El Retrovisor Democrático

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El retrovisor democrático El país, 20 Septiembre, 2014 Los mejores conductores, especialmente cuando el tráfico es denso, son aquellos que saben concentrarse en el trayecto sin dejar de usar constantemente el retrovisor. Para decidir si debemos aumentar o reducir la velocidad, a no ser que estemos solos en la carretera, lo cual es poco frecuente, necesitamos no solo valorar las características del trazado sino observar lo que sucede a nuestro alrededor. Conducir es un ejercicio que nos exige una mirada periférica y, consecuentemente, el retrovisor desempeña un papel clave. Esta simple lección automovilística debería trasladarse a otros ámbitos. Hoy, situándonos ya en el tema que nos ocupa, estamos conduciendo nuestra maltrecha democracia hacia un nuevo escenario de calidad y profundización democrática. Si mantenemos el rumbo sin vacilaciones alcanzaremos, por fin, lo que algunos denominan una democracia real. La democracia heredada — aquella que estamos dejando atrás— se nos presenta como un cuerpo putrefacto; carcomido por la corrupción y el engaño sistemático a la ciudadanía. Debemos, pues, romper con los lastres del pasado; arrancar sin miramientos el retrovisor y concentrarnos en un horizonte donde aparecen movilizaciones ciudadanas, consultas populares, leyes de transparencia, asambleas multitudinarias y ágoras virtuales. Comparto plenamente el entusiasmo del conductor para llegar rápidamente a este escenario de regeneración democrática, pero me atrevo a sugerirle que vuelva a colocar el retrovisor en su sitio. Me atrevo a recordarle — y espero no ser impertinente— que una conducción segura requiere de una visión periférica capaz de combinar la concentración hacia lo que tenemos delante con la atención hacia lo que dejamos atrás. Y me atrevo, finalmente,

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El retrovisor democrtico

El pas, 20 Septiembre, 2014

Los mejores conductores, especialmente cuando el trfico es denso, son aquellos que saben concentrarse en el trayecto sin dejar de usar constantemente el retrovisor. Para decidir si debemos aumentar o reducir la velocidad, a no ser que estemos solos en la carretera, lo cual es poco frecuente, necesitamos no solo valorar las caractersticas del trazado sino observar lo que sucede a nuestro alrededor. Conducir es un ejercicio que nos exige una mirada perifrica y, consecuentemente, el retrovisor desempea un papel clave.

Esta simple leccin automovilstica debera trasladarse a otros mbitos. Hoy, situndonos ya en el tema que nos ocupa, estamos conduciendo nuestra maltrecha democracia hacia un nuevo escenario de calidad y profundizacin democrtica. Si mantenemos el rumbo sin vacilaciones alcanzaremos, por fin, lo que algunos denominan una democracia real. La democracia heredada aquella que estamos dejando atrs se nos presenta como un cuerpo putrefacto; carcomido por la corrupcin y el engao sistemtico a la ciudadana. Debemos, pues, romper con los lastres del pasado; arrancar sin miramientos el retrovisor y concentrarnos en un horizonte donde aparecen movilizaciones ciudadanas, consultas populares, leyes de transparencia, asambleas multitudinarias y goras virtuales.

Comparto plenamente el entusiasmo del conductor para llegar rpidamente a este escenario de regeneracin democrtica, pero me atrevo a sugerirle que vuelva a colocar el retrovisor en su sitio. Me atrevo a recordarle y espero no ser impertinente que una conduccin segura requiere de una visin perifrica capaz de combinar la concentracin hacia lo que tenemos delante con la atencin hacia lo que dejamos atrs. Y me atrevo, finalmente, asumiendo el riesgo de resultar un tanto pedante, a recodar dos frases de Aristteles quien, desde un pasado muy remoto, puede ayudarnos a construir nuestros proyectos de futuro.

Aristteles, en primer lugar, afirmaba que jams el ms sabio de los hombres podr alcanzar la sabidura de muchos hombres. Nunca con tan pocas palabras se han definido tan certeramente los argumentos que justifican nuestros persistentes esfuerzos democratizadores. Aristteles nos presenta la democracia como una forma de tomar decisiones donde el dilogo entre personas (en plural) genera una inteligencia colectiva que no se encuentra cuando las decisiones las toma una persona (en singular). Esta es la fuerza de la democracia.

Aquello que justifica la esencia democrtica, por lo tanto, y tenemos que hacer esta afirmacin con mucha delicadeza, no es su capacidad para escoger entre dos o ms contendientes sino la posibilidad de generar una decisin a partir de la interaccin entre las partes. No estoy insinuando que votar no sea democrtico, ni mucho menos. Lo que estoy afirmando es que el momento electoral debe ser el resultado de un momento deliberativo y no de una simple confrontacin. Los referndums son herramientas que refuerzan nuestra calidad democrtica, sin duda; pero lo son a condicin de que no anulen nuestra capacidad de dilogo, de que no se conviertan en un simple campo de batalla donde medir las fuerzas de unos y de otros. Y cuando hablo de dilogo, descarto el conocido dilogo de sordos. Gran Bretaa y Escocia nos han dado, en este sentido, una buena leccin de democracia.

Aristteles tambin afirmaba, en segundo lugar, que ciudadano es aquel que sabe gobernar y ser gobernado. Una frase breve y extraordinaria para recordarnos aquello que podemos y aquello que no podemos esperar de la democracia. Podemos esperar que nos permita (incluso que nos obligue a) involucrarnos en las actividades de gobierno, en la toma de decisiones. Pero no podemos esperar, en cambio, que se gobierne siempre segn nuestros intereses o nuestras prioridades. La democracia, expresndolo con otros trminos, no est pensada para satisfacer las expectativas de una persona (en singular) sino para gobernar una comunidad (en plural). Debatir, votar y celebrar los resultados de la votacin sean los que sean es, otra vez, lo que confiere fortaleza democrtica al proceso escocs.

La esencia de la democracia, y de nuevo debemos tratar este tema con delicadeza, se traiciona cuando la ponemos al servicio de los ciudadanos en singular, cuando se convierte en una maquinaria destinada a maximizar las expectativas de personas individuales. Y esta traicin se da hoy con excesiva frecuencia por una razn muy simple: se ha impuesto una visin defendida por algunos economistas segn la cual las personas se comportan como egostas maximizadores de sus intereses particulares. Quiz tengan razn, pero entonces olvidmonos de profundizar la democracia y conformmonos con su maltrecha forma actual.

Debemos ser audaces y alcanzar el futuro sin complejos, efectivamente. Pero tambin es recomendable dar algn vistazo al retrovisor democrtico. Veremos, a lo lejos, al viejo Aristteles ayudndonos a avanzar sin traicionar la esencia de una democracia que es algo ms que un instrumento para escoger a los que son ms y para servir los deseos de aquellos que, al menos aparentemente, pagan sus impuestos. La democracia nos exige dilogo y compromiso colectivo, que no es poco.

Quim Brugues catedrtico en Ciencias Polticas de la Universitat de Girona