El Pantano de La Tristeza
-
Upload
hector-omar-saldana -
Category
Documents
-
view
217 -
download
5
description
Transcript of El Pantano de La Tristeza
EL PANTANO DE LA TRISTEZA
Héctor Saldaña
Michel Ende ha escrito su Historia interminable plagada de símbolos pensados con
deliberación. Por esto, por ser deliberados, los símbolos no obran en el intelecto como
debieran. Cualquier lector puede reconocer, en el Ouroboros del libro, el Huevo del
Origen Primordial y la imagen del Eterno Retorno. Esta misma capacidad de
identificación demuestra que son meros signos. Sólo el mito puede vehiculizar un mito.
En el mito del Ouroboros está el Ouroboros, y su función simbólica, presta para ser
captada como arquetipo, no como figura literaria.
Sucede en la novela con muchas otras imágenes: la tortuga, el lobo y la totalidad del
recorrido correspondiente a la aventura del héroe que Joseph Campbell ha sistematizado
tan bien.
Lo que expreso no es una crítica negativa a Ende, por el contrario, fue introducido para
festejar por contraste el hallazgo de un símbolo en estado puro: el Pantano de la
Tristeza.
No ha de ser fácil, ni es el propósito, dilucidar el hilo que conduce a su mito-madre,
aunque quizá el fruto de granada que muerde Perséfone en el Inframundo sea uno de sus
nudos.
En el episodio novelesco, el héroe, un niño, debe atravesar ese pantano que embarga de
una agobiante, pesada tristeza que lo va hundiendo cada vez más, hasta desaparecer por
completo, a quien se atreva a emprender esa aventura. Así muere el caballo del
protagonista, pero no él. ¿Por qué no? Porque lleva El Esplendor, esto es, un signo.
Ende, esta vez, trata un mito, y de manera inconsciente, por eso se mantiene como mito
y por eso, inconsciente, el autor nos advierte la distinción mediante un signo.
Los signos son convenciones, ni verdaderas ni falsas, su significado es arbitrario y, una
vez convenido, indiscutible.
Los símbolos no: la humanidad no se ha reunido en plenario para otorgarles entidad; en
tanto armazón del mito, son verdaderos; su significado es producto de un ancestral
proceso y, por tanto, sujeto a develarlo, destino de la exégesis.
En el pantano, la tristeza que nos invade al llegar a ese lugar terrenal nos conduce a la
muerte. Quizá puedan leerse tres cosas, dos muy nítidas: la muerte es el destino
irrevocable del ser que está en el pantano que es mundo; la tercera: que estamos hechos
de tristeza.
La tristeza no es, como pareciera, una excepción, algo que nos invade de tanto en tanto
y a veces sólo a algunos. La tristeza es condición del ser, generalidad. Todo el que pasa
por el pantano sufre sus efectos y muere.
Atreyu no, porque él está aferrado al signo, a la convención. La convención salva de la
tristeza: la encubre, la simula, hace que no exista. Y convención es todo, o casi todo lo
que existe en el mundo del pantano: creencias, amor, trabajo, profesión, familia. Cada
uno de ellos, acuerdos en los que debemos aferrarnos, en los que debemos creer, para no
reparar en que estamos hechos de tristeza, para no revelarnos que las alegrías y placeres
son simulaciones pasajeras, signos que hemos dotado de una significación especial y
que nos mantienen a resguardo del temible pantano.
Moriremos, así, en la ilusión de que hemos sido felices, y que ninguna desdicha nos
hundió en sus aguas. Moriremos habiendo abrazado signos y sin haber conocido nuestra
triste condición simbólica que estaba en el mismo símbolo que nos porta.
H.S.