El Portal de Los Niños

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El portal de los niños P. Gumersindo Díaz sdb

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Espiritualidad Salesiana

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El portal de los niños

P. Gumersindo Díaz sdb

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PortadaArriba: Isabela / Pensylvania, USA

Abajo: Karina y Reynaldo / Orocovis, Puerto Rico

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“El portal de los niños”

P. Gumersindo Díaz sdb

E-mail: [email protected]

Primera edición: 2000 ejemplares

ISBN: 978-9945-08-176-3

Santo Domingo, R. D. / Diciembre 2014

Impreso en República DominicanaEditora Corripio.

Sector Herrera, Santo Domingo. R. D.

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Autor/editor y diagramación: P. Gumersindo Díaz sdb

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El portal de los niños

Los niños nos invitan a pasar su portal y recuperar ese

mundo feliz que dejamos en el pasado.

Edward Santos Rodríguez Mao, Rep. Dominicana

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El planeta de los niños es una Tierra llena de bondad, de alegría y de aventuras sin fin.

FabiolaSan Juan, Puerto Rico

Sabrina, Miami, USA

IsabelSantiago de Cuba

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María EstherMao, Rep. Dominicana

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El portal de los niños

volviendo al umbral de la creación

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Acercarse a los niños, manejar sus fotografías, escribir sobre ellos, es más impresionante

que visitar los manantiales de las montañas, más alegre que contemplar los riachuelos

dejados por los glaciares, más hermoso que pasar por las nubes

y volar a las estrellas.

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Indice

1. Introducción ..................................... 92. Yo encontré el amor ......................... 103. El portal de los niños ....................... 114. El regreso al paraíso ........................ 125. Mundo doliente ............................... 136. Confusión y pecado ......................... 157. Volvemos a casa ................................ 188. Los niños al volante .......................... 239. La escuela y los niños ....................... 26 10. Las armas y los niños ........................ 3011. Un oasis en el camino ....................... 33 12. Alma de niño ................................... 38

13. Oración ............................................ 4114. Luces y sombras .............................. 4315. El niño está vivo .............................. 4716. Visita de un ángel ............................ 5117. Sebastián y Fabiola ......................... 5318. Secretos de la vida .......................... 6519. Amigos cercanos ............................. 6920. Revivir al niño ................................ 7221. Derechos de niños y niñas .............. 7722. Deberes de niños y niñas ................ 78

23. Sabiduría, encanto y gracia ............ 7924. Historia de horror ........................... 8325. Fuente de alegría y de felicidad ..... 8726. La revolución de los niños ............. 9827. Rostros llenos de luz ...................... 10728. Niebla en el camino ....................... 111

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29. Apuesto por el bien ....................... 11530. Testimonios sobre niños y niñas ... 11831. Tanda extendida ............................ 13832. Experiencia con los niños(Wendy) 14233. Los niños y el descanso .................. 14634. Los niños.......................................... 147

Escribir sobre los niños y las niñas es una de las experiencias más bonitas

que he tenido en la vida.

Atravesar el portal de los niños y volverse uno de ellos

es como experimentar un preaviso de la alegría del cielo.

He amado tanto a los niños que me volví uno de ellos.

Yo pasé el portal de los niñosy soy feliz.

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Introducción

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Yo les presento aquí el Portal de los niños. Un portal hacia la felicidad. La vida de los mayores nos ha conducido a las guerras, al terrorismo, al odio, a la competencia, a la avaricia y apenitas nos ofrece pedacitos de felicidad. La mayoría de los niños son felices. Regresemos al niño que fuimos una vez, abramos el portal de los niños, y el mundo cambiará y seremos felices.

Talvez no logremos cambiar la sociedad, pero al menos lograremos despertar un amor más grande por los niños.

Volaremos por las nubes, navegaremos por los ríos, corre-remos por las praderas detrás de las mariposas y gritaremos de alegría, porque se ha grabado en nosotros la sonrisa de Dios. Hemos vuelto a nuestra niñez, hemos vuelto a ser felices. Sólo el alma de niño abre la puerta del cielo.

La ciencia ficción está lle-nando el mun-do de curiosi-dad, ofreciendo portales que permitan viajes mágicos.

P O R T A L E S hacia el futuro, P O R T A L E S hacia otra di-mensión.

Fabiola

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y soy muy feliz, porque yo amo a Dios, amo a mi familia, amo a mi escuela, y amo a mis compañeros. Y amo también a todo aquél que se acerca a mí y me regala una sonrisa. En las horas libres, nos gusta jugar con el agua, jugar con los balones, jugar con las mariposas, sal-tar en la grama, contemplar las nubes y le rezamos a papá Dios. Así es la vida de los niños, limpia como el agua del manantial, dulce como las frutas de mi país, bella como un amanecer en primavera. Los que estén cansados de sus vidas de mayores, regresen a mi edad, y quedarán enbriagados por una existencia sin estrés. Los niños siempre soña-mos. Somos los ángeles del paraíso terrenal.

¡Qué lindo es el amor!

Yo encontré el amor

María Miranda Mora

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El portal de los niñosLa niñez es como un oasis de bondad que la humanidad

ha conservado y ha cuidado antes de abrir la puertade la agitada vida de los mayores, para que,

cuando nos perdamos en la jungla de una vida adulta, recordemos lo bueno y hermoso que fue

el haber vivido el dichoso tiempo de los niños.

Nuestro mundo no está hecho para los adultos.Es un mundo de juguetes:

un avión, un carro, una computadora, un tanque de guerra, no son más que juguetes.

Es un mundo pensado para niños. Adán y Eva empezaron siendo adultos,

pero tenían alma de niños, semejante al alma de Dios.

Los mayores dirigimos el mundo, pero andamosperdidos. Las guerras, las separaciones y el terrorismo,

nos dicen que hemos fracasado. Deberíamos dejar que los niños rijan la vida del hombre.

Sería un gran paso y una gran aventura.

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El regreso al paraíso

Yo comprendo que poner a los niños a dirigir este mundo es una utopía. Sólo intento hablar de los niños y para ello, uso esta bella imaginación de ver a los niños dirigiendo este universo, sabiendo que, si ellos lo hicieran, lograrían un mundo más agradable y más acorde con lo que Dios pensó al crear esta humanidad. El pecado hace que los mayores se distancien del proyecto divino. Los niños mantienen el proyecto original. Si los mayores pudiéramos despertar al niño que vive dentro de nosotros, ese niño que nunca murió, tendríamos un mundo de fantasías. Los corazones, las sonrisas, los sue-ños de esta humanidad llevarían el sello de los niños. Sería como sumergir el universo en una gran noche, y al llegar la madrugada, que todos despertáramos en un paraíso terre-nal. Paraíso que lo hemos reconstruido entre todos, al des-pertar a los niños que duermen dentro de los mayores.

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Carlota Martínez

Miami, USA.

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Mundo doliente

El mundo está organizado a la velocidad de los mayores. Los niños corren fatigados detrás de nosotros, pues sus pies son pequeños. Sus lamentos casi nadie los oye. No es fácil reconstruir el mundo. Hemos creado un mun-do doliente y una increíble competencia social que todo lo daña. El mismo Jesús trató de cambiar los criterios de este mundo malo, diciendo: “Dichosos los pobres en el espíri-tu... Vendan lo que tienen, denlo a los pobres y tendrán un tesoro en el cielo... El que se vuelva como un niño entrará en el reino de los cielos...”. Jesús no fracasó, pero su proyecto ya cruzó la barrera de los veinte siglos peleando cuerpo a cuerpo con la mente y el corazón del hombre, y la humanidad todavía sigue rebelde. Una gran parte de los males de este mundo se deben a la

“Vivir como niños es lanzar nuestro orgullo y nuestra prepotencia,

y adquirir la simplicidad de la naturaleza, que trata a todos de la misma manera,

sin favoristismos”.

inútil competencia humana, que sabe más a fracaso que a victoria. Los niños son una escuela de sencillez y humil-dad, y son felices, pero aprendemos muy poco de ellos.

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Sus rostros reflejan una felicidad limpia, real. En los niños no hay doble cara.

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La Confusión y el Pecado

Nuestra fe confiesa que el mundo es creado por Dios, un Dios que es bondad, amor y gratuidad. También aceptamos que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y se-mejanza de nuestro Dios, definido por el apóstol san Juan como “Dios-Amor”. Aunque Dios creó a nuestros prime-ros padres, ya adultos, toda la raza humana viene a la vida pasando por la fragilidad de un embrión pequeñito, que se va configurando con la sencillez de un niño, hasta llegar a una endurecida y ligeramente descontrolada edad adulta.

Los dones con que llegamos a la vida son dones de Dios, dones de bondad, sencillez y gracia infinita. El niño no es sólo un rey de la creación o un legítimo propietario del mundo, sino un pequeño dios, con identidad única, que des-pierta en este precioso y rico universo, y que viene cargado de enigmas indescifrables. Un pequeño dios, capaz de crear y enriquecer su mundo, que irradia un amor tan grande, que deja extasiada a la humanidad entera. Un amigo capaz de dar la vida por otro amigo, haciéndonos ver que amar es más importante que vivir.

Como todavía no tenemos respuesta clara, considera-mos como algo misterioso, la fuerza negativa, el dete-rioro que sufre el ser humano en su bondad original, cuan-do va desde niño hasta la edad juvenil o adulta. El niño va desde la niebla original hasta la espléndida luz de los tres años. Se mantiene en esa bella luz hasta los nueve o diez años, y luego empieza a entrar en una cierta oscuri-dad que se completa hacia los 15 años, tiempo en que se va volviendo capaz de mentir y de producir el mal.

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La luz de Dios que lo ilumina para cuidar el bien, el amor, la paz, la ofrenda, la gratuidad, se va nublando poco a poco, y lo va llevando hasta un peligroso estado del alma, donde hay tiniebla y confusión. Es el paso por el misterio del mal, donde necesita una gran carga de redención para llegar lim-pio y feliz hasta el final de su vida.

Dios puso en el niño mucha pasión por el bien, por lo que es hermoso, por lo que es agradable. Mientras que el joven o el adulto, junto con el bien, va adquiriendo alguna pasión negativa, una gran fuerza para hacer el mal, para destruir lo que es bueno, y ese hombre o mujer que genera el mal, ni él mismo puede explicarse el porqué lo hace. Pueden darse casos raros de niños difíciles o niños con-fundidos, pero de ordinario el niño conserva la bondad y la grandeza que le viene de Dios. Su riqueza interior es la mayor belleza del universo.

El crecimiento del mal en las mentes y en los corazones de los adultos ha llegado a dimensiones insospechadas, como el terrorismo, las guerras, las políticas sucias, la mentira so-cial, el fariseísmo, los divorcios, la delincuencia generali-zada, la avaricia económica, y todo esto se expande como un virus destructor por todos los peldaños sociales de esta complicada humanidad. La niñez, esa edad maravillosa, que va desde los tres años hasta los diez, es un estilo de vida, donde este cansado mundo podría refugiarse para vivir lo que Dios quiso al crear al hombre, y sobre todo, lo que Jesús recomendó para entrar en el Reino de los cielos: vivir con “alma de niño”. Aunque esta larga vida del mundo nos ha llevado por complicados caminos equivocados, lanzán-donos a playas remotas y a junglas de ilusiones sin sen-tido, no necesitamos cambiar de ruta, sólo cambiaremos de

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estrategia. En vez de vivir el estilo de los mayores, asumire-mos el estilo de los niños, y así el mundo puede recuperar el toque divino que Dios le dio. El estilo de los mayores ha llevado nuestro mundo a vi-vencias muy felices, sueños encantados e insospechados días de aventuras, pero el sol que ilumina nuestras playas tiene muchas nubes, y los pasos del hombre se han cargado de sombras e incertidumbre. Este mundo luce cansado, llegando a crear un estilo donde el hombre se vuelve víctima del hombre, donde el miedo ha sustituido al amor, y la desconfianza es el pan de cada día. Verjas, candados y alarmas nos mantienen a todos en una verdadera cárcel, una increíble cárcel, donde el preso y el verdugo es uno mismo. No son los demás quienes nos encierran, somos nosotros quienes nos encerramos, pues tenemos miedo de lo que nos rodea. No es al mundo exterior al que debemos temer, sino al mundo que llevamos dentro. En este universo casi todo es pacífico. El ser más agresivo es el hombre, y es capaz de sembrar la muerte. Si volvemos a ser como niños, la vida podría ser mágicamente hermosa. Viviendo experiencias que nos dañan, cubriéndonos con el ropaje de la mentira, hemos equivocado el camino. En vez de ángeles de Dios parecemos pequeños monstros sin sabor humano, y es pre-ciso volver a casa. Estamos demasiado lejos de la sencillez y la dulzura de los niños. La mágica palabra amor ha sido distorsionada, y la palabra empeñada se desvanece en el viento que la lleva.Hemos jugado con nuestro destino eterno, y debemos darle a la vida un toque de sencillez y humildad, si queremos que Dios nos reconozca como sus hijos. Con alma de niño esta-remos con Dios y la tierra tendrá su eterna primavera.

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5. Volvamos a casa“Retorno a la creación original”

El sueño de la ciencia-ficción es descubrir un portal hacia el pasado o hacia el futuro, un portal para entrar en la vida eterna y recorrer un camino sin dolor y sin muerte. Frente a todos esos sueños, que no son más que ciencia-ficción, que apenas llegan a ser literatura y fábula, está la realidad bella y electrizante de la vida feliz de los niños. Entrar en esas vidas hermosas, caminar con ellos, llenarse de sus ilusiones y revestirse de su sencillez, es como experimentar la gran-deza de lo infinito, sin resabios de naturaleza caída.

En estos millones de años que posee la humanidad, los mayores dirigen y los niños obedecen. Los mayo-res marcan el paso de la caravana, y los niños, con sus pequeños pies, tienen que correr, y corren fatigados de-trás de nosotros. Es una velocidad social injusta, pues nuestros intereses nos apremian, y los niños tienen que correr detrás de nosotros, y corren el riesgo de que-darse rezagados o de ser atropellados por la comitiva.

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Jesucristo nos advirtió con toda claridad: “Tienen que hacerse como niños para entrar en el reino de Dios”, pues en el cielo se vive como niños. Este largo camino recorrido por el hombre nos tiene a todos cansados, nerviosos, y con una terrible incertidumbre, pues no sabemos hacia dónde vamos. Nuestro mundo está lleno de farmacias, pues nos enfermamos demasiado; lleno de abogados, jueces y cárce-les, para resolver peleas; pululan ladrones y asaltantes, pues nos invade una terrible locura. El mundo se nos desmorona en las manos, y ya no sabemos qué hacer. Es preciso re-gresar a la creación original, es preciso adentrarnos en el poquito de salud que le queda a esta humanidad, y caminar con alma de niños, locamente enamorados de Dios.

El hombre, con la fiebre de la novedad, sin preguntarse el bien o el mal que le resulta de todo eso, inventa co-sas, disfruta cosas, pero ni siquiera sabe hacia dónde va. El mundo dirigido por mayores es un mundo competitivo, casi agresivo, con pasiones descontroladas, amores cansa-dos, cuerpos explotados por el estrés, y hasta ahora, todo un callejón sin salida. Un mundo dirigido por los niños sería un mundo de amistad, de sonrisas y serenidad, un mundo sin ambiciones, sin soledad y sin amarguras.

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Sería como vivir en un planeta poblado sólamente por ni-ños. Sería como transformar el orgullo y la agresividad de los mayores en la sonrisa y el abrazo de los niños. Nuestra humanidad tiene un poquito de salud desde los tres a los diez años de edad. Antes de los tres años, el niño todavía está dormido, y después de los diez, empieza a en-trar en el remolino existencial de los mayores, y se pasará toda la vida con su barca rota, sin brújula, sin remos y sin velas, buscando una felicidad que no puede hallar, porque él mismo ha creado una vida incapaz de hallar la felicidad. Los mayores vivimos perdidos en una selva de caprichos y pasiones, tanto si vivimos en el loco mundo de la com-petencia social o en el remolino materialista, como si vivi-mos entregados al servicio de los demás, pues en esos oasis de bondad que el mundo posee en colegios y conventos, aprendemos a saborear los pedestales y los primeros pues-tos que son tan enfermos como los peldaños competitivos de los hombres de la calle.

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Muchos pensadores consideran que la humanidad anda perdida, que debe volver hacia atrás y empezar un nuevo camino. Pero yo no lo veo así. No tenemos que cambiar de ruta, tenemos que cambiar de estilo. En los niños tenemos una preciosa forma de vida para corregir la estrategia y en-contrar la felicidad. Los niños pueden dormir en la casa del rico o en la casa del pobre con la misma disposición. Un niño come en la casa del rico y en la casa del pobre con el mismo sabor. La distinción es cosa de los mayores, porque la sencilla percepción del mundo y de sus cosas se nos ha dañado. Volver a ser niños es volver a casa.

Cuando vivimos con alma de niño y estamos locamente enamorados de Dios, el mundo, con todos sus apetitos, se nos cae de las manos, y nuestras vidas cambian completa-mente. Regresemos a la creación original, regresemos a la bondad de Dios, regresemos a vivir como niños. Dejemos que los niños dirijan nuestras vidas, y habremos abierto un portal en el tiempo, donde todo es felicidad. Los niños no harán los trabajos de los mayores. Los tra-bajadores no cambian, lo que cambia es el estilo del trabajo. La formación de la persona continúa, sólo cambia la visión de la vida. Los adultos harán sus trabajos y los niños harán los suyos. No cambia el contenido, cambia el estilo de vida. La vida será más placentera y pacífica, pues todo el dinero, el tiempo y el esfuerzo que malgastamos en apetitos y ex-periencias inútiles, ya no serán necesarios. Los niños nos llevan a otra dimensión, a un estilo de vida más sencillo. No se trata de que los adultos vuelvan a jugar con carritos, o a vestir muñecas. Es el regreso a una compasión, a una ternura que emana de una gracia divina. Los niños sólo piensan en bondad. Pasemos su portal y sufriremos menos.

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La fuerza física del adulto es más grande, pero el niño es más rico en humanidad. Los niños son débiles, nosotros los adultos los apoyamos. No cambian los trabajos, cambia el estilo, la vida es diferente. Muchos niños se equivocan porque están en la escuela de los mayores y aprenden de ellos. Muchos niños lloran y molestan, porque los obligamos a ser parte de un ambiente que no es para niños. Una Misa es cosa de mayores, no es para ellos. Muchas casas y apartamentos, donde los mayores están encerrados, no es ambiente para los niños. Los mayores adornamos y acondicionamos una aula de clase para que se adapte a la mentalidad del niño, pero siempre será un lugar adaptado a la mente de la per-sona mayor. Antes de que le guste al niño, debe gustarnos a nosotros. No fue el niño que acondició ni su casa ni su aula. Buscamos que el niño se forme, pero la formación que le ofrecemos tiene mucho de jaula. No siempre los formamos, con frecuencia los domesticamos.

Los niños usan el acelerador propio de su naturaleza que investiga. Los padres usan el freno de sus miedos: “deja eso, no hagas eso”....etc. No los dejamos vivir. Tenemos esquemas predeterminados para frenar a los niños que desean crecer en su propia originalidad.

La vida de los niños lleva el ingrediente del juego. Donde el niño vive, debe poder jugar. Los niños caminan a nuestro lado “forzados”, frenando su espontaneidad. Los niños no quieren la escuela, hay que obligarlos a estudiar, pero pronto comprenden que es necesario, y aman su escuela. Pero hay muchas cosas que se las imponemos y los hacemos sufrir. Hay que dirigirlos y cuidarlos, pero ellos necesitan una dosis más grande de libertad. Necesitan crecer siguiendo la fuerza que está dentro de ellos, y no sólo la imposición desde fuera.

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Los niños al volante

Los niños deberían manejar esta sociedad, pues ellos en-tienden a Dios, y entienden la vida humana. Si una cosa así se lograra, sería una gran aventura de la humanidad. En este momento, la mente de los niños no está muy desarrollada, y no pueden dirigir bien una vida tan complicada como la hemos creado los adultos, a base de acumular pecado sobre pecado, errores sobre errores, dañándonos los unos a los otros. Cuando los niños empiecen a actuar, sus mentes se irán abriendo como un foco de luz en el campo del bien. No podemos cambiar todo de un golpe. Las empresas, las fábricas, los bancos y muchas otras infraestructuras las de-jamos como están. Empecemos con dos sectores de la vida en que los niños pueden ser maestros: la familia, y la es-cuela. Cuando la familia y la escuela sean saneadas, enton-ces haremos pasar por el portal de los niños todo el resto de la complicada red de intereses humanos en que vivimos empujándonos unos a otros, y donde vivir en compañía de otros se va haciendo pesado.

Familias con alma de niño La familia es la esperanza del cielo y el regocijo de la tierra. La vida tiene en la familia un puesto privilegiado. Cada vez que nace un niño, la creación entera entona un cántico de felicidad. Cada vez que se ayudan, se apoyan y se aman, se repite el escenario divino de la redención. Es en la familia donde los mayores sienten el fracaso más grande de su gestión. Un 50% de parejas separadas o divorciadas es la mayor vergüenza de la humanidad. Niños errantes que corren de calle en calle: hoy viven con la mamá, mañana con el papá. A veces se refugian con los abuelos, y hasta

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con algún vecino. No sólo dejamos ruinas por el camino, sino que vamos quedando atrapados por nuestras propias limitaciones. A veces no son los padres los que son malos, sino los hijos: a veces, después que los padres dieron la vida para criar y educar a los hijos, éstos los abandonan porque los padres han envejecido y molestan. Pero todo eso es parte del fracaso común de la humanidad.

Un hogar que acepta ser dirigido por la sencillez y la dulzura de los niños, es un hogar que da paso a la salud y a la alegría sin fin. En el mundo de los niños está prohibido el divorcio. Por razón de los hijos, los padres deben per-manecer juntos, volviendo cada día al amor primero. Los niños prohíben las separaciones. Por el bien de la familia, se asume cualquier sacrificio, cualquier inmolación que haga falta. Una familia feliz es el premio a todos los esfuer-zos realizados. Los mayores creemos que éxito es dinero, los niños creen que éxito es quererse. Y los niños saben de amor. En el hogar dirigido por los niños, cada uno hará su trabajo, sus obligaciones. Los niños ofrecerán sus opiniones sobre las comidas, las diversiones, y los horarios para acostarse y levantarse en los días de descanso. Si la familia es creyente y tiene práctica religiosa, la Misa en los Domingos es para los adultos. Los niños pueden participar, si ellos lo desean. Si no quieren ir, pueden quedarse en la casa, durmiendo o jugando. Si no hay con quien dejar a los niños, entonces los padres no deben ir a la iglesia, pues entonces su ofrenda a Dios, no es ir a Misa, sino cuidar a sus hijos.

Pertenecemos a una tierra doliente y a un ser humano maltratado por su inclinación al mal. Por eso, hay cosas que las deben cuidar los mayores, pues ellos cuentan siempre

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con el factor “experiencia”. El manejar un vehículo se le puede permitir después de los 15 años de edad, aunque a los diez ya sepan manejar. Formar un pareja de novios, no es aconsejable antes de los 18 años, aunque a los trece o catorce años tengan el corazón lleno de fuego. La mente y el corazón del hombre son limitados, y la formación y los estudios deben preceder a la formación de una familia. Cuando los niños son el foco de interés de la familia, los niños comprenden todas las exigencias que se les hagan.

No hay alternativa: o dejamos que los niños dirijan la marcha del mundo, o seguiremos agonizando hasta ahogarnos en nuestra propia confusión.

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La Escuela y los Niños

En nuestro mundo de mayores, debemos comprender que el binomio “escuela-niños” no funciona muy bien. La es-cuela está configurada para nuestras mentes adultas: refle-xión, análisis, memorizar, pensar. Los niños aman su pro-grama: comer, jugar y dormir. Todo lo que vaya más allá de esos tres objetivos, tiene que ser dialogado con ellos y adaptándose a ellos. La escuela pierde demasiado tiempo y tiene demasiadas exigencias y leyes, pues se trata de un esquema para adultos, impuesto a la fuerza a los niños. Un principio antiguo decía: “La letra con sangre entra”.

La humanidad prefiere formar un soldadito, antes que un hombre libre. Aunque las clases de kinder y prekinder son adaptadas a los niños, los horarios deben responder a las necesidades de los papás, y a las exigencias de las clases de los alumnos mayores. Los mayores tienen cinco horas de clase, y los niños tienen cinco horas de clase. Los alumnos mayores tienen media hora de recreo en el patio, y los niños tienen media hora de recreo en el patio, y eso no es apro-piado, porque son niños.

Si los niños dirigieran la escuela, no se necesitaría tan-to tiempo en las aulas para aprender lo poquito que se les enseña. Una gran cantidad de tiempo y energía se usa para lograr que la escuela forme soldaditos. Poco a poco se ob-serva que la materia principal de toda escuela es la disci-plina. Lamentablemente, la disciplina se logra con leyes y más leyes negativas...quédate quieto, cállate, no hagas eso... no se distraigan...miren a la pizarra...etc. Los niños pueden dirigir la escuela, y tienen su propia pro-puesta: La transformación de la escuela se hará poco a poco.

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Empezamos por los niños, desde prekinder hasta tercer gra-do de básica. Estos niños deben desarrollar su vida natural antes que los mayores les llenen sus cerebros de leyes y exigencias que, a veces, impiden su crecimiento espiritual.

Una escuela adaptada a los niños Los Sábados y los Domingos son descanso por derecho de todos. De los cinco días laborables, tres días son para re-cibir clases y dos días enteros para jugar todo el tiempo en la escuela. En los tres días que hay clase, si cada día tiene cinco horas de clase, tres horas son para clase, y dos horas enteras para jugar y correr fuera del aula. Las clases y los recreos se irán alternando, de forma que ningún niño supere los cincuenta minutos seguidos de clase. Después de cada hora de clase, debe salir a recreo, alternando una hora de clase con una hora de recreo.

Si alguien considera que eso sería un caos en la formación de los niños, le podemos decir tres cosas: 1-Habrá que co-rregir todos los edificios escolares, y adaptarlos al nuevo estilo de formación. 2-Lo que buscamos es sanear esta de-bilitada humanidad, y para ello hay que darle un vuelco total al estilo de vida. 3-Las grandes escuelas y las pre-ciosas universidades nos están ofreciendo un ser humano avaricioso, competitivo, nervioso y un poco enfermo. Un ser obligado a defenderse en cada momento, porque siente que la sociedad lo invade. En el fondo, de “soldadito” tiene muy poco.

La jungla emocional de la edad adulta, no nos permite avanzar más en esta cansada humanidad. Si es que hay sa-lud en el mundo, esa salud la tienen los niños, y hay que unirse a ellos para respirar un poco, porque nos estamos

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asfixiando. Hay que aceptar que vivimos en un mundo di-choso, pues con las exigencias de los hogares y la pesadaformación que se da en las escuelas, deberíamos tener más manicomios y más clínicas para la salud mental.

Después que se haya estabilizado la formación de los cursos de prekinder a tercer grado, entonces revisaremosy adaptaremos los demás cursos, hasta incluir el final de la secundaria. Nuestras escuelas no logran formar autén-ticos ciudadanos, pues se preocupan demasiado por llenar el cerebro de conceptos y más conceptos, sin preocuparse tanto de formar un ser que fue creado libre y soberano, con una identidad irrepetible en todo el largo y ancho de la crea-ción. Las escuelas se parecen a las iglesias, pues hemos creado unos esquemas de liturgia y oración, que son contadas las personas que saborean una celebración, y despiertan el hambre y la sed de Dios. La gran mayoría siente que rezar es un peso, que la santa Misa es algo pesado, pues no hemos podido ofrecer otras cosas a este mundo que tiene hambre de Dios. Los hombres y mujeres que pueblan los conventos de clausura, dedicándose enteramente al trabajo y a la oración, deberían ser personas que viven en una total libertad inte-rior, personas que viven en un verdadero gozo espiritual, sin embargo, para poder funcionar “bien”, tienen que satu-rar el tiempo de horarios, campanas, timbres y presiones de reglamentos. Hay más preocupación por cumplir unas reglas que por el crecimiento espiritual y la ofrenda libre de cada miembro de la congregación. Se sienten más unidos cumpliendo normas que siendo libres en una ofrenda go-zosa. Somos los soldaditos de los conventos.

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La escuela mantiene su permanente fracaso en la for-mación de sus educandos, pues siempre se ha preocupado más de un horario y una disciplina que de apoyar una liber-tad interior que se tiene que curar y reafirmar. Sólo el gusto por el bien que poseen los niños, puede dar paso a un camino de formación. No es la norma la queeduca, es el bien, lo bello, lo grandioso que impacta en el alma, y que llena el objetivo que Dios se propuso al crear. Sin normas se formaría un caos en la humanidad. Pero, si nos hubieran dejado atravesar el caos, tal vez ya habríamos llegado a la libertad. Mientras tanto hay que esperar un gran milagro de la creación, pues vamos un poco a la deriva.

El hombre creado por Dios no ha muerto. Su historia vive, su grandeza la lleva dentro. El niño maravilloso que fuimos un día vive en el hombre adulto. Y la madre que cuidó al niño, también vive dentro del adulto. Es un ser lleno de ilusiones, de compasión, de ternura, de capacidad de ofrenda. Es un ser con toque de infinito, a quien el pe-cado puede distorcionar un poco, pero tiene fuerzas que son indestructibles. No es sólo cuestión de revisar su historia y arreglar su camino.

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Es preciso volver sobre sí mismo, desvelar su origen, reactivar todo aquello que lo hizo grande, y continuar su marcha, pues queda mucho por andar, y debemos andarlo con mejor enfoque. Usando palabras de la Biblia: Hay que volver al primer amor, desvelando el umbral de la creación.

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Las armas y los niños

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El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, pro-tegido por la fuerza del amor, la misericordia y el perdón. Aún partiendo de la existencia de un pecado y de la incli-nación al mal, el amor sigue siendo la fuerza que disuelve todas las diferencias. Las guerras no resuelven, sólo el amor trae la paz.

El pecado de Caín, matando a Abel, produjo miedo en la raza humana, y al volverse el hombre víctima del hom-bre, cada hombre empezó a protegerse de su hermano el hombre. El miedo invadió el campo del amor, el amor se volvió débil, y aprendió a defenderse matando: Ojo por ojo, diente por diente, cabeza por cabeza, pueblo por pueblo. La reacción en cadena no se ha detenido. Después de pasar por muchas guerras, se han inventado tantas armas que el hombre se tiene miedo a sí mismo, pues teme que un loco de sus propias filas pueda explotar su propio arsenal.

Los niños, al encargarse de dirigir esta dura sociedad, tienen una postura radical: Cancelar todo terrorismo, sus-pender todo proyecto de guerra, disolver todo el ejército, desmantelar todo armamento militar. Sabemos que siempre

¡Bienvenido

a nuestro hogar!

¡Somos el planeta Tierra!

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va a aparecer alguna persona con desequilibrio emocional, y por tal motivo, se conserva un pequeño cuerpo policial para encargarse de los agresivos sin causa, hasta que se pueda dialogar con ellos, y puedan entender el bien común. Todo instrumento de guerra será desarmado. Los mate-riales que sirvan para algo se aprovechan, los metales que se puedan fundir se le dará un uso pacífico, y lo demás se envía al fondo del océano Pacífico. El dinero acuñado será de uso temporal, billetes con fecha de vencimiento para que no acumulen demasiado. Las cárceles se mantendrán por algún tiempo, pero la sociedad se encamina a tener sola-mente presos domiciliarios. En algún momento se elimi-narán hasta los jueces, y el juez será el mismo reo, quien después de oír a sus acusadores, él mismo se dará su propia sentencia. Es una gran verdad lo que dijo san Francisco de Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”. Un poquito de perdón y de bondad logra más conversiones que todas las leyes punitivas de la sociedad. El perdón educa, el castigo desespera. Nuestra humanidad no ha podido aprovechar el amor y el perdón del Evangelio, y por eso acumula terror sobre terror. El mundo de los niños podrá titubear un poco, pero intenta llegar a la paz del paraíso terrenal. Nuestro mundo está encallado en la ley del “ojo por ojo” y todo su sistema correccional es un fracaso. Cuando ya no tengamos abu-sos de policías corruptos, ni mentiras de miembros del go-bierno, ni comerciantes abusadores, ni curas pederastas o buscadores de dinero en las iglesias, el mundo irá dando un mágico viraje, y cada uno se sentirá protegido y cuidado por sus hermanos. Construiremos un mundo feliz, pues ya el hombre dejará de ser víctima del hombre. (Todo esto nos prepara a la revolución de los niños, página 96)

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Los niños actúan con tanta naturalidad que toda su vida es teatro. Ellos pueden deleitarnos con sus ocurrencias en las casas y hasta en las calles. Les ofrecemos espacios y equi-pos y ellos nos deleitan con su espontaneidad. Ellos pueden enseñarnos a gustar lo que es sencillo, lo que es sano, y que favorece la salud mental.

Creemos que el hombre no necesita que Dios le cree un paraíso en la tierra, pues el mismo hombre tiene mente y corazón suficiente para construirlo. Y cuando Dios vea que el hombre ha creado un paraíso en la tierra, a lo mejor podría suprimir la muerte, pues ya no necesitaríamos ir a otro paraíso y tampoco haría falta el pasar por la muerte. Basta que Dios se mude con nosotros, y tendremos un cielo conquistado por los niños.

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Un oasis en el camino

Una red de mentiras envuelve la vida de hombres y mu-jeres y hay menos amor y menos confianza de lo que uno cree. La vida de los mayores tiene muchos intereses creados, y las ilusiones y los sacrificios se debilitan, porque se viven muchas decepciones. Al convertirnos en almas cansadas queremos usar a los demás, y esa relación débil, empobrece la ofrenda y mata el amor. Hacer compañía a los niños, imitar su sencillez y su bon-dad, es una oportunidad que se nos brinda para respirar un poco en nuestros días de estrés y de cansancio. Si la vida de los mayores se puede comparar a un grande y árido desierto de humanidad, la vida de los niños es un gran oasis con agua abundante y brisa fesca que regenera el alma. Acompañar a los niños en sus ocurrencias y sonreír con ellos es caminar un poco por el jardín de su felicidad. Los niños forman una constante escuela de alegría, y una clínica que produce más salud que todas las pastillas que tomamos. Si padres y madres se unieran más a sus hijos, los es-cucharan más y les siguieran la corriente, apreciarían un poco más la riqueza de esos tesoros que la vida les ha re-galado. Levantarse temprano y observar a los niños dur-miendo en la madrugada es una escena celestial. Esa paz que irradian por sus ojos cerrados, y la serenidad que se dibuja en su rostro es algo angelical. En la película “el Mago de Oz” se observa una bondad tan grande en la reina buena, que nadie puede hacerle daño. Esa bondad es la que se esconde en el alma y el cuerpo de los niños. En “Blan-ca Nieve y los siete enanos”, cuando el asesino enviado por la reina mala, quiere matar a Blanca Nieve, el cuchillo se le cae. La bondad de la jovencita detiene el cuchillo.

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En “la Bella y la Bestia”, Bella tiene una bondad tal que ni los lobos pudieron hacerle daño. Y luego, esa bondad rompió el hechizo y devolvió la vida al castillo con todo y príncipe egoísta. Por la noche, los niños se duermen rápido, no sólo porque están cansados y rendidos, sino también porque su bondad natural es salud del cuerpo. Los niños, no sólo perdonan las ofensas, sino que las olvidan, pues su corazón es tan sano, que todo recuerdo negativo que quiera entrar, automática-mente se disuelve. Son muchas las personas que hacen sufrir a los niños, so-bre todo en las escuelas, exigiéndoles más disciplina de la que ellos pueden sobrellevar. También se les hace sufrir en muchas iglesias, dándoles demasiadas horas de catecismo, e imponiéndoles exigencias propias de los mayores. Los ni-ños aceptan todo, no se quejan ni se dan por enterados, pero eso no significa que eso esté bien. La fe que ellos tienen no crece porque los saturemos de palabras y de mensajes. En ellos, la fe crece por el testimonio de bondad y de respeto que hay en sus familias y vecinos. Cuando los mayores dan testimonio de su esperanza y de su amor a Dios, eso impre-siona a los niños y los educa en la fe. A los niños, por ser buenos e inocentes, con frecuencia los engañan. Pero, por gracia de Dios, en la mayoría de los casos, los cuida un santo. Dios no quiso dejar al mundo solamente manejado por la ley del pecado, que se mani-fiesta especialmente en los mayores. Nos dejó la salud y la alegría de los niños, donde el pecado también tiene su huella, pero esa huella se mantiene débil, porque no logra romper la coraza de la bondad que hay en los niños. El con-tinente europeo se va endureciendo cada vez más, y la vida se hce muy pesada, pues casi no tienen niños. Toneladas

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de rostros cansados y silencios en suspense llenan la vida de los hogares, pues casi no se oyen risas y gritos de niños. Parte de Asia, América Latina y África todavía pueden con-vertir sus calles en patios de juego, todavía tienen derecho a la vida, y pueden, en algún momento, apartar su vista del cementerio. “Dejen que los niños vengan a mí”, dijo Jesús. Deje-mos que corran y griten, que vuelen como mariposas en los grandes jardines, no los arrastremos con nuestra vida veloz de mayores. Dejemos que vivan, que sientan la alegría y el gozo que Dios puso en ellos. Que canten como las aves y sueñen como los ángeles. Ellos son la cuota que ofrecemos a Dios para que no destruya nuestro mundo de mayores, como sucedió con el diluvio o con Sodoma y Gomorra. Los dibujantes Hanna y Barbera han inmortalizado el alma de la niñez en las peleas de Tom y Jerry, pues esos dos ani-malitos se aplastan, se despedazan, se destruyen, en una lucha sin tregua y sin final, sin embargo, nunca se guardan rencor, y cando uno no aparece, el otro lo busca angustiado. Los niños han logrado que muchos papás no se suiciden, y que muchos criminales se arrepientan. Y todo esto lo logran los niños, porque en sus corazones está Dios. En algunos películas españolas de los años sesenta, la niña Marisol di-solvía la guerra de muchos hogares. En la película “juego de gemelas” el regreso a la unidad de los papás es algo magis-tral. Eso es sólo película, pero se considera que es posible. En uno de los documentos en Power Point que corren por el mundo, se ofrece la historia de un tazón de madera. Esa lite-ratura calca perfectamente el alma de los niños. En el texto se dice que un niño quería mucho a su abuelo, y se lamenta-ba, pues como el abuelo estaba débil y nervioso, se le caían las cosas al comer y el hijo y su esposa con quienes vivía

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lo pusieron a comer en mesa aparte y bebía en un tazón de madera. El niño se fue al taller, tomó un trozo de madera y empezó a labrarlo. En eso llegó el papá y le preguntó: hijo, ¿qué quieres hacer con eso? El niño contestó: voy a hacer un tazón de madera, para cuando tú seas viejo, que bebas en él, como tú hiciste con el abuelo. La historia dice que al día siguiente, el abuelo volvió a ocupar su puesto en la mesa de la familia. Si el mundo pudiera vibrar con un corazón de niño, qué feliz sería esta vida.

Un mundo dirigido por los niños no tendría hogares para ancianos. Ellos cuidarían a sus abuelos, bisabuelos y fa-miliares enfermos. Sin divorcios, con familias buenas y vecinos amistosos, tampoco habría orfanatos. En vez de albergues, lo que necesitamos es una sociedad mejor or-ganizada y menos egoísta. Hay familias que tienen hijos incapacitados y los atienden treinta y hasta cuarenta años. Esas familias son felices, no con la felicidad de los egoís-tas, sino con la felicidad del servicio al necesitado. El niño es feliz sirviendo a alguien. El adulto es feliz cuando nadie lo molesta. Son dos mundos diferentes. Los niños, a veces, son un poquito pícaros y hasta exigentes, pero eso lo aprenden de nosotros los mayores. En un avión, viajaba una madre dominicana con su hijito de cuatro años. Repartieron bolsitas de maní, y dieron una a cada uno. El niño se lo encontró muy poco y pidió otra. Pero la elegante jovencita que repartía el maní le dijo que sólo le tocaba una. El niño se quedó disgustado y empezó a maquinar su estrategia para conseguir más maní. Cuando el avión bajó a tierra, el niño aprovechó el barullo del mo-vimiento de pasajeros bajando del avión, y se fue destrás del armario donde se guardaban las cajas de maní. A penas se sintió solo, empezó a comer maní a boca llena. Luego

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se llenó los bolsillos, y le hizo una buena rebaja al depósi-to de maní. Esa infantil escena duró mucho tiempo y los padres se encontraron en inmigración sin el pequeño. Lo buscaron por todas partes, movieron a la policía del aero-puerto, y sin éxito. El niño seguía en su escondite comiendo maní, y los demás, buscándolo como locos. Al fin, a alguien se le ocurrió regresar a buscarlo en el avión. Al encontrarlo le preguntaron, ¿qué tú hacías aquí?, él respondió con una sonrisa de angelito pícaro: “comiendo maní”. Esta historia me la contó la madre del niño. Los niños saben pensar, pero los presionamos y los controlamos tanto que no los deja-mos actuar. Uno de los grandes problemas de los niños es que nos tienen miedo, y no dicen lo que están pensando, pues si lo dicen, los aplastamos. Como no tienen dialéctica para defenderse, entonces usan el silencio, se convencen de que lo que piensan es bueno, y eso es altamente peli-groso, pues van a empezar a equivocarse como sucede con los mayores. Irán cayendo en las turbulentas aguas donde hemos naufragado nosotros, pues creemos que tenemos la verdad y llenamos nuestras vidas de errores.

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Alma de niño

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con una belleza infinita, con una sencillez al estilo de los ángeles, con una dulzura tal que vuelve dulce el universo, con una locura de amor que puede embriagar toda la naturaleza, con una paz en el alma que puede permanecer sereno, aunque viera el mundo envuelto en llamas. Aun después del pecado original que arrancó al hombre lágrimas de sangre, los niños representan esa creación pri-mera, ese sueño divino del Creador, y mantienen la puerta del cielo abierta al mundo, pues los ángeles de Dios cui-dan de ellos y conservan su alegría y su paz. Son muchas las madres solteras, los padres abandonados, las parejas en guerra, hombres y mujeres maltratados por la vida, quienes encuentran un poco de paz y sosiego en algún niño a quien tienen que cuidar y alimentar. Las señales de sencillez y amor que Dios ha esparcido por toda la Biblia, se encuen-tran resumidas en la vida de los niños. Dice el profeta Elías: “Dios no está en la tormenta, no está en el terremoto, no está en el fuego”. El Señor está en la brisa fresca, en la sencillez de los niños, en el brillo del sol, en la belleza de las flores, en la armonía de la creación, en el canto de los ríos, en la sinfonía de las aves, en la sere-nata de la lluvia, porque todo eso es santidad del universo y es presencia de Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para ofrecer algo de los secretos de su divino corazón, para que viva y proclame un amor limpio como el agua del manantial, y haga del mundo un paraíso terrenal. El amor expresado a Dios por santo Domingo Savio,

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san Tarcisio, san Luis Gonzaga, santa Teresita del Niño Jesús, la beata Laura Vicuña y el beato Ceferino Namun-curá, quienes unieron en sus débiles y delicados corazones, la sencillez de lo divino y la grandeza de la ofrenda gozosa, es una invitación a sanear la locura del mundo con la locura del amor divino. Ellos hicieron de sus vidas un verdadero holocausto, por la intensidad del amor vivido a los pies de Jesús. “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Esa limpieza de corazón sólo se puede vivir a pleni-tud con alma de niño y un corazón locamente enamorado de Dios. Para vivir como niños en una ofrenda agradable, Jesús instruyó a sus discípulos y les dijo: “Sepan que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los opri-men. Ustedes no sean así. El que quiera ser grande entre ustedes que sea el servidor de todos, y el que quiera ser el primero que se haga el último” (Mateo 20, 26-28).

La grandeza del amor según Dios se vive en la sencillez y en la humildad. A los apóstoles les costó trabajo enten-der a Dios, pues era un grupo de personas mayores que ya tenían su camino hecho, y que les era muy difícil cambiar de ruta. Todo lo que es de Dios es sencillo. Nuestras litur-gias y nuestros conceptos de teología nos han hecho alejar un poco de lo sencillo que es Dios, y por eso nuestro amor a Él se ha debilitado un poco. Las flores son bellas, porque son sencillas; los ríos son agradables, porque son sencillos. Los niños, con su sencillez, evocan la sonrisa de Dios y la paz de los ángeles.

Los niños le dicen al viento, al mar y a las montañas que Dios juega con el hombre y le regala felicidad. Los niños son testigos mudos de todo esto. La vida de los adultos

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es muy agitada y llena de preocupaciones. Los niños son los que realmente viven. Mientras los adultos buscan títu-los que les permitan brillar, mientras buscan mucho dinero para disfrutar de la vida, mientras se afanan por ser mejores que otros, los niños simplemente viven, y sus vidas son hermosas, porque toda su energía la usan para vivir. Los adultos no podemos dejar de buscar los títulos, el dinero y la fama, pero podemos quitarle un poco de aceleración a la vida, y dejar que los niños vivan un poco más. Uno de los grandes pecados de la humanidad consiste en que los niños quieren vivir y jugar serenos y nosotros los hacemos correr detrás de nosotros, y sus vidas empiezan a agonizar demasiado temprano. Sus pasos son pequeños y su ilusión es grande. Hay que ayudarles a andar, pero a su ritmo y a su velocidad. El concepto de vida que tienen los niños no es el nues-tro, y la fe en Dios que tienen los niños es una fe más her-mosa que la nuestra. Su sonrisa es una llave que abre todos los corazones. La vida de los niños es como una danza, y su dormir es como si estuvieran jugando a las escondidas. “Dejen que los niños vengan a mí” dijo Jesús, pues sólo Él los puede entender y cuidar. Los niños viven de aventura en aventura, de sorpresa en sorpresa, es una vida llena de ilusiones. Un mundo con alma de niño es un mundo feliz. Los niños se entienden muy bien con las personas, con los animali-tos, con los insectos, con todo lo que se mueve, pues ellos son gracia y movimiento. No hay escena más feliz que un niño corriendo en el patio y jugando con su perrito, o una niña persiguiendo mariposas en su jardín. Hay que dejarlos correr, pues la acción limpia el alma. Tenemos que dejar-los crecer con nuestro apoyo, pero que la expresión de sus

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vidas sea libre, que recorran su camino, no el nuestro, y puedan llenar a plenitud el cúmulo de dones con que fueron dotados en la misteriosa variedad de este mundo.

Señor Jesús, los niños son tus amigos pre-dilectos. Tú pediste a todos los hombres que se vuelvan niños para que sepan amar, reír y perdonar, para que tengan un corazón des-prendido de toda vanidad y de toda ambi-ción, y así, sean capaces de abrir las puertas del cielo y encontrarse con Dios. Tú sabes que son almas sencillas, vulnerables y frágiles. Pon una muralla en sus corazones,

Oración

Recemos con ellospara que la tormenta social

que los niños tienen que atravezar no les haga daño.

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y apaga las luces que vienen del campo del mal. Disminuye en su camino las espinas que maltratan la vida y debilitan sus ilusiones.Que sus miradas sigan siendo limpias y que la sencillez y la bondad construyan un cas-tillo en su interior. Que el amor a ti sea la primera fuerza que los lleve a esperar en la dicha de cada día, y se sientan navegar en un mar tan positivo que las pequeñas tormentas y las agresivas olas no sean más que adornos de una exis-tencia feliz. Que ellos logren abrir la puerta de la paz en cada hogar, que en cada huella de sus delicados pies nazca una flor, y que la senda de sus vidas esté siempre amurallada por la alegría y la victoria del bien. Poco a poco, ve encendiendo en ellos la luz de la fe, y que su esperanza se vuelva una antorcha que no haya viento que la pueda apagar. Que despierten a cada nuevo día con un corazón lleno de tus bendiciones, para que recorran con alegría y valor, la dulce y peli-grosa senda del diario vivir. Amén.

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Luces y Sombras

Creemos en la luz y sabemos que nuestro universo está más que iluminado. Creemos en el amor, y muchas veces encontramos amores que son indestructibles, que son la alegría y el descanso del mundo. Amores de ofrenda total, amores de servicio gozoso en nombre de Jesús, amores con fuerza de niño, capaces de disolver toda guerra interna y toda decepción de los cansados caminantes. El mundo está lleno de cosas bellas que son como pequeñas marcas de las pisadas de Dios que se pasea por nuestro universo. Evoquemos algunas imágenes de esas que el universo guarda para hablarnos de Dios: “Las riberas del río, los pe-queños manantiales, las cascadas de las montañas, el vuelo de las mariposas, la luz de las luciérnagas, los capullos que se abren, las espigas que maduran, el sol que empieza a brillar, la sonrisa de los niños, las gotas del rocío, el paso de las nubes blancas, la llovizna al caer la tarde, la simiente que abre la tierra, las aves que vuelan entre los árboles, la corriente del río con su canto entre las piedras, los peces que navegan silenciosos, los glaciares que estallan y se vuelven indómitos riachuelos, los hilos de agua cayendo de las nubes, la nieve que adorna las montañas y las casas, el sueño placentero de los niños, las carreras de venadillos en la foresta, el vuelo de las gaviotas sobre el mar, la visión panorámica de las águilas, las primeras flores de la prima-vera, es todo un derroche de belleza y sencillez que posee nuestro mundo y donde se descubre la huella del Creador. Lamentablemente, todavía no estamos en el paraíso. Pisa-mos tierra de hombres, y nuestros pasos tiemblan, porque las sombras no nos dejan ver lo correcto. A los mayores

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nos toca tropezar, y los niños sufren mucho más que no-sotros. Este mundo fue creado para niños, pues no es más que un mundo de juguetes, pero el pecado ha distorciona-do el mundo y lo ha vuelto irrespirable para los pulmones pequeños. Los pobres niños corren forzados detrás de los mayores, y son abusados por muchos mayores. Mientras el fuerte abuse del débil, tendremos con nosotros los resabios de un mundo primitivo y salvaje. Es verdad que se está tomando conciencia de los derechos de los niños, que en las familias hay más cuidado y que todo abuso de menores se castiga con más fuerza. Pero nuestros niños siguen débiles e indefensos. Tenemos muchos niños pasando hambre, niños explotados en los trabajos que les imponen sus familias u otros mayores, niños asechados y perseguidos por vecinos, familiares, maestros, o compañe-ros que son más grandes. Aunque existen buenos tribunales para defender a los menores, aunque crece el respeto y el cuidado por el dé-bil, la salvaje ley del más fuerte no ha sido borrada, y tal vez nuestra sociedad la está usando mucho más de lo que uno se imagina. La única fuerza que está tratando de sa-nar el mundo es el Evangelio de Jesucristo, sirviendo a los más necesitados en nombre de Dios, ayudando al hombre a perseguir intereses sobrenaturales, renunciando un poco a los agresivos intereses materiales. El Evangelio lleva una marcha lenta, pues las sombras debilitan la calidad del ser-vicio y la evangelización camina muy lentamente. Nos duele mucho que los familiares, vecinos o gente extraña abuse de los niños. Pero lo que más nos duele y nos desespera es esa epidemia llamada pedofilia que tiene un renglón fuerte en la misma Iglesia de Jesucristo. Por la bondad del Evangelio que se predica, las familias confían

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en los sacerdotes, y los niños confían ciegamente en ellos. Destruir esa confianza abusando de niños es algo monstruo-so. Cuando el policía es el criminal y el que cuida es el que hace daño, es que el mundo se ha degenerado demasiado. A un pedófilo o a un pederasta, Dios lo podrá perdonar, pues su misericordia es infinita, pero a nosotros se nos hace difí-cil, pues la misericordia humana no llega a tanto. El dolor es demasiado fuerte, y ni condenándolos a muerte, se quita ese dolor. Dios, a través de la vida, trae un nuevo ser para el amor, la felicidad, para el éxtasis del universo. Amargar la existencia a un niño traumatizándolo es un atentado contra el mismo Dios. Y todavía nos duele más el hecho de que la Iglesia descu-bre a esos sacerdotes que abusan, trata de callar a las justas demandas, los cambia de parroquia, y los mantiene traba-jando como si nada hubiera pasado. El mundo lanza críticas contra la Iglesia y contra el Vaticano, y con razón, pues el tener a los curas pedófilos es un flagelo, pero tener a la Igle-sia, que por razón de su prestigio, encubre a los pedófilos, es damasiada sombra contra la luz del Evangelio. Los niños no se defienden, porque tienen miedo o porque ni saben lo que está sucediendo. Lo entenderán más tarde, pero ya será demasiado tarde. Muchas familias aprecian tanto al sacerdote que no se atreven a decir nada. Cuando se demuestra que un sacerdote abusó o intentó abusar de un niño, la Iglesia debe quitarle el sacerdocio re-duciéndolo al estado laical, o al menos, no dejándolo que administre una parroquia. La pedofilia no es sólo un error o un pecado, es una enfermedad. Es como la diabetes: se pue-de controlar, pero no se cura. Dondequiera que lo envíen va a andar detrás de los niños, dándoles golosinas, dándo-les regalitos, y así controlar su presa. Tratará de desarrollar

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un gran programa de catequesis, pues ése es el campo es-pecial de los niños. El homosexual se arrepiente y cura. El mujeriego se arrepiente y cura. Pero el pedófilo no es sólo una inclinación, es una enfermedad. En la mente de Jesucristo, aun con toda la compasión que Él tiene por los pecadores, esto es algo demasiado grave. El Evangelio nos da la postura de Jesús sobre pederastas y pedófilos: “Quien haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen a lo profundo del mar” (Mateo 18, 6).

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El niño está vivo

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Ese niño de 4, 5 ó 6 años que me hizo jugar con el perrito y correr por el bosque, que me llenó de vida, de amor, de canto y de felicidad, que me hizo soñar despierto en las ma-drugadas, ese niño que juntaba las manos y rezaba a papá Dios, ese niño que compartía su merienda con todos los que quisieran, ese niño está vivo. Es una gran noticia. Ese niño vive dentro de mí. Lo dejé dormido, porque yo quería ser mayor. No me gustaban las cosas de niños, pero yo no sabía que las cosas de niños son cosas de Dios. La tierra es tierra de hombres, tierra de corazones adultos, tierra de pecado, tierra con sabor a muerte. Los niños son más del cielo que de la tierra. Sólo con alma de niño se puede abrir la puerta del cielo. El portal de la vida eterna se abre con manos y corazón de niño. Ese niño que dirigía nuestras vidas en los años que se fueron, no puede morir con el tiempo. Sólo está dormido dentro de nosotros. En medio de las luchas de cada día, en me-dio del cansancio y fracasos del camino, siempre vibra en el alma alguna nostalgia por lo bueno, lo hermoso, lo que realmente vale. Es el niño o la niña que aún vive dentro de nosotros, y que trata de despertar cada día. Hora tras hora, ese niño me pide que regrese a los días de ayer, días carga-dos de paz y felicidad. Ese niño me pide que regrese, que vuelva a ser el que fui antes, que dé marcha atrás a esta loca metamorfosis que se ha operado en mí, que vuelva a mis mejores días de bondad y de sencillez. Pero ya sólo quedan gritos en el alma y un poco de pasión por todo lo que es sano y hermoso. Ese niño que fui yo, ese niño que fuimos todos, quedó tan lejos y olvidado que parece que ya murió,

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pero está vivo. Sería un gran regalo de la vida el poder des-pertarlo, regresar a lo que fui ayer, a lo que soñé ayer, para llenar los contenidos de hoy con la sencillez y la dulzura de ayer. Hay que regresar a ese niño y despertar en mí todo el encanto de la humanidad que palpita dentro de mis sueños, de mi fe y de mi esperaza. Intento reconstruir al hombre cansado y nervioso que vive en mí, escudriñar en mi pobre historia, ya maltrecha, para recuperar lo que yo era. Al contemplar a tantos niños y niñas que corren y juegan felices, sin complicarse mucho la vida y sin los temores de los mayores, siento nostalgia de ese ayer que se marchó, y trato de volver a ser niño. Si hombres y mujeres de hoy, un poco cansados y mal-tratados por la furia del camino, logramos retomar ese niño que pasó, esa visión sencilla de la vida y de las cosas, el mundo volvería a ser hermoso, y recuperaría el encanto que tenía a nuestros ojos de niño. Pero no se trata de que cam-bie uno, o dos, o diez , o cincuenta. Es toda una sociedad que debe cambiar su visión y su interés sobre el mundo. Muchos dicen: cambia tú, y el mundo cambiará. Eso no es tan sencillo, pues nadie camina solo. Si tú cambias y los demás no cambian, en poco tiempo te verás forzado a entrar de nuevo en tu caracol, o en tu escondite de respiro. Quien camina solo, se cansa, y la comitiva es muy grande para empujarla. Los niños de ayer que duermen en los mayores de hoy de-ben despertar en forma de multitud, pues si despiertan muy pocos, nadie escuchará sus gritos. Sólo los niños escuchan a los niños, y sólo los niños se interesan por los gritos de los demás. En el corazón y en las mentes de los mayores hay demasiado ruido, y se hace muy difícil el escuchar los gritos de “auxilio” de los que caminan con nosotros. Esta

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vida nos transforma en hombres y mujeres egoístas. El re-torno a la vida del niño que fuimos ayer, cambiará nuestra visión de la vida, y saneará nuestra desesperada búsqueda de la felicidad, que bloquea nuestra capacidad de servicio y nuestro interés por los demás. “Despierta, pueblo mío, despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora” dice un salmo. Son las canciones de ayer y de hoy que buscan recu-perar la vida hermosa que ya se fue. Si aceptamos que el niño que fuimos un día, vive hoy dentro de nosotros, debemos estar dispuestos a pagar el precio necesario por el retorno al amor primero, a la gracia primera, a la sencillez primera. Con esa fe en nosotros y en el pasado, brillará la aurora de la gratuidad de Dios y la gratuidad del hombre, y amanecerá un nuevo día, cargado de luz y de alegría profunda. Las mentiras de los hombres desaparecerán, el fariseísmo y los pasos falsos cambiarán. El deseo del bien será como un volcán que calentará todos los corazones, y la dicha co-rrerá por ciudades y campos como brisa fresca que viene de las montañas. Serán días de amor y aventuras felices, pasos de ángeles por la tierra. No todo el mundo puede cambiar al mismo tiempo. La gran dicha de los que cambien producirá un contagio exis-tencial, y la nueva vida se esparcirá como fuego en caña-veral. Lloverán las bendiciones del cielo y tendremos un cielo nuevo y una tierra nueva. Al pasar el portal de los niños y contagiarnos con su estilo y su alegría, brotará en el corazón de todos, un cántico de esperanza, porque Dios está con nosotros, y la verdadera vida ha vuelto a brillar. Si renunciamos al mundo que nos contagia y pasamos el portal de los niños, borraremos las sombras y los signos de muerte que hay en nuestra ruta. Caminemos en la luz y en

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la verdad que Dios puso en nosotros, y nuestro mundo se volverá un paraíso tan hermoso que los ángeles querrán venir a hacernos compañía. Dios espera nuestra decisión, pues la llave para pasar el portal de los niños está en nues-tras manos. Si imitamos un poco la vida de los niños, la paz dará su campanada universal, y caminaremos como hom-bres y mujeres que saborean la vida de resucitados.

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Visita de un ángel

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1-Era una mañana muy fría de invierno, cruzó mi ventana un rayo de sol.

Mágico presagio de un día hermoso,cargado de vida, cargado de amor.

2-Me asomé despacio a aquella ventana,un niño corría, jugando en la luz.Parecía un lirio de montaña santa,

una copia viva del Niño Jesús.

3-Era un niño santo con un grande sueño, llenando a sus padres de felicidad.

Cantaba y cantaba, cual jilguero errante,dulce mensajero de un hogar en paz.

4-En el cielo azul de aquella familiapasaban las nubes cortando la luz.

El niño enfermaba con cierta frecuencia,se iba minando su frágil salud.

5-El niño reía de noche y de día, en su rostro hermoso se grabó la paz. Ángeles cuidaban esa flor silvestre,

la querían llevar a la eternidad.

6-Un día aquel niño se quedó en suspenso,se fueron corriendo hacia el hospital.

Su corazoncito latía fatigoso, su frágil garganta ya no pudo hablar.

7-Pasaron la noche rezando y llorando, lágrimas corrían en la habitación.Ya nadie comía, nadie descansaba,pidiéndole a Dios pronta curación.

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8-El niño miraba con sonrisa dulcecomo aquél que empieza a decir adiós.Y en aquel silencio lleno de suspiros, en manos de un ángel, al cielo voló.

9-La capilla ardiente se llenó de floresel niño dormía en la paz de Dios.

La madre miraba su linda criatura,y lloraba tanto, lloraba de amor.

10-Apoyó su brazo en el triste padre, y miró a su niño con profunda fe.

Aquel niño santo regresó a la vida,y abriendo sus ojos, se puso de pie.

11-Un temblor divino llenó aquel recintoy con voz de ángel el niño expresó:“Vivir esta vida o volver al cielo”

eso debo ahora decidirlo yo.

12-Juntó sus manitas y miró hacia arriba,y con voz de ángel, el niño cantó:

“Este mundo bello me ha dado la vida,pero allá en el cielo yo estaré mejor”.

13-La bella cajita quedó suspendidaflotando en el aire, bañada de luz.

La Virgen María recogió a este niño,pues tenía el encanto del Niño Jesús.

14-Ángeles del cielo llevaron al niñoen mágica ofrenda al trono de Dios. No lloren por él, ni lloren por nadie, pues allá en el cielo se vive mejor.

“Esta vida no es más que un prepararse para la muerte. Y la mejor preparación es tratar de amar y ser amado”.

Película china.

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Sebastián y Fabiola

Dos niños de ocho y seis años que marcan la diferencia. En este cuento, lo real y la fábula se entrecruzan en el campo de la imaginación.

Estos dos hermanitos que se apoyan y se quieren con el alma, con unos abuelos que los adoran, son toneladas de alegría, de sencillez y poseen un carácter excepcional. Sus padres está divorciados y cada uno tiene una nueva pareja, pero estos dos nenes sueñan con que sus padres se vuelvan a unir algún día. La alegría de estos niños va siempre en aumento, y parece que la tormenta vivida en la separación de sus padres, casi no se nota. La custodia la tiene la mamá, la sra. Catalina. El papá es Alejandro, y sus abuelos son Ángel y Liliana.En las vacaciones y en los fines de semana, una vez van con la mamá, otra vez van con el papá, y otro tiempo lo pasan con los abuelos.

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La mayor parte del sueldo del papá, lo recibe la mamá para el cuidado de los niños, y éstos tienen una relación muy hermosa con el papá. El hecho de tener que vivir separados de él, eso aumenta el amor de los niños hacia su padre, Alejandro. La alegría y la sencillez de esta parejita de her-manos, atenúa el efecto negativo que podría producir el ir girando de casa en casa para pasar su tiempo libre. Con la grandeza de sus almas, en vez de sentirse en un hogar roto, ellos ven más bien, la riqueza de tener tres hogares donde se les trata bien. Así son los niños. Ellos no guardan el re-sentimiento propio de los mayores.

Hay que hacer notar que esta tranquilidad de los niños se debe a lo bien que los tratan y lo bien que ellos se sienten en la casa de los abuelos, Angel y Liliana, padres de Alejan-dro. Son niños muy inteligentes y buenos conversadores. Pueden mantener una conversación con personas mayores, aun con temas propios de los mayores. Una de las activi-dades que desarrollan cuando están con los abuelos es “el talent show”. Sebastián es el coordinador y el empresario, y Fabiola es la artista, cantante y bailarina. En la sala de la casa se monta fácilmente un escenario: El abuelo, la abue-la, y la visita son el público. Ellos toman una escoba o un instrumento cualquiera de micrófono, y en seguida se abre el telón. Son dos criaturitas tremendamente creativos. Lo único que necesitan es un ambiente acogedor y que se les escuche.

La niña se está iniciando en la escuela de ballet y el niño aprende clarinete en una banda musical. La sociedad tie-ne muchos problemas y muchos tranques en la vida de los mayores, pero no siempre esto influye muy negativamente en la vida de los niños, pues ellos tienen su propia vida,

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rica y fuerte, y pueden amortiguar los golpes que vienen de arriba, por esa falta de conciencia de los mayores.

Lagartito verde y Lagartito chocolate El abuelo, don Angel, cría gallos para peleas, y los niños se entretienen ayudando al abuelo. Mientras trabajaban con el abuelo en las jaulas de los gallos, atraparon dos lagarti-tos, les prepararon una jaulita y casi los han domesticado. De ordinario, la jaulita la tienen en su casa, la casa de la mamá Catalina. Pero cuando van a pasar un par de días con los abuelos, la llevan con ellos para alimentarlos con pedacitos de pan, granitos molidos y algunas moscas. Los lagartitos ya están grandes y muy bellos, y tratan de salir de la jaula. Así transcurre la rica vida de Fabiola y Sebastián, entre viajes de casa en casa, estudios en las escuelas, aten-ción a sus animalitos e inventando “talent show”. El once de Noviembre del 2011, mientras Fabiola daba de comer a los lagartitos, la abuela Liliana la llamó, y ella corrió donde la abuela, y dejó la jaula abierta. Los dos animalitos vieron el cielo abierto. Se escaparon, cruzaron la pared del cementerio contiguo a la casa, y se interna-ron en la pradera. Por el camino atrapaban maripositas

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Lagartito verde y lagartito chocolate siguieron su aventu-ra encantada. Fueron a parar a un gallinero y allí se formó un terrible escándalo. Las gallinas, de ordinario, persiguen y picotean a los lagartos, y les dieron tremenda carrera. Cuando estaban para darle alcance, los lagartitos hicieron la señal de la cruz, pues simplemente iban a morir. Pero cuando los días no están contados, algo sucede y uno se libera. En lo más dura de la carrera y del ruido, atravesó el gallinero una serpiente verde, bastante grande. A penas las gallinas la vieron, volaron como locas, y los lagartos se me-tieron por dos rendijas de la pared, y se escondieron entre las hojas. Ahí respiraron un largo rato y se les pasó el susto. Siguieron andando muy felices, y se detuvieron en un te-rreno movedizo, donde se revolcaron un rato. Jugaban, se mordían y se tiraban de la cola. Disfrutaban de su libertad. Había un árbol de enormes frutas y una fruta cayó y hundió el terreno junto con los animalitos. Mientras tanto allá en la casa, los dos niños tenían un altar dedicado al Niño Jesús. Un día le tocaba la oración a Fa-biola y otro día a Sebastián. A veces se juntaban a rezar en el patio, mirando al sol, al mar o a las montañas. Soñaban

y mosquitos para alimentarse. Por las noches descansaban bajo algún cobertizo, y a la mañana siguiente, continuaban con su aventura. Mientras tanto, Sebastián y Fabiola esta-ban casi al romper relaciones, pues Sebastián no aguantaba que Fabiola hubiera dejado escapar a sus amiguitos. Alguna que otra vez, Fabiola se asomaba a la jaula, miraba dentro, y se le salía un par de lágrimas. Pero los niños pasan de una actividad a otra con mucha facilidad. Los estudios, los via-jes, y algún que otro juguete les ayudaban a olvidar y seguir adelante. En la mente de los dos niños seguía vibrando el fuerte deseo de ver a sus padres juntos otra vez.

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con el reencuentro de sus padres, a quienes aman locamen-te. La oración en común era siempre la misma: Papá Dios, que papi y mami vuelvan a estar juntos. Que no peleen más, queremos ver a toda la familia unida, los queremos a todos. Dios te salve, María, etc. Hablaban con los tíos, con los abuelos, buscando ayuda para su plan. Cuando Alejandro y Catalina formaron nuevas parejas, dándoles a los niños padrastro, y madrastra, los dos niños sufrieron mucho, pero no dejaron de esperar en que algo pasaría para que sus pa-dres quedaran libres y se volvieran a unir. Los niños cap-tan ciertas verdades que están ocultas. Las mismas peleas de Alejandro y Catalina era una clara señal de que seguían queriéndose.

El hormiguero Mientras los niños rezaban, sus dos lagartitos pasaban trabajo en el campo. Al primer derrumbe siguió otro de-rrumbe, e incluso un tercero, yendo a parar a una profunda explanada de arena que lucía sospechosa. Era un nido de hormigas grandes. Miles de hormigas se abalanzaron sobre ellos y los rodearon. Funcionaban como un ejército. Al ver a los dos lagartos se alegraron mucho, pues sólo tenían allá abajo provisiones de restos de frutas, pero no tenían carne. Los dos animalitos rezaban temblando y se prepararon a una dolorosa muerte a mordidas. Un grupo grande de hormigas soldados recibieron la orden de picarles, inyectándoles un veneno especial para preparar la carne a ser comida con fa-cilidad. Pero sucedió lo contrario. El veneno, al mezclarse con un ingrediente propio de la piel de los lagartos, produjo una reacción y les convirtió la piel en una especie de hoja-lata. Como no murieron, enviaron otro batallón a morder-los, y a cada batallón que mordía se le rompían los dientes

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por la dureza de la piel. Las hormigas salían dando gritos. Después de unos 17 batallones que picaron, las hormigas se retiraron y lagartito verde y lagartito chocolate pudieron respirar. No sabían lo que había pasado, sólo sabían que estaban vivos. Dos horas más tarde, el efecto de la hojalata se les pasó, y ellos huyeron trepando por las paredes, y a través de una enorme raíz de un árbol que hacía un hueco en la tierra, lograron salir hacia fuera. Un poco más abajo había un arroyito. Bebieron agua, y sobre dos pequeñas pie-dras pasaron la noche a la orilla del río.

Los pobres lagartitos no habían salido con mucha suerte, pues durante la noche había llovido mucho en la parte alta de la montaña, el arroyo trajo una pequeña creciente y arras-tró a los pobres animalitos, llevándolos por zonas distintas de la gran llanura. Lagartito verde fue a parar a un establo donde había muchos caballos, y lagartito chocolate a una mata de plátano que el viento había tumbado en una ladera cerca del río. Lagartito verde encontró un caballo tirado en el suelo, y pensando que estaba dormido se subió en la crin del caballo a descansar. Cerca del establo un señor disparó una escopeta, y con el tiro el caballo despertó y echó a co-rrer por el prado. Al pasar cerca de la mata de plátano donde estaba lagartito chocolate, el caballo sacudió su cabeza y lagartito verde salió despedido y cayó en la hoja de plátano, donde precisamente estaba lagartito chocolate, que a penas podía valerse por el arrastre del río. Qué alegría encontrar-se de nuevo. Estaban muy cansados. Se quedaron dormidos en la hoja de plátano, y esa mata tenía un gran racimo.

Los animalitos dormían y allá en la ciudad continua-ba el proyecto de Fabiola y Sebastián. La oración ante el niño Jesús se hizo tan intensa que, cuando rezaban por la

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unidad de sus padres, terminaban llorando. Y ante las lágri-mas de esos niños, el Niño Jesús los escuchó y los bendijo. Catalina empezó a tener problema con su pareja Fidelio, y Filomena, la compañera de Alejandro, se enfermó grave-mente. Las dos parejas estaban perdiendo estabilidad y los niños se dieron cuenta, y empezaron a tener esperanza.

Antes del amanecer, alguien fue y cortó el racimo de plá-tano, y lo colocó en una camioneta, y cortó algunas hojas para cubrirlo. En las hojas de plátano viajaron los lagarti-tos. El racimo iba para la ofrenda de una Misa de boda en la próxima iglesia. Al llegar, bajaron el racimo y los lagartitos huyeron y se subieron hasta el campanario para observar el paisaje. Comenzó la Misa y los novios hicieron su entrada solemne. Pero esa pareja tenía enemigos, y los lagartitos encontraron en el campanario a dos malhechores que esta-ban atando unos cables para dinamitar la iglesia con todos los presentes. Los novios pensaban en su luna de miel, y la gente cantaba llena de felicidad sin saber lo que les espe-raba. Cuando los malhechores iban a atar los dos últimos cables, sobrevino un terrible temblor de tierra.

Los dos terroristas dejaron todo como estaba y se lanza-ron escalera abajo y huyeron, pensando que se trataba de un castigo de Dios por lo que estaban haciendo. Pero el destino tiene sus momentos malos. Lagartito chocolate dio un salto y cayó sobre uno de los cables, el cual se inclinó e hizo contacto. Lo demás ya se lo imaginan. Se detonaron como cinco paquetes de dinamita. La novia salió despedida y entró en el carro sin abrir la puerta. El novio cayó encima del órgano en el coro, y el sacerdote quedó enganchado con todo y altar en la antena de Direct TV que estaba encima del techo de la iglesia. Desastre completo. Pero los lagartitos

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no sabían lo que habían hecho, y por lo tanto, no podían ser juzgado culpables. Los dos lagartitos volaron por el aire y fueron a parar a las nubes. Las nubes estaban muy negras, y en diez minutos empezó a llover y las nubes a deshacerse. Los dos animalitos se abrazaron con sus patitas, y junto con los hilos de agua, bajaban en caída rápida hacia una muerte segura. Lagartito verde cerró los ojos para no ver la tragedia, y lagartito chocolate dejó un ojo abierto para ver qué pasaba. Mientras ellos caían, un hombre estaba con un pico, cavando un hoyo en el patio de su casa. Dio un fuerte picazo y rompió un tubo de alta presión de agua. Se elevó un enorme chorro hacia el aire. Los dos lagartitos cayeron en la flor del agua, el hombre fue y cerró la llave de paso, y el chorro de agua fue bajando y los dos animalitos bajaron hasta el suelo en un paracaídas de burbujas de agua. Los dos lagartitos dieron las gracias y huyeron a esconderse.

La victoria del bien Dios hace sus cosas bien, y resuelve sin dañar a nadie. Fi-delio se dio cuenta que los niños amaban mucho a Catalina, y también a su padre Alejandro. Alejandro y Catalina eran dos personas muy jóvenes, y todavía era tiempo de rehacer la vida de los dos y darle mejor sentido a la vida de los niños. Esos niños eran demasiado importantes, tenían una personalidad muy rica y se merecían un hogar más tranqui-lo donde pudieran crecer en edad y en sabiduría. Fidelio invitó a Catalina con los niños a un día de playa. Era un precioso día de sol y arena caliente. Los niños jugaban en el agua y se divertían como locos. Fidelio y Catalina se sen-taron sobre una gran piedra que había en la playa. En silen-cio, observaban el vuelo de las gaviotas que hacían piruetas sobre el agua, y Fidelio comentó: Esas aves son hermosas

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y libres. Adornan el mar y alegran nuestra contemplación. Ellas son libres, nosotros no somos totalmente libres. Yo puedo estar contigo y tú puedes estar conmigo, pero los niños tienen problema. Ellos iniciaron su vida contigo y con Alejandro, y no la pudieron terminar. Es mejor que los niños estén solos contigo, pues yo puedo darles cosas, pero podría ser un estorbo a su personalidad. A Catalina se le aguaron los ojos, pues comprendía lo que sucedía, y sabía que ésa era la verdad. Los niños observaban la escena a dis-tancia, pero no sabían lo que pasaba. La alegría de los niños era como una oración que se abría a la inmensidad del mar, atravesaba las nubes y llegaba al trono de Dios. Terminaron de pasar un día feliz y regresaron a casa.

Durante la noche, Fidelio recogió sus cosas y se fue sin decir adiós, pues los niños ya le tenían mucho cariño. Fue una noche triste, pero a la mañana siguiente, Catalina y los niños sabían que la vida continúa, y quedaba una ventana abierta para el reencuentro con Alejandro.

En casa de Alejandro se empezó a desarrollar una histo-ria diferente. Filomena, la nueva compañera de Alejandro, empezó a sentir fuertes dolores en su cuerpo. La llevaron al hospital y el médico decidió internarla. Parecía que se for-maba un cáncer en el estómago. Después de quince días de internamiento, su familia decidió llevársela a Estados Uni-dos, y continuar el tratamiento allá. Al ver las cosas como estaban, antes de partir, Alejandro y Filomena decidieron separarse y que cada uno continuara su historia por su lado. Se dieron un beso de despedida, sabiendo que es mucho mejor terminar en paz que terminar en peleas. Se abre así otra ventana, y la unidad se ve venir. El milagro está en marcha. Los niños intensificaron su oración ante el altar

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del Niño Jesús, y hasta en el tiempo de juegos, tomaban algún intervalo, juntaban sus manos para seguir orando por la unidad familiar.

Mientras las cosas se van arreglando, el sr. Ángel, el muy querido abuelo paterno, enfermó gravemente. Lo interna-ron en el hospital y toda la familia se encontró junto a su cama. Era una primera oportunidad: ¡Todos juntos! Era un momento triste, pues el abuelo estaba enfermo, pero era un momento especial, pues así se empezaba la unidad. Una semana después, el abuelo salía del hospital y era conduci-do directamente a la recepción del reencuentro de la pareja junto a sus hijos, Sebastián y Fabiola. Los niños y todos los demás estaban muy felices. El altar del Niño Jesús tenía flores, muchas flores, y los niños bailaban en un solo pie, dando gracias, locos de alegría.

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Feliz retorno La familia se reorganizaba poco a poco. Las heridas tar-daban en curar, pero curaban. La alegría de los niños hacía olvidar los malos recuerdos del divorcio. Con la familia en paz, las noches eran más alegres, y los amaneceres más be-llos. En un rincón de la casa estaba la pequeña jaula de los lagartitos. Fabiola soñaba con que algún día pudieran regresar. A los lagartitos les hacía falta la merienda que Se-bastián les preparaba las tardes de verano.

Allá en el bosque, los animalitos viajaban de árbol en ár-bol, y sin saberlo, se venían acercando al cementerio. Lle-garon a un caudaloso río, en cuya orilla había una barca. Los lagartitos se acostaron a descansar debajo de una tabla de la barca. Llegó el barquero, encendió el motor de la bar-ca y navegó río arriba hasta una floristería. Los lagartitos entraron a esconderse en un lindo arreglo floral. El arreglo fue llevado en una camioneta a una tumba del cementerio.Cuando esos animalitos vieron que esa tumba era parte del cementerio que quedaba detrás de la casa de los abuelos, saltaron de alegría. Corrieron hacia la verja del ce-menterio, y entraron a la casa por las jaulas de los gallos. Se produjo un gran alboroto, pues los gallos querían comerse a los lagartitos. El abuelo salió a ver qué pasaba y se encontró con la sorpresa de que ahí estaban los dos amiguitos de sus nietos. El abuelo les puso agua y comida, y llamó a Sebas-tián y a Fabiola para que vinieran a buscarlos. Los niños gritaban de alegría. La abuela Liliana le tiene pánico a los lagartos, pero como estos no son muy grandes, y además son amigos de sus nietos, ella no les da mucha importan-cia. El Niño Jesús les había reunido a sus padres y ahora les regresaba a sus amiguitos, lagartito verde y lagartito

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chocolate. Y como terminan siempre los cuentos, todos vi-vieron muy felices: La familia, los abuelos, los lagartitos y los gallos. Si los padres escucharan a los niños y estuvieran más cer-ca de ellos, si captaran los sentimientos de sus hijos, nunca llegarían a separarse, ni a divorciarse. Cuando el amor de los padres se cansa o se debilita, los niños tienen el poder de reactivarlo. Después que el niño o la niña nace, los esposos no se miran directamente a sí mismos, sino que los dos mi-ran al niño, y es en el niño donde sus ojos se llenan de luz para seguir amándose.

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Secretos de la vida

La vida tiene sus secretos y sus sorpresas. A veces la fa-milia se saca el premio con unos hijos que son pedacitos de pan, y otras veces tienen que coger lucha para lograr algún éxito. Hay niños, a quienes la tormenta social les pasa por encima y no los toca, y hay otros niños que van creciendo muy maltratados por los momentos difíciles que les han to-cado vivir. Para muchos niños, el padre muere, la madre se junta con otro y el niño va a parar donde la abuela, que también está sola, y ella hace lo que puede. A veces el cielo nos manda sol, y a veces nos manda lluvia. El sol y la lluvia son buenos para la cosecha, pero el problema está cuan-do vienen alrevés: Cuando se necesita sol, viene lluvia; y cuando se necesita lluvia, viene el sol. Somos artífices de nuestra historia, pero hay muchos rasgos en la vida que tienen razones tan escondidas que parece que funcionan al azar. Somos hombres y mujeres de fe y creemos en la providencia divina. Creemos que en el corazón de Dios todos somos bien cuidados. Pero la

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providencia no llega hasta noso-tros en el estilo nuestro, sino en el estilo de Dios, y cuando tocamos el umbral del misterio, estamos bastante perdidos. ¿Por qué nace un niño muy rico y otro muy pobre? No tenemos la respuesta. Simplemente suce-de así. Un niño nace con buena inteligencia y mucho apoyo. Otro nace con poca inteligencia y poco apoyo. Caminamos de sorpresa en sorpresa y de batalla en bata-lla. Esa es la gran lucha de la vida. Manejamos datos que dependen de nosotros y datos que no están bajo nuestro control. Hay niños que pasan trabajo en la vida, pero suavizan su situación

y llegan a ser personalidades normales. Hay niños que tie-nen paz en su hogar y todo lo necesario para vivir, y llegan a ser verdaderos problemas. Esos son los secretos de la vida.

No todos los hogares tienen la suerte de tener a un Sebastián o a una Fabiola, con la riqueza de alma y la creatividad de esos niños. No todos tienen la dicha de tener a una Katiani, tan tran-quila y serena. La gran mayoría de los niños

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son tremenda fuente de alegría y felicidad para sus fami-lias, pero hay también “secretos de la vida” en que apare-cen figuras difíciles para sus padres, y para esos niños hay que comprometerse un poco más que para el común de los niños. Comprometerse un poco más significa que la cuo-ta de sacrificio que hay que ofrecer para que sepan desen-volverse en la vida es un poco mayor. A veces las cosas suceden alrevés: mientras el niño es más bueno y dócil, la familia se sacrifica más, y cuando es un niño problemáti-co y de carácter difícil, puede ser que hasta lo abandonen, pues muchos le huyen. Esos también son secretos de la vida que no deberían pasar, pero pasan. Hay niños que nacen incapacitados y se pasan treinta y hasta cuarenta años postrados en camas, en sillas o tirados por el suelo, limitando la acción de sus padres. Algunos padres viven felices con esa situación, y yo soy testigo de eso. Otros piensan que la vida les ha traído un gran peso, y sufren. También estos son secretos de la vida, de la natura-leza humana y de la fe y el amor que se tiene para servir en nombre de Dios. Toda la sociedad ha sido siempre bien sensible a los ni-ños, sobre todo a los más débiles y necesitados de apoyo. Lo que pasa es que la sociedad se ha complicado mucho

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y actualmente adolece de una tremenda avaricia económi-ca y una infeliz competencia en el poseer y disfrutar de la vida. Debido a esto, muchos no tienen reparo en atropellar a los más débiles, con tal de lograr su propósito. Se toma en cuenta los derechos de los niños, pero la pasión por lo material es demasiado grande, y el vicio hace del hombre un pobre enfermo. Hasta aparecen algunos padres y madres que no pueden gastar mucho en sus hijos, pues ellos no se van a quedar sin nada. Son posturas inconcebibles, pues el padre está en el hijo y el hijo en el padre. Lo que sufre uno lo sufre el otro, y el éxito de uno es el éxito de todos. Es una sociedad segmentada en mosaicos individuales, y va-mos a la ruina. Todos unidos somos una fuerza, pero cada mosaico solo, se resquebraja fácilmente. Esa es la razón de la ruptura en los matrimonios: funcionan como dos seres independientes, y cualquier cosa los desbarata.

Para favorecer la felicidad de los niños, la sociedad debe pagar una alta cuota de sacrificio y de generosidad, y hay muchos que no están dispuestos a aportar tanto. Esa es la razón de muchos niños abandonados y de niños abusados. La Biblia es todo un cántico de la protección de Dios sobre el débil, o el pobre, pero eso es más para la otra vida y no siempre para la vida presente, donde todavía reina la injus-ticia y la mentira. Con la cruz de Nuestro Señor Jesucristo se ha comprendido que el sufrimiento es campo de puri-ficación personal o comunitaria, y el sufrimiento no está para ser quitado, sino para ser ofrecido. En algún momento Dios quita el sufrimiento como signo de su presencia, que venció al dolor, venció al pecado y venció a la muerte. Pero toda purificación pasa por la cruz y se vuelve ofrenda. Es la ofrenda la que cura, no el dolor.

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Hay muchos niños que son hijos únicos, que viven solos, que se divierten solos, pues no les queda otro remedio. Los niños son débiles, frágiles y se sienten inseguros. Gustan de la compañía de alguien, la compañía del grupo. Les gus-ta caminar juntos, sentirse cercanos. Los niños pequeños gustan más de ir a la escuela que los grandes. La compañía de los demás es para ellos una fiesta. En los mayores, la cercanía es fuente de felicidad, y en los niños, mucho más.

De ordinario, hasta los diez o doce años, las niñas se jun-tan con los niñas, y los niños con los niños. Esto se debe más bien a una fuerte influencia de educación y formación social. Lo propio de los niños es correr, jugar, explorar, y estar juntos, no importa el sexo o condición económica. Nosotros, pensando en la vida de los mayores, para que el niño se forme “varón”, y la niña sea “femenina”, los se-paramos y controlamos demasiado. No hay que extrañarse de que algunas o algunos de los niños, a muy corta edad,

Amigos cercanos

Isabela

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empiecen una búsqueda, un poco malsana, del otro sexo. Necesitan romper la distancia que hemos creado y lo ha-cen mal. Como sea, esto es así, y no es fácil que cambie. Lo importante es que los niños gustan de la cercanía, se ayudan unos a otros, se necesitan y se quieren mucho más de cuanto nos queremos los mayores. Dios es comunidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y los cristianos nos salvamos como comunidad de fe, como pue-blo salvado, sin ninguna competencia de santidad. Cuando dos o tres familias se encuentran, los mayores se relacionan muy lentamente: el saludo, el protocolo, las preguntas para conocer nombres y trabajos. Es como si se estuviera tocan-do algún aspecto del misterio. Con los niños, es distinto. En diez minutos ya están todos jugando en el patio, sin pre-ocupación de cómo se llaman, qué hacen o dónde viven. Nuestra vida se hace pesada por tanta prudencia y cuidado. Los niños vuelan como las aves y nadan como los peces.

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Los niños, con su expontaneidad tienen muchos peligros, pero su vida es hermosa, algo natural. Los mayores recar-gamos nuestras relaciones con mucho miedo, pues estamosencerrados en nuestros caracoles de refugio, y tenemos miedo de asomar la cabeza para ver lo que pasa fuera. Si las flores fueran como nosotros, le tendrían miedo al sol, al viento o a la lluvia, tendríamos un mundo de cadillos y troncos secos, sin la mágica alegría de un ramillete de flo-res. Los niños nos dan lecciones supremas de unidad, de amor y de cercanía. Estando juntos se sienten felices.

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Revivir al niño

La historia del niño o la niña que ya quedó en el pasado de los mayores, es una poderosa realidad inscrita en el mismo ser de cada hombre o mujer que vibra en el escenario del mundo. Ese niño o niña no está muerto, simplemente duer-me en el corazón del adulto, sólo hay que despertarlo o más bien, revivirlo. Darle vida al niño que llevamos dentro es volver a soñar como sueñan los niños, es volver a tener interés por lo que es sencillo, humilde o alegre. No es volver a usar juguetes de niños, es revivir los sentimientos sanos que dejamos en el pasado. Con hondo pesar tenemos que admitir, que unos mayores que ya han saboreado un buen arroz, un buen chicharrón y un par de cervezas, no tienen mucho deseo de volver a la niñez, aunque eso signifique verdadera salud para nuestro mundo.

Todos sabemos que llevar la sociedad a abrir el portal

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de los niños, tratando de reconfigurar el mundo y logrando que los niños lo dirijan, es algo un poco más que imposi-ble. La bondad de los niños no podrá fácilmente dominar la agresividad de los mayores, pues el mundo ya está hecho así, y la humanidad se siente cómoda como está. Atravesa-mos un gran bosque, nadie vislumbra la gran ciudad, cada uno come del árbol que tiene al lado y bebe del arroyito que encuentra, y no añoramos otro tipo de vida. La vida que llevamos no es vida, es agonía, pero a esa agonía le encontramos sabor.

Ya tenemos comida y bebida, el bosque luce apetecible y con eso nos conformamos. Sólo un cataclismo univer-sal podría desbaratar esta loca y competitiva vida humana. Pensando que no hay nada más que lo experimentado cada día, nadie quiere aventurarse a abrir portales que se alejan de las emociones que controlan la vida, y creemos que lo que vamos a lograr podría ser peor que lo que ya se tiene. Los hombres y mujeres que manejamos el mundo, ya pa-samos por la vida hermosa de niño o niña. Y aunque muchos no recuerdan esa preciosa vida, esos niños y niñas duermen todavía en nuestro interior. Dar un salto unos años atrás y recuperar o despertar al niño que llevamos dentro es lo poco que se necesita para darle salud al mundo. El mismo Jesús nos advirtió que no conviene poner vino nuevo en odres viejos. Un cuerpo aviejado por la agonía de esta vida y una mente cansada de saborear gustos y más gustos que enveje-cen, no permite un fácil retorno a la vida de los niños. Pa-ladares que han saboreado los licores, las cervezas, el sexo, las cuentas bancarias, el dominio sobre los demás, la menti-ra en negocios y políticas, necesitarían un gran milagro para retornar a la sencillez de un niño. La vida nos hace perma-necer astutos como serpientes, pero recuperar la sencillez

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de la paloma se nos vuelve un gran abismo.

En el mundo de los mayores todo es competencia, en el mundo de los niños todo es juego. Aún así, el hombre posee inteligencia suficiente para hacer de la competencia un jue-go, y hacer de la vida de los niños un ideal perfectamente aprobado y acogido por el mismo Dios. Un presidente no podrá ser un niño, pero si el presidente y su grupo ejecutivo reactivan su pasada niñez y les dan a sus vidas la sencillez y la dulzura de un niño, el país viviría una fabulosa novedad. El obispo y sus sacerdotes no podrán ser niños pequeños, pero si el obispo se conecta a la escuela de los niños, y aprende su sencillez y su delicadeza, el culto a Dios llega-ría a ser perfecto, y el mundo progresaría más rápido en el camino del Evangelio.

El poquito de salud que el mundo tiene se debe a que la vida de los adultos no es un completo fracaso. Hay mu-chos niños en nuestras familias que son muy queridos, y a través de ese amor catalizan la vida de su familia, la de la escuela y hasta la de algunos vecinos. Pero lo más hermoso que podemos contemplar en este tema es que, además de haber muchos niños dulces y santos, hay también muchos mayores que han seguido siendo verdaderos niños y niñas, aunque sus cuerpos hayan madurado. Hombres y mujeres

Hermanas carmelitas invitadas por Jesús

a vivir en lasencillez de los niños.

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cuyo trato es sencillo y sereno, y sus almas reflejan una dulzura tal, que sus palabras ayudan al descanso del espí-ritu. Muchos de ellos son religiosas, sacerdotes, personas consagradas y laicos que han sabido inmolar todo resabio humano, y proyectar en sus vidas la sencillez de los lirios del campo y las aves de las montañas.

Son personas que evangelizan sin mencionar el Evange-lio, pues trasmiten la alegría interior de su fe y su amor a Jesucristo. Sus pasos van dejando bendiciones tras ellos, y sus palabras son un cántico a la presencia de Dios en el mundo. Pasan por la vida haciendo el bien, y a su paso, todo lo bendicen. Sus pies de pecadores dejan huellas de santos, y dondequiera que pisan brotan flores para el Señor.

Anyi

Tatica Aridio

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Esas personas sencillas y humildes que viven así, pueden recuperar fácilmente la vida del niño que vive dentro de ellos, pues ese niño o niña que ya pasó, nunca murió ni se durmió dentro de ellos. La vida ha variado, pero los valores eternos que son parte de los niños, no mueren nunca. Dios se recrea y mora en todos ellos con el mismo gozo con que lo hizo en la Santísima Virgen María. Dios los ha encontra-do sencillos y humildes y se ha vuelto para ellos, un refugio y un descanso espiritual.

“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sincilla. Sí, Padre, así te ha pa-recido mejor”. Mateo 11, 25.

Carmen

Mariana

Lisi, Ñungo y Leisi

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Todos nuestros niños y niñas son la alegría de las familias, la paz del mundo y las flores del jardín de Dios.

Todos tienen derecho:1. Al amor y a la familia.

2. A que se les dé un buen trato. 3. A una educación adecuada.

4. A no ser discriminados. 5. A tener un nombre y una nacionalidad.

6. A gozar de una seguridad social.7. A disfrutar de alimentación y vivienda,

recreo y servicios médicos adecuados.8. A una atención especial cuando sufren algún

impedimento físico, mental o social. 9. A ser los primeros en recibir atención

en situaciones de emergencia. 10. A ser educados en la tolerancia frente a las diferencias.

Los “Derechos” de los niños y de las niñas

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Deberes de nuestros niños y niñas

Aunque estas ideas aparecen en nuestra literatura como deberes de los niños, más bien son deberes de los mayores, quienes debemos orientar a los niños de acuerdo a estos principios, acompañándolos con el buen ejemplo.

1. Respetar el planeta y ser buen ciudadano.2. Respetar las leyes de la sociedad, tener buena conducta en la escuela, y buen comportamiento en casa. 3. Aprender a defender los propios derechos y responsabili-zarse con los propios deberes.4. Obedecer a los padres y maestros y respetar a las perso-nas mayores.5. Respetar y cuidar el medio ambiente.6. Respetar a los demás, sin importarle el sexo, naciona-lidad, condición social, religión o impedimentos físicos o mentales. 7. Respetar las opiniones de los demás, aunque no sean iguales a las de uno.8. Decir siempre la verdad y cumplir lo que uno promete.9. Respetarme a mí mismo: mi cuerpo, mis pensamientos, mis sentimientos y mi autoestima.10. Respetar los símbolos patrios de mi país.11. Hacer de mi país un lugar en el que se pueda vivir con dignidad, y donde todos cooperemos a la paz común.

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Sabiduría,

encanto

y gracia de Dios

A muy temprana edad, niños y niñas empiezan a saborear su persona, saborear la grandeza y la hermosura de la vida. La sabiduría de los niños es la sabiduría de la Biblia, el sa-bor de lo que es grande, de lo que es santo, de lo que es de Dios. Hablar de sabiduría en ellos, no es hablar de ciencia,

Savi Muñoz

Jarabacoa R.D.

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ni lógica humana, ni conocimientos deductivos. Es la ex-plosión de cinco sentidos que se sienten navegar en un lago infinito de felicidad. Es tocar el misterio con las manos, con los ojos, con los labios, y saber que todo lo que es de Dios, es hermoso y sabe bien. Así reza un salmo: “gusten y vean qué bueno es el Señor”. Dios ha pasado miles de años tratando de que el hombre saboree la experiencia espiritual, el encuentro con Él, el sabor de lo divino.

Dios ha hablado con el hombre de tú a tú, ha hecho alian-zas, ha enviado profetas, pero los logros son pocos y lentos. Dios mismo, en la persona de Jesucristo, nos visitó por 33 años, y todavía hay confusión y niebla en la aceptación de su mensaje. Jesús, viendo la lentitud de sus apóstoles en comprender y vivir su proyecto de salvación, proyecto de sencillez, de amor, de perdón, se conformó con decir: ¿por-qué se afanan tanto? Miren los lirios del campo, las aves del cielo, que valen tan poco y Dios se ocupa de ellos. ¿Por-qué tanta guerra, tanta crítica, tanto ojo por ojo y diente por diente? Vuelvan a ser niños, los niños saben amar, y de todo hacen un juego feliz. Ámense unos a otros, busquen el reino de Dios, lo demás se desvanece, se acaba pronto.

“Quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que le cuelguen al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al fondo del mar”. Jesús tenía tanta estima de los niños y de lo que ellos necesitan, que prefiere echar a los mayores al mar, antes que los niños puedan ser abusados o atropellados. El mundo está tomando concien-cia de la belleza y la grandeza de los niños, y especialmente la Iglesia, pues ya no se toleran los abusos de pedófilos y pederastas. En el pasado, en muchos casos, la Iglesia cam-biaba al sacerdote pedófilo de una parroquia a otra, y los

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niños seguían en peligro. Actualmente, si se descubre la ve-racidad del hecho, la Iglesia hasta reduce al sacerdote al estado laical, para que los niños no sigan siendo abusados. Lo hermoso es que los niños sigan en su sencillez y en su credulidad, en su confianza y en su fragilidad, pareciéndose a las flores que ni el viento, ni el sol, ni la lluvia maltratan, y siguen siendo adorno de jardines, campos y praderas.

María Alejandra

Muchos mayores contemplamos a los niños con nostalgia, pues cuando fuimos niños eran otros tiempos, y no supimos aprovechar esa edad, esa sensación de alegría infinita que se lleva dentro, esa riqueza del alma que no teme, que está llena de confianza, y de una compasión que llega hasta el llanto. Sus lágrimas son tan mágicas que siempre se trans-forman en arcoiris de esperanza. Un niño o niña pasa del lanto a la sonrisa con gran facilidad, pues ellos ven todo sencillo. A los mayores sólo nos queda la ilusión de regre-sar a ese niño que duerme dentro de nosotros, pero no es igual. Eso que ellos viven, eso es vida. Con frecuencia vemos que hay niños y niñas que no vi-ven todo este precioso ideal que hemos venido describien-do, e incluso poseen un comportamiento un poco agresivo.

Paúl Emilio

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Muchos padres y abuelos se desesperan, pues han encontra-do niños muy difíciles. Yo simplemente creo que ese com-portamiento incómodo no es de ellos. En su frágil vida son arrastrados por la gran caravana de los mayores, que, a ve-ces, les producen más sufrimientos que felicidad. Nuestro mundo está marcado por la prisa agónica de los mayores, y los pobres niños, con sus pies pequeños, tienen que andar pasos largos. Les ofrecemos juguetes, los llevamos a dormir más tem-prano, les decoramos las aulas con cosas de niños, les ha-cemos piscinas pequeñas, los llevamos a pasear por los parques, pero ellos siguien viviendo en un mundo que no es para ellos. La vida se les vuelve pesada, su cerebro se cansa, y cuando llegan a los diez o doce años, empiezan a perder sus ilusiones y a mirar más al mundo de los mayo-res, que a recordar y cuidar la preciosa vida de niños que se les está desvaneciendo. El desarrollo prematuro de las niñas no es sólo cuestión de la naturaleza que se dispara, o fruto de los alimentos que se ingieren. Es también la educación y la presión que ejercemos sobre ellas para que se cuiden, pues viven en un mndo amenazado por mayores agresivos que pueden atro-pellarlas. Muchas veces los mayores no tienen conciencia ni moral, y atropellan a los niños como si fueran un tropel de perros que pelean en un jardín repleto de flores delica-das. Los niños tienen una vida hermosa que se va desarro-llando poco a poco. En ese desarrollo se producen deficien-cias, pues crecen con miedo y se mueven con debilidad e inseguridad. Ellos no le hacen daño a nadie. A muchos los atropellan, pues la comitiva debe avanzar, y los pies de los niños son muy pequeños para seguir a los mayores.

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Historia de horror-en un orfanato de Latinoamérica-

Los débiles no tienen posibilidad de vivir en paz ni de sobrevivir en este mundo competitivo y agresivo. La civi-lización ha avanzado mucho, pero el mundo sigue llevando a cuestas, como el caracol, la terrible ley del más fuerte, con el ojo por ojo, y el diente por diente. Son muchos los orfanatos del mundo, donde los desafortunados niños son devastados por la furia de los mayores. Como cristianos, nosotros esperamos en la justicia de Dios, pero si esa justi-cia tarda, hay que masticar muchos momentos difíciles.

Esta doliente raza humana da señales de poca compasión. En una película, un monstruo iba a descargar su terrible hacha contra un débil anciano, y éste suplicó: por favor, tenga compasión de mí. El monstruo replicó: ¿Compasión? No conozco esa palabra. Y con un precioso movimiento de hacha, picoteó hasta los recuerdos del pobre anciano.

Las víctimas de un orfanato, donde se descubrieron mu-chos abusos, contaron historias terribles de abuso sexual, palizas, hambre e inmundicia en el albergue en el que vi-vían y que alguna vez gozó de gran prestigio, dijeron algu-nos de los investigadores. En ese sitio vivían más de 500 personas entre niños y adultos. Los empleados obligaban a los niños a tener sexo, y con frecuencia los encerraban en un cuarto pequeño sin agua y sin comida. Ante tales abusos, la imaginación se queda pequeña. Como siempre, los niños eran amenazados, que si hablaban los iban a picar y a ven-der sus órganos en el mercado de órganos humanos. Una jovencita fue violada por uno de los jefes del plantel, quedó

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embarazada, y luego era golpeada para que perdiera la cria-tura. Cuando los mayores se deciden a ser buenos, son ver-daderos ángeles. Pero cuando se deciden a ser malos, son peores que demonios. Y los pobres niños, siempre débiles, se conforman con llorar y sufrir en silencio. El Evangelio se conforma con decir: a los pedófilos y a los pederastas, que les cuelguen una piedra de molino y los arrojen al mar, y que resuelvan sus problemas con los peces, allá en el fondo del mar. Pero nadie actúa, nadie los echa al mar. Y buena comida que se darían los peces...y eso no es agresividad. Los niños tienen derecho a vivir en paz. En ese albergue, había como 150 niñas y más de 200 niños. Este bendito mundo se ha complicado. Son muchos los albergues que aquejan problemas de esta índole. Mu-chas familias envían sus hijos e hijas a las iglesias para las catequesis, y ahí se encuentran con los curas pedófilos, ra-tas enfermas, que los asechan para hacerles daño. Si en los albergues, en las escuelas y en las iglesias, los niños están en peligro, ¿qué podemos hacer? Estamos atrapados. Muchas personas fueron detenidas, interrogadas, llevadas a la cárcel. Pero mientras tanto, los que más sufrían eran los niños, y muchos de ellos murieron, y sus pequeñitos cadáveres gritan ante el mundo. Por favor, detengan a estas fieras salvajes. Como nota de consuelo, sabemos que mu-chos empleados del albergue defendían a los niños, pero también ellos tenían miedo, pues podían perder su trabajo, y ser acusados en falso. La maldad se vale de todo. Muchas veces las iglesias son inspeccionadas, los alber-gues son inspeccionados, pero son servicios deficientes, pues quien mueve esos servicios no son los niños, sino los adultos, y a veces, el que ponen a investigar, es uno de los más malos. Los papás visitan esos centros, pero la

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información que reciben es falsa o incompleta. Hay que cortar por lo sano. Una vez que se descubre que hicieron daño a los niños o que intentaron hacerles daño, hay que ponerle su piedra de molino y arrojarlos al mar, como dice Jesús en el Evangelio.

Cada animal tiene su secreto para defenderse. Cada insec-to tiene su veneno para enfrentar al depredador enemigo. Pero los niños son indefensos. Sus armas son la sencillez y la fragilidad, y por eso se vuelven presa fácil. La bondad de los niños tendría que disolver toda la mal-dad de la mente y el corazón de los mayores, como su-cede en la película “Blanca Nieve y los siete enanos”, que el cuchillo se le cae al asesino, pues no puede resis-tir tanta bondad, aunque pesa sobre él una orden de la rei-na malvada. Siempre es el mismo problema: con tantas

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personas que observan, y nadie dice nada. Sólo se llega a saber algo, cuando alguien, presa de la desesperación, se escapa del lugar, arriesga su pellejo huyendo, y habla. En-tonces, todo el mundo se mueve. Mientras tanto, el aterra-dor silencio del mal, debora a los pobres niños, que sólo se conforman con llorar, y cuyas lágrimas no pueden terminar en arcoiris de esperanza, pues saben que nadie les escucha. Es el terror de una tierra envenenada, de un ser humano con sed de maldad, que parece que ha salido del infierno en vez del paraíso terrenal. Todos los niños pueden entonar las palabras de un salmo: “Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.

No sólo la familia tiene que proteger a sus hijos. Toda la sociedad debe convertirse en guardiana de los niños.

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Fuente de alegría y de felicidad

En el año 1988, con motivo del centenario de la muerte de san Juan Bosco, en la parroquia Sdo. Corazón de Jesús de Villa Juana, Santo Domingo, R. D., se hizo un gran opera-tivo para bautizar a muchos niños que no habían podido re-cibir el sacramento del bautismo. Cuarenta laicos, hombres y mujeres, se comprometieron a preparar a las familias y a buscar los papeles necesarios para ese feliz acontecimiento. El día del bautismo, cada catequista cobraba la colabora-ción y se colocaba en un lugar determinado para el bautis-mo. Ese día, domingo por la tarde, se reunieron unos 350 niños con sus padres y padrinos. El párroco, P. Gumercindo Díaz, dirigía la ceremonia, y cuatro sacerdotes ayudaban con los signos sacramentales: señal de la cruz, los óleos

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y el agua bautismal. De esos 350, había como 140 niños pequeñitos que las mamás los llevaban en brazos. Es increí-ble lo que pasó allí, pues la celebración del bautismo fue en silencio, ya que no hubo un sólo niño que llorara o pro-dujera ruido propio de los niños. Terminada la ceremonia, casi todas las familias empezaron a sacar fotos dentro de la iglesia. Fue una pena que esas escenas no se filmaran, pues el movimiento que había dentro de esa iglesia, superaba lo que se pudiera producir el día del juicio final.

Después de un cierto tiempo, se invitó a todas las familias a salir al patio del colegio para tomar una fotografía de los niños. Eran niños de doce años para abajo. Las mamás los sentaron en el suelo (en el asfalto), y el párroco se subió en una escalera para tomar la foto. Los niños posaban solos, sin los papás, pero al ver la cámara, se quedaron en silencio mirando la cámara y eran más de 300 niños. Eso nos dejó dicho que el mundo de los niños no es tan loco como pare-ce. En realidad, los niños lloran, patalean y molestan, por-que los sometemos a actividades propias de los mayores, y ellos caminan forzados detrás de nosotros.

Los mayores somos por naturaleza, egoístas, exigentes, nerviosos y cansados, y los niños no pueden con nosotros. A muchos mayores les gustaría que los niños vivieran has-ta los 3 años en una cuna, y luego hasta los quince años vivieran en una jaula bien cerrada, para poder vivir en una tranquilidad que es más enfermedad que verdadera paz. Cuando los niños se juntan con otros niños, cuando jue-gan tranquilos, cuando exploran la realidad que les rodea, los niños no lloran. Se sienten invadidos por una gran emo-ción, y su vida es placentera. Se olvidan hasta de comer. Pero cuando son sometidos a la presión de los mayores,

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a sus gustos, a sus exigencias, los niños molestan, patalean, y se sienten mal, porque la vida de los mayores pesa. Así como tenemos un planeta Tierra para hombres y mu-jeres, y un planeta de los simios, al menos en la película, sería hermoso tener un planeta para niños, donde ellos se sientan a gusto, y donde todo gire en torno a sus vidas, tan llenas de fantasía.

Ellos podrían nacer aquí en nuestro planeta, ser criados por su papás hasta los tres años, y luego abordar una nave de niños, especialmente equipada para ellos, que los lleve felices al planeta de los niños. Esto no sería una luna de miel, sino un viaje de miel y un planeta de miel, donde ellos puedan vivir de los tres a los diez años sin ansiedad de ma-yores, sin preocupaciones de mayores, con una formación adecuada y una vida llena de alegría que les proporciona la misma naturaleza de su medio ambiente.

Eso sería un volar al paraíso, donde la misma vida hace ver que gozar del don de la vida es como residir en el pa-raíso. Si los niños pudieran vivir entre nosotros sin tantas presiones que vienen de los mayores, sin tantos temores ante el fracaso, la vida sería una rica aventura. Si viajamos a la montaña y dejamos a los niños que corran a sus anchas, fácilmente regresan a un hospital. Ellos se meten por todos los hoyos y los riscos que haya, sin prever ningún peligro. Su vida es hermosa y lo único que ven es alegría. Y si regre-san con un pie roto o una mano retorcida, cuando se curen, vuelven a correr igual, pues lo de ellos es “vivir” con toda la explosión de un espíritu sano. Son jardines con vida hu-mana, orquídeas que hablan, nubes que navegan a nuestro lado, aves que piensan y golondrinas que no emigran cuan-do llega la estación del invierno. Son un regalo de Dios.

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A veces hay familias que se olvidan de los niños que hay en el hogar, y desatan discusiones y peleas inútiles, que a la larga, enferman los corazones de los niños. Lamentable-mente desaprovechan ese caudal de alegría y de paz que ellos irradian a su alrededor.

En la película “monster inc”, la empresa recoge los gritos de los niños y los convierte en energía para mover máqui-nas. Es una pálida imagen para decir que los niños en los hogares y en sus vecindarios son generadores de alegría y de paz, sirven de terapia sicológica para hogares cansados y para esas vidas que se detienen ante el precipicio de su propia ruina. Quien ama a un niño y es amado por él, recibe una corriente divina, un bálsamo profundo que redime el co-razón humano de cualquier pena que haya tenido que vivir.

En los padres y madres solteros se da una doble postu-ra. Muchos que están solos, se consideran dichosos, pues no tienen que criar un hijo o una hija, ya que eso significa

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una gran ocupación. Sin embargo, muchos otros padres y madres que están criando algún hijo, ellos solos, se consi-deran afortunados al haber quedado con un hijo o hija cuan-do la relación de pareja se rompió. Un niño, aun con todo lo que exige, representa mucho apoyo y una gran seguridad.

Un hijo o hija que hace de compañero de camino, llena la vida de su padre o madre, y la enriquece. Le da una razón para vivir, un sentido de la vida. Trabajar y trabajar sólo para comer un buen plato de comida y tener un buen des-canso, es demasiado poco para un ser humano. Eso cual-quier animalito lo hace. Pero, día a día, ofrecer la vida por alguien es algo que le da plenitud al corazón humano. Pasar por grandes sacrificios para dar apoyo a una fragil criatura que salió de su vientre, genera una gran satisfacción. Verlo correr por el patio, saltar en la casa, jugar y hablar con sus juguetes, y sobre todo, verlo rendido y dormido en su cami-ta antes del amanecer, todo eso es como tener en las manos un pedacito de cielo.

Hay padres y madres que tienen hijos pequeños y cuan-do van de paseo o de vacaciones prefieren dejarlos con un familiar o algún vecino, y así, pueden disfrutar sus vaca-ciones tranquilos, defendiendo su “espacio” personal. Eso es un egoísmo absurdo, propio de nosotros los mayores, cuya mente no siempre está muy clara. A los niños hay que atenderlos y exigen un poco de trabajo, pero llenan unas vacaciones y les dan un toque de vida. Muchos niños tienen que sufrir en sus casas, pues tienen unos padres que sólo piensan en sí mismos, y su satisfac-ción la anteponen a cualquier cuota de sacrificio para ayu-dar a alguien. Son padres que no pueden leer la riqueza de una sonrisa, la gracia de un gesto, o la paz profunda que

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genera el abrazo de un niño o una niña. La presencia de un niño en una casa modifica todo el contexto ambiental. En la película de dibujos animados “la dama y el vagabundo”, el perrito vagabundo dice: “cuando llega el niño, te sacan de la casa. Los niños parecen dulces, pero no son más que pura dinamita”. El vagabundo tiene razón: los niños son energía positiva que todo lo engrandece y todo lo transfor-ma. Los niños marcan el estilo de vida de muchas familias. En el film “Curly Sue”, el protagonista es James Belushi, pero el alma de la película es la niña. La inteligencia y la riqueza espiritual y sicológica de los niños no siempre son bien valoradas, debido a la presión que, de ordinario, ejer-cemos sobre los niños. En la película “Juego de gemelas”, la vida de esas dos niñas es mucho más rica que la vida de los papás, vidas solitarias con buena comida, descanso y aburridos pasatiempos. El encanto de esas niñas y su inge-nio para rescatar a sus padres de sus ruinas, genera escenas dignas del mayor aplauso. Las escenas son ideadas por ma-yores, pero si las idearan los mismos niños, tal vez serían más brillantes, pues los niños tienen más imaginación y son más aventureros.

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Es muy raro que unos niños abandonen a sus padres, a no ser cuando están bastante crecidos y cansados de ellos. Sin embargo, son muchos los padres y madres quienes, desean-do estar más cómodos, abandonan a sus hijos, causándoles grandes sufrimientos que los niños no se merecen. Hay pa-dres ricos que prefieren más la tranquilidad de una fiesta que la seguridad de sus hijos. Hace un par de años, una niñera de una casa muy rica se vio asaltada a media noche por unos peligrosos ladrones. Los señores de la casa habían salido para una fiesta de la alta sociedad. La niñera, con un niño de cinco años y una niña de tres, se refugió en una habitación donde había un teléfono. Llamó desesperada a la mamá de los niños, pues los ladrones estaban rompiendo puertas dentro de la casa. La madre de los niños respondió con toda sangre fría: “Llame a la policía, pues nosotros es-tamos en una fiesta y no podemos salir”. Cuando encontra-mos casos como éste, todo lo que hemos dicho en este libro sobre la vida de los mayores, se queda corto.

Los niños son agrade-cidos por naturaleza. Se encariñan con su familia, se encariñan con sus maestros, se encariñan con cual-quier persona extraña que los aborde y les muestre amistad. Se encariñan con todo el que les hace un bien, pues saben agradecer. Meilin María González

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Por eso son tan vulnerables y con frecuencia aparecen per-sonas que les hacen daño. Los secuestradores no suelen se-cuestrar viejos o viejas, salvo casos raros de personas muy ricas. Siempre suelen secuestrar niños, pues los padres y toda la sociedad son muy sensibles a los pequeños, y hacen el sacrificio que sea para evitarles cualquier tragedia.

Las naciones que están muy avanzadas en control de na-talidad, son sociedades de personas adultas y envejecientes, donde falta la ilusión y hasta la alegría. Son pueblos enve-jecidos, cargados de leyes y más leyes, generaciones que ya están casi robotizadas. Las casas donde no ríe un niño, ni llora un niño, ni juega un niño, se parecen a dolienes de-siertos donde no hay aves que canten, ni lluvias que rieguen los campos.

Yo no estoy contra el control de natalidad, pero creo que hay que buscar otras razones, pues lo que hasta ahora te-nemos no convence a todos. Se dice que la familia debería tener los hijos que pueda mantener y que pueda darle una buena educación. Según esto, el control de natalidad mira a la situación económica de las familias. Pero cuando se habla así, se está pensando en las familias muy pobres y desposeídas, y unas normas de un asunto tan importante de-berían poder aplicarse a todos. Hay familias muy ricas que solo tienen uno o dos niños, y que podrían alimentar hasta veinte niños, y nadie se fija en eso. Incluso, hasta ponen a los pobres a controlar la natalidad, para que les compren los productos a los ricos. Somos un mundo que no sabe hacia dónde va, y que patalea, pues ya empieza a saborear su propia ruina. La vida de los adultos, por dondequiera que se mira, es una vida muy deficiente. Mientras más uno piensa en esta

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loca sociedad, más se siente el deseo de cruzar el portal de los niños para poder respirar un poco, aunque haya que vi-vir como los niños, expuestos a todos los peligros del mun-do, por su sencillez y su frágil ingenuidad.

Para venir al mundo, Dios quiso nacer como un niño, pues no quiso perderse una experiencia tan hermosa.

Samael Monción

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Dios pudo venir al mundo como un ángel encarnado, una persona mayor que empezara en seguida a predicar, sin te-ner que someter a la Santísima Virgen a todo el proceso de embarazo y nacimiento. Incluso, tal vez hasta le hubieran creído más y se hubieran adherido a Él con más admiración. Pero en su sabiduría infinita, en su proyecto eterno, quiso para su encuentro con el hombre, lo mejor de la experiencia humana, y lo más grande del sacrificio por amor. Una ma-dre con un niño en brazos, participando de la creación, es la imagen más hermosa que los cielos pueden contemplar, y es el monumento más grandioso ante el cual se inclina y se arrodilla todo el universo.

Si pudiéramos reunir en un contenido humano y espiritual la alegría de las madres con sus hijos, en cada pueblo, en cada nación, en cada planeta y en cada galaxia o conste-lación donde exista un niño, y que ese contenido se con-virtiera en un campo magnético de energía positiva, donde todo el que entra saliera curado de alma y cuerpo, el mundo viviría en un permanente éxtasis de alegría y de felicidad.

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Y tenemos que aceptar, que si hubiera una forma de cons-truir ese campo que recoja la alegría materna del mundo, y la alegría de esos niños que nos alegran a todos, estaría-mos tocando la grandeza de Dios en un pedazo de miste-rio. Aunque los animales se comen a los animales, y los hombres nos comemos a los animales con la mayor natu-ralidad, contemplando la felicidad de las madres sabemos que el mundo fue hecho para la paz y el amor. Y aunque las guerras han sido casi un entretenimiento de los pueblos, y en muchos sitios, matarse uno a otro es casi un deporte, la alegría y la felicidad de los niños nos dice que no vinimos al mundo a pelear, sino a jugar, cantar y bailar, disfrutando de la grandeza de Dios que es todo felicidad.

Jesús nos habló de los niños:

“Dejen que los niños vengan a mí”.

“Bienaventurados los limpios de corazón, por-que ellos verán a Dios”.

“El que escandalice a un niño, más le valdría que le cuelguen una pie-dra de molino y lo arro-jen al mar”.“Cuídense de no hacer daño a estos pequeños que creen en Mí, porque sus ángeles en el cielo están viendo el rostro de Dios”. Los niños son una escuela de paz para el mundo.

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La revolución

de los niños

Partimos del consolador dato de que los niños y niñas de tres a diez años son sanos, llenos de ilusión y llevan la mar-ca divina de ser bendecidos por Dios. Los niños proyectan la imagen del hombre sano que Dios quiso crear, y ofrecen la oportunidad de servir de espejos, para que nos miremos en ellos y recuperemos la paz que nos corresponde por ser hijos de Dios.

Los niños luchan, sin que apenas los mayores se den cuenta, por conservar la salud emocional, pero la influencia de los adultos es muy fuerte, y muchos niños se dañan antes de tiempo. Hay niños y niñas que les gusta jugar al doctor o a la doctora, jugar a una pareja que se casa, o a algunos detalles de la guerra de los mayores. Pero esas son influen-cias de los mayores. En un colegio, cuatro niñas de tercer grado corrían muy

Primer paso:“Influencia negativa”

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agitadas por el patio de juego, una delante y tres detrás, armadas con palos. Al verme, gritó la primera: ayúdeme. Yo le respondí: ¿qué te pasa? “Es que mis amiguitas quie-ren jugar conmigo a la asesina”, contestó la niña, mientras contenía la respiración fatigosa. La tres malas me informa-ron que era sólo un juego, y la perseguida replicó: “Es que cuando ellas me golpean, yo tengo que caer al suelo como muerta, pero es que me dan muy duro y me duele”. Visité una familia que tiene dos gemelas de 5 años de edad. El papá de las niñas les dijo: vengan a saludar al pa-dre Gumercindo: una de ellas contestó: papi, no puedo sa-ludarlo, porque a mis manos se les gastaron las pilas. Un día, una niña de seis años se escondió en su casa. Al no verla por ningún lado, su familia la buscó en la casa, en los vecinos, y al final, llamó a la policía. No pudieron encontrarlas. La confusión era grande. De repente, la niña aparece en medio del grupo. En lo poquito que se pudo des-cubrir, se ha pensado que la niña se escondió para disfrutar del corre, corre, como locos buscándola.

En una casa había cinco niñas de distintas edades. A al-gunas les gustaba encontrar jeringuillas para hacer de doc-tora o de enfermera. Pero no es sólo que jugaban, es que se clavaban las agujas y la mamá tenía que intervenir. Un día, en sus juegos de siempre, una amarró a otra en la cama. Se fue a la cocina, buscó un cuchillo grande y amolado, y fue vestida de doctora a donde la que estaba amarrada. Cuando la hermanita la vio con el cuchillo, le dice: ¿qué vas a ha-cer con eso? Ella le contestó fríamente: voy a hacerte una cesárea para sacarte un niño. La pobre niña pegó el grito y vino la mamá a auxiliarla. Todas estas escenas son parte de la escuela de los mayores. Los niños siguen en silen-cio nuestro escenario de adultos, y entienden mucho más

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de lo que nosotros podemos imaginar. Aunque la influencia de ideas negativas de los adultos llega hasta ellos, su salud mental es buena, y todo se queda en juegos, y el daño es mínimo.

El mundo de los adultos luce cada vez más cansado, y la influencia sobre los niños es mayor. Al divorciarse tantas parejas, muchos niños quedan huérfanos de padres vivos. Tenemos muchas madres solteras con niños al hombro. En los hogares bien formados, se desatan discusiones y peleas que descontrolan a los niños. Todo esto les está diciendo a nuestros niños que llegará el momento en que muchos niños tendrán que resolver sus problemas acudiendo a su fortaleza interior. Ellos tendrán que convertirse en protago-nistas de su propia historia. En temas anteriores de este librito, los niños disolvieron el poder de las armas, y adaptaron las escuelas a sus estilos de vida. La vida ordinaria de comida, descanso, formación y vida social, las aceptarán de los mayores, pero dándoles

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un nuevo giro, que se adapte a sus vidas, para que no se conviertan en mayores antes de tiempo. Es a esto a lo que yo llamo “la revolución de los niños”.

Segundo paso: Asilo familiar Con honda satisfacción, me imagino a miles de niños de cuatro a nueve años, recorriendo las calles y los caminos, con su bultito de ropa al hombro, en busca de un hogar que sea para ellos tierra buena y ambiente propicio para crecer. Comunicándose unos con otros, en las escuelas y en los ambientes de juego, van descubriendo quiénes son bien tra-tados en sus casas y quienes son maltratados. Entre unos y otros se dedican unos seis meses a preparar un plan estra-tégico para ayudarse a crecer alegres y sanos. En secreto van preparando unos carteles y los guardan en sitios apro-piados: garajes, closets, almacenes abandonados, etc. A su tiempo oportuno, el cartel será colgado al cuello, y dice así: Soy fulano de tal. Déjenme vivir aquí con ustedes. En mi casa me tratan mal. Éste es mi asilo familiar. El día establecido, todos salen de sus casas, y abordan ca-sas de sus amigos, ya ofrecida de antemano por los compa-ñeros. Con tiempo ellos van dialogando y los que se sienten bien, ofrecen sus hogares para apoyar a los que se sienten mal. En la semana establecida para la mudanza, de acuer-do a la situación de cada uno, una lluvia de niños inunda los caminos y las calles en busca de un refugio. Es un pa-norama triste, tantos niños buscando un hogar apropiado para crecer, sin perder su alegría santa que viene del mismo Dios. Pero también es algo alentador, pues significa que este mundo no ha muerto, se siente todavía el ímpetu de la vida en el corazón de los niños. Este esfuerzo infantil, se convierte en una feliz lección para toda la humanidad.

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Los niños son acogidos en los nuevos hogares, y los hoga-res agresivos se quedan más triste que antes. Hay que notar una salvedad muy especial: los derechos del niño le per-miten abandonar la casa, siempre que encuentren un hogar que los acoja, y que ese nuevo hogar tenga otros niños que los apoyen. Todavía más: si en un momento determinado, los niños desean volver a sus casas, pueden hacerlo con toda libertad, pues el mundo es de ellos. Pero ya no pueden irse una segunda vez. Sólo se le da una oportunidad, ya que el primer hogar, la vida se lo entregó sin que ellos pudieran opinar. No importa quien gane o quien pierda. Lo importan-te es que el niño o la niña pueda conservar su niñez, crecer sano, y vivir con alegría sin ser sofocados por las tensiones y guerras de los mayores.

En esas casas nobles que los acogen, aumenta la alegría con la llegada de los nuevos hijos, y el mundo se va regene-rando desde dentro. Dos veces al año visitan a sus progeni-tores, para saludarlos y alentarlos a cambiar de actitud, y en último término, a ganarse el retorno de su hijo o hija.

Esta revolución de los niños, es una reacción contra este empobrecido mundo, donde la mayoría de hombres y muje-res piensa más en comer que en servir, y en el goce personal antes que en la ofrenda de sí mismos en un proyecto de vida familiar.

Despertar este mundo que está tan postrado que sólo desea comer, dormir y entretenerse, es casi un mila-gro. Pero la revolución de los niños ya está en marcha. Ellos no dejarán morir esta humanidad que les dio la vida. Dios está vivo en ellos, y podrá recuperar su anti-guo dominio sobre el mundo. Dejar sus casas y abor-dar casas de amigos no es una huida, no es un simple

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asilo familiar. Es una estrategia fantástica para no perder su alegría y seguir creciendo , y convertirse luego en agentes de cambio para toda la sociedad. Es sólo el comienzo de su bello plan de redención. Este pobre mundo que prefiere agonizar antes que vivir la rica vida que Dios nos dio, tiene que reconstruirse desde dentro, pasando el portal de los niños que llevamos dentro y que nunca murieron. La rica vida que Dios nos dio, nos pertenece, y es esa vida la que nos abrirá la puerta de la vida eterna para encontrarnos con Dios.

Si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el reino de los cielos.

Tercer paso: Los ángeles y las varitas mágicas.

Tras casi un año de asilo familiar, los niños reciben el apoyo del cielo. Dios acoge sus oraciones y su propuesta de redención, y envía sus ángeles custodios para apoyarlos

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en su gran tarea de reconstruir esta humanidad. Los ángeles entregan a los niños una varita mágica, con las que pueden detectar toda mentira y falsedad en las relaciones humanas. Las varitas no pueden ser robadas por los mayores, pues sólo funcionan con la energía que brota de la sencillez de los niños. El proyecto es maravilloso y el apoyo del cielo es mágico. Cada nación se prepara para el cambio más hermoso que le aguarda a este planeta Tierra. Los niños no tienen arma, ni tienen odio. Es una explosión planetaria del bien, de la bondad divina, de la gratuidad de Dios que se reafirma en el hombre. Cincuenta niños de cada uno de los cien países principales del mundo se convocan para organizarse y regir el planeta Tierra. Será una explosión de bondad que supera toda la bondad que se ha derramado en el mundo en estos veintiun siglos del Evangelio de Jesucristo. Estos cinco mil niños, conectados con todos los niños del mundo de tres a diez años, y unidos por una red mundial de telepatía humana y divina, se organizan para dirigir el mundo con alma de án-gel y corazón de niño. Conectados a sus ángeles custodios y usando sus varitas mágicas, controlan todos los puestos principales de servicio a la sociedad. Se ocuparán de sanear los servicios políticos, militares, religiosos y económicos. Escuelas, iglesias, puestos de gobierno, grandes empresas económicas, bancos, negocios, cuerpos militares, etc, todo sigue funcionando como está, pero todo viene dirigido y monitoreado por niños quienes, con sus varitas mágicas, los van guiando hacia un feliz funcionamiento. Todavía el pecado no ha salido del mundo, pero la fuerza del bien, teniendo como base la hermosa vida de los niños, crece de forma increíble. Todo desorden, toda mentira, todo secreto

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militar o religioso que sólo sirve para hacer daño, son des-mantelados por los niños con sus varitas mágicas y su co-nexión con sus ángeles custodios. Práctcamente, los países continúan funcionando como están, pero la mafia que gira en sus rincones secretos, todo viene frenado. La tierra es conducida por la transparencia y la sencillez de los niños. El mundo no es manejado por grandes potencias y pequeñas potencias, pues la ley del más fuerte entra en decadencia, y la bondad de los niños invade todo el servicio universal. Algo de mal sigue en el mundo, pues el pecado no ha muer-to, pero los terroristas y la mafia de la droga desaparecen. Serán los tiempos del profeta Isaías: “De las espadas forja-rán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”. Las limitaciones humanas continúan, pero la verdad ten-drá su puesto en la vida humana. La palabra empeñada tendrá su valor, y de la Biblia no se hará una lectura ri-tualista y farisaica. El obispo que se consagra es para ser obispo, y el sacerdote que se ordena es para ser sacerdo-te. No habrá sacerdotes para abusar de niños ni para acu-mular dinero. Esa clase de curas desaparecen de la Iglesia. Es mucho lo que hay que arreglar, pero poco a poco, el mundo se acostumbrará al bien. Los gobiernos tendrán una administración limpia, y las escuelas y universidades serán para dar clases y para la ciencia. Siguiendo el estilo de los apóstoles, los obispos y los sacerdotes se dedicarán a la Palabra y al Pan de vida. Ni los obispados, ni las parroquias tendrán cuentas de bancos. Como el gobierno administra en forma limpia, ellos se en-cargan de la administración de los obispados y parroquias, y éstas quedarán libres de esas molestias económicas. Los obispados y las parroquias usarán una especie de caja chica

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para gastos ordinarios, pero al cierre de cada mes, esa caja chica vuelve a cero, y la cuenta de la Iglesia que maneje el gobierno, todo vuelve a cero. El dinero recaudado en las parroquias no es para cuentas y seguridades, sino para cu-brir necesidades de los fieles. Se recurre así a la idea del santo Padre, Francisco, quien le dijo al obispo limosnero: “la mejor cuenta de banco que tengas será la que esté va-cía, pues le has dado el dinero a los pobres”. La acumu-lación de dinero en la Iglesia ha sido un gran mal, y hasta que la Iglesia no se libere de ese estilo de administración, no podrá liberarse de otros males que no la dejan crecer en el amor a Dios. El obispo estará para la dirección espiritual. El párroco estará para la vida pastoral de los fieles. El obispo o sacer-dote que falle en este asunto, o en otros asuntos que desdi-gan de su condición de consagrado, serán retirados por los niños y sus ángeles, y serán puestos a trabajar en campos de agricultura. La base del orden social será la bondad de los niños, y los mayores que no se ajusten a esa bondad, serán sometidos a un sistema correccional sencillo que los niños irán definiendo. Toda la sociedad entrará en un ritmo de crecimiento espiritual, Dios hará sentir su presencia en me-dio del mundo, y la felicidad será la meta real de ilusiones y proyectos del hombre.

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que irradian la gracia de un alma de niño.

Rostros llenos de luz

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¿Hacia qué puertos navegan estas barcas? ¿Qué olas y tormentas intentarán desviar sus rutas? Recemos para que naveguen con éxito en esta

experiencia de vida a donde han sido llamados.

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Crecer y vivir con alma de niño es mantener la alegría y las sanas ilusiones a través de toda la vida, en una lucha dia-ria para evadir la influencia negativa del mundo y sus cosas. Los modelos negativos son la tumba diaria de la sociedad, pues convierten los dulces sueños en amargas pesadillas.

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El tornado de emociones y caprichos que crucifica cada día nuestro mundo, invade a nuestros niños y va cambian-do sus rostros y cansando sus almas.

Así como cuidamos las plantas pequeñas en los inverna-deros y las flores delicadas las protegemos de la agresivi-dad de la naturaleza, deberíamos cuidar un poco más a los niños, para que esa preciosa edad de la niñez se extienda más allá, y no sucumba tan temprano.

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El desarrollo humano se va metiendo en un laberinto al-tamente peligroso. Inventamos cosas y más cosas, satis-facciónes y más satisfacciones y no sabemos hacia dónde vamos. El 23 de Julio del 2014, la ONU tuvo una reunión en Tokio, y uno de los conferenciantes afirmó: “Las mejoras en la esperanza de vida, educación e ingresos, están per-diendo velocidad, debido a desastres naturales, políticas gubernamentales erróneas, y aumento de la desigualdad, en un mundo donde las 85 personas más ricas, tienen tanta riqueza como los 3,500 millones de personas más pobres”.

Esto significa que nos vamos adentrando en una pesada niebla y que el camino no aparece muy claro. Los niños si-guen nuestros pasos y se fían de nosotros, y el desequilibrio de los adultos les afecta a ellos más que a nosotros.

Las familias dan comida a sus hijos, los envían a la escue-la o a las iglesias, y se preocupan un poco de las necesida-des de los niños. Pero la forma como les afecta el fracaso o la prisa de los mayores, no siempre se tiene en cuenta. En muy pocos programas de la familia se tiene en cuenta a los niños. Ellos tienen que adaptarse a lo que programen los otros, y a veces los niños tienen más iluminación que los grandes. Pero, para que ellos sean protagonistas de su historia queda mucho por andar.

Entonamos un cántico de alegría, pues hay muchas casas donde los niños son los príncipes a quienes se les sirve con mucho amor, y a quienes se les cuida por encima de las ne-cesidades de los mayores. Ellos cuentan como un miembro

Niebla en el camino

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de la casa. A algunos les llaman príncipes y princesas, ha-ciendo ver su lugar privilegiado en la familia.

La proclamación de los derechos de los niños se hace para salirles al paso a muchos abusos. Los pedófilos y los pederastas que son muy difíciles de erradicar, es un peligro que siempre les asecha. Los abusos de los mayores que los usan en trabajos que no son para ellos, o para pedir limosna, sabiendo que a los niños les dan más fácilmente. La famosa pela dominicana, donde siempre a los papás se les va la mano, los niños no la merecen. Si el muchacho, por lo que hizo merece dos correazos de aviso saludable, el padre o la madre le dan seis correazos, pues cuatro corresponden al pique o al coraje con que actúan los padres.

Había una vez un señor que por nada del mundo quería que se le diera una pela a un niño o niña, pues los golpes son humillantes. Como una amiga de ese señor no quería ceder a esa mala costumbre de golpear a sus hijos, él le propuso un plan: “cuando el niño cometa la falta, no le dé la pela en seguida. Déjesela para tres horas después”. La señora res-pondió: “Para ese tiempo ya se me ha pasado el pique”. El hombre sonrió y le dijo: Ud. no le da, porque el niño faltó, sino porque usted está enfadada y se desahoga con el pobre niño, y eso no es noble. Según eso, quienes merecen la pela son los mayores. Gracias a Dios ese es un instrumento de corrección que está desapareciendo del pueblo dominicano, pero todavía queda algo. El castigo a una acción mala es una sentencia, y a la sentencia debe precederle un juicio. Pero el juicio, a penas dura el tiempo suficiente para que el papá se quite la correa o la madre tome la vara que tiene siempre cerca. Casi siempre podemos decir: “Niño perdo-nado se corrige más pronto que niño castigado. Es la ley

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del Evangelio de Jesucristo: El perdón cristiano logra más cambios en las personas, que todas las cárceles con su jus-ticia humana. Últimamente ha aparecido otro renglón de sufrimientos para nuestros niños. Es el problema de la migración. Hay padres que viajan solos, buscando mejoras de vida, y des-pués a los niños les toca viajar solos, con peligros de muer-te o con sufrimientos que van más allá de lo que tenía que sufrir en su propio país. Por la ilusión de los mayores, los niños se ven forzados a seguirles. Un obispo de México habla de la migración de niños mejicanos hacia Estados Unidos. Estas son sus palabras: “Me urge llamar la aten-ción sobre decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a la violencia. Esta es una categoría de migrantes que, desde Centro Amé-rica y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Es urgente que estos menores sean acogidos y protegidos. Esos niños deben ser acompañados por políticas de infor-mación sobre los pelígros de un tal viaje, y sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen. Es ne-cesario frente a este desafío, llamar la atención de toda la comunidad internacional, para que puedan ser adapatadas nuevas formas de migración legal y segura”. Si los padres se hacen amar de verdad, o sea, si su com-portamiento merece el amor de los niños, el amor es el ca-mino más corto para corregir y educar. Recordemos que ese amor no se consigue porque hayan engendrado al hijo. El amor se merece, se gana. El mismo Dios, que nos dio la vida y nos dio el mundo, ganó nuestro amor muriendo en la cruz. Sabemos que hay algunas clases de niños que son

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difíciles y nadie los doblega. Pero también sabemos que hay muchos niños que derraman lágrimas innecesarias y que les gustaría un poquito más de amor y de paz en sus hogares. Los niños tienen más necesidad que los mayores de mo-verse, correr, saltar. Pero, si no hay clase, para muchos ni-ños, el hogar se convierte en una jaula. Esa es la razón por la cual en Estados Unidos la criminalidad infantil y juvenil es grande. Muchos niños viven encerrados demasiado tiem-po en esos apartamentos, donde sólo tienen dos programas: o ver televisión o molestar.

Cuando el padre o la madre están solteros van donde quie-ren y hacen lo que quieren. Pero cuando nace el niño, sólo pueden ir donde el niño pueda ir, y sólo pueden estar donde el niño pueda estar. En fin de cuentas, el amor es el único que resuelve, si es que hay amor. Mientras el mundo esté marcado por la ley del más fuerte, o por el ojo por ojo y el diente por diente, todos tendremos que sufrir más de lo ne-cesario, y los débiles sufrirán más que los otros. Es un valle de lágrimas y a todos nos toca una cuota de sacrificio, pero a los pobres niños, por ser frágiles y débiles, les toca una cuota más alta de injusticia. Sabemos que la injusticia es parte de este mundo imperfecto, y esa injusticia nos toca a todos, chicos y grandes, buenos y malos. Le tocó injusticia a los inocentes que mandó matar Herodes, por causa del na-cimiento del Niño Dios. Le tocó injusticia al mismo Jesús, y les toca injusticia a todos los que intentamos seguirle en este mundo. La injusticia sigue su curso atrapando a todos, pero mientras podamos, debemos librar a nuestros niños de algunas injusticias. Toda la Biblia es un cántico a los pobres y a los sencillos de corazón, porque Dios siempre está con ellos.

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Apuesto por el bien

Vivimos en un mundo desgarrado por el conflicto entre el bien y el mal, y la victoria del bien se hace lenta, porque son muchos los que gustan el mal. Es la vieja historia del trigo y la cizaña en el mismo campo. No podemos arrancar la cizaña, porque podríamos arrancar también el trigo. El trigo, o sea, el bien, debe hacerse fuerte para no debilitarse en medio de la cizaña, y debe demostrarle a la cizaña, que puede aguantarla y, al mismo tiempo, vivir en victoria.

La idea del trigo y la cizaña se puede aplicar perfectamen-te a nuestros niños que representan al trigo bueno, y a los mayores, quienes tienen trigo y mucha cizaña escondida. Los niños son quienes nos educan y nos animan a ser bueno como el trigo, creciendo en el gusto por el bien, e imitando la sencillez y la transparencia de los niños. Ellos son débi-les y frágiles como el trigo, pero se defienden con la fuerza de su bondad frente a cualquier influencia del mal. Ellos son débiles y frágiles, y pueden ser dañados por los mayo-res, pero lo cierto es que su bondad es fuerte, y no todo el mundo los daña.

En medio de los mayores, los niños se pueden comparar con un vehículo: Los mayores somos el motor y parte de la carrocería, los niños son los amortiguadores y las rue-das. En medio de un mundo agresivo, pasional, avaricioso, nuestra marcha es lenta, tropezamos mucho, y el camino es duro. Los niños, con su sonrisa, su paz y su cariño, amor-tiguan la vida de las familias, y la vida de todo aquél que los aborda con un poco de amistad. Las sociedades donde

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hay pocos niños son sociedades pesadas, cargadas de leyes, y hay mucha gente amargada. Nadie aguanta nada de nadie, y nadie olvida nada de nadie. Son sociedades cansadas, las cuales les falta la aurora y el frescor de la alegría infantil. Donde habitan niños todo se transforma, el estrés se des-carga, y cada rostro cambia sus líneas de amargura por lí-neas de descanso espiritual. Los cantos de los niños, sus juegos, el griterío, el gato que grita cuando le halan la cola, y el perrito que huye por-que casi le rompen las costillas, es todo un ambiente que no permite las preocupaciones. Una vez, en Inglaterra, una niña trataba de hacer que el perrito comiera papas crudas. La madre la vio y le dijo: “muchacha, ¿has visto alguna vez un perro comiendo papas crudas?” La niña le contestó: no he visto ninguno, mami, pero yo quiero ver uno.

Los niños son dinamita, creatividad, aventura. Se enca-raman por cualquier pared y corren por cualquier lugar, no importa el sacrificio que haya. Con la presencia de los niños

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un hogar “vive”. La riqueza de una escuela son los prime-ros grados. Un recreo de adolescentes y jóvenes del bachi-llerato es un recreo lento, sin mucha actividad, un poco mo-nótono. Un recreo de los primeros grados es una explosión ambiental. Jesucristo no le pidió a los niños que se hagan mayores. Pero sí, les pidió a los mayores que se vuelvan niños si quieren entrar en su reino. Si Dios lograra que los mayores vivan con actitud de niños, casi no tendría que acabar el mundo, pues el paraíso estaría en nuestras manos.

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Testimonios sobre niños y niñas

Los niños y niñas llenan nuestro mundo de alegría y amor. Son muchas las familias que dan testimonio del cambio que ha dado la vida del hogar con la llegada de un niño. Esa felicidad que se irradia en su vida alegre, esa paz que pro-yectan al llevar una vida sin ambición, sin preocupaciones, es un mensaje de bondad que ellos ofrecen en sus casas y en sus vecinos. Cuando se les trasmite alguna evangelización y se habla de Dios, o de la Virgen o de los santos, ellos reciben todo con una fe tan sencilla y tan noble que educan al mismo catequista. Cuando rezan se vuelven verdaderos ángeles. Cuando Jesús dijo a sus discípúlos, “dejen que los niños vengn a Mí”, quería decirles que Él entendía muy bien a los niños y que los niños lo entienden bien a Él, pues los niños se parecen a Jesús y Jesús se parece a los niños.

A esta niña se le murió el papá, se le murió la mamá, y cuando se le murió la abuela, hizo una cartita y la puso en la caja junto al cuerpo de la abuela. La carta iba dirigida al papá: “Querido papi, sé que usted está con Dios, y pro-bablemente también mamá. Como usted sabe, ella estaba enferma. Yo quiero que usted le diga a Dios que no se lleve

1. Dayrily10 años

Jarabacoa, R. D.

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2. Kímberly9 años

Jarabacoa, R. D.

Esta niña llegó a rezar muchos rosarios conmigo, como parte del grupo “Chiquitines de María”. A ella le gusta montar bicicleta, correr por la calle, visitar las casas de sus vecinos, y pararse en una esquina a hablar con sus amigui-tos y amiguitas del barrio. Cualquiera que la ve así, podría pensar que es una niña trota mundo. Pero no es así. Es una niña con un gran sentido del orden y de lo que es correcto. Va a su escuela y cumple con su deber. No es un genio, pero se aplica bien y pasa de curso. Es una niña silenciosa, y su silencio indica que es una persona con mucho peso interior. Sus vecinos y su familia, todos hablan bien de ella. Con un cuerpo así, y con sólo nueve años, significa que su familia

más seres queridos míos, por un largo tiempo, porque ya sufrí mucho con la muerte suya y la de mamá. Por favor, dí-gaselo a Dios. Lo amo. Con amor, su hija menor, Dairily”.Posdata: Feliz día del padre, pues ese día no lo felicité. A continuación la niña ponía unos dibujitos donde ella caminaba de la mano con su papá y terminaba con dos pala-bras: Tú y yo. Así son los niños: sencillos y expontáneos.

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la cuida y la alimenta bien. Yo creo que de tres a diez años, todos nuestros niños son espiritualmente muy sanos. Como seres humanos, llevan la marca del pecado original, pero tienen una bondad tan grande que esa inclinación casi se anula. Esta niña es la alegría de su familia y de su comunidad, y es uno de esos ángeles que Dios envía para cuidar a los otros. Ella tiene un gran sentido de lo que es correcto. Re-cuerdo que una vez, cuando ella tenía seis años, una ami-guita suya y ella llegaron tarde al rezo del rosario un sábado por la mañana. En plan de relajo, yo le dije a su amiguita Chiara, que tenían que pagar cincuenta pesos de multa, por llegar tarde. Ella creyó que yo lo decía en serio, y dijo con cierto enfado: “Chiara, no pague na´”. Yo ya estoy muy mayor y no la veré crecer. Pero si esta niña encuentra apoyo, será una gran personalidad. Ella tie-ne pasta de líder, y tiene una energía interior como pocas niñas de su edad. Yo espero que la Virgen María la manten-ga bajo su manto, y que se abran hermosos caminos delante de sus ojos.

Pertenecen a la familia del diácono Porfirio Canela.

3. Niños de Paso Bajito.Jarabacoa.

R. D.

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En sus ojos brilla una luz y en sus rostros se refleja la paz y la alegría de su familia. Son familias de mucho trabajo y mucha fe, quienes labran la tierra con ríos de sudor en la frente. Se quieren mucho y aman a Dios, y eso les da un gran sentido a sus vidas. Estos niños son el regocijo de su casa y llenan de alegría su ambiente. Para ellos, la heren-cia de la fe que les están trasmitiendo vale más que todas las cosechas de los mejores campos llenos de frutos. Dios les sirve de guía, y mientras ellos sigan así, su futuro será hermoso. Mientras los mayores le den testimonio de fe y amor, esos niños estarán bendecidos por Dios, y recorrerán un camino lleno de ilusiones.

Dios es amor Todos los niños viven esa feliz experiencia

del Dios amor.

Alisha Una perla en el mar.

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4. Nicole Sandoval7 años

Orocovis, P. R.

Nicole ha pasado gran parte de su vida con su abuela materna, Tomasa, mujer de gran espíritu de fe y de un co-razón generoso. Su mayor tiempo lo pasa visitando a los enfermos, llevándoles el consuelo de la fe y de la Palabra de Dios. Tomasa vive de su Iglesia y del servicio gozoso a su familia. Creo que de las veinticuatro horas del día, a Tomasa le queda poco tiempo para pensar en sí misma, pues todo su tiempo lo dedica a pensar en la forma me-jor de servir a los otros. Ella forma parte de esos ángeles silenciosos que Dios ha puesto en el mundo para servir de apoyo a los necesitados. Además de la compañía de su abuela, Nicole ha tenido el cariño de sus padres que la han ayudado a ser una niña amorosa y equilibrada. A la hora de imprimirse este libro, Nicole ha entrado en los doce años, pero Nicole todavía sigue creciendo en sabiduría y en gracia, con alma de niña y la sencillez de los lirios del campo. Es una gran dicha para sus padres y especialmen-te para su abuela. Ya Nicole no vive con su abuela, pues fue con su familia a organizar un hogar aparte, pero viene con frecuencia a pasar unos días con su dulce abuela, de quien aprendió tanto y tanto. Tomasa es una de esas maes-tras de la vida que no dan clase, ni lecciones de libros, pero

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su manera de ser es una institución que educa sin palabras. Igual que hizo con sus hijos, a quienes educó en el temor de Dios y en el respeto mutuo, Tomasa ha sido para Nicole una verdadera universidad de la vida. Y como es una niña que sabe agradecer y sabe amar, ha correspondido con grandeza al apoyo de su abuela. Tomasa es ya una persona mayor, pero conserva esa alma de niña que pide el Evangelio para poder abrir la puerta del cielo y entrar a gozar de Dios. Sin olvidar la feliz influencia de Roshelly, madre de Nicole, hay que aceptar que los años pasados con una abuela de una fe y un amor tan grande, han dejado en Nicole una marca divina que la ha configurado como niña dulce, delicada, con un amor grande que sabe a miel. Si yo recorriera bosques y montañas y oyera a las aves cantar felices, pensaría que están llamando a Nicole, pues en su paz interior se parece a la sencillez de las aves. En mi paso por Orocovis y en mi contacto con esta fami-lia, quedó grabada en mi alma una gran lección de bondad y de sencillez. Es la herencia que nos ha dejado Jesús para dar testimonio de su amor al mundo. Es fruto de la gratuidad de Dios que se derrama como lluvia sobre las montañas, enri-queciendo un mundo que Él nos regaló con tanto amor.

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5. Kathelin 10 años

Jarabacoa, R.D.

Kathelin es una niña que ha desarrollado como un re-lámpago. En cuatro años prácticamente duplicó su tamaño. Pero ha mantenido su bondad, su inteligencia, y su senci-llez. Su forma de ser, su delicadeza, su aplicación al estudio ha sido siempre algo hermoso.

Perteneció a los “Chiquitines de María” desde los cinco años hasta los diez. Una vez a la semana sirve de mona-guilla en la iglesia, y parece un ángel de Dios. Formalita y llena de gracia como una niña cadete. Dice su madre, Yesenia: “ha aprovechado mucho asumiendo los valores de su familia y de su colegio, y es respetuosa con todo el mundo. Al hacer su primera comunión se hizo una verda-dera amiga de Cristo. Alegre y humilde, espero que cada día permanezca así, siendo una niña buena”.

Ella es la princesa de la casa. Forma una gran unidad con su padre, y la llamamos “descanso de su abuelo Ra-fael”, quien dedica un buen tiempo a jugar con su nieta. Es una buena persona para el mundo nuevo que quere-mos crear. Es la alegría de su familia y vive siempre feliz.

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Con su sonrisa alegra el alma de cualquiera que se le acer-ca. Esa es Kathelin, hermosa y feliz, discípula de Cristo de quien ha aprendido el verdadero amor. Ella es el alma de sus amigas y la alegría de su comunidad.

La niña que vivía en ella a los cinco años de edad, todavía está viva, sana, y llena de ilusiones. Ella conserva su alma de niña y sus ilusiones de persona feliz. Esperamos que se mantenga así mientras vida tenga. Así podrá seguir sem-brando el bien, que es el objetivo de toda hija de Dios que vive en la fe y en el amor.

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6. Yamilet11 años

Jarabacoa, R. D.

“Qué emoción sintió nuestro corazón cuando, en el 2003, nació la niña más linda del universo. Una cabezona calva y ojos de bola de billar, que vino a llenar de alegría la casa de sus abuelos paternos. Cada día tenía una ocurrencia nueva que nos hacía ol-vidar cualquier malestar que hubiera en el momento. Una niña divertida, inteligente y, en ocasiones, tímida. Así es ella. Nuestra querida “Titi” llegó a poner color y diversión a cada uno de nuestros días. Fue, es y será el arcoíris de la casa. Un poco vaga y desorganizada, pero se resuelve en la marcha, en la rutina de cada día, donde se perfeccionan las características de su imagen”... hasta aquí, el pensamiento de su tía Sandra. Día a día, en la escuela de una familia sana, trabajadora y de fe, ella va aprendiendo la grandeza de la vida diaria, vivida con amor a Dios y servicio gozoso a los demás. Es una niña bastante silenciosa y en su silencio deja entrever rasgos de un alma grande. De los cinco a los diez años for-mó parte de los “Chiquitines de María”, y mostró siem-pre seriedad en la oración, delicadeza y respeto en el gru-po. Un día a la semana, ofrece su servicio de monaguilla en la Misa, y es muy apreciada por hacer bien su trabajo.

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Niña formal, muy serena y de una gran sensibilidad de co-razón. Su familia y su parroquia colocamos una flor y una oración en la puerta del cielo para que Dios le dé buen jui-cio práctico, y al andar por la vida, pueda descubrir lo que es correcto y lo que le conviene. Hoy día, nuestros niños y nuestros jóvenes encuentran muchos tropiezos, y en sus almas se graban errores que les hacen pagar un precio muy alto. Sólo deberá entender que, en el camino del bien, quien pierde gana, pues la generosidad es una virtud que no espe-ra respuesta, ni busca compensación.

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¿Qué les podemos ofrecer a estas criaturas excepcionales que se asoman a las ventanas del mundo? Ellos necesitan respuestas, pues ellos sueñan... esperan... buscan. Ellos no pueden imaginar que este mundo no los recibirá con los brazos abiertos, sino con un amor gastado, unas esperanzas color naranja, y unas injusticias que no hay manera de dete-nerlas. Los niños deben seguir siendo niños, y por nada del mundo no deben aterrizar sus corazones en terreno de mayo-res. Un obispo de Méjico habla de la sociedad que le rodea: se consume droga, hay secuestros, asesinatos y violencia; la corrupción invade todo; hay decepción con las autori-dades civiles; sigue la marginación de la mujer; la descon-fianza invade los proyectos sociales. Eso no es sólo Méjico. Es el mundo de los mayores que se desmorona. Es un mun-do construido con la ambición y no deja satisfecho a nadie. Pero aún así, la bondad que llevan en sus corazones, es su-ficiente para atravesar el río de fuego de esta vida loca que hemos recibido en herencia. Dios cuida de ellos y los seguirá cuidando. “Sus ángeles ven día y noche el rostro de Dios”.

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Niña alegre y feliz. Ella llena de encanto todo su ambiente familiar en Santiago de Cuba. Inteligente y serena, en su escuela, en su casa y en la iglesia. Con las personas y con los animalitos es todo un amor. Es muy delicada y aborda con facilidad a su interlocutor. Es bien aplicada y ama a su escuela, pero se da cuenta de que su escuela es pesada y exigente y responde a un esquema de personas adultas. Cuando puede evadir las clases, ella siente un gran alivio. Algunas mañanas, ella se siente cansada, sale de la casa, mira al cielo y contempla al sol y a las nubes. Su esperanza es que llueva, pues si llueve no hay clase, pues su escuela fue dañada por el huracán Sandy y todavía no la han arre-glado. Ella mira desconsolada al horizonte, mira al sol bri-llante y dice: “hoy no amanecí con suerte. No va a llover”. Su esperanza es la lluvia, pues los padres y los profesores sólo desean que haya mucha clase para tener a los niños bien tranquilos.

Con frecuencia suele ir a la iglesia, y juega con el perro y la gata que tiene el sacerdote. Juega con esos animales como una amiga que los escucha y les habla. Un día, su-bió al segundo piso, donde suelen jugar el perro y la gata. Los dos animalitos corrían y jugaban como locos, y ella se les unió para jugar con ellos. De repente, el perro mordió

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7. Rosi Pili. 8 años

Santiago de Cuba

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el rabo de la gata, ésta se enfureció y se enfrentaron a los zarpazos. Era una escena preciosa, hablaban con las uñas y los dientes. Parecían dos auténticos artistas. La niña, al verlos pelearse con esa sinfonía de mordidas, no sabía qué hacer, y sólo atinó a gritarles: “basta ya, ustedes son dos religiosos salesianos y no deben pelearse”. Los que la oye-ron, no podían contener la risa, pues ella lo decía con tanta naturalidad que esperaba que le pusieran asunto y dejaran de pelearse. La espontaneidad de los niños les permite ha-blar con las personas, con los animales y con las flores con la mayor naturalidad. Su sencillez sirve de suavizante en nuestras horas difíciles. Cuando yo le dije que esa sinfonía de zarpazos de los animalitos era un encanto, una obra de arte, ella me dijo extrañada: “yo no le veo el encanto que eso tiene, pues ellos pueden herirse”. Los niños no distin-guen muy bien la escena de juego o de pelea que tienen los animalitos, pues ellos no son capaces de dañar a nadie, ni de juego. Repito mi opinión sobre los niños: cuando los niños son difíciles o agresivos, es porque lo aprendieron de los mayores, y en situaciones que no pudieron superar.

8. Isabelita6 años

Santiago de Cuba

Isabelita es una niña cubana con mucha dinamita. Una di-namita explosiva para los que presionan a los niños. Una dinamita de bondad para los que amamos a los niños.

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El diálogo con ella es más rico que dialogar con muchos adultos. Ella posee una mente espontánea y enriquecida. Salir cada día para la escuela constituye una verdadera pelea en casa. La despiertan a las 6:00 A. M., pero ella sabe que le toca dormir un poco más, y ese tiempo ella debe pelearlo contra quien sea. Debemos saber que los adultos tenemos un ritmo acelerado de vida. El trabajo empieza temprano, la casa hay que dejarla ordenada y limpia, y los niños deben responder a las exigencias de los mayores. Muchos niños y niñas saben que eso es injusto. Los niños viven empujados por la prisa de los mayores y se sienten mal. Cuando la mamá se desespera, la niña le dice fríamente: “mami, vete despacio, pues yo no puedo caminar a tu ritmo”. La madre se sonríe por el tono con que la niña lo dice, pero la niña tiene toda la razón. Los niños tienen su propio ritmo y na-die los tiene en cuenta. Toda la sociedad está organizada al estilo y a la velocidad de los mayores y los niños corren ja-deantes. Es por eso que me gustaría que existiera un planeta de los niños, para que la vida, en ese planeta, se organice al ritmo de su energía pequeña. Cuando le pregunté a Isabelita, ¿qué tal la escuela?, ella me contestó: “la escuela que se hunda, pues es muy abu-rrida”. ¿Es una niña difícil o indisciplinada? Nada de eso. Es una niña maravillosa, un encanto, bien inteligente. En primer grado, para una niña así, son suficientes tres horas de clase, sin embargo le dan siete horas. El problema son los adultos. Con siete horas no aprende más, lo que hacen es forzar esa débil mente y desesperarla. Y eso funciona así en miles de escuelas del mundo. La escuela se alimen-ta de un principio terrorista que dice “la letra con sangre entra”, y de la necesidad de los padres de que alguien cui-de a los niños, pues ellos están trabajando, o descansando.

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La clase extendida de la escuela reformada es un bien para los padres, pues les atienden a los niños y les dan comida. Pero los niños pasan diez horas en la escuela, y aunque sea con algunos recreos, es un abuso. Son horas de disciplina, y con ello se forman soldaditos, no unas personas libres. Isabelita, a esa corta edad, ya pasó por una operación del estómago y tuvieron que entubarla dos veces, empujando un tubo por su garganta hasta el ombligo. Pero eso no se po-día hacer con anestesia, por su corta edad. Eso lo hicieron diciéndole: respira...y empujaban... respira...y empujaban. Su cerebro fue forzado a vivir una experiencia de persona mayor, y eso mató un poco la sencillez de niña delicada e inteligente. En un diálogo con la mamá, la niña intervino bruscamente diciendo: “mami, cállate”. Yo le dije extraña-do: Isabelita, a una mamá no se le habla así. Se le dice: “mami, por favor, espera un poco...etc. La niña me contestó con una agresiva mente de adulto: “padre, yo no puedo ha-blar así, porque yo no hablo inglés”. Yo no pensé que mi tesis se derrumbó. Yo pienso que la niña pasa por un pataleo existencial, donde sufre el peso de su vida, de la pobreza de su familia, y de un agresivo sistema social y escolar. Si al final queda algo bueno en ella, es porque mi tesis de la bondad de los niños sigue en pie.

En Rep. Dominicana un niño me dijo: “consígame una bomba para explotar el colegio y que no me den clase”. Ese niño no es malo. Es un niño inteligente, abierto, un niño muy bueno. Pero el sistema de clases es pesado, y los niños casi nunca llegan a apreciar su escuela, pues siempre se les presenta como cárcel, como algo pesado. Y lo peor de todo es que en algunas ocasiones, el sistema en vez de ayu-dar, fuerza al niño a ser como otros, y produce limitaciones.

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Isabel, es inteligente, tal vez, superdotada. Pero la escuela la junta con quince o veinte niños, los lleva a todos al mis-mo ritmo de clase, y los obliga a todos a ser iguales. De este modo, la escuela crucifica la identidad y la grandeza de muchos niños. Y en vez de genios, tenemos cementerios de almas pequeñas atribuladas. En vez de decirle a Isabel “felicidades” por tu genialidad, le tenemos que decir “que descanse en paz”, pues van a acabar contigo. Nuestro pla-neta tierra tiene mucho que corregir.

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Esta niña, nacida en Estados Unidos, de padres cuba-nos, es superinteligente. Ella es la alegría de toda la familia. Yo la llamo mi amiga filósofa. Cuando tenía cinco años de edad, me tomó de la mano, me llevó al jardín de su casa, tomó del suelo una florcita seca, y mostrándomela, me dijo: padre, “everything die”(todo se muere). Una señora que nos acompañaba, cortó una flor verde y dijo: pero mira, esta flor está viva”. La niña contestó: “se morirá mañana”. Un pensamiento tan profundo para una niña de cinco años es muy hermoso, pero no siempre conviene. Está quemando

9. Sabrina9 años

Miami, USA

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etapas de esa preciosa vida infantil que Dios le ha regalado. Lo propio de los niños es dormir, comer mucho, jugar mu-cho, y dejar alegría en sus huellas, porque están celebrando la vida que les regalaron y no pueden estar perdiendo su tiempo en preocupaciones. Al cumplir sus nueve años, Sabrina fue con su abuela Mag-da a dar un paseo y se detuvieron en un hogar de ancianos para visitar los ancianitos. Y la niña preguntó a su querida abuela: ¿Es a esto que le llaman “nursing home”? Y la abuela le dijo: así es. Y la niña replicó: ¿Es a un lugar como éste a donde yo te tengo que traer cuando tú estés viejita? Y la abuela “espantada” le dijo: Ni se te ocurra. Mis nietos deben atenderme. Los niños no se complican la vida como los mayores. Ellos resuelven, sin preocuparse por lo que pueda suceder. Son mentes simples que ven todo simple, todo sano. Si el mundo fuera dirigido por ellos no tendría-mos tantas tragedias en esta cansada humanidad.

10. Un detalle infantil precioso

Un señor tenía fama de misántropo, aislado y no compar-tía con nadie. Vivía solo y evitaba la compañía de otras per-sonas. Una vecina tenía un hijo de cinco años y esa señora se esforzaba en que su niño nunca se acercara al misterioso señor. Un día, la mamá del niño se entretuvo en los quehace-res de la cocina, el niño cruzó el portoncito de la verja y fue a visitar al vecino. Éste se encontraba sentado bajo un árbol de su patio y se le veía llorar. Meses antes había muerto su hijo y su esposa y con frecuencia se le veía muy deprimido.

“Me senté a su lado y le ayudé a llorar”

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El niño se acercó, se sentó a su lado, y se puso a llorar con él. Esa escena lo conmovió y se hizo muy amigo del niño.Algún tiempo después, la mamá le preguntó al niño qué fue lo que hizo para hacerse amigo de ese señor. El niño sim-plemente contestó: “me senté a su lado y le ayudé a llorar”. Así de sencilla es la vida de los niños. Una vida hermosa, sin complicaciones. Por eso son felices.

11. Shaquils Tineo / 7 años. Mao, R.D.

Alma serena, dulce y feliz. Ella es la alegría de su fami-lia, de sus maestros y de sus compañeros. Mirada clara y

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y profunda, donde se esconden bellas respuestas del miste-rio de la vida humana. A su temprana edad sufrió algunos problemas de salud que logró superar muy bien, gracias a su alma grande y a las diligencias de su familia. Cuando se pasa por algún sufrimiento fuerte y el cuerpo es frágil, ge-neralmente, la calidad humana suele crecer, pues la perso-na soporta un cierto grado de purificación. Un sufrimiento no es sólo una tragedia. Es una oportunidad para un nuevo crecimiento. Shaquils supo aprevechar el momento malo para crecer, y hoy es el orgullo de todos los que la tratan. Si alguien busca lecciones para aprender a pasar el portal de los niños, que mire a los ojos de esta niña de segundo gra-do, colegio Sagrado Corazón de Jesús en Mao, R. D. Ahí hay mucho qué decir, y mucho qué aprender. Su mirada es limpia, porque su alma es limpia. Así son nuestros niños.

12. Jissett7 años / Mao

Rep. Dominicana

En su sonrisa se es-conde la grandeza de una vida sana y her-mosa. Es una de esas perlas que nuestro pla-neta guarda como se-ñal de que este mundo es una aventura feliz.

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Si alguien le pregunta a esta niña que por qué es feliz, ella no lo sabe. Nadie lo sabe. Un manantial no sabe por qué su agua es hermosa. Es la grandeza y la belleza de la creación que se irradia por todas partes. Somos una ráfaga de amor divino que se convierte en dato legible para los que todavía logran ver la huella de Dios en sus criaturas.

Iris Grace, según CNN del 11 de Octubre del 2014, es una niña autista del Reino Unido, quien desde los tres años ha estado produciendo obras de arte impresionantes. Ella tiene autismo, no puede hablar, y sólo puede comunicarse a través del arte. Dice su madre, Arabella: “Desde su primer cuadro lle-nó el papel de color y no lo hizo de forma aleatoria...fue algo bien pensado y considerado”. “Ella se sintió muy feliz y emocionada y supe que habíamos encontrado una llave para entrar a su mundo, y una forma de interactuar con ella”. Según el profesor Allan Snyder, “las personas como Iris pueden abrir los pozos ocultos de potencial que se en-cuentran en todos nosotros, pero rara vez aprovechamos”.

13. Iris Grace5 años, Inglaterra

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La tanda extendida La civilización grecoromana, al llenar la mente humana con una carga de conocimientos, se encontró con personas muy inteligentes y con algunos cerebros un poco lentos o reducidos en su capacidad de aprender. Para nivelar la cla-se, y que, en un aula estuviera el superdotado sentado al lado del poco dotado, se fue acuñando un principio bastante violento: “La letra con sangre entra”. Con un estilo milita-rista se logra que todo el mundo aprenda al menos el nivel básico, dándole al que es poco dotado, una dosis mayor de disciplina y de exigencias. Hay que entender que no era una educación basada en el respeto al otro, o en valorar lo que cada uno genera como ser individual y único, sino que el valor lo tiene el programa que se trasmite y los modelos que la sociedad ofrece. Usted tiene que estudiar tanto, y usted tiene que lograr tales títu-los. Esos son los modelos. Lo que usted es, no cuenta. Los imperios se presentaban como logros de poder, y el “soldado” y hasta el “gladiador” eran los modelos ofreci-dos a las nuevas generaciones. Nuestras escuelas funcionan

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como escuelas militares, donde se garantiza una disciplina y un orden, aunque el sistema maltrate la personalidad del niño o de la niña. Al fin y al cabo, todos deben serguir pa-sando por el sistema de “la letra con sangre entra”, ya que no tenemos otro tipo de formación. No formamos un ser libre, con una formación personal única, sino un soldadito disciplinado, que aprendió a hacer lo que hacen los demás. Es una escuela y una formación donde triunfa el que acu-mula más conocimiento, el que tiene más poder, y el que puede menos viene fácilmente pisoteado. Una sociedad que genera agresividad, venganza, y terror, pues la aviricia y el poder, que es a donde tiende la mayoría, son frutos malos. La sociedad da títulos para que se logren esos modelos. La escuela moderna ha pasado siglos y siglos siendo es-cuela abusiva, aunque trate de aplicar la sicología y la peda-gogía a niños y jóvenes. Un joven de 17 años es sometido a cinco horas de clases diarias, y un niño de 7 años es some-tido a 5 horas de clases diarias, pues el sistema no distingue ni programa ni persona. Es igual para todos, pero no somos iguales ni tenemos la misma capacidad de aguante. Eso fun-ciona así, porque es cómodo para el sistema, cómodo para los padres de los alumnos y cómodo para los profesores. El alumno no es tomado en cuenta, pues es sólo un soldado que debe recibir órdenes. Al descubrir los beneficios de la escuela con tanda extendi-da, no se ha hecho una reestructura del servicio escolar. Un aumento en el tiempo de disciplina escolar puede significar un aumento en la rebelión del espíritu del niño, y un cansancio en el proyecto de una vida sana. No es que aprendan más por recibir más clases, es simplemente que sufren más. Después de 8 horas de escuela, los alumnos, sobre todo los más peque-ños, salen cansados, con la cara afligida, y el alma agotada.

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Una tanda extendida no es una escuela regular. Es un hogar escolar, donde se aprende y se hacen las tareas para que la casa sea sólo para la convivencia y el descanso. Los profe-sores, además de títulos, deben tener una buena formación en pedagogía y en comprensión humana, para que dirijan a los niños no con el cerebro, sino con el alma. A muchos profesores se les ve cansados y agotados, y cuando el pro-fesor pierde el buen humor, los estragos en la educación son muchos. Los niños no son simples esponjas que absorben conocimientos, sino personas que buscan una realización personal y única de su propio proyecto.Si el proyecto personal del niño se atropella, y él se siente acorralado como en una jaula, en vez de un científico pode-mos cosechar un criminal.

“Levánteseque está sentado en el tubo del gas”

En cierta ocasión, dos sacerdotes se encontraron en un curso en Roma. Uno era español y el otro era chino. Masti-cando el italiano, se entendían, más por la amistad que por el lenguaje. Años más tarde, el sacerdote español participó en un viaje a China, y una de las etapas del viaje coincidía con la casa del sacerdote amigo, a quien no había vuelto a ver. A penas llegaron a esa casa, el sacerdote español pre-guntó por el sacerdote chino, y le dijeron que estaba hospi-talizado en sala intensiva. En seguida fue a visitarlo. El chi-no no podía hablar, pero tenía lápiz y papel, y podía escribir lo que deseaba. El sacerdote amigo se sentó en la cama, y lo observaba y rezaba por él. Después de un rato, el chino empezó a moverse mucho, tomó un papel y escribió una nota en chino. El sacerdote visitante tomó la nota y esperó

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que viniera la enfermera para ver qué decía. El chino dejó de moverse, y se quedó completamente tranquilo. Cuan-do la enfermera llegó, leyó la nota, se llevó las manos a la cabeza, y murmuró: “Señor, usted acaba de matar a su amigo”. El papel decía: “levántese, que está sentado en el tubo del gas”. El cable del oxígeno pasaba por debajo de la sábana, el sacerdote se sentó sobre el cable y asfixió al enfermo. A veces, con nuestras exigencias y preocupaciones le quitamos la libertad a los niños. Parece que los estamos formando y ayudando, pero con frecuencia los estamos as-fixiando. Acerquémonos al mundo de los niños con mucha delicadeza, cuidando los detalles, no sea que estemos sen-tados en el tubo del gas, y los estemos asfixiando.

La competencia social genera un mundo ahogado. La mentira farisaica mantiene un mundo con miedo.La transparencia de los niños es la única puerta que le permite al mundo respirar y sonreír.

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Mi experiencia con los niñosUn artículo de la

Lic. María Lourdes Rodríguez de Almonte (Wendy)Un modelo de maestra en la educación básica.

Dedicado a María Alejandra, mi niña,la que más me ha enseñado.

“El mundo de los niños es mágico. Es todo un mundo de imaginación, de juegos y travesuras, de creatividad y de sueños, de alegría y de tristeza, de entrega y, sobre todo, de amor. Hace ya 12 años que vivo en el mundo de los niños, gracias a que Dios puso en mi camino a una persona que me dio la oportunidad de entrar en él: la profesora Doña Dominga Morel de Ventura. Un poco después, ingresé como docente en el Colegio Salesiano “Sagrado Corazón de Jesús” de Mao, combinado con mi servicio desde niña en el Oratorio Centro Juvenil Don Bosco y mi identidad

María Alejandra

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imperecedera con la filosofía salesiana, inspirada en San Juan Bosco. Todo esto me llevó a consagrarme con todo mi amor por los chiquillos. Como maestra del nivel inicial, he podido ir descubriendo la capacidad y el grado de madurez que tienen los niños, de tal manera que, en muchas ocasiones, ellos pasan a ser mis maestros y yo la alumna. Esto lo pude constatar cuando, en pre-primario, les en-señaba el color azul y les asigné un ejercicio pintando una nube con el color azul. Luego de un rato, observo que hay un niño que no está realizando lo pedido. Me le acerco y le pregunto el porqué no ejecutaba su tarea. Él me mira y me pregunta: -Profesora: ¿las nubes son azules?- y me invitó al patio, indicándome de forma muy interesada: -Mira para arriba… las nubes son blancas y el cielo es azul-. Aquel niño fue Osiris, de cinco años. Él fue mi maestro, y un maestro bien práctico. Desde ese momento pude darme cuenta que los niños son observadores, capaces de razonar y de mostrarte tu error. Me di cuenta de que a los niños hay que permitirles desa-rrollar su propia creatividad; que en algunos casos no se le debe imponer un patrón a seguir, sino dejarlos descubrir por sus propios medios, cómo solucionar las situaciones que el mundo les presenta. ¡Claro, sin faltar la supervisión adulta! El trabajar con los niños me llena de entusiasmo, de ale-gría, porque sus ocurrencias y travesuras hacen que yo ame cada día más mi carrera de maestra.

Los niños son esa luz que me ilumina, que con una son-risa, una mirada, un beso, me muestran que no todo está perdido. En este mundo carente de valores, ellos me hacen

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ver que la vida no es complicada, que nosotros somos quie-nes la complicamos. Ellos son magos, porque hacen que los adultos olvidemos los problemas; llegan a tu lado con una flor que toman de cualquier rosal, cuando comparten con-tigo lo que tienen; cuando simplemente te abrazan o te dan un beso. Esa magia es la magia de la inocencia. Mi experiencia con los niños me ha llevado a ser mejor persona en todos los sentidos, ya que son los mejores maes-tros que dejan huellas indelebles con lecciones que nunca se olvidarán”. -hasta aquí la profesora Wendy.

Me consta que la profesora Wendy, en el año 2006 daba clase a primer grado. Fue nombrada subdirectora del cole-gio, con un aumento de sueldo. Al año siguiente, prefirió que le bajaran el sueldo, y la regresaran a dar primer grado de nuevo. Como subdirectora ganaba más, pero dando clase a primer grado su alma se llenaba de ilusión y alegría, y se sentía mucho más realizada.

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Ellos y ellas harán su camino. Pero todos ellos esperan que nosostros nos adaptemos

a su manera de ser para ayudarles a andar.

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Son muchas las personas que duermen poco. Son muchas las personas que toman fármacos para dormir y descansar. La cantidad de cosas que hacemos y la velocidad en que vivimos produce en nuestra alma una elevada dosis de es-trés. Nuestros niños se acuestan temprano y duermen que es un encanto. No es el cansancio físico que los hace dormr. También nosotros estamos cansados al final del día. Es la limpieza de sus almas, la serenidad de su espíritu, la ausen-cia de ansiedad y preocupaciones propias de una sociedad competitiva. Esa salud del alma los convierte en amigos de los anima-litos, de los insectos, de todo lo que se mueve. Si un día se descubriera un lenguaje para entender a los animales, los niños serían nuestros mejores maestros. Liberemos nuestra alma de preocupaciones y frenemos un poco la velocidad de nuestras vidas, para que disfrutemos de una buena comi-da, de un buen descanso, y de una amistad que sabe a cielo. Pasemos el portal de los niños, entremos en su escuela y aprendamos a vivir en paz y felicidad.

Los niños y el

descanso

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Los niños ..........esos seres excepcionales, cuyas lágrimas son abundan-tes y cuya alegría desborda toda imaginación, generan tanta paz y tanto amor que el mundo se siente seguro, pues ellos son una ventana abierta hacia Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Los ma-yores hemos perdido un poco esa semejanza con Dios, y recorremos caminos, experiencias y emociones que llevan a la muerte. Los niños conservan más que nosotros esa se-mejanza con Dios, y por eso dijo Jesús: “Tienen que volver-se niños para entrar en el cielo”. Los veo a todos ir por la vida como bandadas de gaviotas que juegan con el mar y con las nubes, criaturas angelica-les, capaces de competir con la sonrisa de las flores. Ellos llenan de alegría el universo y son testigos fieles de que esta vida, vale la pena vivirla. Los veo como una constelación de burbujas cabalgando sobre las olas del mar y desafiando la felicidad de los mayores que se refugian en sus rincones de ansiedad y cansancio. Abramos el portal de los niños, y volveremos a amar la vida con la riqueza con que esos angelitos la aman, y nuestros pensamientos y emociones serán limpios como las aguas de los mantiales que brotan entre las rocas de las montañas.

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Este librito se terminó de imprimiren el mes de Diciembre del 2014

en los talleres gráficos de EDITORA CORRIPIO, S. A. S.

Calle A esq. CentralZona industrial de Herrera

Santo Domingo, República Dominicanawww.editoracorripio.com

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Guardia de honor para el altar