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Los peligros del perdón Por Ramón Soler Publicado en: Psicología Alice Miller: “Perdonar no nos ayuda en nada, mientras el perdón oculte lo que pasó (…) puesto que el amor y la automitificación se excluyen mutuamente. El verdadero amor soporta la verdad. La mentira, la negación del sufrimiento pasado en los primeros años de vida, engendran el odio transferido sobre inocentes.” Releyendo la entrada que publicamos el año pasado sobre el perdón y ésta más reciente de nuestro amigo José Luis Cano, nos pareció oportuno ahondar un poco más en este tema tan controvertido que aún sigue siendo tabú para la mayoría de las organizaciones religiosas y, lo que es peor, para un buen número de corrientes psicoterapéuticas. Dicen los que hablan del perdón que guardar rencor y alimentar la ira no es sano y que hacerlo, solamente nos lleva a seguir sufriendo por daños que nos infligieron en el pasado. Esto es obvio y no puedo estar más de acuerdo. Sin embargo, las soluciones al trauma que ofrecen sus doctrinas, desde el punto de vista psicológico, no resultan nada provechosas para poder superarlo. Consejos como “Perdone y suelte. Cuando se libere de esos sentimientos, vivirá en paz interior. El pasado es pasado, hay que empezar de cero, borrón y cuenta nueva”, tan sólo me parecen maneras forzadas de ponernos una venda para evitar ver lo que sucedió y, de este modo, supuestamente, huir de la realidad. Y digo “supuestamente” porque al inconsciente no se le puede engañar y, con el tiempo, el trauma resurgirá.

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Los peligros del perdnPor Ramn SolerPublicado en: Psicologa

Alice Miller: Perdonar no nos ayuda en nada, mientras el perdn oculte lo que pas () puesto que el amor y la automitificacin se excluyen mutuamente. El verdadero amor soporta la verdad. La mentira, la negacin del sufrimiento pasado en los primeros aos de vida, engendran el odio transferido sobre inocentes.

Releyendo la entrada que publicamos el ao pasado sobre el perdn y sta ms reciente de nuestro amigo Jos Luis Cano, nos pareci oportuno ahondar un poco ms en este tema tan controvertido que an sigue siendo tab para la mayora de las organizaciones religiosas y, lo que es peor, para un buen nmero de corrientes psicoteraputicas.

Dicen los que hablan del perdn que guardar rencor y alimentar la ira no es sano y que hacerlo, solamente nos lleva a seguir sufriendo por daos que nos infligieron en el pasado. Esto es obvio y no puedo estar ms de acuerdo. Sin embargo, las soluciones al trauma que ofrecen sus doctrinas, desde el punto de vista psicolgico, no resultan nada provechosas para poder superarlo. Consejos como Perdone y suelte. Cuando se libere de esos sentimientos, vivir en paz interior. El pasado es pasado, hay que empezar de cero, borrn y cuenta nueva, tan slo me parecen maneras forzadas de ponernos una venda para evitar ver lo que sucedi y, de este modo, supuestamente, huir de la realidad. Y digo supuestamente porque al inconsciente no se le puede engaar y, con el tiempo, el trauma resurgir.

Si perdonas porque es lo que te han dicho y, adems, se supone que es lo que debes hacer, sin haber trabajado tu historia y sin expresar las emociones negativas que los hechos te provocaron, lo que ests ocasionando no es liberarte de esas emociones, aunque stas desaparezcan momentneamente. Lo que pasa, en realidad, es que las ests reprimiendo an ms. Sucede igual que cuando metemos bajo el agua una pelota de playa, cuando ms abajo la queremos llevar, ms presin acumula y, en cuanto la soltamos, ms fuerza la empuja hacia arriba y ms violencia muestra al salir. Todo lo que reprimimos puede quedar en letargo durante largos aos, hacindonos pensar que de verdad lo hemos olvidado, pero, tarde o temprano, alguna situacin hace estallar la fabulosa y frgil torre de cristal antao construida bajo la excusa del perdn.

Como ya coment en la entrada anterior, suele ser muy habitual que esa energa reprimida, que no dejamos salir de ninguna manera se dirija, entonces, hacia uno mismo, provocando todo un ramillete de enfermedades somticas, que no son sino una seal de nuestro cuerpo de que algo va mal. Has perdonado a los dems, pero te has traicionado a ti mismo.

El perdn autntico debe empezar por entender todo lo sucedido y poder expresar las emociones que tuvimos que reprimir en el pasado. Debemos reforzarnos para poder tomar el control de nuestra vida y no permitirnos volver a sucumbir ante situaciones parecidas. Podra ser algo as como no permitir que esto me suceda de nuevo.

Slo mediante la liberacin, llegaremos a la comprensin y a la compasin.

Segn lo entiendo, la compasin hacia los que nos hicieron dao en el pasado, nos va a permitir relacionarnos de otra manera con esas personas, no sentir odio ni deseo de venganza, pero, si es necesario, poder poner distancia entre ellas y nosotros. Una vez escuch a una monja budista poner un ejemplo sobre este tema. Se supone que los budistas saben bastante de la compasin y me gust cmo lo enfocaba. Me ha servido como punto de partida para crear esta pequea historia:

Imaginemos a un hombre paseando por el campo, disfrutando de la naturaleza y de una agradable brisa. Sin previo aviso, aparece un len y le ataca. Le es imposible defenderse, la diferencia de fuerzas es abismal y su vida est en las garras de aquella fiera salvaje. Por suerte, logra sobrevivir, pero como recordatorio de la agresin, su cuerpo queda marcado de por vida por unas tremendas cicatrices.

Durante un tiempo, guarda un profundo rencor hacia su atacante y el deseo de venganza no le deja descansar por las noches. Ante su sufrimiento, todos sus seres queridos y los maestros de las distintas religiones que visita, le animan a perdonar y olvidar para liberarse de esas emociones que le atormentan. Le dicen que no debe acumular ira en su interior y que lo mejor que puede hacer es perdonar y amar a aqul len que le atac. Lo hace y se siente mejor, todos se alegran por l y consigue dormir mejor por las noches, aunque no todas, porque de vez en cuando, el len se cuela en sus pesadillas.

Al perdonar al len, como le dijeron, le parece sentir que el amor hacia ste va creciendo en su interior y, un da, decide volver a pasar por la zona donde viva su agresor para hacerle ver que, no slo no le guarda rencor alguno, sino que le ama con todo su corazn y ya casi haba olvidado lo que le hizo. Cuando ya est cerca de la zona del primer ataque, aparece el len y se abalanza de nuevo sobre l. Le desgarra con sus zarpas, le muerde y le abre las viejas heridas. Por segunda vez, sobrevive y puede volver a casa. Esta vez, las heridas tardan ms en curar y, mientras tanto, l se pregunta por qu la vida le trata as, con todo el amor que senta y con lo que le haba costado perdonar al len.

Al tiempo, pas por el pueblo un experto en felinos que estaba estudiando la vida de los leones de aquella zona. Nuestro protagonista le cont sus experiencias con el len, cmo le haba perdonado, pero cmo ste le haba vuelto a atacar. Cuando hubo acabado su relato, el experto, a su vez, le habl de la escasez de comida y de agua, del hambre que estaba pasando el len, de su agresividad, de que los grandes felinos son seres territoriales que atacan a cualquier intruso que penetre dentro de su zona. A medida que el hombre le explicaba el porqu del comportamiento del animal, fue entendiendo la naturaleza del len. No le atacaba por ser l como pensaba, sino que el animal hubiera agredido a cualquiera que se hubiera aventurado a cruzar su territorio. El felino lo nico que haca era seguir sus instintos primitivos.

Por primera vez en mucho tiempo, pudo respirar tranquilo. Sinti que la rabia acumulada perda fuerza a medida que entenda que el len era as y no poda escapar de su naturaleza. Cuando ms lo comprenda, le pareca que ya no era necesario perdonar como le haban dicho sus familiares y sus consejeros religiosos. La comprensin fue madurando y se torn en compasin. Ya no le deseaba mal alguno a aquel len, esperaba que pudiera tener agua y comida para poder vivir, pero tambin pens que, a l, no le apeteca ser la comida que saciara el hambre del animal. Pudo decidir, entonces, no volver a pasar por el territorio del len, mantener una sana distancia para evitar otro ataque.

Texto: Ramn Soler