El naufragio del Sirio GM1º JM Garcia Garcia

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El vapor Sirio El Sirio era un trasatlántico a vapor de 7.000 toneladas de peso. Perteneciente a la Compañía General de Navegación Italiana La Veloce de Génova, realizaba sus viajes ordinarios entre su puerto de origen y América (Brasil, Argentina y Uruguay).

"Con 115 metros de eslora, 12´7 de manga y 7´5 de puntal, tenía un esbelta y elegante silueta (como casi todos los barcos italianos) que llamaba poderosamente la atención y era la envidia de muchos de los rivales de la Raggio; branque recto y popa de clíper en espejo, dos finas chimeneas caídas a popa a son de los tres altísimos palos que configuraban su aparejo. Aunque habitualmente su casco estaba pintado de color negro y rojas la obra viva, como era habitual en la época, en determinadas etapas de su carrera fue íntegramente pintado de blanco lo que le daba un aspecto muy airoso." ("Los grandes naufragios españoles". Fernando José García Echegoyen.)

Los orígenes de la compañía italiana se remontan a 1882, año en que fue registrada con el primitivo nombre de Societá Italiana di Transporti Marittimi Raggio & Co. La Raggio fue una de las primeras compañías navieras en establecer una línea regular entre Italia y las Américas. A finales de 1883 la Raggio se asoció con la naviera Rocco Piagio & Co. constituyendo - ya el año siguiente- la Navigazione Generale Italiana Flotte Riuniti, que sería la nueva propietaria del vapor.

El Sirio fue construido en Glasgow durante el año 1882 en los astilleros Robert Napier e Hijos y botado el 26 de marzo del año siguiente. El 19 de junio de 1883 partió rumbo al que sería su puerto, Génova, y de allí zarparía el 15 de julio hacia Río de Janeiro, Santos y Buenos Aires en su primer viaje oficial. Un año después, el 21 de julio de 1884, empezaría sus viajes regulares con destino a América del Sur.

Reformas posteriores en su planta propulsora hicieron que su velocidad aumentara de los 13 nudos iniciales a 18.

"Una de las primeras medidas que tomaron los nuevos armadores al adquirir el Sirio fue someterlo a importantes remodelaciones en lo referente a la planta propulsora del buque; retirando el propulsor compound de un solo eje que proporcionaba una velocidad de crucero de 10 nudos y una máxima de 13. Efectuada la renovación del buque, éste conseguía alcanzar una velocidad de 18 nudos". (masdebuceo.com)

En 1887 el gobierno italiano, presidido por F. Crespi, emprendía un política colonial en Etiopía, y la Marina italiana se sirvió de 16 buques mercantes, entre ellos el Sirio, para el transporte de las tropas. A esta etapa pertenece el episodio del abordaje al Sirio por la fragata argentina Presidente

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Sarmiento que en diciembre de 1899 realizaba un largo viaje por los mares.

"El agravamiento de las relaciones con Chile provocó cambios en el itinerario. Recibieron la orden del Ministerio de Marina de desembarcar a los cadetes en Gibraltar, quienes abordaron el vapor italiano Sirio, el 19 de diciembre, junto con gran parte de la oficialidad y marineros, con destino a Buenos Aires, donde llegaron el 8 de enero".

Tras este paréntesis, el Sirio volvería a su línea regular entre Génova y las Américas con escalas en los puertos españoles de Barcelona y Cádiz. El día 2 de agosto de 1906 el Sirio partió del puerto ligur repleto de emigrantes que abandonaban sus hogares y el hacinamiento de sus ruinosos centros urbanos para buscar, lejos de los suyos, una esperanza de vida en las Américas. La tarde del día 3 el Sirio atracó en Barcelona, donde, según datos oficiales, embarcaron 86 pasajeros - otras fuentes hablan de 94, otras de sólo 75 -, entre ellos 50 españoles, la mayoría catalanes. Estas mismas fuentes cifraban en 822 el número total de personas a bordo del Sirio, aunque, a tenor de la descripción del pasaje, debieron ser bastantes más. Constituían éste veinte pasajeros de primera clase, cincuenta de segunda y seis ranchos de tercera clase, compuestos, cada uno de ellos, por noventa personas. Pero si se tiene en cuenta que, en los ranchos, los niños eran contados de cuatro en cuatro como una sola persona, y que en ellos viajaban casi exclusivamente los emigrantes y entre ellos había familias enteras con un gran número de hijos pequeños, el número total de pasajeros debió superar con creces el millar. Si además hacemos caso de las historias sobre emigración ilegal, pagos a carabineros y a marineros, sobornos y capitanes corruptos, la cantidad pudiera muy bien duplicarse fácilmente.

Ha quedado demostrado que el Sirio había recogido clandestinamente en algún punto de la costa valenciana a un número indeterminado de personas procedentes de Alcira que viajaban sin billete y pagaban la cantidad de 100 pesetas al capitán. Posteriormente, tenía previsto recoger más pasajeros de manera ilegal en Águilas, Almería y Málaga, y probablemente en algún otro puerto de la costa mediterránea española que no se ha podido comprobar.

La tripulación del vapor estaba compuesta por ciento veinte hombres a las órdenes del capitán José Piconne, decano de la compañía genovesa, en la que trabajaba desde hacía veintiséis años. Veinte años antes de su ingreso en la General de Navegación, con sólo 16 años, Piccone había sentido la llamada del mar y comenzado a navegar.

La Catástrofe

"Cerca de la hermosa playa de Cabo de Palos, deliciosa estación veraniega, tan visitada por los cartageneros, ocurrió el pasado sábado una horrible catástrofe marítima, de tan grandísima importancia, que quizás no se registre en nuestra nación un suceso análogo, desde muchísimo

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tiempo. Un magnífico trasatlántico italiano, perteneciente a la compañía de mas renombre y prestigio en Italia, se fue a pique en los bajos llamados de las Hormigas, bajos traidores que tienen para los marinos siniestra recordación, por los muchos desgraciados naufragios que en ellos han acaecido, ninguno tan horrible, tan espantoso, como el que hoy vamos a reseñar, tristemente impresionados por las aterradoras proporciones de la catástrofe, que ha sumido en el mayor desconsuelo mas de trescientas familias que en estos momentos lloran amargamente las irreparables perdidas de los seres queridos, que víctimas de la imprevisión y de la desgracia, duermen en eterno sueño en el fondo del mar. Próximamente a las cuatro y cinco de la tarde del sábado, navegaba el vapor Sirio, perteneciente a la Compañía General de Navegación Italiana, en demanda del puerto de Cádiz, donde debía completar el pasaje y zarpar con rumbo a Brasil. Procedía de Génova, en cuya capital había tomado 620 pasajeros y había hecho escala en Barcelona, recibiendo a bordo unos 75 pasajeros más, que con los 127 hombres de su tripulación había un total de 822 personas, en su mayoría mujeres y niños de corta edad. Al cruzar por delante de los bajos de las Hormigas, conocidísimos para los marinos por figurar en todas las cartas de navegación y estar además señalados por un faro, llamado también faro de Las Hormigas, embistió en las piedras que los forman, yéndose pique el buque rapidísimamente. El pánico que se apoderó de los de a bordo no es para describirlo. Los gritos de dolor, las imprecaciones, las voces angustiadas que pedían socorro, se confundían con el ruido estridente de la embarcación naufraga, que tambaleándose entre los escollos en que estaba sujeta, se tumbó de babor, no presentando a la superficie más que la parte de proa, viéndose también el puente y las dos chimeneas."(EL MEDITERRÁNEO de Cartagena. 6 de agosto de 1906.) La tarde del 4 de agosto el Sirio se aproximaba a las costas de Cabo de Palos navegando a toda máquina con el objetivo de ganar tiempo. La mar estaba calma, la brisa dócil, y el sol comenzaba a flaquear a estribor del buque. Los pasajeros descansaban -plácidamente los menos, molestos en el hacinamiento los que más- en sus camarotes, durmiendo, escribiendo o leyendo -aquellos-, charlando acerca de mil historias o soñándolas, -los otros-. A las cuatro unos y otros escucharon un fortísimo - aunque, según las crónicas, seco- rasconazo producido por el vientre de hierro del barco. Después de una violenta sacudida, el trasatlántico quedó varado entre las rocas del bajo que hay en las Islas Hormigas, a menos de tres millas de distancia de la costa de Cabo de Palos. Tras el impacto, muchos pasajeros se vieron en el suelo del buque sin tener apenas consciencia de lo sucedido. El pánico comenzó a apoderarse de los viajeros, en general desconocedores del mar y en ningún caso instruidos para una situación de emergencia. Primero fue un golpe seco que levantó la proa del buque y la hizo salir del agua. Luego fue un gran chirrido, un estruendo ensordecedor ocasionado por las planchas del fondo que se abrían y retorcían contra la superficie de la piedra del Seco de Fuera. En la sala de máquinas y cuartos de calderas el personal de guardia no tuvo la menor opción de salvarse. Murieron aplastados por las planchas del fondo que se abrían a sus pies y la tromba de agua que entraba a toda velocidad. Durante unos segundos el Sirio quedó completamente frenado, inmóvil en un equilibrio inestable sobre las aristas de la piedra en la que había embarrancado. La mayor parte de los pasajeros cayó al suelo debido a la colisión. Algunos gritos de sorpresa, al principio, rompieron el silencio que siguió al brutal choque. Se oía crujir la estructura del buque. De algún lugar en las entrañas del Sirio brotaban chorros de vapor de agua que afloraban por varias grietas aparecidas en las cubiertas de popa. Y entonces sobrevino la explosión. Las calderas del trasatlántico italiano estallaron destrozando las cubiertas de pasaje sobre ellas ubicadas y sembrando la muerte entre

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los emigrantes.Los grandes naufragios españoles. Fernando José García Echegoyen En escasos cuatro minutos, un tercio del buque quedó completamente sumergido en las aguas por su popa. Aprovechando el revuelo general, el capitán Piccone y sus oficiales - únicamente el segundo piloto permaneció en la nave hasta el final- fueron los primeros en abandonar el Sirio, en un bote salvavidas, dejando a los pasajeros del vapor abandonados a su suerte. Algunos miembros de la tripulación de despojaron de sus uniformes para confundirse con el pasaje y salvarse más fácilmente o evitar un posterior reclamo de la justicia. Intentaron los viajeros ponerse a salvo pero, al no tener a nadie que organizara la maniobra, les dio por correr como locos por todo lo largo y ancho del buque, apresados por la confusión y el terror. Muchos de los que se encontraban en cubierta quedaron atrapados por los toldos que les protegían del sol. Sollozaban los niños, gritaban las mujeres, maldecían los hombres y oraban los clérigos, pero todos intentaban huir de la fatalidad sin éxito. A bordo del buque iban dos obispos, algunas monjas y varios frailes carmelitas. Cuando se desencadenó la catástrofe, uno de los obispos comenzó a bendecir a los pasajeros que encontraba a su paso, mientras los demás religiosos, hincados de rodillas en el suelo del barco, suplicaban a Dios piedad y socorro. Cuando el clérigo se encontraba bendiciendo a una desconsolada viajera que hubo de salir a medio vestir, el agua comenzó a inundar aquella zona del barco y los pasajeros se iban lanzando al agua como podían: unos con salvavidas, otros sin él. Llegó el turno del obispo y se dispuso éste a arrojarse al agua ayudado por una cuerda y un salvavidas que pudo colocarse cuando, por un movimiento del barco o quizá por una ría de agua, saltó el obispo hacia una parte y el salvavidas para el lado contrario, que no fue otro que a las manos de un pasajero argentino que, al no saber nadar, se las daba ya por muerto. Contó horas más tarde uno de los supervivientes del naufragio que, en aquellos momentos de terrible apuro, observó a un joven fraile que mientras se agarraba con una mano a una cuerda del vapor -"y llegábale el agua hasta el cuello"-, bendecía con la otra a cada uno de los náufragos que, ante sus ojos, desaparecían bajo el mar. Al cabo, cuando uno de los botes pesqueros que participaron en el salvamento se acercó hasta ese lugar e invitó al carmelita a subir, éste se negó objetando: "Más allá, agarrada a una tabla, se ahoga una pobre mujer con un niñito en brazos. Salvadla a ella, que yo aún puedo nadar un poco más ". Entre los pasajeros del Sirio se encontraba una joven pareja italiana de recién casados. Aquella tarde habían estado en su camarote y acababan de subir a cubierta cuando notaron "como un golpe seco y profundo" al tiempo que una fuerte sacudida daba con ellos en el suelo. Entre el desconcierto que siguió al embarrancamiento del barco vieron, entre otras escenas, a un hombre que, ajeno a las idas y venidas, a los gritos y a las carreras de los demás pasajeros, sacaba tranquilamente su revólver y se disparaba un tiro en la sien. En ese momento, al ver que una barca se acercaba hasta el arruinado vapor, la joven pareja se arrojó al agua. Junto a ella flotaban varios cadáveres de mujeres, hombres y niños. La esposa, llamada Brígida Morelli, consiguió agarrarse a uno de los cabos lanzados por la barca, pero no volvió a saber nada de su marido. Viajaban aquella tarde de agosto en el Sirio varios artistas de renombre en la época: los directores de orquesta, maestros Eberna y Hermoso, el tenor italiano de ópera Maristani -estos tres sobrevivieron al naufragio-, o la popular tiple cómica Lola Milanés. En el momento del choque se encontraba ésta junto al mencionado maestro Hermoso refiriéndole sus proyectos con el barítono Aristi, a cuya compañía pensaba unirse al llegar a Buenos Aires. Cuando la situación resultó ya insostenible y el agua lo inundaba todo, Lola Millanessuplicó al compositor que le dejara su revólver "para abreviar con el suicidio la lenta pero inevitable agonía". "Los detalles del naufragio

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del trasatlántico Sirio, acaecido en Cabo de Palos en la tarde de anteayer, sin causa alguna que lo hiciera temer ni sospechar, y debido sólo a criminal abandono o imperdonable impericia del capitán del buque, son aterradores, tanto, que sólo por un esfuerzo supremo de voluntad, a la que sirven de acicate los deberes que con el público tenemos contraídos, quizás podamos referirlos, sobreponiéndonos a la impresión hondísima que aún nos embarga."(EL ECO de Cartagena. 6 de agosto de 1906.)

El Salvavidas

La prensa de la época - no solo la local sino la de todo el país- dedicó una amplia parte de sus ediciones a informar sobre la tragedia del Sirio y recogió algunos relatos emocionantes de supervivientes del naufragio. En ellos se narran escenas de pánico entre los pasajeros y se pone de manifiesto cómo la lucha por la supervivencia hizo que algunas personas se comportaran salvajemente.

Martín Hailze era un joven argentino estudiante de Derecho que regresaba a su país.

"Iba en mi camarote de primera clase escribiendo una carta, cuando una fuerte sacudida me tiró al suelo y una gritería inmensa me hizo conocer que alguna terrible desgracia había ocurrido. Pronto supe que habíamos chocado contra unas rocas submarinas.

Dolorido del golpe que al caer había recibido, subí casi arrastra sobre cubierta, y el cuadro aterrador que se presentó a mi vista perdurará en mi memoria por muchos años que viva.

El buque se sumergía de popa rápidamente; los pasajeros corrían como locos, dando gritos de terrible angustia, llorando unos, maldiciendo otros y todos llenos de terror.

Esto fue causa de que se cometieran escenas de verdadero salvajismo. Peleábanse entre sí, hombres y mujeres, por los salvavidas; pero, cómo: a patadas, a puñetazos limpios, con uñas y con dientes. Hasta vi algunos esgrimiendo cuchillos.

Un hombre alto y fornido sostenía feroz lucha con una joven de rara hermosura, casi una niña, a la cual quitó el salvavidas, y con él logró salvarse.

A bordo del buque iban varios frailes carmelitas y dos obispos. Uno de éstos bendecía con mística unción a un numeroso grupo de personas, entre las que había muchas mujeres y dos religiosos, los cuales hincados de rodillas, impetraban la protección del Altísimo.

Así estuvieron hasta que el agua inundó aquel sitio que era la popa.

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Al ocurrir esto, creí llegado mi último momento; pues ni sé nadar ni veía manera posible de salvarme. Ya había perdido toda esperanza, cuando observé que el mencionado obispo que lo era de San Pablo del Brasil, Monseñor José de Camargo, después de bendecir a una hermosa viajera, que se presentó en cubierta casi desnuda, se arrojaba al mar descendiendo por una cuerda, y que un salvavidas que llevaba se le caía al agua. Me arrojé sobre él y así me sostuve hasta que vino a recogerme una lancha de pescadores.

Por mi acción, aun comprendiendo que no tiene nada de vituperable, siento remordimientos, por más que trato de acallarlos, haciéndome el razonamiento de que el señor obispo ya tenía cumplida su misión, mientras que yo soy joven y..."

Las Causas del Accidente

Lejos de lo que suele imaginarse, no son más fáciles de producirse los naufragios en alta mar y en medio de grandes tempestades, sino que entre las causas más frecuentes que recogen los manuales de navegación figuran el choque con escollo, la varada y la colisión con otra embarcación. Y estas tres causas de naufragio se producen, si no necesariamente sí más frecuentemente, en las proximidades de las costas. Un barco de los construidos para navegar en alta mar es dificilísimo que naufrague por voltereta o por pasarse de ojo - chocar con otra nave -, aun en medio de las más arboladas mares, si las olas no le han causado avería que le produzca vía de agua.

Casi siempre que un buque se pierde en alta mar en una tempestad es debido a la vejez de su casco. Con el paso de los años éste puede perder resistencia a los choques de las olas, y los esfuerzos ocasionados por los balanceos y cabezadas tienden a desligar la estructura, aventando costuras o rompiendo planchas. También puede suceder que una mala estiba de la carga o su corrimiento a la banda ponga el barco en malas condiciones de estabilidad y flotabilidad y se produzca el naufragio.

El buque y sus partes

Se denomina buque al barco dotado de cubierta y que, por su tamaño, solidez y fuerza, es adecuado para navegaciones de importancia. El elemento constitutivo principal de un buque es el casco. Éste, que a partir del siglo XIX es casi siempre metálico, está formado por una viga longitudinal muy resistente llamada quilla y que va, de proa a popa, en la parte central más baja. En ella se insertan transversalmente las varengas y las cuadernas. Las cuadernas o costillas son unas piezas curvas que dan fuerza al buque y sostienen las placas metálicas exteriores del casco. Las varengas son las partes inferiores, y están unidas entre sí mediante tramas longitudinales o sobrequillas. Unas vigas transversales, llamadas baos, se encargan de unir las cuadernas entre sí. La parte exterior del casco es el forro. Está formado por tablas de madera o planchas de hierro y

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colocado sobre las cuadernas. Las partes curvas del costado se denominan amuras - las de proa- o aletas - las de popa -.

La línea de flotación es la intersección del plano del nivel del agua con la superficie exterior del casco, es decir, la línea en la cual la superficie del agua baña la nave, y varía, evidentemente, según la carga del buque. La línea de flotación divide el buque en obra viva - parte sumergida, también llamada carena, quilla o fondos- y obra muerta - parte superior, emergente -.

Los puentes son los planos horizontales que dividen el casco de proa a popa. Suelen numerarse de arriba abajo como primer puente, segundo, tercero, etc., correspondiendo el primero con la cubierta o puente de mando. En los barcos de pasaje suelen distinguirse las diversas cubiertas por orden alfabético desde la principal hasta el plan, y las superiores por su cometido: cubierta de pasaje - exclusiva para el pasaje -, de botes, de toldilla, del puente, magistral. Las aberturas practicadas en los puentes para acceder al espacio inferior e introducir la carga en las bodegas se llaman escotillas; y las destinadas a dejar entrar la luz, claraboyas. Las aberturas exteriores del casco son los ojos de buey y cierran herméticamente.

La bodega es el espacio interior del buque, destinado a acoger la carga; y la sentina es la zona más baja de la bodega, donde van aparar las aguas que, por cualquier motivo, puedan penetrar en el casco.

En el interior, correspondiéndose con la chimenea, se sitúa la sala de máquinas, donde está alojado el motor. El interior del barco está dividido en compartimentos separados por mamparas que, al poder cerrarse, aseguran la flotabilidad del buque en caso de una vía de agua. El compartimento situado a proa, llamado mampara de abordaje, es el más importante.

Los buques cuentan además con un conjunto de elementos que facilitan la navegación, dan seguridad y ofrecen distintos servicios y que se denomina armamento. Sobre las cubiertas superiores se sitúan los botes salvavidas.

La navegación

Los problemas fundamentales de la navegación son la determinación del punto nave y de la ruta. El punto nave viene determinado por las coordenadas geográficas de longitud y latitud. La determinación de la ruta puede llevarse acabo bien manteniendo constante el ángulo que forma la proa con la dirección de la aguja de la brújula (navegación loxodrómica) o bien siguiendo el trayecto más breve, es decir, recorriendo un arco del círculo máximo que pasa por los puntos de partida y de llegada (navegación ortodrómica).

¿Por qué naufragó el Sirio?

El naufragio del Sirio se produjo por el choque y encalladura en uno de los bajos de las Islas

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Hormigas. El barco quedó levantado de proa y comenzó a sumergirse por la popa. El agua comenzó a inundar el buque por dos zonas: en la popa, por la cubierta, y en la zona de proa, por las vías de agua producidas en la rotura del casco. La popa tardó aproximadamente quince minutos en hundirse por completo. Con unas condiciones de organización y seguridad adecuadas este tiempo habría bastado para poner a salvo a todo el pasaje.

Pero, ¿qué motivó que el Sirio encallase en los bajos?

El Ministerio de la Marina italiana achacó el desastre a un error de ruta debido a la impericia o al descuido de quien en aquel momento pilotara el buque. El oficial que en ese momento dirigía el buque era el tercero, pero conocía su misión y, además, el propio capitán estaba junto a él en el momento del embarrancamiento. El capitán del barco, José Picone, llevaba 46 años navegando y 26 en la Compañía La Veloce, de la que era decano. Conocía a la perfección el oficio y las costas mediterráneas españolas ya que había realizado la travesía más de 20 veces. Por supuesto, todas las cartas de navegación recogían la existencia del bajo de las Hormigas.

Piconne atribuyó el naufragio a una desviación de la ruta debido a las corrientes marinas, a una alteración de la brújula u algún otro fenómeno externo. Pero la tarde del 4 de agosto la mar estaba en calma y el buque obedecía a su gobierno, pues no tenía avería alguna.

Algunos investigadores aluden a la desaparición de la caja fuerte para defender la causa del sabotaje. Aunque esta causa no es del todo descartable, no hay ningún indicio firme que la sustente.

Entonces, ¿por qué misteriosa razón se produjo el naufragio?

La comisión italiana de investigación sobre el naufragio del Sirio fue concluyente al exponer que el vapor Sirio se dedicaba al embarque clandestino de emigrantes españoles a lo largo de la costa. Ello explica que el Sirio se aproximara temerariamente a la costa -ya fuese para intentar recuperar el tiempo y el combustible perdidos en las recogidas clandestinas, ya fuese para un nuevo embarque de inmigrantes- y encallara en los bajos de las Hormigas.

Abandonados a su suerte

EL MARIE LOUISE

"Varios buques navegaban en la zona en aquellos momentos. Hasta la playa llegaba el ruido de la máquina alternativa del vapor de carga francés María Luisa, un pequeño mercante que acababa

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de zarpar de Cartagena y navegaba hacia el Norte rumbo a Alicante. Desde el puente de mando del buque el capitán francés observó dos pequeñas embarcaciones de vela, un falucho y un pailebote, que aprovechando la ligera brisa que estaba comenzando a levantarse navegaban de bolina para doblar el cabo de Palos y arrumbar a Cartagena. Ambas se encontraban por su través de babor. Más hacia tierra se distinguía la airosa silueta de un vapor correo que navegaba a toda máquina lanzando nubes de vapor por sus dos largas chimeneas. El capitán del María Luisa, un viejo veterano de la línea Marsella-Orán y buen conocedor de aquellas aguas, se extrañó de que un buque de tanto porte navegase a tal velocidad (al menos 15 nudos) y tan pegado a tierra en un lugar con tantos bajos como aquél." ("Los grandes naufragios españoles". Fernando José García Echegoyen)

El vapor Marie Louise era un buque francés de cabotaje que a principios del siglo XX realizaba la travesía entre Alicante y el puerto argelino de Orán.

A primera hora de la tarde del sábado día 4 de agosto de 1906 el Marie Lousie había partido del puerto de Cartagena, donde hizo escala, rumbo al de Alicante. Justo a las cuatro de la tarde se encontraba bastante cerca de las islas Hormigas, a la altura del siniestrado Sirio, y fue, por tanto, el testigo más directo del naufragio. Sin embargo, su ayuda se limitó a recoger a 29 náufragos y partir rápidamente hacia Alicante. Sin duda, el Marie Louise hubiera podido evitar él solo la mayoría de las muertes.

El día 8 de agosto, el Marie Louise atracaba nuevamente en Cartagena procedente de Alicante, trayendo a once de los náufragos recogidos: nueve italianos, un árabe y un argentino. Los otros dieciocho pasajeros del Sirio que había recogido de la mar se quedaron en Alicante El pasajero árabe perdió en el naufragio a los diez miembros de su familia que le acompañaban.

He aquí las declaraciones que el capitán del Marie Louise, J. Colomer, realizó al diario de la tarde EL ECO de Cartagena:

" Al acercarme al buque náufrago, noté que había varado en el bajo que existe a unos cinco cables de distancia de la isla de la Hormiga, ofreciendo parte de la popa sumergida en el mar y la proa muy levantada.

Sobre las aguas vimos flotar a infinidad de infelices náufragos, que luchaban por asirse a trozos de tablas, maderos, sillones y cuantos objetos se hallaban esparcidos por el mar.

Los tripulantes del Marie Lousie desplegaron heroicos esfuerzos para salvar de la muerte a aquellos desgraciados, largando cabos y arriando los botes, pero la fatalidad hizo que en dichos momentos se rompiese la chabeta del timón, quedando el Marie Louise sin gobierno, viéndome precisado a ordenar dar máquina avante y separarme de aquellos lugares ínterim se reparaba la avería."

Sin embargo, el Marie Lousie llegaba horas después a Alicante sin ningún problema, sin rastro de avería y en el tiempo previsto. A su llegada, Colomer hizo estas declaraciones a la prensa:

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"De improviso el buque italiano paróse bruscamente. Profundamente alarmado con los prismáticos advertí que el vapor había embestido al bajo quedando sobre él con la proa levantada y la popa al nivel del mar. Entonces me dirigí al barco en peligro a toda velocidad. En aquellos momentos de terrible ansiedad estallaron las calderas del Sirio levantando una montaña de agua. Aún no estábamos cerca del buque naufragado y ya las olas nos traían cadáveres, algunos todavía trágicamente abrazados y otros moribundos que movían penosamente los brazos como en demanda de socorro y se hundían para volver a la superficie, Con la presteza que el caso requería comenzamos a recoger náufragos. Por todas partes las voces de angustia reclamaban nuestro auxilio. En los primeros momentos y con los botes arrojando cabos pudimos recoger 25 personas, casi todas ellas desfallecidas y muchas enloquecidas por el espanto.

Más tarde pudimos recoger otros 19 que son los que han desembarcado en Alicante. Los primeros los enviamos en botes a las islas Hormigas. Uno de aquéllos ha perdido la razón. Es un infeliz emigrante que iba con toda la familia, la esposa y seis hijos, a América. Sólo él ha quedado vivo pero en estado de locura completa. Cuando se recuperó del desmayo que sufría nos dijo con toda tranquilidad que su esposa e hijos iban en otro barco y que todos se reunirían allá en Argentina."

Días después, el periódico LA PUBLICIDAD de Barcelona publicaba una carta firmada por catorce náufragos supervivientes del Sirio en la que protestaban por el incorrecto comportamiento del capitán del Marie Louise y señalaban que no podía ser comparado con el de los valientes y humanitarios pescadores de Cabo de Palos, "en todo caso -decían- podría compararse con el vergonzoso proceder de la torpe y cobarde tripulación del infortunado Sirio". Se quejaban los firmantes del abandono en que se vieron en aquellos momentos de angustia, y señalaban que fue el Marie Louise "quien llegó en primer término al lugar del siniestro y quien disponía de más elementos para prestar socorro; pero a pesar de todo, él fue quien menos víctimas arrancó al mar, limitándose su acción salvadora a recoger a unos muy pocos náufragos que, a costa de grandes esfuerzos, consiguieron llegar hasta el casco del buque, y algunos otros recogidos en uno solo de los botes que el barco tenía, pues por causas desconocidas el otro permaneció amarrado en su puesto".

Muchos pasajeros del Sirio se habían arrojado al mar al ver que el Marie Louise iba en dirección hacia ellos. Pero entonces, inexplicablemente, el buque francés viró y se apartó de la zona de la catástrofe, donde los náufragos luchaban desesperadamente con el mar para evitar la muerte. El Marie Louise pasó de largo cerca de ellos desentendiéndose de su desgracia.

Otro buque francés, el Poitien negó auxilio a los náufragos del Sirio por miedo a varar sus naves al aproximarse.

"UN HOMBRE SIN CORAZÓN"

"La conducta observada en el salvamento de náufragos por el capitán Colomer no tiene ninguna semejanza con la del heroico Boigues, en todo caso podría compararse con el vergonzoso proceder de la torpe y cobarde tripulación del infortunado Sirio.

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Los catorce náufragos españoles que en el vapor Diana hemos venido de Cartagena, testigos y víctimas al mismo tiempo de aquella horrible catástrofe, deben condenar y condenan severamente la conducta incalificable de dicho capitán, abandonándonos a nuestra suerte en aquellos momentos de terrible angustia, y protestamos con todas nuestras energías de tan inmerecidos elogios y de tan absurda recompensa.

El fue quien llegó en primer término al lugar del siniestro y quien disponía de más elementos para prestar socorro; pues a pesar de todo él fue quien menos víctimas arrancó al mar, limitándose su acción salvadora a recoger unos muy pocos náufragos que a costa de grandes esfuerzos consiguieron llegar hasta el casco de su buque, y algunos otros recogidos en uno solo de los botes que el barco tenía, pues por causas para nosotros conocidas, el otro permaneció amarrado en su puesto.

Hemos de advertir que, cuando el Marie Louise estuvo a nuestra vista y venía en dirección al Sirio, muchos pasajeros, viendo allí su salvación segura, se arrojaron al mar con la esperanza de ser los primeros socorridos; el barco entonces viró notablemente del lugar de la catástrofe, donde los náufragos luchaban con la desesperación entre la vida y la muerte; no les hizo caso, pasó de largo y mucho de aquellos infelices sucumbieron inicuamente por negligencia o por culpa de un hombre sin corazón." (LA PUBLICIDAD de Barcelona. Carta de catorce náufragos catalanes. Agosto de 1906.)

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ETSIAN 2011 GM 1º Juan Manuel Garcia Garcia

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