El prototipo de la secuencia narrativa

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T EORÍA G RAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil UNIDAD 2 LECTURA Nº 13 ALGUNAS PRECISIONES : En la lectura usted encontrará fragmentos de la obra de Jean-Michel Adam, entre los que se incluyen algunos ejemplos. Al final de la lectura hemos recogido otros ejemplos, tomados del libro Tipología textual , publicado por la Sociedad de Profesores de Español del Uruguay y el Departamento de Teoría del Lenguaje y Lingüística General de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Jean-Michel Adam: LES TEXTES: TYPES ET PROTOTYPES RÉCIT, DESCRIPTION, ARGUMENTATION, EXPLICATION ET DIALOGUE Editions Nathan. Paris, 1992 1 Capítulo 2 El prototipo de la secuencia narrativa A pesar de las diferencias notorias entre relato histórico y relato de ficción, existe una estructura narrativa común que nos autoriza a considerar el discurso narrativo como un modelo homogéneo de discurso. (Ricœur 1980: 3) 1. Criterios para una definición del relato Dos definiciones de C. Brémond plantean los constituyentes básicos de todo relato. La más breve se encuentra en Lógica del relato: «Por este mensaje, un sujeto cualquiera (animado o inanimado, poco importa) es ubicado en un tiempo t, luego t + n, y se debe decir qué ocurre en el instante t + n con los predicados que lo caracterizaban en el instante t» (1973: 99-100). A estos tres primeros constituyentes: sujeto, temporalidad y predicados transformados, una segunda definición agrega algunos elementos más: Todo relato consiste en un discurso que integra una sucesión de acontecimientos de interés humano en la unidad de una misma acción. Donde no hay sucesión, no hay relato sino, por ejemplo, descripción (si los objetos del discurso están asociados por contigüidad espacial), deducción (si se implican uno a otro), efusión lírica (si se evocan por metáfora o metonimia), etc. donde no hay integración en la unidad de una misma acción, tampoco hay relato, sino únicamente cronología, enunciación de una sucesión de hechos inconexos. Por último, donde no hay implicación de interés humano (donde los acontecimientos presentados no son producidos por agentes ni sufridos por pacientes antropomórficos), no puede haber relato, porque solo en relación con un proyecto humano los acontecimientos adquieren sentido y se organizan en una serie temporal estructurada. (Brémond 1966: 62). 1 La traducción es nuestra.

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil

UNIDAD 2 LECTURA Nº 13

ALGUNAS PRECISIONES:

En la lectura usted encontrará fragmentos de la obra de Jean-Michel Adam, entre los que se incluyen algunos ejemplos. Al final de la lectura hemos recogido otros ejemplos, tomados del libro Tipología textual, publicado por la Sociedad de Profesores de Español del Uruguay y el Departamento de Teoría del Lenguaje y Lingüística General de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

Jean-Michel Adam: LES TEXTES: TYPES ET PROTOTYPES RÉCIT, DESCRIPTION, ARGUMENTATION, EXPLICATION ET DIALOGUE Editions Nathan. Paris, 19921

Capítulo 2

El prototipo de la secuencia narrativa

A pesar de las diferencias notorias entre relato histórico y relato de ficción, existe una estructura narrativa común que nos autoriza a considerar el discurso narrativo como un modelo homogéneo de discurso.

(Ricœur 1980: 3) 1. Criterios para una definición del relato

Dos definiciones de C. Brémond plantean los constituyentes básicos de todo relato. La más breve se encuentra en Lógica del relato: «Por este mensaje, un sujeto cualquiera (animado o inanimado, poco importa) es ubicado en un tiempo t, luego t + n, y se debe decir qué ocurre en el instante t + n con los predicados que lo caracterizaban en el instante t» (1973: 99-100). A estos tres primeros constituyentes: sujeto, temporalidad y predicados transformados, una segunda definición agrega algunos elementos más:

Todo relato consiste en un discurso que integra una sucesión de acontecimientos de interés humano en la unidad de una misma acción. Donde no hay sucesión, no hay relato sino, por ejemplo, descripción (si los objetos del discurso están asociados por contigüidad espacial), deducción (si se implican uno a otro), efusión lírica (si se evocan por metáfora o metonimia), etc. donde no hay integración en la unidad de una misma acción, tampoco hay relato, sino únicamente cronología, enunciación de una sucesión de hechos inconexos. Por último, donde no hay implicación de interés humano (donde los acontecimientos presentados no son producidos por agentes ni sufridos por pacientes antropomórficos), no puede haber relato, porque solo en relación con un proyecto humano los acontecimientos adquieren sentido y se organizan en una serie temporal estructurada. (Brémond 1966: 62).

1 La traducción es nuestra.

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Digamos más precisamente que seis constituyentes deben reunirse para que se pueda hablar de relato: (A) Sucesión de acontecimientos:

«Donde no hay sucesión, no hay relato» (Brémond)

Para que haya relato, es necesario que haya una sucesión mínima de acontecimientos que ocurran en un tiempo t, luego t + n. Al definir la «unidad funcional» que atraviesa los diferentes modos y géneros narrativos, también Paul Ricœur subraya la importancia de la temporalidad mínima: «El carácter común de la experiencia humana, marcado, articulado, clarificado por el acto de contar en todas sus formas, es su carácter temporal. Todo lo que se cuenta sucede en el tiempo, toma tiempo, se desarrolla temporalmente; y lo que se desarrolla en el tiempo puede ser contado» (1986:12). Este criterio de temporalidad no es, sin embargo, un criterio definitivo: muchas otras clases de textos (recetas y crónicas, por ejemplo) comportan una dimensión temporal que, no obstante, no los transforma en relatos. Para que haya relato, esa temporalidad fundamental debe estar sostenida por una tensión: desde el comienzo, un relato tiene una tensión que lo orienta hacia su fin, está organizado en función de esa situación final. Claude Brémond lo señala claramente: «El narrador que pretende ordenar la sucesión cronológica de los acontecimientos que relata, darles un sentido, no tiene otro recurso que el de relacionarlos en la unidad de una conducta orientada hacia un fin» (1966:76). La linealidad temporal se encuentra, así, problematizada, tal como lo mostrará el quinto criterio. (B) Unidad temática (por lo menos un actor-sujeto S):

«Donde [...] no hay implicación de interés humano [...], no puede haber relato» (Brémond). En su definición de 1973, C. Brémond habla de «un sujeto cualquiera (animado o inanimado,

poco importa)», ubicado «en un tiempo t, luego t + n», lo que permite reunir los componentes A y B. la definición de 1966, por su parte, insiste en el carácter antropomórfico de ese sujeto y amplía la definición con la idea de «implicación de interés humano». La presencia de un actor (S) −al menos uno, individual o colectivo, sujeto de estado (paciente) y/o sujeto operador (agente de la transformación que va a producirse más adelante)− se presenta como un factor de unidad de la acción. Esta cuestión es discutida por Aristóteles en el capítulo 8 de La Poética:

El hecho de que la historia se refiera a un único héroe no asegura, como lo creen algunos, su unidad. Pues en la vida de un solo individuo ocurren muchas −infinitas− cosas, que no siempre constituyen una unidad; de la misma manera que un solo hombre realiza un gran número de acciones que no siempre forman una acción única.

La advertencia de Aristóteles debe ser tenida en cuenta, la unicidad del actor (principal) no

garantiza la unidad de la acción. La presencia de (por lo menos) un actor es indispensable, pero este criterio solo resulta pertinente si se lo relaciona con los otros constituyentes: con la sucesión temporal (A) y con los predicados que caracterizan al sujeto (C).

(C) Predicados transformados

«Se debe decir qué ocurre en el instante t + n con los predicados que [...] caracterizaban [al sujeto de estado S] en el instante t» (Brémond). Algún indicio de esta idea se encuentra ya al final del capítulo 7 de La Poética: «Para fijar

groseramente un límite, digamos que la amplitud que permite pasar de la desdicha a la felicidad o

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil de la felicidad a la desdicha, a través de una serie de acontecimientos encadenados en función de su verosimilitud o de la necesidad, proporciona una delimitación satisfactoria de la longitud». Este ejemplo elegido por Aristóteles corresponde a la noción de inversión de los contenidos que será durante mucho tiempo la clave de la definición del relato dada por la semiótica narrativa de Greimas. Esa oposición entre contenido invertido (un suje to de estado [S] está disjunto de un objeto de valor: O) y contenido que logra el estado deseado (conjunción del sujeto de estado y el objeto que codiciaba, al final del relato) conduce a la siguiente definición: «El relato acabado puede leerse como la transformación de un estado determinado en su contrario. La previsibilidad de este recorrido binario define la coherencia particular del relato y marca su cierre» (Hénault 1983: 27). ¿Es esto siempre así?

Si tomamos el ejemplo del comienzo de La Princesa sobre un garbanzo de Andersen citado en el capítulo precedente 2 [...], constatamos que el párrafo citado forma temporalmente una secuencia: el tiempo pasa y los acontecimientos se suceden entre la partida y el regreso del príncipe (A), este último garantiza la unidad de la historia (B), pero es el criterio (C) el que resulta decisivo; el predicado inicial corresponde a una disjunción entre el sujeto S y el objeto de valor establecido por su deseo O (una princesa de verdad). No puede decirse que la hipótesis de Aristóteles se verifica entre el comienzo y el final de la secuencia. En efecto, el Príncipe continúa disjunto respecto de su objeto de valor al final de la secuencia. No ha habido, pues, transformación conjuntiva mínima. Esto se explica, por cierto, por el hecho de que esta breve secuencia no es más que el comienzo del relato, pero esto nos obliga, no obstante, a ir un poco más lejos.

De manera menos global e inspirada menos directamente en el estudio de los cuentos maravillosos, se podría considerar la idea de predicados de ser / estar, tener o de hacer que definan al sujeto de estado S en el instante t −comienzo de la secuencia− luego en el instante t + n −fin de la secuencia−. Se trata de una fórmula de las situaciones inicial y final que reúne los tres primeros componentes (A, B y C) subrayando sus relaciones, pero sin implicar necesariamente la inversión de los contenidos postulada con cierta ligereza por la semiótica narrativa: Situación inicial: [S es-está / hace / tiene o no tiene X, X’, etc., en t] Situación final: [S es-está / hace / tiene o no tiene Y, Y’, etc., en t + n] (D) Un proceso

«Donde no hay integración en la unidad de una misma acción, no hay [...] relato» (Brémond).

Esta idea de unidad de la acción fue anticipada por el propio Aristóteles en varios puntos de La Poética y es en su nombre que la unicidad del héroe (B) no le resulta satisfactoria:

[...] La historia, que es imitación de la acción, debe ser representación de una acción única que constituya un todo; y las partes que constituyen los hechos deben estar organizadas de tal suerte que si una de ellas es desplazada o suprimida, la totalidad se vea perturbada y modificada. Pues aquello que puede agregarse o suprimirse sin ninguna consecuencia visible no forma parte de la totalidad.

La noción de acción única y que forma un todo es precisada por Aristóteles:

Forma una totalidad lo que tiene un comienzo, un medio y un fin. [...]

Esta tríada será retomada sistemáticamente en la época clásica, con los términos de «comienzo»

o «exposició n», «nudo» o «desarrollo», «conclusión» o «desenlace». La definición de la acción única como totalidad permita a Aristóteles distinguir el relato de crónica o de los anales:

2 Ej. retomado por M. Malcuori (Lectura 12, § 5): Había una vez un príncipe...

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[...] Las historias deben estar compuestas en forma de drama, en torno de una acción única, que forme un todo y que llegue a su término, con un comienzo, un medio y un fin, para que, semejantes a un ser viviente único y completo, produzcan el placer que les es propio; su estructura no debe ser semejante a la de las crónicas que son necesariamente la exposición, no de una acción única, sino de un período único con todos los acontecimientos que se produjeron en él que afectan a uno o a varios hombres; estos hechos mantienen entre sí relaciones fortuitas. Pues así como la batalla naval de Salamina y la batalla de los cartagineses en Sicilia tuvieron lugar en el mismo período y no tendían en absoluto hacia el mismo fin, puede ocurrir que en períodos consecutivos se produzcan dos acontecimientos, uno después del otro, sin que se orienten, en absoluto, a un único fin.

(E) La causalidad narrativa de una puesta en intriga

“El relato explica y coordina, al mismo tiempo que evoca, sustituye el encadenamiento cronológico por el orden causal” (Sartre).

[...] La narración se apoya en la lógica de un razonamiento y se puede hablar, en efecto, de un

«encadenamiento, luminosamente causal, de los actos». La lógica singular de la puesta en intriga no tiene nada que ver con el rigor abstracto de los

razonamientos materializados en silogismos. La «lógica» narrativa queda perfectamente delimitada por R. Barthes cuando habla de ella como de una lógica muy impura, una lógica aparente, una lógica interna, ligada a nuestras maneras de razonar y no a las leyes del razonamiento formal que ponen en evidencia los silogismos. [...]

G. Genette insiste más claramente aún en la noción de «determinaciones retrógradas», en la manera en que el relato disimula su arbitrariedad [...]. La motivación narrativa es una suerte de velo de causalidad: «La motivación es, pues, la apariencia, la coartada causalista que presenta la determinación finalista que es la regla de la ficción: el porque encargado de hacer olvidar el ¿por qué? −y, por lo tanto, de naturalizar, o de realizar (en el sentido de hacer pasar por real) la ficción, disimulando lo que tiene de concertado, [...] es decir de artificial: en una palabra, de ficticio» (Genette 1969:97).

Este debilitamiento de la lógica y de la temporalidad es llevado a cabo, ante todo, por la «lógica» macro-proposicional de la puesta en intriga de la que da cuenta el esquema quinario siguiente, que jerarquiza las relaciones, en otros casos simplemente cronológicas y lineales, entre los cinco momentos (m) de todo proceso en el interior de una secuencia (o de un texto completo):

Secuencia narrativa

Situación Inicial

(Orientación) Pn1 (m1)

Complicación Desencadenante 1

Pn2

Acciones o

Evaluación Pn3

(m2) + (m3) + (m4)

Resolución Desencadenante 2

Pn4

Situación final

Pn5 (m5)

[...] La operación de puesta en intriga descansa sobre este dispositivo elemental que da lugar,

por supuesto, a diversas posibilidades de combinación de las secuencias en textos según tres modos básicos [...]: coordinar linealmente las secuencias, encastrar-insertar unas en otras o combinarlas en paralelo [...].

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Se comprende también que la compilación de hechos ordenados según fechas de las crónicas o los anales, etc., pueda ser declarada no narrativa [...]. No se asiste en este caso a una puesta en intriga dominada por la introducción de los dos desencadenantes constituidos por la Complicación-Pn2 y la Resolución-Pn4. Tal es el caso, por ejemplo, del siguiente enunciado que U. Eco en Lector in fabula, excluye de entre los textos narrativos:

Ayer salí de casa para ir a tomar el tren de las 8:30 que llega a Tu rín a las 10. Tomé un taxi que me llevó a la estación; allí compré un billete y me dirigí al andén correspondiente; a las 8:20 subí al tren que partió en hora y me condujo a Turín.

Tal secuencia lingüística no constituye un relato, pero no por las razones pragmáticas

consideradas por U. Eco: «Frente a alguien que cuenta una historia de este tipo, nos preguntaríamos por qué nos hace perder nuestro tiempo, violando la primera de las reglas conversacionales de Grice, según la cual no se debe ser más informativo que lo que sea necesario». Esta ley no es en absoluto una ley puramente narrativa. En efecto, si esa «historia» de viaje en tren no es un relato es porque no hace más que enumerar una sucesión de actos [...] sin poner los acontecimientos en intriga. Para distinguir la descripción de acciones y la narración, digamos que la descripción de acciones no está sometida a la puesta en intriga (E).

Agreguemos que la Orientación-Pn1, al fijar la situación inicial del relato, establece los elementos constitutivos del «mundo» de la historia contada. Como lo señala U. Eco: «Para contar, se debe, ante todo, construir un mundo, lo más poblado posible, hasta en los más mínimos detalles» (1985b: 26). No solo los personajes se ven obligados a actuar de acuerdo con las leyes de ese mundo, sino que «el narrador es también prisionero de sus premisas». Es decir que una lógica del mundo representado viene a superponerse a la lógica de la puesta en intriga. Esta lógica del mundo representado se sitúa en la parte izquierda del esquema [...]3, en A3.

(F) Evaluación final (explícita o implícita):

“Aun cuando todos los hechos están establecidos, queda todavía el problema de su comprensión en un acto judicativo que permita presentarlos como un conjunto y no como una serie” (Mink).

Este último componente [...] es probablemente una de las claves de la especificidad del relato.

[...] Se puede [ahora] completar el prototipo de la secuencia narrativa de base por medio de un

modelo que integre esta macro-proposición evaluativa final (o «moraleja» = Pn Ω) que da −explícitamente o no y, según los géneros narrativos, más o menos fácilmente deducible a partir de los indicios que el lector debe descifrar− el sentido configuracional de la secuencia.

3 Ver lectura Nº 12, § 2.2.

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Secuencia narrativa

Situación

Inicial (Orientación)

Pn1

Complicación Desencadenante 1

Pn 2

(Re)Acciones o

Evaluación Pn3

Resolución Desencadenante 2

Pn4

Situación final

Pn5

Moraleja

PnΩ

[...] La estructura del relato garantiza el dominio de la diversidad de los elementos: asegura la cohesión, permite la memorización así como la legibilidad de los enunciados.

Tomemos como ejemplo un relato de una brevedad extrema:

(2) HAY QUE HACER SEÑAS AL MAQUINISTA La señora esperaba el autobús el señor esperaba el autobús pasa un perro negro que cojeaba la señora mira al perro el señor mira al perro y durante ese tiempo el autobús pasó. Raymond Queneau, Courir les rues, © ed. Gallimard, 1967

Este pequeño texto presenta el interés de no respetar totalmente el orden canónico de las macro-

proposiciones. En efecto, el título corresponde a una anticipación de la evaluación final-PnΩ que habitualmente sigue a la situación final-Pn5. Esta última no está explicitada, sino que se deriva de las informaciones precedentes: tanto el señor como la señora pierden el autobús; esto implica un retorno a la situación inicial (t + n [Pn5] = t [Pn1]). Los dos primeros versos definen la Situación inicial (Orientación-Pn1); el tercer verso introduce el desencadenante del relato (Complicación Pn2); los versos 4 y 5 corresponden a la (re)acción central (Pn3) y el último verso al segundo desencadenante o Resolución-Pn4.

Resulta interesante comparar este pequeño relato con lo que dice Lessing cuando muestra que una serie de personajes −un gallo salvaje (S1) + una marta (S2) + un zorro (S3) + un lobo (S4)− no constituye una fábula. Una sucesión de acontecimientos de este tipo, o aun como la plantea Lessing: «La marta devoró al gallo salvaje, el zorro devoró a la marta, el lobo devoró al zorro», no es suficiente para transformar el principio moral en fábula. La importancia del pretérito simple absolutamente real y ha quedado igualmente puesta en evidencia en la última palabra del pequeño relato de Queneau: detrás de este tiempo narrativo se perfila el desplazamiento de la sucesión temporal (A) hacia la causalidad narrativa de la puesta en intriga (E). Pero, para que haya relato, se debe pasar del plano de la sucesión de acontecimientos al de la «configuración», es necesario poder superar la ausencia de actor constante. La unidad es asegurada aquí por el principio moral: «El más débil es presa del más fuerte», que plantea claramente dos actores encargados de asegurar la relación de las proposiciones en profundidad: S1-el más fuerte y S2-el más débil; pero no se puede hablar de un proceso transformacional articulado en torno de los dos desencadenantes (Pn2 y Pn4) que aseguran el pasaje de la situación inicial a la situación final. Para escribir un relato e ir más allá de la simple descripción de acciones, sería necesario, por ejemplo, imaginar un proceso que pusiera cara a cara al más fuerte [...] y al más débil [...].

Los seis criterios considerados pueden reunirse en el siguiente esquema de síntesis:

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil Unidad temática (B) [Actor-sujeto] Sucesión de acontecimientos t [m1] Proceso (D) [m2-m3-m4] t + n [m5] Predicados (C) (S) X, X'... Transformación (S) Y, Y'... Causalidad narrativa (E) [Pn2 y Pn4] «Moraleja»-Evaluación final (F) [PnΩ]

Capítulo 3

El prototipo de la secuencia descriptiva

2. De la enumeración a la secuencia descriptiva

Como lo dice el artículo «Descripción» de la Enciclopedia : «Una descripción es la enumeración de los atributos de una cosa.» La enumeración aparece como una especie de base o de grado cero del procedimiento descriptivo. [...] 4

[...] Estas enumeraciones débilmente ordenadas contrastan con la estructura descriptiva (aunque

elemental) de esta presentación de un artículo de prensa dedicado a Charlie Chaplin:

(3) Un pequeño bigote negro y un bombín del mismo color. Descripción somera y precisa a la vez del amigo público Nº1: Chaplin. [...]

Metalingüísticamente, esta secuencia queda claramente designada como una descripción elemental («somera»), pero suficiente («precisa»). Es interesante la construcción de esta breve secuencia. La primera frase describe sucesivamente dos objetos: bigote y bombín; cada uno de ellos es completado (por medio de predicados calificativos PRq) por algunas propiedades: tamaño del bigote: pequeño, idéntico color del bigote y del bombín: negro. Se trata de proposiciones descriptivas elementales (en adelante pd) enlazadas por el enumerativo Y:

Un bigote << PROP (tamaño) PRq antepuesto << pequeño << PROP (color) PRq << negro

Y (conector)

un bombín << PROP PRq (comparativo) << del mismo color

4 Ver ejemplos al final de la lectura.

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La frase siguiente contiene una parte metalingüística («descripción somera») y especialmente un nuevo elemento: el nombre propio, tema-título que atribuye a un sujeto determinado las proposiciones descriptivas precedentes: Chaplin , designado primeramente por antítesis con un sintema5 calificativo corriente en la prensa: «enemigo público nº 1». Esta manera de introducir el tema-título al final, después de la presentación de elementos relacionados con él por metonimia, produce un efecto de espera que podría desembocar en una especie de enigma en un texto de mayor extensión.

Las operaciones que permiten fijar un tema-título y seleccionar aspectos (partes o propiedades) del objeto garantizan la unidad de la secuencia descriptiva. El procedimiento utilizado es el siguiente:

a) describir un bigote (proposiciones descriptivas elementales); b) describir un bombín (proposición descriptiva elemental); c) enlazar esas proposiciones creando una estructura jerárquica nueva, bajo la dependencia de un

término super-ordenado (nombre propio). Se trata del pasaje de una referencia no específica implicada por la operación de extracción (UN bigote, UN bombín) a una referencia específica (EL bigote, EL bombín DE Chaplin). Otros procedimientos descriptivos son posibles. Así, por ejemplo, en este pequeño texto de

Historias naturales de Jules Renard basado exclusivamente en una reformulación metafórica:

(4) LA PULGA Un grano de tabaco a resorte

La descripción-definición no se centra en el color, el tamaño o la forma del objeto en cuestión, sino que se apoya en un acercamiento de lo que se describe con un objeto de otro orden («grano de tabaco») al que se le adjudica una propiedad inconcebible en la realidad («a resorte»).

Se puede resumir el examen de los diversos procedimientos posibles en un esquema prototípico de la secuencia descriptiva que es, de hecho, un repertorio de las operaciones de construcción de las macro-proposiciones.6 Lo que diferencia el prototipo de la secuencia descriptiva del de la del relato es, sobre todo, [...] el hecho de que esta estructura no refleja en absoluto el orden de las operaciones. [Pero] el número de los procedimientos, reducido y muy estricto, es revelador de un orden singular: no lineal sino jerárquico, vertical en cierto sentido, y muy próximo del orden del diccionario. [...] 5 "Signo lingüístico que la conmutación revela como resultante de la combinación de varios signos mínimos, pero que se comporta con relación a los otros monemas [unidades significantes mínimas] de la cadena como monema único. Esto implica 1º que tiene todas las compatibilidades de los monemas de una determinada clase, y 2º que ninguna de sus partes constitutivas entra en relaciones particulares con un monema que no forma parte del sintema. Así, en el sintema chemin de fer [«ferrocarril»], se pueden identificar tres efectos de sentido representados por los significantes de chemin, de de y de fer, pero 1º chemi n de fer tiene exactamente las mismas compatibilidades que monemas únicos como avion [«avión»] o voiture [«coche»] (il voyage en... [«viaja en...»]), y 2º todas las partes de chemin de fer son solidarias, ninguna de ellas puede contraer relaciones particulares con cualquier otro monema exterior; toda determinación añadida a una de estas partes destruiría el sintema: un chemin creux de fer [«un camino profundo de hierro»] o un chemin de fer forgé [«un camino de hierro forjado»] no serían ya un chemin de fer." André MARTINET: SINTAXIS GENERAL. Ed. Gredos. Madrid, 1987. Cap. 3. Las unidades significativas . § 3.5. El sintema, pp. 52, 53. 6 El esquema que presentamos (reproducción del que propone Adam) está tomado de CAVIGLIA, Serrana: Descripción. En TIPOLOGÍA TEXTUAL. Soc. de Profesores de Español – Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación, Instituto de Lingüística. Montevideo, 1997. p. 48.

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Para pasar de este repertorio de operaciones a una descripción particular, es posible apoyarse en

la organización lineal global de un PLAN DE TEXTO [...]. En la medida en que el prototipo de la secuencia descriptiva no brinda ninguna indicación de orden, no comporta ninguna linealidad intrínseca que le permita encontrarse (o no) en fase con la linealidad propia del lenguaje articulado, los planes de texto y sus marcas específicas tienen una importancia decisiva para la legibilidad y la interpretación de toda descripción. [...]

3. Los cuatro procedimientos descriptivos (o macro -proposiciones) básicos del prototipo

3.1. Procedimiento de anclaje: anclaje, afectación y reformulación

Por medio de la operación de anclaje −anclaje referencial− la secuencia descriptiva señala, por medio de un nombre (soporte nominal al que llamo TEMA-TÍTULO, ya sea un nombre propio o común): a) de entrada a quién / qué se refiere (ANCLAJE propiamente dicho) b) o al final de la secuencia a quién / qué acaba de referirse (AFECTACIÓN), c) o bien, combinando ambos procedimientos, se retoma el tema-título inicial modificándolo

(REFORMULACIÓN). Esta última operación puede aplicarse igualmente a otras unidades aparecidas en el curso de una descripción (reformular una propiedad o la designación de una parte del objeto considerado).

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En el ejemplo de la pulga de Jules Renard (4), gracias a la ubicación al comienzo de la secuencia de un tema-título, el lector puede apelar a sus conocimientos enciclopédicos y confrontar sus expectativas con lo que va a leer. La operación inversa de afectación del tema-título al final de la secuencia (ejemplo (3)) retarda tal proceso referencial y cognitivo: el lector solo puede emitir hipótesis que verifica al término de la secuencia, cuando le es presentado el tema-título (como es generalmente el caso).

Se puede decir, pues, que al crear una cohesión semántica referencial, el tema-título es un primer factor de orden. [...]

En [el ejemplo] (3), el pasaje de «...el amigo público nº 1» a «Chaplin» está marcado por los dos

puntos; es esta una forma de modificar el tema-título señalando la reformulación por medio de la puntuación. [...]7 3.2. Procedimiento de aspectualización

[...] La operación de aspectualización es la más comúnmente admitida como base de la

descripción. [...] La operación de anclaje es la responsable de evidenciar un todo y la operación de aspectualización de la descomposición en partes (n. PARTES). A esta descomposición en partes debe agregarse la consideración de las cualidades o propiedades de la totalidad (color, dimensiones, forma, número, etc.), e incluso, por medio de una nueva operación (subtematización), de las propiedades de las partes consideradas. Así, en (4) el color y el tamaño (PROPIEDADES) del bombín (PARTE) de Chaplin (tema-título).

3.3. Procedimiento de puesta en relación

[...] Este procedimiento descriptivo corresponde a lo que propongo denominar operación de

asimilación, que puede ser comparativa o bien metafórica. Un procedimiento de este tipo es el que predomina en este retrato de François Nourissier, en

Journal de Matthieu Galey:

(12) Una cara rosada, un poco fofa, la nariz redonda, y una frente inmensa. Algo de una virgen flamenca que hubiera olvidado su cofia.

Una primera operación de aspectualización permite considerar una parte (la cara) del todo (F. Nourissier). Una operación de tematización selecciona, por un lado, propiedades de esa cara: rosada, fofa (marcada por una evaluación: un poco) y, por otro, partes de la cara con sus propiedades respectivas: nariz << redonda y frente << inmensa. El retrato termina con una puesta en relación comparativa: algo de una virgen flamenca a la que la subordinada relativa le agrega una propiedad.

7 Ver otros ejemplos al final de la lectura.

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François Nourissier

ASPECTUALIZACIÓN REFORMULACIÓN Pd1 PARTE algo de cara COMPARACIÓN

pd 2 PROP pd2 PARTE una virgen flamenca rosada fofa nariz frente pd2 PROP (un poco) pd3 PROP pd3 PROP

que hubiera olvidado su cofia

redonda inmensa

La puesta en relación puede ser, simplemente, metonímica. [...] Así, en el ejemplo (3), el bigote

de Chaplin es una parte del personaje [...] −elemento que puede destacarse por un procedimiento de aspectualización−, mientras que el bombín [...] es un elemento puesto en relación (SITUACIÓN) con el tema-título por medio de un procedimiento de contacto metonímico.

3.4. Procedimiento de encastramiento por subtematización

Esta operación de encastramiento de una secuencia en otra es la base de la expansión descriptiva. Se opera así el pasaje de las macro-proposiciones descriptivas (Pd) del primer nivel a las proposiciones descriptivas (pd) de los niveles 2, 3, 4, etc., de todos los ejemplos precedentes. Como se pudo observar, una parte seleccionada por aspectualización puede ser elegida como base de una nueva secuencia, tomada como nuevo tema-título y, a su vez, ser considerada en sus diferentes aspectos: eventuales propiedades y sub-partes. Por medio de una nueva tematización (si se considera el anclaje como la tematización de base), pueden considerarse las propiedades y partes de una sub-parte, y esto, teóricamente, puede continuar hasta el infinito. Esta operación se aplica prioritariamente a las partes para la aspectualización, y a la puesta en situación metonímica (objetos contiguos) para la puesta en relación. La tematización por asimilación comparativa o metafórica es mucho menos frecuente y solo se aplica a las propiedades (... usted es un león [asimilación metafórica + tematización-propiedades] soberbio y generoso). Las propiedades, que no soportan más que una operación de expansión metafórica (del tipo Beau [PROP + tematización-asimilación comparativa] como... ) tienen generalmente la función de cerrar una expansión. Lo mismo ocurre con la operación de reformulación que abre o cierra una secuencia remontándose directamente al tema-título y que a menudo se combina con una metáfora. [...]

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Capítulo 4

El prototipo de la secuencia argumentativa Como ya lo he señalado más arriba, no se debe confundir la unidad composicional que

denomino secuencia argumentativa con la argumentación en general, así como no debe confundirse la secuencia descriptiva que acabamos de tratar con la función descriptiva-referencial del lenguaje, ni el dialogismo con el diálogo. [...] Al hablar se alude a un «mundo» («real» o ficticio, presentado como tal o no), se construye una representación: es la función descriptiva del lenguaje. Pero a menudo se habla para hacer compartir a un interlocutor determinadas opiniones o representaciones relativas a un tema dado, tratando de provocar o de hacer aumentar la adhesión de un oyente o de un auditorio más vasto a las tesis que se presentan para que dé su aprobación. En otros términos, se habla a menudo para argumentar y esta finalidad constituye, para algunos, un sobreagregado al valor descriptivo-informativo del lenguaje (es la posición clásica de la retórica), y para otros es su valor primero (es esta la tesis de Ducrot y Ascombre 1983). En esta última perspectiva, los datos informativos no son vistos como prioritarios en la reconstrucción del sentido de un enunciado, sino como derivados de su valor argumentativo.

Según el esquema propuesto al comienzo de esta obra 8, la noción general de argumentación puede ser abordada tanto en el nivel del discurso y de la interacción social como en el nivel de la organización pragmática de la textualidad. Si definimos la argumentación como la construcción, por un enunciador, de una representación discursiva (módulo A3 de organización), que pretende modificar la representación de un interlocutor a propósito de un objeto de discurso dado, se puede abordar la argumentación en términos de finalidad ilocutoria (A1). Por el contrario, si se considera la argumentación como una forma de composición elemental, si se postula, en los hablantes, la existencia de representaciones prototípicas relativas a un(os) esquema(s) de la argumentación, nos situamos, en este caso, en el nivel B2 de la organización secuencial de la textualidad. En esta perspectiva, nos preguntaremos si ciertas series de proposiciones pueden ser consideradas como series reinterpretables en términos de relación Argumento(s) à Conclusión, Dato(s) à Conclusión, o bien Razones à Conclusión. Todas estas variantes dan cuenta de un mismo fenómeno: un discurso argumentativo busca intervenir en las opiniones, actitudes o comportamientos de un interlocutor o de un auditorio, haciendo creíble o aceptable un enunciado (conclusión) apoyado, según diversas modalidades, en otro (argumento / dato / razones). Por definición, el dato-argumento busca fundamentar o refutar una proposición. Se puede decir que estas nociones de conclusión y de dato (o premisas) son interdependientes. Un enunciado aislado no es a priori una conclusión o un argumento-dato. Si una (una sola o varias) proposición aparece como el antecedente de una conclusión, lo es a posteriori, con relación a esta última. La relación [Dato à Conclusión] puede ser considerada como una secuencia de base si la serie queda interrumpida y produce un efecto de cierre. Esta idea es defendida actualmente por numerosos especialistas de la argumentación. M.-J. Borel, por ejemplo, expresa una posición muy próxima a la que presentamos en esta obra: «Solo existe conclusión en relación con unas premisas, y recíprocamente. Y, a diferencia de las premisas, lo propio de la conclusión es que puede presentarse ulteriormente en el discurso como premisa. Se obtiene así un tipo de secuencia textual que se diferencia de otras secuencias, la narrativa, por ejemplo» (1991: 78). [...]

8 Ver MALCUORI, Marisa, Lectura Nº 12, § 2.2.

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil 1. Un esquema de la fundamentación argumentativa de las proposiciones

Para explicitar este principio que, por cierto, está en la base de toda aserción argumentativa,

volvamos sobre algunos enunciados ya examinados [...]

(30) La marquesa tiene las manos suaves, pero a mí no me gusta. Una serie de este tipo puede ser considerada como una secuencia argumentativa en la medida en

que el conector PERO proporciona instrucciones acerca de la interpretación de la proposición que lo precede y de la que lo sigue. La proposición p [La marquesa tiene las manos suaves] debe ser leída como un dato-argumento para una conclusión C [me gusta] no expresada. La proposición p responde, en alguna medida, a una pregunta implícita del tipo: ¿Por qué te gusta la marquesa? La proposición p enuncia el dato que justifica la conclusión C. Sin embargo, como lo subraya el esquema argumentativo concebido por Toulmin (1958), para que esta justificación sea válida, se debe responder a la pregunta implícita: ¿cómo se puede pasar del dato p a la conclusión C? ¿Qué es lo que legitima este pasaje de la suavidad de las manos de la marquesa a la atracción que se siente por ella? Una regla de inferencia, un principio general, evita que nos veamos obligados a introducir nuevos datos y viene, en alguna medida, a establecer un puente entre dato y conclusión. En nuestro ejemplo, en el enunciado (28) se actualiza un tópico, que sirve de fundamento a la inferencia y que fundamenta el pasaje del dato a la conclusión:

(28) A los hombres les gustan las mujeres que tienen las manos suaves.

Podemos, entonces, descomponer el movimiento de inferencia en forma de un razonamiento subyacente que presentaría la forma de un silogismo en el que el pasaje de la clase (los hombres / las mujeres) a un único miembro de la clase (yo / la marquesa) no plantea problemas:

A los hombres les gustan las mujeres que tienen las manos suaves (28) AHORA BIEN La marquesa tiene las manos suaves (29) POR LO TANTO Me gusta la marquesa

El dato expresado en (29) conduce a la conclusión [Me gusta la marquesa] por medio de una inferencia, es decir, por medio de la aplicación de una regla de inferencia que se apoya en la razón o garante explicitada en la premisa mayor (28). Agreguemos, no obstante, que una Restricción (refutación o excepción) es introducida para modalizar el pasaje del dato a la conclusión: las inferencias pueden, por cierto, estar fundamentadas por un determinado número de justificaciones o Soportes, pero también pueden no aplicarse en algunas circunstancias; siempre debe haber un lugar previsto para una eventual no-aplicación de las reglas de inferencia, incluso para una refutación. En otros términos, aun si las premisas conducen VEROSÍMIL o PROBABLEMENTE (adverbio modal de Fuerza) a la conclusión, siempre es posible una restricción o contra-argumento (A MENOS QUE). En resumen, el esquema básico de la argumentación es una puesta en relación de las premisas con una conclusión. Esta puesta en relación puede estar implícita o explícitamente fundamentada (soporte) o contrariada (refutación o excepción). Mientras que las premisas constituyen el elemento que generalmente aparece explicitado, el soporte está a menudo implícito y los otros componentes se sitúan entre estos dos polos de implicitación y de explicitación. El esquema del movimiento argumentativo es, pues, el siguiente:

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil Proposición p REGLA [La marquesa tiene DE INFERENCIA entonces, probablemente [Me gusta la marquesa] las manos suaves] CONCLUSIÓN

PREMISA puesto que a menos que GARANTE RESTRICCIÓN [A los hombres les gustan (refutación

las mujeres que tienen excepción) las manos suaves] dado que SOPORTE

El hecho de tomar en cuenta, por una parte, el carácter probable de la aplicación de la regla de

inferencia que conduce a la conclusión y, por otra, la restricción es sumamente útil, ya que nos permite constatar, por ejemplo en el enunciado (30), que la segunda proposición, introducida por el conector PERO (aquí concesivo), viene a subrayar, justamente, la inversión de la conclusión esperada. Se trata de un esquema concesivo clásico, en el que se contradice la regla de inferencia:

Proposición p [Premisa] PERO [Aplicación de Proposición no-q la restricción] [Aplicación de la regla de inferencia] Conclusión q

El hecho de que se pueda remplazar el conector PERO por Y SIN EMBARGO [La marquesa tiene las manos suaves Y SIN EMBARGO no me gusta] o combinar PERO con SIN EMBARGO [La marquesa tiene las manos suaves PERO SIN EMBARGO no me gusta] confirma la naturaleza concesiva de la operación argumentativa desencadenada por PERO. En este caso podríamos decir que la regla de inferencia −que generalmente se aplica− no se aplica por razones que habría que fundamentar en forma de una restricción: A MENOS QUE la marquesa sea demasiado tonta, pretenciosa, joven / vieja, reaccionaria, inculta para mí . La representación de estas relaciones presentaría la forma canónica de un cuadro argumentativo:

Premisa p PERO Arg.-dato y

[La marquesa tiene las manos suaves] [Es tonta y fea]

Conclusión q Conclusión no-q [Me gusta] [No me gusta]

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El modelo de Toulmin es un verdadero esquema del proceso de fundamentación / refutación de los enunciados característico de la secuencia argumentativa canónica o prototípica. A fin de exponer brevemente una versión lo más simplificada posible, razonemos un momento a partir de las dos proposiciones descriptivas siguientes:

(1) Harlem es suizo. (1') Omar es francés.

Una proposición descriptiva de este tipo puede ser una aserción de una secuencia argumentativa si se apoya en otra proposición:

(2) Harlem nación en Lausana (2') Omar nació en Evian.

La segunda proposición adquiere su estatus de dato o de premisa para la conclusión −[proposición (2) à ENTONCES PROBABLEMEN TE proposición (1)]− únicamente en función de una tercera proposición, generalmente implícita:

(3) La gente nacida en Lausana es, por lo general, helvética. (3') La gente nacida en Evian es, por lo general, francesa.

Esta proposición implícita, que garantiza las inferencias y la pertinencia de la construcción argumentativa, se apoya, a su vez, en un Soporte igualmente implícito:

(4) Siempre que estén vigentes las disposiciones legales del código de la nacionalidad.

La Restricción (refutación o excepción) puede ser la siguiente:

(5) A menos que sus padres sean extranjeros y que Harlem haya optado por la nacionalidad suiza a los dieciocho años, o que no haya hecho sus estudios o no haya residido en Suiza el tiempo suficiente, o que se haya naturalizado alemán.

Esta restricción [...] no se aplica de la misma manera en Francia (1') que en Suiza.(1). La

nacionalidad doble es posible en (1'), pero no lo es en (1). La restricción difiere según las disposiciones legales de los códigos de nacionalidad. Pero, de todos modos, para poder aseverar (1), hay que admitir (2), en razón de (3) y de (4) y con la condición de (5). Así, pues, la fundamentación argumentativa de un enunciado es posible en el interior de un «mundo» o espacio semántico (que puede ser considerado un campo argumentativo).

[...] Antes de pasar a [el prototipo de la secuencia argumentativa] y especialmente para insistir

una vez más en la heterogeneidad textual, me parece útil volver sobre [uno de los] ejemplos ya examinados en [el capítulo dedicado a la narración]. El ejemplo (8), primer párrafo de un cuento de Andersen del que ya analicé la estructura narrativa, puede ser reconsiderado argumentativamente a la luz de los conectores:

(8) [a] Había una vez un príncipe [b] que quería desposar una princesa, [c] PERO una princesa de verdad. [d] Recorrió ENTONCES el mundo para encontrar una, [e] y, por cierto, las princesas no faltaban; [f] PERO nunca tenía la seguridad de si eran princesas verdaderas; [g] siempre algo en ellas le parecía sospechoso. [h] EN CONSECUENCIA, volvió muy afligido al no poder encontrar lo que deseaba.

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Las dos primeras proposiciones proporcionan los datos − [a] Había una vez un príncipe [b] que quería desposar una princesa− y dan a entender que se podría inferir (conclusión C implícita) que para el héroe de esta historia será fácil encontrar una esposa. En efecto, en el mundo de los cuentos, no faltan los reinos y las princesas. La proposición descriptiva introducida por el primer conector argumentativo −[c] PERO una princesa de verdad− aporta una indicación suplementaria a partir de la cual se puede sacar una conclusión no-C: tal vez no sea tan fácil encontrar una. El esquema argumentativo es, entonces, el siguiente:

proposiciones [a] y [b] PERO proposición [c]

(Conclusión C) (Conclusión no-C) ENTONCES proposición [d]

El movimiento argumentativo es más complejo de lo que parece. En efecto, la conclusión ENTONCES [d] está sustentada por el conjunto precedente, que llevaba a la primera conclusión implícita (no-C). En otros términos, una primera conclusión se convierte en premisa (dato) para una nueva conclusión. El siguiente es un esquema más complejo del fundamento de la proposición [d]:

( ( [a] y [b] PERO [c] no-C) ENTONCES [d]) (DATOS CONCLUSIÓN) (DATO CONCLUSIÓN)

El comienzo de la segunda frase (P2) alude a las inferencias de la primera. La proposición [e] −y por cierto, las princesas no faltaban− es una alusión directa a la conclusión C, pero las proposiciones [f] −PERO nunca tenía la seguridad de si eran princesas verdaderas− y [g] −siempre algo en ellas le parecía sospechoso− retoman, con el conector PERO, el movimiento argumentativo precedente. La proposición [h] −EN CONSECUENCIA, volvió muy afligido al no poder encontrar lo que deseaba− se toma en el mismo sentido que la proposición [d]:

proposiciones [d] y [f] PERO proposiciones [f] y [g]

(Conclusión C') (Conclusión no-C) ENTONCES proposición [d]

Veamos ahora el esquema complejo de los fundamentos de la proposición [h] similar al

fundamento de [d]:

( ( [d] y [d] PERO [g] no-C') EN CONSECUENCIA [h] ) (DATOS CONCLUSIÓN) (DATO CONCLUSIÓN)

Ya he mostrado, en el capítulo 2, cómo esta estructura argumentativa está narrativizada. No volveré sobre este análisis, pero subrayemos que tenemos aquí la perfecta ilustración de lo que hemos definido como heterogeneidad de tipo [Secuencia dominante > Secuencia dominada]. Si en este caso el relato domina a la argumentación, esto se debe, por una parte, a razones lingüísticas de superficie: la presencia del organizador narrativo «Había una vez» y de la pareja temporal imperfecto-pretérito acompañada de la tercera persona y, por otra parte, a razones genéricas: este texto es un cuento. La estructura argumentativa que acabo de describir está al servicio de la

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil estructura secuencial narrativa. La «lógica» de este párrafo es, ciertamente, la que acabamos de describir en los dos esquemas de la fundamentación argumentativa de las proposiciones, pero solo toma su cabal sentido en la lógica de la narración propia de los cuentos: los actores parten en busca de un objeto que debe ser valorizado, tratan de transformar una relación de disjunción en conjunción para eliminar la falta que motiva la narración misma. La primera secuencia, marcada por la partida y el regreso del héroe, no presenta resolución de la falta, y por esta razón podemos dar por descontado que el relato está lejos de llegar a su fin. [...]

3. Del esquema de la fundamentación de las proposiciones al prototipo de la secuencia narrativa El análisis de [...] diversos ejemplos nos lleva a admitir la idea de un modo particular de

composición que enlaza las proposiciones en un orden progresivo: datos – [inferencia] à conclusión, o en un orden regresivo: conclusión ß [inferencia] – datos. En el orden progresivo [p – ENTONCES à q], el enunciado lingüístico resulta paralelo al movimiento del razonamiento: «Una consecuencia es el resultado de lo que la precede tanto textualmente como argumentativamente» (Borel 1991: 78). En el orden regresivo [p ß PUES q], la linealidad del enunciado lingüístico es inversa al movimiento: «Se justifica una afirmación que es precedente en el texto, pero posterior en la argumentación» (ibíd.). Mientras que el orden progresivo tiene como finalidad una conclusión, el orden regresivo es, más bien, el de la prueba o la explicación. Destaquemos que en la oralidad, el orden preferente parece ser el regresivo: «Se hace una aserción y luego se justifica, se explica, etc.» (Apothéloz et Miéville 1989: 249).

[...] Ya se ha visto [que] las dos unidades de base de la secuencia argumentativa se definen mutuamente: las proposiciones que constituyen las premisas solo lo son en función de la conclusión, y esta última solo existe como tal en relación con la (o las) proposición (o proposiciones) que constituye(n) las premisas. La dependencia de estas dos macro-proposiciones es, pues, estructural. Si bien la macro-proposición conclusiva (P.arg. Concl.) puede comprender varias proposiciones, digamos que comprende, al menos, una proposición completa que puede definirse, desde un punto de vista ilocutorio, como «un acto de aserción que, poniendo en juego una o varias inferencias, las presenta como legitimadoras de los enunciados conclusivos. [...] Una conclusión supone siempre al menos una operación de inferencia, aunque tal operación no siempre da lugar a un acto de conclusión» (Apothéloz et al. 1984:39).

[...] Se debe insistir en la elección de las premisas de una argumentación. El hecho de que una argumentación tenga siempre como destinatario un oyente o un auditorio o un público específico explica la importancia de esta elección: «Es necesario que [el locutor] se haga, entre otras, una representación de su auditorio. No solo de sus conocimientos, sino también de los valores a los que adhiere» (Grize 1981:30). [...]

Los textos-discursos argumentativos son por cierto tan variados como los modos textuales de la narración. Pero esto no impide formular una hipótesis secuencial más restrictiva, basada en las posibilidades de reconocimiento de una forma prototípica de secuencia argumentativa de base por parte de los locutores.

Para pasar del esquema elemental al que nos referimos antes al intento de definición de una unidad secuencial prototípica, partamos de una definición propuesta en un contexto lingüístico, aunque no textual, por O. Ducrot:

Un gran número de textos literarios, sobre todo de los siglos XVII y XVIII, se presentan como razonamientos. Su objeto es demostrar o refutar una tesis. Para ello, parten de premisas, no siempre explícitas por otra parte, consideradas incuestionables, y tratan de demostrar que estas premisas no

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pueden ser admitidas sin admitir también tal o cual conclusión −siendo la conclusión la tesis que se quiere demostrar, o bien, la negación de la tesis de sus adversarios. Y, para pasar de las premisas a las conclusiones, utilizan diversas estrategias argumentativas, que piensan que ningún hombre sensato puede negarse a realizar. (1980: 81) Aunque se basa en formas muy elaboradas (literarias) de discursos argumentativos, esta

definición se acerca al modelo que hemos presentado más arriba. O. Ducrot habla de dos movimientos argumentativos: demostración y refutación de una tesis. En los dos casos, el movimiento es el mismo puesto que se trata de partir de premisas (datos) que no podrían ser admitidas sin admitir también tal o cual conclusión. Entre unas y otra, el pasaje queda asegurado por las «estrategias argumentativas» que toman la forma de un encadenamiento de argumentos-pruebas que corresponde a los soportes de una regla de inferencia, o a micro-proposiciones de argumentos, o a movimientos argumentativos encastrados. El esquema básico simplificado corresponde al que hemos visto más arriba.

DATOS ARGUMENTOS CONCLUSIÓN (PREMISAS)

fundamento de los argumentos GARANTE SOPORTE

Este esquema básico no excluye las restricciones de las que hablamos más arriba. Además, debe

ser completado a la luz de un principio dialógico cuya importancia ya he subrayado: «Un discurso argumentativo [...] siempre se ubica en relación con un contra-discurso efectivo o virtual. [...] Defender una tesis o una conclusión siempre significa defenderla contra otras tesis o conclusiones» (Moeschler 1985:47). Podemos ahora presentar la secuencia argumentativa prototípica de la siguiente manera:

Secuencia argumentativa

TESIS + PREMISAS Establecimiento entonces probablemente CONCLUSIÓN ANTERIOR de las inferencias (Nueva)

Tesis P.arg 0 P.arg 1 P.arg 2 P.arg 3

a menos que RESTRICCIÓN P.arg 4

Este esquema básico con tres macro-proposiciones (P.arg 1, 2 y 3) se apoya explícitamente en

P.arg 0 (tesis anterior) en el caso particular de la refutación. Tengamos presente que este esquema prototípico no tiene un orden lineal inmutable, como sucede con los del relato o la descripción: la (nueva) tesis (P.arg 3) puede aparecer de entrada y ser retomada o no por una conclusión que la refuerza al final de la secuencia, la tesis anterior (P.arg 0) puede estar sobreentendida. Esto es semejante a lo que ocurre en relación con el lugar que ocupan las macro-proposiciones y su carácter más o menos elíptico en el caso de la secuencia narrativa.

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Capítulo 5

El prototipo de la secuencia explicativa

El término «explicar» designa actividades muy diversas. Explicar el punto de vista que se adopta, explicar una página de Proust y explicar cómo preparar un arroz blanco no tienen, ciertamente, el mismo sentido. Importa, pues, para comenzar, poner un poco de orden, a riesgo de tomar, en algunos casos, decisiones arbitrarias.

(Grize 1981: 7)

2. Del discurso explicativo al texto explicativo Junto a los otros cuatro grandes tipos, la explicación puede aparecer como la pariente pobre;

abundan las publicaciones sobre la narración, la descripción, la argumentación y el diálogo en todos los tiempos y particularmente a partir de los años sesenta. En cambio, para que se precisaran y multiplicaran los estudios sobre el discurso y el texto explicativo hubo que esperar hasta 1980.

[...] Desde una perspectiva semiológica, la explicación ha sido pensada en términos que llamaríamos

pragmáticos. M.-J. Borel se propone «reflexionar acerca de esos indicios que, en el texto, permiten identificar una explicación al que lo interpreta, o en el movimiento inverso, aunque no simétrico, acerca de las señales con que el productor del texto lo jalona para que pueda ser identificado como explicativo» (1981b: 23). Esta aproximación netamente discursiva se basa, además, en un rechazo categórico de toda reflexión tipológica:

Una explicación no es nada en sí misma, es esencialmente relativa. Una de las dificultades que se encuentran cuando se quiere aislar un objeto de estudio en el campo del discurso para insertarlo en una tipología es que un tipo de discurso no tiene realidad semiótica fuera de su contexto y de sus relaciones con otros discursos, de las situaciones que lo determinan y en las cuales produce sus efectos. Esto es también cierto para el discurso explicativo. No se puede delimitar un discurso como se delimita un terreno, no se lo desarma como si fuera una máquina. Es un signo de algo, para alguien, en un contexto de signos y de experiencias. El discurso es, así, un proceso que, en su propio desarrollo, «hace señas», es decir, proporciona marcas que indican cómo debe ser interpretado. (Borel 1981b: 23). Estas observaciones, absolutamente adecuadas −me parece− desde el punto de vista

estrictamente discursivo, explican claramente por qué al comienzo de esta obra me he empeñado en definir los límites de las bases de tipologización. En la perspectiva pragmática y discursiva de la semiología, la explicación es un acto de discurso que presupone y establece al mismo tiempo un contrato cuyas condiciones pragmáticas resume así J.-B. Grize:

1. El fenómeno a explicar es incuestionable: es una constatación o un hecho. En efecto, nadie trata

de explicar algo que no da por sentado. 2. Aquello de lo que se trata está incompleto.

También aquí, la incompletud de la situación se impone. Cualquiera que tenga alguna experiencia en la enseñanza sabe bien cuántos esfuerzos hay que hacer para conducir al auditorio a la convicción de que la pregunta a la que el curso tratará de responder es una verdadera pregunta.

3. El que explica está en condiciones de hacerlo.

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Esto significa que el interlocutor debe reconocerle las competencias cognitivas requeridas. Además, [quien explica] debe ser neutro y desinteresado. Por cierto, una explicación puede ser útil para un orador. Puede utilizarla para argumentar y, especialmente, para aumentar lo que Bourdieu llama su «capital de autoridad». Pero cuando explica debe ser objetivo. (1981b: 9 -10)

3. Un prototipo de la secuencia explicativa Como lo veremos más adelante, el propio J.-B. Grize reconoce que la explicación tiene una

textura específica (1981b: 11). A pesar de las diferencias de nuestras aproximaciones, encuentro una confirmación de mis hipótesis de trabajo en recientes tomas de posición de J.-B. Grize (Lógica y lenguaje 1990). Después de haber considerado el operador POR QUÉ como criterio de la explicación (señalemos que CÓMO desempeña a veces la misma función), J.-B. Grize escribe: «El problema consiste ahora en identificar las secuencias discursivas que son explicativas» (1990: 105; el subrayado es mío). Observemos que al limitar su trabajo de análisis a secuencias explicativas adopta un punto de vista decididamente secuencial, basado en el reconocimiento de hecho que el texto es una unidad demasiado heterogénea para poder someterlo a una reducción tipológica.

Para J.-B. Grize, la «estructura general de una secuencia explicativa» es la siguiente: un primer operador [POR QUÉ] permite pasar de una esquematización S-i, que presenta un objeto complejo (O-i), a una esquematización S-q, que plantea un problema (objeto problemático O-q), luego, un segundo operador [PORQUE] permite pasar de S-q a una esquematización explicativa S-e (O-e). La secuencia explicativa de Grize es la siguiente:

S-i S-q S-e

¿POR QUÉ? PORQUE (O-i) (O-q) (O-e)

Si se tiene en cuenta que la esquematización inicial (S-i) está a menudo sobreentendida, se

puede decir que esta estructura corresponde a la primera parte de la que propone Danielle Cortier (1986: 8):

Fase de cuestionamiento + Fase resolutiva + Fase conclusiva Esto nos lleva a la estructura secuencial básica que yo proponía en Pratiques nº 56 (1987a: 72) y

que completo aquí, teniendo en cuenta la esquematización inicial facultativa de la que habla Grize, y que yo señalo como P.expl. 0 (es decir, macro-proposición explicativa 0):

Secuencia explicativa prototípica:

0. Macro-proposición explicativa 0: esquematización inicial 1. ¿Por qué X?

o ¿Cómo? Macro-proposición explicativa 1: Problema (pregunta) 2. Porque Macro-proposición explicativa 2: Explicación (respuesta) 3. Macro-proposición explicativa 3: Conclusión-evaluación

El primer operador [POR QUÉ] introduce la primera macro-proposición, el segundo [PORQUE], la segunda macro-proposición, y generalmente se encuentra [...] una tercera macro-proposición que puede estar desplazada al comienzo de la secuencia o bien suprimida (efecto de elipsis); el conjunto, como señala J.-B. Grize, con frecuencia está precedido por una descripción que corresponde a una esquematización inicial destinada a introducir el objeto problemático que es tematizado por la macro-proposición que identifico como [P.expl. 1].

[...] Me parece que la siguiente publicidad se ajusta bastante al esquema prototípico:

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(6) EL LAVARROPA DEL LAGO DE GAUBE (a) En lo alto de las montañas de los Pirineos, al pie del macizo de Vignemale, se encuentra el lago de Gaube.. (b) Ni pensar en subir en auto, pues no hay más que un sendero que conduce hasta allí. (c) Sin embargo, a orillas del lago hay una pequeña hostería: la de la Señora Seyrès. (d) Y en esta hostería, un lavarropa Radiola. (e) ¿Por qué un Radiola? (f) Escuchemos a la señora Seyrès: (g) «Incluso aquí hace falta un lavarropa. (h) Para nuestra propia ropa, para empezar. (i) Pero además, aunque este mos aislados, en una hostería siempre hay muchos manteles y servilletas para lavar.» (j) «Eso sí, se necesita un lavarropa que funcione bien. (k) Porque es muy difícil para los obreros llegar hasta aquí para hacer reparaciones. (l) «Por lo tanto, hace falta una máquina resistente. (m) Nosotros siempre tuvimos una Radiola. (n) Y nunca tuvimos problemas.> (o) Radiola no solo tiene lavarropas que no dan problemas: los lavavajillas, las cocinas, los refrigeradores y los congeladores también están fabricados para durar, como el lavarropa del lago de Gaube.

Un proceso descriptivo domina los dos primeros párrafos y establece una primera representación (esquematización S-i de J.-B. Grize, P.expl. 0 para mí). Por medio de sucesivas inclusiones de tipo metonímico, pasamos de las montañas de los Pirineos al Vignemale, luego al lago de Gaube y a la hostería de la señora Seyrès para llegar por último al lavarropa Radiola. Pero, en lugar de describir este objeto (tema-título anunciado en el enunciado-título de la publicidad) como se hace generalmente, se abre claramente una secuencia explicativa, cuya única función parece ser afirmar una propiedad: la solidez (por medio de diversas reformulaciones: «que funcione bien», «resistente», «nunca tuvimos problemas», «no dan problemas»). Se puede decir que, en este texto, la descripción es dominada por el movimiento explicativo que se refiere al enunciado de la propiedad principal de lo que podría constituir un tema-título. La secuencia explicativa propiamente dicha (P.expl. 1) comienza con el planteo de la pregunta (objeto problemático O-q): «¿Por qué un Radiola?» Todo el discurso directo tiene la función de aportar la respuesta a esta pregunta (P.expl. 2) mientras que el último párrafo presenta una conclusión (P.expl. 3) que amplía el alcance de esta respuesta.

El conjunto de la respuesta (P.expl. 2) presentada en discurso directo (introducido por la proposición f) aparece, en efecto, como una secuencia completa, encastrada en el movimiento explicativo que acabo de describir.

Secuencia insertada: P.expl. 0: (g), (h), (i) P.expl. 1: ¿Por qué un Radiola? (j) P.expl. 2: Porque (k) P.expl. 3: Por lo tanto conclusión (l), (m), (n)

La estructura textual es, pues, la siguiente:

Secuencia explicativa insertante

P.expl. 0 P.expl. 1 P.expl. 2 P.expl. 3

[a] a [d] [e] Secuencia explicativa [o] encastrada [f]

P.expl. 0 P.expl. 1 P.expl. 2 P.expl.3 [g] a [i] [j] [k] [l] a [n]

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Capítulo 6

El prototipo de la secuencia dialógica

El diálogo, en el sentido estricto de la palabra, no es más que una de las formas, aunque es cierto que la más importante, de la interacción verbal. Pero se puede comprender el diálogo en sentido amplio, entendiendo entonces no solo la comunicación verbal directa y en voz alta entre una persona y otra, sino también toda comunicación verbal, sea cual sea su forma.

(M. Bachtine, en Todorov 1981: 171)

2. De la conversación al diálogo Diálogo y conversación se usan generalmente como sinónimos, y se habla del análisis

conversacional en general. Pero me parece preferible decir que el diálogo y la conversación representan dos puntos de vista acerca de los intercambios verbales. La conversación gana terreno en cuanto aspecto psico-socio-discursivo, o como género de discurso en el mismo nivel que el debate, la entrevista, la conversación telefónica, etc. El diálogo no es otra cosa que una unidad de composición textual (oral o escrita).

[...] Las [diferentes] categorías propuestas [...] muestran claramente que los diálogos obedecen a

ciertas regularidades. No obstante, en razón de la heterogeneidad de los criterios utilizados, tales regularidades resultan demasiado imprecisas [...].

Es absolutamente necesario tratar de retomar el problema desde una perspectiva totalmente diferente y preguntarse si no se puede imaginar un nudo prototípico común a todas las formas de diálogos.

3. La organización secuencial del prototipo dialógico

Como señala Catherine Kerbrat-Oreccioni en la sección más lingüística del primer tomo de su

presentación de síntesis sobre La interacción verbal, nuestro propósito consiste esencialmente en «poner en evidencia las reglas que rigen la organización secuencial de los enunciados producidos por uno y otro de los participantes en el curso de una conversación» (1990: 198). Naturalmente, gran parte de los principios de organización lingüística (coherencia, marcas enunciativas, coherencia isotópica y conexidad) se aplican tanto a la cohesión, a la coherencia o a la conexidad interna de una intervención de un locutor determinado como al conjunto de intervenciones de tal o cual locutor, y también a los encadenamientos consecutivos de las intervenciones de diferentes locutores. Aquí más que en otros casos, las limitaciones específicas de este tipo de textualidad determinada por la interacción influyen en los formantes lingüísticos en el sentido de una puesta en movimiento del conjunto de limitaciones de las reglas lingüísticas: «El discurso alternado obedece a ciertas reglas de coherencia interna, que son más o menos específicas. Pero estas reglas son también más o menos restrictivas, es decir que la gramática que subyace a la organización de las interacciones verbales es, según los casos, más o menos flexible o rígida» (Kerbrat-Oreccioni 1990: 200).

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En lugar de desanimarnos por la movilidad y la diversidad, las observaciones que siguen intentan poner de manifiesto la organización básica −prototípica por excelencia− del encadenamiento de las secuencia s dialógicas. Este esquema prototípico no es tampoco −al igual que los precedentes− un esquema normativo. Por cierto, bajo la presión de la interacción verbal, está sujeto, más que los precedentes, a elipsis y realizaciones cuya incompletud es manifiesta.

Atkinson y Heritage definen su unidad de análisis de una manera muy próxima a la que yo he adoptado hasta aquí: «Para el análisis de la conversación, más que las oraciones y los enunciados aislados, cuentan las secuencias y los turnos de habla como unidades de análisis» (1984: 5). Entre esta noción de «secuencia» y la de «turnos de habla», habría que agregar otras unidades y, de acuerdo con el modelo utilizado hasta aquí, habría que preguntarse si corresponde al modelo jerárquico [Texto < Secuencia < macro-proposiciones < proposiciones] o si este modelo debe ser adaptado. Si se necesitan algunas adaptaciones, estas no deben contradecir la descripción general.

Los especialistas están de acuerdo en reconocer la existencia de una macro-unidad: el texto dialógico [...]. El texto dialógico puede ser definido como una estructura jerarquizada de secuencias llamadas generalmente «intercambios». Se deben distinguir dos tipos de secuencias: – las secuencias fáticas de apertura y de cierre – las secuencias transaccionales que constituyen el cuerpo de la interacción.

La idea de que los límites están fijados por el encuentro y la separación de por lo menos dos actantes en un tiempo y un lugar determinados parece una buena definición como punto de partida. Pero alcanza con considerar la imprecisión de la división en escenas de una obra de teatro −delimitadas, sin embargo, en principio, por la entrada y la salida de los personajes− para darse cuenta de la complejidad de esta definición aparentemente tan simple. [...] De hecho, una persona puede retirarse en el curso de una interacción y eventualmente volver sin que por ello se quiebre obligatoriamente la unidad. Sin duda la unidad de una interacción tiene alguna relación con el o los temas abordados (los «cambios de conversación», como se dice). Esta cuestión es tan delicada que C. Kerbrat-Oreccioni propone esta definición: «Para que estemos frente a una única y misma interacción, es necesario y suficiente que exista un grupo de participantes modificable pero sin ruptura, que en un marco espacio-temporal modificable pero sin ruptura, hablen de un objeto modificable pero sin ruptura» (1990: 216). Aun los límites representados por las secuencias fáticas no resultan absolutamente indispensables: ocurre muchas veces que una interacción comienza sin entrada en materia y/o termina abruptamente.

Las secuencias de apertura y de cierre, muy ritualizadas, son netamente más estructuradas que las secuencias transaccionales. Yo prefiero definirlas como secuencias fáticas. Desde las observaciones de Jakobson y de Benveniste (1974: 86-88) −que se refieren, ambos, a la teoría pragmática del lenguaje del antropólogo Malinowski (Adam 1990d)−, se sabe que la apertura de una interacción (texto dialógico) comporta una fase ritual extremadamente delicada y, según las sociedades, más o menos extensa. R. Jakobson habla de la posibilidad de un «intercambio abundante en fórmulas ritualizadas» (1963: 217), y aun «de diálogos enteros cuyo único objetivo es prolongar la conversación». Como lo subraya Benveniste: «Nos encontramos aquí en los límites del "diálogo"» (1974:88). Insistiendo en el carácter delicado de la apertura y el cierre de las interacciones, los especialistas del análisis conversacional han descripto escrupulosamente estas secuencias, que son las más estructuradas.

Aun cuando la frontera entre los saludos y el comienzo de la primera secuencia transaccional puede resultar a veces borrosa, se pueden identificar encadenamientos transaccionales. Estos solo terminan con los saludos de cierre, que pueden, a su vez, también no solo eternizarse sino comenzar por intervenciones preparatorias no claramente separadas del cuerpo de la interacción. El criterio temático me parece útil para delimitar los cambios de secuencias transaccionales. Seguramente se cambiará de secuencia transaccional al cambiar de tema. [...]

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Para pasar de la secuencia −unidad constitutiva del texto dialógico definido como la mayor unidad dialógica− a la unidad que la constituye, es necesario, primeramente, definir el intercambio como la menor unidad dialógica. Diremos que los pares elementales:

A1 – ¡Buen día! A2 – ¡Buen día!

o bien: Ax – ¡Adiós! Bx – ¡Adiós!

son intercambios que constituyen respectivamente una secuencia fática de apertura y una secuencia fática de cierre elementales. El hecho de que sea imperativo responder al saludo A1 con un saludo B1 les da a estos pares −llamados «pares adyacentes»− una unidad determinada por el vínculo entre una intervención iniciativa (A1 y Ax) y una intervención reactiva (B1 y Bx). Se constituye así, de manera mínima, la unidad dialógica de base llamada Intercambio. Un intercambio es una serie de intervenciones (anotadas con una letra que identifica a cada locutor y un número de orden que relaciona entre ellas cada intervención de cada locutor). La estructura de una secuencia-intercambio puede ser binaria, como acabamos de ver, pero también puede ser ternaria:

A1 – ¿Qué estás leyendo? B1 – Un libro de lingüística textual. A2 – ¡Lingüística textual! / ¡Ah, bueno! / ¡Mira! / ¡Muy bien! / ¡Ah... caramba!

Se tiene así una tríada: intervención iniciativa (A1) + intervención reactiva (B1) + intervención «evaluativa» (A2). Las variantes de esta tercera intervención van desde la simple repeticiónde los morfemas, más o menos cargados de valores emotivos o apreciativos. Como destaca C. Kerbrat-Oreccioni: «El término "evaluación" no debe ser tomado aquí en su significación habitual: designa simplemente el tercer tiempo del intercambio, con el que [A] cierra el intercambio que él mismo ha abierto, señalándole a [B]que ha registrado su intervención reactiva y que la juzga satisfactoria» (1990: 236). En la mayoría de los casos, si la tercera intervención es negativa, la completud interactiva puede ser cuestionada, y un intercambio suplementario (por lo menos) se hace entonces indispensable.

No distinguiré aquí entre intercambios binarios (llamados «confirmativos») e intercambios ternarios («reparadores»). Como sugiere C. Kerbrat-Oreccioni, la mayoría de las secuencias ternarias pueden ser consideradas, de hecho, como compuestas por dos intercambios (Pregunta-Respuesta «a», y luego Servicio-Agradecimiento «b»):

Texto 1: A1 – ¿Tiene hora? ---------------- [a] B1 – Son las seis. ----------------- [a'-b] ------- A2 – Gracias. ----------------------------------------- [b']

Se observa que mientras que las intervenciones A1 y A2 son simples, B1 es una intervención doble que cierra el primer par (intercambio a) y abre, al mismo tiempo, un segundo par (intercambio b). Esto puede complicarse aún más cuando las intervenciones están claramente constituidas por dos unidades distintas:

Texto 2: A1 – Disculpe. ¿Tiene hora? B1 – Sí, claro. Son las seis. A2 – Gracias.

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Este texto comporta, en realidad, tres intercambios (a, b y c) que corresponden a cada una de las secuencias consideradas antes: Secuencias fática de apertura-preparación (a) que no se cierra por una intervención verbalizada (un movimiento de cabeza y una mirada son suficientes, en efecto, para responder fáticamente). Le siguen una secuencia transaccional compleja y la secuencia fática de cierre (d). Como lo señala C. Kerbrat-Oreccioni, la pregunta «¿Tiene hora?» que abre el intercambio transaccional es, al mismo tiempo, una pregunta (b) y un pedido (c). Esta intervención iniciativa doble explica el desdoblamiento de la respuesta de B: respuesta a la pregunta (b') y respuesta al pedido (c'). Esto da lugar a un esquema imbricado, relacionado con la bifuncionalidad tanto de la pregunta planteada como de la respuesta al pedido (servicio):

A1 – Disculpe.------------- [a] A1 – ¿Tiene hora? ------------- [b-c] B1 – Sí, claro. ------------------- [b'] B1 – Son las seis. -------------------------------- [c'-d] A2 – Gracias. --------------------------------------------- [d']

Se ve así la utilidad de la distinción entre una unidad llamada secuencia −constitutiva del texto

dialógico y constituida por intercambios− y la unidad llamada intercambio. En este pequeño texto, la secuencia transaccional comporta tres intercambios imbricados. Queda por definir qué unidades constituyen el intercambio. Evidentemente, la intervención o turno de habla no es una unidad jerárquica. Es solamente la mayor unidad monológica. Pero lo que importa es la menor unidad monológica: las series [a], [b], [a'], [b'], [c], [c'], [d] y [d'] aquí consideradas. Estas unidades se parecen mucho a las proposiciones de las que he hablado al final del capítulo 1 9 y que, agrupadas, constituían las macro-proposiciones en los análisis realizados en los capítulos precedentes. La naturaleza específica del diálogo −conducta verbal y mimo-gestual al mismo tiempo, de la que aun los diálogos literarios intentan dar cuenta− nos obliga a dar a esta menor unidad constitutiva de la secuencia dialógica un valor particular.

[...]

Texto 3: A1 – Disculpe. ¿Tiene hora? B1 – ¿Usted no tiene reloj? A2 – No. B2 – Son las seis. A3 – Gracias.

Este texto se parece al precedente, pero, por una parte la pregunta (b) es interpretada únicamente como pedido y no es respondida por el desdoblamiento que observábamos antes, y, por otra parte, la réplica B1 viene a complicar seriamente el encadenamiento dándole al conjunto de la interacción un tono conflictual:

A1 – Disculpe.------------- [a] A1 – ¿Tiene hora? ---------------------------- [b] B1 – ¿Usted no tiene reloj? -------- [a' c] ------ A2 – No. ----------------------------------------------- [c'] B2 – Son las seis. ----------------------------- [b'-d] ------- A3 – Gracias. --------------------------------------------------- [d']

9 Ver Lectura Nº 12 (Malcuori).

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Se podría dudar respecto de considerar B1 como una aceptación del intercambio, pero yo propongo la descripción jerárquica siguiente de este texto conversacional elemental:

Texto 3

Secuencia 0 Secuencia transaccional Secuencia Ω Intercambio insertante

a Ø d' Ø [A1] [B1] [A3]

Q-b Intercambio R-b'-d [A1] insertado [B2]

Q-c R-c' [B1] [A2]

Esta descripción un poco más afinada que las precedentes permite subrayar varios fenómenos

mencionados antes: • Se observa en primer término la ausencia de intercambios fáticos rituales del tipo «Buenos días« (A0 y B0) y «Adiós» (A4 y B3). Esta ausencia es remplazada por una intervención que podría llamarse fática de toma de contacto [A1-a] que, bajo la forma de una excusa, intenta claramente abrir la interacción buscando, al mismo tiempo atenuar el efecto de intromisión de A en el «territorio» de B. La intervención [B1] es, por otra parte, una reacción cuya innegable violencia responde a la «violencia» inevitable de la intromisión. El cierre es ciertamente elíptico también. Podríamos imaginar que B cerrara a su vez el intercambio, compensando la irritación inicial por medio de un «No tiene por qué». Esta ausencia de cierre fático recíproco confirma el desequilibrio inicial. En otros términos, se aprecia que una falta en la estructura puede ser reveladora de una relación forzada: tal vez todo no sea, pues, tan anárquico como se pretende en la conversación corriente. • Las transiciones entre secuencias fáticas y secuencias transaccionales quedan aseguradas de manera desigual. No se puede decir realmente que B1 sea una cláusula [a'] y [c] al mismo tiempo. Por el contrario, B2 es a la vez respuesta [R-b'] de la secuencia transaccional insertante y servicio ofrecido [d] que requiere un agradecimiento [d']. De ahí que A3 sea al mismo tiempo agradecimiento [d'] y cierre de la interacción. • La ausencia de respuesta a la pregunta [A1-b] que abre el primer intercambio transaccional lleva naturalmente a la inserción de un segundo intercambio. Se puede hablar aquí de inserción en la medida en que la respuesta [R-c'] condiciona [R-b']. Agreguemos que esta ausencia de respuesta de B a la pregunta planteada por A es un signo de desacuerdo y una fuente de conflicto. La dilación de una respuesta es siempre un riesgo interactivo.

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EJEMPLOS

(1)

∗ Amabilidad, dedicación, sonrisas

∗ Aire acondicionado, teléfono, televisor a color

∗ Especialidades, dulces, ensaladas, zumos

Hoteles Ibis

La primera cadena de hoteles 2 estrellas en Portugal

Los hoteles Ibis repartidos por todo el país acogen tanto a hombres de negocios como a turistas.

Estamos ante una enumeración ordenada por un plan de texto. Este plan de texto consiste en tres bloques semánticos −atención, confort, comida− que justifican la segmentación del texto: tres párrafos y una especie de conclusión en dos tiempos.

El orden de estos bloques podría ser modificado, el orden de los elementos inventariados, también.

Luego aparece el tema-título: Hoteles Ibis

Por último, una evaluación le confiere un sentido a la enumeración.

∗ una primera propiedad: 2 estrellas

∗ una segunda propiedad: repartidos por todo el país, buenos para todo público.

(2)

La Teresa tenía una canilla tenía hijos tenía papel de diario tenía una ventana tenía hilo tenía para el boleto tenía tenía alcohol de primus tenía envase tenía ropa colgada tenía tenía tenía media hora tenía balde tenía fotos de novia tenía tenía tenía tenía detergente tenía estampas tenía que hacer las camas tenía tenía tenía tenía

tenía un pesebre tenía caries tenía cebollas verdes tenía tenía tenía tenía tenía tenía una pelela tenía sopa tenía que ser Marcelo tenía tenía tenía tenía tenía tenía tenía un cigarrillo tenía miedo tenía la pieza limpia tenía tenía tenía tenía tenía tenía tenía tenía palangana tenía perro tenía cincuenta gramos tenía tenía tenía tenía tenía tenía tenía tenía

Leo Masliah

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Se trata de una enumeración que lista una serie de predicados referidos al tema-título: La Teresa.

A diferencia del texto anterior su plan de texto es formal, no semántico.

El verbo tener en tanto que forma y no en tanto que contenido es el nucleador del texto.

Evidentemente, hay un intento deliberado de mostrar que el uso exclusivo de la forma verbal tenía no garantiza la producción de una lista semánticamente homogénea.

En efecto, el significado del verbo tener es lo suficientemente vacío como para que adopte diversas significaciones de acuerdo a la construcción en la que aparezca:

tenía hijos tenía caries tenía envase tenía para el boleto tenía que hacer las camas tenía miedo tenía la pieza limpia tenía que ser Marcelo

El texto está segmentado en estrofas, este ordenamiento formal es reforzado por una reiteración in crescendo de tenía al final de cada una de ellas.

(3)

Eso

Mi cansancio mi angustia mi alegría mi pavor mi humildad mis noches todas mi nostalgia del año mil novecientos treinta mi sentido común mi rebeldía mi desdén mi crueldad y mi congoja mi abandono mi llanto mi agonía mi herencia irrenunciable y dolorosa mi sufrimiento en fin mi pobre vida Idea Vilariño

Este texto constituye también una enumeración.

A diferencia de los dos anteriores no presenta un plan de texto que permita una segmentación. Se trata de una lista de sintagmas nominales encabezados por el pronombre posesivo mi.

El tema-título es un pronombre demostrativo catafórico con respecto a la enumeración.

La enumeración se cierra con una reformulación:

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en fin

mi pobre vida

La reformulación, al igual que el tema-título, es una operación propia de la secuencia descriptiva como veremos más adelante.

(1), (2) y (3) son enumeraciones débilmente ordenadas en las que, sin embargo, aparecen algunas de las operaciones propias de la estructura descriptiva, a saber, tema-título, reformulación.

(4)

La gloria de don Ramiro

[...]

La estancia era un vasto recinto que ocupaba todo el plano de la torre. Las vigas no habían perdido el oro de la añosa pintura, y la faja de escudos nobiliarios, que corría en lo alto de las cuatro paredes, lucía intacto su tinte de gules y sinople. En el rincón más obscuro dormía un antiguo telar descompuesto. No se había pensado nunca en repararlo, y se le dejaba apolillar y cubrirse de telaraña, conservando todavía entre sus maderos, los hilos de una estameña comenzada, quizá, en el reinado anterior.

En el grueso de las paredes, cada ventana formaba un hueco profundo, con sendos poyos de piedra. Ramiro se sentaba como de costumbre sobre uno de ellos, y pasaba las horas largas mirando hacia afuera, con el codo apoyado en el alféizar.

Una de las ventanas, la que abría hacia el nordeste, dominaba casi todo el caserío. Desde aquella altura, Ávila de los Santos, inclinada hacia el Adaja y ceñida estrechamente por su torreada y bermeja muralla, más que una ciudad, semejaba un gran castillo roquero El niño oteaba los corrales y los patios, el interior de dos conventos, el carapacho de las iglesias. A corta distancia, en el sitio más eminente, 1a catedral levantaba su torreón de fortaleza, almenado y pardusco.

Desde la otra ventana se disfrutaba de una vista grandiosa: el Valle-Amblés, toda la nava, toda la dehesa, el río, las montañas. Fuera de los sotos ribereños, la vegetación era escasa. Raras encinas, negras a distancia, moteaban apenas los pedregosos collados. Paisaje de una coloración austera, sequiza, mineral, donde el sol reverberaba extensamente. Paisaje huraño y apacible como el alma de un monje.

[...]

(Primera parte, Cap. 1) Enrique Larreta

4.1. Léxico especializado

Tal como habíamos dicho, la descripción apela al saber enciclopédico y lexicográfico del descriptario, y a través de ella se establece una especie de competencia o justa entre los saberes del desciptor y del descriptario.

Toda descripción constituye una especie de recordatorio o memorandum lexicográfico y comporta información enciclopédica sobre el mundo.

En este texto es evidente el despliegue de léxico especializado: gules, sinople, estameña, carapacho, dehesa, collado, poyos, nava, etc.; palabras estas que seguramente el lector promedio debe buscar en el diccionario.

Esta particularidad hace de la descripción un lugar del texto muy caro a la didáctica, es el

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil lugar apropiado para enseñar vocabulario.

4.2. Plan de texto

Dado que la descripción no comporta una estructura lineal, el plan de texto es el encargado de la legibilidad.

En este caso podríamos esquematizar el plan de texto de la manera siguiente:

1. La estancia y su interior

2. Presentación de las ventanas y del personaje que mira a través de ellas

3. Ordenamiento del paisaje exterior mediante la descripción de lo que se ve a través de cada ventana: Ávila de los Santos y el Valle -Amblés.

4.3. Procedimientos descriptivos

Veamos en líneas generales cómo se manifiestan los procedimientos descriptivos en este texto.

anclaje: la estancia

reformulación: un recinto

propiedades: vasto

que ocupaba todo el plano de la torre

aspectualización: las vigas

la faja de escudos

cada ventana

metonimia: un telar

subtematización: las proposiciones descriptivas mencionadas son a su vez tematizadas, lo cual constituye una subtematización del anclaje.

Por ejemplo, un telar se subtematiza por propiedades (descompuesto, antiguo, etc.), por sinécdoque (sus maderas) y por metonimia (los hilos de una estameña).

Es interesante señalar que a través de cada una de las ventanas se introducen por metonimia dos proposiciones descriptivas, a saber, Ávila de los Santos y el Valle-Amblés.

En este sentido, las ventanas (partes) de la estancia en la secuencia, juegan un papel importante en el plan del texto en la medida en que permiten introducir dos nuevos referentes que amplían la descripción de la estancia incorporando el entorno por medio de la mirada del personaje. De esta manera observamos cómo la descripción se ramifica estructuradamente, desplegando una serie de proposiciones descriptivas según un principio jerárquico.

Obsérvese que el trozo se cierra con dos reformulaciones sucesivas del subtema Valle-Amblés.

1ª reformulación: Paisaje de una coloración austera, sequiza, mineral, donde el sol reverberaba extensamente.

2ª reformulación: Paisaje huraño y apacible como el alma de un monje.

Esta 2ª reformulación está realizada en base a una asimilación comparativa sobre dos propiedades metafóricas de una proposición descriptiva constituida por un término superordinado.

El paisaje, término superordinado que incluye al Valle-Amblés y de esta manera lo reformula, es aspectualizado por medio de dos propiedades metafóricas (huraño y apacible) y asimilado comparativamente (como el alma de un monje).

En este caso, las propiedades tienen la función de cerrar la secuencia, caso típico de las propiedades con una sola expansión.

La misma función cumple la reformulación comparativa.

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Ambos recursos se caracterizan por su función de clausura de una secuencia descriptiva. Nuevamente, se demuestra que la secuencia descriptiva no es desorden sino estructura: tiene mecanismos de inicio, de desarrollo y de finalización.

Serrana CAVIGLIA: Descripción. En Tipología textual, pp. 43-46, 53-55

(5)

El cochero del primer ministro

(a) Yen Tzu era el primer ministro de Ch'i. (b) Un día en que tenía que salir, 1a esposa de su cochero observaba a su marido desde la puerta. (c) El cochero estaba protegido por un toldillo, según correspondía a su rango. (d) Descargó el látigo sobre los cuatro caballos, de buen humor y con talante satisfecho. (e) Pero cuando volvió a su casa, su mujer le dijo que quería abandonarlo. (f) El cochero le preguntó el motivo.

(g) −Yen Tzu apenas supera el metro y medio de estatura− replicó la mujer−, (h) pero es primer ministro y (i) goza de renombre entre los señores del reino. Me he dado cuenta de que (j) siempre que va de viaje adopta un aire reflexivo y (k) pone cara de humildad. (l) Tú mides más de un metro con ochenta centímetros, (ll) pero sirves a los demás como cochero y (m) pareces estar muy contento. (n) Por eso quiero dejarte.

(ñ) A partir de entonces, el cochero se sintió deprimido. (o) A Yen Tzu le chocó aquel cambio y (p) preguntó el motivo. (q) El cochero se lo dijo y (r) Yen Tzu le ascendió de categoría.

Se trata de una secuencia narrativa que contiene insertada una secuencia explicativa, cuya macro-proposición que oficia de respuesta o propiamente de explicación tiene forma de estructura argumentativa y se encuentra por lo tanto insertada en la explicación. Desarrollaremos esta hipótesis.

En el primer párrafo, las proposiciones (a), (b), (c) y (d) constituyen la orientación de la secuencia narrativa y en conjunto funcionan argumentativamente induciendo una conclusión positiva implícita: todo está en orden, las cosas y los hombres están en su lugar. La proposición (e) presenta la complicación propia de la narración. El conector argumentativo pero ejecuta la inversión de la dirección argumental (f): El cochero le preguntó el motivo contiene la primera reacción y es, a su vez, la apertura de una secuencia explicativa insertada: El cochero pide a su mujer que le explique la razón de su decisión de abandonarlo.

El parlamento de la mujer (g-n) constituye la respuesta a la demanda de explicación contenida en (f). Por lo tanto, (f) y la macro-proposición (g-n) forman una estructura explicativa. La última proposición (n): Por eso, quiero dejarte condensa, gracias a la anáfora de por eso, el conjunto de las razones expuestas por la mujer.

La macro-proposición respuesta (g-n) tiene un carácter argumentativo y se puede descomponer en dos secuencias mínimas: (g-k) y (l-m), cada una de las cuales induce una conclusión implícita propia.

La proposición (g): −Yen Tzu apenas supera el metro y medio de estatura tiende a inducir una conclusión negativa implícita no C, sobre la base de la opinión general de que los hombres bajos son poco respetables. El conector pero de (h) −y su coordinada− introduce una restricción conducente a una conclusión positiva C, opuesta a la primera: si es así, entonces es una persona respetable e importante. Las proposiciones (j) y (k) refuerzan esta inferencia. Se cierra así la primera secuencia argumentativa.

La segunda comienza con la proposición (l): tú mides más de un metro con ochenta centímetros que conduce hacia una conclusión positiva C, apoyada sobre el principio común,

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TEORÍA GRAMATICAL IV Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil simétrico del anterior, de que los hombres altos son respetables e importantes. En paralelo con el movimiento restrictivo de la secuencia anterior, las dos proposiciones siguientes (ll-m) reorientan la inferencia hacia una conclusión negativa implícita no-C: eres despreciable y digno de ser abandonado.

Como antes dijimos, (n): Por eso, quiero dejarte cierra la estructura explicativa cuya respuesta tiene la forma de dos secuencias argumentativas.

El último párrafo del cuento (ñ-q) presenta más reacciones de los personajes. La proposición final (r) constituye la resolución de la narración.

Sylvia COSTA, Ana RONA: Argumentación. En Tipología textual, p. 71

(6)

ODÍN

Se refiere que a la corte de Ola f Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el harpa y contar cuentos. Tocó en el harpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado." Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia; el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto

J. L. Borges y Delia Ingenieros

Esta secuencia, breve en extensión, ilustra y sintetiza muy bien lo que se puede lograr cuando los recursos narrativos son hábilmente explotados.

Para ser más exactos deberíamos hablar en plural pues, como veremos en el análisis, no hay una secuencia narrativa sino dos, es decir, el cuento se compone de una secuencia narrativa que contiene; insertada, otra secuencia del mismo tipo.

Presentaremos en primer lugar la segmentación de la secuencia narrativa englobante:

Pn1 - situación inicial:

Se refiere que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo; el forastero contestó que sabía tocar el harpa y contar cuentos. Tocó en el harpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado." Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera.

La situación inicial de esta secuencia presenta a los personajes y los describe; de manera que esta macro-proposición contiene secuencias descriptivas insertadas. La descripción de Olaf Tryggvason aparece en una relativa explicativa "que se había convertido a la nueva fe" y la de Odín corresponde

a la descripción mitológica de uno de los dioses nórdicos "envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos".

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Luego sigue una descripción de hechos o acciones y, finalmente, completando esta primera macro-proposición aparece, incrustada, otra secuencia narrativa: la que refiere al nacimiento de Odín.

Pn2 - complicación:

Olaf Tryggvason descreyó de la historia;

Pn3 - reacción:

el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la. encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenla, que irse.

Pn4 - resolución:

Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.

Las Pn2, Pn3 y Pn4 se componen también de secuencias descriptivas insertadas. De las dos últimas macro-proposiciones podríamos extraer que Odín viene a escenificar, delante de Olaf, su propia muerte provocada por la falta de fe, por el descreimiento del rey, "que se había convertido a la nueva fe".

Pn5 - situación final:

Los hombres dejaron extinguir la fe y se quedaron sin ningún dios, se quedaron solos.

PnΩΩ - moraleja:

Lo único que garantiza la existencia de los dioses es la fe. O para que los dioses existan, hay que creer en ellos.

De manera que el cuento ilustra el nacimiento y el ocaso de la fe. La vela que aparece en esta narración simboliza esa fe: en un caso la conservan y en el otro la dejan consumir. Esas dos instancias antitéticas corresponden a las dos secuencias narrativas que anunciamos al principio; la secuencia narrativa englobante ilustra el hecho que describe a Olaf "que se había convertido a la nueva fe", es decir, representa el ocaso de la fe y por ende la muerte de Odín; en cambio, la secuencia narrativa insertada relata el nacimiento del dios y la actitud de quienes creían en él. Esta segunda secuencia narrativa se halla incrustada en la Pn1 de la secuencia narrativa englobante. He aquí su análisis:

Pn1' - situación inicial:

refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades

Pn2' - complicación narrada en estilo directo, el destino fatal que anuncia la parca:

y que la tercera dijo, colérica: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado."

Pn3' y Pn4' - reacción y resolución amalgamadas en una sola proposición:

Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera.

La moraleja de esta secuencia incrustada es la misma PnΩΩ de la secuencia englobante.

Queremos hacer notar que la vela que se nombra en cuatro momentos a lo largo del relato es siempre la misma. Aparece por primera vez en la SECUENCIA INSERTADA simbolizando la fe: "El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado"; a continuación hay otra ocurrencia dentro de esa misma secuencia: "Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera". Luego reaparece en la SECUENCIA ENGLOBANTE, dentro de la reacción: "el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió." y en la resolución: "Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron." El hecho de que el sintagma nominal la vela contenga el artículo definido la revela la correferencia de esta vela con la de la secuencia que refiere el nacimiento de Odín. Este elemento es el único nexo que liga una secuencia con otra. De esta manera el narrador pone de manifiesto la relevancia de la secuencia insertada para la interpretación de la secuencia continente.

Roxana DELBENE, Mariela GRASSI : Análisis de secuencias. En Tipología textual, pp. 78-79