El Origen (Un Cuento)

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El Origen La joven ha permanecido distraída un buen rato mirando caer lánguidamente las gotas de lluvia sobre el alero de la ventana. No es fácil concentrarse en la solución del problema suscitado esa tarde en el colegio. Más le preocupa en realidad la creciente indiferencia de su novio, el tiempo que pasa sin tener siquiera noticias suyas. Lo de la insinuación del profesor en la clase de matemáticas frente a todos los alumnos le había molestado bastante, claro, pero era algo que podía resolver después, sin demasiadas complicaciones, o que incluso podía quedarse así. Total, el tipo no sólo es torpe en su atrevimiento sino, para colmo, irremediablemente feo. ¡Horrible!, sería, a decir verdad, una descripción más exacta. Además, hizo el ridículo. Más fue la pena que otra cosa, porque en seguida hubo una explosión de silbidos y cuchicheos. Es cuestión de ponerlo firmemente en su lugar y ya. El asunto me tiene sin cuidado. Estoy segura de que Mariano no le dará la menor importancia, si es que llega a enterarse.

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Cuento de Enrique Jaramillo Levi

Transcript of El Origen (Un Cuento)

El Origen

La joven ha permanecido distrada un buen rato mirando caer lnguidamente las gotas de lluvia sobre el alero de la ventana. No es fcil concentrarse en la solucin del problema suscitado esa tarde en el colegio. Ms le preocupa en realidad la creciente indiferencia de su novio, el tiempo que pasa sin tener siquiera noticias suyas. Lo de la insinuacin del profesor en la clase de matemticas frente a todos los alumnos le haba molestado bastante, claro, pero era algo que poda resolver despus, sin demasiadas complicaciones, o que incluso poda quedarse as. Total, el tipo no slo es torpe en su atrevimiento sino, para colmo, irremediablemente feo. Horrible!, sera, a decir verdad, una descripcin ms exacta. Adems, hizo el ridculo. Ms fue la pena que otra cosa, porque en seguida hubo una explosin de silbidos y cuchicheos. Es cuestin de ponerlo firmemente en su lugar y ya. El asunto me tiene sin cuidado. Estoy segura de que Mariano no le dar la menor importancia, si es que llega a enterarse.

Vagamente se percata de la humedad que permea por completo su brazo recargado sobre el borde de madera, del tenue sonido del agua salpicando. El rostro de su novio se le aparece superpuesto al del profesor, y ella no est segura de cul de los dos dice, moviendo absurdamente las cejas y las comisuras de los labios: "Si te quedas conmigo esta noche no vas a querer estar sola nunca ms, Patricia." Qu estupidez! De dnde salen estas ocurrencias? Ninguno de los dos me ha dicho eso, ni nada parecido, nunca. El profesor se cree osado, a lo mejor ha logrado serlo un poco pero no tanto. Y Mariano, para qu ms que la verdad, an no logra salir del cascarn de su timidez. Al menos conmigo. Porque de l hay ciertas historias. Y esas ausencias prolongadas ltimamente...

Es entonces cuando, emergiendo de pronto de su ensoacin, sabe de la presencia junto a su cuerpo. En forma rotunda, indeclinablemente concisa, la siente. Esa dulce, tibia y a la vez enrgica aparicin que ve, emite una especie de susurro:

Legna.

Qu?! dice levantndose sorprendida, aunque no asustada.

T me llamaras Legna repite el ser de una inefable belleza que ahora est de pie frente a ella, estratificaciones grises arracimndosele tersas a ambos lados del esbelto cuerpo.

De dnde saliste?

Siempre he estado a tu lado, Patricia. Desde que eras pequea, muy pequea... Durante todos estos aos no he querido que me vieras. Aunque...

S? Aunque qu?

Aunque a veces s lograbas sentirme. O al menos me presentas. S, se sera el trmino humano ms exacto.

Humano?

En los momentos de peligro, ante ciertas angustias apremiantes. Lograbas esquivar a tiempo las malas situaciones, las experiencias negativas... Claro que no sabas bien por qu salas airosa ni cmo ocurra.

Pero eso significa que yo no tena iniciativa propia...! Que mi capacidad de enfrentar los peligros nada tiene que ver con mi inteligencia, mi voluntad, mis sentidos

Con tu intuicin s, en cierta forma.

Pero no con mi libertad, que es lo que ms me importa!

No es exactamente as, Patricia.

Claro que s. Si tu presencia es una manera permanente de protegerme o de guiarme as lo estoy entendiendo ahora, y es lo que en la primaria nos inculcaban las monjas sobre figuras como t, quiere decir que no he sido duea de mi propia libertad todo este tiempo...

Tiene que ver con la gnesis de los humanos y menos con lo que sus filsofos llaman albedro".

Pero...

La explicacin es ms sencilla y ms complicada a la vez de lo que pudieras entender por la razn o la fe. Como todas las cosas que, en realidad, no son de este mundo.

Debo entender, por supuesto, que t no lo eres. Tienes... alas..., verdad?!

Se produce entonces el espectculo ms hermoso que jams haya visto adolescente alguna. Aquel ser empieza a impregnarse de una suave luz, una luz que l mismo genera, y que aumentando de intensidad no la ciega. Al mismo tiempo va desplegando a los lados un largo y ancho racimo veteado de esponjosas plumas sostenidas en una suerte de invisible estuche que, dndoles forma y consistencia, les imprime una elegancia imponente. Boquiabierta, Patricia duda por primera y nica vez acerca del estado de su razn.

La tibieza de esa masa horizontal de contornos definidos sobre la que ya se haya extendida la joven haciendo un arco inevitable con sus brazos por encima de la suaves plumas que parecen tener vida propia, hasta entrelazar las manos al otro extremo y sujetarse por debajo del cartilaginoso pecho, es su prxima percepcin. Y se desplazan, s, por los aires, como en un sueo, pero sabiendo claramente que no lo es, disfrutando cada instante sin tiempo de esa seguridad, sobreponindose a lo inexplicable, a todo lo que debera causarle pnico pero que no teme en absoluto, no importndole ms que la deleitosa emocin que le palpita en el vientre y en las orillas de las cada vez menos rgidas caderas como un hipo atrapado sin remedio.

De pronto, volteando levemente la cabeza hacia el rostro de la joven, l (slo en ese instante confirma que es varn) le musita al odo:

Hemos llegado.

Patricia se sabe en posicin vertical porque siente el peso de su cuerpo fijo balancendose torpemente sobre los pies.

A dnde? pregunta descubriendo en aquel rostro una belleza singular.

Al origen.

No entiendo!

Si pudieras entender no necesitaras estar aqu.

Perdname, pero es que quiero entender. No es que est asustada. No lo estoy... En realidad me siento muy tranquila, casi contenta. Pero s muy bien que esto no es un sueo. Tu presencia, como mi percepcin de ti, de nosotros, es real. Sin embargo, tampoco todo esto que me est pasando es muy normal que digamos, no?

No existe nada que sea normal, o que no lo sea. Las cosas, los hechos, incluso los diversos seres, simplemente son cuando existen. Todo es real. Tambin los sueos.

Podra decirse que estamos en otra... dimensin, acaso en un nivel de conciencia ms amplio o refinado?

Para ti es vlido ese enfoque. A tu edad y en tu nivel espiritual difcilmente podra darse otra concepcin. Como sin duda lo habrs notado ya, en ti ha ido sucediendo una transformacin, un enriquec-miento. Ya no eres la misma chiquilla que pensaba en banalidades.

Te refieres a cuando recordaba el gesto atrevido de mi profesor y la indiferencia de mi novio?

Me refiero, claro, a tus anteriores parmetros. Slo lo que es existe, te lo repito. Y por supuesto lo que espera.

Y qu nos espera? Quin eres t? Por qu no te tengo miedo?

Porque soy.

La joven se esfuerza por dejar de mirar ese luminoso surtidor, todo energa absorbente, que tiene frente a s. Observa a su alrededor. Ve a lo lejos un suntuoso lago prpura rodeado de majestuosas colinas argentadas. Estn en una interminable, tal vez infinita explanada en la que el verdor se prodiga por todas partes como una acogedora alfombra de esperanzas.

Comprendes ahora?

Ella no contesta. No puede o lo considera innecesario. La voz que la interroga es msica en la paz de su indescriptible armona. Al igual que aquel ser todo, en quien la luz se ha ido atenuando porque ahora es de ella que emana cuando vuelve a mirar el rostro perfecto que la contempla con dulzura. Entiende al fin que, efectivamente, ya es otra persona, autntico ser, henchido de luz, pleno de s. Y entonces se deleita en la intuicin de la belleza extraordinaria de su propio cuerpo, gradual rplica de la materia incandescente que como un imn se le aproxima.

Lo siente asirla por el talle, rodearla con sus enormes alas, irradiarle una inefable voluptuosidad a medida que, exaltada, ella se va abriendo hasta fundirse los cuerpos.

Inmersa en la ms sublime felicidad imaginable, se siente desaparecer para siempre en esa inexorable fuente de amor.