El Ojo Del Extranjero - Carlo Ginzburg

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Publicado en Archipiélago , núm 47 (2002), Carpeta: “Pensar, narrar, enseñar la Historia”, EL OJO DEL EXTRANJERO Carlo Ginzburg (Traducción de Justo Serna y Anaclet Pons) Mi oficio es el de historiador, pero nunca me he dedicado a la historia americana 1 . Por eso, al hablar de mi itinerario intelectual, corro el riesgo de desviarme de lo que se me ha pedido. Creo, sin embargo, que interpreto bien la invitación de que he sido objeto si abordo el tema de las relaciones entre la historiografía italiana y la historiografía americana desde un punto de vista muy limitado, el de mi experiencia personal. Mi primer viaje a los Estados Unidos fue exactamente hace veinte años, en septiembre de 1973. Había sido invitado a pasar tres meses en el Davis Center for Historical Studies de Princeton, entonces dirigido por Lawrence Stone. Tenía treinta y cuatro años. Recuerdo aquellos meses como un período de muchísima receptividad, estimulada por la novedad de las personas, de los paisajes y de las ideas con los que me tropezaba. El seminario del Davis Center era muy distinto de aquellos otros en los que había participado en Italia. Me sorprendieron allí sobre todo dos cosas: la heterogeneidad del grupo de participantes y el estilo que adoptaban las discusiones. Comenzaré por esta segunda sorpresa. Las críticas eran frecuentemente ásperas, a veces incluso violentas, pero siempre estaban dirigidas a los argumentos, a las ideas, nunca a las personas. Ni antes ni después he encontrado nada semejante, ni siquiera remotamente semejante, en los ambientes académicos italianos o franceses, en donde (aunque de manera distinta) la franqueza de la discusión está

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El Ojo Del Extranjero - Carlo Ginzburg

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Publicado enArchipilago, nm 47 (2002),Carpeta: Pensar, narrar, ensear la Historia,EL OJO DEL EXTRANJEROCarlo Ginzburg (Traduccin de Justo Serna y Anaclet Pons)Mi oficio es el de historiador, pero nunca me he dedicado a la historia americana1. Por eso, al hablar de mi itinerario intelectual, corro el riesgo de desviarme de lo que se me ha pedido. Creo, sin embargo, que interpreto bien la invitacin de que he sido objeto si abordo el tema de las relaciones entre la historiografa italiana y la historiografa americana desde un punto de vista muy limitado, el de mi experiencia personal.Mi primer viaje a los Estados Unidos fue exactamente hace veinte aos, en septiembre de 1973. Haba sido invitado a pasar tres meses en elDavis Center for Historical Studiesde Princeton, entonces dirigido por Lawrence Stone. Tena treinta y cuatro aos. Recuerdo aquellos meses como un perodo de muchsima receptividad, estimulada por la novedad de las personas, de los paisajes y de las ideas con los que me tropezaba. El seminario delDavis Centerera muy distinto de aquellos otros en los que haba participado en Italia. Me sorprendieron all sobre todo dos cosas: la heterogeneidad del grupo de participantes y el estilo que adoptaban las discusiones. Comenzar por esta segunda sorpresa. Las crticas eran frecuentemente speras, a veces incluso violentas, pero siempre estaban dirigidas a los argumentos, a las ideas, nunca a las personas. Ni antes ni despus he encontrado nada semejante, ni siquiera remotamente semejante, en los ambientes acadmicos italianos o franceses, en donde (aunque de manera distinta) la franqueza de la discusin est velada o sofocada por las ceremonias, por las relaciones jerrquicas, etctera. Slo con el tiempo he comprendido que aquella aspereza casi deportiva y el agonismo desinteresado de las discusiones que tenan lugar en elDavis Centereran caractersticas ms britnicas que americanas y que, sobre todo, estaban ligadas a la personalidad del que fue su fundador y primer director, Lawrence Stone. Aunque hubiera permanecido en Inglaterra, lo cierto es que Stone habra escrito igualmente sus libros (quiz de forma un tanto distinta), pero fue en los Estados Unidos y no en su pas natal en donde l ha podido llevar a cabo su pasin de organizador intelectual.El otro elemento que me haba sorprendido delDavis Center(la heterogeneidad del grupo de participantes en el seminario) era fruto tambin de una eleccin deliberada por parte de Lawrence Stone. Como se sabe, el modo de funcionamiento delDavis Centerprev un seminario bianual dedicado a un tema muy amplio --en mi ao de estancia fue la "popular religion"-- sin limitacin cronolgica ni geogrfica. Dada la diversa formacin de los participantes, las discusiones tenan un cariz necesariamente comparado, que en principio acog con estupor, casi con sospecha. Para poder explicar los motivos de esta reaccin, deber decir algo de cmo era yo hace veinte aos, de las lecturas, de las orientaciones y de los prejuicios con que afrontaba aquella primera experiencia americana.En una ocasin, el gran fillogo romanista viens Leo Spitzer, que pas la ltima parte de su vida enseando en los Estados Unidos, en donde se haba afincado huyendo del nazismo, sustituy polmicamente la expresin aristotlico-escolsticaindividuum est ineffabile("de lo que es individual no se puede hablar") por la desolum individuum est effabile("slo se puede hablar de lo que es individual"). Esta idea es semejante a otra que expresara mi maestro, Delio Cantimori, quien mostraba su obstinada desconfianza hacia la sociologa y la propia historia comparada. En todo ello reconozco las races idealistas de mi inicial perplejidad frente a la eleccin delDavis Centerde Princeton en relacin con la historia comparada.Creo que pertenezco a la ltima generacin que en Italia sinti a la necesidad de acercarse a los estudios humansticos (era entonces cuando se empezaba a hablar de "ciencias humanas") leyendo a Croce. Lo que a los dieciocho aos haba ledo con entusiasmo y, a la vez, con irritacin era sobre todo al Croce filsofo: al estudioso de la esttica y de la metodologa de la historiografa. Y, junto a Croce, Gramsci: ms en concreto Croce ledo a travs de Gramsci. Despus, los principales representantes de aquella forma de crtica literaria conocida como "crtica estilstica": Leo Spitzer, al que ya he citado, Erich Auberbach, Gianfranco Contini. Era sta un constelacin de autores cuya relacin crea haber construido por mi parte a finales de los aos cincuenta. Sin embargo, como ya entonces advert, la propona a la vez un grupo de intelectuales reunidos en torno a la revista boloesaOfficina. Uno de ellos, Pier Paolo Passolini, sera despus muy conocido en los Estados Unidos, sobre todo gracias a sus pelculas.Uno cree deberse exclusivamente a s mismo y despus descubre, con la distancia que le dan los aos, que las elecciones que se hicimos estaban dictadas por la pertenencia a un ambiente social, a una comunidad lingstica, a una generacin. Digo "dictadas", no que sean inevitables: siempre hay un margen para la eleccin o para el azar, o incluso para ambos a la vez. Entre las cosas que me apasionaban cuando ingres en la universidad --la literatura, la pintura, el cine-- no se encontraba la historia. Los libros de historia que haba ledo me aburran. Pero entonces se me ocurri acudir a un seminario en el que Delio Cantimori lea y comentaba a lo largo de una semana las primeras quince lineas de lasConsideraciones sobre la historia universalde Jakob Burckhardt. All descubr a Arsenio Frugoni, que me revel la existencia de Marc Bloch y de losAnnales. Fue entonces cuando decid estudiar los procesos de brujera y fue Cantimori quien me sugiri que fuera a consultar los documentos inquisitoriales conservados en elArchivio di Statode Mdena. Sin entrar a desentraarla ahora, he de decir que se trata de una trama de azares y de elecciones, de condicionamientos prximos y remotos, una trama que me enred y me llev rpidamente al oficio que despus he hecho propio. En ese camino hubo dos direcciones importantes. Por un lado, mi descubrimiento de losAnnalesa finales de los aos cincuenta, otro hecho previsible para mi generacin. Por otro, mi estancia durante todo el ao de 1968 enWarburg Institutede Londres. Ahora bien, a pesar de ello, cuando llegu a Princeton por primera vez en 1973 todava estaba fuertemente marcado por las lecturas que haba hecho antes de entrar en la universidad. A aquella primera ptina debo una formacin predominantemente literaria, a la que hay que aadir mucha historia del arte, un poco de filosofa, un poco de antropologa y nada de sociologa: en el fondo, una formacin muy italiana. Y, sin embargo, durante mucho tiempo me he sentido un tanto desplazado entre los historiadores italianos (una sensacin que, por otra parte, no es desagradable del todo). Me pareca que me ocupaba de cuestiones que poqusimos colegas estaban dispuestos a tomarse en serio.Entre estos pocos estaba Delio Cantimori. Es un gran pecado que el viejo proyecto de traducir al inglsEretici italiani del Cinquecento, la obra ms importante de este gran historiador, no se haya materializado, al menos hasta hoy. Para hacerse una idea de la riqueza de los libros y de los ensayos de Cantimori, as como de la complejidad quiz casi insondable de su autor, deberamos extendernos ampliamente. Ahora, por el contrario, me limitar a exponer en pocas palabras mi deuda con l, una deuda que es enorme. Fue precisamente Cantimori quien me transmiti la pasin por la investigacin erudita;fue l quien me encamin hacia el estudio de la heterodoxia religiosa del siglo XVI, y fue l, en fin, quien me ense a leer y a releer un texto buscando entender cada palabra, cada matiz.Cantimori se ocupaba de textos muy variados: tratados teolgicos, opsculos propagandsticos, escritos polmicos, etctera. Casi siempre se trataba de textos cultos. Hasta mi primer libro --I benandanti--, aparecido en 1966, y traducido muchos aos despus al ingls con el ttulo deThe Night Battles, haba intentado leer lentamente los procesos de la Inquisicin: documentos que llamaramos de "literatura involuntaria", puesto que implicaban, adems de a frailes expertos en derecho cannico y teologa,a hombres y mujeres posiblemente analfabetos, a menudo de origen campesino. En el texto que present alDavis Centeraplicaba tambin a un material anmalo los instrumentos de lahermenutica literaria: dos procesos contra un desconocido molinero friulano, un tal Domenico Sacandella llamado Menocchio, llevado a presencia de la Inquisicin en el ao de 1600 por sus ideas herticas, como consecuencia de un intervencin directa del Papa Clemente VIII. Este texto, escrito en francs (puesto que mi ingls era entonces muy inseguro), se titulabaLe fromage et les vers: primera redaccin del libro que en italiano se llam Il formaggio e i vermi y en inglsThe Cheese and the Worms2.Me haba tropezado con los procesos contra el molinero Menocchio mucho antes, en 1963, pero hasta que decid transcribirlos pasaron siete aos. El trabajo de la investigacin erudita (identificar, por ejemplo, los libros ledos por Menocchio) se mezcl muy pronto con dilemas de ndole literaria. Desde que empec a aprender este oficio comprend (en parte porque mi madre era escritora3) que escribir historia quera decirtambincontar historias. Pero fue precisamente el ao anterior a mi estancia en Princeton cuando logr ser ms consciente que nunca de las implicaciones cognoscitivas de la literatura. Fue gracias a las largas discusiones que mantuve condos escritores, Italo Calvino y Gianni Celati, sobre un proyecto comn que luego no llegara a buen puerto: una revista que debera haber reunido la literatura, la filosofa, la antropologa y la historia. Aquellas discusiones se mezclaban en mi mente con la investigacin que haba comenzado sobre el molinero friulano Menocchio. Hasta qu punto --me preguntaba-- habra cambiado mi investigacin si hubiera decidido contarla de un modo distinto? Era sta una cuestin que estaba provocada por mi reciente lectura de losExercices de Stylede Raymond Quenau4, en los que un acontecimiento absolutamente banal se cuenta de noventa y nueve modos distintos, con efectos totalmente hilarantes. (Desde un punto de vista historiogrfico, las implicaciones del libro de Queneau no pasaron desapercibidas, algunos aos despus, a un estudioso como Richard Cobb, aunque sus preocupaciones fueran muy distintas de las mas). Durante cierto tiempo me entretuve con la idea de dividir mi libro en muchos capitulillos, cada uno escrito de forma diferente: variando los tiempos, los estilos, introduciendo incluso algunas parodias historiogrficas. Lo intent pero me pareci un juego insustancial, sobre todo un juego irrespetuoso para con mi personaje, el molinero Menocchio, y para con su trgica vicisitud. El material me impona sus leyes. Sin embargo, me parece que el volumen que finalmente escrib conserva todas las huellas de aquella voluntad de experimentacin narrativa.Dedicar todo un libro, aunque fuera breve, a un molinero del siglo XVI --que casi todos los historiadores que conoca habran ignorado tranquilamente o como mucho habran confinado a una nota a pie de pgina-- era una decisin que se la podra calificar de cualquier manera excepto de incuestionable. Pero la transgresin de las etiquetas historiogrficas en s misma o por s misma no me interesaba. Mientras transcriba los procesos contra Menocchio me atormentaba una duda: no saba si deba alegrarme por el hecho de haber tropezado con un caso (y con un individuo) tan extraordinario, o, por el contrario, si deba lamentarlo. Una pregunta de este gnero, bastante absurda para un novelista, era inevitable para un historiador.Solum individuum est effabile, "slo se puede hablar de lo que es individual", haba dicho Leo Spitzer aludiendo a la individualidad concreta de la obra de arte. Era lcito extender --me preguntaba-- la expresin de Spitzer a un individuo en sentido biolgico, por ejemplo al molinero Menocchio? Y si ste era el caso, la extrema singularidad del individuo en cuestin lo haca ms o menos relevante? La cosmogona de Menocchio se basaba en la comparacin entre el mundo y un queso putrefacto, lleno de gusanos "que eran los ngeles", pero debamos despacharla como si fuera una extravagancia irrelevante, slo porque lo era desde un punto de vista estadstico?Fue con esta clase de preocupaciones con las que me present al seminario deDavis Center. Mi investigacin sobre el molinero Menocchio surga del mbito cultural que he intentado describir: Gramsci (la historia de las clases subalternas); Cantimori (la historia de la heterodoxia religiosa en el siglo XVI); Spitzer, Auerbach, Contini (la hermenutica aplicada a textos no literarios); y despus citando sin orden de prelacin Marc Bloch, Lucien Febvre, Walter Benjamin, Raymond Quenau, etctera, etctera. Excepto Bloch y Febvre, los otros eran nombres absolutamente extraos a la atmsfera intelectual que se respiraba en el seminario delDavis Center. De todos modos, mi investigacin tambin poda ser catalogada, como la de los otros participantes, bajo la rbrica de "historia social" (y cultural). Pero con qu escala la haba realizado?, con qu instrumentos? La idea de someter el texto de un proceso inquisitorial contraunmolinero a una hermenutica de este tipo --que llega a dedicar dos pginas al anlisis de un silencio del imputado, debidamente registrado por el escribano del Santo Oficio-- les debi de parecer bastante extravagante a muchos de los participantes, casi tanto como las ideas de Menocchio.La discusin sobre mi texto fue muy viva: era ste un testimonio de la libertad de investigacin y de la apertura intelectual con que Lawrence Stonehaba caracterizado el seminario delDavis Center. Como era previsible, se habl sobre todo de la cuestin de la relevancia: por qu y de qu modo estudiar un caso como el de Menochio? Recuerdo vivamente que la forma en que repliqu a las objeciones que se me haban hecho me dej descontento. La larga introduccin que precede aIl formaggio e i vermifue un intento, algunos aos despus, de dar una respuesta ms adecuada a m mismo y a mis interlocutores. Un ensayo de Franois Furet, aparecido enAnnales, en el que sostena que las clases subalternas de la sociedad de la Europa preindustrial slo podan ser estudiadas desde una perspectiva cuantitativa, me aclar la distincin entre relevancia estadstica y relevancia histrica. Me plante la hiptesis de que tambin un caso no generalizable, un caso anmalo y marginal (y quizprecisamente porserlo), poda ser considerado revelador: una idea sobre la que intent profundizar en un ensayo posterior,Spie, traducido al ingls con el ttulo deClues. Finalmente me vi obligado a tener en cuenta el anlisis comparativo: ste es uno de los temas sobre los que construStoria notturna(en inglsEcstasies), libro sobre el aquelarre de las brujas en el que trabaj durante ms de quince aos5.Sobre todo intent reflexionar sobre la idea misma de "relevancia". No me parece que se haya advertido suficientemente la diferencia que hay entre un estudio histrico que aborda un tema cuya importancia precede al investigador (es decir, la Revolucin francesa) y otro en el que deba ser demostrada, por as decir, sobre el terreno, sobre la base de los resultados alcanzados. En este segundo caso (del que la investigacin sobre Menocchio sera un ejemplo), las tcnicas de presentacin, de argumentacin y de autolegitimacin son completamente distintas.Las modas intelectuales cambian deprisa, los cnones historiogrficos no tanto, pero tambin cambian. Hoy en da, un libro sobre un molinero del siglo XVI no habra precisado tantas justificaciones. Tampoco quiero exagerar la novedad deIl formaggio e i vermi. El libro encontr pronto su pblico y encontr tambin, como era de esperar, sus crticos. Citar slo uno, un historiador de gran vala, tempranamente desaparecido: Rosario Romeo. En un artculo sobre la llamada "historia desde abajo", aparecido el doce de octubre de 1978 enIl Giornale, Romeo escriba lo siguiente: "ciertamente, podemos encontrar a varios Carlo Ginzburg, producto de unpastichepopulista-erudito que poco tiene que ver con la cultura". Las ideas polticas e historiogrficas de Romeo no eran las mas. Su expresa repulsa de mi libro me alegr muchsimo, porque, entre otras cosas, jams me impuse como objetivo contentar a todos. En cuanto al populismo y a la erudicin, he de decir que no los considero en absoluto como tales insultos, y adems los acepto ambos.Ya he hablado de mi estancia en los Estados Unidos en 1973. Ahora, por el contrario, intentar imaginarme como si fuera Rip van Winkle, el personaje Washington Irving6. Encanecido y desmemoriado, me veo paseando por el campus de UCLA. Han pasado veinte aos, todo ha cambiado a mi alrededor, incluso el panorama historiogrfico. Entre los numerosos muros que han cado desde entonces est aquel que --como pude constatar en Princeton en 1973-- separaba en los Estados Unidos la literatura de las ciencias sociales. Ahora tengo la impresin de que hemos pasado de un extremo al otro. Antroplogos, historiadores, filsofos (aunque con importantes excepciones) se han obsesionado con la dimensin textual de su investigacin hasta el punto de rechazar la posibilidad de establecer alguna relacin entre texto y realidad extratextual, como si postularla fuera pecar de ingenuidad culpable. La palabra mgica "narracin",narrative, lo abarca todo: es sta una noche en que todos los gastos son pardos, en que toda distincin entre ficcin y realidad,fiction and reality, deviene indemostrable. Todo se ha convertido enself-referential. Los antroplogos se miran en el espejo, los filsofos escriben una historia de la historiografa sin historia, e incluso entre los historiadores la inmunda palabra "realidad" slo puede ser pronunciada tras haber sido desinfectada, tras haberla puesto entre comillas.Recuerdo haber profetizado que la moda del posmodernismo se habra agotado en un par de aos. Me equivoqu clamorosamente. Desde entonces ha pasado ms de una dcada. Y, sin embargo, a pesar de los signos de insatisfaccin que se manifiestan por doquier, la situacin no cambia, ms bien empeora: la joven generacin piensa que ha de convertirse al nuevo credo para no quedar excluida del mercado intelectual. Desde el punto de vista de la calidad del producto, los resultados son francamente desastrosos. Cmo hemos llegado a este punto? Los motivos son quiz muchos, pero entre ellos probablemente ha tenido un gran peso la presencia de una tradicin positivista seria, profundamente enraizada en la sociedad americana. Como el profesor Unrath deEl ngel azul, la famosa pelcula de Joseph von Sternberg, basada sobre una novela de Heinrich Mann, muchos positivistas han querido sentir el escalofro transgresor de Lola-Lola. En cambio, enItalia, el canto de las sirenas del posmodernismo no ha tenido hasta ahora mucho xito. Creo que la razn es bien simple: el frgil positivismo italiano fue abatido desde principios de este siglo por la despiadada batalla intelectual que emprendieron Benedetto Croce y Giovanni Gentile. Parafraseando una expresin de Bertold Brecht referida a Walter Benjamin, podramos decir que las cosas malas y viejasnos han protegido en Italia de las cosas malas y nuevas7.Y, sin embargo, como deca Brecht, es necesario empezar precisamente desde las cosas malas y nuevas. Por esta razn, aunque coincido plenamente con el sentido de la alarma que hizo sonar Lawrence Stone enPast and Present8hace unos aos, creo que deberamos intentar identificar las preguntas a las que los seguidores del posmodernismo han dado respuestas tan insatisfactorias, por no decir ftiles. A su desafo escptico no creo que se pueda contestar proponiendo de nuevo tales o cuales viejas certezas de los positivistas. Es necesario interrogarse otra vez sobre la relacin que hay entre los documentos y la realidad a la que se refieren. El desafo posmoderno se puede comparar (dejando aparte el nivel de los protagonistas) con aquel que lanzara el pirronismo histrico entre los siglos XVII y XVIII, y que Arnaldo Momigliano reconstruy en un artculo memorable. Tambin en esta ocasin una respuesta adecuada a la ofensiva de los escpticos podra transformar en profundidad, reforzndolo, el oficio de historiador.Comenc a trabajar sobre este tema hace una dcada. Es un desafo que procede del ambiente intelectual americano: incluso tratndose de un desafo distinto, por no decir opuesto, a aquel con el que me tropec hace veinte aos.Si alguien me preguntara qu es lo ms importante que he aprendidoen mis estancias --ahora ya ms largas y estables-- en los Estados Unidos, le respondera: he aprendido a discutir una serie de jerarquas de relevancia que estaba habituado ato take for granted, es decir, a dar por descontadas. El hecho de haber enseado en los ltimos cinco aos a estudiantes como los de la UCLA, cultural y tnicamente heterogneos entre s y con una formacin muy lejana a la ma, me ha obligado a mirar de una manera distinta los temas de investigacin que me eran ms familiares9Entendmonos: no tengo ninguna duda sobre la relevancia del humanismo italiano del siglo XV para un estudiante de Taiwan trasplantado a Los ngeles. Pero pienso que esa relevancia no puede sertaken for granted. Por eso, me gustara poder mirar siempre los objetos que me son familiares (incluidos los objetos de investigacin) con un ojo que los desfamiliarizara: el del antroplogo o simplemente el del extranjero.

1Publicado originariamente en la revista italianaPassato e presente, nm. 33 (1994), vol. 12, pp. 97-103 y dentro de una "carpeta" dedicada a los "Itinerarios de historiadores entre Europa y Amrica" en donde varios de ellos eran convocados a pronunciarse sobre el particular. La publicacin en castellano se hace con la autorizacin expresa de Carlo Ginzburg. La traduccin es de Anaclet Pons y Justo Serna. Las notas que siguen --que completan, aclaran o aaden informacin al texto-- son de los traductores. Las tareas de traduccin y edicin forman parte del proyecto GV 99-130-1-09, del que ambos participan.2La versin castellana de este volumen apareci inicialmente en 1981:El queso y los gusanos. El cosmos segn un molinero del siglo XVI. Barcelona, Muchnik. Vese sobre este particular Justo Serna y Anaclet Pons,Cmo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg. Madrid, Ctedra-Universitat de Valncia, 2000. Remitimos al lector a este ltimo texto para cualquier ampliacin sobre el itinerario y los motivos intelectuales de Carlo Ginzburg. Las notas que siguen, pues, son escuetas y slo documentan datos imprescindibles.3Como se sabe, Carlo Ginzburg es hijo de Leone y Natalia Ginzburg (antes Levi). Esta ltima es la clebre novelista y autora, entre otros, deLxico familiar.4Hay traduccin castellana de esta clebre obra, con el ttulo deEjercicios de estilo. Madrid, Ctedra, 1991.5Los dos textos a los que se refiere Ginzburg son "Indicios. Races de un paradigma de inferencias indiciales", enMitos, emblemas, indicios. Morfologa e historia. Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 138-175. EHistoria nocturna. Barcelona, Muchnik, 1991.6Esta obra cuenta en castellano con varias ediciones. Por ejemplo:Rip van Winkle. Palma de Mallorca, Olaeta, 1987. Como se sabe, relata la historia de un individuo que se durmi una tarde en las montaas de Catskill yque despert veinte aos despus en un mundo que haba cambiado, en un mundo en donde ya nada era familiar, en un mundo en donde todo le resultaba extrao, poco conocido.7Esta misma idea le haba servidoa Ginzburg para dar ttulo a uno de sus textos, en este caso para responder a las crticas que le haba dirigido Perry Anderson en una larga resea despus recopilada en un libro. Vanse: Carlo Ginzburg, "Buone vecchie cose o cattive cose nuove",MicroMega, nm. 3 (1991), pp. 225-229; y Perry Anderson, Campos de batalla. Barcelona, Anagrama, 1998.8Se refiere a la crtica que lanzara Lawrence Stone en "History and Post-Modernism",Past and Present, nm. 131 (1991), pp. 217-218, y que origin una polmica en las pginas de esta revista durante varios nmeros.9Estas palabras e idnticos motivos son los que le sirven a Carlo Ginzburg para empezarOjazos de madera. Nueve reflexiones sobre la distancia. Barcelona, Pennsula, 2000.