El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo...

50
«¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9,16) EL OBISPO Y LA DIACONÍA DE LA PALABRA Obispo sea irreprochable, como administrador que es de la casa de Dios… firmemente adherido a la Palabra, tal y como ha sido enseñada, para que sea capaz de exhortar según la sana doctrina y refutar a quienes la contradigan». Tito 1,7.9 183

Transcript of El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo...

Page 1: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

«¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9,16)

EL OBISPO Y LA DIACONÍA DE LA PALABRA

Obispo sea irreprochable,como administrador que es de la casa de Dios…

firmemente adherido a la Palabra,tal y como ha sido enseñada,

para que sea capaz de exhortar según la sana doctrinay refutar a quienes la contradigan».

Tito 1,7.9

+ Santiago Silva RetamalesObispo responsable del CEBIPAL - CELAM

Valparaíso 2005

183

Page 2: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

2

Page 3: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

I N D I C E

I. «Firmemente adherido a la Palabra, tal y como ha sido enseñada…».

II. Jesús, Palabra del Padre.

1) Jesús y maestros de la Ley en Israel, un espacio que ganar.

2) Jesús, el exegeta: la interpretación de la palabra.

3) Jesús, el buen pastor: la palabra de vida y comunión:

3.1 El Obispo, buen pastor que ofrece el alimento de la palabra.3.2 Juan 9-10: malos y buenos pastores.3.3 La puerta y el redil.3.4 El pastor y las ovejas.

III. La espiritualidad de la Palabra propia del Obispo.

1) El Obispo, discípulo de Jesús en y con el Pueblo de Dios:

1.1 El Obispo, discípulo de Jesús en la Iglesia.1.2 Como María de Betania, el Obispo se sienta a los pies del Maestro.1.3 Como Lidia de Filipos, el Obispo abre su corazón a la Palabra.1.4 La Palabra, “regazo materno” del Obispo: la Lectio divina.

2) El Obispo, ministro frente y para el Pueblo de Dios:

2.1 El Obispo, pastor de la Iglesia como Jesús, buen pastor.2.2 Como Felipe, el diácono, el Obispo proclama la buena noticia de Jesucristo.2.3 Como Jesús a la mujer samaritana, el Obispo ofrece agua viva.

IV. Diaconía de la Palabra y desafíos de las mega-tendencias.

1) Diaconía de la palabra y mega-tendencias.

2) Desafíos del ministerio de la Palabra del Obispo:

2.1 Diaconía de la verdad: interpretar la Palabra en una sociedad multiétnica y pluricultural.

2.2 Diaconía de la comunión: orar la Palabra en una sociedad cientifista y tecnificada.2.3 Diaconía de la evangelización: anunciar la Palabra en una sociedad globalizada y

secularista.

3) Conclusión.

V María, modelo de escucha de la Palabra.

Page 4: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

I. «FIRMEMENTE ADHERIDO A LA PALABRA, TAL Y COMO HA SIDO ENSEÑADA…»

Misión de los Apóstoles y de los Obispos, sucesores de los Apóstoles, es hacer discípulos de Jesús a todos los pueblos, enseñándoles a poner por obra lo que él mismo ha mandado (Mt 28,18-20). Por la predicación del Evangelio a tiempo y a destiempo (2 Tim 4,2) se suscita la sequela Christi, por lo que no es posible imaginar la misión de la Iglesia, y de los Obispos en ella, sin el anuncio explícito de la Buena Nueva. ¡Sin anuncio de la Palabra desaparecen los discípulos!

La predicación de la Palabra para el Obispo es una misión aneja a su ordenación por ser sucesor de los Apóstoles, revestido de la misma autoridad de Cristo. Cada Obispo, por tanto, debe sentir la misma urgencia que Pablo, el apóstol de los gentiles, sentía de su misión: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9,16), y cada Obispo debe ser fiel a la Palabra como Pablo se lo pedía a su discípulo Tito: que viva «firmemente adherido a la Palabra, tal como ha sido enseñada» (Tit 1,9).

Al reflexionar sobre el Obispo y la diaconía de la Palabra no estamos tocando cuestiones accidentales y prescindibles del servicio episcopal, sino su «compromiso principal», el oficio que ocupa «el primer lugar», su «misión fundamental» al que «todas las actividades del Obispo deben orientarse»1. De aquí la necesidad de la gran familiaridad personal con la Palabra Dios, y -por lo mismo- de cultivar un corazón dócil y orante que penetre en los sentimiento de Cristo y «engendre dentro de sí una mentalidad nueva: “la mente de Cristo” (1 Cor 2,16)»2.

Nuestra reflexión, que revisa sólo algunos aspectos fundamentales del tema, se sustentará en la Sagrada Escritura. Es decir, tanto la estructura como los contenidos de ella brotarán de la Palabra del Señor. Por lo mismo, se puede definir como una catequesis bíblica acerca del Obispo y la diaconía de la Palabra3.

La presente catequesis bíblica parte de la “palabra” en su relación con el oficio de enseñar en Israel (Capítulo II). Se tratan tres temas: el honor de Jesucristo y de los maestros de la Ley y los conflictos de autoridad y autenticidad de vida en relación con la enseñanza. El segundo tema se ocupa de Jesús en cuanto intérprete de la SSEE (Lc 24,25-27) y, el tercero, de Jesús en cuanto buen pastor que nutre con el alimento de su palabra (Jn 10,3.27-28).-

El Capítulo III se ocupa del munus docendi del Obispo, particularmente de la predicación del Evangelio. Las “formas de relación” del Obispo con la Iglesia son dos: por un lado, vive su sequela Christi en y con el Pueblo de Dios y, por otro, ante y para el Pueblo de Dios. Como discípulo en la Iglesia, el Obispo debe sentarse a los pies de Jesús como María de Betania (Lc 10,39) y, como Lidia de Filipos, abrir su corazón a la Palabra (Hch 16,14). La cariñosa relación con la SSEE mediante la Lectio divina le permite vivir «completamente sumiso a la Palabra de

1 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 26; 29; 31.2 JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 26; cfr. n° 47.3 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis (marzo 1992); CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero,

maestro de la Palabra, ministro de los Sacramentos y guía de la Comunidad ante el tercer milenio cristiano (marzo 1999); JUAN PABLO II, Pastores gregis. El Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo (octubre 2003); CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos (febrero 2004).

Page 5: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Dios» y a «la predicación del Evangelio»4. Ahora bien, porque está puesto al frente de la Iglesia como pastor del pueblo que se le encomendó, el Obispo debe proclamar la Palabra como el diácono Felipe (Hch 8,35) y ofrecerla como «agua viva» como Jesús a la mujer samaritana (Jn 4,10.14).

En el penúltimo Capítulo reflexionamos acerca de los desafíos que plantean las mega-tendencias socio-culturales a la predicación de la Buena Nueva. Se presentan tres desafíos: la diaconía a la verdad, a la comunión y a la evangelización.

El Capítulo V y último, presenta a la Virgen María como modelo para el Obispo de escucha de la Palabra por ser la mujer creyente que contempla al Verbo y lo acoge en su existencia.

II. JESÚS, PALABRA DEL PADRE

1. Jesús y maestros de la Ley en Israel, un espacio que ganar

Dos de los requerimientos fundamentales del ministro de la palabra es el anuncio autorizado y el anuncio auténtico del Evangelio5. La autoridad proviene de la misión canónica, y la autenticidad del testimonio de vida que avala lo que se predica: «El testimonio de vida es para el Obispo como un nuevo título de autoridad, que se añade al título objetivo recibido en la consagración. A la autoridad se une el prestigio. Ambos son necesarios»6.

Jesús enseñaba en el siglo I abriéndose un espacio entre los maestros de la Ley y enseñaba a interlocutores a los que debía demostrar que tenía autoridad para predicar, y una autoridad no sólo avalada por su coherencia de vida, sino por el Padre que lo envió. Por tanto, además de aspectos teológicos, Jesús desarrolla el ministerio de la palabra en un particular contexto socio-cultural que le exige demostrar que él es en Israel un maestro autorizado y auténtico, lo que en el siglo I equivale a decir un maestro revestido de honor.

La impresión básica que debieron tener los contemporáneos de Jesús oscilaba entre “profeta” (Mc 8,28) y “maestro” o “escriba” de la Ley (5,35; 10,17). En ambos casos se trata de “ministros de la palabra”. A la impresión básica seguía el discernimiento y -fruto del mismo- una convicción cada vez más común: Jesús, “profeta” y “maestro” de Israel, enseña con una autoridad nunca antes vista (Lc 4,32.36; 5,26). Los mismos escribas -que lo someten a intensos interrogatorios (Mc 10,2; 12,13-14) y a complejas cuestiones legales (Lc 12,13-14)- reconocen la veracidad de sus palabras (20,19; Mc 12,14). Sus respuestas evidencian la inconsistencia de sus adversarios a quienes dejaba callados y avergonzados (Mc 12,27.34.37; Lc 13,17). Su fama, por lo mismo, crece en poco tiempo y en muchos lados (Lc 4,14.37).

En la conciencia colectiva y religiosa de la gente de la época, Jesús es un maestro honorable a quien -por tanto- hay que escuchar y en quien hay que confiar.

4 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 28.5 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y

la vida de los presbíteros, 45.6 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 31.

Page 6: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

El honor (= “fama, buena reputación”) es el valor central de las sociedades semitas agrarias y pre-industriales del siglo I. Por “honor” se entiende el reconocimiento social que se reclama de la comunidad (familia, clan, aldea…) por formar parte de una familia o grupo honorable (honor asignado) o por haberse preparado para desempeñar una función tenida por honorable en dicha sociedad (honor adquirido). El honor en Israel determina el status social y la forma de relacionarse con superiores (Dios, autoridades), con iguales (familiares, paisanos) y con inferiores (siervos, esclavos, deudores), siempre conforme a los términos definidos por la comunidad.

Los escribas en tiempos de Jesús tienen asignado un altísimo honor a su función de intérpretes de la Ley y de las tradiciones de los antepasados (Mc 7,3). Ellos, nada menos, se ocupan de los fundamentos de Israel como pueblo de Dios: conocer y hacer conocer la Ley mosaica. Toda la gente, pues, reconocía y respetaba sin cuestionar el honor adscrito a tal función.

¿Qué ocurría con Jesús? Si el honor de maestro en Israel viene por asignación, ¿de dónde lo obtuvo Jesús?, ¿acaso hay en su familia escribas ilustres de quien aprendió la sabiduría de la Ley? Si el honor de maestro viene por adquisición, ¿en qué lugar y con quién aprendió la Ley y sus complejas tradiciones legales? (ver el caso de Pablo: Hch 22,3).

Jesús es originario de Nazaret, aldea sin figuración social (Jn 1,46), es hijo de un carpintero y de María, una mujer sencilla (Lc 4,22), y sus hermanos son “como nosotros” (Mc 6,2-3)… ¿Cómo puede ser maestro en Israel? No era extraño que con frecuencia le preguntaran: «¿Quién eres tú?» (Jn 8,25), o bien le reprocharan: «¿Por quién te tienes a ti mismo?» (8,53).

Jesús, sin ser rabino, aparece con el honor propio de un maestro de la Ley. Se trata de una apropiación indebida y grave, puesto que en aquella sociedad de bienes finitos no se adquiere el honor que conlleva el desempeño de una función sin quitárselo a otro.

La autoridad y autenticidad de su enseñanza le viene a Jesús tanto por asignación como por adquisición. Jesús es “el hijo primogénito” en la casa del Padre y no un esclavo (ver Jn 8,34-35) por lo que habla y obra de lo que ha visto hacer a su Padre (8,38.54-55; 15,15). Es allí, en la convivencia y comunión con su Padre, donde adquirió la verdad que transmite a los hombres (8,40). Lo que Jesús hace es porque su Padre lo envió (7,29), y lo que dice es porque de su Padre lo aprendió (6,45). Los signos que realiza como la derrota del pecado, de los espíritus impuros y de la muerte, revelan que es Hijo del Padre celestial (honor asignado) y que obra lo que aprendió de él y porque él lo envió (honor adquirido). La conciencia de Jesús es que «el Padre y yo somos uno» (10,30) y que «el Padre está en mí y yo en el Padre» (10,38). Por lo mismo, quien conoce a Jesús conoce también al Padre (14,6-11).

El honor de Jesús, por tanto, proviene de su identidad: es el Hijo querido del Padre celestial que sólo enseña lo que aprendió de él y hace sólo lo que a él le agrada (Jn 8,28-29). El relato del bautismo al comienzo de su ministerio público (Mc 1,9-11), además de fundamentales aspectos teológicos que aquí no vienen al caso, sustenta el honor de Jesús en su identidad: Yahveh, el Dios de Israel, es su Padre y él es su Hijo primogénito y amado, el único -por tanto- a quien hay que escuchar (9,7). Por eso no habla como un profeta (“Yahveh dice que…”) o un maestro más (“la Ley enseña que…”), sino que enseña en nombre propio (Mt 5,21ss: «Han

Page 7: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

oído… Pero yo les digo…»), perfeccionando la Ley y los Profetas hasta sus últimas consecuencias (5,17).

Jesús vive su conciencia filial en total sumisión a Dios, pues no ha venido a hacer su voluntad, sino la de su Padre (Jn 4,34). La vivencia radical de su condición filial es lo que produce en Jesús una vida en perfecta sintonía con el plan salvador de Yahveh y era eso precisamente lo que cautivaba a sus contemporáneos. Su palabra y su vida fueron signo diáfano e interpelante de lo que el Padre quería para Israel y la humanidad. Así, la misma vida de Jesús se transforma en su misión, y ésta no es otra cosa que su vida vivida en perfecta comunión con su Padre.

El Obispo, por tanto, es un maestro de la palabra que tiene el gran desafío de hacer honorable el ejercicio de su ministerio uniendo interna y dinámicamente su potestad jurídica objetiva con la santidad de vida7. El proceso es doble: por un lado, una predicación de la Palabra que se sustente en el cause fecundo de la fe apostólica, y -por otro- una permanente correspondencia de la vida con la palabra que se predica de forma que «nosotros, Obispos, seamos nuestra propia misión. Si no la realizáramos, no seríamos nosotros mismos»8. El episcopado «es realmente un honor cuando es servicio»9 que brota de la identidad con el Hijo a quien hay que escuchar y obedecer.

Hoy como ayer nada cautiva más que la coherencia entre lo que decimos y somos. Por tanto, se trata que el Obispo viva el ministerio de la Palabra imitando el modelo supremo que es Jesús, y Jesús en cuanto exegeta o hermeneuta del Padre y Buen Pastor de su rebaño.

2. Jesús, el exegeta: la interpretación de la palabra

Un segundo rasgo de Jesús es su sabiduría al interpretar la SSEE y explicar el plan salvífico de Dios contenido en la Ley, los Profetas y los Salmos (Lc 24,44). Jesús es el exegeta del Padre (Jn 1,18: exēgéomai) o hermeneuta (Lc 24,27: diermēneúō) de su voluntad consignada en la SSEE10.

Uno de los pasajes que mejor nos ayudan a conocer a Jesús-hermeneuta del Padre es el relato de los de Emaús (Lc 24,13-35). Veamos sus rasgos principales.

7 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 43: el Obispo tiene verdadera potestad, propia, ordinaria e inmediata, pero que ha de ser iluminada «por la luz del Buen Pastor y forjada según este modelo». Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 27; Código de Derecho Canónico, c. 381 § 1.

8 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 31. Cfr. sobre las cualidades humanas del Obispo, Pastores gregis, 43 y CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 47, y de los sacerdotes, Pastores dabo vobis, 26 y 43-44.

9 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 43.10 El verbo exēgéomai (Jn 1,18; Lc 24,35; Hch 10,8; 15,12.14; 21,19) se traduce por “dirigir, guiar, mostrar el

camino; extraer, explicar, exponer, interpretar; contar, narrar, referir al por menor”. El verbo diermēneúō (Lc 24,27; Hch 9,36; 1 Cor 12,30; 14,5.27) por “traducir, expresar en palabras, declarar; exponer, explicar”. El verbo hermēneúō (“interpretar, traducir, explicar”) se encuentra en Jn 1,38.42; 9,7 y Heb 7,2. Los dos últimos verbos se emplean cuando se explica o traduce un lenguaje oscuro y cuando se interpreta un texto antiguo, en particular los bíblicos.

Page 8: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Según dicho relato, Jesús como «maestro bueno» (Mc 10,17) y «buen pastor» (Jn 10,11) conduce a sus desanimados discípulos al reconocimiento del Resucitado, a la inserción en la comunidad y al testimonio pascual. Su figura de maestro y pastor se completa con otras funciones entre las que está la de “hermeneuta” o intérprete del misterio divino.

Jesús comienza interpelando la situación de los dos de Emaús (Lc 24,15-24). Como busca hacer de ellos «discípulo del Reino» (Mt 13,52), se convierte en maestro sabio, y mediante preguntas sin importancia aparente (Lc 24,17.19) los lleva a desvelar su íntima realidad de discípulos defraudados (24,19-24). Jesús-maestro se hace cargo de la realidad de los suyos acogiendo su tragedia y animándolos a contarla para poder sanarla (24,19). Al discípulo le corresponde la adhesión a Jesús-verdad que da sentido a sus sufrimientos, y la comunión con Jesús-vida que lo hace partícipe de la naturaleza divina (2 Pe 1,4).

Luego, Jesús-hermeneuta revela la voluntad del Padre contenida en la SSEE (Lc 24,25-28). Jesús es el intérprete por quien el Padre se ha dicho completa y verazmente (Jn 1,3.14), al punto que toda la Ley y los Profetas encuentran su cumplimiento en él (Mt 5,17-20; Heb 1,1-2), «gran Profeta» del Padre (Lc 7,16). Gracias a su explicación centrada en Moisés, los Profetas y los Salmos (24,27.44), Jesús-hermeneuta abre el sentido de la SSEE a los de Emaús (24,27.32; cfr. Hch 17,2-3) y les revela -como voluntad de Dios- aquello que debían aceptar acerca del Liberador de Israel (Lc 24,21; ver 24,45-47).

Interpretar un texto bíblico es “ex-poner” sus sentidos genuinos a los “ojos” del creyente (comprender) y colmar de entusiasmo y cariño su “corazón” (ardor) gracias a la revelación del plan divino de salvación consignado en la SSEE como voluntad del Padre (Lc 24,27.32).

Esta explicación que revela el plan salvífico de Dios, Jesús la logra mediante una lectura complexiva, mesiánica y significativa del Antiguo Testamento:

a. Complexiva: «Empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas…» (Lc 24,27). Esta lectura abarca toda la revelación contenida en el AT por lo que no cercena caprichosamente la Palabra de Dios.

b. Mesiánica: «Les explicó lo que decían de él…» (Lc 24,27). Esta lectura interpreta los textos en razón del Mesías y su obra salvadora (Lc 24,26), pues el fin de la antigua alianza «era preparar la venida de Cristo… y de su reino mesiánico, anunciarla proféticamente (24,44; Jn 5,39; 1 Pe 1,10), presentarla con diversas imágenes (1 Cor 10,11)»11.

c. Significativa: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24,32). Esta lectura interpela la vida concreta de los destinatarios de la Palabra, suscitando aquella luz que abre sus ojos y aquel gusto por la palabra revelada que sacia su corazón.

11 CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 15.

Page 9: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Escuchar la Palabra con el oído despierto, sin resistirse ni echarse atrás, «como los discípulos» (Is 50,4-5), genera la obediencia filial a Dios, esto es, la entrega confiada a los designios del Padre por el sólo hecho de que él es Padre y no va a defraudar a su hijo.

Luego, Jesús-sumo sacerdote celebra la fracción del pan y de inmediato los ojos de los de Emaús se abren (Lc 24,16) y reconocen que el mismo que había sido crucificado ha resucitado (24,21.30-31; ver 24,32). La fracción del pan o sacrificio eucarístico (22,19 y 24,30) es la obra de Jesús en cuanto Sumo Sacerdote (el oferente; Heb 2,14-18; 7,20-28) y Cordero del sacrificio (la ofrenda). Jesús, Sacerdote y Víctima, mediante la fracción del pan, otorga a los de Emaús la plenitud de la luz sobrenatural que les permite reconocer que él es el Mesías resucitado. La participación en la mesa de la Palabra y del Pan abren al discípulo al conocimiento íntegro del Señor resucitado entendido como adhesión vital, y recrean la capacidad de juicio y discernimiento para saber «cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rm 12,1-2)12.

Al final del encuentro con los de Emaús, Jesús-señor de los suyos y de la historia los envía como testigos (Lc 24,31-35). El Mesías resucitado ha sido constituido por Dios Señor de la vida y de la muerte (Flp 2,9-11), «Alfa y Omega» (Ap 21,6), «amén» del Padre, «testigo fiel y verdadero» (3,14). La soberanía celestial del Señor junto a su Padre (Hch 3,21) garantiza que su fuerza salvadora -que la Iglesia debe proclamar siempre- se haga presente en todo tiempo y lugar.

Jesús-hermeneuta hace exegetas a los de Emaús de aquello que les sucedió cuando iban de camino (Lc 24,35: exēgéomai). “Discípulo de Jesús” es quien relata y explica al por menor «los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros» (1,1-2; ver 24,48). Para esto, los de Emaús deben volver a Jerusalén para ser revestidos con la fuerza de los testigos, el Espíritu Santo que suscita la obediencia de fe (Hch 1,8; ver 5,29-32). La experiencia del Resucitado y la misión, la validará la comunidad apostólica (Lc 24,33-35).

3. Jesús, el buen pastor: la palabra de vida y comunión

3.1 El Obispo, buen pastor que ofrece el alimento de la palabra

La autorizada interpretación de la Sagrada Escritura por parte de Jesús, hermeneuta del Padre, finaliza revelando a los de Emaús que la voluntad salvífica de Dios es su inserción y comunión en la comunidad pascual del Resucitado, nuevo pueblo de la nueva alianza. Su función de hermeneuta del Padre se complementa con la de “buen pastor” de sus ovejas, las que rescata de la hegemonía de los malos pastores, las congrega y alimenta su comunión.

El Obispo, «enviado como pastor en nombre de Cristo para cuidar de una porción del Pueblo de Dios», lo debe hacer crecer «como una realidad de comunión en el Espíritu Santo» mediante la predicación del Evangelio y la celebración de la Eucaristía13.

12 Cfr. Doctrina de los Doce Apóstoles o Didajé, IX 3.13 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 43.

Page 10: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Por realizar esta misión, el Obispo debe anunciar aquella Palabra que confirme en la fe, reúna en torno al misterio de Dios y engendre vida14. No se trata de la Palabra de una persona privada, sino del pastor que, configurado plenamente con Cristo Sumo Sacerdote y Cabeza, posee para todo orden de cosas «una esencial e irrenunciable dimensión eclesial»15. Se trata, pues, de la fe transmitida por la Cabeza para nutrir su Cuerpo, es decir, de la fe apostólica que el Obispo debe explicar y confirmar. Por la misma razón, no puede ser anuncio de cualquier palabra, sino de aquella Palabra preñada de vida y poder de comunión, siguiendo -por un lado- el modelo de cómo lo hacía Jesús y anunciando -por otro- al mismo Jesús, Palabra plena del Padre. El Papa BENEDICTO XVI lo decía del modo siguiente: «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la iglesia en esta hora de nuestra historia»16.

3.2 Juan 9-10: malos y buenos pastores

En el NT, la imagen de Jesús buen pastor está magníficamente tratada en Juan 9-10. Se trata de dos capítulos que hay que leer en paralelo, el primero como antimodelo (Jn 9), y el segundo como modelo (Jn 10). A la luz de Juan 10 queda claro por qué fariseos y dirigentes de Israel presentados en Juan 9 son malos pastores: sacrifican al pueblo en provecho propio (Ez 34,1-6), no buscan al Señor (Jr 10,21), convirtiéndose en “guardianes ciegos”, “perros mudos”, “vigilantes perezosos”, preocupados sólo por sus intereses (Is 56,10-11). Palabras y acciones de los fariseos infunden miedo, destruyen y disgregan. En cambio, la palabra de Jesús, buen pastor, congrega a las ovejas dispersas de Israel y da vida al rebaño encomendado por su Padre17.

¿Qué es aquello que ofrece Jesús, Buen Pastor, para que su Palabra sea fuente de vida y comunión? ¡Esto es lo que debe ofrecer el Obispo al pueblo de Dios a él confiado!

3.3 La puerta y el redil

El pastor legítimo entra por la puerta «al redil» de las ovejas (Jn 10,1.16: aulê en griego). La puerta es Jesucristo (10,7). Se llama aulê, en cambio, no al “corral” de las ovejas, sino al espacio de encuentro del pueblo cuando asistía a la Tienda del Encuentro, al atrio del Tabernáculo (Ex 27,9) o a una casa particular (Lc 11,21; Jn 18,15). Aulê, fuera de Isaías 34,13, nunca se utiliza en la Biblia para “corral” de animales. Entrar al aulê, por tanto, es entrar “al redil, al aprisco, a la majada” para pastorear al pueblo de Dios. Quien ingrese o salga del redil de Dios por otra puerta que no sea su Hijo «es ladrón y bandido» (Jn 10,1).

El “redil” es el pueblo de Israel, regido por pastores de la antigua alianza que ejercen un gobierno tiránico sobre el rebaño de Dios, como los judíos de Juan 9. Estos pastores que se dedican a infundir miedo y a disgregar no han entrado por la puerta (Jesucristo) que ha abierto el 14 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29.15 JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 31.16 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005. 17 Una organización literaria de Juan 10 puede ser: a)- 10,1-6: introducción: “puerta”, “pastor” y “ovejas”;

b)- 10,7-10: explicación sobre la “puerta”; c)- 10,11-21: explicación sobre el “buen pastor” y controversia; d)- 10,22-39: explicación sobre las “ovejas que escuchan su voz” y controversia, y e)- 10,40-42: conclusión: el “nuevo éxodo”.

Page 11: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Guardián de Israel (Yahveh; Sal 121,5) y que conduce al pueblo de su propiedad (Israel como “redil” o aulê). El “mandato” (Jn 10,18: ẻntolē) que Jesús recibe de su Padre no es ofrecer más de lo mismo (la Ley mosaica), sino aquella palabra o “voz” (10,3.4.27) que libera y da vida a las ovejas (ver 1,17).

Jesús hace efectiva la comunión plena con Dios alimentando a su rebaño no ya con nomos (“ley”), sino con nomê o “pasto” substancioso (Jn 10,9)18. El “pasto substancioso” que ofrece Dios, Guardián de Israel, es su mismo hijo Jesús pan de vida (6,35.48-51) y palabra que salva de la muerte (8,51). Por tanto, el nuevo alimento del redil de Dios formado por las ovejas que escuchan la voz del Buen Pastor (10,3.25-27) es el Cuerpo y la Palabra del Mesías que otorgan vida en plenitud (10,10b.28).

¡Cristo, «Buen Pastor y Cabeza de los pastores»19, es «la ley» del Padre celestial! (1 Cor 9,21; Gál 6,2).

3.4 El pastor y las ovejas

Las ovejas reconocen en Jesús la fuente de Luz y Vida, quien las saca del pueblo de la antigua alianza y de sus instituciones20 y las rescata de sus malos pastores y del temor que infunden (Jn 9,22; ver 7,13; 19,38). En vez de desconocerlas y disgregarlas (9,34), las reúne como nuevo y único rebaño del Padre (10,16).

Las acciones de Jesús dan cumplimiento a los oráculos proféticos que prometen un buen pastor escatológico que reúna a las ovejas dispersas de Dios (Ez 34,11-12.31), las apaciente (34,15) y de su vida por ellas (Is 50,6-7; 52,13ss; 53,10-11).

Según estos oráculos, Jesús:

a. Entra en el pueblo de la antigua alianza, rescata a las ovejas que escuchan su voz de los malos pastores incapaces de generar vida y comunión, y las reúne en un sólo rebaño (Jn 10,3-4.16); Jesús «se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas»21.

b. Conoce a sus ovejas y las apacienta con alimentos (su Palabra y su Cuerpo) que dan vida en abundancia (Jn 10,3.9-10.27-28); una de las características fundamentales del pastor «debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está»22.

c. Da su vida para que sus ovejas no perezcan a causa de los lobos (Jn 10,11.15) o “falsos profetas” (Mt 7,15): «No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el

18 Se trata de un juego de palabras, recurso frecuente en Juan, entre nomos (“ley”) y nomê (“pasto”).19 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 66.20 Del Templo de Jerusalén, por ejemplo (comparar Jn 10,3c con 2,15).21 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005.22 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005.

Page 12: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

distintivo de Dios: él mismo es amor… El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por crucificadores»23.

La palabra del Buen Pastor saca a sus ovejas de un redil que no les corresponde (de la institución judía; Jn 10,3) y él mismo se pone delante de ellas y las guías a pastos y aguas substanciosas (10,4.27-28). Las ovejas que conocen su voz lo siguen, como el ciego expulsado de la sinagoga (9,34), y nunca seguirán a un extraño «porque su voz les resulta desconocida» (10,5). Otras ovejas, en cambio, como los padres del ciego (9,22), se mantienen en el antiguo sistema legal/cultual representado por el mundo judío/fariseo.

Jesús viene a generar en quien lo escucha una nueva relación con Dios en una nueva comunidad (Jn 15,16) y bajo la hegemonía de un nuevo Pastor (Nm 27,16-17). Esta comunidad, suscitada y reunida por el Mesías, contará con pastores legítimos que con el pan de la Palabra alimenten en las ovejas el conocimiento de su Pastor mesiánico y animen su seguimiento (Jn 10,14-15; ver Fil 3,1b-11).

El contenido del “conocer joánico” se especifica en Juan 10 con “llamar por el nombre” y “escuchar su voz” (Jn 10,3). El mal pastor, en cambio, no conoce a sus ovejas ni éstas lo siguen porque es la voz de un extraño.

“Conocer” (yāda‛ - ginóskō) es un verbo cargado de densidad teológica en la literatura bíblica. En el evangelio de Juan indica una relación personal mediante palabras y obras por las que pastor y ovejas se dicen (“conocer la voz”) y acogen (“conocer el nombre”), se tratan con amor y dan la vida por el otro (Jn 10,15; 17,25-26). “Conocerse mutuamente”, según san Juan, es vivir en comunión de vida plena (17,3), y su efecto inmediato es el seguimiento del Pastor (10,27). Este re-conocerse lo obra el Espíritu y no causas humanas (simpatía, mismo trabajo, mismas aspiraciones...). La comunión profunda entre los discípulos del Buen Pastor se da en virtud de la inhabitación de un mismo Espíritu que genera la vida (3,5-6; 6,63) del Padre (1,12-13; 6,57) y que éste regala por su Hijo (1,4; 5,21.26).

La voz del Obispo que ha entrado por la puerta ofrece el alimento de la Palabra cuando suscita y anima comunidades que cada vez más y mejor escuchen la voz de Jesucristo, buen pastor. Por lo mismo, es una palabra que -«como misionero del Evangelio… y con pasión de pastor»24- propicia y alienta el conocimiento del Buen Pastor y favorece su seguimiento fiel.

III. LA ESPIRITUALIDAD DE LA PALABRA PROPIA DEL OBISPO

1. El Obispo, discípulo de Jesús en y con el Pueblo de Dios

1.1 El Obispo, discípulo de Jesús en la Iglesia

La misión de la Iglesia es anunciar a Jesucristo para suscitar la fe y la conversión (Rm 10,17) y edificar el Cuerpo de Cristo, dones espirituales que el Padre regala por el anuncio del

23 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005.24 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 66.

12

Page 13: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

«Evangelio de Dios» que fecunda su Espíritu25. La identidad y vocación más profunda de la Iglesia es evangelizar26, y el medio privilegiado para hacerlo es la predicación de la Palabra: «En el plan de Dios la predicación de la Palabra es normalmente el canal privilegiado para la transmisión de la fe y para la misión de evangelización»27.

El anuncio de Jesucristo, misión de toda la Iglesia, «lo es por título especial de los Obispos»28, porque ellos son los «transmisores de la doctrina apostólica»29, los «pregoneros de la fe», «los maestros auténticos» dotados de la autoridad de Cristo30. El principal servicio de los Obispos, por tanto, es proclamar la Palabra a tiempo y a destiempo (2 Tim 4,2). Tan importante es este ministerio que todas sus actividades debieran orientarse a tal servicio31.

El camino específico de espiritualidad propio del Obispo en relación con la Palabra32

viene exigido -como para el sacerdote- por su condición de discípulo de Jesús y de apóstol del Evangelio; encuentra, por tanto, su fundamento último en la posición eclesial que el Obispo ocupa en el seno del pueblo de Dios.

Porque fue instituido pastor al frente de la Iglesia en virtud del Sacramento del Orden que recibió en plenitud, vive para la Iglesia («ser para los otros»)33 por lo que ha de proclamar el Evangelio al pueblo de Dios que le fue confiado. Sin embargo, sólo lo anunciará con autenticidad si toma conciencia que -en virtud del Sacramento del Bautismo- no ha dejado de ser discípulo de Jesús en la Iglesia («ser con ellos»)34 y -por lo mismo- ha de escuchar la Palabra y dejarse “arropar” por ella35. No se trata, por tanto, sólo de «una existencia, sino también de una pro-existencia, esto es, de un vivir inspirado en el modelo supremo que es Cristo Señor», quien se entrega totalmente «a la adoración del Padre y al servicio de los hermanos»36.

El Obispo, discípulo de Jesús, debe ser «el primero en tener una gran familiaridad personal» con la Palabra; en realidad, es «el primer “creyente” de la Palabra» por lo que ha de acercarse a ella «con un corazón dócil y orante», sabiendo «que las palabras de su ministerio no son “suyas”, sino de Aquél que lo ha enviado»37. Porque es ministro de la Palabra de Dios, el

25 CONCILIO VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 4. Cfr. Código de Derecho Canónico, 764.26 Cfr. PABLO VI, Evangelii nuntiandi, 14.27 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 46. Cfr. PABLO

VI, Evangelii nuntiandi, 68.28 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 26. Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio

pastoral de los Obispos, nº 57.29 CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 25. Cfr. Código de Derecho Canónico, 763; CONGREGACIÓN PARA

LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, nsº 123-124; PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 93.

30 CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 25. Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 26.31 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 31.32 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 13.33 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 10. Cfr. Pastores dabo vobis, 16; cfr. nsº 15 y 35.34 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 10. Cfr. Pastores dabo vobis, 16.35 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 28.36 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 13.37 JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 26. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 13;

CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero, maestro de la palabra, ministro de los sacramentos y guía

13

Page 14: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Obispo se hace discípulo de ella creciendo sostenidamente en la conciencia permanente de su necesidad de ser evangelizado por la Palabra, para que sus labios enseñen lo que su corazón cree y espera (Mt 12,34; Rm 10,8-12).

El ser para los otros (pro-existencia), de ningún modo desarraiga al Obispo de su ser con los otros (existencia)38 por lo que “con ellos en la Iglesia” tiene el derecho y el deber de escuchar la Palabra y de hacerlo en el seno fecundo de la comunidad post-pascual y desde y para la vida. En palabras de san AGUSTÍN, Obispo de Hipona y gran pastor: «Considerando el puesto que ocupamos, para ustedes somos sus maestros, pero respecto al único maestro, somos con ustedes condiscípulos en la misma escuela»39. La mínima exigencia de coherencia es que el Obispo proclame la Palabra que él primero ha escuchado, esforzándose por practicarla.

La vida pastoral al frente de la Iglesia como pastor y la vida cristiana en la Iglesia como discípulo no son dos estados distintos en la existencia del Obispo, sino que -por santidad de vida y exigencia de un servicio evangélicamente coherente- deben conformar una y la misma realidad de tal manera que -en expresión de JUAN PABLO II- «nosotros, Obispos, somos nuestra propia misión», y a tal punto que «si no la realizáramos no seríamos nosotros mismo»40. Es decir, y en palabras de BENEDICTO XVI, «nosotros existimos para enseñar a Dios a los hombres»41.

Vamos a destacar dos rasgos de la espiritualidad de la Palabra que le atañen al Obispo en cuanto discípulo en la Iglesia:

a. Se sienta a los pies del Maestro como María de Betania (Lc 10,39), y b. Abre su corazón a la Palabra como Lidia de Filipos (Hch 16,14).

Ambas disposiciones espirituales son indispensables para alimentar su identidad de discípulo de Jesús en la Iglesia y ambas encuentran su cauce natural en el diálogo con el Maestro en la Lectio divina, ejercicio orante y eclesial que convierte la Palabra en regazo materno donde el Obispo “debe vivir”. De aquí el tercer acápite sobre la Lectio divina.

1.2 Como María de Betania, el Obispo se sienta a los pies del Maestro

“Sentarse a los pies” de Jesús es una de las metáforas que mejor describe la identidad del discípulo. Quien no se sienta a los pies de Jesús pone en peligro su ser de tal por no escuchar a su Señor (Lc 10,41-42).

de la comunidad ante el tercer milenio cristiano, págs. 14-16.38 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 44.39 En. In Ps. 126,3; también san AGUSTÍN: «Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para ustedes, por otro

me consuela lo que soy con ustedes. Soy obispo para ustedes, soy cristiano con ustedes. La condición de obispo connota una obligación, la del cristiano un don; la primera un peligro, la segunda una salvación» (Sermo 340,1). San GREGORIO NACIANCENO, por su parte, enseña: «Antes purificarse, después purificar, antes dejarse instruir por la sabiduría, después instruir, convertirse primero en luz y después iluminar, primero acercarse a Dios y después conducir a los otros a él, primero ser santos y después santificar».

40 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 31. 41 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005.

14

Page 15: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

La verdadera familia de Jesús son aquellos que “se sientan a su alrededor” a escuchar su palabra (Mc 3,31-35) y no los parientes (los de su sangre) que llegan a buscarlo porque estiman que los deshonra (3,20-21) ni los maestros de la Ley venidos de Jerusalén (los de su raza) que piensan que está endemoniado (3,22). Su nueva familia son los discípulos que se sientan a sus pies y lo aceptan como Mesías de Dios. Junto con la itinerancia y la persecución, la ruptura con la familia por el anuncio del Reino (Mt 10,34-39; Lc 9,59-62; 18,28-30) son las notas distintivas del discípulo del Mesías respecto a los discípulos de otros maestros.

En el relato de Marta y María (Lc 10,38-42), aquella representa a los cristianos venidos del judaísmo todavía atados al cumplimiento de la ley mosaica y a las tradiciones judías. María, en cambio, a los cristianos (judíos o no) que ya han operado el corte radical entre lo antiguo y lo nuevo (Mt 9,16-17), por lo que les importa escuchar al Mesías más que las tradiciones legales y proféticas que hablaban del Ungido por venir (ver Lc 24,27; Hch 17,2-3; 18,28). Mientras los primeros siguen siendo discípulos de la Ley, los segundos son los auténticos discípulos del Reino (Mt 13,52) que aceptan y viven «todo el plan de Dios» (Hch 20,27).

Marta, la dueña de casa, «está atareada» con todo el servicio que exige una buena hospitalidad (Lc 10,40a). Dos verbos describen el ánimo de Marta: anda inquieta (10,41b) y afligida (10,41c)42. María, en cambio, escapa a la exigencia de las cosas y acepta la lógica de Dios por lo que sentada escucha a su «Hijo elegido» (9,35). Mientras Marta se afana por alimentar al Maestro con una febril actividad, María por alimentarse del Maestro sentada a sus pies. Recurriendo a metáforas del AT, María alimenta sus entrañas con la Palabra de Dios porque es más dulce que la miel (Ez 3,1-3), las devora porque son el gozo y la alegría de su corazón (Jr 15,16).

María, pues, se sienta a los pies de Jesús para escuchar su palabra (Lc 10,39). Los verbos griegos “escuchar” (akoúō) y “obedecer” (yp-akoúō) comparten la misma raíz, razón por la cual muchas veces en la SSEE “escuchar” significa simplemente obedecer. Escuchar a Jesús se convierte en Lucas en obedecer a Dios aceptando de corazón que Jesús es su Mesías y su Hijo. Escuchar-obedecer es la disposición fundamental de un discípulo de Jesús.

El «cristiano» (Hch 11,26) escucha-obedece a Dios y su Palabra, y como la Palabra de Dios es su Verbo, “escuchar a Dios” se convierte en “estar con Jesucristo” (vocación; Mc 3,13; Hch 4,13) y “seguir tras él” (Mt 4,20.22; 8,19; Lc 5,11) para conocer “su camino” (formación; Hch 9,2; 18,26; 19,23), y llegar a ser “su testigo” (misión; 1,22; 4,20; 5,32). Todo lo demás se transforma en relativo y prescindible (Lc 12,31-33).

La propuesta de Jesús a sus discípulos es la comunión íntima de vida y de destino que se nutre en diálogo con la Palabra, escuchándose y ofreciéndose (Heb 1,1-4; ver Hch 26,18).

La escucha del Señor configura todas aquellas disposiciones esenciales para el seguimiento radical de Jesús, puesto que discípulo de Jesús es quien…

42 Los verbos son merimnáō: “estar inquieto, preocupado, afanado”, y thorybázō: “estar molesto, turbado, afligido” (Lc 10,41).

15

Page 16: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

a. Obedece cuando escucha la palabra de su Señor para ponerla en práctica (Mt 7,21; Lc 11,28; Jn 12,47).

b. Ama cuando escucha la palabra de su Señor para vivir con generosidad su vocación filial y fraternal (Jn 10,16.27).

c. Contempla cuando escucha la palabra de su Señor guardándola en su corazón como la Virgen María (Lc 2,19; Mt 11,4-6; 13,16-17).

d. Cree cuando escucha la palabra de su Señor confiando en él (Hch 16,32.34; 17,2-4; Jn 8,43-45).

El discípulo que escucha ofrece su existencia en diálogo de comunión con el Maestro. Quien se afana por la actividad termina destruyendo las disposiciones que exige el seguimiento del Señor: la obediencia, el amor, la contemplación y la fe.

1.3 Como Lidia de Filipos, el Obispo abre su corazón a la Palabra

La segunda disposición indispensable del Obispo que busca vivir su fe como discípulo de Jesús en la Iglesia es abrir el corazón a la Palabra, don espiritual que viene de Dios. El modelo de cómo el Señor abre el corazón para recibir la Palabra de salvación es LIDIA (Hch 16,11-15), una mujer prosélita que vivía en Filipos.

LIDIA se destaca en los Hechos de los Apóstoles por su hospitalidad y su fe en Yahveh, Dios de Israel (Hch 16,15.40) y, cuando se convierte, por su adhesión al Mesías (16,14). Un día sábado, cuando escucha a Pablo que anuncia «el camino de la salvación» (14,17), el Señor «le abre el corazón para que acepte» la enseñanza del apóstol de los gentiles (16,14). Con su conversión y la de los suyos se inicia la primera comunidad cristiana en Filipos.

El “corazón” representa en el mundo bíblico el centro de la persona donde “se guardan” -como en una “bodega” (2 Cor 7,2-3)- pensamientos y sentimientos, decisiones y recuerdos. Porque el corazón es la sede de la inteligencia y de los afectos es posible la comprensión de lo que nos rodea y sucede, y la relación de amor u odio con los otros. Porque el corazón es la sede de la voluntad son posibles las decisiones, y por ser la sede de la memoria allí se almacena -como en un baúl- el recuerdo de palabras y hechos valiosos (Lc 2,19.50-51), como la Ley (Dt 6,6) y el éxodo de Egipto (6,12).

Al abrir el corazón de LIDIA, Dios dispone para sí su inteligencia y afectos, voluntad y memoria a la predicación de Pablo para que acoja a Jesús y su obra redentora (Rm 10,9-10). Lo contrario al hombre de corazón abierto es el de “corazón obstinado” que -por incrédulo y rebelde- rechaza el plan salvador de Dios (2,5-8), y el de “corazón impuro” que -al debilitar o perder la fe (Hch 28,23-28; 2 Tes 3,2)- se aleja «del Dios vivo» (Heb 3,12).

Abrir el corazón, por tanto, es la obra de Dios que extirpa del creyente toda obstinación e impureza, purificándolo de toda maldad y dominio de falsos dioses (Ap 2,20-25; ver Sal 51,12) y recreando en “su corazón” aquello que favorece la comunión con el «verdadero Dios» (Hch 16,14). Por esto, abrir el corazón es la acción divina que cambia el “corazón de piedra” por un «corazón sincero» animado de una «fe auténtica» (1 Tim 1,5), y la “conciencia impura” por una «conciencia limpia» (3,9) purificada «de todo mal» (Heb 10,22; Rm 14,20). Sólo este corazón

16

Page 17: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

transformado por Dios es capaz de escuchar la Palabra y dar frutos de justicia, caridad y paz (2 Tim 2,22; Tit 2,14).

Por su condición de con-discípulo en la Iglesia, el Obispo -como LIDIA- está llamado a escuchar-obedecer la Palabra de su Señor. Para esto, debe disponerse a que Dios continuamente abra su corazón y derrote toda forma de maldad e idolatría en él, convirtiendo su “corazón” o “conciencia” en tierra buena para la semilla de la Buena Nueva (Mc 4,13-20).

Por ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos sus hermanos en la fe. Uno de los medios privilegiados es la Lectio divina.

1.4 La Palabra, “regazo materno” del Obispo: la Lectio divina

1.4.1 La Palabra de Dios, “regazo materno” del Obispo:

Entre los medios de espiritualidad cristiana en el crecimiento en el discipulado del Obispo está, en primer lugar, «la lectura meditada y orante de la Palabra de Dios» entendida como «escucha humilde y llena de amor» a Dios que habla por la SSEE43. Sólo podrá transmitir la Palabra a sus hermanos si el Obispo se hace oyente de la misma, es decir, si busca estar «“dentro de” la Palabra, para dejarse proteger y alimentar como en un regazo materno»44.

Esta metáfora de JUAN PABLO II es de gran potencia sugestiva. Para que la Palabra de Dios sea «guía y alimento de la santidad» del Obispo45 tiene que hacerla como su regazo materno donde permanece para convertirse en perfecto discípulo del Señor, y desde donde sale para ser heraldo de la Buena Nueva de la salvación46. Si “en este regazo no se permanece” (contemplación) ni “de este regazo se sale” (misión) es imposible la primacía de la oración y de la santidad47.

El Obispo hace de la Palabra de Dios un “regazo materno” cuando, por lo menos: a) estudia atenta y asiduamente la Escritura, y b) la medita y ora para escucharla en su interior.

Nos ocupamos de esto último.

1.4.2 La Lectio divina:

El método de la Lectio divina se remonta a GUIGO, un monje cartujo que murió en 1188. En su carta sobre la vida contemplativa a su amigo GERVASIO llamada «La escalera de los Monjes» indica las cuatro gradas para pasar de la tierra al cielo:

43 JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 47. Cfr. Pastores gregis, 15; Ecclesia in America, 31.44 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 15.45 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 15.46 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 18; JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 26.47 Cfr. JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 39.

17

Page 18: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

a. La lectura: «Un cuidadoso examen de las Escrituras que procede de un esfuerzo del entendimiento».

b. La meditación: «Es obra de la mente que se aplica a profundizar en la verdad más oculta, bajo la guía de la propia razón».

c. La oración: «Es un esfuerzo amante del corazón en Dios a fin de extirpar el mal y alcanzar el bien», y

d. La contemplación: «Es como la elevación del alma por encima de sí misma, que suspendida en Dios, saborea las delicias de la dulzura eterna».

La Lectio divina es un método de lectura orante y eclesial de la SSEE para familiarizarse con Dios48 y «conocer su corazón a través de las palabras del mismo Dios» (GREGORIO MAGNO). Como conduce al encuentro con Jesús (contemplación) y al testimonio de Jesús (misión) debería ser uno de los instrumentos habituales de la pastoral ordinaria49.

El encuentro con Jesucristo vivo mediante la SSEE se funda en la naturaleza de la Biblia y en su función en la vida de la Iglesia. De aquí derivan los cuatro clásicos pasos de la Lectio divina descritos por GUIGO y que el presente esquema muestra:

Sagrada Escritura…

Naturaleza Función

Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo confiada a la Iglesia para la salvación

Leer

Meditar

Orar

Contemplarpara actuar

¿Qué dice el texto bíblico? ¿Qué me dice el Señor por su Palabra?

¿Qué le digo al Señor movido por su

Palabra?

¿A qué conversión y acciones me invita el

Señor?

INTERPRETAR

Dimensiónsapiencial o cognoscitiva

ACTUALIZAR

Dimensióncomunional o dialogal

TESTIMONIAR

Dimensiónmisional o evangeliz.

ASÍ…El mensaje de Dios… interpela nuestra vida… suscita la oración… y nos señala caminos de

conversión y acción.

Tres son los acercamientos a la Biblia exigidos por las tres afirmaciones destacadas:

48 La lectura de la Palabra de Dios «produce la asiduidad, la asiduidad produce la familiaridad, la familiaridad produce y acrecienta la fe», san JERÓNIMO, Carta 45,2.

49 Cfr. JUAN PABLO II, Ecclesia in America, 8 y 12.

18

Page 19: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

a. Porque es Palabra escrita de Dios hay que interpretar la Sagrada Escritura escudriñando lo que los autores «querían decir» y lo que Dios «quiso comunicarnos» (dimensión sapiencial o cognoscitiva)50.

b. Porque está inspirada por el Espíritu Santo hay que actualizar el mensaje bíblico mediante el ejercicio espiritual de la meditación (Palabra que interpela la vida) y de la oración (vida que se ofrece al Verbo; dimensión comunional)51, y

c. Porque está confiada a la Iglesia para nuestra salvación hay que actuar o practicar la verdad salvífica como extensión lógica de la contemplación auténtica (dimensión misional).

Sin dejar de complementarse, pues uno no se entiende sin los otros, cada paso o momento de la Lectio divina tiene su propia fisonomía. Los tres primeros alcanzan su plenitud en el último, en la contemplación del Rostro del Padre que es Jesucristo, fuente de conversión y de acción evangelizadora.

1.4.3 Leer…

La finalidad es descubrir los sentidos genuinos del pasaje bíblico. Para ello, se responde a la pregunta “¿qué dice el texto bíblico”? Se trata de una mirada atenta al texto inspirado para des-velarlo como Palabra de Dios consignada en lenguaje humano52. Esta mirada nos abre a la verdad salvífica de la SSEE53, esto es a su dimensión sapiencial o cognoscitiva.

1.4.4 Meditar…

La finalidad es acoger la Palabra de Dios como mensaje que anima e interpela la vida personal y comunitaria. Meditar es poner mi historia y mi situación actual bajo la luz y fuerza del mensaje divino. Que la Palabra ilumine motivaciones y acciones, que discierna mi quehacer a la luz del mensaje de Dios: ¡dejo a Dios “ser Padre”! Se requiere de valentía, sobre todo cuando la realidad es dolorosa. La obra es del Espíritu quien fecunda las facultades espirituales del orante para buscar caminos reales de conversión. Urge amar mucho a Jesús para vivir en fidelidad creciente. La pregunta que conduce este segundo paso es: “¿qué me dice (o “nos dice”) el Señor?”.

1.4.5 Orar…

La finalidad es dialogar con Jesús, para impregnarse de sus mismos sentimientos (Fil 2,5)54. Orar la SSEE es “involucrarse cordialmente” (con el corazón) en la historia de la salvación, “sumergiéndose” en las palabras y acciones de sus protagonistas, particularmente de Jesús, y así -como hijo en el Hijo- «ocuparme de los asuntos de mi Padre» (Lc 2,49). La pregunta

50 CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum 12.51 Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, págs. 87 y 110.52 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 12.53 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 6.54 San AMBROSIO: «A él hablamos cuando oramos; a él oímos cuando leemos su Palabra».

19

Page 20: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

que guía este paso de la Lectio se puede formular así: “¿qué le digo al Señor motivado por su Palabra?”.

Este tercer paso (oración) como el anterior (meditación) se viven con la certeza que la SSEE es mediación de comunicación con Dios, quien se ofrece a sí mismo y sus dones por su palabra escrita inspirada por el Espíritu. La oferta de diálogo del Señor resucitado con su discípulo es la dimensión comunional de la Biblia.

1.4.6 Contemplar…

Contemplar a Jesús -que «no es un privilegio de unos cuantos en la Iglesia»55- es dejarme mirar con amor por él (Mc 10,21), disponiéndome para que me arrebate hasta él de tal forma que el Señor, aceptado por «la obediencia de fe» (Rm 16,26), transforme la vida. Entonces, el Verbo de Dios purifica mis pecados y yerros y me integra, iluminado y transformado, al quehacer personal y social. El creyente que contempla el Rostro del Nazareno descubre su propio misterio56. La pregunta que inspira este último paso es “¿a qué conversión y acciones me invita la mirada misericordiosa del Señor sobre mí?”.

La auténtica contemplación se valida por la transformación de la vida y los esfuerzos por hacer una sociedad más justa: «La contemplación no sólo medita el mensaje, sino que también lo realiza; no sólo oye, sino que lo pone en práctica. No separa los dos aspectos: dice y hace, enseña y anima, es luz y fuerza»57. La auténtica contemplación impulsa la dimensión misional porque la Palabra se hace historia de salvación en la propia vida convirtiéndola en testimonio diáfano -en medio de las realidades de este mundo- de los bienes escatológicos (Mt 6,19-21).

2. El Obispo, ministro frente y para el Pueblo de Dios

2.1 El Obispo, pastor de la Iglesia como Jesús, buen pastor

El segundo rasgo específico de espiritualidad propio del Obispo en relación con la Palabra se deriva de su segunda posición eclesial en el pueblo de Dios: instituido Pastor y Cabeza como sucesor de los apóstoles al frente del pueblo de Dios.

En virtud de la plena configuración sacramental con Jesucristo, Buen Pastor y Cabeza de su Cuerpo, el Obispo está puesto al frente de la Iglesia y vive para ella. Su misión es extender el servicio propio de Jesús a su Cuerpo en cuanto Buen Pastor y Hermeneuta del Padre.

Por tanto, tarea esencial del Obispo que actúa in persona Christi Capitis es edificar el Cuerpo de Cristo mediante el anuncio autorizado de la Palabra58, a tiempo y a destiempo, y

55 JUAN PABLO II, Ecclesia in America, 29.56 Cfr. JUAN PABLO II, Redemptor hominis, 10; CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 22.57 CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA, PASTORAL BÍBLICA: «Los cuatro momentos de la lectio divina»,

La Palabra hoy 108 (2003) 61.58 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29; ver n° 6; CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el

ministerio pastoral de los Obispos, 119-120.

20

Page 21: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

custodiar con fidelidad el depósito de la verdad salvífica con el fin de introducir a su pueblo «en el corazón del misterio de la fe» y edificarlo en ella59.

Para esto el Obispo fue puesto al frente de la Iglesia como «el primer predicador del Evangelio»60, el maestro auténtico y el testigo de la verdad divina y católica, revestido de la autoridad de Cristo (ver Jr 1,9-10)61. Para esto, y porque participa de la sucesión apostólica, el Obispo posee «un carisma cierto de verdad» y a él le corresponde interpretar la Palabra de Dios y juzgar según ella62. Para esto tiene «la responsabilidad de la verdad» por lo que su testimonio del depósito de la fe ha de ser directo y creíble63. Tal como a Pedro, Jesús le ordeno remar mar adentro y echar la red, signo de su constitución como «pescador de hombres» (Lc 5,4.10), así también hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles «que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera»64. Esta diaconía de la verdad ha de realizarla personalmente, con parresía y confianza, frutos de la acción del Espíritu Santo (Hch 4,31)65.

El anuncio de la Palabra «en el seno de la comunidad y ante ella, ya no es simplemente palabra del Obispo como persona privada, sino del Pastor que confirma en la fe, reúne en torno al misterio de Dios y engendra vida»66.

Dos nuevos rasgos del camino específico de la espiritualidad del Obispo en cuanto ministro de la Palabra al frente de la Iglesia se destacan:

a. Proclama a Jesucristo como Buena Nueva de Dios según las Escrituras, imitando a Felipe, el diácono (Hch 8,35), y

b. Ofrece la Palabra como agua viva que calma la sed de Dios, imitando a Jesús en su catequesis a la mujer samaritana (Jn 4,10).

Manifestación de paternidad episcopal es explicar la Sagrada Escritura al pueblo de Dios generando la vida de la Palabra en el corazón del discípulo, esto es, haciendo que ella sea “agua viva” que sacia la sed de Dios.

2.2 Como Felipe, el diácono, el Obispo proclama la buena noticia de Jesucristo

Al regreso de una peregrinación a Jerusalén, un funcionario etíope responsable de los tesoros de Candace, reina de Etiopía, y temeroso de Dios, lee un pasaje de la Escritura que no logra entender (Hch 8,28.31).

59 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 27. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 24-25.60 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 26.61 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29; CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio

pastoral de los Obispos, 119.62 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 126.63 JUAN PABLO II al sexto grupo de Obispos estadounidenses en visita ad limina, junio del 2004.64 BENEDICTO XVI, Homilía 24 de Abril 2005.65 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 66.66 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29. Cfr. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y

la vida de los presbíteros, 45.

21

Page 22: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Felipe, uno de los primeros diáconos (Hch 6,5), recibe la orden del Señor por medio de un ángel para que se dirija al camino por donde viaja el funcionario y lo instruya en lo que lee (8,29-30). Lo que el etíope no entiende es un importante pasaje bíblico que habla de la obra redentora de Dios mediante su Siervo quien, como sacrificio expiatorio, entrega su vida para curar nuestras rebeldías (Is 53,7-8). Si nadie lo orienta o guía (Hch 8,31; 13,7), ¿cómo va a comprender el texto bíblico? El funcionario le pregunta a Felipe: «A quién se refiere el profeta, ¿a sí mismo o a otro?» (8,34). Felipe, partiendo del texto de la Escritura, le anuncia «la buena noticia del Reino de Dios y de Jesucristo» (8,12). Luego, cuando encuentran agua, el etíope es bautizado y, sin Felipe, continúa alegre su camino (8,39).

Quien impulsa a Felipe a anunciar al etíope la Buena Noticia de Jesucristo es el Espíritu del Señor que lo pone ante la persona escogida (Hch 8,26.29.39-40). Su catequesis consiste en desentrañar el misterio del Mesías a partir de un pasaje de Isaías.

El relato del encuentro de Felipe con el etíope centrado en la SSEE (Hch 8,26-40) nos muestra que:

a. No siempre es fácil comprender un texto bíblico porque hay que tener en cuenta los significados de los términos y el sentido de los acontecimientos conforme la mentalidad del autor que escribió y de Dios que mediante esas palabras revela su misterio67. La SSEE necesita un esfuerzo de interpretación para «discernir con precisión los sentidos de los textos bíblicos en su contexto propio»68, lo que requiere de la ayuda de alguien o de subsidios bíblicos.

b. La catequesis acerca de Jesucristo se funda en la Palabra de Dios consignada en la Escritura. Por ser un «texto inspirado por Dios»69 no se trata de cualquier explicación de la SSEE, sino de aquella que conduzca al encuentro personal con Jesús, Mesías e Hijo de Dios, de forma que creyendo en él se «tenga vida eterna» (Jn 20,30-31).

c. El encuentro con la Palabra se completa con la celebración del sacramento (Hch 8,38) que ilumina interiormente -gracias al don del Espíritu- el corazón del funcionario etíope (Lc 24,30-31), haciendo posible la adhesión plena de fe y el gozo de la salvación.

Los fieles cristianos requieren para el conocimiento de Dios de preparados Obispos-heraldos-de-la-Palabra que, como Felipe, animados por el Espíritu, les ayuden a descubrir los sentidos genuinos de la Sagrada Escritura para que ella sea el regazo materno que nutra la comunión y la evangelización. ¡Esta es tarea prioritaria del Obispo!

67 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum 12; PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 75.

68 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 105. En los nsº 75 y 79 se trata: a)- del sentido literal del texto, es decir, de aquel sentido «que ha sido expresado directamente por los autores humanos inspirados», y b)- del sentido pleno del texto, es decir, de aquel «sentido profundo del texto, querido por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano».

69 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 102.

22

Page 23: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Como heraldo, el Obispo cuenta -por lo menos- con tres formas específicas de anuncio de la Palabra: el kerigma, la catequesis y la homilía70. Todas estas formas se inspiran en la SSEE (Hch 28,23) y están al servicio de la Palabra de Dios71.

El kerigma es el primer y fundamental anuncio de fe conforme a la tradición apostólica: Jesús de Nazaret es el Ungido de Dios muerto y resucitado, según las Escrituras, y constituido por Dios Señor y Salvador; todo el que crea en él y se convierta alcanzará la salvación (1 Cor 15,3-5; Hch 4,12). El kerigma, siempre necesario, es «más urgente aún en la situación actual, caracterizada por la indiferencia y la ignorancia religiosa de muchos cristianos»72.

La catequesis, parte destacada de la misión evangelizadora, es el desarrollo de «la inteligencia del misterio de Cristo a la luz de la Palabra, para que el hombre entero sea impregnado por ella»73. Es, pues, dentro del proyecto orgánico de evangelización, «un instrumento privilegiado de enseñanza y maduración de la fe»74. Por su misma naturaleza, la catequesis debe siempre extraer su contenido «de la fuente viva de la Palabra de Dios transmitida mediante la Tradición y la Escritura»75, Palabra que transmitirá «de modo completo e íntegro… con todo su significado y su fuerza»76. El Obispo es en su Diócesis el «primer responsable de la catequesis, el catequista por excelencia»77, quien -con «pasión de pastor»78- suscita en sus agentes pastorales «una auténtica pasión por la catequesis»79.

La homilía80, que sobresale entre las formas de predicación y las resume81, es la «proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación»82 con la finalidad de instruir en la fe y exhortar a la conversión y al testimonio. La homilía, sobre todo en la Eucaristía, es propia del Obispo a quien corresponde la diaconía de la evangelización83. El Obispo será fiel a esta diaconía si proclama a la asamblea reunida lo que Dios dice mediante su 70 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29; CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio

pastoral de los Obispos, 125.71 Cfr. JUAN PABLO II, Catechesi tradendae, 27; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio general para la

Catequesis, nsº 94-96 y 127-128.72 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29. Cfr. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio general para la

Catequesis, nsº 61-62 y 277.73 JUAN PABLO II, Catechesi tradendae, 20. Cfr. Documento de Puebla, 994; 999; Documento de Santo

Domingo, 33. 74 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 47.75 JUAN PABLO II, Catechesi tradendae, 2776 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 127.77 JUAN PABLO II, Catechesi tradendae, 63. Cfr. Pastores gregis, 29. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Christus

Dominus, 14; CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 127-130.

78 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 66.79 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29. Se trata de «la sinergia» de los diversos agentes para recorrer juntos el

camino de la misión, cfr. nº 44.80 “Homilía” es en griego homilein que significa “conversar, hablar, dialogar”; el término apunta, pues, a una

conversación familiar. 81 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 122.82 CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium, 35; ver 52.83 Es «en la liturgia donde los cristianos entran en contacto con las Escrituras, en particular con ocasión de la

celebración eucarística dominical», La interpretación de la Biblia en la Iglesia, pág. 113.

23

Page 24: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Palabra, pues la asamblea no se ha congregado para escuchar a tal o cual ministro, sino a su Señor resucitado.

La fuerza interpelante de la Palabra en la catequesis y la homilía también está en estrecha relación con la sintonía cordial del Obispo con sus interlocutores y con el estilo familiar y el lenguaje comprensible que utilice para que el mensaje sea «decididamente atractivo» por la verdad de su contenido y claridad en la expresión84.

La centralidad de la SSEE en estos tres ministerios de la Palabra (kerigma, catequesis y homilía) está atestiguada en el NT, pues así lo vivió y enseñó la Iglesia apostólica.

Según los Hechos de los Apóstoles, la fuente de estos ministerios es la Sagrada Escritura que se “explica” para revelar el misterio contenido en ella (Hch 17,3a), “se escudriña” (17,11), “se interpreta” (Lc 24,25) o “se demuestra” (Hch 18,28). Esta labor se realiza al estilo de Jesús, que expone de tal modo los sentidos auténticos de la SSEE que genera “ardor en el corazón” (Lc 24,32; ver Jr 20,9) y “luz en los ojos” (Lc 24,31). Los destinatarios de estas formas de proclamación de la Palabra son tanto los judíos (Hch 18,19; 28,23) como los no judíos (8,35; 11,1), y la finalidad es enseñar «con verdad el camino de Dios» (Mc 12,14), es decir, poner de manifiesto (Hch 13,3b) que «el Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos» (17,3), suscitando la adhesión vital a su ser y a su “camino” (5,20; 9,2; 19,9; 24,13).

El Obispo ejerce convenientemente estas formas del ministerio de la Palabra cuando -como maestro sabio- interpreta los sentidos genuinos de la historia de la salvación contenida en los textos bíblicos, y -como profeta verdadero- los actualiza para la vida del pueblo de Dios. Éste, por su parte, tiene derecho a esperar de su Maestro y Profeta un juicio «acerca de las realidades concretas de la vida humana» fundado en la revelación divina85. La Palabra de Dios transmitida en el kerigma, la catequesis y la homilía, aceptada con fe y anhelos de conversión, genera en el discípulo permanentes éxodos, pues lo lleva a pasar «de la oscuridad a la luz, del poder de Satanás a Dios» (Hch 26,18a) y de «los tiempos de la ignorancia» (17,30) al conocimiento creciente del Señor resucitado (26,18b).

Kerigma, catequesis y homilía no son bíblicas sólo porque se citen pasajes bíblicos, sino porque la profundización de la fe nace de la «escucha incondicional y abierta de aquella Palabra que cambia la existencia»86. Estos modos propios del munus docendi episcopal deben ofrecerse como «escuelas de escucha de la Palabra de Dios»87 en donde se aprenda -según las Escrituras- a conocer el sentido último de la obra salvadora de Dios. En estas escuelas es donde el discípulo se nutre de la sabiduría divina para la vida cotidiana e impregna el corazón con «el pensamiento, el espíritu y actitudes evangélicas a través de un contacto asiduo con los textos mismos»88.

84 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero, maestro de la palabra, ministro de los sacramentos y guía de la comunidad ante el tercer milenio cristiano, pág. 20. Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 121; *Ordenación General del Misal Romano, 9.

85 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 120. Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, págs. 117-118.

86 C. M. MARTINI: «La práctica de la Lectio divina», La Palabra hoy 108 (2003) 47. 87 CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, Orientaciones pastorales 2001-2005, 109. 88 JUAN PABLO II, Catechesi tradendae, 27.

24

Page 25: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Siguiendo el ejemplo de Pablo, la diaconía de la Palabra del Obispo en las actuales condiciones no sólo exige «la profesionalidad del predicador», que debe saber lo que quiere decir y cómo decirlo89, sino también el empleo de todos los modos honestos de comunicación personal, particularmente los medios de comunicación social, «modernos areópagos en los que la cultura se propone y difunde»90.

2.3 Como Jesús a la mujer samaritana, el Obispo ofrece agua viva

El servicio confiado al Obispo de anunciar plenamente la Palabra de Dios (Col 1,25-26) tiene una finalidad: hacer que la revelación contenida en la Tradición y las Sagradas Escrituras sea “agua viva” que satisfaga la sed de Dios. El modelo es Jesús que junto al pozo de Jacob le ofrece a la mujer samaritana el agua viva «que conduce a la vida eterna» (Jn 4,14) como don divino que libera (4,10).

El encuentro de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-42) se centra en la invitación a vivir una nueva vocación y a realizar una nueva misión. Jesús invita a la samaritana (vocación) a abrirse al don de Dios que es él mismo en cuanto Mesías (4,25-26) y a aceptar su enseñanza (no ya Jacob y sus tradiciones) que transforma la vida haciéndola apta para vivir en comunión con Dios (4,17-18). La misión brota de la vocación en cuanto la mujer transmite a los suyos el gozo de haberse encontrado con el Mesías quien le ha dicho todo lo que ha hecho (4,29), devolviéndola su dignidad (4,39-42). El relato, pues, desvela la identidad del discípulo de Jesús y su tarea en medio de los ambientes paganos (los samaritanos).

En el pueblo de Sicar, junto al monte Garizim, lugar de culto de los samaritanos, se halla el famoso pozo del patriarca Jacob (Gn 33,18-20). Un pozo es lugar de aguas vivas, un manantial que nutre su propio caudal, pues no depende de las lluvias ocasionales. Por esto, el pozo y su agua es símbolo en la tradición judía de la Ley y de la vitalidad de ésta. A propósito del pozo de Jacob (= Ley), Jesús le ofrece a la mujer un agua viva que satisfaga su sed del verdadero Dios (ver Sal 42,2-3)91.

La mujer inicia el encuentro con ironías (Jn 4,9.11-12). Jesús las desestima, y salta del sentido literal de los términos a su sentido simbólico (ver 3,3-4; 4,31-34), recurso pedagógico que le permite quebrar las reticencias de la mujer y revelarle el plan salvífico de Dios.

Según el AT, el agua viva es imagen de las acciones salvíficas de Dios «fuente de agua viva» (Jr 2,13) que fundan y fecundan la relación de alianza de Israel con su Dios (Ez 47,1-12; Sal 51,9). También según el AT, la sabiduría y el espíritu de Dios se comparan a un manantial de aguas vivas por la fecundidad que aporta y la purificación que otorga (Ez 36,25-26; Is 44,3; Prov 18,4).

89 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero, maestro de la palabra…, págs. 20-21.90 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, 137; ver 137-

141. Cfr. PABLO VI, Evangelii nuntiandi, 45; Documento de Puebla 1064; JUAN PABLO II: «Anunciar a Cristo en los medios de comunicación al alba del tercer milenio», mensaje para la jornada mundial de las comunicaciones sociales, enero del 2000.

91 Los cinco maridos de la samaritana (Jn 4,18), también representan los cinco dioses que el pueblo samaritano ha tenido a lo largo de su historia (2 Re 17,29-31).

25

Page 26: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Jesús, asumiendo esta rica tradición del AT, da un paso substancial: el agua viva -dice- no es un don que brote del “pozo de Jacob” (= Ley - tradiciones judías), por importante que sea el patriarca y profundo que sea el pozo (Jn 4,11-12), sino del pozo que es “el Mesías” (4,25-26) cuya enseñanza -fecundada por el Espíritu- hace al creyente partícipe de la vida eterna (4,13-14). Jesucristo es quien inaugura la nueva alianza (2,1-11) y es el nuevo templo (2,13-22), el cordero pascual (1,29 y 19,31-37) y la fuente inagotable de donde procede la sabiduría y el Espíritu que engendran al hombre nuevo, apto para el Reino (3,1-8 y 19,30.34).

El agua viva que ofrece Jesús es su Palabra (Jn 1,17) y el Espíritu quien, en el corazón del creyente, fecunda la enseñanza (ver Heb 6,4-5). ¡Este es el manantial «que conduce a la vida eterna»! (Jn 4,14). Y esta agua viva es la que el Obispo ha de poner en el corazón de los creyentes para que se transforme en la fuente de donde brote el hombre espiritual (Jn 3,5-6; 7,37-39).

Tan sorprendida quedó la mujer con esta revelación del don de Dios que vuelve al pueblo sin su cántaro (Jn 4,11). Como ella fue hecha cántaro por el Mesías ya contiene en sí el don de Dios que salta hasta la vida eterna, ¿para qué necesita otros cántaros, otros pozos, otras aguas…?

Este estilo de maestro auténtico y de buen pastor que imita el de Jesús ante la samaritana es el que confirma en la fe, reúne en torno al misterio de Dios, engendra vida y educa laicos de verdadero liderazgo misionero en el mundo92.

IV. DIACONÍA DE LA PALABRA Y DESAFÍOS DE LAS MEGA-TENDENCIAS

1. Diaconía de la palabra y mega-tendencias

El servicio de la Palabra tiene por interlocutores a hombres y mujeres, discípulos de Jesús, inmersos en mega-tendencias socio-culturales que condicionan -para bien o mal- la respuesta cristiana y la labor evangelizadora. En las actuales circunstancias del mundo la predicación «resulta no raras veces dificilísima»93. Si la Palabra predicada busca plantearse con significado válido y actual debe considerar necesariamente la situación vital de sus destinatarios94.

Sin negar lo positivo que presentan las megas-tendencias se dan, sin embargo, elementos que entorpecen la escucha de la Palabra, convirtiéndose en importantes desafíos para una evangelización inculturada. El Obispo está llamado a juzgar todo con mirada de fe, por tanto, con una visión integradora y con obras liberadoras y solidarias. El buen pastor sabe dialogar con la cultura y sus diversas expresiones y sabe ofrecer la gracia y la verdad de la Buena Nueva para generar «una cultura cristiana local» que toque todas las dimensiones de la existencia y de la sociedad95.

92 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 19.93 CONCILIO VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 4.94 Es imprescindible una actitud de diálogo permanente con los hombres y las culturas de hoy, cfr. CONCILIO

VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 19.95 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, pág. 112.

26

Page 27: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Algunas de las mega-tendencias que caracterizan las sociedades de la edad postmoderna (llamada por algunos hipermoderna) son su carácter: a) multiétnico y pluricultural; b) tecnificado y pragmático, y c) globalizado y secularista.

Estas mega-tendencias producen una creciente trasformación tanto del sustrato cultural: aparece una nueva cosmovisión que cambia la manera de entender y la forma de relacionarse con lo otro (creación), los otros (humanidad) y El Otro (divinidad), como de paradigmas: se modifican radicalmente los referentes de la existencia sobre todo el universo valórico de individuos y grupos humanos96.

¿Cómo hace el Obispo para que su munus docendi sea propuesta evangelizadora para estos hombres y mujeres cada vez más imbuidos de esas mega-tendencias?

La diaconía de la Palabra (y toda labor evangelizadora) será fecunda en tanto cuanto se haga cargo de la situación vital de los hombres y mujeres de hoy y haga significativa su propuesta en razón de los nuevos sustratos y paradigmas socio-culturales. Hoy más que nunca hay que «desarrollar una auténtica evangelización que con nuevo lenguaje y símbolos significativos haga comprensible el mensaje de Jesucristo a los hombres y mujeres de hoy»97.

2. Desafíos del ministerio de la Palabra del Obispo

2.1 Diaconía de la verdad: interpretar la Palabra en una sociedad multiétnica y pluricultural

Nuestra sociedad es cada vez más multiétnica y pluricultural. Entre los aspectos positivos generados por la interacción de grupos y culturas diversos podemos señalar, entre muchos, la valoración de la experiencia personal, el despertar del valor de cada cultura, de los derechos humanos, del rol de la mujer y los derechos de las minorías, la promoción de una cultura de la diferencia y la tolerancia, el sano pluralismo ideológico, ético y religioso, la valoración del ecumenismo.

Entre los aspectos negativos, el debilitamiento de los paradigmas comunes (éticos, religiosos, sociales, culturales…) con graves consecuencias: inseguridad colectiva, altos niveles de polarización e intolerancia, marginación, menosprecio y fáciles estigmatizaciones. Se impone la razón subjetiva con una substancial pérdida de significados objetivos. Nada es absoluto ni verdadero lo que provoca en el hombre actual una profunda crisis de angustia que va de la mano con la crisis de identidad y de roles. «El hombre vive cada vez más en el miedo» escribía JUAN PABLO II en su primera carta encíclica98.

Plagado de medios de gran potencia tecnológica, el hombre postmoderno vive desorientado respecto a su función en el cosmos y a su destino último. Sin embargo, la búsqueda

96 Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, Orientaciones Pastorales 2001-2005, n° 55; JUAN PABLO II, «Discurso final a los Obispos de Chile en visita ad limina, año 2000», n° 2.

97 JUAN PABLO II, «Discurso final a los Obispos de Chile en visita ad limina, año 2000», n° 3. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Christus Dominus, 13; JUAN PABLO II, Ecclesia in America, 70; Ecclesia in Europa, 58-60.

98 JUAN PABLO II, Redemptor hominis, 15.

27

Page 28: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

de sentido y finalidad es inherente al ser humano99, y mientras no se esfuerce por tomar conciencia de su fin trascendente seguirá sumido en el miedo y la angustia.

En esta sociedad multiétnica y pluricultural, «el servicio auténtico y autorizado de la Palabra»100 le exige al Obispo exponer clara y propositivamente los sentidos genuinos de los textos bíblicos con sus dimensiones trascendentes. En esta época es fundamental ofrecer íntegramente la verdad salvífica, sin reduccionismos ni deformaciones (Jn 14,6)101, y hacerlo de modo que resulte significativa en su contenido y en su anuncio (ver Sab 7,15-16), para que colme de sentido último a vidas con sentidos inmediatistas e intramundanos102. Nada de esto conseguirá el Obispo sin «una comprensión de las Sagradas Escrituras animada por el amor»103.

La interpretación adecuada e íntegra de la SSEE mira a explicar la totalidad del misterio de Jesucristo como perfecto Adán (1 Cor 15,45) que hace posible una «nueva humanidad» (Ef 2,15). La palabra predicada debe ser evangélicamente “pro-vocativa” para el hombre de hoy, revelándole que su vocación plena es despojarse del hombre viejo (Rm 6,6-7) y revestirse del hombre nuevo (Ef 4,21-24) mediante un «conocimiento cada vez más profundo» que recree en él la «imagen de su Creador» (Col 3,9-10; cfr. 1 Cor 13,12)104.

La verdad que Dios revela y que el discípulo conoce por la adhesión de fe lo lleva a alejarse -en el orden de la vida- «de la superficialidad y del relativismo, que promueven el desinterés y deterioran la convivencia»105, y a abandonar -en el orden de la verdad- las lecturas fundamentalistas, fenómeno creciente en casi todas las iglesias106.

2.2 Diaconía de la comunión: orar la Palabra en una sociedad cientifista y tecnificada

Nuestra sociedad se hace más y más cientifista y tecnificada lo que, entre las notas positivas, permite el desarrollo y la utilización de los medios técnicos de comunicación social y de movilización humana que crecientemente generan una “cultura de la comunicación” y “de la integración” de los hombres entre sí y con su medio ambiente.

Sin embargo, también hay que notar la aparición de individuos cada vez más pragmáticos y cada vez menos reflexivos. La confianza ciega en la técnica los lleva a poner en ella la vida y la felicidad. De aquí la creciente expectativa intramundana, inmediatista y exitista del hombre

99 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 15.100 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29.101 Cfr. JUAN PABLO II, Pastores gregis, 29; JUAN PABLO II, Discurso con motivo de la presentación de La

interpretación de la Biblia en la Iglesia, n° 15; en el nº 1: «La interpretación de la Sagrada Escritura es de importancia capital para la fe cristiana y la vida de la Iglesia… El modo de interpretar los textos bíblicos para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo tiene consecuencias directas para su relación personal y comunitaria con Dios, y también está ligado estrechamente a la misión de la Iglesia. Se trata de un problema vital…».

102 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 27: el anuncio del Señor no puede menos de incluir «el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del hombre…».

103 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, 46.104 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 22 y 45.105 JUAN PABLO II, «Discurso final a los Obispos de Chile en visita ad limina, año 2000», n° 2.106 Cfr. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, págs. 64-68.

28

Page 29: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

postmoderno. Por su «total irrelevancia práctica de Dios»107 pierde el sentido de trascendencia y reduce la existencia a procesos bio-químicos, posibles de controlar y manejar a gusto, dependiendo sólo de los progresos de la ciencia y de la técnica.

En esta sociedad de increíbles progresos científicos y técnicos, «el servicio auténtico y autorizado de la Palabra» le exige al Obispo hacer de la Sagrada Escritura mediación de diálogo y comunión, es decir, camino eclesial de escucha y de respuesta personal al Señor resucitado. El hombre de hoy ha de centrar su vida espiritual en la Palabra de Dios como lugar teológico de comunicación y de relación fecunda con el Señor. Al Obispo, por tanto, le corresponde animar esta fundamental prioridad pastoral, ofreciendo competentemente -como hermeneuta y pastor- la revelación consignada en la Escritura santa.

Gracias a la Palabra consignada en la Sagrada Escritura se experimenta el amor del Padre hecho rostro en Jesucristo y fuerza transformadora por su Espíritu. La vida de Jesús testimonia que el Padre nos amó primero y que hoy nos sigue amando (1 Jn 4,19). Al amor del Padre se responde ofreciendo la vida y abriendo la existencia a los dones que generan la auténtica fraternidad de los miembros de un mismo Cuerpo cuya única Cabeza es Jesucristo (Ef 4,15-16; Col 2,19). La SSEE ilumina y fortalece la comunión en una Iglesia que es Cuerpo de Cristo (1 Cor 12-14), Templo del Espíritu (2 Cor 6,16; Ef 2,21) y Pueblo santo de Dios (1 Cor 1,2; 1 Pe 2,10)108, es decir, una Iglesia que es icono de la Trinidad y, por lo mismo, con vocación de comunión y participación109.

2.3 Diaconía de la evangelización: anunciar la Palabra en una sociedad globalizada y secularista

Nuestra sociedad postmoderna vive cada vez más «el complejo fenómeno de la llamada globalización» y de la secularización110. La globalización, que involucra no sólo la economía y los medios de comunicación social, sino también la política, la cultura y la religión, introduce nuevas maneras -positivas y negativas- de entender y vivir la relación con las cosas, con el hombre y con Dios.

Entre lo positivo hay que señalar la valoración de las cosas y del hombre en sí mismos sin negar su dependencia del Creador. La valoración de la criatura en su justa dependencia de Dios ayuda al hombre de hoy a abrirse al misterio, al lenguaje simbólico, a experiencias religiosas personales y grupales, y a la dimensión ética de la existencia.

Entre los aspectos negativos hay que indicar la generación de individuos “a-sociales” que viven en “sociedades fragmentadas” organizadas para salvaguardar los derechos de los grupos con más poder. Mientras más el hombre se globaliza más son los signos de individualismo e indiferentismo que se perciben. Nunca como hoy el hombre está más solo. Nunca como hoy se

107 JUAN PABLO II, Christifideles Laici, 34.108 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 6.109 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 4; JUAN PABLO II, Christifideles Laici, 18-20; Ecclesia in

America, 33-51; Novo millennio ineunte, 42-45.110 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 69. Cfr. Ecclesia in America, 55.

29

Page 30: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

hace más urgente la globalización «en la caridad» y «de la caridad»111 para forjar culturas con plena conciencia de la dignidad de la persona humana, solidarias y subsidiarias112.

La mentalidad secularista debilita el sentido de Dios y su providencia, pues destruye los referentes religiosos de la existencia113. Sin embargo, no desaparece el “sentimiento religioso” que se satisface al margen de las instituciones religiosas y con experiencias de devoción intimista, que no tocan la realidad personal ni social. Se origina así el “católico desvinculado” y “fragmentado”, por un lado, indiferente a la conducción de los pastores con ideas doctrinales propias y partícipe de la Iglesia-institución en tanto cuanto satisfaga su sensibilidad religiosa y, por otro, sin ninguna preocupación por la transformación de la propia vida y de la sociedad. Realidades vitales del ser humano se escinden de sus significados profundos: el sexo del amor y de la vida, el poder del servicio, el servicio del bien común, la felicidad del sacrificio, el fin de los medios…

En esta sociedad globalizada y secularista, «el servicio auténtico y autorizado de la Palabra» le exige al Obispo proclamar la Palabra de Jesús con auténtico ardor personal (proclama lo que vive) y como fuente y guía de conversión cristiana y transformación de la sociedad y su cultura (vive lo que proclama). Tarea primordial del Obispo es hacer que la Palabra de Dios esté presente en todas las actividades pastorales de la diócesis como alma de la evangelización (ver Mc 5,19-20).

Frente a esta cultura, tarea del Obispo, sacerdotes y agentes pastorales es hacer que la Palabra de Dios esté presente en todas las acciones pastorales de las parroquias y de la diócesis como alma de la evangelización (ver Mc 5,19-20). Ya no se puede pensar en la pastoral bíblica como una más entre tantas pastorales que existen en colegios, capillas, parroquias, diócesis… Como la Sagrada Escritura consigna la revelación salvífica de Dios a su Iglesia, toda la pastoral debe estar animada por la lectura orante de la Sagrada Escritura. Hoy, por tanto, los pastores se enfrentan a un urgente y hermoso desafío: la animación bíblica de la pastoral, es decir, buscar que la Palabra de Dios consignada en las Escrituras no sólo sea «el alma de la teología»114, sino también «el alma de la evangelización»115. La diaconía de la evangelización se lleva a cabo mediante un ministerio de la Palabra abnegado, testimonial y competente… y este servicio es el que suscita frutos de santidad116.

La Sagrada Escritura rectamente interpretada y actualizada mira a la conversión y a la misión. Ambos aspectos brotan de la relación cariñosa con la Palabra de Dios que suscita la transformación de la vida e impele a testimoniar al Verbo encarnado117. Ser cristiano y testigo son dos términos que se reclaman mutuamente y, sobre todo hoy, el testigo lo es por su vida

111 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 69.112 Cfr. JUAN PABLO II, Ecclesia in America, 55.113 Cfr. JUAN PABLO II, Christifideles Laici, 34.114 CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 24.115 Documento de Puebla, 372.116 Cfr. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero, maestro de la palabra…, pág. 16.117 Cfr. JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 39; CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, Orientaciones

Pastorales 2001-2005, n° 86.

30

Page 31: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

transformada por el Evangelio y vivida con gozo particularmente en los ambientes donde Jesús es desconocido.

3. Conclusión

El «servicio auténtico y autorizado de la Palabra» y la fidelidad a los discípulos de Jesús que se le pide al Obispo en cuanto heraldo del Evangelio y pastor del pueblo de Dios exige la diaconía de la verdad, de la comunión y de la evangelización, tres servicios con una misma finalidad: «La plenitud de la vida cristiana de todos los bautizados»118.

118 JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, 15.

31

Page 32: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

Desde el ser y función de las SSEE…

…un ministeriode la Palabra…

…para discípulosde Jesús que viven…

Palabra escritade Dios…

Diaconía de la VERDAD:expone los sentidos genuinos

de las SSEE según la fe de la Iglesia…En una sociedad

multiétnica y pluricultural.

Dimensión sapiencial :

El Obispo sirve a la Verdad como sabio hermeneuta (Mt 13,51-52): explica y favorece la comprensión de los sentidos genuinos de los textos bíblicos según sus contextos propios y en el marco de la fe viva

de la Iglesia, alienta el conocimiento recto de la Palabra de Dios y hace posible la cosmovisión cristiana.

…inspirada por

el Espíritu Santo…Diaconía de la COMUNIÓN:

educa en el diálogo con Dios mediante las SSEE y para la vida fraterna…

En una sociedadcientifista y tecnificada.

Dimensión comunional :El Obispo sirve a la Comunión como buen pastor (Jn 10,14-18): favorece la «renovada escucha de la palabra de Dios»119 como mediación de comunicación, lugar teológico de vida espiritual y litúrgica, personal y comunitaria, que hace posible el conocimiento de sí, el discernimiento y la conciencia de

filiación y fraternidad.

…confiada a la Iglesia

para la salvación…Diaconía de la EVANGELIZACIÓN:

impulsa a la conversióny a la misión…

En una sociedadglobalizada y secularista.

Dimensión misional :El Obispo sirve a la Evangelización como auténtico testigo (Mt 28,16-20): anima la evangelización,

construye y da testimonio del Reino para que cristianos y comunidades se hagan servidores de la Palabra en el compromiso de una nueva evangelización inculturada y de la transformación de la

sociedad120.

V. MARÍA, MODELO DE ESCUCHA DE LA PALABRA

El modelo perfecto para el Obispo de acogida de la Palabra es María, la madre de Jesús: «La santa Madre de Dios debe ser para el Obispo maestra en escuchar y cumplir prontamente la Palabra de Dios, en ser discípulo fiel al único Maestro»121. También María es modelo de evangelizadores: «María, mujer de fe, ha sido plenamente evangelizada, es la más perfecta discípula y evangelizadora (cf. Jn 2,1-12). Es el modelo de todos los discípulos y

119 JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 39. 120 Cfr. JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, 40.121 JUAN PABLO II, Pastores gregis, 14.

32

Page 33: El Obispo y la Palabra de Dios · Web viewPor ser discípulo de Jesucristo en la Iglesia, el Obispo debe familiarizarse cariñosamente con la Sagrada Escritura al igual que todos

evangelizadores por su testimonio de oración, de escucha de la Palabra de Dios y de pronta y fiel disponibilidad al servicio del Reino hasta la cruz… Por eso la invocamos como Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización»122.

Ella, «la colmada de gracia» (Lc 1,28), dispone su vida en escucha fiel a la Palabra (11,28), haciendo posible la maternidad mesiánica y la nueva creación123. Ella es llamada bienaventurada porque cree firmemente que lo anunciado por su Señor se cumplirá (1,45)124. La misión de María no es -como los apóstoles- proclamar la palabra, sino dar a luz a Jesús, la misma Palabra de Dios que da contenido a la predicación apostólica.

María es modelo del creyente fiel porque dialoga con su Señor abriéndose a su Palabra (Lc 1,28-37), conserva “estas palabras” en su corazón (2,51; ver 2,19) y vive disponible para hacer la voluntad de su Señor aun cuando no la entienda del todo (1,38; ver 2,39; 8,21)125. Por la escucha fiel de la Palabra, María es hecha humilde sierva del Señor en quien el Poderoso hace grandes cosas (1,38.47-48) y nueva arca de la Alianza que contiene la Palabra viva de Dios (1,39-45).

Como sierva del Señor, ofrece su cuerpo cuando el ángel le anuncia el nacimiento de Jesús (Lc 1,26-38) para que en su seno se geste, por obra del Espíritu, el Mesías santo de Dios (1,35). María, como nueva arca de la alianza, ofrece su corazón en la primera pascua de Jesús (2,41-52) y allí atesora el recuerdo, no del todo comprendido, de las acciones y las palabras del Mesías por ella gestado que crece en sabiduría y honor ante Dios y los hombres (2,40 y 2,51-52). María, por esto, es la creyente fiel que pone toda su existencia a disposición de su Señor para que en ella se cumpla todo lo que le ha dicho. La gestación del Salvador en María, por tanto, además de ser física (11,27) es gestación espiritual (11,28; ver 8,21) y -en ambos casos- por presencia y obra del Espíritu.

Esta figura espiritual de María se puede expresar con una frase: María es la mujer y madre creyente que contempla la Palabra (Lc 2,19.51). Ella lo hace esperando la luz plena que aportarán dos acontecimientos centrales en la vida de la Iglesia: el Misterio pascual y el envío del Espíritu (Jn 14,25; 16,13). María, con la gracia de Dios, realiza el proceso característico de una fe que crece en la comprensión de la Palabra de Dios para poderla practicar (Lc 8,15.21)126.

Todo Obispo que -como María- contempla la Palabra crece en estatura según el modelo que es Jesús (Ef 4,13) y se llena de sabiduría divina (Lc 2,40) para realizar la «tarea del ministerio» que es «la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4,12).

122 Documento de Santo Domingo, 15. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 56; 65.123 Cfr. JUAN PABLO II, Redemptoris Mater, 7-11.124 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium, 57 y 58. 125 Cfr. JUAN PABLO II, Redemptoris Mater, 14 y 17. 126 La anunciación representa el momento culminante de la fe de María a la espera de Cristo, pero es además

«el punto de partida de donde inicia todo su “camino hacia Dios”, todo su camino de fe», JUAN PABLO II, Redemptoris Mater, 14 (cfr. nº 26).

33