudad está presente la Gracia de Dios para todos. Una Buena Noticia que hoy sigue sucediendo, de noche, a las afueras; un anuncio que siguen sabiendo acoger e interpretar los necesitados de verdad de la Salvación. Hoy, aquí y ahora, es el preciso instante en que Dios se nos sigue ofreciendo como Buena Noticia, como Alegría, como Paz. Dios se hace de los nuestros, se pone a nuestro alcance. Se hace comprensible. Dios se hace ternura. Dios se pone en nuestras manos con gratuidad, con sencillez, con amor. Sigue siendo reconocible en lo cotidiano, en lo pequeño, en lo sencillo, en lo pobre, en lo que está atravesado de amor. Esa sigue siendo la señal: un niño envuelto en pañales. Toda una vida que necesita ser acogida, acompañada, cuidada, sigue siendo la señal de la encarnación de nuestro Dios. Que no se convierta esta Navidad en una rutina en mi vida, que no nos cansemos de esperar y acoger, de descubrir la cercanía y la presencia de Dios, que sepamos interpretar las señales, y escuchar la Buena Noticia de que Dios sigue naciendo hoy, que sepamos hacer llegar esa Buena Noticia a todos: ¡Hoy nos sigue naciendo un Salvador! ¿Y si fuera verdad? Contempla la vida a tu alrededor, encuentra las señales, sigue la estrella, llégate hasta ese Dios encarnado, y siente la Buena noticia que transforma tu vida al encontrarte con Él. ¡Hoy te sigue naciendo el Salvador! Te sigue naciendo para que puedas seguir haciendo llegar su salvación a todos los empobrecidos del mundo obrero.

Contempla tu vida y vuelve a leer el texto del Evangelio. Descubre y contempla aquellos lugares de la vida obrera donde sigue naciendo Dios. Y agradece su amor, dejándote llenar por la ternura.

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Desde el encuentro con la Palabra, oramos nuestra fe. AFIRMACIÓN DE FE EN NAVIDAD Creemos en Jesús presente en la alegría y esperanza de los pueblos y países marcados por una historia de pobreza y dolor. Creemos en Jesús, presente en las personas que atraviesan situaciones críticas a causa de las decisiones de otras personas. Creemos en Jesús, presente en los jóvenes marginados, sin trabajo y sin futuro, por causa de las estructuras que hemos creado. Creemos en Jesús, presente en el pobre que sufre, en el triste y con oscuro horizonte, en el perseguido y encarcelado, en los emigrantes y exiliados, en los niños explotados y abandonados, en las mujeres violentadas y humilladas, en las personas en paro y sin salario digno… Creemos en Jesús, presente en los ciudadanos sin derechos, en los cryentes ninguneados por la Iglesia, en los cristianos perseguidos por ser críticos y solidarios. (F. Ulibarri)

Y esta Navidad ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti… María, madre de los pobres, ruega por nosotros.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. Fiesta de la Sagrada Familia

30 de diciembre de 2018

Me dispongo

Escrutemos en toda su anchura el horizonte para ver si descubrimos alguna persona que sea libre para determinarse según su voluntad. Y únicamente nos podremos fijar en los escasos

hogares que sobreviven como recuerdo y testimonio de aquel hogar de Nazaret. (Rovirosa, OC, T.I. 77)

También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla. (EG 86)

Dejo que resuenen los textos anteriores, para situarme en la vida

Hoy mira tu familia. Tienes un proyecto familiar que quieres vivir en ella, compartido con todos los que la formáis. Tienes un proyecto familiar que quieres ofrecer también a tus compañeras y compañeros de trabajo, de vida y de lucha. Tienes un proyecto familiar también que vivir en la comunidad cristiana de la que formas parte. Pon esos proyectos en manos de Dios. Preséntale las alegrías y las dificultades que vives en ellos. Familia Hay un vínculo más hondo que la sangre, un árbol que echa raíces más firmes que la genealogía una herencia que no está en los papeles ni las leyes, una unión que va más allá del espacio o el tiempo compartido. Es el amor. El amor que acoge sin condición. Amor que se derrama en mil facetas de la vida. Amor nuestro de cada día, dibujado en estampas de hogar, discusiones olvidadas, en el pulso de las generaciones que reclaman su parcela de autonomía, y en la experiencia de los mayores dispuestos a compartir su memoria.

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Esa es la familia que vamos forjando a base de encuentros, confianzas, saludos y despedidas. Ese es el hogar donde se fragua lo que somos. (José María R. Olaizola, sj)

La Palabra se pronuncia en mi vida

Lc 2,41-52: Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros.

Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Palabra del Señor

Palabra que da luz a mi historia

El relato del evangelio parece anticipar lo que será la vida de Jesús, centrada en los intereses de Dios, pero también nos muestra la humanidad de Jesús, su adolescencia conflictiva en el entorno familiar; como un adolescente más Jesús va creciendo –con todo lo que eso supone- en una madurez personal y progresiva, ante los hombres y ante Dios. El relato tienen una intencionalidad teológica: mostrar el éxodo del hombre libre fuera de la institución judía. Jesús se desmarca, en esta escena, de sus padres, de su entorno familiar, y se va desmarcando de la cultura religiosa de Israel para autocomprender su experiencia religiosa en la relación con Dios “mi Padre”.

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Jesús va creciendo y madurando, y José y María -que viven la incomprensión de lo que sucede- van madurando también su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Es la experiencia de la vida misma, que requiere, como hace María, guardar muchas veces los acontecimientos en el corazón, esperando que se desvele su sentido. Pocos elementos tan humanos en Jesús como esta vida familiar, en la que casi todos nosotros nos podemos sentir reconocidos en alguno de los actores, o en varios, a lo largo de nuestra vida. En ese ir creciendo y madurando, en los pequeños y grandes conflictos, en la incomprensión y en el aprendizaje mutuo, y en el amor. No es fácil entender los planes de Dios, pero podemos buscarlo, creer en él, y meditar su Palabra, como María, que aprende a reconocer los signos del Mesías. Siempre podemos tener el proyecto de tener un hogar “feliz” a salvo de todo conflicto, al margen de problemas y agobios que pueden vivir otras familias que conocemos. Entonces acabamos viviendo la “gratuidad” solo en el estrecho marco de los intereses privados. En el fondo este encerrarnos en el refugio cálido de lo que no nos interpela, acaba por desentendernos e insensibilizarnos de los problemas ajenos. Nos impide crecer, madurar y realizarnos, y termina por convertir nuestro “refugio familiar” en una experiencia compartida de egoísmos. Nuestro ideal puede ser lograr la armonía y la felicidad familiar pero no es eso lo único que descubre la familia cristiana en el evangelio. Si queremos vivir el amor en el hogar solo podemos hacerlo sin encerrarlo egoístamente en las fronteras de casa. Para que sea fructífero nuestro proyecto familiar, ha de abrirse a la acogida de otros que nos necesitan, y ha de ayudarnos al compromiso en el esfuerzo por un mundo mejor. Una familia abierta a los dolores de la humanidad, dispuesta a compartir con los necesitados y comprometiéndose en aportar su propia vida para construir la comunión social está caminando pese a las dificultades, hacia la verdadera felicidad del evangelio, haciéndose casa y escuela de comunión. Nuestro mundo necesita de esas familias nuestras. Nuestra Iglesia, llamada a ser familia, necesita de esa experiencia de iglesia doméstica que vamos aprendiendo a vivir. Nosotros seguimos necesitando la familia como proyecto humano de comunión más propio y cercano en el que vivir. En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir « gracias » como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea. (LS 213)

No aspires a la familia perfecta, sin problemas ni conflictos. Aspira a una familia cuyo centro es el amor. Seguro que en el proyecto familiar que quieres vivir hay mucho que puedes aportar para que el amor sea el centro. Concreta qué, y proponte un plan para irlo viviendo.

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Desde el encuentro con la Palabra, vuelve a invocar al Dios Comunión y Familia En familia Donde nos conocemos a fondo, y nos queremos como mejor sabemos. Donde la casa es historia, hogar y memoria, y la puerta está abierta. Donde se dicen las cosas más claras. Donde tienes tu raíz y tu entraña, donde te quitas el maquillaje y te pones las zapatillas. Pero también donde nos tenemos sin apresarnos, que habrá que volar del nido un día. Donde no siempre pensamos igual, creemos de distintos modos, y soñamos sueños diferentes porque es la misma sangre pero varios corazones. Donde a veces hay silencios difíciles, palabras pendientes, donde el amor es asimétrico, porque hay quien da todo y hay quien exige de más y agradece de menos. En familia, en nuestra carne y nuestra vida, tan humana, quiso nacer todo un Dios. (José María Rodríguez Olaizola)

Y para vivir lo que pido, ofrezco mi vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Pensar como Tú, trabajar contigo, y vivir en Ti… María, madre de los pobres, ruega por nosotros.

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Para orar el año que termina y el año que comienza en la SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

1 de enero de 2019

Mira el año terminado y el que está comenzando, con agradecimiento. Descubre la bendición de Dios derramada en tu vida y en la vida obrera. Pide recorrer este nuevo año de la mano de María de Nazaret, tras los pasos del Resucitado. Acoge la Bendición de Dios. Lectura del libro de los Números 6, 22-27

El Señor habló a Moisés: Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumines su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.” Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré. Palabra de Dios

María Niña con el mundo en el alma. Sutil, discreta, oyente, capaz de correr riesgos. Chiquilla de la espera, que afronta la batalla y vence al miedo. Señora del Magníficat, que canta la grandeza velada en lo pequeño. Hogar de las primeras enseñanzas, discípula del hijo hecho Maestro. Valiente en la tormenta, con él crucificada abriéndote al Misterio. Refugio de los pobres que muestran, indefensos, su desconsuelo cuando duele la vida, cuando falta el sustento. Aún hoy sigues hablando, atravesando el tiempo mostrándonos la senda que torna cada ‘Hágase’ en un nuevo comienzo. (José María R. Olaizola, SJ)

Bendición irlandesa Que los caminos se abran a tu encuentro, que el sol brille sobre tu rostro, que la lluvia caiga suave sobre tus campos, que el viento sople siempre a tu espalda. Que guardes en tu corazón con gratitud el recuerdo precioso de las cosas buenas de la vida. Que todo don de Dios crezca en ti y te ayude a llevar la alegría a los corazones de cuantos amas. Que tus ojos reflejen un brillo de amistad, gracioso y generoso como el sol, que sale entre las nubes y calienta el mar tranquilo. Que la fuerza de Dios te mantenga firme, que los ojos de Dios te miren, que los oídos de Dios te oigan, que la Palabra de Dios te hable, que la mano de Dios te proteja, y que, hasta que volvamos a encontrarnos, otro te tenga, y nos tenga a todos, en la palma de su mano.

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO. Epifanía del Señor

6 de enero de 2019

Me dispongo

La cuna del Salvador del mundo, del restaurador de la dignidad humana en toda su plenitud, es el punto que se distingue por la alianza entre todos los hombres de buena voluntad. Allí el mundo infeliz, lacerado por la discordia, dividido por el egoísmo, envenenado por el odio, recibirá luz y

amor, y le será dado encaminarse, en cordial armonía, hacia un destino común, para hallar finalmente la curación de sus heridas en la paz de Cristo. (Rovirosa, OC, T.III. 528)

Esta estrella que les ha acompañado durante el camino los introduce en el misterio. Guiados por el Espíritu, reconocen que los criterios de Dios son muy distintos a los de los hombres, que Dios no se manifiesta en la potencia de este mundo, sino que nos habla en la humildad de su amor. El amor de Dios es grande, sí. El amor de Dios es potente, sí. Pero el amor de Dios es humilde, muy humilde. De ese modo, los Magos son modelos de conversión a la verdadera fe porque han dado más crédito a la bondad de Dios que al aparente esplendor del poder. (Francisco, Homilía en la Epifanía, 2015)

Dejo que resuenen los textos anteriores, para situarme en la vida

Como los Magos tras la estrella, nuestro camino de Adviento y Navidad ha sido un camino en pos de la Alegría que necesita vivir el mundo obrero. Ha sido un camino empujado por la Esperanza. Un camino preñado de la presencia y la espera del Dios encarnado por amor. Conscientes de un mundo obrero lacerado por la discordia y dividido por el egoísmo, también nos ha hecho conscientes este viaje de los criterios de Dios y la potente humildad de su amor. Recoge esa vida, contémplala y agradécela. Deja que ese encuentro con Dios en la vida obrera te lleve de vuelta por otro camino. SIETE VELAS Vamos a encender siete velas, siete, para recordar que no estamos en tinieblas, ya que Dios es luz y Buena Noticia por encima de nuestras ideologías y creencias Primera vela y buena noticia: Dios se ha hecho amor para quienes tienen el corazón roto y solo han conocido orfandades y odios. Y con ellos, para todos. Segunda vela y buena noticia: Dios se ha hecho libertad para los que están cautivos y para los esclavos de sí o de otros. Y con ellos, para todos.

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Tercera vela y buena noticia: Dios se ha hecho consuelo para los que sufren y esperan y lloran al borde del camino. Y con ellos, para todos. Cuarta vela y buena noticia: Dios se ha hecho justicia para los que están marginados y tienen hambre y sed de vida. Y con ellos, para todos. Quinta vela y buena noticia: Dios se ha hecho pan y vino para quienes se han vaciado dándose sin reserva, enteros, en sendas y caminos.

Y con ellos, para todos. Sexta vela y buena noticia: Dios se ha hecho arlequín para desmantelar el tinglado de normas y leyes que hemos montado para conseguir su beneplácito, nosotros, vosotros, todos. Séptima vela y buena noticia: Dios se ha hecho uno de nosotros, para que nosotros no olvidemos ahora, en este momento, y luego, que somos hijos suyos, y con ello hermanos entre nosotros.

(F. Ulibarri)

La Palabra se pronuncia en mi vida

Mt 2, 1-12: Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: « ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que

le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino. Palabra del Señor

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Palabra que da luz a mi historia

El mensaje de esta fiesta es claro: la salvación que trae Jesús es para toda la humanidad, sin excluir a nadie. Viene a liberar a todos los seres humanos. Por eso esta fiesta se llama Epifanía: manifestación de Dios a todos los hombres y mujeres, a todos los pueblos. En esta época de globalización, de “aldea global”, en la que parece no haber distancias, aunque siga habiendo fronteras; en la que parece no haber diferencias, aunque siga habiendo divisiones y enfrentamientos; en esta época de casa común, aunque prime la defensa de los propios intereses egoístas, es fácil olvidar este mensaje de que la liberación de Dios es para todos sin excepción. Puede que olvidemos con facilidad que somos una familia humana y que el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral. (LS 13) Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia. (LS 52) Siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. (LS 89) Por eso esta fiesta nos ha de mover a conversión a los habitantes del primer mundo, del norte enriquecido, si queremos caminar con toda la familia humana en solidaridad hacia la liberación universal que trae el Señor. Es el pueblo que caminaba en tinieblas el que descubrió y vio brillar una luz grande (Is 9, 1). En las páginas de la vida obrera se pueden entrever las estrellas que brillan, las semillas de liberación, los gestos y signos que conducen a la luz. La estrella guio a los Magos. Y sigue guiándonos a nosotros hoy, porque Dios nunca abandona a quienes dejando la seguridad de su vida, como los Magos, se ponen en camino hacia la vida en plenitud, hacia el encuentro con los otros en la búsqueda de Dios, hacia la Comunión. En medio de nuestro vivir diario hemos de pedir la capacidad de estar abiertos a toda luz que ilumina nuestra existencia, a toda llamada que da sentido y hondura a nuestra existencia. Hemos de pedir la capacidad de poder reconocer, acoger y cuidar cada pequeño gesto de solidaridad y humanización, cada signo de fraternidad y comunión, cada logro de la justicia y el amor, por débiles y pequeños que sean. Nuestra fe es el descubrimiento del amor entrañable y de la bondad misericordiosa de Dios en la vida, es la experiencia agradecida de que solo Dios salva. El gesto de los Magos, la actitud orante de adoración, es la primera consecuencia de la fe. Es reconocer agradecidamente el don gratuito de Dios, el misterio de amor que nos supera, nos envuelve, nos recrea y da vida. Esto es el sustrato de nuestra fe. Es lo que nos permite volver a la vida por otro camino que no haga de nuestra misión algo tenso y agobiado, sino una experiencia gozosa del amor de Dios que nos da siempre un horizonte de esperanza para vivir la Alegría de la salvación.

Volver por otro camino a lo cotidiano es también nuestra siguiente etapa. ¿Qué debe incorporar tu proyecto de vida para que se note que vives desde este encuentro con Dios?

Comisión Permanente HOAC Orar en el mundo obrero Adviento – Navidad 2018

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Para volver de nuevo al quehacer cotidiano, ora Adorándote Me conmueve esta escena, Señor, los magos, de rodillas, adorándote… También yo, que tantas veces me resisto a entrar en tu casa, a buscarte en los lugares que Tú frecuentas, a tomarte en mis brazos, siento hoy deseos de abrir mis cofres, y de ofrecerte agradecido, lo poco o lo mucho que tengo, Lo que Tú me has dado. Lo que soy, lo que fui, lo que seré… (María Rita Martín)

Y para vivir lo que pides, ofrece tu vida, unida a la de los pobres.

Señor, Jesús… Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, Amarte con todo nuestro corazón, y servirte con todas nuestras fuerzas. María, madre de los pobres, ruega por nosotros.