El Principe de La Frontera 3

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Novela historica

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EL PRINCIPE DE LA FRONTERACapitulo 3: EncuentrosTodos los aos para nuestro actual junio, comenzaban las crecidas del Nilo. En esa fecha llegaban las primeras crecidas a la Primera Catarata, cerca de la isla de Elefantina, y unas dos semanas despus a Tebas, para Julio ya el Nilo desbordaba en Menphis y un mes despus en el delta. Era la etapa ms dura del calendario para los campesinos egipcios, la estacin de La Cosecha, ya que no solo labraban las tierras cercanas a sus aldeas, sino que eran convocados a trasladarse a otras reas a cumplir con ese tributo para el Faran. Si bien era celosamente custodiado en el proceso por funcionarios reales o de los Nomos el desplazamiento por lo general era voluntario. En esa poca, el trfico de barcas se intensificaba, no solo con el transporte de mercancas, sino con el de personas. Las rutas iban del delta hasta la profunda provincia de Nubia, ida y vuelta. La ida al norte se facilitaba por la corriente, y la vuelta, con fuertes remeros, muchos de ellos esclavos.En Avaris, ubicado en el Delta del gran rio, dos extraos mercaderes, provenientes de Asia haban abordado una barca rumbo a Tebas. El barquero, hombre experimentado que como su padre hizo y sus hijos haran, llevaba a cabo esa tarea desde aares. Los asiticos haban pagado con plata el viaje, cosa extraa en especial siendo este metal ms preciado que el oro en Egipto, los pagos en general se hacan en grano, si bien haba ms pasajeros adems de animales y mercaderas, eran los nicos que se turnaban para dormir. Por otro lado, al barquero no le importaba, sus espadas eran demasiado finas para ser simples mercaderes, sin olvidar el acento de Hatti del ms alto, que se notaba a pesar de su impecable egipcio. El barquero que se llamaba Shep, pens por otro lado, mejor llevar a dos guerreros, ya que cuando pasaran Saqqara, en la rivera occidental del Nilo era muy comn la incursin de salteadores de origen Libio. Haca dcadas que se estaban animando a atacar a algunas embarcaciones. Producto del relajo de las tropas en los aos del maldito hereje de Akhenaton, pens.Tarusiya haba estado admirando en silencio las pirmides que ya desaparecan en el horizonte, quedando atrs. Las vea como una demostracin de la grandiosidad y poder de los gobernantes de Egipto o quizs, tambin, dilapidacin de recurso en un capricho megalmano. As fuera una cosa o la otra, para el prncipe hitita en misin era algo que no se poda ignorar. Para m es un problema de penes La voz ronca de Sharramas interrumpi sus pensamiento Qu dices? pregunt el prncipe Sobre las pirmides, prncipe es un problema sobre el tamao del Pene- Tarusiya no devolvi el comentario y se limit a sonrer levemente Nunca conquistaremos a esta gentes hizo un silencio y no solo lo afirmo por la extensin que ya sera un problema, sino por su perseverancia. Hace miles de ciclos que prevalecen y creo que no seremos nosotros los que los dobleguemos. Nada dura eternamente- afirm filosamente el guerrero asirio Puede ser, Sha, puede ser y cambi de tema El barquero se ha dado cuenta de que no somos lo que decimos ser Eso no es problema, no se lo contar a nadie y pens un momento con lo que pagamos ya tenemos su silencioSharramas, estaba prestando atencin a un grupo de pasajeros que seguramente volvan para levantar la cosecha cerca de Tebas, entre ellos una joven, de sonrisa amplia que tambin miraba con intriga a los extranjeros. Era unos quince contando a los nios y se apilaban en la popa de la embarcacin. Haca mucho calor y hacia varias horas que ya haban dejado atrs las costas de Saqqara, esplendida necrpolis. Dejando a Tarusiya en sus pensamientos, el guerrero asirio al servicio hitita, sigui un intercambio de intensas miradas con la joven, morena, muy delgada pero se sonrisa agradable. El busc en su morral y sac una manzana y se la ofreci. La joven sonri y con gestos pregunt si era para ella. Sharramas asisti. La joven que estaba sentada junto a su familia, se incorpor y avanz as l con unos grandes y cndidos ojos. De repente se detuvo, se ecucho un ruido como algo que se parte y su expresin de agrado se transformo en una de dolor y sus ojos abiertos se llenaron de lgrimas: una flecha le haba atravesado el esternn. Una lluvia de flechas cay sobre la embarcacin, con suerte dispar dieron en otros blancos: piernas, brazos, espaldas sin diferenciar hombres, mujeres o nios. Todo ocurra muy rpido, esa zona del Nilo era de un tono marrn turbio, producto de la sedimentacin. Eso haba sido aprovechado por sigilosos atacantes, que se haban aproximado al la embarcacin si ser detectados y comenzaron el repentino abordaje, mientras los arqueros desde la orilla batan la embarcacin indefensa. Tarusiya y Sharramas desenvainaron sus espadas, y se colocaron espalda con espalda como acto reflejo. El primero se dirigi donde estaba el barquero y el segundo al grupo de campesinos que aterrorizados intentaban defenderse de los atacantes. En una breve carrera, pasando sobre el cadver de la muchacha no haba caso, estaba muerta el asirio se enfrent al primer atacante que empapado en lodo y con una daga de hueso, no dejo de mostrarse sorprendido ante la espada y el guerrero que no esperaba encontrar. Fue la ltima accin de su vida, ya que la espada lo atraves de lado a lado. Si ms tiempo Sharramas asest otro golpe a un segundo agresor en el centro de la cabeza, ya iban dos. Otros atacantes se ocupaban los animales o sacos de cebada, tirndolas al rio. Tarusiya encontr al barquero utilizando un arpn para su defensa. Unindosele dieron fcil cuenta de los tres atacantes mal armados. Las flechas ya no caan, seguramente para no matar a los atacantes. Estos al descubrir la presencia inesperada de estos dos guerreros, optaron por la retirada.El resultado de la batalla estaba a la vista: seis atacantes muertos, al que se les unira un sptimo, rematado con su daga corta por Sharramas, cuatro pasajeros tambin muertos entre ellos la joven que se haba mirado con este, dos hombres y una nia. Cinco heridos, no de gravedad. Dos cabras haban sido tiradas al rio y algunas sacas de cebada. En centro de la barca se encontraron el prncipe hitita y el asirio: Se encuentra bien mi prncipe? ,pregunt exultante Sharramas, mientras se limpiaba rastros de lodo y sangre ajena de su rostro Sin problemas Sha, y t? pregunto Tarusiya Buen entrenamiento su rostro mostraba que haba disfrutado la accin

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La reina contemplaba la imagen en silencio y contena la respiracin. Si bien no era muy grande, esta era muy clara: en ella el Faran sostena a su hermana mayor Meritaton, su madre Nefertiti, sostena en el regazo a Meketaton y meca a la ms pequea en la imagen que era ella. Nunca haba habido imgenes as en Egipto y nunca ms la habra. Solo Anjesenamon haba sobrevivido, aunque en esa imagen era reconocida con otro nombre. Todo haba sido muy rpido: una extraa enfermedad haba llevado la vida de sus hermanas y madre. Su padre haba quedado desolado, ella, una nia, tuvo que asumir su funciones de reina de muy pequea. Ah haba aparecido Tut. Ese muchachito esqueltico, con sonrisa tmida y un poco enfermizo. Su padre lo eligi, quizs porque saba que le quedaba poco. Fue duro dejar el hogar, dejar la ciudad de Akhetaton y llegar a esta ciudad desconocida y sucia como era Tebas. Fue duro saber que solo eran piezas de un juego de senet. Fue dura esa noche que Tut no quiso que se quedara con l y a la maana siguiente amaneci con una gran contusin, de la que el joven faran ya no se recuper. Ahora era duro saber que rodeada de enemigos su frgil posicin dependa que el enemigo de Egipto quisiera aprovechar la oportunidad que le haba ofrecido. Debemos dejar el pasado y mirar al futuro, mi reina era la voz inconfundible y repugnante de Ay Sumo Sacerdote y l hizo una leve reverencia - Mi padre lo quiso hacer lo miro inquisitiva y no le fue muy bien Ay no pudo disimular lo incomodo que le result la frase. No necesita tanta formalidad conmigo su alteza, la conozco de pequea la miro fijamente puede confiar en m, su padre y esposo lo hacan. Esos son dos motivos muy exactos para no confiar en usted, Sumo Sacerdote emprendi su camino hacia la derecha, dejando con la soledad de las lmparas al Regente de Egipto.Mientras el papiro arda en la hoguera. El viejo y noble escriba, razonaba el contenido del mensaje y no poda dejar de preguntarse, Cmo era posible, que los hititas tuvieran escribas tan malos? Desde nio un escriba aprenda el arte de escribir, algo tan valioso. A los doce aos poda ser requerido en el ejrcito, un templo o la corte. El origen de un escriba no era muy claro, si bien el provena de una familia noble, saba de muchos casos que no. Era una profesin que permita en algunos casos el ascenso social. Tambin era una profesin peligrosa, una revuelta palaciega por ejemplo poda arrasar con los escribas ya que estos eran depositarios de innumerables secretos de estado.Ipuer, que deba su nombre a un renombrado escriba de los tiempos ms antiguos de Egipto, cuyas lamentaciones era material de ejercicio para todos los aspirantes a escriba, solo termin de redondear una idea: su nieto vena en camino. El nico tallo sobreviviente de su extenso y noble linaje casi perdido.