El Secreto de Lena Pelusa79

87

Transcript of El Secreto de Lena Pelusa79

Page 1: El Secreto de Lena Pelusa79
Page 2: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

2

El Secreto de Lena

Michael Ende

Ilustraciones de Jindra Capek

Page 3: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

3

Lena era una niña sumamente encantadora,

siempre, eso sí, que sus padres fuese

razonables e hiciesen. Obedientes, todo lo

que ella les pedía.

Pero, por desgracia, no lo hacían casi nunca.

Si la niña (que por cierto, se llamaba Elena) le

decía a su padre: “¡Dame cinco marcos para

Page 4: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

4

comprarme un helado grande!”, entonces él

contestaba: “No, porque ya te has comido

tres y tanto helado te hace daño”. O cuando

Lena le decía, con toda amabilidad a su

madre: “¡Mamá hazme el favor de limpiarme

los zapatos!”, entonces ella contestaba:

“¡Límpiatelos tú misma, que ya eres bastante

mayorcita!”.

O cuando la niña decía: “He decidido que

este año en vacaciones iremos a la playa”,

entonces los dos anunciaban: “Este año

iremos mejor a la sierra”.

Lena estaba convencida de que las cosas no

podían seguir así. Por eso u día decidió

buscar a un hada… Buena o mala, le traía

Page 5: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

5

realmente sin cuidado: lo principal era que

supiese de verdad hacer magia. Pero ¿dónde

encontrar una verdadera hada así, sin más ni

más, en una gran ciudad moderna? No es,

desde luego, nada fácil.

La niña recorrió un montón de calles

descifrando con alguna dificultad (pues aún

estaba aprendiendo a leer) los letreros que

había en las tiendas y en las puertas de las

casas. Allí, por ejemplo, ponía “LANAS

OTTO”, o “FRUTAS DEL SUR”, o

“DENTISTA”, o “ABOGADO”, o “Masajista

diplomada”, o “AURORA- Compañía

Fiduciaria S.L.”, o “GIXLMIPF” (o algo

parecido), pero en ningún sitio ponía

“HADA”.

Page 6: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

6

En lugar de eso, a la vuelta de una esquina se

encontró a un policía que en ese momento le

estaba poniendo una multa a un coche mal

aparcado.

Lena se acercó a él y le dijo:

- Querría preguntarle algo: ¿dónde hay por

aquí una verdadera hada?

- ¿Una verdaderada? –preguntó, distraído

el policía sin dejar de escribir

- No, un hada… una de ésas que hacen

magia –explicó Lena.

- ¡Ah…! –dijo el policía-, un hada de las que

hacen magia. Espera un momento. Terminó,

primero, de escribir, luego colocó la multa

sobre el limpiaparabrisas, sacó del bolsillo un

Page 7: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

7

pequeño librito y fue pasando hojas mientras

murmuraba:

- Habitaciones…, Hacienda…, Hachas…

¡ah, aquí: Hadas…! “Francisca

Interrogaciones. Asesoramiento en todas las

cuestiones de la vida. Todo tipo de magia,

maldiciones y desencantamientos a medida.

Consultas a cualquier hora del día. Calle de

la Lluvia nº 13. Ático”.

- ¿Y dónde está la Calle de la Lluvia? –

quiso saber Lena.

- Sigues por aquí, de frente, coges la

segunda calle a la izquierda, luego cruzas

por el paso subterráneo, tomas la siguiente

calle a la derecha, lego vuelves a hacer todo

exactamente igual a la inversa y das tres

Page 8: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

8

vueltas sobre ti misma –le explicó

amablemente el policía-. Pero quizás sería

mejor que te llevaras un paraguas

- Gracias –dijo Lena, y se puso en camino.

Siguiendo las precisas indicaciones, pronto

encontró la calle que buscaba, y que era fácil

de reconocer porque en ella, efectivamente,

siempre estaba lloviendo, Lena, que no

llevaba paraguas, estaba hecha una chupa

cuando por fin llegó al número 13.

Había que reconocer que era una casa

bastante extraña, pues solamente constaba de

una escalera al aire libre, y cinco plantas.

Arriba del todo había un ático, sostenido de

alguna manera encima de la escalera.

Page 9: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

9

Lena subió y llegó a la puerta de una

vivienda en la que se veía una placa de latón

con la siguiente inscripción:

Page 10: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

10

El que haya venido a verme,

Se encuentra en el sitio apropiado.

Pase sin llamar.

- ¿Cómo pudo saber el hada –se preguntó

Lema- que venía a verla? ¡Bueno, porque es

un hada, claro!

Y entró sin llamar.

A punto estuvo de caer en el agua, pues ante

sus pies había un lago de color azul celeste.

A lo lejos se divisaba una isla. Por suerte,

muy cerca de la orilla en la que ella estaba se

mecía una barca.

Lena se subió a ella y la barca se puso en

marcha sin necesidad de remar (además,

Page 11: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

11

tampoco había remos). Aumentó la

velocidad y las olas que levantaba la proa

comenzaron a salpicar a izquierda y a

derecha como si fuera una motora (aunque

un motor tampoco había). Los cabellos de

Lena flotaban al viento.

Pocos minutos después, la barca atracaba ya

en la otra orilla de la isla y a niña saltó a

tierra. Allí la playa se convirtió de pronto en

el suelo de una habitación, con alfombra y

todo, y en aquella habitación, sentada a una

mesita redonda de tres patas, había una

mujer tomando café. Por lo demás, la

habitación estaba bastante oscura, pues sólo

la iluminaban un par de trémulas velas que

había en los candelabros de las paredes. A

través de la ventana brillaba la luna llena. Un

reloj de cuco dio las doce, sólo que el cuco

Page 12: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

12

que salía de la casita no era un cuco, sino un

búho que graznó doce veces “¡Uhu!,

¡uhu…!”

- Siéntate conmigo, pequeña –dijo el hada-,

¡y habla!

- ¿Cómo es ya tan tarde? –preguntó Lena.

Page 13: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

13

- Es medianoche –contestó el hada- porque

aquí siempre es medianoche. No hay

ninguna otra hora.

Efectivamente, el reloj, en lugar de todas las

cifras, solamente tenía doce veces el doce.

- Es muy práctico –explicó el hada- porque,

como es sabido, sólo se puede hacer magia

de verdad a medianoche. Lo comprendes,

¿no?

Lena asintió a medias, pues aquello no lo

tenía del todo claro, ni mucho menos. -

Bueno, ¿de qué se trata? –preguntó Francisca

Interrogaciones.

Page 14: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

14

Lena se sentó enfrente del hada, en la silla

que había libre junto a la mesita, y la observó

detenidamente.

En realidad, la mujer tenía un aspecto

completamente normal…, como cualquier

otra mujer con que uno se cruzara por la

calle. A pesar de todo había en ella algo

especial, sólo que Lena en un principio no se

dio cuenta. Pero luego sí: el hada tenía seis

dedos en cada mano.

- No te preocupes por eso- dijo Francisca

Interrogaciones, que había advertido la

mirada de Lena-; nosotras las hada siempre

tenemos algo un poco distinto a las personas

Page 15: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

15

normales y corrientes. ¡Si no, no seríamos

hadas! Lo comprendes, ¿verdad?

Lena volvió a asentir con la cabeza.

- Se trata de mis padres –explicó después

suspirando-. No sé qué hacer con ellos.

Sencillamente, no quieren obedecerme bajo

ningún concepto…

- ¡Qué frescos! –opinó el hada poniéndose

de su parte-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Y es que siempre están en mayoría…-

prosiguió Lena- Siempre son dos contra uno.

- Contra eso difícilmente se puede hacer

nada –murmuró pensativa el hada. -

Además, son más grandes que yo –añadió

Lena.

- Eso sucede con la mayoría de los padres –

corroboró el hada.

Page 16: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

16

- Si fueran más pequeños que yo –

reflexionó Lena en voz alta-, quizá lo de estar

en mayoría no sería tan importante…

- ¡Sin duda alguna! –intervino el hada.

- Por ejemplo, si fueran la mitad de

grandes…- propuso Lena. Francisca

Interrogaciones juntó sus doce dedos y

reflexionó durante un rato con los ojos

cerrados. Lena esperó. - ¡Ya lo tengo! –

exclamó finalmente el hada-. Te voy a dar

dos terrones de azúcar. Naturalmente, están

encantados. Échaselo a tus padres, sin que se

den cuenta, en la taza del té o café. No

sufrirán daño alguno, sólo que, en cuanto se

hayan tragado el azúcar, cada vez que no te

obedezcan se reducirán a la mitad del

tamaño que tenían antes. Cada vez se

reducirán a la mitad. Lo comprendes, ¿no? Y,

Page 17: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

17

por encima de la mesa, le tendió dos blancos

terrones de azúcar de aspecto

completamente normal que había sacado de

una caja especial.

- Muchas gracias –dijo Lena-. ¿Cuánto

cuestan?

- Nada –contestó el hada-. La primera

consulta es siempre gratis. La segunda, sin

embargo, será terriblemente caro.

- Eso ya no me importa –aseguró Lena-,

porque no necesitaré ninguna segunda

consulta. Bueno, pues muchas gracias.

- Adiós –dijo Francisca Interrogaciones

sonriendo enigmática.

Luego se oyó un ruido –“¡flor!”- como

cuando se descorcha una botella, y de golpe

Page 18: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

18

y porrazo, Lena estaba en el cuarto de estar

de su casa.

Sus padres también estaban allí, y ni

parecían haberse dado cuenta de que su hija

había estado fuera. Pero Lena tenía los dos

terrones de azúcar en la mano. Y ésa era la

mejor prueba de que todo lo anterior no

había sido un sueño. La madre entró en ese

momento con la tetera y luego volvió a la

cocina por el plato de las pastas. El padre,

entretanto se fue al dormitorio a ponerse su

cómodo batín. Lena aprovechó la ocasión y

echó los dos terroncitos de azúcar en las

tazas de té de sus padres. Durante unos

segundos sintió sus remordimientos de

conciencia, pero en seguida los reprimió. “La

culpa la tienen ellos mismos”, pensó.

“Además, el encantamiento no les hará

Page 19: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

19

ningún daño mientras no me lleven la

contraria. Y si lo hacen, les estará bien

empleado”. Sus padres se tomaron el té.

Lena dijo que ella no quería té, sino un

refresco.

- Está bien –dijo su madre-, coge uno de la

nevera.

Hasta aquí todo había ido bien, pero, apenas

unos minutos después, su padre dijo que

quería ver las noticias en la televisión. Justo,

precisamente, cuando Lena quería ver una

película de dibujos animados que ponían en

la otra cadena.

- ¡Pues yo quiero enterarme de las últimas

noticias! –dijo el padre cambiando de cadena.

Page 20: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

20

De pronto se oyó un “¡pfffft!”, como si se

hubiera pinchado la rueda de una bicicleta.

Su padre se redujo repentinamente y se

quedó muy pequeño, hundido en su sillón.

Parecía un liliputiense. Naturalmente, su

ropa no se había reducido con él, por lo que

ahora su cómodo batín y sus pantalones, y su

camisa, y su corbata… le sobraban por todas

partes. Antes medía 1.84 y ahora ya sólo

medía la mitad, o sea, 92 cm. Pueden

imaginar la cara de perplejidad que puso.

- ¡Por el amor de Dios, Kart! –exclamó la

madre-. ¿Me quieres decir qué te pasa?

- No tengo ni idea –contestó el padre-, pero

de alguna manera me siento raro.

Page 21: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

21

- ¡Si es que de pronto te has quedado muy

pequeño, Kurt! –le explicó la madre.

- ¿De veras? –preguntó el padre sin

podérselo creer- ¿Cómo de pequeño?

- La mitad que antes, por lo menos –declaró

la madre.

El padre fue a mirarse al espejo del vestíbulo,

a convencerse por sí mismo. Arrastraba toda

la ropa, y el espejo ahora le quedaba

demasiado alto, por lo que la madre tuvo

que auparlo.

- ¡Es verdad! –murmuró mientras se

observaba-. Esto me resulta de todo punto

inoportuno. ¿Qué van a decir los

compañeros de mi oficina? Justamente ahora

Page 22: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

22

que me iban a ascender a jefe de

departamento…

Lena, que hasta ese momento había hecho el

máximo esfuerzo por contenerse, ya no pudo

resistir más y estalló: se retorcía de risa en el

sofá.

- ¡No creo que sea precisamente motivo de

risa! –dijo muy seria su madre, mientras

volvía con el padre y lo sentaba en su sillón-.

Esto es muy grave. Tal vez se trata de una

enfermedad. Tenemos que llamar

inmediatamente al doctor.

- No –contestó Lena, que apenas podía

hablar de la risa-, no es ninguna enfermedad.

- ¡Anda! ¿Qué entenderás tú, descarada? –

Page 23: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

23

replicó su madre dirigiéndose hacia el

teléfono.

- ¡No! –gritó Lena- ¡No, no y no! ¡Yo no

quiero que venga el doctor!

- ¡Lo que tú quieras o no ahora no nos

interesa! –dijo indignada la madre-. ¡Ahora

lo que importa es tu pobre padre!

Cuando iba a descolgar el auricular se oyó

un “¡pfffft!” igual que el de antes y la madre

se redujo también de tamaño, hasta que la

ropa le quedó colgando por todas partes.

Antes medía 1.68 y ahora ya sólo 84 cm.

- Pe… pero ¿cómo puede…? –fue todo lo

que logró articular antes de desmayarse.

El padre se tiró de su sillón de un salto y la

recogió en sus brazos en el último momento.

Page 24: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

24

Si no llega a hacerlo, se podía haber pegado

un buen batacazo contra el suelo y haberse

hecho daño, aunque, desde luego, ahora ya

no podía caer desde muy alto…

- ¡Hilde! –exclamó el padre dándole

cachetitos en las mejillas-. ¡Vuelve en ti,

tesoro! Ella abrió los ojos y se le llenaron de

lágrimas.

- ¡Ay, querido! –sollozó-, ¿quieres decirme

cómo voy yo a hacer la compra ahora? ¡Qué

pensará la gente!

- Bueno, por lo menos ahora los dos

volvemos a tener un tamaño proporcionado

–dijo el padre en un intento de consolar a su

mujer-. Algo es algo.

Page 25: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

25

- Pero ¿qué ropa me voy a poner? –se quejó

la madre-. ¡Incluso las cosas de Lena me

quedarán demasiado grandes!

- Ya encontraremos una solución, tesoro –

dijo el padre dándole un beso para que se

tranquilizara-. Todo se arreglará. Tenemos

que estudiar la situación a fondo. Seguro que

algo se nos ocurrirá.

La madre se enjugó las lágrimas y miró

agradecida a su pequeño marido, que incluso

en aquella situación tan inusitada era capaz

de mantener la calma

- ¿Cómo habrá podido ocurrir esto así, tan

de repente, Kurt? - Buena pregunta –dijo el

padre rascándose la barbilla.

Page 26: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

26

- Ha ocurrido –dijo Lena- porque no me

han hecho caso. Los padres la miraron con

cara de incredulidad.

- ¿Qué has dicho, niña? –preguntó la

madre.

- Es cosa de magia –explicó Lena-. Pero si

hacen todo lo que yo les diga y no me llevan

jamás la contraria, no les volverá a pasar

nada.

- Eso –dijo el padre- es imposible. No son

más que majaderías. Vivimos en el siglo de la

ciencia. De modo, Lena, que si has sido tú la

que ha preparado todo esto, ya puedes irlo

arreglando inmediatamente.

- Ustedes mismos tienen la culpa –contestó,

inflexible, Lena-. ¿Por qué no hacen nunca lo

que yo quiero?

Page 27: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

27

Los padres se miraron entre sí.

- Parece –dijo el padre- que efectivamente

ha sido ella.

- ¿No te da vergüenza? –exclamó la madre-.

¡Una niña bien educada no hace esas cosas!

Lena se echó a reír de nuevo.

- Les voy a hacer una fotografía –dijo-.

Como recuerdo para el álbum familiar.

- ¡De ninguna manera! –se negó en redondo

el padre- ¡con mi cámara de fotos desde

luego que no!

Page 28: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

28

- Deja eso, ¿me oyes? –dijo la madre

apoyando a su marido-. ¿Qué pretendes?

¿Qué todo el mundo se ría de nosotros?

Volvió a oírse aquel peculiar sonido -

“¡pfffft!”- y los padres se redujeron

nuevamente a la mitad del tamaño que en

ese momento tenían. Ahora el padre ya sólo

medía 46 cm., y la madre 42.

- ¿Lo ven? –dijo Lena-. Eso es a lo que se

exponen. Será mejor que de ahora en

adelante no me vuelvan a llevar nunca la

contraria.

Page 29: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

29

Los padres enmudecieron, sin poder salir de

su asombro. Lena cogió la cámara de su

padre y les sacó una foto.

- Y ahora –declaró- les permito que vean

conmigo la película de dibujos animados.

Aunque para eso realmente son un poco

pequeños.

Los padres dejaron correr la cosa sin hacer

objeción alguna. El padre intentó decir algo

un par de veces, pero en seguida la madre le

dio con el codo y le puso el dedo índice en

los labios.

Aquel día, para cenar, hubo sólo galletas y

leche que Lena fue a buscar a la nevera. Al

fin y al cabo, los padres ahora no necesitaban

Page 30: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

30

mucho, y Lena, por su parte, con eso ya tenía

más que de sobra.

El resto de la tarde-noche transcurrió más

bien pacíficamente, pues los padres se

sometieron sin objeción alguna a todo lo que

Lena ordenó…, incluso cuando se trató de

jugar al “Quartett”1 aunque, obviamente,

para el padre y la madre las cartas eran

demasiado grandes.

Finalmente. Lena decidió que ya era hora de

irse a dormir.

- Ahora se tienen que ir a la cama –dijo-,

pero de ahora en adelante en la cama grande

de matrimonio dormiré yo

1 N. de T.: “Quartett”: juego de cartas, especialmente para

niños, en el que cada jugador tiene que juntar cuatro cartas

iguales a base de acertar las que tienen los demás jugadores.

Page 31: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

31

- ¿Y nosotros? –preguntó la madre.

- Ustedes dormirán en mi cochecito de

muñecas –decidió Lena.

- ¡De eso nada! –exclamó el padre

poniéndose colorado-. ¡Nadie me puede

exigir una cosa sí! ¿Yo soy un hombre adulto!

¡No tolero que nadie me obligue a hacer eso!

- ¡Esto el colmo! –dijo la madre

defendiendo a su marido- ¿No puedes

hacernos una cosa así, hija! ¿Esto ya está

llegando demasiado lejos!

De nuevo se oyó el susodicho ruido -

“¡pfffft!”- tras el cual el padre ya sólo medía

23 cm. y la madre 21.

Lena fue por su osito Teddy, y su tigre de

peluche, y su marioneta y su elefante… y los

Page 32: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

32

trasladó a todos a la cama de matrimonio;

luego cogió a su padre y a su madre y los

metió en su cochecito de muñecas.

- ¡Buenas noches! –dijo tapándolos bien a

los dos-. Y ahora a dormir, ¿entendido?

También ella se fue a la cama, aunque sin

haberse lavado las manos ni los dientes, pues

esas cosas ahora ya sólo las decidía ella

misma. Se acomodó entre todos sus

muñecos, y satisfecha, se durmió. Hasta el

último momento no dejó de oír nerviosos

cuchicheos en el cochecito de muñecas.

En mitad de la noche la despertó una

tormenta. Se sucedían unos truenos y unos

Page 33: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

33

Page 34: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

34

relámpagos terribles, y a Lena le hubiera

gustado poder meterse con sus padres en la

cama para sentirse más segura, pero

arrebujarse ahora en el cochecito de muñecas

con sus padres era completamente imposible

por mucho que quisiera. Además, con unos

padres tan diminutos, no se habría sentido ni

un poquito más segura siquiera. Se vio

terriblemente sola y dejó rodar unas lágrimas

sobre la almohada. Pero a la mañana

siguiente el sol volvió a brillar y todo quedó

olvidado.

Lo primero que hizo fue ir a mirar al

cochecito de muñecas. Pero sus padres ya no

estaban allí… Habían atado todos los pañales

de muñeca que habían podido encontrar, y

utilizándolos a modo de escalera de cuerda,

Page 35: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

35

se habían descolgado hasta el suelo y habían

huido.

Lena buscó por toda la habitación

llamándolos:

- ¡Eh, papá, mamá! ¿Dónde se han metido?

Al cabo de un rato, oyó en alguna parte un

cuchicheo muy, muy bajito. Sonaba en el

rincón del sofá. Se fue hacia allí y levantó

todos los cojines, pero allí no había nadie. Se

agachó, miró debajo del sofá y allí los

descubrió a ambos, apretados contra el

último y más oscuro rincón.

Page 36: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

36

- ¡Salgan de ahí inmediatamente! –les

ordenó Lena, autoritaria-. No voy a hacerles

nada- añadió luego algo más amable.

- No –oyó que decían los dos al unísono-,

que nos das miedo. De aquí no salimos.

Y entonces volvió a oírse –sólo que esta vez

mucho más bajito- el peculiar “¡pfffft!” que

indicaba que sus padres habían vuelto a

quedar reducidos a la mitad del tamaño que

tenían antes.

Lena se fue a la cocina por una escoba y

escarbó y escarbó debajo del sofá con el

mango, para obligar a sus padres a que

salieran. Inmediatamente vio cómo dos

Page 37: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

37

salían corriendo por la alfombra e intentaban

buscar refugio debajo de la cómoda.

El padre ahora ya sólo medía 11 centímetros

y medio, y la madre 10 y medio. Ambos se

habían envuelto en unos pañuelos, a modo

de vestidos.

- Está bien –dijo Lena-, como ustedes

quieran. Entonces desayunaré yo sola.

Se fue a la cocina, sacó sus cereales y les

añadió la leche que quedaba. Luego se sentó

a desayunar, aunque sin olvidarse de poner

en el suelo un platito con cereales para que

sus padres también tuvieran algo que comer.

¡Y es que Lena era una niña muy previsora!

Page 38: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

38

Después se vistió –de nuevo sin haberse

lavado antes- y se fue a la escuela. Dejó la

puerta abierta, igual que hacía siempre.

Naturalmente, no les contó nada de esto ni al

maestro ni a los demás niños.

Cuando a mediodía regresó, el platito que

había dejado en el suelo de la cocina se lo

habían comido.

Pero a sus padres no se les veía por ninguna

parte.

Para comer, Lena se abrió una lata de

sardinas. Algo nada fácil al parecer, pues se

Page 39: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

39

hizo tal corte en el dedo con la lata que

comenzó a salirle sangre.

Corrió por el piso de un lado a otro

chillando:

- ¡Papá! ¿Mamá!

Tenía miedo de desangrarse.

Finalmente, su madre salió titubeante de

detrás de unos libros que había en el suelo.

El padre la siguió a cierta distancia. Y es que

ninguno de los dos podía soportar el llanto

de su pobre hijita.

Page 40: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

40

- ¿Te has hecho daño? –preguntó su madre.

Lena le enseñó el dedo que sangraba y

lloriqueo.

- Vete rápidamente al baño –dijo su padre-

y deja que te caiga el agua encima de la

herida.

- Luego coge el botiquín que hay en el

armarito blanco y tráelo –añadió su madre.

Lena se apresuró.

Como eran tan pequeños, sus padres

tuvieron que hacer denodados esfuerzos

para, juntando sus fuerzas, preparar un

Page 41: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

41

esparadrapo y ponérselo a su hija en el dedo.

Les faltó un pelo para quedarse pegados en

él.

- Y ahora –dijo el padre una vez que

terminaron de ponérselo y ya sin resuello –

podrías ser tan amable de acabar de una vez

con esta locura y devolvernos a nuestro

tamaño normal. Yo tengo sentido del humor,

pero me parece que ya es suficiente…

- No puede ser –explicó Lena-; aunque

quisiera hacerlo, no sé cómo.

Y entonces les contó que había ido a casa de

Francisca, que les había echado el azúcar en

el té y todo lo demás.

Page 42: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

42

- ¡Vaya un hada! –exclamó su madre-. ¡Te

digo yo que esa persona no es de fiar! ¡No

irás a verla nunca más!, ¿me oyes?

- Pero entonces no deberán llevarme la

contraria nunca, nunca, nunca más –

sentenció Lena-. De lo contrario, se volverán

cada vez más pequeños aún y al final

desaparecerán del todo.

- ¡Imposible! –aseguró su padre-. Si cada

vez nos quedamos reducidos a la mitad de lo

que éramos, jamás podremos desaparecer del

todo. Eso está científicamente demostrado.

Puede que lleguemos a tener el tamaño de

un átomo, pero siempre quedará algo de

nosotros.

- Probablemente tengas razón –terció la

madre-, pero ¿qué será entonces de Lena?

¿Quién cuidará de ella?

Page 43: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

43

- Buena pregunta –dijo el padre, como solía

decir siempre que no tenía respuesta.

En ese momento, llamaron al timbre de la

puerta.

- Será Max, que viene a jugar –dijo Lena.

- ¡Por todos los santos! –exclamó su padre-

¡Nadie debe vernos así! ¡No debes decírselo a

nadie! ¿Lo has entendido, hija mía?

- ¡Claro! –contestó Lena-. Escóndanse por

ahí.

Se fue hasta la puerta y abrió.

Page 44: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

44

Allí estaba Max, su amigo. Tenía

aproximadamente la misma edad que ella y

llevaba un aparato en la boca porque tenía

los dientes algo salientes.

- Mira lo que me han regalado –dijo Max

enseñándole un gatito negro que llevaba

entre sus brazos-. Se llama Zorro. Podemos

jugar con él.

- ¿Es gato? –preguntó Lena.

- Naturalmente –contestó max-; si no, no se

llamaría Zorro.

Se fueron al cuarto de estar.

Page 45: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

45

¿Estás tú sola? –quiso saber Max- ¿No están

tus padres en casa?

- Nnnn…, ssss… -tartamudeó Lena-, se…

se han ido a visitar a unos amigos.

- Pero su ropa está por ahí tirada…

- Es que se cambiaron rápidamente, tenían

mucha prisa. Además eso a ti no te importa.

Max dejó en el suelo a Zorro, que en seguida

comenzó a olisquear por todas partes.

- Bueno, ¿qué me dices? –preguntó

orgulloso Max-. ¡Tú no tienes nada así!

- ¡Tampoco quiero tenerlo para nada! –

replicó Lena.

- Es un gato estupendo –explicó Max-, de

una raza muy especial.

Page 46: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

46

- Ah, ¿sí? –dijo Lena-. Pues a mi me parece

absolutamente normal y corriente.

- Por eso precisamente se llama zorro –

continuó diciendo Max-. Mira, mira qué

bigotes tiene …Es algo único.

Lena no puso soportarlo más.

- Pues yo tengo algo mucho mejor –dijo.

- ¿Algo mejor? –preguntó Max sentándose

en el suelo junto a su gato y jugando con él-.

Eso no me lo creo. Te dejo que lo toques.

Estando yo, no te hará nada.

- Tengo algo mucho, mucho, mucho mejor

–repitió Lena.

- ¿El qué? –quiso saber Max.

Page 47: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

47

- No te lo digo –respondió Lena

acordándose de su promesa.

- Entonces seguro que no será nada del otro

mundo –dijo Max con arrogancia,

tambaleándose boca arriba ay poniéndose a

Zorro encima de la tripa.

- Algo muy, muy, muy especial –replicó

furiosa Lena-. Mucho más especial que un

gato.

- ¡Pues entonces de qué es!

- ¡No!

- ¡Eres tonta!

- ¡Tú si que eres tonta!

- ¡No tienes nada de nada!

- ¡Si que lo tengo!

- ¿Se puede saber de una vez qué es?

Page 48: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

48

- Enanos –dijo Lena.

Ya lo había soltado, aunque realmente no

quería.

Max la miró chupeteando su aparato

corrector.

- ¡Tonterías! –dijo finalmente-. ¡Eso no

existe!

- ¡Sí que existe! –contestó Lena.

- ¿Y cómo son de grandes? –quiso saber

Max.

Lena se lo indicó con los dedos pulgar e

índice.

Page 49: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

49

- ¿Y están vivos de verdad? –preguntó

inseguro Max.

- Mmmmmm –dijo afirmativamente Lena.

Max miró por toda la habitación.

- ¿Y dónde están?

- Se han escondido –declaró Lena-. Antes

estaban aquí. Hemos estado hablando.

Max se rió burlón.

Page 50: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

50

- Ya comprendo… Y luego te han regalado

una corona y una cadena de oro… Todo

invisible, claro.

En ese momento Zorro pegó un salto y se

metió como un rayo debajo del sofá. Allí lo

oyeron gruñir y bufar, luego sonó como una

especie de “¡Zis, zas!”; el gato soltó un

lastimero “¡Miau!” y salió visiblemente

cariacontecido.

Ya no tenía bigotes.

Max lo cogió entre sus brazos.

Page 51: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

51

- ¿Quién te ha hecho esto? –exclamó

furioso-. ¡Mi pobre zorro!

- Han sido mis enanos –contestó triunfal,

Lena-. ¡Tú mismo lo has visto! ¡Son bastante

peligrosos!

Max palidecía por momentos. Murmuró algo

así como que aún tenía que hacer unos

deberes y le entraron de repente prisas por

marcharse.

Una vez que se fue, Lena les dijo muy

orgullosa a sus padres:

- ¡Le han dado una buena lección! ¡Qué

pote se da con su estúpido gato…!

Page 52: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

52

Sus padres salieron de debajo del sofá. En

sus rostros aún se podía leer el miedo que

habían pasado.

- Pero ¿cómo has podido permitir que

entrara aquí un gato? –exclamó su madre-.

¡Le ha faltado un pelo para comernos!

- Eso nunca lo hubiera hecho –repuso Lena.

- ¡Sólo porque yo, afortunadamente, me

había llevado a rastras hasta allí las tijeras

del botiquín! –dijo su padre, visiblemente

indignado-. Tenía una especie de

presentimiento de que nos iban a hacer falta.

Sin esa arma hubiéramos estado perdidos.

- ¡Pero si los gatos no se comen a las

personas…! –objetó Lena.

Page 53: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

53

- Quizá nos ha tomado por ratones –dijo su

madre.

Lena entonces se asustó un poco.

- ¿Quieren decir que Zorro podía haberlos

comido por equivocación?

- Por equivocación o a propósito –contestó

su padre-, el caso es que nos habría comido si

no nos hubiéramos defendido

Lena se imaginó lo que los demás niños de la

escuela le dirían si se corriera la voz de que

un gato se había comido a sus padres.

Todos se reirían de ella.

Page 54: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

54

- Y a ti –dijo su madre- naturalmente te

habrían tenido que llevar a un orfanato. ¿Te

das cuenta?

Lena entonces se echó a llorar.

- ¡Pero yo no quiero ir a un orfanato!

- Si no quieres ir –aseveró su padre-, sólo

hay una solución: tu madre y yo tenemos

que recuperar nuestro tamaño normal.

Pero eso ahora tampoco lo quería Lena.

- Se me ocurre algo mejor –dijo.

Page 55: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

55

En el cuarto de estar había una vitrina en la

que se guardaban toda clase de recuerdos,

así como valiosas copas y figuras de

porcelana. Por ejemplo, un gordo Buda que

asentía con la cabeza cuando se le movía;

una bola de cristal con Venecia dentro, en la

que nevaba si uno la agitaba; una jardinera

con una cesta de flores; el primer premio que

le habían dado a su padre en el club de

ajedrez de Königspring, en forma de

caballito dorado… Y Lena colocó allí dentro

a sus padres.

- Aquí estarán seguro –les dijo-, pero

tengan cuidado de no tirar algo y romperlo.

Si viene alguien, tienen que hacer como si

fueran de porcelana.

Page 56: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

56

Dicho esto, cerró la puerta de cristal. Sus

padres gesticulaban desesperados, pero ya

no se le oía. Lena se fue a la cocina, y con un

tenedor, fue sacando las sardinas de la lata

medio abierta, pues tenía hambre. Y puso la

radio.

- ¡Hola, Lena! –dijo una voz de mujer-. Te

habla Francisca, ¿me recuerdas? Francisca

Interrogaciones, el hada. Si por algún motivo

tuvieras que buscarme, has de saber que he

cambiado de casa. Ahora vivo en la Calle del

Viento nº 7, en el sótano. Si necesitas una

segunda consulta…, bueno, ya te dije que te

costaría bastante. Pero tendrás que decidirte

pronto o será demasiado tarde. Fin del

mensaje.

Page 57: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

57

Lo que luego venía era una aburrida música.

Lena apagó la radio, y pensativa, se hurgó la

nariz con el dedo.

Aquello ya comenzaba a resultarle

desagradable. Pero tenía muy clara una cosa:

una segunda consulta era completamente

innecesaria. Jamás volvería a ir a verla. En

este punto coincidía por una vez con su

madre. Además, Lena no tenía ni idea de

dónde buscar la Calle del Viento.

Fuera hacía buen tiempo. Lena salió

corriendo, cerró la puerta de casa y se fue al

parque infantil con los otros niños, que

jugaban en alegre bullicio. Poco después, ya

Page 58: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

58

se había olvidado de todo aquel

desagradable asunto.

No se volvió a acordar hasta que regresó a su

casa a eso de las siete y llamó al timbre.

Naturalmente, nadie pudo abrirle, pues sus

padres estaban encerrados en la vitrina… y a

Lena ni se le había ocurrido llevarse la llave,

pues nunca antes había tenido que hacerlo.

Ahora sí que sentía miedo. Se sentó en la

escalera y rompió a llorar muy bajito, para sí,

a pesar de que aquello tampoco le sirviera de

mucho.

Se imaginó que tendría que pasarse allí toda

la noche completamente sola y abandonada,

y le dio mucha, mucha, mucha pena de sí

Page 59: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

59

misma. Ni siquiera llevaba un pañuelo para

limpiarse la nariz.

Tenía hambre, pero, en cualquier caso,

tampoco habría nada de comer, pues su

madre ya no podría cocinar, no ahora ni

nunca. Tampoco tenía dinero para

comprarse nada, aparte de que a esas horas

todas las tiendas estaban ya cerradas… En

resumen, ¡una auténtica y tremenda

desgracia!

La culpa de todo la tenían única y

exclusivamente su padre y su madre, pues si

hubieran hecho siempre lo que ella les había

exigido, aquello jamás habría llegado tan

lejos.

Page 60: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

60

En ese momento, una ráfaga de viento

introdujo por la ventana de la escalera, que

estaba abierta, un trozo de papel, que

después de unos cuantos revoloteos, fue a

aterrizar junto a los pies de Lena. Vio que

tenía algo escrito, lo cogió del suelo y lo leyó

letra por letra: Venga, venga, ahora ya está

bien.

Tú misma sabes bien que eso no es cierto.

Tus padres, de verdad, no pueden hacer

nada,

Así que vente y hablaremos del asunto

¿Quién había escrito aquello? Lena le dio la

vuelta a la hoja y vio que en la parte de atrás

ponía: Haz un avión con esta hoja

Page 61: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

61

Y síguelo

Lo comprendes, ¿no?

Date prisa.

H.F.I.

H.F.I. sólo podía significar Hada Francisca

Interrogaciones. Y la frase de “Lo

comprendes, ¿no?” también hacía pensar que

era ella la que había mandado aquel mensaje.

Lena se sintió inmediatamente aliviada. Dejó

de sollozar, hizo un avión con la hoja lo

mejor que pudo (no demasiado bien, pues,

con las prisas, se puso muy nerviosa), bajó a

la calle y lo echó a volar.

Page 62: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

62

Un viento lo recogió y se lo llevó consigo; tan

pronto volaba muy alto como caía en picado,

pero, en esta última caso, siempre lograba

remontar sin tocar el suelo.

Lena iba corriendo tras él.

Afortunadamente (¿o era quizá una

misteriosa providencia?) la mayoría de las

veces el avión volaba en círculo muy por

encima de las cabezas de la gente, sobre todo

en los cruces de las calles; de no haber sido

así, seguro que la niña hubiera cruzado la

calle corriendo imprudente detrás de él, sin

fijarse en los coches. Pero, en definitiva, no le

pasó nada, sólo un par de veces en que pisó

un charco o, en su carrera, fue a chocar

Page 63: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

63

contra algún peatón que la increpó mientras

ésta desaparecía.

Se fue haciendo poco a poco de noche, y

Lena aún seguía detrás del avión. Éste giraba

de improviso en una calle o en otra, y

cuando su perseguidora no era capaz de

seguirlo de cerca, la esperaba planeando y

volando en círculo hasta que ella lo volvía a

ver. Lena ya sentía punzadas en el costado y

resoplaba como una locomotora, pero no se

rindió.

Las calles se fueron volviendo cada vez más

oscuras y silenciosas. Al final, ya no se veía

ni un alma por ninguna parte, el viento

soplaba cada vez más fuerte, silbaba y daba

Page 64: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

64

verdaderos bufidos, llevando literalmente en

volandas a la niña.

Finalmente, Lena a punto estuvo de darse de

narices contra una puerta que, por lo que

pudo juzgar en medio de la oscuridad, no

pertenecía a ninguna casa.

La puerta estaba allí así, sola, y en el dintel

aparecía un gran número 7 pintado de color

negro. Debajo había una placa de latón con la

siguiente inscripción:

A la segunda consulta,

Si lo tienes a bien.

Page 65: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

65

La puerta se abrió por sí sola y una ráfaga de

viento empujó a Lena dentro. Bajó a

trompicones unos cuantos escalones que

conducían al sótano, y cuando llegó abajo, a

punto estuvo de resbalar, pues se encontró

con una capa de hielo lisa como un espejo.

El lago, que ya conocía de la primera visita,

también estaba allí esta vez, pero ahora

helado. La barca también aparecía, pero

ahora inmovilizada. Allí era invierno, y los

alrededores conformaban un paisaje nevado.

Esta vez Lena tuvo que recorrer a pie el largo

camino hasta la isla, y además con mucho

cuidado, paso a paso, no sólo por lo

resbaladizo que era, sino también porque no

Page 66: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

66

sabía si el hielo sería capaz de resistir su peso

en todos los sitios; de vez en cuando crujía y

restallaba de la manera más sospechosa.

Cuando, por fin, ya medio congelada, puso

el pie en la isla, se volvió a encontrar de

repente sobre la alfombra de la habitación

del hada, con Francisca Interrogaciones

sentada ante su mesita redonda de tres patas.

Ahora, curiosamente, entraba por la ventana

un sol de mediodía, y el cuco que con tanto

ímpetu salía del reloj de pared esta vez sí que

era un cuco de verdad: cantó doce veces:

“¡Cucú!”

Todos los números del reloj eran, también en

esta ocasión, doces.

Page 67: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

67

- La segunda consulta- dijo sin preámbulos

Francisca Interrogaciones- tiene lugar

siempre y por principio a las doce del

mediodía. Así debe ser.

Lena se abstuvo de preguntar por qué razón

o motivo era así.

- Ahora tienes que decidirte –prosiguió el

hada-. ¿Cómo quieres que evolucione el

asunto? El tiempo en el que aún se puede dar

marcha atrás a los acontecimientos se va a

acabar enseguida. Lo comprendes ¿no?

- No del todo –admitió Lena.

Page 68: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

68

- ¿Te lo has pasado bien, hija mía? –

preguntó el hada.

- Sí… -dijo, titubeante, Lena-, por lo menos

al principio.

- Bueno, pues si tú quieres –declaró el

hada-, de ahora en adelante seguirá siendo

siempre así. Tus padres se irán haciendo

cada vez más y más pequeños. Podría, por

ejemplo, hacer que vivieran en una caja de

cerillas. Más tarde, probablemente, ya sólo

podrías verlos a través de un cristal de

aumento, o con un microscopio. Todo muy

divertido, ¿no te parece?

Lena, desconcertada, no dijo nada y se

encogió de hombros.

Page 69: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

69

- El caso –añadió el hada- es que te tienes

que decidir ya, pues, a partir de un

determinado momento, había transcurrido

demasiado tiempo como para poder volver

al principio. El que ha llegado demasiado

lejos tiene que seguir adelante. Eso es lo que

ocurre a menudo en la vida. Lo comprendes,

¿no? Pero ¿te gustaría realmente seguir

adelante? Eso eres tú la única que tiene que

decidirlo, hija.

Lena miró indecisa al hada.

- ¡Oh! Yo, de verdad, no quiero influir

sobre ti, querida mía –aseguró Francisca

Interrogaciones-. Debes decidir única y

exclusivamente en virtud de lo que tú

Page 70: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

70

consideres oportuno. Yo sólo quería decirlo,

ateniéndome a la verdad, lo que se derivaría

de ello. Lo comprendes, ¿no?

- Sí –contestó Lena, y tragó saliva- ¿Y cuál

sería la otra posibilidad?

- La otra posibilidad –repuso el hada

arrastrando las palabras y mirando

misteriosamente a la niña –me temo que no

te va a gustar. Es muy desagradable…, por lo

menos para ti. No creo que te interese en

absoluto.

- Aun así, dígamelo –le rogó Lena.

- Bien; yo ahora –le explicó el hada- aún

podría darle marcha atrás al tiempo

transcurrido desde nuestra primera

consulta…, o sea, para ser más exactos, hasta

el instante justo antes de que les echaras a tus

Page 71: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

71

padres los terrones de azúcar en sus tazas.

Entonces, para todos los demás, sería como si

entretanto no hubiera ocurrido

absolutamente nada. Tampoco hubieras

hecho jamás la foto, naturalmente, no habría

absolutamente ninguna prueba de toda esta

historia. Sólo tú sabrías lo que ha ocurrido…,

o más bien lo que iba a ocurrir, pues en ese

instante también para ti misma volvería a ser

todo futuro. Lo comprendes ¿no? Entonces,

naturalmente, tú podrías tomar la decisión

contraria y no echar los terrones de azúcar en

el té.

- ¿De verdad? –preguntó Lena-. ¿Sería

posible?

- Segurísimo –contestó el hada-, pero la

cosa tiene su pequeño intríngulis; claro que

en estas historias de magia no cabe esperar

Page 72: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

72

que sea de otra manera. Ya te dije desde el

principio que la segunda consulta te iba a

resultar cara…, hagas lo que hagas.

Francisca Interrogaciones tamborileó,

expectante, con sus doce dedos en el tablero

de la mesa.

- ¿Y cuál es el intríngulis? –quiso saber

Lena.

- Bueno, pues… -dijo el hada arqueando

significativamente las cejas-, tendrías que

tomarte tú misma los terrones de azúcar y

además en el acto. Ésa sería la única

posibilidad.

- ¿No podría sencillamente tirarlos?

Page 73: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

73

- No, desgraciadamente no, hija mía. No

serviría de nada. Volverían a ir a parar

siempre a aquél al que estaban destinados.

Incluso si los tiraran al mar a cien mil

kilómetros de distancia, en el mismo

momento de tirarlos estarían ya otra vez en

la taza de té de tus padres. ¡Es que no son

terrones de azúcar vulgares y corrientes! Lo

comprendes, ¿no?

- Sí, pe… pero… -balbuceó Lena-, si me los

trago, entonces me pasará lo mismo que a

papá y a mamá. Entonces sería yo quien me

iría haciendo cada vez más y más pequeña.

- Irremediablemente –contestó el hada-, a

no ser que…

- A no ser que… ¿qué?

Page 74: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

74

- A no ser –repitió Francisca Interrogaciones-

que tú jamás les llevaras la contraria.

Entonces, naturalmente, tampoco te pasaría

nada. Así de sencillo.

- ¡ah, vaya…! –dijo Lena.

Se quedó callada durante un rato, lo mismo

que el hada.

Por fin Lena sacudió la cabeza y dijo:

- Imposible. Eso, sencillamente, es

demasiado difícil para mí.

- Ya me lo figuraba yo –observó el hada-.

Bueno, pues entonces dejémoslo todo como

está. A mí, al fin y al cabo, me da

Page 75: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

75

exactamente igual. No pretendo convencerte

de nada.

Miró el reloj y añadió:

- Justo en este momento quedan todavía

diez segundos. Después, ya estará todo

decidido y será demasiado tarde.

Lena libraba una terrible batalla consigo

misma.

- ¡Por favor! –gritó de repente- ¡De marcha

atrás al tiempo! ¡Por favor, hágalo! ¡ahora

mismo!

Page 76: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

76

Francisca Interrogaciones se levantó de un

salto, y estirando el dedo, comenzó a girar

hacia atrás las manecillas del reloj. Eso fue lo

último que Lena le vio hacer.

Oyó de nuevo aquel extraño ruido –“¡flor!”-,

como cuando se saca el tapón de una botella,

y después se encontró de nuevo en el cuarto

de estar de su casa, justo en el momento en

que su madre se había ido a la cocina por las

pastas, y su padre al dormitorio a ponerse su

cómodo batín.

En su mano tenía los dos terrones de azúcar

que le demostraban que todo había sido

realidad. Se los metió en la boca, los masticó

bien y se los tragó.

Page 77: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

77

- Lena –dijo su madre, entrando en ese

momento-, no comas tanta azúcar, que eso te

daña los dientes.

- Sí, mamá –contestó Lena.

- Me gustaría ver las noticias. ¿Tiene

alguien algo en contra? –preguntó su padre

sentándose en el sillón.

- No, papá –dijo Lena.

Page 78: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

78

Page 79: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

79

Sus padres intercambiaron una mirada de

asombro.

- ¿Qué te pasa, Lena? –preguntó su padre-.

¿Estás enferma?

Ella sacudió la cabeza.

- ven, tómate una taza de té con nosotros –

propuso su madre-. Te sentará bien.

- Sí, gracias –dijo Lena.

Y a partir de entonces todo siguió así. De allí

en adelante la vida para los padres resultó

mucho más fácil, claro. “La niña poco a poco

se está volviendo razonable”, decían.

Page 80: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

80

Pero cuál era el verdadero motivo nunca lo

supieron: eso seguía siendo el secreto de

Lena. O, al menos, lo siguió siendo durante

una temporada increíblemente larga… para

ser más exactos, hasta el viernes siguiente.

Aquel día dijo su padre:

- Hija, no puedes seguir así.

- Sí, papá –contestó obediente Lena.

- A ti… -opinó la madre-, a ti te pasa algo.

Estás muy rara. Ya no pareces nuestra Lena.

- Cualquier niño normal lleva la contraria

de vez en cuanto –continuo su padre-. ¿Es

que ya no tienes ninguna opinión propia?

Page 81: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

81

- No, papá.

- ¡Estamos preocupados! –exclamó su

madre-. ¿no podrías llevar la contraria un

poco, al menos de vez en cuando?

Simplemente por darnos la alegría de tener

una hija normal…

Ahora Lena ya no sabía qué decir. Si decía

que no, le llevaba la contraria y las

consecuencias serían inevitables-, y si decía

que sí, estaba permitiendo que le iba a llevar

la contraria, lo cual conducía exactamente a

lo mismo. En lugar de responder, rompió a

llorar.

- ¡Cielo Santo! –Exclamaron sus padres-,

¿tan malo es? Si hay algo que te preocupe,

Page 82: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

82

habla, hija. A nosotros puedes contárnoslo

todo.

Y entonces Lena les explicó, entre sollozos, lo

que sucedía con los terrones de azúcar y todo

lo demás.

- ¡Eso es inaudito! –exclamó su madre-. ¡Esa

hada es una persona repulsiva!

- Sí –corroboró su padre-, habría que

prohibir su oficio por ley.

- ¡Pobrecita niña mía! –la consoló su madre

cogiendo a Lena en brazos-; tú no te

preocupes, que tu padre que es muy listo,

seguro que encuentra una solución. ¿No es

verdad, Kurt, querido? La vas a encontrar, ¿a

qué si?

Page 83: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

83

- ¡Por supuesto! –contestó su padre

carraspeando-. Pero primero vamos a

pensarlo.

Caminó por la habitación arriba y abajo,

mientras su mujer y su hija lo seguían con la

vista.

- ¡Ya lo tengo! –dijo al dar la vuelta por

quinta vez-. En el fondo la cosa es muy

sencilla… el cuerpo consume el azúcar igual

que el motor de un coche consume gasolina.

Eso está científicamente demostrado, los

terrones de azúcar sólo pueden hacer efecto

mientras están en tu cuerpo. El azúcar los

músculos lo consumen muy deprisa. Así que

hacer ya mucho que no lo tienes dentro…

Page 84: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

84

Lena dejó de llorar y se limpió la nariz.

- ¿Lo crees de verdad?

- ¡Claro! –aseguró su padre-. Llévame la

contraria. Merece la pena intentarlo.

- Sí, papá –dijo obediente Lena-, pero ¿y si

sale mal?

- No –dijo su madre-, tienes que llevarnos

la contraria de verdad. No sólo a medias…

- Pues entonces primero tienen que

ordenarme algo de verdad- dijo Lena

sorbiéndose los mocos.

Su padre se puso tieso y adoptó una cara

severa.

Page 85: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

85

- Está bien; entonces te ordeno que des

ahora mismo una voltereta.

- No –dijo vacilante Lena-, no quiero. No

tengo ninguna gana de dar volteretas.

Los tres esperaron expectantes… y no

ocurrió nada. Entonces se abrazaron entre

gritos de alegría. Su padre tenía razón.

Realmente era un hombre muy listo.

Page 86: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

86

Así se daba por concluido tan azaroso

asunto. Peo al final todo aquello sí que había

servido para una cosa, a partir de entonces,

Lena sólo les llevaba la contraria a sus

padres, y sus padres se la llevaban a Lena,

cuando era verdaderamente necesario, y no

como antes, sin ton ni son.

Page 87: El Secreto de Lena Pelusa79

Pelusa 79

87

Y por eso de allí en adelante la familia vivió

en perfecta armonía, y recordando, a pesar

de todo, al hada Francisca Interrogaciones

con cierta gratitud.

¡Ah por cierto!: Lena dio después muchas

volteretas, unas veces ordenándoselo y otras

sin que se lo ordenaran.