El proyecto rioplatense de una congregación francesa agonizante

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El proyecto rioplatense de una congregación francesa agonizante: “Mon voyage à Montevideo” de Pierre Donat Desde mediados del siglo XIX, numerosas congregaciones religiosas europeas, sobre todo francesas e italianas, llegaron a Iberoamérica con el declarado apoyo de las Iglesias y de las sociedades locales. En relación a los institutos franceses, el proceso ha motivado pocos trabajos científicos en Europa. Las investigaciones han puesto énfasis en las obras congregacionistas en África, a las que también otorgaron especial atención los boletines misioneros del siglo XIX. Los viajes de religiosos a las Américas, Oceanía y África del Sur se vieron eclipsados por las noticias provenientes del África subsahariana, lo que constituye, para Elizabeth Dufourcq, una paradoja. La historiadora sostiene que esta información se difundía ampliamente, con el propósito de apelar a la generosidad de los católicos y financiar las misiones africanas, con muy escaso respaldo local. «De ce fait, -señala Dufourcq- les Français s’accoutumèrent à penser que les missions religieuses et le sous-développement allaient toujours de pair, alors qu’au contraire leurs prêtres et leurs religieux expatriés participaient surtout au développement des pays qui devenaient prospères». 1 Por otra parte, a excepción de las publicaciones, en general de tono apologético, provenientes de las propias congregaciones, 1 Elizabeth DUFOURCQ, Les aventurières de Dieu, Paris, 2009, p. 492. Ver también : p. 449-450

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El proyecto rioplatense de una congregación francesa agonizante: “Mon voyage à Montevideo” de Pierre Donat

Desde mediados del siglo XIX, numerosas congregaciones religiosas europeas,

sobre todo francesas e italianas, llegaron a Iberoamérica con el declarado apoyo de las

Iglesias y de las sociedades locales. En relación a los institutos franceses, el proceso ha

motivado pocos trabajos científicos en Europa. Las investigaciones han puesto énfasis

en las obras congregacionistas en África, a las que también otorgaron especial atención

los boletines misioneros del siglo XIX. Los viajes de religiosos a las Américas, Oceanía

y África del Sur se vieron eclipsados por las noticias provenientes del África

subsahariana, lo que constituye, para Elizabeth Dufourcq, una paradoja. La historiadora

sostiene que esta información se difundía ampliamente, con el propósito de apelar a la

generosidad de los católicos y financiar las misiones africanas, con muy escaso respaldo

local. «De ce fait, -señala Dufourcq- les Français s’accoutumèrent à penser que les

missions religieuses et le sous-développement allaient toujours de pair, alors qu’au

contraire leurs prêtres et leurs religieux expatriés participaient surtout au développement

des pays qui devenaient prospères».1 Por otra parte, a excepción de las publicaciones, en

general de tono apologético, provenientes de las propias congregaciones, tampoco son

numerosas las investigaciones realizadas en América Latina, en este caso en el Cono

Sur. Las obras de mayor interés se han focalizado en institutos femeninos, consagrados

a la educación. Nos referimos a los trabajos de Sol Serrano y Alexandrine de la Taille

para Chile, de Cynthia Folquer para el Noroeste argentino y de la autora para Uruguay.2

Este artículo se refiere a un caso bastante excepcional. Se trata de la Société de

Saint-Joseph, instituto religioso masculino que desapareció tanto en Francia como en

América Latina y cuya rama femenina sobreviviente -les Petites Soeurs de Saint-Joseph

de Montgay- ha custodiado la memoria de modo selectivo. Para este estudio, han sido

muy valiosas las obras que, en los últimos veinte años, Eric Baratay, Bruno Carlier y

1 Elizabeth DUFOURCQ, Les aventurières de Dieu, Paris, 2009, p. 492. Ver también : p. 449-4502 Sol SERRANO (ed.), Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile, 1837-1874, Santiago de Chile, 2000; Alexandrine DE LA TAILLE, Educar a la francesa. Anna du Rousier y el impacto del Sagrado Corazón en la mujer chilena (1806-1880), Santiago de Chile, 2012; Cynthia Folquer, “Razones para un exilio. Los viajes de Fray Boisdron (1876-1924) como camino interior”, en Sandra FERNÁNDEZ, Patricio GELI y Margarita PIERINI (dir.), Derroteros del viaje en la cultura: mito, historia y discurso, Rosario, 2008, p. 205-219; Susana MONREAL, “Las propuestas educativas francesas en Uruguay en el siglo XIX”, Prisma, 20 (2005), p. 49-98.

Victor Degorgue consagraron a esta congregación y a su peripecia en Francia.3 En

relación con la presencia de la congregación en Uruguay, hemos investigado en los

archivos del instituto, en Fontaines-sur-Saône (Lyon, Francia), y en archivos de

Uruguay, en especial el Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo, que conservan

información dispersa sobre el tema.

Este trabajo se inicia con la presentación de la Sociedad de San José y el estudio

de su experiencia rioplatense, la fundación de una colonia agrícola que constituía una

alternativa salvadora para una congregación muy debilitada en Francia. La concreción

de la obra motivó, en 1890, el traslado a Uruguay de Pierre Donat, el superior del

instituto, quien redactó un interesante diario de viaje titulado Mon voyage à Montevideo.

La segunda parte del artículo se centra en el análisis de esta obra y se detiene en las

representaciones que contiene en relación con Francia, Uruguay y el proceso

secularizador de las últimas décadas del siglo XIX.

La Sociedad de San José y su proyecto en el Río de la Plata

Las nuevas congregaciones europeas representaron un aporte innovador en toda

América Latina: la vida comunitaria se complementaba con un intenso trabajo educativo

o social. En algunos casos, renovaron la tradicional vida conventual colonial y, en otros,

constituyeron la primera manifestación de la vida consagrada. Esto último ocurrió en

Uruguay, donde la vida religiosa había sido muy limitada durante la colonia y donde

monseñor Jacinto Vera, cuarto vicario apostólico desde diciembre de 1859, promovió la

llegada de nuevos institutos.

En una sociedad en lento y complejo proceso de modernización de la producción

y del comercio, de urbanización, de alfabetización y secularización, de consolidación de

las funciones del Estado, las autoridades eclesiásticas contarían con las congregaciones

como aliados constantes, en la defensa de la autonomía de la Iglesia, en la afirmación

del catolicismo misionero y en la “cruzada” contra los primeros impulsos

secularizadores. En cuanto a Francia, desde mediados del siglo XIX, la restauración

3 Eric BARATAY, Le Père Joseph Rey, serviteur de l’enfance défavorisée. Une expérience d’insertion au XIXème siècle, Paris, 1996; Eric BARATAY, « Affaire de moeurs, conflits de pouvoir et anticléricalisme: la fin de la congrégation des Frères de Saint-Joseph en 1888 », Revue d'histoire de l'Église de France, 84 (1998), p. 299-322 ; Eric Baratay, Pour une relecture de la correction des enfants au XIXe siècle: l'exemple de l'institution du père Rey, en Bernard DELPAL y Olivier FAURE (dir.), Religion et enfermements (XVIIe-XXe siècles), Rennes, 2005, p. 33-53; Victor DEGORGUE, L’œuvre de l’Abbé Joseph Rey et la Société de Saint-Joseph. La colonie agricole de Sacuny à Brignais (Rhône). 1884-1888, Saint-Genis-Laval, 1994. Sur la Société après la mort de Joseph Rey: Bruno CARLIER, Sauvageons des villes, sauvageons aux champs. Les prises en charge des enfants délinquants et abandonnés dans la Loire (1850-1950), Saint-Etienne, 2006, p. 180-277.

católica se había manifestado, entre otros aspectos, en la fundación de congregaciones

religiosas que dieron a la Iglesia nuevo dinamismo. Por otra parte, la salida de

misioneros hacia tierras de ultramar se asoció a la expansión comercial y a la difusión

de la cultura francesa. Algunos cambios se evidenciaron en las últimas décadas del

siglo, cuando el desarrollo de la legislación anticongregacionista motivó la partida de

institutos, que buscaron en otras tierras, más o menos cercanas, un refugio o la

posibilidad de un renacimiento.4

De Rey a Donat: vicisitudes de la Sociedad de San José

A partir de 1856, veintiuna congregaciones arribaron a Uruguay, trece institutos

femeninos y ocho masculinos -entre los cuales se contaba la Compañía de Jesús, que

retornaba después de su segunda expulsión del territorio. Los otros veinte institutos

tenían origen diverso y pertenecían, en su mayoría, al ciclo de renacimiento de la vida

religiosa del siglo XIX.5

El primer religioso de la Sociedad de San José6 llegó a Montevideo, en

diciembre de 1888.7 Integraba una de las numerosas fundaciones de la región de Lyon,

fruto del segundo impulso congregacionista de la década de 1830.8 En 1835 el P. Joseph

4 Bernard Hours, Législation et exil congréganiste de l'Ancien Régime à la République opportuniste, en Patrick CABANEL y Jean-Dominique DURAND (dir.), Le Grand exil des congrégations religieuses françaises 1901-1914, Lyon, 2005, p. 22; Sol SERRANO (ed.), Vírgenes viajeras… [ver n. 2], p. 23.5 Las obras francesas fueron: Orden de la Visitación de Nuestra Señora (1856), Padres Betharramitas (1869), Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl (1870), Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi (1874), Hermanas del Buen Pastor de Angers (1876), Padres Lazaristas (1880), Sociedad de San José (1888), Hermanos de la Sagrada Familia de Bellay (1889), Hermanas de San José, actualmente de Montgay, y Hermanas de San José de Saint Jean de Maurienne (1890). Los institutos italianos: Hijas de Maria Santísima del Huerto (1856), Padres Salesianos (1878), Hijas de María Auxiliadora (1878), Padres Palotinos (1886), Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia (1889), Padres Capuchinos (1890) y Hermanas Terciarias Capuchinas, actualmente de la Madre Rubatto (1892). Deben agregarse las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción, llamadas Alemanas (1884), las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, fundación argentina (1890) y la Compañía de Santa Teresa de Jesús, obra española (1891). 6 Sobre la Sociedad de San José y su fundador, el P. Rey: Eric BARATAY, Le Père Joseph Rey, serviteur de l’enfance défavorisée… [ver n.3]; Eric BARATAY, « Affaire de mœurs … » [ver n.3]; Eric Baratay, Pour une relecture de la correction des enfants au XIXe siècle… [ver n.3]; Victor DEGORGUE, L’œuvre de l’Abbé Joseph Rey… [ver n.3]; Pierre ZIND, Une Société de Frères Enseignants spécifiquement au service des refuges pénitentiaires ou colonies agricoles au XIXe siècle (extrait), Paris, 1977; René GARRAUD, Historie de la vie et des oeuvres du R. P. Joseph Rey , Cîteaux, 1891; J. [Joseph-Abel] GUILLERMAIN, Le Révérend Père J. Rey fondateur de la Société de Saint-Joseph. Notes biographiques, Cîteaux, 1885.7 LYON, ARCHIVES DES PETITES SOEURS DE SAINT-JOSEPH DE MONTGAY [=APSSJ], Annales de Cîteaux 1881-1894, fº 181-195; R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo. Cîteaux, 1892, p. 49.8 Peter ZIND, Les nouvelles congrégations de Frères Enseignants en France, de 1800 à 1830 , Saint-Genis-Laval, 1969, t. 1, p. 330.

Rey9 concretó su obra, reconocida por el obispo de Lyon en 1853. La Sociedad de San

José se consolidó como una congregación de hermanos, dedicada primeramente a la

rehabilitación y educación de jóvenes detenidos en las cárceles y de niños huérfanos o

abandonados, como consecuencia de los cambios industriales y demográficos de la

región. Más tarde, Rey orientó su acción hacia la creación de colonias penitenciarias

agrícolas, en las que el trabajo sería el medio más efectivo de moralización y

evangelización. La más importante de estas colonias estuvo ubicada, entre 1846 y 1888,

en la antigua abadía del Císter, expropiada por la revolución, destinada luego a

proyectos fantasiosos, y finalmente improductiva. El P. Rey la convirtió en un

establecimiento de referencia, que decayó dramáticamente después de su muerte.

Joseph Rey había designado al padre Pierre Donat10, su colaborador directo

desde 1850, como su sucesor a la cabeza de la obra. Desde un principio, Donat, quien

carecía del carisma y del ascendiente del fundador, tuvo dificultades en la dirección del

instituto.11 Numerosos hermanos solicitaron autorización a Mons. François-Victor Rivet,

obispo de Dijon, para dejar la congregación y las denuncias se multiplicaron.

Finalmente, en 1878, Rivet apartó a Donat de su cargo y lo envió a Roma bajo pretexto

de hacer aprobar las reglas de la Sociedad por la Santa Sede. Sin embargo, la muerte de

Rivet, en 1884, propició el retorno de Donat, reinstalado en el Císter, desde 1879, y

reelegido superior de la congregación, en 1887. Por entonces, las divisiones internas, las

tensiones entre los religiosos y los burgueses lioneses que sostenían el instituto, y la

oposición de las autoridades penitenciarias se asociaron al anticlericalismo creciente y

tornaron la situación insostenible.

Finalmente, en 1888, las graves denuncias de abusos de un colono, huido del

Císter en el mes de junio, provocaron un escándalo y la intervención del gobierno. En

9 Joseph Rey (1798-1874) nació en Pouilly-les-Fleurs. En 1815 ingresó al seminario menor de Verrières, pasando luego al de Argentière y al seminario mayor de Saint-Irénée. Fue ordenado sacerdote a los 23 años, y en 1826 fue designado párroco en Mizérieux. Entre 1829 y 1834, se desempeñó como capellán de la congregación de las Hermanas de Jesús-María, en Fourvière. Muy sensible a la gravedad de la “cuestión social”, Rey fue encargado de la atención de los jóvenes detenidos en las prisiones de Lyon, donde reclutó a los primeros hermanos. En 1835 fundó la Sociedad de San José, que instaló su primera obra en Oullins. En 1846 se organizó la colonia penitenciaria agrícola del Císter. De fuerte carácter y salud endeble, el fundador murió en el Císter a los 76 años.10 Pierre Donat (1825-1895) Nació en Vernaison, estudió en Largentière, fue ordenado sacerdote en 1848 y en 1850 se integró a la congregación de Joseph Rey. Superior del instituto desde 1876, fue sustituido por el padre L. Bérerd, por decisión del obispo de Dijon. A partir de 1888, el P. Claude Marie Coeur lo enfrentó desde la colonia de Saint-Genest-Lerpt. Donat murió en el Císter en 1895. Los restos de los padres Rey y Donat se conservan y veneran en la capilla de la casa madre de las Petites Soeurs de Saint-Joseph de Montgay.11 Eric BARATAY, « Affaire de mœurs… » [ver n. 3], p. 302-303; Bruno CARLIER, Sauvageons des villes … [ver n.3], p. 255-258.

setiembre fue derogado el decreto imperial que reconocía la utilidad pública de la

congregación y, en diciembre, los religiosos fueron obligados a abandonar las colonias y

los niños residentes en las colonias del Císter, Brignais y Saint-Médard fueron

trasladados a establecimientos estatales. En el Císter solo quedaron los más pequeños,

residentes en el asilo que administraban las hermanas de San José.12 En palabras de

Pierre Donat: «C’était au plus fort de nos malheurs».13

La propuesta de un “rico americano”

En estas circunstancias, en setiembre de 1888, el padre Donat volvió a tener

noticias de Montevideo y de una propuesta que había recibido con escaso interés, diez

años antes. En noviembre de 1878, en ocasión de su estadía en Roma, Donat había

tenido un encuentro casual, en la abadía trapense delle Tre Fontane, con Félix

Buxareo14, «un riche Américain, venu en Europe avec l’intention de chercher une

Communauté religieuse qui consentit à fonder dans sa patrie, à Montevideo, une

Colonie agricole»15. La respuesta de Donat, a la propuesta de Buxareo de enviar

religiosos al Río de la Plata, había sido poco alentadora.16 En Roma, Donat conoció

también a dos religiosos franceses, los padres Augustin Dulong17 y Auguste

Etchécopar18, este último superior general de la Sociedad de Sacerdotes del Sagrado

12 En 1892, el Consejo de Estado rechazó la apelación de la congregación y la Sociedad de San José se vio obligada a vender las colonias. Bajo el nombre de Petites Soeurs de Saint-Joseph de Montgay, la rama femenina de la Sociedad se estableció muy cerca de Lyon y extendió su obra en América Latina. Eric BARATAY, « Affaire de mœurs… » [ver n. 3], p. 301-302; 1846-1946. Centenario de la fundación de la Congregación de las Hermanitas de San José de Montgay- Lyon, Buenos Aires, 1946.13 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 172.14 Félix Buxareo y Reboledo (1833-1901) Hacendado, político y filántropo, nació y murió en Montevideo. Integró la Junta Económico-Administrativa de la ciudad, la Comisión Nacional de Caridad y fue senador de la República. De su primer matrimonio con María Josefa Oribe, tuvo un hijo varón, Félix. Viudo, en 1870 contrajo matrimonio con Sofía Jackson Errazquin; no tuvieron hijos. 15 R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage … [voir n. 4], p. 49; APSSJ, Correspondencia del P. Pierre Donat, Carta de Donat a la comunidad del Císter, Roma, 27 de noviembre 1878 ; Annales de Cîteaux 1881-1894, fº181. En el diario de la comunidad, el 26 de noviembre de 1888, se lee: «M. Bucharéo (sic) et Mme. Bucharéo sont venus nous visiter il y a 10 ans. Ils auraient voulu emmener tout de suite du monde».16 En carta de 1878, tras el relato de su encuentro con Buxareo, Donat comentaba irónicamente: «Je lui expliquai alors que - hélas! - nous n’en étions pas encore à fonder des colonies à 20 lieues de tour, pas plus qu’à bâtir des châteaux en Espagne». APSSJ, Correspondencia del P. Pierre Donat, Carta de Donat a la comunidad de Cister, Roma, 27 noviembre 1878.17 Augustin Dulong (1836-1919), sacerdote betharramita. Nacido cerca de Lourdes y educado en Betharram, llegó a Buenos Aires, en 1860, donde integró la comunidad del colegio de San José. En 1875 pasó a Montevideo como superior de la comunidad. En 1897 retornó a Betharram. como consejero general de la congregación, siendo trasladado finalmente a España, donde murió. 18 Auguste Etchécopar (1830-1897) sacerdote betharramita. Nació en Saint-Palais, fue ordenado sacerdote en 1854 y, al año siguiente, ingresó al instituto. Pasó la mayor parte de su vida en Betharram, como maestro de novicios y secretario del P. Garicoits, secretario general de la congregación, asistente general del P. Chirou, segundo superior general y, finalmente, tercer superior general, desde 1874. Impulsó la obra misionera visitando Argentina y Uruguay, entre 1891 y 1892.

Corazón de Jesús de Betharram, instalada en Montevideo desde 1869. De regreso en el

Río de la Plata, el padre Dulong se transformaría en el nexo entre Pierre Donat y el

proyecto de fundación en Uruguay.19 En setiembre de 1888, siempre a través de Dulong,

Juan Dámaso Jackson20, cuñado de Buxareo, insistió en la propuesta. Con la calurosa

aprobación del obispo de Montevideo, Mons. Inocencio-María Yéregui21, Jackson

solicitaba a Donat el envío de un delegado que pudiera estudiar, en el lugar, las

posibilidades de la obra. Esta vez la respuesta de Donat fue afirmativa.

Como todas las congregaciones llegadas al Cono Sur, la Sociedad de San José,

en circunstancias penosas, encontró en Montevideo una demanda precisa, condiciones

políticas de mínima seguridad y apoyo financiero para embarcarse en una empresa, en la

que le iba la vida. En Uruguay, la Iglesia católica atravesaba un período complejo,

resultado de la interacción de factores diversos: ambiente filosófico marcado por

corrientes de pensamiento progresivamente anticristianas, influjo creciente de la

masonería en el gobierno, conjunción de tensiones y conflictos de larga data, desarrollo

de la militancia de los grupos católicos, presiones a favor de la consolidación del poder

del Estado.22 El llamado “viraje anticlerical de 1885” había culminado con la aprobación

de la ley de matrimonio civil obligatorio y de la “ley de conventos”, que otorgaba al

gobierno el derecho de inspección en las casas religiosas. Desde entonces, el clima de

relacionamiento entre el Estado y la Iglesia cambió de manera indiscutible. La voluntad

reformadora de la jerarquía, los religiosos residentes en el país y la burguesía católica se

asociaron entonces para atraer a nuevas congregaciones.23

19 En 1882, Dulong escribió a Donat, insistiendo en el proyecto de la escuela agrícola. La respuesta volvió a ser negativa. R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage… [voir n. 4], p. 12.20 Juan Dámaso Jackson Errazquin (1833-1892), hijo del británico John Jackson y de Clara Errazquin Larrañaga, nació en Montevideo y estudio con los padres jesuitas en el Stonyhurst College (Inglaterra). Entre 1851 y 1858 realizó prácticas comerciales en Gran Bretaña y Estados Unidos. A su regreso a Montevideo, se dedicó a las empresas familiares. En 1861, se casó con Petrona Cibils Buxareo; no tuvieron hijos. Fue empresario, estanciero y banquero, y brindó amplio apoyo a numerosas obras católicas de educación y beneficencia. 21 Carta de Dulong a Donat, Montevideo, 6 setiembre 1888; carta de Dulong a Donat, Montevideo, 15 setiembre 1888; carta de Inocencio-María Yéregui, a Juan D. Jackson, Montevideo, 19 setiembre 1888, cit. en: R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 9-15. El original fue consultado en: MONTEVIDEO, ARCHIVO DE LA CURIA ECLESIÁSTICA [=ACEM], Libro de Notas nº V, mayo 1884-febrero 1889, fº335-337. La carta original está fechada el 17 de setiembre de 1888.22 Gerardo CAETANO y Roger GEYMONAT, La secularización uruguaya (1859-1919), Montevideo, 1997, p. 70-71.23 Sol SERRANO (ed.), Vírgenes viajeras… [ver n. 2], p. 27.

Una colonia agrícola en el campo uruguayo

El Uruguay moderno y disciplinado del último cuarto del siglo XIX se parecía

poco al Estado Oriental de 183024. En la nueva república receptora de inmigrantes se

había desarrollado un nuevo estilo empresarial en el campo y en la ciudad; coexistían la

primera diócesis católica, enseñanza primaria obligatoria, universidad positivista y

conciencia nacional más definida. Entre estas transformaciones se destacó el impulso

dado a la educación y la importancia que la sociedad uruguaya, desde las diversas

posiciones políticas, filosóficas y religiosas, otorgó a esta dimensión de su desarrollo.

En 1887, diez años después de aprobada la reforma escolar25, había en el país 366

escuelas públicas, con 30.572 alumnos, y 441 escuelas privadas, con 21.810 alumnos.26

Según el Informe de la visita ad limina de Mons. Yéregui, de julio de 1888, había en el

país 74 escuelas católicas -33 colegios congregacionales, 24 escuelas dirigidas por

organizaciones laicales y algunos colegios parroquiales, de presencia inestable.27

Además, en 1876, se había fundado, en Montevideo, el primer instituto católico de

estudios superiores, que funcionaría como Universidad Libre o Católica, entre 1878 y

1885.28

En este contexto, se planteó la iniciativa de fundar una escuela agrícola, la

primera en un país de economía agrícola-ganadera, que basaba su crecimiento en los

cambios técnicos y en el aumento de la producción. En Roma, Félix Buxareo había

propuesto a Pierre Donat crear «une Colonie agricole, où les enfants du pays seraient

élevés dans les principes chrétiens et formés à l’agriculture».29 En 1888, el padre

Dulong, completaba la idea y trataba de hacerla comprensible para otro cura francés: «Il

24 El territorio de la actual República Oriental del Uruguay fue conocido como “Banda oriental” -ubicada al este del río Uruguay- desde el siglo XVI y pasó a denominarse “Provincia Oriental” en el período revolucionario. El término “oriental” fue el primer gentilicio utilizado en la región y, aún en la actualidad, “oriental” y “uruguayo” pueden ser usados como sinónimos.25 El 24 de agosto de 1877 fue aprobado el decreto-ley de Educación Común, que estableció la educación primaria gratuita y obligatoria en todo el país. Si bien el proyecto original promovía también la educación laica, finalmente el artículo nº 18 estableció: “La enseñanza de la Religión Católica es obligatoria en las Escuelas del estado exceptuándose a los alumnos que profesen otras religiones y cuyos padres, tutores o encargados, se opongan a que la reciban”. José Pedro Varela (1845-1879), director de Instrucción Pública, fue el promotor de la llamada “reforma escolar”.26 Eduardo ACEVEDO, Anales históricos del Uruguay. Montevideo, 1934, t. IV (1876-1894), p. 458.27 ACEM, Informe de la Visita ad limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 julio 1888, fº16-24. En 1896, los colegios congregacionales habían ascendido a 49. ACEM, Informe de la Visita ad limina de Mons. Mariano Soler a Roma, Montevideo, 1896, fº26-35.28 La ley del 14 de julio de 1885 mantuvo cierto grado de libertad en los estudios secundarios, pero eliminó la libertad de los estudios universitarios, restableciendo el monopolio del Estado en ese ámbito. Matías ALONSO CRIADO, Colección legislativa de la República Oriental del Uruguay. Montevideo, 1886, p. 175-186.29 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 49.

s’agit ici, non pas de détenus ou vagabonds, mais surtout d’enfants de familles pauvres

de la ville et de la campagne. Les premiers, fils d’Européens, français, espagnols ou

italiens, se formeraient aux métiers de leurs parents; les autres apprendraient à cultiver

avec intelligence leur sol encore vierge et si fertile d’ailleurs».30

La fundación implicaba un cambio significativo para la congregación del padre

Rey, que pasaría de trabajar con jóvenes delincuentes a tratar con jóvenes campesinos, a

quienes no había que encerrar ni castigar, sino disciplinar y educar para el trabajo. Se

trataba de instalarse en una tierra nueva, que producía mucho y bien, en el seno de una

sociedad de inmigrantes y de una cultura débilmente cristiana.

Si bien la sociedad uruguaya tenía una clara matriz católica, la Iglesia nunca

había representado una fuerza institucional de peso. Uruguay, la “Banda oriental” del

período colonial, ocupaba una región colonizada y evangelizada en forma tardía y había

nacido como una república de cristianismo débil, de población rural poco arraigada y

sin hábitos sacramentales, y de escasas y pequeñas ciudades. El puerto de Montevideo

se caracterizaba por una sobria religiosidad de inspiración franciscana, por la falta de

sacerdotes y por una organización eclesial insignificante.31 La llegada masiva de

inmigrantes, de variado origen, aumentaba la complejidad de la sociedad local. En este

contexto, el concurso de una congregación entrenada en la educación de jóvenes para el

trabajo era imprescindible para el avance de la obra proyectada.

El proyecto “salvador” para una congregación en crisis

El llamado desde Montevideo resultó una tabla de salvación y la ocasión de un

nuevo comienzo para la Sociedad de San José. Uruguay aparecía como la “patrie

adoptive”, el “sol hospitalier” e incluso la “terre promise”.32 La crisis de la

congregación, asociada a problemas económicos y vocacionales pero también morales,

hacía que el alejamiento, no solo de Borgoña, sino de Francia, representara una

posibilidad de renacer. Desde Montevideo, Dulong interpretaba y probablemente

idealizaba las nuevas circunstancias: «L’occasion est favorable sous tous rapports. Ici,

on vous tend les bras avec amour; en France, on vous persécute et on vous ravit vos

30 Carta de Dulong a Donat, Montevideo, 6 setiembre 1888, en R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 10.31 S. MONREAL “Iglesia Católica en el Uruguay. Bosquejo histórico y análisis bibliográfico”, XX Siglos, 46 (2000), p. 49-62.32 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 75, 178 y 68.

enfants pour en faire des soldats». Agregaba: «Vous avez tout à gagner; un jour viendra

où la colonie d’Amérique sera la petite Providence de la maison mère».33

Las Américas -del Norte y Latina- fueron consideradas, por numerosas

congregaciones europeas, una gran oportunidad. Por la demanda misionera o por la

vocación de apertura de algunas fundaciones, la implantación de obras religiosas

francesas venía desarrollándose desde 1840; la misma se aceleró a partir de 1880 por las

amenazas y los ataques vividos, sobre todo por las congregaciones masculinas.34 El

exilio conducía, con frecuencia, a tierras completamente desconocidas, sin embargo la

interpretación de los sucesos en clave providencialista o los recursos psicológicos de

idealización de la tierra nueva resultaban, por lo menos, consoladores. Ambas actitudes

se detectan en el caso de Pierre Donat. Por un lado, el “martirio” y la “Cruz” se

presentan como los impulsos redentores para el establecimiento en tierras de misión:

«Voilà, sur la terre d’Amérique, la Société de St-Joseph propriétaire d’un vaste terrain et d’une belle habitation. Cet établissement, fondé au prix de la générosité d’un grand chrétien, est aussi le prix et la récompense de la souffrance et des humiliations. C’est par la voie du martyre qu’il a fallu passer pour s’implanter au Nouveau-Monde. Comme Jésus a fondé l’Eglise par sa Croix, c’est aussi par la Croix que ses disciples s’établiront.»35

Por otro lado, el país receptor parecía despertar los mejores impulsos en los religiosos o

las mayores esperanzas en los superiores: «Et d’abord, j’ai ici sous les yeux une

excellente communauté, où tout le monde est plein de piété et de zèle. J’en suis très

édifié, et je ne doute pas que les vertus de nos Frères, de nos Sœurs (…) n’attirent les

bénédictions du ciel sur l’Oeuvre naissante»36

Asimismo, la instalación en Montevideo podía transformarse en un reto

innovador. Como se ha dicho, los josefinos no reeducarían jóvenes cercanos al delito

sino que formarían niños del campo, muy diferentes de los campesinos de su región de

origen. Chicos rústicos, grandes jinetes iletrados, que no sabían escribir su nombre “pas

plus que les enfants des guerriers Mérovingiens”, pero que maravillaban a los recién

llegados en el manejo del “lasso” y la “boléadora” -el lazo y las boleadoras.37

Finalmente la internacionalización temprana, iniciada por otras congregaciones,

no necesariamente francesas, implicaba una presencia previa que operó como estímulo y

33 Carta de Dulong a Donat, Montevideo, 6 setiembre 1888, en R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 10-11.34 Claude LANGLOIS, Catholicisme, religieuses et société. Le temps des bonnes sœurs, Paris, 2011, p. 126.35 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 175.36 Ibidem, p. 78.37 Ibidem, p. 79.

como contención. En tal sentido, fueron de gran valor los apoyos espirituales y

materiales que las congregaciones se prestaron unas a otras, sin que pesaran las

nacionalidades. Los padres betharramitas, los padres palotinos y las hermanas vicentinas

acogieron y respaldaron a los recién llegados.

Un viaje de “explorador38

Precisamente cuando los hermanos eran expulsados del Císter, y ante los

insistentes llamados de Montevideo, el 5 de diciembre de 1888 se resolvió que un

delegado de la congregación viajara a América del Sur. Veinte días más tarde, el padre

Robert39 llegó a Montevideo, con una lista de condiciones, elaborada por Donat, para

evaluar la posible fundación de una escuela agrícola.

A fines de enero de 1889, llegaba al Císter la primera carta «du cher exilé de

Montevideo»: «Les nouvelles qu’il donne ne peuvent être meilleures. Tout va pour le

mieux. Que Dieu nous soit en aide! »40 Una nueva misiva arribó el 7 de febrero:

«Jusqu’ici tout va à merveille. Il semble que Dieu en nous affligeant d’un côté veut nous

donner quelques consolations de l’autre»41 Un mes más tarde, se ordenaba la evacuación

definitiva del Císter; una nueva carta del padre Robert devolvió cierta esperanza a la

comunidad: «Père Supérieur nous fait voir le plan des futures constructions de

Montevideo, qu’a envoyé au Père Robert. Cela nous fait rire. On pense à l’avenir».42

Donat había elaborado un proyecto detallado de la escuela agrícola, que incluía

un asilo para niños menores de 7 años, a cargo de las hermanas; una escuela primaria

para niños menores de 10, también supervisada por las religiosas; y una escuela

orientada al aprendizaje de la agricultura o de un oficio, dirigida por los hermanos.43

Con noticias muy alentadoras, el P. Robert volvió al Císter, a fines de julio de 1889. En

noviembre, acompañado por ocho hermanos, retornó a Uruguay para fundar la Escuela

38 «Veuillez seulement faire le voyage en explorateur». Carta de Dulong a Donat, 6 setiembre 1888, en R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 10.39 El P. Robert [?] tenía cerca de 35 años, provenía de Saint-Pierre-de-Boeuf, diócesis de Lyon, y había ingresado a la congregación siete u ocho años antes. APSSJ, Annales de Cîteaux 1881-1894, fº181 y 181v.40 Ibidem, fº 183 v. 41 Ibidem, fº184. 42 Ibidem, fº186v.43 APSSJ, Annales de Cîteaux 1881-1894, fº 182-183; “Colegio de San José del Manga. Programa del establecimiento”, El Bien, Montevideo, 5 marzo 1893.

agrícola de San José del Manga44. «Cette fondation est comme l’étoile des mages qui

nous dit: espérez !» 45

Mon voyage à Montevideo

La firma definitiva del acuerdo de cesión de tierras para la instalación de la

escuela agrícola exigía la presencia en Montevideo de Pierre Donat, como superior de la

Sociedad de San José. El 3 de octubre de 1890, Donat se embarcó hacia el Río de la

Plata; lo acompañaban dos religiosos y el primer grupo de hermanas.46 Dejaba por unos

meses la obra del Císter, prácticamente en ruinas.

Con esperanza e indudable curiosidad, Donat inició la travesía y, a partir del 6

de octubre, escribió las ocho cartas que enviaría periódicamente a la pequeña

comunidad sobreviviente en el Císter.47 En 1890, las cartas fueron impresas en el Císter,

para que el padre de Donat, nonagenario y con poca visión, pudiera leerlas. Una

segunda edición, corregida y aumentada por el viajero, data de 1892, e incluye

«quelques lettres omises et contenant des notions historiques sur la République

Orientale de l’Uruguay, une description plus ample des pays parcourus».48 Fue

publicada bajo el título Mon voyage à Montevideo y su autor se presentaba como R.P.D.

[Révérend Père Donat], si bien firmaba como «P. Donat» una breve introducción

dirigida «A nos jeunes imprimeurs».49

Las misivas que llegaron al Císter tenían el claro propósito de mantener el

contacto con los niños y con los religiosos, de sostener su buen ánimo y de enseñar

siempre. Las publicadas en el libro revelan motivaciones más complejas, sobre todo la

de potenciar el futuro de la congregación y de su obra. Donat agradece, con frecuencia y

44 La escuela se fundó en la chacra -granja- de la familia Jackson en la zona del Manga. que debe su nombre al arroyo que la atraviesa. En 1799, Manuel Errazquin y Pedro Berro, casados con Josefa y Juana Larrañaga, compraron una chacra, en la zona del Manga. Hacia 1830, John Jackson, esposo de Clara Errazquin Larrañaga y padre de Juan D. Jackson compró su propia chacra, que sería heredada por sus hijos.45 APSSJ, Annales de Cîteaux 1881-1894, fº 191-196v. Los ocho hermanos fundadores fueron : «F. Jean-Louis, né Albouy; F. Antonin, né Grèzes; F. Dorothée, né Escoffier; F. Philomin, né Constant; F. Calixte, né Baylly; F. Léopold, né Muller; F. Félix, né Charpentier; F. François, né Besson». Ibidem, fº 193v.46 Ibidem, fº210-211. Las ocho hermanas fundadoras fueron: «Sr. Suzanne, de Lyon; Sr. Sérapie, du diocèse de Movez; Srs. Clotilde et Éléonore, du diocèse du Puy; Sr. Alexandrine et Sr. Olympe, du diocèse de Rodez; Sr. Adrienne du diocèse de Lyon et Sr. Chantal de la Suisse». Ibidem, fº 211.47 Ibidem, fº211-215. Las cartas fueron despachadas en Burdeos, Lisboa, Dakar y Río de Janeiro, hasta llegar a Montevideo. Donat residió en la escuela del Manga, entre el 25 de octubre de 1890 y el 6 de enero de 1891, y regresaría a Francia por la misma ruta.48 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. II.49 R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo. Cîteaux (Côte-d`Or), Imprimerie de l’Ecole Saint-Joseph, 1892, 231 p.

enfáticamente, a los donantes y a todos los bienhechores de la escuela del Manga, y

ofrece rica información sobre las tierras en las que el instituto iniciaba una etapa nueva.

Por lo dicho, no se trata de cartas que se refieran ni a un periplo personal ni a una

experiencia íntima; son textos en los que el autor selecciona cuidadosamente lo que

trasmite y se cuida de expresar las emociones del momento.

La versión final, publicada en 1892, sigue el estilo de los diarios de viaje de

tantas congregaciones.50 Por lo general, estos escritos relataban un viaje que solía tener

momentos difíciles, interpretados siempre como manifestaciones de la voluntad divina.

Además, quienes escribían, Donat en este caso, asumían propósitos edificantes - «Tout

ce que je vois, tout ce que j’observe, je vous le raconte, afin de vous instruire et de

développer ainsi votre jugement et votre intelligence»51- y ponían el acento en el valor

de la obra misionera, lo que justificaba el propio viaje y lo cargaba de sentido - «Le

chercheur d’âmes est plus vaillant que le chercheur d’or. Celui-ci, une fois son trésor

amassé, aspire au retour, au repos, à la jouissance. Le missionnaire marche, marche,

insatiable toujours, tant qu’il y a des ténèbres à dissiper, des maux à guérir, des

souffrances à consoler».52 Hay sin embargo una diferencia evidente entre el viaje del

Donat y el de la mayoría de los misioneros; para Donat se trataba de una breve odisea,

que no implicaba la expatriación definitiva.

El padre Donat resultó un escritor ameno y un narrador sutil, que presenta, con

agudeza y humor, la vida cotidiana, las costumbres locales, las fortalezas y debilidades

de la sociedad uruguaya, e incluso de la región. Sus descripciones y crónicas, muy

agudas, transmiten interés por todo lo nuevo así como prejuicios propios de su tiempo y

de su condición. Por un lado, se aprecia la habilidad de Donat para reunir información

motivadora para los niños del Císter: los alimentos y animales cargados en las bodegas

del barco, la llegada a puertos pintorescos como Lisboa y Rio de Janeiro, un paseo por

la muy lejana ciudad de Montevideo.53 Por otro lado, el autor comunica a sus lectores

prevenciones y menosprecios bastante predecibles: mientras los negros mahometanos de

Dakar son presentados como «la canaille de la pire espèce, vivant d’une manière 50 En el Río de la Plata, solo se publicó el diario de viaje de los padres betharramitas, escrito por Juan Magendie, SCJ, en 1856 (F.V.D., Órgano de los establecimientos de educación dirigidos por los RR PP del Sagrado Corazón de Jesús, Año III, n° 28, junio 1923, n° 1-7; n° 29, julio 1923, n° 8-11; Años III y IV, n° 30-41, agosto 1923- julio 1924, n° 42-53). En Chile, se han publicado los diarios de cuatro congregaciones femeninas: Hermanas del Sagrado Corazón de Picpus, Sociedad del Sagrado Corazón, Hermanas Vicentinas y Hermanas del Buen Pastor de Angers. Sol SERRANO (ed.), Vírgenes viajeras… [ver n. 2].51 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 152=153.52 Ibidem, p. 7.53 Ibidem, p. 17-18, 21-22, 60-65, 104-109.

immonde», los negros cristianos resultan «silencieux et polis (…), ils ont meilleure

tenue que les ouvriers européens dans nos ports».54 Los gauchos uruguayos -«gens de

l’intérieur des terres»- tampoco parecían demasiado tratables, si bien las conclusiones

del religioso resultan bastante indulgentes: «de loin, ils ont un air de sauvages; mais ils

sont, en réalité, bons, doux, timides, très religieux».55

Con una buena dosis de humor, el cura francés parece superar todas las pruebas

de la desconocida tierra uruguaya y logra armonizar la mirada antropológica del hombre

educado y del buen observador, con objetivos didácticos y propósitos edificantes. Todo

hace pensar que Donat habría resultado mejor escritor que superior religioso.

La Francia católica y el continente nuevo

De la lectura de este diario epistolar, a menudo de tono cándido, se desprenden

imágenes y representaciones tanto de Francia, la tierra civilizada y católica que el

viajero dejaba, como del Uruguay o del continente americano, percibidos como tierra de

misión y de oportunidades, que invitan al análisis.

Pro Deo et Patria

Para el religioso francés, que dejaba el continente europeo por primera vez,

Francia asumía la doble dimensión de patria católica y de foco cultural, modelo de

civilización. Religión y nación, dos hechos sociales universales, aparecen estrechamente

ligadas en los escritos de Donat, a pesar de los conflictos revolucionarios.

Los religiosos que llegaban a tierras de misión, sobre todo los integrantes de

congregaciones fundadas en el siglo XIX, traían consigo imágenes fuertes en relación

con el concepto de “Francia”. Los eventos de la Revolución eran interpretados apenas

como un accidente a superar; en definitiva nada parecía haber cambiado demasiado.56

Dios y Patria eran conceptos que continuaban férreamente unidos, ya sea por el

desarrollo de la vida religiosa en cotos a veces muy cerrados, ya sea por cierta negación

de los efectos reales de los avances secularizadores. Donat escribía: «Nous parlons de la

France, des questions religieuses qui, à l’heure actuelle, préoccupent tous les esprits.

Même dans les critiques qu’ils formulent sur notre chère patrie, il est facile de

54 Ibidem, p. 44.55 Ibidem, p. 142.56 Peter ZIND, Les nouvelles congrégations… [ver n. 5], p. 46.

reconnaître qu’à leurs yeux c’est encore la France qui est le boulevard du Catholicisme

et que la vieille maxime Gesta Dei per Francos reste toujours vraie».57

Si bien dejar la tierra natal tenía un sabor amargo, cierto espíritu de cruzada

animaba a los misioneros, en quines parecía sobrevivir el espíritu de las palabras del

padre Lacordaire sobre “la vocación de la nación francesa”. La pertenencia a las dos

patrias -«la patrie du sang et la patrie de la foi»- fraternales entre sí y la exaltación del

llamado «patriotisme surnaturel» no parecían haber cambiado, a pesar de los eventos de

las últimas décadas.58 Ya en tierra americana, Donat tenía muy claro que él y los suyos

habían realizado un largo viaje «afin d’implanter une oeuvre toute française et destinée

à développer l’influence française; car, ici comme en France, nous sommes les

serviteurs de la religion et de la patrie: Pro Deo et Patria».59 La concepción de Francia

como «hija mayor» de la Iglesia inspiraba a los misioneros y justificaba iniciativas,

osadas e incluso temerarias, en tierra francesa y en otros continentes.60

“La gran Francia”

Francia, la patria católica, era también el modelo a imitar, el epítome «des

bienfaits de la civilisation et des progres accumulés par les siècles».61 Por un lado,

Donat se manifestaba -como numerosos viajeros e inmigrantes- orgulloso portador de la

cultura francesa. Son razonables las múltiples comparaciones con la propia tierra; son

interesantes las referencias a lo francés como medida de lo culturalmente superior o más

refinado. Mariano Soler -«ce prêtre distingué»- resultaba una personalidad

extraordinaria porque «connaît particulièrement la France, où il a beaucoup voyagé et

dont il a étudié l’histoire et la littérature».62 La Semana Religiosa de Montevideo

impresionó a Donat, porque había sido elaborada «sur le modèle de ses soeurs de

France».63

Por otra parte, la evidente francofilia de la burguesía uruguaya podía hacerse

extensiva a todo el Cono Sur. En su viaje de regreso, Donat narra, con humor no exento

de ironía, dos episodios sugerentes. «Je fais la connaissance d’un riche Brésilien qui va,

avec sa femme et sa fille, passer l’hiver à Nice» -cuenta Donat. «Aussitôt il me raconte 57 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 6-7.58 http://catholicapedia.net/Documents/cahier-saint-charlemagne/documents/C271_Lacordaire_vocation-de-la-France_6p.pdf (consulta: 25.3.2014) 59 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 92.60 René RÉMOND, Religion et Société en Europe. La sécularisation aux XIXe et XXe siècles. 1780-2000 , Paris, 2001, p. 152.61 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 100.62 Ibidem, p. 50.63 Ibidem, p. 201.

ce qu’il sait de la France, dont il paraît s’occuper plus que du Brésil. “La France! La

France!” me répète-t-il sans cesse. – Vous l’avez longtemps sans doute habitée, lui dis-

je. – Moi, jamais, me répond-il. Ah! Que je suis heureux enfin de voir ce grand pays».

Se refiere inmediatamente a un viajero argentino, cuyos hijos estudiaban con los

Hermanos de Passy: «Après déjeuner, je rencontre un commerçant de Buénos-Ayres,

qui se rend à Paris pour ses affaires. “La France! Me dit-il en un français pur de tout

accent et de toute inversion exotique, la France ! Il me semble que c’est beaucoup plus

mon pays que Buénos-Ayres”».64

Uruguay, la “tierra prometida”

En cuanto a la tierra receptora, en los textos de Donat se integran los imaginarios

del cura francés sobre la tierra americana que recibía con generosidad a su congregación

en crisis, con los resultados de sus experiencias y observaciones, limitadas a dos meses

y acotadas a algunos círculos de la sociedad uruguaya y regional.

Una constante del relato es la predisposición a mirar con ilusión y a interpretar

de manera optimista todo lo que el país de misión ofrecía. Donat elogia, una y otra vez,

la belleza y el desarrollo del país, y la gentileza y hospitalidad de sus habitantes. En su

primer paseo por Montevideo, se refería al aumento de la población y anunciaba, en

tono convencido y con cierta ingenuidad, un futuro promisorio: «Cette progression

rapide fait prévoir que Montevideo rivalisera, un jour qui n’est pas éloigné, avec Rio-

Janeiro et Buénos-Ayres sous le rapport de la population, comme déjà il égale et

surpasse même à plusieurs points de vue ces deux capitales des deux grands états Sud-

américains».65 Su entusiasmo desbordaba al recorrer la antigua ciudad colonial: «Mais

quel coup d’oeil magique! Plongez le regard à droite et à gauche : à l’extrémité de

toutes ces rues droites, vous apercevez, des deux côtés, les eaux azurées du Rio de la

Plata (…). Regardez bien: vous avez devant vous un des plus beaux panoramas qui

existent au monde!»66. Ni siquiera una breve estadía en Buenos Aires, la gran capital

rioplatense, alteraría sus opiniones:

«Le nom de Buénos-Ayres signifie bon air, bon climat. Sous ce rapport cependant, Buénos-Ayres est loin de valoir Montevideo. C’est une ville basse et quelque peu exposée aux miasmes et à l’humidité. (…) Buénos-Ayres n’a pas la propreté, la correction, la beauté assez coquette de Montevideo. On y sent la ville d’Aventuriers. C’est un monde comme on ne peut s’en faire idée en Europe.

64 Ibidem, p. 209-21065 Ibidem, p. 105.66 Ibidem, p. 107.

Montevideo, au contraire, a l’air d’une ville française, sauf par la structure de ses maisons».67

Para muchos europeos, incluido Donat, resultaba marcadamente atrayente el

carácter de continente joven de las Américas. En sus textos sobresale la percepción del

nuevo mundo, como tierra libre y favorable a la expansión del espíritu del Evangelio.

Así se refería a los Estados Unidos: «L’Amérique! Elle est séduisant (…) avec ses

grandes idées de démocratie, avec sa conception large de la liberté. Maintes fois, j’avais

entendu des missionnaires français, mes anciens condisciples, après un long séjour aux

Etats-Unis, parler avec enthousiasme du régime politique de la libre Amérique, si

favorable, suivant eux, à l’expansion de l’idée catholique».68 También apoyaba las

afirmaciones del P. Magendie69 sobre el Río de la Plata: «Ce qui frappe, me disait-il,

quand on revient en Europe, c’est l’étroitesse des idées; on a peine à s’entendre même

avec ses confrères; les mots n’ont plus le même sens» -y compartía las apreciaciones de

«tous les prêtres français que j’ai vus à Montevideo et à Buénos-Ayres». « Notre esprit

étroit, sectaire, la compression organisée para le régime social que nous subissons, les

étonnent et les confondent; c’est, disent-ils, un esprit contraire à l’esprit de l’Evangile,

qui est un esprit de liberté».70

De todos modos, si bien la apertura y la libertad de estas tierras de misión

conmovían a los religiosos europeos era evidente la ausencia de «ouvriers-directeurs» y

de «bras chrétiens», a los que se refería el padre Dulong.71 Porque no tenían recursos

humanos propios, «les fortunés d’Amérique viennent frapper à la porte de leurs frères

de France, plus riches qu’eux en ouvriers de la 1re heure».72 Todo reforzaba el

sentimiento, propio del catolicismo misionero del siglo XIX, de ser llamados a cumplir

una misión ineludible, y que nutría en la región el ejemplo de los salesianos, se sólida

presencia en la Patagonia y en el Río de la Plata.73 Faltaba educación y la formación

67 Ibidem, p. 134-13668 Ibidem, p. 206.69 Jean Magendie (1835-1925), sacerdote betharramita. Integró el primer grupo de religiosos que viajó a Buenos Aires, en 1856, con el P. Diego Barbé como superior. Magendie sucedió a Barbé como director del colegio San José. Ocupó el cargo entre 1869 y 1896, y volvió a la dirección entre 1904 y 1910. Como superior de la congregación, fue responsable de la apertura de las comunidades de Rosario de Santa Fe (1899), La Plata (1902) y Asunción del Paraguay (1904). 70 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 206.71 Ibidem, p. 49.72 Ibidem, p. 14.73 Carta de Dulong a Donat, 15 setiembre 1888, en R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 12-14.

religiosa era muy débil; la “salvación de las almas” estaba en riesgo y la llegada de

misioneros era imprescindible.74

Como era esperable, las prácticas y la religiosidad de la sociedad uruguaya, en

sus variados matices, fueron temas preferentes de las observaciones y reflexiones de

Donat. La misa dominical en la capilla del Manga, la conmemoración del Día de

Difuntos, la participación en un solemne funeral al estilo local, la visita a diversas

comunidades de religiosas italianas y alemanas, motivaron detalladas descripciones y

comentarios agudos. Las costumbres del lugar llamaban su atención y el misionero

intentaba explicar los usos que diferían de los suyos. Se preguntaba por qué el entierro

de la señora Curbelo se había realizado «sans prêtre et sans passer par l’église».

Concluía con acierto : «C’est bien forcé avec des paroisses qui ont des vingt, des

cinquante ou cent kilomètres de traversée».75 Por otra parte, resulta evidente, y

comprensible, que Donat se sintiera mucho más cómodo al visitar las comunidades

religiosas europeas: elogia la «merveilleuse propreté» y el «ordre parfait» de las

hermanas italianas del Huerto; las dos casas «tenues parfaitement» por las hermanas

vicentinas, así como la «distinction remarquable» y la «grande modestie» de la

superiora de las hermanas alemanas.76

Otro tema vertebral del texto estudiado se refiere a las alianzas de las

congregaciones nuevas con la jerarquía, con otros religiosos y con la burguesía católica,

sin cuyo auxilio su instalación habría sido imposible. Donat destaca, desde un principio,

el «généreux et sympathique placet» de Mons. Yéregui, segundo obispo de

Montevideo77, y se detiene en la figura de Mariano Soler, su sucesor -«un Prélat dévoué

à notre Œuvre»78- de cuyo nombramiento fue testigo. También se repiten los

agradecimientos a los padres betharramitas, y especialmente a Augustin Dulong -«le

zélé promoteur de notre établissement à Montevideo»79. Finalmente, la obra solo había

podido concretarse gracias a los «sentiments élevés, généreux, désintéressés»80 a la

generosidad de la «admirable famille» integrada por Juan Dámaso Jackson, sus

hermanas Clara y Sofía, y su cuñado, Félix Buxareo81. Los Jackson, inmensamente ricos

74 Peter ZIND, Les nouvelles congrégations… [ver n. 5], p. 77.75 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 77, 81, 110-114.76 Ibidem, p. 116-118.77 Ibidem, p. 12.78 Ibidem, p. 140-141.79 Ibidem, p. 8.80 Ibidem, p. 156.81 Ibidem, p. 9.

y de probada piedad, financiaron este proyecto así como la mayoría de las obras

católicas de la segunda mitad del siglo XIX.

Catolicismo a la francesa en tiempos de secularización

El traslado de congregaciones francesas a América Latina implicó la difusión del

catolicismo a la francesa, de la lengua francesa y de una educación de características

propias. Las obras educativas, sobre todo de enseñanza primaria y de formación

comercial, fueron un campo de acción y de evangelización privilegiado por estos

institutos. El caso de los hermanos de San José resultó extraordinario por sus

antecedentes y por sus tareas dirigidas a hijos de campesinos, para formarlos y

retenerlos en el campo. «Ces pauvres enfants, lorsqu’ils sont arrivés de la campagne,

étaient presque nus ; quelques lambeaux d’étoffe les recouvraient» -describía Donat,

exaltando la acción de los misioneros franceses:

“La misère morale chez la plupart égalait le dénuement physique. L’ignorance, même en matière de religion, était complète. Leur vie jusqu’à ce jour avait été purement animale. Ils s’appliquent maintenant avec ardeur aux clases et aux catéchismes. Outre leur langue nationale, on leur enseignera aussi le français».82

Algunas semanas más tarde, las afirmaciones de Donat resultaban más medidas: «Ils

sont bien gentils ces enfants: ce sont de bons travailleurs; il leur en a coûté beaucoup

pour s’y mettre; ils étaient habitués à monter à cheval pour suivre les troupeaux; ils ne

savaient rien faire. Maintenant, ils apprécient déjà l’éducation qui leur est donnée, et ils

sont remplis de bonne volonté».83

Esta tarea de cristianización se iniciaba en una sociedad que transitaba, desde la

década de 1860, un lento pero constante proceso de secularización, de progresiva

autonomía de diversas esferas de la vida social en relación a la esfera religiosa, que

había alcanzado también al sistema educativo estatal.84 Por otra parte, los hermanos de

82 Ibidem, p. 79.83 Ibidem, p. 154.84 En Uruguay, el proceso secularizador se inició oficialmente en 1861, con el decreto de secularización de los cementerios. En 1879 se estableció el Registro del Estado civil. En 1885 fueron promulgadas la ley de matrimonio civil obligatorio y la llamada “ley de conventos” que otorgaba al gobierno el derecho de inspección en las casas religiosas. En el área educativa, en 1877 se había decretado la enseñanza primaria gratuita y obligatoria, con formación católica excepto para los disidentes. La enseñanza y la práctica religiosas fueron suprimidas de las escuelas públicas en 1909. La primera ley de divorcio fue aprobada en 1907 y ampliada en años posteriores. El proceso culminó en 1917 con la separación de la Iglesia y del Estado, establecida en una nueva Constitución. No faltaron algunas medidas pintorescas y negadoras de las raíces culturales, como la secularización de los feriados religiosos, de 1919, que transformó la Navidad en Día de la Familia y la Semana Santa en Semana de Turismo. M. BLANCA PARIS DE ODDONE, ROQUE FARAONE y JUAN ANTONIO ODDONE, Cronología comparada de la historia del Uruguay (1830-1945), Montevideo, s. f.

San José llegaban de un país que vivía un proceso semejante, que había sido y sería un

referente en las capitales del Río de la Plata. Sin embargo, los escritos del viajero

revelan una limitada percepción del proceso global, que también se vivía en Francia, e

parecían ignorar los embates anticongregacionistas que se repetían en su tierra. Por

sostener el discurso católico de victimización o por tender a la negación de una realidad

abrumadora, Donat se mantenía firme: «Si la jeune terre d’Amérique, avec laquelle je

fais maintenant connaissance, m’est déjà bien chère par les splendides espérances

qu’elle fait briller à nos yeux, le pays d’adoption ne saurait faire oublier la vieille

France, où (…) nous combattons les combats du Seigneur, et qui, malgré les

ébranlements de ces années dernières, reste encore notre point d’appui le plus sûr et le

plus solide».85

En los ambientes católicos uruguayos, parecía existir mayor conciencia del

proceso que se recorría, si bien el mismo se consideraba aún reversible. Al aprobar el

proyecto de creación de una escuela agrícola católica, el obispo Yéregui se refería a «la

grande oeuvre que vous projetez pour le bien spirituel des enfants et des jeunes gens de

notre pays, que la rage de l’impiété s’acharne par tout moyen de pervertir, au préjudice

de leurs âmes innocentes et en haine du Seigneur notre Dieu».86 Por su parte, los

católicos uruguayos no cesaban de referirse a la necesidad de detener «les progrès du

mal» y de promover «les oeuvres de propagande catholique et (…) tout ce qui intéresse

le salut des âmes et la gloire de Dieu».87

Reflexiones finales

Durante el siglo XIX, se había asistido en Francia a la multiplicación de

congregaciones católicas, así como al desarrollo de políticas anticongregacionistas,

interpretadas de modo disímil. Los institutos que salieron hacia tierras de misión

encontraron acogida y refugio -además de barreras culturales y dificultades de

adaptación- también en América Latina. Entre los numerosos inmigrantes que llegaron,

desde mediados del siglo XIX, a las repúblicas del Río de la Plata, muchos fueron

religiosos viajeros.

En el caso estudiado, la instalación en Uruguay de la Sociedad de San José, en

vías de extinción en Francia, representó una oportunidad inesperada y casi su única

esperanza, al agravarse las circunstancias adversas. Si bien, en octubre de 1891, Donat

85 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 87.86 Ibidem, p. 14.87 Ibidem, p. 15.

escribía “El Manga será quizá nuestro asilo preparado por la Providencia”88, ni el apoyo

de la jerarquía ni los socorros financieros recibidos bastaron para asegurar el futuro de

la obra uruguaya. Las dificultades de la congregación en Francia, la muerte de Juan

Dámaso Jackson en 1891, el reducido número de niños y la escasez de recursos

humanos debilitaron la obra. En su testamento, Juan Jackson no olvidó a “los hermanos

de San José establecidos en el Manga” y les cedía el producto de la venta de un campo

para la edificación de la capilla del Manga. En diciembre de 1893, sus albaceas

declaraban no haber podido dar cumplimiento a la voluntad del difunto, “porque los

dignos sacerdotes a cuyo cargo estaba la dirección del establecimiento en el Manga se

han retirado para Europa”.89 En 1898, la obra sería encomendada a los padres

salesianos.90

En 1890, en el Manga, Pierre Donat se preguntaba: «Que sera-t-elle dans dix

ans, cette Œuvre de si grand avenir?»91 Donat murió en 1895; solo lo sobrevivieron dos

sacerdotes de la Sociedad de San José, que permanecieron al servicio de la rama

femenina del instituto. En Uruguay, las hermanas de San José mantuvieron una escuela

para niñas en el Manga92, si bien «la grande ignorance religieuse des habitants»

desanimaba a las misioneras.93 A comienzos de 1895, las hermanas se trasladarían a la

Argentina.

Las obras misioneras exigían, en palabras de Sol Serrano, “espíritu de empresa,

capacidad de gestión, discreción y sagacidad política”94. La obra de los hermanos de San

José careció de estas virtudes y fracasó. En el contexto de las congregaciones francesas

88 Carta de Donat a los religiosos de San José, 3 octubre 1891, en: APSSJ, Recopilación de cartas del P. Pierre Donat. 1891-1894 (mecanografiado en español), p. 2.89 Uno de los albaceas declaraba que las conversaciones con el religioso que quedaba “me han inspirado la plena convicción que no tiene personería para representar la Sociedad, hecho que él mismo reconoce”. Muerto Jackson, se había creado, a pedido de Mons. Soler, una comisión que asumió la representación legal de la escuela, para hacer efectivo el legado del fallecido. ACEM, Carpeta I.4.55-Salesianos 1874-1914, Carta de Mariano Soler a Sofía J. de Buxareo y Clara J. de Heber, Montevideo, 20 de diciembre de 1893. MONTEVIDEO, ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN-Archivo Judicial. Civil 3°. Año 1893. Testamentaria de Juan D. Jackson. Incidente sobre ventas de campos, 22 de abril de 1893, Libro 6, fº 416; Nota de Juan G. Ingouville e Hipólito Gallinal al Juez Letrado de lo Civil, 4 de diciembre de 1893, fº52, 52 bis y 53.90 Ante la partida de los hermanos de San José, Soler ofreció la obra al P. José Gamba, inspector salesiano y, en 1897, cuatro religiosos se instalaron en el Manga. En 1915, la Escuela Agrícola Jackson, con nuevo nombre, recibió a sus primeros internos; en 1995 egresaron los últimos peritos agrónomos. Ignacio LAVENTURE SDB, Aportes de la congregación salesiana a la educación en el Uruguay (1876-1915). Monografía inédita. Montevideo, 2000, p. 29-30.91 R.P.D., Mon voyage… [ver n. 4], p. 174.92 MONTEVIDEO, ACEM, Informe de la Visita ad limina de Mons. Mariano Soler a Roma, Montevideo, 1896, fº21.93 APSSJ, Journal de Cîteaux 2 - 1881-1894, fº 240 y 252.94 Sol SERRANO (ed.), Vírgenes viajeras… [ver n. 2], p. 45.

llegadas a Uruguay desde 1856, la Sociedad de San José fue una excepción. Todas las

demás permanecieron en el país y en la región, y mantuvieron sus obras, con suerte

variada, en una sociedad de creciente laicismo. “L’esprit d’entreprise et la vitalité”95,

que Elisabeth Dufourqc reivindica para las obras misionales francesas en América

Latina, faltaron en el caso que estudiamos.

Con esta excepción, fueron muy significativos los aportes de los institutos franceses , en

relación con su presencia educadora, con la presencia cultural francesa que

representaron, y finalmente con su presencia evangelizadora. Ellos constituyeron, junto

con otras congregaciones de origen diverso, un aporte decisivo para la creación de la

primera red de educación católica, que se afirmaría en el país, al finalizar el siglo XIX,

y que sería reconocida y apoyada, con el creciente compromiso del laicado católico,

desde los Congresos Católicos que fueron convocados a partir de 1889.

Resumen en español

Desde mediados del siglo XIX numerosas congregaciones religiosas europeas se instalaron en América Latina, impulsadas por el espíritu misionero, las políticas de atracción de las Iglesias locales y, en algunos casos, problemas en su sociedad de origen. En este contexto, este artículo estudia la experiencia de la Sociedad de San José, fundación lionesa del P. Joseph Rey, en Uruguay, más precisamente el proyecto de fundación de una escuela agrícola, una alternativa salvadora para una congregación en crisis. La concreción de esta obra motivó, en 1890, el traslado a Uruguay del superior del instituto, Pierre Donat, quien redactó un diario de viaje titulado Mon voyage à Montevideo. Del análisis de esta obra se desprenden representaciones de Francia, de Uruguay y del proceso secularizador de las últimas décadas del siglo XIX.

Résumé

Depuis la moitié du XIXème siècle, de nombreuses congrégations religieuses européennes se sont installées en Amérique Latine, entraînées par le zèle missionnaire, les politiques d’attraction des Eglises locales et, dans certains cas, des problèmes dans leur société d’origine. Dans ce contexte, cet article étudie l’expérience de la Société de Saint-Joseph, fondation lyonnaise du P. Joseph Rey, en Uruguay, plus précisément le projet de création d’une école agricole, une solution salvatrice pour une congrégation en crise. La concrétion du projet motiva, en 1890, le voyage en Uruguay de Pierre Donat, supérieur de l’institut, qui rédigea un journal de voyage, Mon voyage à Montevideo. De l’analyse de cet ouvrage se dégagent des représentations de France, de l’Uruguay et du processus de sécularisation de la fin du XIXème siècle.

Summary

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As of mid 19th century, many European congregations settled in Latin America, driven by different reasons, such as missionary zeal, the policy of local churches aimed at attracting them, and also the problems some of them were facing in their place of origin. In this context, this article examines the experience in Uruguay of the Society of Saint Joseph (founded in Lyon, France, by Father Joseph Rey) more precisely in the proposed creation of an agricultural school, which would result in the salvation of a congregation in crisis. The concretion of this project determined in 1890 the trip to Uruguay of the Superior of the Institute, Father Pierre Donat. Donat wrote a travel diary, Mon voyage à Montevideo, the analysis of which allows to discover representations of France, Uruguay, and the process of secularization of the late 19th century.

Zusammenfassung

Seit der Mitte des neunzehnten Jahrhunderts haben sich viele europäische Ordensgemeinschaften in Lateinamerika angesiedelt. Sie waren von missionarischem Eifer, durch die Anziehungskraft der Ortskirchen und, in einigen Fällen, von Problemen in ihren Heimatländern getrieben. In diesem Zusammenhang wird in diesem Artikel die auf Uruguay bezogene Erfahrung der Gemeinschaft des Heiligen Joseph, einer in Lyon angesiedelten Gründung von Pater Joseph Rey, untersucht. Es geht vor allem um das Projekt der Gründung einer landwirtschaftlichen Schule, einer missionarischen Alternative für eine in Krise geratene Kongregation. Die Umsetzung dieses Werkes veranlasste im Jahr 1890 den Aufbruch des Generaloberen des Instituts, Pierre Donat, nach Uruguay. Donat schrieb ein Reisetagebuch, Mon voyage à Montevideo, dessen Analyse es ermöglicht, Darstellungen von Frankreich, Uruguay und des Säkularisierungsprozesses des späten neunzehnten Jahrhunderts zu entdecken.