EL PERDON

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Reflexiones sobre el perdón Ante el conflicto armado colombiano Francisco de Roux Enero 2013 Introducción Agradezco la invitación de la Decana de Psicología Blanca Patricia Ballesteros de Valderrama a decir unas palabras sobre el perdón ante la Facultad que se ha distinguido en los últimos años por comprendernos como sujetos y ciudadanos, de derechos y deberes, en nuestra sociedad. La crisis espiritual Estoy convencido que la crisis colombiana es ante todo una crisis del espíritu. Una crisis que nos ha vaciado de sentido. Ha vaciado de sentido a la religión, ha vaciado de sentido a la educación a todos los niveles, incluida por supuesto la Universidad pública y privada; ha vaciado de sentido la política y la cultura. Esto permite entender que llevemos ya cincuenta años de una guerra absurda y bárbara, que vulnera lo más hondo de nosotros mismos, aunque tengamos la frescura de continuar los negocios y las cátedras, los rituales litúrgicos y la vida profesional, como si las masacres de Bojayá y Mapiripán, la Chiquita y la Gabarra, y los 5 millones de desplazados no fueran parte y responsabilidad de todos nosotros. Personalmente me ha hecho sentido entender esta crisis del espíritu como una crisis de dignidad humana. Crisis del valor de nosotros mismos como seres humanos en Colombia. Porque al repasar las formas como nosotros explicamos lo que nos ha pasado en conferencias, seminarios, cursos académicos, discursos, libros y tesis doctorales, se me han caído todas las explicaciones teológicas y religiosas, todas las explicaciones políticas, todas las justificaciones ideológicas o razones científicas. Me quedó solamente la dignidad humana. Nuestra dignidad vulnerada. La conciencia profunda de que hemos renunciado a nuestra propia grandeza, perplejos y sometidos ante la barbarie.

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EL PERDON

Transcript of EL PERDON

  • Reflexiones sobre el perdn Ante el conflicto armado colombiano

    Francisco de Roux

    Enero 2013

    Introduccin

    Agradezco la invitacin de la Decana de Psicologa Blanca Patricia

    Ballesteros de Valderrama a decir unas palabras sobre el perdn ante la

    Facultad que se ha distinguido en los ltimos aos por comprendernos

    como sujetos y ciudadanos, de derechos y deberes, en nuestra sociedad.

    La crisis espiritual

    Estoy convencido que la crisis colombiana es ante todo una crisis del

    espritu. Una crisis que nos ha vaciado de sentido. Ha vaciado de sentido a

    la religin, ha vaciado de sentido a la educacin a todos los niveles,

    incluida por supuesto la Universidad pblica y privada; ha vaciado de

    sentido la poltica y la cultura. Esto permite entender que llevemos ya

    cincuenta aos de una guerra absurda y brbara, que vulnera lo ms

    hondo de nosotros mismos, aunque tengamos la frescura de continuar los

    negocios y las ctedras, los rituales litrgicos y la vida profesional, como si

    las masacres de Bojay y Mapiripn, la Chiquita y la Gabarra, y los 5

    millones de desplazados no fueran parte y responsabilidad de todos

    nosotros.

    Personalmente me ha hecho sentido entender esta crisis del espritu como

    una crisis de dignidad humana. Crisis del valor de nosotros mismos como

    seres humanos en Colombia. Porque al repasar las formas como nosotros

    explicamos lo que nos ha pasado en conferencias, seminarios, cursos

    acadmicos, discursos, libros y tesis doctorales, se me han cado todas las

    explicaciones teolgicas y religiosas, todas las explicaciones polticas,

    todas las justificaciones ideolgicas o razones cientficas. Me qued

    solamente la dignidad humana. Nuestra dignidad vulnerada. La conciencia

    profunda de que hemos renunciado a nuestra propia grandeza, perplejos y

    sometidos ante la barbarie.

  • Al mismo tiempo, llevo la experiencia de los que no se han dejado vencer.

    De una minora de mujeres y hombres, los ms no acadmicos, ni

    empresarios, ni polticos, ni sacerdotes ni ministros religiosos, no

    interesados en dinero o prestigio; que a todo riesgo han enfrentado sin

    ms proteccin que sus propio coraje a los actores violentos para decir:

    No. No nos vamos a ir desplazados, no vamos a abandonar nuestras

    tierras, no vamos a quedarnos callados ante el asesinato de miembros de

    nuestra comunidad, no vamos a dejar destruir nuestras culturas, nuestros

    humedales, nuestros ros; y lo han hecho con la conviccin profunda que

    no tienen alternativa si su vida, y la vida de sus familias y comunidades,

    vale la pena como vidas humanas. Ellos han puesto la dignidad de todos

    nosotros como una prioridad absoluta para gritar basta ya. Muchos de

    ellos y de ellas estn muertos por esa osada.

    Cuando hablo de crisis del espritu me refiero a una ruptura en lo ms

    profundo de cada uno de nosotros como personas y como sociedad, como

    universidad, como Iglesia. Me refiero al fondo de nuestra conciencia

    donde cada uno percibe el aja ante los comportamientos que nos hacen

    crecer como personas y como sociedad, y el aj ante lo que nos

    destruye como seres humanos. Estamos aqu en el horizonte ms ntimo

    de la psique.

    Si los lderes de la psicologa y de la espiritualidad de este pas quisiramos

    realmente enfrentar esta ruptura en los fundamentos de nosotros

    mismos como personas y como pueblo, estaramos enfrentando cara a

    cara el problema con decisin teraputica y determinacin espiritual, y

    estaramos buscando a los seres humanos concretos que metidos en la

    guerra o actuando en la poltica y los medios de comunicacin, se

    encuentran extraviados del sentido de s mismos, cargados de odio y de

    rechazo del otro, portadores de una patologa que contamina toda la

    sociedad.

    No voy a hablar de la paz anhelada. La paz es un objetivo tras el que nos

    ponemos en marcha al parar la confrontacin armada. La paz solo

    comienza cuando se hacen cambios en la cultura, en la economa, en la

    poltica; cambios que se suelen llamar estructurales y no voy a referirme a

  • ellos. En el proceso entre el Estado colombiano y las FARC estos cambios

    se tratarn en la tercera etapa de las conversaciones de La Habana.

    Tampoco voy a hablar sobre la reconciliacin, que entiendo como un

    acuerdo entre las partes que han estado en conflicto, para aceptarse

    como responsables en la reconstruccin colectiva de un nosotros, que

    solamente es posible entre todos. S muy bien que la reconciliacin como

    proceso comunitario, regional y nacional tiene que trabajarse

    cuidadosamente. Acadmicos reconocidos por esta Facultad como Carlos

    Martn Beristain han hecho aportes muy serios en este aspecto donde

    evidencian la importancia de la memoria, de la reparacin, de las formas

    de justicia transicional. Las reflexiones que voy a hacer sobre el perdn,

    lejos de disminuir la importancia de esos elementos los suponen y los

    requieren si vamos a avanzar hacia la paz.

    Para tranquilidad de quienes conocen de la complejidad de estos

    procesos, y para decirlo secuencialmente, aunque estos procesos no son

    lineales, la paz en el caso colombiano tiene estos pasos:

    El reconocimiento de la barbarie y la irracionalidad de la guerra.

    El perdn como opcin personal decisiva para parar la guerra;

    La reconciliacin como acuerdo de construccin colectiva que

    exige verdad, memoria, reparacin, y justicia transicional.

    Los cambios estructurales que pide la paz.

    Voy a concentrarme en el perdn sobre esta hiptesis: el perdn es una

    condicin necesaria para que en Colombia se haga realidad cualquier

    decisin de parar la guerra, dar por terminado el conflicto armado y

    hacer sostenible la reconciliacin. Es una condicin necesaria y

    paradjicamente inexigible porque el perdn es un acto libre.

    Por tratarse de una crisis del espritu que nos ha invadido a todos, que

    nos precipita en la agresin y la venganza, que nos lleva a reclamar lo que

    ya no es posible, que nos atrapa en los sealamientos y los odios, es

    necesario hablar de perdn.

    El perdn no ha sido necesario para detener todas las guerras de la

    historia mundial. Pero el perdn puede llegar a ser un paso ineludible para

  • que superemos la crisis en un conflicto de las caractersticas del conflicto

    colombiano.

    Por eso, para hacer comprensible m argumento, me detengo un

    momento en este conflicto armado colombiano.

    El Conflicto Armado Colombiano

    No tenemos tiempo para profundizar en la historia compleja del actual

    conflicto armado del pas. Esta historia es necesaria para situarnos en el

    acumulado de clamores de venganza por asesinatos impunes, masacres,

    secuestros, tierra arrebatada, desplazamientos forzados, desaparecidos.

    Las instituciones que llevan las cifras de las vctimas de esta tragedia

    tienen cerca de 6 millones de demandas contabilizadas.

    La psicologa en sus diversas escuelas sabe bien de la importancia de la

    historia de las personas, las familias y los grupos sociales para poder

    entender los comportamientos enfermos. Y sabe de lo difcil que es hacer

    emerger la verdad que permita entender por qu y en qu medida los

    impactos de hechos objetivos monstruosos, que espantan al consciente,

    han hundido a las personas en el terror, el silencio, la confusin, y la

    incertidumbre sobre ellos mismos.

    Esta historia total pone en evidencia la violencia brutal como algo que se

    ha hecho y se puede repetir entre nosotros y deja en claro que en la

    mirada larga de nuestra historia hacia atrs aqu no hay sector de la

    sociedad que tenga las manos limpias.

    La Facultad de Psicologa de la Universidad Javeriana puede hacer mucho

    bien, trabajando esta historia en los bancos de datos existentes; pero

    sobre todo llevando la investigacin al terreno donde el conflicto sigue

    vivo en la perplejidad y el dolor de las comunidades.1/

    1 / Un ejemplo significativo ha sido los estudios sobre jvenes en condiciones de conflicto adelantados

    en Ciudad Bolvar y en el Magdalena Medio por psiclogas de la Facultad.

  • Nosotros no podemos detenernos en esta historia amplia y compleja 2/

    porque en esta ocasin debemos concentrarnos en algunos elementos

    propios del conflicto armado colombiano que, para hacer comprensible la

    necesidad paradjica de la decisin libre del perdn.

    Esta es una guerra injusta.

    Es injusta la guerra de las FARC y la guerra del ELN, porque los guerrilleros

    saben hoy que a travs de ella no pueden conseguir los ideales por los

    cuales tomaron las armas y sin embargo continan en una guerra que

    conlleva un sufrimiento inmenso para el pueblo. Es injusta la guerra

    paramilitar, ahora camuflada y dispersa en la llamadas bacrim, pero lista

    para dispararse de nuevo como de desat a finales de los aos 90. Es

    injusto que este pas durante 20 aos dedique una de las tajada ms

    grande de la torta presupuestal a la guerra que no tiene solucin militar, y

    deje de hacer con ese dinero lo que necesita la sociedad, por mantener

    hoy cerca de medio milln de hombres en armas y doscientos o

    trescientos mil guardias privados.

    Esta es una guerra en la que todo vale.

    Valen las masacres de pueblos enteros, porque hay que mostrarle al

    enemigo la capacidad que se tiene para hacerle dao a l al y a sus

    aliados. Valen las minas antipersona para cerrarle el paso al adversario al

    campo propio. Valen los secuestros, como botn humano que se cambia

    por dinero o detenidos. Vale la coca, porque se necesitan recursos para

    una confrontacin costosa; as como valen los impuestos de guerra que

    pagan los empresarios. Valen los falsos positivos de jvenes asesinados y

    presentados como guerrilleros muertos en combate, porque ofrecer

    resultados gana opinin pblica y produce recompensas para la tropa.

    Valen los testigos falsos, porque hay que sustanciar las pruebas que llenen

    2/ Vanse los estudios dirigidos por Fernn Gonzlez S.J. en el CINEP, entre 1985 y 2012. El aporte ms

    reciente, altamente significativo es Aproximacin a la violencia poltica desde la Historia y la Geografa de Colombia. Seminario sobre Nuevas perspectivas sobre la violencia en Colombia, UNIANDES, 28 y 29 de mayo de 2012.

  • las crceles de enemigos. Valen las desmovilizaciones falsas, porque hay

    que mostrarle a la guerrilla que sus hombres estn desertando. Vale el

    descuartizamiento con motosierra de mujeres lderes populares, porque

    hay que crear el terror y el sometimiento. Esa es la guerra nuestra, la

    guerra en que todo vale.

    Esta es una guerra que ha daado todo lo que toca.

    Ha daado nuestras comunidades campesinas, ha daado nuestro

    sindicalismo, ha daado nuestra prensa, ha daado la vida de nuestros

    pueblos y barrios populares.

    De manera particular ha penetrado y daado la poltica. La extrema

    izquierda habla de la combinacin de todas las formas de lucha que

    asesina y secuestra a opositores polticos. La extrema derecha ha

    combinado igualmente el congreso con el paramilitarismo. La mayora de

    los ms de 170 mil crmenes declarados por los paramilitares fueron

    cometidos en alianzas con polticos locales, por eso cerca de un centenar

    de parlamentarios estn hoy judicializados. La guerra ha invadido el

    leguaje poltico con los insultos en twitteres y peridicos.

    La guerra penetr tambin la justicia, ha vulnerado su autonoma, la ha

    limitado, ha hecho que pierda credibilidad. El pas se ha escandalizado de

    los micrfonos puestos en los salones de las altas cortes. Pero acaso esto

    no es normal si la guerra, en la que todo vale y todo toca, se meti en la

    presidencia y en las cortes?

    Cuando se constata que las instituciones bsicas de la sociedad han

    quedado penetradas por los prejuicios y odios, la justicia tiene que partir

    del presupuesto de que todos cayeron en la barbarie, todos cayeron

    vctimas del monstruo de la guerra, incluida la justicia misma, y hay que

    construir una justicia transicional propia, distinta de la de los pases donde

    la guerra no atrap a todo el mundo.

    En este escenario emerge el sentido del perdn que tiene una mirada de

    comprensin radical del ser humano. Es la mirada que necesit Sancho

  • Panza cuando lo hicieron gobernador de la Insula Barataria. Se me vino a

    la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don

    Quijote, la noche antes de que viniese a ser gobernador desta nsula, que

    fue que cuando la justicia estuviese en duda, me decantase y acogiese a la

    misericordia.

    No voy a abundar sobre otro aspecto que hoy est en el primer plano:

    esta es una guerra costosa; el precio econmico del conflicto colombiano

    es causa de pobreza, desigualdad, destruccin del medio ambiente y freno

    al desarrollo humano de las regiones. Detenernos en el desastre

    econmico del conflicto pedira horas de anlisis.

    Hay que parar esta guerra

    Hace 18 meses tuvimos en Barrancabermeja la reunin de 20 mil personas

    de las regiones de la guerra. El grito de la gente fue directo y unnime:

    Paren esta guerra!, prenla de todos los lados! Este es el objetivo tico y

    poltico ms importantes del pas y lo que se espera de la Habana.

    La violencia en Colombia hoy en da puede compararse a una tormenta

    que tiene en el centro la guerra, como ojo del huracn, y luego un

    conjunto violencias complementarias, que se amplan en crculos

    concntricos. Como ocurre con las grandes tormentas, si se logra

    desactivar el ojo del huracn se quiebra sustancialmente la fuerza

    destructora.

    Las FARC que estn en la Habana no son un grupo de bandidos mafiosos

    sin ideologa que pelean por sus riquezas. Si fueran as hace rato se habra

    terminado el conflicto. Son hombres y mujeres con una moral que

    nosotros no compartimos, pero que es una decisin tica. Estn

    convencidos que las instituciones que hemos hecho y sobre todo los que

    gobiernan y defienden esas instituciones son un mal para el pueblo; y

    estn dispuestos a morir con tal de que mueran los que consideran

    perversos para el pueblo colombiano.

    Mil guerrilleros con esta opcin tica, pueden desestabilizar un pas.

    Mucho ms si son todava 8 mil y si tienen otros tanto que los apoyan

    como milicias urbanas, y otros cien mil que los apoyan en la sociedad civil.

  • Es cierto que las FARC se financian con la coca. Es cierto que la coca ha

    hecho mucho dao en sus filas, como ha hecho dao en muchos lugares

    de la sociedad colombiana, pero los principios de tica poltica que

    conducen a la guerrilla colombiana est lejos de ser clculos mafioso, de

    lo contrario ellos no estaran dispuestos a morir por su causa.

    Cuba es la oportunidad para que estos colombianos pasen, de enemigos a

    muerte, a opositores polticos. Ahora bien, estos comandantes guerrilleros

    y sus bases en la montaa, no van a parar la confrontacin, si sus lderes

    van a pudrirse en la crcel, sin poder defender en la democracia las

    ideas que los llevaron a la guerra. Por eso es necesario que el perdn se

    abra paso en el camino hacia la paz en Colombia. Un perdn que no

    significa impunidad.

    El Perdn

    Apoyados en estas premisas entremos ms a fondo en el perdn.

    Empiezo por compartir un recuerdo. El 12 de octubre de 1992 los pueblos

    indgenas de Colombia hicieron una toma de la ciudad de Popayn para

    afirmar su decisin de preservar su tierra y su cultura, a pesar de que ese

    da se cumplan 500 aos de hostilidades contra los aborgenes de

    Amrica. Tuve la oportunidad de marchar con ellos, y acompaarlos a

    entrar en la ciudad. Haba miedo en Popayn, y las Fuerzas Armadas

    obstaculizaron nuestro avance para disuadir a los indgenas que llegaran a

    la capital del Cauca, de manera que el camino estuvo lleno de episodios

    de agresin contra los que desfilbamos, y se enardecieron los nimos de

    los participantes en la marcha. No obstante los indgenas llenaron la plaza

    central de la ciudad sin hacer dao al comercio ni pintas en las paredes,

    pues se haba convenido hacer una marcha pacfica. Al llegar, varios de

    nosotros fuimos invitados por los jefes indgenas a una gran tarima de

    madera que se haba construido mirando a la plaza. Abajo estaba el

    pueblo de las distintas comunidades rodeado por los militares; y enfrente

    de ellos, en el piso de la plaza, significando que ejerca autoridad, estaba

    el comandante del Ejrcito. La tensin suba cada minuto. Los reclamos

    contra las arbitrariedades de la tropa se convirtieron en insultos. Cualquier

    cosa poda pasar. Y en esa tensin, Chucho Piacu, lder indgena, que

  • haba aguantado la hostilidad personal todo el camino, que haba sido

    elegido para el discurso central, camin hasta el borde de la tarima que

    comparta con nosotros, se qued mirando al comandante del Ejrcito que

    estaba abajo en actitud militar desafiante y le extendi la mano. Y la tuvo

    extendida hasta que el militar subi a la tarima y se dieron un apretn. Ese

    gesto personal de perdn, por iniciativa de Chucho Piacu, desat la

    comprensin colectiva, en un ambiente que estaba a punto de explotar en

    violencia. Desapareci la tensin que haba en toda la plaza, y el resto de

    la jornada fue sereno y profundo.

    Entiendo por perdn una decisin personal de quien ha sido vulnerado,

    de renunciar a someter al victimario a actos violentos que le causen un

    sufrimiento igual o semejante al que l someti a la vctima; una

    decisin personal de la vctima, de tomar la iniciativa y el riesgo de

    abrirse al victimario para acogerlo con el equipaje de confusin y de

    peligro que carga; una decisin personal de trabajar por transformar los

    propios sentimientos de odio y de venganza contra el victimario, por

    sentimientos de comprensin; ; y una decisin personal de renunciar a

    promover el rechazo social contra el victimario, y disponerse

    interiormente a acciones afirmativas para que el victimario sea incluido

    en la sociedad.

    Esta decisin de perdonar, tomada libremente por el sujeto vctima, no

    significa darle la razn al agresor, no significa ponerse de parte de los

    perpetradores de la violencia, no significa renunciar a los derechos de la

    persona victimizadas y de sus familias, no significa abandonar la causa

    tica o poltica por la que luchan las vctimas, no significa negar la

    objetividad del mal hecho por el que ha extorsionado, robado o matado,

    no significa optar por la impunidad o por el olvido. La decisin de

    perdonar mantiene todas estas cosas y se coloca a otro nivel, mucho ms

    profundo, mucho ms personal, mucho ms espiritual y, si no es

    inapropiado decirlo, ms psquicamente saludable.

    Las condiciones del Perdn

  • Aqu llegamos a dos preguntas sobre las condiciones del perdn: la

    primera es cules son las condiciones que tiene que llenar el agresor

    para que la vctima le perdone?

    La respuesta es simple, es una respuesta desafo, casi un escndalo. El

    victimario no tiene que llenar ninguna condicin para ser objeto del

    perdn. El perdn es gratis. No exige nada a cambio.

    La segunda pregunta es cules son las condiciones que tienen que darse

    en la vctima para que perdone? La respuesta a esta pregunta es compleja

    y difcil, y llama a la terapia espiritual y psicolgica.

    La experiencia ms cercana que me llev a reflexionar sobre las

    condiciones del perdn en nuestra guerra fue en Puerto Berro, en el

    Magdalena Medio Antioqueo, en el 2007. Tenamos un acto para sacar

    del silencio la memoria de las vctimas y superar el miedo. Invitamos a las

    familias a colocar un ladrillo pintado de blanco con el nombre del familiar

    asesinado o desaparecido, en la explanada de cemento que est en frente

    de la Iglesia central del pueblo. Juntamos 434 ladrillos blancos. Estbamos

    iniciado la ceremonia de honor a la memoria de las vctimas, cuando un

    paramilitar del Bloque Central Bolvar, supuestamente desmovilizado,

    arrebat el micrfono y delante de todo el mundo dijo: Ustedes nos

    tienen que perdonar porque el gobierno nos ha perdonado. Impona con

    intimidacin el perdn. Los paramilitares no piden un favor sino que

    exigen, al precio de la vida.

    Mi primera reaccin, y excsenme que me refiera a m mismo, fue quitarle

    el micrfono al paramilitar y decirle delante de todo el mundo: no sea

    sinvergenza. Porque en ese instante comprend hasta dnde la locura

    de la guerra en Colombia desbarat entre nosotros la vergenza. Este

    sentimiento radical, de sentirse uno mal por haber hecho dao a su grupo,

    por haber puesto a los dems en peligro, por haber sido infiel. La

    vergenza que es conciencia de haber uno despedazado la estima de los

    que uno ms aprecia; por haber violado los cdigos de honor de su propia

    comunidad, para decirlo con el lenguaje de los antroplogos.

    Las 434 familias que estaban all presentes, compartiendo la desaparicin

    de sus hijos, novios, esposos, mams, no pedan dinero ni tierras. Pedan

    verdad y pedan que parara la barbarie.

  • Queran que les dijeran por qu haban matado a sus seres queridos. Una

    respuesta dolorossima y necesarsima para las vctimas. Porque ante el

    asesinato cruel, los interrogantes son inmensos, y ante el silencio sobre la

    verdad se implanta la duda: por algo seraalgo malo debieron haber

    hecho, quien sabe si las familias estn implicadas. Por eso la verdad es

    la primera necesidad de las vctimas.

    Queran que les dijeran dnde pusieron los cadveres?. Porque la

    gente necesita del funeral para convertir el relato de la muerte en una

    verdad sentida. Queran que les dijeran cmo esa agresin horrible no iba

    a volver a ocurrir en el pueblo.

    En ese momento pens que haba que ponerle dos condiciones mnimas al

    victimario para poder perdonarle: la verdad y la no repeticin de la accin

    violenta.

    Hoy estoy convencido que esas son condiciones necesarias para la

    reconciliacin, pero no para el perdn. Para el perdn no hay condiciones.

    El perdn no puede exigirse, el perdn es una decisin tomada por la

    vctima, que logra liberarse de presiones y condicionamientos internos y

    externos y que se pone por encima de normas y leyes. Es una decisin

    autnoma, hasta donde es posible, de las propias emociones, temores,

    rabias, tristezas y angustias; es un acto que no espera retribucin alguna

    en respuesta. Es un don. Es estrictamente un valor moral. Vale por s

    mismo y no por lo que paguen por el perdn. Vale aunque no paguen

    nada por l.

    La reconciliacin es distinta del perdn y es necesaria para la paz. La

    reconciliacin si puede exigirse. Es un conjunto de actos ulteriores o

    simultneos con la profundidad del perdn, pero puede darse incluso sin

    que haya perdn. La reconciliacin llena las condiciones prcticas para un

    acuerdo entre el victimario y las vctimas. En la reconciliacin hay un qui

    pro quo, un algo por algo. La reconciliacin pide del victimario la verdad y

    la restitucin, y da a cambio la justicia restaurativa y la reincorporacin

    social del victimario bajo condiciones. El perdn no tiene qui pro quo. El

    perdn lo regala la vctima si quiere, y lo da previamente o en lo profundo

    de la reconciliacin.

  • Aquella noche en la plaza de Puerto Berro nos aterroriz el paramilitar

    cuando nos intimid para que perdonramos, cuando apenas

    comenzbamos a acercarnos a comprender la radicalidad soberana del

    perdn.

    Acerqumonos a las condiciones que se dan al interior de la vctima que

    perdona sin esperar nada a cambio. Estamos aqu mirando a uno de los

    abismos ms profundos, donde la experiencia colombiana desafa a la

    ciencia y a la sabidura a enfrentarse con lo impredecibles e indecible de

    la condicin humana.

    Este es uno de los asuntos en que los acadmicos colombianos podran

    dar un aporte nico al avance de la ciencia pues estn ante la posibilidad

    de acceder a dimensiones de las personas y de la sociedad que pocas

    veces ocurren en otros lugares o casi nunca se plantean tan crudamente

    como en Colombia, y cuya respuesta puede ser iluminadora en las

    perplejidades internacionales.

    Si el perdn es un acto libre, que ocurre en la vctima ms all de lo

    previsible, un hecho que no puede provocarse directamente, ni puede

    exigirse, qu ocurre en el mundo de las vctimas cuando se crean las

    condiciones que hacen ms probable la ocurrencia del perdn?

    Esta pregunta para nosotros es crucial porque la hiptesis central aqu es

    que el perdn incondicional, en el caso de la guerra colombiana que ha

    capturado a todos y donde todo vale, es necesario para terminar la guerra

    y abrirnos a la reconciliacin, es necesario aunque paradjicamente no se

    le pueda exigir a nadie. Qu son por tanto los coadyuvantes para que

    acontezca este hecho gratuito?

    Lo que puedo constatar en mi propia experiencia y en la experiencia de

    personas cruelmente victimizadas que han perdonado, es que la

    posibilidad de que ocurra el perdn se acrecienta en la medida en que la

    vctima, normalmente con la ayuda espiritual o teraputica, comprenda

    hasta los niveles ms impredecibles lo que significa ser hombre y mujer, y

    acepte y valore y ame su condicin humana.

    La vctima, precisamente por la profundidad de su victimizacin,

    precisamente por tener en s misma una experiencia traumtica de lo

  • espantoso y abominable a que puede llegar el ser humano, est en una

    posicin privilegiada para acceder a honduras jams imaginadas desde las

    cuales es posible la comprensin radical de s misma y de cualquier otra

    persona. Obvio que esta misma experiencia no acogida y elaborada puede

    llevar y ha llevado en muchos casos a la destruccin de la persona de la

    vctima y a la venganza irracional.

    Aceptar que el perpetrador del crimen es un ser humano como uno, es

    aceptar que lo que el otro ha hecho contra uno entra dentro de las

    posibilidades de accin de todos y de todas, en las circunstancias

    especficas de una sociedad penetrada por la violencia. Significa que en el

    contexto de esta guerra nadie puede reclamar su justificacin porque no

    ha hecho lo que el otro ha hecho, mientras se vive en semejante caos,

    donde todo lo que el otro ha hecho entra en el campo de las posibilidades

    de todos.

    El perdn por eso surge de la comprensin racional y de la aceptacin

    emocional total y sincera, incondicional y serena, de lo que somos como

    seres humanos situados, y de lo que somos capaces colocados en

    circunstancias lmites. Porque tenemos una libertad cierta pero limitada y

    presionada por circunstancias histricas.

    El perdn emerge all, levantndose sobre condicionamientos, presiones e

    incertidumbres, para poner hechos que demuestran que este mismo ser

    capaz de la barbarie, es tambin capaz de lo sublime del valor moral que

    se da sin condiciones, y que da lugar acontecimientos, a happenings,

    como el amor, la solidaridad radical con las vctimas, la lealtad, la verdad,

    la entrega de la vida por la justicia, la compasin y como valor original

    para crear la posibilidad de los dems valores y salirse de la tenaza de la

    guerra: el perdn.

    El perdn se da en hombres y mujeres que ponen su seguridad en el

    coraje de aceptarse simplemente como son y dominan el miedo que nos

    producimos unos a otros precisamente porque se acogen y acogen a los

    dems en la verdad de los que somos. Por eso no tienen miedo a nada de

    lo humano. Hombre y mujeres apasionados por el ser humano, capaz de

    captar su grandeza y luchar por esa grandeza, cuando tambin tienen la

    posibilidad de decidir destruirse.

  • El perdn acrecienta una seguridad invulnerable en los que tienen este

    coraje, porque lleva a una comunin radical entre todos y todas. Un acto

    que se levanta sobre una base fundamental debajo de la cual no hay nada

    ms soportes ni cimientos. Un acto que no necesita de apariencias ni

    ideologas ni tesis acadmicas ni dinero ni arma, sino simplemente la

    osada de ser lo que somos y aceptarnos como somos. Un acto

    fundamental de fe en nosotros y en nosotras.

    Por eso el perdn que se da libremente a otros, requiere antes que nada

    que la vctima se acepte a s misma. Tome el riesgo de asumirse como el

    ser que es, el riesgo de perdonarse por su propia historia, de perdonarse

    por ser miembro de su propia familia, perdonarse por ser miembro del

    pueblo colombiano de 5 millones de desplazados, de la sociedad de los

    secuestros ms largos del mundo y del pas de ms del mil falsos positivos;

    perdonarse a uno mismo as para poder aceptar a los dems en sus logros

    y sus abismos.

    El desafo pedaggico, teraputico, espiritual, es que contribuyamos a

    crear las condiciones para que se den entre nosotros hombres y mujeres,

    y comunidades enteras, con la capacidad de perdonarsi ellas y ellos

    quieren.

    Otro elemento que se pone en evidencia en el mundo de las vctimas

    cuando aparece el perdn es la dinmica liberadora que el mismo perdn

    desata. El perdn no solo libera a la vctima del odio, la venganza y las

    tensiones destructivas. Cuando la vctima da el perdn en el victimario se

    producen un conjunto de efectos emocionales y sociales liberadores. El

    victimario queda ante la irracionalidad de su agresin y se siente

    desarmado, queda la borde de emanciparse de las dinmicas interiores

    que lo montaron en barbarie. Experimenta la seguridad de ser acogido,

    reconocido como ser humano, de ser parte en una sociedad.

    Por eso es constatable que el perdn llama al perdn cuando se le da

    entrada en un grupo humano, porque pone en evidencia su valor, y es ms

    probable que se d su ocurrencia liberadora entre ms se lo otorguen

    libremente las mujeres y los hombres en una sociedad.

  • Perdonar lo imperdonable

    He querido expresamente poner en crudo estas condiciones al referirme

    al perdn porque al hablar del perdn no estoy hablando de perdonar

    ofensas menores. Me refiero al perdn de las ofensas ms graves: estoy

    hablando de perdonar lo imperdonable, desde todos los lados, en el

    conflicto brbaro que penetr toda la sociedad.

    Perdonar masacres de decenas de campesinos, secuestros de ms de diez

    aos, falsos positivos de muchachos inocentes de los barrios populares.

    Perdonar a quienes pusieron explosivos en edificios y minas

    antipersonales en el campo, a quienes bombardearon veredas y

    comunidades. Perdonar a guerrilleros, paramilitares y soldados.

    Los obstculos que se levantan contra un perdn as son inmensos:

    A nivel personal, el dolor y la confusin interior que empujan

    compulsivamente a la retaliacin y la venganza.

    A nivel de social, la creencia que se desbarata la misma sociedad si se

    entra en dilogo con los enemigos. Tal es por ejemplo el sentir de los

    ganaderos colombianos cuando el presidente de FEDEGAN se resiste a

    asistir al Foro Agrario por la Paz en diciembre de 2012 con el argumento:

    No hay ninguna justificacin para sentarnos a negociar con nuestros

    verdugos.

    Estoy convencido que estos y otros obstculos exigen respuestas en el

    campo del derecho, de la justicia y de las leyes, pero el perdn como

    acogida radical, previa a toda condicin jurdica, es indispensable en las

    circunstancias nuestras donde todos somos responsables en diverso grado

    de la ruptura de nuestra dignidad humana, y donde no hay avance posible

    si no nos aceptamos todos como colombianos.

    Pero si esta necesidad existe, cmo motivar para el acto libre del

    perdn?

  • Lo primero es hacer sentir la urgencia de parar esta guerra desde todos los

    lados, guerra que no tiene solucin militar, que de no detenerse puede

    dejarnos agarrados por un conflicto salvaje por generaciones.

    Lo segundo es dejar claro que el perdn es siempre un acto libre,

    inexigible, unilateral; distinto de la reconciliacin que es un ejercicio

    mutuo donde se exige la verdad, la reparacin, la justicia transicional, la

    acogida del otro bajo la condicin de no repeticin.

    Lo tercero es mostrar que el perdn se evidencia en el contacto

    testimonial de las personas que han extendido la mano de acogida a sus

    secuestradores, a los asesinos de sus hijos, a los masacradores de sus

    veredas, hasta llegar a casos de conformacin de pareja entre la mujer y el

    hombre que se enfrentaron en la guerra desde lados opuestos. El impacto

    que producen estas personas es de paz y seguridad hondsimas.

    Lo cuarto es hacer contacto con los perpetradores que se han sentido

    perdonados de verdad, y acogidos y respetados en lo ms hondo de su

    condicin humana. Hemos sido testigos del guerrillero que se convierte en

    lder del proceso de paz y del paramilitar perdonado que toma el liderazgo

    de la restitucin de las tierras de los que fueron sus vctimas.

    Lo quinto es aproximarse y comprender las diversas experiencias de

    procesos de reconciliacin colectiva, dentro de las que ocurre. en

    ocasiones, como un acontecimiento cualitativamente gratuito, el perdn

    entre personas, y la invitacin a un perdn colectivo que se insina en

    momentos de libertad en medio de memorias dolorosas, de miedos, y de

    incertidumbres, en la recuperacin de la vida compartida en las

    comunidades victimizadas. Comunidades que han puesto sus hijos para

    todos los lados de la guerra. Esta Facultad conoce de las complejidades

    involucradas en los procesos de reconciliacin entre las comunidades que

    animan las acciones del Comit Cvico del Sur de Bolvar: Monterrey, San

    Blas, El Paraso, Santa Luca y San Joaqun. Experiencia que en el ltimo

    ao ha sido acompaada por la profesora Anglica Mara Ocampo.3/

    3 En el marco de su trabajo investigativo en el Sur de Bolvar entre Julio de 2011 y Julio de 2012, Angelica

    Maria Ocampo logra resultados significativos a partir del acompaamiento directo a estas comunidades victimizadas que han sido sometidas al terror y al silencio por todos los actores armados. Prepara su Disertacin Doctoral en la Haya, Holanda. En el ISS - International Institute of Social Studies of Erasmus University Rotterdam.

  • Finalmente es necesario desarrollar una pedagoga cvica del perdn.

    Guillermo Hoyos, director del departamento de Biotica, 40 das antes de

    morir, acoge la propuesta de Jacques Derrida, judo, vctima del

    Holocausto, sobre los crmenes imprescriptibles de lesa humanidad, e

    invita a perdonar lo imperdonable para barruntar lo divino que slo un

    Dios puede perdonar. Porque tarde o temprano la cultura del perdn, que

    no significa olvido, tendr que ensearse como virtud cvica, sin dejar de

    ser para muchos solo virtud religiosa. Porque sin esta cultura como virtud

    cvica se seguirn atizando en el mbito colombiano y mundial nuevas

    violencias, nuevos terrorismos, nueva guerras.4/

    Una palabra sobre el perdn en la tradicin Cristiana

    No puedo terminar, en esta Universidad que respeta la autonoma de la

    verdad cientfica y se abre al dilogo con la teologa, sin hacer una

    referencia al perdn como aparece en la revelacin cristiana.

    All se afirma la experiencia del ser humano pecador, que no tiene nada

    que ver con la enfermedad del culpable morboso, que atrapado en su

    culpa se auto castiga y castiga a los dems. La conciencia de ser pecador

    es experiencia de aceptacin en paz de los abismos de contradiccin y sin

    sentido a que puede llegar, quien al mismo tiempo es capaz y responsable

    de la generosidad, la verdad y el amor hasta el herosmo.

    Esta aceptacin radical de s mismo, sin miedo ni mentiras, tiene su

    fundamento en encontrar el sentido ms profundo en el misterio de amor,

    que sin poder entender llamamos Dios. Un misterio que sale a buscar al

    ser humano atrapado en sus contradicciones, que lo acoge sin ponerle

    condiciones, que lo busca sin pedir arrepentimiento previo, que lo

    perdona y hace una fiesta por haberlo perdonado. Un misterio apasionado

    por la mujer y por el hombre concreto y situado. Un misterio ante el cual

    nosotros no nos justificamos por el cumplimiento de leyes o de normas,

    sino simplemente porque nos acogemos a la magnanimidad de una

    misericordia que nos ama como somos.

    4 /Entrevista a Guillermo Hoyos en El Tiempo, Bogot, octubre 22 del 2012.

  • Jess no muri, sino que fue matado por sus verdugos despus de

    torturarlo. Lo mataron porque luchaba por manifestar este misterio

    desde la bsqueda de verdad y de la justicia. Al agonizar, empalado en la

    cruz, proclama este misterio orando por sus verdugos: Dios mo,

    perdnales porque no saben lo que hacen.

    Conclusin:

    Espero haber hecho comprensible la hiptesis que consider pertinente

    proponer a ustedes como Facultad, en las reflexiones iniciales de un ao

    en que Colombia va a definir si tiene el coraje de lanzarse a la paz o si se

    hunde por muchos aos ms en la guerra salvaje.

    He tratado de decir que la paz necesita primero de la determinacin de

    parar el conflicto armado por encima de las discusiones polticas, que la

    paz necesita de la reconciliacin con sus componentes de verdad y

    memoria, restitucin, restauracin; y justicia transicional propia de la

    guerra que envolvi a todos para que no haya impunidad; y que una vez

    parado el conflicto la paz necesita de los cambios estructurales para

    consolidarse y hacerse sostenible. Todos estos pasos son necesarios y

    exigibles.

    Y he aadido que en las condiciones colombianas se requiere adems el

    perdn. Que es distinto de todos los otros pasos necesarios. Que

    paradjicamente es necesario aqu, y es no exigible siempre, por tratarse

    de un acto libre y personal.

    Ustedes, mujeres y los hombres que se ocupan del espritu humano,

    tienen aqu un desafo inmenso y una responsabilidad ineludible ante la

    historia.

    .-

  • Bibliografa

    Gonzalez Fernn, Aproximacin a la violencia poltica desde la Historia y la

    Geografa de Colombia. Seminario sobre Nuevas perspectivas sobre la

    violencia en Colombia, UNIANDES, 28 y 29 de mayo de 2012.

    GONZLEZ, Fernn e INGRID Bolvar (2002): Violencia y construccin del

    Estado en Colombia. Aproximacin a una lectura geopoltica de la

    violencia colombiana en Procesos regionales de violencia y configuracin

    del Estado, 1998-2000, Informe final de investigacin, Bogot, Cinep, 22

    de febrero