El pensamiento político de Mariano Otero - J. Fernández Santillán

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EL PENSA�lIENTO POLÍTICO DE MARIANO OTERO José Fernández Santillán * La frase, por demás emotiva y tris- te, "en México no hay ni ha podido haber eso que se llama espíritu nacional, porque no hay Nación" se encuentra en documento titu- lado Consideraciones sobre la situación política y social de la Repúbli- ca Mexicana J que vio la luz en diciembre de 1847. Dicho documento no tiene rúbrica personal, simplemente aparece como obra de "Varios mexicanos", pero los especialistas en la materia le atribuyen la esencia de su redacción, sin sombra de duda, a uno de los pilares del liberalismo 13 mexicano del siglo XIX, el jalisciense Mariano Otero. La fecha de publicación de las Consideraciones es significativa: en esos momentos nuestro país se hallaba invadido por tropas estadouni- denses encabezadas por el General Winfield Scott. Tres meses antes, es decir en septiembre, había caído el último bastión que resguardaba la capital de la república. Como consecuencia de la derrota dos meses después de la aparición del escrito en cuestión, o sea en febrero de 1848, se finnó el Tratado de Guadalupe Hidalgo por medio de cual México perdía más de la mitad de su territorio. Vale la pena señalar al respecto que Mariano Otero e uno de los cuatro diputados que se opusieron a la fia de esa capitulación. * Departamento Académico de Ciencias Sociales, ITAM. 1 Cfr. Mariano Otero, Obras, 1967, México, Porrúa, vol. 1 (recopilación, selección, comentarios y estudio prelinar de Jesús Reyes Heroles), p. 127.

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José Fernández Santillán (Alumno de Bobbio)Nos introduce al pensamiento político de Don Mariano Otero, célebre pensador y político mexicano, sin lugar a dudas un adelantado a su tiempo.

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  • EL PENSAlIENTO POLTICO DE MARIANO OTERO Jos Fernndez Santilln *

    La frase, por dems emotiva y triste, "en Mxico no hay ni ha podido haber eso que se llama espritu nacional, porque no hay Nacin" se encuentra en un documento titulado Consideraciones sobre la situacin poltica y social de la Repblica Mexicana J que vio la luz en diciembre de 1847. Dicho documento no tiene rbrica personal, simplemente aparece como obra de "Varios mexicanos", pero los especialistas en la materia le atribuyen la esencia de su redaccin, sin sombra de duda, a uno de los pilares del liberalismo 13 mexicano del siglo XIX, el jalisciense Mariano Otero.

    La fecha de publicacin de las Consideraciones es significativa: en esos momentos nuestro pas se hallaba invadido por tropas estadounidenses encabezadas por el General Winfield Scott. Tres meses antes, es decir en septiembre, haba cado el ltimo bastin que resguardaba la capital de la repblica. Como consecuencia de la derrota dos meses despus de la aparicin del escrito en cuestin, o sea en febrero de 1848, se finn el Tratado de Guadalupe Hidalgo por medio de cual Mxico perda ms de la mitad de su territorio. Vale la pena sealar al respecto que Mariano Otero fue uno de los cuatro diputados que se opusieron a la finna de esa capitulacin.

    * Departamento Acadmico de Ciencias Sociales, ITAM. 1 Cfr. Mariano Otero, Obras, 1967, Mxico, Porra, vol. 1 (recopilacin,

    seleccin, comentarios y estudio preliminar de Jess Reyes Heroles), p. 127.

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    El nimo que campeaba en aquellos das era de desolacin, pero tambin de reflexin crtica acerca de las condiciones que provocaron la rendicin frente al enemigo. En ese estudio Otero, despus de una larga disquisicin en torno a la composicin terriblemente inequtativa de la sociedad y de la economa del pas, y luego de elucubrar sobre las mltiples debilidades de la legislacin y de las instituciones, lleg descamadamente a esa amarga conclusin: Mxico haba sido presa de las ambiciones expansionistas de los Estados Unidos, ante todo porque no constitua una unidad poltica; no era un Estado bien annado que pudiera hacer frente a la dispersin interna y a la agresin externa. De manera concomitante en ese momento tampoco exista el sentimiento nacionalista. Ese sentimiento se fue abriendo paso, paulatnamente, a raz del descalabro frente al embate de los Estados Unidos y, posteriormente, con la lucha que Mxico tuvo que librar contra la intervencin francesa en la dcada de los sesenta del siglo XIX. El nacionalismo mexicano tennin de consolidarse slo en el presente siglo con la Revolucin de 1 910.

    Lo que haba en la poca de Otero era un pueblo en estado de disolucin merced a los conflictos entre facciones opuestas: "Divididas

    14 las clases -sigue diciendo Otero en su anlisis en bandos con tales o cuales principios polticos, cada uno de esos partidos cree o pretende que sus contrarios son la nica causa de las desgracias de la nacin; y es tal y tan ciego el frenes con que sostienen sus diversas opiniones, que veran sin duda con menos sentimiento la prdida total del pas, que el triunfo de cualquier partido que no fuese el suYO.,,2

    A nuestro parecer, es dudoso que alguien se sintiese satisfecho al ver, o saber, que la bandera de las barras y las estrellas ondeaba en Palacio Nacional; 10 probable es, en cambio, que muchos, sobre todo los dirigentes de las distintas corrientes, hubiesen reflexionado sobre su proceder y la responsabilidad que les tocaba asumir al haber convertido al lugar donde nacieron en campo de batalla.

    21bd.,p.129.

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    Haban sido numerosos los levantamientos, rebeliones y traiciones durante los aos previos a la invasin nOlieamericana, de manera que en medio de la constante incertidumbre haba sido imposible erigir un orden gubernamental que tuviese continuidad en su funcionamiento. Mxico file denotado no tanto por la superioridad blica de su vecino del nOlie, sino por la carencia de vnculos entre sus hombres. Para Otero el egosmo miope que predomin en buena parte del perodo posterior a la consumacin de la independencia imposibilit el florecimiento del sentimiento patritico; no haba, propiamente dicho, una identidad colectiva que moviera a los mexicanos por encima de sus preferencias individuales hacia el logro de un propsito comn.

    Quien fuera tambin diputado en el Congreso Constituyente de 1842, reconoci que la ausencia del sentimiento de pelienencia a un cuerpo poltico se deba a la falta de educacin y moralidad en la poblacin. En diversas ocasiones mostr su preocupacin por la situacin en la que se hallaba el pueblo llano, sumergido "en la ms espantosa miseria, resultado preciso de la abyeccin y emblUtecimiento en que se le mantena. Acostumbrado a una vida holgazana y vagamunda, sus diversiones favoritas eran los toros, las procesiones religiosas, que eran casi diarias, las romeras, las novenas, y por ltimo, los garitos y las tabernas, donde pasaba el tiempo entregado al juego y la embriaguez". 3 Vale decir, la gente se hallaba distrada cultivando los placeres mundanos o las devociones celestiales sin atender los problemas colectivos. En esas circunstancias era obvio que haba debilidad en los intentos de aglutinacin. Slo eso explica que no pudiera detenerse el avance de las fuerzas invasoras: las tropas norteamericanas que penetraron en Mxico no pasaban de catorce mil hombres, en tanto que la poblacin de las regiones por las que incursionaron sumaba dos millones de personas.

    A juicio del tapato la Iglesia catlica era un factor que pesaba en contra de los esfuerzos de integracin: era propietaria de las tres cUaIias partes del territorio nacional, tierra que en su mayor parte se mantena

    3 bid., p. 131.

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    ociosa. Las corporaciones religiosas tenan el dominio de las conciencias, oponindose a los propsitos de la educacin ilustrada, adems los curas se inmiscuan constantemente en los asuntos civiles, sin reconocer otro poder que el de la jerarqua a la que pertenecan, 10 cual los l levaba a bloquear el desarrollo de las instituciones gubernamentales. Sobre el particular escribe: "Domina en esta sociedad un clero falto en lo general de instruccin y de virtudes, pero suficientemente astuto y avaro, que en trescientos aos de fanatismo se haba hecho dueo de la mayor parte de la propiedad raz de la nacin; un clero que, adems de la influencia de que ya gozaba con la posesin de sus inmensas riquezas, tena monopolizada la educacin de la juventud en los colegios, en los plpitos y en los confesionarios, donde infunda todas las ideas que eran conducentes a asegurar cada da ms su poder . . . un clero, por ltimo, que se crea con el derecho de influir y aun dirigir todos los negocios pblicos, y que a su vez tena la pretensin de no depender para nada del gobiemo.,,4

    Entre el momento en que Otero escribe, junto con otros compatriotas, las Consideraciones (1847) y el de la entrada de Agustn de lturbide a la ciudad de Mxico al frente del Ejrcito Trigarante ( 1821), pasaron

    16 veintisis aos. No obstante, la liberacin del dominio espaol no haba encontrado correspondencia con l a formacin de un cuerpo colectivo cuyas partes estuviesen armnicamente integradas. Sobre el particular afinna: "La obra de la independencia, es decir, el hecho de destruir por la fuerza el gobierno virreinal, era la parte ms fcil de aquella atrevida empresa, porque no era ms que un hecho de armas, para el cual no se necesitaba verdaderamente sino la audacia y el valor suficiente para combatir. Pero una vez consumado aquel hecho, quedaba por hacer la parte ms dificil de la obra, esto es, la regeneracin poltica de la sociedad, la cual no poda operarse sino organizando un gobiemo."s Si era verdad que la independencia haba sido alcanzada, no era igualmente cierto que el mundo colonial hubiese desaparecido

    4 bid., p. 130-1. 5 bid., p. 134.

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    por completo; muchas eran las herencias de aquel pasado de opresin que todava quedaban vivas; en tanto que el mundo republicano y liberal an estaba en ciernes. Otero era un "hombre de dos mundos", al estar situado entre el pasado vineinal y el futuro secular, pero no por ser una combinacin contradictoria entre las ideas de uno y otro momento. Muy por el contrario: l fue uno de los idelogos ms comprometidos con el progreso civilizatorio.

    En sus escritos, aparte de la huella de autores como Voltaire o D' Alambert, tambin se registra la influencia de Montesquieu, Rousseau, Madame de Siel, Constant y Sismondi, adems de la de Tocqueville. En contraste con diversos pensadores y polticos mexicanos de su tiempo, todava permeados por el pensamiento eclesistico o por escritores premodernos, Otero pelienece por entero al bando de quienes se identifican con los ideales de la modernidad. Esto es, con su reivindicacin de los derechos del hombre, el aprecio por la superioridad de la norma jurdica y la conviccin de que para salir del atraso y el oscurantismo hay que constituir un Estado fuerte, mas no autoritario.

    Se ha dicho que debido a esta profunda identificacin con los valores de la modernidad Otero elabor una verdadera y propia filosofia de la historia: Contempl el devenir como progreso, o sea, como conquista paulatina de niveles superiores de evolucin teniendo como gua a la razn. Pero esta visin progresiva de la historia no quera decir determinismo inamovible bajo el cual los acontecimientos seguan indefectiblemente una ruta trazada de antemano. Su perspectiva no es unilineal: reconoce las interacciones, movimientos y mutaciones que intervienen en los procesos sociales; no hay prediccin que valga para anticipar el resultado de esa dinmica; nada est predeterminado. El programa de la modernidad poda cumplirse o no. ,

    Desde esta ptica analiza al pas y a su tiempo -su obra literaria est concentrada bsicamente entre 1 842 y 1 850 (ao en el que muere vctima de la epidemia de clera que azot a la ciudad de Mxico)y entiende que la alternativa poltica con la que se identifica deber hacer frente a dificultades de enonne magnitud, comenzando por el hecho de que Mxico se debata en la anarqua. Haba, pues, que le-

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    vantar al pas de la postracin en la que se encontraba mediante la consolidacin del Estado nacional.

    Toda proporcin guardada, la observacin que realiza Otero no est lejos, conceptualmente, de la que realizara Maquiavelo en El Prncipe a principios del siglo XVI sobre la situacin catastrfica que afliga a Italia, desmembrada en una infinidad de pequeos reinos en lucha entre s comandados por seores de horca y cuchillo que no vean ms all de su nariz. Italia, tambin se encontraba invadida por las potencias que en esos momentos se disputaban el dominio sobre Europa. A todo eso se aada la presencia de la Iglesia catlica la cual igualmente luchaba por mantener el dominio sobre un gran nmero de zonas y personas de la atribulada pennsula.

    La perspectiva de Otero tampoco es distante de la que Hegel asumiera en La constitucin de Alemania a principios del siglo XIX, cuando admiti dolorosamente que su pas no era un Estado debido a que tambin se encontraba fi'agmentado en mltples se0l10S con sus administraciones y sistemas jurdicos, con sus patiiculares sistemas fiscales y ejrcitos privados. La belicosidad entre ellos haca que proliferara la violencia al no haber un poder por encima de las partes que las

    18 obligara a mantener la paz. La barbarie, la miseria y el atraso eran consecuencia lgica de tan lamentable situacin.

    La solucin que presenta Maquiavelo para superar la dispersin anrquica es el surgimiento de un lder, un Prncipe que pusiera en su lugar por medio de la fuerza a los seores de la guerra, aplicando el dicho "combatir al demonio con el fuego" y que expulsara del suelo patrio a los intrusos. El Secretario florentino, de igual manera pensaba que la Iglesia deba retrotraerse a su funcin primigenia que era la de encaminar las almas a la salvacin y dejara de interferir en l

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    poder en su dimensin ms desprejuiciada, tal y como lo manifiesta en ese texto ya clsico del pensamiento poltico.

    Sobre la horma de Maquiavelo, Hegel sostena la conveniencia de restablecer la unidad de Alemania mediante la fonnacin de un gobierno monrquico y constitucional que desempaara unitariamente las funciones administrativas, legislativas, fiscales y de defensa. Un Estado nacional que se precie de tal nombre no puede dejar en el aire asuntos tan relevantes so pena de retomar al feudalismo.

    Otero, segn lo han dicho sus bigrafos, no tuvo acceso a las obras de Hegel; en cambio es probable que conociese las ideas de Maquiavelo. De cualquier forma, el pensamiento de los autores que enunciamos ms arriba, y que determinaron su orientacin ideolgica, est embuido del propsito fundamental de crear y mantener el poder para darle coherencia y rumbo a la nacin. La unidad del Estado es un tema recurrente del pensamiento poltico moderno y Otero lo asumi con todo rigor. Le toc un momento en que resultaba imperativo formar una Nacin. Pero no crea que eso deba hacerse a la manera de Maquiavelo, a travs del ejercicio de la violencia; su idea era, ms bien, lograr un arreglo pacfico entre las distintas fuerzas inmiscuidas en la problemtica. Ya desde 1 842, en su Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestin social y poltica que se agita en la repblica mexicana, lanzaba la voz de alerta sobre el peligro, que despus se hizo realidad, de que por las contiendas internas se perdiera ms de lo que ya se haba perdido con Texas. En ese trabajo sostuvo, con nimo conciliador, que "en las instituciones fundamentales no se debe preparar la lucha, sino el acuerdo y la armona de los elementos sociales".6

    Su posicin no era la de anllar a un lder carismtico para que aniquilara o sojuzgara a los recalcitrantes sino la de convocar a todos, sin excepcin, al entendimiento. La tesis que sostuvo Otero a lo largo de su corta pero fecunda trayectoria poltica (muri cuando apenas tena treinta y tres aos de edad) fue la del acuerdo en lo fundamental. La

    6 "Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestin social y poltica que se agita en la repblica mexicana", 1 de junio de 1842, ibid., p. 75.

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    sustancia del planteamiento consista en que, a pesar de las profundas diferencias existentes era posible arribar a una confluencia en asuntos elementales. Una vez definidos esos asuntos, stos se convertiran en la base de un convenio que todos se comprometeran a respetar. Otero estaba seguro de que se podan compartir ciertos principios esenciales.

    En el proyecto oteliano hay una slida coherencia: ntimamente vinculado a la tesis del acuerdo en 10 fundamental est su planteamiento de la operatividad de una repblica representativa en la que sera absurdo que imperara exclusivamente el plincipio de mayora. Sostena que as como en la elaboracin del convenio bsico deben participar todas las fuerzas sociales, las mismas tambin deberan tener cabida, en la figura de sus representantes, en los rganos de representacin. Por tanto -y sta es otra de sus aportaciones- el principio de mayora slo tiene validez en la democracia a condicin de que se complemente con el reconocimiento de las minoras. Un eslabn ms de esta cadena propositiva es su defensa del sistema electoral de representacin proporcional: sostiene que la representacin poltica slo es buena en cuanto es imagen de la sociedad, es decir, en cuanto refleja fielmente la diversidad de la base social. Dicho de otra manera: la representa-

    20 cin poltica es aceptable en cuanto no produce un efecto distorsionador que haga ver ms grande o ms pequea de lo que es a alguna parte de los ciudadanos. La contribucin de Otero sobre este tema no es menor: apoyndose en Sismondi y Considrant se adelant a tericos de la proporcionalidad en las elecciones tan renombrados como John Stuart MilI o Hans Ke1sen. Conviene recordar que su sugerencia no permaneci en la pura especulacin filosfica, por el contrario, qued plasmada en el proyecto de Constitucin de 1842.

    Como se aprecia, las ideas de Otero eran sorprendentemente avanzadas para su tiempo: a mediados del siglo XIX ya convocaba a un acuerdo en 10 fundamental, peda la representacin de las minoras y era favorable al sistema de representacin proporcional. Sobre todo los dos ltimos son tpicos abordados con posterioridad en los pases polticamente ms avanzados, y en Mxico hasta hace relativamente poco asumidos como materia central de discusin.

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    Otero, quien fuer a tambin secretario de r elaciones exteriores durante el gobiemo de Jos Joaqun de H elTer a entre junio y noviembre de 1 848, dec a que los Congresos Constituyentes eran la expresin r eal de 10 que filosficamente se hl;ba diseado en el contr actualismo de cuo iusnatur alista; tambin dec a que las Constituciones emanadas de esas magnas asambleas er an la manifestacin formal de la voluntad colectiva. Por ello estimaba que el acuerdo fu ndador de la Repblica mexicana, esto es, el verdadero proyecto de Mxico, se encontr aba en la constitucin federal de 1 824. S in embargo, esa constitucin fu e sustituida por las disposiciones centralistas de 1836 por medio de "las S iete Leyes". A su juicio, hab a que r etomar el rumbo original, si bien con cier tas correcciones. As y todo, ms all de los ajustes formales, 10 impOliante er a que la esencia del C ongreso constituyente de 1 824 no h aba perdido un pice de validez: la subordinacin del poder a la ley para que se pudiese h ablar de un verdadero y propio Estado de der echo; la divisin de poderes (siempr e desconfi de la fuerza que poda acumular el Ejecutivo y previ las consecuencias autoritarias que gener ar a ese hecho al romperse el equilibr io entre los rganos del Estado); el control sobre los gobern antes; las bondades del siste-ma federal . H aba que r efrendar aquel pacto de 1 824 y poner lo al da. 2 1 se fu e su propsito al par ticipar en el Congreso constituyente de 1 842. Congreso por cierto convocado a raz del pronunciamiento cono-cido como Plan de J alisco, capitaneado por Mar iano Par edes Arrillaga el 8 de agosto de 1 84 1. Plan que luego fu e secundado por otros pronunciamientos, el de la C iudadela el 4 de septiembre, y el de Perote el 9 de ese mismo mes. Todos esos pronunciamientos fu eron a parar en las B ases de T acubaya del 28 de septiembre de ese ao y condujeron a la ca da de Anastasio Bustamante. Como consecuencia Antonio Lpez de S anta Arma qued facultado par a lanzar la Convocatoria del nuevo Congr eso constituyente. La mencin de esta secuela de acontecimientos es r elevante porque a r az del Plan de Jalisco Otero tuvo la opor tunidad de aparecer en la vida poltica de su r egin y luego en la poltica nacional.

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    Lo que precisamente marca su entr ada a la poltica nacional es el clebre Discurso que pronunci el 1 1 de octubre de 1842 en dich a asamblea constituyente. En su diser tacin hizo una apasionada defensa de la forma de gobierno republicana y, en especial, del sistema feder al. En contra de lo que sostenan los simpatizantes del centralismo en el sentido de que el federalismo en nuestro pa s no er a ms que una burda copia del estadounidense, Otero refuta tal aseveracin sealando que nunca se h a visto en alguna par te del mundo la reproduccin idntica de un detenninado rgimen. Cada pas tiene sus peculiar idades y, en consecuencia, cada aplicacin tiene su propia or iginalidad. Adem s recuerda que, hablando rigurosamente, los norteamericanos no inventaron el sistema federal, dado que en el mundo antiguo ese sistema ya h aba sido adoptado por los gr iegos. C on posterior idad tambin lo aplicar on muchos otros, como los suizos, los alemanes y los h olandeses. D e igual forma rechaza la idea de que el federalismo terminara de desmembrar a la Nacin: para l el federalismo no sera causa de dispersin; al contr ario, sera motivo de integracin porque permitira que las partes se fortalecier an para, al mismo tiempo, robustecer al conjunto nacional . Esgrimiendo estas r azones, concluye que los de-

    22 tr actores del feder alismo no combaten tanto a ese esquema en par ticular, sino que va de por medio su prop sito de combatir al sistema republicano. En efecto, algunas de las facciones m s conservador as an pr etend an instaurar el r gimen monrquico, el cual es rechazado frontalmente por Otero en cuanto sera un retroceso porque esa fonn a de gobierno consider a a los individuos no como ciudadanos con der echo de par ticipacin, sino como sbditos con la obligacin exclusiva de obedecer . Adem s Otero advier te que la monarqu a s sera una adaptacin extr algica dado que r equier e de la existencia de la aristocr acia como sucedi en Europa; pero resulta que esa clase en Mxico, propiamente dicho, no existe.

    Par a reforzar su apolog a del feder alismo Otero ech a mano de Montesquieu, y lo cita: El autor de El espritu de las leyes haba dich o que tanto los estados grandes como los pequeos tenan inconvenientes. Los primeros porque sucumban ante los vicios inter iores, los segundos

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    porque eran fcil presa de las fuerzas extr anjeras. Ambos asuntos afectan por igual a las democracias y a las ar istocracias, de manera que si no hubiese existido una salida al dilema se hubiera tenido que recurr ir a la monarqua. Montesquieu encontr una puer ta de escape al mismo: "es de pr esumir que los hombres se hubieran visto al fin obligados a vivir siempr e bajo el gobierno de uno solo, si no hubieran imaginado una constitucin que a todas las ventaj as interiores del gobierno republi cano reun a la fuerza exterior de las monarquas. H ablo de la repblicafederativa".7 se er a el fruto que bien poda aclimatarse en nuestro pa s. E l secreto de su germinacin estaba en establecer debidamente las funciones que a cada instancia cOlTespondan, o sea, al poder federal unas, y a las entidades otr as, de manera que no hubiese controversia entre lo que era responsabilidad de un nivel y de otro .

    E s evidente que el restablecimiento del federalismo no caminara por s mismo; tendra que correr de la mano con la instauracin del buen gobiemo. Por buen gobier no entend a un rgimen que contara con e l r espaldo de los ciudadanos y que por ello pudiese ser ms estable y duradero. Otros elementos que concurran a logr ar esa cualidad en el ejer cicio del poder eran el apego a las leyes y la orientacin a responder a las necesidades de todos los componentes sociales y no slo de una porcin.

    E sas apreciaciones que Otero pese a todo h aca an con esper anza en su Discurso de 1842, (cuando escribi las Consideraciones) cinco all.OS despus se transformaron en decepcin: "En los veinte y seis aos que h an transcurrido desde que se h izo la independencia, se h an ensayado todas las formas de gobierno; pero como esos ensayos no h an sido realmente sino de palabras, jams se han emprendido las grandes r eformas que reclama la civilizacin de la poca en que vivimos, el pas ha sido precipitado da a da a su destmccin y aniquilamiento,

    7 Este fragmento de Montesquieu es citado por Otero en el mencionado Discurso del l l de octubre de 1842. Tomo la referencia de ibid., p. 303. En la obra de Montesquieu traducida al espaol este paso se encuentra en: Del espritu de las leyes, 1977, Mxico, Poma, libro IX, cap. 1, p. 86.

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    por la accin combinada de los vicios sociales que quedaron del sistema colonial, y los que se han aumentado en 26 aos de desrdenes."g

    Sea como fuere, decepciones aparte, Otero no se quedaba en su propuesta de cambio y mejoramiento en 10 que podramos llamar la parte institucional y fOfila!. Iba ms all a1 considerar que el establecimiento de un buen gobierno era un elemento de primer orden para sacar adelante al problema social. Su planteamiento acerca de la trans-. formacin social se sintetiza en dos rubros: ]) el cambio de la sociedad debe venir de las modificaciones de las relaciones materiales, esto es, de las relaciones econmicas; 2) estabilidad no significa parlisis de la sociedad, muy por el contrario quiere decir aprovechar las contradicciones entre las clases y los sectores que las constituyen canalizando esa energa para impulsar el progreso. En este sentido Otero peda la superacin del conflicto destructivo, pero a la vez solicitaba el mantenimiento e incluso el incremento del antagonismo constructivo porque slo con base en este ltimo la sociedad progresa; se trata de una conflictividad acotada. Hacia ese aspecto apunta la ley de la perfectibilidad social.

    Al ocuparse de la sociedad y de la economa Otero sola atender 24 especialmente el tema de la propiedad. A la manera del ingls James

    Harrington, estableca un vnculo estrecho entre la forma de propiedad y el rgimen poltico: de la manera en que est repartida o concentrada la propiedad depende en buena medida el tipo de forma de gobierno que se establezca. Una alta concentracin de los bienes produca generalmente gobiernos autoritarios, en tanto que una mejor distribucin de la riqueza sera la base de las repblicas democrticas. Siendo partdaro de esta constitucin, Otero pensaba en una sociedad de propietarios y no de terratenientes.

    Es curioso y no carente de significado el hecho de que en sus primeros escritos hablara de la diferencia entre propietarios y no propietarios, y que en los ltimos se refiriera ms bien a la distincin entre clases productivas y no productivas. Interpretando este cambio po-

    8 Mariano Otero, op. cit .. p. 65-6.

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    dramos decir que no bastaba con que la tierr a estuvier a r epart ida de forma ms equitativa, sino que tambin fuese trabajada y no quedase, como h asta entonces, en manos de propietar ios improductivos, por bien distr ibuida que ahora estuviese.

    Una mejor distr ibucin y una mayor productividad social generaran una mejor calidad de hombres, aptos para asumir de mejor talante la calidad de ciudadanos. Conceptualizaba la calidad de ciudadano como la capacidad de hacer buen uso de la libertad civil en cuanto individuos pmiicular es a la manera del pensamiento liber al; pero ciudadano par a l signifi caba, al mismo tiempo, capacidad d e ejer cer l a libert ad poltica en cuanto part icipacin en la definicin de los asuntos colectivos, a la manera del pensamiento democrtico. Era as como Otero combinaba el liber alismo con la democr acia.

    Es para tomarse en cuenta, por aadidura, que en la gran mayora de sus estudios abord el an lisis de las clases sociales y la maner a en que ellas estn organizadas en trminos econmicos. Este anlisis siempre lo interrelacion con los aspectos jur dicos y polticos en pos de un mejor amiento del poder pblico. Relacionando frreamente ambas cosas afirmaba insistentemente: "dos son los grandes bienes a que debemos aspirar . El progreso de nuestros elementos sociales y la conservacin de la unidad naciona!".9

    Algo que se le debe r econocer a Oter o es que en medio de la amargur a y la decepcin al ver a su pas invadido, y a la vez hundido en desgarramientos internos, extrajo lecciones provech osas. Juzg que la inter vencin norteamer icana h aba sido "un desengao saludable" porque ciertamente h abamos sufrido una dolor osa mutilacin territorial, per o que sobre la part e que nos quedaba tenamos pleno dominio, por lo que podamos r ehacemos. La causa de Mxico era una. causa justa que animaba a continuar en la formacin de la Nacin.

    Asumi el trabajo intelectual como una aventura orientada no a la elucubracin teri ca sino a la aplicacin concreta. Su lema favorito era conocer para transformar, y as obr en consecuencia. S u proyecto

    9 Ibid., p. 67-8.

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    se puede sustanciar en la siguiente frase: "El establecimiento de un orden social equitativo y justo, en el que la libertad sustituy a un da completamente a la servidumbr e, la igualdad a los pr ivilegios, y la voluntad nacional a la fuer za bruta."1O

    Tiene razn Jess Reyes H eroles cuando afilma que el cmulo de ideas que estaba en la cabeza de Otero "qued como un rico legado par a Mxico".ll

    10 bid., p. 58. 11 bid., p. 173.