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  • El Protector

  • El Protector

    Una aproximación diferente a los

    orígenes de la Masonería

  • El Protector

    Una aproximación diferente a los

    orígenes de la Masonería

    RICARDO EDGARDO POLO

    SERIE PÚRPURA

    [OTRAS PERSPECTIVAS]

  • El Protector. Una aproximación diferente a los orígenes de la Masonería

    editorial masonica.es® SERIE PÚRPURA (Otras perspectivas)

    www.masonica.es

    © 2010 Ricardo Edgardo Polo © 2010 EntreAcacias, S. L. EntreAcacias, S. L. Apdo. Correos 32 33010 Oviedo Asturias (España) Correo electrónico: [email protected] 1ª edición: octubre, 2010 Edición digital PDF ISBN edición papel: 978-84-92984-20-6 ISBN edición electrónica: 978-84-92984-21-3

    Reservados todos los derechos. Queda prohibida, salvo excep-ción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distri-bución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad inte-lectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal).

  • Para todos los que han confiado en mis esfuerzos por racionalizar aspec-tos de la Historia Institucional y para los QQ# HH# que superando algu-nos temores injustificados, se han atrevido a profundizar las obvieda-des. A mi Ana María y mis hijas y nietos que me han impulsado a per-severar y a todos los que día tras día me interrogan sobre distintos aspec-tos de la membresía. Y especialmente a quienes han confiado en los alcan-ces del libro y me hacen sentir tan útil como creíble.

  • Agradecimientos

    Mi reconocimiento a mis amigos Joan Palma-rola, Mauricio Javier Campos, Tamara Le Gor-lois (Tammy) y Genaro de Jesús Mena Lizama, por su apoyo y estímulo en la consecución de esta obra.

  • Índice

    Prefacio

    Comentario a esta primera edición

    El «Protector»

    Primera parte

    1 El Caballero Blanco

    2 Los Símbolos Antiguos del «Protector»

    3 Héroes de la antigüedad incluso en América

    4 El Rey del Mundo

    5 Misterios dimensionales, teorías esoté-ricas

  • 6 El Colegio Invisible y los grandes enigmas

    7 Regresando al «Protector»

    8 El misterio de lo que llevaron los Tem-plarios

    9 La Orden del Grial

    10 Concepciones antiguas sobre el «Pro-tector»

    11 Solón, la Atlántida y Pirámides

    12 Civilizaciones indoramericanas y Africanas

    13 La Orden del Grial

    14 El Colegio Invisible

    15 Profetas contemporáneos

    16 Sin una religión

    17 El poder del «Protector»

  • Segunda parte

    1 Civilizaciones y cataclismos

    2 Los avances científicos y tecnológicos

    3 Curiosas definiciones para la ciencia

    4 Sucesos inexplicables

    5 Hablemos de masonería

    6 Los hechos significativos

    7 Sucesos muy extraños incluyendo otras dimensiones

    8 Cuestiones dimensionales

    9 Algo de la protohistoria

    10 La idea de los sobrevivientes

    11 Nuevas teorías relativas al diluvio

  • Misterios Reveladores

    12 El misterio de los clavos prehistóricos

    13 Teoría con extensión universal, otra versión del Big Bang y el Big Crunch

    14 La búsqueda de explicaciones

    15 Metalurgia en América

    16 De lo que no se habla...

    17 Algunos interrogantes astronómicos

    18 Cosas de la Tierra, de Venus y de otros cuerpos celestes

    19 Recuerdos del pasado y estigmas del presente

    20 La memoria heredada, la intuición y otras cualidades

    21 La cámara Kyrlian y la «intuición»…

    22 Prejuicios intelectuales

    23 Más mitos y más conjeturas

    24 Misteriosas Pirámides

    25 La antigüedad del planeta

    26 La supervivencia

  • 27 El Juego de la Oca, el Camino de San-tiago y la Masonería o Francmasonería

    28 El arte de la construcción

    29 El Camino de Santiago

    30 Declinaciones en lo civilizado

    Tercera parte

    1 Cambio climático

    2 Connotaciones

    3 Los fósiles de Kibish

    4 Objetos voladores en la antigüedad. ¿Aviones, helicópteros…?

    5 Intermedio entre el pitecantyropo y el hombre actual

    6 Las «visiones» del profeta Ezequiel...

    7 Los frescos del monasterio de Decani

    en la ciudad de Pec, Kosovo 8 Electricidad en la antigüedad. Las Pilas de Bagdad

    9 Cosas en el cielo

  • 10 Confesiones personales

    11 Creer o saber, he ahí la cuestión

    12 ¿De dónde venimos?

    La continuidad del conocimiento

    13 ¿Cómo logró la humanidad no solo sobrevivir sino evolucionar?

    14 La Tradición Primordial

    15 El Orden sobre el Caos

    16 El Templarismo y la Masonería

    17 Qué significa el término «masón»

    18 La imaginación en la historia masónica

    Masonería/Francmasonería. ¿Cuál es Su Historia?

    Cuarta parte

    La influencia de la Masonería Progresista Universal

    Rito primitivo

    1 Etapas de la Masonería en la Historia

  • 2 El Renacimiento italiano

    3 Separación de la filosofía de la teología

    3 Leonardo da Vinci

    4 Pablo Toscanelli

    5 Américo Vespucio

    6 Primer núcleo de la francmasonería

    7 Acciones de la «Masonería Moderna»

    8 Nociones sobre la Masonería Primitiva

    9 El espíritu Renacentista

    10 Interregno

    11 El accionar de da Vinci en Europa

    12 Un poco de actualidad

    13 Formación de la Francmasonería Fran-cesa en 1517

    14 Bases de la renaciente masonería

    15 Principios básicos constitutivos de la francmasonería Universal

    16 De la Logia Francmasónica y sus miembros

    17 Son deberes primordiales de los Francmasones

    18 Otras disposiciones Constitucionales

  • 19 Opiniones de Robert Gallatin Mackey

    20 La Contrarreforma

    21 Actuación de Tomás Moro

    22 Las Constituciones de Anderson y la de 1523 en París

    23 El derecho de reunión

    23 El Ara

    24 Masones sensibles al compromiso

    25 Exclusión de esclavos e incapacitados

    26 La leyenda

    27 Seguimos el análisis general de los Linderos de 1723

    28 La hipocresía política y «diplomática»

    29 Las condiciones para organizarse

    30 Consideraciones sobre la Edad Media

    31 Orden, desorden y realidad

    32 Bastión del Conocimiento

    32 Atisbos de derechos y democracia

    33 La esclavitud

    34 La masonería y su contextualizad

    35 La influencia de las Constituciones de Anderson

  • 36 La inmortalidad del alma

    Consideraciones sobre este libro

    Anexo informativo

  • Prefacio

    a base de nuestro trabajo, será lo que menciona Jacques Bergier en un capítulo de su libro Visa Pour une autre terre (Plaza & Janés, 1979), en el que destaca aspectos de La leyenda del «Caballero

    Blanco» y por extensión, adoptamos su fi-gura como la del «Protector».

    Según lo consigna, los datos referentes al Caballero Blanco fueron recogidos del semanario Demain…

    A mi modo de ver, más allá de tal cir-cunstancia —la Leyenda—, este trabajo pretende analizar el misterio sobre la exis-tencia de un «Protector», que desde remo-tos tiempos de la presencia del Hombre en

    L

  • la Tierra, estaría interviniendo de alguna manera en el decurso de su historia. Igno-ro si se trata de un individuo, entidad o denominación genérica de algo que «in-terviene» o «participa», si es material, in-material o proveniente de «otros mundos» u «otras dimensiones». Atengámonos a los hechos.

    Cuando en las Listas Masónicas de la web rechazo la idea de que la Masonería sea una Orden misticista (1), no niego su carácter iniciático (2) y esotérico. Niego que sus prácticas Rituales (3) y litúrgicas, tengan que ver con afectaciones espiritua-listas de condición religiosa y que sean una visión o búsqueda teúrgica (4) y me-nos aún que exista cosa alguna relaciona-da con cualquier tipo de mistificación (5).

    Dicho esto, demos comienzo al desarro-llo del tema, cuyo contenido solo pretende movilizar el pensamiento, de manera de intentar una apertura al aspecto esotérico o hermético no solo de nuestra Orden, si-

  • no a los Grandes Misterios que acompa-ñan al Hombre en su búsqueda de res-puestas a los interrogantes metafísicos.

    (*) Todo lo señalado con asterisco, es referencia tomada de las obras de Jacques Bergier. (1) Mística Parte de la teología que trata de la vida espiritual y contemplativa y del conoci-miento y dirección de los espíritus. Experiencia de lo divino. Expresión literaria de esta expe-riencia. Que incluye misterio o razón oculta. Es-tado de la persona que se dedica mucho a Dios o a las cosas espirituales. Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencial-mente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado acciden-talmente de éxtasis y revelaciones. Doctrina re-ligiosa y filosófica que enseña la comunicación inmediata y directa entre el hombre y la divini-dad, en la visión intuitiva o en el éxtasis. (2) [Iniciado] Dícese del que comparte el cono-cimiento de una cosa secreta. Miembro de una sociedad secreta. [Iniciar] Comenzar o promo-ver una cosa. Admitir a uno a la participación de una ceremonia o cosa secreta; dársela a co-

  • nocer; descubrírsela. Instruir en cosas abstrac-tas o muy profundas. Ej.: Iniciar en la metafísi-ca. (3) Ritual. Del lat. ritualis. Perteneciente o rela-tivo al rito. Conjunto de ritos de una religión o de una iglesia. Estar impuesta por la costumbre ritual. Estar impuesta por la costumbre. (4) Teúrgia. Del lat. theurgia. Especie de magia de los antiguos gentiles mediante la cual pre-tendían tener comunicación con sus divinida-des y operar prodigios.(por analogía en este artículo). (5) Mistificar. Engañar, embaucar, falsear, falsi-ficar, deformar .Misto. Iniciado en los misterios. Llamábase así al iniciado en los Pequeños Mis-terios del culto esotérico eleusino, en Grecia y en Roma.

  • Comentario a esta

    primera edición

    an sido escritos, al menos en las tres últimas décadas, no menos de 150 libros relacionados con el origen y la «historia» de la Masonería. Los ávidos estudio-sos de su trayectoria, advierten

    que los contenidos responden, general-mente, a los parámetros que intentan de-mostrar que la Masonería Moderna y Es-peculativa, nacida en 1717, o sería la «ver-dadera» masonería» o al menos una «re-novación innovadora» de la «masonería operativa» o de todas aquellas corrientes masónicas que orientaron el pensamiento racionalista, fundamento de su esenciali-dad cognoscitiva.

    H

  • Resulta difícil posicionarse sin colisionar con las diversas corrientes de pensamien-to, que la intentan colocar en diversos parámetros (1). Unos la sostienen esotérica y oriunda del «Trismegisto» secular (2), que orienta el pensamiento de aquellos que además, hablan de Tradición Primor-dial. Otros, heredera de los «antiguos mis-terios», por la vía del Egipto misterioso o del Pitagorismo (3) y así sucesivamente hasta su paso por los siglos IX al XXI.

    Sin embargo hemos advertido ciertos «olvidos» o «saltos» que desafían la conti-nuidad histórica del «espíritu» masónico, orientando al lector y a veces hasta al es-tudioso, hacia una especie de justificación del hecho ocurrido en 1717, oportunidad en que un grupo de masones que poseían el 3er grado de lo que hoy conocemos co-mo Simbolismo, sino que alguno de ellos aún no le tenía, recrean la Masonería haciéndolo a través de lo que denominan «Masonería Moderna y Especulativa».

  • Luego en 1723, al establecer sus «reglas» o «Reglamentos» mediante las Constitu-ciones conocidas como las de «Anderson», desplazan el pensamiento de lo que hasta esa fecha se denominaba «Masonería Ope-rativa», haciendo creer «…que aquella se hallaba agotada desde fines del siglo XVII»… Obviando, además, la influencia irlandesa en aquella masonería operati-va...

    Pero estos conceptos los dejamos al in-terés inquisitivo de los investigadores y estudiosos y nosotros tan solo nos permi-tiremos rescatar, mediante la sola men-ción, la existencia de la denominada «Ma-sonería Progresista Universal Rito primi-tivo» que sostiene resultar probable atri-buir al genial Leonardo Da Vinci, perge-ñada en Florencia y sobre la que escribió bastamente el Ilustre Hermano Profesor Dr. Ramón Espadas Aguilar (G. 33) en es-pecial en su obra Historia general de la francmasonería universal». Y heredera,

  • indudablemente, del espíritu primigenio de la muy antigua Masonería. La «filosof-ía» de aquella masonería del Rito primiti-vo, puede hallarse en la sección Cuaderni-llos de www.hiramabif.org.

    Este libro tal vez pudiera considerarse «obra connotada a la ciencia ficción», aunque su contenido posea cualidades según las cuales algún lector tal vez pueda calificarlas de una manera más adecuada al contenido.

    Para los masones, nuestros dichos y las ideas a desarrollar podrán conmover su pensamiento doctrinario, ya que se apar-tarán de la ortodoxia cotidiana, heredada de casi 300 años de confusa «claridad», muchos equívocos y un considerable número de prejuicios.

    Así como el teólogo calvinista James An-derson pergeño, en 1723, las famosas «Constituciones» que fueron adaptadas y reformadas luego de acuerdo con paráme-tros feudales, monárquicos y religiosos,

  • también incursionó en imaginativas visio-nes sobre el origen de la Masonería (4).

    Aún cuando muchos estudiosos de la Orden, como es el caso de Robert Gallatin Mackey (G°. 33), calificaron las visiones de legendarios orígenes, (incluso extendién-dolos a Adán y Eva o al mismísimo Noé), como pura invención imaginativa de su autor o autores, nosotros hemos creído que, aún cuando esas «invenciones» pu-dieran considerarse «disparatadas», tal vez encierren verdades que toda una es-tructura de pensamiento «seudocientíficis-ta», ha desvirtuado, confundido o prejui-ciado.

    Nuestras hipótesis se fundan en la suma de conocimientos e información adquirida a lo largo de muchísimos años de estudio. Hemos tratado de «sintetizarlas» a fin de intentar una panorámica posible, aunque luego deba profundizársela para poder ca-lificarla de probable.

  • Lo cierto es que cada día con más fuerza, emerge la idea de que la actual «humani-dad» no se originaría en lo que sostienen tesis e hipótesis de la ciencia cartesiana, la antropología académica o los testimonios de los denominados «Libros Sagrados», aceptados por las distintas religiones posi-tivas.

    De manera que planteamos el hecho de que si James Anderson pudo «inventar» una historia masónica que daría respuesta y contexto al origen de la Institución, los estudiosos del tema tenemos el derecho de exponer nuestras tesis e hipótesis (5) apartándonos de los parámetros tradicio-nales y revolucionando el quietismo en el que se aceptan cosas que muy bien pue-den no ser como se exponen.

    Es probable que nuestras conclusiones sorprendan a los que siempre se sienten puristas o seguidores de la ortodoxia masónica, porque hemos puesto sobre el papel un poco de la imaginación que re-

  • sulta necesaria, cuando las cosas inheren-tes a la «razón» se sacralizan y colocan dentro de edificios de pétrea contextura, pero blandos y vetustos en el tiempo.

    Consideramos que los datos consignados en estas páginas, ni son novedosos ni en-cubiertos bajo el manto de misteriosos hallazgos esotéricos. Sencillamente, son el fruto de la asimilación de ideas e informa-ción, que en la década de los años 60 del siglo XX, invadían el pensamiento de los «libronautas» de esa generación.

    Como sucede con todas las cosas que «revolucionan» actuando como revulsivos (6) del pensamiento anquilosado, sectario o dogmático, recordamos el alivio con el que por los años 60 ó 70 solíase comentar el pensamiento de Louis Powell o Jackes Bergier, al igual que el de Peter Kolosimo, Serge Hutin y otros, que para la «intelli-gentzia» vernácula, eran meros imagine-ros...

  • Esta hipótesis de trabajo tal vez no se adecue a las ideas de nuestra contempo-raneidad masónica institucional, si tene-mos en cuenta que el entorno es de suge-rente mediocridad, existiendo algo así como una regresión de las ideas, dado que incluso retornan los fantasmas del crea-cionismo, planteando problemáticas científicamente superadas, con el cuestio-namiento al evolucionismo, al par que un sorprendente avance de la religiosidad confesional.

    Con tal marco, en crecimiento en los EE.UU., asombrosamente en Italia, e in-cluso en otras partes del planeta al parecer involucionando, va a resultar difícil dige-rir lo que nosotros exponemos. Pero no importa, pues seguramente habrá cerebros en los que puede almacenarse el cúmulo de información, necesario para compren-der aquello que rompe los moldes tradi-cionales.

  • Debemos confesar que nos asombran las falsedades, tergiversaciones, mentiras y hasta sesudos tratados masónicos cuyo contenido resulta indemostrable. Y nos re-sulta también asombroso que tal cosa ocu-rra en el seno de una Institución que se ca-racteriza, creemos que fundamentalmente, en la búsqueda denodada de la Verdad, utilizando para ello la Razón.

    Pero, naturalmente, la Masonería se en-cuentra integrada por seres humanos. Ri-sible seria pensar que participan de ella, junto a nosotros, los ángeles bíblicos o hermanos provenientes de otros mundos, cuya presencia se debería a fenómenos dimensionales de espacio-tiempo todavía no comprensibles ni testimoniados por la ciencia (7).

    Dejamos claro que el lector se encontrará con numerosas referencias de autores in-mersos en lo que se conoció como «ciencia ficción», aunque nosotros pensamos que esa definición es inexacta. Las hemos con-

  • signado, todas ellas, porque si las hubié-semos mencionado como resultado de nuestras investigaciones no seríamos creí-bles o se dudaría de ellas. Esa es la razón por la cual han sido consignadas en esta obra.

    La razón fundamental que nos anima, es el deseo de incentivar el pensamiento. No afirmamos nada, solo exponemos lo que pudimos obtener, abrevando en fuentes tanto ortodoxas como heterodoxas. Des-cartamos ya, las adjetivaciones que sobre-vendrán luego de la lectura. Pero nos con-formamos con el hecho cierto de que aun-que nada nuevo haya bajo el sol, el ángulo con el que se puedan ver las sombras no siempre ha de ser el mismo.

    V# H# RICARDO EDGARDO POLO

  • (*) Hemos querido colocar al pie el significado de los términos que utilizamos, fundamental-mente para que no permitan confundirnos so-bre los conceptos que vertimos en esta obra (N. del A.). (1) Parámetro: en su acepción elemento impor-tante cuyo conocimiento es necesario para comprender un problema o un asunto. (2) Secular, en su acepción: que dura un siglo, o desde hace siglos. (3) Pitagórico que sigue la escuela, opinión o fi-losofía de Pitágoras (580-¿500? a. C) Una de sus teorías era la enantiosis, que en el sistema de los pitagóricos, es cada una de las diez oposi-ciones que son el origen de todas las cosas. (4) Leer la obra de John Hamill, curador de la biblioteca de la G# L# U# de Inglaterra Teoría acerca del origen de la Masonería. (5) Tesis: (gr. thesis) Proposición mantenida con razonamientos. Trabajo de investigación, escri-to, exigido para la obtención del grado de doc-tor. Opinión de alguien sobre algo. Hipótesis: (lat.-gr. hypothesis, suposición, pro-piamente lo que se pone a la base de algo). Su-posición imaginada, sin pruebas o con pruebas insuficientes, para deducir de ella ciertas con-

  • clusiones que están de acuerdo con los hechos reales. Hipótesis de trabajo, la que se formula, no con el fin de elaborar una teoría, sino para servir de guía en una investigación científica. (6) Revulsivo: que provoca un cambio o reac-ción brusca. (7) Ciencia: Esta afirmación considérenla relati-va, porque ya se sabe que la tierra arrastra el espacio y el tiempo: Un equipo internacional de científicos ha encontrado la primera evidencia directa de que nuestro planeta arrastra el espa-cio y el tiempo a su alrededor, a medida que gi-ra sobre sí mismo. Este efecto, pronosticado por la teoría general de la relatividad de Einstein en 1918, ha podido detectarse midiendo los cam-bios en las órbitas de dos satélites.

  • El Protector

    uando rechazo la idea de que la Masonería sea una Orden misticista (1), no niego su carácter iniciáti-co (2) y esotérico. Niego que sus prácticas Rituales

    (3) y litúrgicas, tengan que ver con afecta-ciones espiritualistas de condición religio-sa y que sean una visión o búsqueda teúr-gica (4) y menos aún, que exista cosa al-guna relacionada con cualquier tipo de mistificación... En incluso mistericismos.

    Dicho esto, demos comienzo al desarro-llo del tema, cuyo contenido solo pretende movilizar el pensamiento, de manera de intentar una apertura al aspecto esotérico o hermético no solo de nuestra Orden, si-no a los Grandes Misterios que acompa-ñan al Hombre en su búsqueda de res-

    C

  • puesta a los interrogantes que desde lo más remoto nos acucian.

    [*] Todo lo señalado con asteriscos, son referen-cias tomadas de las obras de Jacques Bergier. (1) [Mística] Parte de la teología que trata de la vida espiritual y contemplativa y del conoci-miento y dirección de los espíritus. Experiencia de lo divino. Expresión literaria de esta expe-riencia. Que incluye misterio o razón oculta. Es-tado de la persona que se dedica mucho a Dios o a las cosas espirituales. Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencial-mente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado acciden-talmente de éxtasis y revelaciones. Doctrina re-ligiosa y filosófica que enseña la comunicación inmediata y directa entre el hombre y la divini-dad, en la visión intuitiva o en el éxtasis. (2) [Iniciado] Dícese del que comparte el cono-cimiento de una cosa secreta. Miembro de una sociedad secreta.[Iniciar] Comenzar o promo-ver una cosa. Admitir a uno a la participación de una ceremonia o cosa secreta; dársela a co-

  • nocer; descubrírsela. Instruir en cosas abstrac-tas o muy profundas. Ej. Iniciar en la metafísica. (3) [Ritual]. Del lat. ritualis. Perteneciente o re-lativo al rito. Conjunto de ritos de una religión o de una iglesia. Estar impuesta por la costum-bre. Ritual. Estar impuesta por la costumbre. (4) [Teúrgia]. Del lat. theurgia. Especie de ma-gia de los antiguos gentiles mediante la cual pretendían tener comunicación con sus divini-dades y operar prodigios.(por analogía en este artículo) [Mistificar]. Engañar, embaucar, false-ar, falsificar, deformar. [Misto]. Iniciado en los misterios. Llamábase así al iniciado en los Pe-queños Misterios del culto esotérico eleusino, en Grecia y en Roma.

  • Primera parte

    1 El Caballero Blanco

    Los sucesos que menciona Bergier habr-ían ocurrieron en Lyon, Francia, ciudad en la que vivía el investigador francés y en los que no participó por hallarse en un campo de concentración durante la II Guerra mundial.

    Situemos a Lyon ocupada y en ella la Re-sistencia. Según lo refiere Bergier, «a co-mienzos de 1944, apareció allí un hombre que se hacía llamar el Caballero Blanco, que quería combatir al nazismo a través de la magia blanca. La Gestapo tuvo noti-cias de aquello, y un día de mayo de 1944 rodeó la villa en la que vivía este persona-je, en los suburbios de Lyon. Unos agentes de la Gestapo lo vieron entrar, y diez mi-nutos más tarde ellos mismos penetraron

  • en la villa. Estaba vacía. No se encontró ningún pasaje secreto ni ninguna explica-ción racional. El relato de la Gestapo llega a la conclusión de un “caso inexplicable“. El personaje había desaparecido sin dejar rastro (spurlos, en alemán), como si hubiera estado a bordo de un buque hun-dido por la marina de guerra alemana» (sic).

    Bergier dice que el hecho «no tiene nada de asombroso» y propone un misterio, cuando sostiene que «Está dentro de la vida cotidiana de una ciudad más miste-riosa que el Tíbet». Agregando, para el desconcierto, que del suceso se desprende ser «...una noción muy antigua y reconfor-tante: que la Humanidad no está sola y que tiene un Protector».

    Esta figura se remonta a nociones más antiguas, en los mitos más remotos. No hay que confundirla con la noción de la venida del Mesías, que debe significar el

  • fin de los tiempos y que los cristianos lla-man la parusía.

    El Protector, por el contrario, está en el tiempo, en la Historia e «...intervendrá pa-ra impedir las catástrofes y para defender a la Humanidad». Este es el mito —sostiene— que está en la base de la caba-llería y que Cervantes magistralmente pa-rodió en el Quijote.

    2 Los Símbolos Antiguos del «Protector»

    «El escudo de David y el Sello de Sa-lomón, se solían ver en forma de estrellas amarillas llevadas por los judíos durante la ocupación. Los aviones y las banderas del Estado de Israel las ostentan en color azul». Así lo menciona Bergier, atri-buyéndoles atributos protectores. Según su visión, éste constituiría uno de los se-cretos de los Templarios, «los que se con-sideraban representantes directos del Pro-tector».

  • Tales escudos, parte de la iconografía (1) mágica de los hebreos, han trascendido en la simbología mágica cabalista y en el eso-terismo de numerosas órdenes y sectas. Sin embargo y pese a lo remoto de su an-tigüedad y origen, los iconoclastas (2) no han logrado destruir.

    El mito ha tenido muchas vertientes. Un ejemplo, son las descripciones de los cel-tas, ejemplificados en el libro La ciudad del abismo, de Sir Arthur Conan Doyle, (el autor de Sherlock Holmes) y la trilogía de C. Sinclair Lewis (3) cuyo contenido posee importantes referencias muy escla-recedoras...

    La figura del «Protector» surge como mi-to ya en el Sumer y llega hasta el Caballe-ro Blanco mencionado. Y si pensamos que no se circunscribe tan solo a las tradicio-nes herederas de las razas semíticas de la India, podemos discurrir que el «Protec-tor» aparece también: «En América del Sur, donde es blanco, pelirrojo y tiene una

  • nariz corva semítica. A menudo es descri-to como procedente de las estrellas. En la tradición judía, se proclama Maestro del Nombre, y su última encamación histórica es Sabbatai Zvi, en el siglo XIX». [Se trata de una referencia al movimiento mesiáni-co judío, uno de los mejores estudiados, que es el de Sabbatai Tsevi, que lo refiere la magistral obra de Gershom Sholem Sabbatai Tsevi, Le Messie Mystique 1626-1676, Verdier, 1883 y sus artículos en la Enciclopedia Judaica.] (4)

    Aunque parezca sorprendente, «El pri-mer nombre que se da al Protector es el de Gilgamesh». Leyenda sumeria que segu-ramente se remonta aún más lejos. En la Biblioteca de Arzubanipal arqueólogos han descubierto una versión completa «…que data del tercer milenio antes de Jesús», aunque son conocidas otras más antiguas pero incompletas. Según Bergier, «no sería exagerado asignar a la leyenda

  • de Gilgamesh una antigüedad de ocho mil años».

    Tal como sucede con la vertiginosa ima-ginación, —puedo decir que «referen-cial»—, Jacques Bergier, este dice que «Gilgamesh es presentado de una manera curiosamente aritmética. Es dios en dos terceras partes y hombre en una tercera. ¿Nos hallamos aquí ante un código gené-tico y una ascendencia extraterrestre?». Mencionemos que una considerable can-tidad de pensadores de la década de los años 60, expone las teorías panespérmicas y la posibilidad de visitas extraterrestres a la Tierra, iniciando el comienzo de La Luz del entendimiento a través de aquellos «Dioses» de los que hablan las leyendas de la Antigüedad.

    Gilgamesh tiene atributos de «eterno». «Atraviesa los océanos y trae, de otro mundo que, geográficamente, es uno de los dos continentes americanos (Norte o Sur, es imposible determinarlo) la historia

  • de un Diluvio Universal». Sobreviviente del Diluvio, un anciano llamado Utna-pishtim se relaciona con Gilgamesh, re-velándole el secreto de la inmortalidad. Este secreto está relacionado plenamente con el agua «y más exactamente con el Océano». Bergier menciona así, que «No hay nada eterno en la Tierra, pero en las profundidades del mar existe un árbol que se parece al espino blanco, y si un hombre llega a aproximarse a él y gustar sus frutos recuperará su juventud».

    3 Héroes de la antigüedad incluso en América

    La idea de que fuese este «héroe» de la Antigüedad el primer «Protector», nace de la afirmación de que «Gilgamesh se vuel-ve eterno e intervendrá a lo largo de la historia de la Humanidad para su defen-sa». Apenas balbuceamos un moderado conocimiento de la historia y las leyendas, nos encontramos con que «bajo otros nombres y otros rostros, a ese personaje lo

  • hallamos en todas las tradiciones huma-nas». Irónicamente, Bergier dice que el «Protector» no ha impedido tremendos desastres ni matanzas. A esto cabe replicar que, sin la intervención del «Protector», la cosa habría podido ser peor.

    El «reproche» metafísico se extiende además a la Deidad, toda vez que los obje-tores antidogmáticos del deísmo y el teís-mo plantean el problema de las desgracias no impedidas por la Voluntad Divina. La connotación es obvia, pero los atributos del «Protector» no poseen características teológicas.

    La leyenda de Gilgamesh se extiende también, al igual que la del Caballero Blanco, a las descripciones que sobre tal personalidad existieron entre los mayas. Curiosamente un gran número de leyen-das medievales parece hallarse entre las de los mayas, aunque tal vez y debido a la destrucción de miles de «documentos» mayas, aztecas e Incas, se nos impide sa-

  • ber si tales leyendas fueron autóctonas o incorporación imaginativa de los inquisi-dores, en su perseverante y notorio va-ciamiento cultural y transculturización de las civilizaciones indo americanas. Y además, entiendo que Bergier puede haber subestimado lo auténticamente autóctono de las leyendas mayas.

    La leyenda del «Protector» aparece en Europa en la obra de Saint-Yves d‟Alveydre (5) Misión de la India en Eu-ropa que a fines del siglo XIX, habla del origen del Rey del Mundo. [El «Protector» será el Rey del Mundo de las tradiciones asiáticas que interviene a veces en defensa de los hombres], señala Bergier.

    4 El Rey del Mundo

    En la página 27 del libro de Saint-Yves d´Alveydre se consignan estos interrogan-tes, relacionados con el origen del Rey del Mundo al conocerse la leyenda en Europa

  • del Protector: ¿Dónde está la Agartha? ¿En qué lugar preciso se encuentra? ¿Por qué ruta, a través de qué pueblos hay que caminar para penetrar en ella? A esta pre-gunta, que no dejarán de plantearme los diplomáticos y los militares, no me con-viene responder más de lo que lo voy a hacer mientras la alianza sinárquica no esté realizada o, al menos, firmada. Pero como sé que el momento en que estalle un posible conflicto, sus ejércitos deberán forzosamente pasar por allí, o bordearla, es por amistad hacia esos pueblos europe-os, como también por la propia Agartha, que no temo proseguir la divulgación que he comenzado. En la superficie y en las entrañas de la Tierra, la extensión real de la Agartha desafía la opresión y la coac-ción de la violencia y la profanación. Sin hablar de América, cuyos subsuelos igno-rados le han pertenecido desde una anti-güedad muy remota. En Asia solamente, cerca de quinientos millones de hombres

  • conocen más o menos su existencia y su grandeza.

    5 Misterios dimensionales, teorías esotéricas

    Parece que d´Alveydre sufrió amenazas y la mencionada «Misión de la India en Eu-ropa» debió desaparecer en acción, aun-que reapareció reeditada en 1910 sobrevi-viendo hasta que fue, según señala Ber-gier, «nuevamente quemada, esta vez por los nazis».

    Este aspecto de la cuestión despertó [y hasta me atrevo a decir que aún despierta] grandes interrogantes en los estudiosos del tema. No hay obra sobre los grandes mis-terios esotéricos, que desde los días de d´Alveydre no se plantee el tema de Agharta o de la misteriosa ciudad de Shambala, donde moraría el Rey del Mundo. A ciencia cierta nadie sabe ni puede probar su existencia. Pero cu-riosamente se sigue hablando de ella y de

  • vez en cuando trasciende alguna expedi-ción, alguna búsqueda e incluso alguna referencia de tipo satelital, generalmente desmen-tida por la Ciencia. No obstante, Bergier menciona que «Un cierto número de otros documentos concernientes a

    Saint-Yves d‟Alveydre desaparecieron,

    especialmente su expediente de funciona-rio que se volatilizó misteriosa-mente en los Archivos, lo cual es más bien raro».

    El tema de la multiplicidad de dimensio-nes conviviendo simultáneamente con la nuestra no es cosa nueva.

    No solo es tratada por la Ciencia a nivel de las matemáticas y la Física, sino que numerosas escuelas esotéricas lo mencio-nan. A nivel científico no es exagerado sostener que se trata de una posibilidad, incluso una probabilidad. Bergier, al res-pecto, manifiesta su convicción de la exis-tencia de «países desconocidos que para mí —dice— constituyen repliegues di-mensionales de la Tierra». Al parecer

  • d´Alveydre intentaba transmitir «un men-saje procedente de Asia» y sostenía que el mito del «Protector» se hallaba vinculado «...a la existencia de países desconocidos», lo que hace que Bergier hable de tales «re-pliegues dimensionales».

    EL «Rey del Mundo», el «Jefe», instala su reino allí donde se encuentra y donde le parece que mejor responde a las necesida-des de la época. Si bien hay en la leyenda una geografía sagrada, ésta sólo se torna sagrada por el establecimiento del centro: todo lugar se sacraliza por su presencia. De Egipto y de China pasó a Irlanda y luego a Delfos. ¿Dónde se encuentra ac-tualmente? ¿Está ya en otro planeta? Ma-dame Frieda Wion (El reino desconocido, ediciones Le Courrier du Livre, hace refe-rencias a que el «Protector» o «Rey del Mundo», sería poseedor de «una central de energía» y que «Si creemos que la aventura del Caballero Blanco en Lyon ocurrió verdaderamente, podemos llegar

  • a la conclusión de que el Protector, sin-tiéndose amenazado, regresó al centro por vías que no discurren a través del espacio normal. Regresará de allí, tal vez, cuando se tenga necesidad de ello».

    La referencia seguramente fue consigna-da, dado que la aparición del «Caballero Blanco» lo fue durante la II Guerra Mun-dial y curiosamente con los avances de las fuerzas del Eje en Asia.

    6 El Colegio Invisible y los grandes enigmas

    La idea de que tales referencias se cir-cunscriban a la imaginería de delirantes o místicos de lo esotérico (misticistas pueda ser el término), no resuelve los grandes misterios que la literatura de tal temática plantea.

    Además del legendario «Protector», cuya antigüedad se remonta a miles de años an-

  • tes de nuestra Era, y tal como Hamlet se lo menciona a Horacio cuando afirma «Entre el cielo y la Tierra, Horacio, hay muchas más cosas de las que tu imaginas», no ca-be duda que a nuestro alrededor se han suscitado y suscitan hechos inexplicables y que la supina mediocridad de nuestro tiempo [tal la circunscribo a nuestros días] o no los acepta rechazándolos o los deses-tima por no poderlos «encajonar» en los parámetros formales.

    Sin embargo, los sucesos inexplicables vienen de muy antiguo.

    Hagamos un ejercicio referencial, tan so-lo mencionando casos como el de Sir Hen-ry Cavendish (6) (1731-1810), también mencionado por Bergier, quien fuera in-corporado a la Real Academia de Ciencias en 1760, «…sin que hubiese obtenido títu-lo alguno en la Universidad de Cambrid-ge, a la que asistió hasta 1753...» y que al respecto, Bergier sostiene que se trata de un hecho inédito en el mundo entero.

  • Cavendish perteneció al Royal Society Club, misógino, inmensamente rico y sin que nadie supiera jamás de dónde pro-venía su riqueza, fue el principal accionis-ta del Banco de Inglaterra, poseía varios laboratorios en los que trabajaba misterio-samente, «...jamás publicó obra alguna, aunque 100 años después de su muerte, en 1921, se publicaron algunos de su traba-jos».

    «Sin embargo, este hombre que emplea-ba signos alquímicos en ellos; dos siglos antes que Einstein, calculó la desviación de los rayos luminosos por la masa del Sol, hallando un resultado numéricamente próximo al de Einstein. También pudo de-terminar con precisión la masa de la Tie-rra y aisló los gases raros del aire» (7).

    Siete sabios ilustres asistieron el 27 de mayo de 1775 a un experimento durante el que les mostró un pez torpedo artificial, que produjo a los asistentes shocks eléctri-cos similares a los del pez real. Ese día di-

  • jo a los ilustres personajes, que «esa fuerza transformará al mundo». Se adelantó con esos dichos a Galván y Volta y logró has-ta... «medir el voltaje eléctrico por la in-tensidad del shock que se siente al tocar un circuito».

    Al misterio sobre la verdadera persona-lidad de Cavendish, podemos agregar al jesuita Roger Boscovich, quien ya en 1756 daba a conocer un tratado en el que se habla de la relatividad y de los quantos y... asombrosamente menciona los viajes en el tiempo, la bilocación y la antigravi-tación... A Boscovich se agregan Saint-Germain, Benjamin Franklin y el conde Rumford.

    Es como si «algo o alguien», hubiese es-tado revelándoles conocimientos que a la luz de nuestro actual estado de la Ciencia, parecen descolgados en el tiempo. De allí la idea de la existencia de un Colegio Invi-sible, que incidiese en la época revelando a ciertos personajes conocimientos que

  • están fuera de contexto en ella. Recorde-mos a Swift prediciendo las dos lunas de Marte o a Voltaire describiendo el ultra-violeta y el infrarrojo en su Micromegas o en La Condómine, donde escribió: «…la materia posee, quizás, otras mil propieda-des que desconocemos...».

    Estas menciones que Jacques Bergier pu-blicó en la década de los años 60, consti-tuyen importantes aportes el conocimien-to de los grandes misterios que aún care-cen de explicación.

    Para el lego que no ha incursionado en el cocimiento de la postulación de antiguas teorías científicas corroboradas por el tiempo, podemos decirle que es evidente la analogía entre aquellas nociones esbo-zadas y el desarrollo de nuestra actual tecnología. Porque tales hechos no se cir-cunscriben, en algunos aspectos, a lo ocu-rrido durante el siglo XVII, ya que «...Aristarco de Samos, en el antiguo Egip-to, postuló la teoría heliocéntrica 18 siglos

  • antes que Copérnico... en el sánscrito Li-bro de Manú se habla de la teoría de la evolución mucho antes que Darwin... Los babilonios poseían una batería eléctrica 3.800 años antes de Cristo...».

    Aquello de que «no hay nada nuevo bajo el sol», es más que un simple dicho.

    Por eso, cuando dice «la decisión de pu-blicar ciertos secretos fue tomada, en In-glaterra y en el siglo XVII, por una organi-zación de la que solo hoy empezamos a advertir su importancia, el Colegio Invisi-ble…, que contaba entre sus miembros a sabios tan eminentes cono John Wilkins (1614-1672) Sir Christopher Wren (1632-1723), Thomas Sydenham y Roberts Boy-le», Bergier no lo menciona con ligereza. Lo que más asombra y en realidad con-cierne a los Masones (7), es que el Colegio Invisible estaba en relación con Isaac Newton y Elías Ashmole (1617-1792).

    Elías Ashmole (8) ha tenido el privilegio histórico de «...haber salvado la mayor

  • parte de los secretos de la Alquimia». Y esto, publicados en su colección Theatrum chimicum britannicum.

    El Colegio Invisible, en 1660 hace una «revelación de cierto número de secretos», tras lo cual recibe en 1662 de manos del rey Carlos II de Inglaterra, el título de Real Sociedad de Ciencias... curiosamente, en Francia y por decisión de Colbert, en 1666 se funda en París la Academia de Cien-cias. Estas referencias, constituyen sucesos prácticamente desconocidos en nuestro tiempo. Y si nos ocupásemos del aspecto masónico que pudiese tener el tema, nos preocuparíamos en saber a causa de qué Elías Ashmole ha sido cuestionado por ciertas posiciones masónicas, aunque estas exaltan a Isaac Newton por considerarlo precursor de la ciencia.

    Retornando al tema, cabe mencionar que, además de los hechos evidentes de una ciencia por lo menos extraña a la época en que se ubican sus descubrimientos, no ca-

  • be duda que ha sido puesta de manifiesto en un tiempo en el que no se correspon-den con el desarrollo inusitado de la ac-tual tecnología en los siglos XIX y XX. Y además, sin que podamos resolver el enigma que significa haber ocurrido no solo en el siglo XVII sino en la remota anti-güedad, como ocurrió con los sumerios y los egipcios.

    Continúan los misterios

    Dice Serge Hutin en su obra Las civiliza-ciones desaparecidas, Plaza y Janés, 1980), «...quizá nosotros vivimos sobre diversos planos planetarios de la realidad: en la vi-da corriente no tendríamos de ello más que confusas percepciones, en los años y las fantasías».

    Nosotros preguntamos ¿qué llevó a Lo-renz Eisley, autor de El inmenso viaje, a decir «...tal vez nosotros venimos de otra parte y tratamos de volver allí con la ayu-da de nuestros instrumentos»... O al histo-

  • riador judío Claudio Josefo en sus Guerras de Judea decir: «...unos días después de la Fiesta, el 21 del mes artemisio, se produjo un fenómeno increíble y milagroso. Antes de la puesta del sol, la multitud pudo ver unos carros y tropas de soldados armados que aparecieron súbitamente en los ai-res...» (*).

    No resulta extraño que a nivel de la cien-cia ortodoxa, nada se diga sobre la posibi-lidad de existencia de civilizaciones des-arrolladas en un pasado remoto. Solo las leyendas como la de Gondwana, Lemuria, Mu o la Atlántida, parecen intentar una explicación a cosas inexplicables como los sucesivos desarrollos de las civilizaciones hasta hoy descubiertas y estudiadas. Pic-tografías, petroglifos, tablillas, objetos ex-traños como las pilas sumerias, babilóni-cas e incluso Egipcias —a pesar de la dis-tancia temporal entre cada una de ellas—, o los grabados egipcios con portadores de lámparas y cables, joyas de aluminio en

  • China, joyas bañadas en oro u objetos gal-vanizados descubiertos en tumbas de re-mota antigüedad, ameritan al menos incógnitas aún no respondidas.

    Como las perforaciones de perfecta regu-laridad en las piedras que conforman Ma-chu Picchu, sin que se sepa el objeto de las mismas; la perfección milimétrica de la angulación de las piedras de las Pirámide; incluyendo la matemática y la geometría utilizada, sin mencionar los aspectos as-tronómicos, sencillamente asombran. Pero también plantean enigmas aún no devela-dos.

    El conocimiento de la astronomía por parte de remotísimas civilizaciones como los sumerios, los acadios, los Babilonios o los mayas y aztecas incluyendo a los habi-tantes de Zimbawe que hablaban de un sistema binario (las Pléyades) cuando aún la ciencia oficial ignoraba su existencia… plantean permanentemente no solo el des-conocimiento, sino la ausencia de respues-

  • tas acordes al tiempo tecnológico que nos toca vivir.

    7 Regresando al «Protector»

    Dice Bergier que las Órdenes de Caballer-ía también deberían ser examinadas como resultado de alguna intervención del «Protector». No solo en lo que respecta a Occidente, sino también con relación al Is-lam. Esto porque al parecer, «En la caba-llería hay también un arquetipo, y es el del Protector. Se le llame Padre Juan, Maestro Secreto del Templo, o con otros nombres, se trata siempre de él. Las Ordenes de ca-ballería y ese arquetipo aparece también en el Islam» (*). (9)

    Una aproximación a revelar la presunta existencia del «Protector», del que hasta ahora no hemos definido su existencia o sus porqué, la da Madame Frieda Wion, quien cita un pasaje del libro de Henri Corbín que dice sobre los repliegues secre-

  • tos de la Tierra, países desconocidos, y al-tos personajes que proceden de allí: (10) y (11). Una aproximación a revelar la pre-sunta existencia del «Protector», del que hasta ahora no hemos definido su existen-cia o sus porqué, la da Madame Frieda Wion, quien cita un pasaje del libro de Henri Corbín que dice sobre los replie-gues secretos de la Tierra, países descono-cidos, y altos personajes que proceden de allí: (10) y (11). Cuando en los tratados de los antiguos sabios te in-formes de que existe un mundo provisto de dimensiones y estudios distintos al de la pleroma de las inteligencias, y de que ese mundo, gober-nado por el mundo de las esferas, un mundo en el que se encuentran ciudades cuyo número es imposible de calcular, en-tre las que el propio Profeta nombró La-balquia y Jarbasa, no te apresures a clamar contra la mentira, ya que ese mundo llega a ser contemplado por "Cuando en los tra-tados de los antiguos sabios te informes

  • de que existe un mundo provisto de di-mensiones y estudios distintos al de la pleroma de las inteligencias, y de que ese mundo, gobernado por el mundo de las esferas, un mundo en el que se encuentran ciudades cuyo número es imposible de calcular, entre las que el propio Profeta nombró Labalquia y Jarbasa, no te apresu-res a clamar contra la mentira, ya que ese mundo llega a ser contemplado por los peregrinos del espíritu, y ellos encuentran allí todo lo que constituye objeto de su de-seo. En cuanto a la turba de impostores y falsos sacerdotes, aun cuando los conven-zas de que mienten mediante una prueba, no por ello dejarán de desmentir tu visión. Entonces, guarda silencio y ten paciencia. Pues si llegas hasta nuestro libro de la «teosofía oriental» sin duda comprenderás algo en lo que antecede, a condición de que tu iniciador sea tu guía. Si no, sé cre-yente en la sabiduría" (*).

  • La referencia que hace Bergier sobre las Órdenes de Caballería ha sido oportuna.

    8 El misterio de lo que llevaron los Templa-

    rios

    Aquellas encierran, mas allá de los miste-rios propios de sus iniciaciones, desenvol-vimientos, liturgias o Rituales, incógnitas que el tiempo no ha logrado develar. To-memos como ejemplo la Orden del Tem-ple. Los Templarios a su regreso de Jeru-salén, se encierran en las abadías benedic-tinas y sorprendentemente comienza en Europa un progreso que determinará la época del Renacimiento. El principio de la viga invertida en el gótico, la polaridad de la luz en los vitreaux de las Catedrales, la alquimia, el desarrollo social, comercial e incluso industrial, el renovarse de las artes y la ciencia... ¿Se trató de El Colegio Invi-sible, el despertar de las sombras hacia la Luz?

  • Dice Bergier lo siguiente: «...Pero es bas-tante probable que ciertas sociedades co-mo los Templarios y las sociedades islá-micas “correspondientes” fueran, en cier-tas épocas de la Historia y en algunos lu-gares, representantes del Protector». Pien-so no haber equivocado el camino, puesto que mis conceptos relativos a los Templa-rios, fueron escritos hace dos décadas en el artículo «El misterio de los Templarios» (12).

    ¿Qué llevaron los Caballeros Templarios a Occidente...? ¿Qué traspaso o transmu-tación espiritual y racional inter-cambiaron en sus secretas reuniones con los sabios islámicos? ¿Qué intervención humana o sobrehumana participó de tal evidente iluminación (13) que ya podemos relacionarla con lo mencionado a princi-pio de este trabajo?

    No lo sabemos. Podemos intuirlo. Será necesario transponer umbrales. Aquellos que condicionan nuestro pensamiento a

  • los parámetros y fórmulas tradicionales de la educación moderna y contemporá-nea. Ir más allá del enciclopedismo didác-tico. Sumergirnos en la pureza de la ima-ginación y en la certeza de que más allá de los sentidos, pueden existir dimensiones aún desconocidas.

    Por supuesto que será difícil encaminar-nos a ello si las respuestas presuntas no se materializan. Pero seguramente persis-tirán los interrogantes como: ¿La vida so-bre la Tierra es un fenómeno único, sin paralelos en el Universo de miles de mi-llones de sistemas solares?: ¿Está la vida encerrada potencialmente en el interior del átomo y es por tanto un atributo uni-versal de la materia; ¿Están habitados al-gunos mundos por seres racionales en dis-tintos estados de evolución? (13).

    O preguntarnos si las percepciones del ser humano se circunscriben tan solo a las tres que definimos, (sumadas a la del Tiempo) conocemos y mensuramos. O tal

  • vez en etapas anteriores o posteriores a nuestra actualidad, hemos sido o seremos capaces de ampliarlas y así conocer di-mensiones que conviven con la nuestra. Tales interrogantes nos obligan a repensar el pensamiento. Advertir que ciertos co-nocimientos esotéricos —por denominar-los ajustados a cierto lenguaje iniciático— pudieran ser confirmados por los resulta-dos de la tecnología científica, que al exa-minar con mejores instrumentos el com-portamiento de la materia, advierten irre-gularidades en sus desplazamientos, ad-heridos a lo, incluso, imprevisible de su conducta...

    Así, el «Protector», como figura ideal de alguien que interviene de alguna manera abriendo las puertas «cerradas por siete llaves» o protegiendo al Hombre incluso de sus propias falencias e incapacidades, podría tener una «explicación y justifica-ción» en los parámetros misteriosos de la historia humana.

  • Y si quisiéramos completar esta serie de interrogantes no solo sobre el «Protector», sino sobre la existencia de momentos históricos, dentro de los cuales ocurren curiosos fenómenos como por ejemplo las eras de la música, la escultura, la pintura, la construcción ciclópea, entendiendo por tales su desarrollo espléndido y memora-ble... con-signadas en la tradición cultu-ral... quedaríamos asombrados por adver-tirlas circunscriptas a ese tiempo, pudien-do comprobar —aunque se enojen los ar-tistas contemporáneos—la posterior deca-dencia de tales artes.

    Claro está que no puedo adherir de pla-no a las ideas de un conocimiento induci-do, que sería una teoría más entre los co-nocimientos y prácticas esotéricas o herméticas (14) e incluso muy sugeridas en aquellas tendencias intelectuales de la pluralidad de los mundos habitados y la posible presencia, desde remotos tiempos,

  • de civilizaciones extraterrestres en nuestro planeta.

    9 La Orden del Grial

    Según algunas referencias, tendría su se-de en una abadía del país de Gales, en un pueblo «...que no figura en los mapas desde el siglo XIV». A esta Orden, «...se le atribuye la estabilidad y la supervivencia de Inglaterra, se la considera como el lazo, más allá de la realeza británica, que sigue uniendo los intereses divergentes que dominan Inglaterra». [*]

    Además de la creencia de que la Orden del Grial sería «la verdadera Inglaterra», se la denomina «Logres» en oposición a «...nación de pequeños tenderos» que es como se estima al país y así lo dijo Napo-león. Bergier dice que «El jefe de la Orden del Grial sería al mismo tiempo el Pen-dragón, es decir el jefe espiritual del cel-tismo. Él, lleva en un dedo un anillo ador-

  • nado con una amatista que ha cristalizado de modo que forma los peldaños de una escalera». [*]

    Aunque esto resulte ser científicamente imposible, «...yo vi el anillo en el dedo del Pendragón, en Penzance, País de Gales, en 1953», afirma el escritor francés. [*]

    Un episodio significativo ocurrido en plena Segunda Guerra Mundial, en 1940, habla de que objetos de la Orden del Grial, «...que llevaban la marca de san José de Arimatea», fueron confiados, fuera de Inglaterra, a John Buchan, escritor, por en-tonces gobernador del Canadá, retornán-dolo a la Abadía, en Gales, en 1941.

    Pero el dato más significativo de este cu-rioso episodio y que remeda un tanto las referencias al esoterismo y hermetismo que configurarían algunos de los estamen-tos nazis, es el de que Himmler y la Socie-dad de la herencia de los Antiguos o Ah-nenerbe que dirigía tal personaje, se inte-resaba especialmente por dichos objetos*,

  • y se sabe que la proyectada invasión a In-glaterra, fue precedida por una incursión de paracaidistas con el fin de apoderarse de aquellos (15). ¿Cuál pudo ser la parti-cipación del «Protector» en este episodio y de haber sido, cuál el motivo? ¿Qué se procuraba evitar desde Inglaterra y qué ambicionaba poseer Himmler? o Hitler mismo...

    Más allá de toda una vasta literatura posbélica, que ha desatado vientos de in-certidumbre y divulgado numerosas teor-ías, tendientes a «imaginar» que las fuer-zas ocultas del nazismo se hallaban tras el «Santo Grial» [como de muchos otros ob-jetos] y que se habían constituido logias esotéricas entre los oficiales de la SS. La conducta de algunos de ellos, con poste-rioridad a Nüremberg, ha dado que sos-pechar.

    No olvidemos el enigmático episodio de posguerra, protagonizado por Rudolf Hess, que condenado a reclusión perpetua

  • por el tribunal de Nüremberg, nunca pu-do ser entrevistado, ni recabada de él la verdad sobre las circunstancias y motiva-ciones que lo llevaron al episodio de su temerario aterrizaje en Inglaterra. Y preci-samente de él se menciona su participa-ción en tales logias esotéricas y herméticas y en el «sustrato» de aquellas incumben-cias en el nazismo.

    No cabe duda, además, que muchísimos e inexplicables sucesos acaecidos durante la II Guerra Mundial, no han sido devela-dos hasta la fecha. Y que a pesar de los años transcurridos, no sabemos si han si-do abiertos ciertos archivos tanto de los Aliados como los pertenecientes a las fuerzas del Eje y que, tal vez, alguna vez, puedan ser conocidos, explicados o pues-tos, entre muchísimos otros, en ese frasco en el que se guardan los «fenómenos in-explicables».

  • 10 Concepciones antiguas sobre el «Protector»

    En la mitología judía y en tiempos de Claudio Josefo, puede observarse «...abundante literatura, en la que el Pro-tector debe venir a la Tierra por un puente de papel. Esta concepción tan curiosa es interpretada generalmente en el sentido de que es el estudio de los textos sagrados lo que puede permitir ponerse en contacto con el Protector» (*).

    Según lo menciona Bergier, ha sido esa, una frase muy profunda de Meyrink men-cionada por Henri Corbin cuando dice: «Ha permanecido sobre esta Tierra y reú-ne a los elegidos...».

    Todo ello puede explicarse como que el «Protector» ...puede viajar a otros lugares, a otras Tierras.

    Y el escritor no se circunscribe a pensar ni imaginar que tales tierras pudieran ser otros planetas, sino que lo extiende a la concepción de la posibilidad de unos plie-

  • gues dimensionales de esta Tierra, que la cita de Henri Corbin destaca en forma tan magnífica.

    «El protector se ha quedado en esta Tie-rra cuando el camino que conduce a través de las puertas inducidas hacia otras Tierras, ha sido descubierta. El Protector pasa la mayor parte de su tiempo sobre la Tierra: ...y reúne a los Elegidos» (*).

    ¿Serían esos elegidos, aquellos que en el siglo XVII comenzaron a revelar ciertos descubrimientos como los que consigna-ron Cavendish, Bacon, Da Vinci, Bosco-vich, Saint-Germain, Franklin...? ¿Aristar-co de Samos supo por esa vía lo que re-descubrió dieciocho siglos después Copérnico? ¿Sería esta la explicación al misterio de los anuncios científicos de Ju-lio Verne? ¿Sería el «Protector» el que eli-gió a quienes participaron de las batallas aéreas consignadas en los inmemoriales Vedas o en el episodio bíblico que consig-na la descripción de la forma de destruc-

  • ción de las ciudades de Sodoma y Gomo-rra?... O podría permitirnos explicar la cu-riosa, enigmática y sugerente tumba de Palenque, que los arqueólogos dicen que se trata de la representación del Dios del Maíz... pero que el escritor ruso Kazant-zev ve como un astronauta en su nave es-pacial. Lo cierto es que frases enigmáticas como la que Roger Bacon dejó, diciendo: «Máquinas voladoras como estas, existie-ron en la antigüedad, e incluso se fabrican en nuestro tiempo» nos obliga a repensar muchísimas cosas excesivamente conven-cionales.

    Sin embargo, además de las conjeturas que consignamos, existen otras muy cu-riosas y significativas, pero que revelan que la imaginación humana no se detiene. Y que esa imaginación las más de las ve-ces refieren cosas que pueden haber suce-dido o que... pueden suceder.

    Una de ellas es atribuirle al «Protector» intervenciones directas como esta que

  • menciona Bergier: «La serie de incendios que estallaron en Londres el año de la gran peste en el siglo XVI. Los hogares que eran focos de peste ardieron con una lla-ma muy curiosa parecida a la de una foga-ta y la propagación de la epidemia se de-tuvo. De lo contrario, es probable que una parte aún más importante de la población de Inglaterra hubiera perecido. Podemos encontrar referencias detalladas en este sentido en Daniel Defoe (La gran peste de Londres). Recordemos que Daniel Defoe es el autor de Robinson Crusoe...».

    11 Solón, la Atlántida y Pirámides

    Si nos extendemos en conjeturas y esto con el ánimo de aportar más datos que abunden en las referencias misteriosas, podemos mencionar la existencia refinada de los magazitles, o «Maestros de la Gue-rra», miembros de la casta de los Atlantes, a quienes se les atribuye una tecnología tan desarrollada y asombrosa, que se

  • menciona como la causante de la catástro-fe que hizo desaparecer el mítico conti-nente. Esta referencia aparece en la obra Aélita, de León Tolstoi. ¿De dónde obtuvo el escritor ruso tal referencia?

    No sabemos si existió la Atlántida. Solo tenemos lo dicho y propagado por Solón, a quien se las mencionan los sacerdotes Egipcios. No pretendemos ni demostrar ni negar su existencia. Pero podemos men-cionar que múltiples referencias acuden para insinuar que algo hubo. ¿De dónde llegaron los huanches de las Islas Cana-rias? ¿Cuáles fueron las fuentes y origen de sus conocimientos y costumbres? ¿Eran realmente de piel rojiza los talantes? ¿Qué relación tuvieron los sobrevivientes del cataclismo con los vascos, por ejemplo o con los celtas? ¿Las pirámides de Egipto, que hoy son datadas con muchísima ante-lación a los faraones Keops, Kefren y Mi-cerino y de las que se dice fueron despeja-das de las arenas que las cubrían precisa-

  • mente en tiempos de tales faraones... pu-dieron ser construidas con tecnología atlante?

    Dice Serge Hutin en su libro Las civiliza-ciones desconocidas, que en Uxmal, Yu-catán, se han hallado en un templo en rui-nas, inscripciones jeroglíficas que conme-moran «Las tierras del Este de donde vi-nimos». Y menciona que los indios ameri-canos —pieles rojas— entre ellos los de los Dakotas, poseen una vieja leyenda que sostiene que sus antepasados vinieron de una misma isla situada en la dirección del sol naciente (16).

    Los grandes civilizadores blancos, no son sino un gran enigma en América. Una «is-la sagrada del este», sobrevuela la existen-cia y aparición del Quetzlcoatl azteca blanco y barbudo. Moctezuma cree que Hernán Cortés remeda aquella presencia y es el retorno del civilizador que vino de la Tierra del Sol. El calendario, la escritura y las artes, que antes dejase Quetzlcoatl

  • [significativamente, los dioses aztecas po-seen en sus nombres y denominaciones, la curiosa partícula «atl»... insertada en el nombre de Atlante...]. Los jeroglíficos a los que hacemos referencia desataron y des-atan vientos en quienes estudian las len-guas... Se pregunta Michel Manzi, ¿qué es el maya sino un idioma de un pueblo rojo venido de la Atlántida? ¿Y el griego? No es otra cosa que una lengua derivada del hebreo y el hebreo a su vez, del egipcio. ¿No se trata, pues, de dos idiomas ínti-mamente emparentados como dos ramas de una misma planta? Junto a él, pregun-tamos si no será la lengua atlante la clave de tal misterio.

    12 Civilizaciones indoamericanas y Africanas

    Tiahuanaco despierta en los arqueólogos muchísimos interrogantes. Se ignora la fe-cha de su aparición. Solo conjeturas la permiten datar, con la incógnita de pensar que sus ruinas son antediluvianas. Lo

  • mismo sucede con las ruinas de varias ciudades superpuestas a 4.000 metros de altura en las cercanías del lago Titicaca. A mi entender, toda una superestructura que ha condicionado a la arqueología a enfrascarse en develar el origen y anti-güedad de las civilizaciones en África, Eu-ropa y Asia, ha perdido muchísimos años de investigación y apertura mental, sobre la antigüedad de las civilizaciones ameri-canas. No importa tanto si los prejuicios hayan surgido como remedo de la con-quista marítima de los grandes navegan-tes, que al navegar por los suelos del ex-tremo austral tuvieron contacto con los más paupérrimos de sus habitantes, los Onas, Alacalufes o Yáganes, o los más o menos salvajes que eran los Patagones, Tehuelches, etc.. Estos y sus aparentes prehistóricas vivencias, pudieron hacer creer que el Continente carecía de civiliza-ción alguna.

  • Lo mismo sucede con las ruinas de varias ciudades superpuestas, a 4.000 metros de altura en las cercanías del lago Titicaca. Y sin extendernos al mencionar, a título de misterio, ruinas insólitas como las de Ma-chu Picchu, Angkor, Anura Dhapura, Mohenho Daro y la reciente descubierta piramidal Caral, algunos de sus secretos en la construcción: rocas talladas y colo-cadas a la perfección, extraños orificios horadados en ellas, su ubicación geográfi-ca, las conchillas y arenas oceánicas en las montañas; piedras de 20 toneladas como las de las terrazas de Baalbeck, etc., etc.

    Sin embargo, no debemos circunscribir ciertos misterios sobre el origen de tantas ciudades «civilizadas», de las que aún no podemos determinar su origen y existen-cia, a la idea de que pudieron ser influen-ciadas o construidas por los posibles so-brevivientes de la Atlántida hundida... o de otros cataclismos geológicos o as-tronómicos...

  • Existen muchos enigmas. Como el de la mítica y desaparecida Rub el Jali, de la que Lovecraft se ocupa en su obra fantás-tica. Algo existe en los remotos meandros de la Arabia Feliz o en las terrazas de Ba-albeck. Si las observaciones satelitales no se especializaran tanto en la magnitud de las cosechas, la superficie de selvas y montes a desmontar o la mensura de ríos y lagos, ciertamente contaminados... o la prospección petrolera con fines comercia-les, tal vez algún emprendimiento minu-ciosa y planificadamente arqueológico, nos permitiría ir cerrando el rompecabe-zas de la remota Antigüedad.

    No cabe duda que los testimonios de an-tiquísimas civilizaciones, quedaron con-sumidos por el Fahrenheit 451 que Julio César aplicó en el 48 a.C. en Alejandría, quemando cientos de miles de manuscri-tos allí depositados en la Gran Biblioteca. Recordemos que en 272, 295 y 391 d.C hubo más incendios, que en el 646 los mu-

  • sulmanes hicieron lo mismo con más de un millón de rollos. Y los cristianos, un tanto caritativos ellos, quemaron a su vez no menos de cien mil rollos en el 1109 du-rante la toma de Trípoli (17).

    Las obras hidráulicas construidas en la «Arabia Feliz», [que permitían recuperar y canalizar íntegramente las aguas de la llu-via, con extensos canales de barro coci-do...] en los alrededores de la represa de Marib, concita no solo el asombro, sino más de un interrogante, «...porque resulta muy difícil creer que un sistema tan com-plejo haya sido posible sin grandes cono-cimientos matemáticos». Y es más, siendo hasta hoy conocido tan solo por las pro-yecciones «in situ», su conformación ge-ométrica llevó a numerosos escritores a compararlas con las terrazas de Nazca...

    Cuando nos referimos a Lovecraft y su mención de la existencia de Rub el Jali, lo hacemos en procura de incentivar al lector en la búsqueda de tal referencia. Y eso a

  • fin de saber si no ocurrieron también en ella los saqueos producidos tanto en Baal-beck como en Babilonia.

    Tales búsquedas debieran ser emprendi-das, so pena de que tal como ocurrió con el hallazgo de los manuscritos del Mar Muerto, los «muchachos de lo ajeno» sa-queen los sitios reencontrados. Coincida-mos con nuestro inspirador, Jackes Ber-gier, en que una Comisión Científica In-ternacional debiera encargarse de la pre-servación y búsqueda de ruinas de pobla-dos tal vez bajo montañas de arena, en los que pudieran rescatarse documentos que nos revelen algunos secretos sumergidos en el polvo del tiempo. Los satélites colo-cados en órbita, están en magnífica condi-ciones de obtener los datos que pensamos factibles de conocer…

    A mi entender, toda una superestructura prejuiciosa, [y económico-financiera] que ha condicionado a la arqueología a enfras-carse en develar el origen y antigüedad de

  • las civilizaciones en África, Europa y Asia, ha perdido muchísimos años de investiga-ción «...y apertura mental», sobre la anti-güedad de las civilizaciones. En especial las americanas y sin dejar de lado muchí-simas en Asia, África y Europa, que sus referencias son consideradas tan solo míticas...

    En América, no importa tanto si los pre-juicios surgieron, entre muchos otros, co-mo remedo de la conquista y sus atrope-llos. O como efectos de los descubrimien-tos de los grandes navegantes, que al in-cursionar por los mares del extremo aus-tral, tuvieron contacto con lo más paupé-rrimo de sus habitantes, los Onas, Alaca-lufes o Yáganes, o los más o menos salva-jes que eran los Patagones, Tehuelches, Pampas etc., y que pudo constituir la pos-terior apreciación de considerar al Conti-nente como habitado por salvajes.

    Estos y sus aparentes proto o prehistóri-cas vivencias, pudieron hacer creer que el

  • Continente carecía de civilización alguna. Incluyendo las teorías del paso por el es-trecho de Behring, de los tan remotos y teóricos migrantes del Asia...

    Y entre los más curiosos e inexplicables hasta hoy, misterios sobre civilizaciones desaparecidas y ciudades perdidas, tene-mos «El Dorado», que la imaginación de aventureros y exploradores sitúa tanto en la inmensidad de las selvas amazónicas, como en la zona cordillerana de la Pata-gonia Argentina. [Ver «Precisiones de un tema apasionante, El Clavo Prehistórico» (en esta misma obra)].

    Crucemos el Atlántico. Vayamos nueva-mente a Egipto. Le Murtadi es un manus-crito árabe, que fue traducido al francés por Pierre Vattier París (1636). En ese ma-nuscrito se revela que los musulmanes descubrieron, en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide, dos estatuas. Una de ellas era de un hombre de piel negra y una mu-jer de piel blanca. Esto no sería demasiado

  • curioso, si no fuese porque el manuscrito dice que «ambos eran de un físico muy distinto al de los antiguos egipcios»... Y no sería más curioso si no fuese porque una de las figuras sostenía «...un jarro hermé-ticamente cerrado, tallado en algo que pa-recía de cristal rojo... al que al llenárselo con agua y volverlo a pesar, resultó que pesaba exactamente lo mismo que cuando estaba vacío».

    ¿Qué conclusiones podemos extraer de estas cosas? Muchas o pocas a la vez. Constituyen pequeños pedacitos del gran rompecabezas que los arqueólogos, inves-tigadores, científicos y especialmente la que podemos denominar ciencia oficial, no parecen esmerarse en elucidar...Y no son mis palabras un cargo, sino una sim-ple observación frente a los muchos miste-rios que se nos plantean a cada paso de aquello que no podemos explicar...

  • Ahora bien: ¿cómo ubicamos la figura del «Protector» en estos enigmas tan dis-persos por el planeta?

    Curiosa pregunta. Cuya respuesta no de-ja de plantearnos nuevos interrogantes y conjeturas.

    Ejemplo: Sin instrumentos de precisión [según pensamos] ¿cómo hicieron los an-tiguos para saber el paralaje del Sol, si re-cién en 1650 Williams Gascoine hizo la primera observación... y por casualidad, a través de un telescopio y una red de alambres situada casualmente en el ángu-lo de observación (18).

    Citemos más pormenorizadamente a Andrew Tomas: ¿Cómo sabían los anti-guos que la órbita de la Tierra no era cir-cular sino elíptica? ¿Cómo concluyeron en que el plano de la órbita terrestre no coin-cidía con el ecuador de la Tierra? Lo dice Plutarco citando a Aristarco, en el siglo III a.C. Recientemente en 1781 J. S. Bailly y en

  • 1819 K. Gauss, ambos astrónomos, lo con-signan en sus obras.

    Platón, en su Timeo, [aproximadamente hace 2.400 años] dice que sabios egipcios informaron a Solón que conocían la exis-tencia de asteroides y su caída sobre la Tierra... La Academia de ciencias de Fran-cia, hace 190 años apenas, calificaba de supersticiones la «creencia» de que podían caer piedras del cielo (ibd. ob. cit.).

    Testimonios increíbles han sido consig-nados en la literatura arqueológica y et-nográfica. «...señales verticales, líneas de puntos, grabadas o pintadas sobre huesos y piedras, fueron halladas desde España hasta Ucrania». Pudieron datarse como del Paleolítico Superior, 35.000 al 8.000 a.C. ¿Arte lineal durante 30.000 años? Por lo menos es muy significativo.

    Pero siempre una misma y audaz pre-gunta: ¿Cómo adquirieron sus conoci-mientos los Antiguos, increíblemente des-colocados de su época...? Lo más asom-

  • broso [entre tantos que mencionamos] es la conclusión a la que arribó Alexander Marshack (19) al respecto: ...estas anota-ciones sobre roca o hueso, son registros de observaciones de la Luna, hechas con propósitos «calendáricos»... Y sostuvo que tal descubrimiento implica «...una nueva valoración de los orígenes de la cultura humana».

    Nosotros pensamos que tras los hechos que vamos descubriendo, a medida que ahondamos en la historia, asumimos la su-til idea de que existe algo o alguien, algu-na cosa, que interviene «incentivando» o incidiendo en el desarrollo de las civiliza-ciones. O «induciendo»... como resulta difícil aceptar.

    ¿Por qué? Porque más allá del hecho en sí, están los parámetros de la época en que se sucedieron y teniendo en cuenta la «continuidad del pensamiento» en el sen-tido de la sucesión de aquellos que se su-man y que son consecuencia de...

  • Y entre los conocimientos «científicos» que más nos motivan a pensar en la «in-tervención» de «algo» que «induce» (20), de alguna manera en cada etapa de la humanidad, es todo lo relacionado con la Astronomía.

    13 La Orden del Grial

    Se dice que la Orden del Santo Grial tiene su sede en una abadía del país de Gales, en un pueblo que no figura en los mapas ya desde el siglo XIV. A esta Orden, según lo menciona Bergier, «...se le atribuye la estabilidad y la supervivencia de Inglate-rra, y se la considera como el lazo, más allá de la realeza inglesa, que sigue uniendo los intereses divergentes que dominan el Reino Unido de Gran Breta-ña».

    Además de la creencia en que la Orden del Grial es la verdadera Inglaterra, se de-nomina “Logres” por oposición a la «na-

  • ción de pequeños tenderos» que es como se estima al país y así lo dijo Napoleón. Bergier dice que “El jefe de la Orden del Grial sería al mismo tiempo el Pendragon, es decir el jefe espiritual del celtismo. Lle-va en un dedo un anillo adornado con una amatista que ha cristalizado de modo que forma los peldaños de una escalera. «Aunque esto resulta ser científicamente imposible,... yo vi ese el anillo en el dedo del Pendragon, en Penzance, País de Ga-les, en 1953», afirma el escritor francés.

    Un episodio significativo ocurrido en plena Segunda Guerra mundial, en 1940, destaca que objetos de la Orden del Grial, «...y que llevaban la marca de san José de Arimatea», fueron confiados, fuera de In-glaterra, John Buchan, escritor, por enton-ces gobernador del Canadá, retornando a la Abadía en Gales.

    Pero el dato mas significativo de este cu-rioso episodio y que remeda un tanto las referencias al esoterismo y hermetismo

  • que configurarían algunos de los estamen-tos nazis, es el de que Himmler y la Socie-dad de la herencia de los Antiguos o Ah-nenerbe, que dirigía tal personaje, se inte-resaba especialmente por “tales objetos”, y se sabe que la proyectada invasión a In-glaterra, fue precedida por una incursión de paracaidistas con el fin de apoderarse de aquellos. [Ref. en los Expedientes del Proceso de Nüremberg, en el capítulo co-rrespondiente a Ahnenerbe]. (*) ¿Cuál pu-do ser la participación del «Protector» en este episodio y, de haber sido, cuál el mo-tivo?

    14 El Colegio Invisible

    Podemos suponer, con cierta verosimili-tud, que la participación del «Protector» pudo tener algo que ver con la decisión del Colegio Invisible de fundar la Acade-mia Real de Ciencias y «...sacar así de la clandestinidad un cierto saber», «...y es probable que fuese el fundamento de la

  • ciencia moderna y de la tecnología deri-vada de ella y, a pesar de las protestas de los pesimistas, se puede afirmar que cons-tituyó una resolución bienhechora para la Humanidad» (*).

    Sería evidentemente tentador relacionar con precisión al Protector con el Dios blanco de América del Sur. (Kukulcán-Quetzalcóatl). Pero faltan los elementos, ya que todos los documentos —y había muchos— fueron quemados por la Inqui-sición, y especialmente por Diego de Lan-da. Se puede simplemente decir que no hay ninguna razón para que el «Protector» se vea limitado por la tecnología de su época y que no pueda desplazarse libre-mente a los cinco continentes de la Tierra y tal vez a otras Tierras utilizando medios que nosotros aún no hemos inventado.

    Es entre estos desplazamientos del «Pro-tector» que pienso poder contar una histo-ria extraña que la mayor parte de las veces

  • se presenta como un viaje de Jesucristo al Tíbet.

    Mis principales fuentes en este sentido proceden de los mormones.

    Ya no es de buen tono burlarse de los mormones. De ellos, uno no recuerda más que la poligamia y una novela de Pierre Benoit sobre ellos, o cuando unos amables jóvenes nos traen a domicilio el Libro de los Mormones, éste por regla general va a parar a la papelera.

    Se olvida sencillamente que la Universi-dad de los mormones en Salt Lake City fi-gura entre las más importantes de los Es-tados Unidos. Su importancia se vio opor-tunamente acrecentada, ya que fue (y es…) la más destacada Universidad ame-ricana en la que se trabaja, estando las demás ocupadas sobre todo en el consu-mo de drogas y las protestas y los efectos del consumismo norteamericano…

    En Salt Lake City, los estudiantes traba-jan realmente y los profesores se dedican

  • simultáneamente a la enseñanza y a la in-vestigación, lo que convierte a esta Uni-versidad en un importante centro de in-vestigación científica del continente nor-teamericano.

    Todos los movimientos mormones exigi-rían un estudio serio e imparcial sobre sus antecedentes y debemos mencionar que la documentación que poseen es única. Aho-ra bien, según dicha documentación, así como según algunos documentos chinos y tibetanos, un personaje muy importante visitó el Tíbet, aproximadamente en la época de Jesucristo.

    Pero ese personaje no se ha pretendido nunca que hubiese sido Jesús.

    Se trataba probablemente del «Protec-tor», del que descubrimos así un rastro en-tre sus viajes a América del Sur y la Edad Media. De Gilgamesh al Caballero Blanco, se pueden señalar apariciones del «Protec-tor» a lo largo de unos seis mil años. Lo curioso es que aún no se ha conseguido

  • descubrir en ello una periodicidad simple o cualquier otra clase de regularidad, pero las referencias existen. Yo no he consegui-do aún descubrir en ello una periodicidad simple o cualquier otra clase de regulari-dad, pero las referencias existen.

    Si queremos ir más lejos que Gilgamesh en el pasado, podemos pensar en los seño-res de Dyzan, que aportaron a los hom-bres el fuego, el arco y el martillo.

    15 Profetas contemporáneos

    Si queremos acceder a nuestra época, po-demos evidentemente asimilar el «Protec-tor» a un cierto número de profetas autén-ticos de nuestro tiempo. Pero la dificultad estriba en la palabra «auténtico». Algunos de los defensores de religiones en nuestra época, son aparentemente verdaderos profetas, pero otros son impostores. Es difícil para un contemporáneo juzgar, so-bre todo si tiene como yo, una mente

  • sarcástica, agnóstica y racional. No obs-tante, me sentiría inclinado a considerar a Pak Subu en Indonesia y al/o a los diri-gentes de la Soka-Gokkai del Japón, como manifestaciones del «Protector». Al lector corresponde estudiar el movimiento Sub-ud de una manera imparcial —los docu-mentos no faltan— y juzgarlo.

    A propósito del movimiento Soka-Gokkai, y en general del Japón moderno, hay que señalar una cosa interesante.

    Cuando el emperador del Japón renunció a su divinidad para capitular en agosto de 1945, se produjo una consecuencia impre-vista. Un gran número de documentos de los monasterios, que estaban reservados a la familia imperial, se hicieron accesibles a los investigadores e incluso en ciertos ca-sos se inició su publicación. Aún no se ha visto el conjunto de dichas publicaciones, pero amigos japoneses nos dicen que tales documentos proyectan alguna luz tanto sobre las visitas del Protector… como so-

  • bre contactos con extraterrestres. Una par-te de estos documentos se prometió ser publicados en inglés en el periódico de la Soka-Gokkai.

    En todo caso, es cierto que si la Soka-Gokkai triunfa en sus objetivos, si consi-gue establecer, primero en Japón y luego en. China (donde va a abrir unas ramas) la prometida fraternidad entre los hombres, el efecto sobre la Humanidad será tan im-portante que cabría preguntarse si en esta ocasión el género humano no se habrá be-neficiado de algún socorro sobrenatural.

    La Soka-Gokkai, que fue perseguida por todos los gobiernos japoneses desde el si-glo XIII, salió nuevamente a la superficie y se dispuso a predicar el amor y la frater-nidad entre los hombres, en tanto que la violencia estuvo resurgiendo plenamente en Japón. Los estudiantes izquierdistas ja-poneses despellejaron, después de la II Guerra Mundial a sus adversarios cuando los capturaban, y el izquierdismo japonés

  • ha mostrado en ocasiones de lo que es ca-paz, por ejemplo con la matanza del aero-puerto de Lod, en Israel.

    Si la violencia puede ser vencida por la fraternidad entre los hombres y si ese mo-vimiento puede extenderse a China, toda la historia de la Humanidad podría ser cambiada. Y cuando los historiadores del tercer milenio hayan estudiado este fenó-meno, tal vez comprobarán que ha habido alguna extraña intervención.

    En California hay numerosas sectas que se valen del «Protector», pero hay sufi-cientes motivos para desconfiar de Cali-fornia, donde la demencia más caracteri-zada anda pareja con la renovación reli-giosa y mística más sincera.

    16 Sin una religión

    Lo que resulta notable es que en sesenta siglos de actividad el «Protector» no haya fundado nunca una religión. Parece que

  • éste no es en absoluto su objetivo y que de lo que trata es de intervenir en momentos precisos de la historia de la Humanidad —tal vez tiene conocimiento anticipado de esos momentos— más que asegurar la salvación de la Humanidad a través de la religión. Todo el problema de la decaden-cia de las religiones y de la ascensión de otra cosa es demasiado importante y complejo para que yo pueda tratarlo aquí. Es indiscutible que las religiones revela-das están «perdiendo velocidad». Tratan de solucionar el problema haciendo políti-ca y es poco probable que eso las salve. Algo distinto vendrá. Tal vez las nuevas religiones como el bahaísmo o el subud, tal vez una religión basada en contactos con los presuntos extraterrestres, o a falta de contactos, en una actitud diferente hacia el cosmos (Olaf Stapleton podría ser considerado como uno de los primeros profetas de semejante religión cuya Biblia sería su libro Creador de estrellas) y tal

  • vez algo totalmente diferente de lo que por el momento no tenemos ni idea.

    Todo lo que yo querría hacer resaltar es que cualquier futurología basada única-mente en predicciones relativas a la pro-ducción de acero y al producto nacional bruto, debe fracasar necesariamente por-que no tiene en consideración el vacío de-jado por las religiones.

    (Sobre los efectos de este vacío en la ju-ventud americana, cabe mencionar y re-comendar un interesante libro de John Se-arle, titulado La guerra de los campus, publicado en Presses Universitaires de Francia.)

    Sin embargo y para dejar constancia de nuestras ideas relativas a estos aspectos de la convivencia humana, debo expresar mi certeza de que más allá de las religiones denominadas «positivas», surge la ahora cada vez más difundida institución de-nominada Masonería o Francmasonería que se va despojando del secretismo pro-

  • pio y el del que se le fue colocando desde el siglo XVII antes y después de la Revolu-ción Francesa, las referencias al Enciclo-pedismo y a su participación en la revolu-ción norteamericana y la emancipación Latinoamericana…

    17 El poder del «Protector»

    Su poder es evidentemente limitado, o bien no quiere utilizarlo íntegramente. Verdad es, en efecto, que si todos los pro-blemas de la Humanidad tuvieran que ser resueltos por una intervención sobrenatu-ral, eso no resultaría bueno para la Humanidad, pues no llegaría nunca a la edad adulta. Lo que no impide que la Humanidad reclame tales intervenciones.

    Un ejemplo notable es la Primera Guerra Mundial.

    Mientras los alemanes llevaban cinturo-nes grabados con las palabras Gott mit uns (Dios está con nosotros) los ingleses se

  • persuadieron fácilmente de que los ánge-les de Dios combatían a su lado y de que mataron soldados alemanes en Mons, con flechas fantasmas. Durante la Segunda Guerra Mundial, tales leyendas se multi-plicaron. Una de ellas, muy curiosa, que invoca al mismo tiempo al «Protector» y la Cábala, procede de Safed, poblado de los cabalistas en Israel.

    Parece que en 1941, cuando se esperaba una invasión del Próximo Oriente por los nazis, el Protector se apareció en Safed y dijo que «el porvenir estaba indeciso por-que el valor cabalístico de las palabras “Si-ria” y “URSS” era el mismo».

    Pero al mismo tiempo declaró:

    —Yo intervendré para que sea la URSS y no Siria, la que sea atacada.

    Es una bella leyenda, totalmente dentro del estilo de las leyendas judías que se desatan desde la Edad Media. Qué intere-sante sería que Chagall las ilustrara sobre una vidriera. Podría representar una ba-

  • lanza en equilibrio, con Siria en un platillo y la URSS en el otro...

    Transcribiré alguna reflexiones al respec-to, que Jackes Bergier, nuestro referente, sostuvo al respecto. «Yo he citado, sobre todo, leyendas celtas y judías sobre el Pro-tector, pero esto se debe sencillamente a que son las que conozco mejor».

    Las hay en África, donde se han atribui-do poderes sobrenaturales a Patricio Lu-mumba.

    Las hay en todas partes donde los hom-bres son oprimidos.

    Se han llevado a cabo estudios interesan-tes sobre la religión de los oprimidos. El Caballero Blanco ha aparecido y ha des-aparecido en un clima de derrota y de opresión. Desde la Guerra de los Seis Días, el Islam vive en la espera de un pro-feta que invierta la situación. Plegarias es-peciales se efectúan con este objeto en las mezquitas y especialmente en la de El Ar-ham, en El Cairo. (Véase, respecto de la

  • «guerra santa», el admirable libro de John Buchan, Le Prophiete manteau vert, que sigue estando de actualidad).

    En un clima cultural totalmente distinto, pero como reafirmando la misma idea, Isaac Deutsche, al hablar de Trotski, em-plea la expresión «el Profeta armado». Pe-ro parece que el «Protector» no emplea armas, sino una manipulación psicológica de la Historia, que fue momento y se halla fuera de nuestro alcance. Se parece bas-tante al personaje de Isaac Asimov, de la serie Fundación, llamado El mulo. El per-sonaje de Asimov, cambiando por medios paranormales la mentalidad de algunos personajes clave, logra modificar la Histo-ria. La hace escapar así a las previsiones de los calculadores y de los sociólogos, para imprimirle su propio sello personal. Aunque le pese a Isaac Asimov, que detes-ta toda especie de misticismo, yo creo que ha trazado aquí un retrato bastante ajus-tado a lo que conocemos del «Protector».

  • (*) Todo lo señalado con asterisco, son referencias to-madas de las obras de Jacques Bergier. (1) [iconografía]. [e€konografˆa] Descripción de imá-genes, retratos, cuadros, estatuas o monumentos, y es-pecialmente de los antiguos. Tratado descriptivo, o co-lección de imágenes o retratos. Icono o ícono. e€kën, -Õnoj, imagen. Representación devota de pincel, o de relieve, usada en las iglesias orientales. En particular se aplica a las tablas pintadas con técnica bizantina, llamadas en Castilla en el siglo XV tablas de Grecia. Signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado. (2) [iconoclasta]. e€konokl§sthj, rompedor de imáge-nes. Dícese del hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perse-guía a quienes las veneraban. Llámase así a quien nie-ga y rechaza la merecida autoridad de maestros, nor-mas y modelos. (3) “El silencio de la tierra”, “Perelandra” y “Esta fuerza horrorosa”… (4) Sabbatai Tzvi nació en Esmirna en 1626. Se declara Mesías en 1650 a los 25 años de edad y anuncia “la abolición de la Ley” Este iconoclasta es declarado por las autoridades de Salónica un desequilibrado, des-terrándolo. En 1662 reaparece en Jerusalén, donde se casa con una prostituta, imitando a al Profeta Osías. Luego de unos episodios en los que interviene un jo-

  • ven Rabino brillant