EL PENSAMIENTO Y LA ACCION EN JUAN PABLO DUARTE - Carlos Perez y Perez.-

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    El pensamiento y la accinen la vida deJuan Pablo Duarte

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    El pensamiento y la accin

    en la vida deJuan Pablo Duarte

    CARLOS FEDERICO PREZ Y PREZ

    Santo Domingo, Repblica Dominicana2007

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    CONSEJO DIRECTIVOMariano Mella, Presidente

    Dennis R. Sim Torres, VicepresidenteToms Fernndez W., Tesorero

    Manuel Garca Arvalo, VicetesoreroOctavio Amiama de Castro, SecretarioScrates Olivo lvarez, Vicesecretario

    VOCALES

    Eugenio Prez Monts Miguel de CampsEdwin Espinal Julio Ortega Tous Mu-Kien Sang Ben

    Antonio Morel, Comisario de Cuentas

    ASESORES

    Jos Alcntara Almnzar Andrs L. Mateo Manuel Mora SerranoEduardo Fernndez Pichardo Virtudes Uribe Amadeo Julin

    Guillermo Pia Contreras Emilio Cordero Michel Raymundo GonzlezMara Filomena Gonzlez Eleanor Grimaldi Sili

    EX-PRESIDENTES

    Enrique Apolinar Henrquez +Gustavo Tavares Espaillat Frank Moya Pons Juan Toms Tavares K.

    Bernardo Vega Jos Chez Checo Juan Daniel Balccer

    Jess R. Navarro Zerpa, Director Ejecutivo

    SOCIEDAD DOMINICANADE BIBLIFILOS

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    BANCO DE RESERVASDE LA REPBLICA DOMINICANA

    Daniel ToribioAdministrador General

    Miembro ex oficio

    CONSEJO DE DIRECTORESLic. Vicente Bengoa

    Secretario de Estado de Hacienda,Presidente ex oficio

    Lic. Mcalo E. Bermdez

    MiembroVicepresidente

    Dra. Andrena Amaro ReyesSecretaria General

    VOCALES

    Ing. Manuel Guerrero V.Lic. Domingo Dauhajre Selman

    Lic. Luis A. Encarnacin PimentelDr. Joaqun Ramrez de la RochaLic. Luis Meja Oviedo

    Lic. Mariano Mella

    SUPLENTES DE VOCALES

    Lic. Danilo DazLic. Hctor Herrera Cabral

    Ing. Ramn de la Rocha Pimentel

    Ing. Manuel Enrique Tavrez MirabalLic. Estela Fernndez de Abreu

    Lic. Ada N. Wiscovitch C.

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    COMIT DE EVALUACIN Y SELECCIN

    Orin MejaDirector General de Comunicaciones y Mercadeo, Coordinador

    Luis O. Brea FrancoGerente de Cultura, Miembro

    Juan Salvador Tavrez DelgadoGerente de Relaciones Pblicas, Miembro

    Emilio Cordero Michel

    Sociedad Dominicana de BiblifilosAsesor

    Raymundo GonzlezSociedad Dominicana de Biblifilos

    Asesor

    Mara Filomena GonzlezSociedad Dominicana de Biblifilos

    Asesora

    Jess Navarro ZerpaDirector Ejecutivo de la Sociedad Dominicana de Biblifilos

    Secretario

    El pensamiento y la accin en la vida deJuan Pablo Duarte

    ISBN: 978-9945-8591-1-9Primera edicin: UNPHU-OEA, 1976

    Segunda edicin: BIBLIFILOS-BANRESERVAS 2007

    Coordinadores:Luis O. Brea Franco, por Banreservas; y

    Jess Navarro Zerpa, por la Sociedad Dominicana de Biblifilos

    Arte y diseo de la edicin: Ninn Len de SalemeCorreccin de pruebas e ndice onomstico: Juan Freddy Armando

    Impresin: Amigo del HogarSanto Domingo, Repblica Dominicana

    Julio 2007

    Esta publicacin, sin valor comercial,es un producto cultural de la conjuncin de esfuerzosdel Banco de Reservas de la Repblica Dominicana

    y la Sociedad Dominicana de Biblifilos, Inc.

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    Contenido

    Presentacin ...................................................................................... 11DANIEL TORIBIOAdministrador General del Banco de Reservas de la Repblica Dominicana

    Exordio .............................................................................................. 15MARIANO MELLA

    Presidente de la Sociedad Dominicana de Biblifilos

    Duarte, praxis e ideologa en la obra de Carlos Federico Prez y Prez .... 17JUAN DANIEL BALCCERMiembro de Nmero de la Academia Dominicana de la Historia

    Palabras previas .................................................................................. 25

    I. El legado tradicional en Santo Domingo, y las ideas nuevasen el lapso de 1785 a 1809 ........................................................ 27II. El perodo de la Espaa Boba: 1809-1821 ................................. 41

    III. Acerca de la entrada y actuacin de Duarte en la Historia ..... 57IV. Los cimientos ideolgicos ........................................................ 67V. Al pensamiento sigui la accin ............................................... 87

    VI. Surge el ncleo de la revolucin: La Trinitaria ....................... 97VII. La etapa del dinamismo revolucionario ................................... 111

    VIII. El hombre de accin ................................................................. 127IX. Duarte se proyecta en ausencia ................................................. 153X. Salve al Padre de la Patria! ...................................................... 167

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    XI. La poltica como magisterio ...................................................... 177XII. El pensamiento de Duarte segn las ideas y los hechos ............ 209XIII. Una mirada al verso .................................................................. 219XIV. El revolucionario no haba muerto! ........................................ 231XV. A modo de balance final ........................................................... 255

    Cronologa de la vida de Juan Pablo Duarte 1813-1876 .................... 259

    Bibliografa adicional por orden cronolgico ..................................... 269

    Anexo ................................................................................................. 271

    ndice onomstico .............................................................................. 275

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    Carlos Federico Prez y PrezEL PENSAMIENTO Y LA ACCIN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DUARTE

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    Presentacin

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    Con suma complacencia, las autoridades del Banco de Reservas dela Repblica Dominicana entregamos a la sociedad dominicana lasegunda edicin de El pensamiento y la accin en la vida de Juan PabloDuarte, de la autora del Dr. Carlos Federico Prez y Prez.

    Su autor fue un lcido pensador dominicano, quien con pulcroestilo incursion en diversos gneros: en la crtica nos leg: Evolu-cin potica dominicana, con el cual gan el Premio Nacional deLiteratura; en la novelstica:Juan, mientras la ciudad creca, de 1960,y La ciudad herida, publicada en 1977; en la historia incursion conla obra Historia diplomtica de Santo Domingo, en dos tomos; y comomuestra de su labor ensaystica adelantamos el volumen que ahora

    publicamos, un esplndido ensayo en el estilo, profundo y acucio-so en el manejo de las ideas vigentes en el tiempo del Padre de laPatria.

    Carlos Federico Prez y Prez se gradu de Filosofa y Letras enla Universidad de Santo Domingo; se distingui como diplomti-co y represent el pas como embajador en Argentina y en Japn;y lleg a ser, en varias ocasiones, subsecretario de Estado de Rela-

    ciones Exteriores y, finalmente, Canciller de la Repblica.En el campo acadmico, ejerci como profesor de diversas ma-terias de las Humanidades, en la Universidad de Santo Domingo.

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    En Banreservas nos inspiramos en todo momento en el ejem-plo de nuestros prceres, as como en el ideario esclarecido de JuanPablo Duarte, apstol de la libertad y el decoro, maestro de demo-cracia, ejemplo de dignidad y de acrisolada honestidad para losdominicanos de todos los tiempos.

    Estimamos que nuestra nica posibilidad de ser plenamentedominicanos reside en dedicarnos a crear, con nuestras mejores

    energas, la patria que so Duarte cuando escriba: Trabajemos pory para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotrosmismos.

    Daniel ToribioAdministrador general

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    Exordio

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    La Sociedad Dominicana de Biblifilos es una institucin priva-da sin fines de lucro, que desde el ao 1973 se ha dedicado al resca-te de las ms importantes obras sobre la Repblica Dominicana,salvando del olvido de la memoria colectiva obras que de no ser

    reeditadas probablemente nunca hubiesen llegado a las manos demuchos dominicanos y dominicanas. Para continuar con esta lar-ga tradicin editorial, la Sociedad Dominicana de Biblifilos se haunido con el Banco de Reservas de la Repblica Dominicana conel noble objetivo de seguir rescatando obras de gran valor histri-co, literario y cultural para nuestro pas, iniciando la coleccinBibliofilos-Banreservas

    Nos sentimos henchidos de alegra por el hecho de que seaprecisamente una obra dedicada al ms grande de los dominica-nos, Juan Pablo Duarte, la que d inicio a la Coleccin Biblifilos-Banreservas. Sirva pues el ejemplo de este personaje excepcionalpara seguir inspirndonos en el deseo e ideario de hacer de la Re-pblica Dominicana un faro de luz en el Caribe, iluminando lasnaciones del mundo.

    Agradecemos a Banreservas, en la persona de nuestro distin-guido amigo, su administrador general, Daniel Toribio, por tenerla visin y la firme decisin de unir esfuerzos con la Sociedad

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    Carlos Federico Prez y Prez|EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DUARTE

    Dominicana de Biblifilos con el ms sublime de los deseos: con-tribuir a que la Repblica Dominicana se convierta en un pas delectores, tal y como est consagrado en el Plan Quinquenal delLibro y la Lectura (2007-2012), creado por decreto del excelen-tsimo seor presidente de la Repblica Dr. Leonel Fernndez.

    Queremos destacar tambin el amable gesto de la seora JuliaOrnes Arzeno Vda. Prez, por autorizarnos a realizar esta segunda

    edicin de la obra Pensamiento y accin en la vida de Juan PabloDuarte, del Dr. Carlos Federico Prez y Prez, y a su hija NoraPrez Ornes por tener la gentileza de facilitarnos el currculo delautor, su fotografa, y porque siempre estuvo dispuesta a respondera cualquier consulta que tuviramos sobre su padre y su obra, locual fue de mucha ayuda para esta edicin.

    El prlogo del libro lo realiz el destacado historiador domini-

    cano, licenciado Juan Daniel Balccer, a quien tuve el honor desuceder como presidente de esta Sociedad Dominicana de Bibli-filos. Gracias a nuestro amigo Juan Daniel Balccer.

    Finalmente quiero destacar que, por acuerdo entre la SociedadDominicana de Biblifilos y el Banco de Reservas de la RepblicaDominicana, la quinta parte de los libros que se editen dentro deesta coleccin ser entregada gratuitamente a las bibliotecas p-

    blicas en todo el territorio nacional, reafirmando nuestro compro-miso social y cultural con el pas.

    Mariano MellaSociedad Dominicana de Biblifilos

    Presidente

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    Duarte, praxis e ideologa en la obrade Carlos Federico Prez y Prez

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    Carlos Federico Prez y Prez fue un prominente acadmico do-minicano y un consagrado estudioso de la historia dominicana,quien adems cultiv los gneros literarios de la poesa, la narrati-va y el ensayo. En 1946 se doctor en Filosofa y Letras en la Uni-

    versidad Autnoma de Santo Domingo y desde entonces incursionen la docencia universitaria, primero en la universidad estatal yluego en la Universidad Nacional Pedro Henrquez Urea, de lacual fue uno de sus fundadores.

    Su tesis de grado vers acerca del costumbrismo como expre-sin literaria en la literatura dominicana. Un ao despus, recibiel primer premio de los Juegos Florales auspiciados por la Casa de

    Espaa por un ensayo que titul Sobre cultura hispnica. En 1956fue distinguido nada menos que con el Premio Nacional de Litera-tura por su obra Evolucin potica dominicana, que vio la luz pblicaen Buenos Aires, Argentina, en el curso de ese mismo ao. Poste-riormente escribi otro ensayo dedicado al anlisis de Martn Fie-rro, el clsico poema pico del escritor argentino Jos Hernndez,al tiempo que, exhibiendo un singular dominio de la tcnica na-

    rrativa, incursion en el gnero novelstico. Remito al lector a dosde sus obras en narrativa de ficcin:Juan, mientras la ciudad creca(1960) y La ciudad herida (1977).

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    Carlos Federico Prez y Prez|EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DUARTE

    Carlos Federico Prez y Prez descoll como un recio intelec-tual y pensador criollo, quien propugn por una magna patria his-panoamericana, sin duda inspirado en el legado humanstico dePedro Henrquez Urea. Al decir de Enriquillo Rojas Abreu, des-de sus primeros aportes intelectuales a las letras nacionales, el doc-tor Prez y Prez evidenci un sobrio y elegante estilo castizo quele mereci respeto y admiracin de sus colegas intelectuales.

    Reconocido crtico literario, el doctor Prez y Prez supo combi-nar la ctedra universitaria con la carrera diplomtica. En la Uni-versidad Nacional Pedro Henrquez Urea, dirigi la Escuela de Ser-vicios Internacionales, de la que egresaron numerosos profesionalesque luego pasaron a formar parte del servicio exterior dominicano.Como miembro del cuerpo diplomtico, prest importantes servi-cios en el extranjero. Fue embajador dominicano en Argentina y en

    Japn; y adems lleg a ocupar el cargo de Canciller de la Repblica.En el mbito acadmico despleg una importante labor de in-vestigacin al tiempo que realiz significativos aportes a los estu-dios histricos nacionales. Fue presidente de la Academia Domi-nicana de la Lengua, miembro correspondiente de la AcademiaDominicana de la Historia y del Instituto Duartiano. Interesadoen contribuir al enriquecimiento del acervo bibliogrfico de la di-

    plomacia dominicana, el doctor Prez y Prez escribi una formi-dable historia de la evolucin diplomtica nacional y, con los aus-picios de la UNPHU, public su Historia diplomtica de Santo Do-mingo, en dos volmenes.

    Fue un fervoroso duartiano, dinmico miembro del InstitutoDuartiano, y a su pluma debemos penetrantes enfoques acerca dela vida y obra de Juan Pablo Duarte. En 1968 pronunci una inte-

    resante conferencia titulada Duarte, ideal y realidad, que cuatro aosdespus fue incluida en la coleccin de publicaciones del InstitutoDuartiano. Ms adelante, escribi un denso y magnifico ensayo

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    Carlos Federico Prez y Prez|EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DUARTE

    intitulado Pensamiento y accin en la vida de Juan Pablo Duarte, quemereci el primer galardn de un concurso patrocinado por la Or-ganizacin de Estados Americanos (OEA) en 1976, con ocasindel primer centenario de la muerte del ilustre prcer dominicano,obra que la Sociedad Dominicana de Biblifilos se complace enponer a disposicin de sus socios y relacionados, tras haber trans-currido ms de cinco lustros de su primera edicin. Carlos Federi-

    co Prez y Prez naci en el ao de 1912 y falleci en Santo Do-mingo a la edad de 72 aos.El pensamiento y la accin en la vida de Juan Pablo Duarte no

    constituye una biografa en el sentido tradicional del trmino; esdecir, que no espere el lector hallar en sus pginas una descripcinlineal y cronolgica del nacimiento, desarrollo y muerte del perso-naje objeto de estudio; sino que, ms bien, encontrar un mesura-

    do y ponderado estudio en torno a los postulados doctrinales quedieron origen al esquema duartiano de liberacin nacional, al igualque un formidable anlisis en el que se pone de relieve cmo Duar-te, en la medida en que supo combinar la praxis poltica con lateora, logr convertir en realidad la ms sublime meta de su apos-tolado revolucionario: constituir un Estado nacin que, con elnombre de Repblica Dominicana, deba ser libre e independiente

    de toda dominacin extranjera.Un breve examen de la estructura del presente libro permitiridentificar las lneas maestras que encuadran correctamente a JuanPablo Duarte en el marco histrico social que le correspondi actuary liderar con cierto xito el movimiento poltico del cual brot,airoso, el Estado republicano y democrtico que desde 1844 tene-mos los dominicanos. Juzg conveniente el doctor Prez y Prez

    iniciar el presente estudio analizando la poca durante la cual co-menzaron a gestarse en la parte espaola de la isla de Santo Domin-go las ideas segregacionistas y liberales que animaron a los pueblos

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    hispanoamericanos a emprender la conquista de la independen-cia, sin que para ello fuera menester que los dominicanos abjura-ran de los vnculos culturales que desde los remotos tiempos colo-niales los unan casi umbilicalmente a la Espaa imperial.

    En el decurso de esa poca, que transcurri entre 1785 y 1821crucial en la formacin del ethos nacional, tuvieron lugar tras-cendentales acontecimientos histricos, a saber: (1) el Tratado de

    Basilea y la cesin de Santo Domingo a Francia; (2) la invasin deToussaint Louverture; (3) la Era de Francia en Santo Domingo;(4) la guerra de la Reconquista; (5) el perodo de la Espaa Boba;y, finalmente, (6) la dominacin haitiana, que se prolong por es-pacio de 22 aos hasta ser desmantelada en 1844 tras la proclama-cin de la Repblica.

    En los albores de la Espaa Boba (1810-1821) naci Juan Pa-

    blo Duarte, mientras que su adolescencia y juventud transcurrie-ron bajo el perodo de la Unin con Hait. El joven Duarte, nosdice Carlos Federico Prez y Prez, era consciente de los avatarespadecidos por su pueblo, pues lleg a tener un conocimiento bas-tante completo de la historia dominicana, circunstancia quedevino en la fuente nutricia de su vigorosa y pragmtica concien-cia revolucionaria que le permiti entrar en la historia con el firme

    convencimiento de que los dominicanos eran capaces de superarlas rmoras del pasado y construir por su propio esfuerzo un mejorfuturo para las generaciones del porvenir. Fue as como, a lo largode su trayectoria pblica, Duarte descoll por su verticalidad y rec-titud revolucionarias propugnando, siempre que tuvo oportunidad,por la independencia pura y simple, a diferencia de la faccin con-servadora que le advers y venci en la arena poltica, faccin que

    al decir del propio lder trinitario era todo, menos dominicanay que en el plano de la poltica exterior siempre se mostr partida-ria de esta disyuntiva: protectorado o anexin.

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    Duarte tambin tuvo la oportunidad de viajar por EstadosUnidos y Europa, donde fue testigo de las grandes transformacio-nes polticas, sociales y econmicas que acontecieron a raz de lasrevoluciones independentistas de 1786 y 1789, respectivamente.La experiencia que pudo asimilar durante ese viaje, unida a suformacin intelectual, le proporcion los instrumentos concep-tuales primordiales que no slo caracterizaron su accionar polti-

    co, sino que segn Carlos Federico Prez y Prez se constituyeronen el ncleo central de su ideario, el cual no fue otra cosa quela culminacin a plenitud del proceso de la conciencia de la pro-pia identidad que haba comenzado a insinuarse en Santo Domin-go en las postrimeras del siglo XVIII y que el trauma histrico deBasilea hizo aflorar con hondura insospechada.

    Convencido de que la independencia nacional era tal y como

    consta en su Proyecto de Constitucin la fuente y garanta de laslibertades patrias, Duarte, y as lo consigna el autor del libro,emprendi , en el lapso transcurrido entre 1833 y 1844, la etapa deldinamismo revolucionario creando varias entidades, entre ellas elpartido trinitario, una organizacin clandestina con la disciplinaque es propia de las organizaciones para-militares..., destinada ainsuflar y mantener la mayor cohesin en el movimiento e ir pre-

    parando los cuadros para el choque posible; organizacin desde laque se impuls la cristalizacin de la meta suprema de los trinitarios:la proclamacin de la Repblica. La lectura de los captulos VI-Xde este libro permite constatar cmo Juan Pablo Duarte, duranteonce aos de sistemtica accin revolucionaria, deviene el lderindiscutible de la juventud de su poca, al que todos reconocenposeedor de cualidades excepcionales, proclamado jefe del parti-

    do duartista y a quien, inmediatamente despus del grito inde-pendentistas del Baluarte del Conde, la noche del 27 de febrero de1844, se le dispens el ttulo de Padre de la Patria.

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    Hay, sin embargo, en la vida del fundador de la Repblica Do-minicana una faceta a cuyo anlisis Carlos Federico Prez y Prezdedica el dcimo primer captulo de la obra; faceta que las nuevasgeneraciones deben tener por modelo: me refiero a la del polticocivilista que demuestra desinters por el poder si para ello es menes-ter fomentar la desunin y las luchas fratricidas entre sus compatrio-tas. Consideraba el Patricio que en vista de que el Gobierno se

    establece para el bien general... el [gobierno] de la Nacin domini-cana es y deber ser siempre y antes de todo, propio y jams ni nuncade imposicin extraa bien sea sta directa, indirecta, prxima oremotamente; es y deber ser siempre popular en cuanto a su origen,electivo en cuanto al modo de organizarle, representativo en cuantoal sistema, republicano en su esencia y responsable en cuanto a susactos, en modo alguno resultaba lcito aceptar un poder que no

    emanara de la voluntad popular expresada a travs del sufragio.Una vez logrado el objetivo principal de dotar a los domini-canos de una Patria libre, Duarte supo entonces que la etapa del acti-vo revolucionario haba concluido y que ahora le corresponda actuardesde otro plano, el del civismo, procediendo a cuidar y defender elnuevo Estado, propiciando desde diferentes mbitos el desarrollode las instituciones pblicas y el avance del espritu de civilidad. Es

    cierto, agrega Prez y Prez, queen todos los libertadores la funcinmagisterial ha sido como derivacin espontnea de su misma natu-raleza, pero, aun as, al caso de Duarte no es fcil encontrarle paran-gn...Porque la lucha poltica descendida a ras de las rivalidadesinmediatas, de las mezquindades de los celos, de las envidias, del en-cubrimiento de privilegios y granjeras, ha arrancado muchos jirones avestiduras proceras. La de Duarte permaneci impoluta porque jams

    se rebaj a los niveles en donde se dirimen los intereses que siempreresultan pequeos cuando se los mira a travs del prisma trascendentede la Historia. El poder y la popularidadpoltica solamente le

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    atrajeron cuando le dieron ocasin de sentar con el ejemplo loque haba abrazado con la idea, predicado con la palabra y consu-mado con la accin.

    En la vida de Duarte se advierte un grave conflicto existencial,toda vez que si bien su obra revolucionaria produjo una nueva re-pblica para los dominicanos, simultneamente para l al igualque para su familia esa realidad cualitativa devino en una fuente

    de incesantes padecimientos, hasta el punto de que tuvieron quetomar el amargo camino del destierro perpetuo. Pero an as, afir-ma Carlos Federico Prez y Prez, nunca se apag la llama patriti-ca que ilumin el sendero trillado por el ilustre revolucionario,siempre presto a defender la causa de la libertad de su pueblo. Portal razn, cuando hacia 1862 se enter de que la Repblica habasido aniquilada por obra del inconsulto caudillo Pedro Santana, y

    anexionada a Espaa el ao anterior, el Patricio no titube en re-gresar a la isla para incorporarse a la gloriosa guerra restauradora.De acuerdo con Carlos Federico Prez y Prez, Duarte adquiere

    dimensiones proceras similares a la de los grandes libertadores deAmrica. Su vocacin para el sacrificio pareci casi ilimitada y fuetan elevado su nivel de conciencia respecto de la nacionalidad queconcibi y predic, que en su concepcin ideolgica se disuelven

    los intereses, las afecciones personales, los atractivos del poder,los avatares del desengao, los embates de la insidia. Por el con-trario, alienta el sacrificio por la causa, la actividad para promo-verla, el ejercicio de la poltica como magisterio, la efusin delsentimiento como dolor de lejana, y tambin el sueo del equi-librio entre la libertad y la ley a manera de requisito bsico eindispensable de la justicia y la convivencia ciudadanas.

    Acaso la leccin ms profunda y significativa que se deriva dela lectura de este lcido ensayo, El pensamiento y la accin en la vidade Juan Pablo Duarte, estriba en el hecho de que el lector podr

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    constatar que Carlos Federico Prez y Prez, con la ayuda de fuen-tes documentales y bibliogrficas de irrecusable veracidad, logrdemostrar de manera fehaciente que en Duarte se consubstancia-ron el pensamiento con la accin, y que durante su existencia ja-ms pudo divorciarse el uno de la otra. De ah la fuerza ejemplari-zante y simblica de su personalidad, y su incuestionable condi-cin de revolucionario a carta cabal, al que todos los dominicanos,

    ha escrito el historiador Vetillo Alfau Durn, debemos el don su-premo de una Patria libre y soberana.

    Juan Daniel BalccerMiembro de Nmero

    Academia Dominicana de la Historia

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    Santo Domingo es sin duda la parcela del continente americanocuya trayectoria histrica presenta el mayor cmulo de vicisitudesy las ms variadas y numerosas; tanto que, sin tenerlas en cuenta,es imposible percatarse de lo que representaron como obstculos

    en el accidentado itinerario que hubo de recorrer para constituirseen una nacionalidad.Extraer de ese legado, que arriba a su poca en situacin de

    extremo deterioro, ms bien en vas de extincin, los elementospara erigir un estado libre y soberano, fue hazaa de Juan PabloDuarte. Este hombre puso en movimiento, cuando todo parecaperdido de manera irremediable, los escasos recursos que estaban

    a mano, acopia todo cuanto poda ser favorable y coloca a la co-munidad dominicana en condiciones de realizar su propio desti-no. Como era de esperarse, su accin respondi a las demandasque la historia de su patria haba ido planteando en la marchasecular de su transcurso y, en concordancia con esas demandas,fij y luch por las metas de su perfeccionamiento y efectiva rea-lizacin, llevando a la cima la principal de ellas: la de la indepen-

    dencia y soberana.Tuvo igualmente caracteres extraordinarios el hecho de quepara el cumplimiento de misin tan trascendente, en un medio

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    cuyas condiciones no eran propicias, Duarte ci su conducta alms puro civismo, de tal manera que en ese aspecto se parangonacon las ms acrisoladas figuras de la historia americana.

    Por ltimo, cuando se busca definir el pensamiento y la accinde Duarte, es asimismo imprescindible fijar la atencin, junto alpanorama de los hechos histricos, en la corriente de las ideas quelos acompaaron, pues en definitiva ella es de primera importan-

    cia como motor y expresin de la circunstancialidad histrica. Talrelieve aporta singular peso especfico en el caso de un protagonis-ta de la Historia como Juan Pablo Duarte, que fue fiel sin desmayarun solo momento a los ideales que haba abrazado.

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    Hasta muy avanzado el siglo XVIII gravitaba de manera absolutaen el ambiente socio-poltico del Santo Domingo espaol el fondotradicionalista depositado a travs de casi tres siglos de vida colo-nial. De las postrimeras de esa centuria es que nos quedan indicios

    de la afluencia de nuevas ideas. La relativa estabilidad y prosperidadque se produjeron en tal perodo favorecieron las condiciones paraque eso fuera as, mientras que la mayor parte del perodo anteriorhaba transcurrido bajo el estancamiento y decadencia que consti-tuyeron los frutos de poco afortunadas eventualidades.

    La posicin geogrfica en el centro del continente contribuya que la Isla alcanzara jerarqua histrica con el descubrimiento y

    los das iniciales de la colonizacin, pero tuvo su contrapartida alconvertirse en causa del aislamiento que la dej casi totalmenteconfinada a sus propios recursos; sobre todo al disponerse, a partirde la segunda mitad del siglo XVI, para la seguridad del transportemartimo, la comunicacin desde Espaa por medio de dos flotasanuales destinadas a puertos de Tierra Firme.1 El arte arquitectnico

    I

    El legado tradicional en Santo Domingo,y las ideas nuevas en el lapso de 1785 a 1809

    1Frank Moya Pons, Historia Colonial de Santo Domingo, UCMM, Santiago, 1976, pg.99.- El sistema de flotas alter notablemente el ritmo y el flujo de la navegacin en elCaribe y sirvi para rematar el aislamiento en que Santo Domingo haba ido cayendo, desdeque se inici la fuga de sus habitantes hacia Cuba, Mxico y Per en los aos anteriores.

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    en Santo Domingo es un vivo ejemplo de esa situacin. Los princi-pales monumentos coloniales que se conservan tienen los rasgosde las construcciones previas al Renacimiento y al Barroco. Tam-bin se ha hecho notar que la lengua espaola, por lo menos hastahace pocos aos, asuma un sabor marcadamente arcaico en com-paracin con la del resto de Amrica y no se diga de Espaa.2 As,en funcin de parcela del mbito hispnico, podemos calificar a

    Santo Domingo como una comunidad vuelta sobre s misma, enactitud introspectiva, atenaceada por una lasitud casi invariable.Sin embargo, no parece que hubo ni aun durante el decadente

    siglo XVII interrupcin completa de la actividad universitaria,mantenida por la Orden Dominica en la Universidad de SantoDomingo, la primera de Amrica, fundada en 1538. Desde luegoque esa actividad correspondi, en todo el trayecto de la vida colo-

    nial, a las consignas escolsticas que, en primer trmino, la im-pronta de la Contrarreforma haba grabado en la cultura espaolaen general. La armonizacin de la filosofa aristotlica con los dog-mas religiosos enclaustr como en todas partes el pensamiento y laenseanza. En circunstancias como las de Santo Domingo, aquelensamblamiento entre filosofa y religin sediment sin obstculohasta el punto de que no fue sino a finales del siglo XVIII que se

    insinuaron las primeras fisuras en el cerrado contexto de las ideas ysentimientos.En lo poltico, el rgimen que implant Espaa en sus posesio-

    nes americanas aparece con netos perfiles autocrticos en los quese aparejan y confunden muchas veces los elementos teocrticoscon los del absolutismo real. En Santo Domingo el gobierno de talndole se define sin cortapisas. Los gobernadores son Capitanes

    2Pedro Henrquez Urea, El Espaol en Santo Domingo, Biblioteca de DialectologaHispanoamericana, Buenos Aires, 1940, pg. 7.

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    Generales desde la segunda mitad del siglo XVI, y el jefe de laIglesia, elevado a la dignidad de Arzobispo, Primado de Indias, desde1549, es figura preponderante cuya influencia se reclama y se hacesentir para muchas de las decisiones de la autoridad real. El ejem-plo ms relevante de tal mancomunidad nos lo ofrece el aciagoepisodio de la destruccin de las poblaciones de la parte occidentaly de la parte norte de la isla, en 1605 y 1606, origen de la divisin

    en dos colonias, pues los franceses aprovecharon para introducirsepaulatinamente en la parte despoblada, pese a los esfuerzos de es-paoles y dominicanos para impedirlo.

    Ordenados dichos despoblamientos por Felipe III, con pre-tensiones de poner coto al contrabando y al contacto con losenemigos de Espaa, prcticas en que se hallaban sumidos loshabitantes de esas regiones por razones muy atendibles, el mo-

    narca, imbuido de la gravedad de la medida, confa su ejecucintanto al Capitn General Antonio Osorio como al ArzobispoPedro Dvila Padilla.3 Sin duda, el Arzobispo fue incluido con elpropsito de equilibrar la crudeza de la disposicin adoptada, conla moderacin y la autoridad del apostolado cristiano, del cualDvila Padilla, haba dado abundantes pruebas; ya que sta iba aparar a manos de un gobernador atrabiliario, quien, en la ejecu-

    cin de la orden, dio rienda suelta a sus peores instintos, actuan-do por su propia cuenta, a causa de que Dvila Padilla haba fa-llecido das antes del arribo de la cdula real. Aunque en estecaso result fallida la previsin, el ejemplo ilustra acerca del ma-tiz paternalista que en buena medida tuvo el rgimen colonial enSanto Domingo, dentro de sus ribetes autocrticos, gracias al ejer-cicio compartido del ascendiente de lo militar y religioso.

    3El texto de la Cdula Real figura en J. Marino lnchustegui, Reales Cdulas y Corres-pondencia de Gobernadores de Sto. Dgo. , tomo III, pgs. 588-90.

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    No siempre ambas jerarquas armonizaron, y posiblemente elproblema de las despoblaciones lo hubiera demostrado sin la des-aparicin del prelado, pero eso mismo atestigua el equiparamientoque haba entre las dos, y sobre todo la tutora moral que se reco-noca a la Iglesia. El caso memorable del dominico AntonioMontesino, elevando su voz enardecida en favor del indgena es-clavizado, en 1511, remonta los ejemplos de beligerancia que a

    veces quebr el hacer mancomn hasta los mismos comienzos dela vida colonial. La tutora moralizante de la Iglesia, al no hacerdistinciones para su proselitismo entre blancos y negros, entre li-bres y esclavos, junto con la penuria econmica y el aislamiento,tuvo que ver con el proceso de unin tnica y nivelamiento socialfavorables a la integracin de los dismiles fragmentos de la comu-nidad alrededor de mdulos determinados de ideas y sentimientos.

    Es significativo que la denominacin de dominicanos, aplicada alos nativos, se haba hecho comn para el siglo XVIII.4

    En 1701 ascendi al trono espaol un miembro de la dinastade los Borbones franceses, y a causa de ello y de la rivalidad deEspaa y Francia con la Gran Bretaa, ambas naciones latinas si-guieron generalmente una poltica europea comn. Esto a la largacondujo a que la ocupacin francesa de la parte occidental de la

    isla de Santo Domingo que haba venido siendo combatida yconsiderada como usurpacin fuera legalizada en 1777 por el tra-tado de Aranjuez, que estableci los lmites entre las dos colonias.

    En la segunda mitad del siglo XVIII se produjo una relativareanimacin de la colonia espaola, gracias al repoblamiento conemigracin canaria y a las medidas liberadoras del comercio, sien-do de primera importancia el intercambio con la colonia francesa

    4Por ejemplo, un oscuro poeta, Luis Jos Peguero, escribi en 1762 1763 un cantodedicado a los valientes dominicanos. Poesa Popular Dominicana, Emilio Rodrguez De-morizi, Sto. Dgo., 1938, pgs. 109-110.

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    que absorba el producto principal de la espaola, o sea el ganado.En la esfera cultural fue reflejo de esa relativa prosperidad el hechode que la ciudad de Santo Domingo contara con dos universida-des, la ya centenaria de Santo Toms de Aquino, de los dominicosy la de Santiago de la Paz, que regenteaban los jesuitas desde prin-cipios de siglo. Fue para las postrimeras de ese perodo que puedenadvertirse indicios de las corrientes de la Ilustracin o del Siglo de

    las Luces, que estaban rozando la epidermis vigorosamente tradi-cionalista del Santo Domingo espaol. En las propias medidas ad-ministrativas del gobierno colonial se perciben los aires de los nue-vos tiempos, como es el caso de la poltica de repoblacin, a lacual, aunque puede atribursele la causa eficiente de compensar eldesbalance con el crecimiento de la colonia francesa, ya vertigino-so, no ocultaba su cariz semejante al de las colonizaciones agrcolas,

    a la orden del da entonces en Espaa, para satisfacer las consignasfisiocrticas favorecidas por el despotismo ilustrado del siglo XVIII.Pero en el campo de las ideas se descubren indicios todava

    ms reveladores. Uno de ellos nos lo ofrece el padre Antonio Sn-chez Valverde, el famoso autor del libro Idea del Valor de la IslaEspaola, cuyo carcter apasionado y con frecuencia dscolo tuvoal parecer uno de sus escapes por el lado del pensamiento filosfico

    del siglo. En 1766 el Capitn General de la Colonia, don ManuelAzlor y Urries, responde a un pedido de informe del Consejo deIndias diciendo de Snchez Valverde, entre otras cosas, y ademstiene el genio muy vivo y emplea bastante libertad en la lengua, yaun en el plpito es ordinariamente muy libre en el hablar.5

    Ms adelante comenta Fray Cipriano de Utrera, a propsitodel expediente que se le form a Snchez Valverde por haber

    5Fray Cipriano de Utrera, prlogo a la edicin de Idea del Valor de la Isla Espaola dela Biblioteca Dominicana, 1947, pg. 10.

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    intentado ir a Espaa sin permiso de las autoridades coloniales,ocasin en que le fueron encontrados en el equipaje sendos diccio-narios del ingls y el francs, que dichos libros eran para imbuirsede ideas y pensamientos del saber europeo; lo que conduce a lapresuncin de haber sido el racionero un adepto al enciclopedismo,cuyo espritu adquiri en aquel grado que crey compatible con sucarcter sacerdotal, siendo, por otra parte, proclive a la conten-

    cin, al desdn de sus adversarios, y a la singularidad de juicios queen todo tiempo de su vida de relacin se reconoce. Al fin, era tie-rra naturalmente fecunda para recibir la semilla filosfica de susiglo. El plpito, ni la ctedra ni el foro, ni sus libros escaparoncomo partos de su entender, de aquella influencia.6

    Entre los libros, precisamente aquel por el cual es ms conoci-do, Idea del Valor de la Isla Espaola, de 1785, es claro exponente

    para Santo Domingo de la etapa de las letras hispanoamericanasque Luis Alberto Snchez ha llamado del redescubrimiento deAmrica, por la relativa abundancia de obras destinadas a descri-bir el continente, mediante un conocimiento ms minucioso y cien-tfico que el que tuvieron los primitivos descubridores y coloniza-dores. Esas obras son de las que puntualizan en Amrica la influen-cia en las letras del pragmatismo que imper en la cultura occiden-

    tal a partir de la centuria dcimo-octava. A tono asimismo conideas del siglo XVIII, Snchez Valverde cifra la prosperidad de SantoDomingo en el fomento de la agricultura, ncleo central de la teo-ra econmica de los llamados fisicratas. Este beneficio lo confaal acrecentamiento y regularizacin ms rgida de la esclavitud,censurando, en cuanto a sta, la relativa blandura de la existenteen Santo Domingo y el desperdicio que significaba, segn l, la

    facilidad para manumitirse del esclavo y su integracin al cuerpo

    6Id., pgs. 24x-25x.

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    social. Constantemente pone de manifiesto el ejemplo contrarioque ofreca la colonia francesa, y al cual atribua su extraordinariaprosperidad.

    Esta actitud de Snchez Valverde completa, a tono con co-rrientes de la poca, muchas de las ideas filosficas que sustentaba.Sobre ellas disponemos de orientaciones precisas que confirman elcalificativo de enciclopedista que le dedica el padre Utrera. La

    fsica de Newton, los avances cientficos de ingleses y franceses, noeran extraos a Snchez Valverde, aunque bajo el peso de la auto-ridad tradicional, esencialmente teolgica, los utilizaba para ata-car a Aristteles, vale decir la versin escolstica de la filosofa deAristteles, exaltando en cambio a los primeros padres de la Igle-sia, poniendo as a salvo su fidelidad religiosa, cuyas fisuras porculpa de sus excesos de lengua le haban valido no pocas represio-

    nes hasta ser finalmente causa de su extraamiento definitivo delsuelo natal.6a

    Otro testimonio que no parece divorciado de los das entoncesen curso, pero de mayor sentido humanitario, es el que se traslucedel dictamen que evacua, en fecha 20 de diciembre de 1790, elAsesor Jurdico de la Capitana General, Dr. Vicente Antonio deFaura, a pedido del Capitn General don Joaqun Garca, en rela-

    cin con el pedimento de asilo de Vicente Oge y Juan BautistaChavanne. Estos dos sujetos, hombres de color, acompaados deunos veinte y tantos compaeros, se haban refugiado en la parteespaola luego de promover en la francesa un movimiento enreclamo de la igualdad de derechos polticos con los blancos.Aquel movimiento, que asumi caracteres de violencia, fue elprimer sntoma precursor de la insurreccin de los esclavos y gente

    6aSobre pensamiento filosfico de Snchez Valverde, vase el esclarecedor anlisis delfallecido profesor Juan Francisco Snchez, El Pensamiento Filosfico en Santo Domingo (sigloXVIII), Antonio Snchez Valverde, Impresora Arte y Cine, Santo Domingo, 1955.

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    de color contra el rgimen colonial francs. La forma en que Fauraproduce su dictamen y las expresiones que usa ponen al desnudoun conocimiento detallado de los sucesos y las ideas de la Revo-lucin Francesa. Su argumentacin en contra del reclamo de en-trega de las autoridades francesas, en virtud del Tratado de Poli-ca o extradicin que rega entre las dos colonias, gira alrededordel hecho de que no se poda afirmar la validez de dicho acuerdo

    en razn de que en Francia entonces primaba el concepto de so-berana de la nacin sobre el de soberana del Rey, lo que coloca-ba en punto de duda que un acuerdo concertado a nombre delmonarca fuera reconocido por los revolucionarios. Acerca de losdelitos de lesa majestad asevera: Esta es una frase que parece quecasi se ha desterrado de la Francia, en donde no denominan aho-ra los delitos ms altos sino con la expresin de lesa nacin, se-

    gn nos instituyen todos sus ltimos papeles. De aqu y de otrosdocumentos entendemos como por notorio que la nacin preva-lece, que sta ha tomado la autoridad de mudar, enmendar, co-rregir o reformar sus cdigos o legislaciones, y en una palabratodo lo que subsista en nombre del Rey. Aparentemente Fauraestaba enterado de que en mayo del mismo ao 1790 la Asam-blea Nacional francesa haba rechazado el pedido de ayuda de

    Espaa contra Inglaterra, bajo la alianza denominada Pacto deFamilia, por considerar que la misma haba sido acordada con laexclusiva potestad real. Por esa y otras razones conclua en su dic-tamen que era conveniente abstenerse de la entrega y someter elasunto a consulta en Madrid.7

    Pero Faura se cuid tambin de dejar constancia de su obe-diencia a la potestad absoluta del Rey de Espaa, sin impedir, no

    7El texto del Dictamen de Faura en Boletn del Archivo General de la Nacin, No. 104,Enero-Diciembre 1962. Puede consultarse Historia Diplomtica de Santo Domingo, CarlosFederico Prez, Universidad Nacional Pedro Henrquez Urea, 1973, pgs. 67-78.

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    obstante, que en todo el documento circulara un inocultable sen-timiento de simpata y conmiseracin por los refugiados y el elogioal derecho de asilo, como palmaria resonancia de las ideas que a lolargo del siglo haban ido erosionando los prejuicios de casta y elabsolutismo real.

    La posicin que ilustran Snchez Valverde y Faura iluminacontornos del ambiente caracterstico, en los niveles de la alta cul-

    tura, al finalizar el siglo XVIII, esto es, que sobre el fondo tradicio-nalista y secular estaban incrustndose las ideas avanzadas de laEdad Moderna y de la Contempornea. Esas ideas florecen libre-mente en el mbito de la cultura de occidente despus de las gran-des conmociones originadas en los cambios revolucionarios de laAmrica del Norte y Francia y alimentaron el empuje indepen-dentista de la Amrica espaola. Para sta el impulso final provino

    de la situacin creada en Europa con la ocupacin francesa de Es-paa en 1808, la cual, virtualmente, separ las posesiones espao-las de su metrpoli.

    En Santo Domingo se produjo tambin un estado de despren-dimiento de la metrpoli, pero con anterioridad a la usurpacinnapolenica.

    La Revolucin Francesa provoc la guerra entre la Francia re-

    volucionaria y la Espaa monrquica y al llegar la paz en 1795, porel tratado de Basilea, Espaa cedi a Francia mediante el artculoX, tambin la parte que haba conservado en la isla, a cambio dela restitucin de los territorios ocupados por los franceses en lapennsula.

    La poblacin dominicana fue entregada a manera de un botnde guerra, y nada menos que a quienes haba visto primero como

    usurpadores, combatindolos con frecuencia, aceptando su vecin-dad luego bajo la imposicin de las exigencias dinsticas y polti-cas, pero sin abandonar los resentimientos y contraposiciones

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    seculares. Fue un trance que interrumpi catastrficamente la con-tinuidad histrica y que, por tanto, en vez de alentar el caminohacia la independencia, como sucedi en el resto del continente,favoreci preferentemente el apego a los mdulos tradicionales ya la identidad propia. sta, que siempre es el fruto de los senti-mientos acumulados en el curso del devenir histrico, haba pe-netrado en la conciencia de la comunidad dominicana a todos

    sus niveles. Si en las capas superiores de la poblacin aportabaindicios ideolgicos, en el clido seno de la percepcin popularera sealamiento emocional, encendido y vibrante. El traspasode Basilea, aquella transferencia que, se hizo como si la pobla-cin dominicana fuera un hato de bestias, segn grfica expre-sin de don Marcelino Menndez y Pelayo, fue una especie decatalizador para elocuentes manifestaciones de afecto al terruo

    nativo y de fervorosa adhesin a la nsita manera de ser de sushabitantes. Entre otros testimonios la Historia nos conserva elcaso de una mujer del pueblo que al escuchar en las calles de laciudad de Santo Domingo la proclamacin por bando del acuer-do cay muerta, como fulminada por un rayo, exclamando Islama, Patria ma.8

    Esta mujer del pueblo, cuyo nombre hoy conocemos, Tomasa

    de la Cruz, dio expresin emocionada al sentimiento de la identi-dad propia, pero todava adherido al ancestro hispnico que habasedimentado durante los tres siglos transcurridos. La Patria quepalpita en su dolida exclamacin es la que est unida al orbe cultu-ral que se haba afianzado sobre todo a lo largo de la contraposi-cin frente al vecino francs.

    La musa popular, en la misma infausta oportunidad, nos pre-

    serva dicha comunin de sentimientos en el extenso romance del8Diario de la Reconquista,proemio de Fray Cipriano de Utrera, Santo Domingo, 1957,

    pgs. VIII y IX.

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    famoso repentista negro Meso Mnica, al que pertenecen las dosestrofas siguientes:

    Las cuatro el reloj toc

    en el diez y ocho de octubre

    y en un bando me descubre

    el Rey: ya me abandon.

    Quin jams se persuadique a m, siendo la Primada

    Ciudad, la ms celebrada

    como la rosa entre flores

    me quitara los honores

    con que me vi tan honrada?

    Qu nacin no me ha deseado?qu combates no he tenido?

    quin mis muros ha vencido?

    qu victoria no he cantado?

    Pues por qu me ha entregado

    mi Rey, mi dueo y seor?

    Ay de m! Qu torcedor

    para mi mayor tristeza!A esta nacin francesa

    he de servir? Qu dolor!9

    El carcter conflictivo que por su naturaleza acarreaba el conve-nio de Basilea se acenta por la circunstancia de que el mismotiene efecto cuando ya en la parte francesa haba resonado el gri-

    to de libertad de la imponente masa de esclavos inhumanamente

    9Id., id., pg. IX.

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    sojuzgada. A medida que la reivindicacin de sus derechos tomcuerpo, y se encamin hacia la independencia poltica, fue forjn-dose en sus lderes el criterio de que la seguridad propia, ante losposibles intentos de recuperacin de los dominadores franceses,slo poda garantizarse manteniendo la unificacin de la parte oc-cidental con la parte antes espaola. Como ello ocurre cuando lospobladores de esta ltima haban forjado tambin, por su parte,

    conciencia de su identidad, la contraposicin proveniente desdela vida colonial se agudiz y proporcion margen para que en elSanto Domingo espaol, debido a su carencia de recursos, se crea-ra y adquiriera fuerza el complejo de la necesidad de buscar la pro-teccin externa para impedir la absorcin por la parte occidental.

    Esta nueva versin del conflicto ancestral de las dos soberanasmetropolitanas incide de manera muy marcada en el Santo Do-

    mingo espaol. En el campo de las ideas la cesin a la Franciarevolucionaria puso en contacto directo a la poblacin hispnicaque no haba emigrado ante el traspaso con la ideologa surgidade la gran conmocin de 1789. Se hace representante de esasideas, con el comps de los intereses unificadores, principalmen-te Toussaint Louverture, al ejecutar ante s el tratado de cesin.As se suprime por primera vez en Santo Domingo la esclavitud en

    aras de la igualdad de los hombres, pero se incluye tambin porprimera vez a la parte antes espaola en una prescripcin constitu-cional que se cimentaba en el principio de la unidad e indivisibili-dad de la isla.10

    El clima conflictivo registra el otro aspecto de su nueva ver-sin cuando los dominicanos, ya apegados al propsito de la

    10Vase Las Constituciones de Hait, de Luis Marias Otero, Madrid, Ediciones deCultura Hispnica, 1968. El principio se mantuvo en las sucesivas constituciones haitia-nas hasta segunda mitad siglo XIX. Tambin se estableci poco despus de Toussaint elexclusivismo racial en favor de los negros.

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    proteccin extranjera, apoyan la expedicin francesa enviada a laisla por Napolen en 1802. El mantenimiento de los franceses enla parte espaola provoca la invasin de Dessalines en 1805, queocasiona terribles holocaustos en perjuicio de la poblacin nativa.Sin embargo, la prctica de gobierno y las tendencias que acompa-an al dominio francs de la antigua parte espaola, de 1802 a1809, no evitan que los dominicanos, aorando sus querencias tra-

    dicionales, respondan al grito de guerra contra Francia lanzado enEspaa el 2 de mayo de 1808, hasta expulsar a los remanentes delas fuerzas francesas que quedaban en la isla, despus de haberseindependizado, en 1804, la parte occidental bajo el nombre de Hait.

    Con la vuelta por propio esfuerzo al redil secular, comienza enel Santo Domingo espaol el ensayo por los dominicanos de poneren prctica las demandas de las ideas nuevas que haban avanzado

    con las conmociones ocurridas desde 1795. De ese modo Juan Sn-chez Ramrez, el caudillo de la Reconquista para Espaa, consultamediante una asamblea reunida en Bondillo, lugar cercano a laciudad de Santo Domingo, la voluntad de los habitantes acerca dequin deba asumir la jefatura del movimiento as como sobre sufinalidad, resolvindose para lo primero confirmar a Snchez Ra-mrez y para lo segundo reconocer la soberana espaola.

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    El ingenio popular para el hallazgo del mote apropiado a perso-nas, casos o situaciones, tan despierto en los medios hispnicos,encontr con el natural regocijo de la vena humorstica, que seregodea en esos casos, aun en las tragedias, la calificacin que pa-

    rece adecuada al perodo histrico que transcurri desde 1809, conla reconquista para Espaa, hasta 1821, cuando concluye la pre-sencia colonial de Espaa en la isla: Espaa Boba.

    No parece haberse producido en ninguna otra posesin espa-ola en Amrica un fenmeno de disminucin del potencial de-mogrfico y de los ndices vitales como el que afect a Santo Do-mingo despus del tratado de Basilea. El ltimo empadronamiento

    parroquial antes del acuerdo, en 1785, arroj la cifra de 152,300habitantes,11 lo que permite suponer una cantidad mayor para 1795,fecha del tratado.11a Pero, en 1812, con motivo de la Constitucinde Cdiz, que estableca un diputado a Cortes por cada 70,000 ha-bitantes, para Santo Domingo se dispone una excepcin, en losartculos 32 y 33, porque el empadronamiento de ese ao, a pesar

    II

    El perodo de la Espaa Boba1809-1821

    11Jos Gabriel Garca, Compendio de la Historia de Santo Domingo, tomo I, pg. 232.11aFrank Moya Pons calcula 180,000 habitantes para 1795, de acuerdo con la tasa de

    crecimiento anual comprobada para aquellos aos. (Nuevas consideraciones sobre la historiade la poblacin dominicana: Curvas, tasas y problemas. Versin mimeogrfica) pg. 14.

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    del regreso de ncleos de emigrados, apenas alcanz a 62,092habitantes.12

    Agrguese a semejante desmedro demogrfico la devastacincasi total producida por las acciones blicas y de destruccin pro-vocada, la extincin del ganado, nica fuente de productividad, elhecho de que la emigracin al abarcar todas las clases, incluy lasde mayores facultades econmicas e intelectuales, as como las r-

    denes religiosas y casi todo el clero, con el cierre consiguiente delas instituciones que haban sido los pilares sobresalientes de lacontinuidad histrica, como la centenaria universidad y la presti-giosa Real Audiencia, las primeras de Amrica.

    Hemos dicho que el tratado de Basilea y sus consecuencias causel derrumbe del edificio social existente y estos hechos sumaria-mente bosquejados nos sacan verdaderos. Sin embargo, era tal la

    reciedumbre del legado tradicional, que aquel residuo de poblado-res se electriza por el llamamiento a la guerra contra Francia hechopor la Madre Patria, y logra expulsar con la tarda ayuda britnicaa los remanentes de las fuerzas napolenicas.

    Pero el entusiasmo guerrero, ilusionado con la visin de la vueltaa lo propio, no poda por s solo dar abasto a la mproba tarea dereconstruir el cuerpo desmedrado. Parte de la ilusin se alimenta-

    ba de la expectativa de que ello vendra de Espaa para rehacer elgnero de vida anterior a Basilea. Espaa luchaba entonces por supropia existencia frente a Napolen y la tea libertadora estabaencendindose en el resto de sus posesiones americanas. Pese a lasmuchas promesas, a las expresiones verbales de elogio a los hijos deSanto Domingo por su hazaa, nada hizo con sentido redundantedurante aquellos doce aos, ni siquiera cristalizaron los honores que

    12Documentos Histricos Procedentes del Archivo de Indias, tomo III, pg. 81, TipografaLuis Snchez A., Santo Domingo, 1928.

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    segn palabras oficiales iban a discernirse, lo que justifica elacuamiento por el ingenio popular del mote consabido: Espa-a Boba.

    El residuo de poblacin que qued en Santo Domingo era elmenos apto para captar las ideas a que abri camino catastrfica-mente el abatimiento producido por Basilea y sus consecuencias.Por lo mismo de su escaso nivel intelectual estaba fuertemente

    apegado a la tradicin heredada que el brusco cambio revesta conaoranzas de paternalismo y continuidad. As, las novedades queaport el contacto con el extranjero encontraron eco entre lospobladores en casos de excepcin, pues girando ellas en la isla, enaquel momento, alrededor de la esclavitud, no encajaban en lascondiciones de vida de la mayora del reducido nmero de escla-vos que restaba en la antes parte espaola, ni mucho menos en la

    numerosa gente de color que se resista a asimilarse a aqullos. Perocon la vuelta de emigrados de la clase alta, despus de la Recon-quista, esas ideas provenientes ahora de las corrientes liberales dela propia Espaa y de los movimientos libertadores de la Amricaespaola, iban a iniciar ms abiertamente el camino que de modotmido se haba insinuado en las postrimeras del siglo XVIII. Suefecto revolucionario encontrara terreno abonado por culpa, so-

    bre todo, de las condiciones de extrema languidez que persistieronen el medio y que demostraban la impotencia espaola.La tarea reconstructora en la esfera del formalismo oficial tuvo

    comienzo en 1810 con mucha resonancia, por medio de disposi-ciones de las autoridades que gobernaban a Espaa en ausencia deFernando VII, el rey cautivo de Napolen. Snchez Ramrez fueconfirmado en su cargo de Capitn General y Gobernador y una

    serie de personalidades nativas, al igual que l, fueron designadaspara el desempeo de las funciones de gobierno, incluyendo elnombramiento del cannigo dominicano Pedro Varela y Jimnez

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    como Arzobispo. El licenciado Jos Nez de Cceres fue seleccio-nado para la Asesora General, Tenencia de Gobierno y Auditorade Guerra. Los escogidos para integrar el equipo gubernativo eran,con excepcin de Snchez Ramrez, miembros de la gran emigra-cin que haba abandonado Santo Domingo despus de Basilea.

    Lo que interesa destacar en la formacin de este grupo gober-nante es que por primera vez en Santo Domingo se nombra un

    gobernador nativo as como personajes dominicanos para el des-empeo de las ms altas posiciones. Los gobernadores que siguie-ron a Snchez Ramrez, despus de su muerte, fueron peninsulares,pero continu la intervencin de nativos en las dems funciones.

    En el propio gobierno de Snchez Ramrez se dejaron sentirlas inquietudes provocadas por las ideas liberales. Nos dice el his-toriador Garca que entre los que le rodeaban hubo quienes le

    aconsejaron proseguir la obra reconquistadora hasta la indepen-dencia.13

    El movimiento emancipador iniciado en Caracas en abril de1810, tuvo repercusin inmediata en Santo Domingo. Hay cons-tancia del inters por las noticias procedentes de all hasta el pun-to de que el 9 de junio Snchez Ramrez establece rgidas disposi-ciones para el ingreso de personas al pas. Despus de condenar los

    acontecimientos de Caracas y afirmar que los insurgentes estabanen malas condiciones, seala que a ellos no les haba quedado otrorecurso que el de propagar papeles sediciosos para corromper elbuen orden cimentado en las dems provincias de Amrica y ex-ponerlas a entrar en su despreciable lid14

    Como se sabe, el movimiento iniciado en Caracas fue seguidopor el de Buenos Aires el 25 de mayo, por el de Nueva Granada el

    13Jos Gabriel Garca, Compendio de la Historia de Santo Domingoo, tomo II, pg. 25.14Diario de la Reconquista, Documento 159x, pgs. 342-343.

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    20 de julio y por el de Mxico el 16 de septiembre, y es lgicosuponer que a medida que fue expandindose aument su influjoen aquellas partes que hasta entonces no lo haban imitado. SantoDomingo no fue una excepcin. Tras otros conatos conspirativos,de menor importancia, para septiembre de 1810 se descubre la lla-mada Revolucin de los Italianos, encabezada por un tal capitnPersi, venido al pas con las fuerzas francesas y que luego desert

    para unirse a los espaoles. Junto con l conspiraron otros, milita-res y civiles, y sorprendidos en el momento en que iba a estallar elmovimiento fueron sometidos a juicio y ejecutados. Entre los cuer-pos del delito figuraron una gaceta y tres impresos revolucionariosprocedentes de Caracas.

    Las incitaciones que vertidas con ardor revolucionario ingre-saban por medio de aquellos papeles sediciosos, como los califi-

    caba Snchez Ramrez, se derivaban sin duda de las ideas que,con mayor enjundia intelectual y como estimulantes ms parsi-moniosos, estaban siendo elaboradas por muchos de los persona-jes de las clases cultas emigradas que haban vuelto al pas. Deellas tampoco se libraba la Madre Patria, y como prueba al canto,en 1812 se aprueba en Cdiz la primera constitucin de la mo-narqua espaola, que reconoci a Santo Domingo la categora

    de provincia y el derecho de representacin en las Cortes, aunsin tener la poblacin requerida.La Constitucin de Cdiz obtuvo solemne promulgacin en

    Santo Domingo no exenta de regocijo y entusiasmo populares.15

    Las disposiciones de esta Carta consagraban la igualdad absolu-ta entre los criollos americanos y los espaoles peninsulares eli-minando de esa manera, por lo menos formalmente, uno de los

    15Documentos Histricos Procedentes del Archivo de Indias, tomo II, pgs. 5-10. Se ofre-ce amplia descripcin de los festejos.

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    principales puntos de friccin entre los espaoles europeos y losespaoles americanos, pero, en lo que poda concernir especfi-camente a Santo Domingo, establecan distinciones desfavora-bles para las personas de color.

    La consagracin oficial, aunque restringida, de los aires libera-les de la poca fue de corta duracin, pues tan pronto regres aEspaa Fernando VII, poco antes de la cada de Napolen, el rgi-

    men constitucional fue abolido por el monarca y ello dio comienzoen Espaa a la cruenta lucha entre liberales y absolutistas que tuvosus repercusiones en Amrica, favoreciendo, desde luego, las co-rrientes emancipadoras. Tales cosas ocurrieron en el ao 1814 cuan-do Espaa obtuvo el reconocimiento formal de la reconquista deSanto Domingo por el tratado de Pars que sancion la derrota deNapolen.

    El cese del breve respiro antiabsolutista que haba amparado laconstitucin de Cdiz, agudiz la insatisfaccin que ya haba pro-ducido lo que estaba resultando evidente, esto es, que Espaa nopoda hacer nada en favor de su antigua colonia o que no tenaintenciones de hacerlo. A ello se sumaba que la lucha indepen-dentista prosegua en el continente y sus ecos eran pasto de la cu-riosidad y el anlisis de la clase alta.

    En 1815 una medida progresista atemper por el momento lasituacin. La secular Universidad de Santo Toms de Aquino, gra-cias a los esfuerzos del elemento culto, apoyado por el gobernadorCarlos de Urrutia y Montoya y por el Arzobispo, es restaurada bajoel nombre de Universidad de Santo Domingo, como un estableci-miento laico, seal de los tiempos, y prontamente se revitaliza conla afluencia de estudiantes criollos y de las vecinas Cuba, Puerto

    Rico y Venezuela. Sabemos hoy que en los seis aos que permane-ci reabierta hasta 1822, varios centenares de estudiantes pasaronpor sus aulas, la mayor parte de ellos dominicanos. Esta juventud, y

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    muchos de los emigrados regresados, sealaban hacia la formacinde una clase dirigente que empezaba a surgir de entre las espesasnebulosidades de la devastacin y el marasmo.16

    Carlos de Urrutia fue sustituido en 1818 por el brigadier Se-bastin Kindeln y Oregn, a quien la historia ha reservado unamencin distinguida por sus esfuerzos en favor de la colonia, suecuanimidad y entereza de carcter.

    El mismo ao en que Kindeln se hizo cargo del gobierno ocu-rri el ascenso a la presidencia del sur de Hait de Jean Pierre Boyer.En 1820 termina el reino de Cristbal en el norte de de Hait, y elpas se reunifica bajo forma republicana. Esa divisin de Hait endos estados haba introducido un comps de espera, desde 1806,ao de la muerte de Dessalines, en el propsito haitiano de unifi-cacin de la isla.

    Kindeln durante su gobierno tiene que vrselas con la sbitareaparicin de la posibilidad que haba estado solamente latentehasta entonces y que cristaliza, desde el 5 de diciembre de 1820, enrumores causados y propagados por los agentes de Boyer en la zonafronteriza. Junto a este problema exterior, sus preocupaciones seaumentaban con la situacin interna, en la cual las inquietudesprovocadas por la lucha independentista americana se traslucan

    cada vez con mayor frecuencia. Para empeorar las cosas, la accindirecta de parte de los suramericanos tomaba cuerpo con las acti-vidades de los corsarios independentistas que rondaban las costasde Santo Domingo y amenazaban la navegacin espaola.

    Panorama tan complicado cobra an mayor incertidumbre conla excitacin poltica que desata el restablecimiento de laConstitucin de Cdiz proclamado por bando en Santo Domingo

    16La Reinstalacin de la Universidad de Santo Toms de Aquino en 1815, por CsarHerrera, Editora Taller, Santo Domingo, 1975.

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    en junio de 1820. El triunfo de los elementos liberales que en Es-paa combatan el absolutismo de Fernando VII produce en la parteespaola una efervescencia poltica que aprovecha para desaho-garse la oportunidad de las elecciones del diputado a Cortes de laprovincia y de la diputacin provincial.17 Las incidencias del apa-sionado debate que se entabla son clara muestra de cmo habaprogresado, pese a las circunstancias, la penetracin de las ideas

    nuevas. Cuando en 1812 se puso en vigencia la Carta de Cdiz noocurri lo mismo, recin abatida la provincia por los devastadoresresultados de la cesin de Basilea, pero en 1820, restaurada la Uni-versidad, aumentada la clase culta por el regreso de emigrados, quese sintieron pronto atrados en buena parte por la estatura de h-roe continental que ya tena Bolvar, el impacto de la libertad deexpresin, o libertad de imprenta, como se deca, proveen la salida

    a las corrientes de pensamiento y accin fortalecidas en el trans-curso de los aos pese a las persistentes adversidades.Entonces apareci el primer peridico dominicano, El Tel-

    grafo Constitucional, del Dr. Antonio Mara Pineda, y en losimpresos que lanzan a la circulacin varios de los personajes delmomento se advierte literalmente y por la inflexin el clima queimperaba. El 2 de junio el Rector, los profesores y alumnos de la

    Universidad juran la Constitucin en un acto solemne. El Rec-tor, figura controvertida, vindicada en Espaa tras un procesopor acusaciones de haber colaborado con los franceses, hace unsumario erudito del historial de las Cortes espaolas como ex-presin de que la autoridad real provena del consentimiento delos vasallos. Ante el testimonio de la evocacin histrica se pre-gunta: Pues de dnde poda venir la idea de que slo el Rey o

    Prncipe del pueblo puede hacer leyes exclusivamente? En claro

    17Jos Gabriel Garca, Compendio de la Historia de Santo Domingo, tomo II, pgs. 62-63.

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    cuestionamiento del absolutismo real se remonta al cesarismo ro-mano para inculparlo de haberse impuesto por la fuerza, concul-cando los derechos del pueblo romano, lo que en la poca moder-na recogieron e imitaron los monarcas.18

    Pero ms expresivas, no ya con atuendo erudito, sino con evi-dente trasfondo populista, fueron las palabras del catedrtico An-drs Lpez Medrano, autor de un texto de Lgica para la ensean-

    za universitaria, quien en un Manifiesto al Pueblo Dominicanoacerca de las elecciones parroquiales apela a trminos como losque siguen: Al aproximarse stas (las elecciones) se suscit unpartido dominante que tena por ttulo el del pueblo por divisael inters ms justo y por modelo el que presentaban Inglate-rra, Francia, Norte-Amrica y nuestra nacin misma en los am-plsimos territorios de su Imperio El Zapatero, el Talabartero,

    el Herrero, el Tonelero, el Carpintero, el Albail, el Sastre, elPintor, el Msico, todo laborioso, todo artista, puede ser tan ex-celente ciudadano como un Consejero de Estado, y un Diputadoa Cortes Ya no sois unos miserables colonos, sino unos espao-les iguales a nuestros hermanos carsimos de Europa Los titula-dos, los jefes eclesisticos, los militares, los nobles, los magnates,los personajes, los que os haban sobrepujado en la representa-

    cin pblica son vuestros iguales, y slo es mejor el que tuvierems virtudes. Gobernaos por esta regla, seris perfectos a Cons-titucionales, y nuestras elecciones carecern de recelos, hablillas ydicterios.19

    Particularmente ilustrativos en cuanto al problema de las aspi-raciones haitianas de unificacin, y lo que ellas significaron para elbalance histrico que iban a arrojar los acontecimientos, son un

    18Documentos histricos procedentes del Archivo de Indias, tomo II, pg. 54.19Id., id., tomo II, pg. 16

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    oficio del Ministro de Ultramar, de fecha 25 de enero de 1821,20

    yla respuesta al mismo del gobernador Kindeln, con fecha 14 deabril del mismo ao.21

    El funcionario del gobierno metropolitano recomendaba, pordisposicin del Rey, adoptar precauciones en vista de la reunin delos estados haitianos bajo el mando de Boyer, pues poda temersealguna empresa contra el todo o parte de la provincia Espaola;

    por tanto es de necesidad que V. S. sin prdida de momento dis-ponga cuanto crea necesario para asegurarse de cualquier agresino tentativa que pueda comprometer la seguridad de esos leales ha-bitantes. El despacho continuaba instruyendo ponerse de acuer-do con el Capitn General de Cuba a fin de que se suministren losauxilios que estuvieren en sus alcances. Termina haciendo adver-tencias y disponiendo vigilancia sobre las negociaciones entre los

    franceses y Boyer porque tal vez pudieran tener por objeto empe-ar al mismo Boyer en la conquista de la parte espaola para ce-derla luego a Francia.

    La respuesta de Kindeln impresiona patticamente, al poneral desnudo el estado de indigencia e indefensin en que se hallabala provincia bajo su mando, despus de haberla recuperado Espaahaca doce aos. Luego de las consabidas lamentaciones sobre sus

    dificultades de gobierno con tal falta de medios, da paso a su creen-cia de que poco podan servir los auxilios de Cuba y Puerto Rico,para concluir: Yo comprendo que si se quiere auxiliar esta parteespaola con armas, pertrechos y municiones, valdra ms que seenviaran de la pennsula en derechura aqu, y de este modo llega-ran tal vez ms pronto, y en la cantidad suficiente a las necesida-des del pas: los hombres estn dispuestos a la defensa, y con slo

    20Id., id., tomo III, pg. 85.21Id., id., tomo II, pgs. 43-45.

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    tempestad que presagiaban los negros nubarrones acumulados enel futuro inminente.La salida lgica era hacia la independencia, pero haba recur-

    sos para sostenerla? Hubiera sido tonto ignorar, como al parecer lohaba hecho el gobierno metropolitano durante doce aos, que losvecinos de occidente se preparaban para actuar en inters de darvigencia a un principio consagrado constitucionalmente y que su

    abrumadora superioridad sobre la parte espaola en fuerzas y recur-sos haca aparentemente de fcil cristalizacin. Era evidente que elrespeto que poda merecerles Espaa estaba en quiebra, como lodemostraban las asonadas fronterizas, comenzadas desde principiosde noviembre en las mismas narices de las autoridades espaolas.Sin duda que la notoria debilidad de Espaa, incapacitada paramantener su dominio en Sur Amrica, debi animarlos, cuando,

    adems, tuvieron oferta de ayuda colombiana. El nico resquicioque quedaba, en aquel encercamiento por circunstancias negati-vas, era responder al grito de solidaridad entre los hispanoamerica-nos lanzado por Simn Bolvar, que se avena perfectamente conel sentimiento de la identidad propia que tenan los dominicanos ycon las ideas que estaban circulando en la clase culta. Por ese ca-mino se lanz Nez de Cceres sin la preparacin y negociacio-

    nes previas que impedan la inminencia de los sucesos. En la no-che del 30 de noviembre al 1 de diciembre de 1821 proclama enla ciudad de Santo Domingo la separacin de Espaa y la unin ala Gran Colombia.

    Pascual Real, el ltimo gobernador espaol, fue reducido a pri-sin y Nez de Cceres para explicarle las razones de su conductael mismo da le dirige una carta en que le expresa: La indepen-

    dencia de la Amrica es en todas partes un suceso determinado porel orden natural de las cosas humanas que podr ser detenido o ace-lerado segn las causas particulares que conciernan a su desarrollo,

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    pero en la parte espaola de esta isla es de tan urgente necesidad,que peligrara el bien de la Patria si se detuviese por algn tiempoms: estamos amenazados de dos invasiones (y la Espaa no haquerido ni puede en el da protegernos) cuyos funestos resultadosno pueden evitarse de otro modo22

    La lgica de los sucesos, cohonestada por los documentos, nosexplica la lgica de la conducta adoptada por la urgencia y no por

    la imprevisin.El contenido de las ideas fundamentales del trascendental acon-tecimiento se halla estatuido en el Acta de Independencia delPueblo Dominicano, en el Acta Constitutiva de la nueva situa-cin poltica, en la proclama de Nez de Cceres al pueblo domi-nicano y en el discurso pronunciado por l mismo al hacerle entre-ga del mando al Presidente Boyer, porque ste, no obstante la ofer-

    ta de amistad y alianza para la defensa comn hecha por el nuevoEstado, prefiri confiarse a las inveteradas prevenciones haitianassobre su seguridad, segn las cuales era indispensable el dominiode la parte oriental de la isla. Nez de Cceres, por su parte, encriterio opuesto, pero histricamente conexo con aqul, pensabaque no podra salvaguardarse frente a aquellas prevenciones sin unapoyo moral y material extranjero.

    El ncleo doctrinario que se desprende de algunos de los docu-mentos citados en los prrafos anteriores es reflejo fiel de las co-rrientes liberales de la poca, que entendan el gobierno como orga-nismo surgido de la voluntad popular en funcin de garante del de-recho a la vida, la libertad y la propiedad. Sabemos con evidentecerteza dice la Declaratoria de Independencia que los hombresrenunciaron a la independencia del estado natural para entrar en

    una sociedad civil que les afiance de un modo estable y permanente

    22Id., id., tomo III, pg. 25.

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    la vida, la propiedad y la libertad, que son los tres principales bie-nes en que consiste la felicidad de las naciones. Para gozar de estosderechos se instituyen y forman los gobiernos, derivando sus justospoderes del consentimiento de los asociados; de donde se sigue quesi el gobierno no corresponde a estos esenciales fines, si lejos demirar por la conservacin de la sociedad, se convierte en opresivo,toca a las facultades del pueblo alterar, o abolir su forma y adoptar

    otra nueva que le parezca ms conducente a su seguridad y futurobien. No hay duda de la influencia en estas palabras de la Decla-racin de Independencia de los Estados Unidos, a la cual se refiere,de manera terminante, Nez de Cceres en su proclama. Frente alas intenciones de los absolutistas, que pretendieran intimidarloscon dogmas teolgicos, les dice a los dominicanos: Mostradlescon el dedo al Norte de Amrica y sus felices habitantes; esa sea

    nuestra teologa; ellos son nuestro modelo; y habiendo entrado porel mismo camino que ellos trillaron hace ahora cuarenta y seis aos,estad ciertos que tocaremos en el mismo pice de la grandeza yprosperidad que disfrutan, a pesar del fanatismo y supersticiones dela falsa teologa. Las previsiones del Acta Constitutiva fueron lasque normalmente se derivaban de los principios a los que se pro-clamaba adhesin: gobierno representativo y divisin de poderes

    (Art. 7); derechos del hombre (Art. 8); ciudadana para todos loshombres libres de cualquier color y religin (Art. 9); libertad deexpresin (Art. 18), etc., etc. Otras disposiciones se destinan a laorganizacin de las funciones judiciales, al gobierno municipal, alas fuerzas armadas y otras dependencias de gobierno.

    Prrafo aparte merecen, por las implicaciones histricas quetuvieron, los artculos del Acta que disponen la unin con Co-

    lombia como uno de los Estados de la Unin (Art. 4) y untratado con Hait de amistad, comercio y alianza para la co-mn defensa y seguridad de ambos territorios en caso de invasin

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    enemiga, de maquinaciones internas contra su libertad e indepen-dencia (Art. 6).Igualmente es de sealar que se soslaya la cuestin de la escla-

    vitud, cuestin delicada no slo por los principios de libertad eigualdad que se deca acatar, sino porque dentro de la indigenciaeconmica que se padeca, el pequeo nmero de esclavos era prc-ticamente la llave maestra de la irrisoria produccin existente. En

    evidente anticipo de sus propsitos, sin embargo, que parece in-clua establecer una caja de manumisin, Nez de Cceres dio lalibertad a sus once siervos.

    La Gran Colombia no reaccion ante el pronunciamiento a sufavor ocurrido en Santo Domingo, y el Presidente de Hait, JeanPierre Boyer, haciendo caso omiso de la propuesta de amistad yalianza, procedi por las vas de hecho a poner en prctica la pres-

    cripcin constitucional haitiana entrando en la ciudad de SantoDomingo el 9 de febrero de 1822.Cuando esto sucede, a Nez de Cceres le faltaba, ante el

    fracaso, dejar testimonio de sus intenciones y sobre todo que por lafalta de resistencia, ordenada por l, no se coligiera que el pueblodominicano se haba acogido a la consigna de la indivisibilidad dela isla. En forma diplomtica, dadas las circunstancias, pero con

    firmeza, enfoca a travs de sus palabras ante el Presidente Boyer, alhacerle entrega del mando, los puntos de relevancia histrica deaquel momento aciago. En primer trmino aclara que la unin aColombia no indicaba ni adhesin particular ni incorporacin aeste o a otro estado sino que responda a la comn devocin ame-ricana por reivindicar el nombre preferido del Descubridor. Luegoseala que las escenas trgicas del nuevo teatro americano co-

    menzaron a representarse en esta isla hace treinta aos, lo quequera decir que las experiencias del pasado no han sido una lec-cin sin frutos para los habitantes de la parte oriental de la Isla;

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    clara alusin a la falta de resistencia por el recuerdo de los san-grientos episodios que ella haba provocado otrora como represa-lias; ms adelante expres dudas por la estabilidad de la unifica-cin debido a las diferencias de costumbres, legislacin e idiomas,especialmente esto ltimo que poda ser un muro de separacintan natural como invencible, como puede serlo la interposicinmaterial de los Alpes y los Pirineos y por ltimo quiso dejar cons-

    tancia de cmo el fallido intento se haba apartado de lo que sepropona: He prometido a mis compatriotas darles la indepen-dencia americana, a la cual todos se inclinan con ardor, sin efusinde sangre, sin violencia, sin confusin ni desorden. Aunque el re-sultado final no ha correspondido a sus deseos ni a los mos, yoespero que ellos me harn justicia en lo que se refiere a la pureza demis intenciones en esta empresa, y finalmente dirn si yo les cum-

    plo mi palabra y si con toda conciencia se me puede imputar ladecadencia a que los destinos de Santo Domingo han conducido laobra en su resultado final.23

    23Santo Domingo y la Gran Colombia, Emilio Rodrguez Demorizi, Santo Domingo,1971, pgs. 93-96.

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    Cambios, alternativas y contradicciones son propios de la Histo-ria, puesto que si ella fuera uniforme sera innecesaria. En otraspalabras, si la uniformidad se produjera, el hoy sera igual al ayer yel maana igual al hoy. No obstante, los sucesos que integran la

    corriente histrica dejan sus huellas pese a los cambios, las alter-nativas y las contradicciones, y por eso se ha podido hablar de unadialctica de la Historia, segn la cual, entonces, aqulla adquierefisonoma a la vez que coherente, unificada y explicativa. Relievesde esa ndole son muy de tenerse en cuenta para comprender losmomentos importantes de los anales de un pueblo como aqullosen que la personalidad propia hace eclosin entendida en trmi-

    nos de independencia y soberana.Por eso parece conveniente el recuento histrico anterior aesos momentos estelares, sobre todo cuando ese recuento registranotas peculiares y por dems numerosas, como en el caso de SantoDomingo.

    Por otra parte, si la suma de lo positivo y lo negativo, de loafirmativo y contradictorio, que aporta el pasado, es lo que confor-

    ma la imagen autntica del presente, para el historiador que ha desituar en ese presente al personaje que principalmente lo encar-na, le resulta de particular inters, en beneficio de una valoracin

    III

    Acerca de la entrada y actuacinde Duarte en la historia

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    integral, tener en cuenta la medida en que las experiencias quearroja el pretrito sirvieron de gua y condicionaron la conductadel biografiado.

    Duarte sin duda tuvo un conocimiento bastante completo dela historia dominicana. A falta de un saber documentado, difcilpara su poca, posey intuicin suficiente para hacerse cargo derealidades silenciadas para sus das por el tiempo. Como l mismo

    nos lo dej dicho, sus trabajos sobre la historia del pas consumie-ron muchas horas de vigilia. No le fue difcil en consecuencia iden-tificarse con las demandas de un transcurso repleto de alternativasgeneralmente desafortunadas. Desde luego que estara lejos de serel personaje paradigmtico de los anales de su pas si, en vez deelevar a niveles superiores, como lo hizo, los requerimientos tras-mitidos por el mensaje histrico, se hubiera limitado, al igual que

    un poltico al uso, a aprovecharse de ellos para fines inmediatos.De estas consideraciones se deduce otra que nos luce comofundamental para el enjuiciamiento de la personalidad de Duarte.Ella es la que se deduce de su actitud como revolucionario y de laque le es propia cuando, cristalizada la independencia, acta comociudadano aureolado por el prestigio que le deparaban sus ttulosde adalid en la creacin de la nacionalidad.

    Son dos fases de su vida pblica que hasta ahora se han vistoen conjunto, calibrndolas con la misma medida e igualconceptuacin, sin reparar en las diferencias esenciales entre unay otra situacin; diferencias que para una personalidad como la delpatricio era ineludible tener en cuenta.

    El no haber ponderado debidamente estos extremos es lo que,a nuestro entender, ha impedido superar en la visin de Duarte la

    imagen del puro idealista sin conciencia de la realidad o con unanoticia deficiente de la misma. As venan estimndolo por logeneral historiadores y bigrafos, y esa versin la ha abrazado la

  • 8/14/2019 EL PENSAMIENTO Y LA ACCION EN JUAN PABLO DUARTE - Carlos Perez y Perez.-

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    Carlos Federico Prez y Prez|EL PENSAMIENTO Y LA ACCIN EN LA VIDA DE JUAN PABLO DU