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EL RETO DEL WAKEBOARD ¿Cuál es el secreto? Comer para crecer Lecciones que nos dan los bebés ¿Sigue vigente la Biblia? Claves para hoy CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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EL RETO DEL  WAKEBOARD¿Cuál es el secreto?

Comer para crecerLecciones que nos dan los bebés

¿Sigue vigente la Biblia?Claves para hoy

C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I DA

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Año 13, número 6

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Director GabrielSarmientoDiseño GentianSuçiProducción SamuelKeating

© Aurora Production AG, 2012

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Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados

provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960,

© 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado

1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

A N U E S T ROS A M IG OS

Mi relación con la Biblia data de mis primeros años escolares. Empezó con buen pie. Una amable mon-jita, con talante de buena educadora, me introdujo en el fabuloso mundo de la Historia Sagrada. Con ella, juntamente con 25 compañeritos, me sumergí

en el enfrentamiento entre David y Goliat, el relato de Noé y el Diluvio, la vida de Moisés y muchos otros episodios inmortales. Para mi desdicha, en pocos años la cosa fue de dulce a agraz cuando un almidonado profesor de religión, con buenas intenciones pero poco sentido pedagógico, nos impuso la aburridísima tarea de redactar un comentario de dos folios sobre cada capítulo del Evangelio de Lucas. Aquello aniquiló en mí todo deseo de leer la Escritura. Por lo menos por varios años.

Más adelante, en mis búsquedas y descarríos juveniles, incursioné en las drogas, el budismo y la meditación —con extensas lecturas del Bhágavad-guitá, el Popol Vuh y otros libros sagrados—, hasta que un buen día cayó en mis manos un bolsilibro del Evangelio de Mateo. La lectura del Sermón de la Montaña me sedujo, me enamoró. A partir de ese día, volví a mi primer amor. En mi corazón abrí la Biblia para nunca más volver a cerrarla.

Estaba ávido de respuestas a las mil inquietudes que me atormentaban, y el Libro de los libros resultó ser una especie de cofre de finísimos tesoros, que me enriquecía cada vez que abría su tapa. Los evangelios en particular eran de una claridad y de una sencillez desarmantes. Las palabras de Jesús resonaban con la fuerza de la verdad. Algunos pasajes me resultaban apasionantes; otros me punzaban la conciencia y me compungían. Era imposible quedarse impasible ante tan potente mensaje. Aquel libro me penetraba y me conocía íntimamente. Me hablaba al alma, y yo también hablaba con él. Con el tiempo se estableció un diálogo que en esencia no era otra cosa que la conver-sación que se da entre Dios y los hombres; en este caso, entre Dios y yo.

Ya se van a cumplir 40 años desde que se entabló ese diálogo. Gracias a él, he llegado a comprenderme mejor a mí mismo, y a entender a Dios y el mun-do que me rodea. Me resultaría inconcebible vivir sin él, y estoy ansioso por ver adónde me lleva a continuación.

GabrielEn nombre de Conéctate

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Poco después del terre-moto y tsunami que hubo en Japón en marzo de 2011, leí un artículo acerca de los hitos de piedra de 600 años de antigüedad que las anteriores generaciones de japoneses erigieron sobre los cerros que hay a lo largo de la costa, donde muchas poblaciones ya habían sido devastadas por tsunamis. Esos mojones marcaban hasta dónde había llegado la ola de un tsunami anterior y advertían a los residentes que no construyeran por debajo de esa línea.

Las promotoras inmobiliarias de nuestro tiempo hicieron caso omiso de esos hitos y construyeron muy por debajo de la línea de seguridad, algunas hasta en la misma costa. Se levantaron muros de contención para proteger las nuevas zonas residencia-les, y los ingenieros confiaban en que resistirían cualquier maremoto. Esos muros fallaron, y los únicos pueblos que se salvaron fueron los emplaza-dos tierra adentro, a mayor altura que aquellos hitos.

Esta triste historia me recordó un versículo de la Biblia: «No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres»1.

RESPETAR los LINDEROS

Podemos aplicar asimismo esta enseñanza a nuestra vida espiritual. Si queremos estar a salvo de las tor-mentas de la vida, tenemos que basar nuestra existencia en las firmes verdades de la Biblia y las palabras de Jesús. Esos son los linderos antiguos que evitan que seamos arrastrados por los temporales sociales, políticos, económicos o personales.

A veces los obstáculos y los proble-mas se ciernen sobre mí y amenazan con arrollarme. Se alzan como las olas de un maremoto. Sin embargo, la Palabra de Dios permanece fija, siempre presta a servir de punto de referencia e indicarme cómo avanzar a pesar de las contrariedades. Lo único que tengo que hacer es calibrar mis pensamientos, actitudes, accio-nes y decisiones en función de ella. Así podré afrontar con valor todo lo que la vida me ponga por delante.

Dina Ellens es docente jubilada. Vive en Java Occidental, Indonesia, donde realiza labores de voluntariado. ■

Dios dispuso que Su Palabra y nuestra relación

con Él fueran constantes en nuestra vida. Todo lo

demás puede cambiar: nuestras circunstancias, nuestro estado de salud, nuestra vida familiar, nuestro lugar de residencia, nuestra profesión; pero la Palabra de Dios nunca deja de ser una presencia persistente. Es nuestra ancla y contrapeso espiritual, nuestra guía, nues-tra brújula moral y espiritual, nuestro sustento, nuestro gozo, nuestra paz, nuestra esperanza, nuestra motivación y nuestro consuelo. Para noso-tros, los cristianos, la Palabra es la esencia de nuestra iden-tidad, de nuestras creencias, valores y modo de proceder. María Fontaine1. Proverbios 22:28

Dina Ellens

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DIOS

Algo que encuentro parti-cularmente maravilloso de Jesús es la salvación que nos ofrece, capaz de transfor-mar nuestra vida, está a disposición de cualquiera que se la pida sin-ceramente y con fe. Puede que la comprensión que tenga uno de la doctrina cristiana sea mínima; pero si el corazón está sediento, si uno ansía tener una relación con Dios, uno la encuentra —de manera clara y definitiva, sin tener que dar nada a cambio— aceptando a Jesús como Salvador. La salvación es sencilla; es un regalo. Uno la pide, la recibe y es suya.

Aunque no tengas una com-prensión cabal de los pormenores de la doctrina, puedes tener una fe robusta en Dios. Hablas con Él en oración, y Él te responde. Escuchas Su voz, te beneficias de Su provisión y de Su curación, y te empapas de Su amor. Tienes una conexión con Él, una relación, un trato. Sabes que Él está presente, que es Dios y que existe, no solo por los relatos de la Biblia o por lo que te hayan dicho otras personas, sino porque Él es una realidad en tu vida, y te lo confirma tu experiencia personal.

Ahora bien, es muy importante que hagas progresos en tu conoci-miento de la Palabra de Dios y que adquieras cierta madurez espiritual

llevando a la práctica sus enseñanzas. Aunque experimentar a Dios es maravilloso, nuestra vida espiritual queda trunca sin la fe que nos da el conocimiento de la Palabra.

Desde muy temprana edad yo sentí la vocación, el llamado de Dios. No sabía cómo responder a ese llamado, pero lo sentía dentro de mí. Alcancé la adolescencia y todavía no sabía cómo responder al llamado. Andaba desorientado. Nada me satisfacía. Me rondaban las eternas preguntas: «¿Por qué estoy en este mundo? ¿Qué sentido tiene mi vida?» Buscaba, pero no encontraba respuestas.

En tres noches consecutivas visité a un amigo que se había integrado a un incipiente movimiento cristiano que a la postre llegó a ser La Familia Internacional. Mientras me dirigía hacia donde tenía estacionado el auto, convencido de que quería con-sagrar mi vida a Jesús, comprendí que eso no sería posible si antes no entablaba una relación personal con Dios por medio de Jesús.

Recé y recibí a Jesús en mi cora-zón. En el instante en que lo hice, supe que me había sucedido algo trascendental. El cambio que sentí, la liberación, la clara noción de cuál era mi propósito y sobre todo la pro-funda paz que invadió mi corazón, fueron sobrecogedores. Sabía que por

1. Lucas 10:27

2. 1 Pedro 3:15

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fin había llegado a casa. Tomé con-ciencia en ese instante de que Jesús había pasado efectivamente a formar parte de mi vida. No me hacía falta nada para saber que Él era autén-tico, que era el Hijo de Dios. Para adquirir esa certeza no me hizo falta en aquel momento ninguna teología ni verdad bíblica. Para mí Él era real, porque yo había tenido una vivencia con Él. Él estaba participando en mi vida, y yo lo sabía en lo profundo de mi ser. Sabía que me amaba, percibía Su amor, y con eso me bastaba. Desde ese día siempre he sabido que Él existe. Lo he experimentado, y no dejo de hacerlo hasta el día de hoy.

No quiere decir que no haya leído y estudiado la Biblia y los escritos de otros cristianos. Eso ha contribuido a que mi fe crezca, al igual que mi comprensión de Dios y mi relación con Él. En los tiempos en que vivimos, en que la gente suele estar muy informada y en que muchos se muestran inquisitivos o escépticos, a menudo se hace necesaria una explicación más profunda de la fe y de la doctrina cristiana para que una persona llegue a entender la necesidad que tiene de Jesús y llegue a aceptarlo. Si te has propuesto difundir tu fe en tu lugar de trabajo, en tu vecindario o entre tus parientes y conocidos, el ser capaz de dar res-puestas claras a preguntas profundas

y explicar el ideario cristiano se torna más importante de lo que pudo haber sido en épocas anteriores. Tu vida evidencia el fruto de tu fe; no obstante, tu capacidad para expresar con lucidez tus creencias es lo que ayuda a responder las inquietudes que abrigan los demás.

Cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mayor de los mandamien-tos, respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». A ello añadió: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»1. Embeberte en la doctrina cristiana podría ser una forma de amarlo «con toda tu mente». Cuando poseemos una mayor comprensión de las verdades, principios y preceptos que constituyen el fundamento de nuestra fe, se fortalecen tanto nuestra fe como nuestra capacidad para expresar las razones que sustentan esa fe. Eso es precisamente lo que nos faculta para responder a todo el que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros2, lo cual muchas veces resulta clave para transmitir nuestra fe.

Esta es una adaptación de un artículo de la serie Lo esencial , de Peter Amsterdam. Él y su esposa, María Fontaine, dirigen el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■

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El primer versículo de la Biblia que recuerdo haber memorizado fue 1 Pedro 2:2: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán». En aquella época yo tenía poco más de tres años, y acababa de nacer un hermanito mío. Mi madre aprovechó la oportunidad para enseñarnos a los niños mayores que necesitábamos la Palabra de Dios para crecer espiritualmente, tanto como nuestro hermanito recién nacido necesitaba la leche materna para su desarrollo físico. Recuerdo con claridad que me gustó ese versículo; pero siendo una nenita de tres años no llegué a captar la profundidad de la enseñanza.

Fuimos creciendo, y mi madre no solo nos ayudaba a aprendernos de

COMER para CRECERBonita Hele

memoria más pasajes de la Palabra de Dios y nos leía relatos de la Biblia todas las noches, sino que era conse-cuente con su fe y ponía en práctica lo que nos enseñaba. Muchos de mis primeros recuerdos son de explicaciones que nos daba de algún principio espiritual relacionado con nuestras experiencias cotidianas.

También recuerdo que a primera hora cada mañana ella leía la Biblia o algún otro libro de espiritualidad. A veces uno de nosotros le pregun-taba por qué leía cada día la Palabra de Dios pudiendo hacer otras cosas aparentemente más emocionantes y entretenidas. Ella siempre respondía más o menos lo mismo: «Aunque ahora no lo entiendan, cuando se hagan mayores verán que no pueden vivir sin la Palabra de Dios. Si no dedico un rato al Señor cada

mañana, me cuesta llegar al final del día». Desde luego, yo no lo entendía. Me parecía que había cosas más interesantes y atractivas. A pesar de todo, cada mañana sin falta mamá nos ayudaba a apren-dernos pasajes de la Biblia y nos leía narraciones para niños que nos motivaban a acercarnos al Señor. A medida que fuimos creciendo, nos animó a leer y estudiar la Biblia por nuestra cuenta.

Con el tiempo me independicé de mis padres. Actualmente estoy casada y he formado una familia. Cuando nuestra hija Jessica era un bebé, le encantaba mamar. Durante el período de dentición, lo pasó mal. Lo único que le daba alivio era tomar el pecho. Una noche, mientras la amamantaba, recordé 1 Pedro 2:2: «Deseen con

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ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán». La leche era el sustento de mi hija, lo que la nutría y posibilitaba que viviera y se desarrollara. Pero eso no era todo. Era además su consuelo cuando ninguna otra cosa la tranquilizaba.

Ya de adulta he llegado a enten-der lo importante que es la Palabra de Dios. Me ha dado respuestas cuando no tenía sino interrogantes. Me ha dado fuerzas cuando he estado débil y cansada de espíritu. Me ha indicado el camino que debo seguir. Y en épocas difíciles me ha consolado más que un amigo, porque de la Palabra de Dios irradia el amor eterno e inquebrantable de Cristo.

Le agradezco a mi madre que me inculcara esa verdad. Ahora entiendo. La Palabra de Dios es lo que nos mantiene vivos y propicia nuestro desarrollo espiritual. Nos alimenta el alma y nos proporciona seguridad y consuelo. Asimismo nos ayuda a crecer en la fe y en el cono-cimiento del amor imperecedero de Dios, que a semejanza del amor que albergan los padres por sus hijos, nunca mengua ni nos defrauda. Gracias a Jesús, a mi madre y ahora también a mi hijita Jessica, se me ha grabado bien esa lección.

Ahora tengo la esperanza de inculcarles a mis hijos el mismo amor por Dios y la misma depen-dencia de Él y de Su Palabra que mi madre me transmitió. Ellos también se harán mayores un día. Cuando eso ocurra, quiero que sepan que en los momentos de mayor necesidad siempre pueden recurrir a la Palabra de Dios.

Bonita Hele es r edactor a independiente y está afiliada a La Fa milia Inter nacional. Vive en los Estados Unidos. ■

¿Nutres tu cuerpo y privas tu alma de alimento? No seas como el hombre de la Biblia que atibo-rró sus graneros, hasta que Dios lo sorprendió y le dijo: «Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?»1

Tener la panza llena, la billetera abultada y la cabeza henchida de conocimientos no garantiza la satisfacción interior. Si damos prioridad a los intereses materiales y físicos por delante de los espirituales, descubriremos que nada termina de satisfa-cernos. Acabaremos como el pobre hombre que proclamó con angustia: «He bebido de toda copa de placer y exceso, y me he entregado a todos los encantos y manjares del mundo, y he aquí, ¡muero de sed!»

Así como hay que comer para estar físicamente fuerte, es preciso alimentarse de la Palabra para fortalecerse en espíritu. Si no nutres tu alma, jamás te desarrollarás ni madurarás del todo en el aspecto espiritual. Si de veras quieres crecer espiritual-mente, es imprescindible que te nutras cada día de la Palabra.David Brandt Berg

Aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. 2 Corintios 4:16 (NVI)1. Lucas 12:20

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Existe una diferencia entre los principios y las prome-sas universales e intemporales que hay en la Biblia, y las instrucciones y consejos que Dios dio a determinadas personas para ciertas épocas o situaciones, que también están registrados en la Biblia. La Palabra imperecedera, que no se circunscribe a ninguna época, la constituyen los pasajes que se aplican a todo el mundo, en todas partes, y que nunca sufren alteración. Por ejemplo, «Dios es amor»1 es una de las verdades más poderosas de la Biblia, y por supuesto es inmutable. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»2 es uno de los principios medulares de la fe cristiana, algo que nunca cambiará. El Sermón de la Montaña que pronunció Jesús y otras enseñanzas Suyas siguen tan vigentes hoy en día como cuando brotaron de la boca del Maestro hace dos mil años.

La Palabra de Dios abunda en hermosos principios y promesas que trascienden el tiempo y se nos aplican a nosotros, y que según la Biblia se escribieron para nuestro beneficio, de manera que aprendamos de la experiencia de quienes nos antecedieron. Por otra parte, la Biblia también contiene muchos pasajes que no podemos aplicar literalmente a nuestra vida actual. Buena parte del Antiguo Testamento es de carácter histórico, una crónica de la vida y milagros del pueblo judío y sus antepasados, que poca relevancia tiene para nosotros hoy en día. Los principios fundamentales de la Palabra no están circunscritos a una época; son intemporales. No obstante, debemos aplicarlos a

Las palabras intemporales de DiosMaría Fontaine

nuestra realidad y a las circunstancias de hoy en día.

Eso no es nada nuevo.La ley mosaica fue durante cientos

de años el código por el que se rigió el pueblo judío, si bien existían diferencias sustanciales en cuanto a su aplicación, un tema que siempre resultó complicado y polémico. Jesús arrojó nueva luz sobre el asunto. Sus enseñanzas se centraron en el amor, la misericordia y la humildad, en marcado contraste con la interpreta-ción rígida y legalista promovida por los dirigentes religiosos de la época y sus predecesores.

«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero Yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. […] Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu

1. 1 Juan 4:8

2. Levítico 19:18; Mateo 22:39

3. Mateo 5:38-41,43-45 (NVI)

4. Mateo 5:17

5. Gálatas 3:24,25 (RVC)

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Las palabras intemporales de DiosMaría Fontaine

prójimo y odia a tu enemigo”. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo»3.

Momentos antes Jesús había dicho que no había venido para abrogar la ley de Moisés ni los escritos de los profetas, sino para cumplir su pro-pósito4. Jesús marcó el inicio de una nueva era de fe que dejó desfasadas las enrevesadas reglas, preceptos, costumbres y ceremonias del Antiguo Testamento, que el pueblo judío venía observando desde hacía miles de años. «La Ley ha sido nuestro tutor, para llevarnos a Cristo, a fin de [ponernos bien con Dios] por la fe —explicó el apóstol Pablo—. Pero al venir la fe, no estamos ya al cuidado de un tutor»5.

Conforme el cristianismo ha ido evolucionando, sus métodos, conceptos y aplicaciones han ido cambiando y progresando. La iglesia primitiva, que en un principio no era más que un grupo de creyentes perseguidos, acometió la difícil empresa de organizarse y transformarse en una religión sólida, reconocida e influyente en el mundo de su época. Igualmente, los creyentes de cada período histórico desde entonces se han tenido que preparar para adap-tarse hasta cierto punto al mundo en el que se desenvolvían, a fin de identificarse con la gente, comunicar el mensaje y estar a tono con los tiempos. Siempre que la iglesia pretendió frenar el proceso de cambios o se resistió a adaptarse a los tiempos, se metió en aprietos. O se tornó muy rígida y dominante, o perdió vigencia, y el interés por el cristianismo disminuyó.

Los que practicamos el cristianismo debemos esforzar-nos por reconocer los principios intemporales de la Palabra y al mismo tiempo entender que la forma de aplicarlos puede cambiar según el caso o las circunstancias. ■

Si hay algo que el Nuevo Testamento nos prohíbe es

abordarlo como un documento estático, un conjunto de frases

sueltas de las que se pueden sacar soluciones instantáneas para

problemas contemporáneos complejos y polémicos. Emplear erróneamente

el Nuevo Testamento de esa forma equivale a negar su carácter dinámico y

no darse cuenta de que la Palabra debe aplicarse según el contexto.

Karl Paul Donfried

Resulta mucho más fácil entender las Escrituras si se toma en cuenta no solo lo

dicho y escrito, sino también a quién iba dirigido, acerca de quién, qué términos se

emplearon, en qué época, con qué finalidad, en qué circunstancias, qué viene antes y qué

viene después. Miles Coverdale

Los tiempos cambian. Dios no, pero los tiempos sí. Aprendemos y vamos madurando. El mundo que nos rodea cambia, y la fe cristiana

se mantiene viva únicamente cuando escucha, se transforma, se renueva, se desembaraza de todo lo

que se interpone en el camino de Jesús y hace suyo todo lo que nos puede ayudar a convertirnos cada

vez más en las personas que Dios quiere que seamos. […] Cada generación tiene que plantearse los difíciles

interrogantes de lo que significa ser cristiano en ese momento y en ese lugar.

Rob Bell

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Si alguien me entregara un libro que me pareciera tan sencillo como las tablas de multiplicar y me dijera: «Esta es la Palabra de Dios. En ella Él nos ha revelado toda Su sabiduría y Sus designios», movería la cabeza en señal de incredulidad y diría: «No puedo creerlo; es dema-siado fácil para ser una revelación perfecta de infinita sabiduría». En cualquier revelación total del pensa-miento, la voluntad, el carácter y el ser divinos no es posible que no haya elementos difíciles de desentrañar para un principiante; y aun los más sabios y sagaces entre nosotros somos apenas eso: principiantes. R. A. Torrey

A lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento se reafirma que para andar por la senda de la fe, la Palabra de Dios tiene primordial impor-tancia. Haciéndose eco de Moisés, Jesús dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»1. David, el

salmista, dijo que Dios ha engran-decido Su Palabra sobre todas las cosas»2. Sus palabras constituyen el cimiento de nuestra fe. Además nos ofrecen guía, instrucción, consejos, ánimo, motivación, explicaciones, formación y fuerzas. Nos comunican energías para cumplir Su voluntad y nos ayudan a seguir creciendo espiritualmente. María Fontaine

Cuando has leído la Biblia tienes la certeza de que se trata de la Palabra de Dios, porque has descubierto que es la llave de tu propio corazón, de tu felicidad y de tu deber. Woodrow Wilson

La fe se obtiene estudiando la Palabra. Estúdiala hasta que tengas el convencimiento de que la conoces, no solo una esperanza vaga. Carrie Judd Montgomery

No puedes afirmarte bien sobre una fe ciega. Hay que tener una fe conocedora, que es consecuencia de creer de todo corazón lo que promete la Palabra. Gloria Copeland

La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. Romanos 10:17

Estudiando la Palabra de Dios llegarás a entender Sus amorosos designios. Eso te convencerá de que cualesquiera que sean tus circunstan-cias, Él es dueño de la situación y vela por tu bienestar. Cuando sientas el peso de los desencantos, los obstácu-los y los contratiempos, tómate un rato para leer la Palabra de Dios y verás la situación más objetivamente. Jason Rae y Shannon Shayler, Para entender la Palabra de Dios

No desatiendas la Palabra de Dios. Es alimento para el alma y te proporciona fuerzas para las batallas cotidianas. Lo que te fortalece es Su Palabra, por obra de Su Espíritu y en Su amor. Por eso, léela con mucha oración y pide a Dios que incre-mente tu fe, y Él lo hará. Él nunca falla. Siempre responde al corazón sediento. David Brandt Berg ■

Reflexiones

El vínculo entre la fe y la Palabra

1. Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3

2. Salmo 138:2

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¿Cuándo fue la última vez que te lanzaste a hacer algo que nunca habías probado? Una amiga y yo deci-dimos atrevernos con el wakeboard o tablaestela1, lo que me permitió poner a prueba mi valor.

El corazón me latía con fuerza cuando me coloqué en la línea de principiantes. Recé: «Dios mío, te ruego que me ayudes a sostenerme por lo menos unos metros». Francamente, en ese momento me pareció que recorrer unos pocos metros sería todo un logro.

Antes de comenzar, el instructor me dio varios consejos. «Tranquila. Mantén los brazos estirados y los dedos de los pies apuntando hacia arriba. Dobla las rodillas. No tires de la cuerda hacia ti».

Como era de esperar, lo primero que hice fue tirar de la cuerda, y al instante me caí de bruces al agua.

Pese a ello seguí probando. Al tercer intento llegué hasta el otro lado de la laguna y regresé. Me subió tanto la adrenalina que me moría de ganas de volver a hacerlo.

Mientras mi amiga —que también era principiante— se preparaba para probarlo, me preguntó cómo había logrado yo dominar la técnica en tan poco tiempo. Lo pensé un momento y me di cuenta de que había sido gracias a las indicaciones del instructor.

Además de los consejos que me dio antes del primer intento, siguió dándome instrucciones a lo largo del trayecto. Cuando me costaba mantener el equilibrio, por ejem-plo, gritaba desde el barco: «Mantén esa posición», o: «Sigue con los brazos estirados», o: «¡No tires de la cuerda!» En otras ocasiones me gritaba: «¡Quédate en el centro de la tabla!», o: «¡Ahora intenta ponerte de pie!» Cuando seguía sus instruc-ciones, no sentía tanto la tensión

de la cuerda en mis músculos y articulaciones, sino que me ayudaba a mantener el equilibrio.

Por medio de la Biblia, Dios nos ha dado instrucciones para guiar-nos y corregirnos cuando estamos a punto de caer2. Y no solo eso: Su voz siempre está orientándonos, al igual que el instructor, que no dejó de indicarme qué hacer después que nos habíamos alejado del muelle.

Depende totalmente de nosotros aplicar esas instrucciones en nuestra vida cotidiana. Si no lo hacemos, es más probable que nos caigamos de bruces en el agua turbia del fracaso, los errores, la decepción y el dolor. En cambio, si hacemos caso de esas recomendaciones nos espera una aventura segura, exitosa y hasta fascinante, ¡el no va más!

Clar isse Calayag es empr endedor a social. Vive en el Sudeste Asiático. ■

1. Deporte acuático en el que uno se

desliza sobre el agua encima de una

tabla, arrastrado por una lancha.

2. V. 2 Timoteo 3:16

EL RETO DEL

WAKEBOARD

Clarisse Calayag

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Así como los alimentos son esenciales para la salud física, debemos nutrir nuestra alma a fin de mantenernos saluda-bles y desarrollarnos espiritualmente. Eso se hace leyendo o escuchando la Biblia y otras publicaciones que edifiquen la fe. A continuación reproduzco algunos consejos de pro-bada eficacia para sacar el máximo provecho de esos ratos de lectura o escucha.

1. Fíjate un espacio de tiempo.Procura dedicar 20 minutos todos los días a alimentarte espiritual-mente mediante la lectura de la Palabra de Dios. Es difícil que la lectura te aproveche si no te tomas por lo menos esa cantidad de tiempo para asimilar lo que lees y reflexio-nar. Si no te es posible todos los días,

prueba a hacerlo tres o cuatro veces a la semana. En cualquier caso, te cos-tará menos cumplir lo que te hayas propuesto si reservas para ello un espacio fijo de tiempo y lo consideras parte de tus actividades diarias.

2. Escoge un lugar.Elige un lugar tranquilo donde puedas leer sin interrupciones ni distracciones. Apaga el celular y desconéctate de la Internet.

3. Decide qué vas a leer. Es buena idea programar lo que se va a leer durante varias sesiones; por ejemplo uno de los libros de la Biblia, o un libro devocional, aunque conviene ser flexible. Es importante variar para mantener vivo el interés.

4. Ora antes de empezar.Pide a Jesús que te ayude a concen-trarte y tener un corazón abierto, a fin de que esos ratos te aprovechen. «Abre mis ojos y miraré las maravi-llas de Tu ley.»1

5. Lee la Palabra con deteni-miento, reflexión y oración.Si engullimos la comida a toda prisa, no asimilamos tan bien los alimentos como si comemos más despacio. Lo mismo puede decirse de nuestra alimentación espiritual. Si queremos nutrirnos espiritualmente, debemos tomarnos el tiempo para asimilar bien lo que leemos.

6. Aplícate lo que lees.A menudo, durante la lectura, te llamará la atención un punto en particular. Puede que se trate de un pasaje que ya has leído; de repente, sin embargo, el texto cobra vida y descubres la aplicación que tiene para ti personalmente determinado principio espiritual.

12 CONSEJOS PARA UNA BUENA alimentación ESPIRITUAL

Chris Hunt

1. Salmo 119:18 (RVR 95)

2. Santiago 1:22

3. Juan 13:17 (RVR 95)

4. Salmo 119:11

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7. Lleva a la práctica lo que lees.Para experimentar al máximo el poder de la Palabra de Dios es necesario poner en práctica lo que dice. «Sed hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores, engañán-doos a vosotros mismos»2. El propio Jesús prometió: «Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis»3.

8. Lleva un diario de tu vida espiritual.Anota en un cuaderno los pasajes y versículos más destacados que hayas leído, para poder consultarlos en el futuro. Poner por escrito tus pensamientos sobre lo que lees tiene dos propósitos: hace que las ense-ñanzas se cristalicen y además te las graba en la memoria, de modo que las recuerdes cuando surjan opor-tunidades de aplicarlas. Asimismo constituye un buen repaso. El cuaderno también se puede emplear para consignar enseñanzas espirituales y momentos decisivos o destacados de tu relación con Jesús y con tus semejantes, aunque no estén necesariamente ligados a los ratos que dediques a nutrirte espiritualmente.

9. Memoriza.Para bien o para mal, todo lo que asimilamos —consciente o incons-cientemente, por decisión personal o por casualidad— influye en

nuestros pensamientos y por ende en nuestras acciones. Sin embargo, podemos escoger el agente que más deseamos que nos transforme o nos motive. Si optamos por que sea la Palabra de Dios, es recomendable aprendernos de memoria versículos clave de la Biblia o enseñanzas que descubramos en nuestros ratos de alimentación espiritual. «En mi corazón he guardado Tus dichos, para no pecar contra Ti»4. En épocas de dificultades y decisiones importantes, los pasajes que te hayas aprendido te proporcionarán consuelo y fortaleza y al mismo tiempo te facultarán para ayudar y brindar soluciones a otras personas necesitadas.

10. No te preocupes mucho si hay algo que no entiendes.En cierta ocasión San Agustín de Hipona (354–430 d.C.) se encon-traba sumamente desconcertado acerca de un aspecto de la fe. Caminando junto a la orilla del mar, vio a un niño que una y otra vez corría hasta el borde del agua con una concha en la mano, la llenaba y luego vertía el agua en un hoyo que había cavado en la arena. Cuando Agustín le preguntó qué hacía, el niño le explicó con gran naturalidad que estaba echando el mar en el hoyo. «Eso mismo trato de hacer yo —se dijo—. Parado en la orilla del tiempo pretendo meter lo infinito en mi mente finita».

11. No te afanes por entender todos los detalles de la historia y la geografía bíblicas.Si bien resulta interesante informarse de la historia y la geografía, los prin-cipios espirituales tienen mucho más valor. Por ejemplo, cuando leemos los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, vemos en ellos un modelo de amor en acción que sabemos que debemos imitar. Al leer los Salmos y otros pasajes de alabanza, podemos aplicar esos pensamientos y prin-cipios a las oraciones que nosotros mismos hacemos.

12. Siegue una dieta variada.Los cuatro Evangelios, los Salmos y los Proverbios son los libros devocio-nales más leídos —y releídos— de todos los tiempos; pero no te con-tentes con eso. En la variedad está el gusto, y esa es asimismo la clave para que tus ratos de alimentación espiritual lleguen a ser el plato fuerte y el punto culminante de tu jornada.

Chr is Hunt vive en el R eino Unido y ha sido fiel lector a de Conéctate desde que empezó a publicarse en 1999. ■

A daptación de una clase del curso 12 piedr as funda menta les , que cubr e los rudimentos y la puesta en pr áctica de la Palabr a de Dios. El curso se ofr ece gr atuita mente en línea: <http://las12piedrasfundamentales.

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La Biblia es mucho más que una relación del contacto que hubo entre Dios y ciertos individuos, pueblos y la humanidad en general, con diversas profecías inter-caladas sobre acontecimientos futuros. Se escribió también para hoy, independientemente de que ese hoy fuera en el año 112, en el 1112 o en el 2012.

¿Qué instrucción, consuelo o certezas nos ofrece la Biblia? Las inquietudes y dificultades que enumeramos a continuación son comunes a muchos de nosotros. La Biblia habla de todas ellas.

Inseguridad económicaNo os afanéis, pues, diciendo:

«¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?» Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesi-dad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su

justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. Mateo 6:31–34

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6

Abatimiento¿Por qué te abates, alma mía, y

por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarlo, ¡salvación mía y Dios mío! Salmo 42:11 (RVR95)

Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Salmo 55:22

Crisis personalesDios es nuestro amparo y

fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes

al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.  Salmo 46:1–3

Acerquémonos, pues, confiada-mente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16

DecisionesTe haré entender, y te enseñaré el

camino en que debes andar. Salmo 32:8

Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. Proverbios 3:5,6

Estrés y tensiónVenid a Mí todos los que estáis

trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón;

¿SIGUE VIGENTE LA BIBLIA?Abi May

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y hallaréis descanso para vuestras almas; porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga. Mateo 11:28–30

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segare-mos, si no desmayamos. Gálatas 6:9

SoledadEl Señor es mi pastor; nada me

faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre. Salmo 23:1–3

No te dejaré, ni te desampararé. Josué 1:5

Ansiedad por el futuroBusqué al Señor, y Él me oyó, y

me libró de todos mis temores. Salmos 34:4

No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7

RemordimientosTen piedad de mí, oh Dios,

conforme a Tu misericordia; con-forme a la multitud de Tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de Ti, y no quites de mí Tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de Tu salvación, y espíritu noble me sustente. Salmo 51:1,2,10–12

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o des-nudez, o peligro, o espada? Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:35,38,39 ■

¡Abrí [la Biblia] por casualidad en las Bienaventuranzas! Leí, leí y seguí leyendo, primero en silencio, luego en voz alta, y me invadió una sensación de calor indescriptible. […] No hallaba palabras para expresar mi asombro y estupor. ¡Y de pronto caí en la cuenta de que ese era el Libro que me comprendía! Émile Cailliet (1894–1981), filósofo francés

Una sola línea de la Biblia me ha consolado más que todos los demás libros que he leído. Immanuel Kant (1724–1804), filósofo alemán

La Palabra de Dios es tan de fiar como Él. Él es una persona de bien, y como tal cumple Su palabra. J. Vernon McGee (1904–1988), pastor, profesor y teólogo estadounidense

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Es lamentable que tantas personas se contenten con vegetar. Claro que es posible que estén muy ocupa-das manteniéndose a flote o esforzándose por salir adelante, y que empleen todos sus ratos libres en actividades que esperan que les resulten reparadoras y agradables. Pero ¿a qué conducen tales activida-des? ¿En qué momento viven de verdad?

El secreto para sacarle el máximo provecho a la existencia es vivir en estrecha relación conmigo y con Mi Palabra. Con eso no quiero decir que debas recluirte y dedicarte exclusivamente al estudio y la meditación; me refiero a que procures incluirme en tus actividades cotidianas y aplicar Mi Palabra a lo que sea que hagas. Si aprendes eso, tu vida cobrará renovado sentido y profundidad. Además de tener más felicidad y satisfacción, si reflejas Mi amor y la luz de Mi Palabra en todo lo que hagas, iluminarás a quienes te rodean.

Empieza cultivando el hábito de tomarte unos momentos de quietud al comienzo del día para orar y leer Mi Palabra. Luego toma lo que te haya ense-ñado en el aula y aplícalo a lo largo de la jornada. Si no sabes cómo, haz una pequeña oración, y Yo te lo indicaré. Ya sea que estés en el trabajo, haciendo diligencias o relajándote con tu familia y amigos, Yo puedo hacer de ti una bendición mayor para los demás y encima bendecirte a ti también. La vida tendrá más sustancia y más sentido si me dejas que te ayude a dedicar más tiempo a lo más interesante y gratificador de todo lo que he creado: las personas.

De Jesús, con cariño

Cómo sacarle el máximo provecho a la vida