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7 El Qhapaqñan en el Alto Loa, norte de Chile: Un estudio micro y macromorfológico 1 JOSÉ BERENGUER R. 2 , IVÁN CÁCERES R. 3 , CECILIA SANHUEZA T. 4 Y PEDRO HERNÁNDEZ V. 5 Introducción Casi al final de su libro The Inca road system, Hyslop (1984: 335, 337, 339) enfatiza la necesi- dad de completar el estudio de diferentes trayec- tos del Qhapaqñan a lo largo de los Andes, con la finalidad de agregar nuevas piezas al gigantes- co rompecabezas y contribuir a la elaboración de síntesis regionales. En particular, singulariza el área entre Atico (Perú) y el río Loa (Chile) como una de las nueve áreas prioritarias en los Andes que requieren ser investigadas. Y en efecto, incluso 20 años después de la monografía del investigador estadounidense, se sabe muy poco acerca del ca- mino occidental que cruzaba longitudinalmente este territorio, diversamente referido en la literatu- ra como “camino costero”, “camino de los llanos” o “camino real de la costa” (Garcilaso de la Vega 1995 [1604]). En el presente artículo contribuimos a esta tarea colectiva, investigando el árido y escasamente poblado valle superior del río Loa, más conocido como Alto Loa (II Región de Antofagasta, norte de Chile). 6 Los motivos por los cuales nos con- centramos en este valle se explican en la siguien- te sección y las razones por las cuales asociamos esta área al “camino occidental” se discuten críticamente al final del artículo. Se describen y analizan el trazado del camino entre Miño por el norte (21° 39’ Lat. S) y Lasana por el sur (22° 20’ Lat. S), los nueve tramos que componen este tra- yecto y los principales elementos que lo integran. Abordamos el estudio desde un enfoque particularista o micromorfológico, dirigido a re- RESUMEN Se entregan los resultados de una prospección pedestre y de cobertura total de 125 km de camino inca en el Alto Loa, entre las localidades de Miño por el norte y Lasana por el sur (21° 39'- 22° 20' Lat. S). Se describen: 1) el derrotero y características constructivas del camino inca con relación a la topografía y el tipo de superficie del terreno por el que atraviesa; 2) los sitios con recintos y los marcadores camineros localizados a su vera; 3) sus conexiones con evidencias viales anteriores, contemporá- neas y posteriores, y 4) su relación con el arte rupestre. Se discuten estos resultados en conexión con problemas de la prehistoria regional y se evalúa críticamente la idea de que el camino inca del Alto Loa es un eslabón del llamado “camino real de la costa”. Palabras claves: camino inca – Desierto de Atacama – prospección – vialidades. ABSTRACT This paper gives the results of a 125 km-long full-coverage survey of the Inca road, carried out on foot in the Upper Loa river basin, between the locations of Miño, to the north, and Lasana, to the south (21°39' -22°20' Lat. S). We describe: 1) the building characteristics and course of the road in relation to the topography and nature of the terrain it goes across; 2) the road markers and sites with enclosures they are associated to; 3) relationships with evidences of earlier, contemporary and later roads; and 4) the relationships with rock art sites. We discuss these results in connection with questions about the regional prehistory, and we critically evaluate the notion that the Upper Loa’s Inca road is a segment of the so-called “Royal Road of the Coast”. Key words: Inca road – Atacama Desert – surface survey – road network. Recibido: marzo 2004. Manuscrito revisado aceptado: marzo 2005. 1 Esta investigación es resultado del Proyecto FONDECYT 1010327, “Arqueología del sistema vial de los incas en el Alto Loa, II Región”. 2 Museo Chileno de Arte Precolombino, Casilla 3687, San- tiago, CHILE. Email: [email protected] 3 Casilla 234, Correo de Paine, Santiago, CHILE. Email: [email protected] 4 Museo Chileno de Arte Precolombino, Casilla 3687, San- tiago, CHILE. Email: [email protected] 5 Arquitecto Gonzalo Mardones 1185, Depto. 406, Santiago, CHILE. Email: [email protected] 6 Una primera versión de este trabajo fue presentada en el simposio dirigido por Roberto Bárcena y Rubén Stehberg, Tawantinsuyu 2003: Recientes avances en arqueología y etnohistoria”, en el 51° Congreso Internacional de America- nistas, Santiago, 14-18 de julio, 2003. Estudios Atacameños N° 29, pp. 7-39 (2005)

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El Qhapaqñan en el Alto Loa, norte de Chile:Un estudio micro y macromorfológico1

JOSÉ BERENGUER R.2 , IVÁN CÁCERES R.3 , CECILIA SANHUEZA T.4 Y PEDRO HERNÁNDEZ V.5

Introducción

Casi al final de su libro The Inca road system,Hyslop (1984: 335, 337, 339) enfatiza la necesi-dad de completar el estudio de diferentes trayec-tos del Qhapaqñan a lo largo de los Andes, conla finalidad de agregar nuevas piezas al gigantes-co rompecabezas y contribuir a la elaboración desíntesis regionales. En particular, singulariza el áreaentre Atico (Perú) y el río Loa (Chile) como unade las nueve áreas prioritarias en los Andes querequieren ser investigadas. Y en efecto, incluso 20años después de la monografía del investigadorestadounidense, se sabe muy poco acerca del ca-mino occidental que cruzaba longitudinalmenteeste territorio, diversamente referido en la literatu-ra como “camino costero”, “camino de los llanos”o “camino real de la costa” (Garcilaso de la Vega1995 [1604]).

En el presente artículo contribuimos a esta tareacolectiva, investigando el árido y escasamentepoblado valle superior del río Loa, más conocidocomo Alto Loa (II Región de Antofagasta, nortede Chile).6 Los motivos por los cuales nos con-centramos en este valle se explican en la siguien-te sección y las razones por las cuales asociamosesta área al “camino occidental” se discutencríticamente al final del artículo. Se describen yanalizan el trazado del camino entre Miño por elnorte (21° 39’ Lat. S) y Lasana por el sur (22° 20’Lat. S), los nueve tramos que componen este tra-yecto y los principales elementos que lo integran.Abordamos el estudio desde un enfoqueparticularista o micromorfológico, dirigido a re-

RESUMEN

Se entregan los resultados de una prospección pedestre yde cobertura total de 125 km de camino inca en el AltoLoa, entre las localidades de Miño por el norte y Lasanapor el sur (21° 39'- 22° 20' Lat. S). Se describen: 1) elderrotero y características constructivas del camino incacon relación a la topografía y el tipo de superficie delterreno por el que atraviesa; 2) los sitios con recintos ylos marcadores camineros localizados a su vera; 3) susconexiones con evidencias viales anteriores, contemporá-neas y posteriores, y 4) su relación con el arte rupestre.Se discuten estos resultados en conexión con problemasde la prehistoria regional y se evalúa críticamente la ideade que el camino inca del Alto Loa es un eslabón delllamado “camino real de la costa”.

Palabras claves: camino inca – Desierto de Atacama –prospección – vialidades.

ABSTRACT

This paper gives the results of a 125 km-long full-coveragesurvey of the Inca road, carried out on foot in the UpperLoa river basin, between the locations of Miño, to thenorth, and Lasana, to the south (21°39' -22°20' Lat. S).We describe: 1) the building characteristics and course ofthe road in relation to the topography and nature of theterrain it goes across; 2) the road markers and sites withenclosures they are associated to; 3) relationships withevidences of earlier, contemporary and later roads; and4) the relationships with rock art sites. We discuss theseresults in connection with questions about the regionalprehistory, and we critically evaluate the notion that theUpper Loa’s Inca road is a segment of the so-called “RoyalRoad of the Coast”.

Key words: Inca road – Atacama Desert – surface survey– road network.

Recibido: marzo 2004. Manuscrito revisado aceptado: marzo 2005.

1 Esta investigación es resultado del Proyecto FONDECYT1010327, “Arqueología del sistema vial de los incas en elAlto Loa, II Región”.

2 Museo Chileno de Arte Precolombino, Casilla 3687, San-tiago, CHILE. Email: [email protected]

3 Casilla 234, Correo de Paine, Santiago, CHILE. Email:[email protected]

4 Museo Chileno de Arte Precolombino, Casilla 3687, San-tiago, CHILE. Email: [email protected]

5 Arquitecto Gonzalo Mardones 1185, Depto. 406, Santiago,CHILE. Email: [email protected]

6 Una primera versión de este trabajo fue presentada en elsimposio dirigido por Roberto Bárcena y Rubén Stehberg,“Tawantinsuyu 2003: Recientes avances en arqueología yetnohistoria”, en el 51° Congreso Internacional de America-nistas, Santiago, 14-18 de julio, 2003.

Estudios Atacameños N° 29, pp. 7-39 (2005)

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gistrar elementos específicos de la construcciónde la vía que sean de potencial o manifiesto sig-nificado cultural, como también holístico omacromorfológico, orientado a registrar informa-ción acerca de la extensión, conectividad y confi-guración global del sistema vial (Trombold 1991:4-5). Nuestra aproximación es, por lo tanto, esen-cialmente arqueológica y, por ahora, fundamen-talmente descriptiva, aunque al final de artículonos permitimos avanzar algunas interpretacionestendientes a problematizar en función de los re-sultados de la investigación.

Antecedentes

En el norte de Chile las publicaciones no repor-tan hasta ahora caminos incas longitudinales enel desierto central y tampoco en el litoral o bordecostero. En cambio, segmentos de la arteria hansido parcialmente descritos por algunos autoresen las tierras altas de la Región de Tarapacá (p.e.,Santoro 1982; Núñez 1965). En la Región deAntofagasta, en tanto, se ha recorrido y documen-tado gran parte de los más de 400 km de caminoincaico que, a través del así llamado “Despobla-do de Atacama”, unía al oasis de San Pedro deAtacama con el valle de Copiapó (Iribarren yBergholz 1972; Niemeyer y Rivera 1983; Hyslop1984; Hyslop y Rivera 1984). El camino que pa-saba por la cuenca alta del río Salado ha sido re-cientemente objeto de investigaciones enfocadastanto a reconstruir su derrotero (Varela 1999)como a reflexionar sobre su dimensión ceremo-nial a través de la oralidad de los habitantes loca-les (Castro y Varela 2000). Sin embargo, restatodavía investigar el curso superior del río Loa oValle del Alto Loa, un corredor ubicado en el cua-drante noreste de la Región de Antofagasta, queenlaza a los oasis de la antigua Atacama con losvalles y el altiplano tarapaqueños, en Chile, asícomo con el Altiplano Meridional de Bolivia.

Investigar la ruta incaica del Alto Loa es impor-tante por varios motivos. Al sumarse a investiga-ciones ya desarrolladas por otros estudiosos o aúnen curso en la Región de Antofagasta, el estudiode esta ruta sentaría las bases para una primerasíntesis regional sobre el trazado de la red vial delos incas en tierras atacameñas. Además, contri-buiría eventualmente a incrementar el espectro deformas de construcción vial conocidas y a enten-der mejor la relación de este sistema de caminoscon las condiciones ambientales, especialmente en

medios con una aridez no tan severa como el“Despoblado de Atacama”, pero más acentuadaque la cuenca alta del río Salado y que la Regiónde Tarapacá. Permitiría también incrementar elnúmero de sitios incaicos o locales relacionadoscon los incas en el valle, enriqueciendo la reno-vada problemática sobre este período en la región.Asimismo, podría aportar materiales más “puros”o menos mezclados que en zonas más complejasy densamente pobladas, como es el caso de lascuencas del río Salado y del salar de Atacama;como señala Hyslop (1984: 339; Nielsen 1997Ms), los caminos que ofrecen mejores perspecti-vas para la recolección de grandes cantidades deinformación arqueológica inca son, generalmen-te, las arterias importantes que pasan por áreasaisladas y desoladas, donde la conservación ar-queológica es excelente y los componentesincaicos son más evidentes, debido a que las in-fluencias culturales locales son mínimas. Y éstees, sin duda, el caso del Alto Loa. Ayudaría, porotro lado, a revelar una parte importante de la redcaminera y logística que hizo factible la explota-ción por los incas del recientemente descubiertoComplejo Minero San José del Abra (Núñez 1999;Salazar 2002). Posibilitaría, finalmente, discutirno sólo las conexiones del camino con losasentamientos incaicos registrados en el valle du-rante el pasado decenio (Castro 1992; Berenguer1994, 2004a), sino también abrir debate acerca delrol de Lasana durante el Período Tardío, ya que lasescasas evidencias incaicas registradas allí hasta elmomento (Rydén 1944; Pollard 1970) pueden noestar haciendo justicia a la verdadera magnitud dela ocupación cuzqueña en esa localidad.

Referencias al Alto Loa como una ruta incaica seencuentran en unas pocas y heterogéneas fuentes.Diversos mapas generales que intentan reconstruirla red de caminos incas a través de todos los An-des, publicados por Regal (1936), Levillier (1942),von Hagen (1955) y Strube (1963) bosquejan untrazado del camino longitudinal occidental en quela vía parece internarse oblicuamente desde laRegión de Tarapacá por el Alto Loa en direcciónnoroeste-sureste, para dirigirse aparentemente a lacuenca alta del río Salado o directamente a SanPedro de Atacama. En su mapa de los trayectosde caminos incas que prospectó a través de losAndes, así como en el mapa general del sistemavial que adjunta en su publicación, Hyslop (1984: 4,Fig. 1.1) repite este trazado esquemático, ajustándo-se a las propuestas de Levillier (1942) y von Hagen

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(1955). Es obvio que la pequeña escala de estosmapas y el largo tiempo que ha pasado desde supublicación, excusa a sus autores de muchos re-paros que, desde perspectivas locales o regiona-les y a partir de datos más recientes, puedenhacérseles por sus imprecisiones. El problema esque tienden a difundir y perpetuar gruesos erro-res, a veces ante grandes audiencias. Por ejem-plo, tan recientemente como en 2002, un artículode divulgación científica en una revista que hahecho de la cartografía uno de sus principalesvalores, incluye un mapa de la red vial inca enlos Andes que reitera uno de estos trazados.7 Poreso, quisiéramos hacer notar que en todos estosmapas el camino figura atravesando diagonalmentelas dos grandes cadenas montañosas que escoltanel valle del Alto Loa, lo que no se ajusta a la rea-lidad. Como se apreciará más adelante, el caminova flanqueado por estas cadenas, no cortando através de ellas.

Un poco más precisas en cuanto a derrotero sonlas referencias publicadas por estudiosos locales.Según Risopatrón (1924: 423; ver tambiénLatcham 1938: 9 y Mostny 1949: 180), en

“el Loa se ve un camino a 350 m de la orilla delmar [se refiere al margen occidental del valle],que atraviesa encañadas o recorre otras en todasu lonjitud, sigue rectamente al N hasta llegar aGuantajaya [Región de Tarapacá]”.

Le Paige (1958: 79; ver también Salazar 2002:177), por su parte, menciona un ramal de caminoinca que desciende desde el salar de Ujina al vol-cán Miño, continúa por el valle del Loa hacia elsur, pasa al este del Cerro Pajonal por ConchiViejo, bifurcándose en un camino que va al oestede los cerros Paqui, Atahualpa e Inca, para arri-bar a Chuquicamata, y en otro que desciende alrío Loa, llegando a Lasca (¿Lasana?), Chiu Chiuy Calama (Núñez 1999). Dado que Conchi Viejose encuentra al oeste del Loa, es curioso que sumapa muestre al eje vial cruzando el río desdeesa orilla a la opuesta a la altura de Miño y desdeese punto dirigiéndose al sur exclusivamente porla banda oriental del valle hasta Chiu Chiu (verLe Paige 1958: Lám. XX). Existe, evidentemen-te, una contradicción entre la descripción de esteautor y la información que entrega en su mapa.

Por otra parte, en su mapa del Collasuyu, Raffino(1981: 80-81) hace discurrir el camino del AltoLoa desde la altura de Conchi Viejo al sur, perosin precisar por cual banda del valle lo hace. Ex-trañamente, el autor ubica a las localidades deLasana, Chiu Chiu, Cupo y Turi como jalones dela misma vía, en circunstancias que las dos prime-ras están en el Alto Loa (ca. 68° 40’ Long. O) y lasdos últimas, en la cuenca alta del río Salado (ca.68° 15’ Long. O). Finalmente, basada en parte enalgunas de estas publicaciones y en parte en otrosantecedentes similares, Varela (1999: Fig. 1) trazaen un mapa el recorrido del camino inca del AltoLoa entre Ujina y Lasana-Chiu Chiu, haciéndolopasar primero por la banda oriental y luego por laoccidental del valle (ver también Salazar 2002:82-83). Equivocadas o no, ninguna de estas refe-rencias se sustenta en una investigación sistemá-tica del camino en el terreno, deficiencia que eneste artículo nos proponemos subsanar.

En cuanto a instalaciones incaicas en el Alto Loa,éstas han sido reportadas (o revaluadas como ta-les) por los arqueólogos sólo desde hace algo másde una década (Berenguer 1994: 10). A princi-pios del siglo pasado, Risopatrón (1924: 424) lo-caliza en el trayecto a Chiu Chiu y Calama, unsitio que denomina “Incaguasi”, situándolo a 18km al sur de Conchi y definiéndolo como “postaabandonada”. Hace unos años, este sitio fue ins-peccionado por otros colegas, quienes infirieronsu afiliación incaica sobre la base de las caracte-rísticas arquitectónicas del edificio y de fragmen-tos cerámicos encontrados en superficie (Cornejo1995). En la carta Conchi, de escala 1: 50.000, eltopónimo “Incaguasi” aparece a unos 15 km alsur de la Posta de Santa Bárbara y, contrariamen-te a lo señalado por Varela (1999: Fig. 1), quienen su mapa lo ubica al este del Loa, se refiere aun lugar situado al oeste del río. Poco antes, Cas-tro (1992) había reportado como incaicos los si-tios Kona Kona-1 y 2 en la localidad de Miño, yCerro Colorado-1 y 2 en las proximidades delCerro Cirahue, que es parte del cordón CerroColorado. Más recientemente, Núñez (1999), conmotivo de un estudio de impacto ambiental, en-cuentra 10 sitios incaicos relacionados con la ex-plotación de óxidos de cobre en el Mineral ElAbra, a sólo 24 km al oeste del valle del Loa.Estos sitios, así como otros seis encontrados conposterioridad en el mismo mineral y en el vecinoConchi Viejo, están siendo investigados porSalazar (2002).7 National Geographic, mayo de 2002.

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En suma, al momento de formular nuestro pro-yecto de investigación en 2000, existían impor-tantes razones de índole científica para proponeruna investigación arqueológica detallada de estaruta incaica, incluyendo diferentes menciones aun camino inca, varios antecedentes sobre insta-laciones incas de diversas tipologías e importan-tes vacíos de información o contradicciones so-bre el trazado y las características de este eje vial.Incidentalmente, digamos que en una prospecciónde senderos troperos del Período Intermedio Tar-dío (ca. 950-1400/1450 DC), efectuada en 1994en el Sector Santa Bárbara, habíamos localizadoy descrito varios segmentos de una vía incaicasituada entre la posta epónima y el sitio CerroColorado-1 (Berenguer 1994, 2004a). Como seconstatará más adelante, la prospección de esetramo de 11.5 km constituyó un verdadero “pilo-to” para la presente investigación.

Hay varias interrogantes básicas que deseamosresponder en este artículo: 1) en definitiva, ¿por dón-de corre el camino inca en el Alto Loa?; 2) ¿quécaracterísticas constructivas presenta?; 3) ¿cuálesson los factores topográficos que explican su tra-zado?; 4) ¿de qué manera su visibilidad y estadode conservación varían con las condiciones am-bientales de las zonas que atraviesa?; 5) ¿qué si-tios y rasgos se hallan asociados al camino?;6) ¿es el arte rupestre un componente de la via-lidad incaica como lo fue de los senderos carava-neros en tiempos preincaicos?; 7) ¿cómo se rela-ciona el camino con vías de circulación anteriores,contemporáneas o posteriores que hicieron uso dela ruta del Alto Loa?, y 8) ¿qué conexiones presen-ta la arteria con otras vías y localidades contempo-ráneas con ella, dentro y fuera del valle? A la lar-ga, responder estas preguntas contribuirá a expan-dir, corregir o ratificar conclusiones y observa-ciones de otros investigadores sobre la unidad ydiversidad del Qhapaqñan en los Andes.

El área de estudio

El área que denominamos “Alto Loa” perteneceal sector superior de la cuenca hidrográfica delrío Loa, pero debe enfatizarse que es un conceptomenos incluyente que el de “Loa Superior”, al cuala veces equivocadamente se le asimila. Este últi-mo se refiere a toda la cuenca alta del Loa, inclu-yendo no sólo el curso superior de este río, sinotambién la totalidad de la hoya del río Salado,que es su principal afluente. El concepto de Alto

Loa, en cambio, es mucho más restringido: serefiere estrictamente al brazo superior del río Loa.Como tal, se extiende desde las nacientes de estecurso fluvial, en la localidad de Miño, hasta suconfluencia con el río Salado.

El Alto Loa es un valle intermontano de origentectónico de casi 150 km de largo y unos 20 a 25km de ancho máximo. Nace a casi 4000 m.snmen un amplio anfiteatro limitado por serranías,desde las cuales desciende un extenso pedimentoárido conformado por el carcanal Mal Paso en suparte superior y detritos de diversos orígenes ynaturaleza en su parte inferior. Muchos de estoscampos de carcas se hallan disectados por que-bradas secas o de escurrimiento estacional queconfluyen en el río Miño que, al unírsele pocomás abajo el estero Nacimiento, toma el nombrede río Loa. Desde allí, el valle corre de norte asur por una rampa volcánica de no más de 1° dependiente, encajado entre dos largas cadenas mon-tañosas: al oeste, la Cordillera del Medio y al este,la Cordillera Andina (Figura 1).

Relieve y características litológicas

La Cordillera del Medio –donde se encuentran lasmayores reservas de cobre del mundo– está cons-tituida principalmente por rocas fundamentalesmesozoicas del Jurásico y Cretácico Inferior, conintrusiones de rocas plutónicas como el cordónCerro Colorado (4466 m.snm) y el macizo degranodiorita del Mineral de Chuquicamata. Des-de un punto de vista morfológico, se extiendedesde el Cerro Puntamalla (4400 m.snm) por elnorte hasta los Cerros de Paqui (4589 m.snm) porel sur. Una de sus máximas elevaciones es el Ce-rro Pajonal (4550 m.snm), en cuyas proximida-des se hallan el actual Mineral El Abra y elprehispánico Complejo Minero San José del Abra.Es una cadena continua, pero franqueable a tra-vés de unos pocos pasos.

La Cordillera Andina, en tanto, es un cordón vol-cánico activo más nuevo y de mayor altitud quela Cordillera del Medio, con estrato-volcanes deedad pleistocénica. Con un zócalo de alrededorde 3800 m de altitud, sus más altos nevados al-canzan entre 5000 y 6000 m.snm. De éstos pue-den mencionarse los volcanes Miño (5661 m.snm),Aucanquilcha (6176 m.snm), Polán (5362 m.snm),Gordo (5196 m.snm), Chela (5644 m.snm),Palpana (6023 m.snm), Cebollar (5716 m.snm),

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Figura 1. Mapa del valle del Alto Loa con el trazado del camino inca entre Miño y Lasana.

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Polapi (5949 m.snm), Carasilla (5040 m.snm), SanPedro (6145 m.snm) y San Pablo (6092 m.snm).Varios pasos comunican al Alto Loa con el orien-te a través de este cordón.

De ambas cadenas montañosas descienden haciala fosa del Loa sendos planos inclinados. El pla-no occidental es una penillanura árida de decliveal este, cruzada por numerosas estribaciones ycerrillos desprendidos de la Cordillera del Medio,así como por cerca de 64 quebradas deescurrimiento estacional, algunas someras y otrasbastante profundas. El plano oriental, en tanto, esuna penillanura árida de declive al oeste. La atra-viesan varias coladas de lava extendidas en aba-nico, así como unas 55 quebradas de característi-cas similares a las de la banda opuesta. Quebra-das, estribaciones y coladas delimitan grandes ypequeñas llanadas –algunas conformando especiesde ensenadas– conocidas localmente como “pam-pas”. Por ellas corrió el camino inca.

Las rocas volcánicas más importantes del áreacorresponden a ignimbritas dacíticas y riolíticas(Ramírez y Huete 1981). Estos flujos piroclásticossoldados, de color blanquecino el superior(dacítico) y rojizo o anaranjado el inferior(riolítico), forman parte del volcanismo terciario(Mioceno Superior-Plioceno) e incluyen nivelesbasales de conglomerados, posiblemente fluvia-les. Las placas ignimbríticas de las pampas occi-dentales se encuentran en su mayor parte cubier-tas por depósitos de piedemonte, consistentes endiferentes tipos de rocas volcánicas e intrusivas(Pino 1998 Ms). En el primer caso, son el resul-tado de procesos de meteorización o rotura in situy, en el segundo, de procesos de desintegración,remoción y transporte desde la Cordillera delMedio bajo la forma de bolas de granito y arenas.Las placas de ignimbritas orientales, por otro lado,presentan una cubierta en su mayor parte forma-da por andesitas y basaltos, presumiblemente aso-ciada a procesos coluviales y aluviales holocénicosderivados de los conos volcánicos vecinos. Soncampos de lavas cuaternarias originados en gran-des coladas en abanico. Cuando no hay materia-les sueltos como éstos, aflora en ambas bandasroca firme o no alterada, bajo la forma deplanchones ignimbríticos en proceso dedenudación y peneplanización, localmente cono-cidos como “carcas”. En algunos sectores, comoen las pampas Catuncalla, Carrazana y CerroGuacho, quedan aún remanentes de las ignimbritas

superiores o dacíticas; se trata de “planchadas”(sensu Niemeyer y Rivera 1983) y “dorsos deballena” (sensu Whittow 1988), que son resulta-do del ataque del viento dominante, armado conarenas y otros materiales particulados. En variosotros sectores, en cambio, el proceso de erosiónde estas tobas se halla completado, asomandoúnicamente planchadas de las ignimbritas inferio-res o riolíticas (p.e., Miño, Pampa Redonda, Que-brada Solche, Desencuentro). Al final de este ar-tículo se comprenderá que la naturaleza y carac-terísticas de estos piedemontes son importantespara entender el estado de preservación o degra-dación de la vialidad incaica en el área.

Aguas abajo del Cerro Añil, por ambas bandasdel valle, sobreyacen a las tobas del volcanismofisural del Terciario materiales lacustrespleistocénicos, que constituyen la serie más re-ciente de sedimentación. En estos sectores, elpiedemonte está formado por planchadas de cali-zas y por regolitos producto de la alteración insitu de estas rocas, como también por clastossubangulares y arenas procedentes de los flancosmontañosos, operando estas pampas como genui-nas playas de sedimentación.

El río Loa corre en su mayor parte encajonado enuna profunda hendidura de paredes verticales, la-brada a expensas de las placas ignimbríticas de lazona. Desprendimientos sucesivos de bloques deestas paredes han formado en muchos sectorestaludes de derrubios de falda más o menos conti-nuos. Las quebradas tributarias más profundastambién han tallado gargantas, pero salvo la delrío San Pedro, carecen de taludes de escombros oéstos exhiben un desarrollo considerablementemenor y bastante más discontinuo. Al sur delembalse de Conchi, la garganta del Loa está incisaen sedimentos lacustres y en tobas de la forma-ción riolítica subyacente (Ochsenius 1974-75:Lám. II). Como forma de paisaje, el cañón des-aparece unos 6 km aguas abajo de la localidad deLasana, en el sector Chacras Viejas, al ingresar elrío a la extensa cuenca paleolacustre de Chiu Chiu-Calama (Ochsenius 1974-75: Lám. IV).

Hidrología

El régimen de este río ha sido descrito como prin-cipalmente nivopluvial, con crecidas violentas enverano y mayores caudales en otoño e invierno(Romero y Rivera 1995). En el Alto Loa, en par-

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ticular, el río tiene una muy importante recargade renovación de tipo primario o de aguas nue-vas, que está asociada a las precipitaciones queocurren con cierta regularidad durante la tempo-rada estival en la Cordillera Andina, a una altitudmayor a 4000 m.snm (ESSAN 1992). Es precisa-mente a lo largo de este curso donde el Loa reci-be por el este a sus afluentes: los esteros Naci-miento y Paco Paco y los ríos Chela y San Pedro(de Inacaliri). Vale decir, el Loa es en su brazosuperior un río bien dotado en recursos hídricos,sobre todo si se le compara con la menguadaescorrentía que caracteriza a los cursos de aguadel norte de Chile, cuestión logísticamente vitalen una ruta de tráfico que atraviesa fajas tandesérticas.

Clima y vegetación

El clima de esta zona varía de norte a sur desdeuno caracterizado en la clasificación de Koeppencomo Desierto Marginal de Altura (BWH) a otrotipificado como Desértico Normal (BW) (IGM1990: Fig. 11). Las precipitaciones ocurren co-múnmente durante el verano del hemisferio aus-tral, mientras que el resto del año es por lo gene-ral seco (ESSAN 1992). Se observa una clara yradical disminución de la pluviosidad con eldecremento altitudinal. De casi 150 mm enCollaguasi (4700 m.snm) y más de 100 mm en laCaptación Lequena (3300 m.msm), se pasa a va-lores cercanos a 25 mm en el embalse de Conchi(2920 m.snm) y a montos insignificantes en ChiuChiu (2545 m.snm) (Consecol 1988: Fig. 1.4). Laslluvias decrecen también de este a oeste. La Cor-dillera del Medio, por ejemplo, presenta precipi-taciones menores y más irregulares que los relie-ves de alturas equivalentes de la Cordillera Andina(ESSAN 1992).

De norte a sur, es posible distinguir tres principa-les pisos vegetacionales a lo largo del Alto Loa,que varían marcadamente con la gradientealtitudinal e isoyética. Primero, el Piso Altoandino,que se extiende desde unos 4100 m.snm en Miño,hasta alrededor de los 3750 m.snm en Chela.Corresponde a una vegetación caracterizada porgramíneas cespitosas en mechón, como lacebadilla (Stipa venusta) y la paja brava (Festucachrysophylla), y por plantas en cojín, como lallareta (Azorella compacta) y la llaretilla(Pycnophyllum sp.), con algunas intrusiones de

arbustos bajos de follaje reducido (tola), que pue-den alcanzar mayor altura y densidad en localiza-ciones cercanas al río. Segundo, el Piso AndinoInferior, que abarca aproximadamente desde los3750 m.snm en Chela, hasta los 3300 m.snm enCondoroma. Es una vegetación fundamentalmen-te arbustiva, dominada por Fabiana densa (tara,checal) y Baccharis boliviensis (lejía, pesco tola),que ocupa con variable densidad las planicies entoda su extensión. Tercero, el Piso Subandino, quese extiende más o menos desde los 3300 m.snmen Condoroma, hasta los 3100 m.snm en SantaBárbara. Se caracteriza por una cobertura extre-madamente rala, dominada por el arbustoAcantholippia punensis (rica-rica). Varias de lasespecies de estos tres pisos vegetacionales sonleñosas y resinosas, y deben haber servido comocombustible para los viajeros. Por debajo de los3100 m, donde las precipitaciones son escasas ovirtualmente nulas (0.1 mm), se extienden pam-pas sin vegetación alguna.

Metodología

Para localizar vías incaicas en el área de estudiodiseñamos una estrategia de investigación que,inicialmente, contempló el uso combinado de aná-lisis de documentos históricos, exégesistoponímicas y análisis aerofotogramétrico. Res-tricciones de espacio impiden extenderse en losdetalles de esta etapa exploratoria realizada engabinete. Baste decir que el análisis cruzado deesta información nos llevó a conjeturar que –con-trario a lo que plantean otras fuentes– entre Miñoy algún punto no determinado del trayecto haciael sur, el camino inca del Alto Loa corre por labanda oriental del valle, y que, sólo a partir deese punto hasta Lasana, lo hace por la banda oc-cidental. Así, nuestra prospección arqueológicapasó a ser, en parte, una verificación en terrenode esta hipótesis de trabajo. Una vez concretadala etapa exploratoria de gabinete, planificamos lasoperaciones de campo. La prospección a pie querealizamos hace 10 años del tramo Cerro Colora-do-Santa Bárbara (aprox. 10% del trayecto Miño-Lasana), así como las prospecciones de caminosincaicos realizadas con diferentes modalidades porotros investigadores en otras partes de la región,permitieron tomar una serie de decisiones tácti-cas de utilidad para el presente reconocimiento.De hecho, nos condujeron a planificar una pros-pección pedestre, intensiva y de cobertura total.

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Criterios para identificar vías

Es importante aclarar que en este artículo el tér-mino “ruta” se usa como equivalente de itinerarioo derrota de un viaje y es, en cierto modo, abs-tracta o intangible. A esto nos referimos cuandohablamos de la “ruta del Alto Loa”. El término“vía”, en cambio, se utiliza para referirse genéri-camente a cualquier curso de tránsito humano fí-sicamente visible en el terreno (Hyslop 1984: 13),con independencia de su ancho, funcionalidadespecífica y características constructivas. El lec-tor deberá tener en cuenta estas precisiones a lolargo del trabajo. Una ruta puede tener ya sea tra-zas separadas o traslapadas de varias vías de unamisma o diferente naturaleza o época. Existen tresposibles tipos de vías a considerar: los caminos,los senderos y las sendas (Berenguer 2004a).

Un camino es una vía formal que presenta algunaevidencia de planificación y construcción (Earle1991). Su trazado supera grandes obstáculos ysupuestamente da como resultado redes menosredundantes que los senderos y a la larga menoscostosas para el transporte. Los principales crite-rios empíricos que usamos para identificar una víacomo camino incaico, fue que mostrara eviden-cias de haber sido utilizada durante el HorizonteTardío o Inca y que su traza se relacionara física-mente con asentamientos construidos o utilizadospor los incas (Hyslop 1984). En el primer caso,esto fue establecido sobre la base de cerámica desuperficie y, en el segundo, por este último mate-rial y por características arquitectónicas incaicas(p.e., tipo de mampostería, vanos trapezoidales,presencia de recintos perimetrales compuestos).Otro criterio fue su rectitud: se dice que los cami-nos incaicos siguen la línea recta, tanto en los lla-nos como en los terrenos quebrados (Romero1978), aseveración que, aunque relativizada porHyslop (1984), es sostenible en nuestra regióncuando estos caminos se comparan con lassinuosas vialidades troperas. Por otra parte, sa-bíamos desde la prospección de 1994 que el tra-zado del camino puede desaparecer y reaparecernumerosas veces (por disturbaciones naturales oantrópicas), por lo tanto nuestra expectativa eraencontrar sólo segmentos de él (ver Berenguer1994). Un segmento fue operativamente definidocomo un trecho de vía observable por unprospector, con independencia de su estado depreservación. En todo caso, prácticamente la to-talidad de la superficie a prospectar entre Miño y

Lasana es arena, roca desnuda o roca disgregadacon poca vegetación, por lo que esperábamos unaalta observabilidad de los sitios y rasgos latera-les, incluso de las vías. En el caso de estas últi-mas, tuvimos como referentes mínimos a ubicar,los segmentos de caminos de 3-4 m de ancho ybaja inversión de trabajo encontrados por Hyslop(1984: Figs. 3.3 y 3.7; también Hyslop y Rivera1984) y Niemeyer y Rivera (1983) en el “Despo-blado de Atacama”, por Lynch y Núñez (1994:Figs. 4a y 8) entre Turi y Catarpe, y por nosotrosmismos entre Cerro Colorado-1 y la Posta de SantaBárbara (Berenguer 1994, 2004a: Figs. 6.14, 6.15).

El criterio que empleamos para identificar empí-ricamente una vía como sendero, en tanto, fue queésta apareciera como un trazado informal, redun-dante y más geomórfico que un camino y queimpresionara más como producto del simple yreiterado trajín de personas y animales, que de laplanificación o la inversión de trabajo (Trombold1991: 3; ver también Hyslop 1991: 29). Para iden-tificar senderos troperos, se buscaron los típicossurcos múltiples y ondulantes (p.e., los típicos “ras-trillados” y “trenzados”) que dejan sobre el terrenolas recuas cuando transitan recurrentemente por unaruta del desierto (Núñez 1976: 180, 1999: Figs.14 y 15, fotos superiores; Berenguer 1999: 35,2004a: Fig. 5.3). Cada surco puede alcanzar hasta30 cm de ancho y, en conjunto, pueden dar ori-gen a huellas de 70 m de ancho, incluso más.

Finalmente, una senda es una huella de trazadoinformal, redundante y geomórfico de aproxima-damente 30 a 50 cm de ancho que resulta del re-currente paso de transeúntes. Su evaluación comoparte de la vía depende de su empalme con extre-mos de segmentos del camino, y con suerte, delhallazgo de estructuras laterales al camino queconserven mampostería incaica y cerámica delHorizonte Tardío.

Hay otros tres conceptos viales que requieren de-finición: desvío, variante y enlace. Un desvío escualquier camino que se desprende de la víalongitudinal, en que, para proseguir viaje, es ne-cesario volver al punto de desprendimiento. Unavariante, en cambio, es un camino alternativo quese desprende de la longitudinal para unirse a ellamás adelante. Por último, un enlace es un caminoque conecta la vía longitudinal con otralongitudinal o con un desprendimiento de estaúltima. Se trata, como puede verse, de conceptos

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más interpretativos que los de camino, sendero ysenda, ya que operan como hipótesis de trabajohasta bien avanzado el proceso de investigación.Por lo general, sólo pueden confirmarse como ta-les una vez que se conoce el trazado y la exten-sión global de la red. También debemos señalarque, en este artículo empleamos los términos “ca-mino”, “arteria” y “eje vial” como sinónimos, esdecir, sin connotaciones jerárquicas que presupon-gan principalidad o secundariedad de las vías.

Diseño de la prospección

Abordamos la prospección del trayecto Miño-Lasana tanto desde un enfoque micromorfológicocomo macromorfológico (Trombold 1991: 4-5). Poruna parte, nos interesaba registrar elementos talescomo ancho de la arteria, rectitud, preparación dela superficie, depresionamientos, detalles construc-tivos u obras (rampas, muros de contención, esca-linatas, sistemas de drenaje, banquinas) y otros ras-gos viales (p.e., puntos de conexión con otras vías,asentamientos laterales, apilamientos de piedras deorigen antrópico, arte rupestre). Por otra parte, nosinteresaba registrar información acerca de la ex-tensión de la red dentro del área de estudio o másallá de ésta, la función de los puntos que conecta,la contemporaneidad de los puntos conectados y laconfiguración global del sistema vial. Estos enfo-ques opuestos, pero complementarios, determina-ron en gran parte nuestros procedimientos de re-gistros y dispositivos de medición.

Se diseñaron dos tipos de formularios para levan-tar información en terreno, uno para Caminos (55entradas) y otro para Sitios y Rasgos Asociadosal Camino (72 entradas). Cada hoja de formulariocorresponde a un “punto de interés” a lo largo deltrayecto y de los tramos en que éste se subdivide,cuyo código de designación consiste en dos letrasmayúsculas seguidas de un guión y un número deorden.8 Las letras elegidas carecen de significadorelevante y, por lo general, varían día a día; losnúmeros, en cambio, siempre varían dentro decada par de letras y su secuencia sólo refleja elorden en que los puntos fueron registrados. Un“punto de interés” fue operativamente definidocomo un lugar donde la vía cambia de aspecto o

de visibilidad, una cuesta o terreno en pendiente,un cruce o traslape con otra vía, una conexiónvial, un lugar donde hay uno o más montones ar-tificiales de piedras, un hallazgo de fragmentoscerámicos, un asentamiento o cualquiera otra es-tructura adyacente al camino. Un trayecto fuedefinido como la distancia recorrida por la víaentre dos grandes instalaciones incaicas o entreuna instalación inca y un centro prehispánico lo-cal regionalmente importante. Los tramos, en cam-bio, son simples subdivisiones del trayecto y es-tán encabezados por un asentamiento prehispánico,histórico o mixto.

Para describir expeditivamente sobre la marcha elgrado de visibilidad de un segmento de caminoinca en cada observación puntual, se ideó unaescala ordinal de cinco niveles de visibilidad:Nítido (N=se observa con suma claridad), MenosNítido (MN=se observa con claridad), Regular(R=se observa con dificultad), Menos que Regu-lar (MR=se observa con suma dificultad) e Invi-sible (I=es inobservable o se convierte en un sen-dero tropero o en una senda).

La información recabada en los formularios fuevaciada a una base de datos en formato de archi-vo DBF, construida mediante el softwareAPPROACH de Lotus. En seguida, se construyóun Sistema de Información Geográfica (SIG) so-bre cartografía digital escala 1: 250.000 del Insti-tuto Geográfico Militar (IGM, cartas Collacagua,Ollagüe y Calama). Otro SIG escala 1: 50.0000se encuentra aún en preparación. Se escogió elprograma AUTOCAD MAP para trabajar la car-tografía y generar los SIG. Sobre la cartografíabase se vaciaron las coordenadas de los puntos deinterés arrojadas por el GPS, trazándose los seg-mentos de camino y otros elementos relacionadoscon éste. De esta manera es posible asociar granparte de la base de datos, incluyendo textos (in-formes, publicaciones) y dibujos (planos, dibujos,fotografías), con puntos específicos en el mapa.

Es pertinente aclarar que, al registrar y describirlos asentamientos encontrados a lo largo de la vía,evitamos utilizar denominaciones originadas en ladocumentación etnohistórica sobre los incas, ta-les como “tambo”, “tambillo”, “chaskiwasi”, en-tre otros. Usualmente estas categorías de asenta-miento son difíciles de discriminar en forma apriori, al menos en una etapa tan inicial de lainvestigación. Siguiendo en parte a Niemeyer y

8 La excepción la constituyen los sitios designados como“SBa-n”, que corresponden a codificaciones nuestras, peroanteriores a esta prospección.

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Rivera (1983), optamos por clasificarlos de ma-nera neutra en Menores (hasta dos recintos), Me-dianos (hasta 10 recintos) y Mayores (con más de10 recintos). La tarea de calzar estos conceptoscon las denominaciones etnohistóricas fue poster-gada para etapas posteriores del proyecto, comoparte de un trabajo de índole interpretativa que sesustente en un análisis más fino de la arquitecturay de los contextos recuperados en las recoleccio-nes y excavaciones.

Las coordenadas Universal Mercator Transversal(UTM) y la elevación o altitud de cada punto deinterés a lo largo del trayecto fueron establecidasmediante el Sistema de Posicionamiento Global(GPS), con un instrumento marca Garmin Etrexde 12 canales. Una precisión entre 9 y 15 m paralas UTM fue considerada aceptable. Se trabajó conel Datum La Canoa 1956. El “rumbo magnético”del camino en cada punto fue medido con unabrújula Brunton. El registro fotográfico se efec-tuó con una cámara digital Olympus C-3000Zoom,en modo de grabación High Quality (2048 x 1536pixeles).

A fin de mantener el control de nuestra posiciónsobre la marcha con relación a las previsua-lizaciones de posibles segmentos de camino incaobtenidas en el análisis aerofotogramétrico (ras-gos lineales), se preparó un rollo con fotocopiasde fotos aéreas verticales solapadas del ServicioAerofotogramétrico de la Fuerza Aérea de Chile(SAF 81 CH-30: Nº 022651 / 022587), que fue-ron montadas de norte a sur a lo largo de toda elárea de estudio. En ellas se colocó el nombre delas localidades, quebradas, pampas y otrostopónimos importantes. Este fotomapa aseguró unconstante cotejo entre los rasgos lineales aprecia-bles en las fotos aéreas, la morfología real delterreno que íbamos recorriendo y las coordenadasUTM y cotas de elevación que nos iba entregan-do el GPS.

Con el objeto de aproximarse a la cronología, usoy actividades en la vía, se practicaron sobre lamarcha colectas sistemáticas de fragmentoscerámicos de superficie en cada punto de interésdonde los hubiera, excepto en los asentamientos,ya que el estudio de estos últimos –incluyendo larecolección sistemática de materiales superficia-les– se pospuso para la fase de excavaciones delproyecto. A estas alturas de la investigación, sin

embargo, contamos con análisis de estas últimascolecciones, de manera que sus resultados estu-vieron bajo consideración en este artículo (Uribey Cabello 2004 Ms).

La prospección de los tramos que aparecían máscomplejos y complicados de acuerdo a las fotosaéreas, la cartografía y nuestra propia experienciaen terreno (Miño-Esquina, Esquina-Chela Inga,Chela Inga-Desencuentro y Desencuentro-LequenaViejo), fue llevada a cabo con la ayuda de lugare-ños (Nicolás Aimani, estanciero de Pastos Gran-des y Marino Gabriel, estanciero de Chela). Elconocimiento empírico de estos habitantes del árearesultó ser tan fino, que usualmente fueron capa-ces no sólo de ubicar la vía, sino también de dis-criminar sin muchos titubeos entre camino inca,huellas troperas y huellas de carretas, aunque ob-viamente no son infalibles.

Derrotero del camino

Limitaciones de espacio impiden extenderse enuna descripción pormenorizada del derrotero se-guido por el camino. Por la misma razón, de los285 puntos de interés registrados a lo largo de laprospección, únicamente aquellos mencionados enesta sección, en las secciones siguientes y en lospies de ilustraciones aparecen en la Tabla 1. To-dos los topónimos que figuran en el texto y en latabla han sido tomados de las respectivas cartas1: 50.000 del IGM. Debido a restricciones de es-cala, algunos de ellos no aparecen en el mapa dela Figura 1, por lo que se recomienda acudir a lacartografía de referencia para encontrar su locali-zación. Se identificaron nueve tramos de caminoinca a lo largo del trayecto Miño-Lasana, los quese exponen en seguida de manera muy sucinta(Tabla 1).

El Tramo 1 (Miño-Esquina) va de norte a sur porla banda oriental del Loa y se extiende desde MI-2 (Kona Kona-2) hasta la quebrada Esquina, conexclusión de esta última (Cartas IGM Volcán Miño[4230-B/7] y Chela [4230-B/15]; Fotogramas SAF81 CH-30 S4-5 nº 022671-022590). Tiene unalongitud de 16.06 km.

El Tramo 2 (Esquina-Chela Inga) va de noroestea sureste por la banda oriental del Loa y se ex-tiende de la quebrada Esquina (RE-5) al río Chela(Carta IGM Chela [4230-B/15]; Fotogramas SAF

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81 CH-30 S4-5 nº 022591-022663). Tiene unalongitud de 8.01 km y desde Miño, acumula unadistancia recorrida de 24.07 km.

El Tramo 3 (Chela Inga-Desencuentro) va en unprincipio de noreste a suroeste y luego de norte asur por la banda oriental del Loa, acercándosegradualmente al río. Se extiende desde el río Chela(CH-1) hasta el cruce del río Loa en Desencuentro(Cartas IGM Chela [4230-B/15] y Cerro Palpana[4230-B/24]; Fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5 nº022663-022655). Tiene una longitud de 22.93 kmy acumula una distancia recorrida de 47 km.

El Tramo 4 (Desencuentro-Lequena Viejo) va denorte a sur por la banda occidental del Loa y seextiende entre Desencuentro (DE-1) y la quebra-da Lequena, más o menos a la altura de Calachuz(Carta IGM Cerro Palpana [4230-B/24];Fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5 nº 022655-022650). Tiene una longitud de 11.73 km y acu-mula una distancia recorrida de 58.73 km.

El Tramo 5 (Lequena Viejo-Bajada del Toro) vade norte a sur por la banda occidental del Loa yse extiende desde la quebrada Lequena (NA-7) hastala quebrada Las Cruces (Cartas IGM Cerro Palpana[4230-B/24] y Estación San Pedro [4230-B/33];Fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5 nº 022650-022706). Tiene una longitud de 10.15 km y acu-mula una distancia recorrida de 68.88 km.

El Tramo 6 (Bajada del Toro-Cerro Colorado) vade norte a sur por la banda occidental del Loa yabarca desde la quebrada Las Cruces (CG-9) has-ta el Cerro Cirahue (Carta IGM Estación San Pe-dro [4230-B/33]; Fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5nº 022706-022707). Tiene una longitud de 7.78km y acumula una distancia recorrida de 76.66km. En Bajada del Toro, comprobamos la exis-tencia de un desvío hacia el este que conecta elcamino y el sitio CG-9 con el caserío local SBa-518, situado a 2 km de distancia en el interior delcañón río Loa.

El Tramo 7 (Cerro Colorado-Santa Bárbara) vaen general de norte a sur por la banda occidentaldel Loa. Comienza en el Cerro Cirahue (SBa-162)y culmina en la Rinconada de Santa Bárbara (CartaIGM Estación San Pedro [4230-B/33]; FotogramasSAF 81 CH-30 S4-5 nº 022707-022710). Tieneuna longitud de 11.5 km y acumula una distancia

recorrida de 88.16 km. En el asentamiento SBa-162 puede haber habido un desvío al oeste delcamino hacia el Cerro Cirahue, en cuyo flanconorte existe una vía de características similares ala arteria troncal, pero no hemos encontrado lavía de conexión.

El Tramo 8 (Santa Bárbara-Incaguasi) se extien-de entre Santa Bárbara (SBa-109) e Incaguasi(Cartas IGM Estación San Pedro [4230-B/33] yConchi [4230-B/42]; Fotogramas SAF 81 CH-30S4-5 nº 022710-022715). Sólo tenemos constan-cia de que el camino va de sur a norte por la ban-da occidental del Loa desde unos pocos cientosde metros al norte de Incaguasi (ver más abajo).Tiene una longitud de 17.39 km y acumula unadistancia recorrida de 105.55 km.

El Tramo 9 y final (Incaguasi-Lasana) va de nor-te a sur por la banda occidental del Loa y se de-sarrolla entre Incaguasi (LR-1) y Lasana (CartaIGM Conchi [4230-B/42]; Fotogramas SAF 81CH-30 S4-5 nº 022715-022719). Tiene una longi-tud de 19.52 km y acumula una distancia recorri-da total de 125.07 km. Su conexión con Lasanaes un desvío al este, de igual característica a laarteria principal, que baja al valle a la altura delPucara de Lasana y llega al sector donde se en-cuentra la iglesia de la localidad.

Nuestra prospección demostró que, a diferenciade lo que señalan algunos autores (Risopatrón1924: 423; Le Paige 1958: 79), pero en parcialcoincidencia con lo que contradictoriamente mues-tra en su mapa el propio Le Paige (1958: Lám.XX), inicialmente el camino inca del Alto Loadiscurre de Miño al sur por la banda oriental delvalle, pasando por Esquina (RE-5) y Chela Inga(CH-1) hasta arribar a Desencuentro (DE-1), quees el lugar donde el camino vadea el río Loa(534.310 E / 7.614.097 N). Este punto señala ladivisión entre lo que –de aquí en adelante– lla-maremos “sector septentrional” (Miño-Desencuentro [tramos 1 a 3=47 km]) y “sectormeridional” (Desencuentro-Lasana [tramos 4 a9=78 km]).

Desde ese vado al sur, el camino discurre por labanda occidental del valle a distancias variablesdel río, pasando por Lequena Viejo (NA-7), Baja-da del Toro (CG-9) y Cerro Colorado-1 (SBa-162),lo que estaría en conformidad con lo indicado por

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los citados autores, pero esta vez en disconformi-dad con lo que aparece en el citado mapa de LePaige (1958: Lám. XX). Al sur de Taira, en laPampa Carrazana, el camino reaparece para tras-poner el Abra de Revinco, luego virar al sureste ybajar al valle del Loa poco antes de la quebradaQuinchamale, derrotero no considerado por estosautores, salvo Varela (1999: Fig. 1), quien integrainformación publicada por Berenguer (1994).

En el Tramo 8 (Santa Bárbara-Incaguasi) se pier-de prácticamente toda traza del camino y es dis-cutible si efectivamente pasa por SBa-109, co-rrespondiente a las ruinas de la Posta de SantaBárbara (Berenguer 1999: 48-49, 2004a: 311-315). En todo caso, lo más probable es que con-tinúe por el fondo del valle en dirección sur yque ascienda nuevamente a las pampas occiden-tales por algún punto aún no detectado. La ra-zón es que éste es el único tramo del trayectodonde el piso del valle es suficientemente anchoy topográficamente apto para trazar el caminoinca por el interior del cañón. De hecho, un ras-go lineal visible en la fotografía aérea de la con-fluencia de los ríos Loa y San Pedro y que cruzalongitudinalmente el lahar que existe en ese lu-gar (fotograma SAF 81 CH-30 S.4-5: nº 022711),podría corresponder a un segmento del camino.Consideraciones de seguridad, basadas en anun-cios de presencia de explosivos, impidieron ve-rificar esta hipótesis en terreno. El único dato desuperficie que da cierta validez a este hipotéticotrazado es el punto PH-2. Se trata de un cortosegmento de camino de calidad Menos que Re-gular, dotado de un muro de contención y denivelamiento para sostener la rasante. Cruza elSan Pedro al este de la unión de este río con elLoa. Su atribución a la vía incaica es, sin em-bargo, muy insegura. En los hechos, la traza delcamino inca sólo pudimos reencontrarla reciénal sur del Cerro Añil, siempre por la banda occi-dental del valle (CS-7). En seguida, el caminopasa junto a Incaguasi (LR-1) y prosigue hastapasar por los altos de Lasana, dirigiéndose apa-rentemente a Chiu Chiu y, eventualmente, a SanPedro de Atacama, posibilidades estas últimasque no fueron investigadas por estar fuera de losobjetivos del proyecto. A la altura de Lasana sedesprende hacia el este de la vía incaica un des-vío diagonal que conduce directamente al pucaraepónimo.

Características constructivas

Nuestra investigación evidenció que el caminoinca del Alto Loa dista mucho de las amplias cal-zadas empedradas, con banquinas, caminos cola-terales, muros en los costados, enrasamientos,adoquinados o emplantillados, sistemas de drena-je y de seis a 16 m de ancho que caracterizan alQhapaqñan en diversas partes de Ecuador, Perú yBolivia (Hyslop 1984: Figs. 2.2, 5.3, 15.1, 15.6,15.9, 15.17, 17.2, 17.4; Hyslop y Rivera 1984:39; Martin 2004 Ms). En nuestro caso se trata,más bien, de una modesta huella de 4 m de anchocomo promedio, construida por lo general median-te un simple despeje de piedras hacia los lados dela vía, formando rebordes que parecen ser más elproducto de la remoción que de unaintencionalidad propiamente constructiva. En al-gunos segmentos, uno o los dos lados presentanhileras continuas o discontinuas de piedras y enotros ni siquiera eso. Seguramente, estas demar-caciones servían para delinear el derrotero en tre-chos donde la traza del camino se tornaba difícilde seguir (Lynch 1995-1996: 191).

Al igual que en el “Despoblado de Atacama”(Hyslop y Rivera 1984: 36), la arteria incaica delAlto Loa posee diferentes apariencias en distintaslocalizaciones. Sus características constructivasvarían según discurra sobre superficie de arena,de roca sólida o de roca disgregada. Estos son losúnicos tipos de superficie presentes en el área,aunque en muchos trechos hay combinaciones dedos o tres de estos sustratos. En zonas arenosas,como en pampa Cuestecilla (p.e., CG-2), los cons-tructores de la vía modificaron la superficie delterreno cavando una leve depresión lineal (Figura2a). Una trinchera de 0.50 m de ancho por 7 m delargo cavada transversalmente por nosotros en unsegmento de este tipo (CG-13), mostró que ladepresión alcanza 6.5 m de amplitud y 26 cm deprofundidad máxima, pero que la superficie efec-tivamente apisonada por el tránsito cubre tan sólolos 3 m centrales de la traza. Este dato constituyeun aporte neto de la presente investigación al co-nocimiento de la variabilidad de las formas cons-tructivas del Qhapaqñan. Por otra parte, en zonasde roca desnuda (p.e., JB-1, AB-11), los construc-tores de la vía se limitaron a dejar la superficieintacta (Figura 2b) o a ribetear con piedras susbordes. En zonas de roca disgregada (p.e. MI-8,CS-3), tendieron a remover las piedras del centrode la vía, dejando rebordes o falsos muros latera-

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Figura 2. a) Camino inca soterrado en la arena al norte de Cerro Colorado (CG-2, Tramo 6); b) Camino inca sobre roca sólida al surde Incaguasi (AB-11, Tramo 9); c) Camino inca sobre roca disgregada al norte de Incaguasi (CS-3, Tramo 8); d) Cuesta con muro decontención poco antes de Lasana (RP-28, Tramo 9).

les (Figura 2c). En suma, el camino inca del AltoLoa se parece mucho a los segmentos viales es-casamente formalizados o de baja inversión detrabajo documentados en el “Despoblado deAtacama” (Niemeyer y Rivera 1983: 156, Foto 1;Hyslop 1984: Figs. 10.2, 10.3, 15.3; Hyslop yRivera 1984: 39) y en las cercanías de Catarpe yel río Salado (Lynch 1995-1996: Figs. 7, 8).

Señalemos, por último, que no encontramos evi-dencias seguras de construcción de viaductosincaicos para salvar quebradas hondas, como su-cede en otras regiones de los Andes (Hyslop 1984:317 y ss.). Posibles excepciones –altamente du-dosas, en realidad– son tres “puentes” alineadoscon el camino en el angosto estero Nacimiento,en Miño, dos de los cuales son rudimentarios pa-sos hechos con tierra y vegetación apelmazadas yun tercero construido con piedras. En cambio,

registramos 13 cuestas de diversas características.Cuando las laderas de las quebradas son de suavependiente y roca viva (p.e. OL-8), lo más usualfue acondicionar rampas diagonales, dotadas demodestos pircados a borde de quebrada para orien-tar la circulación. Cuando son de pendiente suavey sobre roca disgregada e inestable (p.e., RP-28),se construyeron rampas diagonales sin excavaciónen el declive, pero con nivelamiento de la super-ficie mediante material de relleno y muros decontención del lado de la quebrada (Figura 2d;Hyslop 1984: Fig. 15.18B). Otras veces trazaronangostas trochas ribeteadas con piedras que siguenlas sinuosidades de la pendiente (p.e., IC-15). Fi-nalmente, cuando las laderas son de pronunciadainclinación (p.e., NA-5), se construyeron escali-natas con peldaños o escalones labrados en la pro-pia roca o tallados en piedras traídas de un lugarcercano (Figura 3a), incluyendo situaciones en que

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Figura 3. a) Cuesta con escalinata al sur de Bajada del Toro (Tramo 6); b) Camino al sur de Quebrada Solche (Tramo 3); c) Caminoribeteado con taras (Fabiana densa) en Pampa Tarapata (Tramo 3); d) Asentamiento inca de Cerro Colorado-1 (SBa-162, Tramo 7).

se combinan ambos procedimientos (Hyslop 1984:Fig. 15.15A).

Determinantes topográficos

Existen varias razones que explicarían por qué elcamino inca discurre por la banda oriental del valleen el sector septentrional y por la occidental en elsector meridional. En el caso del primer sector,podría deberse a que el terreno es menos acciden-tado en las planicies orientales, ya que éstas son

cruzadas por alrededor de 25 quebradas tributariasdel Loa y unas 37 en las planicies opuestas. Ade-más, por el lado oriental del valle se evitan losextensos y crispados carcanales de la banda delfrente, cuya aspereza y agrietamiento son taninhibidores para la locomoción a pie, como lo fuemás tarde para el desplazamiento de vehículosrodados. De hecho, hoy los caminos de vehículosmotorizados soslayan esa banda, prefiriendo ellomo de la Cordillera del Medio. En cambio labanda oriental presenta un terreno relativamente

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más grato para la marcha a pie. Además, estádotado de agua permanente en algunas quebradasy de leña y forraje a través de todo el año, lo quecontrasta con el sequedal que impera en la otrabanda.

En el caso del sector meridional, la topografía delterreno parece ser un factor menos relevante comoexplicación del derrotero del camino, pues el nú-mero de quebradas es similar en ambas bandas(cerca de 27 en la occidental y unas 30 en la orien-tal). Este equilibrio se extiende a la dotación deleña y forraje, incluso a la provisión de agua, yaque en ninguna de las bandas existen quebradasde escurrimiento permanente, siendo el Loa y elrío San Pedro las únicas fuentes de este elemen-to. Un factor natural influyente, pero no determi-nante, para optar por el lado occidental del valle,podría ser la existencia de grandes extensiones desuperficies arenosas. Como no se trata de dunas,sino de llanuras de arena bien consolidada, ofre-cen menos resistencia a la marcha que las pedre-gosas y abrasivas superficies de detritos volcáni-cos que caracterizan a la banda opuesta. Con todo,creemos que el factor determinante para optar poreste derrotero en el sector meridional no fue es-trictamente de orden natural. Tal vez se buscó unamayor cercanía a los yacimientos cupríferos de laCordillera del Medio. Se sabe positivamente quelos minerales de Conchi Viejo, El Abra yChuquicamata fueron explotados por los incas(Núñez 1999; Salazar 2002) y estamos estudian-do evidencias de explotación cuprífera incaica enMiño, posiblemente en los yacimientos de la que-brada Conacona y vecindad inmediata.

Una de las características que más impresiona –sibien es propia del Qhapaqñan en muchas partes–es la rectitud del camino a través de largos tre-chos. Esta no es, por supuesto, una norma inva-riable. En nuestro caso, el rumbo general norte-sur del camino varía puntualmente al cruzar porquebradas importantes, eludir estribaciones mon-tañosas y grandes coladas de lava, pero, una vezsuperado el accidente, siempre recupera su recti-tud y dirección (Figura 3b).

Visibilidad del camino

El estado del camino en la actualidad es por logeneral tan segmentado, que rara vez es posibleseguirlo por trechos demasiado largos sin quedesaparezca (Hyslop 1991: 31). Dejando de lado,

por razones de espacio, la discusión del impactoantrópico, su conservación o degradación depen-de de varios factores naturales combinados queinciden en su visibilidad a ojo de prospector.

Uno de estos factores es la índole de la superficiepor donde atraviesa. Hyslop (1991: 29) sostieneque los incas no se molestaban en construir uncamino donde un sendero (en nuestros términos,una senda) era suficiente; a veces, incluso, po-dían conformarse con simples hitos que indica-ban el recorrido. Sin embargo, creemos que éstees pocas veces el caso en el Alto Loa. La desapa-rición del camino o su transformación en una sen-da responde muchas veces a cubrimientos de lavía. Los campos de arena, en particular, actúanen ciertos sectores como genuinos “sumideros”del camino, soterrándolo a intervalos por espaciode varios kilómetros (Figura 2a). Una medida dela intensa erosión eólica de estas planicies y desus efectos sobre construcciones incaicas, es lagran acumulación de arenas en el sitio Cerro Co-lorado-1 (SBa-162), al punto que muchas de susestructuras arquitectónicas se hallan casi entera-mente cubiertas por estos sedimentos. Creemosque estas condiciones dan cuenta de una parteimportante de las discontinuidades o interrupcio-nes que se observan en la arteria en estos tramos.

La roca desnuda (ignimbritas y calizas), en cam-bio, posibilita por lo general segmentos de visibi-lidad Nítida o Menos Nítida, ya que en estoscostrones los elementos de la traza no se soterranni se movilizan como ocurre en otros sustratos(Figura 2b). De ahí también que los mejores sec-tores para ubicar el camino incaico en terreno,sean, por lo común, las cejas de quebradas, don-de la erosión ha removido la arena y otros mate-riales sueltos que cubren la superficie de las pam-pas. En las aproximaciones a las barrancas asomaroca firme o desnuda, lo que, muchas veces, per-mite visualizar mejor el trazado del camino queen los interfluvios.

Distinto es el caso de las zonas con detritos vol-cánicos cuaternarios, que suelen ofrecer visibili-dades Regular y Menos que Regular. Es cierto queestos materiales imprimen un tono oscuro a lasllanuras, que contrasta con la tonalidad más claradel sustrato, evidenciando de esta manera el tra-zado de caminos y senderos, pero esto es másfactible mirando desde la altura. Este “efecto pi-zarra” es bastante notorio en las fotos aéreas, pero

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mucho menos acentuado cuando se está sobre elterreno. La situación es exactamente la contrariaen las planchadas de ignimbritas que afloran y sealternan con las cubiertas andesíticas y basálticas,donde el camino se vuelve invisible en las fotosaéreas y sólo se hace evidente cuando se caminapor la superficie.

Otro factor natural que afecta la preservación yvisibilidad del camino es el tipo de drenaje pre-valeciente. En el sector septentrional, las lluviaspueden alcanzar una intensidad de hasta 20 mmal día, cayendo sobre terrenos muy secos y de pocacapacidad de absorción (IGM 1990: 50), segura-mente por la impermeabilidad del sustrato de ce-nizas volcánicas. Como resultado, sobre losinterfluvios de las planicies se originan movimien-tos de aguas en manto, que no se infiltran en elterreno y que tampoco son interceptadas por lavegetación. De ahí que las pampas orientales, ve-cinas a la más lluviosa Cordillera Andina, exhi-ban múltiples evidencias de “erosión de arroyadaen rills” (sensu Derruau 1966: 236), las que sevisualizan como una red de surcos paralelos queen ocasiones tienden a cruzarse, incluso a con-centrarse, formando a veces quebradas someras.Pensamos que este tipo de erosión por el aguacorriente barre los vestigios del camino, afectan-do de manera sustantiva su preservación arqueo-lógica. Lo hace desmoronando hitos y moviendode su lugar las piedras que ribetean la arteria(cuando esto no lo producen los sismos), así comoborrando el lecho del camino y sus rebordes, yasea por extracción o por depositación de sedimen-tos. Con todo, son estas mismas condiciones demayor pluviosidad en el sector septentrional res-pecto del sector meridional, las que inciden deci-sivamente en situaciones como la que se observaen la Pampa Tarapata (Tramo 3, Chela Inga-Desencuentro), donde alineamientos de taras(Fabiana densa) acusan el trazado del camino(Figura 3c). Probablemente, la construcción de laarteria mediante leve excavación en el sustrato dearena, cenizas y otros materiales finamenteparticulados que caracterizan a esta pampa, atra-pa el agua en la depresión lineal durante un ma-yor tiempo, produciendo un crecimiento más den-so y feraz de este arbusto en uno de los bordes dela vía. No obstante, es el árido medio ambientedel Tramo 9 (Incaguasi- Lasana) el que posibilitala mejor preservación y visibilidad del camino entodo el trayecto. Virtualmente carente de lluviasy con mucho menos arroyadas, en este tramo no

hay casi movilización de los elementos de la tra-za, especialmente en las firmes y elevadas plan-chadas de calizas que asoman en ese sector cadaciertos trechos (Figuras 2b y 2c).

En suma, ciertas características ambientales comola litología de las penillanuras áridas del Alto Loa,así como los procesos erosivos, depositacionalesy bioclimáticos que las han afectado a lo largodel tiempo, son de suma importancia para enten-der el trazado del camino inca y su fragmentarioestado de preservación en el registro arqueológi-co. La alta segmentación de su traza –al punto desemejar hilvanes de diversa longitud– tiene granparte de su explicación en estos factores natura-les.

Asentamientos, marcadores y arte rupestre

Nuestra prospección detectó una serie de estruc-turas laterales que jalonan el camino inca del AltoLoa. Básicamente, consisten en 35 sitios con re-cintos y 63 apilamientos artificiales de piedras,ambos con una amplia variedad tipológica. Encambio, no se encontró ningún sitio de arte ru-pestre a lo largo de la vía o cerca de ella.

Asentamientos

Una primera categoría de sitios con recintos esaquella constituida por estructuras de plantasubrectangular o cercanamente rectangular. De los20 asentamientos menores registrados, seis caenen esta categoría. Con la sola excepción de RE-5,que está en el Tramo 2 (Esquina-Chela Inga), to-dos se localizan en el Tramo 9 (Incaguasi-Lasana).De los cinco asentamientos medianos, cuatro sonde recintos subrectangulares (CH-1, DE-1, CG-8,SBa-163). Los primeros tres son de afiliaciónincaica en origen, pero han sido radicalmentemodificados por arrieros y pastores durante losúltimos 460 años. De los 11 asentamientos mayo-res, nueve son de recintos subrectangulares (MI-1, MI-2, MI-3, NA-7, CG-9, SBa-518, SBa-162,SBa-109, LR-1) y pertenecen a diversos períodos.SBa-518 es un caserío local conectado por undesvío con CG-9, que fue ocupado durante elPeríodo Intermedio Tardío, con una muy proba-ble prolongación hacia el Horizonte Tardío, in-cluso hasta épocas posteriores al contacto. MI-1,MI-2, CG-9, SBa-162 y LR-1, en cambio, perte-necen a este último período y forman parte delsistema vial de los incas (Figuras 3d y 4a). NA-7

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es probablemente un asentamiento del HorizonteTardío, severamente alterado por un asentamientocolonial y/o republicano. MI-3 y SBa-109, final-mente, son asentamientos enteramente pertene-cientes al Período Colonial y/o Republicano.

Una categoría de sitios con recintos, que hace 20años intrigó a Niemeyer y Rivera (1983: Figs. 4,13-15, Fotos 19, 20) y a Hyslop (1984: Figs.10.9A, 10.10A y B) en sus respectivos estudiosde la ruta incaica del “Despoblado de Atacama”,fue aquella que este último autor denominó “ca-tegoría subcircular”, formada por estructuras deplanta circular, aproximadamente circular o enforma de coma. Son 22 sitios, que contienen unaa 20 estructuras, localizadas a uno o ambos ladosdel camino inca, y que aprovechan proteccionesnaturales, tales como desniveles de las plancha-das de ignimbritas, afloramientos rocosos o ba-rrancas. Aunque algunas veces contienen fragmen-tos de cerámica inca, no exhiben características

arquitectónicas incaicas y nunca aparecen combi-nadas con estructuras subrectangulares, exhibien-do, más bien, un aire arquitectónico local o regio-nal (Niemeyer y Rivera 1983: 157; Hyslop 1984:166-167; Hyslop y Rivera 1984: 38). Hyslop(1984) piensa que operaron como unidadeshabitacionales, ya que presentan implementos deuso diario, tales como fragmentos de cerámica,herramientas líticas, morteros, entre otros; añade,sin embargo, que sin fuentes de agua en una re-gión con recursos tan limitados, tienen que habersido aprovisionados desde otra parte. Niemeyer yRivera (1983) los caracterizan como “refugios”,“parapetos” o “paravientos”, en tanto que Hyslopy Rivera (1984) hipotetizan que se trataría de uni-dades de habitación de los trabajadores que cons-truyeron y/o mantuvieron el camino inca en esaparte de Atacama, o bien, campamentosestacionales de la gente local para la caza de avesy camélidos silvestres.

Figura 4. a) Asentamiento inca de Incaguasi (LR-1, Tramo 9); b) Paradero de caravanas junto a camino inca al norte de Esquina (RE-7, Tramo 1); c) “Puerta” de Sandía (SV-14, Tramo 9); d) “Puerta” de Lasana (RP-17, Tramo 9).

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Nuestra prospección en el Alto Loa arrojó 14 si-tios asimilables a esta categoría por la formasubcircular de la planta de sus unidades, por suconstrucción expeditiva, por la manera en que suemplazamiento saca partido de protecciones na-turales o “relieves negativos”, por el número va-riable de estructuras dentro de un sitio (una a 40unidades) y por su contigüidad a la arteria incaica.Varios de ellos coinciden o están en localizacio-nes cercanas a asentamientos incas (RE-7, OL-9,DE-4, CG-8, LR-2), pero no hay un solo caso enque se combinen estructuras de ambos tipos desitios (Figura 4b). En nuestra opinión estos sitios,como también los del “Despoblado de Atacama”,debieran interpretarse como paraderos de carava-nas de llamas, análogos a las jaras y jaranas queencuentra Nielsen (1997: Fig. 2) en los circuitosde tráfico de los actuales llameros del altiplanode Lípez. Esto explicaría por qué esta clase desitios se halla en fajas extremadamente desérticas,a lo largo de rutas de tráfico y en lugares confrecuencia distantes de las fuentes de agua. Ex-plicaría también por qué carecen de arquitecturainca. Serían obra de caravaneros que usaron laruta antes o después de la construcción delQhapaqñan en la región.9

Marcadores

Otra clase de estructuras laterales o asociadas ala vía es el marcador, conocido entre los lugare-ños como “pinino”. Por raro que parezca, segúnHyslop y Rivera (1984: 39) el camino del Desier-to de Atacama es la única parte de la red donde elcurso de la vía se halla marcada por apilamientosde piedras (sin embargo, ver Vitry 2002; Martin2004 Ms). Este es también el caso del camino incadel Alto Loa. Consisten en uno o más hitos cons-truidos con piedras sin labrar, hoy en su mayoríatotal o parcialmente derrumbados. Registramos 63de estos marcadores, clasificables en seis tipos:

1) simples apilamientos o pilas; 2) cónicos; 3)troncopiramidales; 4) alargados; 5) amorfos, y 6)con aletas.

Los hitos tipo pila son 54, suelen ser únicos, do-bles o triples y por su baja altura, parecen estarhechos para divisarlos desde una distancia relati-vamente corta. Aparentemente, son de data másreciente que el camino inca. De hecho, hemosobservado que estos rudimentarios apilamientosson una práctica de señalización que se mantienehasta la actualidad entre los pastores del valle. Loshitos tipo cónico, troncopiramidales, alargados yamorfos, en cambio, son lo suficientemente altoscomo para divisarlos a mucha a distancia y sue-len estar emplazados solos o en conjuntos, ya seaal borde del camino, en algún promontorio cerca-no, en abras o cerca de la ceja o borde superiorde las quebradas. En ocasiones (Tramo 7, CerroColorado-Santa Bárbara), hay varios de ellos pa-ralelos al camino (IC-0) y en otras (Tramo 9,Incaguasi-Lasana), forman hileras o alineamientosperpendiculares a la vía, con un par de ellosflanqueando los bordes de la arteria a modo de“puertas” (SV-14, RP-17). Similitudes formales yde emplazamiento respecto del camino incaico conaquellos reportados en otros trayectos de la re-gión (Niemeyer y Rivera 1983: Fotos 10, 17, 18;Hyslop 1984: Fig. 10.2; Hyslop y Rivera 1984:36; Lynch 1995-1996: Figs. 12-16), permitiríanasignar a SV-14 al Período Inca. Véase, por lodemás, Guamán Poma (1980 [1616?]: 326-327),donde se muestran hitos camineros similares aéstos. Muy probablemente, fueron el producto de“amojonamientos” como los descritos porGarcilaso de la Vega (Libro Nono, Cap. XIII: 587-591) para el camino inca en el “Despoblado deAtacama” (Niemeyer y Rivera 1983; Hyslop yRivera 1984). Las hileras de hitos que se extien-den a ambos lados de las dos “puertas” registra-das entre Incaguasi y Lasana (Figuras 4c y 4d),particularmente en el caso de SV-14, podrían serdemarcaciones territoriales o fronteras provincia-les, políticas, étnicas y/o rituales. Esta hipótesisha sido elaborada y discutida en un contexto másamplio por Sanhueza (2004), imprimiendo unaperspectiva etnohistórico-arqueológica y compa-rativa a un tópico de larga data entre los estudio-sos del sistema vial de los incas, pero que, hastala fecha, no ha sido abordado interdiscipli-nariamente y tampoco con profundidad de deta-lle. En cuanto a los hitos del tipo con aletas, sontambién suficientemente altos como para verlos a

9 Por ejemplo, en Chac Inca (590.029 E / 7.590.894 N, 4252m.snm), un sitio localizado junto a un camino inca que in-gresa de Chile a Bolivia con rumbo suroeste-noreste por elPortezuelo del Inca en dirección a Colcha K (Risopatrón1911: 132-133, 1918: 159-161, 1924: 175; ver plano del asen-tamiento en Risopatrón 1918: 159), constatamos la presen-cia de estructuras subrectangulares de mampostería incaicacerca de estructuras subcirculares interpretables como pa-raderos de caravanas. Pese a que a ambos tipos de estructu-ras se encuentran adyacentes, no se observa coalescenciaentre las unidades de ambos conjuntos.

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distancia, pero aparecen tanto en llanadas comoen aproximaciones a quebradas e invariablementeconstan de una sola unidad. Se trata de acumula-ciones de piedras de forma cónica o subpiramidal.Presentan dos pircas de extensión a modo de ale-tas, que en planta forman un arco siempre abiertoa uno de los nevados de la Cordillera Andina. Laestructura proporciona cierto refugio del viento.

A riesgo de parecer obvios, es importante no con-fundir estos marcadores camineros con lasapachetas (ver Pollard 1970: 278), ya que los pri-meros son el resultado de un solo evento de cons-trucción, en cambio las segundas lo son de múlti-ples eventos, donde el montículo se va formandopor el recurrente lanzamiento y acumulación depiedras (ver Hyslop 1984: Figs. 2.5, 11.9, 21.2 y21.3; Vitry 2002). Hyslop (1984: 311) aborda eltema de la supuesta invención de estos montícu-los por los incas y dice encontrar evidencia deque al menos tres apachetas estaban funcionandoen el tiempo del Imperio, pero reconoce que susobservaciones de campo son insuficientes para es-tablecer si esta tradición antecedió alTawantinsuyu. Por nuestra parte, no encontramosni una sola apacheta en el camino inca del AltoLoa, con la posible excepción del hito con aletasOL-23, que presenta una situación algo ambigua.En efecto, se observa claramente que sobre él sehan arrojado piedras al azar, que han ido cubrien-do la estructura original. En este sentido, podríadecirse que, con posterioridad a su construcción,el hito OL-23 ha experimentado un proceso de“apachetización”. Hecha esta salvedad, la ausen-cia de apachetas en el camino del Alto Loa (comotambién en el camino del “Despoblado”) sugiereque estos montículos ceremoniales no fueron pro-piamente ingredientes de la vialidad incaica. Dehecho, el trayecto de camino inca queprospectamos en el altiplano de Lípez10 , incor-pora la ritualidad de viaje preincaica de los “se-pulcros” (pozos de ofrenda de cuentas talladas enroca azul y en ceniza volcánica) en las tres abraspor las que cruza, pero, al igual que el caminodel Alto Loa, carece de apachetas (Berenguer yNielsen 2003 Ms). Este camino se introduce deChile a Bolivia por el Portezuelo del Inca. Pasapor las instalaciones incas de Laguna Ramaditasy Tambo Cañapa, dirigiéndose con rumbo 30° al

salar de Uyuni a través del Callejón Cañapa, La-guna Pampa, el río Pucara, la Pampa Río Potreroy el Abra de Tokhari K’asa, hasta arribar a la pe-nínsula de Colcha K. En cambio el camino históri-co que cruzaba la cordillera por el Paso de Ascotány enlazaba el Puerto de Cobija con Potosí (HitoLXX-Laguna Ramaditas-río Tapaquilchas-CuatroMojones-Vizcachillas-Alota), sí presenta apachetas.Esto sugiere que la ritualidad de viaje, tanto en elPeríodo Intermedio Tardío, como en el HorizonteTardío, se focalizaba en los “sepulcros”, en cam-bio la práctica relacionada con el culto de laapacheta ingresaría a esta región con posterioridadal contacto hispano (Berenguer y Nielsen 2003 Ms).En otras palabras, los datos del Alto Loa, de Lípezy, eventualmente, del “Despoblado”, clarificantentativamente la interrogante planteada por Hyslop(1984: 311): podría ser que estos montículos cere-moniales no sean anteriores a los incas y tampocouna invención incaica, sino que correspondan auna ritualidad de viaje posterior al Tawantinsuyu.

Contactos con otros tipos de vías

Existen varias vías de distintas naturaleza y épo-cas que “interactúan” de diversas formas con eltrazado del camino inca a lo largo de la ruta delAlto Loa.

Sendas

En varios trechos de los tramos 1 (Miño-Esqui-na), 2 (Esquina-Chela Inga), 3 (Chela Inga-Desencuentro) y 5 (Lequena Viejo-Bajada delToro), el camino inca se transforma en una an-gosta senda de 30 a 40 cm de ancho, particular-mente cuando discurre sobre arena. Nuestra inter-pretación de esos casos es que el camino ha sidoborrado por la erosión y que la senda es el pro-ducto del trajín de caminantes posteriores al Ho-rizonte Tardío (Figura 5a). Otra situación son lassendas igualmente angostas que cruzan la arteriaen numerosos puntos. Se trata en estos casos deun tráfico que, obviamente, no utiliza la arteria yque se efectúa para conectar ciertos lugares den-tro de una determinada localidad. Los puntos don-de se producen intersecciones muestran claramenteque estas sendas vecinales pasan sobre el camino,de manera que también son el producto de cami-nantes posteriores a los incas. En ningún lugardel trayecto Miño-Lasana encontramos “contac-tos” entre la vía inca y sendas que sean convin-centemente preincaicas o incaicas.

10 Proyecto FONDECYT 7010327 de Incentivo a la Coopera-ción Internacional.

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Figura 5. a) Senda sobre camino inca en Solche (TA-5, Tramo 3); b) Sendero tropero en primer plano y camino inca al fondo enSandía (SV-4, Tramo 9); c) Rampa de sendero tropero (superior) y de camino inca (inferior) en río Chela (CH-1, Tramo 3); d) Caminode carreta (izquierda) y camino inca (derecha) al sur de Esquina (Tramo 2).

Senderos troperos

La situación de los senderos troperos es más com-pleja. De todas las vías distintas al camino inca,este tipo es el que “interactúa” en forma más fre-cuente y variada con él, sugiriendo que hubo ciertaidentificación entre ambas lógicas de tráfico (Fi-gura 5b). En ocasiones, sus surcos paralelos (“ras-trillados”) o entrelazados (“trenzados”) siguen elderrotero del camino inca a cierta distancia, peroa veces lo cruzan (p.e., SV-3, -4) o se le superpo-nen (p.e., SV-1). Naturalmente, estos dos últimoscasos tienen consecuencias sobre la integridad dela arteria, ya que destruyen sus bordes u obliteransu traza, a veces por largos trechos. Por otra par-te, es suficientemente claro que –pese a frecuen-tes divagaciones laterales– los senderos troperostienden a seguir muy cercanamente el derroterodel camino en las zonas de interfluvio, pero alarribar a una quebrada importante, característica-mente eluden las empinadas cuestas incaicas, cru-

zándola por lugares diferentes aunque relativamen-te cercanos. En el cruce del río Chela, por ejem-plo, el sendero tropero hace uno de estos peque-ños rodeos (Figura 5c). Es también claro quemuchas veces los senderos troperos se apartan dela vía incaica cuando ésta pasa por carcanales yafloramientos de calizas, como si procurasen evi-tar terrenos de roca sólida. En otras palabras,mientras los senderos tienden a soslayar acciden-tes topográficos y ciertas superficies, el caminoinca corta a través de ellos. Por otra parte, la po-sibilidad de que estos senderos sean fruto de untráfico con caravanas de llamas es altamente fac-tible, pero debe evaluarse con prudencia. Aunqueen la región la llama se empleó como la principalbestia de carga hasta bien avanzado el siglo XVII,desde entonces fue rápida, si bien no totalmente,sustituida por la mula (Sanhueza 1991). Por tra-tarse de animales pesados, dotados de cascos yprovistos de herraduras, el impacto de estosequinos sobre la traza del camino es mucho más

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destructivo que las acolchadas patas de las llamaso que el calzado de simples peatones (Lynch 1995-1996). Frente a esto, sin embargo, se mantienefirme la evidencia de numerosos senderos troperosincuestionablemente preincaicos, especialmente entorno a la Rinconada de Santa Bárbara (Berenguer2004a: 304-332, Figs. 6.1, 6.2, 6.5, 6.7c, 6.11).Volveremos sobre este punto al final del artículo,al referirnos a la cronología.

Caminos de carretas

Los caminos de carretas, por último, presentan unasituación muy distinta a las sendas, senderos y ca-minos incas. Claramente su trazado responde a otrasexigencias de tráfico. Por tratarse de vehículos ro-dados, por lo general suelen desviarse considera-blemente de su trayectoria general, especialmentecuando deben superar quebradas muy hondas y deladeras demasiado empinadas. Tanto así, que sustrazados son fácilmente reconocibles en las fotosaéreas. Típicamente, hacen un largo rodeo, cruzan-do por cotas más altas que los senderos troperos yla arteria incaica, especialmente donde las quebra-das son menos profundas. Sus grandes ruedas, pro-vistas de huinchas de acero (véase ejemplares deestas carretas en el acceso al Pucara de Lasana yen la vecina localidad de Pona), son las responsa-bles de los profundos surcos paralelos que apare-cen en las zonas donde aflora roca firme. Estossegmentos de caminos carreteros tienen un anchopromedio similar al del camino inca (aprox. 4 m),nunca obliteran esta vía y rara vez corren paralelosa ella (Figura 5d). Sólo constatamos unas pocasintersecciones, particularmente al sur de Esquina ycerca de Desencuentro, donde ambos viales con-curren, en el primer caso por el angostamiento dela planicie y en el segundo, seguramente para apro-vechar el vado que existe en el lugar. En otras pa-labras, las huellas de carretas difícilmente se pue-den confundir con el camino inca.

Continuaciones, variantes y enlaces

Conexión con Collaguasi

En Miño, el camino que pasa por MI-2 (KonaKona-2) proviene del norte. Lo que no sabemoses si, en algún punto aguas arriba de este lugar,ocurre una confluencia entre el eje vial que pro-cede de Tarapacá (Santoro 1982) y el referido porLe Paige (1958) como bajando a Miño desde Ujinao se trata de la misma arteria. Este es un proble-

ma que sólo podremos dilucidar en otra investi-gación. Sea como sea, la arteria de Ujina es lamás probable conexión entre el camino inca delAlto Loa y el que pasa por el antiguo ComplejoMinero de Collaguasi (Lynch y Núñez 1994), unyacimiento que fue explotado en tiempospreincaicos, incaicos, coloniales y republicanostempranos (Núñez 1999: 185). Según este últimoautor, esta localidad presenta

“grandes corrales y abundantes bodegas, en par-te relacionadas con el recurso minero deCollaguasi, agregándose como el locus metalíferointermedio o número once a los diez descritos porRaffino (1981), básicamente entre las evidenciasdel valle de Camarones y el Loa Superior” (Núñez1999: 186; ver también Romero y Briones 1999).

Conexión con El Abra y Conchi Viejo

La relevancia de los hallazgos incaicos en el Com-plejo Minero San José del Abra (Núñez 1999;Salazar 2002), ya ha sido oportunamente resalta-da y no es necesario repetirla aquí. Baste señalarque es el más importante yacimiento cupríferoexplotado por los incas en el valle y tal vez en laregión. De ahí que sea crucial encontrar las víasque conectaron al camino del Alto Loa con loscampamentos mineros del yacimiento (Berenguer2004a: 311). Después de todo, Salazar (2002)postula la existencia de un importante “tambo”en Conchi Viejo, a medio camino entre El Abra yel cañón del Loa. Este lugar está casi equidistantede los sitios Cerro Colorado-1 (SBa-162) eIncaguasi (LR-1) y desde hace mucho se conocenlos hallazgos de Latcham (1928: 112, 118, Fig.69) en un cementerio de ese lugar, que incluyenun aríbalo y otras vasijas presumiblementeincaicas, acompañadas de piezas locales(Berenguer 2004a: 230).

Desgraciadamente, nuestros esfuerzos por encon-trar una conexión han sido hasta ahora infructuo-sos. Por ejemplo, al sur de Lequena Viejo (NA-7), al abrirse la extensa Pampa Cerrillos, podríadesprenderse del camino inca una variante haciael suroeste que pase al poniente del cordón CerroColorado para dirigirse a Conchi Viejo y El Abra,pero no logramos visualizar una bifurcación enterreno. Un reciente reconocimiento11 del sector

11 Realizado en vehículo junto a D. Salazar.

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situado entre los cerros Colorado y Pajonal, prac-ticado para evaluar esta posibilidad, no ofrecióevidencias, aunque sólo recorrimos el lado orien-tal de la quebrada y únicamente hasta el puntodenominado Abra de Justo. Por otra parte, al piede la ladera sur del Abra de Revinco, como tam-bién al sur y oeste de Cerro Guacho, nuevamentehay condiciones topográficas para que se despren-dan una variante de la arteria troncal que conduz-ca a Conchi Viejo y El Abra. De hecho, Le Paige(1958: 79; ver también Varela 1999: Fig. 1)hipotetiza un derrotero que podría calzar con es-tas localizaciones. No obstante, tampoco pudimosvisualizarlas. De ahí que sea válida la preguntade si, necesariamente, estas variantes de conexióndel camino inca con los yacimientos tuvieron untrazado de construcción formal, o más bien, fue-ron sencillos senderos troperos (D. Salazar, com.pers. 2004). Más al sur, en todo caso, los datosson algo más alentadores. Previsualizaciones derasgos lineales en fotografías aéreas, sugieren queuna variante proveniente de Conchi Viejo y ElAbra conecta con el camino inca en algún puntocercano al Cerro Añil (ver fotogramas SAF CH-30 S.4-5: nº 022712, 022713 y 022714). Le Paige(1958) plantea vagamente esta posibilidad, la quees recogida en el mapa de Varela (1999: Fig. 1) ycomentada por Salazar (2002). El último de estosfotogramas muestra muy claramente que el seg-mento de camino detectado al norte de Incaguasi(CS-2, 3, 5, 7), proviene de los faldeos orientalesdel Cerro Añil, aunque es cruzado por la línea delferrocarril Antofagasta-Bolivia y por la carreteraa El Abra. Razones de seguridad (el terreno exhi-be letreros advirtiendo la existencia de explosi-vos) impidieron la verificación de esta hipótesisvial en terreno.

Conexión con la zona norte de Lípez

La ruta a través del Portezuelo de Ascotán, ha sidosiempre para nosotros una buena candidata paraencontrar una conexión con la zona norte del alti-plano de Lípez. En particular, identificar una víaque partiendo del camino inca del Alto Loa, atra-viese el salar de Ascotán y el Portezuelo del Incahasta enlazar con el ramal incaico que detecta-mos al otro lado de la frontera con Bolivia(Berenguer y Nielsen 2003 Ms). Sabemos que porallí pasaron los senderos troperos que en el Pe-ríodo Intermedio Tardío unían a Lasana-Chiu Chiucon el altiplano (Berenguer 2004a) y también la

ruta histórica que conectaba la costa del Pacíficocon la región de Lípez y el altiplano de Potosí(SBa-203; Berenguer 2004a: Fig. 6.2). Efectiva-mente, durante el Período Colonial una de lasprincipales vías de articulación de la antiguaAtacama con el Alto Perú era aquella que comu-nicaba el enclave de Cobija con el Loa, siguiendosu curso hasta la localidad de Santa Bárbara, des-de donde enfilaba hacia el altiplano de Lípez através de Ascotán. La ruta continuaba porTapaquilchas (donde comenzaba la jurisdicción deLípez), Vizcachillas, Alota, Río Grande (en lascercanías de San Cristóbal) y de allí hacia loscentros mineros y urbanos de Porco y Potosí (Ca-ñete y Domínguez 1974 [1797]). Durante elsigloXIX, ésta continuó siendo la ruta principalde comunicación con el interior de Bolivia, y suutilización se vio incrementada con la instaura-ción oficial del sistema de “postas” o “tambos”(Cajías 1975).

Conexión con la zona sur de Lípez y elAlto Salado

Cabe la posibilidad que, del camino inca que bajaa la quebrada del Loa al norte de la QuebradaQuinchamale (IC-13), se desprenda un enlacehacia el oriente. Hipotéticamente, subiría por lacuesta que pasa por el caserío SBa-119 y se diri-giría a través del sendero SBa-202 (Berenguer2004a: 309) hacia las arterias altiplánicas o haciala que pasa por Inacaliri y la cuenca alta del ríoSalado (Varela 1999: 103). Aunque todavía nohemos explorado en terreno esta posibilidad conuna “hipótesis incaica” en mente, está dentro denuestros planes inmediatos.

Conexión con Chiu Chiu

De modo similar a como sucede en Miño, no hayduda que el camino inca que pasa por los altos deLasana continúa hacia Chiu Chiu. En nuestra pros-pección, sin embargo, logramos reconocer seg-mentos de esta vía únicamente hasta poco más alsur del ducto de agua que atraviesa el valle a laaltura de Lasana, después de lo cual desaparece,obliterada por múltiples vías de tráfico de dife-rente naturaleza y época imprecisable. En conse-cuencia, ignoramos si poco más adelante la arte-ria incaica desciende por el cañón y continúa porel piso del valle hasta el oasis de Chiu Chiu, obien, discurre por la planicie superior, para des-

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cender a este poblado sólo una vez que el cañóndesaparece, aguas abajo del sector Chacras Vie-jas. Lo más probable es que la vía haya continua-do al sur por la planicie superior, para evitar quelos animales de carga que transitaban por ellapasasen por los campos de cultivos del valle deLasana, bajando al mencionado oasis frente alasentamiento conocido como “Pucara de ChiuChiu” o, más probablemente, en el punto dondeestán las ruinas conocidas como “Chiu Chiu Vie-jo”, un centenar de metros al sur del puente queconduce al pueblo actual.

Sumario y consideraciones finales

Desde MI-2 en Miño (536023 E / 7659621 N,3932 m.snm) hasta RP-29 en Lasana (537950 E /7537707 N, 2677 m.snm), nuestra prospecciónarqueológica del Alto Loa cubrió 125.07 km li-neales y un desnivel de 1255 m. Los datos durosprovienen de cuatro expediciones efectuadas en-tre 2001 y 2003, en que se registraron 285 puntosde interés, e incluyen nueve tramos, irregularmenteespaciados de norte a sur (16.06 km; 8.01 km;22.93 km; 11.73 km; 10.15 km; 7.78 km; 11.5km; 17.93 km y 17.53 km, respectivamente); 44segmentos de camino de visibilidad Nítida, 51Menos Nítida, 59 segmentos Regular, 40 Menosque Regular y 95 Invisibles; tres posibles puen-tes; 13 cuestas; un ancho promedio de 4 m; 20asentamientos menores, cuatro asentamientosmedianos y 11 asentamientos mayores, y 54 hitossimples y nueve complejos.

Respecto a las interrogantes enunciadas al comien-zo del artículo, nuestro estudio micromorfológicode la ruta del Alto Loa ha generado nuevo cono-cimiento acerca de la vialidad inca, específica-mente en siete aspectos que hasta ahora permane-cían como vacíos de información o como puntoscontrovertidos:

1) Comprobamos sobre el terreno la existencia delcamino incaico, tantas veces referido por diversasfuentes, pero nunca investigado en forma siste-mática. En el curso de esta tarea, mapeamos yestablecimos detalladamente su derrotero, ratifi-cando en algunos casos lo señalado en las publi-caciones y corrigiéndolo en otros. Además, com-probamos la existencia de dos desvíos (a Bajadadel Toro y al Pucara de Lasana) e hipotetizamosun tercero (al Cerro Cirahue).

2) Describimos en detalle las características cons-tructivas de la arteria y las cotejamos con las deotros trayectos del desierto, aportando –con loscaminos por depresionamientos en arena– un nue-vo caso, que, hasta donde sabemos, enriquece elespectro de formas constructivas del Qhapaqñan.

3) Discutimos los determinantes topográficos deltrazado del camino, procurando explicar por quécorre por donde lo hace, cuestión que rara vez seaborda en esta clase de estudios.

4) Analizamos factores postdepositacionales na-turales que influyen en su preservación y, en últi-mo término, en su visibilidad a ojo de prospector,un aspecto tocado pero no suficientemente anali-zado por Hyslop (1984) y generalmente obviadopor otros investigadores. Con esto hacemos unacontribución metodológica para futuras investiga-ciones sobre el sistema vial de los incas, espe-cialmente en ambientes áridos y semiáridos.

5) Describimos, clasificamos y evaluamos la per-tenencia a los incas (o a otros grupos o épocas)de diferentes clases de sitios y rasgos localizadosa la vera del Qhapaqñan, incluyendo sitios derecintos subrectangulares y subcirculares, así comodiferentes tipos de marcadores camineros.

6) Comprobamos que no existen sitios de arterupestre a lo largo del camino o en localizacionesinmediatamente contiguas a éste. Más adelantecomentamos en forma más amplia este resultado“negativo”.

7) Describimos y analizamos zonas de contacto yde adyacencia entre la arteria inca y otras vías decirculación, proporcionando una inédita perspec-tiva procesual en la región sobre diferentes siste-mas viales. Como resultado, demostramos que elcamino inca hizo uso de rutas caravaneraspreincaicas y que el camino, pero principalmentela ruta, siguió empleándose a trechos durante losperíodos Tardío, Colonial y Republicano.

Por otra parte, nuestro análisis macromorfológicopermitió esbozar la extensión de la red vial incadentro del Alto Loa y más allá de este valle,hipotetizando continuaciones y ramales que co-nectan a la arteria del Alto Loa con puntos clavedentro de la economía del Tawantinsuyu, así comocon otros ejes viales del Qhapaqñan, contribuyen-do a avizorar cuál era la configuración global de

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la red incaica en el cuadrante noreste de la Re-gión de Antofagasta. Este análisis requiere, porsupuesto, mayor verificación en terreno y debieraser parte importante de las próximas investigacio-nes en el área. En particular, debiera prospectarsela proyección o continuación del camino haciaCollaguasi en el norte. Igualmente, debieran bus-carse posibles variantes, quizás más sencillas,hacia Conchi Viejo y El Abra en el oeste, comotambién posibles enlaces con el altiplano de Lípezy el Alto Salado en el este.

Hay varias reflexiones, proposiciones y proyec-ciones de la investigación que surgen de estosresultados y que son de importancia para la pre-historia de la Región de Antofagasta.

1) Respecto de la cronología de los ejes vialesdel Alto Loa (senderos, troperos, camino inca ycaminos coloniales), el escaso, pero indicativohallazgo de cerámicas Los Morros, Vaquerías yNegro Pulido Clásico en torno a la vía incaica,señala que la ruta (no el camino) fue transitada almenos desde el Formativo Medio y Tardío. Otrobloque temporal, esta vez más fuertemente repre-sentado que el anterior, es el Período IntermedioTardío, a través de la cerámica Ayquina, Dupont,Turi Gris Alisado, Turi Rojo Alisado, Turi RojoBurdo, Turi Rojo Pulido, Turi Rojo Revestido,Charcollo, Chilpe y Hedionda (Uribe y Cabello2004 Ms). Estos dos cuerpos de datos cerámicosseñalan claramente que, al igual que en el “Des-poblado de Atacama” (Niemeyer y Rivera 1983),la ruta por la que se trazó el camino inca en elAlto Loa no era prístina, sino secundaria, de ma-nera que está abierta la posibilidad de que algu-nos senderos troperos sean de data preincaica.Varios senderos y paraderos de caravanasejemplifican esta situación, pero su fundamenta-ción escapa a los objetivos del presente trabajo.El camino, en cambio, es de construcciónnetamente inca y fue usado durante ese período,como lo comprueba no sólo la arquitectura devarios asentamientos, sino también el hallazgo decerámica importada o local relacionada con losincas (Uribe y Cabello 2004 Ms), tales como TuriRojo Pulido, Turi Rojo Revestido Exterior/NegroAlisado Interior, Lasana Café Rojizo Pulido Ex-terior, Lasana Café Rojizo Pulido Ambas Caras,Inka, Diaguita, Saxamar y Yavi (Figuras 6 y 7).Una batería de 11 dataciones radiocarbónicas y20 termoluminiscentes (21 de las cuales caen en-

tre 1400 y 1600 DC) apoyan en forma indepen-diente la discriminación de estos bloques tempo-rales.

Por otra parte y siempre en este mismo sentido,nuestro estudio de las “zonas de contacto” entrela vialidad tropera y la incaica muestra que, envarios casos, corresponden a un tráfico posterioral Período Inca. Documentos de los siglos XVIIIy XIX indican la utilización del Alto Loa comoruta de correos colonial, como ruta militar paraabastecer a las tropas, como ruta ganadera hacialas tierras bajas y principalmente como ruta mi-nera (Magallanes 1912; Boletín de la Guerra delPacífico 1979: 115; Risopatrón 1911). A este trá-fico responde seguramente el hallazgo de cerámi-ca Turi Café Alisado y Santa Bárbara Rojo Bur-do, así como de loza, vidrio y otros artefactosposteriores al período de contacto. En síntesis, nohay duda de que el camino inca del Alto Loa seconstruyó sobre una ruta de tráfico preexistente(Hyslop 1992; Mostny 1949; Nielsen 1997 Ms),proceso en el cual se adoptaron, racionalizaron yformalizaron, en algunos casos, antiguos sende-ros caravaneros, pero tampoco hay dudas de queel camino (y la ruta en general) siguió usándosepor el tráfico tropero y arriero con posterioridadal Tawantinsuyu.

2) Desde Desencuentro al norte (sector septen-trional), es posible que el camino inca del AltoLoa sea, en gran parte, una vía de conexión o deentronque entre dos diferentes áreas de la ocupa-ción incaica en el valle. Los fundamentos de estaaseveración son principalmente cuatro: en contras-te con el sector meridional, esta vía: a) atraviesaáreas virtualmente despobladas; b) los hitos omarcadores camineros son más escasos, tipo-lógicamente menos diversos y constructivamentemás sencillos; c) las instalaciones incaicas sonmenos numerosas y, con la sola excepción deMI-1 y MI-2, son de menor tamaño y más sim-ples, y d) el hallazgo de cerámica atacameña esmenor y el hallazgo de cerámica tarapaqueña esalgo mayor.

Desde Desencuentro al sur (sector meridional), porotra parte, no hay razones topográficas, de natu-raleza de la superficie o de provisión de agua, leñay forraje que hayan forzado a trazar el caminopor la banda occidental. Es más, en el Tramo 7(Cerro Colorado-Santa Bárbara) el espolón for-mado por los cerros Blanco, Abra de Revinco y

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Figura 6. Cerámica incaica encontrada en el camino y en asentamientos laterales: a) Fragmentos de platos ornitomorfos tipo RojoRevestido Pulido Ambas Caras (TPA); b) Fragmentos de aríbalos tipo Inca Cusco Policromo (INK).

Las Papas, es una barrera que obliga a desviarprofundamente hacia el oeste el rumbo del cami-no y a superar una empinada cuesta, cosa que noocurre en la banda opuesta. Nos asiste la convic-ción de que el determinante de este derrotero esla localización de yacimientos cupríferos en laCordillera del Medio, particularmente, El Abra yConchi Viejo.

3) La reflexión anterior permite discutir –si bienno dilucidar– un punto que es central dentro de laproblemática sobre los intereses económicos delos incas en la región. Mientras Llagostera (1976;ver también Salazar 2002) postula que la ocupa-ción incaica tuvo una orientación agrominera yUribe y Carrasco (1999) sostienen que fue unaorientación más minera que agrícola, Núñez(1999) defiende la idea de que lo que en realidad

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Figura 7. Cerámica incaica encontrada en el camino y enasentamientos laterales: a) Fragmento de escudilla tipo IncaCusco Policromo (INK); b) Fragmento de aríbalo decorado tipoLasana Café Rojizo Revestido Exterior (LCE); c) Fragmento deescudilla decorada tipo Saxamar o Inca Pacajes (SAX).

atrajo a los incas fueron los minerales. El trazadodel Qhapaqñan en el Alto Loa por la banda occi-dental favorece fuertemente esta última posición.Aunque todavía no hemos podido detectar los ra-males que conectan los yacimientos con la víatroncal, es evidente que ésta discurre alineada conel eje norte-sur de la Cordillera del Medio. Pro-bablemente el trazado va haciendo un compromi-so entre la distancia a los recursos de esa cordi-llera y la distancia a los recursos del valle. Conestos antecedentes, sería conveniente abandonar

el tratamiento del tema en términos de “orienta-ciones económicas” prevalecientes, ya que esteenfoque pareciera haber agotado su vida útil y notener mucho valor heurístico. Proponemosfocalizarlo, más bien, en la discusión sobre losrecursos que primariamente atrajeron a los incasen la región. Así, es posible enfatizar que la mo-tivación fue minera, ya sea enfocada en la meta-lurgia (Núñez 1999), en la lapidaria (Salazar 2002)o en ambas, y que la agricultura (y el pastoreo)fueron actividades de apoyo a los contingentesmineros y caravaneros. En este sentido, la víatroncal y sus ramales servirían necesidades decomunicación, transporte y apoyo logístico parala explotación de recursos mineros valiosos.

4) El número, tamaño, complejidad y localizaciónde las instalaciones incaicas asociadas al caminoinca del Alto Loa, permiten hipotetizar sistemasde sitios laterales, organizados en tres niveles je-rárquicos: sitios primarios, destinados a activida-des administrativas; sitios secundarios, consagra-dos a alojamiento, abastecimiento y control delmovimiento de personas y animales; y sitios ter-ciarios, orientados a proveer refugio a los viaje-ros. En este modelo, el sistema del sector meri-dional estaría conformado por Cerro Colorado-1(SBa-62) como sitio primario; Desencuentro (DE-1), Bajada del Toro (CG-9), Santa Bárbara (SBa-109?) e Incaguasi (LR-1) como sitios secunda-rios; y múltiples estructuras unirrecintuales comositios terciarios. El sistema del sector septentrio-nal, en cambio, se halla más débilmente documen-tado. Estaría conformado por MI-1 y MI-2, comositios primarios; Chela Inga (CH-1) como sitiosecundario; y Esquina (RE-5) como sitio tercia-rio. Este escenario, por supuesto, cuestionaría aEsquina como cabecera de tramo, quedando eltrecho Miño y Chela Inga como un solo tramo.En todo caso, si el modelo referido es correcto ygeneralizable más allá del Alto Loa, y si el siste-ma anticipado para el sector meridional tiene asi-dero en la realidad, sería esperable encontrar otrossitios secundarios y terciarios entre Miño y el si-guiente sitio primario hacia el norte.

5) Está bien establecido que la riqueza del Impe-rio Inca se basaba no sólo en la explotación derecursos naturales de alto valor social y económi-co, sino también en el acceso a mano de obra(Murra 1978 [1955]). El sistema vial incaico es-taba en gran parte destinado a la obtención, ad-ministración, movilización y protección de estos

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contingentes (Hyslop 1984). Por esta razón, unode los factores preincaicos determinantes de laubicación de un camino inca era el patrón de asen-tamiento regional (Hyslop 1984: 249). Pensamosque en el sector meridional del corredor del AltoLoa, algunos sitios estuvieron funcionalmente vin-culados con caseríos locales preexistentes, que seconvirtieron en sitios satélites durante elTawantinsuyu. Probablemente, estas estanciasagropastoriles pasaron a ser asentamientos de ser-vicios, consagrados al abastecimiento de los si-tios laterales de la arteria y de los campamentosmineros de la Cordillera del Medio. El caso másclaro pareciera ser el caserío SBa-518 respectode Bajada del Toro, pero también podría ser elcaso del caserío SBa-41 respecto de Cerro Colo-rado-1 y de los caseríos SBa-103 y SBa-119 res-pecto de Santa Bárbara (SBa-109), aunque en esteúltimo lugar no hemos podido confirmar una ocu-pación incaica. Estas conexiones, así como laimportante presencia de cerámicas de la regióntanto en los sitios laterales como en la propia ar-teria, llevan a concluir que el involucramiento dela pequeña población local en las operacionesincaicas fue mucho más activo y directo de lo quepudiera pensarse. Por eso nos preguntamos si noserá estéril a estas alturas seguir discutiendo si elcontrol inca en la región fue indirecto (Llagostera1976; Salazar 2002; Uribe y Carrasco 1999) odirecto (Núñez 1999; Uribe y Carrasco 1999). Enesta etapa de la investigación, pareciera más pro-ductivo concentrarse en dilucidar los medios em-pleados por las autoridades incaicas para obtenerla participación de mano de obra local en los pro-yectos estatales.

6) Los caminos no son simples estructuras físicasque posibilitan el movimiento hacia o desde undeterminado destino y tampoco desempeñan fun-ciones puramente militares o económicas; son tam-bién poderosos instrumentos simbólicos para laconquista y la dominación (Witcher 1997). Es biensabido que los caminos incaicos operaban comoun símbolo o “bandera” del Estado Inca, por sugran visibilidad y la manera clara en que vincula-ban políticamente a los individuos con la autori-dad central (Hyslop 1984: 271, 341, citando aMurra 1978 [1955]). En este sentido, pensamosque el alineamiento del sitio Cerro Colorado-1(SBa-162) con el mítico Cerro Cirahue y con elsitio-tipo del estilo de arte rupestre de Taira y susmanantiales (ver Berenguer 1999), difícilmente es

una coincidencia. Intuimos que se trata de unpotente enunciado de poder, ideología ysimbolismo, mediante el cual los incas se apro-piaron y resignificaron un lugar ancestralmenteimportante dentro del paisaje sagrado de la po-blación del valle (ver discusión en Berenguer2004b), acaso para asegurarse el concurso de lamano de obra local. De ahí, probablemente, laexistencia de una cancha y un ushnu en CerrroColorado-1, dos rasgos arquitectónicos de impor-tancia ritual que son clave en la gestión adminis-trativa de los incas y en el manejo que hacían dela fuerza laboral. Postulamos como hipótesis detrabajo que, en su calidad de sitio primario delsector meridional del Alto Loa, Cerro Colorado-1fue un centro administrativo, donde periódicamen-te se convocaba a mineros, agricultores y pasto-res de las inmediaciones, para agasajos ceremo-niales organizados por las autoridades con moti-vo de prestaciones colectivas de trabajo al Esta-do. Las excavaciones que hemos realizado en estesitio han resultado consistentes con esta interpre-tación y serán materia de otra publicación.

7) El conocimiento arqueológico se construyesobre la base de evidencia positiva, pero tambiénsobre la base de “evidencia negativa”. En efecto,al igual que lo reportado en 12 tramos de cami-nos por Hyslop (1984) entre Ecuador y Chile (vertambién un décimo tercer trayecto en Hyslop ycolaboradores 1992), constatamos una total ausen-cia de arte rupestre en 125 km de camino inca delAlto Loa. Y eso que ésta es un área excepcional-mente rica en este tipo de manifestaciones(Berenguer 1999). Por lo tanto, al menos desde laperspectiva de nuestros datos, los grabados y pin-turas sobre roca no fueron un ingrediente de lavialidad incaica, y la controversia acerca de si enrealidad hubo un arte rupestre propiamente incaicoen la región (Berenguer 1999, 2004a; Gallardo etal. 1999; Gallardo y Vilches 1995; Núñez 1999;Varela 1999; Vilches y Uribe 1999), debiera ex-cluir al Qhapaqñan de la discusión (Berenguer2004b). Sobre todo tomando en cuenta nuestroargumento inicial, basado en Hyslop (1984) yNielsen (1997 Ms), de que el Alto Loa es un árearelativamente aislada y desolada, donde la con-servación arqueológica es excelente y los compo-nentes incaicos –incluyendo un supuesto arte ru-pestre inca– debieran ser más evidentes que enzonas más densamente pobladas, debido a que lasinfluencias culturales locales son mínimas.

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8) También es necesario referirse al significadode las conexiones del camino inca del Alto Loacon Lasana. La desviación del camino que se pro-duce al sur de la “puerta” RP-17 y continúa enlos puntos RP-25, 26, 27, 28 y 30, desciende porla cuesta RP-29 e irrumpe en la quebrada del Loajusto frente al Pucara de Lasana. Pese a que Rydén(1944) excluye al río Loa de la esfera de influen-cia de los incas, en su descripción de este pucaraadmite que, tanto los muros hastiales como lasventanillas en forma de cruz de una de las estruc-turas pueden ser elementos arquitectónicosincaicos. El sitio es hoy día un monumento na-cional y no está permitido excavarlo, pero análi-sis de cerámica de superficie indican una ocupa-ción entre los siglos XIII y XVI, que incluyemomentos posteriores al contacto entre indígenasy españoles (Ayala y Uribe 1994; Berenguer2004a). En otras palabras, si bien la cerámica pro-piamente inca encontrada en la localidad es esca-sa (Pollard 1970: 302), el pucara efectivamenteestuvo ocupado durante el dominio incaico de laregión. Una parte importante de la producción dealimentos y de otros enseres en Lasana tiene quehaber sido canalizada por los incas hacia los cam-pamentos mineros cercanos, incluyendo ConchiViejo y El Abra. El flujo de suministros hacia estosdos últimos puntos debe haberse efectuado a tra-vés de la mencionada desviación, para retomar eltroncal del Alto Loa hacia el norte. Con esta hi-pótesis en mente, sería conveniente en el futurorevaluar la cronología y funcionalidad del sitio demuros y cajas RanL-348A, situado al frente de lacuesta RP-29, así como de los 10 a 15 “refugiosde plataforma” del sitio RanL-344 (Pollard 1970),a través de los cuales pasa dicha cuesta. Podríanser manifestaciones locales del ceremonialismo ydel caravaneo por el Qhapaqñan durante elTawantinsuyu. Asimismo, sería conveniente dilu-cidar más adelante si el “único caso de tumbaspreparadas con adobes estructurados” (son almenos 100 cámaras rectangulares subterráneas conparedes de piedras de lajas, Rydén 1944), delespacialmente segregado cementerio Los Antiguos(RanL-347) de Lasana, “es poco frecuente en laregión”: a) porque allí se enterró una poblaciónintrusiva de origen altiplánico (Núñez y Dillehay1979); b) porque allí se inhumaron individuospertenecientes a la élite local (Berenguer 2004a);o c) porque allí se colocaron los restos de los másaltos estamentos de funcionarios incaicos del AltoLoa.

9) Resta por último discutir críticamente la ideamencionada al comienzo del artículo de que elcamino del Alto Loa fue el trayecto local del “ca-mino costero”, “camino de los llanos” o “caminoreal de la costa”. Es cierto: a) que su proyecciónmás lógica hacia el norte debiera empalmar conlos segmentos de este camino identificados porSantoro (1982) y, quizás, con los reportados porNúñez (1965) en la Región de Tarapacá y haciael sur, con los segmentos de este caminoprospectados por Hyslop (1984), Iribarren yBergholz (1971) y Niemeyer y Rivera (1983) enel “Despoblado de Atacama”, que parecen corres-ponder al eje longitudinal que pasa por el nortede Chile; b) que hasta ahora no existe ningúnantecedente publicado de un camino incalongitudinal al oeste de la Cordillera del Medio,es decir, que pase por la Pampa del Tamarugal yel desierto central; c) que desde la perspectiva delos recursos hídricos, el Alto Loa se halla muchí-simo mejor dotado que sectores situados en lati-tudes equivalentes del Desierto de Atacama, lo queno es un dato irrelevante en términos de logísticadel tráfico; y d) que el patrón de hallazgo de ce-rámica inca o imperial en el camino del Alto Loase ajusta al encontrado por Hyslop (1984) yNiemeyer y Rivera (1983) en el camino del “Des-poblado” (ver Uribe y Cabello 2004 Ms) y difieredel reportado hasta la fecha en el camino del AltoSalado (Varela 1999).12 Todo esto es rigurosamentecierto, sin embargo, todavía no podemos descar-tar que un troncal incaico –aún no encontrado–haya discurrido por el desierto central. Localizareste presunto troncal escapa a los objetivos denuestra investigación, pero es una tarea que sedebieran afrontar en el futuro.

Por otra parte, no puede pasarse por alto que enUjina, Le Paige (1958) reporta una bifurcacióndel camino inca, con una arteria que se dirige al

12 Es más, en los sitios MI-1 (Tramo 1, Miño-Esquina) y SBa-162 (Tramo 7, Cerro Colorado-Santa Bárbara) existen losporcentajes de cerámica Inka Cusco Policromo (INK) másaltos de la región (12% y 9%, respectivamente). Sería ten-tador (y probablemente acertado) sugerir que el consistentehallazgo de cerámica de esta índole en el Alto Loa y en el“Despoblado”, y su baja representatividad en otras zonas,obedece a que en los primeros dos casos se trata de cami-nos “principales” y en el segundo, de caminos “secunda-rios”. Sin embargo, compartimos por ahora la cautela ex-presada por Martin (2004 Ms) en otro contexto, en el sen-tido de no jerarquizar prematuramente caminos cuyafuncionalidad todavía desconocemos.

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sur por el Alto Loa y otra que lo hace más al este,por los salares de Carcote o San Martín y Ascotán,presentando al sur nuevas bifurcaciones. En efec-to, aparte de una referencia muy general e indi-recta de Mostny (1949: 180) en cercanía al CerroPabellón del Inca (cerca de Collaguasi), práctica-mente todo lo que se tiene en la literatura publi-cada es la aseveración de Le Paige (1958: 79-80)en el sentido de que el camino inca viene del nortepor el altiplano tarapaqueño y que en Ujina sedivide en un brazo que desciende por el Alto Loay otro que lo hace por los salares de Carcote yAscotán. Más específico es el derrotero quehipotetiza Raffino (1981) entre Sibaya y Turi.Sobre la base de antecedentes bibliográficos (ar-queológicos y documentales), el autor une sitiosmixtos (incas y locales), sitios puros (incas sincontacto local) y sitios incas referidosetnohistóricamente, para postular el siguiente re-corrido: Sibaya-Sacaya-El Tojo- Huayco-Pabellóndel Inca-Miño-Cebollar-Ascotán-Cupo-Turi. Contodo, el autor no se hace cargo de la bifurcaciónen Ujina, indicada por Le Paige, fundiendo, alparecer, las dos vías en una sola. En otras pala-bras, los incas pueden haber tenido no uno, sinotres o más caminos longitudinales de acceso porel norte al territorio atacameño (además, por su-puesto de varios caminos transversales odiagonales). De ahí que la noción de un único“camino longitudinal de la costa” aparezca, almenos por el momento, más como unamistificación derivada de las fuentes documenta-les, que como una realidad. Para usar términos denavegación electrónica: el Qhapaqñan en la Re-gión de Antofagasta y eventualmente en muchasotras partes, pareciera organizarse o articularse demanera “hipertextual”, con “links” para múltipleslados. A medida que los trabajos en terreno vayanlevantando información específica y tangible so-bre la traza y el derrotero de la red vial incaica,prevemos que las bifurcaciones, variantes y enla-ces serán más la regla que la excepción, confor-mando una red mucho más redundante de lo quesupusieron previas investigaciones del Qhapaqñany, por cierto, de lo que plantea la incipiente teoríageneral en arqueología sobre caminería en socie-dades complejas (p.e., Earle 1991; Trombold 1991;Witcher 1997). Consideraciones de variaciónestacional en las condiciones de tránsito por al-gunas zonas, de flujo más directo y expedito dela información, de rápida movilización de tropas,de conectividad con focos productivos importan-

tes no necesariamente alineados con uno u otroeje vial y, quizás, de diversas fases de la ocupa-ción cuzqueña del espacio regional, entre variasotras, pueden explicar esta “hipertextualidad” dela red.

Digamos para finalizar que, mirados los resulta-dos de nuestra investigación desde una perspecti-va “panandina” (sensu Hyslop 1984: 337), apor-tamos argumentos factuales y conceptuales a latarea de ampliar, revisar y confirmar conclusio-nes y observaciones de otras investigaciones enlos Andes acerca de la unidad y la diversidad delQhapaqñan. Mirados desde una perspectiva regio-nal, en cambio, utilizamos los datos de la investi-gación para iluminar algunos aspectos que son devital importancia para evaluar el complejo y aúnno bien entendido proceso histórico de la Regiónde Antofagasta en tiempos del Tawantinsuyu. Dadoque los caminos constituyen evidencias tangiblesde vínculos culturales, económicos y sociopolíticosa través del espacio (Trombold 1991), la investiga-ción arqueológica de la red vial de los incas en elAlto Loa ofrece una oportunidad poco común paraabordar estos aspectos en la región. Estamos cier-tos que este género de investigación contribuiráno sólo a sentar las bases para una primera sínte-sis regional sobre el trazado de esta red en tierrasatacameñas, sino también a perfilar mejor el pro-ceso de construcción del espacio provincial porlos incas en la antigua Atacama.

Reconocimientos Agradecemos a Mauricio Uribey Gloria Cabello por los análisis de cerámica en-contrada a lo largo del camino, y a esta última ya nuestro memorista Carlos González por su par-ticipación en la prospección de varios tramos delcamino. La Dirección de Obras Hidráulicas deCalama facilitó alojamiento para el equipo en elembalse de Conchi y la Empresa de ServiciosSanitarios de Antofagasta hizo lo mismo en laCaptación Lequena. Estamos también muy agra-decidos de Luisa Huánuco y familia, quienes con-tinuamente nos facilitan dependencias de su es-tancia para guardar nuestros equipos de campo.Nos sentimos igualmente en deuda con JuanGalleguillos, Nicolás Aimani y Marino Gabriel,quienes compartieron generosamente con nosotrossus conocimientos sobre el área de estudio. Ade-más, Marino y su esposa, Juana Chayapa, nosacogieron cálidamente en su estancia de Chela conmotivo de nuestras expediciones.

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JOSE BERENGUER R., IVAN CACERES R., CECILIA SANHUEZA T., PEDRO HERNANDEZ V.

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