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EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN por Luis Rubio Morán Form. perm 1996- 2002 núm. 5 PRESENTACIÓN Estos MATERIALES sobre el perdón y la reconciliación se encuadran dentro del tema de nuestra formación permanente en el año escolar que comienza. Perdón y reconciliación constituyen el punto de partida y a la vez son aspectos fundamentales en la reflexión sobre la Eucaristía, que no en vano comienza su celebración con el “rito penitencial”, obedeciendo sin duda a la indicación de Jesús de que “si al ofrecer tu ofrenda te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra tí, ve a reconciliarte primero con tu hermano” (Mt 5, 23-24). Los “materiales” no son más que una selección de textos. Seguramente no son los mejores pero sí suficientes para provocar una reflexión que ilumine tanto nuestro situamos personal ante el perdón y la reconciliación como nuestra acción ministerial en cuanto presbíteros operarios encargados de animar y presidir la celebración de la reconciliación y del perdón en las comunidades en que ejercemos el ministerio presbiteral. Los propios operarios, según los lugares en que se encuentren, podrán ampliarlos, enriquecerlos o encontrar otros más incisivos, más adecuados acaso a sus propias situaciones. Me atrevo también a proponer al final algunas “sugerencias” para presbíteros operarios, con el buen deseo de que nuestras reflexiones no se queden solo en un nivel nocional, sino que nos lleven a encontrar y comprometemos en acciones concretas personales e institucionales que hagan posible una “Hermandad nueva” con operarios nuevos, reconciliados y reconciliadores, en este comienzo del Tercer milenio. I EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN, ELEMENTO FUNDAMENTAL DEL JUBILEO Una primera línea de reflexión nos la ofrece el sentido mismo del Jubileo, uno de cuyos contenidos primordiales era la condonación de las deudas como primer paso y condición para iniciar una etapa nueva en la existencia y convivencia del pueblo de Dios. 1. El “jubileo bíblico” “El segundo milenio del cumpleaños de Jesús de Nazaret podría celebrarse de varios modos. Si escogemos el Jubileo, el “año de gracia” no podemos menos de ir hasta el fondo del sentido de dicha elección, llegando a un viejo sueño del Padre

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EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN por Luis Rubio

Morán

Form. perm 1996-

2002 núm. 5

PRESENTACIÓN

Estos MATERIALES sobre el perdón y la reconciliación se encuadran dentro del

tema de nuestra formación permanente en el año escolar que comienza. Perdón y

reconciliación constituyen el punto de partida y a la vez son aspectos fundamentales

en la reflexión sobre la Eucaristía, que no en vano comienza su celebración con el

“rito penitencial”, obedeciendo sin duda a la indicación de Jesús de que “si al

ofrecer tu ofrenda te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra tí, ve a

reconciliarte primero con tu hermano” (Mt 5, 23-24).

Los “materiales” no son más que una selección de textos. Seguramente no son

los mejores pero sí suficientes para provocar una reflexión que ilumine tanto nuestro

situamos personal ante el perdón y la reconciliación como nuestra acción ministerial

en cuanto presbíteros operarios encargados de animar y presidir la celebración de la

reconciliación y del perdón en las comunidades en que ejercemos el ministerio

presbiteral. Los propios operarios, según los lugares en que se encuentren, podrán

ampliarlos, enriquecerlos o encontrar otros más incisivos, más adecuados acaso a

sus propias situaciones.

Me atrevo también a proponer al final algunas “sugerencias” para presbíteros

operarios, con el buen deseo de que nuestras reflexiones no se queden solo en un

nivel nocional, sino que nos lleven a encontrar y comprometemos en acciones

concretas personales e institucionales que hagan posible una “Hermandad nueva”

con operarios nuevos, reconciliados y reconciliadores, en este comienzo del Tercer

milenio.

I

EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN,

ELEMENTO FUNDAMENTAL DEL JUBILEO

Una primera línea de reflexión nos la ofrece el sentido mismo del Jubileo, uno de

cuyos contenidos primordiales era la condonación de las deudas como primer paso y

condición para iniciar una etapa nueva en la existencia y convivencia del pueblo de

Dios.

1. El “jubileo bíblico”

“El segundo milenio del cumpleaños de Jesús de Nazaret podría celebrarse de

varios modos. Si escogemos el Jubileo, el “año de gracia” no podemos menos de ir

hasta el fondo del sentido de dicha elección, llegando a un viejo sueño del Padre

propuesto de nuevo por Cristo: la “utopía de Dios”.

Es sabido que decir Jubileo es decir “sonido del cuerno” que invita al pueblo de

Israel a restablecer relaciones verdaderas, nuevas, con la tierra, con la propiedad,

con los propios hermanos. El mensaje del jubileo es simple en sí mismo. Tiene

resonancias de los orígenes, de vuelta a la creación apenas salida de las manos de

Dios. Reclama un pueblo que quiere vivir en la justicia y en la fraternidad, precisa-

mente en esa tierra que Dios le ha dado. La tierra es de todos -canta el cuerno-

porque la tierra es de Dios y Él la ha dado para todos sus hijos. Cada hombre, rico o

pobre, inocente o culpable, tiene derecho a vivir y por tanto a recuperar su propia

tierra, su propia casa si por desgracia tuvo que enajenarla. La institución del año

sabático y sobre todo del Jubileo al final de siete semanas de años, es como un gesto

de recreación, de creatividad, y, por lo mismo, de amor hacia una tierra empobrecida

y un hombre explotado. Con Jesús ha llegado el tiempo nuevo (cf. Le 4, 16ss). La

fiesta jubilar -que es el momento en el que la historia de los hombres dominada por

la violencia y la necesidad se libera de sus atroces leyes- se convierte en año nunca

concluido de gracia, en el que el ciego es llamado a ver y el prisionero siente potente

el reclamo de la libertad.

Aquí está la utopía de Dios: suprimir el infierno en que se convierte la tierra

cuando la voluntad de poder prevalece, llevar el planeta amado por El a lugar de

vida plena para todo hombre. No es del todo claro cuántos de nosotros, creyendo en

esta utopía, la consideramos realizable. ¿Nos disponemos por lo mismo a celebrar el

jubileo así porque sí? ¿O defendemos poder proponer para el tercer milenio no el

“signo” de un turismo sagrado de “proporciones bíblicas” -como irónicamente se ha

dicho- antes, al contrario, una propuesta fuerte para un nuevo proyecto mundial que

conjugue el respeto de la naturaleza con el final de la explotación sistemática del

hombre por el hombre?. Celebrar el Jubileo en una perspectiva bíblica no es nada

fácil. Acaso se trata de “salir” del Occidente. Se trata al menos de distanciarse de

una así llamada cultura occidental que de cristiano -hoy nos hemos dado buena

cuenta de ello- sólo tiene el nombre y osar lo nuevo por la fe. En la Tertio Millennio

Adveniente el Papa habla de un Jubileo bíblico. Pero no es bíblico reducir el Jubileo

al gesto -aunque sea hermoso- de la gracia que condona las penas del purgatorio. No

es bíblico reducirlo a “peregrinación” como simple cambio de lugar desde la propia

casa a Roma, Belén o a la catedral. Mucho menos es bíblico movilizar masas sin

preparación en oceánicas manifestaciones religiosas, movidos más por la exigencia

de cubrir los costos del viaje que del fruto probable de los peregrinos”. 1

“Una trompeta (jubal) rasgaba el silencio. Anunciaba el Jubileo. Apagado su eco

se entraba en la “gran pacificación”. El jubileo indicaba la dimensión sabática

constitutiva del hombre, hecho a imagen de Dios. El “séptimo día” era el reposo de

Dios; era la experiencia de Dios, reposo del hombre. Siempre despiertos para la paz

se esperaba también el “séptimo año”. El Deuteronomio anuncia además del sábado,

día del Eterno, el año sabático. “Cada siete años perdonarás las deudas”. La

“sabaticidad “se hacía acontecimiento social, comunitario. La paz interior debía

hacerse don, gesto concreto de reconciliación (cf. Dt 15, 7-8). La “sabaticidad”

comporta “corazón y mano”, interioridad y justicia. En efecto, la pobreza que hay en

el mundo es el reflejo de la injusticia de los corazones, que se hacen duros.

En la Biblia existía además el “siete por siete”. Declarar santo el año

quincuagésimo y proclamar la liberación para todos los habitantes de nuestra tierra.

Este año lleva el nombre de Jubileo (cf. Lev 25, 8-11). En el jubileo

veterotestamentario emergen estos elementos: descanso-reposo, cambio de dones

para suprimir necesidades, liberación para todos.

Jesús ha dicho que en El se inaugura el “Jubileo definitivo”. La Escritura

proclamada (Le 4, 16-19) revelaba que el Mesías, el enviado del Padre, era

consagrado y enviado para predicar el Jubileo del Señor, el “año de gracia”. En El,

el jubileo no es una fecha que llega, sino el “hoy” cumplido en el que el hombre

debe entrar. La espera no es proyección sino acogida. El tiempo, en Jesús, ya no es

cronología sino epifanía. Ha sido redimido en su caducidad, en su devenir. En la

precariedad del tiempo y en la inquietud del hombre está el flujo irrumpiente y

continuo del venir de Dios. El Jubileo es el venir de Dios, en Jesús, que rompe la

opacidad de la historia, la pone en crisis y la abre a la verdad. El futuro del mundo

es, por esto, el hoy que es Cristo.

Aceptar el Jubileo es convertirse. Fuera de esto el Jubileo es “desfile”. Como por

desgracia sucede debido a la concupiscencia y a la desviación del hombre también

este suceso, gran suceso, interiorización de un siglo y de un milenio, puede quedar

vacío.

Para algunos es ocasión de “bussiness”. Mueve organizaciones, estructuras,

aparatos que pueden desnaturalizarlo en sus postulados más genuinos. Debemos huir

de la tentación de perder el silencio donde escuchar en lo íntimo la palabra de Dios,

dejarse juzgar por ella, que es la “espada del Espíritu” (Ef 6, 17). El Jubileo debe

hacemos comprender que “lo que nos hace ricos es la bendición del Señor” (Prov

10, 22) y debe ponemos a todos, en una peregrinación del corazón, a ir hacia los

otros para reconciliamos verdaderamente y sentimos todos “perdonados” por el

Señor.

El Jubileo es una propuesta para todos y una reconciliación de todos y entre

todos. Los presbíteros no son solamente pregoneros del mismo, deben ser los

primeros a que se aprovechen de él. ¿Cómo va a ser posible tocar la trompeta sin

sentir su sonido? El sordo que quiere hacer tocar una trompeta puede resultar

desentonado” 2.

2. El “perdón - reconciliación” en la convocatoria del Jubileo

2000

Este aspecto fundamental del Jubileo se recoge en los Documentos de

proclamación y convocación de los años santos. Así el del año 1975, a los 10

años del Vaticano II, Pablo VI señala como tema y objetivo la “renovación y

la reconciliación” (Apostolorum limina, 23- V-1974), y en la Bula de

convocatoria lo titula precisamente la “reconciliación” dentro de la Iglesia

(8-XII-1974, Paterna cum benevolentia).

Juan Pablo II lo recoge y repite al convocar el Año Jubilar de 1985 con

motivo de los 1950 años de la redención y fue el tema del Sínodo de 1984 y

del documento posterior sobre la Reconciliación y la Penitencia.

En la Tertio Millennio Adveniente encontramos estos textos:

“Es preciso subrayar siempre lo que Isaías expresa con las palabras:

“proclamar un año de gracia del Señor”. El jubileo, para la iglesia, es

verdaderamente este “año de gracia”, año de perdón de los pecados y de las

penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de

múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental"

(TMA 14.)

“El gozo de un jubileo es siempre de un modo particular el gozo por la

remisión de las culpas, la alegría de la conversión. Parece por ello oportuno

poner nuevamente en primer plano el tema del Sínodo de obispos de 1984,

es decir, la penitencia y la reconciliación. Este sínodo fue un hecho muy

significativo en la historia de la iglesia posconciliar. Retoma la cuestión

siempre actual de la conversión (metanoia) que es la condición preliminar

para la reconciliación con Dios tanto de las personas como de las

comunidades” (TMA 32).

“Así es justo que mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su

fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos

recordando todas las circunstancias en las que a lo largo de la historia se han

alejado del Espíritu de Cristo y de su evangelio ofreciendo al mundo en vez

del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de

modos de pensar y de actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y

de escándalo. La Iglesia, aun siendo santa por su incorporación a Cristo, no

se cansa de hacer penitencia: ella reconoce siempre como suyos delante de

Dios y de los hombres, a los hijos pecadores (cf.LG 8)... (La Iglesia) no

puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a

purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y

lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y valentía

que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para

afrontar las tentaciones y dificultades de hoy” (TMA 33).

“Cada año jubilar es una especie de invitación a una fiesta nupcial... Que

el aniversario bimilenario del misterio central de la fe cristiana sea vivido

como camino de reconciliación y como señal de genuino esperanza para

todos los que elevan sus ojos a Cristo y a su Iglesia “sacramento de la íntima

unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” 3

“El sacramento de la penitencia ofrece al pecador “una nueva posibilidad

de convertirse y reencontrar la gracia de la justificación” obtenida por el

sacrificio de Cristo. Queda así inserto nuevamente en la vida de Dios y con

plena participación en la vida de la iglesia. Confesando sus pecados el

creyente recibe verdaderamente el perdón y puede participar de nuevo en la

Eucaristía como señal de la comunión recuperada con el Padre y con su

Iglesia. La Iglesia, sin embargo, siempre, desde la antigüedad, ha estado

profundamente convencida de que el perdón concedido gratuitamente por

Dios implica como consecuencia un verdadero cambio de vida, una

eliminación progresiva del mal interior, una renovación de la propia

existencia. El acto sacramental debía ir acompañado por un acto existencial,

con una purificación auténtica de la culpa, que se llama precisamente

penitencia. Perdón no significa que este proceso existencial se vuelva

superfluo sino que adquiere un sentido, que es acepto y agradable a Dios... “

4.

3. La confesión del pecado como “purificación de la memoria”

Entre las señales que forman parte de la tradición jubilar el Papa señala

como especialmente relevantes en este próximo año “la purificación de la

memoria”. Esto exige de todos un acto de valentía y de humildad para

reconocer las faltas cometidas por cuantos tuvieron y tienen el nombre de

cristianos.

“El Año santo es por su naturaleza un tiempo de llamada a la conversión

(cf. Me 1, 15). Este imperativo de Cristo procede de la toma de conciencia

de que “el tiempo se ha cumplido”. El completarse del tiempo de Dios se

traduce en llamada a la conversión. Sin embargo esta es primariamente fruto

de la gracia. El Espíritu es el que empuja a cada uno a “caer en sí” y a sentir

la necesidad de volver a la casa del Padre” (cf. Le 15, 17-20). El examen de

conciencia constituye por lo mismo uno de los momentos más genuinos de la

existencia personal. Por él, en efecto, cada persona es confrontada con la

propia verdad; y descubre así la distancia que separa sus acciones del ideal

que se había propuesto. Hay que reconocer que la historia registra también

numerosos episodios que constituyen un contratestimonio para el

cristianismo. También nosotros, hijos de la iglesia, pecamos, habiendo

impedido a la esposa de Cristo el resplandecer con toda su belleza de su

rostro. Nuestro pecado ha entorpecido la acción del Espíritu en el corazón de

muchas personas. Nuestra poca fe hace caer en la indiferencia y apartó a

muchos de un auténtico encuentro con Cristo.

“Como sucesor de Pedro pido que la iglesia en este año de misericordia,

fortalecida por la santidad que recibe de su Señor, se arrodille delante de

Dios e implore el perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos.

Todos pecaron y ninguno puede declararse justo delante de Dios (cf. 1 Re

8,46). Repítase sin temor: hemos pecado (Jer 3, 25), pero manteniendo viva

la certeza de que “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom 5,

20). En este año jubilar ninguno quiera excluirse del abrazo del Padre.

Ninguno se porte como el hermano más viejo de la parábola evangélica que

se niega a entrar en casa para la fiesta (cf. Le 15, 25-30). La alegría del

perdón sea más fuerte y mayor que cualquier resentimiento. El Padre

misericordioso no toma en cuenta nuestros pecados de los que estamos

verdaderamente arrepentidos (cf. Is 38, 17). El realiza aquí algo nuevo pues

en el amor que perdona anticipa los nuevos cielos y la nueva tierra. ” (IM11)

Pistas para el trabajo personal

o ¿Cuál es mi actitud ante la celebración del Jubileo? ¿Qué contenidos

le doy y cuáles me preocupan como presbítero?

o ¿En qué medida y en qué aspectos entra en mi consideración del Año

Jubilar la confesión del pecado, la conversión personal, el perdón y el

perdonar, la reconciliación?

o Desde la convicción de que la Iglesia es también “comunión de

pecadores” ¿cuáles son los pecados de los cristianos de este milenio y

de este siglo que considero más míos, que yo también hubiera

cometido de haber estado en aquellas circunstancias?. ¿Cuáles me

parece que han dañado más el Cuerpo de Cristo y dificultado más el

establecimiento del Reino de Dios en el mundo?

o ¿Cuál es habitualmente mi preocupación por “confrontarme con la

propia verdad de mí mismo”(“caer en mí”- examen de conciencia) y

cuándo y cómo la practico?

o ¿Cuáles son “las distancias de mí mismo” más frecuentes y graves

que se dan en mí y que más pueden haber influido en “entorpecer la

acción del Espíritu” en los otros?

II

LA EUCARISTIA, MEMORIAL DE

NUESTRA RECONCILIACIÓN

La relación entre Eucaristía y perdón o reconciliación apenas ha obtenido

otra consideración que la genérica cuando se habla de que “todos los

sacramentos renuevan el misterio de la pascua de Cristo”, o la particular y

moralizante de la necesidad de la confesión para la participación en la

comunión sacramental. 5

1. Algunas afirmaciones genéricas.

“Puesto que (los sacramentos) conmemoran y renuevan el misterio de la

pascua de Cristo, todos los sacramentos son fuente de vida para la iglesia y,

en sus manos, son instrumentos de conversión a Dios y de reconciliación de

los hombres” 6

“La definición que S. Agustín da de la Eucaristía como sacramen- tum

pietatis, signum unitatis, vinculum caritatis, pone claramente de relieve los

efectos de santificación personal (pietas) y de reconciliación comunitaria

(unitas et caritas) que derivan de la esencia misma del misterio eucarístico,

como renovación incruenta del sacrificio de la cruz, fuente de salvación y

reconciliación para todos los hombres” 7.

“La comunión de la vida divina y la unidad del pueblo de Dios, por las

que subsiste la Iglesia, los significa debidamente la Eucaristía y los realiza

maravillosamente (LG 11). En ella tenemos el culmen de la acción por la que

Dios santifica al mundo en Cristo... y su celebración contribuye en sumo

grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el

misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. 8

“Propóngase la Eucaristía a los fieles también como remedio que nos

libra de las culpas de cada día y nos preserva de los pecados mortales e

indíqueseles el modo conveniente de aprovecharse de las partes penitenciales

de la liturgia de la misa”. 9

“Puesto que nuestra reconciliación deriva del sacrificio de Cristo

voluntariamente muerto por nosotros, sea colocada la cruz como “mástil en

la iglesia para guiarla en su navegación por el mundo”, la inspiradora de

nuestras recíprocas relaciones para que todas sean verdaderamente

cristianas”. 10

2. Formulaciones litúrgicas explícitas.

Desde la convicción teológica de la “lex orandi” como “lex credendi” un

recorrido por las formulaciones litúrgicas es iluminadora sobre la Eucaristía

como memorial del perdón de los pecados y sobre su estímulo y acción

reconciliadora.

a) Las fórmulas del “rito penitencial”

“Reconozcamos nuestros pecados...; que somos pecadores...; que estamos

necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado...” (Formulario

Io).

“Al comenzar esta celebración pidamos a Dios que nos conceda la

conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se

acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos”.

“Reconozcámonos pecadores y perdonémonos los unos a los otros desde

lo más íntimo de nuestro corazón”; acerquémonos al Dios justo y pidámosle

que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores”

(Formulario 2o).

“Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre.

Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento para acercamos a la mesa

del Señor...;

“Reconozcámonos pecadores y perdonémonos los unos a los otros desde

lo más íntimo de nuestro corazón”. (Formulario 3o).

En las invocaciones para la tercera fórmula, además de la respuesta “ten

piedad”, encontramos las siguientes “confesiones de fe” o títulos referidos a

Cristo:

“Tú que no has venido a condenar sino a perdonar...; Tú que has dicho

que hay gran fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente...; Tú que

perdonas mucho a quien mucho ama...” (Tiempo ordinario III).

“Tú que has venido a buscar al que estaba perdido...; Tú que has querido

dar la vida en rescate por todos...(Ibíd. IV).

“Tú que ofreciste el perdón a Pedro arrepentido...; Tú que perdonas a

todo hombre que confía en tu misericordia..(Ibíd V). Tú...esperanza de los

pecadores...” (Ibíd. VI).

“Luz del mundo que vienes a iluminar a los que viven en las tinieblas del

pecado” (Tiempo de Adviento, III).

“Tú que borras nuestras culpas...” (Tiempo de cuaresma, II).

“Tu que cargado con nuestros pecados subiste al leño para que nosotros,

muertos al pecado, vivamos en la justicia” (Ibíd. III).

“Tú que has destruido el pecado y la muerte con tu resurrección"

(Cincuentena pascual I); “Tú, el vencedor del pecado y de la muerte (Ibíd,

II).

En el rito de la bendición del agua para la Aspersión:

“Bendice esta agua que vamos a usar con fe para implorar el perdón de

nuestros pecados”. “Pidamos al Señor que el agua que vamos a bendecir y

derramar sobre nosotros reavive nuestro bautismo y el perdón que aquel día

se nos otorgó” (Ibíd. Tiempo pascual).

b) Las “Proclamaciones cristológicas del gloria”

Repetimos varias veces títulos e invocaciones sobre el perdón: Cordero

de Dios, Tú que quitas el pecado del mundo,., ten piedad de nosotros,

atiende nuestra súplica...

c) La liturgia de la Palabra

“Purifica mi corazón y mis labios... para que anuncie dignamente tu

Evangelio” (Súplica antes de la proclamación del evangelio). ”Las palabras

del evangelio borren nuestros pecados” (Súplica después de la lectura del

evangelio).

d) Las ofrendas

“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”

(Súplica después del ofertorio); “Lava del todo mi delito y limpia mi

pecado” ( Súplica al lavar las manos).

e) Las plegarias ecucarísticas

En los Prefacios:

“Donde había crecido el pecado se ha desbordado tu misericordia en

Cristo nuestro señor” (Pref. IV Adviento).

“El Eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal

para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que estaba caído y

restaurar de este modo el universo, para llamar de nuevo al reino de los

cielos al hombre sumergido en el pecado” (Pref. II Navidad).

“El es el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo” (Pref.

pascual I).

“En él fue demolida nuestra antigua miseria, reconstruido cuanto estaba

derrumbado y renovada en plenitud la salvación” (Pref. pascual IV).

“Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte”

(Pref. Ascensión I).

“Por su misterio pascual realizó la obra maravillosa de llamamos del

pecado y de la muerte...” (Pref. dominical I).

“Con su muerte destruyó nuestro pecado”( Dom. IV).

“Has querido reunir de nuevo por la sangre de tu Hijo y la fuerza del

Espíritu a los hijos dispersos por el pecado... (Dom. VIII).

“Por su sangre derramada en la cruz puso en paz todas las cosas” (Pref.

común I).

“Por amor creaste al hombre, y aunque condenado justamente, con tu

misericordia lo redimiste” (Pref. común II).

“Tú,...has enviado a tu Hijo... para redimimos del pecado y de la muerte;

y has derramado el Espíritu para hacer de todas las naciones un solo pueblo

nuevo”( Pref. común VII).

“Tú eres el Dios vivo y verdadero., y le das (al hombre) tu Espíritu para

que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo” (Pref.

común IX)

“Su sangre derramada por nosotros es bebida que nos puri- fica”(Pref. I

Eucaristía); “Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles para que

una misma fe y un mismo amor congregue a todos los hombres que habitan

un mismo mundo” (Pref. de la Eucaristía, II).

“Al hombre náufrago a causa del pecado con el sacramento de la

reconciliación le abres el puerto de la misericordia y la paz en Cristo muerto

y resucitado” (Pref. de la penitencia).

“Habiendo muerto por el pecado, hemos sido redimidos por la victoria de

tu Hijo” (Pref. difuntos V).

En las Anáforas:

En todas ellas, la fórmula de consagración del vino, que recoge la

expresión bíblica de la “sangre derramada ...para el perdón de los pecados”.

“Por ellos, y por todos los suyos, por el perdón de sus pecados... te

ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio vivo y santo (Anáfora I,

conmemoración de los vivos).

“Te pedimos que esta víctima de reconciliación traiga la paz y la

salvación al mundo entero” (Anáfora III).

“Celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación” (Anáfora V/a,

V/b, V/c, V/d).

“Que la Iglesia sea en medio de nuestro mundo dividido por las guerras y

las discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz” (V/d).

Anáforas sobre la Reconciliación:

A partir del Sínodo del 84, sobre la reconciliación y la penitencia, se

hace más profunda la conciencia de la Iglesia sobre la unión entre Eucaristía

y la reconciliación, conciencia que se hace expresa en las dos nuevas

Anáforas sobre la Reconciliación, con sus respectivos prefacios:

Prefacio y Anáfora I: “Tú...ofreces siempre tu perdón...tú en vez de

abandonamos has sellado de nuevo con la familia humana por medio de

Jesucristo tu Hijo un pacto tan sólido que ya nada lo podrá romper. Y ahora

mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y reconciliación...”.

“Después de haber cenado, sabiendo que iba a reconciliar todas las cosas

en sí mismo por su sangre derramada en la cruz...”.

“Así, pues, al hacer el memorial de Jesucristo, nuestra Pascua y nuestra

paz definitiva... Mira con amor... a quienes llamas a unirse a ti, y concédeles

que ...formen un solo cuerpo, en el que no haya ninguna división”.

Prefacio y Anáfora II: “En una humanidad dividida por las enemistades y

las discordias tú diriges las voluntades para que se dispongan a la

reconciliación. Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos

vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen

la unión. Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca

el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la

venganza...”.

“Dios, Padre nuestro, nos habíamos apartado de Ti y nos has

reconciliado por tu Hijo... Por eso, celebrando este misterio de

reconciliación, te rogamos... Te ofrecemos lo mismo que tú nos entregaste:

el sacrificio de la reconciliación perfecta... Concédenos tu Espíritu para que

desaparezca todo obstáculo en el camino de la concordia y la Iglesia

resplandezca en medio de los hombres como signo de la unidad e

instrumento de tu paz...”.

f) Rito de la comunón

“Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de

reconciliación y vínculo de unión fraterna... (Fórmula de introducción al

Padre nuestro).

“Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que

nos ofenden” (Peticiones del Padrenuestro).

“Daos fraternalmente la paz”; “daos la paz como signo de

reconciliación” (Fórmula introductoria al saludo de paz).

“Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo...” (Triple

invocación).

3. Para mejor comprender el sentido y contenidos de la relación

entre Eucaristía y perdón-reconciliación

“La acción litúrgica evoca e invoca a la vez; es signo y memorial tanto

para Dios como para el hombre. A Dios se le recuerdan sus promesas de

salvación por medio de la vida y de la muerte de Jesús. El hombre, a su vez,

es invitado a recordar la salvación pasada reactualizada. Pues a la alianza

entre Dios y su pueblo como donación y pertenencia recíproca corresponden

también el mutuo recuerdo. Dios dirá a su pueblo: recuerda que yo te he

rescatado, te salvo y te libero. Y el pueblo responderá a su Dios: recuerda tú

que nos has liberado y rescatado: sálvanos.

Un memorial para Dios. Esta expresión es, naturalmente,

antropomórfica. ... El no necesita de nuestros dones, de la presentación de

nuestros sacrificios o de nuestra ofrenda para acordarse de nosotros y

otorgamos su gracia. En realidad, “la memoria viva del Padre es la persona

misma de Jesús cuya presencia y cuya acción es el misterio mismo de la

salvación interiorizado en la vida de Dios”(Durrwell). De aquí que el

memorial pueda entenderse como una presentación ante los ojos de Dios de

la vida sacrificial de Jesús pero no como una presión ejercida sobre la

divinidad para recabar u obtener de ella unos dones. Con lo que se demuestra

que las diversas dimensiones de la eucaristía: la impetratoria o de petición, la

eucarística o de alabanza y de acción de gracias y la propiciatoria (ordenada

a la obtención del perdón) no constituyen más que diversas formas de

expresar una única realidad: el memorial, que las engloba a todas. Dios se

“acuerda” de nosotros por Cristo y en El, pues la memoria o el recuerdo de

Dios no es un acto puntual aislado o esporádico, sino que es la persona

misma del Hijo Jesucristo en donde se plasma la alianza (y por ello la

“memoria”) nueva y eterna de Dios para con nosotros, recuerdo permanente

indeleble que es el mismo Jesús.

Un memorial para los hombres. Por tanto el memorial para Dios lo es en

cuanto es a la vez memorial para nosotros. Dado que la salvación coincide

con la realidad misma del Cristo como “recordatorio” vivo de la humanidad

interiorizado en el seno del Padre, esta interiorización nuestra en Dios - por

Cristo, con él y en él- es indisociable de la interiorización paralela -

"memorial”- en nuestra propia vida de aquel diálogo y oblación constante, de

aquella acción de gracias y comunión existentes entre el Hijo y el Padre:

misterio de alianza que debe tomar carne en nosotros.

Así el memorial es expresión del sacrificio del Cristo total: del sacrificio

de la Cabeza al que se incorpora, por la celebración, el de su cuerpo eclesial.

Es también la forma humana, consciente, por la que -en la fe, la esperanza y

el amor- la Iglesia, esposa, pone en manos de Cristo, esposo, su propia vida

como oblación. De este modo, en la acción memorial de la Iglesia, se funden

en una la oblación del resucitado como sumo sacerdote y la de la

comunidad” 11.

Pistas para el trabajo personal

o ¿Cuáles son las fórmulas que expresan perdón y/o reconciliación que

más me satisfacen? ¿Cuáles uso con más frecuencia en las

celebraciones que presido? ¿Cuáles podrían enriquecer más y facilitar

la conciencia y participación activa y fructuosa de los fíeles en dichas

celebraciones?

o A la luz de esas diferentes fórmulas, ¿cuál es el sentido y los

contenidos fundamentales del perdón y de la reconciliación? ¿Cuáles

las exigencias?

o Hacer un recorrido por otros elementos de la celebración litúrgica -

oraciones, preces, algunas lecturas- y recoger y explicitar el sentido y

contenido del perdón y la reconciliación que en ellos se manifiesta.

III

CONTENIDOS Y PROCESOS DEL

PERDON Y DE LA RECONCILIACION

1. Un acercamiento bíblico

En el lenguaje teológico y pastoral actual, perdón y reconciliación

prácticamente se confunden y se identifican. Se habla de sacramento del

perdón y de la reconciliación, de “celebración del perdón y de la

reconciliación”. Por otra parte, cuando se habla de reconciliación

habitualmente se refiere a las celebraciones rituales, individuales o

comunitarias.

En la perspectiva bíblica, en cambio, perdón y reconciliación expresan

realidades diferentes y aluden también a procesos distintos. Y en ambos

casos se trata de realidades existenciales más que de gestos rituales 12.

Para una mejor comprensión pueden advertirse los siguientes elementos:

13

o El vocabulario del “perdón-perdonar” es muy abundante

especialmente en los evangelios, sobre todo en los sinópticos. El de

“reconciliar” es poco frecuente y exclusivo de S. Pablo (con la única

excepción del texto de Mateo). Por lo mismo, la categoría

“reconciliación” es anterior, al menos en los textos escritos, a la del

perdón.

o Ambos lenguajes expresan el aspecto esencial y central del mensaje

de Cristo y de su acción durante su vida y especialmente en su

muerte - resurrección.

o En ambos lenguajes se trata de la relación interpersonal: de Dios con

los hombres y de los hombres entre sí. En el perdón, de suprimir el

obstáculo que la destruye, el pecado, la ofensa, la transgresión, la

culpa, el muro. La reconciliación, en cambio, se centra en la

reanudación de la relación, en la readmisión del pecador en una

nueva relación.

o Tanto el perdón como la reconciliación acontecen por iniciativa de

Dios, por su acción previa, incondicional. Como consecuencia de ella

y como expresión de la situación creada por el perdón y la

reconciliación de Dios, el creyente se hace capaz en el Espíritu de

quitar también el obstáculo que impide la relación con los demás,

ofreciendo su propio perdón a los otros, incluso a los enemigos, y

aun de reanudar una relación con ellos.

o El lenguaje de la reconciliación, tomado del ámbito sociopolítico y

de las relaciones interpersonales (la “reconciliación” indicaba

fundamentalmente el acto de readmitir a una esposa infiel en la

relación matrimonial, cf. 1 Cor 7, 11) sugiere un medio, un camino y

aun un proceso que corrige y supera las perspectivas cultuales-

rituales (sacrificio, expiación, propiciación) y aun las jurídicas

(redención - rescate - liberación - justificación), centrándolo en

perspectivas antropológicas. El pecado, la ofensa, se suprime y

supera no actuando sobre el pecador, o sobre el objeto del pecado,

sino desde el “ofendido”, por la transformación que en él se realiza o

que él deja que se realice desde dentro (conversión - penitencia), por

su “buen querer”, por su amor. La reconciliación es siempre “gracia”.

La relación se reanuda por la “buena voluntad”, la benevolencia, de

aquel que readmite, que decide dejarse transformar y abrir de nuevo

el corazón al ofensor.

o Desde aquí se comprende que la nueva situación creada por la

reconciliación sea definida como “paz”. Perdón, reconciliación, paz

serían las etapas de todo el proceso, que se hace y manifiesta y

desemboca en comunión, en koinonía (la misma sucesión que en la

celebración eucarística).

o La reconciliación puede entenderse y ha de ampliarse a horizontes no

sólo interpersonales sino también sociales de judíos y griegos, de

hombre y mujer, de esclavo y libre ( cf.. Ef

o 14-18) y aun cósmicos -“con este carácter integral de la comprensión

de la paz y de la reconciliación el autor de Efesios interpretó

genialmente la tradición paulina”. 14 En el trasfondo de este

enunciado se halla “el sentimiento, difundido por todo el mundo

helenístico, de vivir en un mundo que se resquebraja, en el que la

lucha de todos contra todos caracteriza a la naturaleza entera” 15.

o El ámbito de experiencia y de realización y transmisión del perdón y

de la reconciliación es la comunidad cristiana, la iglesia. Toda ella es

significante, receptora y transmisora de la acción reconciliadora de

Cristo. Este “ministerio de reconciliación” no es primariamente un

servicio cultual (el “sacramento”) sino una acción en la cotidianeidad

de la vida, con manifestaciones y concreciones en la predicación y,

posteriormente, también en la celebración del “memorial de la

reconciliación”, en el signo sacramental del perdón.

2. Un acercamiento antropológico: dinámica y etapas del perdón

y de la reconciliación

La realidad teológico - espiritual del perdón y de la reconciliación se ha

visto enriquecida en los últimos tiempos por una amplia y profunda reflexión

interdisciplinar que incorpora datos y experiencias desde la sociología y la

política, desde la convicción fruto de la experiencia traumática, sobre todo

del último siglo, de que los conflictos y luchas entre clases sociales y

naciones no tienen salida si no es por el perdón y el diálogo reconciliador;

desde la psicología y la antropología, desde las que se descubre la carga de

sombra y pecado que configura la existencia del hombre y la experiencia

terapéutica de que sin perdón a sí mismo no hay vida humana sana y de que

reconciliarse consigo mismo, con la propia sombra, es camino de sanación-

salvación personal y condición de convivencia; desde el anhelo de justicia y

de paz y de convivencia global que los hombres experimentan hoy en todas

partes y en su ser más hondo.

Los materiales aquí recogidos pueden ayudar a reflexionar sobre el cómo

perdonar. Porque se nos acusa a los pastores, sin duda no sin razón, de que

indicamos lo que hay que hacer, pero pocas veces ayudamos a cómo hacer.

Y así nos seguimos moviendo en el “moralismo”. Conocer los mecanismos

del perdón y ejercitamos en ellos será sin duda una hermosa preparación para

el ejercicio del “ministerio del perdón y de la reconciliación” 16.

a) Las falsas concepciones del perdón

Perdonar es olvidar. “Cuántas veces hemos oído frases como éstas: “no

puedo perdonarle, porque no puedo olvidar” o también: “olvídalo

todo”...Esta manera de hablar y de actuar es un callejón sin salida por una

sencilla razón: aunque fuera posible olvidar el suceso desgraciado, ello nos

impediría perdonar porque no sabríamos qué perdonábamos... El proceso del

perdón exige una buena memoria y una consciencia lúcida de la ofensa; si no

es posible la cirugía del corazón que el perdón requiere.

Es un error pensar que la prueba del perdón es el olvido; todo lo

contrario: el perdón ayuda a la memoria a sanar; con él el recuerdo de la

herida pierde virulencia... Las personas que afirman: “perdono, pero no

olvido” demuestran una buena salud mental; han comprendido que el perdón

no exige amnesia” (p. 29).

Perdonar sería negar la ofensa: “Cuando se recibe un golpe duro, una de

las reacciones más frecuentes es acorazarse contra el sufrimiento y contra la

emergencia de emociones. Esta reacción defensiva a menudo adquiere forma

de una negación de la ofensa. Si persiste el reflejo de defensa, la reacción

puede llegar a ser patológica... la alquimia del perdón no podrá producir

efecto mientras esa persona se niegue a reconocer la ofensa con su secuela

de sufrimiento. Pues bien, para mi sorpresa he encontrado “maestros

espirituales” que no consideran la negación como un obstáculo fundamental

para el perdón, sino que, por el contrario, buscan en ella la única vía hacia el

mismo... ¿No se trata de un enfoque del perdón demasiado espiritualizante,

que no tiene en cuenta el papel de la emotividad? (p. 30).

Perdonar es un simple acto de la voluntad; para perdonar basta quererlo:

“El error (en la pedagogía, cuando se aconseja o exige “pedir perdón”

después de cualquier falta o error) consiste en hacer del perdón un simple

acto de voluntad en lugar del resultado de aprendizaje. Y el proceso es más o

menos largo en función de la herida, las reacciones del ofensor y los recursos

del ofendido. Por supuesto, la voluntad ha de representar un papel

importante, pero no realiza el trabajo del perdón por sí sola. Para el perdón

se movilizan todas las facultades: la sensibilidad, el corazón, la inteligencia,

el juicio, la imaginación, la fe...” (p. 32).

Perdonar es una obligación: “el perdón o es libre o no existe”. Pero hay

algunos predicadores que sienten la gran tentación de obligar a la gente a

perdonar libremente...Reducir el perdón, como cualquier otra práctica

espiritual, a una obligación moral es contraproducente, porque, al hacerlo, el

perdón pierde su carácter gratuito, espontaneo. Sin embargo es lo que

atestigua una determinada práctica cristiana. Una prueba de las más

flagrantes es que los cristianos y cristianas recitan cada día el Padrenuestro,

pero no siempre son conscientes de que dar una falsa interpretación al

“perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos

ofenden” asimila el perdón a un acto de justicia exigida. Creen que deben

necesariamente hacer un gesto de perdón antes de ser perdonados por Dios,

olvidando que el perdón de Dios no está condicionado por los pobres

perdones humanos. ¡Qué imagen tan mediocre tienen de Dios! La de ser un

calculador y un mercachifle sometido a la ley del toma y daca” (p. 33).

Perdonar supone sentirse igual que antes de la ofensa: “Con frecuencia

confundimos perdón y reconciliación, como si el acto de perdonar

consistiese en restablecer unas relaciones idénticas a las que teníamos antes

de la ofensa. En las relaciones íntimas de parentesco, de vida común y de

trabajo, la reconciliación debería ser la consecuencia normal del perdón.

Pero el perdón en sí mismo no es sinónimo de reconciliación, porque puede

tener su razón de ser sin que ésta exista. Por ejemplo, podemos perdonar a

una persona ausente o muerta o incluso desconocida. Es evidente que en

estos casos la reconciliación es imposible...” (p. 34).

Perdonar consiste en renunciar a exigir los propios derechos: “Para

algunas personas perdonar significaría renunciar a sus derechos y a que se

haga justicia y por tanto sería incitar a los ofensores y a los tiranos a

perpetuar sus injusticias. ¿No decía Bemard Shaw del perdón que era “el

refugio de los truhanes?” En ocasiones los cristianos se hacen candidatos al

mismo reproche al asimilar el perdón a una forma de dimisión ante las

exigencias de la justicia, sobre todo cuando tienen tendencia a presentar con

demasiada facilidad “la otra mejilla”... El perdón que no combate la

injusticia lejos de ser un signo de fuerza y de valor lo es de debilidad y de

falsa tolerancia, lo que incita a la perpetuación del crimen” (p. 35-36).

Perdonar consiste en disculpar: “Perdonar no equivale a disculpar al otro,

a descargarle de cualquier responsabilidad moral. No faltan los pretextos

para justificar esta postura: la influencia de la herencia, de la educación, de

la cultura ambiente...”(p. 36).

Perdonar es una demostración de superioridad moral: “algunos

perdones humillan más que liberan... El perdón puede transformarse en un

gesto sutil de superioridad moral, de “suprema arrogancia”... La tentación de

perdonar para deslumbrar a la galería es grande... El verdadero perdón de

corazón tiene lugar en la humildad y abre el camino a una verdadera

reconciliación. El falso perdón, por el contrario, sólo sirve para mantener una

relación dominante - dominado” (este tipo de perdón ) “lo practican tres

tipos de “perdonadores profesionales”: el compulsivo, que aporrea con su

perdón por el menor pecadillo; el husmeador de culpabilidad, que agrava la

situación por el placer de mostrarse clemente y agobiar con su perdón; la

“perpetua víctima”...” (p. 37-38).

Perdonar es traspasarle la responsabilidad a Dios: “el perdón depende a

la vez de la acción humana y de la acción divina. Dios, en el ámbito del

perdón -como en cualquier otro ámbito- no hace por nosotros lo que

corresponde a la iniciativa humana” (p. 38-39).

b) La aventura humana y espiritual del perdón: componentes

del perdón y proceso del perdonar

El perdón comienza por la decisión de no vengarse, de “no tomar la

revancha’’: “La venganza en cierto modo es una justicia instintiva que

proviene de los dioses primitivos del inconsciente y que tiende a restablecer

una igualdad basada en el sufrimiento infligido de modo mutuo... El instinto

de venganza ciega al que sucumbe a él... Intentar pagar al ofensor con la

misma moneda hace entrar a la víctima y al verdugo en una dialéctica

repetitiva... la obsesión de revancha encierra en la espiral de la violencia.

Sólo el perdón puede romper el ciclo infernal de la venganza y crear nuevas

formas de relaciones humanas”(p. 22).

“Moisés resumía toda la ley en el precepto del talión... Es la regla de la

proporcionalidad entre la ofensa y su reparación o retribución. Esta regla

viene a limitar la agresividad natural. Pero Jesús va más lejos: exige la

supresión de toda venganza. De este modo lo que hace es cambiar el sentido

de la ley. La ley determinaba los límites de la venganza y de este modo la

consagraba. Jesús pone unos límites tales que la venganza desaparece.

Cambia la organización social. En lo sucesivo, la nueva sociedad estará

fundada en el principio del perdón. La ley de Jesús es el perdón. Pues bien,

por medio del perdón, el sujeto humano se vuelve completamente libre: se

independiza de la necesidad de venganza. Queda libre de toda vinculación

interior. Es libre ante el que le ha ofendido. El que ofende permanece

prisionero de la ofensa que le impone un papel: el papel de ofensor, de

transgresor. El que perdona no está obligado a nada. Conquista la libertad”

(J. Comblin, Cristianos rumbo al siglo XXI. Nuevo camino de liberación.

San Pablo Madrid 1996, p. 71).

El perdón requiere introspección para reconocer la herida sufrida y la

propia pobreza: “Como una patada a un hormiguero la ofensa provoca

confusión y pánico. La apacible armonía de la persona herida se ve

trastornada; su tranquilidad perturbada; su integridad interior, amenazada...

Ante esta confusión la persona se siente impotente y humillada... Entonces

se siente una gran tentación de negarse a tomar conciencia de la propia

pobreza interior y aceptarla...El perdón pasa necesariamente por la toma de

conciencia de uno mismo y por el descubrimiento de la propia pobreza

interior, que implica vergüenza, sentimiento de rechazo, agresividad,

venganza, deseo de acabar de una vez...El perdón al otro ha de pasar necesa-

riamente por el perdón a uno mismo” (Monbourquette, p 43-44).

Compartir la herida con alguien, si es posible con el mismo ofensor:

“Entre la reacción defensiva de la persona que se aísla y la de la víctima que

se hace el mártir hay una opción más sana y con más posibilidades de

curación: compartir el sufrimiento con alguien que sabe escuchar, sin

moralizar, sin agobiar con sus consejos y sin intentar siquiera aliviar el

dolor, por preocupante que sea. El éxito de la fase emocional del perdón

dependerá en gran medida de tu apertura sincera a un interlocutor atento” (p.

87). “La falta confesada está medio perdonada” (p. 89). “Hablar con tu

ofensor después de haber preparado tu intervención del modo siguiente:

decidir comunicarle lo que sientes, con la ayuda de mensajes en primera

persona, escuchar su versión y llegar hasta el fondo de la cuestión” (P- 92).

Aceptar la cólera y el deseo de venganza: “Es frecuente que la palabra

“cólera” evoque escenas de extrema violencia. En consecuencia se tiene gran

miedo a experimentar esta emoción. A algunos maestros espirituales les

resulta extremadamente difícil ver en la cólera y en el deseo de venganza

realidades psicológicas en sí mismas sanas. En virtud de una concepción del

amor mutilada consideran que hay que reprimir cualquier impulso

agresivo...La cólera no es el odio ni el resentimiento, que pretende hacer

daño al otro o destruirlo, es el estado de irritabilidad interior provocado por

una contrariedad, un insulto o una injusticia... Frecuentemente aparecen

predicadores, maestros espirituales o defensores de la New Age que

contraponen el perdón y la cólera. Según ellos, para lograr perdonar es

preciso reprimir cualquier impulso colérico...fomentan la represión de

cualquier sentimiento considerado “negativo” (p. 100- 101).

El perdón a la búsqueda de una nueva visión de las relaciones humanas:

“El perdón no es el olvido del pasado sino la posibilidad de futuro distinto

del impuesto por el pasado o por la memoria (C. Duquoc). Liberado de sus

dolorosos vínculos con el pasado el perdonador puede permitirse vivir

plenamente el presente y prever nuevas relaciones con su ofensor en el

futuro. En ese momento habrá aprendido a dejar de mirar con los “malos

ojos” del resentimiento y comenzará a ver con ojos nuevos. En psicoterapia

esto se llama “reenfoque”... ver el suceso infortunado en un marco más

amplio. Hasta ese momento se estaba aferrado a la herida, incapaz de ver

otra cosa, con el corazón lleno de resentimiento. Y ahora se levanta la cabeza

para juzgarlo desde una perspectiva más justa y más amplia... (p. 44-45).

El perdón apuesta por el valor del ofensor: “Para lograr perdonar es

indispensable seguir creyendo en la dignidad de aquel o aquella que nos ha

herido, oprimido o traicionado... Detrás del monstruo descubriremos un ser

frágil y débil como nosotros mismos, un ser capaz de cambiar y

evolucionar... Perdonar es un gesto de confianza hacia un ser humano.

“Perdonar es un acto de amor hacia el pecador a quien queremos liberar de

su infortunio personal y al que no queremos cerrar definitivamente el futuro”

(J. Sobrino)” (p. 45-46).

Encontrarle un sentido a la ofensa: “Te pido que descubras los posibles

efectos positivos que la ofensa haya producido en tu vida. ¿Cómo vas a

beneficiarte de ese fracaso? Los efectos nocivos del fracaso sólo perduran

para los que deciden quedarse en el camino y compadecerse de sí mismos.

En lugar de ceder a esa tentación hay que recordar que no hay error o fracaso

que no lleve aparejados elementos de crecimiento... (Para ello hay que)

preguntarse: qué has aprendido de esa experiencia? ¿cómo te ha hecho crecer

esa prueba? ¿hasta qué punto tu vida ha tomado un nuevo rumbo?

(p.133.134.136).

El perdón, reflejo de la misericordia divina: “Hay que evitar dos errores:

reducirlo a un comportamiento pura y simplemente humano, motivado por el

miedo o la piedad...; considerar el perdón una prerrogativa exclusiva de

Dios, con lo que se deja poco espacio para la iniciativa humana... El perdón

se sitúa en el punto de conjunción de lo humano y lo espiritual... El arco iris

entre Dios y los hombres es el perdón. “Perdonar”, como indica su

etimología, significa “dar en plenitud” (per-donar). El perdón implica esta

idea de plenitud porque expresa una forma de amor llevada hasta el extremo,

amar a pesar de la ofensa sufrida. Lo que para realizarse requiere fuerzas

espirituales que superan las fuerzas humanas” (p. 47-48).

c) El proceso de la reconciliación

“La reconciliación es un proceso de desbloqueo de una relación dañada y

dolorosa, es una verdadera liberación mutua. El ofensor ha de ser liberado de

su culpa y de sus dañinas consecuencias; el ofendido ha de ser liberado al

menos del daño personal de sentirse enemigo del ofensor, ofendido o

humillado por él...Este proceso puede ser difícil: el ofensor teme reconocer

su culpa, bien porque en lo hondo siente que esto le deshonra, bien porque

teme la reacción del ofendido. Este, a su vez, teme admitir el perdón: su

orgullo le encastilla en su posición de ofendido, en la que se siente superior

al otro; o teme tal vez aparecer débil y vulnerable de nuevo ante el ofensor o

ante la opinión general. ...

Hay que tener claro que, en rigor, no es posible simplemente recuperar la

relación originaria. No es posible hacer que la culpa o el mal no hayan

existido. Pero sí es posible asumir estos conscientemente y pasar a una

situación de mejor relación mutua en la que el ofensor vive del gozo y el

agradecimiento de haber sido perdonado y el ofendido vive del gozo de

haberse liberado del odio y rencor contra el ofensor. Al final la

reconciliación es posible siempre sólo en el amor. Ofensor y ofendido al

perdonarse se afirman en el amor y confianza del uno para con el otro. La

reconciliación será prácticamente imposible mientras el amor no venga a

secar las fuentes de la desconfianza mutua. Por eso en el cristianismo la

reconciliación está tan íntimamente ligada al mandamiento primero del

amor.

La reconciliación incluye siempre la confesión de la culpa. No basta con

reparar los daños hechos si no hay confesión, porque lo peor de una relación

negativa no son los daños externos que haya producido sino el extrañamiento

personal, las desconfianzas, odios y rencores que ha producido. Estos daños

sólo se reparan con un acto personal explícito de confesión y con un acto

personal explícito de perdón. Para reconstruir el amor hay que expresarlo. El

énfasis de una reconciliación hay que ponerlo, más que en la reparación -a

menudo imposible- en la disponibilidad a caminar de nuevo juntos con un

amor que no será exactamente como antes, pero que sí puede ser

verdaderamente nuevo y mejor...

Hemos estado hablando de reconciliación entre “ofensor” y “ofendido”.

Pero en la mayoría de los casos resulta bien problemático hacer esta

distinción de roles... Por eso de ordinario la reconciliación no tendrá lugar en

la forma simple de un proceso en el que uno, reconociendo su falta, es

perdonado, mientras que otro otorga el perdón. Lo más común será que

ambas partes tengan que llegar a reconocer que son cómplices en el

extrañamiento mutuo y que por ello han de llegar a ponerse a la vez en

actitud de perdonar y de ser perdonados. La obstinación de una de las partes

en pensar que ella es totalmente inocente y que sólo la otra es culpable es

una de las causas más frecuentes de fracaso en los intentos conciliadores”.

La reconciliación no sólo es necesaria a nivel personal. Hay faltas y

errores que pueden afectar a grupos más o menos amplios y que se sienten

como ofensas a través de varias generaciones... En estos casos la

reconciliación puede ser muy ardua, porque es muy difícil provocar cambios

en la conciencia de grupo. Pero es absolutamente necesario que se intente...

De lo contrario se irá alimentando permanentemente la espiral del rencor que

no hará sino bloquear cada vez más la posibilidad de relaciones libres entre

los grupos con empobrecimiento y debilitamiento de unos y de otros. Lo

vemos todos los días en los conflictos étnicos, religiosos, nacionalistas, etc.:

los grupos separados por culpas antiguas, al empecinarse en no abrirse a la

reconciliación, se encaminan a la autodestrucción por la violencia”. 17

d) Suplicar, acoger y celebrar el perdón y la reconciliación

“Perdonar es el fruto de un largo proceso de maduración en el hombre, de

no pocos esfuerzos... Al final de todos nuestros esfuerzos llegamos a un

punto a partir del cual no nos es posible progresar por nuestros propios

medios...Se trata de hallar la buena corriente que nos lleve a la orilla; como

el aeronauta que procura aprovechar las altas corrientes que eleven su globo.

Así ocurre con el perdón. Es más don que prestación, más un flotar que un

nadar. Más obra de Dios que obra humana. Porque el perdón debe proceder

del corazón y el corazón no se deja constreñir: debe ser “tocado”, “puesto en

movimiento”.

“¿Qué quiere decir esto? Que después de todos los esfuerzos para

perdonar, hay que entrar en otro mundo, el de la humilde apertura a un

“más”, a algo totalmente nuevo. Se trata de enraizarse pacientemente en una

esfera totalmente diferente en la que la tensión ascética del esfuerzo deja

paso al abandono a la corriente del amor divino. Dócilmente y con gratitud.

Es preciso descubrir que el perdón es la corona del amor, la obra maestra del

amor divino. En una palabra: efectuar la difícil transición del “hacer uno

mismo” al “dejarse hacer”.

“Perdonar sólo es posible a quien observa en su pasado momentos

repetidos en los que personalmente ha experimentado el perdón. El que

nunca ha conocido el perdón difícilmente puede otorgarlo... Sólo el recuerdo

de momentos de perdón recibido puede llevamos a no considerar el gesto del

perdón como algo extraño, sutil, amargo, obligado.

“Ser perdonado produce un sentimiento indecible. Un sentimiento como

ningún otro: el de ser amado como no se es en ningún otro lugar. Es un gozo

que no se conoce ni en el amor-pasión, ni en el reconocimiento, ni en las

felicitaciones con ocasión de cualquier triunfo, ni en el encuentro con un

amigo... En el perdón se es amado hasta lo más íntimo de sí mismo, hasta ese

punto en el que no se merece ya más el ser amado. Esta impresión es única...

Se es aceptado no por lo que se posee o por lo que se es, sino precisamente

incluso en aquello que no se posee y en aquello en que no se es. Al propio

tiempo se tiene el sentimiento de que nunca más faltará este amor.

Permanecerá siempre porque nunca habrá menos razones para ser amado que

las que había ahora.

Un amor así no se compra, no se merece. En verdad, sólo Dios es capaz

de amar así, de perdonar: la misericordia es su privilegio. Nosotros

únicamente podemos tratar de imitarle, pero sólo en la medida en que nos

revistamos de su misericordia. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es

misericordioso”, dice Jesús ( Lc 6, 36).

“No vayamos a creer que nosotros podríamos imitar a Dios simplemente

levantando nuestros ojos hacia El copiando su manera de actuar. No. Todo lo

que podemos hacer es instalamos en su misericordia. Como bajo la lluvia.

Los evangelios están llenos de tales experiencias sorprendentes, de perdones

recibidos gratuitamente. Y la sorpresa suscita siempre una explosión de

gozo. El evangelio de Lucas lo atestigua: después de cada perdón de pecados

hay un gozo desbordante provocado por la buena noticia de que Dios se ha

empeñado en quitar el pecado...

“El ritual del perdón”. “Perdonar es un proceso largo, una “peregrinación

del corazón”. Cada etapa, llegada a su término, se cierra normalmente con

algún tipo de ritual: se quiere “festejar la llegada”. En cierta manera hay que

poner un punto final. Tal ritual es factor de equilibrio: da consistencia,

reposo y paz.

“Los psicólogos conocen este tipo de rituales de reconciliación - verbales

o no verbales- : una palabra de acercamiento hacia el ofensor, una carta, un

gesto simbólico... Es innegable que en la mayoría de los casos existe un

deseo real tanto de parte del culpable como de la de las víctimas. Y que

ambos se encuentran bien por ello...

¿Pero qué hacer cuando esto no es posible?...Siempre tenemos a nuestra

disposición un ritual: la oración. No solamente porque la oración por el

culpable es provechosa para él y es lo que Jesús ha hecho por sus verdugos.

También porque dicha oración nos hace mejores a nosotros mismos. Ella nos

enraíza en la manera como Dios ve las cosas; nos asegura imaginación y

sutileza para descubrir lo que es posible. Nos ayuda sobre todo a instalamos

en la misericordia divina que se desliza a través de nosotros a la búsqueda de

aquellos que acaso nos hayan podido hacer mal. Este aprendizaje es el único

que nos conducirá un día a hacer por los demás lo que El ha hecho por

nosotros (cf.. Mt 5, 44ss).

“Existe además un ritual que Dios mismo ha puesto en nuestras manos:

la confesión. Toda la “peregrinación del corazón” que constituye el proceso

del perdón se halla perfectamente reflejado en ella y encuentra en ella su

conclusión. Se halla allí todo lo que aquí se ha expuesto...” 18.

Pistas para el trabajo personal

o Hacer una lectura de los textos bíblicos sobre el perdón y la

reconciliación y desentrañar el contenido de ambas experiencias.

o Qué elementos del perdón y de su proceso me han enriquecido en mi

comprensión del mismo.

o Recordar y analizar algunas de las experiencias de perdonar y de ser

perdonado vividas y tratar de descubrir el proceso seguido, los

sentimientos experimentados, los resultados obtenidos.

o Dificultades que experimento en la restauración de relaciones con

personas ofendidas o que me han ofendido. Cómo las he superado.

o Cómo es mi estima y mi práxis de la “celebración del perdón” y

cómo realizo el “ministerio de la reconciliación” para con los fíeles.

IV

ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE EL

PERDON Y LA RECONCILIACION EN LA

VIDA Y EN EL MINISTERIO DE LOS

OPERARIOS.

La celebración del Jubileo es ocasión propicia no sólo para la reflexión

sobre el perdón y la reconciliación sino también para la concreción en

ámbitos y en gestos-actos concretos de perdón y reconciliación mutua entre

los creyentes como personas, entre los grupos sociales y eclesiales.

En todos los jubileos se han indicado algunas. Así, en Reconcilia- tio et

Paenitentia se sugiere: el diálogo entre las diversas corrientes de la Iglesia,

entre las diferentes confesiones cristianas, entre los obispos y presbíteros en

cada iglesia particular, entre las grupos sociales y naciones en conflicto (cf.

24-25); la vitalización y frecuencia de la celebración del perdón-

reconciliación sacramental y de las llamadas “celebraciones penitenciales”.

La Exhortación Paterna cum benevolentia (III) recuerda de nuevo las

divisiones internas en la Iglesia y el ecumenismo. Apostolorum limina, del

año santo de 1975, indica: la solidaridad con los países en vías de desarrollo,

indultos a prisioneros, el ecumenismo (VII).

En la Tertio Millennio Adveniente y en lncarnationis mysterium Juan

Pablo II señala algunas especialmente llamativas: la confesión de las culpas

sociales de los cristianos, la reconciliación de los cristianos (TMA 34), el

pedir perdón por los métodos de intolerancia y de violencia usados para

imponer la verdad (TMA 35; IM 11), por la colaboración en las formas de

injusticia y marginación social (TMA 36), el perdón de la deuda externa a

los países pobres (12), el compromiso con la ecología como reconciliación

con la tierra (12).

En la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America se

recogen también la confesión de los sacerdotes y obispos y la dedicación al

ministerio sacramental de la penitencia (32), la reconciliación entre los

diversos grupos que configuran la realidad social de América (Ibid), la

comunión con las Iglesias orientales y con las otras confesiones cristianas

(38.49), con la comunidad judía (50), el perdón de la deuda externa (59).

En esta misma línea, y a título de ejemplo, se ofrecen aquí algunas

sugerencias para nosotros, los operarios. Algunas se refieren a nuestro vivir

el perdón y la reconciliación; otras, al ejercicio del ministerio pastoral.

Los “gestos” son necesarios como señal de la fe y de la misión

reconciliadora de la Iglesia y de los cristianos. “El testimonio de paz,

concordia, las iniciativas de reconciliación... son “como sacramentos de la

reconciliación” actuada por Dios en Cristo. Si hombres violentos,

enemistados... realizan gestos de reconciliación, se manifiesta que están

reconciliados, que es posible la reconciliación; y que ella es hoy el nombre

adecuado de la salvación 19.

1. La reconciliación con nosotros mismos

“Solo será ministro de la reconciliación quien tiene misericordia consigo

mismo... La misericordia es la actitud esencial de los terapeutas y pastores.

Pero el terapeuta -pastor- tiene también que aprender a ser misericordioso

consigo mismo, a “reconciliarse consigo mismo, con las propias sombras”.

“Reconciliarse consigo mismo es la tarea más difícil que nos espera en la

vida. Reconciliarse consigo mismo significa hacer las paces consigo,

conciliar la pelea entre los distintos pensamientos y deseos enfrentados entre

sí, tranquilizar el alma dividida, besar todo lo que hay dentro de cada uno...

Reconciliarse consigo mismo es reconciliarse con la propia historia vital.

Decir sí a la vida tal como ha transcurrido. Decir sí a mis padres, a mi

educación, a mi carácter, tal como me ha sido dado...Muchos viven sin

reconciliarse consigo mismos, interiormente divididos, descontentos de sí y

de todos, en continua protesta contra los hombres que les depararon este

destino... No paran de soñar cómo les gustaría ser...Reconciliarse consigo

mismo es acabar con todas las comparaciones. Mucha gente es incapaz de

sentirse a sí misma, sólo se siente cuando se compara con alguien...

Reconciliarse consigo mismo es reconciliarse con las heridas del pasado. El

que evita esta reconciliación está condenado a trasladar las heridas que ha

recibido a los demás o a herirse a sí mismo una y otra vez... No podemos

reconciliamos si reprimimos las heridas. Tenemos que hacemos amigos de

ellas, “besarlas”, portamos bien con ellas y entonces podemos convertirlas

en fuentes de nueva vida 20.

o El medio fundamental que poseemos es la “confesión sacramental”.

“¿Por qué no hacer este año “una gran revisión general de toda

mi vida? Una “confesión general”, como se llamaba antes... Nos hace

bien volver a ver el gran film de nuestra vida, ciertamente lleno de

gracias y de fallos; sería volver a visitar nuestro pasado no solos sino

con Dios: tener la osadía de invitar a Jesús a ver este film y verlo con

él y con sus ojos. Ver de nuevo todo, gracia y pecado (luces y

sombras) con ojos de misericordia, para sacar provecho de todo, para

descubrir que “el amor es más fuerte que la muerte”, que “donde

abundó el pecado sobreabundó la gracia” 21.

Este gesto tendría que ser continuado en un programa serio,

efectivo, de “confesión sacramental” personal, habitual, dialogal.

2. Reconocimiento y “confesión ” de los “pecados presbiterales -

de operarios” que hemos cometido en la historia (cf. TMA 33-

35; IncaMyst. 11)

“Los líderes del futuro... deben ser personas dispuestas siempre a

confesar su fragilidad y a pedir perdón a los que ofrecen sus servicios

ministeriales. La confesión y el perdón son las formas concretas por las que

nosotros, pecadores, nos amamos mutuamente. A menudo tengo la

impresión de que los sacerdotes... forman parte del grupo de cristianos que

menos se confiesa...¿Cómo pueden los sacerdotes... sentirse realmente

amados y cuidados cuando ocultan sus propios pecados y faltas a las

personas con las que se relacionan ministerialmente...” (Nouwenn, En el

nombre de Jesús, pp. 51-52).

o Se trataría, en la línea de TMA (33-35) e IncMys (11), de pedir

perdón a la comunidad cristiana a la que servimos, a las Iglesias

particulares en las que como Hermandad hemos prestado nuestro

servicio, y aun a la misma sociedad, de nuestros errores y pecados

como personas y como Institución. Y esto no de una manera

genérica, sino “confesando públicamente” aquellos que nos parecen

ser los pecados más significativos como grupo eclesial.

o en un acto oficial por medio de nuestros representantes oficiales en

los niveles de equipos, de Delegaciones, de Dirección General.

3.Celebración de la reconciliación entre los operarios

“No basta con afirmar la importancia del perdón, ser artífices de la

reconciliación desde fuera, para con otros. Es preciso querer vivirlo ante

todo entre nosotros, en el presbyterium, en nuestros equipos...Este aspecto es

capital... Seríamos poco creíbles en nuestras palabras sobre la comunión o la

reconciliación si no somos capaces de vivirla primeramente entre nosotros...

Nosotros conocemos bien los riesgos y los desastres de la división interna,

de la sospecha, de la envidia, de la crítica rápida, del juicio radical y sin

apelación, de la maledicencia o de la calumnia... Nuestro ministerio de

reconciliación no será comprendido en cuanto tal más que si esta reconcilia-

ción la hacemos posible y visible” 22.

o Se podrían aprovechar los encuentros de ejercicios o de formación

permanente para un acto colectivo de reconciliación.

o Aprovechar el año jubilar para incorporar a nuestros equipos algunas

de las técnicas o métodos de “revisión de vida” o de “corrección

fraterna” que existen y se practican en los grupos eclesiales y aun

sociales más dinámicos y serios.

4.Vitalizar los “ritos penitenciales”: el de la Eucaristía y las

celebraciones comunitarias de la reconciliación

“La misa católica es una obra de arte de equilibrio para nuestra vida

cultural. Si tuviéramos el coraje de mirar en profundidad, la misa está llena

de cosas oscuras: incestos, traiciones, torturas, muerte (se refiere a las

lecturas bíblicas...). Todo esto conduce a una revelación, pero no sin haber

antes presentado el lado oscuro (las sombras) con toda la crudeza posible. Si

participáramos en la Misa en un estado de plena conciencia temblaríamos

con el temor que ella provoca pero a la vez saldríamos redimidos con el

efecto equilibrante que realiza. La Misa perdió mucho de su aspecto eficaz

cuando fue modernizada y adaptada para servir al proceso cultural (cuando

se convirtió en “rito sagrado”, sin vida). Somos llevados o deberíamos ser

llevados a palidecer de terror ante la Misa... Desde que su efecto sublime

equilibrante ya no es tan eficaz como solía ser en los primeros tiempos,

dependemos hoy de medios menos eficaces de equilibrio: filmes de terror,

epopeyas “de padrinos”, violencia, titulares de prensa o telediarios... todo

como compensación ... Pero todo ello son elementos bien pobres si los

comparamos con el excelente arte trabajado por las antiguas culturas 23.

o Llenar de vida, de gestos auténticos, de “confesiones” verdaderas, de

alguna manera públicas, de “penitencias reales”, públicas también,

sociales, como en la antigua praxis penitencial, adaptadas a hoy, de

abrazos sinceros acompañados de palabra confesante (rito de la paz),

de encuentros humanos entre los enemistados, de reconciliaciones

efectivas “antes de presentar la ofrenda en el altar”.

5. Crear estructuras ministeriales para la reconciliación, para la

resolución de conflictos

Especialmente se podría estimular y colaborar en “escuelas de ministerios

para la reconciliación” de familias y matrimonios; prepararse y preparar

agentes para terapias de perdón.

6.Programar espacios y tiempos “cálidos” de celebración del sacramento

de la reconciliación: dedicar lugares adecuados, ofrecer tiempos y personas

para atender personalmente a los fieles

“No será inútil invitar, a este respecto, a la calidad de las celebraciones

penitenciales o de la reconciliación. El alcance de un rito depende de la

manera como se celebra. Tomar el tiempo necesario es indispensable

siempre que sea posible. Este sacramento merece una densidad litúrgica que

valore suficientemente sus diferentes partes. En ningún caso debe darse la

impresión de ser marginado si quiere evitarse el que los lugares de confesión

no sean considerados como cavernas de culpabilidad cuando, en realidad,

son nuevas fuentes bautismales de donde nuestra vida resurge

permanentemente luminosa y liberada”. 24

GUÍAS PARA EL ENCUENTRO DE GRUPO

A. (Para un encuentro centrado en los capítulos I y II del folleto)

o Oración

o Comunicación en grupo de algunos aspectos del trabajo personal

sobre estos dos capítulos:

o los aspectos que subrayaría

o los descubrimientos que he hecho

o los sentimientos que ha experimentado

o los estímulos recibidos.

o De los pecados de los cristianos que se destacan en el milenio que

concluye: ¿cuáles creo que han dañado más la figura de la iglesia?

¿cuáles me afectan más personalmente o nos afectan más como grupo

concreto de operarios?

o ¿Qué actitudes y exigencias, como creyentes y como ministros, nos

está demandando la celebración de la Eucaristía en el año jubilar con

relación a este aspecto estudiado?

o En cuanto grupo, ¿podríamos adquirir algún pequeño compromiso

para este mes, como concreción de esas actitudes y exigencias?

o Determinación del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo

encuentro.

o Celebración.

o “Mesa compartida”

B. (Para un encuentro centrado en los capítulos III y IV del

folleto)

o Oración.

o Comunicación en grupo de algunos aspectos del trabajo personal

sobre estos dos capítulos:

o los aspectos que subrayaría

o los descubrimientos que ha hecho

o los sentimientos que ha experimentado

o los estímulos recibidos.

o Parecer sobre las sugerencias indicadas y exposición de las que a

cada uno se le hayan ocurrido más adecuadas a la propia situación del

equipo o grupo.

o Selección de aquellas que parezcan más adecuadas dentro del trabajo

o situación del equipo o grupo y programación de las mismas.

Compromiso.

o Determinación de las que parezcan más convenientes en el nivel de la

Delegación o de toda la Hermandad y breve discusión sobre el modo

de realizarlas, con comunicación de este punto a la Dirección General

de la Hermandad o al Delegado respectivo.

o Concreción del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo

encuentro.

o Celebración.

o “Mesa compartida”.

C. (Para un encuentro centrado en el contenido de todo el

folleto)

o Oración (puede usarse alguna de las que se ofrecen en este mismo

folleto).

o Comunicación del trabajo individual. Cada uno expone lo que más le

ha llamado la atención en el trabajo personal de estos materiales:

o los aspectos que subrayaría

o los descubrimientos que ha hecho

o los sentimientos que ha experimentado

o los estímulos recibidos.

o Parecer sobre las sugerencias indicadas y exposición de las que a

cada uno se le hayan ocurrido más adecuadas a la propia situación del

equipo o grupo.

o Selección de aquellas que parezcan más adecuadas dentro del trabajo

o situación del equipo o grupo y programación de las mismas.

Compromiso.

o Determinación de las que parezcan más convenientes en el nivel de la

Delegación o de toda la Hermandad y breve discusión sobre el modo

de realizarlas, con comunicación de este punto a la Dirección General

de la Hermandad o al Delegado respectivo.

o Concreción del tema, lugar, fecha, horario y servicios del próximo

encuentro.

o Celebración.

o “Mesa compartida”.

ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN (Eucaristía,

Hora santa...)

o Elegir alguno de los textos bíblicos sugeridos para las lecturas.

o Preparar un “rito penitencial” vivo, participado, explícito.

o Escoger alguno de los textos-comentario que se ofrecen.

o Incorporar algún gesto de paz.

o En la Eucaristía, elegir una de las Anáforas sobre la Reconciliación

(también se podría leer-comentar en la Hora Santa).

o

PLEGARIAS

Compasión por sí mismo

Quiero perdonarme

por buscar la estrella inaccesible,

ser frágil,

avergonzarme de mi dolor, acusarme de mi desdicha,

mantener el deseo de una perfección inalcanzable,

haberme hecho cómplice de mi perseguidor,

haber prescindido de mi corazón,

haber rumiado acusaciones que me herían,

no haber sido capaz de preverlo todo,

odiarme sin compasión,

sentirme incapaz de perdonar.

En suma, quiero perdonarme por ser humano.

Perdona nuestras ofensas Señor, perdona nuestras ofensas.

No en función de nuestros propios perdones No como solemos perdonar

No a ejemplo de nuestros perdones mercenarios y calculadores.

Sino

para que descubramos “tu dulce piedad”,

para que sintamos tu “conmovedora ternura”,

para que también nosotros aprendamos a perdonar,

para que perdonemos a quienes comparten el pan con nosotros,

para que no caigamos en la desesperación de la vergüenza,

para que renunciemos al deseo orgulloso de perdonar,

para que desenmascaremos nuestras falsas rectitudes e indignaciones,

para que podamos perdonamos a nosotros mismos, para que nuestros

perdones sean reflejo del tuyo.

Señor, perdona nuestras ofensas.

BIBLIOGRAFÍA

Las “fuentes” fundamentales para la reflexión sobre el perdón son las

Exhortaciones citadas de Pablo VI, Apostolorum limina, 23-V- 74, Paterna

cum benevolentia, 8-XII-74; y de Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia,

2-XII-84, Tertio Millennnio Adveniente e Incarnationis mysterium, de 21-V-

98, 10-XI-94.

A continuación señalo los títulos que más han guiado la elaboración de

estos materiales.

J. MOMBOURQUETTE, Cómo perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para

perdonar. Sal terrae, Santander 1997.

Id. Reconciliarse con la propia sombra. El lado oscuro de la persona. Sal

terrae, Santander 1999. Card. G. DANNEELS, Pardonner, effort de l’homme-don de Dieu. Carta

pastoral para la Pascua. Arzobispado.

A. DUPLEIX, Dieu nous a confié le ministère de la réconciliation, Prêtres

diocésains, marzo-abril 1993, pp. 161-182.

J. VIVES, La reconciliación, gracia de Dios para fraternizamos, Sal Terrae

85 (1997)787-796.

M. JOSEFA GARCIA CALLADO. Raíces del conflicto interpersonal y

grupa!. Vías de reconciliación. Sal Terrae 85 (1997) 797-805.

E. LOPEZ AZPITARTE. Reconciliación con la creación, resquebrajada

por la avidez de los ricos, Sal Terrae 85 (1997)807-818.

A. TORNOS, Reconciliación y antropología. Pliego en Vida Nueva 17 julio

1999, n. 2194.

O. D. SANTAGADA. El sacerdote, hombre rconciliado y penitente.

Seminarios n. 96 (1985) 165-187.

A. GRÜN, Portarse bien con uno mismo. Sígueme, Salamanca 1997.

ASAMBLEA ECUMENICA DE GRAZ (Suiza). La reconciliación.

P. RICOEUR, El perdón, ¿puede sanar? Mater Clementissima 1996, 71-77

(traducido de Esprit 210 (1995) 77-82).

A.CENCINI. Vivir en paz. Perdonados y reconciliados. Mensajero. Bilbao

1997.

Card. C. M. MARTINI. Camino de reconciliación. Reflexiones sobre el

salmo 50. Paulinas, Bogotá 1992.

ÍNDICE

Presentación

I. EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN, ELEMENTO

FUNDAMENTAL DEL JUBILEO

71. El “jubileo bíblico”

72. El “perdón-reconciliación” en la convocatoria del Jubileo 2000

73. La confesión del pecado como “purificación de la memoria”

Pistas para el trabajo personal

II. LA EUCARISTÍA, MEMORIAL DE NUESTRA RECONCILIACIÓN

74. Algunas afirmaciones genéricas

75. Formulaciones litúrgicas explícitas

76. Las formulaciones del “rito penitencial”

77. Las “proclamaciones cristológicas del gloria”

78. La liturgia de la palabra

79. Las ofrendas

80. Las plegarias eucarísticas

81. Rito de la comunión

82. Para mejor comprender el sentido y los contenidos de la relación

entre Eucaristía y perdón-reconciliación

Pistas para el trabajo personal

III. CONTENIDOS Y PROCESOS DEL PERDÓN DE LA

RECONCILIACIÓN

83. Un acercamiento bíblico

84. Un acercamiento antropológico: dinámica y etapas del perdón y de la

reconciliación

85. Las falsas concepciones del perdón

86. La aventura humana y espiritual del perdón: componentes del perdón

y proceso del perdonar

87. El proceso de la reconciliación

88. Suplicar, acoger y celebrar el perdón y la reconciliación

89. Pistas para el trabajo individual

IV. ALGUNAS SUGERENCIAS SOBRE EL PERDÓN Y LA

RECONCILIACIÓN EN LA VIDA Y EN EL MINISTERIO DE LOS

OPERARIOS

90. La Reconciliación con nosotros mismos

91. Reconocimiento y “confesión” de los “pecados presbiterales de

operarios” que hemos cometido en la historia (cf.TMA 33-35;

IncaMyst. 11).

92. Concelebración de la reconciliación entre los operarios

93. Vitalizar los “ritos penitenciales”: el de la Eucaristía y las

celebraciones comunitarias de la reconciliación

94. Crear estructuras ministeriales para la reconciliación, para la

resolución de conflictos

95. Programar espacios y tiempos “cálidos” de celebración del

sacramento de la reconciliación: dedicar lugares adecuados, ofrecer

tiempos y personas para atender personalmente a los fíeles....

Guías para el encuentro de grupo

o (Para un encuentro centrado en los capítulos I y II del folleto)

o (Para un encuentro centrado en los capítulos III y IV del folleto)

o (Para un encuentro centrado en el contenido de todo el folleto)

Orientaciones para la celebración

Plegarias

Bibliografía

Notas

1 F. SCALIA. Le relazioni nella Chiesa. Per una comunità a più voci.

Ancora, Milano 1998, Cap. VII, pp. 71-82.

2 Id.Ibid. Cap VIII, pp.83-85.

3 (LG 1,) (lncarnationis mysterium, n. 4).

4 (Ibid. n. 9.)

5 Cf. Eucharisticum mysterium 35

6 Reconciliatio et paenitentia, 11.

7 Ibid. N. 27

8 SC 2.41

9 EucMyst. 35

10 Paterna cum benevolentia, VI 14

11 M. Gesteira, La eucaristía, misterio de comunión, p.447-449

12 Algunos textos fundamentales sobre el perdón y el perdonar

(Evangelios): Me 2, 1-12; 10, 41-45; ; Mt 5, 38-48; Mt,18, 15-35; 26,26-28;

Le 7, 36-50; Le 15, 1-32; 19, l-10;Lc 24, 36-48; Jn 3, 16-21; Jn 20,19-22;

Hech 2, 37- 41.

Textos sobre la reconciliación (lista completa). Mt 5, 21-26; 2 Cor 5, 11 a 6,

2, Rom 5, 6-11; Col 1, 15-23; Ef 2, 4-22.

13 Cf. Diccionario exegético del NT, vol. I, 544-549 (afiemi:perdón-

perdonar); 2230-2238 (katallasso-katallagé: reconciliar-reconciliación).

14 Schweiser DENT, 2237

15 Ibíd. 2236

16 Los textos que siguen son o literales o resúmenes fieles del hermoso libro

de J. Monbourquette, Cómo perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para

perdonar. Sal Terrae. Santander (los números remiten a las páginas de la 2a

ed.1997)

17 J. Vives, La reconciliación, gracia de Dios para fraternizamos, Sal

Terrae 85 (1997)792-794 34

18 Card. G. Danneels, Pardonner, effort de Vhomme-don de Dieu. Carta

pastoral, pp. 26-29.37-41.

19A. Dupleix, Dieu nous a confié le ministère de la réconciliation, p. 173 40

20 A. Grün, Portarse bien con uno mismo, pp. 74.80-82

21 Vasco Pinto de Magalhaes, Reconciliagao. Um segredo para 1999:

desejar mudar e mudar mesmo, Ecclesia (Lisboa) 3-II-99, p.8 42

22 A. Dupleix, o.c., p. 174

23 R. A. Johnson, Asseguremos aposse da sombra que nos pertence, p. 8.

24 A. Dupleix, o.c., p. 179