El Padre y El Analista - Andrés Ayala Flores

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    EL PADRE, EL ANALISTA Y LA TRANSFERENCIA EN LA CLÍNICA CONADOLESCENTES;

    Acerca de las primeras relaciones y la angustia

    Andrés Ayala Flores 

    “En el principio fue la madre”, juego de palabras inspiradas en Juan 1:1-14, libro del génesis y

    que visto desde la perspectiva de aquel que analiza poseería un gran sentido debido a la naturaleza

    indiferenciada del niño en sus primeros años de vida con respecto a su Yo y el de su madre.

    Para trabajar el concepto de relaciones, es necesario partir desde la denominada relación objetal,

    término psicoanalítico que fue trabajado a mayor escala por autores como Melanie Klein o Donald

    Winnicott y que plantea la relación diádica (madre-hijo) como principio base en la estructuración

    del sujeto y que tiene su origen en la necesidad de representaciones desde el mundo interno,

     pulsiones; eros y thánatos, hacia el mundo externo y que es logrado gracias a la presencia de un

    objeto real externo que vendría a ser en un primer momento la madre.

    Visto desde Laplanche y Portalis (1996) el término relación objetal es utilizado para: "designar

    el modo de relación del sujeto con su mundo, relación que es el resultado complejo y total de una

    determinada organización de la personalidad, de una aprehensión más o menos fantaseada de los

    objetos y de unos tipos de defensa predominantes" (p. 359).

    Tyson y R. Tyson (2000) señalan que las relaciones de objeto son: "representaciones mentales

    inconscientes de los objetos y del sentido del self en interacción con ellos que se forma en el curso

    del desarrollo a partir de interacciones y experiencias importantes de la infancia, y afectan

     profundamente las interacciones interpersonales de la persona y sus elecciones de objeto" (p. 361).

    Teniendo en mente lo anterior podríamos considerar que el papel de la madre y posteriormente el

    del padre, a medida que vaya siendo introducido al mundo del niño por el deseo materno, es de

    radical importancia, ya que dependiendo de factores como gratificación y frustración, desde lateoría de Klein, se estaría dotando al sujeto en estructuración de las herramientas que por

    antonomasia lo convertirán en un ser social y cultural.

    Situándonos en un momento posterior de la vida de cualquier individuo, podríamos encontrarnos

    con diferentes autores como René Spitz o Erick Erickson y sus teorías del desarrollo, en las que él

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    sujeto ya dotado de un Yo y un inconsciente debe atravesar ciertas fases para avanzar en su

    estructuración. En dichas fases y teorías, desarrollo psicosocial para Erickson, podemos dar

    cuenta la presencia dual de lo abordado en las relaciones de objeto, gratificación y frustración,

     pero con ciertas variaciones que oscilan entre la actividad y la pasividad  de su deseo.

    Al momento de hablar de deseo es importante mencionar que el deseo es el deseo del otro (genitivo,

    subjetivo). El deseo del otro es, es quien me desea, quien comienza la temática del deseo, yo soy

     para ese otro. Comienza la dinámica del deseo porque otro me desea. En esto vemos la dualidad

    (amante –  amado, amo –  siervo). El discurso es el discurso del otro (genitivo, objetivo). Necesito

    del campo del otro para que el discurso tenga sentido.

    “Es probablemente obvio que la relación transferencial en análisis contenga, en virtud de

     su propia naturaleza, las semillas de la idealización del analista, enraizada en la temprana

     y omnipotente etapa de la relación madre-niño” (Grinberg, Langer, Rodrigué, 1968,

     p.123).

    Hasta el momento hemos analizado la posición madre-hijo y como a partir de ella se genera una

    estructura. Ahora sin embargo es necesario introducir al tercer miembro del triángulo en la escena,

    aquel que representa la ley y que viene a separar a la madre del niño y al niño de la madre para

    evitar que el océano materno devore al sujeto. ¿Quién podría hacerle frente a la omnipotente madre

    sino su propio objeto de deseo?, es decir el padre.

    Al hablar del padre es importante tener en cuenta que se habla de una función, función paterna,

    y que la misma es un proceso que opera en la dimensión de lo inconsciente, es alguien que viene

    de otro sitio y trae otras cosas. La función paterna es la que instaura o establece el orden de lo

     político como una manera de romper con el orden del no sujeto (sujeto fusional). Sin embargo es

    importante mencionar que para que el padre venga, debe ser traído por la madre, debe ser

    nombrado por ella, deseado por ella.

    Es la dialéctica del deseo la que se instaura antes que la de la dialéctica de la necesidad.

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    Los nombres y el acto en sí de nombrar son la puerta de entrada a lo simbólico, esto pone el orden

     para que el sujeto se constituya. De forma estructural el reconocimiento del otro es campo de la

    función paterna. La función paterna es lo que articula y ejerce la separación madre/hijo.

    Lacan menciona que lo más importante de esa figura paterna es el nombrar. Teniendo en cuentaesto podemos decir que la figura del padre es la que mantiene unido lo real, lo simbólico y lo

    imaginario.

    Lo imaginario y lo simbólico se articulan de alguna manera en el nudo borromeo. El sujeto está

    unido a la figura materna, pero no lo percibe.

    Al hablar del registro de lo imaginario es importante mencionar que la mujer es no toda fálica. El

    deseo es el deseo del otro, el discurso es el discurso del otro. Estas son las formas elementales del

    vínculo, las cuales son asimétricas.

    El falo tiene que ver con el tener y el no tener, lo visto y lo no visto. Esto puede condicionar la

    estructura de los sujetos.

    En el estadio de la espejo Lacan explica cómo se adquiere la identidad. Dice que la maduración

    neuronal y la socialización hacen que en algún momento el sujeto reconozca su imagen en el

    espejo. En ésta articulación la presencia de los padres es de suma importancia, ya que para que se

    dé el reconocimiento de uno mismo en el espejo, se tiene que dar el enunciado desde lo exterior;

    ¡Mira al nene, eres tú!

    El padre es quien instaura al sujeto como deseante debido a que le prohíbe a su madre y se ofrece

    él como modelo para poder conseguir alguien  similar   a su primer objeto. Al hablar de la

     prohibición entramos en el campo del complejo de castración, metáfora respecto de la cual el sujeto

    incorpora el principio de manquedad en el caso de que funcione la imagen paterna, si no, el sujeto

    anda errante, es devorado por la madre (estructura de la psicosis) y no se sujeta.

    El carácter metafórico del complejo de castración es una alegoría del sujeto político y por eso nadieocupa el poder político en la democracia. En caso contrario se pasa de ser sujetos a ser súbditos,

    tornándose los antes sujetos en una masa que tiene la obligación de ser homogénea.

    El padre representa pues una función simbólica, operador simbólico. La idea de operador

    simbólico tiene que ver con el padre ligado a la metáfora y la función significante.

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    El propósito de todo lo anterior es el de evidenciar la importancia de la figura del padre en cuanto

    a que enlaza los tres discursos e instaura al sujeto como tal. Teniendo en mente esto podemos pasar

    a la transferencia en la clínica y al síntoma, tópica a ser abordada desde el psicoanálisis y un caso

    de mi experiencia propia como terapeuta.

    En el análisis con adolescentes, sobre todo al analizar la transferencia, se pone en evidencia las

     primeras relaciones del sujeto desde la perspectiva de la angustia. El trabajo a ser realizado se

    encuentra vinculado a la angustia, debido al duelo que están viviendo por haber dejado de ser

    aquel  niño para sus padres.

    Freud en su texto “Sobre la dinámica de la transferencia”, dice que:

    “Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que

    recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida

    amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará,

    así como las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado, digamos así, un clisé (o

    varios) que se repiten – es imperioso- de manera regular en la trayectoria de la vida, en la

    medida en que consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de

    amor asequibles, aunque no se mantiene del todo inmutable frente a impresiones

    recientes”. (Freud, 1912, p.97).

    Para aportar más claridad al tema de la transferencia podemos tener en cuenta la perspectiva de

    Cosentino;

    “La transferencia aparece como un desplazamiento de las intensidades psíquicas – 

    transferencia o desplazamiento del acento- del deseo inconsciente al resto diurno,

    introduciendo el desplazamiento del significado bajo el significante, siempre en acción en

    el discurso” (Cosentino, 1992, p.79).

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    Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que en la transferencia el adolecente realiza una

    entrega hacia el terapeuta, de quien espera un alivio y debido a esto poco a poco lo va invistiendo

    con su amor, con su admiración, incluso rechazándolo o deseándolo con fervor, llegando muchas

    veces a temer su supuesto poder.

    “Sea cual fuere la técnica médica o psicoterapéutica empleada, lo que cura a un

    adolescente o al menos apacigua su sufrimiento es la calidad del intercambio afectivo que

     se establece con el profesional. ¡Esto es la transferencia!” (Nasio, 2011, p.100). 

    La transferencia según el diccionario de psicoanálisis de Laplanche (1996) es: “El proceso en

    virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un

    determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación

    analítica” (p. 401). 

    Tras comprender a mayor profundidad el concepto de transferencia en psicoanálisis podemos dar

    cuenta que es de fundamental importancia durante el proceso debido a que en la cura analítica 

    quien cuenta afectivamente para el sujeto es el psicoanalista y esto genera un desplazamiento

    operante.

    Es decir, se trata de una repetición de los prototipos infantiles pero que es vivida con un fuerte

    sentimiento de actualidad. Muchas veces lo que es denominado por los psicoanalistas como

    transferencia es la transferencia en la cura.

    La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el que se desarrolla la problemática

    de una cura psicoanalítica, caracterizándose esta por la instauración, modalidades, interpretación

    y resolución de la transferencia

    La persona sujeta al análisis, en conjunto con el analista, busca realizar un trabajo y una

    elaboración referente a su inconsciente. Teniendo en cuenta que la cura viene por añadidura.

    El trabajo terapéutico con adolescentes debe tener en consideración varios aspectos de entre los

    cuales quisiera destacar el hecho de que el adolescente, poseedor de un “Yo” frágil, siente culpa

     por haber dejado de ser aquel niño que los padres han idealizado en una primera instancia. Parte

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    de ésta culpa se puede poner en manifiesto en las nuevas conductas y actitudes del sujeto; ahora el

    adolescente busca independencia, no quiere que sus padres lo acompañen a ningún lado y busca

    hacer la mayoría de sus actividades solo.

    El adolescente busca su autonomía, busca liberarse de ésta angustia, podríamos decir que busca el“Dasein”, ser para la muerte. 

    “Lo que está en cuestión es el sentido ontológico del morir del que muere, como una

     posibilidad de ser de su ser, y no la forma de la coexistencia y del seguir existiendo del

    difunto con los que se han quedado” (Heidegger, p. 260) 

    El inminente tropiezo con la realidad que el adolescente vive, debido a que durante ésta transición

    de haberse visto y haber sido un “Yo idealizado” de los padres (niño), a verse como un sujeto lleno

    de pulsiones y deseos propios (adolescente), genera en él gran angustia y lo lleva a plantearse

     preguntas como ¿Qué hago aquí?, ¿Quién soy?, entre otras.

    Éste tropiezo hace que el adolescente sienta una gran angustia, casi sintiéndose desbordado, la

    misma que se puede relacionar al hecho de que ha dejado de ser un niño, hablo de la muerte del

    niño que alguna vez fue el adolescente, el niño que dejó de ser para sus padres. “La muerte delotro me hace sobrevivir como culpable” (Lévinas, 1976, p.73). 

    El discurso adolescente gira en torno a éstos hechos, se puede ver una dialéctica de “amor/odio”

    que lo moviliza un hacer/no hacer o a un decir/no decir que puede llegar a desbordarlo causando

    así una crisis de identidad. “Entonces me vuelvo enfermizamente susceptible, rechazo pues toda

    obligación o toda presión procedente de mis padres para no correr el riesgo de tener que mostrarme

    débil o servil” (Nasio, 2011, p.53). 

     Nasio se refiere evidentemente a ésta sensación de debilidad que el adolescente percibe en su Yo

    y qué mejor forma de protegerlo que amándolo desmesuradamente, generando así una

    sobreprotección que angustia al adolescente, debido a que quiere evitar a toda costa una ofensa a

    su “Yo” en estructuración, y lo hará entrar en conflicto. Toda situación lo ofende y lo hace

    reaccionar de maneras inesperadas; llanto, agresión, tristeza, etc.

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    Toda ésta situación genera vulnerabilidad en el joven paciente haciéndolo susceptible a lo que el

    terapeuta elabore referente a él, siendo responsabilidad del terapeuta el cómo trabaja el contenido

    inconsciente del paciente y la manera en la que da el pase a una “cura analítica”, sin eliminar la

     posibilidad de un completo rechazo por parte del adolescente seguido de un periodo oscuro en su

    trabajo analítico e incluso un abandono del mismo.

    Quisiera introducir un caso de mi experiencia como terapeuta para poder sostener de mejor manera

    lo antes descrito, el nombre y demás datos serán modificados con el fin de proteger la identidad

    del paciente;

    Tenemos a Pedro B., quien asistió regularmente durante un año a terapia.

    Pedro era un adolescente de 14 años que cursaba el tercer curso de educación superior

    durante su periodo de terapia. La familia de Pedro contaba con sus dos padres y también

    con dos hermanas mayores, 21 y 28 años, pero que a diferencia de él vivían en el extranjero.

    La relación de Pedro con sus padres era buena, pero hubo ciertos momentos en los que

    aseguró no poder seguir viviendo con ellos y manifestando un fuerte deseo de salir del país

     para estar con sus hermanas.

    Durante las primeras sesiones se pudo observar que Pedro hacía bastante resistencia debido

    a que me posicionó en el lugar de un informante y aseguraba que iba a comentar a sus

     padres lo trabajado en terapia.

    Tras las primeras sesiones Pedro supo manifestar que se sentía cómodo asistiendo a terapia

    y que sentía que podía decir lo que pensaba.

    El evento de importancia se dio a mediados del año de trabajo, un día en el que Pedro

    estaba bastante afectado por una pelea en su hogar entre sus padres. Al llegar a terapia se

    mostró deprimido y momentos después de su llegada comenzó a desahogarse mediante el

    llanto. Mientras esto ocurría se presentó un lapsus , el cual consistió en llamarme como suabuelo, figura que después supo explicarme que siempre lo consolaba en su infancia

    cuando se sentía mal o alguien lo hacía llorar.

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    En éste breve caso se puede observar como las primeras relaciones afectan el proceso de

    transferencia y de cómo mediante el mismo se puede trabajar con los adolescentes ya sea en terapia

    normal o en crisis.

    En el caso de Pedro, se supo con posteridad a éste evento, la figura paterna fue la de su abuelo, yaque su padre por trabajo y problemas con su madre pasó fuera del hogar durante los primeros ocho

    años de su vida. El Padre que en Pedro operó fue quien le brindó estabilidad, quien le enseño los

    límites y actualmente es con quien vive, su abuelo. Se dio la metáfora paterna porque en el discurso

    del padre apareció de una u otra manera en su vida.

    Para concluir considero importante realizar algunas recomendaciones, entra las que mencionaría

    que durante el trabajo con adolescentes es necesario un conocimiento acerca de sus primeras

    relaciones, con quién tuvo una mayor relación y que figura en el hogar se siente más afectada conla actitud del adolescente, ya que en ésta época es los y las jóvenes tienden a irse en contra de su

    objeto amado o aquel que los idealizó (quien les hace sentir culpa por su duelo infantil).

    La función que tiene el terapeuta en el proceso es vital debido a que cualquier malinterpretación

     por parte del adolescente podría dar cauce a un cierre de proceso con el sujeto en lugar de canalizar

    la angustia que lo desborda.

    Se concluye que un trabajo a la par con los padres es necesario, ya que deben ser parte del proceso

    y de ésta manera entender el porqué del comportamiento de sus hijos.

    Al momento de trabajar la figura del padre es importante vislumbrar la huella, el ejercicio de

    retirada de la ley paterna.

    El trabajo con adolescentes es un trabajo estructurante para ellos debido a la fragilidad de su Yo.

    En la relación del análisis alguien va con problemas y clama por una resolución. Lacan dice que

    lo que descubre Freud es que la o el analista no puede tapar las preguntas que se hace el sujeto de

    análisis. Quien habla proyecta un imago en quien escucha. Uno toma de su red de relacioneselementos para proyectarlos sobre quien está escuchando.

    BIBLIOGRAFÍA:

    Aberasturi, A. y Knobel M. (2001) La adolescencia normal. Un enfoque Psicoanalítico Buenos Aires:

    Paidós.

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    Manantial.

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    Freud (Vol. 14). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1914)

    Freud, S. (2003). Sobre la dinámica de la transferencia. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas:

    Sigmund Freud (Vol. 12). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1912)

    Freud, S. (2003). El yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 19).

    Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1985)

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    Lacan, J. (1964). Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires:Paidós.

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     Nasio, J.-D. (2011). Cómo actuar con un adolescente difícil: consejos para padres y profesionales. Buenos

    Aires, Argentina: Editorial Paidós.

    Tyson, P. (2000). Teoría psicoanalítica del desarrollo: Una integración. Lima: PublicacionesPsicoanalíticas.