El realismo peruano

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I.E.T. CARLOS A. VELASQUEZ Lic. MARIO POMA CURI 4to. Año ILO - PERÚ

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I.E.T. CARLOS A. VELASQUEZ

Lic. MARIO POMA CURI4to. Año

ILO - PERÚ

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EL REALISMO PERUANO

1. El Realismo: En arte y en literatura, supone el intento por describir el comportamiento humano y su entorno, o por representar figuras y objetos tal y como actúan o aparecen en la vida cotidiana. Esta tendencia ha existido periódicamente a través de la historia en todas las artes; sin embargo, el término se restringe habitualmente al movimiento que comenzó a mediados del siglo XIX como reacción frente al romanticismo. La diferencia entre el realismo y el naturalismo es más difícil de definir, a pesar de que los dos términos son a menudo usados indistintamente. La diferencia estriba en el hecho de que el realismo se ocupa directamente de aquellas cosas que son aprehendidas por los sentidos mientras que el naturalismo, un término más bien aplicado a la literatura, intenta aplicar teorías científicas al arte.

2. El Realismo en la Literatura mundial: La literatura realista se define particularmente como la ficción producida en Europa y en Estados Unidos desde 1840 hasta la década de 1890, cuando el realismo fue desbancado por el naturalismo. Esta modalidad de realismo comenzó en Francia con las novelas de Gustave Flaubert así como con los relatos cortos de Guy de Maupassant, en los que reaccionan contra el lirismo y la idealización romántica. En Rusia, estuvo representado en las obras de teatro y en los relatos cortos de Antón Chéjov. La novelista George Eliot introdujo en la ficción inglesa el realismo; como declaró en Adam Bede (1859), su propósito era “dar una fiel representación de las cosas vulgares”. Destacados literatos españoles realistas fueron Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, y en Hispanoamérica Federico Gamboa, Cambacérès y el uruguayo Eduardo Acevedo, Mark Twain y William Dean Howells fueron los pioneros del realismo en Estados Unidos. Uno de los más grandes autores, el estadounidense Henry James,

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extrajo mucha más inspiración de sus mentores Eliot y Howell. La preocupación de James por las motivaciones de los personajes y de sus comportamientos le condujeron al desarrollo de un subgénero: la novela psicológica. En general, el trabajo de estos escritores ilustra la esencia del realismo, según la cual los autores no deben seleccionar hechos de acuerdo con unas ideas estéticas o éticas preconcebidas, sino que sus ideas deben estar basadas en observaciones imparciales y objetivas. Preocupados por la representación real de la vida, sin ocuparse por la forma, los realistas intentaron restar importancia a la argumentación en favor de la representación de los caracteres referidos a la clase media y a sus preocupaciones y asuntos más palpitantes.

3. El Realismo en el Perú: Fue una corriente literaria que surgió en el Perú desde fines del siglo XIX hasta principios del presente siglo XX, la crisis que surgió después de la guerra con Chile, provocó una actitud reflexiva, analítica y de crítica abierta que se manifiesta en la literatura. Los principales representantes fueron: Manuel González Prada, Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner, Abelardo Gamarra (El tunante), etc.

4. Características del Realismo: a) Es objetivo, trata de representar la vida con la mayor exactitud posible, callando las

impresiones u opiniones del autor.b) Los personajes son de la clase media y baja, sin gran complejidad sicológica.c) Predomina la narración, novela, cuento y ensayo.d) Tiene a la observación como base de la creación literaria (el escritor recurre a ciertos

documentos o a la observación directa)e) Es de estilo sobrio y exacto.

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5. Representantes del Realismo Peruano: La figura más visible y adalid del realismo es Manuel Gonzáles Prada, le siguen Joaquín Capelo, Abelardo Gamarra “El Tunante” y Leonidas Yerovi. Mención especial merecen los nombres de destacadas escritoras: como Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera, María Nieves y Bustamante, Teresa Gonzales de Fanning,. Amalia Puga, etc.

Manuel GONZÁLEZ PRADA (1844 - 1918)

Intelectual y político. Hijo de Francisco González de Prada y de María Josefa Ulloa. Bautizado como José Manuel de los Reyes, el futuro escritor nació el 5 de enero de 1844 y murió el 22 de julio de 1818. Luego de un período en el Colegio Inglés de Valparaíso (Chile), donde su padre se encontraba desterrado, cursó estudios en el seminario de Santo Toribio (1857-1859) de Lima. Sin embargo, rebelde ante la rigidez de aquel centro de formación, fugó para culminar estudios en el convictorio de San Carlos (1860-1862). Era aficionado a las ciencias, pero ante la presión familiar para que siguiera la carrera de Derecho, decidió dedicarse a la agricultura en el valle de Cañete por algún tiempo. Durante la guerra con Chile (1879-1883) se incorporó a la reserva, participó en la batalla de Miraflores (enero de 1881) y, ocupada Lima por los invasores, permaneció recluido en su casa. Indignado por la

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derrota y por las causas de la misma inició su vida pública como presidente del Club Literario (1885). A partir de aquel momento inició su alejamiento de los valores y principios de su clase, la aristocracia, primero en el orden religioso y poco después en el social e ideológico-político. Es también la época de múltiples discursos, como los pronunciados en el Politeama y en el Olimpo (1888), y artículos contra los vicios y la corrupción de la vida republicana hasta la formación de la Unión Nacional (1891), agrupación política de corte radical. Viajó a Francia por razones de salud de su esposa, Adriana de Verneuil, con la que había contraído matrimonio en 1887, y luego de siete años de permanencia en Europa regresó al Perú (2 de mayo de 1898). Continuó sus ataques contra la corrupción y la mediocridad, se apartó de la Unión Nacional por su alianza con los liberales, se presentó como opositor al gobierno de Nicolás de Piérola y fundó El Independiente (1899). Sus ideas anarquistas llegaron a los obreros en favor de una confraternidad universal y, cuando la indiferencia lo rodeaba, aceptó la dirección de la Biblioteca Nacional, vacante por la renuncia de Ricardo Palma (4 de marzo de 1912). La opinión pública censuró su aceptación, fue acusado de aprovecharse de la situación, ya que se encontraba distanciado del autor de las Tradiciones peruanas. Al asumir el cargo redactó una “Nota informativa acerca de la Biblioteca Nacional” que ningún diario capitalino quiso publicar, con excepción del periódico billinghurista La Acción Popular. En 1914, con ocasión del golpe militar dirigido por Óscar R. Benavides que depuso a Guillermo Billinghurst, renunció al cargo, que le fue restablecido dos años después por el gobierno de José Pardo y Barreda. Un día de julio de 1918, cuando se aprestaba a acudir a su despacho en la biblioteca, falleció súbitamente en su domicilio.

González Prada se definió a sí mismo como “pensador libre”, adherente del positivismo del progreso científico y técnico, lo cual explica la multiplicidad de temas que toca su obra:

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filosóficos, gramaticales, religiosos, políticos, entre otros. Impugnó la religión cristiana y a la jerarquía eclesiástica de su época; consideraba que muchos de los defectos del Perú republicano provenían de la dominación española; para él el indio no era inferior al blanco ni al mestizo y todo lo que requería era mejorar sus condiciones sociales y económicas y brindarle una educación capacitadora; juzgaba vergonzosa la derrota ante Chile. Durante su etapa anarquista abrigaba esperanzas en la juventud peruana, estado de ánimo que fue diluyéndose en sus últimos años. Condenaba la propiedad privada, rechazaba la autoridad y el derecho establecido, prevenía contra el poder del Estado y pedía su extinción; exaltaba el socialismo libertario, el trabajo y el internacionalismo. Anunció la muerte del mundo burgués y la revolución proletaria mundial. Muchas de estas ideas las planteó, también, en periódicos como El Libre Pensamiento que dirigía Christian Dam, órgano de la Liga de Librepensadores; La Idea Libre de Glicerio Tassara; y Los Parias, órgano que dirigió fugazmente.

Al momento de su muerte, la obra édita de GonzálezPrada constaba sólo de dos recopilaciones de discursos y ensayos: Páginas libres (1894) y Horas de lucha(1908), y de tres libros de poemas: Minúsculas (1901), Presbiterianas (1909) y Exóticas (1911); el segundo de estos poemarios apareció en forma anónima. Posteriormente su hijo Alfredo, su esposa, Adriana de Verneuil, y Luis Alberto Sánchez se ocuparían de publicar las ediciones ampliadas de algunos textos ya conocidos y otros títulos nuevos. En prosa: Bajo el oprobio (1933), Anarquía (1936), Nuevas páginas libres (1937), Figuras y figurones (1938), El tonel de Diógenes (1945). En verso: Trozos de vida (1933), Baladas peruanas (1935), Grafitos (1937), Libertarias (1938), Baladas (1939), Adoración (1947), Poemas desconocidos (1973) y Letrillas (1975). Ortometría, apuntes para una rítmica es una obra de análisis literario y gramatical, que permaneció inédita hasta

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1977. Entre 1985 y1989 Luis Alberto Sánchez publicó la obra completa de Manuel González Prada en siete tomos.Lectura:

EL DISCURSO EN EL POLITEAMA

Señores:

     Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoi para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo i algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro.

     Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre acusadora i juez de la jeneración que desciende. De aquí, de estos grupos alegres i bulliciosos, saldrá el pensador austero i taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia.

     Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna jeneración recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer.

     En la orjía de la época independiente, vuestros antepasados bebieron el vino jeneroso i dejaron las heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir el bochornoso epitafio de una

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jeneración que se va, manchada con la guerra civil de medio siglo, con la quiebra fraudulenta i con la mutilación del territorio nacional.

     Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzas i renovar dolores, no acusaríamos a unos ni disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra?

     La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne i machacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia i nuestro espíritu de servidumbre.

II

     Sin especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: ensayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en Economía Política, ensayos de aficionados en Lejislación i hasta ensayos de aficionados en Tácticas i Estratejias. El Perú fué cuerpo vivo, espuesto sobre el mármol de un anfiteatro, para sufrir las amputaciones de cirujanos que tenían ojos con cataratas seniles i manos con temblores de paralítico. Vimos al abogado dirijir l'hacienda pública, al médico emprender obras de injeniatura, al teólogo fantasear sobre política interior, al marino decretar en administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos d'ejército... Cuánto no vimos en esa fermentación tumultuosa de todas las mediocridades, en esas vertijinosas apariciones i desapariciones de figuras sin consistencia de hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignorancia vanidosa i vocinglera se sobrepuso siempre al saber humilde i silencioso!

     Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los ejércitos de indios disciplinados i sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad media, sólo combatirá por el señor feudal.

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     I, aunque sea duro i hasta cruel repetirlo aquí, no imajinéis, señores, que el espíritu de servidumbre sea peculiar a sólo el indio de la puna: también los mestizos de la costa recordamos tener en nuestras venas sangre de los súbditos de Felipe II mezclada con sangre de los súbditos de Huayna-Capac1. Nuestra columna vertebral tiende a inclinarse.

     La nobleza española dejó su descendencia dejenerada i despilfarradora: el vencedor de la Independencia legó su prole de militares i oficinistas. A sembrar el trigo i estraer el metal, la juventud de la jeneración pasada prefirió atrofiar el cerebro en las cuadras de los cuarteles i apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Los hombres aptos para las rudas labores del campo i de la mina, buscaron el manjar caído del festín de los gobiernos, ejercieron una insaciable succión en los jugos del erario nacional i sobrepusieron el caudillo que daba el pan i los honores a la patria que exijía el oro i los sacrificios. Por eso, aunque siempre existieron en el Perú liberales i conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal ni un verdadero partido conservador, sino tres grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores i los indiferentes por egoísmo, imbecilidad o desengaño. Por eso, en el momento supremo de la lucha, no fuimos contra el enemigo un coloso di bronce, sino una agrupación de limaduras de plomo; no una patria unida i fuerte, sino una serie de individuos atraídos por el interés particular y repelidos entre sí por el espíritu de bandería. Por eso, cuando el más oscuro soldado del ejército invasor no tenía en sus labios más nombre que Chile, nosotros, desde el primer jeneral hasta el último recluta, repetíamos el nombre de un caudillo, éramos siervos de la Edad media que invocábamos al señor feudal.

     Indios de punas i serranías, mestizos de la costa, todos fuimos ignorantes i siervos; i no vencimos ni podíamos vencer.

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III

     Si la ignorancia de los gobernantes i la servidumbre de los gobernados fueron nuestros vencedores, acudamos a la Ciencia, ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre enjendradora de hombres fuertes.

     No hablo, señores, de la ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en nuestras universidades retrógradas: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre del siglo, de la Ciencia con ideas de radio jigantesco, de la Ciencia que trasciende a juventud i sabe a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en sólo un siglo de aplicaciones industriales produjo más bienes a la Humanidad que milenios enteros de Teolojía i Metafísica.

     Hablo, señores, de la libertad para todos, i principalmente para los más desvalidos. No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos i estranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera. Trescientos años há que el indio rastrea en las capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido con los vicios del bárbaro i sin las virtudes del europeo: enseñadle siquiera a leer i escribir, i veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A vosotros, maestros d'escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador i del cura, esa trinidad embrutecedora del indio2.

     Cuando tengamos pueblo sin espíritu de servidumbre, i militares i políticos a l'altura del siglo, recuperaremos Arica i Tacna, i entonces i sólo entonces marcharemos sobre Iquique i Tarapacá, daremos el golpe decisivo, primero i último.

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     Para ese gran día, que al fin llegará porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de nuestro cerebro i en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que únicamente el valor decidía de los combates: hoi la guerra es un, problema, la Ciencia resuelve la ecuación. Abandonemos el romanticismo internacional i la fe en los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a los vencidos, i el Cielo no tiene rayos para el verdugo.

     En esta obra de reconstitución i venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos i carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas i frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!

IV

     ¿Por qué desesperar? No hemos venido aquí para derramar lágrimas sobre las ruinas de una segunda Jerusalén, sino a fortalecernos con la esperanza. Dejemos a Boabdil llorar como mujer, nosotros esperemos como hombres3.

     Nunca menos que ahora conviene el abatimiento del ánimo cobarde ni las quejas del pecho sin virilidad: hoi que Tacna rompe su silencio i nos envía el recuerdo del hermano cautivo al hermano libre, elevémonos unas cuantas pulgadas sobre el fango de las ambiciones personales, i a las palabras de amor i esperanza respondamos con palabras de aliento i fraternidad.

     ¿Por qué desalentarse? Nuestro clima, nuestro suelo ¿son acaso los últimos del Universo? En la tierra no hai oro par'adquirir las riquezas que debe producir una sola Primavera del Perú. ¿Acaso nuestro cerebro tiene la forma rudimentaria de los cerebros hotentotes, o nuestra carne fué amasada con el barro de Sodoma? Nuestros pueblos de la sierra son hombres amodorrados, no estatuas petrificadas.

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     No carece nuestra raza d'electricidad en los nervios ni de fósforo en el cerebro; nos falta, sí, consistencia en el músculo i hierro en la sangre. Anémicos i nerviosos, no sabemos amar ni odiar con firmeza. Versátiles en política, amamos hoi a un caudillo hasta sacrificar nuestros derechos en aras de la dictadura; i le odiamos mañana hasta derribarle i hundirle bajo un aluvión de lodo y sangre. Sin paciencia de aguardar el bien, exijimos improvisar lo que es obra de la incubación tardía, queremos que un hombre repare en un día las faltas de cuatro jeneraciones. La historia de muchos gobiernos del Perú cabe en tres palabras: imbecilidad en acción; pero la vida toda del pueblo se resume en otras tres: versatilidad en movimiento.

     Si somos versátiles en amor, no lo somos menos en odio: el puñal está penetrando en nuestras entrañas i ya perdonamos al asesino. Alguien ha talado nuestros campos i quemado nuestras ciudades i mutilado nuestro territorio i asaltado nuestras riquezas convertido el país entero en ruinas de un cementerio; pues bien, señores, ese alguien a quien jurábamos rencor eterno i venganza implacable, empieza a ser contado en el número de nuestros amigos, no es aborrecido por nosotros con todo el fuego de la sangre, con toda la cólera del corazón.

     Ya que hipocresía i mentira forman los polos de la Diplomacia, dejemos a los gobiernos mentir hipócritamente jurándose amistad i olvido. Nosotros, hombres libres reunidos aquí para escuchar palabras de lealtad i franqueza, nosotros que no tememos esplicaciones ni respetamos susceptibilidades, nosotros levantemos la voz para enderezar el esqueleto destas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxijenar est'atmósfera viciada con la respiración de tantos organismos infectos, i lancemos una chispa que inflame en el corazón del pueblo el fuego par'amar con firmeza todo lo que se debe amar, i para odiar con firmeza también todo lo que se debe odiar.

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     ¡Ojalá, señores, la lección dada hoi por los Colejios libres de Lima halle ejemplo en los más humildes caseríos de la República! ¡Ojalá todas las frases repetidas en fiestas semejantes no sean melifluas alocuciones destinadas a morir entre las paredes de un teatro, sino rudos martillazos que retumben por todos los ámbitos del país! ¡Ojalá cada una de mis palabras se convierta en trueno que repercuta en el corazón de todos los peruanos i despierte los dos sentimientos capaces de rejenerarnos i salvarnos: el amor a la patria i el odio a Chile! Coloquemos nuestra mano sobre el pecho, el corazón nos dirá si debemos aborrecerle...

     Si el odio injusto pierde a los individuos, el odio justo salva siempre a las naciones. Por el odio a Prusia, hoi Francia es poderosa como nunca. Cuando París vencido se ajita, Berlín vencedor se pone de pie. Todos los días, a cada momento, admiramos las proezas de los hombres que triunfaron en las llanuras de Maratón o se hicieron matar en los desfiladeros de las Termópilas; i bien, "la grandeza moral de los antiguos helenos consistía en el amor constante a sus amigos i en el odio inmutable a sus enemigos". No fomentemos, pues, en nosotros mismos los sentimientos anodinos del guardador de serrallos, sino las pasiones formidables del hombre nacido para enjendrar a los futuros vengadores. No diga el mundo que el recuerdo de la injuria se borró de nuestra memoria antes que desapareciera de nuestras espaldas la roncha levantada por el látigo chileno.

     Verdad, hoi nada podemos, somos impotentes; pero aticemos el rencor, revolvámonos en nuestro despecho como la fiera se revuelca en las espinas; i si no tenemos garras para desgarrar ni dientes para morder ¡que siquiera los mal apagados rujidos de nuestra cólera viril vayan de cuando en cuando a turbar el sueño del orgulloso vencedor!

1888

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Clorinda MATTO DE TURNER, (1854 - 1909)

Escritora. Nace el 11 de noviembre de 1854, en la hacienda “Paullu” de la provincia de Calca (Cuzco), siendo bautizada como Grimanesa Martina. Fue hija de Ramón Torres Matos y de Grimanesa Concepción Usandivaras. Realiza sus estudios escolares en el Colegio de Educandas del Cuzco. El 27 de julio de 1871 contrae matrimonio con el comerciante inglés José Turner, quien le daría el nombre de Clorinda, estableciéndose en Tinta. Tanto ella como su hermano cambian su apellido paterno y adoptan el de Matto. A los 24 años dirige en la ciudad imperial la revista El Recreo del Cuzco (1876), al mismo tiempo que colabora en El Correo del Perú, de Lima. Visita esta ciudad en los primeros meses de 1877, siendo recibida con grandes muestras de aprecio, encontrando consagratoria acogida en las veladas organizadas por la escritora argentina Juana Manuela Gorriti. Enviuda el 3 de marzo de 1881, encargándose desde entonces del mantenimiento de su familia, la cual disminuye con la pérdida casi inmediata de su hijo.

En 1883 se traslada a la ciudad de Arequipa, asumiendo la jefatura de redacción del diario La Bolsa, dirigido por Francisco Ibáñez. Nuevamente en Lima frecuenta los grupos literarios de la época y escribe para diversas publicaciones. Entre 1889 y 1891 ejerce la dirección de El Perú Ilustrado y luego la de su propio periódico Los Andes (1892-1893). Justamente es en El Perú Ilustrado donde Clorinda Matto autoriza la publicación del cuento “Magdala” de Coelho Neto,

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acerca de Jesús y Magdalena, que se consideró herético y le valió no sólo la excomunión y la inclusión de su novela Aves sin nido en el Index, sino también una permanente hostilización y persecución, habiéndose llegado en Arequipa al extremo de quemar su efigie. Funda la imprenta “La Equitativa” y abre en su casa un salón literario. Admiradora de la figura del general Andrés A. Cáceres, al ser éste depuesto en 1895 por Nicolás de Piérola, es desterrada a Buenos Aires, donde se establece y dirige el quincenario El Búcaro Americano. Ejerce este cargo hasta sus últimos días, con sólo un intervalo en 1908, a causa de un viaje a España, donde fue recibida en el Ateneo de Madrid como exponente de la intelectualidad femenina de la América hispana. Sus primeras publicaciones son dos series de Tradiciones cuzqueñas (Arequipa, 1884 y Lima, 1886). En 1889 comienza a publicar sus novelas que alcanzan gran aceptación: la primera de ellas es Aves sin nido, con edición simultánea en Buenos Aires y traducida al inglés en 1904. Le siguen Índole (Lima, 1891) y Herencia (Lima, 1893). Nuevas tradiciones y leyendas se incluyen en Leyendas y recortes (Lima, 1893), y biografías, relatos de viajes y estudios históricos conforman otros libros suyos como Bocetos al lápiz de americanos célebres (Lima, 1890) y Boreales, miniaturas y porcelanas (Buenos Aires, 1902), Incursionó también en el teatro con un drama histórico- indigenista en tres actos Hima Sumac (1892). Poco antes de su muerte, en 1909, aparecen Viajes de recreo y Cuatro conferencias sobre América del Sur.

Lectura:AVES SIN NIDO

(Fragmento)

Aparentemente, el obstáculo que se alza entre Manuel y Margarita consiste en que Manuel es hijo de Sebastián Pancorbo, gobernador de Killac e instigador de una revuelta en la que murieron

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asesinados los padres de Margarita. Sin embargo, Lucía y Fernando, padrinos y protectores de la Muchacha, guardaban en secreto el verdadero origen de ella. Y la revelación de esa verdad separa

definitivamente a los jóvenes enamorados.

- Algo grave pasa a usted, Manuel, -dijo don Fernando fijándose en el joven.

- Señor Marín –repuso él con voz temblorosa y frase encontrada- ¡Es... lo más grave que espero... en mi vida...! Amo a Margarita y he venido... a pedirle su mano... con un plazo de... tres años.

- Manuel, tendría yo sumo placer, pero don Sebastián...

- Señor, ya sé su argumento, y es necesario que comience por destruirlo. Yo no soy hijo de don Sebastián Pancorbo. Una desgracia, el abuso de un hombre sobre la debilidad de mi madre, me dio el ser. Estoy ligado a don Sebastián por la gratitud, porque al casarse con mi madre estando yo en su seno, le dio a ella el honor y a mí... me prestó su apellido.

- ¡Bendito seas! –dijo Margarita elevando las manos al cielo sin poder conservar su silencio.

- ¡Hija mía! –articuló Lucía.

- La hidalguía de usted nos obliga a usar del derecho que legó Marcela, antes de su muerte, en el secreto que confió a Lucía –respondió don Fernando con gravedad.

- Me place, don Fernando; el hijo no es responsable en estos casos, y debemos culpar a las leyes de los hombres y en ningún caso a Dios.

- Así es.

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Manuel, bajando algo la voz y aún la mirada avergonzado, dijo:

- Don Fernando, mi padre fue el obispo don Pedro Mirando y Claro, antiguo cura de Killac.

Don Fernando y Lucía palidecieron como sacudidos por una sola corriente eléctrica; la sorpresa anudó la palabra en la garganta de ambos, y reinó el silencio absoluto por algunos momentos, silencio que rompió Lucía exclamando:

- ¡Dios mío...! –y las coyunturas de sus manos entrelazadas crujieron bajo la forma con que la emoción las unió.

Por la mente de don Fernando pasó como una ráfaga el nombre y la vida del cura Pascual, y se dijo:

- ¿La culpa del padre tronchará la dicha de dos ángeles de bondad? –Y como dudando aún de lo que había oído, preguntó de nuevo-: ¿Quién ha dicho usted?

Manuel se apresuró a decir menos turbado ya:

- El obispo Claro, señor.

Don Fernando, acercándose al joven y estrechándole contra su pecho, agregó:

- Usted lo ha dicho, don Manuel; ¡no culpemos a Dios, culpemos a las leyes de los hombres. Que quitan el padre al hijo, el nido al ave, el tallo a la flor...!

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- ¡Manuel! ¡Margarita...! ¡Aves sin nido...! –interrumpió Lucía, pálida como la flor del almendro, sin poderse contener, y gruesas gotas de lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Manuel no alcanzaba a explicarse aquel cuadro donde Margarita, muda, temblaba como la azucena juguete del vendaval.

La palabra de don Fernando debía finalizar aquella situación de agonía, pero su voz viril, siempre firme y franca, estaba temblorosa como la de un niño. El sudor invadía su frente noble y levantada, y sacudía la cabeza en ademán ya de duda, ya de asombro.Por fin, señalando a Margarita con la acción, como recomendándola a los cuidados de su esposa, y dirigiéndose a Manuel, continuó:

- ¡Hay cosas que anonadan en la vida...! ¡Valor, joven...! ¡Infortunado joven...! Marcela, en los bordes del sepulcro, confío a Lucía el secreto del nacimiento de Margarita, quien no es la hija del indio Juan Yupanqui, sino del obispo Claro.

- ¡Mi hermana!

- ¡Mi hermano!

Dijeron a una voz Manuel y Margarita, cayendo ésta en los brazos de su madrina, cuyos sollozos acompañaban el dolor de aquellas tiernas AVES SIN NIDO...

Por: Clorinda Matto de Turner

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Mercedes CABELLO DE CARBONERA (1845 – 1909)

Escritora. Nació en Moquegua el 7 de febrero de 1845. No se tienen noticias exactas sobre los primeros años de su vida, aunque se conoce que su padre se llamó Gregorio Cabello, y que Mercedes, desde muy niña, demostró grandes habilidades para la literatura, habiendo llegado a publicar algunos de sus versos, ocultando su identidad bajo el seudónimo de “Enriqueta Pradell”.

Se trasladó a Lima hacia 1865, época de auge del romanticismo. En la capital se unió en matrimonio con un prestigioso médico, Urbano Carbonera, quien contribuyó decisivamente a la maduración emotiva y literaria de su esposa. La acercó a la ciencia y al positivismo, alejándola al mismo tiempo de la politiquería ramplona. La señora Cabello de Carbonera inició sus colaboraciones como tal en el Correo del Perú (1872-1877) y en la Revista de Lima (1873), con artículos que demuestran un firme radicalismo; también publicó colaboraciones en otros periódicos limeños, como La Alborada, Perla del Rímac, La Bella Limeña (1872) o El Semanario del Pacífico. Su pluma se dio a conocer asimismo en el extranjero, gracias a los artículos que fueron editados en El Plata Ilustrado, El Correo de París, La Habana Elegante, La Revista Literaria (Bogotá) y el Álbum Iberoamericano (Madrid), entre otras tribunas. Asistía además, con relativa frecuencia, a las tertulias de Juana Manuela Gorriti. Su estilo se fue enriqueciendo con la lectura de novelas de

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Balzac, Zola y Stendhal, aunque sus ideas renovadoras significaban la liquidación del romanticismo y tendían al establecimiento de una teoría realista, impregnada de positivismo y de paradigmas feministas. Entre 1886 y 1894, su época más productiva, dio a la estampa seis novelas y un ensayo mayor. Luego sufrió numerosos ataques públicos y serios quebrantos en su salud. Los jactanciosos triunfadores de la revolución pierolista de 1895 se encarnizaron de mala manera contra ella, sobre todo Juan de Arona, Ricardo Palma y Benjamín Cisneros. La obra creativa de Mercedes Cabello consta de los siguientes títulos: Sacrificio y recompensa, novela premiada por el Ateneo de Lima (1886) –que la incorporó entre sus miembros–, donde describe la vida de Chorrillos a mediados de siglo y plantea un drama pasional en el cual aún predominan elementos románticos, pero no se halla exento de crítica social. Después publica Los amores de Hortensia (1887), novela que expone el retrato de una mujer de clase alta, cuyo corazón debe callar ante las exigencias de los intereses y ambiciones. Una novela corta, Eleodora (1887), publicada originalmente en Madrid, se transformará en la exitosa narración titulada Las consecuencias (1890), que ratifica las dotes literarias de la autora; una de sus innovaciones consiste en que, saliéndose del estrecho marco de las intrigas urbanas, describe a base de recuerdos la campiña de su tierra natal. Blanca Sol Es necesaria una justa revaluación de la obra de doña Mercedes Cabello de Carbonera, teniendo en cuenta que se atrevió en su momento a reflejar sin cortapisas la realidad circundante, abordar problemas políticos y romper el enclaustramiento de la mujer..(1890) es una obra decididamente polémica, por su trama audaz, extraída de las esferas de la alta sociedad limeña. Le sigue El conspirador (1892), donde se presenta la vida política de nuestro primer siglo republicano en un marco de censura a la sordidez y demagogia de los grandes caudillos. Termina la serie de sus novelas con La religión de la humanidad (1893) y El conde León Tolstoi (1894), una mezcla de obra artística, literaria y filosófica. En el terreno del estudio crítico, hay que mencionar La novela moderna (1892), texto

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premiado con la “Rosa de Oro” en el concurso interamericano de ensayo promovido por la Academia Literaria de Buenos Aires. A fin de cuentas, doña Mercedes no tuvo una vida plácida: su adhesión decidida a un pensamiento renovador, su empeño en reflejar sin cortapisas la realidad circundante y su condición de mujer con ideas propias, provocaron la reacción de los sectores conservadores, del clero y de los viejos escritores (especialmente Juan de Arona). Sin embargo, quien la criticó más duramente fue José de la Riva-Agüero y Osma, que no sólo rebajó sus aptitudes como estilista, sino rechazó a la pensadora. Estas severas denuncias motivaron su ostracismo social y su caída en la locura. Internada en el manicomio del Cercado de Lima, falleció el 12 de octubre de 1909, a los 64 años de edad. La osadía de esta escritora radicó en componer novelas realistas en un medio dominado aún por el eco romántico; en romper el enclaustramiento de la mujer; en abordar los problemas políticos acarreando para sí la ira de los aludidos (los amigos del presidente Balta, por ejemplo); y en abrir una trocha a la novela nacional. Su estilo no era bueno, su expresión era incorrecta y su vocabulario escaso, lo que fue compensado con la gran valentía del concepto. Aunque no han logrado abordar el problema a fondo, Mario Castro Arenas, Augusto Tamayo Vargas, Luis Fabio Xammar y Luis Alberto Sánchez fueron los primeros en emprender la revaluación de la obra de doña Mercedes.

Lectura: MUJER, EDUCACIÓN Y LITERATURA

... Antójaseme hoy discurrir y reflexionar acerca de la cuestión femenina, o la ilustración de la mujer, tema asaz controvertido y ya harto empalagoso y vulgar, dado ese zarandeo que plumas desautorizadas y cursis le dieron desde largos años acá.

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No importa. Los problemas sociales encierran y encarnan mi eterna vitalidad para los que consideran en ellos, no la superficie pasajera sino el fondo actúa y permanece, dando sus funestos resultados.

Y la cuestión femenina es hoy pertinaz o impertérrita postulante que se presenta y se impone, pidiendo su solución al estadista, al filósofo y al sociólogo.

Ella será como la gota de agua cayendo siempre en el mismo punto, hasta que llegue a horadar el mundo fortísimo levantado por las preocupaciones y la ignorancia.

Sugiéreme volver a esta controversia añeja y porfiada, un libro que por ser del ilustre y sabio filósofo Ernesto Renán, precisa comentar y dilucidar aquello que a la cuestión femenina le atañe. Memoria Intimas, se titula el libro de Renán y de allí copio los párrafos siguientes:

“Se engaña el que crea que tenemos deseos de traer a las mujeres a nuestras opiniones filosóficas; al contrario, nos gusta que no nos escuchen. Amamos sus propósitos de no oír lo que debilitaría su resolución heroica. Basta que podamos suponer que, por una pequeña disimulación, están de acuerdo con nosotros”

Y en otro lugar dice: “la debilidad, los falsos razonamientos, las ideas estrechas, la ignorancia, la superstición, nos chocan en el hombre y nos hacen sonreír en la mujer. Amamos la señal de la cruz hecha un gracioso gesto femenino. No nos desagrada ver injuriadas y desconocidas por mujeres, las obras viriles nuestras, porque vemos el sentimiento delicado de donde procede su desprecio; y esto nos turba poco, puesto que por la ciencia estamos seguros de tener razón. Amamos lo absurdo femenino al mismo tiempo que no queremos que gobierne el mundo y le imponga demasiado su ley...” Y no continuo copiando porque para que mi propósito basta...

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En estos párrafos exuberantes, de aticismo y donairoso decir, Renán ha sintetizado admirable y exactamente, la engañosa faz por la cual se juzga y considera a esa mitad del género humano.

Ahí, bien a las claras se ve, la sensualidad que, cual trisada nube interpuesta entre ambos sexos, no le permite al hombre ser sino el objeto de donación y a una de placer; la cosa apetitosa y deliciosa, que no debe llegar al derecho de pensar, de discernir, ni mucho menos a la posesión de la verdad.

Sí, allí está sintetizada la mujer cosa, el objeto de una pasión, el instrumento de un placer; la mujer bella, pudorosa, y amante que el hombre necesita para saciar sus hambres concupiscentes, y luego arrojarlas lejos de sí, como la flor marchita, como la flor marchita e inodora.

Estás son, preciso es decirlo, las deducciones que de tales conceptos se desprenden; ellas son crueles y deprimentes para el sexo inteligente y amante que, con perfecto derecho aspira ser no la hembra de un macho, sino la compañera intelectual y moral del hombre.

Una mano perfilada y linda que con graciosos ademanes hace la señal de la cruz, y unos labios sonrosados y voluptuosos, que inconscientemente repiten una oración, decid vosotros hombres, que os parecen cosas seductoras y bellas, ¡sin que os importe no os preocupe, ese cerebro repleto de errores y entenebrecido de sombras!... “Con tal que ella no gobierne el mundo ni le imponga demasiado su ley”.

Pero se equivocan lastimosamente los que así piensan. La vida tiene una faz tan real y positiva, y en ella la mujer, -es decir la esposa y la madre- desempeñan tan alta e importante misión que mal que pese al hombre es la mujer la que pone la base el cimiento de todo el edificio social.

Por: Mercedes Cabello de Carbonera

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Teresa GONZÁLEZ DE FANNING (1836 - 1918)

Educadora y novelista. Nació el 12 de agosto de 1836 en la hacienda “San José de las Pampas”, propiedad de su familia, en la localidad ancashina de Nepeña. Hija de Jerónimo González, prestigiado profesor y cirujano español, y de Josefa del Real y Salas. Recibió una esmerada educación a cargo de los mejores profesores de la época. Desde muy joven se orientó a la creación literaria, firmando sus primeros ensayos–con evidente interés por las costumbres sociales y la educación– bajo los seudónimos de “Clara del Risco” y “María de la Luz”. Todavía en plena adolescencia, un día antes de cumplir los diecisiete años, contrajo matrimonio el 11 de agosto de 1853 con el joven marino Juan M. Fanning, miembro de una rica familia oriunda de Lambayeque. En su vida conyugal fue relativamente feliz; tuvo dos hijos (Jorge y Emma) y supo armonizar las labores domésticas con las intelectuales, pues siguió escribiendo artículos y narraciones de primera calidad. Pero la desgracia empezó a castigarle a partir de una sublevación de los peones que trabajaban en su hacienda, hecho que motivó su huida a Lima en condiciones sumamente penosas, que precipitaron la muerte de sus dos pequeños vástagos. Algo más tarde, en la guerra del Pacífico, su esposo, el comandante Juan M. Fanning, dirigió maniobras navales a bordo del “Talismán” y se integró después a uno de los batallones de defensa de Lima, hasta morir frente al invasor chileno en la batalla de Miraflores el 15 de enero de 1881. El espíritu de Teresa se vio una vez más puesto a prueba ante la adversidad. Dando muestras de gran patriotismo, fomentó una erogación llamada “ofrenda patriótica de los vecinos de Lima”, por la que se recaudó 9 600 soles. Como premio a su iniciativa y labor realizada, el comité patriótico del valle de Chicama la premió con una medalla

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de oro. La señora viuda de Fanning, rompiendo las trabas de la sociedad conservadora del novecientos, decidió fundar un colegio para señoritas en su casa de la calle Faltriquera del Diablo, labor que realizó con el auxilio de sus hermanas Enriqueta y Elena. Dicho colegio llegó a ser el primero en su tiempo, no sólo por los métodos de enseñanza, sino por la primacía que se le dio a la educación sobre la instrucción. Se adelantó por cierto a su época, comprendiendo que la hora en que la mujer debía prepararse para la vida había llegado. Alistó a la mujer cívicamente, a través de su colegio y de sus escritos, para el bienestar social. En el plantel que

regentaba Teresa González se enseñaban materias tales como matemáticas, gramática, geografía, economía doméstica, historia del Perú y religión, para cuya instrucción se seguían los libros escritos por ella misma. Abogó intensamente por la enseñanza técnica, poniendo en práctica sus ideas de que la educación moral, la intelectual y la física debían complementarse.

Al mismo tiempo, prosiguió exitosamente con las tareas literarias, y se mantuvo al frente del colegio Fanning hasta que los achaques de la edad le aconsejaron dejar la dirección, en 1901. En la segunda mitad de la década iniciada en 1870 participó en las veladas literarias de Juana Manuela Gorriti, y fue socia del Club Literario y del sucedáneo Ateneo de Lima. Una colección de artículos suyos aparecidos en el diario El Comercio de Lima fueron recopilados en un libro titulado Educación

femenina (1898), obra en la cual critica la crianza de la mujer para el matrimonio y alaba el 25

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trabajo como fuente de ingresos y de liberación. Teresa González de Fanning intervino en una polémica entre Elvira García y García y la señora Lastenia Larriva de Llona sobre las virtudes de los colegios laicos y religiosos. Nuestra biografiada realizó una defensa de los planteles laicos, afirmando que su educación era más completa y más efectiva y se orientaba mejor al ideal de igualdad de conocimientos y de preparación entre hombres y mujeres. Fue autora de las siguientes novelas: Ambición y abnegación (1886); Regina (1886), obra de estilo castizo y depurado que mereció ser premiada con una medalla de plata por el Ateneo de Lima; Lucecitas (1893), prologada por Emilia Pardo Bazán; Indómita (1904); y Roque Moreno (1904). Colaboró con artículos de opinión en los periódicos El Comercio, El Correo del Perú, El Perú Ilustrado, La Alborada, El Seminario del Pacífico, La Patria y El Nacional. La señora viuda de Fanning murió el 7 de abril de 1918, víctima de una neumonía, a la edad de 82 años. En toda ocasión, hasta sus últimos instantes, demostró la humildad de su espíritu y la grandeza de su alma, llegando a pedir a sus familiares que su sepelio se realizase en privado para evitar superfluas vanidades. Como homenaje póstumo a esta insigne educadora, don Manuel Beltroy consiguió que se diera a una gran unidad escolar (hoy en el distrito de Jesús María) el nombre de Teresa González de Fanning.

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