El No Cuento

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Cuentan los antiguos que existio un gigante al que llamaban Miror. El vivia en un bosque oscuro y comia raices negras de arboles ficticios con los cuales soñaba dia y noche. Un dia y una noche soño que era un gigante y comia raices marrones, desperto sudando de aquella pesadilla y camino hasta el lago mientras amanecia. Cuando llego, siguio llegando cada vez mas, adentrandose en el lago, respirando agua y sintiendose bien. El lago era muy curioso, su liquido era blanco, y uno no podia ver mas alla de su propia conciencia, pero aun mas sorprendente, si se entraba al lago y se seguia avanzando, no habia fin o al menos nadie habia llegado a el. Miror caminaba pensando, caminaba sintiendo, el liquido le permitia liberarse de todos sus sentidos y tan solo existir. Muchos de los que entran al lago olvidan su existencia, al regresar, solo regresan sus sentidos. En el bosque oscuro existian muchos seres, seres de luz, pero en lo que concierne a esta historia, solo debemos saber que quienes se dedicaban a crear eran los arboles y quienes eran creados mantenian el balance de lo que ya exisitia y evolucionaba. Uno de los seres que no existian se llamaba Shekinna, ella se encargaba de hacer crecer los arbustos que Miror acariciaba mientras escribia con su dedo indice en los pergaminos de aire, las historias de quienes existirian y quienes no. Cuando Miror terminaba las largas jornadas de trabajo, hambriento, comia cuantas raices creia que encontraba. Shekinna lo observaba con ternura y bendecia su dedicacion. Dia tras dia y noche tras noche el lago envidiaba lo negro, lo oscuro, lo diferente a su albino contenido, soñaba con Miror y Shekinna y soñaba con los arboles que creaban, las sombras y las luces que no vivian y el aire que moria seco sin poder respirar mas agua. Pero un dia, por que siempre llega el dia en los cuentos (aunque este no lo sea) mientras Shekinna mantenia el equilibrio entre los arbustos, las sombras bailaban en el bosque y los arboles imaginaban balanzas dibujadas, Miror caminaba confundido entre lo blanco del lago, caminaba y no paraba, iba hacia atras, hacia adelante y hacia los lados, pero siempre avanzaba nunca paraba y paso mas del tiempo que se puede contar dentro de un solo dia que no termina nunca y de pronto paro. Sin saber que hacia, extendio su dedo indice hacia lo blanco y escribio: Habia una vez...

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Cuentan los antiguos que existio un gigante al que llamaban Miror. El vivia en un bosque oscuro y

comia raices negras de arboles ficticios con los cuales soñaba dia y noche.

Un dia y una noche soño que era un gigante y comia raices marrones, desperto sudando de

aquella pesadilla y camino hasta el lago mientras amanecia. Cuando llego, siguio llegando cada vez

mas, adentrandose en el lago, respirando agua y sintiendose bien.

El lago era muy curioso, su liquido era blanco, y uno no podia ver mas alla de su propia conciencia,

pero aun mas sorprendente, si se entraba al lago y se seguia avanzando, no habia fin o al menos

nadie habia llegado a el. Miror caminaba pensando, caminaba sintiendo, el liquido le permitia

liberarse de todos sus sentidos y tan solo existir. Muchos de los que entran al lago olvidan su

existencia, al regresar, solo regresan sus sentidos.

En el bosque oscuro existian muchos seres, seres de luz, pero en lo que concierne a esta historia,

solo debemos saber que quienes se dedicaban a crear eran los arboles y quienes eran creados

mantenian el balance de lo que ya exisitia y evolucionaba. Uno de los seres que no existian se

llamaba Shekinna, ella se encargaba de hacer crecer los arbustos que Miror acariciaba mientras

escribia con su dedo indice en los pergaminos de aire, las historias de quienes existirian y quienes

no.

Cuando Miror terminaba las largas jornadas de trabajo, hambriento, comia cuantas raices creia

que encontraba. Shekinna lo observaba con ternura y bendecia su dedicacion. Dia tras dia y noche

tras noche el lago envidiaba lo negro, lo oscuro, lo diferente a su albino contenido, soñaba con

Miror y Shekinna y soñaba con los arboles que creaban, las sombras y las luces que no vivian y el

aire que moria seco sin poder respirar mas agua. Pero un dia, por que siempre llega el dia en los

cuentos (aunque este no lo sea) mientras Shekinna mantenia el equilibrio entre los arbustos, las

sombras bailaban en el bosque y los arboles imaginaban balanzas dibujadas, Miror caminaba

confundido entre lo blanco del lago, caminaba y no paraba, iba hacia atras, hacia adelante y hacia

los lados, pero siempre avanzaba nunca paraba y paso mas del tiempo que se puede contar dentro

de un solo dia que no termina nunca y de pronto paro. Sin saber que hacia, extendio su dedo

indice hacia lo blanco y escribio: Habia una vez...