El Republicano Bobo

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Lunes 30 de marzo de 2015 | Publicado en edición impresa El truco del kirchnerismo El republicano bobo, un enemigo perfecto Por Roberto Gargarella Hace tiempo que el oficialismo tiene dificultades para justificar buena parte de sus políticas. Entre quienes todavía intentan hacerlo tienden a primar dos estrategias. La primera de ellas se vincula con la construcción de un adversario a medida, uno caracterizado por ser políticamente inepto e ideológicamente reaccionario, un torpe rival al que denominan "republicano." La segunda estrategia no se relaciona con la caricaturización del opositor, sino con la afirmación del pragmatismo político como programa. El pragmatismo que hoy distingue al Gobierno (antes que el "populismo") se basa en la invocación de fines valiosos como respaldo a medios de cualquier tipo. Se trata, se nos dice, del "precio a pagar" por conseguir aquellos fines. La primera de las estrategias se refiere a la creación de un opositor- muñeco de paja: el rival "republicano". El republicano del caso, curiosamente, no tiene nada que ver con el que se estudia en filosofía política: se trata de un republicano bobo, hecho a medida, que vive de ideales abstractos, que no entiende nada de la política "real", que no sabe que la política nueva se hace con la vieja ("el rancho se hace hasta con bosta"). Este extraño republicano habla como un zombie del "equilibrio de poderes" y cree que se puede hacer política sólo con principios, porque nunca se ha mezclado con el "barro" de la política verdadera, "no camina el territorio". Ese republicano, por lo demás, pide acuerdos y defiende el diálogo, repitiendo como un mantra el ejemplo del "pacto de la Moncloa." La construcción del caso resulta, en muchos sentidos, notable, porque el republicanismo que se estudia en la filosofía política refiere a una teoría que se organiza en torno al ideal del autogobierno colectivo; que predica, sobre todo, la participación ciudadana; que se preocupa por la "virtud cívica" (entendida como la disposición de la ciudadanía a intervenir directamente en la decisión y control de los asuntos públicos); que reivindica el compromiso con lo público del mismo modo en que repudia la

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Lunes 30 de marzo de 2015|Publicado en edicin impresaEl truco del kirchnerismo

El republicano bobo, un enemigo perfectoPorRoberto Gargarella

Hace tiempo que el oficialismo tiene dificultades para justificar buena parte de sus polticas. Entre quienes todava intentan hacerlo tienden a primar dos estrategias. La primera de ellas se vincula con la construccin de un adversario a medida, uno caracterizado por ser polticamente inepto e ideolgicamente reaccionario, un torpe rival al que denominan "republicano." La segunda estrategia no se relaciona con la caricaturizacin del opositor, sino con la afirmacin del pragmatismo poltico como programa. El pragmatismo que hoy distingue al Gobierno (antes que el "populismo") se basa en la invocacin de fines valiosos como respaldo a medios de cualquier tipo. Se trata, se nos dice, del "precio a pagar" por conseguir aquellos fines.La primera de las estrategias se refiere a la creacin de un opositor-mueco de paja: el rival "republicano". El republicano del caso, curiosamente, no tiene nada que ver con el que se estudia en filosofa poltica: se trata de un republicano bobo, hecho a medida, que vive de ideales abstractos, que no entiende nada de la poltica "real", que no sabe que la poltica nueva se hace con la vieja ("el rancho se hace hasta con bosta"). Este extrao republicano habla como un zombie del "equilibrio de poderes" y cree que se puede hacer poltica slo con principios, porque nunca se ha mezclado con el "barro" de la poltica verdadera, "no camina el territorio". Ese republicano, por lo dems, pide acuerdos y defiende el dilogo, repitiendo como un mantra el ejemplo del "pacto de la Moncloa."La construccin del caso resulta, en muchos sentidos, notable, porque el republicanismo que se estudia en la filosofa poltica refiere a una teora que se organiza en torno al ideal del autogobierno colectivo; que predica, sobre todo, la participacin ciudadana; que se preocupa por la "virtud cvica" (entendida como la disposicin de la ciudadana a intervenir directamente en la decisin y control de los asuntos pblicos); que reivindica el compromiso con lo pblico del mismo modo en que repudia la corrupcin de quien confunde la gestin pblica con el beneficio privado. Es decir, cuando la filosofa habla de "republicanismo" no refiere en absoluto a ninguna de las tonteras que el kirchnerismo le atribuye a su rival republicano. Esta disonancia denota una falla seria en la crtica oficial: o se trata de mala fe o se trata de ignorancia terica. Suponemos que usualmente se trata de las dos cosas.De todos modos, y ms all del debate sobre la filosofa poltica republicana, lo cierto es que, en la vida real, es difcil encontrar crticos del Gobierno tan torpes como los que expresa ese opositor imaginario (aunque haya opositores al Gobierno que invoquen, con irresponsable ligereza, los ideales republicanos): ningn republicano mnimamente consciente de lo que esa concepcin significa dice ninguna de las sandeces que se le atribuyen a ese enemigo perfecto. El republicanismo fue y sigue siendo una alternativa poltica con un fuerte contenido propositivo que a la vez -como toda teora poltica de inters- nos ayuda a delimitar los contornos y lmites que la poltica no debiera atravesar nunca.El kirchnerismo, sin embargo, no slo rechaza este tipo de limitaciones tericas, sino que las repudia. La renuncia a abrazar una filosofa poltica articulada -cualquiera sea ella: llmese republicana, liberal, cristiana, marxista o lo que fuese- abre la puerta al sostenimiento de polticas pragmticas que se confunden demasiado habitualmente con el oportunismo y el autointers (curiosamente: las mismas disposiciones polticas que el republicanismo combate). El problema con este modo de pensar la poltica no reside slo en el pragmatismo -que merece ser visto como un problema- sino sobre todo en la carencia de herramientas conceptuales a partir de las cuales bloquear, incondicionalmente, ciertas acciones y decisiones.Finalmente, para el oficialismo, todo es posible: cualquier medida puede ser aceptable (espiar a opositores; nombrar jefe del Ejrcito a un general acusado de crmenes de lesa humanidad; dictar una ley antiterrorista; pactar con dirigencias provinciales nefastas; gobernar de la mano de los servicios de inteligencia). Todo vale si es posible presentarlo como un medio necesario para alcanzar un fin lejano que se considera valioso (llmese justicia social, derechos humanos o polticas "nacionales"). Sin embargo, cualquier ideologa no tomada superficialmente impondra sus lmites al actual pragmatismo del todo vale. Por dar algunos ejemplos: el republicanismo no aceptara nunca una poltica que no se dirija primariamente a fortalecer el autogobierno o que est basada en la decisin discrecional de uno solo; el cristianismo rechazara incondicionalmente toda poltica capaz de convivir con mecanismos estructurales de corrupcin; el liberalismo no aceptara nunca el uso de los recursos pblicos para la construccin de monopolios propios; el marxismo repudiara en todos los casos formas de concentracin y extranjerizacin de la economa como las que hoy imperan. En definitiva: las ideologas importan. Y no porque uno deba someterse a ellas ciega o dogmticamente, sino porque las mismas nos dan pautas sobre lo que debe hacerse y, sobre todo, definen reglas estrictas respecto de lo que no deberamos aceptar nunca.No es un dato menor, en ese contexto, que el credo pragmtico del oficialismo sea compatible con todo. En tal sentido, el concepto de populismo con que a veces se quiere describir la ideologa del Gobierno resulta impertinente (ms all de que se trate de un concepto habitualmente impreciso): lo que tenemos enfrente tiene que ver con un pragmatismo cualunquista, que no tiene reparos en suscribir o apoyar polticas de ningn tipo. Por eso es que no debe sorprendernos que, a pesar de la invocacin del ideal de la "no represin," Berni comande, desde hace aos, las polticas de seguridad, o que las referencias permanentes a los derechos humanos aparezcan como perfectamente compatibles con Milani al frente del Ejrcito, o que el discurso de pensar primero en el pueblo ("la patria es el otro") ampare alianzas de dcadas con los ms cuestionables "barones del conurbano" y caudillos provinciales opresores de minoras: todo vale. Se trata -se nos dice- del "precio a pagar" para alcanzar una Argentina nueva.Lo peor de todo esto es que ese pragmatismo sin principios no describe, simplemente, a las caras ms visibles del oficialismo, sino que se propaga como fuego hacia militantes y simpatizantes prominentes, que se han especializado, ellos tambin, y contra su historia, en justificarlo todo. Nos encontramos entonces con analistas que lideraron la crtica a la corrupcin menemista, pero que desde hace aos optaron por hacer la vista ciega frente a la corrupcin estructural del Gobierno: se tratara del "precio a pagar" por sostener la poltica de derechos humanos. Escuchamos a prestigiosos juristas que, sin problema alguno, pasan por alto la sistemtica utilizacin de los servicios de inteligencia para presionar a jueces y fiscales: se tratara del "precio a pagar" en el camino de la reforma de la Justicia. Vemos a renombrados economistas que hoy callan frente a la firma de acuerdos infames (acuerdos que, de tan vergonzosos, el Gobierno no se anima siquiera a hacer pblicos): se tratara del "precio a pagar" por una economa recuperada.A ellos deberamos preguntarles: pero cul es la conexin que existe entre la defensa de ciertas polticas "preferidas" (juicios a los militares; jubilaciones extendidas; Procrear, etc.) con cualquiera de las polticas gravsimas que defienden o calladamente amparan (espionaje interno; Proyecto X; ley antiterrorista; uso del poder del Estado para el enriquecimiento privado)? En qu sentido el encubrimiento u ocultamiento de la corrupcin estructural ayuda en lugar de perjudicar al sostenimiento de la poltica de derechos humanos? Y por qu razn el amparo de acuerdos infames, secretos, podra ser necesario para mantener la AUH? (Para seguir con el ejemplo: el sostenimiento de la AUH es posible aun con restricciones econmicas, del mismo modo en que la expansin econmica no requiere acuerdos secretos: la AUH necesita ms una ley que la respalde que la firma de un tratado vano.)En definitiva, ni es cierto que los rivales del Gobierno asuman o estn obligados a asumir posiciones tan burdas como las que el Gobierno les atribuye (un republicanismo de cartn) ni es cierto que las ms disputadas polticas del Gobierno resulten un medio necesario ("el precio a pagar") para el logro de fines que cualquiera defendera. Se trata de polticas en todos los casos injustificables, que no estn amparadas ni por las ideologas que repudian, ni por los ideales que invocan..