El palacio negro

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El palacio de Lecumberri

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El palacio de Lecumberri

Su inauguración fue el acontecimiento del año 1900. Localizado en los llanos de San

Lázaro, sus amplios muros y modernas crujías se levantaron con la misma soberbia

que la dictadura porfiriana. La nueva Penitenciaría del Distrito Federal se

convirtió en una de las grandes obras públicas del porfiriato.

Breve Histor ia

Su construcción consumió los tres últimos lustros del siglo XIX, y el 29 de

septiembre de 1900, Porfirio Díaz escuchó las palabras del discurso

inaugural que profetizaban el inicio de una historia oscura: “Señor

Presidente: aquí todo va a ser silencio, quietud, casi muerte; al poblarse estos

recintos se advertirá apenas que albergan seres vivientes; al perderse

el eco de vuestros pasos, comenzará el reinado del silencio y de la soledad.

Pero va a elaborarse aquí también, en el silencio y en la obscuridad, el

fundamento más profundo y primero del orden: la Justicia”

En 1976 la Penitenciaría de Lecumberri, dejaba de tener uso gracias a un nuevo

concepto de readaptación social del jurista Sergio García Ramírez. Los trágicos sucesos acontecidos en la vieja prisión, a partir de Ios cuales fue conocida como "EI Palacio Negro“ , hizo pensar en Ia necesidad de

destruir el inmueble y que no quedara rastro aIguno de esos horrores.

Sin embargo, en varias ocasiones hubo voces que se alzaron para señaIar Ia

importancia de conservar eI edificio, pues además de que Ias piedras no eran

responsabIes de lo que había sucedido, era y es necesario preservar Ios monumentos que, de una u otra forma, son parte de Ia historia

y conforman Ia identidad de una ciudad.

Una vez salvado eI inmuebIe, se debe aI historiador Jesús Reyes HeroIes, entonces

secretario de Gobernación, Ia idea de convertir a Lecumberri en Ia sede deI

Archivo General de la Nación. Para realizar Ia obra se contó con Ia creatividad deI

arquitecto Jorge L. MedeIIín y con Ia visión de Ia historiadora Alejandra Moreno

Toscano, quienes vieron en este inmueble Ias grandes virtudes que su arquitectura

panóptica tenía para ser repositorio documental, centro de investigación y

recreación de Ia cultura.

En este sitio, en lugar de vigilar a los reclusos, el ciudadano vigilaría los actos

de Estado; donde antes privaba la oscuridad ahora brillaría Ia luz.