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268 OARSO 2003 H ace varios siglos, aquí donde pisáis, habitaba un gigante ogro que de tanto comer, no paraba de crecer. Además, obligaba a la gente del pueblo a que fueran ellos quienes le proporcionasen sus manjares. Así, aquella pobre gente ape- nas tenía algo que llevarse a la boca. Pero el apetito del ogro seguía crecien- do; hasta el punto de que en cierta ocasión amenazó con empezar a zamparse a los niños más pequeños del lugar. Lo intenta- ron todo; pero ni el párroco rezando, ni los magos con su magia. Nada causaba efecto y ya no les quedaba tiempo. Alguien propuso una última opción; acu- dir a donde María Zozaya, la más famosa de entre las brujas de Errenteria. Pero nadie se atrevía a ir. Todos los que eran preguntados o bien se ponían de pronto enfermos o encontraban una excusa difícil de creer. Finalmente aparecieron los voluntarios: una niña y un niño, los más pequeños del lugar; así que les dejaron par- tir ya que de no ha- cerlo, ellos hubiesen sido de cualquier manera los prime- ros en ser comidos. Les bastó con con- tar a la bruja lo que ocurría, para que ella les prometiese hacer todo lo posible por ayudarles. Partieron los tres tan deprisa, que en un abrir y cerrar de ojos, para asombro de los dos pequeños, ya se encontraron delante del gigante ogro. La bruja le preguntó qué podrían hacer para que no se comiese a los niños; pero él no deseaba otra cosa que saciar su hambre. Entonces a María Zozaya se le ocurrió la idea de intentar hacer un trato. Si ella logra- ba traerle tanta comida que el ogro no fuera capaz de terminarla, éste debería, a partir de entonces, empezar a comer como las personas normales y no más. Si por el con- trario lo lograba, ella misma sería su postre. Al oír aquello, coincidieron las lágrimas de los niños con las carcajadas del gigante que alegre aceptó el trato. Al llegar al pueblo, la bruja pidió que le entregaran todo cuanto tuvieran de comer, que apenas alcanzaba la media docena de kilos. Ante el asombro de todos, en vez de dirigirse a donde el ogro, cogió una servilleta y se zampó hasta la última miga de pan, casi sin pestañear. Todos creye- ron que la pobre, con tanta fiesta en Zuga- rramurdi, ya había perdido el juicio. EL RINCÓN DE LOS CUENTOS DE HADAS: LA BRUJA Y EL GIGANTE OGRO Xabier Susperregui Gutiérrez

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Hace varios siglos, aquí donde pisáis,habitaba un gigante ogro que detanto comer, no paraba de crecer.

Además, obligaba a la gente del pueblo aque fueran ellos quienes le proporcionasensus manjares. Así, aquella pobre gente ape-nas tenía algo que llevarse a la boca.

Pero el apetito del ogro seguía crecien-do; hasta el punto de que en cierta ocasiónamenazó con empezar a zamparse a losniños más pequeños del lugar. Lo intenta-ron todo; pero ni el párroco rezando, ni losmagos con su magia. Nada causaba efectoy ya no les quedaba tiempo.

Alguien propuso una última opción; acu-dir a donde María Zozaya, la más famosa deentre las brujas de Errenteria. Pero nadie seatrevía a ir. Todos los que eran preguntadoso bien se ponían de pronto enfermos oencontraban una excusa difícil de creer.Finalmente aparecieron los voluntarios: unaniña y un niño, los más pequeños del lugar;así que les dejaron par-tir ya que de no ha-cerlo, ellos hubiesensido de cualquiermanera los prime-ros en ser comidos.

Les bastó con con-tar a la bruja lo que ocurría,para que ella les prometiese hacertodo lo posible por ayudarles. Partieronlos tres tan deprisa, que en un abrir ycerrar de ojos, para asombro de los dospequeños, ya se encontraron delante delgigante ogro. La bruja le preguntó quépodrían hacer para que no se comiese alos niños; pero él no deseaba otra cosa quesaciar su hambre.

Entonces a María Zozaya se le ocurrió laidea de intentar hacer un trato. Si ella logra-ba traerle tanta comida que el ogro no fueracapaz de terminarla, éste debería, a partirde entonces, empezar a comer como laspersonas normales y no más. Si por el con-trario lo lograba, ella misma sería su postre.Al oír aquello, coincidieron las lágrimas delos niños con las carcajadas del gigante quealegre aceptó el trato.

Al llegar al pueblo, la bruja pidió que leentregaran todo cuanto tuvieran de comer,que apenas alcanzaba la media docena dekilos. Ante el asombro de todos, en vez dedirigirse a donde el ogro, cogió unaservilleta y se zampó hasta laúltima miga de pan, casi sinpestañear. Todos creye-ron que la pobre, contanta fiesta en Zuga-rramurdi, ya habíaperdido el juicio.

EL RINCÓN DE LOS CUENTOSD E H A D A S :

LA BRUJA Y EL GIGANTEO G R O

Xabier Susperregui Gutiérrez

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Cuando llegaron junto al gigante, la bruja pidió un plato para llenarlo de manjares. El ogroreía y reía, no podía dejar de hacerlo. María Zozaya se alejó; apareciendo poco después conun plato a rebosar de mierda, con un poco de perejil encima, mientras decía: “rico, rico, rico”

El gigante no podía creerse lo que sus ojos estaban viendo; la bruja le había engaña-do. Hizo un último esfuerzo por ganar la apuesta, pero a mitad de menú se le quedaronpegados los dientes. Aquel día cogió tal manía a la comida, que a partir de entonces tuvie-ron que engañarle para que no muriese de hambre.

Desde entonces aquella niña y aquel niño visitaron cada día a la bruja que les salvó lavida.