El Oro Nuevo, Jose Marti en La Educacion Popular

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“EL ORO NUEVO” José Martí en la Educación Popular ©Rolando Bellido Aguilera © Colectivo de Investigación Educativa “Graciela Bustillos”, Asociación de Pedagogos de Cuba Colectivo de Investigación Educativa “Graciela Bustillos” Asociación de Pedagogos de Cuba Calle 41 # 3603 e 35 y 36 Rpto. Kohly, Playa, C. de La Habana Teléfono: (53-7) 202 54 20, 203 5886, E-mail:[email protected] Edición: M.Cs Nydia González Rodríguez Diseño y composición: D.I. César Garrido González Corrección: Dr. Matías Dorta Abreu Esta publicación es financiada gracias a la ayuda solidaria de las organizaciones OXFAM Canadá y Pan para el Mundo de Alemania. Al revés de lo que pasa en el mundo palpable, en este mundo incorpóreo, oro es lo que no se compra ni se vende. —Hay pocas gentes que tienen pura la nueva clase de moneda: a eso he venido: a descubrir el oro nuevo.” José Martí Fragmento 138, O.C., tomo 22, página 83 A Nydia y Quiquín, y en sus corazones, a la útil

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  • EL ORO NUEVO Jos Mart en la Educacin Popular

    Rolando Bellido Aguilera Colectivo de Investigacin Educativa Graciela Bustillos, Asociacin de Pedagogos de Cuba Colectivo de Investigacin Educativa Graciela Bustillos Asociacin de Pedagogos de Cuba Calle 41 # 3603 e 35 y 36 Rpto. Kohly, Playa, C. de La Habana Telfono: (53-7) 202 54 20, 203 5886, E-mail:[email protected] Edicin: M.Cs Nydia Gonzlez Rodrguez Diseo y composicin: D.I. Csar Garrido Gonzlez Correccin: Dr. Matas Dorta Abreu Esta publicacin es financiada gracias a la ayuda solidaria de las organizaciones OXFAM Canad y Pan para el Mundo de Alemania.

    Al revs de lo que pasa en el mundo palpable, en este mundo incorpreo, oro es lo que no se compra

    ni se vende. Hay pocas gentes que tienen pura la nueva clase de moneda: a eso he venido: a descubrir el oro nuevo.

    Jos Mart

    Fragmento 138, O.C., tomo 22, pgina 83 A Nydia y Quiqun,

    y en sus corazones, a la til

  • y hermosa familia cubana de educadores populares.

    PUERTAS Y VENTANAS DE ESTA CASA

    I. Pequea ventana abierta a lectores impacientes. ----------------- 7

  • II. En el umbral. ---------------------------------------------------------------- 8

    Parte 1: REFLEXIN DILOGO - PARTICIPACIN ------------ 17

    1.1. Habituar al pueblo a que piense por s. -------------------------- 19 1.2. Miran con desdn. ----------------------------------------------------- 28 1.3. Traigamos a la prctica la cuestin. ------------------------------ 34 1.4. Se le ha de echar el perro. ------------------------------.----------- 40 1.5. Por el beneficio ajeno. ----------------------------------------------- 46 1.6. Es la obra de todos. -------------------------------------------------- 51

    Parte 2: AMOR Y VERDAD; SENTIMIENTO Y RAZN. --------- 61

    2.1. La que debe abrir el camino. --------------------------------------- 63 2.2. Es que es loca la ciencia del alma (...)? ----------------------- 77 2.3. Las ideas son las alas. ---------------------------------------------- 90 2.4. Para los de alma grande. ------------------------------------------- 95 2.5. Solo el amor construye. --------------------------------------------- 99 2.6. Cultivarse entero. ---------------------------------------------------- 106 2.7. Con la obligacin de la conciencia y el dictado cientfico. 111

    III. Terraza con t y despedida a la sombra del patio: Lee lo que hace a su asunto. --------------------------------------------- 116 IV. Bibliografa. --------------------------------------------------------------- 119

  • I PEQUEAVENTANA

    ABIERTAALOS LECTORES IMPACIENTES

    No siempre quien tiene la responsabilidad de presentar de alguna manera una obra literaria, se siente, como yo, tan cercano de la misma y creo que el lector me ubicar fcilmente entre aquellos que han tenido la fuerza para mantener la humildad, no ante la llegada de la opulencia, sino ante el diario sacrificio.

    Tal vez sorprenda que comience por mi propia presencia; pero este ensayo, nacido, como la vida, de aguas saludables y profundas, ha sido escrito da a da junto a los amigos y al modo de los antiguos poetas, con la vehemencia de los romnticos y la lucidez de un hombre que lucha desde su terruo por una humanidad que lo merece. Soy uno de esos amigos, educador popular en un lugar del mundo llamado Bguanos, trmino insular y dulce, donde amo y espero.

    A la sombra de un rbol conoc al autor de esta obra en el otoo de 1996 y no fue falsa la brisa premonitoria, con un hlito de esperanza, que vena del mar, lejano y azul como los sueos.

    Andan por estas pginas el brasileo Paulo Freire, maestro de los pobres, Quijote y sus molinos y sobre todo el Apstol. Mart siempre nos acompaa. Es gozo nuestro encontrarlo a la luz de una tertulia fundada hace ms de una dcada por Rolando Bellido Aguilera y conducida con sabidura y constancia. No es ste por tanto un libro ajeno. Tampoco es extrao, s un libro nuevo y como dijera Jos Mart: cada libro nuevo es piedra nueva en el altar de nuestra raza.

    Orestes Gonzlez Garayalde, Bguanos, 10 de marzo de 2003.

  • II EN EL UMBRAL

    De tanto amar, y de tanto luchar por mantener vivos el pensamiento y la obra martianos en Cuba, el cubano puede llegar a pensar que este prcer americano y del mundo es en igual medida conocido en todas partes. Lamentablemente no es as, y por ello mismo la reflexin sobre los problemas ticos y socioculturales de la actualidad puede ser espuelada continua y provechosamente con la riqueza inagotable de su trazo fundador.

    Vivimos en el mundo de la imagen, de lo meditico. Pero ninguna imagen de hoy, por grande que sea su carga de tecnologa y espectacularidad, ha logrado superar en emocin y eficacia a la lmpida y profunda palabra de Jos Mart: palabra del amor, la verdad y la belleza. Recordar esa palabra, hacerle mayores espacios en los nuevos corazones de la isla y del planeta, es una necesidad, un placer y un beneficio: Esa es buena manera de servir a la patria: grabar lo que se desvanece: dar molde nuevo al recuerdo viejo: reconstruirla. (1)

    En las pginas que conforman el presente ensayo, se pretende fundamentalmente demostrar que Jos Mart puede y debe ser considerado en frtil abrazo con Pablo Freire como una de las fuentes nutricias de la educacin popular, entendida sta no slo como metodologa, sino ms integralmente como concepcin de vida, de trabajo y de lucha que se propone alcanzar la unidad entre la reflexin y la prctica, la prctica y la reflexin para convertir a los miembros de la comunidad, a los diferentes actores populares en sujetos pensantes y creadores de su propia historia. En la mirada que estas pginas expresan, se considera fundamental que la educacin popular no recree las relaciones piramidales o verticalistas pues en la misma medida en que lo hiciera, ira dejando de ser educacin popular en el sentido martiano y freiriano. Lo piramidal excluye los procesos autnticamente crticos y democrticos y es funcional a lo domesticador.

    Se asume el desafo, entonces, desde una concepcin emancipadora de la educacin popular y bajo el acechador peligro de pecar de didactismo, de convertir a Mart en una rida dogmtica moral o de pasar por anticuado (pasado de moda) o, incluso, trasnochado, al recurrir a la autoridad tica, artstica e intelectual de un hombre del siglo XIX en los inicios del siglo XXI, siglo postmoderno en tantos sentidos y que rinde excesivo culto a lo nuevo.

    En Mart lo fundamental no es la definicin y por ello no pierde de vista que ms importante que definir es explicar y comprender, sobre todo cuando se trata de las causas y consecuencias de los procesos sociales. Y ms importante todava, hacer, como la mejor manera de decir. No fue un desesperado definidor de

  • conceptos y doctrinas, sino un permanente fundador de esperanzas, su obra y su pensamiento continan siendo actuales y tiles.

    No se trata de despreciar la definicin, sino de no absolutizarla convirtindola en el fin supremo. Hay que ver los cambios, describirlos, explicarlos y, en el terreno social y humano, tambin comprenderlos. Para esto la historia y la prctica son una gran ayuda, de aqu las familiaridades de Mart con la historia de Cuba y del continente americano, con los hacedores terrenales de la misma y la proficua armona entre su pensamiento y su obra.

    Jos Mart fue un hombre no slo de ideas, sino tambin de proyectos, un ejemplo de continua y constante coherencia de la teora con la prctica, de la idea con la accin, til para no perder el nimo, para no bajar el brazo en esta poca de desafos universales: s tambin, y de esto me postro, que la vida ha sacado para siempre de debajo de mi cabeza la almohada. (2) Y aqu se parte de esa concepcin de la educacin popular que enfatiza en los aspectos organizativos y prcticos sobre la base de que la realidad puede ser conocida y transformada, porque no es algo eterno, dado de una vez y para siempre y que, por tanto, los sujetos de la comunidad pueden organizarse, unirse en funcin de proyectos propios y pensar y actuar con claridad para el mejoramiento de la vida.

    No ser con el pesimismo, con la queja lastimosa, ni mucho menos con la evasin, que van a resolverse los para muchosangustiantes, agudos o exacerbados problemas existenciales y socio poltico-culturales del mundo, sino con inteligencia y memoria, con pensamiento y sentimentalidad, con creatividad y tradicin. Desde esta mirada, Mart no ser nunca un personaje de la historia, sino, siempre, un ala viva: un paradigmtico educador popular por su humildad, su capacidad para el dilogo, su cordialidad, su anticipada paciente-impaciencia freiriana, su decisin para romper con lo viejo caduco y aprovechar todo lo valioso de la tradicin y sabidura populares, su coherencia impecable entre el decir y el hacer, entre la seriedad y el optimismo, entre la decisin y el riesgo, y su decoro esperanzado y solidario.

    Por otra parte, se considera fundamental, y legtimo, el hacer analogas, reinterpretar su pensamiento y su obra e, incluso, prcticamente reconstruir utopas y proyectos a partir de las ideas martianas (y tambin, por supuesto, de Freire), porque esa fue siempre su manera de leer, de estudiar, de vivir.

    La integralidad martiana le salva como ser humano, como ejemplo para todos los tiempos. No se content con ser periodista, maestro, poeta o socilogo, y tambin patriota, hijo, hermano, padre y amigo. No le bast solo con esto o aquello. Lo nico que daba un poco de satisfaccin y consuelo a su vocacin humanista, en medio de tanta agona, fue la decisin de ser hombre, hombre integral de la ciencia y del arte, del detalle y de la esencia, del cuerpo y del alma, avanzando en los terrenos de la justicia y la dignidad sociales mucho ms all de los lmites formales del humanismo burgus.

  • Es cierto que algunos califican a Mart como idealista, a manera de gran pecado en un mundo tan pragmtico como el que se vive de forma extremada desde finales del XX. Esas crticas pueden ser atendibles cuando se hacen desde una posicin equilibrada, pero lo cierto es que generalmente disparan sus dardos desde el extremo opuesto al necesario y provechoso idealismo, desde el extremo del materialismo mecanicista, materialismo impotente que se deja maniatar por la materialidad. Un materialismo que tiene muy poco que ver con Marx como hombre de la voluntad y de la lucha. En todo caso, Mart es un idealista prctico que se dio por entero, con emocin y racionalidad, con sentimiento y razn al acrecentamiento de la voluntad y la capacidad de los hombres y mujeres, a activar la participacin descubridora, redescubridora y transformadora de la realidad.

    Mart no es un dogmtico de la materialidad, ni un idealista desentendido de la tierra nutricia y tampoco es un ortodoxo deslumbrado de la lucha de clases. No cree de modo absoluto en la violencia, pero no desconoce a las clases y sus luchas. Est, por dems, su guerra necesaria. l mira muy hondo en todo lo que toca. Sabe, desde temprano, que es una exageracin explicarlo todo, absolutamente todo, con el anlisis clasista y sabe, tambin, que no toda la historia humana puede ser reducida a la historia de la lucha de clases. La historia de la humanidad no se mueve exclusivamente por la lucha socio clasista, pero la lucha de las clases sociales es uno de los factores fundamentales que hace moverse a la historia de la humanidad.

    Y hay que tener muy en cuenta que Mart es un hombre de la liberacin, de los procesos y las ansiedades emancipadores. Todo su pensamiento y toda su obra estn dirigidos contra la opresin, contra las injusticias, contra las fealdades naturales, sociales y humanas y por ello se coloca siempre a favor del dilogo, de la problematizacin, de la cultura creadora como sujeto que desafa, aprende y se compromete. Descubridor voluntarioso y fomentador de la colaboracin, de la comprensin, de la ayuda, de la unidad, de la sntesis incluyente de todo detalle humano.

    Cuestiona los excesos de la razn, los excesos del detalle, los excesos del positivismo, pero no en nombre de otras exageraciones hueras, sino del equilibrio y la integralidad humanos. No es un denunciador, nomucho menos un acusador. No es un hipercrtico de nada: sino un anunciador esperanzado y esperanzador. Un crtico que ama, se arriesga y acta.

    Mart, a pesar de vivir en plena poca moderna, no diviniza ni al progreso tecnolgico, ni a la ciencia, ni al podero de la razn. Ni siquiera diviniza el amor. Lo mismo que Pablo Freire cien aos despus, les pone sobre la tierra, sobre las arrugas de la prctica, sobre la consideracin, tambin, de las envidias y maldades de los seres humanos: cuerdo es tambin reconocer la ambicin impura y disfrazada como factor inevitable de las funciones humanas, y valerse de ella, ya que no puede suprimrsela, para mejor servir a la virtud. (3) Mart y Freire no son optimistas en abstracto. No son fundamentalizadores de ninguna verdad. No dogmatizan. No caen en el idilio estlido, ni en el superracionalismo ni en la

  • irracionalidad: son humanistas concretos, idealistas prcticos, senti-pensantes y racional-sensitivos. Son hombres enteros que demuestran con su vida y con su pensamiento la necesidad y la utilidad de la crtica y la creacin. Se necesita, por supuesto, adems, no slo la crtica sino tambin la propuesta. No basta tan slo con la pregunta, hace falta tambin el proyecto. Todas las preguntas son frtiles, porque generan la bsqueda, y de la bsqueda surgen los hallazgos. Con los hallazgos y la imaginacin los hombres y mujeres de hoy, inspirados tambin en el ejemplo de Mart, cultivarn las nuevas utopas.

    Pero es fundamental el orgullo, mantener a brazo partido el orgullo de lo que somos. La cultura colonizadora, luego de conquistar economa y poltica, se propone la conquista del alma, de la identidad de los hombres y mujeres dignos para dejarlos sin orgullo, lo que significa dejarlos sin memoria y sin capacidad para ninguna accin. Ms importante que la derrota militar es la destruccin del orgullo de un pueblo. La derrota absoluta llega cuando un pueblo siente vergenza de lo que es. Ningn pueblo puede vivir sin orgullo. Mart y Freire son nutrientes inagotables del orgullo popular y justiciero de Amrica Latina.

    En el orden conceptual, antes de entrar en materia, se hace a continuacin una breve y esencial distincin de algunos de los conceptos fundamentales sobre los cuales giran las reflexiones de este ensayo: participacin, organizacin, comunidad, poder comunitario e impacto.

    La participacin no se ve como la ejecucin de tareas o la respuesta a movilizaciones convocadas exclusivamente desde arriba, sino como la capacidad de reflexin, autonoma y toma de decisiones, lo cual incluye la decisin, el control y la transparencia a todos los niveles. Esto no se vislumbra como una estril ilusin, sino que se propone como un posible camino, como una provechosa utopa que hace posible un proceso de construccin y crecimiento autnticamente emancipador.

    No habr participacin activa y fundante sin utopas. Mart y Freire son sembradores de esperanzas, cultivadores de utopas. Una nacin, un pueblo, un barrio, una comunidad del tipo y tamao que sean slo pueden vencer y salir de las situaciones adversas con convincentes y emocionadas utopas, generadoras de la participacin. Como apasionadamente repiti muchas veces Freire, no puede haber cambio sin sueo, de la misma manera que no hay sueo sin esperanza.

    Cuando a las adversidades materiales y econmicas les acompaa el desencanto y el escepticismo sobreviene la impotencia generalizada. Y la impotencia es falta de participacin. Las utopas son infrtiles sin proyectos que expresen armnicamente las vislumbres del sueo, los fuegos de la palabra y los sacrificios de la accin con y por sujetos autnomos que participan, valoran y deciden para que una dominacin no sea sustituida por otra en nombre ni de la libertad ni de ninguna santa causa. La participacin del otro y de los otros en funcin del desarrollo individual y colectivo, como un medio indispensable para el crecimiento personal y comunitario.

  • La organizacin, en consecuencia, se ve como un medio, lo que significa que fundar y consolidar la organizacin no es el fin, no es lo fundamental, sino el medio para alcanzar el crecimiento participativo en lo individual, lo grupal y lo colectivo comunitarios. Es una cuestin ms subjetiva que material, ms del sentimiento, la alegra y la creacin que del orden, la disciplina y la lisonja. Estar slidamente organizados no significa contar con una estructura grande y con medios tcnicos modernos, sino, contar con objetivos, vnculos humanos sistemticos y capacidades participativas a todos los niveles, sin jerarquas burocratizantes y generadoras de representatividad formal y privilegios (desigualdades) reales. Organizacin para la participacin sobre la base de la igualdad, con horizontalidad, democracia y control desde las bases. Organizacin basada en la confianza, la comunicacin dialogada, la equidad y la justicia para el acrecentamiento de la autogestin social sustentable.

    Que la organizacin popular educativa no se transforme en aparato, en estructura burocratizada y burocratizante: que la organizacin no sea anti martiana y anti freiriana aunque permanentemente tenga en los labios las frases de Mart y Freire. El objetivo es construir una organizacin para la comunidad y no a la comunidad para la organizacin.

    Organizacin de contenido fundamentalmente humano, es decir, no deslumbrada por lo verticalista y tecnocrtico. En este sentido, el nfasis y la confianza a favor de las formas organizativas horizontales sobre los pilares del compromiso y la responsabilidad individual y colectiva conscientes, de intereses fundamentalmente ticos, la circulacin del poder, la transparente rendicin de cuentas, la participacin desde abajo, el respeto de las diferencias y con amistad, alegra y afecto. Una organizacin que quiere y puede (aprende a) dirigir (inspirar y comprometer) democrticamente los procesos desde, con y para la comunidad.

    La comunidad, entonces, es vista como un sistema de relaciones basadas fundamentalmente en valores culturales, humanos, de amistad, fraternidad, colaboracin y ayuda mutua. Como lo no rgidamente estructurado, como lo no burocratizante en el sentido de racionalizar o normar con pretensiones de dominio y de obtener uniformidad en las disciplinadas respuestas. Es decir, lo comunitario como lo dinmico y permanentemente creativo. Lo opuesto a la rgida estructura verticalista y lo opuesto al poder del dinero y las mediciones exclusivamente cuantitativas en las economas dominadas por el capital, en el sentido en que lo plantea Freire cuando escribe: unos hombres trabajan en el mantenimiento de las estructuras y, los otros, en su cambio. (4)

    La comunidad como la tradicin frtil y fructificadora, en un sentido, y la imaginacin optimista y creadora (de los seres humanos concretos y esenciales) capaz de superar las necesidades y problemas, en el otro sentido. Es decir, se trata del enfoque comunitario de la educacin popular, que mira al otro ser humano como un fin en s mismo, como un sujeto que debe ser respetado,

  • comprendido e incluido desde los procesos de diagnstico, identificacin y anlisis de los problemas y necesidades de la comunidad.

    Una persona, una familia, un grupo o una comunidad con los cuales se promueve una relacin personalizada, democrtica y dialogadora y que, adems, se enriquece permanentemente porque la comunidad es una entidad histrico social en la que la tradicin y la creatividad, la identidad y la imaginacin continuamente entrelazan sus races y afanes.

    El nfasis que aqu se hace con respecto a lo comunitario es para resaltar su contenido ms humanista que mercantil, ms afectivo que calculador, ms colectivista y solidario que individualista y competitivo. Y se hace este nfasis no con desconocimiento o subestimacin del modo de vida capitalista con su creciente y extremado proceso de fetichizacin de la mercanca y el consumismo, sino con la esperanzada certeza de que lo comunitario debe y puede ser protegido y desarrollado si se quiere hacer posible una sociedad mejor. En otras palabras, que la lgica del capital concupiscente no debe ser aceptada como la nica lgica posible y que, por tanto, es posible la emancipacin social, cultural y humana.

    El poder comunitario, por tanto, entendido como la consulta, la participacin y la toma de decisiones por parte de las comunidades, desde las localidades no sometidas, sino activamente participantes. En el mejor rumbo, que las localidades no sean manejadas como objetos (ni el individuo, ni los grupos, ni las comunidades) sino que participen en la elaboracin de las estrategias, en la toma de las decisiones y en la inclusin de sueos, proyectos y procesos propios, aunque articulados con las identidades ms generales, pero incluyentes de lo diverso. Comunidades (localidades) capaces de gestionar y autogestionar su propio desarrollo sobre la base de slidas organizaciones socio culturales comunitarias y de la participacin reflexiva y creadora de sus diferentes actores y capaces de coordinar e integrar sus proyectos y acciones de modo creciente contra la actual pero temporal dominacin de las estructuras internacionales del imperialismo.

    Que el poder sea de la comunidad y est en la comunidad, entendida sta, siempre, como sujeto que sabe lo que necesita. En cuanto el poder pasa a la organizacin sta comienza a convertirse en aparato y va confundiendo el poder con el saber, con lo cual se cierra un proceso nefasto en que la comunidad es finalmente sometida en nombre de la emancipacin.(5)

    Finalmente, el impacto que se suea, las transformaciones que se esperan, se refieren sobre todo al proceso de crecimiento y transformacin educativos, de desarrollo de la participacin y de la decisin, de fortalecimiento de los vnculos, los valores, el sentido de pertenencia y de los saberes en ansiedad y cosecha integralmente humanas, no slo saberes instrumentales, sino tambin afectivos, sentimentales. Esto incluye el crecimiento del lugar y el papel de la organizacin, del proyecto, de la comunidad, de la gente de que se trate: el crecimiento de su influencia, de su importancia, de su quehacer: este impacto se refiere al ejercicio

  • del poder real por la gente convertida en sujetos, en actores que dejan de ser objeto de las manipulaciones polticas, religiosas... fundamentalizantes. Esta concepcin del impacto mira sobre todo a lo estratgico, a lo mediato, al largo plazo, lo que no quiere decir que se descuide o desprecie lo tctico, lo inmediato y lo material-cuantitativo que emanan de las desgarrantes necesidades que la actual dominacin global del capitalismo (6) ocasionan a los Estados, pases y pueblos sometidos a mltiples y complejas formas de explotacin econmica.

    Fomentar el orgullo, el deseo de vivir y de compartir con la gente y la cultura, con el pueblo de Mart, es ansiedad que corre por lo ms profundo de estas pginas. Un orgullo placentero que nace y florece a partir de la alegra, de la emocin, del gozo insuperable que provoca la lectura repetida, inagotable e incansable de su vida y de su obra, con la conviccin de que en ellas se encuentran claves provechosas para hacer posible un mundo mejor, como lo soaron l mismo, y tambin Pablo Freire, y a cuya conquista puede dar una importante contribucin el camino, los mtodos y el amor de los educadores populares.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    1. Jos Mart: La Revista Venezolana, 1 de julio de 1891. En: O.C., tomo 7, pgina 203. 2. _______: Fragmento mecanogrfico Nmero 30. En: O.C., tomo 22, pgina 329. 3. _______: El presidente Arthur. Anlisis de su carcter., La Nacin, Buenos Aires, 4y5 de febrero de 1887. En O.C., tomo 13, pgina 161. 4. Pablo Freire: Concientizacin, Ediciones Bsqueda, Buenos Aires, 1974. Pgina 33. 5. Sobre esta cuestin son muy interesantes los libros del escritor argentino Jorge Luis Cerletti que se relacionan en la bibliografa general y, en especial, su ltimo ensayo El poder de organizacin o la organizacin del poder, en manos del autor en forma de manuscrito desde comienzos del 2003 y que cuando se publiquen estas lneas seguramente ya estar editado. El autor considera que basta con escribir capitalismo, sin necesidad de calificarlo como salvaje, depredador y otros muchos adjetivos posibles y justos. Escribir limpia y peladamente capitalismo significa que este sistema es el responsable fundamental de la injusticia y la desigualdad que padecen los pueblos del mundo, y significa, tambin, la conviccin de que no puede ser reformado, ni mejorado, ni humanizado, como pretenden o vanamente suean algunos. El capitalismo debe ser transformado esencial y cualitativamente, debe ser convertido en otra cosa, en otra cualidad, en otro tipo de sociedad donde sea posible el desarrollo integral de lo cultural humano.

  • PARTE 1

    REFLEXIN DILOGO PARTICIPACIN

    La opcin est entre una educacin para la domesticacin alienada y una educacin

    para la libertad.

    Paulo Freire

    La Educacin como prctica de la libertad, Editorial Siglo XXI, Argentina, 1973. Pgina 26.

    HABITUAR AL PUEBLO A

  • QUE PIENSE POR S (1)

    Mart demuestra un profundo conocimiento y un perseverante quehacer prctico en contra de toda manipulacin, lo mismo en poltica que en educacin, literatura y poesa. De la lectura de su obra, y del ejemplo de su vida, se desprende claramente la conclusin de que aunque la manipulacin sea o pretenda ser justa, no ser educativa ni desarrolladora, sino adoctrinamiento.

    Ningn sujeto, ningn ser humano debe aceptar sin crtica, emotivamente, lo que le digan si antes no lo ve por s mismo como verdadero. Debe precaverse contra toda sugestin manipuladora. Es cierto que resulta difcil el ejercicio del pensamiento crtico, pero el pensamiento, el dilogo y la toma de conciencia deben ser la meta de todo hombre y mujer virtuosos. Tambin es difcil liderar, conducir, educar sin influir, pero el autntico ideal emancipador, verdaderamente liberador, se basa en la capacitacin y desarrollo de los seres humanos como sujetos pensantes, capaces de actuar y decidir por s mismos: la felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes (...) Una nacin es el resultado de sus pobladores libres. (2) Pobladores que forman parte, son responsables y, tambin, creadores. Sujetos que participan en la reflexin, que contribuyen a conformar las concepciones fundamentales y que no slo actan, sino que tambin deciden.

    El capital fundamental es el hombre y la mujer, con sus virtudes y defectos pero siempre como sujetos pensantes, no slo con apetencias sensoriales, sino con stas embridadas por los valores espirituales: el pueblo ms grande no es aquel en que una riqueza desigual y desenfrenada produce hombres crudos y srdidos, y mujeres venales y egostas: pueblo grande, cualquiera que sea su tamao, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras. La prueba de cada civilizacin humana est en la especie de hombre y de mujer que en ella se produce. (3)Aqu Mart no dice sencillamente hombre, con lo cual dejara implcitamente expresado que tambin se estara refiriendo a las mujeres, sino que, con una claridad y explicitud puntillosa menciona repetidamente a los hombres y a las mujeres, con lo cual da plena satisfaccin a las exigencias ms actuales del enfoque de gnero.

    Esa independencia individual, esos pobladores libres, slo pueden crecer y desarrollarse en contextos sociales, civiles y comunitarios donde la participacin se haga efectiva a travs de la democracia y el dilogo comprensivos, plurales e incluyentes, en sociedades con justicia social, equidad econmica y respeto a la dignidad humana. Sociedades donde la pregunta sea natural y espontneo ejercicio del pensamiento y la libertad. La pregunta del que piensa frente a la realidad material y social, frente a las lneas y directivas organizativas e institucionales y los desvelos, genialidades y caprichos de los demiurgos divinos o humanos.

  • La pregunta, como impulso inicial del pensamiento en la generalidad de los casos, tiene una importancia vital. De la pregunta como capacidad de asombrarse, de buscar ms all de lo aparencialmente evidente. De la pregunta como expresin de la infinita curiosidad humana. A esta cuestin dedic Pablo Freire, como se sabe, todo un libro. Para que existan esos hombres independientes y pensantes es fundamental la pregunta no como un momento ms, no como una exigencia burocrtica a cumplir, sino como un proceso, como una esencial manera de ser y de vivir. Refirindose a los contenidos de la educacin, Pablo Freire lo expresa de la siguiente manera: el asunto no es simplemente el de introducir en el currculo el momento dedicado a las preguntas, de nueve a diez, por ejemplo. El tema nuestro no es la burocratizacin de las preguntas, sino reconocer la existencia como un acto de preguntar. (4)

    En Mart, esta fundamental cuestin tiene expresiones universales: los hombres que desean saber son santos: los hombres deben aprenderlo todo por s mismos, y no caer sin preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante manso. (5) Lo que resulta oportuno destacar es que, al contrario del ejemplo que coloca Mart, donde el elefante, la cuestin o el objeto a conocer resulta manso, para los hombres y mujeres del mundo actual, y muy especialmente para los oprimidos, el elefante es bravo y peligroso, y continuamente aumenta los niveles de su furia contra las preguntas emancipadoras. Y no se trata solamente de un solo y manso elefante, es, ms bien, toda una manada.

    En La Edad de Oro, Mart se dirige fundamentalmente a los nios de Amrica, a los que les pide que sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros (6). Les pide que sean honestos, que no se callen lo que opinan, que hagan la pregunta profunda y anunciadora, pero no les empuja a la selva social y humana sin tambin decirles que en la vida hay que ser valientes y que son grandes los peligros y hasta los agravios y amenazas que puede recibir el hombre bueno en el ejercicio de la palabra y la justicia. El virtuoso tiene que ser valiente, muy valiente:

    Los hombres suelen admirar al virtuoso mientras no los avergenza con su virtud o les estorba las ganancias; pero en cuanto se les pone en su camino, bajan los ojos al verlo pasar, o dicen maldades de l, o dejan que otros las digan, o lo saludan a medio sombrero, y le van clavando la pualada en la sombra. El hombre virtuoso debe ser fuerte de nimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los dems le ayuden, porque estar siempre solo: pero con la alegra de obrar bien, que se parece al cielo de la maana en claridad.(7)

    En correspondencia esencial con esta pasin sincera, Mart, como maestro o pedagogo creador y flexible recomienda las conversaciones como mtodo altamente provechoso: porque lo de conferencia slo es parte de lo que el club desea. La conferencia es monlogo, y estamos en tiempos de dilogo. Uno hablar sobre un tema, y todos luego preguntarn y respondern sobre l. (8) El dilogo y la pregunta, ms la participacin de todos. Son palabras claves de la

  • metodologa de la educacin popular de raz latinoamericana y de fundamental vocacin emancipadora. Y todas esas palabras claves reunidas de modo luminoso en una frase de tan pequea extensin!

    Pero Mart contina: Ya los clubs se preparan para las conversaciones: que los pueblos no son como las manchas de ganado, donde un buey lleva el cencerro, y los dems lo siguen: ms bello es el valle, rodeado de montaas, cuando lo pasea, en grupos pintorescos, encelndose y apacigundose, el ganado airoso y libre (9) Y sigue, multiplicando la belleza y la conmocin: si se desgrana un pueblo, cada grano ha de ser un hombre.(10)

    Es que el dilogo es fundamental para Mart. Un dilogo no para persuadir, no para convencer sobre lo que l o alguien crea como la verdad. Sino un dilogo como camino que se sigue con todos, con la participacin y el aporte de todos para que la verdad sea ms honda y mejor, una verdad que se enriquece permanentemente, que no se coagula, que no se erige en dogma, que se salva por la reflexin constante a que invita la conversacin: la conversacin importa; no sobre el reglamento interminable o las minimeces que suelen salirles a las asociaciones primerizas, sino sobre los elementos y peligros de Cuba, sobre la composicin y tendencias de cada elemento sobre el modo de componer los elementos y evitar los peligros. (11)

    Un pueblo no es un rebao de ovejas. Un pueblo no es un objeto. Los clubes no son objetos. Las personas no son objetos. Mart se adentra hasta la pltora de la relacin sujeto-objeto. No usa precisamente estas palabras, pero se trata de los mismos conceptos. Est plenamente en la lnea de la transformacin consciente, participativa: que un pueblo no es un juguete heroico, para que un redentor potico juegue con l; sino nuestras mismas entraas, que no se han de poner detrs del carro de nadie, ni de pie de la estatua de nadie en lo ms tierno de nuestro pecho, a calentarles la vida. (12)

    Son enjundias imprescindibles, porque incluso dentro de pretendidos emprendimientos de investigacin-accin participativa pueden estar presentes, y muchas veces han estado presentes, elementos manipuladores que no propician ni permiten la autntica participacin desarrolladora de los sujetos. En este sentido, hay toda una tradicin pragmtica, no crtica, que usando las mismas palabras o parecidas palabras de los autnticamente liberadores, lo que realmente se propone, por encima de todo, es cumplir o conseguir los objetivos (las verdades) que se bajan desde arriba.

    En esas prcticas desviadas, no martianas ni freirianas, est prohibido o es mal visto cuestionar los objetivos institucionales, los mitologemas de los que dominan. Slo verbalmente, slo de palabra se proclama el dilogo, porque verdaderamente ese dilogo no existe cuando los lmites y las verdades ya vienen predeterminadas desde algn arriba, desde algn poder que no emane directamente de los de abajo. En esas prcticas desviadas lo fundamental no es el desarrollo de las personas, sino el reforzamiento de los poderes institucionales, o del poder,

  • cualquiera sea, que las apa y sostiene para perpetuar un estado de cosas que slo beneficia a dicho poder o a dicha institucin, sean estos una escuela, una empresa, una organizacin o un estado. Ah importa la persona no por la persona en s misma, sino en funcin de que sea ms productiva, ms rentable y, por consiguiente, ms obediente en relacin con los objetivos que se le imponen y que, a la corta o a la larga le hacen menos persona.

    Es una cuestin, por dems, estudiada desde el punto de vista sociolgico. Socilogos muy importantes llegan a la conclusin de que la institucin impide la comprensin o, al menos, la comprensin inmediata. Weber se respondi este problema diciendo que todo lo social debe ser comprensible a travs de lo humano racional, pues lo comn entre los sujetos y las instituciones cosificadas y cosificadoras que les salen al paso es la racionalidad (13). Durkheim, por su parte, llam a superar la opacidad de la cosa. En tanto Adorno propone asumir una posicin dialctica, relacionando ambos momentos (el momento de la positividad constituida o institucionalizada y el momento de la negatividad o accin instituyente) como partes del proceso vital de la sociedad: mirar la sociedad como interrelacin mediada y mediadora entre seres humanos (14).

    Aunque los objetivos y las verdades que puedan llegar desde cualquier arriba sean altruistas y bastante exactos, no sern autnticos, ni verdaderamente emancipadores, si no son el resultado de la participacin consciente de todos. Tener la vana idea de que existen los sabios omniscientes, los dioses bondadosos con vocacin de padres, capaces de pensar con exactitud y desinters por los oprimidos o por los dominados, resulta daino y hasta perjudicial a la larga, siempre, para los de abajo. Lo que importa, lo verdaderamente fundamental es la participacin y la palabra de cada cual: lo que hace crecer el mundo no es el descubrir cmo est hecho, sino el esfuerzo de cada uno para descubrirlo. (15) Slo ese esfuerzo desarrolla. Slo ese esfuerzo como proceso puede hacer de cada hombre y mujer, de cada pueblo, un sujeto participante y decididor.

    Pablo Freire coincide con Mart tan completamente que casi lo dice con las mismas palabras: la ayuda autntica nunca est dems insistir en esto es aquella en cuya prctica se ayudan entre s todos los comprometidos, creciendo juntos en el esfuerzo comn de conocer la realidad que se estn esforzando en transformar. (16)

    Por ello, entre las cosas que los hombres y mujeres no deben hacer, est la de nunca entregar a otros el control de su pensamiento: (...) no se d a otro, como cosas que estorban, las riendas de nuestro pensamiento y albedro, a que por nosotros los mueva, y a su sabor nos gue y ensille; porque si se usa mal de ellas, como hacen siempre los que se ven con muchas bridas en las manos, habremos naturalmente de dar cuenta del empleo de las riendas que nos fueron dadas por Naturaleza para nuestro propio uso. (17) Nadie debe pensar en lugar del pueblo. Ningn ser humano debe pensar en lugar de los otros seres humanos. El que se desarrolla es el que piensa. Si otros piensan en lugar de los oprimidos, los oprimidos nunca desarrollarn su pensamiento. Y, encima, como ya antes ha

  • apuntado el propio Mart: No: los cubanos no se han hecho verdad que no se han hecho? Para masa engaable y llevadiza. (18) Como hombre siempre de la reflexin y la pregunta, en su emocin escribe dos veces no y, encima, con la interrogante, busca un acompaamiento aun ms reflexivo.

    Pero de lo anterior tambin se desprende que no es saludable que ningn ser humano se vea con demasiadas riendas en las manos, con demasiado poder, porque, segn Mart: terminar siempre haciendo un mal uso de esas riendas, de ese poder: El espritu desptico del hombre se apega con amor mortal a la fruicin de ver de arriba y mandar como dueo, y una vez que ha gustado de este gozo, le parece que le sacan de cuajo las races de la vida cuando lo privan de l. (19)

    Mart sabe que a toda poca de dogmatismo ha de seguir una de libertad del pensamiento. Pero todo exceso tambin es peligroso y puede terminar siendo daino. Por ello la razn no debe creerse demasiada duea, no debe llegar a tener un dominio absoluto. Debera la razn, tambin, aprender a inclinar humildemente su frente luminosa: tras las pocas de fe vienen las de crtica. (...) Siempre, despus de un diosismo excesivo, ha venido en la historia del mundo el diosismo humano. (...) La razn, como un soldado leal, depone las armas despus de la victoria en el altar impalpable e invisible de lo maravilloso. (20)

    La metodologa de la educacin popular, como hija legtima de la investigacin accin participativa, tiene que reconocer honesta y valientemente estos principios y, encima, la complejidad y grandes dificultades que hay que enfrentar para llevarlos a la prctica en las comunidades y para las comunidades, pero sobre todo desde las comunidades y con las comunidades: el reconocimiento del derecho que el pueblo tiene a ser sujeto de la investigacin que procura conocerlo mejor, y no objeto de la investigacin que los especialistas hacen acerca de l. (21) Lo que es vlido para un proceso investigativo, resulta todava ms necesario para un proceso emancipador. Usando los mtodos y los medios de la dominacin, jams podr alcanzarse la autntica emancipacin de los seres humanos concretos que conforman un grupo, una comunidad, un pueblo.

    Mart y Freire coinciden no slo en las esencias, sino prcticamente tambin en los detalles, en las ansiedades ms hermosas de sus palabras acompaadas por las sonrisas de sus acciones. Los patriotas de la emigracin, los cubanos todos de la isla y los temporalmente de fuera de la isla, en los clubes, en las fbricas, en los talleres, en las imprentas y en sus hogares, con sus historias, con sus experiencias, con sus ideas y con sus palabras, reciben la consideracin y el respeto martianos, las ms amplias posibilidades emotivas y racionales, de hondos contenidos y altsima belleza, siempre, a travs del dilogo, para la construccin de la patria nueva.

    Mart no va a dictarles conferencia, no va a tirarles de las riendas como a mancha de ganado, no va a llenarles la cabecita vaca con verdades deslumbradas y deslumbradoras. Es un antecesor legtimo de Freire en la crtica a lo que ste calific como educacin bancaria: la idea de un educando pasivo, de un sujeto

  • depositario de los contenidos colocados por el educador en su cabeza-vasija es lo que Freire define como concepcin bancaria de la educacin. (22)

    Esa educacin bancaria es verticalista, autoritaria (o con un paternalismo que limita y entorpece el desarrollo de los hijos), informativa en lugar de formativa, con un protagonismo insano por parte del maestro, del profesor, del jefe, del que domina en lugar de guiar e inspirar, por consiguiente no usa de modo esencial y profundo el dilogo, no estimula la participacin libre, abierta y creadora, sus dilogos cuando aparecen son formales pues en la concepcin bancaria lo que predomina es el monlogo y el aliento a la reproduccin y, en consecuencia con todo lo anterior, domestica a los sujetos, tratndolos como a objetos y pretendiendo convertirlos en objetos.

    Y el dilogo tiene que ser, como ya se ha venido sugiriendo desde antes, un dilogo verdadero. Verdadero desde su raz hasta su corona. La palabra de Mart, el acto esencial que le acompaa, son dialgicos: el dilogo crtico y liberador, dado que supone la accin, debe llevarse a cabo con los oprimidos, cualquiera sea el grado en que se encuentra la lucha por su liberacin. Sustituirlo por el antidilogo, por la verticalidad, por los comunicados, es pretender la liberacin de los oprimidos con los instrumentos de la domesticacin. (23)

    Cmo cultivar la libertad con los instrumentos de la coaccin? Cmo arribar a la verdad por los caminos de la simulacin? Cmo iluminar la cabeza de los hombres y mujeres, y hacer que stas, convertidas en fanales, a su vez iluminen en todas partes y hacia todas partes, si los hombres y mujeres son obligados a apagar e inclinar sus frentes?

    Es mucho mejor el riesgo y la incertidumbre que la determinacin y la impotencia. Es mucho mejor la esperanza crtica y activa que la desilusin. Esperanza y riesgo son fuerzas del cambio, el mejoramiento y la creacin cuando se hacen acompaar de proyectos cordiales y participativos que cuentan con el pensamiento popular y lo desarrollan.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    1. Jos Mart: Fragmento 91. En: O.C., tomo 22, pgina 57. 2. ______: Escuela de Artes y Oficios. En: O.C., tomo 8, pgina 284. 3. ______: Honduras y los extranjeros, Patria, Nueva York, 15 de diciembre de 1894. En: O.C., tomo 8, pgina 35. 4. Pablo Freire: Hacia una pedagoga de la pregunta. Conversacin con Antonio Fandez, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1986. Pgina 58. 5. Jos Mart: Un paseo por la tierra de los anamitas, en La Edad de Oro, O.C., tomo 18, pgina 459. 6. _______: A los nios que lean La Edad de Oro. En: La Edad de Oro, O.C., tomo 18, pgina 303.

  • 7. _______: El Padre Las Casas, La Edad de Oro. En: O.C., tomo 18, pgina 446. 8. _______: Los clubs, Patria, NuevaYork, 11 de junio de 1892. En: O.C., tomo 2, pgina 17. 9. dem 8. 10. dem 8. 11. dem 8. 12. dem 8. 13. Se recomienda, de Max Weber, Economa y Sociedad, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1998, y de Ren Lourau, El anlisis institucional,Amorrortu-Editories, Buenos Aires, 1993. 14. Theodor W. Adorno se extiende en la explicacin de estas cuestiones relacionadas con el objeto de la sociologa, el concepto de sociedad y las instituciones en su libro Introduccin a la sociologa (1968), Editado por GEDISA, Espaa, 1996. 15. ________: Francisco Selln, El Partido Liberal, 28 de septiembre de 1890. En: O.C., tomo 5, pgina 190. 16. Pablo Freire: Cartas a Guinea-Bissau. Apuntes de una experiencia pedaggica en proceso, Editorial Siglo XXI, Mxico, 1987, octava edicin en espaol, pgina 15. 17. Jos Mart: Fragmento 296. En: O.C., tomo 22, pgina199-200 18. _______: Fragmento 292.Tomo22, pginas 194-195 19. _______: El presidente Arthur. Anlisis de su carcter., La Nacin, Buenos Aires,4 y 5 de febrero de 1887. En O.C., tomo 13, pgina 155, 20. _______: Fragmento 297.Tomo 22, pgina 202 21. Pablo Freire: La importancia de leer y el proceso de liberacin, Editorial Siglo XXI, Mxico, 1996, dcima edicin en espaol, pgina 123. 22. Gilberto Valds: Pedagoga del oprimido: una lectura pasada de moda?. En: Pablo Freire entre nosotros, Editorial del CIE Graciela Bustillos-Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario, La Habana, Cuba, 1998. Pginas 23-28. 23. Pablo Freire: Pedagoga del oprimido, Editorial Siglo XXI, Mxico, 1996, 48 edicin en espaol. Pgina 61.

  • MIRAN CON DESDN

    En los unos, necios de libro, predomina el odio a lo popular, que es seal segura de mente rudimentaria y corazn soberbio, y puestos sobre un pedestal

    de libros, que cuando se estudian para bien de los hombres constituyen una verdadera aristocracia, miran con desdn a los que han aprendido su poltica

    de la vida.

    Jos Mart (1)

    En el presente captulo se pretende demostrar, sobre la base del pensamiento y la obra de Mart y Freire, la importancia decisiva que tiene el partir de la prctica en todo proceso educativo, sociocultural o poltico de trabajo en las comunidades y con las comunidades. Pero de entrada se aclara que no se trata de una simplificacin propagandstica ni de una posicin extremista que conduzca por oposicin al desconocimiento de la importancia de los conocimientos tericos.

    La experiencia viva, creadora, es la que importa. Aunque parezca una verdad de Perogrullo, la experiencia coagulada, convertida en dogma, resulta estril. No es sobre esa experiencia canonizada de lo viejo que tratarn las lneas que siguen.

    La experiencia no debe ser absolutizada. Hay que tener en cuenta que es imposible la experiencia sobre lo nuevo y es por ello que aqu se alerta, sin ninguna intencin de subestimar la ciencia, contra la experiencia codificada de la teora: la experiencia viva debe prevalecer sobre la experiencia reglada y endurecida. (2)

    Se proclama la importancia vital del sentido comn, de la prctica, en contraposicin al huero academicismo y a los rebuscamientos tericos estriles, en el sentido de estar atentos a lo nuevo, de no subestimar los saberes populares y de propiciar el dilogo enriquecedor con el pueblo, con los sujetos que le conforman.

    Resulta, entonces, oportuno, en materia tan compleja, apelar a algunas de las tantas luminosidades de Mart: Hay un cmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibr, y son, sin embargo, la clave de la paz pblica, la elevacin espiritual y la grandeza de la patria. (3) Las verdades esenciales y profundas no son un engorroso y rebuscado tratado de metodologas y algoritmos, sino que, precisamente por su profunda esencialidad, caben en el ala de un colibr.

    Los conocimientos acumulados en un campo, en una especialidad, deben probar continuamente su vala en dilogo con las nuevas experiencias y con el sentido comn de los sujetos que conforman la comunidad, el pueblo. El ser humano ms

  • simple, y la comunidad ms simple, por otra parte, no pueden dividirse en rodajas, no pueden ser estudiados por secciones y, por consiguiente, no caben completos, en su dinmica e inagotable complejidad, en ningn concepto, conocimiento o teora especializados.

    Cuando el conocimiento del tipo que sea se vuelve prepotente y tecnocrtico en nombre de lo acadmico, entorpece el dilogo y termina extraviando el camino y, por tanto, nunca llega a ser sabidura. Hay que abandonar todo prejuicio terico para poder garantizar la libertad humana, la libertad de participacin y de dilogo con las masas, con todos y con cada uno de los sujetos que la integran como seres pensantes, como los granos de oro que dese Mart fuera cada hombre y mujer si se pudiese desgranar un pueblo.

    Conocimientos valiosos, teoras tiles, no deben confundirse con el exceso de conceptos, con la puntillosidad de metodologas que pretenden no dejar el ms mnimo espacio a lo imprevisible con la vocacin de tenerlo todo predeterminado con absoluta precisin. El exceso de rebuscamientos tericos y metodolgicos termina generalmente por perder de vista las verdades esenciales que Mart pone en el ala del colibr: y se pierde la perla de tanto envolverla en conchas. (4) Y es fundamental que no se pierdan las perlas del saber, las experiencias y la participacin populares.

    En el trabajo de educacin popular, en el trabajo con las comunidades, lo mismo que en el trabajo cientfico, se necesita del equilibrio y del precaverse contra las exageraciones, lo mismo que en el quehacer artstico, para el cual escribe Mart consejos que resultan vlidos en mltiples actividades humanas: el arte no ha de ser tanto que resulte artificio, ni tanta la habilidad que se le vea la intriga. El arte es una forma del respeto; pero cuando se le exagera, es una falta de respeto. (5) Y estn los exagerados de la metodologa y de la cientificidad que, muchas veces de modo honesto, pero no avisado, faltan el respeto.

    No slo, por supuesto, estn los no avisados. Tambin estn los deslumbrados y estos deslumbrados encuentran generalmente sus deslumbramientos en luces (o espejitos de colores) novedosas y/o extranjeras. Hay que estar atentos, para no dejarse deslumbrar por lo ltimo:

    no es mi conviccin la del libro ltimamente llegado, ni me atraen sistemas incompletos, ni me seducen innovaciones caprichosas, ni me enamoro del libro que ltimamente leo, ni tiene para m autoridad hombre alguno, a no ser que lo que diga se conforme por el acuerdo entre su intuicin de lo verdadero y el conjunto de hechos histricos. No me enamora el ltimo libro, que no ha menester la pasin afeminada de lo nuevo el que siente en el alma la pasin deleitosa de lo eterno. (6)

    Hasta aqu va quedando expresado, que no se trata ni de despreciar a la teora ni de absolutizar la importancia de la prctica y las experiencias populares. Tampoco

  • se trata de desconocer el sentido comn y la sabidura del pueblo, mucho menos en nombre del ltimo grito de la moda o del deslumbrado culto a lo nuevo.

    En los ms aparentemente apasionados escritos de Mart, no se haya el ms mnimo desprecio a la teora, a los autnticos (por ello mismo equilibrados y respetuosos, humildes, no prepotentes) conocimientos de la ciencia (que cuando se estudian para bien de los hombres constituyen una verdadera aristocracia). Pablo Freire coincide esencialmente con Mart en estas vitales cuestiones: Hay que conocer y el rol de los tericos, en el bueno y legtimo sentido de la palabra, es indudable, es indiscutible. Hay que tener (esto es marxista tambin) prctica y teora. Lo que no es posible, es tener una falsa teora que es aquel bla, bla, bla, que se desvincula de la prctica. (7)

    Parece evidente que los extremos ms importantes de los que debe precaverse un autntico proceso de educacin popular son el extremo del bla, bla, bla sin prctica y, el otro, el extremo del activismo sin teora, sin reflexin o con desprecio hacia la profundizacin de los conocimientos.

    Hay que partir de la prctica, y esa partida desde la prctica tiene que ser incluyente del sentido comn de los sujetos comunitarios, del pueblo que tambin tiene sus conocimientos, sus experiencias, sus sentimientos, sus valores, su cultura. Se trata, como afirma Freire, de comprender y respetar el sentido comn de las masas populares para buscar y alcanzar junto con ellas una comprensin ms rigurosa y ms exacta de la realidad. (8) (En el captulo que sigue, se desarrolla ms completamente el concepto freiriano (tambin martiano) de partir de la prctica).

    Mart prefiere ver a los hombres haciendo, creando, aprendiendo, antes que sentados de modo inacabable en el esfuerzo reflexivo por dar completamiento y cima a todos los detalles de un plan, de una metodologa, o de una teora. En una de sus cartas a Gonzalo de Quesada le dice: Prefiero verlo errar por la prisa a caer por el rebuscamiento. (9) Y tambin le felicita, a Gonzalo, porque este, conocedor de los peligros que entraa copiar del extranjero o deslumbrarse por lo novedoso, no lo hace: Vd. no espera el correo de Europa o de los Estados Unidos, para saber cmo manda pensar la ltima novedad, y aprender como verdades recin nacidas lo que el sabio real calla, de puro olvido. (10)

    Hay verdades esenciales, verdades que estn en el sentido comn de las masas, y en las races ms profundas del conocimiento popular. Esas verdades estn con Mart, estn con Freire: no me le ponga usted a la camisa del guajiro cuello de Londres (11), que es como decir, no me le ponga excesos de metodologas, de academicismos y teoricismos deslumbrantes a los emprendimientos populares. No me contamine su praxis con rebuscamientos. No haga compleja su esencial sencillez, pues lo sencillo popular para nada es sinnimo de simpleza.

    Pero estas lneas no son por vanidad. No se inspiran en la ms mnima subestimacin de lo acadmico, no las mueve el ms mnimo desprecio por lo

  • metodolgico. Mucho menos se basa en una simplificacin de estas importantes cuestiones, sino al contrario, van escritas precisamente por la consideracin de que se trata de un asunto sumamente complejo que requiere atencin humilde y reflexin calmada. Muy especialmente, demanda humildad por parte del especialista (para que pueda llegar a ser sabio, que es una condicin muchsimo ms alta) y ansias de aprender y de reflexionar respetuosamente por parte de los no especialistas, para que lleguen a ser especialistas sin dejar de ser cultos, y posiblemente sabios, en el ms amplio sentido de las palabras:

    El gran trabajo para escribir este libro (el concepto de la vida) es este: distinguir la vida postiza de la vida natural: lo que viene en el hombre, de lo que le aaden los hombres que han venido. So pretexto de completarlo, lo interrumpen. La tierra es hoy una vasta morada de disfrazados. (...) Garantizar la libertad humana, dejar a los espritus su frescura genuina, no desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas (puras y) vrgenes, ponerlas en aptitud de tomar por s lo til, sin ofuscarlas ni impelerlas por una va marcada he ah el nico modo de poblar la tierra de una generacin vigorosa y creadora que le falta. Las redenciones han venido siendo formales; es necesario que sean esenciales. La libertad poltica no estar asegurada, mientras no se asegure la libertad espiritual. (...) Bueno es dirigir; pero que no llegue el dirigir a ahogar. (12)

    Poner a los seres humanos en condiciones de tomar por s lo til, no imponerles a las masas, al pueblo, a los sujetos que lo componen, un camino, permitirles la reflexin y la participacin, estimularles por todas las vas, crearles las condiciones necesarias para que participen y reflexionen y decidan. nicamente por este camino hondo, camino de esencias y no de formalismos y palabreras, es que puede contribuirse desde la educacin popular a desarrollar a cada ser humano como un creador. Y como bien ensea Mart, si cada ser humano no es un creador, no es verdadera, por incompleta y disfrazada, la redencin.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    1. Jos Mart: Fragmento 287. En O.C., tomo 22, pgina 189. 2. Theodor W. Adorno: Introduccin a la sociologa, (1968), Editorial GEDISA, Espaa, 1996. Pgina 75. 3. Jos Mart: Maestros ambulantes, La Amrica, Nueva York, mayo de 1884. En O.C., tomo 8, pgina 288. 4. ________: Preludios, Patria, 22 de abril de 1893. O.C., tomo 5, pgina 213 5. ________: Fragmento 159. O.C., tomo 22, pgina 97. 6. ________: Fragmento 235. O.C., tomo 22, pgina 143. 7. Pablo Freire: La dimensin poltica de la educacin, Editorial CEDECO, Quito, 1985, pgina 41. 8. ________: Palabras desde Brasil, Pablo Freire y otros, Editorial Caminos, Coleccin Educacin Popular, Nmero 2, La Habana, 1996, pgina 11. 9. Jos Mart: Carta a Gonzalo de Quesada, Nueva York, 1892. En O.C., tomo 5, pgina 196.

  • 10. ________: Idem. 10, pgina 196. 11. ________: Idem. 10, pgina 196. 12. ________: Libros, O.C., tomo 18, pgina 290. Se trata de una de las varias notas o apuntes que hizo Mart sobre libros que proyect o pens escribir, la mayora de los cuales no pudo materializarlos en letra ordenada de imprenta, pero s en el ejemplo diario de prctica y fuego que fue su entrega a la causa de la libertad de su patria.

  • TRAIGAMOS A LA PRCTICA LA CUESTIN

    Traigamos a la prctica la cuestin, y en vez de disertar sobre lo que en otros pases desemejantes del nuestro se ha hecho, analicemos nuestras

    condiciones especiales; comparmoslas en lo que tengan de comn con los ajenos,

    y veamos cmo debe hacerse entre nosotros.

    Jos Mart (1)

    Traer las cuestiones a la prctica no significa renunciar a la teora. Se trata, ms bien, que la teora no exceda su vocacin de vuelo para que no olvide la huella quemante de la tierra. Significa asumir con humildad todo conocimiento terico, fortalecerle los pies caminadores para descanso feliz de las alas que nunca habrn de subestimarse, ni dejarse perder.

    Traer las cuestiones a la prctica es, como tambin ensea Freire, partir continua y constantemente de la prctica, lo que para nada quiere decir quedarse sin voluntad ni ansias, enceguecido, en las arrugas del camino. Se trata de un esfuerzo pensante por no quedar limitados a la prctica, por superar la experiencia concreta: por crecer desde ella y con ella. Dicho esto, para aminorar los prejuicios y subestimaciones contra lo terico, es oportuno recordar los nfasis martianos.

    En carta a Gonzalo de Quesada, le escribe: Usted es cubano de los nuevos, que estudia a la vez letras y hombres, para no caer en la incapacidad irremediable de los que, encorvados sobre la mesa de escribir, no ven bullir e imperar a sus puertas la Naturaleza. (2) Entonces, que el ejercicio terico necesario no termine por ponernos la joroba invalidante en las espaldas y anteojeras opacas en la mirada. Las letras deben ajustarse a los hombres, las teoras deben ajustarse, enriquecerse y desarrollarse con la prctica: el cubano ahora (...) ha de ajustar a la realidad conocida el entusiasmo, ha de reducir el sueo divino a lo posible, ha de preparar lo venidero con todo el bien y el mal de lo presente (...), ha de poner la Naturaleza sobre el libro. (3)

    Pablo Freire, en prrafo exacto y feliz, expresa esencialmente lo mismo: separada la teora de la prctica es puro verbalismo inoperante; desvinculada de la teora, la prctica es activismo ciego. (4) Ni palabrera estril, ni pragmatismo reptante y azaroso! Todo ser humano tiene pies, manos y, tambin, cabeza para pensar. Significa, en el trabajo de la educacin popular, en la calmada ansiedad por mejorar el mundo, incorporar la experiencia de las comunidades, lograr su participacin consciente, activa y creadora a travs de todas las fases del proceso.

  • Esto no debe verse como una utpica metafsica, sino como una posibilidad real, como un camino que puede ser recorrido.

    Es posible con la concepcin y por la senda de la autntica emancipacin, con la renuncia a todo tipo de manipulacin, sobre la base del sostenimiento del dilogo y del estmulo a la participacin desde la prctica y con la prctica de los sujetos de la comunidad, del pueblo, para que todo comience realmente por la gente. Que el pueblo no sea el objetivo, la meta, el punto final de llegada. Todo lo contrario, que sea el punto de partida: la prctica del pueblo, su sentido comn, su cultura. Mart no se planteaba objetivos para el pueblo, l parta del pueblo, l se alimentaba de su prctica, de su historia. Son reiterados, son incontables, son muchsimos sus apuntes, sus aprendizajes sobre las virtudes, las hazaas, los combates, los sacrificios, sobre la prctica del pueblo cubano. l ajusta sus ideas, l ajusta las teoras ms elevadas a las virtudes y defectos, a las realidades y posibilidades, a las victorias y derrotas del pueblo. Descubridor de los sentimientos y las ansiedades de su pueblo, aprendi a sentir desde el pueblo y con su pueblo.

    En ese sentido, la educacin popular para el desarrollo comunitario debe partir de los conocimientos y las necesidades sentidas por los diferentes actores, grupos, capas y clases populares, con la orientacin fundamental de que las masas tomen conciencia de su situacin existencial, de los recursos, potencialidades, valores, problemas y dificultades antes de pasar a la accin, a la prctica que mejora y transforma. Se trata de una reflexin a partir de la prctica concreta y que sigue acompandola. No es joroba inane de la espalda ni solo piernas fuertes sin ojos para ver, sino praxis social y humana dentro de un proceso de concienciacin donde las personas y las comunidades y los pueblos pueden desarrollarse como sujetos activos.

    El objetivo fundamental no es, entonces, meramente educativo, sino tambin poltico, porque pasa de modo esencial por la redistribucin del SABER y del PODER. Esta redistribucin a favor de la justicia y de la igualdad sociales, es imposible sin una democratizacin real de la sociedad. La democratizacin real de la sociedad significa la eliminacin de las desigualdades e injusticias sociales, civiles, institucionales y organizativas. El objetivo es hacer que anden juntos el conocimiento y la accin transformadores, y esto slo es alcanzable a travs del empoderamiento de las comunidades.

    Lo anterior significa, desde el punto de vista epistemolgico, la afirmacin de que es posible el develamiento, la explicacin y la comprensin de las causas sociales, de las iniquidades econmicas y de las mscaras y misterios estructurales y simblicos, de que es posible el desarrollo de la conciencia crtica a partir de la realidad, a partir de la prctica. Para esto es requisito de primer orden la produccin colectiva de los nuevos conocimientos, como nica manera de volver inteligente toda accin, toda resistencia sociales (est escrito claramente por Mart: lo que hace crecer el mundo no es el descubrir cmo est hecho, sino el esfuerzo de cada uno para descubrirlo -citado anteriormente (5)). Es a partir de estos presupuestos tericos que se plantea la va del dilogo problematizador

  • como mtodo: la permanente reflexin crtica de los sujetos acompaando la prctica o, ms preciso: una praxis entendida como la articulacin de la teora y de la prctica, de la prctica y la teora.

    Este planteamiento metodolgico del dilogo presupone e implica la necesidad de la participacin activa de los sujetos comunitarios en todas las fases y en todos los momentos del proceso de que se trate, sea educativo, sea social, sea poltico enfticamente. Un dilogo que puede apoyarse en el empleo de tcnicas participativas como un instrumento auxiliar, pero sabiendo que la educacin popular, los procesos emancipadores del tipo que sean, no se reducen al empleo de estos instrumentos, ni al empleo de ningn tipo de instrumentos.

    Finalmente en torno a este aspecto, las afirmaciones precedentes presuponen tambin, desde el punto de vista filosfico, en general, y de la filosofa social, en lo particular, que nada en el mundo est dado de una vez y para siempre, sino dndose, en movimiento, en transformacin y que, el ser humano, como sujeto activo, puede contribuir conscientemente al cambio. En resumidas cuentas, para Mart el deber fundamental de los hombres y mujeres es el deber de crear: reproducir no es crear; y crear es el deber del hombre. (6) Ntese que dice el deber, y no un deber o uno de los deberes.

    El mundo, la sociedad, los hombres y las mujeres, pueden cambiarse, pueden mejorar y mejorarse. Esta afirmacin es parte fundamental de la lectura crtica que hace la educacin popular de todo sistema social vigente, con una vocacin poltica emancipadora que no oculta (recordar que uno de los libros de Pablo Freire se titula explcitamente La naturaleza poltica de la educacin) y que da el sentido ms amplio a la labor de educar, a la que se denomina concientizacin pues su objetivo es desarrollar sujetos histrico-sociales capaces de comprender, de organizarse y de actuar para la transformacin socio comunitaria, a partir de su propia prctica y utilizando, en consecuencia, una metodologa coherente con estas ansiedades.

    La educacin popular, ms que como metodologa como concepcin de vida, de accin y de lucha, tiene en Jos Mart a una de sus fuentes ms nutricias. Esta afirmacin no debe ser considerada como una exageracin, ni mucho menos como una expresin de chovinismo a la cubana. Debe tenerse en cuenta que algunos autores, como Carlos Rodrguez Brandao, consideran que la educacin popular se remonta a la misma comunidad primitiva, donde los conocimientos y las transformaciones se daban a partir de la prctica y de forma fundamentalmente grupal, colectiva: esto es produccin colectiva de conocimientos. Otros, como Adriana Puigrs, consideran que la educacin popular es propia del siglo XIX, como expresin de esos caudalosos movimientos vinculados a la Ilustracin, primero, y a la Revolucin Francesa, despus, y a los movimientos revolucionarios que les siguieron en muchas otras partes del mundo desde las primeras dcadas del siglo mencionado. No obstante, la mayor parte de los investigadores consultados (Alberto Jos Diguez, de Brasil, Carlos Nez Hurtado, de Mxico, Oscar Jara, de Costa Rica, Peter Park, de Estados Unidos, y Esther Prez y Nidia

  • Gonzlez Rodrguez, de Cuba, entre otros) afirman que la educacin popular se conforma a partir de 1960 y, especialmente, alrededor de la obra de Pablo Freire. Lo que no niega que Mart pueda ser considerado como un legtimo antecedente, o mejor, como se dice antes: una de sus fuentes nutricias.

    Produccin colectiva de conocimientos, mpetus emancipadores y vocacin irrenunciable de dilogo son esencias comunes en Mart, en Freire y, por tanto, en la educacin popular latinoamericana. Fue Mart, precisamente, el que escribi en lenguaje de fuego potico: con los pobres de la tierra / quiero yo mi suerte echar. Con los pobres, no para los pobres ni por los pobres, sino con los pobres, como nica manera de que estos crezcan, de que estos se enriquezcan como sujetos y hagan posible a travs de su propia y creadora emancipacin una sociedad mejor en todos los sentidos. Freire, por su parte, escribi y expres en mltiples ocasiones: yo acostumbro siempre a decir que hay que preguntar: quines conocen en la investigacin? a quines sirve el conocer? con quines se conoce? contra quines se conoce? cmo se conoce? por qu se conoce? para qu? (7) Preguntas claramente incendiarias, y muy peligrosas para el propio preguntante si se pronuncian en un contexto sociopoltico opresivo.

    Mart, porque nos ensea a traer a la prctica la cuestin, toda cuestin: a la prctica, a la realidad conocida, con todo el bien y el mal de lo presente, para que ninguna teora, ni ningn conocimiento pesen en demasa, para que los conocimientos, los sentimientos y los sueos populares levanten vuelo y sean como las alas de los libros buenos.

    Que el humanismo de los educadores populares sea, entonces, pensante pero prctico, terico pero con sentido comn, con humildad humana. Que sea el hermano Luis, que sea el hermano Naum, la hermana Noem, la hermana Nidia, el vecino ms cercano por la geografa o por la conciencia. Que la palabra dicha se conjugue con la solidaridad y la abnegacin, con la creatividad, la sinceridad y la justicia para con esos que tenemos ms al alcance de la mano: que no sea un humanismo metodolgico, de tono doctoral o cosmticos burocrticos ni candilejas institucionales, demasiado cosificadas en tan demasiadas ocasiones: que no sea formalmente fino ni aparencialmente serio. Que no sea tan educado que parezca diplomtico o hipcrita: que tenga la fraternidad de los valientes y la valenta de los fraternos. La sonrisa popular, lmpida y sincera, eso ha de ser el humanismo de los educadores populares de raz martiana y vocacin freiriana.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    1. Jos Mart: Fragmento 361. En O.C., tomo 22, pgina 246. 2. ________: Carta a Gonzalo de Quesada, Nueva York, 1892. O.C., tomo 5, pgina 196. 3. ________: ibidem 2. 4. Pablo Freire: La importancia de leer y el proceso de liberacin, Editorial Siglo XXI, Mxico, 1996, dcima edicin en espaol, pgina 98.

  • 5. ________: Francisco Selln, El Partido Liberal, Mxico, 28 de septiembre de 1890. En O.C., tomo 5, pgina 190. 6. ________: En los Estados Unidos, La Nacin, Buenos Aires, 29 de enero de 1888. En O.C., tomo 11, pgina 361. 7. Pablo Freire: La dimensin poltica de la educacin, Editorial CEDECO, Quito, 1985, pgina 37.

  • SE LE HA DE ECHAR EL PERRO

    Y al que no venga con alma y manos limpias, con el amor al infeliz, al pueblo entero, con el deseo ardiente de reparar e impedir los crmenes histricos,

    con el valor necesario para someter los intereses y las preocupaciones de una casta a los intereses generales, se le ha de echar el perro!

    Jos Mart (1)

    En toda la obra de Jos Mart se descubre como brjula permanente su ansiedad por mantener la coherencia entre el discurso y la accin, entre lo que dice y lo que hace o est dispuesto a hacer, aunque conlleve el riesgo de su vida. Su palabra es apasionada y sincera; sus acciones son transparentes y esperanzadas: hacer, es la mejor manera de decir. (2)

    Mart conoce que la palabra humana puede usarse para fines innobles. l ha visto, a lo largo de sus estancias en las dolorosas repblicas de Amrica, como los males de la colonia han seguido latentes y como una dominacin ha sido sustituida en muchos casos por otra dominacin ms insoportable, que es la de los hijos del pas, convertidos en caudillos, sobre los otros hijos del pas. Mart no solo lucha con fines puramente polticos. l ansa apasionadamente la liberacin de su patria del yugo colonial espaol, y del yugo mucho ms doloroso que puede surgir de dentro de los propios compatriotas para convertir la causa sagrada de la unidad y la lucha por la independencia en mezquinas causas personales de mando y de poder: tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida. (3)

    Es sumamente interesante, aunque por ellas exponga la vida y, tambin, aunque en ellas exprese e incluso ponga en algn sentido intenciones nobles. Se trata de que en el dilogo permanente e igualador (igualador en cuanto a justicia, en cuanto a derechos, no en el sentido estril de arrasador de toda legtima y humana diferencia) no sea el poder, no sea la institucin, no sea el poseedor y usurpador de la materialidad y espiritualidad de la gloria el que diga la nica y la ltima palabra.

    Han de ir juntas, han de caminar siempre abrazadas, en la comunin del discurso y de la accin, la palabra y la verdad: el bello mensajero, de pintada palabra y alas de oro, ir como centella por el mundo, encendiendo las tumbas y los pueblos, y dormir en la gloria; pero si la verdad falta a su voz, la palabra, como vano cohete, caer apagada a tierra, en el silencio de la noche. (4)

    La verdad y los hechos han de acompaar a la palabra. Slo la palabra verdica ilumina (y aqu lo verdico no est referido exclusivamente a la verdad de la ciencia, sino tambin a la verdad del corazn que es la de la honestidad, la del

  • decoro martiano).Toda otra palabra, mientras ms formalmente fulgurante y bella pues ms deslumbrante y, por ello mismo, cegadora.

    En el contacto cercano y cotidiano con la comunidad, es ms fcil acompaar y descubrir las coherencias de la palabra. Esa coherencia reluce, como el oro nuevo que anunci Mart, cuando prevalece el amor, el espritu de sacrificio, del cual emana gran alegra y gusto: ha de ser el deber cumplido en beneficio ajeno, porque si va con l alguna esperanza de bien propio, por legtimo que parezca, o sea, ya se empaa y pierde fuerza moral. (5)

    El educador popular autntico, desinteresado y consciente, nunca comienza ni termina como caudillo, nunca se comporta como tal. Fsicamente ha de ser como el ave de paso, que nunca se va del todo, pues deja su ejemplo, que es como decir su espritu, la coherencia de su verdad, sabedor de que los ms legtimos protagonistas deben ser siempre los sujetos comunitarios, como siempre dijo e hizo Mart, a pesar de las sugerencias y pedidos en sentido contrario cuando le aclamaban sus compatriotas: vivo por mi patria, y por su libertad real, aunque s que la vida no me ha de alcanzar para gozar del fruto de mis labores, y que este servicio se ha de hacer con la seguridad y el nimo, de no esperar por l recompensa.(6) La nica verdadera recompensa es la de ver crecer y desarrollarse al pueblo, verlo ms libre y capaz, ms pensante y creador.

    El ave de paso, el educador popular que dialoga y construye con los otros y para los otros es mucho ms que la teora, es mucho ms que las metodologas. Es el ejemplo de amor y la posibilidad de la creacin infinitos: el hombre es superior a la palabra, (7) como escribi Mart refirindose a los poetas cubanos de la gran guerra por la independencia (1868-1878), capaces de compartir sus raciones con los caballos y de escribir sus mejores metforas con la sangre de sus propias venas. Deja su ejemplo, el ejemplo de su entrega y de su salida a tiempo del nido material, para que el nido no se convierta en trono, que es algo as, siempre, como el protagonismo enfermo.

    Anda con la verdad de su mente y de su corazn. Se dice a s mismo esa verdad. Tambin la dice y, tambin, por supuesto, permite que se la digan. Sabe escuchar atentamente, lo que es una manera de decir y de participar. l no es el dueo absoluto de nada. l no es el protagonista demirgico de nada. l tan solo es parte temporal, desde el punto de vista material, y, nicamente eterna, desde el punto de vista espiritual: mejor sirve a la patria quien le dice la verdad y le educa el gusto que el que exagera el mrito de sus hombres famosos. (8) Hay gran peligro en toda exageracin del mrito de algn hombre en detrimento del de su pueblo. Incluso valorando a Cspedes, en quien reconoca al Padre de la Patria, no deja de apuntarle con mano amorosa pero sincera el probable lunar de haberse credo demasiado dueo de la obra. (9)

    Tiene que tenerse algo del ideal estoico, algo tambin de los apstoles originales y puros del cristianismo (no fue entonces casual que con tanto cario y admiracin muchos llamaran Apstol a Mart).Y, aunque, como apunta irnicamente

  • Cortzar en Rayuela, no estamos en los campos de Ass, sigue siendo vlido, si el objetivo y la verdad ms hondos son los de la autntica emancipacin social y humana, el ejemplo de vida del Apstol de la Independencia de Cuba, y la vigencia de su pensamiento: Feliz el que desdea lo que tantos se disputan! La indiferencia del poder es la prueba ms difcil y menos frecuente de la grandeza del carcter! (10) La grandeza del carcter, porque grande debe proponerse ser el educador popular en estos tiempos de cuantificacin mercantilizadora, de banalizacin y cursileras!

    No est exento el educador popular de la prueba del poder, la prueba ms difcil, que slo puede ser vencida con la indiferencia consciente, especie de bsqueda que va guiada por los valores del corazn. Un corazn que como el del Principito de Saint-Expery ensea a ver lo esencial. Es que, definitivamente, no se trata de un corazn ciego. El amor martiano tiene ojos, tiene el equilibrio del sentimiento y la razn: Guardaos, cubanos, del brillo de los sables y del de las palabras, ved slo el corazn, y si como ovejas os han de llevar alguna vez, pensad que hasta el velln es blanco! (11)

    Y encima de todo protagonismo banal, por encima de todo inters egosta, se debe poner la felicidad de la gente: lo que importa no es que nosotros triunfemos, sino que nuestra patria sea feliz. (12) Por ello hay que superar todo celo, toda envidia, toda vanidad mezquinos. No por gusto Freire coloca la humildad junto al amor como las cualidades ms importantes de un educador popular: Esa arrogancia, ese ceo, esa pelea por la autoridad o la fama, que son cosas que en lo grande del mundo caben en un grano de ans o en la cuenca de una pluma de ruiseor que se lleva el viento: esas ridiculeces femneas; esos celos de aldea, indignos de mentes ilustres y corazones levantados, han de desaparecer de nuestra tierra, si han asomado en ella la cabeza! (13)

    Los celos, las envidias, las ridiculeces femneas han de ser superados con pensamiento y ternura, para que no crezcan como hierba mala disminuyendo la grandeza humana de la aldea.

    Entonces no debe perderse de vista en ningn momento la unidad entre la palabra y el ejemplo. Estas son las dos palancas educativas fundamentales de todo proceso emancipador. Hay que estar atentos, pues como alerta Freire: muchos (...) verbalizan la opcin revolucionaria pero tienen una prctica pequeo burguesa que nada tiene que ver con la revolucin. (14) Que nada tiene que ver con la Revolucin!, y mucho han contribuido, esas verbalizaciones y esas prcticas pequeo burguesas, a que hermosos proyectos revolucionarios hicieran agua y se fueran a pique para dolor y perjuicio de las masas, porque no es el discurso el que enjuicia la prctica, sino la prctica la que enjuicia el discurso. (15)

    Pero, muy frecuentemente, en los que slo verbalizan la opcin revolucionaria, pues la acompaan con hbitos pequeo burgueses, aparecen las voces de mando, negadoras del dilogo profundo, de las preguntas radicales. Y en sus verbalizaciones incluyen calificaciones, etiquetas contra los que preguntan, que es

  • ms o menos como decir contra los que piensan. No fue precisamente Mximo Gmez un hombre de prcticas pequeo burguesas, sino todo lo contrario, un ejemplo hasta su muerte de integridad moral; fue un patriota humilde y honrado, de orgullosa y asumida raz campesina que no sac provechos materiales a su bien merecida gloria, conquistada a filo de machete y valenta en los campos de Cuba Libre, pero hasta a este querido y admirado patriota, Mart supo decirle: un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento. (16)

    Cuando se trata de un proceso autnticamente emancipador, entonces, no hay lugar para las verbalizaciones, pues la palabra y la accin, el discurso y el ejemplo de vida como dilogo estarn presentes siempre, en todo momento. Freire lo deja dicho con meridiana claridad: en el proceso revolucionario, los lderes no pueden utilizar el mtodo bancario como medida transitoria, justificada por la necesidad de la causa, con la intencin de conducirse ms tarde de manera verdaderamente revolucionaria. Ellos deben ser revolucionarios es decir, hombres de dilogo desde el comienzo. (17)

    Se levanta, finalmente, una lapidaria frase martiana, que constituye todo un tratado de comportamiento moral, social y poltico, pero tambin cientfico, cuando se asume con toda la sinceridad y valenta que demandan sus honduras: el que nada quiere para s, dir la verdad siempre (18) Que no debe interpretarse en el sentido de una subestimacin de lo individual, ni mucho menos como la negacin de los dominios de la persona, de la familia y de otros intereses legtimos, sino como la comprensin realista, prctica, de cunto pueden contaminar y entorpecer a la verdad los intereses mezquinos: personalistas, institucionales, manipuladores, de grupsculos y de castas. El educador popular en la comunidad, con la comunidad y para la comunidad, cuando es autntico nada material ni mezquino quiere para s, y por eso puede decir y hacer una palabra verdadera, y que resuena como verdadera en el corazn de los sujetos que le acompaan y se acompaan. Es que: Contra la verdad, nada dura: ni contra la naturaleza. (19)

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    1. Jos Mart: Fragmentos 11. En O.C., tomo 22, pgina 15. 2. _______: Propsitos de la Revista Venezolana, La Revista Venezolana, 1 de julio de 1881. En O.C., tomo 7, pgina 197. 3. ________: Carta a Gmez, 20 de octubre de 1884. En O.C., tomo 1, pgina 178. 4. ________: Ciegos y desleales, Patria, Nueva York, 28 de enero de 1893. En O.C., tomo 2, pgina 215. 5. ________: El lenguaje reciente de algunos autonomistas, Patria, Nueva York, 22 de septiembre de 1894. En O. C., tomo 3, pgina 266. 6. ________: Carta a Gonzalo de Quesada, Nueva York, 12 de noviembre de 1889.

  • 7. ________: Prlogo a Los poetas de la guerra, Nueva York, 1893. En O.C., tomo 5, pgina 235 8. ________: Heredia, El Economista Americano, Mxico, 28 de septiembre de 1890. En O.C., tomo 5, pgina 187. 9. ________: Cspedes y Agramonte. En O.C., tomo 4. 10. ________: Inauguracin de un presidente en los Estados Unidos, La Nacin, Buenos Aires, 7 de mayo de 1885. En O.C., tomo 10, pgina 177. 11. ________: Fragmento 287. En O.C., , tomo 22, pgina 190. 12. ________: Fragmento 289. Idem. 10, pgina 191. 13. ________: Fragmento 291. Idem 10, pgina 194. 14. Pablo Freire: La dimensin poltica de la educacin, Editorial CEDECO, Quito, Ecuador, 1985, pgina 52. 15. _______: La importancia de leer y el proceso de liberacin, Editorial Siglo XXI, Mxico, 1996, dcima edicin en espaol, pgina 112. 16. Jos Mart: Carta a Mximo Gmez, 20 de octubre de 1884. En O.C., tomo 1, pgina 177. 17. Pablo Freire: Concientizacin. Teora y prctica de la liberacin, Editorial Bsqueda, Buenos Aires, Argentina, abril de 1974, pgina 89. 18. Jos Mart: Fragmento 318, En O.C., tomo 22, pgina 223 19. _______: Carta a Gonzalo de Quesada, Nueva York, 1892. En O.C., tomo 5, pgina 195.

  • POR EL BENEFICIO AJENO

    (...) lo que unge grande al hombre es el desamor de s por el beneficio ajeno.

    Jos Mart (1)

    El educador popular, lo mismo que el patriota que pelea por la independencia de su patria, va a estar sumido en una lucha de cordialidad y ternura pues lo que le impulsa es el amor por la justicia y la dignidad humanas. No es un amor en abstracto: su amor a la justicia social se expresa en la consideracin por sus semejantes, en su sensibilidad ante las necesidades y problemas de su pueblo. En el amor a los dems, crece. No un amor paternalista, sino de siembra y cultivo. Un amor para hacer crecer a los dems. Un amor en el que los dems tambin tienen que ser parte activa, porque tambin son sujetos. A veces se olvida esto: el amor es una relacin bilateral, horizontal y participativa o, simplemente, no es amor.

    El educador popular, entonces, es capaz de sacrificarse por los otros, en los que encuentra extensin de s mismo, porque esos otros no van slo a recibir, sino tambin a aportar y a hacer crecer. Freire lo expresa a travs de las siguientes preguntas:

    Quin mejor que los oprimidos se encontrar preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora? Quin sentir mejor que ellos los efectos de la opresin? Quin ms que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberacin? Liberacin a la que no llegarn por casualidad, sino por la praxis de su bsqueda; por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que por la finalidad que le darn los oprimidos ser un acto de amor, con el cual se opondrn al desamor contenido en la violencia de los opresores, incluso cuando esta se revista de la falsa generosidad. (2)

    La lucha de los oprimidos como acto de amor, para que pueda ser una autntica lucha emancipadora en todos los sentidos. El educador popular, entonces, puede no ser un oprimido desde el punto de vista social, de su situacin econmico-material, pero ha de tener la voluntad y el amor suficientes para colocarse en el lugar de los oprimidos y sentir y pensar con los oprimidos, nunca pensar y actuar por los oprimidos. l puede sacrificar una posicin socio material buena en aras de acceder a una posicin mejor desde el punto de vista de su satisfaccin espiritual, de su felicidad tica. En el fondo, y como resultado del desamor de s, l se ama profundamente.

    El educador popular es una especie de poeta. Mart dice con meridiana claridad cul es el lugar dnde debe estar el poeta como ser humano sensible, capaz de sentir con los otros: los poetas no deben estar entre los voraces, sino entre los

  • devorados. (3) Explcitamente el sacrificio, la capacidad de sentir con los otros y de sacrificarse por los otros, pero sin pretender sustituir, nunca, el pensamiento de los otros: yo no puedo pensar en lugar de los otros o sin los otros y los dems tampoco pueden pensar en reemplazo de los hombres. (4)

    Si bien Mart se est refiriendo fundamentalmente a los poetas, aqu por extensin legtima se resalta esa cualidad de poeta que el educador popular lleva en el corazn y en sus actos: Qu saben de los gemidos del poeta los venturosos que han vivido en paz, o los novicios que no han vivido an! Tal verso, si se quiebra, dar un ro de lgrimas! (5) Porque, igual que los poetas que no han sufrido, no levantan bien sus alas de la tierra (6), los educadores populares que no viven entre el pueblo y con el pueblo, que no aprenden a sentir y sufrir sus necesidades y problemas, tampoco podrn levantar sus alas de la tierra. Se trata del cumplimiento de un deber que es dictado por la sensibilidad del corazn: para m la patria, no ser nunca triunfo, sino agona y deber. (7)

    Fundador de sueos, sembrador de esperanzas. Sujeto capaz de inspirar el sentimiento y la razn de los dems sujetos, pero no para levantarse sobre ellos con ansias de dominio, sino para verlos brillar una vez que les ayud y les acompa en el ascenso hacia la luz: yo alzar el mundo. Pero mi nico deseo sera pegarme all, al ltimo tronco, al ltimo peleador: morir callado. Para m ya es hora. (8) Y morir no suicidndose, sino morir haciendo, morir fundando. Porque la idea del suicidio nunca pas por el pensamiento del Mart patriota. Se trata del morir callado porque ya est dicha la palabra, porque ya est organizada y puesta en rumbo la guerra necesaria, cordial y humana, porque es la batalla del humanismo y por el crecimiento del humanismo.

    Es palpable la queja martiana en el anterior relmpago, un pespunte de ansiedad, de desesperacin comprensible por lo humano que incendia sus palabras, que quisiera ver siempre acompaadas por los hechos en lo ms hondo y sincero de su pasin est expresando, otra vez, para aquellos que no creen sin primero haber visto, su desinters ante lo material y su desapego ante las cuestiones mundanas del poder y de la gloria, que caben en un grano de ans. Su radicalidad es tan profunda que prefiere morir, si fuera necesario, antes que pasar por ambicioso frente a ojos que no faltaron demasiado suspicaces. Esas suspicacias, envidias y recelos contra las cuales tuvo que lidiar el Apstol de la Independencia de Cuba, suelen salir tambin al paso del educador popular que, tambin, como Mart, tiene que usar larga y pacientemente de la palabra, aunque el corazn le queme las manos por los deseos de hacer, de contribuir lo ms prontamente posible al bienestar de los dems.

    Mart ha alzado otra vez a su pueblo, pero lo ha alzado libre y pensante. No le ha tirado de las riendas, no le ha mirado como a cabalgadura sobre la cual montarse. Ha llamado a su pueblo, ha convocado a las masas para la participacin y stas le han respondido. Pero sigue soando una participacin pura y consciente. Sabe que el pueblo no tiene que ser dirigido y domesticado. Cuando el pueblo es conducido como un rebao, no hay liberacin alguna. Mart asumi una posicin

  • de vanguardia con deberes autnticamente liberadores, en el mismo sentido en que lo expresa Freire cuando se refiere a que la vanguardia no puede tener hbitos ni modo de vida burgueses, sino que debe ser una vanguardia, en todo, caminadora junto al pueblo y con el pueblo. Una vanguardia que va dirigiendo el proceso, dice Freire, pero no al pueblo: las masas tienen que asumir la teora; y asumir no es recibir, es hacer. (9)

    Hay que pensar, entonces, con mucha seriedad, el cmo lograr la vinculacin con la prctica del pueblo. Cmo estar con el pueblo, cmo vivir y sentir y soar y levantar el vuelo con el pueblo: cul ha de ser esta actividad? Aqu no hay recetas previas ni prefabricadas. Conviviendo con los individuos en su barrio es como iremos descubriendo con ellos lo que hay que hacer, y entregndonos al quehacer y pensando sobre l es como iremos conociendo ms y mejor. (10) Ir conociendo ms y mejor en el barrio, en la comunidad, con el pueblo. Porque el educador popular no es un sabelotodo que va a ensear todas las cosas sobre todas las cuestiones: l va tambin a aprender y a crecer junto con el pueblo.

    Hay que apegarse a lo que crece, poniendo siempre la Naturaleza sobre el libro, para no caer en esas ridiculeces femneas que apartan de lo radical y proficuamente popular. Hay una palabra, que el sentido comn del pueblo entiende y es capaz de captar en sus ms sutiles manifestaciones. Esa palabra es burocratismo, que no ha de confundirse con la cuota de burocracia til que pued