El pacto del bosque (primeras paginas)
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Cada noche los hermanos Gonzalo y Paula le piden a su madre el mismo cuento, aquel que transcurre en un bosque donde los lobos son amigos de los conejos: un día, Orejitas y Lametón desobedecen a su mamá, se alejan de casa y se adentran en el bosque. Llega la noche y en la oscuridad del bosque oyen el lamento de una loba ciega y a punto de tener a sus lobeznos. Lametón no siente miedo y lame los ojos de la loba, que recupera la vista. Desde entonces existe un pacto en el bosque, donde los lobos y los conejos viven en paz.
Transcript of El pacto del bosque (primeras paginas)
© del texto: Gustavo Martín Garzo, 2010
© de las ilustraciones: Beatriz Martín Vidal, 2010
© de esta edición: Ediciones El Jinete Azul, 2010
www.edicioneseljineteazul.com
primera edición: septiembre 2010
ISBN: 978-84-937902-7-1
Depósito Legal: M-38965-2010
diseño: Ediciones El Jinete Azul
impresión: Fareso, S.A. 28039 Madrid
papel de cubierta: Creatorstar 135 g.
papel de interiores: Print Speed 150 g.
tipografía: Adobe Garamond. Robert Slimbach, 1989
printed in Spain - impreso en España
reservados todos los derechos
En nuestra web podrás encontrar la ficha catalográfica de este libro,
así como información adicional de todos los títulos y autores de nuestro catálogo.
El pacto del bosqueGUSTAVO MARTÍN GARZO • BEATRIZ MARTÍN VIDAL
Todas las noches, cuando ya estaban acostados, la madre de Paula y de Gonzalo iba a su cuarto a contarles un cuento.
Y ellos siempre le pedían el mismo.
—En aquel bosque —así comenzó el cuento la madre—, los lobos eran amigos de los conejos y nunca les hacían daño.
—¡Yo sé por qué era! —gritó Gonzalo dando un salto en la cama.
Gonzalo era tan pequeño que aún no se había desprendido del chupete y lo seguía necesitando para dormir.
—A ver, dinos por qué —le pidió la madre con una sonrisa.
Gonzalo tuvo que quitarse el chupete para hablar:
—Por algo que les pasó a dos conejos que se llamaban Orejitas y Lametón.
—Es verdad —continuó ella—. Eran hermanos y, aunque su mamá les había dicho que no abandonaran sin su permiso la madriguera, un día no la obedecieron. Orejitas tenía unas orejas muy largas que le permitían escuchar los sonidos más leves; y Lametón era casi un bebé. Apenas abultaba lo que una de vuestras manos, pero era rechoncho y lanudo, y tenía la manía de chuparlo todo. La señora Coneja había tenido que fabricarle un chupete con palo de regaliz, para que no anduviera llevándose a la boca todas las porquerías que encontraba.
