EL NAUFRAGIO DE LA IZQUIERDA - … · el maestro Iluminado (el Buda), no ha...

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EL NAUFRAGIO DE LA IZQUIERDA

José Ignacio González Faus

INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................

1. SINTOMATOLOGÍA DE LA CRISIS ................................................................................

2. IDENTIDAD DE LA IZQUIERDA ....................................................................................

3. IZQUIERDAS DE PLÁSTICO ..........................................................................................

4. “AL ANDAR SE HACE CAMINO” .................................................................................

5. CONCLUSIÓN .................................................................................................................

NOTAS ..................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN .................................................................................

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INTERNET: www.cristianismeijusticia.net • Dibujo de la portada: Roger Torres • Impreso enpapel y cartulina ecológicos • Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • Roger de Llúria, 13 -08010 Barcelona • Teléfono: 93 317 23 38 • Fax: 93 317 10 94 • [email protected] •Imprime: Edicions Rondas, S.L. • ISSN: 0214-6509 • ISBN: 84-9730-281-8 • Depósito legal:B-37.740-2011 • Diciembre 2011La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titu-laridad de la Fundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que os proporcionamos, y paramantenerlo informado de nuestras actividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelacióny oposición dirigiendose por escrito a Barcelona, c/ Roger de Llúria 13.

José Ignacio González Faus, sj., del área teológica de Cristianisme i Justícia.

«El carrusel de la política se movería más bien hacia la izquierdasi girase según la melodía del Evangelio»

(J.B. METZ, Más allá de la religión burguesa).

Hoy “un niño que muere de hambre muere asesinado”.(Jean ZIEGLER, El odio a Occidente).

«Seis millones de niños mueren anualmente de hambre»(Agencia EFE, en 2004).

Este Cuaderno fue redactado en marzo del 2011. Suce-sos posteriores lo han confirmado y me han hecho aña-dir algunas apostillas. Destaco esa fecha inicial porquemuestra que aquellos sucesos sólo son consecuenciade un proceso que venía de mucho antes.

En septiembre del 2007 publiqué en LaVanguardia un “réquiem por las iz-quierdas” del que este Cuaderno quiereser, a la vez, confirmación y desarrollo.Si hablo de naufragio (y no de crisis) noes por ninguna evocación electoral, si-no en recuerdo de unos expresivos ver-sos de J. A. Valente: «escribo desde unnaufragio, escribo desde el presente».Así está escrito este Cuaderno: desde unpresente en el que la izquierda no sólose encuentra en crisis sino que ha nau-fragado aparatosamente.

Entenderé la palabra izquierda ensentido social y económico y no desdeel ángulo político y cultural. Ambossentidos de la palabra no coinciden aun-

que con frecuencia vayan muy juntos.Por eso conviene clarificarlos.

a) La izquierda económica está pre-ocupada por (y comprometida con) lajusticia social (el fin del hambre y la mi-seria), más la supresión razonable de lasinicuas desigualdades entre las perso-nas. Es decir, todo aquello que consti-tuye los derechos primarios del ser hu-mano: alimentación, vivienda, salud yeducación dignas. La derecha económi-ca no es sensible a estos valores o, en to-do caso, los subordina totalmente a laeficiencia. Se autoengaña defendiendoque, sólo con que haya mayor eficien-cia económica, se producirá mecáni-camente una mayor satisfacción de esos

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INTRODUCCIÓN: DONDE DIJE DIGO...

¿Por qué cuesta tanto ser de izquierdas? ¿No habría de ser fácil y nor-mal que un ciudadano amante de la libertad, de la igualdad de oportu-nidades, de la autodeterminación de los pueblos, de la redistribución dela renta y de la equidad, mostrase una elemental simpatía por losgobiernos que ponen en vigor estos valores elementales? ¿No es cier-to que los valores de cualquier sociedad decente son precisamente losvalores de la izquierda y no otros? Es terrible no poder encontrar nin-guna respuesta fácil a esta pregunta. (Salvador Giner en El Periódico,6 de marzo de 2011)

derechos primarios y, si no es así, la cul-pa será sólo de las víctimas. Por eso de-fiende a machamartillo un sistema eco-nómico tan eficiente a la hora deproducir riquezas inmensas como mu-chedumbres de pobres.

b) En cambio, en el campo culturaly político, la izquierda puede tener otrossentidos y plantear reivindicaciones queafectan más a los deseos individualespropios, que a los derechos ajenos insa-tisfechos (con el riesgo de resultar a ve-ces ligera o precipitada). Cuando estesentido político y cultural suplanta alsignificado económico, la izquierdaqueda desfigurada en lo que podríamosllamar pseudoizquierdas o izquierdas“de plástico”.

La derecha política, en cambio, pres-ta más atención al orden y al esfuerzo,aunque muchas veces esa atención noaspire tanto al bien de los individuoscuanto a la consolidación del sistemaeconómico del que ella es beneficiaria.

En síntesis: la derecha defiende latotal libertad en economía y acepta elcontrol del poder en lo político y cultu-ral. Mientras que la izquierda reclama elcontrol de los poderes públicos en lo so-cioeconómico junto a una gran libertad(a veces descontrol) en lo político y cul-tural. Aquella es más individualista enlo económico y más social en lo políti-co. La otra al revés. Alguien podría ob-jetar que, en este campo, es propia de laizquierda la tolerancia, frente al tono in-quisidor de las derechas que defiendensus propias seguridades. Pero la historiade las izquierdas desmiente esa visión:pues la indignación ética está expuesta

a la tentación de la violencia (comomuestran los mismos salmos bíblicos).

Esta aclaración terminológica per-mite comprender que, en el campo po-lítico y cultural, izquierda y derecha senecesitan y deben dialogar; y cabe ha-blar aquí de un auténtico “centro” comola postura más ética.1 En cambio, en elterreno socio-económico no caben esasconcesiones como no sea por razonesposibilistas y transitorias: porque ahorano recortarían aspiraciones personalessino derechos humanos fundamentales.Por eso, la postura más ética me pareceser un centro político y una izquierda so-cioeconómica.

Así se nos va perfilando el estado dela cuestión: la izquierda que ha entradoen crisis es la izquierda económica. Estacrisis está muy relacionada con el girode la izquierda hacia posturas mera-mente políticas y culturales, mientrasaceptaba las tesis de la derecha en elcampo económico aunque suavizándo-las con pequeñas reformas (que, másque transformar, contribuyen a mante-ner en pie a esa derecha). De este mo-do, la izquierda ha cumplido la célebremáxima del marqués de Lampedusa:«cambiar todo lo que haga falta para quetodo siga igual».

Este Cuaderno intentará: 1) una des-cripción analítica de esa crisis para, des-de ahí 2) volver a las fuentes de identi-dad de eso que llamamos “izquierda” yasí 3) desenmascarar falsas identidadessustitutivas. Finalmente 4) buscar unatisbo, almenos, de los caminos para sa-lir de esa crisis.

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1.1. ¿Un mundo sin remedio?

Ya antes del fracaso de la revoluciónrusa (que podría justificarse desde fue-ra por la política armamentística deEEUU), está el de la revolución mexi-cana, ya centenaria, sobre la cual escri-bía La Jornada de México que la situa-ción de aquel país hoy «es análoga a laque prevalecía a finales de 1910: con-centración de la riqueza a niveles insul-tantes y amplitud de los atrasos socia-les; distorsiones de la voluntad popular;negación de garantías básicas por la au-toridad; claudicación de la soberaníaante los intereses internacionales y unejército oligárquico, patrimonialista,tecnocrático e insensible al poder polí-tico»3.

Y no es sólo que haya fallado “unsistema”, o que lo hiciera caer el otro.

Es más bien que las revoluciones tam-poco produjeron el célebre “hombrenuevo” proclamado por Marx y CheGuevara. Así, un sistema montado so-bre la codicia generó una enfermedadmortal en el planeta tierra, ante la pasi-vidad de la izquierda.4 Pero el otro sis-tema que quería estar fundado sobre lasuperación de la codicia, no produjomás que represión y ganas de resarcirseen cuanto se presentase la primera opor-tunidad.

Por eso, la sensación de las izquier-das hoy no es que un determinado arre-glo era equivocado o se aplicó mal, si-no que el mundo no tiene arreglo. Y nolo tiene en aquello que era la reivin-dicación fundamental de la izquierda:fin de la pobreza, igualdad entre sereshumanos, estructuras económicas quejuntasen la libertad con la justicia y cre-

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1. SINTOMATOLOGÍA DE LA CRISIS

Punto de partida imprescindible para comprender la crisis de la izquier-da es un hecho que resulta innegable: han fallado todas revoluciones.Sea por culpa propia o ajena (como bloqueos, etc), el hecho es que noparecen haber producido más que PRIs2 y Aparatiks, o dictaduras demultimillonarios africanos, es decir: entidades más obsesionadas enperpetuarse en el poder que en cambiar la sociedad.

ación de unmundo solidario. La izquier-da pecó de una ingenuidad desesperanterespecto a lo que suele llamarse “peca-do original” (o pecaminosidad intrínsecaal ser humano), del que dije, años ha, quemientras la izquierda lo desconoce, la de-recha lo manipula en provecho propio.

De aquellos polvos ingenuos nacie-ron estos lodos escépticos.

1.2. Pasiones grandespara causas pequeñasDe semejante panorama brotan el des-concierto, la retirada al propio egoísmopequeño, o la búsqueda de pseudoiz-quierdas con que consolarse. La pos-modernidad proclamó el fin de los gran-des relatos y grandes causas o palabras.Pero, en contra de lo que hubiera hechoel maestro Iluminado (el Buda), no haproclamado el fin de la codicia. Se aca-baron los grandes relatos y las grandespalabras, pero no las grandes pasiones.Así se fue gestando un ridículo al queno cesamos de asistir hoy: sonoros to-nos épicos y proclamaciones delirantes(de triunfo o de venganza) se aplican apequeñas causas casi domésticas: un

error arbitral en un partido, o un piquelingüístico a la hora de rotular un anun-cio…Yasí, mientras laModernidad nostrajo el desengaño, la posmodernidadnos está trayendo el ridículo, tan cerca-no siempre a lo sublime. No dejaba detener razón J. Leclerq cuando escribióhace años que el ser humano tiene pa-siones de absoluto y las aplica a todo loque tiene a mano: las medidas de susombrero o el café matutino…

En medio de este desconcierto la iz-quierda creyó encontrar un camino pa-ra subsistir abandonando su auténticaidentidad y buscando sustitutivos apa-rentes de su traición. A eso llamé anta-ño “izquierdas de plástico”: porque qui-zá las flores de plástico alegren la vistade quien no puede tener las auténticas,hasta llegar a engañarle; pero cierta-mente no engañan a su olfato. Y en elcampo de la izquierda ha sucedido algosimilar: hemos entornado los ojos enga-ñándonos, pero no pudimos engañar aalgunos olfatos más sanos.

Luego analizaremos esas pseudoiz-quierdas. Antes conviene analizar unpoco más lo que ese pesimismo ha he-cho perder a la izquierda.

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2.1. Presupuesto. “Hombres depoca fe”En los evangelios, cuando Jesús dice «tufe te ha salvado», no se refiere a una feen dogmas religiosos sino a la fe en quelas cosas pueden cambiar. Esa fe que re-clamaba Jesús, merece un comentariopara nosotros hoy.

Si preguntáramos a personas cristia-nas cuál es la palabra más izquierdosade la Biblia, probablemente recurriríana frases famosas ymuy duras de los pro-fetas de Israel, o de la carta de Santiago:«¿No son los ricos los que os oprimen yencima os llevan a los tribunales, blas-femando el hermoso nombre de cristia-

nos?... Llorad ricos porque vuestra ri-queza se ha apolillado; los jornales quedefraudasteis están clamando al cielo ylas voces de los que explotasteis han lle-gado hasta Dios» (2,5.6 y 5,1-4).

Pues bien, en mi modesta opinión,muchomás izquierdosas que esas frasestan radicales son otras del sermón de lamontaña que suenan a una ingenuidadtan poética como impertinente: «no ospreocupéis por la comida ni por el ves-tido; mirad las aves del cielo cómovuestro Padre celestial las alimenta ymirad los lirios del campo que ni Sa-lomón en toda su gloria se vistió comouno de ellos» (Mt 6,25ss).

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2. IDENTIDAD DE LA IZQUIERDA

Es falso e inhumano el convencimiento que nos han inyectado de que“no hay nada que hacer”. Frente a ese escepticismo postmoderno con-viene proclamar que siempre hay cosas que hacer; no sabemos hastadónde llegarán pero pueden hacerse. Muchas voces avisan que la indi-ferencia es hoy el mayor de nuestros crímenes y la más hipócrita denuestras excusas. Stéphane Hessel, luchador de la resistencia france-sa, prisionero luego en Buchenwald y único superviviente de los queredactaron la Declaración de los derechos humanos en 1948, argu-menta que, de haber pensado así, todavía estaríamos bajo el nazismo.

Nadie se cree hoy esas frases. Y conrazón. Pero su poder interpelador noreside en su credibilidad actual sino enque nos obligan a preguntar si Jesús eraun ignorante. Podemos buscar distin-ciones lingüísticas no inútiles pero síinsuficientes: como que Jesús no diceque no nos ocupemos sino que no nospreocupemos. Pero el problema es quepara la mayoría de las gentes esos temasconstituyen no una sana ocupación si-no una agobiante e inevitable preocu-pación. La respuesta pues se queda cor-ta.

Por otro lado, la sensación de invia-bilidad que producen los consejos des-preocupados de Jesús, contrasta con es-tos otros datos:

– La tierra es capaz de producir pa-ra sustentar a unos doce mil millo-nes de personas, según datos de Na-ciones Unidas. Hoy la pueblan algomás de seis mil millones.– La tierra, como decía Gandhi, pue-de satisfacer las necesidades de loshombres pero nunca podrá satisfacertodos sus caprichos.– Cada año se destruyen toneladasde alimentos, mantequilla, frutas,etc. Se destruyen por razones “demercado” y de precios, mientras mi-llones de seres humanos mueren dehambre cada año. ¿No revela estecontraste que algomuy serio falla enla gestión de nuestra casa?5 Y enci-ma un economista más bien conser-vador como Keynes sostenía quenuestra obsesión por la seguridadpara el futuro es la que priva a otrosde bienes necesarios para vivir en elpresente.

¿Qué significan pues las palabras deJesús en este contexto de contrastes?

Intencionadamente, Mateo ha en-marcado esas palabras de Jesús entredos frases que los demás evangelistasconservan en otros contextos. Las intro-duce con la advertencia de que no sepuede servir incondicionalmente a dosseñores y, por tanto, no se puede adorara Dios y al dinero. Y las cierra con estaotra frase: «buscad primero el reinadode Dios y la justicia de Dios y todo lodemás se os dará por añadidura» (Mt6,33).

Recordando el sentido del culto enel cristianismo primitivo como lo ex-presó Ireneo de Lyon («la gloria de Dioses que viva el hombre»), podemos pa-rafrasear la primera frase de Jesús deesta forma accesible también a no cre-yentes: «no podéis servir al hombre y aldinero». ¿Qué significa pues meter lafrase sobre los lirios entre estas dos re-ferencias al servicio de Dios y su justi-cia? Simplemente: que si los hombresadoran al Dinero en lugar de a Dios, yno buscan ante todo la justicia de Dios,resultará imposible no andar obsesiona-dos por la comida o el vestido.

Dios hizo la tierra fecunda para to-dos los hombres; eso quieren decir laspalabras citadas de Jesús. Pero la obrade Dios siempre queda encomendada alser humano, y esa administración hu-mana es la que ha vuelto ridículas laspalabras del Maestro. Los hombres hanservido al Dinero en lugar de servir aDios (a quien sólo se sirve ayudando alhombre), han buscado sus propias codi-cias antes que la justicia de Dios y, así,han vuelto la tierra inhabitable. Echan-do mano de una comparación que usa-

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ban los Padres de la Iglesia: si en unteatro hay localidades para todos, peroluego vienen dos o tres ambiciosos ycompran todas las localidades sin dejarentrar a nadie, no puede decirse que elculpable de esa falta de sitio sea el ar-quitecto…

Por tanto, las palabras de Jesús po-nen en evidencia que el sistema de ges-tión de nuestra casa común merece sersubvertido de arriba abajo.

2.2. Irrenunciables parauna verdadera izquierdaDesde esta convicción (que la tierra, sisabemos tratarla, es suficientementejusta a la hora de dar, y que somos loshombres los injustos por codiciosos),brota una serie de demandas que dibu-jan el perfil de una verdadera izquierda.

2.2.1. Sensibilidad ante las víctimasLa sensibilidad ante las víctimas primerprincipio identificador de la izquierda.En tres pasos:

a) Más de la mitad de habitantes delplaneta desnutridos, millones de muer-tos de hambre al año, millones de niñosy mujeres esclavos laboral o sexual-mente, niños-soldado o víctimas de lasminas o del tráfico de armas… en unplaneta con medios suficientes para queeso no ocurra, constituyen una llamadaprevia a toda reflexión posterior, en unmundo donde tales dramas serían evita-bles y donde los privilegiados se tran-quilizan pensando que las víctimas loson por su culpa.6

b) Esa situación de las víctimas delplaneta tiene siempre un factor econó-

mico importante. Quizá no será el úni-co pero siempre estará presente. Por eso,la sensibilidad ética que cuaja en la de-manda de “justicia para las víctimas” hade atender inevitablemente a las estruc-turas económicas del planeta, sin con-tentarse con gestos asistenciales como silas víctimas fueran efecto de una catás-trofe natural: una sequía en el Sahel ouna central nuclear, dañada por un terre-moto... (y aun en estos casos, hay tam-bién un factor económico en el origen).

c) Por eso no se puede plantear elproblema de la justicia en el mundo des-de unos presupuestos teóricos cuya re-flexión parte de una sociedad sin vícti-mas (como hacen Rawls por un lado yHabermas por otro). Una sensibilidadde izquierdas sólo puede pensar desdela existencia de media humanidad victi-mizada.7 Por eso la tendencia a la igual-dad entre todos los seres humanos seconvierte hoy en bandera de una verda-dera izquierda. Sin que baste una decla-ración teórica de igualdad de derechossi no se añade un empeño de suficienciaeconómica para satisfacer esos dere-chos, que tienen un componente econó-mico esencial. Contentarse con una me-ra igualdad en la libertad, sin atender alos medios materiales que posibilitanesa libertad, es como colocar a dos hom-bres ante una carrera diciéndoles queambos parten del mismo lugar, han derecorrer la misma distancia y tienen elmismo suelo bajo sus pies; pero callan-do que uno de ellos deberá hacer esa ca-rrera con una bola en el pie o con lasma-nos atadas. El ganador está cantadoantes de empezar.

Haber abandonado ese ideal es paramí la causa del naufragio de la izquier-

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da, aunque debamos conceder que laplena igualdad económica no es posible,quizás tampoco deseable porque siem-pre intervienen en la praxis humanaotros factores como méritos y calidadde servicios. Pero, aunque imposible, esuna meta que hay que buscar asintóti-camente porque, de lo contrario, las de-sigualdades no paran de crecer: la desi-gualdad no es inmóvil: si no se contrae,se expande.

Y este rasgo central arrastra una seriede consecuencias que vamos a enumerar.

2.2.2. El fin no puede justificar losmediosEn economía, el fin nunca puede justi-ficar los medios. Eso sería servir al diosDinero que, según Jesús, hace imposi-ble servir al hombre. La pregunta deci-siva para un sistema económico no escuán eficiente resulta sino con qué me-dios consigue esa eficiencia. Contraquiénes pretenden que los argumentoséticos “no son consideraciones econó-micas”,Amartya Sen sostuvo que la éti-ca es también un factor económico, aun-que no se le ha hecho ningún caso. Laizquierda acabó por aceptar esa inver-sión de valores, esperando tiempos me-jores para realizar sus ideales, como an-tes había aceptado la violencia comomedio para llegar a una sociedad en paz,olvidando que la violencia sólo engen-dra violencia. Ya en 1930 J. Keynes es-cribía estas palabras increíbles:

«Todavía no ha llegado el tiempo depreferir lo bueno a lo útil… Duranteunos cien años deberemos fingir…que lo justo es malo y lo malo justo:porque lo malo es útil y lo justo no

lo es. La avaricia, la codicia y la cau-tela deben ser nuestros dioses toda-vía durante algo más de tiempo.Pues sólo ellas pueden sacarnos deltúnel de la necesidad y llevarnos a laluz del día.»8

Sorprenden esas palabras por su in-genuidad sobre el ser humano. Ochentaaños después ¡estamos igual o peor!, yseguiremos así dentro de cien años: por-que nuestras necesidades no tienen lí-mite.Mejor psicólogo eraVoltaire cuan-do escribió en Le Mondain que «nadahay más necesario que lo superfluo».Keynes habló como los niños cuya in-genuidad les permite decir lo que noso-tros ya no nos atrevemos: que nuestrosistema económico se asienta sobre lacodicia y la injusticia; y sus grandes pa-labras éticas (servir al país, crear pues-tos de trabajo) no son más que “llamarjusto a lo malo”. Esto es lo que olvidóla izquierda.

2.2.3. Eficiencia económica y repartoequitativoUrge buscar una gestión de nuestra “ca-sa común” que equipare la eficienciaeconómica con el reparto equitativo delo producido. De lo contrario no hare-mos más que producir «ricos cada vezmás ricos a costa de pobres cada vezmás pobres» (Juan Pablo II), como estáhaciendo el neoliberalismo imperante,comparable al “camello” que adultera ladroga que vende, para poder vendermásy ganar más en menos tiempo: sabe quesu acción puede costar la vida a más deun consumidor; pero puede argüir que“ésas no son consideraciones económi-cas”.

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Se objeta a todo esto que –por esa te-oría de “las migajas”– cuando se consi-gue que lasmesas de los ricos esténmuyrepletas, algo cae para los pobres. Perola teoría de las migajas no pasa de serunmanual de primeros auxilios, que de-ja gravemente heridas las posibilidadesmateriales para la libertad. Una cosa esque los cambios hay que hacerlos pocoa poco y otra que sólo podemos cambiarpoco. No puede haber verdadera liber-tad en un mundo con enormes y cre-cientes diferencias entre quienes tienenmás y los que tienen menos.9 Ni en pa-íses donde las diferencias entre los in-gresosmás bajos ymás altos superan lasdoscientas veces.

Encima, las crisis económicas sirvenpara agrandar esas diferencias, mientrasla izquierda se engaña pensando que“cuando pase la crisis podremos volvera ser socialistas”. Pues no, cuando pasela crisis, las dosis de justicia social quequepan dentro del sistema serán infe-riores a las que cabían antes.

(Y notemos: eso mismo se hubieseproducido tras la crisis del 29, de no ha-ber sido por el horror de la segunda gue-rra mundial que nos dejó estremecidosy, por un momento, dispuestos a portar-nos mejor, aunque esa buena conductano fue universal ni en el tiempo ni ensus destinatarios. ¿Necesitaremos hoyotra tercera hecatombemundial para de-cidirnos a ser un poco mejores?)

2.2.4. Derecho a un trabajo dignoSegún la Declaración de derechos hu-manos de 1948 (n. 23), todo ser huma-no tiene derecho a un trabajo digno. Portanto, si un sistema económico es intrín-

secamente incapaz de satisfacer ese de-recho tan primario hay que concluir oque el sistema es injusto o que aquellaDeclaración carece de vigencia, y sólofue escrita para invocarla según conve-niencias. Es urgente optar en este dile-ma, ahora que el trabajo se convierte enmaterial de promesas electorales iluso-rias, que hablan de él como un regaloy no como un derecho. Es pues com-prensible queAmartya Sen critique quemidamos el índice de desarrollo por “in-gresos” y no por “satisfacción de dere-chos”.

2.2.5. Adorar al dinero no da felicidadPor si fuera poco, la adoración del dine-ro tampoco ha dado la felicidad a quie-nes lo tienen. El dinero da satisfaccio-nes a las dos tendencias más fuertes delser humano (la de seguridad y la de serconsiderado). Pero el título aquel de“los ricos también lloran” no debería so-nar sólo como una defensa del statusquo económico sino comopuesta en evi-dencia de que el dinero no consigue re-alizar humanamente a quienes lo dis-frutan: los introduce en una carrerajadeante de obsesiones y de guerras ylos embota humanamente, amenazandocon convertirles en inhumanos. No fal-taba penetración humana a Teresa deÁvila cuando escribió que «a los ricos,sus hechos les tienen ciegos»10.

2.2.6. La guerra de todos contra todoLa izquierda debe saber que un sistemaeconómico montado en exclusiva sobrela competitividad acaba llevando a laguerra de todos contra todos, y convir-tiendo al hombre en “un lobo para el

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hombre”. Ésta es una de las razones quehacen infelices a los mismos que lo dis-frutan. Pues la competitividad es un ex-celente condimento para aderezar unatarea común; pero a todos los condi-mentos les basta con una dosis reducidaque da sabor al alimento, pero no lo sus-tituye. Privilegiar la competitividad escomo alimentarse sólo de sal, en lugarde sazonar con ella los alimentos.

2.2.7. La izquierda es intrínsecamenteuniversalPara ella los seres humanos valen porser humanos y no por ser “de los míos”.Aunque la misma eficacia pida parcia-lizar las gestiones (igual que cadamiembro del cuerpo humano tiene su ta-rea), esa localización no puede olvidar-se ni agredir al todo. Pretender el desa-rrollo y la prosperidad sólo paramí y losmíos, al margen (o incluso a costa) delos otros, es profundamente reacciona-rio. El principio “pensar globalmente yactuar localmente”, es esencial para laizquierda.

2.3. Conclusión: Economía y ÉticaVista la vinculación entre ambas, aña-damos ahora que se trata de una éticatanto personal como estructural.

2.3.1. Ética personalEn dos campos:

a) Sobriedad. Dije antaño que el des-vío de la izquierda comenzó cuando laesposa de un ministro socialista afirmóque «también los socialistas tenemosderecho a veranear en Marbella». Nin-

gún socialista tiene ese derecho mien-tras haya un solo ser humano que nopuede veranear, en ninguna parte.Acep-tar eso puede no ser eficaz económica-mente, pero es eficaz humanamente.

Los políticos de izquierdas no sonpolíticos por interés de carrera personalsino de servicio social, sin embargo, enplena crisis económica, vimos parla-mentarios europeos “de izquierda” quese negaban a dejar de viajar comoVIPs.

b) Responsabilidad ciudadana. Sinos consideramos consumidores y nociudadanos, lo público se hundirá en sugran amenaza: el abuso tanto por partede quienes lo gestionan como por partede quienes lo disfrutan. Esa concienciaimplica una seria educación que nuestropaís es incapaz de conseguir, divididoentre quienes quieren educación paraunos pocos pero de gran calidad, y edu-cación para todos pero que resulta ser deescasa calidad. ¡Qué gran falta de res-ponsabilidad ciudadana!

Finalmente, esa misma ética perso-nal y humana lleva a buscar una:

2.3.2. Ética estructuralMarx cometió bastantes errores sobretodo en sus predicciones. Pero acertó enalgunos análisis: por ejemplo, que sinunas estructuras económicas adecuadas,ni los oprimidos pueden redimirse ni losbienestantes pueden mantener su éticapersonal. Es inconcebible que sus suce-sores hayan olvidado eso. Con la mejorvoluntad hemos llegado a tener gobier-nos o “socialismos limosneros” que, entiempos de bonanza, dan limosnas decuatrocientos euros o cheques-bebé, sinpor eso disminuir las diferencias abis-

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males entre los que tienen más y los quetienen menos. Y es que esas diferenciasson esenciales en nuestro sistema, paraque haya bonanza. Lo cual vuelve a po-nerlo en evidencia.

Raíz de ese olvido pudo ser la fe in-genua de que la izquierda tenía a manola receta para un mundo mejor, sin so-meterla al análisis y al rigor. Y esa rece-ta no era tal: la mera planificación cen-tral no puede funcionar en sistemas degrandes dimensiones pues, aunque sehaga con buena voluntad distributiva,carece de mil informaciones y ahogauna gama inmensa de iniciativas (con loque necesitará recurrir al autoritarismopolítico para mantener ese ahogo).

Cuba ha acabado reconociendo quesu sistema “no funciona”. Las iniciati-vas privadas son necesarias pues enri-quecen las posibilidades de acción; pe-ro necesitan ser reglamentadas porque siel espontaneísmo es arriesgado y enri-quecedor, es también irresponsable, au-todestructor y cruel. Mérito de la Iglesiaes haber proclamado el principio de sub-sidiariedad,11 aunque tenga el deméritode no aplicarlo a sí misma (de ahí su cri-sis actual). Juan Pablo II en la LaboremExercens insinuó la vía de una planifi-cación pero descentralizada y con “au-tonomías”12: de modo que los ciudada-nos puedan participar en la gestión delgasto público.

El estado puede recurrir a la inicia-tiva privada ¡por supuesto! Pero a unainiciativa que no busque su propio enri-quecimiento desmedido, sino lo que ellamisma proclama cuando se autojustifi-ca: servir al país y crear puestos de tra-bajo. Si busca eso aceptará que el estadole imponga limitaciones de sus benefi-

cios, para atender de veras a los otrosdos fines proclamados (servicio al paísy derecho al trabajo). Keynes, que noera ningún socialista, exigía políticas es-tatales que limitasen la codicia indivi-dual como único camino de evitar cri-sis. Quien no acepte estas condiciones,quien pretenda una iniciativa “privada ypredatoria”, que renuncie a esas preten-siones y deje espacio para otros en elservicio a lo público. La desigualdad de-be ser combatida, porque el mal repartoeconómico lleva a arbitrariedades en losdemás campos.

Como ejemplo de eso miremos elcampo penal. Buena parte de los quepueblan nuestras cárceles están en ellasno por haber delinquido sino por delin-quir siendo pobres. El muchacho que,sin ser drogadicto, aceptó pasar drogaporque necesitaba dinero y fue descu-bierto, puede arrostrar años de cárcelpor un delito “contra la salud pública”(que es la salud de los más ricos) y de-gradarse así en una cárcel que rara vezhabitan los que son causas últimas de lainjusticia. Cárceles que abandonaron suprimer intento regenerador (más quevengador) sin que se haya abierto toda-vía la posibilidad de sustituir algunas deesas penas absurdas de prisión por ser-vicios en beneficio de la comunidad.

2.3.3. Estrucutras de pecadoLa búsqueda de una justicia estructuralno se hace por razones técnicas sinoporque existen “estructuras de pecado”(Juan Pablo II).

Esa falta de ética en las estructuraseconómicas es la matriz de nuestro sis-tema y esto parecen haberlo olvidado

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las izquierdas, que acabaron aceptandoexpolios y desigualdades a cambio demínimos suficientes para la mayoría.Vivimos en una economía violenta, cu-ya innegable y espectacular eficienciase funda en la reducción al máximo delos llamados “costes laborales” (salariosinjustos, despido barato, seguridadesmínimas…): lo que D. Cohen ha llama-do acertadamente «la prosperidad delmal»13. El sistema necesita reducir almínimo los puestos de trabajo y crear un“ejército de reserva” que permita decira la hora del contrato: “esto es lo quehay, si no te gusta tengo varios centena-res esperando…”. Los costes laboralesson inversamente proporcionales a lossufrimientos “personales” y eso noquiere verlo el sistema, mirando paraotra parte. Hace más de cien años queLeón XIII calificó esos modos de pro-ceder como «una violencia contra lacual protesta la justicia»14.

La ambición del sistema es insacia-ble. Y, tras esa primera victoria, buscano ya reducir al máximo sino suprimirdel todo los costes laborales, haciendoque el dinero produzca riqueza por sí so-lo, sin colaboración alguna del trabajo.Si a veces se cumple el refrán de que “laavaricia rompe el saco” (como ocurriócon las hipotecas basura y los NINJAS),eso no es problema porque quien re-mendará el saco roto no serán los bene-ficiarios del sistema sino sus víctimas:el dinero público evitará que se hundala barca de quienes la sobrecargaron condinero privado… Otra violencia contrala que la justicia protesta.15

Y es que el dinero puede ser ocasiónde riqueza pero no puede ser causa deella como si fuera fecundo por sí mis-

mo. El dinero es como la ventana que,al abrirla, deja entrar la luz del sol; pe-ro de ninguna manera es el sol que ilu-mina.16

2.4. Apéndice: ¿por qué?Tanto la fe en el cambio posible, con queabríamos ese capítulo, como la ética delcambio necesitan un fundamento delque hoy parece carecer la izquierda.An-taño vigía la convicción de que el cam-bio del sistema era inminente y estabagarantizado por las estructuras mismasde la materia. Fue la gran supersticiónde K. Marx que cegó a muchos segui-dores suyos y que ya no se sostiene. Hoyes preciso luchar sin saber lo que se es-pera, pero creyendo que la causa valepor sí misma, que la meta es el camino,igual que la utopía consiste en caminarhacia la utopía. Esperando que la bata-lla será fecunda, pero aceptando quequizá no veremos nosotros esa fecundi-dad.17

Todo esto obliga a buscar dónde sefunda esa actitud. Habermas, el gran“guru” del momento, viene sugiriendohace tiempo que sin Dios falta a la iz-quierda el punto de apoyo para mover almundo: porque pretender «mantener unsentido incondicional sin Dios, es cosavana»18. No decimos eso como una ba-za, para los creyentes sino como unamayor obligación: porque Jesús decla-raba que lo importante no es decir“Señor, Señor” sino “cumplir la volun-tad del Padre”. Y no es lo mismo unapersona sin Dios que una cultura sinDios: pues aunque, lógicamente, la cul-tura ambiental condiciona las conductaspersonales, también es cierto que las

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personas suelen ser mejores que su cul-tura y pueden atisbar a niveles prácticosla validez de conductas para las que qui-zá su cultura no suministra motivos te-óricos. Para eso basta con exponerse enserio al impacto de las víctimas que eslo que Habermas no consigue hacer. Laescena evangélica del juicio final (Mt25,31ss) muestra que los que obraronbien no conocían a Dios.

Matizado esto, hay que reconocerque Habermas no está solo en su tesis:casi más fuerte es la afirmación de M.Horkheimer (agnóstico también): «lapolítica [¿y si dijéramos la economía?]que no contenga teología, aunque sea demanera muy poco consciente, no dejaráde ser a fin de cuentas un negocio, pormuy hábil que éste sea»19. Antes de él,W. Benjamin oT.Adorno con su necesi-dad de pensar las cosas “mesiánicamen-te” o “desde la redención” y, entre noso-tros, J. Muguerza con su insistencia enla necesidad de lo que él se atreve a lla-mar «una superstición humanitaria»20,marcan un camino decisivo para la iden-tidad de la izquierda, cuyo naufragio noes debido propiamente a la pérdida de fereligiosa sino a la pérdida de esa fe “me-siánica” (pese a los riesgos y maticesque los mismos evangelios introducenen la idea de mesianismo).

Por eso conviene distinguir entre“funcionamientos” y “fundamentos”:los seres humanos actuamos con fre-cuencia desbordando los fundamentosracionales que tendríamos para nuestroactuar, precisamente porque no somossólo razón.

En conclusión: esta identidad de laizquierda, junto a la amenaza ecológicaevocada al final del Cuaderno, permitencomprender la razón de Ignacio Ellacu-ría cuando hablaba de una “civilizaciónde la pobreza” como única salida paranuestro mundo. Suelo dulcificar esa du-ra expresión, hablando de una civiliza-ción “de la sobriedad compartida”. Peroen cualquier caso, ser de izquierdas hoysupone aceptar que nuestro mundo de-sarrollado debe bajar de sus niveles deriqueza (que no son realmente niveles“de vida”). No aceptar eso está en la ra-íz del desconcierto y crisis de la iz-quierda. Por ello me permito recordarque, para la Biblia, la abundancia es undon de Dios sólo cuando es abundanciapara todos: la frase del profeta Isaías(25,6): «el Señor ofrecerá un banquetede manjares suculentos y vinos de sole-ra», añade expresamente que se trata deuna oferta «a todos los pueblos». Mien-tras que la riqueza (como abundanciaprivatizada) es una maldición de Dios.

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3.1. “Mujeres al borde... ¡de unataque de sueldos!”Laudable el empeño de Zapatero por laigualdad de hombres y mujeres en loscargos políticos. Pero discutible el con-tentarse con eso, poniendo todo su em-peño en una paridad matemática (quesólo afectará a pocas mujeres), y sin le-gislar sobre la igualdad de salarios paraambos géneros que afectaría a muchasmás (las diferencias llegan ¡hasta el25%!). Malo es que un símbolo iguali-tario frene la verdadera igualdad en lu-gar de promoverla. Más de izquierdassería reducir la desigualdad entre el ban-quero con un bonus de 25 millones de

euros y el pobre parado al que se le aca-ban hasta los 450.

3.2. Fundamentalismos laicistas

«Cuando la izquierda pierde el norte nopuede resistir la tentación de zamparseunos curas» escribía en La Vanguardia(19 de agosto de 2011) el “seny” ilus-trado deAntoni Puigverd. Descuidandolas tareasmás importantes delineadas enel segundo capítulo, muchas izquierdasparecen consolarse tratando de acabarcon todo vestigio religioso en la estruc-turación de la sociedad, con un ímpetudigno de mejor causa. Con ello quizás

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3. IZQUIERDAS DE PLÁSTICO

El lector puede saltar este capítulo. Pero quisiera evocar, con tono dehumor, reposado y de entreacto, algunos disfraces con que la izquier-da busca tranquilizarse a la vez que se traiciona. No desautorizo todoslos puntos de la enumeración que sigue; alguno es legítimo y otrosimportantes. Sólo sostengo que, o no son de izquierdas, o pertenecena lo que antaño califiqué como “izquierda barata” (parodiando la expre-sión de Bonhoeffer sobre “la gracia barata”): pues efectúan un corri-miento de lo que en la introducción calificábamos como “izquierda eco-nómica” hacia otros campos menos claros.

eliminen “lo religioso” pero no acaba-rán con la superstición a la que tan pro-clives somos los seres humanos, y quesólo en una fe auténtica encuentra mo-do de convertirse.

Por supuesto, las religiones han fa-llado con frecuencia y tienen una partecriminal en su historia. Pero fueron pre-cisamente hombres creyentes (comoJesús o Pablo de Tarso) quienes más lú-cidos semostraron en la denuncia de esatentación de las religiones. Tentación noexclusiva de ellas sino propia del ser hu-mano cuando desea vivir para algunacausa que valga la pena.

No cuestionamos ahora las culpas oerrores de la Iglesia, sino la reacción an-te esos errores. Porque algunos laicis-mos por su modo de comportarse se po-nen a la altura de lo peor de la Iglesia:como aquellas derechas que, apelandoal estalinismo, satanizaban toda preten-sión socialista.

3.3. “El aprendiz de brujo”Así se titula una breve pieza musical deP. Dukas, basada en una narración deGoethe, donde el autor francés consigueconvertir la melodía en amenaza, por sucarácter insistente y acelerado en el quelas notas acaban formando una especiede bucle del que parecen no poder des-prenderse. En este sentido hablé antañodel “imperativo tecnológico” como unode los grandes enredos de nuestra civi-lización: aquello que es posible hacer, seconvierte en obligatorio, debe hacerse atoda costa, sin atender a otras conside-raciones humanas.21

La técnica, que debía estar al servi-cio del hombre, acaba poniendo al hom-

bre a su servicio, originando a la tecno-cracia que, unida a la pseudocracia (opoder de la falsedad) típica de nuestrosmedios de comunicación, amenazan se-riamente nuestras democracias. La téc-nica devora todos los valores: a unos los“tecnifica”, a otros los elimina.22

¿Conseguirán las redes sociales,Twiter, Facebook y demás, abrir un bo-quete en esa nueva dictadura, como loabrieron en muchas dictaduras islámi-cas? Ojalá. Aquí sólo importa señalarque la técnica tampoco es intrínseca-mente de izquierdas y que la izquierdaha caído también mayoritariamente enesa “tecnolatría”, erigiendo al progresotécnico en única forma posible de pro-greso y sacrificándole las grandes cau-sas humanas del hambre, la miseria, sa-nidad universal y justicia social. Esllamativa la poca atención dedicada porlas izquierdas a profetas como JacquesEllul que ha sido, dentro de la izquier-da, uno de los grandes debeladores de laesclavitud del hombre al sistema técni-co.23

Todo eso es algo muy distinto delgran aprecio que debemos a la técnica.Sólo quiere decir que hay valores queestán por encima de ella, que la mismatécnica debe estar al servicio de las ne-cesidades más primarias del hombre yno al servicio del refinamiento y de supropia prisa. Derechas e izquierdas hancaído aquí en la misma rendición inhu-mana.

3.4. La izquierda “de cintura paraabajo”El libertinaje sexual tampoco es de iz-quierdas: mucho antes de que la iz-

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quierda lo reivindicara habíanlo practi-cado monarcas y hasta algún papa. Noevocaría este punto si no implicase el te-ma del aborto: uno puede ser convenci-do antiabortista y oponerse a que un es-tado laico penalice o lleve a la cárcel acualquier mujer que haya abortado,pues las circunstancias de la vida son aveces de una complejidad enorme. Peroeso no significa que el “aborto libre ygratuito” sea un auténtico grito de iz-quierdas: pues niega el derecho a serpersona a quienes están indefensamen-te destinados a ello.

3.5. “Una, grande y libre”Los nacionalismos pertenecen al campode los sentimientos donde es fácil herir,cosa que no quisiera. Por entrar en esecampo es difícil regularlos por la razón:pues nuestra razón, pese a su pretensiónde universalidad, es enormemente si-tuada y condicionada por su situación.Hay que apelar entonces a la ética y alrespeto al otro. Pero esto dificulta máslas cosas.

Volviendo a nuestro tema, parece in-negable el carácter profundamente con-servador del patriotismo hispánico. EnUSA el sentimiento más nacionalista loesgrime y lo utiliza el llamado TeaParty. En Inglaterra pasa lo mismo conlos conservadores que son, a la vez, losmás hostiles a la Unión Europea… Losnacionalismos periféricos pueden pen-sar que esto no les afecta a ellos. Perocreo que es simplemente porque no tie-nen estado. La defensa de evidenciascomo el estado palestino y la autodeter-minación del Sahara encontrará más re-sonancia en ellos. Pero si tuviesen esta-

do y hubiesen de pagar los precios queello implica, su solidaridad se enfriaría.

La única conclusión que intento sa-car de todo eso es que no hay que tran-quilizar la conciencia izquierdista consentimientos nacionalistas. Luego ca-brían otras reflexiones que ya desbordannuestro tema y van en estas direcciones.

– No olvidar el aviso de J. Nabert so-bre los patriotismos: su tendenciairrefrenable a: «utilizar el nosotroscomo una forma de engrandeci-miento del yo»24. Es nuestra necesi-dad personal de reconocimiento yautoafirmación la que tiende a crearesos mitos.– No olvidar otro rasgo fundamentalde la psicología humana: hay gentesque tienen la virtud de volver ama-ble todo aquello que ellos aman.Hayotras que aman sus cosas de tal ma-nera que tienen la desgracia de ha-cerlas aborrecibles a los demás.– Saber que sólo hay posibilidad deentenderse cuando se piensa tam-bién en el sufrimiento del otro (nocuando se quiere causarle un sufri-miento por merecido que nos parez-ca). Es la lección del drama yugos-lavo que no deberíamos olvidar:cada cual pensó sólo en su propiodolor y no en el del otro.– Atreverse a examinar fríamentecómo nos ven los demás y pregun-tar por qué, sin presuponer que todolo negativo que vean en nosotros esdebido al desprecio que nos tienen.C. Jung explica que todos tenemosun “personaje” (la imagen ideal quenos hacemos de nosotros mismos yquisiéramos dar a los demás); pero a

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ese personaje le acompaña siempreuna “sombra” (lo que no podemosver de nosotros mismos y los demássí que ven). Eso nos lleva a sentirnosfalsa o exageradamente víctimas oincomprendidos, y a incorporar esacondición a nuestro personaje. Locual crea una indignación que nospermite ya creernos revolucionarioso de izquierdas. Pero no es la de los“indignados” del 15M.

En resumen: sea usted nacionalistasi quiere, pero no tranquilice con ello suconciencia de izquierdas.

3.6. El buen nombrede la izquierdaEn un mundo donde una empresa im-pone a sus trabajadores diez horas detrabajo con ocho en cadena de montajesin comer y horas extraordinarias obli-gatorias, mientras su administrador ga-na al año 4 millones de euros (más quetodos los trabajadores juntos), amén debeneficios en stock options e impuestospagados en Suiza y no en su país,25 enun mundo con 900 millones de ham-brientos y 1500 millones de obesos…en un mundo así no es de recibo susti-tuir la izquierda difícil y verdaderamen-

te importante desde el punto de vista hu-mano, por una serie de consoladores fá-ciles. Sin embargo, algo podemos apren-der de los anteriores intentos fallidos:también pertenece a la auténtica izquier-da el máximo posible de tolerancia y elmínimo indispensable de violencia26 pa-ra defender a los demás. Y en la ausen-cia de estos valores se tocan los extre-mos: tanto la extrema derecha como laextrema izquierda.

Termino evocando que la designa-ción de izquierdas alude a la mayor di-ficultad de la empresa: hacer las cosascon lamano derecha es lomás fácil (sal-vo si somos zurdos). Quizá por eso losgriegos llamaban a la izquierda “buennombre” (eu-ônymos)27. Cerremos pueseste entreacto subrayando el horizontefundamental de una ética de izquierdas(similar al doble primer mandamientodel evangelio): amar a las víctimas deesta tierra sobre todas las cosas. Comoevocan estos preciosos versos de unapoetisa brasileira:

«Moro num lugar chamado globoterrestre / Onde se chora mais / Queo volumen das aguas denominadasmar / Para onde levam os ríos ou-tro tanto de lágrimas / Aqui se pa-sa fame. Aqui se odeia…»28

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Medítese la última frase. Ante un ordensocioeconómico que pisotea los dere-chos humanos y no rinde cuentas deello, y aun sabiendo con realismo que«se hace camino al andar», parece quela tarea identificadora y vivificadora dela izquierda debería ser cambiar la bar-

barie de nuestro mundo. Ya sea por in-dignación (si nos queda dentro una chis-pita de humanidad) o si no, pues pormiedo.

Indignación y miedo serán el prime-ro y último punto de los pasos que va-mos a enumerar para el camino.

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4. “AL ANDAR SE HACE CAMINO”

«Miles de personas murieron y la salud de unas 100.000 todavía sufrelas secuelas. Aunque los sobrevivientes intentaron obtener justicia através de tribunales de India y EEUU, un cuarto de siglo después lasmedidas de rehabilitación distan mucho de ser adecuadas y en ningúnmomento se han exigido responsabilidades a nadie por la fuga o susconsecuenciasO Los intentos de garantizar justicia se malogran debi-do a sistemas judiciales ineficaces, falta de acceso a la información,intromisión de las empresas en los sistemas reguladores y jurídicos,corrupción y poderosas alianzas entre empresas y estados.»«Es necesario un esfuerzo comparable [al de la Declaración de losderechos del hombre] para generar la misma energía dedicada a la cre-ación de la Corte Penal Internacional y los mecanismos internacionalesde justicia, en esta ocasión destinada a incorporar mayor rendición decuentas en un orden económico y político mundial que no tiene encuenta los derechos humanos.»

Amnistía Internacional 2010,informe ante el 25 aniversario de la catástrofequímica de Union Carbide en Bhopal (India).

4.1. “Indignaos”. (Hessel)Hay sensibilidades dignas de respeto alas que una mirada a la brutalidad denuestro mundo las pone enfermas. Valela pena recordarles la bienaventuranzadel evangelista Mateo cuyo contenidoes: «dichosos los que reaccionan conaflicción ante el dolor de este mundo».Y recomendarles que no cierren los ojosante esos espectáculos, ni “apaguen eltelevisor” que bastante poca informa-ción da sobre la verdad de nuestro mun-do. Si duele, traten de convertir su afec-tación en indignación: porque tambiéna ellos les están maltratando. De lo con-trario serán como la muchacha que que-ría ser enfermera para ayudar a los de-más pero, por no poder soportar la vistade la sangre, hubo de abandonar la ca-rrera y su vocación de ayuda.

La indignación no es ira ni odio niviolencia…Es la reacción que surge es-pontáneamente cuando te acercas de co-razón a los excluidos de la tierra y vescómo son tratados. Quienes pretendenque lo propio de la Iglesia es la caridady no la lucha por la justicia, ponen enevidencia una notable falta de caridad:pues la caridad verdadera lleva siempreal hambre de justicia.29 Si no cerramoslos ojos ante la barbarie de nuestromun-do, entonces la indignación y el dolor (yla indignación por el dolor) nos pondránactivos, nos harán comprender que hayque salir de ahí como sea y que es posi-ble hacerlo si mantenemos una “fe in-dignada”: configurada por la solidari-dad, que nos ayudará a trabajar “contemor y temblor” (como recomendabasan Pablo) para no estropear nuestro tra-bajo, pero también con obstinación yarrojo. Sin buscar el cielo en la tierra,

pero tratando siempre de pasar de lo hu-mano maltratado a lo que Paulo Freirellamó “inédito viable”.

Así iremos descubriendo que esemodo de vivir es el que más sentido yplenitud da a nuestras vidas, a pesar delas heridas que nos impone soportar. Yen la medida en que seamos muchos losafligidos e indignados, más fáciles se-rán las cosas.

Este fue el significado de los movi-mientos del 15M. Es comprensible quesean criticados por una derecha que sesiente tan cómoda en nuestra “demo-cracia irreal” como los franquistas en lademocracia orgánica del dictador. Peroes dudoso que nuestras izquierdas pue-dan apropiárselos, puesto que tambiénellas eran criticadas, por su abdicaciónde grandes valores democráticos en pro-vecho propio (caso de la ley electoralpor ejemplo). Aquellos polvos trajeronestos lodos.

4.2. Mundialismo

Uno de losmotivosmás serios que tene-mos hoy para indignarnos es la siguien-te Declaración que adoptó la AsambleaGeneral de Naciones Unidas hace casicuarenta años, y que no conviene olvi-dar:

«Habiendo convocado un períodoextraordinario… para estudiar yconsiderar las dificultades económi-cas con que se enfrenta la comuni-dad internacional, teniendo presenteel espíritu, los propósitos y los prin-cipios de la carta de N.U. de promo-ver el progreso económico y socialde todos los pueblos, proclamamos

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solemnemente nuestra determina-ción común de trabajar con urgenciapor el establecimiento de un nuevoorden internacional basado en laequidad, la igualdad, la soberanía, elinterés común y la cooperación detodos los estados…, que permita co-rregir las desigualdades y reparar lasinjusticias actuales, eliminar las dis-paridades entre los países desarro-llados y garantizar a las generacio-nes presentes y futuras un desarrolloeconómico y social que vaya acele-rándose en la paz y la justicia.»

Lo indignante de esa declaración noes su contenido, naturalmente, sino que,habiendo sido aprobada por 120 votos afavor y sólo seis en contra (más diezabstenciones), no haya servido absolu-tamente para nada. O peor, ha dado pa-so a un orden económico literalmentecontrario al que allí se proclamaba, yque pone en ridículo “el espíritu y lospropósitos de la carta de NNUU”.

La razón de esa contradicción se per-cibe en seguida: votaron en contra Es-tados Unidos, Alemania (occidental),Gran Bretaña, Bélgica, Dinamarca yLuxemburgo. Se abstuvieron: Austria,Canadá, España, Francia, Holanda, Ir-landa, Israel, Italia, Japón yNoruega. Esdecir: todo el mundo rico se opuso a esaresolución y, pese a ser una minoría lla-mativa, ha conseguido impedir su pues-ta en práctica. Ese mismo mundo ricono se recata luego de apelar a la autori-dad de Naciones Unidas cuando le inte-resa invadir un país para probar sus ar-mas o asegurar su petróleo. Entonceshabla de “coalición internacional” olvi-dando que mucho más internacional erala coalición que votó en 1974 la decla-

ración citada. Y no es que seamos unosmalvados: por lo general los seres hu-manos son más buenas personas queotra cosa; lo que sucede es aquello delrefrán: «entreDios y elDinero, lo segun-do es lo primero» (o: entre el hombre yel dinero, si el lector no es creyente).

Más allá de nuestra hipocresía, laimportancia de aquel decreto deriva delcarácter mundial de su planteamiento.La izquierda olvidó demasiado prontola atinada observación de K. Marx: esimposible la revolución en un solo país.Y en nuestro mundo globalizado toda-vía menos. Este olvido ha llevado a me-ras reivindicaciones particulares queconvierten las revoluciones en un galli-nero de reivindicaciones individuales einsolidarias.

Por eso son urgentes metas globales,sin las cuales ya no se avanza: un mun-do sin esa OMS, que trabaja sólo en fa-vor de las compañías farmacéuticas, acosta del bolsillo y la salud de los ciu-dadanos menos favorecidos (recorde-mos el bluff de la gripe A). Un mundosin una OMC que trabaja sólo en favorde las multinacionales y los países másricos contra los campesinos. Un mundosin el FMI y el BM que trabajan sólo enfavor de las élites de cada país y del ul-traliberalismo más radical, condenandoa casi toda la población de los países po-bres a la exclusión alimentaria, sanitariay educacional.30 Un mundo sin unaUnión Europea que pone como obliga-torias todas las prácticas que atañen a laortodoxia económica, pero sólo comorecomendaciones las que afectan a lajusticia social. Y un mundo con otraONU sin veto de los poderosos, que nosea una imagen “virtual”, o un león de

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papel para reinar en una selva de autén-ticas fieras.

4.3. Informaciones alternativasNuestros Medios de Comunicación So-cial constituyen el mayor freno a esaindignación que debería ser punto departida para el cambio. Convertidos enesclavos del dinero, han perdido liber-tad y radicalidad: El País o La Razónson ambos diarios de derechas aunquedifieran (quizás hasta sañudamente) enalgunas de las cuestiones que antes ca-lifiqué como izquierdas de plástico. Elhambre, la justicia social, la igualdad…casi no tienen cabida en los MCS, pesea su enorme presencia en la vida; o latienen a horas en que duerme la inmen-sa mayoría de la población. Los milesde muertos de hambre cotidianos (niñosentre ellos) son mucha menos noticiaque si una Shakira o un Casillas se veno no se ven, se juntan o se separan, seembarazan o se desembarazan con susrespectivas parejas. Menos noticia quelas calificaciones de agencias incontro-ladas (pagadas a veces por los grandespoderes económicos), las cuales puedenhundir a un país afirmando que “no esfiable”, y declarar la absoluta fiabilidadde Lehman Brothers días antes de quese hundiera.

Los MCS se excusan alegando que“eso es lo que quiere el público”: modolimpio de decir que eso da pingües ga-nancias. Olvidan la vieja enseñanza deH. Marcusse: el público necesita lo quese le hace necesitar.31 Nuestros mediosactúan como si creyesen en aquella“mayoría silenciosa” en que se ampara-ba el presidente Nixon para justificar su

pésima política. Hasta que una oportu-nidad, como las que Twitter o Facebookabrieron hace poco en Túnez o Egipto,nos permite comprender que más quemayorías silenciosas lo que existe sonmayorías silenciadas.

Puestos a soñar,me pregunto qué pa-saría si un millón de parados se con-centran silenciosos en el edificio de Pre-sidencia del gobierno o ante las sedes denuestros grandes Bancos y nuestras pe-queñasmultinacionales, y se quedan allídía tras día sin más armas que unas pan-cartas en las que se leyeran cosas como:“no tenemos ingresos”; “tenemos dere-cho a un trabajo digno” …

4.4. Investigación económica,no crematísticaEs decir, poner en acto lo que pedía eldecreto citado deNaciones Unidas: «es-tudiar y considerar» no sólo para ges-tionar una economía injusta sino parasanarla o cambiarla. «Hemos examina-do la economía actual y la hemos en-contrado plagada de vicios gravísimos»escribía Pío XI hace ya 70 años.32 Aunreconociendo que los papas se equivo-can a veces, el problema es que, cuan-do aciertan, se les hace todavía menoscaso.

Hace ya siglosAristóteles distinguióentre economía y crematística: la pri-mera es el arte de gestionar lo que hayy lo que se puede producir (“adminis-tración de la casa” es la traducción eti-mológica de la palabra economía); la se-gunda es el arte de enriquecerse comosea.33 Pues bien, lo que se enseña en ca-si todas nuestras escuelas de economíaes en realidad crematística pura y dura:

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es el “vicio gravísimo” que denunciabaPío XI. «Las farmacéuticas no están in-teresadas en curarle a usted sino en sa-carle el dinero», decía enLaVanguardiael premio Nobel de medicina RichardRoberts;34 como los Bancos no están in-teresados en promocionarle a usted sinoen sacarle el dinero. Un antiguo emple-ado de una banca de inversión cuentacómo un director administrativo atraía alos posibles candidatos con la seducto-ra promesa de llegar a ser “ricos comocerdos gruñidores”35… Ya Jesús de Na-zaret denunciaba a los escribas que noestaban interesados en rezar por las viu-das sino en sacarles el dinero.

Si la economía tiene una enferme-dad grave, se impone lo que recomen-daba el citado decreto de la ONU: “tra-bajar con urgencia” buscando medidasque puedan poco a poco llevar a unatransición. Reconociendo lo que ya seha trabajado, que es más de lo que pa-rece, pero reconociendo también que,por más que de vez en cuando se otor-gue un premio Nobel a algún disidentede países del Este, hay tan poca proba-bilidad de que un disidente occidental(Noam Chomsky por ejemplo) se lleveun Nobel, como de que el Vaticano ca-nonice a monseñor Romero…

¿Pormaldad?No. Simplemente por-que, como escribió F. Engels: «no sepiensa lo mismo desde una cabaña quedesde un palacio». Esta advertencia va-le para todas las ciencias humanas y, portanto, también para la economía que esuna ciencia humana y no un saber ma-temático, por muchas matemáticas queutilice. Una economía hecha “desde lacabaña”, o desde las víctimas de nues-tro sistema, permitiría captar sus con-

tradicciones económicas (no sólo cul-turales): como que por un lado nos pre-diquen austeridad mientras, por el otro,nos dicen que debemos consumir máspara salir de la crisis y activar la econo-mía. ¿En qué quedamos?

Estos límites de nuestra razón desen-mascaran el engaño tantas veces latenteen el mismo vocabulario de las cienciaseconómicas. Por ejemplo, la famosa“mano invisible” del mercado, de la quese dice que acaba arreglándolo todocuando se la respeta y no se quiere in-tervenir en ella. El tendero del que ha-blaba Adam Smith cuando acuñó esafrase en un ejemplo ya famoso, podíaser egoísta y estaba interesado en mi di-nero. Pero, por las dimensiones reduci-das de una relación personal, sabía quesólo lo conseguiría si me trataba muybien y se esmeraba en ello. En cambio,con la universalización de los intercam-bios, las transacciones cobran una di-mensión inabarcable y en ellas las per-sonas concretas se convierten en actoresabstractos e impersonales donde ya nohay ningún contrapeso personal quefrene la ambición. En un diálogo de túa tú podía haber mano invisible porquehabía rostros visibles; pero en la rela-ción anónima no hay más que manoatracadora: como en los ejemplos cita-dos de las Farmacéuticas o de los Ban-cos.

De este modo el neoliberalismo seestructura sobre lo peor de nuestra pas-ta humana. Por eso, hoy más que nun-ca, no todo puede ser mercancía demer-cado. Ni puede la política ser una merafunción de la economía sino exacta-mente al revés: la economía debe seruna función de la política.

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4.5. ¿Lucha de clases?

Casi consecutivamente, el 19 y el 21 dejunio de 2011, el entonces presidente deGrecia declaró que las medidas impues-tas a su país son crueles e injustas, peronecesarias. Y el comisario económicode la UE declaró que España está “ha-ciendo los deberes” pero se expone a serinjustamente tratada. Si preguntamosquién impone esas injusticias o esos de-beres crueles, nos dicen: los mercados.

Tal respuesta es un reconocimientoexpreso de aquello que Marx llamó de-sacertadamente «lucha de clases». De-sacertadamente porque la palabra luchaparece situar la violencia en quienes sonsus víctimas y no sus agentes. Lo queexiste es una “agresión” fácil de expli-car: entre los dos factores que determi-nan la producción –capital y trabajo– nohay un reparto equitativo de las cargassino que el capital tiene primacía sobreel trabajo cuando en realidad debería seral revés.36

Esa primacía del capital aún podíaentenderse cuando el capital era la tie-rra: porque la tierra es fecunda por na-turaleza, aunque necesite ser trabajada.Pero resulta injusta cuando el capital esel dinero, porque éste no es fecundo depor sí como ya dijimos antes.

Capital, trabajo o mercados son pa-labras abstractas que disimulan aquelloque designan: seres humanos concretosiguales en dignidad. Lo que se da en re-alidad es un primacía de los capitalistassobre los trabajadores y luego (cuandobuena parte de la economía es más fi-nanciera que productiva) una agresiónde los mercaderes sobre los ciudadanos.Esa agresión es la que hace necesarias

las crueldades que soportan los griegos,y puede hacer insuficientes los sacrifi-cios de los españoles…

A eso debió llamarlo Marx “agre-sión de clases”, no lucha. No parezcaque la culpa está en aquellos que tratande defenderse de una agresión, presen-tando como inocentes a los agresores.Esta injusta agresión es la que hace in-moral y cruel a nuestro sistema econó-mico, por mucho que sea de una efi-ciencia deslumbrante. ¿Cómo pudo laizquierda olvidar esto?

4.6. ¿Top-less de ganancias?Decíamos al acabar la primera parte quenuestro mundo desarrollado debe bajarsus niveles de riqueza que, con frecuen-cia, son sólo niveles de desvergüenza.Sin embargo, oímos a veces noticias so-bre bonus de 25 millones de euros parael director de una Caja, o jubilacionesde dos millones para ex-directores dealgún Banco. Noticias que se dan sin in-dignación alguna, con la misma neutra-lidad con que se puede decir que el gor-do de la Lotería ha caído en... Alicante.Pero son noticias de auténticos críme-nes morales aunque no sean delitos ju-rídicos.

La doctrina ética sobre la propiedadprivada establece que es un derecho re-al pero “secundario”, cuyo objetivo esfacilitar el cumplimiento de otro dere-cho más primario que es el destino co-mún de todos los bienes. En la medidaen que la propiedad privada no facilite,sino que impida, ese acceso de todos aunos bienes que son comunes, cesa deser legítima y obliga a restitución. El ca-rácter progresional37 de los impuestos se

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fundamenta en este principio moral, pormás que se combata y se procure eludiresa obligación fiscal.Y es llamativo queen ese debate no se aduzcan nunca ra-zones morales sino sólo razones econó-micas, reconociendo así sin querer quenuestro sistema económico es contrarioa la moral. La izquierda conservó ciertasensibilidad correcta pero tímida, eneste punto; hasta que le oímos decir sinrubor que “bajar los impuestos es de iz-quierdas”, mientras los autores de se-mejante perla recurrían al aumento deimpuestos indirectos que gravan porigual al multimillonario y al mendigo.

Además de combatir semejantes in-justicias, la izquierda debería trabajarpor que no se hable sólo de salarios mí-nimos sino también de salarios “máxi-mos”, legalmente establecidos. No sepuede remunerar a nadie con lo que noes suyo. A partir de ciertos límites, lasgrandes fortunas deben saber que se hanapropiado de algo que no les pertenecey están obligadas a devolver. Por eso ha-blan algunos de “erradicar la riqueza”como camino para erradicar la pobreza.Si los Padres de la iglesia decían quecuando das limosna no haces un acto decaridad sino de justicia, hoy los cristia-nos deben decir que cuando el muy ricopaga impuestos no “tributa” sino querestituye.

Al establecer esos límites, la ley ci-vil será bastante más laxa que la moralcristiana (porque ésta no debe ser im-puesta a todos en un estado laico). Noobstante, debería quedar claro que, tam-bién para una ética civil o laica, la pro-piedad no es el romano ius utendi etabutendi (derecho de usar y abusar), si-no un derecho limitado que apunta al

cumplimiento de otro derecho más pri-mario. Pero ¿quién entre las hoy llama-das izquierdas se atreve a levantar la vozen este sentido?Ya seríamucho que aca-báramos con la increíble epidemia decorrupción fácil (por una información,una recalificación, unos presupuestos...)que infecta por igual a derechas e iz-quierdas. ¡Ojalá que al menos los cris-tianos se distinguieran por eso!

Cuando redacto estas líneas estallael conflicto entre los empleados de sa-lud pública y el gobierno deCiU.No de-ja de ser alucinante el contraste entre re-cortes a la sanidad pública o a la RMIpor falta de dinero... y la supresión delimpuesto de sucesiones. Lo primero da-ñará sobre todo a capas muy débiles denuestra sociedad, mientras que lo se-gundo beneficiará a quienes todavíapueden heredar. Ante semejante horrores inútil discutir si esa supresión era ono era eficaz económicamente. Aunqueno lo fuese, era profundamente inmoral.

¿No es hora de poner coto a tamañasinhumanidades?

4.7. Al menos el miedo

Nuestra «hermana, madre tierra» (Fran-cisco de Asís) está cada vez más enfer-ma de una especie de cáncer de pulmón.Las catástrofes naturales han crecido enfrecuencia e intensidad. Los políticosson conscientes de esa enfermedad, co-mo muestran las cumbres de Kyoto,Coopenhague, Durban, etc. Pero son ca-da vez más débiles ante ella, comomuestra el fracaso de esas cumbres.

En el supuesto inseguro de que con-sigamos salvar al planeta, la terapia pa-

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ra salir de esa enfermedad nos costarámás que los beneficios que obtuvimosenvenenándolo. Por eso no nos decidi-mos a aplicarla seriamente. En China,tras las inundaciones record de 1998 enel valle del Yang-Tsé, provocadas por latala masiva de árboles, el gobiernoconstató que «los árboles en el bosquevalían tres veces más que los árboles ta-lados», y cesó el expolio del bosque.38Pero allí se trataba de la propia casa. Noocurrirá lo mismo en la Amazonía por-que ahora los depredadores son compa-ñías extranjeras que dicen actuar ennombre “del progreso”, sin especificarque se trata del progreso de sus cuentascorrientes y no del planeta.

Además de la amenaza ecológicanos envuelve la amenaza terrorista.Hace años clamó el arzobispo HelderCámara: «dad vuestros anillos antes deque os corten las manos». El poco casoque se le hizo conecta con atrocidadescomo la de las torres gemelas en NewYork. Doy por descontado que, en el ca-so del terrorismo, la culpa es toda de cri-minales desesperados y sin conciencia,que recurren a tamaña salvajada. Peroquiero añadir que no debemos darlesocasión y nuestro orden económico sela suministra. Mientras a nosotros nossale más caro combatir el terrorismo delo que nos habría costado construir unmundo más justo.

4.8. Apéndice. Izquierda e IglesiaResumamos en tono catequético: “estosmandamientos se condensan en dos”:civilización de la sobriedad compartida,y democracia económica. Vale de ellos

lo que repite con frecuencia el libro bí-blico del Deuteronomio: «pongo ante tila vida y la muerte; a ti te toca elegir».Y la cita bíblica nos lleva a añadir unapalabra para las iglesias.

Las iglesias, que deberían ser cam-peonas de la justicia interhumana, sonhoy tibias en este punto.Valen para ellaslas palabras de Isaías: «el asno conoce asu dueño pero mi pueblo no me cono-ce» (1,3). En efecto, nunca oímos en lasvoces oficiales de la Iglesia frases comoéstas: Tenéis en casa lo robado al pobre.¡Ay de los que añaden casas a casas yjuntan campos con campos! Venden aljusto por dinero y al pobre por un par dehipotecas (de sandalias dice el original).Practicar la justicia es conocer a Dios.El culto que Dios quiere es que partas tupan con el hambriento…Todas esas sonfrases bíblicas demasiado actuales. Peroparece como si el santo oficio las hu-biese incluido en algún “Índice de citasprohibidas”…

En cualquier caso, la Iglesia necesi-taría hoy un nuevo Pedro Nolasco (se-glar y comerciante como aquél) que,frente a los mercenarios de la avaricia,fundase unos nuevos “mercedarios” dela gratuidad, buscando capital para in-vertirlo en rescatar a los cautivos de “losmercados” (que son los “sarracenos” dehoy); por ejemplo: creando puestos detrabajo digno sin más ganancias que lasimprescindibles para mantener la em-presa, pero sin beneficios personales. Yestando dispuestos a veces a quedarseellos cautivos-sustitutivos si el tirano noacepta el rescate, «igual que Dios envióa su Hijo para liberar al género humanocautivo de la maldad»39.

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En primer lugar, el olvido de las vícti-mas y de las desigualdades humanasque están en la base de esa tragedia. Laizquierda aceptó que podría subsistir sincambiar un sistema injusto e inhumano,suavizándolo sólo y sacando de él ven-tajas materiales a base de presiones.Esto quizá fue posible mientras el co-munismo ruso seguía en pie y asustaba;pero una vez derribado, seguir por aquelcamino es desconocer hasta qué puntoes dogmático y cruel nuestro sistemaeconómico.

En segundo lugar, adoptar la mismanoción de progreso que las derechas,creyendo que el mero crecimiento ma-terial (aunque cree desigualdades ini-cuas), traería mecánicamente una trans-

formación espiritual y un desarrollohumano de los individuos y que, portanto, la ética estaba de más en la eco-nomía. El viejo Marx tiene mucha cul-pa de este segundo error que él com-partió y que había bebido en las fuentesmismas de la Modernidad: su funda-mentalismo del progreso le impidió va-cunarse contra este engaño tan agrada-ble. Así olvidó la izquierda que no noshallamos sólo ante problemas técnicossino ante problemas éticos.

Ante lo expuesto en este Cuadernocreo que caben tres reacciones para unasensibilidad de izquierdas.

a) La izquierda infantil se cree másradical por dictaminar que todo estámuy mal y “todos son iguales”, hacien-

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5. CONCLUSIÓN

En síntesis creo que el naufragio de la izquierda obedece a dos cau-sas, que tienen relación con lo dicho al comienzo sobre los diversossignificados de la izquierda en la economía y en los campos político ycultural.

do de esas críticas una excusa excelen-te para desentenderse de cualquier es-fuerzo por caminar hacia otro mundoposible.

b) La izquierda optimista impeniten-te cree que, a pesar de todo, la humani-dad progresa, que aparecen hitos irre-versibles: declaraciones como la de losDerechos humanos, hechos como la lle-gada de un presidente de color enEstados Unidos, o el feminismo, califi-cado por Juan XXIII como un «signo delos tiempos»… Pero la historia progre-sa más despacio que nuestra concienciaindividual; por eso hay que luchar de-sinteresadamente aunque, como al pa-triarca Moisés, no nos toque “entrar enla tierra prometida”. La historia muestracómo las derechas acaban aceptando lasreivindicaciones de la izquierda (estadosocial, sufragio universal, derechos dela mujer…).

c) Otros, sin ser tan optimistas y sinexcluir que los hombres podamos aca-bar destruyendo nuestro planeta, acep-tan que, nadando contra corriente,quizá no consigamos avanzar pero, almenos, evitaremos que la corriente noslleve al abismo. Porque, visto el pano-rama, lo que nos amenaza es una espe-cie de fascismo universal, del que pa-recen ir surgiendo no ya brotes verdessino brotes “negros”, en lo que NaomiKlein llama: «El capitalismo del desas-tre».

Nos toca elegir entre la sobriedadsolidaria o el desastre. Pero sin olvidar,parodiando otra frase bíblica, que «elhombre no se justifica por ser de iz-quierdas». El juicio sobre las personasno nos toca a nosotros. Quien se creemejor por ser izquierdista no es propia-mente de izquierdas. Es sólo un fariseode la izquierda.

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«Rebeldes al hogar o en su nostalgiatodavía avanzamos en la noche,

con el sello de Dios en nuestras frentescamino de la tierra presentida»

Pere CasaldáligaAntología personal

1. Ver «Manifiesto para una tolerancia imprescin-dible», (El País, 3 de enero de 2005).

2. Partido Revolucionario Institucional, surgido trasla revolución mexicana y que se mantuvo se-tenta años seguidos en el poder con orientacióncada vez más derechista.

3. 20 noviembre 2010. Citado en Le Monde Diplo-matique, diciembre 2010, pág. 1.

4. Mortal tanto a niveles de personas como de lamisma tierra que constituye nuestro entorno:crisis ecológica y opresión humana tienen lamisma causa.

5. Si tradujera al griego la expresión “gestión de lacasa” tendría que escribir eco-nomía…

6. Por supuesto, las víctimas pueden tener su culpa,pero no son los únicos ni los primeros culpablesde su situación: tienen incluso cierto derecho aesa culpa como decía Vicente de Paúl.

7. Así lo ha visto muy bien Reyes MATE en su es-pléndido Tratado de la injusticia, Barcelona,Anthropos, 2011.

8. En Economic possibilities for our grand chil-dren. Esas palabras fueron recordadas crítica-mente por E. SCHUMACHER en Lo pequeño eshermoso, Madrid, Hermann Blume editores,pág. 85 y más tarde en L. GONZÁLEZ-CARVAJAL,El hombre roto por los demonios de la econo-mía, Madrid 2011, pág. 29.

9. En los comienzos del capitalismo se situabanentre 1 y 2 ó 1 y 3, y en los últimos cincuentaaños ha pasado hasta 1/60 y últimamente 1/90.

10. Libro de la vida, 38,3.11. Encíclica de Pío XI Quadragesimo anno n.79-8012. Esto parece haber funcionado a niveles reduci-

dos (Mondragon, Marinaleda –único pueblode España sin paro y donde todo el mundotiene vivienda– o los primeros ayuntamientoscon “presupuestos participativos” en el sur de

Brasil, regidos por el PT). El problema es sa-ber trasladarlo a grandes dimensiones.

13. Daniel COHEN, La prosperidad del mal. Unaintroducción inquieta a la economía. Madrid,Taurus, 2010.

14. Encíclica Rerum Novarum n. 3215. «En el año posterior a las crisis de las hipote-

cas-basura, los gobiernos han destinado másdinero a mantener los Bancos y las institucio-nes financieras, que el que todo el mundo hainvertido en 50 años para ayudar a los paísespobres.» (citado en Le Monde Diplomatique,mayo 2011, pág. 28).

16. Por eso Aristóteles (defensor de la propiedadprivada por otra parte) sostiene que: «La usurano es conforme a la naturaleza y es aborrecidacon toda razón: porque en ella la ganancia pro-cede del dinero mismo y no de aquello para loque fue creado el dinero. El dinero se creópara facilitar el intercambio mientras que en lausura se lo utiliza para engendrar más dine-ro… De modo que, de todos los negocios, éstees el más antinatural». Política, libro I, 1258B. En la Ética a Nicómaco llega a calificarlacomo «oficio indigno de gentes libres y propiode alcahuetas y gentes por el estilo».

17. Remito a mi viejo comentario al libro Marx yla Biblia, del mexicano J. P. Miranda, quienpretendía hacer consistir la fe cristiana en laseguridad de que el mundo tiene remedio. (Lateología de cada día, Salamanca 19772, pág.401-18).

18. Jürgen HABERMAS, Texte und Contexte, Frank-furt, Suhrkamp 1992, pág. 125.

19. M. HORKHEIMER, Anhelo de justicia, Madrid,Trotta 2000, pág. 169.

20. La frase rima con mi “distinción entre Funda-mento y funcionamientos”: pues para un filó-

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NOTAS

sofo no creyente, y tan riguroso como Mu-guerza, pocas cosas parecerán más molestasque la superstición. Y sin embargo nuestroautor se acoge a ella por razones humanas, queson nuestras razones más últimas.

21. En la obra de CRISTIANISME I JUSTÍCIA, ¿Mun-dialización o conquista?, Santander, Sal Te-rrae, 2001, pág 202-204.

22. Véanse nuestras campañas electorales donde lapolítica ya no cuenta casi nada y es la técnicamediática quien lo decide todo.

23. Ver la excelente exposición deAlbert FLORENSA,La vida humana en el medi tècnic. El pensa-ment de J. Ellul, Barcelona, Claret, 2010. Delmismo autor: «El ídolo de la tecnociencia».En Idolatrías de Occidente, Barcelona, Cris-tianisme i Justícia, 2004, pág. 61-80.

24. J. NABERT, Essai sur le mal, Paris 1955, pág.109.

25. Datos de la fábrica de FIAT en Mirafiori (cf. Lemonde diplomatique, marzo 2011, pág. 3).

26. Estoy pensando por ejemplo en el atentadocontra Hitler.

27. Bromeando cabe añadir que la descripción bí-blica del juicio final (Mateo 25,31ss.) es am-bigua si se la quiere leer como valorativa: loscondenados que el Juez pone a su izquierdason los que, desde la óptica del espectador es-tán en la derecha; y viceversa.

28. Adelia PRADO, Poesia reunida, pág. 260.29. El arzobispo Romero comenzó a cambiar cuan-

do, siendo obispo de una diócesis rural, vioque los recogedores del café no tenían ni dón-de dormir y, por caridad, decidió habilitar unespacio del obispado para ello. Ese contacto lepermitió conocer detalles de cómo eran trata-dos, y escribió sobre ello una carta (privadapor supuesto, porque entonces Romero no es-taba para más) al presidente de la República.No obtuvo ni respuesta. Cuando luego fuenombrado arzobispo de San Salvador, estosepisodios ya habían comenzado a convertirle.

30. Y además sin eficacia. El antiguo ministro dehacienda argentino recordó hace poco que lasórdenes del FMI hundieron a su país más en lacrisis. Y que Argentina salió de allí cuandodesoyó aquellos consejos.

31. En H. MARCUSSE, El hombre unidimensional,1967.

32. Encíclica de Pío XI Quadragesimo anno n. 128.33. Política, caps. 9 y 10. Para ampliar esta distin-

ción remito al pliego de Vida Nueva (24 demarzo de 2009): «Recuperar la economía».Aristóteles sostiene que la crematística “lodesnaturaliza todo”, y pone el ejemplo de lamedicina cuyo fin es curar al enfermo pero, sise practica para enriquecerse, se desnaturaliza.

34. En «La Contra», La Vanguardia, viernes 27 dejulio 2007.

35. Ver C. LOWNEY, El liderazgo al estilo de losjesuitas, Barcelona 2001, pág. 11. Se trata dela Banca Morgan.

36. «Un principio enseñado siempre por la Iglesiaes la prioridad del trabajo frente al capital»porque «el trabajo es siempre una causa efi-ciente primaria, mientras el capital es sólo uninstrumento o causa instrumental» (LE 12).

37. El término “progresional” se acuñó por oposi-ción a progresivo y significa que, aunque «de-ben pagar más los que más tienen», esto nopuede hacerse siempre con porcentajes fijos:porque entonces llegaría un momento en quelos impuestos se comerían toda la fortuna delrico (lo cual es injusto). Por tanto, aunque losporcentajes de la imposición crecen progresi-vamente, esa progresión no es constante sinodecreciente.

38. Según otros el costo era en realidad seis vecesmayor, si se contaban las externalidades. Peroesto importa poco ahora. Ver los argumentosen A. FLORENSA, ob. cit., pág. 210-11.

39. De las Constituciones de la Orden de la Mer-ced.

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

La cita de Salvador Giner que abre el Cuaderno pone el acento en los valoresde la izquierda. Sus preguntas, bien dice, no encuentran respuesta fácil. ¿Có-mo responderías tú a esas preguntas?

1. Comienza el Cuaderno definiendo lo que es la izquierda. Una vez que se cla-rifica el concepto en el campo económico, cultural o social. Enumera y justifi-ca los irrenunciables de la izquierda. ¿Aceptas o añadirías alguno a esosirrenunciables de la izquierda?

Frente a ese escepticismo postmoderno conviene proclamar que siempre haycosas que hacer; no sabemos hasta dónde llegarán pero pueden hacerse.Muchas voces avisan que la indiferencia es hoy el mayor de nuestros crímenesy la más hipócrita de nuestras excusas. ¿No hay nada que hacer?

2. Capítulo 2. Los irrenunciables de la verdadera izquierda, en oposición a laizquierda de plástico (como se oponen las flores del campo a las marchitas),–plato fuerte del Cuaderno– nos ayudarán a preguntarnos ¿Cómo y dóndeandan nuestro irrenunciables?

3. Capítulo 3. Aunque el autor lo considera menos importante, trata de avisarsobre posibles disfraces con que tranquilicemos nuestra conciencia respecto alos valores de la izquierda. ¿Funciona en ti alguno de esos u otros disfracessemejantes?

4. Capítulo 4. En él se hace eco de las palabras de Jesús de Nazaret: «dicho-sos los que reaccionan con aflicción ante el dolor de este mundo». La indigna-ción no es ira ni odio ni violenciaO Es la reacción que surge espontáneamentecuando te acercas de corazón a los excluidos de la tierra y ves cómo son trata-dos. ¿Hay en mí, además de indignación, una verdadera aflicción por lasuerte de tantas víctimas de esta tierra?

¿En qué postura me situó frente a las tres que enumera el autor al final?

«No hay solución, todos son iguales»«Vamos progresando...»«Debemos resistir»